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INDICE Reconocimientos ................................... 11 Prefacio ......................................... 13 l. La terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad ............................. 19 La fase terminal en el análisis del señor M ................ 22 Pensando en la terminación: Las tareas restantes del paciente .................................... 27 Bosquejo de la rehabilitación funcional del sí-mismo a través del psicoanálisis ......................... 48 Otros ejemplos clínicos ............................ 52 11. ¿Necesita el psicoanálisis una psicología del sí-mismo? ....... 58 Sobre la objetividad científica ....................... 58 La teoría de los impulsos y la psicología del sí-mismo ........ 61 1 nterpretaciones y resistencias ....................... 70 Orígenes del sí-mismo ...................... · ...... 76 La teoría de la agresión y el análisis del sí-mismo ..... : ..... 87 La terminación del análisis y la psicología del sí-mismo ....... 99 111. Reflexiones sobre la naturaleza de las pruebas en psicoanálisis ................................ 105 Ilustraciones clínicas ............................ 109 IV. El sí-mismo bipolar ............................. 124 Consideraciones teóricas .......................... 124 Una clasificación de la patología del sí-mismo ............ 137 Del análisis del señor X. Datos clínicos ................ 142 Del análisis del señor X. 1 ncursiones en la teoría .......... 146 Título original: The Restoration of the Self Publicado en inglés por; International Universities Press, Nueva York, 1977 Traducción: Noemí Rosenblatt 1 a edición, 1980 México, 1999 Quedan rigurosamente prohibidas, sin Ja autorización escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, Ja reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informático, y Ja distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. D.R. © 1977 by International Universities Press, !ne., por acuerdo con Mark Paterson & Associates, Colchester, e International Editor's Co., Buenos Aires D.R. © de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós, SAICF; Defensa 599, Buenos Aires. D.R. © de esta edición, Editorial Paidós Mexicana, S. A. Rubén Darío 118 Col. Moderna 0351 O Ti'. D ~~~!pi~ji¡~1. 579-5922 l.i1.Yf:1'' icp~; 590-436 U .i l A G., y a su generación INDICE Reconocimientos ................................... 11 Prefacio ......................................... 13 l. La terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad ............................. 19 La fase terminal en el análisis del señor M ................ 22 Pensando en la terminación: Las tareas restantes del paciente .................................... 27 Bosquejo de la rehabilitación funcional del sí-mismo a través del psicoanálisis ......................... 48 Otros ejemplos clínicos ............................ 52 11. ¿Necesita el psicoanálisis una psicología del sí-mismo? ....... 58 Sobre la objetividad científica ....................... 58 La teoría de los impulsos y la psicología del sí-mismo ........ 61 1 nterpretaciones y resistencias ....................... 70 Orígenes del sí-mismo ...................... · ...... 76 La teoría de la agresión y el análisis del sí-mismo ..... : ..... 87 La terminación del análisis y la psicología del sí-mismo ....... 99 111. Reflexiones sobre la naturaleza de las pruebas en psicoanálisis ................................ 105 Ilustraciones clínicas ............................ 109 IV. El sí-mismo bipolar ............................. 124 Consideraciones teóricas .......................... 124 Una clasificación de la patología del sí-mismo ............ 137 Del análisis del señor X. Datos clínicos ................ 142 Del análisis del señor X. 1 ncursiones en la teoría .......... 146 Título original: The Restoration of the Self Publicado en inglés por; International Universities Press, Nueva York, 1977 Traducción: Noemí Rosenblatt 1 a edición, 1980 México, 1999 Quedan rigurosamente prohibidas, sin Ja autorización escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, Ja reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informático, y Ja distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. D.R. © 1977 by International Universities Press, !ne., por acuerdo con Mark Paterson & Associates, Colchester, e International Editor's Co., Buenos Aires D.R. © de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós, SAICF; Defensa 599, Buenos Aires. D.R. © de esta edición, Editorial Paidós Mexicana, S. A. Rubén Darío 118 Col. Moderna 0351 O Ti'. D ~~~!pi~ji¡~1. 579-5922 l.i1.Yf:1'' icp~; 590-436 U .i l A G., y a su generación INDICE Reconocimientos ................................... 11 Prefacio ......................................... 13 l. La terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad ............................. 19 La fase terminal en el análisis del señor M ................ 22 Pensando en la terminación: Las tareas restantes del paciente .................................... 27 Bosquejo de la rehabilitación funcional del sí-mismo a través del psicoanálisis ......................... 48 Otros ejemplos clínicos ............................ 52 11. ¿Necesita el psicoanálisis una psicología del sí-mismo? ....... 58 Sobre la objetividad científica ....................... 58 La teoría de los impulsos y la psicología del sí-mismo ........ 61 1 nterpretaciones y resistencias ....................... 70 Orígenes del sí-mismo ...................... · ...... 76 La teoría de la agresión y el análisis del sí-mismo ..... : ..... 87 La terminación del análisis y la psicología del sí-mismo ....... 99 111. Reflexiones sobre la naturaleza de las pruebas en psicoanálisis ................................ 105 Ilustraciones clínicas ............................ 109 IV. El sí-mismo bipolar ............................. 124 Consideraciones teóricas .......................... 124 Una clasificación de la patología del sí-mismo ............ 137 Del análisis del señor X. Datos clínicos ................ 142 Del análisis del señor X. 1 ncursiones en la teoría .......... 146 INDICE Reconocimientos ................................... 11 Prefacio ......................................... 13 l. La terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad ............................. 19 La fase terminal en el análisis del señor M ................ 22 Pensando en la terminación: Las tareas restantes del paciente .................................... 27 Bosquejo de la rehabilitación funcional del sí-mismo a través del psicoanálisis ......................... 48 Otros ejemplos clínicos ............................ 52 11. ¿Necesita el psicoanálisis una psicología del sí-mismo? ....... 58 Sobre la objetividad científica ....................... 58 La teoría de los impulsos y la psicología del sí-mismo ........ 61 1 nterpretaciones y resistencias ....................... 70 Orígenes del sí-mismo ...................... · ...... 76 La teoría de la agresión y el análisis del sí-mismo ..... : ..... 87 La terminación del análisis y la psicología del sí-mismo ....... 99 111. Reflexiones sobre la naturaleza de las pruebas en psicoanálisis ................................ 105 Ilustraciones clínicas ............................ 109 IV. El sí-mismo bipolar ............................. 124 Consideraciones teóricas .......................... 124 Una clasificación de la patología del sí-mismo ............ 137 Del análisis del señor X. Datos clínicos ................ 142 Del análisis delseñor X. 1 ncursiones en la teoría .......... 146 V. El complejo de Edipo y la psicología del sí-mismo ......... 156 El complejo de Edipo revaluado ... y más allá de él ......... 168 VI. La psicología del sí-mismo y la situación psicoanalítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... 174 VI l. Epílogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 El mundo cambiante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 Dos conceptos de curación psicológica ................ 193 La anticipación del artista con respecto a la psicología del sí-mismo ................................ 196 Sobre la influencia de la personalidad de Freud ........... 200 lCuál es la esencia del psicoanálisis? .................. 204 Bibliografía ..................................... 214 R ECONOC IM'I ENTOS El número de colegas y amigos que con toda generosidad me han ha- blado de sus reacciones ante el presente 1 ibro en diversas fases de su de- sarrollo es tan grande, que debo pedirles a casi todos ellos que acepten mi reconocimiento sin incluir sus nombres. Pero sí quiero mencionar a aquellos cuya ayuda me ha resultado de particular valor, sea por el apoyo emocional que me proporcionaron durante los inevitables mo- mentos de duda que experimenta todo autor acerca de la validez de sus esfuerzos o por los consejos que me dieron con respecto al contenido y la forma de mi libro. Así, aunque incluyo con particular calor y gratitud los nombres de los doctores Michael F. Basch, Arnold Goldberg, Jerome Kavka, George H. Klumpner, J. Gordon Maguire, David Marcus, Paul H. Ornstein, George H. Pollock, Paul H. Tolpin y del señor Joseph Palom- bo, hay muchos otros que también merecerlan figurar aquí. Quiero ex- presar mi particular gratitud al doctor Ernest S. Wolf por ocuparse, en un generoso acto de amistad, de la ardua tarea de preparar el índice de este 1 ibro. También estoy en deuda con una serie de colegas que me permitie- ron utilizar material tomado de casos analizados por ellos en consulta conmigo. Por desgracia, no resultaba aconsejable emplear muchos de mis casos ya que habrla resultado dificil asegurar su anonimato. Por lo tanto, el hecho de poder contar con los casos de mis colegas fue de enorme valor para mí. Algunos de ellos me pidieron que no menciona~ ra sus nombres, como particular manera de proteger la identidad de sus pacientes, a pesar del cuidado que se puso en disimularla. Empero, hay tres casos en los que fue posible disfrazar el material de manera tan completa que puedo expresar mi gratitud a los analistas correspondien- tes. La doctora Anita Eckstaedt me permitió utilizar material muy va- lioso, muy bien seleccionado por ella de un análisis hábilmente maneja- do; la doctora Anna Ornstein me proporcionó acceso a datos el ínicos que sirvieron para dar convincente apoyo a mis teorías, y la doctora Marian Tolpin me permitió usar material incluido en un excelente in- forme sobre un caso que ella redactó con un propósito distinto. Por lo general, el agradecimiento de un autor para con su secretaria constituye una cuestión de rutina en los comentarios iniciales. Sin em- bargo, mi cálido reconocimiento para con la señora Jacqueline Miller no tiene nada de rutinario, sino que es realmente sincero. Sin su serena •H:uptación de las responsabilidades que le impuse, su devoción a la ta- rna y la inteligencia con que la llevó a cabo, este trabajo se habrla com- pletado mucho más tarde. 11 INDICE Reconocimientos ................................... 11 Prefacio ......................................... 13 l. La terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad ............................. 19 La fase terminal en el análisis del señor M ................ 22 Pensando en la terminación: Las tareas restantes del paciente .................................... 27 Bosquejo de la rehabilitación funcional del sí-mismo a través del psicoanálisis ......................... 48 Otros ejemplos clínicos ............................ 52 11. ¿Necesita el psicoanálisis una psicología del sí-mismo? ....... 58 Sobre la objetividad científica ....................... 58 La teoría de los impulsos y la psicología del sí-mismo ........ 61 1 nterpretaciones y resistencias ....................... 70 Orígenes del sí-mismo ...................... · ...... 76 La teoría de la agresión y el análisis del sí-mismo ..... : ..... 87 La terminación del análisis y la psicología del sí-mismo ....... 99 111. Reflexiones sobre la naturaleza de las pruebas en psicoanálisis ................................ 105 Ilustraciones clínicas ............................ 109 IV. El sí-mismo bipolar ............................. 124 Consideraciones teóricas .......................... 124 Una clasificación de la patología del sí-mismo ............ 137 Del análisis del señor X. Datos clínicos ................ 142 Del análisis del señor X. 1 ncursiones en la teoría .......... 146 V. El complejo de Edipo y la psicología del sí-mismo ......... 156 El complejo de Edipo revaluado ... y más allá de él ......... 168 VI. La psicología del sí-mismo y la situación psicoanalítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... 174 VI l. Epílogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 El mundo cambiante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 Dos conceptos de curación psicológica ................ 193 La anticipación del artista con respecto a la psicología del sí-mismo ................................ 196 Sobre la influencia de la personalidad de Freud ........... 200 lCuál es la esencia del psicoanálisis? .................. 204 Bibliografía ..................................... 214 R ECONOC IM'I ENTOS El número de colegas y amigos que con toda generosidad me han ha- blado de sus reacciones ante el presente 1 ibro en diversas fases de su de- sarrollo es tan grande, que debo pedirles a casi todos ellos que acepten mi reconocimiento sin incluir sus nombres. Pero sí quiero mencionar a aquellos cuya ayuda me ha resultado de particular valor, sea por el apoyo emocional que me proporcionaron durante los inevitables mo- mentos de duda que experimenta todo autor acerca de la validez de sus esfuerzos o por los consejos que me dieron con respecto al contenido y la forma de mi libro. Así, aunque incluyo con particular calor y gratitud los nombres de los doctores Michael F. Basch, Arnold Goldberg, Jerome Kavka, George H. Klumpner, J. Gordon Maguire, David Marcus, Paul H. Ornstein, George H. Pollock, Paul H. Tolpin y del señor Joseph Palom- bo, hay muchos otros que también merecerlan figurar aquí. Quiero ex- presar mi particular gratitud al doctor Ernest S. Wolf por ocuparse, en un generoso acto de amistad, de la ardua tarea de preparar el índice de este 1 ibro. También estoy en deuda con una serie de colegas que me permitie- ron utilizar material tomado de casos analizados por ellos en consulta conmigo. Por desgracia, no resultaba aconsejable emplear muchos de mis casos ya que habrla resultado dificil asegurar su anonimato. Por lo tanto, el hecho de poder contar con los casos de mis colegas fue de enorme valor para mí. Algunos de ellos me pidieron que no menciona~ ra sus nombres, como particular manera de proteger la identidad de sus pacientes, a pesar del cuidado que se puso en disimularla. Empero, hay tres casos en los que fue posible disfrazar el material de manera tan completa que puedo expresar mi gratitud a los analistas correspondien- tes. La doctora Anita Eckstaedt me permitió utilizar material muy va- lioso, muy bien seleccionado por ella de un análisis hábilmente maneja- do; la doctora Anna Ornstein me proporcionó acceso a datos el ínicos que sirvieron para dar convincente apoyo a mis teorías, y la doctora Marian Tolpin me permitió usar material incluido en un excelente in- forme sobre un caso que ella redactó con un propósito distinto. Por lo general,el agradecimiento de un autor para con su secretaria constituye una cuestión de rutina en los comentarios iniciales. Sin em- bargo, mi cálido reconocimiento para con la señora Jacqueline Miller no tiene nada de rutinario, sino que es realmente sincero. Sin su serena •H:uptación de las responsabilidades que le impuse, su devoción a la ta- rna y la inteligencia con que la llevó a cabo, este trabajo se habrla com- pletado mucho más tarde. 11 El Anne Pollock Lederer Research Fund del Chicago lnstitute far Psyc~oanalysis y el Research Fund de ese mismo Instituto me pro- porcionaron ayuda económica en todas las fases de las investigaciones cuyos resultados presento aquí. Quiero destacar este apoyo con verda- 1 dera gratitud. ~< Debo agregar mi sincero reconocimiento por la ayuda recibida de la señora Natalie Altman de la ln"ternational Universities Press. Durante! casi un año las páginas de mi manuscrito original viajaron desde Chica- go hasta Nueva York y de vuelta a Chicago. Cuando volvía a recibirlas las encontraba llenas de sagaces preguntas y valiosas sugerencias que me ayudaron a expresarme con mayor claridad, a complementar mis afir- maciones con pruebas convincentes y a eliminar el material innecesa- rio. Quiero agradecer cálidamente su interés, que en realidad excedió las obligaciones inherentes a su tarea, y conflo en que haya disfrutado de nuestro encuentro tanto como yo. Sé que mi libro se ha beneficiado enormemente como resultado de nuestra cooperación. 12 PREFACIO / Este volumen trasciende mis escritos previos sobre el narc1s1smo en varios sentidos. En mis contribuciones anteriores presenté mis hallaz- gos acerca de la psicología del sí-mismo*, sobre todo en el lenguaje de la teoría clásica de los impulsos. El concepto teórico crucial introduci- do dentro de ese marco fue el de objeto del s{-mismo; en correlación con este concepto, el hallazgo emp(rico más importante en el campo terapéutico fue el fenómeno al que ahora me refiero corno transferencia con objetos-del-sl-mismo. Por último, salvando la brecha entre la teoría y la observación cl(nica, la reconstrucción del desarrollo y la teoría de la terapia, mi trabajo anterior introducía el concepto de internali- zación transmutadora y la teori'a correlativa de formación de estructu- ras en el campo del sí-mismo. En comparación con mis contribuciones anteriores, este trabajo ex~ presa de manera más expl.ícita mi seguridad con respecto al valor de la posición ernpático-introspectiva, que ha definido mi enfoque teórico- conceptual desde 1959. Este paso -la plena aceptación de las conse- cuencias del hecho de que el campo psicológico está definido por el umpleo que hace el observador del enfoque empático-introspectivo- ll¡wó a una serie de refinamientos conceptuales, requeridos por los cam- bios terminológicos, como lo demuestra mi uso del término "transfe- roncia con el objeto-del-sí-mismo", en lugar del término previo "trans- lerencia narcisista". No creo que estos cambios terminológicos ocupen ul prime. plano en las contribuciones que ofrezco en este trabajo, pero sí que constituyen la expresión de un paso hacia una psicología del sí- misrno claramente definida o, más bien, como señalaré de manera más explícita, de un paso hacia dos psicologías del sí--rnismo que se comple- mentan entre sí. " i::n este libro se ha empleado la expresión si-mismo para traducir self. (E.] 1 1 El Anne Pollock Lederer Research Fund del Chicago lnstitute far Psyc~oanalysis y el Research Fund de ese mismo Instituto me pro- porcionaron ayuda económica en todas las fases de las investigaciones cuyos resultados presento aquí. Quiero destacar este apoyo con verda- 1 dera gratitud. ~< Debo agregar mi sincero reconocimiento por la ayuda recibida de la señora Natalie Altman de la ln"ternational Universities Press. Durante! casi un año las páginas de mi manuscrito original viajaron desde Chica- go hasta Nueva York y de vuelta a Chicago. Cuando volvía a recibirlas las encontraba llenas de sagaces preguntas y valiosas sugerencias que me ayudaron a expresarme con mayor claridad, a complementar mis afir- maciones con pruebas convincentes y a eliminar el material innecesa- rio. Quiero agradecer cálidamente su interés, que en realidad excedió las obligaciones inherentes a su tarea, y conflo en que haya disfrutado de nuestro encuentro tanto como yo. Sé que mi libro se ha beneficiado enormemente como resultado de nuestra cooperación. 12 PREFACIO / Este volumen trasciende mis escritos previos sobre el narc1s1smo en varios sentidos. En mis contribuciones anteriores presenté mis hallaz- gos acerca de la psicología del sí-mismo*, sobre todo en el lenguaje de la teoría clásica de los impulsos. El concepto teórico crucial introduci- do dentro de ese marco fue el de objeto del s{-mismo; en correlación con este concepto, el hallazgo emp(rico más importante en el campo terapéutico fue el fenómeno al que ahora me refiero corno transferencia con objetos-del-sl-mismo. Por último, salvando la brecha entre la teoría y la observación cl(nica, la reconstrucción del desarrollo y la teoría de la terapia, mi trabajo anterior introducía el concepto de internali- zación transmutadora y la teori'a correlativa de formación de estructu- ras en el campo del sí-mismo. En comparación con mis contribuciones anteriores, este trabajo ex~ presa de manera más expl.ícita mi seguridad con respecto al valor de la posición ernpático-introspectiva, que ha definido mi enfoque teórico- conceptual desde 1959. Este paso -la plena aceptación de las conse- cuencias del hecho de que el campo psicológico está definido por el umpleo que hace el observador del enfoque empático-introspectivo- ll¡wó a una serie de refinamientos conceptuales, requeridos por los cam- bios terminológicos, como lo demuestra mi uso del término "transfe- roncia con el objeto-del-sí-mismo", en lugar del término previo "trans- lerencia narcisista". No creo que estos cambios terminológicos ocupen ul prime. plano en las contribuciones que ofrezco en este trabajo, pero sí que constituyen la expresión de un paso hacia una psicología del sí- misrno claramente definida o, más bien, como señalaré de manera más explícita, de un paso hacia dos psicologías del sí--rnismo que se comple- mentan entre sí. " i::n este libro se ha empleado la expresión si-mismo para traducir self. (E.] 1 1 Otro rasgo de este trabajo consiste, como sucedió con todas mis con- tribuciones previas, en relacionar la reunión empática de datos con la formulación de teorías. Por lo tanto, el trabajo comienza con la presen- tación de una serie de datos el ínicos emplricos y una proposición teóri- ca cercana a la experiencia que se correlaciona con ellos. Los datos se refieren a un momento particular en el curs·o de un análisis el lnico .especifico, el momento en que se puede decir que se ha iniciado una fa- se de terminación válida; la proposición se refiere a la conveniencia de distinguir las estructuras defensivas de las compensatorias, un refina- miento conceptual que nos permite mirar con nuevos ojos la definición de lo que constituye una cura psicológica y, de acuerdo con esta defi- nición, re-evaluar la función y la significación de la fase de terminación en psicoanálisis. Habiendo llegado al final del capítulo que se ocupa detalladamente de un único momento crucial en el curso de un análisis, el lector bien podría suponer que tiene en sus manos una monografla técnica y una tesis sobre teoría el ínica en las que se bosquejan los factores que deter- minan si un paciente está en condiciones de terminar el análisis y se presentan argumentos en defensa de una nueva definición psicoanalítica de la salud mental en el proceso de alcanzar una curación psicoanalítica, sobre todo en lo concerniente a los trastornos del sí-mismo. Hasta cier- to punto, éstas son sin duda las metas del presente trabajo, metas que se examinan en diversos niveles y dentro de varios marcos de referencia a lolargo del libro. Pero, para definir qué conduce a la curación de la patologla del sí-mismo, fue nece.sario volver a examinar una amplia gama de conceptos teóricos ya aceptados; para describir la restaura- ción del sí-mismo, fut:; necesario trazar en líneas generales una psico- logla del sí-mismo. LDe qué modo es posible modificar el marco teórico del psicoaná- lisis para que dé cabida a la multiplicidad y diversidad de los fenómenos que observamos con respecto al sí-mismo? La respuesta a esta pregunta que, sorprendentemente, surgió por sí sola -aunque en realidad, miran- do las cosas retrospectivamente , no debió resultar sorprendente- fue que debemos aprender a pensar en forma alternada, o incluso simultá- nea, en términos de dos marcos teóricos, que debemos, de acuerdo con un principio psicológico de complementariedad, reconocer que se nece- sitan dos enfoques para captar los fenómenos que encontramos en nues- tra labor clínica, y más allá de ella: una psicología en la que el s(-mismo se ve como el centro del universo psicológico, y también una psicolo- g(a en la que el. sí-mismo se entiende como un contenido de un aparato mental. En esta contribución el acento está puesto en el primero de los dos enfoques, es decir, en la psicología del s(-mismo en el sentido más am- plio; en otras palabras, en una psicología que coloca el s(-mismo en el centro, examina su génesis y desarrollo y sus elementos constitutivos, tanto en la salud como en la enfermedad. Pero el segundo enfoque -que constituye tan sólo una ampliación de la metapsicolog(a tradi- cional -la psicología del sí-mismo en el sentido más estrecho, en la que 14 el sí-mismo se ve como un contenido de un aparato mental, no se deja de lado toda vez que el° valor explicativo de su aplicación resulta adecua- do. Si este trabajo se ocupa más a menudo de la psicología del sí-m;s- mo en el sentido más amplio que de la psicología del sí-mismo en el sen- tido más estrecho del término, no es sólo por el motivo evidente de que las contribuciones que pueden hacerse con respecto a la primera son nuevas y, por ende, resulta necesario formularlas de manera más detalla- da, sino también, y par exce!lence, porque mi principal objetivo en este libro consiste en demostrar que existen amplias zonas psicológicas en las que la significación de los· fenómenos empíricos que enfrentamos se prestan a una explicación más completa cuando se los estudia a la luz de la psicología del sí-mismo en el sentido amplio del término. Para acercarnos al objetivo de trazar los lineamientos generales de una psicología del sí-mismo 1 y establecer la base teórica en la que pue- da apoyarse dicha psicología, tuve que volver a examinar una serie de conceptos psiéoanalíticos aceptados: Lde qué modo se ve afectado el concepto psicoanalítico de impulso por el acento aue ponemos en el sí-mismo y cuál es la relación entre la teoría de los impulsos y la psico- logía del sí-mismo? LDe qué modo se ve afectado el concepto de im- pulsos libidinales, en sus manifestaciones edípicas y preedípicas, cuando lo reevaluamos dentro del contexto de una psicología del sí-mismo? LDe·qué modo resulta afectado el concepto de agresión como un im- pulso por la introducción de una psicolog(a del sí-mismo, y cuál es la posición de la agresión dentro del marco de esta última? Y, por último, pasando del examen de los conceptos dinámicos al de la teoría estruc- tural, preguntaremos si es conceptualmente correcto, dentro del marco de la psicología del sí-mismo, hablar de elementos constitutivos del sí- mismo en lugar de instancias de un aparato mental que, para una mira- da superficial, podrían aparecer como sus simples contrapartos. Aunque admiro la elegancia de la lógir.-1 impoc:1lil11 y l.i 1:1111¡¡ri111rn:in en cuanto a la terminología, la lorrnac:ió11 d11 cor11 npl"'' y In lo11111lln ción teórica, la meta principal du oslu lr:1linjo 110 11~; .il1•1111;ir 11sas cuali- dades. Los cambios en el enfoque teórico sugeridos un uslu trabajo no pretenden encontrar justificación en un terreno puramente teórico: su justificación esencial deriva de la posibilidad de aplicar el nuevo punto de vista a los datos empíricos. En otras palabras, no pretendo que las nuevas teorías sean más elegantes, que las nuevas definiciones resulten más pulidas o que las nuevas formulaciones sean más económicas y con- gruentes que las anteriores. Empero, sí afirmo que, a pesar de su falta de elegancia y de sus fallas, amplían y profundizan nuestra compren- sión del campo psicológico, dentro y fuera de la situación el ínica. No es el refinamiento conceptual y terminológico sino una mejor compren- sión de la esencia psicológica del hombre, una mayor capacidad para explicar las motivaciones y la conducta del ser humano, lo que susten- tará nuestra resolución de prescindir de la tranquilizadora ayuda del marco conceptual conocido y estudiar ciertos datos empíricos -o cier- 1 Cuando hablo de la psicología del sí-mismo sin delimitar el alcance del término me refiero a ella en el sentido amplio. 15 Otro rasgo de este trabajo consiste, como sucedió con todas mis con- tribuciones previas, en relacionar la reunión empática de datos con la formulación de teorías. Por lo tanto, el trabajo comienza con la presen- tación de una serie de datos el ínicos emplricos y una proposición teóri- ca cercana a la experiencia que se correlaciona con ellos. Los datos se refieren a un momento particular en el curs·o de un análisis el lnico .especifico, el momento en que se puede decir que se ha iniciado una fa- se de terminación válida; la proposición se refiere a la conveniencia de distinguir las estructuras defensivas de las compensatorias, un refina- miento conceptual que nos permite mirar con nuevos ojos la definición de lo que constituye una cura psicológica y, de acuerdo con esta defi- nición, re-evaluar la función y la significación de la fase de terminación en psicoanálisis. Habiendo llegado al final del capítulo que se ocupa detalladamente de un único momento crucial en el curso de un análisis, el lector bien podría suponer que tiene en sus manos una monografla técnica y una tesis sobre teoría el ínica en las que se bosquejan los factores que deter- minan si un paciente está en condiciones de terminar el análisis y se presentan argumentos en defensa de una nueva definición psicoanalítica de la salud mental en el proceso de alcanzar una curación psicoanalítica, sobre todo en lo concerniente a los trastornos del sí-mismo. Hasta cier- to punto, éstas son sin duda las metas del presente trabajo, metas que se examinan en diversos niveles y dentro de varios marcos de referencia a lo largo del libro. Pero, para definir qué conduce a la curación de la patologla del sí-mismo, fue nece.sario volver a examinar una amplia gama de conceptos teóricos ya aceptados; para describir la restaura- ción del sí-mismo, fut:; necesario trazar en líneas generales una psico- logla del sí-mismo. LDe qué modo es posible modificar el marco teórico del psicoaná- lisis para que dé cabida a la multiplicidad y diversidad de los fenómenos que observamos con respecto al sí-mismo? La respuesta a esta pregunta que, sorprendentemente, surgió por sí sola -aunque en realidad, miran- do las cosas retrospectivamente , no debió resultar sorprendente- fue que debemos aprender a pensar en forma alternada, o incluso simultá- nea, en términos de dos marcos teóricos, que debemos, de acuerdo con un principio psicológico de complementariedad, reconocer que se nece- sitan dos enfoques para captar los fenómenos que encontramos en nues- tra labor clínica, y más allá de ella: una psicología en la que el s(-mismo se ve como el centro del universo psicológico, y también una psicolo- g(a en la que el. sí-mismo se entiende como un contenido de un aparato mental. En esta contribución el acento está puesto en el primero de los dos enfoques, es decir, en la psicología del s(-mismo en el sentido más am- plio; en otras palabras, en una psicologíaque coloca el s(-mismo en el centro, examina su génesis y desarrollo y sus elementos constitutivos, tanto en la salud como en la enfermedad. Pero el segundo enfoque -que constituye tan sólo una ampliación de la metapsicolog(a tradi- cional -la psicología del sí-mismo en el sentido más estrecho, en la que 14 el sí-mismo se ve como un contenido de un aparato mental, no se deja de lado toda vez que el° valor explicativo de su aplicación resulta adecua- do. Si este trabajo se ocupa más a menudo de la psicología del sí-m;s- mo en el sentido más amplio que de la psicología del sí-mismo en el sen- tido más estrecho del término, no es sólo por el motivo evidente de que las contribuciones que pueden hacerse con respecto a la primera son nuevas y, por ende, resulta necesario formularlas de manera más detalla- da, sino también, y par exce!lence, porque mi principal objetivo en este libro consiste en demostrar que existen amplias zonas psicológicas en las que la significación de los· fenómenos empíricos que enfrentamos se prestan a una explicación más completa cuando se los estudia a la luz de la psicología del sí-mismo en el sentido amplio del término. Para acercarnos al objetivo de trazar los lineamientos generales de una psicología del sí-mismo 1 y establecer la base teórica en la que pue- da apoyarse dicha psicología, tuve que volver a examinar una serie de conceptos psiéoanalíticos aceptados: Lde qué modo se ve afectado el concepto psicoanalítico de impulso por el acento aue ponemos en el sí-mismo y cuál es la relación entre la teoría de los impulsos y la psico- logía del sí-mismo? LDe qué modo se ve afectado el concepto de im- pulsos libidinales, en sus manifestaciones edípicas y preedípicas, cuando lo reevaluamos dentro del contexto de una psicología del sí-mismo? LDe·qué modo resulta afectado el concepto de agresión como un im- pulso por la introducción de una psicolog(a del sí-mismo, y cuál es la posición de la agresión dentro del marco de esta última? Y, por último, pasando del examen de los conceptos dinámicos al de la teoría estruc- tural, preguntaremos si es conceptualmente correcto, dentro del marco de la psicología del sí-mismo, hablar de elementos constitutivos del sí- mismo en lugar de instancias de un aparato mental que, para una mira- da superficial, podrían aparecer como sus simples contrapartos. Aunque admiro la elegancia de la lógir.-1 impoc:1lil11 y l.i 1:1111¡¡ri111rn:in en cuanto a la terminología, la lorrnac:ió11 d11 cor11 npl"'' y In lo11111lln ción teórica, la meta principal du oslu lr:1linjo 110 11~; .il1•1111;ir 11sas cuali- dades. Los cambios en el enfoque teórico sugeridos un uslu trabajo no pretenden encontrar justificación en un terreno puramente teórico: su justificación esencial deriva de la posibilidad de aplicar el nuevo punto de vista a los datos empíricos. En otras palabras, no pretendo que las nuevas teorías sean más elegantes, que las nuevas definiciones resulten más pulidas o que las nuevas formulaciones sean más económicas y con- gruentes que las anteriores. Empero, sí afirmo que, a pesar de su falta de elegancia y de sus fallas, amplían y profundizan nuestra compren- sión del campo psicológico, dentro y fuera de la situación el ínica. No es el refinamiento conceptual y terminológico sino una mejor compren- sión de la esencia psicológica del hombre, una mayor capacidad para explicar las motivaciones y la conducta del ser humano, lo que susten- tará nuestra resolución de prescindir de la tranquilizadora ayuda del marco conceptual conocido y estudiar ciertos datos empíricos -o cier- 1 Cuando hablo de la psicología del sí-mismo sin delimitar el alcance del término me refiero a ella en el sentido amplio. 15 tos aspectos de esos datos empíricos- desde el punto de vista de la psi- cología del sí-mismo. , . , Las investigaciones de la ul~1ma decada no me han llevadoª, resul,t~- dos que me obliguen a propugnar que se abandonen las _teor1as clas1- cas y la concepción psicoanalítica clásica del homqre, Y sigo creyendo que deben continuar utilizándose dentro de cierta área clarar:ien:~ de- finida. Con todo, he llegado a reconocer los límites de la apl1cab1l1dad de alg!Jnas de las formulaciones psicoanalíticas básicas. Y, con respec- to a la conceptualización psicoanalítica clásica de la naturaleza del hombre, por fructífera y hermosa que sea, tamb"1én he llei:iado a .con- vencerme de que tienen debidamente en cuenta una amplia franja en el espectro de la psicopatología humana y un gran nún:iero ~,e otr?sfo- nómenos psicológicos que encontramos fuera de_ la s1tuac1on el tn1.c;a. Tengo plena conciencia de la enorme influencia que la concep?1on psicoanalítica clásica del hombre ha llegado a ejercer sobre nuestra ima- ginación y sé hasta qué punto se ha convertido en un instrumen~o ~ode roso en los intentos del hombre moderno por comprenderse a s1 mismo. y, por ende, sé también que la mera insinuación de que sea inadecuada o incluso de que en ciertos aspectos lleve a una visión errónea del hom- bre inevitablemente despertará oposición. LEs realmente necesario, pre- guntarán algunos de mis colegas psicoanalíticos, que vayamos más al!á del marco esencial de la teoría de los impulsos? Ya hemos pasado, bajo la influencia de Freud y la generación siguiente de sus discípulos, de la psicología del ello a la psicología del yo. LEs necesario ahora ~gregar una psicología del sí-mismo a la de los impulsos y a la del yo? lA~so no resulta innecesario, para anticipar un argumento del punto de vista cognitivo, introducir una psicología del sí-mismo en vista de la correc- ción esencial y del gran poder explicativo de la psicología del yo? Y, para anticiparnos a un argumento desde el punto de vista moral, laca- so no constituye una actitud escapista, un cobarde intento por eliminar el psicoanálisis, negar la naturaleza pulsional del hombre, negar que ~s te es un animal no del todo civilizado? Frente a argumentos como es- tos afirmo la necesidad de ampliar la visión psicoanalítica, de contar con una teoría complementaria del sí-mismo que enriquezca nuestra concepción de las neurosis y que sea indispensable para una explicación de los trastornos del sí-mismo, con la esperanza de que las pruebas em- píricas que presentaré y la racionalidad de los argumentos que propon- dré resulten convincentes. Quiero pasar ahora a un segundo grupo de posibles objeciones a mi trabajo, a saber, las que pueden hacer quienes se inclinan a reprochar- me por hacer las cosas por mí mismo, por tratar de encontrar nuevas so- luciones sin apoyarme en la labor de otros que también han reconocido las limitaciones de la posición clásica y ya han sugerido enmiendas, .co- rrecciones y mejoras. Entre los diversos comentaristas sobre mi trabajo acerca del narci- sismo, algunos señaÍaron ciertas similitudes entre los resultados de mis investigaciones en el campo del narcisismo y los de otros estudios. Uno de esos críticos (Apfelbaum, 1972) consideró que mi contribución era 16 ~J j JI e { ji\ ' ' 1 ;~ esencialmente similar a la de H-artmann; otro (James, 1973), que era similar a la de Winnicott, un tercero (Eissler, 1975) consideró que yo seguía los pasos de Aichhorn; un cuarto crítico (Heinz, 1976) detectó en ella la filosofía de Sartre; un quinto comentarista ( Kepecs, 1975) señaló analogías con la labor de Alfred Adler; un sexto autor (Stolo- row, 1976) encontró también analogías con la terapia centrada en el cliente de Rogers; otros dos autores (Hanly y Masson, 1976) lo enten- dieron como un producto de la filosofía hindú y, por último, dos co- legas (Stolorow y Atwood, 1976) demostraron su relación con los tra- bajos de Otto R'ank. Sé que esta lista es incompleta y, lo cual es aun más importante, sé que existe otro grupo de investigadores cuyos nombres deberían agre- ,garse a los ya mencionados. Me refiero a aquellos que, como Balint (1968), Erikson (1956), Jacobson (1964), Kernberg (1975), Lacan (1953), Lampl-de Groot (1965),Lichtenstein (1961), Mahler (1968), Sandler y otros ( 1963), Schafer (1968) y otros, cuyos campos de inves- tigación, aunque no sus métodos o sus conclusiones, se superponen en d.iversos grados con el tema de mis propios estudios. Con respecto a los· miembros de este grupo [Y lo mismo puede de- cirse, con c·1ertas variaciones, acerca de algunos de los mencionados en el primer grupo, en particular Aichhorn (1936), Hartmann (1950) y Winnicott (1.960 a)], permítaseme señalar desde el comienzo que el hecho de no haber integrado sus contribuciones con las mías no se debe a una falta de respeto por mi parte -por el contrario, siento por casi to- dos ellos gran admiración- sino a la naturaleza de la tarea .que me he propuesto. Este libro no es una monografía técnica o teórica escrita de manera impersonal por un autor que ha alcanzado considerable dominio dentro de un campo estable y aceptado del conocimiento. Este libro constituye un informe sobre el intento de un analista por alcanzar ma- yor claridad en un campo que, a pesar de muchos años de denodados esfuerzos, le resultaba imposible compre.nder dentro del marco psicoa- nalítico existente, incluso con las modificaciones introducidas por la la- : bor de autores modernos. Reconozco sin ambages el mérito de aquellos · cuya labor ha influido realmente sobre mis métodos y opiniones, pero mi trabajo no apunta a la perfección académica, sino en otra dirección. Al principio traté de orientarme en el campo de mi interés con la ayuda de la literatura psicoanalítica .existente pero, al encontrarme en- redado en una maraña de especulaciones teóricas contradictorias, mal fundamentadas y a menudo vagas, decidí que sólo había una manera de lograr algún progreso: regresar a la observación directa de los fenó- menos el ínicos y la construcción de nuevas formulaciones qµe corres- pondieran a mis observaciones. En otras palabras, mi tarea cons'1stía en bosquejar una psicologt'a del sí-mismo sobre el trasfondo de una de- finición clara y congruente de una psicolog(a de los estados mentales c?mplejos en general y de la psicologt'a psicoanalt'tica profunda, en par- ticular. No me propuse la tarea de integrar los.resultados de mi labor con los de. otros autores, resultados que se habían obtenido mediante enfoques 17 tos aspectos de esos datos empíricos- desde el punto de vista de la psi- cología del sí-mismo. , . , Las investigaciones de la ul~1ma decada no me han llevadoª, resul,t~- dos que me obliguen a propugnar que se abandonen las _teor1as clas1- cas y la concepción psicoanalítica clásica del homqre, Y sigo creyendo que deben continuar utilizándose dentro de cierta área clarar:ien:~ de- finida. Con todo, he llegado a reconocer los límites de la apl1cab1l1dad de alg!Jnas de las formulaciones psicoanalíticas básicas. Y, con respec- to a la conceptualización psicoanalítica clásica de la naturaleza del hombre, por fructífera y hermosa que sea, tamb"1én he llei:iado a .con- vencerme de que tienen debidamente en cuenta una amplia franja en el espectro de la psicopatología humana y un gran nún:iero ~,e otr?sfo- nómenos psicológicos que encontramos fuera de_ la s1tuac1on el tn1.c;a. Tengo plena conciencia de la enorme influencia que la concep?1on psicoanalítica clásica del hombre ha llegado a ejercer sobre nuestra ima- ginación y sé hasta qué punto se ha convertido en un instrumen~o ~ode roso en los intentos del hombre moderno por comprenderse a s1 mismo. y, por ende, sé también que la mera insinuación de que sea inadecuada o incluso de que en ciertos aspectos lleve a una visión errónea del hom- bre inevitablemente despertará oposición. LEs realmente necesario, pre- guntarán algunos de mis colegas psicoanalíticos, que vayamos más al!á del marco esencial de la teoría de los impulsos? Ya hemos pasado, bajo la influencia de Freud y la generación siguiente de sus discípulos, de la psicología del ello a la psicología del yo. LEs necesario ahora ~gregar una psicología del sí-mismo a la de los impulsos y a la del yo? lA~so no resulta innecesario, para anticipar un argumento del punto de vista cognitivo, introducir una psicología del sí-mismo en vista de la correc- ción esencial y del gran poder explicativo de la psicología del yo? Y, para anticiparnos a un argumento desde el punto de vista moral, laca- so no constituye una actitud escapista, un cobarde intento por eliminar el psicoanálisis, negar la naturaleza pulsional del hombre, negar que ~s te es un animal no del todo civilizado? Frente a argumentos como es- tos afirmo la necesidad de ampliar la visión psicoanalítica, de contar con una teoría complementaria del sí-mismo que enriquezca nuestra concepción de las neurosis y que sea indispensable para una explicación de los trastornos del sí-mismo, con la esperanza de que las pruebas em- píricas que presentaré y la racionalidad de los argumentos que propon- dré resulten convincentes. Quiero pasar ahora a un segundo grupo de posibles objeciones a mi trabajo, a saber, las que pueden hacer quienes se inclinan a reprochar- me por hacer las cosas por mí mismo, por tratar de encontrar nuevas so- luciones sin apoyarme en la labor de otros que también han reconocido las limitaciones de la posición clásica y ya han sugerido enmiendas, .co- rrecciones y mejoras. Entre los diversos comentaristas sobre mi trabajo acerca del narci- sismo, algunos señaÍaron ciertas similitudes entre los resultados de mis investigaciones en el campo del narcisismo y los de otros estudios. Uno de esos críticos (Apfelbaum, 1972) consideró que mi contribución era 16 ~J j JI e { ji\ ' ' 1 ;~ esencialmente similar a la de H-artmann; otro (James, 1973), que era similar a la de Winnicott, un tercero (Eissler, 1975) consideró que yo seguía los pasos de Aichhorn; un cuarto crítico (Heinz, 1976) detectó en ella la filosofía de Sartre; un quinto comentarista ( Kepecs, 1975) señaló analogías con la labor de Alfred Adler; un sexto autor (Stolo- row, 1976) encontró también analogías con la terapia centrada en el cliente de Rogers; otros dos autores (Hanly y Masson, 1976) lo enten- dieron como un producto de la filosofía hindú y, por último, dos co- legas (Stolorow y Atwood, 1976) demostraron su relación con los tra- bajos de Otto R'ank. Sé que esta lista es incompleta y, lo cual es aun más importante, sé que existe otro grupo de investigadores cuyos nombres deberían agre- ,garse a los ya mencionados. Me refiero a aquellos que, como Balint (1968), Erikson (1956), Jacobson (1964), Kernberg (1975), Lacan (1953), Lampl-de Groot (1965), Lichtenstein (1961), Mahler (1968), Sandler y otros ( 1963), Schafer (1968) y otros, cuyos campos de inves- tigación, aunque no sus métodos o sus conclusiones, se superponen en d.iversos grados con el tema de mis propios estudios. Con respecto a los· miembros de este grupo [Y lo mismo puede de- cirse, con c·1ertas variaciones, acerca de algunos de los mencionados en el primer grupo, en particular Aichhorn (1936), Hartmann (1950) y Winnicott (1.960 a)], permítaseme señalar desde el comienzo que el hecho de no haber integrado sus contribuciones con las mías no se debe a una falta de respeto por mi parte -por el contrario, siento por casi to- dos ellos gran admiración- sino a la naturaleza de la tarea .que me he propuesto. Este libro no es una monografía técnica o teórica escrita de manera impersonal por un autor que ha alcanzado considerable dominio dentro de un campo estable y aceptado del conocimiento. Este libro constituye un informe sobre el intento de un analista por alcanzar ma- yor claridad en un campo que, a pesar de muchos años de denodados esfuerzos, le resultaba imposible compre.nder dentro del marco psicoa- nalítico existente, incluso con las modificaciones introducidas por la la- : bor de autores modernos. Reconozco sin ambages el mérito de aquellos · cuya labor ha influido realmente sobre mis métodos y opiniones, pero mi trabajo no apunta a la perfección académica, sino en otra dirección.Al principio traté de orientarme en el campo de mi interés con la ayuda de la literatura psicoanalítica .existente pero, al encontrarme en- redado en una maraña de especulaciones teóricas contradictorias, mal fundamentadas y a menudo vagas, decidí que sólo había una manera de lograr algún progreso: regresar a la observación directa de los fenó- menos el ínicos y la construcción de nuevas formulaciones qµe corres- pondieran a mis observaciones. En otras palabras, mi tarea cons'1stía en bosquejar una psicologt'a del sí-mismo sobre el trasfondo de una de- finición clara y congruente de una psicolog(a de los estados mentales c?mplejos en general y de la psicologt'a psicoanalt'tica profunda, en par- ticular. No me propuse la tarea de integrar los.resultados de mi labor con los de. otros autores, resultados que se habían obtenido mediante enfoques 17 derivados de puntos de vista distintos de los míos, o que se habían for- mulado dentro de un marco teórico vago, ambiguo o cambiante. Pensa- ba que emprender esa tarea no sólo resultaba desaconsejab_le si~o q~e sin duda crearía un obstáculo insuperable en el. camino hacia mis obje- tivos. En particular el intento de intercalar en la exposición de m_is c~n ceptos y formulaciones los de otros autores que hicieron c~ntribuc10- nes a la psicología del sí-mismo desde distintos puntos de vista Y den- tro de distintos marcos de referencia me habría enredado en una maraña de términos y conceptos, que se superponían o eran similares - pero que no encerraban el mismo significado y no se empleaban como parte del mismo contexto conceptual. Habiéndome librado así del lastre que significa tomar en cuenta los diversos conceptos y teorías utilizados por otros investigadores, con~ío en que mi propio punto de vista básico resultará claro en este trab~J~ Puesto que ya lo he definido en forma detallada en el pas~d~, _aqu1 ;~ lo señalaré que se caracteriza por la aceptación de tres pnnc1p1os ?as1- cos: la definición del campo psicológico como el aspecto de la r~al1dad que resulta accesible por medio de la introspección Y la empat1a; una metodología de la inmersión empática a largo plazo del observ~dor en el campo psicológico -y en particular con respecto a los fenor:nenos el ínicos, de su inmersión empática a largo plazo en la transferencia-, Y la formulación de construccciones en términos que se encuentren en ar- monía con el enfoque empático-introspectivo. Dicho en términos co- tidianos, me propongo observar y explicar la experiencia _inter~a, inclu- yendo la experiencia de objetos, del sí-mismo, y de s_us diversas relacio- nes. En términos metodológicos y de mis formulaciones, no soy con- ductista, ni psicólogo social, ni psicobiól9go, a pesar de reconocer el valor de esos enfoques. . Una palabra final. E 1 hecho de que no pudiera emprender la tarea _de comparar mis métodos, hallazgos y formulaciones c~n _los de otros in- vestigadores que han estudiado el sí-mismo desde distintos puntos de vista y con la ayuda de distintas metodologías -y que: p_or end.e, tam- bién han formulado sus hallazgos en los términos de d1st1ntos sistemas teóricos- no implica que creo que esas comparaciones no deban ha· cerse. Sin embargo, para llevar a cabo tales estudios con eficacia, es ~e cesario dejar transcurrir cierto tiempo. En otras palabras, se nec::1,ta cierta distancia, cierto grado de imparcialidad, para que una rev1s1_o~ erudita de los diversos enfoques del sí-mismo permita evaluar sus men- tas relativos y correlacionarlos entre sí. 18 ' !.!l.• ' , 1 ' ,' ~ ' ' ' LA TERMINACION DEL ANALISIS DE LOS TRASTORNOS NARCISISTAS DE LA PERSONAL! DAD El analista enfrenta en circunstancias muy diversas el problema de decidir si en el momento de terminar un análisis la labor terapéutica ha sido completada o si se trata de una terminación prematura. Además, existen varios problemas específicos vinculad.os con la terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad. La complejidad del tema de la terminación aumenta debido a que los criterios de un analista con respecto a muchos campos de la teoría y de la práctica in- fluyen sobre sus juicios acerca de preguntas como las siguientes: ¿có- mo debería definir un análisis idealmente completado y cuán cerca del ideal es posible llegar en la realidad? El tema de la terminación, por lo tanto, es realmente vasto. En este estudio no tendré en cuenta muchos aspectos del problema y me limitaré a tratar de esclarecer ciertas cues- tiones teóricas. Emprendo esta tarea porque creo que un cambio en nuestra posición teórica tradicional nos permitirá reconocer el carácter genuino de ciertas terminaciones, aceptar que no está indicado conti- nuar con el análisis, que el paciente no ha emprendido una huida hacia la salud, mientras que una evaluación de la personalidad del paciente basada en las teorías tradicionales podría llevarnos a la actitud opuesta. El problema central se refiere al área del núcleo de la psicopatología. En lo que concierne a las neurosis estructurales, hemos aprendido a for- mular nuestras expectativas en términos de completar el análisis del complejo de Edipo en el paciente, es decir, esperamos que el paciente haya reconocido su persistente y vano (además de perturbador) amor sexual y su persistente y vano (además de perturbador) odio competiti- vo con 'respecto a las grandes imagos de su infancia y que, debido a tal reconocimiento, se haya vuelto capaz de liberarse de las ataduras emo-. cionales de la infancia y volcar su afecto o su rabia sobre objetos de la realidad presente. Desde luego, sabemos usar la metáfora freudiana 19 derivados de puntos de vista distintos de los míos, o que se habían for- mulado dentro de un marco teórico vago, ambiguo o cambiante. Pensa- ba que emprender esa tarea no sólo resultaba desaconsejab_le si~o q~e sin duda crearía un obstáculo insuperable en el. camino hacia mis obje- tivos. En particular el intento de intercalar en la exposición de m_is c~n ceptos y formulaciones los de otros autores que hicieron c~ntribuc10- nes a la psicología del sí-mismo desde distintos puntos de vista Y den- tro de distintos marcos de referencia me habría enredado en una maraña de términos y conceptos, que se superponían o eran similares - pero que no encerraban el mismo significado y no se empleaban como parte del mismo contexto conceptual. Habiéndome librado así del lastre que significa tomar en cuenta los diversos conceptos y teorías utilizados por otros investigadores, con~ío en que mi propio punto de vista básico resultará claro en este trab~J~ Puesto que ya lo he definido en forma detallada en el pas~d~, _aqu1 ;~ lo señalaré que se caracteriza por la aceptación de tres pnnc1p1os ?as1- cos: la definición del campo psicológico como el aspecto de la r~al1dad que resulta accesible por medio de la introspección Y la empat1a; una metodología de la inmersión empática a largo plazo del observ~dor en el campo psicológico -y en particular con respecto a los fenor:nenos el ínicos, de su inmersión empática a largo plazo en la transferencia-, Y la formulación de construccciones en términos que se encuentren en ar- monía con el enfoque empático-introspectivo. Dicho en términos co- tidianos, me propongo observar y explicar la experiencia _inter~a, inclu- yendo la experiencia de objetos, del sí-mismo, y de s_us diversas relacio- nes. En términos metodológicos y de mis formulaciones, no soy con- ductista, ni psicólogo social, ni psicobiól9go, a pesar de reconocer el valor de esos enfoques. . Una palabra final. E 1 hecho de que no pudiera emprender la tarea _de comparar mis métodos, hallazgos y formulaciones c~n _los de otros in- vestigadores que han estudiado el sí-mismo desde distintos puntos de vista y con la ayuda de distintas metodologías -y que: p_or end.e, tam- bién han formulado sus hallazgos en los términos de d1st1ntos sistemas teóricos- no implica que creo que esas comparaciones no deban ha· cerse. Sin embargo,para llevar a cabo tales estudios con eficacia, es ~e cesario dejar transcurrir cierto tiempo. En otras palabras, se nec::1,ta cierta distancia, cierto grado de imparcialidad, para que una rev1s1_o~ erudita de los diversos enfoques del sí-mismo permita evaluar sus men- tas relativos y correlacionarlos entre sí. 18 ' !.!l.• ' , 1 ' ,' ~ ' ' ' LA TERMINACION DEL ANALISIS DE LOS TRASTORNOS NARCISISTAS DE LA PERSONAL! DAD El analista enfrenta en circunstancias muy diversas el problema de decidir si en el momento de terminar un análisis la labor terapéutica ha sido completada o si se trata de una terminación prematura. Además, existen varios problemas específicos vinculad.os con la terminación del análisis de los trastornos narcisistas de la personalidad. La complejidad del tema de la terminación aumenta debido a que los criterios de un analista con respecto a muchos campos de la teoría y de la práctica in- fluyen sobre sus juicios acerca de preguntas como las siguientes: ¿có- mo debería definir un análisis idealmente completado y cuán cerca del ideal es posible llegar en la realidad? El tema de la terminación, por lo tanto, es realmente vasto. En este estudio no tendré en cuenta muchos aspectos del problema y me limitaré a tratar de esclarecer ciertas cues- tiones teóricas. Emprendo esta tarea porque creo que un cambio en nuestra posición teórica tradicional nos permitirá reconocer el carácter genuino de ciertas terminaciones, aceptar que no está indicado conti- nuar con el análisis, que el paciente no ha emprendido una huida hacia la salud, mientras que una evaluación de la personalidad del paciente basada en las teorías tradicionales podría llevarnos a la actitud opuesta. El problema central se refiere al área del núcleo de la psicopatología. En lo que concierne a las neurosis estructurales, hemos aprendido a for- mular nuestras expectativas en términos de completar el análisis del complejo de Edipo en el paciente, es decir, esperamos que el paciente haya reconocido su persistente y vano (además de perturbador) amor sexual y su persistente y vano (además de perturbador) odio competiti- vo con 'respecto a las grandes imagos de su infancia y que, debido a tal reconocimiento, se haya vuelto capaz de liberarse de las ataduras emo-. cionales de la infancia y volcar su afecto o su rabia sobre objetos de la realidad presente. Desde luego, sabemos usar la metáfora freudiana 19 ( 1917 b, pág. 456) de que las bata! las decisivas del análisis de la psico- patología edípica no se libran necesariamente en el centro mismo del complejo de Edipo pero, cualquiera sea el contenido y la ubicación psíquica de las maniobras tácticas, en última instancia lo que constitu- ye la medida del éxito o el fracaso del análisis es la lihertad relativa con respecto a las ataduras instintivo-objetales del período edípico. Sin embargo, cuando consideramos los trastornos narcisistas de la personalidad, ya no enfrentamos los resultados patológicos de solucio- nes insatisfactorias de conflictos entre estructuras que están en esencia intactas, sino formas de malfuncionamiento psicológico derivadas del hecho de que las estructuras centrales de la personalidad -las estruc- turas del sí-mismo- son deficientes. Y, así, en los trastornos narcisis- tas-de la personalidad nuestra descripción del proceso y las metas del psicoanálisis y de las condiciones que caracterizan una terminación ge- nuina (esto es, en qué circunstancias cabe afirmar que la tarea analítica se ha completado) deben basarse en una definición de la naturaleza y la localización de las deficiencias psicológicas esenciales, y en una defi- nición de su curación. La psicopatología nuclear de los trastornos narcisistas de la persona- lidad (correspondientes a los conflictos no resueltos reprimidos del complejo edípico en las neurosis estructurales) consiste en (1) defi- ciencias, adquiridas en la infancia, en la estructura psicológica del sí-rnismo, y (2) formaciones estructurales secundarias, también cons- truidas en la temprana infancia, que se relacionan con la deficiencia primaria en uno de dos sentidos si mi lares pero, en ciertos aspectos cru- ciales, también distintos. Me referiré a estos dos tipos•de estructuras secundarias -para distinguirlos sobre la base de su relación con la defi- ciencia estructural primaria del sí-mismo- como estructuras defensivas y compensatorias. Aunque una definición de estructuras defensivas y compensatorias que va más allá de lo descriptivo y lo metafórico resulta imposible de comprender plenamente si el lector no está familiarizado con el con- cepto de la naturaleza bipolar del sí-mismo y con la doble posibilidad del niño de construir un sí-mismo en funcionamiento -temas exami- nados .en detalle más adelante- quiero no obstante intentar a esta al- tura una definición. Utilizo el término estructura defensiva cuando su función única o predominante es la de encubrir la deficien¿ia p~ima ria en el sí-mismo y hablo de estructura compensatoria cuando, en lugar de limitarse a recubrir una deficiencia en el sí-mismo, la compen- sa: luego de sufrir un desarrollo propio, trae consigo una rehabilitación funcional del sí-mismo al compensar la debilidad en uno de sus polos a través del fortalecimiento del otro. Las más de las veces una debili- dad en el campo del exhibicionismo y las ambiciones se compensa me- diante la autoestima proporcionada por la prosecución de ideales, aun- que también puede suceaer lo contrario. Los términos estructura defensiva y estructura compensatoria se refieren al comienzo y al final de un espectro que incluye un amplio campo central en el que existen gran variedad de formas intermedias. 20 Pero también encontramos formas más o menos puras y las lrwrnicior111 les por to común pueden incluirse en una u otra de las dos d11soti. Basándome en esta diferenciación, sugiero que la fase de torrnina ción dE)I análisis de un trastorno narcisista de la personalidad se alcanza cuando se han completado una de dos tareas específicas: (1) cuando, luego de la penetración analítica a través de las estructuras defensivas, la deficiencia primaria en el sí-mismo se ha puesto de manifiesto Y .• mediante la elaboración y la internalización transmutadora, se ha com- pensado en grado suficiente como para que la estructura previamente deficiente del sí-mismo se haya vuelto confiable desde el punto de vista funcional; (2) cuando, una vez que el paciente ha alcanzado el dominio cognitivo y afectivo con respecto a las defensas que rodean a la deficien- cia primaria en el sí-mismo, en cuanto a las estructuras compensatorias y a la 'relación entre ellas, las estructuras compensatorias se han vuelto confiables entonces desde el punto de vista funcional, cualquiera que sea el campo en que est~ se haya logrado. Esta rehabilitación funcional podría haberse logrado predominantemente por medio de progresos en el campo de la deficiencia primaria o del análisis de las vicisitudes de las estructuras compensatorias (incluyendo la curación de sus deficiencias estructurales mediante i nternal izaciones transmutadoras) o bien gracias al mayor dominio del paciente, resultante de su comprensión de la inte- rrelación entre la 'deficiencia primaria y las estructuras compensatorias, o bien al éxito en algunos de estos aspectos o en todos ellos. Resulta casi innecesario ilustrar el término estructura defensiva por- que se refiere a un concepto que todo analista conoce muy bien y que, además, le resulta indispensable cuando ordena sus impresionesclínicas · de acuerdo con el punto de vista dinámico. Todo analista conoce pa- cientes que, por ejemplo, y a-menudo para incomodidad de quienes lo rodean, tienden a ser exageradamente entusiastas, dramáticos y excesi- vamente intensos en sus respuestas frente a los acontecimientos cotidia- nos y que, de manera análoga, rodean su relación con el analista de un halo de romanticismo y sexualidad, dando a veces la impresión de undespliegue desmedido de pasiones edípicas reactualizadas (véase Kohut, 1972, págs. 369-372). En los casos de trastorno narcisista de la persona- lidad no resulta difícil discernir la naturaleza defensiva -una suerte de seudovitalidad- de la excitación manifiesta. Detrás de ella sólo hay de- presión y falta de autoestima, una profunda sensación de desvaloriza- ción y de rechazo, un hambre insaciable de respuesta, un anhelo de sen- tirse reasegurado. En lineas generales, la hipervitalidad excitada del pa- ciente debe entenderse como un intento de contrarrestar, a través de la autoestimulación, un sentimiento de depresión y muerte interior. En su infancia, estos pacientes sufrieron la falta de respuesta emocional y tra- taron de superar su soledad y depresión a través de fantasías eróticas y grandiosas. La conducta y la fantasía adultas en estos pacientes por lo común no constituye la reproducción exacta de la defensa infantil ori- ginal porqu~, durante una adolescencia excitada, demasiado entusiasta e hiperidealista, vacía de vínculos interpersonales significativos, las fantasías infantiles a menudo se transforman debido a una intensa devo- 21 ( 1917 b, pág. 456) de que las bata! las decisivas del análisis de la psico- patología edípica no se libran necesariamente en el centro mismo del complejo de Edipo pero, cualquiera sea el contenido y la ubicación psíquica de las maniobras tácticas, en última instancia lo que constitu- ye la medida del éxito o el fracaso del análisis es la lihertad relativa con respecto a las ataduras instintivo-objetales del período edípico. Sin embargo, cuando consideramos los trastornos narcisistas de la personalidad, ya no enfrentamos los resultados patológicos de solucio- nes insatisfactorias de conflictos entre estructuras que están en esencia intactas, sino formas de malfuncionamiento psicológico derivadas del hecho de que las estructuras centrales de la personalidad -las estruc- turas del sí-mismo- son deficientes. Y, así, en los trastornos narcisis- tas-de la personalidad nuestra descripción del proceso y las metas del psicoanálisis y de las condiciones que caracterizan una terminación ge- nuina (esto es, en qué circunstancias cabe afirmar que la tarea analítica se ha completado) deben basarse en una definición de la naturaleza y la localización de las deficiencias psicológicas esenciales, y en una defi- nición de su curación. La psicopatología nuclear de los trastornos narcisistas de la persona- lidad (correspondientes a los conflictos no resueltos reprimidos del complejo edípico en las neurosis estructurales) consiste en (1) defi- ciencias, adquiridas en la infancia, en la estructura psicológica del sí-rnismo, y (2) formaciones estructurales secundarias, también cons- truidas en la temprana infancia, que se relacionan con la deficiencia primaria en uno de dos sentidos si mi lares pero, en ciertos aspectos cru- ciales, también distintos. Me referiré a estos dos tipos•de estructuras secundarias -para distinguirlos sobre la base de su relación con la defi- ciencia estructural primaria del sí-mismo- como estructuras defensivas y compensatorias. Aunque una definición de estructuras defensivas y compensatorias que va más allá de lo descriptivo y lo metafórico resulta imposible de comprender plenamente si el lector no está familiarizado con el con- cepto de la naturaleza bipolar del sí-mismo y con la doble posibilidad del niño de construir un sí-mismo en funcionamiento -temas exami- nados .en detalle más adelante- quiero no obstante intentar a esta al- tura una definición. Utilizo el término estructura defensiva cuando su función única o predominante es la de encubrir la deficien¿ia p~ima ria en el sí-mismo y hablo de estructura compensatoria cuando, en lugar de limitarse a recubrir una deficiencia en el sí-mismo, la compen- sa: luego de sufrir un desarrollo propio, trae consigo una rehabilitación funcional del sí-mismo al compensar la debilidad en uno de sus polos a través del fortalecimiento del otro. Las más de las veces una debili- dad en el campo del exhibicionismo y las ambiciones se compensa me- diante la autoestima proporcionada por la prosecución de ideales, aun- que también puede suceaer lo contrario. Los términos estructura defensiva y estructura compensatoria se refieren al comienzo y al final de un espectro que incluye un amplio campo central en el que existen gran variedad de formas intermedias. 20 Pero también encontramos formas más o menos puras y las lrwrnicior111 les por to común pueden incluirse en una u otra de las dos d11soti. Basándome en esta diferenciación, sugiero que la fase de torrnina ción dE)I análisis de un trastorno narcisista de la personalidad se alcanza cuando se han completado una de dos tareas específicas: (1) cuando, luego de la penetración analítica a través de las estructuras defensivas, la deficiencia primaria en el sí-mismo se ha puesto de manifiesto Y .• mediante la elaboración y la internalización transmutadora, se ha com- pensado en grado suficiente como para que la estructura previamente deficiente del sí-mismo se haya vuelto confiable desde el punto de vista funcional; (2) cuando, una vez que el paciente ha alcanzado el dominio cognitivo y afectivo con respecto a las defensas que rodean a la deficien- cia primaria en el sí-mismo, en cuanto a las estructuras compensatorias y a la 'relación entre ellas, las estructuras compensatorias se han vuelto confiables entonces desde el punto de vista funcional, cualquiera que sea el campo en que est~ se haya logrado. Esta rehabilitación funcional podría haberse logrado predominantemente por medio de progresos en el campo de la deficiencia primaria o del análisis de las vicisitudes de las estructuras compensatorias (incluyendo la curación de sus deficiencias estructurales mediante i nternal izaciones transmutadoras) o bien gracias al mayor dominio del paciente, resultante de su comprensión de la inte- rrelación entre la 'deficiencia primaria y las estructuras compensatorias, o bien al éxito en algunos de estos aspectos o en todos ellos. Resulta casi innecesario ilustrar el término estructura defensiva por- que se refiere a un concepto que todo analista conoce muy bien y que, además, le resulta indispensable cuando ordena sus impresionesclínicas · de acuerdo con el punto de vista dinámico. Todo analista conoce pa- cientes que, por ejemplo, y a-menudo para incomodidad de quienes lo rodean, tienden a ser exageradamente entusiastas, dramáticos y excesi- vamente intensos en sus respuestas frente a los acontecimientos cotidia- nos y que, de manera análoga, rodean su relación con el analista de un halo de romanticismo y sexualidad, dando a veces la impresión de un despliegue desmedido de pasiones edípicas reactualizadas (véase Kohut, 1972, págs. 369-372). En los casos de trastorno narcisista de la persona- lidad no resulta difícil discernir la naturaleza defensiva -una suerte de seudovitalidad- de la excitación manifiesta. Detrás de ella sólo hay de- presión y falta de autoestima, una profunda sensación de desvaloriza- ción y de rechazo, un hambre insaciable de respuesta, un anhelo de sen- tirse reasegurado. En lineas generales, la hipervitalidad excitada del pa- ciente debe entenderse como un intento de contrarrestar, a través de la autoestimulación, un sentimiento de depresión y muerte interior. En su infancia, estos pacientes sufrieron la falta de respuesta emocional y tra- taron de superar su soledad y depresión a través de fantasías eróticas y grandiosas. La conducta y la fantasía adultas en estos pacientes por lo común no constituye la reproducción exacta de la defensa infantil ori- ginal porqu~, durante una adolescencia excitada, demasiado entusiasta e hiperidealista, vacía de vínculos interpersonales significativos, las fantasías infantiles a menudo se transforman debido a una intensa devo- 21 ción a metas culturales -estéticas, religiosas, poi íticas, etc.- envueltas en un halo romántico. Empero, losideales románticos no pasan a se- gundo plano cuando el individuo llega a la adultez, como sucedería en las. situaciones normales; no se produce una cómoda integración con las metas de la personalidad adulta: los aspectos dramáticos, intensamente exhibicionistas de la personalidad no se fusionan sólidamente con la productividad madura, y las actividades erotizadas y febriles de la vida adulta siguen estando sólo a un paso de la depresión subyacente. Habiendo ilustrado brevemente el eampo conocido y familiar del papel desempeñado por las estructuras defensivas en los trastornos nar- cisistas de la personalidad, quiero presentar ahora material el ínico para ilustrar el papel menos conocido y también más complejo que desempe- ñan las estructuras psíquicas compensatorias en estos trastornos. LA FASE TERMINAL EN EL ANALISIS DEL SEl\JOR M. El señor M., que trabajaba como redactor en lo que él mismo descri- bía como un empleo seguro pero de poco vuelo, inició su análisis cuan- do tenía poco más de 30 años porque su esposa lo abandonó al cabo de seis años de matrimonio. 1 Aparentemente quería analizarse para averi- guar en qué medida había contribuido al fracaso de su matrimonio, pero no cabía duda de que su motivación no era básicamente el deseo de adquirir conocimiento intelectual: buscaba ayuda porque padecía de un serio trastorno de su autoestima y experimentaba una profunda sen- sación de yado interior, manifestación de su c;leficiencia estructural pri- maria, esto es, una debilidad crónica del sí-mismo con cierta tendencia a la fragmentación temporaria de esta estructura. Su apatía y falta de iniciativa lo hacían sentirse sólo "semivivo" e intentaba superar esa sen- sación de vacío interior con la ayuda de fantasías muy cargadas desde el punto de vista emocional, en particular fantasías sexuales con un acen- tuado tono sádico. En algunas ocasiones había puesto en práctica esas fantasías de control sádico sobre las mujeres (por ejemplo, 'atarlas); lo había hecho con su esposa, para quien esta conducta era "enferma". (En términos teóricos, estas fantasías y su puesta en práctica consti- tuían intentos de recubrir una deficiencia primaria con la ayuda de es- tructuras defensivas). Una serie de quejas, vagamente expresadas, con respecto a un block de papel, resultaron ser de significación crucial en la organización de su personalidad y de importancia básica en el proce- so de su análisis. Su trabajo como escritor, que debería haber hecho una contribución considerable al incremento de su autoestima, se veía obs- taculizado por un¡¡ serie de trastornos interrelacionados. Aquí me ocu- paré de dos de ellos. El primero constituía una manifestación de la defi- 1 El señor M. se analizaba con una candidata bajo la supervisión del autor (véase Kohut, 1971, págs. 128-129). 22 cie:ncia estructural primaria del señor M.; se relacionaba genéticamente corn el fracaso de la función objeto-del-sí-mismo en su madre como un espejo para el exhibicionismo sano del niño. El segundo expresaba una detficiencia en las estructuras compensatorias del paciente y estaba gernéticamente relacionado con el fracaso de la función objeto-del-sí- mi:smo en el padre como imagen idealizada. · ' La matriz genética de la deficiencia primaria -desarrollo atrofiado de los aspectos grandioso-exhibicionistas del sí-mismo- era la respuesta especular ·insuficiente por parte de la madre. Cuando la madre de un pa- ciente de este tipo aún vive, a menudo resulta posible establecer su falta de, empatía o sus respuestas empáticas deficientes de manera directa en el curso del análisis, ya que el paciente, que a través de la dinámica de la interacción de las reacciones en una transferencia especular, sabe ya qu1e su sí-mismo es vulnerable a la empatía deficiente o perturbada y, habiendo empezado a reconstn,iir las circunstancias genéticamente de- ci$ivas de su vida temprana; no sólo recuerda los momentos patógenos de: su infancia sino que también observa la empatía deficiente de su ma- drie en relación con él mismo o con los demás, en particular con niños, PO>r ejemplo, sus nietos. En el caso del señor M., esa fuente directa de intformación no existía porque su madre había muerto cuando él tenía d0>ce años. Empero, ciertos fenómenos transferenciales, así como re- cu1erdos infantiles, indicaban que había vivenciado la respuesta de lama- dre hacia él como insuficiente y no empática. Recordaba que, en mu- ch1as ocasiones durante su infancia, trataba de sorprenderla con la miirada de modo que ella no tuviera tiempo de disimular, mediante una expresión facial falsamente cordial e interesada, el hecho de que en re;alidad sentla indiferencia por él. Y recordaba una ocasión espedfica eni que se había lastimado y la sangre le había manchado la ropa a un hermano. La madre, sin darse cuenta de que era el paciente y no su her- mano el que se encontraba atemorizado y dolorido, se precipitó al hos- pital con el hermano en brazos y dejó al paciente en la casa. Con respecto al primer recuerdo, es necesario dar una respuesta se- gura a una pregunta general muy compleja, a saber, por qué el niño tra- ta1ba repetida y activamente de provocar la experiencia que temía (algo similar, quizás, a nuestra tendencia a tocarnos una y otra vez un diente dolorido para asegurarnos de que sigue doliendo, actitud que, desde lu1ego, sólo nos lleva a comprobar que así es en efecto). La cualidad psi- cológica de estos recuerdos (un anhelo ansioso aunque esperanzado d!BI estado emocional del niño) parece excluir la explicación de que de- . seaba exponerse al rechazo de la madre para gratificar un deseo maso- q1Uista. Tampoco creo que mirara el rostro de su madre -transformando 10> pasivo en activo- para mantener cierto control de una situación p-otencialmente traumática. (Al comprobar de manera activa la indiferen- cia de la madre impide el efecto traumático de sentirse pasiva e inespe- radamente abrumado por su indiferencia en un momento en que se en- cuentra en el punto más alto de la vulnerabilidad, por ejemplo, cuando espera una imagen especular positiva de la madre). Quizá la conclusión más sig'nificativa que podría extraerse de su conducta es la de que indi- 23 ción a metas culturales -estéticas, religiosas, poi íticas, etc.- envueltas en un halo romántico. Empero, los ideales románticos no pasan a se- gundo plano cuando el individuo llega a la adultez, como sucedería en las. situaciones normales; no se produce una cómoda integración con las metas de la personalidad adulta: los aspectos dramáticos, intensamente exhibicionistas de la personalidad no se fusionan sólidamente con la productividad madura, y las actividades erotizadas y febriles de la vida adulta siguen estando sólo a un paso de la depresión subyacente. Habiendo ilustrado brevemente el eampo conocido y familiar del papel desempeñado por las estructuras defensivas en los trastornos nar- cisistas de la personalidad, quiero presentar ahora material el ínico para ilustrar el papel menos conocido y también más complejo que desempe- ñan las estructuras psíquicas compensatorias en estos trastornos. LA FASE TERMINAL EN EL ANALISIS DEL SEl\JOR M. El señor M., que trabajaba como redactor en lo que él mismo descri- bía como un empleo seguro pero de poco vuelo, inició su análisis cuan- do tenía poco más de 30 años porque su esposa lo abandonó al cabo de seis años de matrimonio. 1 Aparentemente quería analizarse para averi- guar en qué medida había contribuido al fracaso de su matrimonio, pero no cabía duda de que su motivación no era básicamente el deseo de adquirir conocimiento intelectual: buscaba ayuda porque padecía de un serio trastorno de su autoestima y experimentaba una profunda sen- sación de yado interior, manifestación de su c;leficiencia estructural pri- maria, esto es, una debilidad crónica del sí-mismo con cierta tendencia a la fragmentación temporaria de esta estructura. Su apatía y falta de iniciativa lo hacían sentirse sólo "semivivo"
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