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1 1 IU J z o::: U J O w z o:: < ( o - - - 1 1 C'd ;>.. C'd N ,,... ,,... ~ ~ ~ ~ - - ·< o o ~ u ... tn ..... 11) tn o o... ~ z < ~ ~ < ¡:;: o i:i. < ~ ..... (,!) 2 ..... ~ 1 , traducción y revisión técnica DIANA LITOVSKY DE EIGUER ALBERTO EIGUER La concepción psicoanalítica del afecto por ANDRÉGREEN ))((1 szglo veznrzuno editores mexico esp<lña argentina )J((I siglo ueintiuno editores, sa CERRO DEL AGUA 248. M~XICO 20 . D.F siglo veintiuno de españa editores, sa EMILIO RUBiN 7. MADRID 33 . ESPANA siglo veintiuno argentina editores, sa Av. CÓRDOBA 2064 . BUENOS AIRES .ARGENTINA edición al cuidado de alejandra gómez portada de richard harte primera edición en español, 1975 ©siglo xx1 editores, s. a. en coedición con siglo xx1 de españa editores, s. a. E_rimera edición en francés, 197 3 © presses universitaires de france título original: le discours vivant derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico printed and made in mexico ÍNDICE PREFACIO INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE: EL AFECTO A TRAVÉS DE LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS 11 14 I: EL AFECTO EN LA OBRA DE FREUD 25 Evolución de la concepción del afecto 25 I. Del descubrimiento del psicoanálisis a la interpretación de los sue- ños, 25; II . La etapa de la "Metapsicología", 48; III. De "el Y o y el Ello" al final de la obra freudiana, 57 Evolución de la teoría de la angustia (1839-1932) 72 Conclu~ón 83 II: VISIÓN DE CONJUNTO DE LA LITERATURA PSICOANALÍTICA SOBRE EL AFECTO DESPUÉS DE FREUD 85 I. Bibliografía analítica de los principales trabajos anglosajones sobre el afecto, 85; II. Las posiciones teóricas sobre el afecto en los trabajos franceses, 106 SEGUNDA PARTE: CLÍNICA PSICOANALÍTICA: ESTRUCTU- RA Y PROCESO III: EL AFECTO DE LAS ESTRUCTURAS CLÍNICAS· I. El afecto en las estructuras neuróticas, 118; II. El afecto en las estructuras psicóticas, 126; III. Entre neurosis y psicosis, 138;Conclu- sión, 148 IV: EL AFECTO, EL PROCESO PSICOANALÍTICO Y EL COMPLEJO DE EDIPO l. El afecto y los materiales del trabajo analítico, 149; II . Tipologías esquemáticas del discurso, 15 3; III. El Edipo y la prescripción del discurso, l 61 [ 7 J 117 149 8 TERCERA PARTE: ESTUDIO TEÓRICO: EL AFECTO, EL LENGUAJE Y EL DISCURSO; LA ALUCINACIÓN NEGATIVA V: EL AFECTO Y LAS DOS TÓPICAS l. La situación paradójica del afecto en la teoría freudiana (cantidad y cualidad), 171; II. Primera tópica: el afecto y el inconsciente (lenguaje y discurso), 178; III . Segunda tópica: el afecto y el Ello (la economía afectiva), 197; IV. Segunda tópica: el afecto y el Superyó (Renuncia- miento, idealización y extinción afectiva, 208; V. Segunda tópica: el afecto y el Yo (la alucinación negativa), 212 VI: BOSQUEJO DE UN MODELO TEÓRICO: EL PROCESO l. Afecto, historia, estructura, 218; Il. Un modelo teórico hipotético : el proceso, lugar del afecto, 228; III. Lo económico y lo simbólico: la fuerza y el sentido, 241 · EPÍLOGO ANEXO BIBLIOGRAFÍA ÍNDICE . 171 243 272 278 If music be thé food of !ove, play on, Give me excess of it; that surfeiting, The appetite may sicken, and so die .. . That strain again ! it had a dying fall: O, it carne o'er my ear like the sweet sound That breathes upon a bank of violets; Stealing and giving odour ... Enough, no mGre! 'Tis not so sweet now as it was before. O spirit of !ove, how quick and fresh art thou, That, not withstanding thy capacity Receveith as the sea, nought enters there, Of what validity and pitch soe'er, But falls into abatement and low price, Even in a minute . . ,. so full of shapes is fancy That it alone is high fantastical. Twe/fth night or What you will. (l,i,v. 1-15) No os sorprenderá oír que he de informaros de ciertas nove- dades de nuestra interpretación de la angustia y de los ins- tintos fundamentales de la vida anímica, ni tampoco que ninguna de ellas pretende ser una solución definitiva de los problemas planteados. Deliberadamente hablo aquí de interpretaciones. Son éstas la tarea más difícil que se nos plantea, pero tal dificultad no depende de una insuficiencia de las observaciones, pues son precisamente los fenómenos más frecuentes y familiares los que suscitan semejantes enig- mas; ni tampoco la singularidad de las especulaciones que estimulan, pues la elaboración mental no interviene grande- mente en este terreno. Trátase realmente de interpretacio- nes ; esto es, de introducir las debidas representaciones abstractas , cuya aplicación a la materia prima de la obser- vación haga nacer en ella orden y transparencia . Nuevas aportaciones al psicoanálisis, XXX!I en Obras Com- pletas, t. II , p. 916. PREFACIO X (10 años): -Papá, el análisis, ¿qué es? ¿Qué es lo que tú haces con tus enfermos? Y (su hermano, 11 años y medio): -El análisis es ... el análisis. Como en la escuela tú estudias análisis lógico, análisis gramatical; y bien, Papá hace lo mismo con sus enfermos. X (decidido y un poco indignado): - ¡No, señor! ¡Los hombres no son palabras! (Conversación entre los hijos de un psicoanalista en pre- sencia de su padre.) Este libro fue en su origen un relato. En 1970 presenté ante el Congres des Psychanalystes de Langues Romanes en París un relato sobre un tema que yo había propuesto a la discusión: el afecto. Éste trabajo había tdmado las dimensiones de un libro y fue, en la opinión de muchos, considerado como tal. También renace hoy bajo esta forma para permitir a un público más amplio conocerlo. Sin embargo, un relato no es un libro. Quiero decir con ello que si el proyecto inicial hubiera sido escribir un libro, éste no tendría la misma composición. De allí la naturaleza un tanto particular de este texto, lo que reclama algunas explicaciones sobre su origen, su objetivo, su forma, su destinación. En 1953, J. Lacan y otros colegas se retiraron de la Société psychanaly- tique de París por razones que no vamos a considerar aquí. Durante ese mismo año Lacan debía presentar al Congres des Langues Romanes un relato, conocido hoy día bajo el nombre de Discours de Rome, titulado Fbmción y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. 1 (Fonction et champ de la paro/e et du langage en psychanalyse.) Las concepciones de Lacan han conocido un éxito creciente, marcado por ciertos momentos. El Colloque de Bonneval sobre el inconsciente, organizado por H. Ey2 en 1960, fue sin duda alguna dominado por la contribución lacaneana, directa o indirectamente, a pesar de la crítica que l. Este trabajo fue ¡mblicado en 1956 eñ e l vol. I dt' /.a psychanal_vse (PUF) y retornado en Fcrits {pp. 23 7-322) en 1966. 1 trad. esp., Fscritos. vol. 1, pp. 59-139, México, Siglo XXI, 197 J ]. Tuvo un amplio éx ito y aun fue traducido al inglés y comentado por A. Wilden en una obra titulada The languagr.: oj thte self. The John's Hopki'ns Press, 1968. 2. El inconsciente, México, Siglo XXI, 1 970. [ I 1] 12 PREFACIO Lacan pudo hacer ulteriormente del texto que se había inspirado en su pensamiento. A pesar de que· la atracción que sobre mí ejercía la teoría lacaneana era grande, y a pesar de la elocuencia de la defensa y la ilustración realiza- das por su autor, ya por entonces me pareció evidente que el proyecto lacaneano no era aceptable debido a serias reservas. El punto de partida que tenía por objetivo el "retorno a Freud" o más precisamente "el descu- brimiento de Freud por Lacan" (Lacan) daba origen a una elaboración, cuyo fin evocaba de preferencia la idea de una "cobertura" de Freud por Lacan. ¿Descubría Lacan la obra de Freud, o la obra de Freud, amputada al menos en una mitad de su sustancia, servía de pasaporte a Lacan? Ésta última interpretación me pareció la más adecuada. Partiendo en busca de esta mitad que faltaba, no tuve dificultad en descubrir que la teoría laca- neana estaba fundada sobre una exclusión, un "olvido" del afecto. Ellosimplemente para quedar en el plano de la teoría, sin aún referirse a las enseñanzas de la práctica que alcanzarían de por sí, y ampliamente seña- lando lo dicho. Desde esa fecha, mi reflexión se fijó al examen de este problema. Diversos trabajos publicados desde 1960 lo atestiguan, - hayan sido inspira- dos o no por las concepciones de Lacan. No ignoro que le debo mucho a Lacan, pero también estoy en deuda con los colegas que han sido más críticos que yo frente al lacanismo y cuyas reflexiones han ayudado a que yo establezca mi juicio. Sin embargo, este aspecto coyuntural está lejos de resumir el interés del tema. Los psicoanalistas de todo el mundo - que han, por cierto, permanecido en su mayoría fuera de la controversia en cue stión -- deploran hasta hoy la ausencia de una satisfactoria teoría psicoanalítica del afecto , a pesar de tantos trabajos consagrados al tema. Es así entonces como se ofrecía la oportunidad, a la vez, de centrar el problema para nuestros colegas de Francia y al mismo tiempo intentar proponer una teoría psicoanalítica del afecto con un propósito más gene- ral. El texto que se va a leer es el fruto de esta doble tentativa. Para llenar este programa concebí mi trabajo de la manera siguiente: Pri- mero ubicar los antecedentes. Los dos primeros capítulos responden a ese proyecto. El primero constituye un estudio analítico del afecto en la obra de Freud, estudio que he querido sea minucioso para encuadrar bien la discusión. El segundo pone al día las principales contribuciones de la litera- tura psicoanalítica, después de Freud, para comprender la evolución de las .ideas del movimiento psicoanalítico. Este capítulo me pareció necesario para captar la manera de cómo se plantea el problema en la actualidad, más de treinta años después de la muerte de Freud. Esto en cuanto a textos. Luego de un examen del lugar que ocupa el afecto en las estructuras PREFACIO 13 clínicas y cómo éste se manifiesta en la experiencia psicoanalítica (cáps. IlI y IV), he consagrado la parte final dyla obra a hipótesis teóricas personales (cáps, V y VI). Me creo lejos de haber aportado la teoría psicoanalítica del afecto que nos falta, pero espero haber contribÚido con una teoría. posible que nos coloque sobre la vía de la solución del problema. De todas maneras he avanzado mis hipótesis teóricas un tanto más adelante en un trabajo que se encontrará aquí en el Epílogo. Originalmente destinado a presentar mi relato al congreso antes de la discusión de éste, este texto fue menos un resumen introductivo que una prolongación de mi reflexión, donde yo cedí de preferencia a la tentación especulativa, sacrifi- cándolo así a "la hechicera metapsicológica" (Freud). El texto que publico aquí es más o menos el de 1970. No introduje sino modificaciones de detalles para mejorar la forma y facilitar la lectura. He incluido ciertas referencias nuevas aparecidas desde 1970 en relación directa con el tema. Mientras tanto, agregué en el anexo el resumen y análisis de las contribuciones de mis colegas que han participado en el congreso de 1970. Nacidas de la lectura completa del relato, no podrían figurar en alguna parte de éste. La cuestión del afecto se sitúa más allá de los límites de un debate estricta- mente interno del psicoanálisis. Se plantea también fuera del campo analí- tico. Pertenece a cada disciplina abordarla según sus propias exigencias. Aunque esperando que la lectura de mi trabajo pueda ayudar a los investi- gadores de otras disciplinas, he tratado de permanecer dentro de los límites de nuestro terreno: el psicoanálisis. INTRODUCCIÓN DELIMITACIÓN DEL ESTUDIO Se llegará a convenir sin dificultad, que un estudio exhaustivo de los pro- blemas planteados por el afecto en el campo de la teoría o de la práctica psicoanalítica es imposible. Es entonces necesario precisar los límites entre los cuales se mantendrá nuestro trabajo. Desde el punto de vista teórico, tal estudio plantea dos dificultades: La primera hace referencia al lugar del afecto en la obra de Freud. En efecto, no se puede asignar al afecto una localización particular en el conjunto de los trabajos de Freud. Éste no le ha consagrado específica- mente ninguna obra. Es necesario entonces decidirnos a seguir el desarrollo de la noción de afecto a través de la obra. El problema del afecto depende, en el curso de los diferentes estados de la teoría, de las líneas directrices de ésta: primera y segunda tópica, avatares de la teoría de las pulsiones, etc. A veces los reajustes teóricos implican una modificación del status del afecto; a veces una diferencia de apreciación de su valor funcional explicará un cambio dP- la teoría. Así, está por ejemplo la concepción de que la angustia naciente de la libido 1eprimida conducirá a la revaluación de la teoría de la represión, cuando Freud sostendrá que ésta es puesta en juego por la presencia de la angustia. La segunda dificultad será encontrada en el nivel del devenir de la teoría freudiana en los sucesores de Freud. Así, la modificación del cuadro teórico de Hartmann, M. Klein, Bouvet o Lacan implicará una concepción diferente del afecto. Se podrá decir también que una consideración dife- rente del problema del afecto orientará una modificación del cuadro teórico en el cual él será situado. El problema del afecto está en relación dialéctica con la teoría, el uno conduce a la otra necesariamente. Estas dificultades de la teoría están directamente en relación con la práctica. Es en efecto más que probable que el modelo teórico donde el afecto toma lugar haya surgido en Freud de una clínica psicoanalítica estrechamente centrada sobre el campo de las neurosis -muy particular- mente de las neurosis clásicas, de las psiconeurosis de transferencia. La contribución de Freud a las psicosis o a los otros aspectos clínicos queda dentro de los límites de unas indicaciones generales que son menos preci- sas. Pero desde Freud la clínica psicoanalítica se ha extendido considera- blemente: neurosis de carácter, estructuras psicosomáticas, estados límites entran en el campo de acción del psicoanálisis posfreudiano y colocan al [ 14] INTRODUCCIÓN 15 psicoanálisis ante afectos cuya metapsicología ha sido descuidada por Freud. Es probable que Freud haya tratado, ante todo, asegurar de lo que le era posible postular, sino con certeza, al menos de una manera firme; de una limitación voluntaria de la teoría. Nos encontramos aquí ante el problema siguiente: o bien tratar los afectos no observables en la clínica de las neurosis clásicas con el modelo teórico freudiano (con el sentimiento de una posible inadecuación de este modelo) o bien modificar el cuadro teórico del psicoanálisis a la luz de los conocimientos surgidos de estos aspectos clínicos nuevos, creando un nuevo modelo teórico que, tal vez, no será ya más adaptable a las neurosis clásicas y arriesgará perturbar el conjunto de la teoría y de la práctica psicoanalíticas. Es lo que se ha producido de hecho, en la evolución del pensamiento psicoanalítico. También el examen de las teorías psi'.::oanalíti- cas freudianas y posfreudianas será forzosamente crítico. Crítica de Freud por sus sucesores y crítica de los sucesores de Freud por la interpretación de su pensamiento. Estas reflexiones nos conducen a precisar mejor la posición central que nos guiará. La clínica y la teoría psicoanalíticas nos obligan a incluir en la categoría del afecto una multitud de estados que pertenecen a la gama placer-displacer. Se puede inquirir si una concepción unitaria puede darse. Dicho de otra m;;¡nera, si una sola concepción es apta para darnos las claves teóricas de la angustia (en sus diferentes aspectos), del dolor, del duelo, cuestiones sin cesar debatidas por Freud. Sin hablar de la desperso- nalización de los efectos que sostienen el temor al anonadamiento y la afanisis, lo que nos hace tocar el límite de lo que es posible decir sobre el afecto. La mayoría de losautores modernos están de acuerdo en subrayar que tenemos que ver, más a menudo en clínica psicoanalítica, con afectos complejos, afectos fusionados o para retomar la expresión de Freud, con construcciones de afectos. Entrar en el detalle de cada construcción de afecto es una tarea que va más allá de los límites de este estudio. A pesar de todas las consideraciones que parecen rendir bien difícil todo esfuerzo de clarificación, tendremos sin embargo que deciqirnos por aceptar los límites de nuestra investigación teórica. Es decir, por tender a cernir los problemas más generales del afecto, dejando al lado el examen detallado de tal o cual afecto particular. Salvo cuando demos las indicaciones estruc- turales relativas a las diversas categorías de afectos. La riqueza y la diver- sidad de la vida afectiva saldrán sin duda empobrecidas; nuestra sola esperanza es que se desprenda de esta reducción un poco de claridad para guiar nuestra comprensión de los fenómenos específicos del campo psico- analítico. Es aquí donde nos es necesario aportar una última precisión. La vida afectiva puede ser estudiada, y lo ha sido, según estudios tangenciales muy diversos, desde la observación animal hasta la especulación filosófica. Tenc- 16 INTRODUCCIÓN mos mucho que aprender, sin duda, de la observación etológica de los datos de la psicología experimental, de la etnología y de la antropología estructural, de la psicología del niño o de la psicosociología; la reflexión de los filósofos coronaría esta masa de informaciones científicas. Sin embar- go, nos veremos obligados a renunciar a ellas. Debiendo restringir los lími- tes de nuestro estudio, limitándonos a los problemas más generales del afecto, no sabríamos sacrificar el campo de nuestra experiencia por prefe- rirlo al examen de los datos establecidos fuera de nuestro cuadro de refe- rencia. Interesa en efecto recordar que la epistemología moderna ha mostrado que la especificidad del objeto de conocimiento depende estrechamente de las condiciones en que se perfila este objeto en el campo explorado. Al perfilarse el afecto, en nuestro estudio, lo hace solidario de las condiciones en las cuales él se nos aparece: la experiencia de la tran~ferencia en el análisis. De ahí, es necesario decirlo, una cierta ambigüedad de los tra- bajos psicoanalíticos sobre el afecto. Si bien la mayoría de entre ellos toma por punto de partida el afecto en la transferencia, la construcción de una teoría del afecto escapa raramente a la tentación de incluir en ella hechos exteriores a la experiencia psicoanalítica. Esto es sin duda inevita- ble. La intención reconstructiva del psicoanálisis no se liga solamente a la construcción del pasado del analisando, sino a la construcción más general de la "personalidad psíquica", según la expresión de Freud. En este senti- do, la teoría psicoanalítica se esforzará no solamente en precisar la estruc- tura de los afectos no actualizados por la transferencia, sino también de formular hipótesis sobre afectos que quedan fuera de la experiencia psico- analítica, sea que estén relegados en un pasado inalcanzable o que perte- nezcan a capas difícilmente abordables de la psíquis. Se ve aquí el desafío que representa todo estudio del afecto. Su universo nos es comunicable en tanto que las representaciones de la cosa y las representaciones de la pala- bra forman con él un complejo psíquico inteligible. Pero el sentimiento general es que el afecto se da a veces en su brutalidad -me refiero al estado bruto de la experiencia psicoanalítica más general. Pero nos movemos aquí en refugios poco seguros. La empatía, tan necesaria al analista, puede pronto transformarse en la presa fácil de los afectos proyectados del analis- ta sobre su paciente y más allá de lo decible, de lo inteligible, de lo representable; puede tomar de buena gana un giro místico, donde la verdad científica arriesga perderse. En el extremo, la cuestión que se plantea aniquila por adelantado toda tentativa de conocimiento. ¿Se puede hablar del afecto? Esto que se dice no concierne a la periferia del fenómeno , las ondas de propagación más alejadas de su centro (que nos queda de hecho desconocido). La misma pregunta se plantea sobre el inconsciente. Dejarse fascinar por este enigma, por más en deuda que nos deje él, implicaría el renunciamiento al psico- análisis. INTRODUCCIÓN 17 TERMINOLOGÍA Y SEMÁNTICA El vocabulario de Lalande no lleva el término affect, sino solamente affec- ter, aff ectif, affection, af/ectivité. Surge de estas diversas definiciones que todas dependen de la esfera de la sensibilidad. Los "afectos", sean produc- tos del afuera o nacidos del adentro, pertenecen a este dominio contras- tado de los estados de placer o de dolor. Estos constituyen, en cierta manera, las matrices psíquicas. A la categoría del afecto se opone la de la representación, como la sensibilidad se opone al intelecto (por otra parte las controversias se levantan alrededor de la "memoria afectiva'', "el revivir a título de ciertos recuerdos sentimientos vivenciados anteriormente"). Si se le reconoce al afecto la provocación de una causa exterior, se admite que existe una tendencia interior hacia tal o cual desarrollo afectivo. Final- mente, la gama afectiva supone una escala de estados más o menos violen- tos, más o menos críticos, más o menos acompañados de manifestaciones fisiológicas. Estas contadas acotaciones nos indican que el vocabulario filosófico encuentra los mismos datos que la problemática psicoanalítica: o oposición afecto-representación ; o los afectos originarios: placer-dolor, 1 o el afecto como memoria ; o la génesis del afecto por combinación de un afecto exterior y de un movimiento interior; o la solidaridad de los afectos violentos y de la organización corporal. En el artículo "Sensibilité", Lalande remarca el equívoco extremo del sentido de esta palabra. La lengua francesa designa como homónimo el sens, la sensibilité, y la signification. Esta raíz común se prolonga en dos direcciones: la primera es afectiva, la segunda es intelectual. La primera está connotada por la dimen- sión sensitiva, la segunda por la dimensión representativa. Parece claro que la primera esfera es común a operaciones poco diferenciadas, más o menos inmediatas, más o menos primarias, y que la segunda lo es a operaciones más diferenciadas, mediatizadas y secundarizadas. Sin embargo, sería abu- sivamente esquemático considerar que sólo la esfera intelectual es suscepti- ble de diferenciaciones y que la esfera afectiva está consagr~da a una "primitividad" de naturaleza. La secundaridad se da del mismo modo sobre la esfera intelectual como sobre la afectiva, lo que la literatura psico- analítica designa por los términos de afectos primarios y afectos secunda- rios o complejos. Sin pronunciarnos sobre los vínculos de los primeros con los segundos y sobre las modalidades que permiten pasar de los unos a los l. Nos parece sin embargo, que vale mejor utilizar dos parejas: la de los extre- mos goce-dolor, la de los medios placer-displacer-dolor. La cadena sería entonces: goce-placer-displacer-dolor. 18 INTRODUCCIÓN otros, la coexistencia de los unos y de los otros, reflejo de la coexistencia entre procesos primarios y secundarios, va aparejado con modos de trabajo "intelectual" correspondientes, igualmente coexistentes en el aparato psíquico. La lectura de los artículos citados en relación con el Vocabulaire de Lalande no nos aporta una clarificación decisiva, pero nos informa de manera instructiva acerca de las categorías de pensamiento que han deter- minado el horizonte conceptual de Freud. Si bien la obra de Freud tuvo como resultado hacer temblar un poco a estas categorías, permaneció nece- sariamente sujeta a. ellas. Es en este sentido como se ha podido decir que a pesar de su mensaje revolucionario su obra se encuadra dentro de la meta- física occidental. Sin que podamos pretender que ellos lo han superado,se puede comprender como una tentativa a las contribuciones psicoanalíticas posfreudianas más recientes -ni deliberada, ni reflexionada, sino que obe- deciendo a una exigencia espontánea- que se propone hacer estallar las limitaciones de ese encuadre. Es así, como deberemos analizar ulteriormen- te, tomando este señalamiento como hilo conductor, cuando veamos a ciertos autores abandonar la distinción entre la representación y el afecto, de lo inteligible y de lo sensible, de la significación y de la sensibilidad. El término affect, es específicamente psicoanalítico en francés. No figura ni en el Littré, ni en el Robert. 2 Por el contrario, en la lengua alemana se utiliza. Así es como su importación a la lengua francesa es debida a Freud. Este emplea tanto Affekt, como Empfindung, o Gefühl. Clásicamente Affekt se traduce por affect, Empfindung, por sensation y Gefühl por sentiment. Pero estos diversos sentidos se recubren y la traducción plantea problemas engorrosos como Jo nota Strochey en la introducción a la Stan- dard Edition.. 3 Así, por no hablar sino del inglés, Empfindung remite a sensación y emoción en ciertos pasajes. Asimismo Gefühl no puede ser siempre traducido válidamente como sentimiento y retrotrae al término emoción. Freud, en "Obsesiones y fobias", artículo que escribió en francés en 1895, traduce Affekt como état émotif, expresión que se daba en el vocabulario psiquiátrico en curso en la época. Asimismo, encontramos más tarde trabajos en la literatura anglo-sajona, que tratan de las emociones en lugar de afectos. Los autores discuten a menudo la terminología a emplear y las distinciones a hacer. En este dominio donde el matiz es fundamental, es importante preci- sar el empleo que se hará de los términos. En ausencia del término affect, 2. Salvo en el petit Robert (1951). Definición: estado afectivo elementai. (Esta omisión es corregida en el suplemento aparecido en 1970, que da el origen germá- nico: Affekt y francés: XVfe: "état, disposition".) 3. SE, 1, XXIII, The complete psychological works of Sigmund Freud, (Stan- dard Edition). INTRODUCCIÓN 19 la tradición psicológica francesa distingue generalmente en la vida afectiva Ja emoción, estado agudo y transitorio, el sentimiento, estado más atenua- do y más durable, y la pasión, violenta, profunda y durable. Si bien emoción parece haber conservado un sentido estable, como sentimiento, la palabra pasión por el contrario tenía una significación más general y gené- rica, las pasiones recubrían el conjunto de los fenómenos de la vida afec- tiva. Es así como se lo empleaba en el Siglo XVII e incluso hasta el XVIII. Pero si affect no figura en Jos grandes diccionarios, affectif está pre- sente y designa, si se pasa por sobre el término en desuso (que marca la afección), lo que tiene relación con la sensibilidad, el dolor, el placer, a las emociones (Robert), sin que sea necesario detenerse sobre esto. Por el contrario, el verbo affecter condensa una pluralidad bien interesante de significaciones. En un primer sentido (surgido del francés antiguo), no se trata de ninguna otra cosa que de aplicar un cierto uso. En un segundo sentido, affecter quiere decir (según un origen latino que requiere nuestra atención): tratar de alcanzar, ambicionar, de dónde fingir. Más generalmen- te: tener disposiciones a tomar taf o cual forma. Aquí se puede ya remax- car la dimensión plástica del afecto y el papel que allí juegan el engaño, la ostentación, el artificio (en los dos sentidos del término: astucia y ausencia de naturalidad.) En un tercer sentido, bastante opuesto al primero, se trata de ejercer una acción, de causar una impresión sobre el organismo. Mientras que el sentido precedente supone una disposición donde el sujeto se anule en un modelo para actuar el sentimiento, y el último implica un modo activo donde se trata de modificar, de transformar un estado y, notémoslo, gene- ralmente por una acción nociva que se transporta sobre la sensibilidad. Es llamativo, simplemente al considerar éstas definiciones baladíes del diccionario, destacar una actitud peyorativa sobre el afecto (aparte del primer sentido, que no concierne la vida afectiva). Esta primera incursión en el dominio del verbo que sostiene el sustantivo, nos confronta con el deseo, considerado bajo el ángulo del fingir, de la simulación, de la falta de sinceridad, de la falsificación o de la intimidación. Los sentidos neutros: conmover, impresionar, están en minoría. Al afecto, el mismo del dicciona- rio, no se le pone buena cara; es la evolución de la lengua que refleja la evolución de la cultura frente al afecto. Expusimos cuestiones de vocabulario que hacían dificultosas las tra- ducciones entre Affekt, Empfindung, GejUhl en la lengua alemana. Estas dificultades se duplican en el vocabulario psicoanalítico. El afecto está ligado a la noción de cantidad de energía pulsional en la expresión quántum de afecto (Affektbetrag). Éste último término designa el aspecto propiamente económico del fenómeno, mientras que el afecto designa su cualidad subjetiva. Esta relación entre calidad subjetiva y cantidad de ener- gía pulsional (calidad y cantidad) ha llevado a menudo a una confusión entre quántum de afecto y energía de carga (investissement). Por otra 20 INTRODUCCIÓN parte, en un artículo escrito en francés, Algunas consideraciones para un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas (1893), Freud traduce Affektbetrag por valeur affective. Por un relajamiento del lenguaje psicoanalítico, se dice sinónimamente de una actividad que está "cargada de afecto", que está "investida" ("investie"). La planche y Ponta- lis, en su Vocabulaire, dan por energía de carga la definición siguiente: "Substrato energético postulado como factor cuantitativo de las operacio- nes del aparato psíquico", sin otro comentario. Así es como energía de carga retrotrae a una cantidad de energía en juego en una operación y designa de esta manera un campo amplio de actividad, mientras que quan- tum de afecto no designa sino el aspecto cuantitativo energético ligado al aspecto subjetivo cualitativo que "califica", por así decir, al afecto. En consecuencia, si todo afecto remite al aspecto cuantitativo de energía pul- sional que le corresponde, no toda cantidad de energía está forzosamente en relación con un afecto. Otro término que trae problemas en la discusión semántica es el de motion pulsionnel (impulso instintual). Se sabe que hay ahí un punto espinoso que divide a exégetas y traductores de Freud. Para algunos (Mar- the Robert) la diferencia entre Trieb (pulsión) y Triebregung es desprecia- da. Los dos términos en alemán son sinónimos y no es ni necesario ni legítimo introducir un término diferente en la traducción. Para otros (La- planche y Pontalis), aun cuando admiten que ia diferencia entre los dos es pequeña y que Freud emplea a menudo el uno por el otro, una distinción se hace necesaria. Ellos pro¡onen traducir Triebregung por motion pul- sionnel (impulso instintual). Por impulso instintual designan la pulsiva (el instinto) bajo su aspecto dinámico. Entienden por esto dar el ténnino apropiado a la pulsión en acto, la pulsión que actúa bajo el efecto de una estimulación interna, determinada al nivel biológico. Nosotros agregaremos a continuación de estos autores que el impulso instintual no dejaría de tener relación con la energía de carga. El representaría el correlato dinámi- co de lo que es la energía de carga en el nivel económico. Pero ello en un sentido más restringido, porque no se trata del aspecto cuantitativo y energético de todas las operaciones del aparato psíquico, sino de aquellas ligadas a la pulsión (al instinto). Laplanche y Pontalis, aun destacando la pertenencia del término motion a la serie moti[ (motivo), mobile (móvil), 4. Cf. Laplanchc et Pontalis loe. cit. art. "Motion pulsionelle" [Queremos acla- rar en este lugar que utilizamos de preferencia pulsión a instintoa lo largo del texto, respetando el original y debido a que es preferible. Lamentablemente en español se hizo costumbre el uso de instinto desde las primeras versiones de Freud, lo que puede dar, y dio, lugar a equívocos en cuanto a la acepción del término en su obra. Por otra parte los términos investissement (investidura) e investir (investir), fueron traducidos como carge y cargar respectivamente, aunque debemos reconocer que los utilizados en francés dan mejor idea del fenómeno. Muy útil nos ha resultado aquí y en otros lu~ares Vocabulaire de Laplanche y Pontalis. T.) ' INTRODUCCIÓN 21 motivation (motivación), que nos hacen intervenir la noción de movimien- to, 5 rehúsan la traducción de émoi pulsionnel (conmoción instintiva), dema- siado ligada al afecto. Mientras nosotros debemos subrayar aquí la relación entre motion (impulso), emotion (emoción) y émoi (conmoción). 6 La noción de afecto ha estado ligada siempre en Freud a la descarga, es decir a un proceso en acción y movimiento. Se plfede entonces decir que motion (impulso) es una calificación general de la pulsión, de la cual el afecto indica una dirección particular (movimiento hacia el interior del cuerpo). Freud hablará a propósito de las pulsiones, de finalidad inhibida de los sentimientos de ternura, de amistad, etc. Al mismo tiempo, al tratar el complejo de Edipo, hablará de "elección de objeto tierno dirigido hacia la madre", de "actitud femenina hacia el padre". Está claro que él hace alusión aquí a lo que en la lengua francesa se denomina como sentimien- tos, que no habrá qué confundir con los estados de placer (y de displacer), que son los prototipos del afecto. El mismo señalamiento vale para el dolor o el duelo, estados que son innegablemente procesos afectivos, pero que se distinguen de los afectos de angustia en la teoría psicoanalítica, como Freud tiene el cuidado de hacer en Inhibición, síntoma y angustia. Para clarificar las cosas, designamos entonces por afecto a un término categorial que agrupa todos los aspectos subjetivos calificativos de la vida emocional en el sentido amplio, que comprende todos los matices de la len- gua alemana (Empfindung, Gefühl) o de la lengua francesa (emotion, senti- ment, passion, etc.) que se vuelven a encontrar sobre este punto capital. Afec- to deberá entonces comprenderse esencialmente como un término metapsi- cológico más que como descriptivo. Porque, hay que insistir, la concepción psicoanalítica del afecto se distingue de toda otra aproximación que teoriza bajo este término, neurobiológica, psicológica, sociológica o filosóficamente. Empleado en el sentido descriptivo, el término afecto podrá ser cambiado por otro más adecuado, más próximo a la realidad que él designa. Mas todas estas variantes nos volverán a remitir a la categoría del afecto. CUESTIONES DE MÉTODO La cita de Freud que hemos colocado como exergo de este trabajo nos indica que la solución de las dificultades que se encuentran ante el examen 5. Lo que parece aludir igualmente a Strachey que, preocupado él también por la traducción de Triebregung, eligióle un término particular, instinctual impulse. 6. Todavía Littré propone dos etimologías opuestas: "Émoi vendría de es y del antiguo alto-alemán magan ser fuerte", es decir, perder toda fuerza, mientras que emotion (emoción) deriva directamente de mouvoir'(mover). [No existe una versión exacta de émoi, la más cercana sería conmoción, aun cuando podría ser utilizada por emoción simplemente y tuFbación. T. i 22 INTRODUCCIÓN del problema del afecto depende mucho de las concepciones que tendrán como objetivo el ordenar los datos registrados por. el analista. Una referen- cia directa a la práctica psicoanalítica habría sin duda sido deseable hacer sin prejuici0s ni preconcepciones. Pero sabemos que tal voto es mítico. El substrato del saber analítico reposa sobre la teoría de Freud, que al mismo tiempo · descubrió la praxis y •la teoría psicoanalítica. Un trabajo crítico permanente fue emprendido por Freud mismo, sus discípulos y sus suceso- res para tra.tar de cernir más estrechamente los hechos y llevar a cabo las modificaciones (lo aceptamos) inevitables a la luz de los conocimientos adquiridos por la práctica. Inversamente, los hechos nuevos no fueron inteligibles sino gracias a las modificaciones teóricas. Nuestro camino será histórico y estructural en una perspectiva crítica. Ello quiere decir que la actitud crítica se dirigirá hacia la diacronía de la noción en Freud como en sus sucesores y hacia la sincronía retomada en el campo actual del psicoanálisis en sus dos vertientes: práctica y teórica. Pero este método crítico permanece dentro del encuadre de una crítica interna del psicoanálisis que debe de por sí misma plantearse sus propias cuestiones, y proponer, en consecuencia, sus propias respuestas. PRIMERA PARTE El afecto a través de los textos psicoanalíticos .. CAPÍTULO 1 EL AFECTO EN LA OBRA DE FREUD En este capítulo analítico, trazaremos el recorrido de las ideas de Freud sobre el afecto. Muchas fases pueden ser distinguidas. o Desde Estudios sobre la histeria (1893-1895) a la Interpretación de los sueños (1900) ; o Desde la Interpretación de los sueños a laMetapsicologia (1915); o Desde la Metapsicología al artículo sobre El fetichismo (1927), conti- nuado por el trabajo sobre La disociación del yo en el proceso defensivo (1939). Después de 1927, las menciones sobre el afecto son escasas. 1 El texto mayor sobre el afecto luego de la segunda tópica es Inhibi- ción, síntoma y angustia. Hemos pensado que sería lógico reagrupar las diferentes concepciones de Freud sobre la angustia de 1894 a 1932, sepa- rándolas de los otros textos. EVOLUCIÓN DE LA CONCEPCIÓN DEL AFECTO l. DEL DESCUBRIMIENTO DEL PSICOANÁLISIS A LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS . l. "La histeria" (1893-189 5) La historia del afecto, como la del psicoanálisis, está estrechamente ligada a la histeria. Pero antes de la aparición de la comunicación preliminar, Freud, en un artículo sobre la histeria para la Encyclopédie de Villaret en 1892 introduce la noción de modificaciones de la distribución de las canti- dades de excitación en el sistema nervioso. Tenemos aquí quehacer más con energía de carga que con quántum de afecto especificado como tal, pero éste está ahí incluido, como lo muestra la cita siguiente: l. Con la excepción de los artículos donde Freud hace historia del psicoanálisis y el balance de sus descubrimientos. [25 J 26 EN LOS TFXTOS PSICOANALÍTICOS Al lado de los síntomas físicos de la histeria, un cierto número de desórdenes psíquicos pueden observarse .. . Son cambios en el pasaje y en la asociación de ideas, inhibiciones de la actividad de la voluntad, aumento y supresión de los sentimientos, etc., que se puede resumir en modificación de la distribución normal sobre el sistema nervioso de cantidades esta- bles de excitación. 2 A esta hipótesis, Freud le da más importancia que a la descripción del temperamento histérico, que falta en una buena cantidad de pacientes. Contra una concepción caracterológica, toma partido por una concepción económica: la de un exceso de excitación en el sistema nervioso "que se manifiesta aquí como un inhibidor, allí como un factor de irritación y es desplazado en el sistema nervioso con gran libertad". Es el destino de esta cantidad de excitación que va a jugar un gran papel en la concepción del afecto restringido, tal como ella está expresada en los Estudios sobre la histeria. Ya Freud en 1893,3 en el artículo que trata sobre Algunas consideraciones para un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas 'e histéricas, introducía la expresión de quán- tum de afecto4 para expresar la solidaridad entre un contenido asociativo y su correlato afectivo. Cada acontecimiento, cada impresión psíquica está provista de una cierta cuota de afecto (Affektbetrag) del cual el Yo se desembaraza ya por intermedio de unareacción motriz, ya por una actividad psíquica asocia- tiva" Ya en este texto está indicado el mecanismo patógeno: el impedimen- to a la abreacción por el incremento de estímulos. Pues lo que opera en el estado psíquico normal, la tendencia a mantener la suma de excitación constante por los medios más apropiados ostentándola asociativamente o descargándola,5 no es posible en la histeria. Es una paradoja, por lo tanto, 2. SE l, 49. 3. El mismo año, Freud publica un caso de tratamiento por la hipnosis, donde aborda ya la cuestión del afecto bajo la óptica del afecto de espera. 4. Este texto escrito en 1888 no fue publicado sino en 1893. Notemos, por otra parte, que el mismo término alemán Affektebetrag fue traducido por él, en este artículo escrito en francés "valeur affective" (valor afectivo). El término valor no debe solamente ser tornado aquí en el sentido de la expresión global "valor afectivo'', sino en su propio sentido, expresando valor a la vez una noción cuantitativa y cualita- tiva. Es entonces en cierto sentido más completo que quántum de afecto, que no da sino el sentido cuantitativo - Cf. sobre el terna "quantum d' affect"- del Vocabulaire de Laplanche y Pontalis; no es imposible que la expresión "valor afectivo" sea debida a la influencia de Breuer al remarcar Strachcy que Breuer habría probablemente escrito Affektwert (valor afectivo literalmente) en lugar de /j.ffektbetrag. [Montante de afecto. T. J. 5. Concepción que Freud defiende mucho antes del Proyecto. Véase Esquema para la comunicación preliminar ( 1892). SH. 1, 153. 1-: N FR.EUD 27 que Freud afirme en este mismo texto que sirvió de "bosquejo" a la Comunicación preliminar, que el afecto pueda ser el objeto de una disocia- ción: una impresión, incluso cuando el afecto es mínimo y sin valor pató- geno, puede ulteriormente transformarse en traumática. Está aquí el ge rmen de la concepción de la simbolización. En la Comunicación preliminar ( 1893) Breuer y Freud desarrollan completamente la concepción del afecto restringido. Ésta está directamen- te ligada a la teoría traumática. Se da un acontecimiento traumático, y el recuerdo no puede ser liquidado en ciertos casos; es por lo que importa saber "si el acontecimiento desencadenante ha provocado o no una reac- ción enérgica" 6 gracias a la cual la descarga de afectos ha podido producir- se "desde las lágrimas hasta un acto de venganza" . En los casos donde esta descarga no interviene, el afecto queda vinculado al recuerdo, debido a su no-liquidación. Entonces las representaciones patógenas no han sufrido el desgaste normal por abreacción o reproducción no trabada de las asociacio- nes. Mientras tanto, por la psicoterapia, un equivalente de la descarga por el acto puede producirse, gracias al lenguaje, que permite la abreacción. El lenguaje vuelve a ligar asociativamente el recuerdo al acontecimiento, como él liga la carga restringida de afecto a las representaciones. Aquí hay que seguir a Freud atentamente. La verbalización no es aquí una operación solamente intelectual. El ser humano encuentra en el lenguaje un equivalente del acto, equi- valen te gracias al cual el afecto puede ser abreactuado (descargado por reacción) de la misma manera. 7 El lenguaje no hace sino permitir a la carga desbloquearse y ser vivida, es en sí mismo acto y descarga por las palabras. El procedimiento utilizado permite al afecto verterse verbalmente; transforma esta carga afectiva y lleva la representación patógena a modificarse por vía asóciativa atrayén- do lo en el consciente normal.8 Se ha hecho una suerte de la frase de Freud "el histérico sufre de reminiscencias", pero no se ha subrayado suficiente- mente el lugar que ahí juega el afecto, al destino del cual están ligados la reminiscencia y el éxito de la cura. Pues no basta con recordarse para ;urar, como bien es sabido hoy, aunque Freud ya lo sabía en la comunica- t:ión preliminar. Ante nuestra gran sorpresa, descubrirnos. en efecto que cada uno de los síntomas histéricos desaparecía inmediatamente y sin retorno una vez que se lograba poner a plena luz el recuerdo del incidente desencadenante, 6. Etudes sur l'hysterie, p. 5 (la histeria). 7. loe. cit., p. 5. 8. Loe. cit., p. 12. 28 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS despertar el afecto ligado a este último, y cuando, a continuación el enfer- mo describía lo que le había sucedido de manera bien detallada y daba a su emoción una expresión verbal. Un recuerdo desprovisto de carga afectiva es casi totalmente ineficaz.9 Es por otra parte inútil decidirse por la prevalencia del afecto o de la representación. Cada uno llama al otro sin que sea posible adoptar una decisión: Existía toda una serie de. sensaciones y de representaciones paralelas. Era tan pronto la sensación que sugería la idea, o tan pronto la idea que por simbolización había creado la sensación, y había veces que uno se preguntaba cuál de estos dos elementos era el elemento primario . . . 1 0 Entonces, si la psicoterapia de la histeria indica que los dos elementos se inducen mutuamente, ello muestra la necesidad de su copresencia en el tratamiento que tiende a la solución del caso. Es así como en una red indisociable se anudan el trauma, su recuerdo . y las representaciones patógenas que de ali í derivan, el afecto no descarga- do, la verbalización acompañada de emoción. No se sabría en esta coyun- tura privilegiar el recuerdo o la representación patógena sobre el afecto, porque la reaparición del afecto es la condición del éxito del método. Por lo mismo, el lenguaje no debería ser atraído del de las representaciones, él es a su vez modo de descarga, equivalente del acto. · Se sabe que Breuer y Freud se separaron sobre la cuestión del estado hipnoide. 1 1 Para Breuer, el estado hipnoide, siguiendo sobre este punto a P. J. Moebius, sería un estado autohipnoide, autoinducido, bajo la influen- cia de una ensoñación diurna y de la aparición de un afecto. Un cierto vacío de la conciencia se produce, en el curso del cual una representación se manifiesta sin ninguna resistencia. Este estado hipnoide éorta un grupo de representaciones, que pronto se liga a otros grupos de representaciones 9. Loe. cit. , p. 4. Freud retoma la misma afirmación en la primera de las Cinq lefons sur la psycanalyse (1909), cf. SE XI, 18 "Por un lado, se descubre que ningún resultado era obtenido por el recuerdo de una escena en presencia del médico, si por alguna razón el recuerdo se efectuaba sin ninguna producción de afecto. Así, lo que había sucedido a estos afectos, que podían ser considerados como cantidades despla- zables, lo que fue considerado como el factor decisivo a la vez para la instalación de la enfermedad y de la cura". Notemos que aquí se agrega la noción de transferencia. La noción de defensa está estrechamente ligada al afecto. En el capítulo de la histeria que trata de la psicoterapia de la histeria (1895) la defensa tiene por objeto la lucha contra la "aparición de afectos de vergüenza, de remordimiento, de sufrimiento" (p. 216). 10. Etudes sur I'hystérie, p. 144. 11. Cf. sobre esta cuestión, el artículo del Vocabulaire de Laplanche y Pontalis. EN FREUD 29 formadas en el curso de otros estados hipnoides y constituye una diso- ciación, una Spaltung con el resto de la psiquis, por detención de la circula- ción de asociaciones. Para Breuer, este estado hipnoide es la condición de la histeria. 1 2 Freud, que en los Estudios sobre la histeria se adhiere provi- sionalmente a esta idea, la abandonará más tarde por superflua. Lo que conservará es la idea de un grupo psíquico particular aislado del resto de la vida psíquica, del cual hará el núcleo del inconsciente. Si bien la opinión de Breuer nos parece hoy inaceptable, hay que reconocer al menos que su concepción prefigura lo que Freud no descubrirá sino algunos. años más tarde: el papel de la fantasía y su conjunción 13 con el afecto, ya que éstos desencadenan el estado hipnoide.Por allí se descubre una solución de cambio frente al abandono de la teoría traumática, sin que por lo tanto deba ser eliminada la concepción del afecto restringido, porque la fantasía puede por sí sola activar los contenidos del inconsciente - cuando no lo es el resultado- y aumentar así la carga del afecto que él intenta ligar por otra parte por su constitución. Entre la Comunicación preliminar (1893) y la publicación de los Estu- dios sobre la histeria (1895), Fi.-eud publica en enero de 1894 su artículo sobre las Psiconeurosis de defensa. Precisa allí mejor que nunca la noción de quántum de afecto. "En las funciones psíquicas, hay que diferenciar alguna cosa (quántum de afecto, suma de excitación) que posee todas las propiedades de una cantidad - aun cuando no estamos en condiciones de medirla- alguna cosa que puede ser aumentada, disminuida, desplazada, descargada y se extien- de sobre trazos mnésicos de las representaciones un poco como una carga a la superficie del cuerpo." 14 Freud distingue entonces: 1) La cantidad medible "de derecho", o si no "de hecho"; 2) La variación de esta cantidad; 3) El movimiento ligado a esta cantidad; 4) La descaiga. El mismo año, en una comunicación a Fliess (carta No. 18 del 12. Se notará sobre e5to el parentesco de las concepciones de Breuer y R. Ey, para quien la existencia de una disolución anterior es la condición explicativa de la emergencia del inconsciente. 13. Salteamos aquí la discusión del desencadenamiento del estado hipnoide bajo la influencia única del estado de ensoñación o de emoción. Se podrá comparar la concepción de Breuer sobre "el vacío de Ja conciencia" que acompaña al estado hipnoide y la concepción de Freud sobre las "ausencias" histéricas cuando en el curso de las Cinco lecciones sobre psicoanálisis está relatado en 1909 el período de colabo- ración entre Freud y Breuer (cf. SE, XI, p. 12-13). Queda claro que para Freud esta :iusencia es el producto del deseo y no su condición. Ver aún sobre el término ausencia la nota de agosto 1938 (SE, XXIII, 300). 14. SE, III, 60, trad. Laplanche y Pontalis, Vocabulaire art. "Quantum d' affect". 30 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS 2 l-V-1894), esta concepción se completa con la idea de un destino del afecto diferente según las entidades clínicas. Conozco tres mecanismos: 1 o. El de la conversión de los afectos (histeria de conversión); 2o. El del desplazamiento del afecto (obsesiones); 3o. El de la transformación del afecto (neurosis de angustia y melan- colía). 1 s Es así como a las concepciones precedentes se une por primera vez la idea de la transfonnación en el sentido amplio. Transformación que cesa de ser la consecuencia de la histeria, pero que se revela en la obra en otras psiconeurosis. Transformación donde se ilustra el afecto en relación con las representaciones y del cual el destino .no es siempre forzadamente el de la conversión. Por otra parte en este año las exploraciones clínicas de Freud están muy avanzadas. El Manuscrito E (no fechado, pero que se sitúa alrededor de junio 1894), que trata del origen de la angustia, y el artículo la neuras- tenia y la "neurosis de angustia": Sobre la justificación de separar de la neurastenia un cierto complejo de síntomas bajo el nombre de "neurosis de angustia" (1895), muestran que en ese momento la idea de transforma- ción entre las diversas formas de energía psíquica, sexual o psíquica domi- na su pensamiento. No nos detendremos especialmente, reservándonos de volver sobre ello cuando abordemos más lejos y aparte la cuestión de la angustia. Nos parece, por otra parte, que si Freud ha sido tan sensible desde el comienzo a esta noción de la cantidad en movimiento, que va a dominar todo el Proyecto, no es solamente a causa de sus prejuicios fisicalistas. No estaremos lejos de suponer que la noción de cantidad en movimiento deriva de la observación de las transformaciones observables en el discurso de los primeros sujetos a los cuales Freud aplica su método psicotera- péutico. Vamos a volver a encontrar esta noción de transformación en la parte escrita en 1895 de Estudios sobre la histeria. En la conversión primero, bien entendido. Cuando el afecto ha debido descargarse por un reflejo no precisamente normal, sino "anormal", es de éste reflejo anormal que la 15. SE, l, 188, trad. Laplanche y Pontalis, loe l'ft artículo "Affect". Se encon- trará en la continuación de la correspondencia con Fliess la vuelta de este tema de la transformación de los afectos. Así, en el Manuscrito del 24-1-1985 sobre La paranoia, aporta un cuadro comparativo para la histeria, la neurosis obsesiva, la confusión alucinatoria, la paranoia y la psicosis alucinatoria, distinguidas según la categoría del afecto, del contenido ideacional, de la alucinación y del resultado de la defensa (SE, 1, 211-212). Un año después, en el Manuscrito K sobre Las psiconeurosis de defensa, del 1-1-1896, describe a éstas como desviaciones patológicas de estados afectivos normales, de conflicto (histeria), de autorreproches (neurosis obsesiva), de ¡nortifica- ción (paranoia), de duelo (confusión alucinatoria aguda) (SE, 5, 220). EN FREUD 31 conversión se producirá. Entonces, doble transformación: del reflejo nor- mal al reflejo anormal y de éste a su conversión. Pero si el reflejo está tan Consagrado a .este destino de la transformación por la conversión, es por- que su origen está ligado, según Freud, a la transformación. El afecto es él mismo, en cierta medida, el producto de una "conversión a la inversa", como lo atestigua el texto que sigue: Todas estas invervaciones, todas estas sensaciones forman parte de la 'expresión de los movimientos emocionales' como lo ha subrayado Darwin. Consistiendo primitivamente en actos adecuados bien motivados, estos mo- vimientos en nuestra época se encuentran generalmente tan debilitados que su expresión verbal nos aparece como una traducción adornada, pero pare- ce que todo esto ha tenido antiguamente un sentido literal. Puede ser que se tenga dificultad en decir que ella crea sensaciones semejantes por simbo- lización ; puede ser que ella no ha tomado en absoluto el lenguaje usual por modelo pero que ella haya bebido de la misma fuente que él. 1 6 La conversión histérica sería entonces un retorno a las fuentes del afecto. Pero esto importa menos que la observación de Freud sobre la simbolización. Así, si lo que dice Lacan es cierto, a saber que el histérico habla con su carne, nos parece aún más verdadero decir que el histérico se sirve del lenguaje de la carne bebiendo de una fuente del cual uno y otro derivan. El discurso del histérico no tomaría entonces el modelo del len- guaje para hablar, sino el lenguaje como síntoma que hunde sus raíces en un fondo que le es común. 2. El manuscrito G Antes de comenzar el examen del Proyecto, quisiéramos llamar la atención sobre el Manuscrito G sobre la melancolía del 7-1-1895. Por dos razones: la primera es porque trata de un asunto que toca de cerca el problema del afecto, la segunda es porque comporta un esquema que debe constituir una teorización - puede ser la más avanzada hasta ese instante - que nos parece marcar un viraje. Después de haber trazado dos ejes, uno vertical, que constituye el límite del yo, y que separa este último del mundo exterior; el otro hori- z0ntal, que constituye el límite somatopsíquico y que separa en su mitad inferior el soma y en su mitad superior la psiquis, Freud ubica allí unos elementos y un circuito. , Los elementos son: o En el mundo exterior, un objeto; 16. Etudes, p. 145. 32 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS o En el ~uadrante que está fuera del yo y en el soma, una figura llamada objeto sexual en posición favorable; o En el cuadrante que corresponde a la parte somática del yo, un órgano terminal, una fuente somática y un centro espinal; o En el cuadrante que corresponde a la parte psíquica del yo, un conglomerado de elementos llamado grupo psíquicosexual. El circuito es el siguiente: Sea entonces un objeto (Ll) en el mundo exterior. Luego de una reacción, aquél penetra en el cuerpo del sujeto. Freud lo nombra entonces · objeto sexual en posición favorable; la continuación del circuito al pene- trar en la parte somática del yo provoca una sensación. El circuito, luego :¡ ~ '0.1 ~ \ i' -5 Grupo psíquico ---- - - ;:: --- Lfm/IB del yo MUNDO EXTERIOR /- - Acci;p;apec{fica 1 A Objeto sexual -§ ·~ "' ~ : - -l.+-------1------------l-f--LlmifB somolopSi'QU"k:ó - :\ ~I , , 1 ' ....... _ ... ' .... s.s. EN FREUD 33 de haber efectuado una vuelta alrededor del órgano terminal donde tiene lugar una acción refleja, se continúa hacia la parte psíquica del yo, en vías de conducción de las sensaciones voluptuosas, que se termina en el grupo psíquico sexual cargándolo "G. Ps. s.". Pero desde el órgano terminal dos otras vías paralelas se constituyen: una, que parte del órgano terminal (después del pasaje por el centro espinal), es la de la tensión sexual que se termina en la red del grupo psíquico sexual; otra, más compleja, corre a los costados de las precedentes, liga el Ps. s. con el objeto sexual1 7 y con el órgano terminal contribuyendo a la respuesta de la acción refleja a ese nivel, amalgamando sus efectos en este punto a las influencias ejercidas de su relación con la fuente somática sexual. Finalmente, del grupo psíquico sexual parte una vía hacia el objeto que es la de la acción específica que tiende a la posesión del objeto y a la descarga energética. Este esquema concierne a la sexualidad femenina. Cualesquiera que fueran sus aspectos oscuros; lo importante para nosotros es destacar la existencia de las tres vías sexuales. La primera, llamada tensión sexual, es puramente orgánica y sexual. La segunda es portadora de cierta gama afectiva, vía de conducción de las sensaciones voluptuosas (placer), y se termina en el seno del grupo psíqui- co sexual Esta vía es psíquica y sexual, pues ella forma parte del circuito que engloba el objeto y contorna el órgano terminal sin ser salida. Final- mente, la tercera vía es la más interesante. La acción de los educadores tiene por resultado cambiar los estímulos somáticosexuales en estímulos psíquicos que van a influenciar al grupo psíquico sexual, pero llevan su ac- ción más allá sobre el objeto.1 ~ Esta vúi, privada por la educación de su aportación energética de sexualidad directa y cruda, solicita en contrapar- tÚla, de la parte del objeto, por una actitud de seducción y de atracción, el complemento necesario para que la descarga del acto específico pueda intervenir. Ella es, entonces, y por inhibición de objetivo, seducción y atracción. Es así como el objeto sexual del otro funciona como fuente de remplazo de la extinción energética debida a la educación (represión). La tensión está entonces mantenida a un nivel bajo y la libido se ve privada de la fuerza necesaria para el cumplimiento, por el sujeto mismo, del acto 17. Esta vía, por la inhibici6n educativa de la sexualidad, va delante del objeto a buscar provisiones energéticas para estimular el despertar sexual (actividad de reduc- ción) o inhibirla, ejerciendo su papel en la acción refleja. Va entonces, parece, en los dos sentidos. 18. Debemos destacar sobre este tema un diferencia entre la interpretación de Strachey y la nuestra. Strachey no conoce sino el grupo psíquico sexual (Ps. s. sobre el manuscrito) e ignora la existencia de un grupo psíquico. Para nosotros, hay que distinguir el grupo psíquico del precedente en tanto que resulta de la educación y de la transformación de los estímulos somáticos sexuales en estímulos psíquicos que cambian la sexualidad en deseo. Hay allí una intuición primera de la represión. Dejamos de lado ahora la distinción entre represión y supresión, para insistir sólo sobre la diferencia entre las tres vías y los dos grupos. 34 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS específico. Sin embaxgo, éste se cumple por vía del Otro. Pero basta con que el objeto esté perdido para que todo el sistema se encuentre desequi- librado, pues esta pérdida objetal entraña por vía de consecuencia una pérdida energética libidinal. Freud construyó este esquema para explicar las relaciones de la frigi- dez y de la melancolía, porque desde 1895, descubre ya que "el afecto que corresponde a la melancolía es el del duelo, vale decir, el lamento amargo del objeto perdido. Podría tratarse de una pérdida, de una pérdida en el dominio de las necesidades pulsionales". 1 9 La situación del afecto en este esquema es entonces múltiple. En el estado normal, está repartido entre la vía de conducción de las sensaciones voluptuosas (placer) y la vía de las sensaciones sexuales somáticas modifi- cadas por la educación (disgusto, defensa). En el estado patológico, es la consecuencia de la pérdida objetal y energética (duelo). Lo que nos parece importante es la distinción entre vías orgánicas, que le restan, aquellas que son psicosexuales y aquellas que se transforman por educación (represión}. El afecto pertenece a las dos últimas y es de natura- leza psíquica y psicosexual. Nos parece que se debe subrayar esta heterogeneidad de los compo- nentes de la libido y esta variación de su destino para comprender las relaciones entre el afecto y las esferas corporal y psíquica. El orden ael afecto no es el de la tensión psíquica sexual, aunque se apoye sobre ella. Encontramos aquí la importancia de la noción apoyo, puesta en claro por Laplanche y Pontalis. Pero depende igualmente de las fuerzas psíquicas que obstaculizan la expresión inmediata del instinto donde se encuentra el papel de la defensa, que tiene por efecto invertir el afecto de placer en disgusto. El afecto está entonces tanto entre soma y psiquis, como entre el yunque y el martillo. Finalmente, este esquema nos parece prefigurar el modelo del instinto con su fuente (sexual somática), su objeto (en el mundo exterior}, su impulso (aquí dividido en sus componentes), su finalidad (la acción especí- fica) y para terminar, su circuito. 3. "Proyecto de una psicología para neurólogos" (l 895). El interés del Proyecto para un estudio del afecto va más allá de las ' referencias directas hechas a esta noción. Ellas son de por sí bastante instructivas. Pero quien desea darse al esfuerzo de penetrar en esta fronda inextricable (y que comporta más de una contradicción insoluble}, el resul- ado de la investigación paga con creces el esfuerzo. Y que no se extraigan argumentos de la oposición de Freud a su publicación. Allí encontramos 19. SE, I, 200. EN FREUD 35 un gigantesco esfuerzo de recuperación teórica y el fundamento de la mayoría de las hipótesis futuras que Freud explotará extendiéndolas a lo largo de más de veinte años, distribuyendo de a poco lo que aquí dio de una vez. Relación de la cantidad a la calidad, distinción de la energía libre y energía ligada, hipótesis económica, priméros modelos de la experiencia de satisfacción y de la experiencia del dolor, bosquejo del yo y relación del yo y del objeto, papel de la simbolización, definición del proceso primario, teoría del pensamiento y de sus relaciones con el lenguaje y con la concien- cia donde se manifiesta el papel perturban te del afecto; todos estos funda- mentos metapsicológicos tienen la inmensa ventaja de ser el objeto de una articulación. Articulación desajustada sin duda, donde hay "juego" en más de un punto, pero articulación primordial. Reagruparemos bajo tres rúbricas la contribución del proyecto al pro- blema del afecto: ' A) El afecto en la experiencia de satisfacción, del dolor y de los estados de deseo; B) El papel del yo en la inhibición y en el gobierno de los afectos; C) Los trastornos del pensamiento provocados por los afectos. A) Experiencia de la satisfacción, del dolor y de los estados de deseo. Antes de hablar de las experiencias de la satisfacción, del dolor y de los estados de deseo,es importante recordar que la noción de cantidad y el principio de inercia (tendencia del aparato psíquico a la disminución de tensiones a nivel de cero) son supuestos fundamentales. La aspiración a la descarga es lo primero, la retención de una cierta cantidad es necesaria para las leyes de la vida. a) Experiencia de la satisfacción. En la experiencia de la satisfacción, primer modelo del deseo, el aumento de la tensión intensa provocada por 111 necesidad determina una modificación interna de este estado de cosas. 1\n primer lugar interviene una tentativa de descarga interna y externa, por 111anifestaciones emotivas y gritos. Pero esta descarga es inoperante, pues la Nifuación necesita de modificación externa para que la modificación inter- na se produzca: la acción específica susceptible de apaciguar la necesidad por la satisfacción (aportada por el objeto exterior). "De esta manera esta v (a de descarga adquiere una función secundaria de la más alta importan- l'ia , la de la comunicación y la impotencia original del ser humano es la l11cnte primera de todos los motivos morales."20 No es exagerado insistir ohrc este vínculo primero entre la descarga por la emotividad y la motri- rldad y la función de comunicación de la cual surgirá el lenguaje. Mejor l11d :1v ía, la satisfacción estará en adelante puesta en relación con la imagen dt 1 I objeto que ha provisto y la imagen motriz del movimiento reflejo que 20. SE, 1, 318. 36 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS ha permitido la descarga. Nuevamente puesta en relación entre percepción del objeto y la descarga interna (por su huella en la imagen motriz). Ima- gen motriz y afecto están, por consiguiente, ligados. Es así como el afecto está ligado por una parte a la función de comunicación, ergo del lenguaje; por otra parte a la experiencia corporal por la imagen motriz de la des~ carga. A continuación, para impedir que la reacción producida por una carga muy intensa (alucinatoria) del objeto ausente ne conduzca a la decepción renovada por imposibilidad de distinguir entre alucinación de objeto y per- cepción de objeto, una inhibición llegada del yo controla esta carga y da un criterio de la presencia real del objeto en la percepción. b) Experiencia del dolor. El dolor está ligado a la irrupción de grandes cantidades de excitación en el aparato psíquico, habiendo penetrado por una solución de continuidad producida por fractura en el sistema de protección. La irrupción de esta cantidad excesiva provoca una elevación de intensidad del nivel de carga, una tendencia a la descarga para suprimii' esta cantidad en exceso y una carga de la imagen del objeto que ha provo- cado el dolor, con vinculación entre estos dos últimos. Hay, sin embargo, que agregar que esta cantidad externa que hace fractura se acompaña de una calidad particular. En cuanto se da una nueva carga de la imagen mnésica del objeto hostil, se produce un estado análogo pero atenuado.2 1 Lo. que se produce, por lo tanto, no es dolor, sino cierta cosa parecida al dolor (el displacer), y la carga está, entonces, descargada (en virtud de la vinculación citada) en el interior del cuerpo. Freud hace aquí intervenir una categoría especial de neuronas secretorias, equivalentes a la descarga interna de las neuronas motoras para la descarga externa. Ulteriormente las huellas de la experiencia del dolor entrañan cargas, de más en más débiles, 21. Laplanche y Pontalis, en el artículo "Defensa" de su Vocabulaire, discuten esta experiencia del dolor. Les parece contradictoria con la hipótesis de un aparato neurónico que tiende a la disminución y la eliminación de las tensiones, que proceda por repeticiones en la carga alucinatoria de la imagen mnésica del objeto hostil que constituye un aumento de la carga al despertar el recuerdo de la experiencia del dolor. Pero se puede suponer que la carga de la imagen mnésica del objeto hostil es despertada cuando se vive una experiencia de necesidad no satisfecha demasiado prolongada, como reaparición de la experiencia de dolor. Se puede así imaginar que dada la frecuentación establecida entre esta imagen y la tendencia a la descarga, tal carga juega un papel de una señal que ayuda a la provocación de esta descarga, único medio de liquidar la cantidad acumulada de exceso, en ausencia de toda satisfacción luego de un tiempo prolongado. No se ve como tal cantidad podría ser liquidada, pero si bien es exacto que Freud es sobre este punto menos explícito y más oscuro, no se puede dejar de pensar que, en un contexto teórico kleiniano, este objeto hostil es un precursor del objeto malo. Finalmente, es necesario remarcar que en el pará- grafo siguiente el estado del deseo (carga alucinatoria del objeto de Ja satisfacción) comporta una elevación de Q71 en el sistema psíquico por sumaciones. Esta elevación de cantidad no es contraria a la hipótesis del aparato neurónico en Ja medida en que esta elevación de cantidad tiene por objetivo aportar (por un simulacro, es cierto) el apaciguamiento de la tensión. EN FREUD 31 de la imagen mnésica del objeto hostil, es decir representando de más en más el papel de señales, que desencadenan operaciones defensivas más y más importantes. Nos hemos detenido aquí sobre la experiencia del dolor porque ella remite al modelo del afecto de manera más explícita que la experiencia de la satisfacción. Pues si bien es cierto que ésta se acompaña de afecto (descarga por la emotividad y la motricidad), las huellas de la experiencia del dolor hacen explícitamente referencia a una descarga interna y secreto- ria.22 El modelo del afecto es más a menudo invocado bajo las experien- cias del displacer, de dolor, de angustia que para los estados de placer. c) Estados de deseo. Las huellas de las experiencias de dolor y de satisfacción son las de los afectos y de los estados de deseo. No hay que comprender por esto que los dos coexistan en cada experiencia, sino que el estado de deseo está ligado a la experiencia de satisfacción y el afecto a la experiencia de dolor (en tanto que huellas). El deseo como el afecto, tienen en común una elevación de tensión, pero por mecanismos diferen- tes. En el prinier caso, ésta es producida por una sumación que conduce a la carga alucinatoria del objeto (la futura realización alucinatoria del deseo), mientras que en la segunda ésta es producida por descarga brusca. Es así como se puede decir, en un amplio sentido, que el deseo es afecto en la medida que comporta· un estado afectivo en el ser,tido que se da en el lenguaje corriente. Pero de hecho sólo es la descarga interna, endógena y secretoria ligada a la imagen mnésica del objeto hostil la que merece este nombre.2 3 Se agrega aquí una dimensión de violencia en la reacción y de participación corporal intensa que le confiere esta especifici- dad. Hay aun que subrayar que el afecto es generado en el curso de la repetición de la experiencia orgánica del dolor. Es justamente esta calidad reproductiva que le confiere su dimensión propiamente psíquica. Por otra parte, se debe remarcar cuánto está subrayada la estrechez de vínculos entre el afecto y la defensa que él moviliza. Esta conduce a un entrena- miento más y más avanzado del aparato psíquico ante la evocación del afecto, en tanto que señal movilizada por las cargas más y más discretas de la imagen mnésica del ol;>jeto hostil. B) El papel del yo en la inhibición y el gobierno de los afectos. La re- petición de las imágenes mnésicas cargadas de afecto les hace perder pro- gresivamente su calidad afectiva. El tiempo y la repetición no están para nada en su dominio. Estos tendrían más bien tendencia a reforzarla. ()uc se trate de la carga alucinatoria del estado de deseo o de la facilitación 22. Los estímulos endógenos son asimilados a productos químicos (SE, I, 320). 23. Es probablemente para superar esta discordancia que Laplanche y Pontalis proponen una tesis que subraya el carácter traumático de toda manifestaciónpulsio- 1111 1 preferentemente a la satisfacción o insatisfacción que le siguen. 38 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS a la descarga de displacer de la carga de la experiencia del dolor, solamente una acción de ligazón llegada del yo puede allí detenerlas. Es plausible suponer que esta capacidad de alucinar tanto como la capacidad a ser cargado de afecto son índices de que la carga del yo no ha podido todavía adquirir influencia sobre los recuerdos, es decir, que las vías primarias de la descarga y que el proceso primario son predominantes en él. 24 Dos grandes direcciones de la actividad del yo están así trazadas: relaciones con la realidad (inhibición de la capacidad a alucinar, para per- mitir la distinción entre alucinación y percepción), actividad defensiva (prevensión de la descarga contra el displacer por la constitución de una defensa y de la represión). C) Los trastornos del pensamiento provocados por afectos. Dos condi- ciones son determinantes; según Freud, para perturbar un proceso psíquico normal: que la descarga sexual esté ligada a un recuerdo más que a una experiencia y que esta descarga haya tenido lugar muy precozmente o de manera prematura. Cuando existe una sumación entre las causas, se asiste a una producción de afecto. Volvemos a encontrar las ideas expre- sadas en los Estudios de la histeria. Toda producción de afecto molesta el curso normal del pensamiento por olvido de asociaciones, disminución del poder de selección y de lógica, y por utilización de vías abandonadas, en particular aquellas que conducen a la descarga. "En conclusión, el proceso afectivo se aproxima al proceso primario no inhibido."2 5 Aquí está retomada la idea de lo que se podría llamar el apoyo entre la idea (o representación) y el afecto: la descarga de afecto intensa por la idea desencadenante. El papel del yo será el de evitar los procesos afectivos ulteriores y de reducir la facilitación de las antiguas vías hacia la descarga, ésta siendo perturbadora en las actividades del pensamiento por la intensi- dad de cantidades que moviliza. El yo inhibe, entonces, el proceso prima- rio con la ayuda de la atención que lo despierta a las señales y le permite poner en marcha una defensa. 24. SE, 1, 381. Es necesario remarcar que las dos circunstancias por las cuales el progreso primario es interrumpido por razones cuantitativas son la experiencia del color (Q exógena) y el afecto (Q endógena, descargada por facilitación) (SE, 1, 335). 25. SE, 1, 357. Esta afirmación es contradictoria con la de SE, 1, 335, donde el afecto es considerado como una causa de integración del proceso primario. Sin duda hay que hacer intervenir cuestiones de umbral Y,de intensidad para conciliadas. EN FREUD 39 En el origen, una carga perceptiva, heredera de una experiencia de dolor, descargó displacer; la carga fue intensificada por Qr¡ descargada y continuó intentando descargarse a lo largo de vías de pasaje que fueron en parte pretrazadas. Después que un yo cargado se haya formado, 'la aten- ción' a las cargas perceptivas se desarrolla de la manera conocida y la atención sigue el pasaje de la cantidad de percepción con las cargas latera- les. Por este medio, la descarga de displacer ha sido cuantitativamente restringida y su comienzo fue precisamente una señal para el yo de volver a poner en marcha una defensa normal; esto impidió las experiencias nuevas de dolor con su facilitación de desenvolverse sin trabas. Sin embargo, mientras más fuerte era la descarga de displacer, más difícil era la tarea para el yo, que por sus cargas laterales, no puede después de todo sino proveer un contrapeso a la Qr¡ hasta un cierto límite y es así consagrada a 1 permitir un pasaje primario a producirse. Por otra parte, mientras más grande es la cantidad que intenta efectuar un pasaje, más difícil e~ para el yo la actividad de pensamiento que, como tiende a mostrarlo, consiste en el desplazamiento experimental de pequeñas Qr¡- 2 6 La perturbación interviene asimismo cuando en lugar de la percepción surge un recuerdo. Los numerosos ejemplos de los Estudios están aquí suplantados por el caso Emma del célebre proton pseudos, que aporta una ilustración de lo precedente y que merecería, por sobre todo un estudio. Cantidad y calidad en el Proyecto. - El problema del afecto está tan estrechamente ligado a las relaciones entre la cantidad (quántum de afec- to), y la calidad (aspecto subjetivo) que hay que considerar ese punto antes de dejar el Proyecto. Este ensayo está dominado por la tentativa de solucionar su oposición procurando llevar, en la medida de lo posible, los prnblemas cualitativos a las vicisitudes de la cantidad. 2 7 El objetivo confesado del Proyecto es considerar los procesos psíquicos como estados cuantitativamente de- terminados de partículas materiales. La toma en consideración de la cali- dad está allí subordinada. Pero ¿qué es esta misteriosa Q? 28 Q existe bajo dos formas. Por una parte, existe como estado dinámico, flujo o corriente 26. SE, 1, 358. Este pasaje que resume el conjunto de las afirmaciones sobre la experiencia de dolor, muestra la relatividad del funcionamiento del dispositivo, te- niendo en cuenta la cantidad. Pasado cierto umbral, la descarga es ineluctable, sobre- pasando las capacidades del yo. Su consecuencia es la perturbación patógena del pensamiento. 27. Esta posición será mantenida más tarde. En Pulsión et destin de pulsions (los instintos y sus destinos) se encuentra la idea según la cual no existen diferencias ualitativas entre las diversas pulsiones: "Nos basta, antes bien, admitir simplemente que las pulsiones son todas parecidas cualitativameqte y deben su afecto únicamente a las cantidades de excitación que llevan y también a ciertas funciones de esta canti- dad". Métapsychologie, trad. Laplanche y Pontalis, ed. Gallimard, p. 20. 28. Véase sobre esta cuestión elAppendix C, de Strachey al Proyecto, SE, 1, del que somos deudores por la redacción de este pasaje. 40 EN LOS TEXTOS PSICOANALÍTICOS que pasa de una neurona a otra entre las cargas. Q es, entonces, lo que dis- tingue la actividad del reposo y está sometida a las leyes generales del movimiento. Por otra parte, Q existe en estado estático cuando carga las neuronas de una cierta fracción de ella misma: es la carga.2 9 En cuanto a la naturaleza de Q, no está precisada y queda enigmática, ya que en ningu- na parte Freud ha dicho que se trata de una energía psíquica. Parece más probable que ella sea una energía indiferenciada que carga muchos sistemas entre ellos el sistema t/I. 1 Las propiedades de Q derivan de la hipótesis formulada por Freud en 1894 en su artículo sobre las Psiconeurosis de defensa. 3 ° Frente a la cantidad, Freud se debate mucho más incómodamente con el problema de la calidad. Freud se encuentra obligado, en el curso de la redacción del.Proyecto, a considerar junto al sistema l{! (las cantidades exógenas y físicas) y ¡jJ (las cantidades internas y psíquicas), un tercer sistema w end rgado específica- mente de la calidad. El está ligado a la percepción - las neuronas w son excitadas durante la percepción; la descarga de esta excitación da la calidad a la conciencia. Pero la calidad no aparece sino ahí donde las Q habrán sido previamente reducidas.3 1 Se asiste entonces a la transforma- ción de una cantidad externa en calidad (lf! en w). La receptividad adqui- rida de tal sistema exige una permeabilidad completa y una ausencia de orientación o de modificación por la excitación. El estado consciente re- presenta el lado subjetivo de los procesos físicos . La prueba más neta del ensayo de reducción de la calidad a la cantidad puede ser destacada en la afirmación de Freud según la cual, la tendencia a evitar el displacer tiende a confundirse con la tendencia primaria a la inercia, lo que implica para él una comunicación entre w y ¡jJ •3 2 Los signos (o índices) de calidad sobrevienen sólo en el momento de las percepciones.
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