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na, no es objeto exclusivo, ya que la madre preserva,junto al amor por su hijo,,su investimiento por otros objetos, su interés para tal o cual actividad, su autoinvestimiento y el investimiento libidinal hacia sus otros hijos. La rela ción que establece la madre con el yo anticipado ·es Una relación aconflictiva. Los anhelos identi.ficatorios que la madre formula en nombre del lactante en esta. primera fase no se enfrentan con anhelos diferentes que éste podría formular y catectizar. "' El niño desea lo que necesita y necesita lo que desea. La existencia, la presencia y el investimiento de la madre son para él condiciones vitales. No puede no investir a la madre y tampoco puede repartir sus investimientos sobre otros objetos para moderar su intensidad. La madre es una elección obligada, un objeto no sustituible, un objeto /.- que no puede faltar y que acapara la totalidad de la libido, ; excepto esa parte con que el infans deberá investir su J propio cuerpo, sus zonas sensoriales y sus funciones. La madre anticipa para su hijo (hija) un anhelo que le permitirá ubicarse como padre (madre) en el futuro. Este anhelo conjuga dos posiciones y dos funciones: la ocupada por su propio padre (madre) y la que podrá ocupar el infans como padre (madre) futuro. Entre estos dos esla• � bones se sitúa el padre real del niño. Este dirigirá su mirada hacia• él para captar lo que significa el término padre y cuál es el sentido del concepto función paterna. Ese anhelo que hereda el nin.o condensa dos relaciones libidínales: la que la madre había establecido con su pro pio padre en su infancia, y la que vive actualmente con aquel al que efectivamente le dio un hijo. Así como lama• dre es el primer representante del otro, el padre es el pri mer representante de los otros o del discurso del conjunto. Es quien permite a la madre designar un referente que garantice que su discurso, sus exigencias, sus prohi biciones no son arbitrarias sino culturales. El discurso cultural le delega el derecho y el deber de transmitirlos. 46 1 La presencia del padre real señala cómo antes del acceso a la categoría del concepto existe un eslabón intermedio que le ofrece una primera encarnación del símbolo a partir del cual, y secundariamente, podrá separar al concepto de su primer soporte en la escena de lo real. El niño reconoce al representante de la función paterna a través del discurso de la madre pero también en el discurso pronunciado por la voz pat;rna. _En una primera fase ese otro lugar, el del padre, está asignado por el deseo materno. Pero, en una segunda fase, el padre ocupa el lugar de quien tiene derecho a decretar lo que el hijo puede ofrecer a la madre como , placer Y lo que le está prohibido proponer en tanto él, el padre,_ desea a la :111adre y es deseado por ella. El padreserá visto por el mño como el objeto a seducir y, a la vez como el objeto del odio., '-" La relación del padre· con su hijo tendrá las huellas de la_ relació� con su propio padre. El, que en una época leJana qmso matar a su padre, proyectará en su hijo un deseo de muerte que le concierne. Será necesario que el deseo de muerte, reprimido en el padre, sea reemplazado • por �l anhelo consciente de que su hijo llegue a ser aquel a qUien se le da el derecho a ejercer una misma función en un tiempo futuro. El niño constituye para el padre un signo y una prueba de la función fálica de su propio pene. Lo que el padre ofrece a �avés de la mediación de su nombre, de su ley, de su autoridad, es un derecho de herencia sobre estos dones para que se los legue a otro hijo. De ese modo, enuncia la aceptación de su propia muerte. Al aceptar reconocerse como sucesor y reconocer un sucesor acepta legar su función. De tal manera confirma que la muerte es la consecuencia_ de una ley universal y no el precio con el que paga su prop10 deseo de muerte en relación con su padre. 47
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