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WOMAN HATING Para Grace Paley y en memoria de Emma Goldman …Shakespeare tenía una hermana; pero no busquéis su nombre en la vida del poeta escrita por Sir Sydney Lee. Murió joven... y, ay, jamás escribió una palabra […] Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive; porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne. Esta oportunidad, creo yo, pronto tendréis el poder de ofrecérsela a esta poetisa. Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo —me refiero a la vida común, que es la vida verdadera, no a las pequeñas vidas separadas que vivimos como individuos— y si cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad […] si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad […] entonces, llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo del que tan a menudo se ha despojado. Extrayendo su vida de las vidas de las desconocidas que fueron sus antepasadas, como su hermano hizo antes que ella, nacerá. En cuanto a que venga si nosotras no nos preparamos, no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando haya vuelto a nacer, pueda vivir y escribir su poesía, esto no lo podemos esperar, porque es imposible. Pero yo sostengo que vendrá si trabajamos por ella, y que hacer este trabajo, aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena… Virginia Woolf, Una habitación propia (1929) AGRADECIMIENTOS Ricki Abrams y yo empezamos escribiendo este libro juntas en Amsterdam, Holanda, en diciembre de 1971. Trabajamos largo y tendido y pasamos por mucho y, después, por muchas razones, nuestros caminos se separaron. Ricki se fue a Australia, luego a la India. Yo volví a Amérika [sic.]. Así que el libro, en sus primeras piezas y fragmentos, se convirtió en mío, así como la responsabilidad de terminarlo. Agradezco a Ricki el trabajo que hicimos y el tiempo que pasamos juntas, y por el libro que surgió de esos momentos y creció más allá. Andrea Dworkin ––––– Hay una miseria en el cuerpo y una miseria en la mente, y si las estrellas, cada vez que las mirásemos, echaran néctar en la boca y la hierba se convirtiera en pan, todavía estaríamos tristes. Vivimos en un sistema que fabrica la tristeza, derramándola de su molino, las aguas de la tristeza, el océano, la tormenta, y nos ahogamos, muertos, demasiado pronto. . . . el levantamiento es la inversión del sistema, y la revolución es el cambio de rumbo. Julian Beck, The Life of the Theatre ––––– La Revolución no es un evento que lleva dos o tres días, en el que se dispara y se cuelga. Es un proceso prolongado en el que se crean nuevas personas, capaces de renovar la sociedad para que la revolución no reemplace a una elite con otra, sino que la revolución cree una nueva estructura anti-autoritaria con personas anti-autoritarias que a su vez, reorganicen la sociedad para que se convierta en una sociedad humana no alienada, libre de la guerra, el hambre y la explotación. Rudi Dutschke, 7 de marzo de 1968 ––––– No le enseñas a alguien a contar solo hasta ocho. No dices que el nueve y diez y más allá no existen. Le das todo a la gente o no pueden contar en absoluto. Hay una revolución real o ninguna en absoluto. Pericles Korovessis, en una entrevista en Liberation, junio de 1973. Introducción Este libro es una acción, una acción política cuya meta es la revolución. No tiene otro propósito. No es una sabiduría cerebral, ni una mierda académica, o ideas talladas en granito o destinadas a la inmortalidad. Es parte de un proceso y su contexto es el cambio. Es parte de un movimiento planificador para reestructurar las formas de la comunidad y la conciencia humana para que las personas tengan poder sobre sus propias vidas, participen plenamente en la comunidad, vivan con dignidad y libertad. El compromiso de terminar con el dominio masculino como una realidad fundamental psicológica, política y cultural de la vida en la Tierra es el compromiso revolucionario primordial. Es un compromiso con la transformación del yo y la transformación de la realidad social a todos los niveles. El núcleo de este libro es un análisis del sexismo (este sistema de dominio masculino), qué es, cómo opera sobre nosotras y en nosotras. Sin embargo, sí quiero discutir brevemente dos problemas, tangenciales a este análisis, pero aún cruciales para el desarrollo de un programa y conciencia revolucionarias. El primero es la naturaleza del movimiento de mujeres como tal, y el segundo tiene que ver con el trabajo de la escritora. Hasta la aparición de la brillante antología Sisterhood Is Powerful y el extraordinario libro de Kate Millett, Política Sexual, las mujeres no habían pensado en sí mismas como personas oprimidas. La mayoría de mujeres, es preciso admitir, aún no lo hacen. Pero el movimiento de mujeres como un movimiento de liberación radical en Amérika tiene su inicio desde la aparición de esos dos libros. Aprendemos a medida que reclamamos nuestro testimonio de que hubo un movimiento 1 feminista que se organizó en torno al logro del voto para las mujeres. Nos enteramos de que esas feministas también eran ardientes abolicionistas. Las mujeres "salieron" como abolicionistas, fuera de los armarios, cocinas y dormitorios; en reuniones públicas, En el original, juego de palabras, aparece herstory en vez de history. 1 periódicos, y las calles. Las heroínas activistas del movimiento abolicionista fueron las mujeres negras, Sojourner Truth y Harriet Tubman, y son modelos prototípicos revolucionarios. Esas primeras feministas amerikanas pensaron que el sufragio era la clave para la participación en la democracia amerikana, y que, libres y emancipadas, las antiguas esclavas serían, de hecho, libres y emancipadas. Estas mujeres no imaginaron que el voto se negaría, efectivamente, a las negras y negros a través de exámenes de alfabetización, calificaciones de propiedad y la acción de la policía justiciera de blancos racistas. Tampoco imaginaron la doctrina “separados pero iguales” y los usos que se le darían. El feminismo y la lucha por la liberación negra formaban parte de un todo. Ese todo fue llamado, ingenuamente quizás, la lucha por los derechos humanos. El hecho es que la conciencia, una vez experimentada, no puede ser negada. Desde el momento en que las mujeres se experimentaron como activistas y empezaron a entender la realidad y el significado de opresión, empezaron a articular un feminismo políticamente consciente. Su foco, su objetivo concreto, era conseguir el sufragio para las mujeres. El movimiento de mujeres se formalizó en 1848 en Seneca Falls cuando Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, ambas activistas abolicionistas, convocaron una convención. Esa convención redactó The Seneca Falls Declaration of Rights and Sentiments, que es hasta el día de hoy una declaración feminista sobresaliente. Al luchar por el voto, las mujeres desarrollaron muchas de las tácticas que se usaron, casi un siglo después, en el Movimiento por los Derechos Civiles. Para cambiar las leyes, las mujeres tenían que violarlas. Para cambiar la convención, las mujeres tenían que violarla. Las feministas (suffragettes) eran activistas políticas militantes que utilizaron las tácticas de desobedienciacivil para lograr sus objetivos. La lucha por el voto empezó oficialmente con la Convención de Seneca Falls en 1848. No fue hasta el 26 de agosto de 1920 cuando las mujeres recibieron el derecho a voto por parte del amable electorado masculino. Las mujeres no imaginaron que el derecho a voto apenas tocaría, y mucho menos transformaría, sus propias situaciones opresivas. Tampoco imaginaron que la doctrina “separados pero iguales” se desarrollaría como una herramienta de dominación masculina. Tampoco imaginaron los usos a los que se sometería. Siempre ha habido, además, feministas individuales –mujeres que han violado las estructuras del rol femenino– que desafiaron a la supremacía masculina, que lucharon por el derecho a trabajar, por su libertad sexual, o por la liberación de la esclavitud del contrato matrimonial. Esas individuas a menudo eran elocuentes cuando hablaban de la opresión que sufrían como mujeres en sus propias vidas, pero otras mujeres, debidamente instruidas para cumplir sus roles, no escuchaban. Las feministas, más frecuentemente como individuas pero a menudo en pequeños grupos militantes, lucharon contra el sistema que las oprimía, lo analizaron, fueron encarceladas, condenadas al ostracismo, pero no hubo un reconocimiento general de las mujeres que eran oprimidas. En los últimos 5 o 6 años, este reconocimiento a las mujeres se ha generalizado. Hemos empezado a entender la extraordinaria violencia que se ha ejercido sobre nosotras, que se ejerce sobre nosotras, cómo nuestras mentes son suprimidas en su desarrollo por una educación sexista; cómo nuestros cuerpos son violados por acicalados varones dominantes; cómo la policía funciona contra nosotras en casos de secuestro o asalto; cómo los medios de comunicación, sistema educativo e iglesias conspiran para negarnos la dignidad y la libertad; cómo la familia nuclear y el comportamiento sexual ritualizado nos aprisiona en unos roles y formas que son degradantes para nosotras. Hemos desarrollado sesiones de autoconciencia para tratar de comprender la magnitud extraordinaria de nuestra desesperación, para tratar de buscar la profundidad y los límites de nuestra ira interiorizada, para tratar de encontrar estrategias para liberarnos de las relaciones opresivas, el masoquismo y la pasividad. De nuestra propia falta de autoestima. Hubo tanto dolor como éxtasis en este proceso. Las mujeres nos descubrimos unas a otras, porque en verdad ningún grupo oprimido había estado tan dividido y conquistado. Las mujeres debemos lidiar con opresiones concretas: formar parte del proceso económico, borrar leyes discriminatorias, controlar nuestras vidas y nuestros cuerpos, para desarrollar la capacidad concreta de sobrevivir en nuestros propios términos. Las mujeres empezamos también a articular análisis estructurales de nuestra sociedad sexista, Millet lo hizo en Política Sexual; en Vaginal Politics Ellen Frankfort demostró los complejos y mortíferos prejuicios contra la mujer del establishment médico; en Women and Madness la Dra. Phyllis Chesler mostró que las instituciones mentales son prisiones para mujeres que se rebelan contra el rol femenino bien definido de la sociedad. Empezamos a vernos a nosotras mismas claramente, y lo que vimos fue espantoso. Vimos que éramos, como escribió Yoko Ono, the niggers of the world , esclavas del 2 esclavo. Vimos que éramos las supremas sirvientas negratas, necias, lameculos, Literal: Los negratas del mundo.2 arrodilladas, arrastradas. Reconocimos todas nuestras conductas sociales como conductas aprendidas que funcionaron para sobrevivir en un mundo sexista: nos pintamos, sonreímos, expusimos piernas y culo, tuvimos hijos, nos quedamos en casa, como nuestras adaptaciones a la realidad de la política de poder. La mayoría de las mujeres involucradas en articular la opresión de las mujeres eran blancas y de clase media. Gastamos, incluso si no ganamos o controlamos, enormes sumas de dinero. Debido a nuestra participación en el estilo de vida de la clase media, éramos los opresores de otras personas, nuestras pobres hermanas blancas, nuestras hermanas negras, nuestras hermanas chicanas y los hombres que, a su vez, las oprimían. Este tejido de opresión estrechamente entretejido, que es la estructura de clase racista de Amérika en la actualidad, aseguró que dondequiera que uno estuviera, pisaba con al menos un pie el vientre de otro ser humano. Como mujeres blancas de clase media, vivíamos en la casa del opresor de todos nosotras que nos apoyó mientras abusaba de nosotras, nos vestía como nos explotaba, nos "atesoraba" en pago por las muchas funciones que realizábamos. Éramos las concubinas mejor alimentadas, mejor cuidadas, mejor vestidas y más dispuestas que el mundo hubiese conocido. No teníamos dignidad ni libertad real, pero sí gozábamos de buena salud y largas vidas. El movimiento de mujeres no se ha ocupado de este problema primordial, y ese es su peor fracaso. Ha habido poco reconocimiento de que la estructura del estilo de vida de la clase media es crucial para el desarrollo de formas comunitarias decentes en las que todas las personas puedan ser libres y tener dignidad. Ciertamente, no hay un programa para tratar con las realidades del sistema de clases en Amérika. Por el contrario, la mayoría de los movimientos de mujeres, con ceguera espantosa, se han negado a asumir ese tipo de responsabilidad. Solo el movimiento day-care ha reflejado, o actuado de 3 manera pragmática, de alguna manera las necesidades concretas de todas las clases de mujeres. La ira en la administración de Nixon por recortar los fondos de guardería es, en el mejor de los casos, ingenua. Dada la estructura de la política de poder y el capital en Amérika, es ridículo esperar que el gobierno federal actúe en interés de la gente. El dinero disponible para las mujeres de clase media que se identifican como feministas deben canalizarse a los programas que queremos desarrollar y nosotras debemos desarrollarlos. En general, las mujeres de clase media se han negado absolutamente a tomar medidas, Guarderías.3 comprometerse, interferir, o alterar significativamente su estilo de vida, un nivel de vida, que es adinerado y privilegiado. El análisis del sexismo en este libro articula claramente cuál es la opresión de las mujeres, cómo funciona, cómo se enraíza en la psique y en la cultura. Pero este análisis es inútil a menos que se ligue a la conciencia y compromiso políticos que redefinirán totalmente la comunidad. Una no puede ser libre, nunca, jamás, en un mundo carente de libertad, y en el curso de redefinición de la familia, la iglesia, las relaciones de poder, todas las instituciones que nos habitan y ordenan nuestras vidas, no hay forma de conservar el privilegio y la comodidad. Intentar hacerlo es destructivo, criminal e intolerable. La naturaleza de la opresión de las mujeres es única: las mujeres son oprimidas como mujeres, independientemente de su clase o raza; algunas mujeres tienen acceso a una riqueza significativa, pero esa riqueza no significa poder; las mujeres se encuentran en todas partes, pero no poseen ni controlan el territorio apreciable; las mujeres viven con quienes las oprimen, duermen con ellos, tienen a sus hijos –estamos enredadas, sin esperanza, según parece, en las tripas de la maquinaria y el modo de vida que nos arruina–. Y tal vez lo más importante es que la mayoría de las mujeres tienen poco sentido de la dignidad o de autoestima o de fuerza, ya que esas cualidades están directamente relacionadas con el sentido de la virilidad. En Revolutionari Suicide, Huey P. Newton nos dice que las Panteras Negras no usaron armas porque eran símbolos de la virilidad, pero encontraron el coraje para actuar como lo hicieron porque eran hombres. Cuando las mujeres encontramos el valor para defendernos, para tomar una posición contra la brutalidad y el abuso, estamos violando cada noción de la condición de mujer que se nosha enseñado. El camino a la libertad para las mujeres está obligado a ser tortuoso solo por esa razón. El análisis en este libro se aplica a las situaciones de vida de todas las mujeres, pero todas las mujeres no están necesariamente en un estado de emergencia primaria como mujeres. Lo que quiero decir con esto es sencillo. Como judía en un campamento alemán nazi, estaría oprimida como mujer, pero perseguida, masacrada, como judía. Como nativa americana, estaría oprimida como india , pero perseguida, masacrada, como nativa 4 americana. Esa primera identidad, la que trae consigo la muerte como parte de su definición, es la identidad de emergencia primaria. Este es un reconocimiento importante porque nos libera de una seria confusión. El hecho, por ejemplo, de que muchas mujeres squaw: piel roja, india (Collins).4 negras (no todas) experimenten una emergencia primaria como negras, de ninguna manera disminuye la responsabilidad de la comunidad negra de asimilar este y otros análisis del sexismo y aplicarlo en su propio trabajo revolucionario. Como escritora con un compromiso revolucionario, me siento profundamente afligida por el tipo de libros que las escritoras están escribiendo, porque están comprometidas con 5 el contenido de esos libros. Yo quiero escritoras que escriban libros como acciones. Quiero escritoras que escriban libros que puedan marcar la diferencia en cómo, y hasta por qué, viven las personas. Quiero escritoras que escriban libros por los que valiese la pena ser encarceladas, por los que valiese la pena luchar, y si se llegara a eso en este país, por los que valiese la pena morir. Los libros son en su mayor parte en Amérika un negocio. La gente los escribe para ganar dinero, para hacerse famosa, para construir o promocionar sus carreras. La mayoría de población amerikana no lee libros –prefieren la televisión–. Las académicas encierran sus 6 libros en una enrevesada red insólita y abstracta. Su noción es que hay ideas, y arte, y luego en otra parte, no relacionada, la vida. Su noción es que tener una idea decente o moral es ser una persona decente o moral. Debido a esta extraña esquizofrenia, los libros y su escritura se han convertido en florituras en un modo de vida moribundo. Porque hay un desprecio por el proceso de escribir, por escribir como forma de descubrir el sentido y la verdad, y por leer como una pieza de ese mismo proceso, destruimos con regularidad a las pocas escritoras serias que tenemos. Las convertimos en personajes de cómic, desangrándolas de toda privacidad y coraje y sentido común, exorcizando su visión como deporte, demandando que o nos entretienen o serán relegadas al olvido. Y esto es una gran tragedia, porque su trabajo nunca había sido tan importante como lo es ahora en Amérika. Muchas ven que en esta tierra de pesadilla, el lenguaje no tiene sentido y el trabajo del escritor está arruinado. Muchas ven que el triunfo de la conciencia autoritaria es su capacidad para hacer que la palabra hablada y escrita carezca de significado, por lo que no podemos hablar u oírnos hablar. Es el trabajo de las escritoras reclamar el lenguaje de aquellos que lo utilizan para justificar el asesinato, el saqueo, la violación. La escritora puede y debe hacer el trabajo revolucionario de usar palabras para comunicarse, como comunidad. Nota de la traductora: en esta traducción no oficial se utiliza el femenino plural en lugar del 6 masculino plural para referirse a la totalidad. Aquellas de nosotras que amamos leer y escribir creemos que ser escritora es una responsabilidad sagrada. Significa decir la verdad. Significa ser incorruptible. Significa no tener miedo, y no mentir nunca. Aquellas de nosotras que amamos leer y escribir sentimos mucho dolor porque muchas personas que escriben libros se han vuelto cobardes, payasos y mentirosos. Aquellas de nosotras que amamos leer y escribir empezamos a sentir un desprecio mortal por los libros, porque vemos a las escritoras venderse y comprarse en el mercado –las vemos distribuyendo sus manchadas mercancías en cada esquina. Demasiadas escritoras, para mantener su estilo de vida amerikano, venderían a sus madres por un centavo. Para mantener la responsabilidad sagrada de la escritora basta sencillamente con respetar a las personas y amar a la comunidad. Violar esta verdad es abusarse a sí mismo y hacer daño a los demás. Creo que la escritora tiene una función vital en la comunidad, y una responsabilidad absoluta hacia la gente. Pido que este libro sea juzgado en este contexto. Específicamente, Woman Hating habla de hombres y mujeres, los roles que juegan, la violencia entre ambas. Empezamos con los cuentos de hadas, los primeros escenarios de mujeres y hombres que moldean nuestra psique, nos enseñan de forma distinta antes de que nos podamos dar cuenta. Continuamos con la pornografía, donde encontramos los mismos escenarios, explícitamente sexuales y ahora más reconocibles, nosotros y nosotras mismas, la mujer carnal y el hombre heroico. Continuamos con la historia de las mujeres –el vendaje de los pies en China, la quema de brujas en Europa y Amérika. Ahí vemos las definiciones del cuento de hadas y pornografía funcionando en la realidad, la aniquilación real de las mujeres –aplastar su libertad hasta que no quede nada, su voluntad, sus vidas–, cómo fueron forzadas a vivir, y cómo fueron forzadas a morir. Vemos las dimensiones del crimen, las dimensiones de la opresión, la angustia y miseria que son una consecuencia directa de la definición del rol polarizado, de las mujeres definidas como carnales, como malvadas, las Otras. Reconocemos que es la estructura de la cultura que engendra muertes, violaciones, violencia, y buscamos alternativas, formas de destruir la cultura tal y como la conocemos, reconstruyéndola tal y como podemos imaginar. Sin embargo, escribo con una herramienta rota, un lenguaje que es sexista y discriminatorio en su esencia. Intento hacer las distinciones, no "historia" como toda la historia humana, no "hombre" como el término genérico para la especie, no "virilidad" como el sinónimo de valor, dignidad y fuerza. Pero no he tenido éxito en reinventar el lenguaje. Este trabajo no ha sido realizado en aislamiento. Le debe mucho a otras. Agradezco a mis hermanas, las mujeres que están buscando en nuestro pasado común, y escribiéndolo para que podamos conocerlo y sentirnos orgullosas. Agradezco a mis hermanas, a estas mujeres en particular cuyo trabajo ha contribuido tanto a mi conciencia y resolución: Kate Millett, Robin Morgan, Shulamith Firestone, Judith Malina y Jill Johnston. También agradezco a otros que, a través de sus libros y vidas, me han enseñado tanto, en particular Allen Ginsberg, James Baldwin, Daniel Berrigan, Jean Genet, Huey P. Newton, Julian Beck y Timothy Leary. Agradezco a mis amigas de Amsterdam que fueron familia para la escritura de gran parte de este libro y que me ayudaron en tiempos muy duros. Agradezco a Mel Clay, que creyó en este libro desde sus oscuros comienzos, a los editores de Suck y en particular a Susan Janssen, Deborah Rogers, Martin Duberman, y Elaine Markson, que han sido maravillosas conmigo. Agradezco a Marian Murphy, que trató de decirme hace mucho tiempo que O fue una persona oprimida. El capítulo 3 está dedicado a Brian. Agradezco a Karen Malpede y Garland Harris por su apoyo y ayuda. Agradezco a Joan Schenkar por empujarme un poco más lejos de lo que estaba dispuesta o era capaz de ir. Agradezco a Grace Paley, Karl Bissinger, Kathleen Norris y Muriel Rukeyser. Sin su amor y amistad este trabajo nunca podría haberse realizado. Sin sus ejemplos de fuerza y compromiso no sé quién sería, o cómo estaría. Agradezco a mi hermano Mark y a mi cuñada Carol por su amistad, cariño y confianza. Y agradezco a mis padres, Sylvia y Harry Dworkin, por su devoción y apoyo a lo largo de estos años, que debieron de parecerles interminables, cuando su hija estaba aprendiendo suoficio. Les agradezco que me criaran con verdadero cariño y ternura, por creer en mí para poder aprender a creer en mí misma. Andrea Dworkin Nueva York, julio de 1973
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