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8 CON QUÉ otoo CONVIENE ESCUCHAR no sólo de su pistola, ¿por qué no decir de. supene? sino también y sobre todo de su muJer, mi m;dre : de donde habría de inferi; que tuv� el deseo de poseer a mi madre.. ¡ Que descubn miento •.• 1 ¡ Y qué irrisión!" Es evidente . que,aun antes de comenzar el análisis, el paciente sabía, como lo sabe todo el mundo en la ac�ua lidad, que había vivido una s.ituación edí�ica; por eso lo que le dice el analista es tan cierto como ix=nsorio, y sólo se basa en la idea del pri vilegio de un presente 9ue debe:fa subrayar el acento que ha puesto la mtervención sobre 71 carácter actual transferencia!, de las emociones agresivas. P�ro no es menos evidente que el paciente, en ese caso, tiene legítimamente la sen sación de ver colocado sobre su relato una espe cie de cancél de precomprensión por el que e;1- trará necesariamente todo lo que pueda ocurnr sele para ordenarse en ciertos estereotipos, poco nu�erosos por lo demás, siguiendo el modelo . de Edipo o de la castració�. Por lo demás, con su agresiva ironía no se pnva de forzar la nota para confundir a su interlocutor; subraya el ele mento "cuadro" de su fantasía onírica, en tanto que representa en segundo grado la escena del sueño, cuyo punto focal es al mismo tiempo, Y se complace en imaginar lo que Michel Foucault, en lugar del analista, habría podido hacer con esa "representación de la representación" cuan do escribía "Las meninas" .r. Dejándose llevar entonces, un instante, por el culto de un principio bien conocido según el cual son los pacientes quienes siempre se equivocan, nuestro analista no quiere oír en estas últime:s palabras sino una manifestación de resistencia r, M. Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo xxi, México 1968 · cap. I: "Quizá haya, en este cuadro de Velázq�ez, ,n;a representación de la representación clá sica y la definición del espacio que ella abre" (p. 25). CON QUÉ OÍDO CONvIENE ESCUCHAR s del paciente al impacto de alguna verdad que afectará demasiado vivamente su inconsciente. Y sin embargo, en cualquier hipótesis, sea que el analista persista en pensar que ha dado en el cla vo o que reconozca que se le ha escapado la carne viva de aquello que está en cuestión, no le queda más que precisar la naturaleza de ese punte, sensible, pues no podría ser "la agresivi dad", la "rivalidad" o el "temor a la castración" en su valor general de verdad. Lo mejor en estas circunstancias es siempre, para el psicoanalista, una vez pasado el estado de ánimo del que se supone que no debe experimentarlo, volver a las palabras del paciente: y resulta justamente que, aun en su expresión irónica, evocando a un Mi chel Foucault analista, el psicoanalizado pone el acento en un término del sueño, el cuadro. Todo invita, pues, a interrogar sobre ese punto focal: has,ta ahora el paciente no lo ha evocado s�o a través de su autor, Magritte e, imprecisamente, por su tema, un cuerpo de mujer. "¿Y qué me dice usted de ese cuadro?", puntualiza entonces el analista en tono interrogativo. . · · Es una mu ier hecha de piedras ensambladas, como un monumento, en su cuerpo se recorta una forma de pájaro planeando, inmóvil, enmar cando el mar. Sorprendente composición que se ofrece a un sinfín de interpretaciones posibles que convergen todas, fascinadas por esa huida hacia el mar. Pero esta composición se muestra todavía más sorprendente cuando se descubre que no es obra de Magritte sino invención d�l paciente, que reordena a su manera temas fam1. liares al pintor: toma prestada la mujer, quizá, de la est'atua de las Flores del mtll, o quizá de ese tronco de piedra venusino, tirado en la. P!ª· ya, cuyo título es Cuando suene la hora; las pie• dras ensambladas se encuentran, macizas, en la pared carcelaria ( donde se inscribe una mesa con
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