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Los mil y un caribe…
16 textos para su (des) entendimiento
Los mil y un caribe…
16 textos para su (des) entendimiento
EditorEs
Jorge Enrique Elías Caro
Historia Empresarial y Desarrollo Regional
Fabio Silva Vallejo
Oraloteca del Caribe
Universidad del Magdalena
2009
Índice
Presentacion del libro .................................................................................. ?
A manera de introduccion: antillanidad, caribeñidad, costeñidad: 
tres categorias diferentes una realidad absoluta. ............................................. ?
 Jorge Enrique Elías Caro y Fabio Silva Vallejo
el caribe: bases para una geohistoria ............................................................ 7
 Francisco Avella
el caribe y su pasado ................................................................................... 33
 Roberto González Arana y Antonino Vidal
Identidad y diversidad lingüística en el caribe ............................................. 43
 Omar González Ñáñez
Integración y fronteras en el caribe. Nuevas visiones .................................... 63
 Jorge Enrique Elías Caro
La libertad en el Caribe: entre ideas y realidades ......................................... 105
 Fabio Silva Vallejo
Tres momentos en la vida política de las etnias del caribe colombiano ........ 123
 Alexis Carabalí Angola. Antropólogo
Caribeños o antillanos: los cubanos en la identidad compartida .................... 139
 Francisca López Civeira
“Los burdeles tolerados habaneros en la segunda mitad del 
siglo XIX” .................................................................................................. 169
 Alberto José Gullón Abao
Relaciones y cooperación: Cuba-Centroamérica .......................................... 187
 Adalberto Santana
Miradas históricas sobre la reconfiguración geomarítima del golfo 
mexicano en el contexto de la ruta trasatlantica, 1750-1850 ........................ 201
 Abel Juárez Martínez
Los miL y un caribE… 16 tExtos para su (dES) EntEndimiEnto
6
Cimarrones en la “frontera” de Guayana. ¿Cómo los españoles 
aprovecharon este fenómeno para la gestión territorial? .................................. 217
 Christian Cwik
Notas para estudiar los límites entre México y Belice .................................. 237
 Manuel Uc Sánchez
Tres siglos de relaciones intercaribes. Santiago de Cuba y 
tierra firme (1494-1823) ................................................................................. 249
 Olga Portuondo Zúñiga
Gestación de la moderna economía azucarera en las Antillas 
Hispanas (1850- 1900) ................................................................................. 273
 Oscar Zanetti Lecuona
La Habana y la nueva españa, el mediterráneo americano y la 
administración española en el siglo XVIII ................................................... 309
 Arturo Sorhegui D´Mares
Fiestas y modernidad en Yucatán de finales de siglo XIX ............................ 331
 Genny Negroe Sierra
7
el Caribe:
bases para una geohistoria
Francisco avella1
Introducción
Hacer “una” Geohistoria del Caribe es un proyecto ambicioso, pero nece-
sario en las actuales circunstancias de la región. El descubrimiento del Caribe 
con el cual se inicia la “modernidad” en el siglo XVI, no solo es un momento 
fundamental en la configuración de la economía – mundo actual, sino que 
también es el descubrimiento del “otro”, del distinto, del que no es igual y por 
lo tanto se pudo sojuzgar y reducir a la esclavitud. Hoy el Caribe después de 
haber sido durante 5 siglos el campo de batalla en el que se jugaron su suerte 
los viejos imperios, entra en un proceso de marginación en pleno período de 
globalización mundial, en el que la industria del azúcar, el tabaco y las espe-
cies se cambia por el turismo, la maquila y el lavado de dólares en los paraísos 
fiscales.
Para adelantar este Proyecto se propone tomar la metodología de Levy 
(1997) en su libro “Europa. Una Geografía”, y aplicarla tal como el mismo 
lo plantea, a un objeto concreto, en este caso el Caribe. Sin embargo será ne-
cesario tener en cuenta que una metodología es válida en la medida en que 
se adecue al objeto investigado, que como se verá, no solo se adecua sino que 
permitiría la descripción y posiblemente la explicación de los procesos geohis-
tóricos que han estructurado el Caribe.
1 Instituto de Estudios Caribeños. Universidad Nacional de Colombia, Sede de San Andrés
EL caribE: basE para una gEohistoria
8
1.- Problemática
Para hacer al menos identificable el Caribe en su aspecto espacial, es ne-
cesario abordarlo como problema o sea como objeto geográfico. La geografía 
tradicional se limitó a describir una serie de situaciones sin interpretarlas o 
explicarlas. En este sentido ha descrito el espacio en el que se desarrollan una 
serie de procesos importantes desde el punto de vista histórico. Es decir descri-
bía para ordenar hechos que no se discutían, y que metía como en una especie 
de cajas cuyos nombres eran los tradicionales puntos del estudio geográfico: 
geología, geomorfología, suelos, vegetación etc.
La geografía hoy día es una ciencia del movimiento, que explica los cam-
bios. Para ello debe poder explicar las lógicas espaciales que los rigen, y que 
hacen que un objeto geográfico sea comparable con los demás. Por eso requie-
re poner en el centro de su atención los aspectos singulares es decir los que 
permiten su comparación, así sean distintos y estudiar como casos aparte los 
unívocos, o sea lo que solo son iguales a sí mismos.
La geohistoria permite explicar esas singularidades (en el sentido en que 
pueden ser comparables a otras y no en el de únicas), que se dan en un área 
tan amplia como la de un sub-continente. Así lo demostró Braudel (1982) para 
el Mediterráneo y hoy lo hace Levy, (1997) para Europa. Esta visión puede 
ser aplicada...“Al estudio geográfico sistemático de escalas superiores a las del 
Estado, que es una preocupación muy reciente”(p. 265). 
Y desde el punto de vista metodológico, también al Caribe, con las salve-
dades que se analizan en la conclusión.
1.1.- ¿Qué geohistoria para el caribe?
Todo proyecto científico tiene por fin producir un objeto nuevo (Levy, 
1997), cuyo costo debe ser inferior al del conocimiento adquirido. Sin embargo 
esta economía del trabajo investigativo parece ser más bien la excepción que 
la regla en el caso del estudio del Caribe: muchos estudios, pero aún es difícil 
saber qué es el Caribe, no solo como objeto geográfico, sino también como 
objeto histórico (Lara, 1998). Por eso construir un “sujeto” geohistórico nuevo 
sobre el Caribe, resulta un proyecto oportuno.
9
Francisco avELLa
Pero para adelantar este proyecto, hay que analizar con un ojo crítico lo 
que ha sido la manera tradicional de hacer geografía en el Caribe y ofrecer una 
alternativa que permita llevarlo a cabo. 
1.1.1.- La visión tradicional 
El caso del Caribe es un buen ejemplo. Cualquiera que haya trajinado las 
bibliografías, o simplemente los textos universitarios y de secundaria de geo-
grafía y de historia de los países del Caribe hasta un período reciente, tiene la 
sensación de repasar una lista de lugares fija en el tiempo, sobre los cuales los 
hombres realizan una serie de actividades que les permite vivir. 
El método geográfico tradicional consistente en establecer de ante mano 
un marco territorial y político estable, para un país, una región, un conjunto 
de regiones o de países, ofrecía un cuadro cómodo, pero estático. Pero en el 
Caribe los cambios son rápidos. Territorios, con un nombre y una historia de-
rivados del fin de los procesos coloniales del pasado, han pasado a ser, a pesar 
de su pequeño tamaño, países insulares a partir de los azares de las nuevas 
independencias, después del proceso de descolonización de la Segunda Guerra 
Mundial. Estos países, junto con los ya existentes de Centroamérica y Sura-
mérica con límites en el Caribe, conforman hoy un bloque de 36, mientrasque 
Norteamérica tiene 3 y Suramérica 7 (Sandner, 2000).
Estos cambios generan procesos dinámicos en la conformación política de 
la región, con consecuencias sobre la estructuración regional, hasta el punto en 
que la representación del Caribe en las organizaciones internacionales (OEA, 
Naciones Unidas, OMS, OIT, etc.), podría tener un peso muy importante en 
las decisiones si actuara como un bloque con intereses generales. Pero la reali-
dad es que al nivel internacional, el Caribe más parece una colcha de retazos, 
que una región políticamente integrada. En cierta manera la fragmentación 
geográfica, expresa también una fragmentación política que los mecanismos 
de integración no han podido superar a partir de las diferentes organizaciones 
internacionales con objetivos e intereses divergentes (CARICOM, AEC, Gru-
po de Contadora, Grupo de los Tres, etc.)
Pero independientemente de este marco jurídico político internacional, 
de su importancia geopolítica y de su dinámica también está el marco territo-
rial sobre el cual se construye la geografía de un país, Esta, tiene como prerre-
quisitos la descripción de una serie de lugares y de sus subdivisiones, que por 
EL caribE: basE para una gEohistoria
10
lo general correspondían a los sitios en donde han ocurrido acontecimientos 
históricos que han contribuido a la fundación de la nación y que es importante 
recordar. 
desde este punto de vista la geografía tradicionalmente es solo un apén-
dice de la historia que describe el espacio que contienen una serie de aconteci-
mientos importantes dentro de los límites de un territorio, sin preocuparse por 
explicar qué sentido tienen. 
Esta descripción cuya base es fundamentalmente histórica, se acompaña 
además de una larga lista de características físicas (geología, geomorfología, 
climatología, hidrología, vegetación, ecosistemas, etc.), económicas (distribu-
ción espacial de la producción, ubicación del comercio, principales áreas de 
consumo, mercados, etc.) y humanas (repartición de la población, densidad, 
centros, periferias, distribución por edad, sexo, etc.). 
En el mejor de los casos se acompaña de una descripción del funciona-
miento administrativo, de sus recursos a explotar, y de sus limitaciones para el 
manejo territorial. A veces también incluye las recomendaciones para movili-
zar sus potencialidades propias, en base a las capacidades culturales de cada 
lugar históricamente seleccionado.
La consecuencia, por lo regular inesperada de estas descripciones, es que 
frecuentemente los sitios que no tienen importancia histórica no tienen tampo-
co geografía. Los mapas resultantes muestran grandes vacíos en los lugares co-
munes y corrientes, es decir en la mayoría del territorio de las nuevas naciones.
A este cuadro se agrega la imposibilidad de situar los flujos, o de ubicar 
las redes de intercambio y en general de conocer los procesos dinámicos, fre-
cuentemente descritos como estáticos, que en últimas son los que permiten de-
finir los cambios en el manejo del territorio y el aprovechamiento del espacio. 
Es decir, de definir las estructuras espaciales, cuya relación con otros espacios 
más amplios, como el del área de influencia, el subcontinental, el continental, 
o el mundial, permiten dar sentido a una determinada posición geográfica. O 
sea, saber para que sirve el territorio y aprovechar las ventajas comparativas 
derivadas de su posición. 
Así, la geografía tradicional viene condenando al aislamiento gran parte 
de los espacios “corrientes” sin demasiado protagonismo histórico en las dé-
cadas recientes, precisamente cuando el mundo entra en una nueva etapa de 
11
Francisco avELLa
globalización. Lo paradójico es que en este contexto cada punto del mapa se 
vuelve clave para el mercado. El resultado de esta “catástrofe” (Thom, 1983) o 
“bifurcación” geográfica, es la aparente imposibilidad de encontrarle sentido, 
al menos desde el punto de vista espacial, al Caribe, que fue uno de esos sitios 
del mundo en donde la historia no fue tan importante como para justificar la 
geografía, a pesar de su evidente interés estratégico.
Esta podría ser la razón, a título de hipótesis, por la cual hay muchos 
estudios, pero que no permiten saber qué es el Caribe, por lo que es “inaborda-
ble”, en el sentido de Lara (1998) precisamente por que lo vemos solo a través 
de “nuestras normas habituales”, a través de una geografía y de una historia 
tradicionales.
Esta visión tradicional ha dificultado producir los problemas, que plantea 
el Caribe actualmente, por falta de un método adecuado para responder al 
interrogante ¿qué es el Caribe? Pero tal vez el método más adecuado sea el 
heurístico, construyendo preguntas que al ser respondidas nos permitan tener 
un hilo conductor que generando respuesta tras respuesta al final nos permita 
tener una respuesta con mayor sentido que las actuales. 
1.1.2.- La visión Contemporánea
El estudio de las realidades espaciales, como un componente activo de 
la dinámica de las sociedades necesita una perspectiva histórica un tanto 
diferente. La geografía de hoy es una ciencia del movimiento y no de lo per-
manente. Recurre a métodos aportados por la teoría de la complejidad, como 
el análisis de las causalidades no lineares, y la teoría de sistemas. También 
integra conceptos claves de las ciencias sociales como los análisis sobre la 
conciencia y la intencionalidad de los actores para cambiar el curso de cier-
tos procesos, “...lo que constituye una ayuda desde el punto de vista de la 
predicción que envidiarían los meteorólogos o los sismólogos” (Levy, 1997, 
p.262).
También existe hoy día conciencia de que las representaciones, funda-
mentales en geografía, son también actos, y las acciones discursos, lo que 
obliga a aceptar la sociedad como un hecho histórico. Esto significa, desde el 
punto de vista metodológico, una ruptura con el paradigma tradicional que 
permite hoy ver como la historia cambia también a partir de una nueva orga-
nización espacial de la sociedad. 
EL caribE: basE para una gEohistoria
12
Estos cambios ocurridos a través de procesos históricos relativamente lar-
gos, permiten ver como la geografía no es una ciencia estática, fija, que sirve 
más bien como escenario a la historia, sino que es protagonista de buena parte 
de esos procesos. Que es a través del análisis de sus flujos dinámicos, de la 
implantación de nuevas actividades, de la fundación de nuevos asentamientos, 
del traslado de viejas poblaciones, de la construcción de redes de infraestructu-
ras, de la organización de nuevas formas de comunicación, del crecimiento de 
nuevas ciudades, de la dotación de centros primarios y rurales, que una nueva 
organización del espacio permite la integración de países y de regiones a los 
mercados locales, regionales y nacionales en cualquier parte del mundo, para 
bien o para mal. 
Es por esto que las diferencias tradicionales entre historia y geografía son 
mucho menores actualmente, ya que ninguna de las dos ciencias pretende el 
monopolio ni del tiempo ni del espacio. Son conscientes que los dos procesos 
no pueden existir independientemente uno del otro y que ambos hacen parte 
de los procesos de estructuración de las sociedades modernas (Giddens, 1992). 
Es por esta razón que hoy día resulta más adecuado hablar de geohistoria, 
cuando se refiere a la caracterización de espacios geográficos en largos perio-
dos de tiempo y extensos en su territorio, como en el caso del Caribe.
1.1.3.- La geohistoria
Para Braudel (1982), construir una geohistoria significaba “Ubicar los 
problemas humanos tales que sean colocados en el espacio, en lo posible car-
tografiados, una geografía humana inteligente...que los ubique en el espacio 
teniendo en cuenta el tiempo: desatar la geografía de esta búsqueda de reali-
dades actuales a las que ella se aplica exclusivamente, para repensar, con sus 
métodos, las realidades pasadas”. 
Para Levy (1997), “...consiste en asegurar, interrogando el agenciamiento 
temporal de lassociedades, que han ocurrido en esa región (provisionalmente 
definida por la definición convencional), un cierto número de “bifurcaciones” 
mayores que han conducido a una diferenciación y a una especificidad signi-
ficativa con relación a otras regiones del mundo”(p.27), refiriéndose específi-
camente a Europa.
Pero por qué la geohistoria, y no la historia simplemente? Por que si lo 
que se quiere es tener una idea de la forma como se articula el objeto geográ-
13
Francisco avELLa
fico a la sociedad en el presente o visión sincrónica, ésta no puede hacerse 
eludiendo los problemas del pasado y de la diacronía. “Buscar definir Europa 
por su historia? No exactamente: más bien buscar a hacer “partir” Europa de 
su historia...” (Ibid.). Y por que de todos modos siendo la materia prima la 
misma historia, esta es “...vista con los ojos de la geografía, es decir privile-
giando la lectura de la dimensión espacial para explicar las causas y los efectos 
de esos cambios” (p. 27).
Aquí no se trata de “geografía histórica”, es decir de un análisis sincró-
nico para situarse en el pasado. de lo que se trata es de responder por qué tal 
transformación ocurre aquí y no allá. Para esto se requiere evitar seguir por el 
camino de las historias ya hechas : “darle al acontecimiento una verdadera 
historicidad implica desmarcarse de toda predestinación. Lo que llegó a ser 
Europa puede ayudarnos a comprender “como” es que llegó a serlo, pero no 
nos dice de antemano en qué tipo de causalidades hay que adentrarse para 
darse cuenta de esa dinámica” (Ibid).
La geohistoria ofrece, en el caso de Europa, que Levy estudia, “puertas 
relativamente simples a abrir para precisar las especificidades europeas” (p. 
27). Propone que la identificación de estas se haga “diacrónicamente, pero pri-
vilegiando la dimensión geográfica”, para pasar a preguntarse en “qué medida 
el espacio permite tomar de mejor manera tanto en los orígenes como en sus 
consecuencias, las inflexiones fundamentales que permiten hacer surgir Euro-
pa como un objeto original ?” La respuesta resulta ser la metodología propues-
ta por Levy en el Anexo de su libro para aproximarse a la dimensión espacial 
de las sociedades a fin de construir un razonamiento geográfico a partir del 
cual estudiar y explicar el objeto Europa, (p. 261). 
2.- Metodología
Es válido tomar un método desarrollado para responder la pregun-
ta ¿Como sabemos que estamos en Europa?, (esto simplificando en extremo 
el propósito del autor), y aplicarlo al Caribe? Hay dos niveles de respuesta en 
la misma pregunta. En primer lugar el hecho de que Levy, (1997), hubiera 
señalado explícitamente su método en un apéndice con el propósito de ofrecer 
una obra “didáctica” a los estudiantes de los dos primeros ciclos universitarios 
(licencia y maestría), hace pensar por su carácter teórico, que podría aplicarse 
como una metodología (teoría del método) apropiada a otros “...estudios geo-
EL caribE: basE para una gEohistoria
14
gráficos sistemáticos de escalas superiores a las del Estado...” aunque el autor 
no lo dice precisamente.
En segundo lugar, lo que Levy desarrolla como “démarche” es una espe-
cie de carta de navegación con una serie de puntos de referencia que permiten 
saber a donde dirigir el proyecto científico para construir el objeto geográfico 
Europa. Metodológicamente tan válido para un continente como para cual-
quier otro, a condición de definir para cada uno de esas grandes unidades 
espaciales los puntos de referencia adecuados. 
Este aspecto es lo que constituye el problema de método a plantear aquí. 
Tal vez por esa razón Levy no precisó el alcance de su “démarche” teórica 
para otros espacios, pero se entiende que precisamente la teoría busca servir de 
marco general al desarrollo de los aspectos generales y en cierto modo de los 
particulares de la investigación, y en este sentido es válido aplicarla al estudio 
del Caribe, por ejemplo. Queda el trabajo de definir estos puntos de referencia 
para el Caribe y aquí si empieza el trabajo propio de este estudio.
2.1.- ¿Con qué carta navegamos?
Es difícil llegar a un destino cuando se utiliza una carta de navegación 
correspondiente a otro espacio. No son los mismos puntos de referencia no 
corresponde a las mismas constelaciones y si el viajero no llega a su destino, 
no es culpa de la carta. El sentido dado al método de Levy es el de aprender a 
construir cartas. Para hacer la del Caribe de acuerdo a Levy inicialmente hay 
que responder la pregunta ¿Por qué sabemos que estamos en el Caribe? 
Cualquiera dirá, aprender a hacer cartas no es tan complicado, pero ha-
cerlas para navegar en extensos espacios conceptuales como los de un con-
tinente o un sub-continente, aún en la época en que los satélites miran cada 
decímetro cuadrado de la tierra, es un proyecto teórico mayor. Y aquí reside 
la importancia del trabajo de Levy, no solo desde el punto de vista didáctico 
sino más que todo, metodológico: en aportar la teoría para construir de una 
manera explícita la carta de navegación para los espacios supranacionales, que 
en un mundo en plena globalización se requiere urgentemente. Y más que 
todo para que los investigadores no se pierdan como el viajero que toma la 
carta equivocada.
La construcción de esta carta, se vuelve paradójica en el caso del Caribe. 
Europa, pasa de ser, según Levy (1997): “... un abrigo favorable al desarrollo 
15
Francisco avELLa
de comunidades agrícolas autónomas”(p.31), que a su vez permitieron, “...la 
construcción de una nueva relación con el mundo”, (la modernidad, p.26) que 
hizo posible la “universalización”, que permitió irrigar el pensamiento filosófi-
co de las Luces (p.31), a ser hoy un espacio abierto (p. 49) para una “sociedad 
-Europa” (p.257), que define la “centralidad de una civilización en la génesis 
del mundo contemporáneo” “sociedad-mundo” (p.253).
Por el contrario el Caribe fue: una tierra abierta a la colonización y a las 
invasiones, con la consecuente destrucción de la población autóctona, un lu-
gar de esclavitud para implantar por la fuerza, personas (ni siquiera, familias, 
poblados ni tribus como en la colonización europea), que venían del África, 
un escenario de las guerras entre las potencias imperiales por su dominio. Hoy 
con el fin de la guerra fría y el triunfo económico del área del Pacífico, es un 
área más en proceso de marginalización, que de apertura al mundo en pleno 
período de globalización. 
El Caribe solo es conocido por irrigar música, el son, el mambo, el calypso, 
el soul, la socca, el reggae y la salsa. También por algunos textos filosóficos me-
nores escritos en forma de poesía (Walcott, de Trinidad), o de novela (García 
Márquez, Carpentier,) o simplemente de canciones (“El negrito del Batey”, 
“Pedro Navajas”). Como lo muestra Hurbon, (1988) para el caso de Haití, el 
Caribe es visto como el reino de la barbarie, la brujería, los “zombis”, los caní-
bales, los dictadores y las “banana republics”. Así ha pasado a los anales de la 
historia (Pean, 1977) y a las pantallas de la televisión cotidiana. Y si no fuera 
por las publicidades, las películas “soft” y los catálogos de promoción turística 
que hoy muestran el Caribe de la carta postal, el mar, la playa y el cocotero, 
cuando no el de las tres Ss “Sea, Sand and Sun” (dollfus, 1997), o como ac-
tualmente el de las cuatro S´s (and Sex), este “paraíso en la tierra”, sería aún el 
reino del “mal salvaje” descrito por de Paw en el siglo XVIII (duchet, 1982).
Tampoco ha calado el individuo, como portador de esta modernidad, co-
rolario de la civilidad, y del ordenamiento de la “polis” (Habermas, 1988). Al 
contrario, “...Estados prevaricadores, que sostienen las mafias, como en otros 
tiempos el Panamá de Noriega”, (dollfus, 1997, p.95), o “...paraísos fiscales, 
lugares en donde las transacciones sobre todo financieras pueden efectuarse en 
la más grande discreción y sin imposición fiscal elevada, que no se distribuyen 
al azar”. Entre ellos están “...las islas Caribes,micro estados recientes sin gran-
des recursos que valoricen una posición geográfica...”, como lo señala dollfus, 
1997 (p. 107) en su libro sobre la “Mundialización”. 
EL caribE: basE para una gEohistoria
16
Solo existe la persona (“el que porta la careta”, da Matta, 1986) como 
herencia africana que se expresa mejor en el Carnaval de cada año, que en el 
cumplimiento de sus obligaciones ciudadanas, de la ley, del pago de impues-
tos, etc.
Pero como dice Levy (1997) “...ninguna alternativa a un universalismo 
aceptable de origen no europeo, ha existido... Las contribuciones no europeas 
se insertan más bien en los intersticios, constituyen apenas apéndices o pro-
vocan suaves inflexiones del modelo dominante...El confucionismo posee un 
cierto número de ventajas originales que no solo permiten a las regiones donde 
existe de alcanzar al occidente y aún de ir más lejos en la visión poscapitalista 
del desarrollo. Quien quiera juzgar el aporte del África a la civilización uni-
versal deberá disponer de una distancia suficiente para evaluar como lo que a 
podido o puede ser todavía obstáculo a la lógica de la dominación económica, 
pueda, o detenerlo, o volverlo una ventaja dentro de una dinámica que relati-
vizaría la acumulación monetaria como criterio de éxito y como recurso del 
desarrollo.” (p. 253).
Estos puntos se citan para mostrar como puede ser de diferente la elabo-
ración de una carta de navegación geohistórica para el Caribe. Los universales 
que son los puntos de referencia de la carta de Europa y lo que la hace singular 
en el mundo, luego comparable, evidentemente, no son los mismos para el Ca-
ribe, como se deduce del discurso de Levy. Ello por que como afirma el mismo 
autor, el aporte de África aún está por ver, y el de América con la temprana 
extinción de sus poblaciones autóctonas no fue asimilado. Así solo quedaría, 
por residuo, la herencia de las “Luces” europeas, pues no hay que olvidar que 
América y el Caribe fueron centro de un gran debate filosófico de los siglos 
XVI (sobre “el buen salvaje) hasta finales del XVIII (“el caníbal”), con el fin de 
justificar el esclavismo de acuerdo a la luz de los preceptos cristianos(duchet, 
1982). Pero como se ha visto, a pesar de que esta herencia europea fue marca-
da con hierros en la memoria de los pueblos no produjo ni la modernidad ni 
el individuo, y mucho menos el tipo de ciudadano “policisado” . Ed por esta 
razón que Rouquié (1987) llama esta parte del Caribe y en general la América 
Latina el “extremo occidente inacabado”.
Por eso, aunque se utilice el mismo método de Levy para su construcción, 
este texto busca: criticar o “deconstruir” la “geografía tradicional”, proponer 
de una geohistoria contemporánea que se ocupe de explicar las singularidades 
espaciales, re contextualizar la historicidad de los espacios por la geohistoria. 
17
Francisco avELLa
Así, los puntos de referencia de esta carta para el Caribe, son totalmente di-
ferentes de los de Europa, pero elaborados con la misma metodología, lo que 
puede permitir la comparación como elementos singulares (luego compara-
bles) que son. 
Sobre un plano más concreto la construcción del problema geohistórico 
del Caribe, empieza por definir su singularidad, o la posibilidad de comparar-
los para construir un “sujeto” universal, es decir reconocible por comparación 
con los demás regiones del globo susceptible de establecer una teoría científica 
que permita explicar su constitución como espacio histórico, y además que 
permita responder a la pregunta inicial “ ¿Por que sabemos que estamos en el 
Caribe?
Pero como hemos visto hay varias posibilidades. O el Caribe se inscribe 
dentro de esta herencia, que produce un resultado diferente al de Europa, o 
se busca otra manera de definir su singularidad como problema geohistórico, 
pues no se puede hacer aquí lo mismo que se le ha criticado a Levy: definirlo 
por su particularidad para volverlo un objeto único que no se pueda compa-
rar. Tampoco se puede correr el riesgo de definirlo tautológicamente o sea 
simplemente por sus coordenadas geográficas, construyendo tipologías. O sea, 
superponiendo en un mapa a escala conveniente una serie de indicadores inde-
pendientes y universales, hasta obtener un recubrimiento de las áreas en donde 
predomina una u otra característica espacio temporal. 
Una tipología así definida, crea un tipo de problemática que depende de 
la información de las variables escogidas y de la capacidad de correlacionarlas 
por parte del investigador, pero de ningún modo podrá explicarlas. Ese tam-
bién es el sistema de meter la información dentro de una serie de cajas adecua-
das a sus características sin tener que pensar cual es la forma del armario que 
las contiene. O sea simplemente describir para pensar, no pensar para describir.
2.2.- Una carta de navegación provisional
Para contestar la pregunta, Por qué sabemos que estamos en el Caribe? 
y frente a la imposibilidad de recurrir a la carta utilizada para Europa, pues 
sus singularidades como se ha visto en términos generales son prácticamen-
te lo contrario de las del Caribe, se requiere examinar desprevenidamente la 
propuesta inicial de Levy y después analizarla desde la visión que se ha asu-
mido desde el Caribe. En este sentido estas visiones se entrecruzarían como 
EL caribE: basE para una gEohistoria
18
imágenes especulares, pues el que observa el Caribe desde la Europa de Levy 
(o sea la visión eurocéntrica del mundo colonial) y el que observa la Europa 
de Levy desde el Caribe, (o sea la visión etnocéntrica del mundo colonizado), 
son opuestas a pesar de que se reflejen la una en la otra como en dos espejos 
que se miran.
Levy parte de una aproximación que recomienda utilizarla para espacios 
de nivel supranacional en su “Aproche” o aproximación que presenta en el 
anexo de su libro (p. 261-268) Esta aproximación está basada en el análisis de 
4 modelos explicativos (comunidades, campos de fuerzas, redes jerárquicas y 
sociedades, Figura 1), para hacer una lectura diacrónica de acuerdo a una serie 
de procesos que estructuran de diferentes maneras cada uno de los elementos, 
(Figura 2), que finalmente constituirían la visión geohistórica de Europa.
Estos elementos se analizan por separado en cada una de sus estructu-
raciones particulares, para conformar finalmente una serie de cartas resumen 
que expresan gráficamente las diferentes relaciones.
Inicialmente se hará una breve presentación de la visión de Levy para 
Europa y seguidamente se presenta la visión que se ha elaborado para el Ca-
ribe. Los mapas de la visión Caribe serán elaborados como parte del Proyecto 
posteriormente.
2.2.1- La matriz étnica
El eje de la argumentación de Levy está basado en el paso de la comu-
nidad (Gemeinschaft) a la sociedad (Gesellschaft) de F, Tönnies(1944), quien 
desde 1887 planteaba esta tesis como base del desarrollos de las sociedades 
modernas. dentro de este “continuum”, dos elementos más se intercalan, el de 
la constitución de un “campo de fuerzas” y el de la formación de “unas redes 
jerarquizadas”. El campo de fuerzas no es otra cosa que el proceso de la for-
mación de las Naciones-Estados y el análisis de las funciones que les competen 
para el manejo de las “redes jerárquizadas”, (poblamiento comunicaciones, 
servicios, producción, seguridad social, etc.) que permiten el desarrollo del 
mercado nacional, que posteriormente constituye el elemento que permite la 
acumulación y que constituye las “sociedades” modernas. En estas, los intere-
ses comunitarios que en el comienzo dificultaban extremamente las relaciones 
entre todos, dan paso a la consolidación de intereses colectivos, en los que 
todos los ciudadanos tienen iguales derechos y deberes. Una carta que muestra 
19
Francisco avELLa
las estructuraciones a este nivel es el de las “distancias comunitarias” de tipo 
religioso, político, socioeconómico, biológicoe etc. (Mapa 1)
Pero al formular la pregunta ¿fueron las comunidades la matriz de la for-
maciónsocial en el Caribe?, la respuesta es obvia pues una de las característi-
cas singulares del Caribe es que las comunidades originadas fueron destruidas 
en los primeros años de la conquista y a través de todo el siglo XVI. Y además 
fueron transplantados individuos, ni siquiera pueblos, para construir una so-
ciedad que se adecuara a la economía colonial. Es decir lo contrario de los que 
han hecho el resto de pueblos: construir una economía que se adecuara a la 
sociedad.
Por ello lo que parece existir en el Caribe como principio estructurante 
es lo que se pudiera llamar una “etnicidad imaginada”, (no una “comunidad” 
en el sentido de Anderson, (1983, ni mucho menos con la idea de comunidad 
que utiliza Levy, 1997:267), de nivel supranacional. Así, independientemente 
de la nacionalidad de cada etnia,(en el sentido de la identificación o cédula de 
ciudadanía que cada uno tiene), existe una identidad colectiva que agrupa a 
gentes de la misma cultura, la misma lengua, y de orígenes familiares comunes 
(ejemplo las gentes de la diáspora anglófona del Caribe occidental panameño, 
costaricense, nicaraguense, hondureño, hasta Belize, Islas Cayman y Jamaica, 
Avella, 2002:3).
Si se utiliza el término étnico no es por que corresponda al estudio de 
pueblos “sin historia” en el sentido del concepto que el “estructuralismo” ha 
deformado. Estos pueblos que no tuvieron historia escrita, pero sí oral, hoy es-
tán constituidos en naciones independientes y algunos son aún dependencias 
coloniales. 
Se utiliza por que en algún momento de sus constitución y evidentemente 
a través de todo su desarrollo, han guardado una especie de patrón multicul-
tural, o sea la idea de pertenecer por “origen” a diversas culturas que ya no se 
pueden reducir ni al color de su piel ni a sus comportamientos particulares, 
pues han quedado grabados en una sola memoria: la de su pertenencia a un 
territorio, en este caso al Caribe (Branson, Turner, La Fleur, 1996). Esto es lo 
que se llama matriz étnica en este estudio.
Esta matriz tiene por objeto la interrogación, la construcción y el desa-
rrollo de la forma como las diferentes mezclas de grupos que han integrado 
el Caribe, mantienen sus relaciones entre sí y con la naturaleza a través de los 
EL caribE: basE para una gEohistoria
20
procesos de información y transformación, mediante el trabajo social acumu-
lado, que finalmente constituyen el territorio y el asentamiento, desde el punto 
de vista geográfico. Este territorio, es una producción humana “...intelectual-
mente percibida como el objeto directo de una apropiación o de una domina-
ción..”, (Watts, 1987). 
El territorio, en primer lugar es una resultante siempre inestable, jamás 
permanente de la acción transformadora del hombre sobre el espacio, con una 
connotación sociopolítica de pertenencia y de adhesión a valores como pri-
mer elemento de la descripción geográfica. En segundo lugar, es a través de 
las múltiples prácticas sociales sobre el espacio como el hombre concreta esta 
matriz étnica. Así es como entiende su manera de producir y constituye el 
otro objetivo fundamental de la descripción en geografía. Pero no de cualquier 
descripción, sino la de los elementos singulares que permitan su comparación 
y no de los aspectos únicos que la hacen incomparable.
En tercer lugar es el objeto de un saber geográfico abstracto que debe 
explicar, las formas (o sea su carácter sincrónico) que como resultado de 
esta acción transformadora se inscriben en los paisajes, en los contornos, 
en los límites y fronteras, breve, en los geotipos ; en la organización, (o 
sea el proceso) que estas formas adoptan, en los polos, en la periferias, 
en las redes, los flujos, que circulando estructuran regiones y unidades 
administrativas de diferentes niveles, locales, regionales, nacionales e in-
ternacionales, y finalmente en las variaciones, (o sea el carácter diacró-
nico) que a través del tiempo van configurando cada matriz étnica y que 
son fundamentales para responder a la pregunta ¿Por que sabemos que 
estamos en el Caribe ? 
Queda por ver dentro de esta carta de navegación provisional si la infor-
mación existente para la implementación de esta matriz étnica es suficiente 
para que pueda ser estructurada al resto del método de investigación de Levy 
(1997).
2.2.2.- El campo de fuerzas territoriales.
Para Europa, fue en el campo de fuerzas territoriales en donde estas co-
munidades conformaron imperios, produjeron revoluciones y crearon las ba-
ses para lo que sería el estado moderno, con todas sus derivas como las guerras 
mundiales y la llamada “guerra fría” o confrontación este-oeste, (Mapa 2)
21
Francisco avELLa
Para el Caribe, es un campo de batalla en el que la lucha entre impe-
rios por imponer el mercantilismo produce la salida definitiva de España en 
América a finales del siglo XIX. Esta en realidad fue la forma de levantar los 
obstáculos que una sociedad servil que a través del campesinado y la hacienda 
de autosubsistencia, había levantado y que era percibidada por Inglaterra, las 
Provincias Unidas y Francia como un freno el desarrollo capitalista en el siglo 
XVII (Elliot, 2006). 
Este es el principal elemento estructurante de esta carta de navegación 
geohistórica del Caribe, que refleja no solo los intereses de los estados sino 
también el enfrentamiento entre fuerzas internas en lucha por el control del 
territorio, que como se ha dicho obedecen más a una matriz étnica ancestral 
o al carácter de grupo social marginal, que al de comunidad en el sentido we-
beriano. Y que explica por un lado la relativa facilidad con la que se crearon 
los estados nacionales del Caribe continental, a comienzos del siglo XIX (con 
el apoyo expedito de Inglaterra, Holanda y Francia), y la gran dificultad para 
descolonizar las grandes Antillas en el siglo XX y sobre todo las Pequeñas 
hasta hoy día.
Su importancia reside en que el Caribe ha sido históricamente un campo 
de enfrentamientos entre potencias coloniales en lucha por el monopolio de 
explotación del oro inicialmente, luego de los cultivos exóticos y finalmente 
por la posesión geoestratégica simplemente, de estos territorios, hasta el punto 
en que actualmente existen colonias bajo nombres tales como “departamentos 
de ultramar” o “estados asociados al Commonwealth” o a Holanda. También 
fueron el centro de atención durante “la guerra fría” por que Cuba a solo 90 
millas de los Estados Unidos, o sea dentro del área de “interés nacional” por 
razones de seguridad, cambió de bando a raíz de la revolución de 1960.
desde este punto de vista la relación entre los componentes del agregado 
subcontinental Caribe se ubica más en el nivel extranacional, sobre todo con 
las potencias europeas anteriormente y actualmente con Estados Unidos, que 
sobre la base de una “identidad nacional” entre naciones de la cuenca. Ello 
por que el “mito nacional” no pudo ser formado a través de una guerra de 
liberación, pues el poder colonial aún pretende que lo que ejerce es una tutela 
de intereses de antiguos o actuales súbditos, o simplemente “garantiza la segu-
ridad de nacionales viviendo en el exterior” como el caso de los estudiantes de 
medicina que “justificaron” la invasión de Grenada.
Los miL y un caribE… 16 tExtos para su (dES) EntEndimiEnto
22
Por lo tanto la prioridad del análisis se da hasta el período de la descolo-
nización. Posteriormente, manteniendo el marco de análisis geopolítico de la 
“dimensión geográfica de las relaciones interestatales reguladas por la violen-
cia”, de Levy (1997), se analizará el período de la “guerra fría”. Luego con la 
territorialización del Mar Caribe a raíz de la Conferencia sobre el derecho del 
Mar (UNCLOS III), el análisis se centra en los conflictos interestatales de las 
naciones de la cuenca, pero sin perder el marco de los intereses de las potencias 
que hasta el período reciente de la globalización de los mercados cambia total-
mente el tipo de relación para volverse universal, con tendencia a una sola po-tencia oligopólica, por lo menos al nivel de la moneda de referencia, el dólar.
dentro de este contexto será posible analizar el surgimiento de nuevas 
potencias regionales, como la llamada “república imperial” (Estados Unidos), 
las potencias medianas del Caribe, (México, Cuba, Colombia y Venezuela). 
También el “polvo de imperios” (Brunet, 1994), como se han dado en llamar 
las Antillas menores y las Guayanas.
2.2.3.- El mercado cautivo
Para Levy (1997), el elemento estructurante de la Europa moderna, han 
sido las redes jerarquizadas del poblamiento, las comunicaciones, los inter-
cambios que han facilitado la construcción del mercantilismo europeo y el ca-
pitalismo moderno hasta consolidar la economía-mundo (Wallerstein, 1984), 
a través del mercado libre, que ha permitido definir una carta de Redes Abier-
tas (Mapa No. 3)
El mercado en el Caribe tiene una significación distinta, pues no tuvo el 
carácter transaccional que Levy le atribuye a Europa. En el fondo gran parte 
de las guerras coloniales tenían por origen el imponer el comercio exclusivo 
de una potencia, más que la posesión física del territorio (Craton, 1997). Sin 
embargo hay que hacer la salvedad del contrabando, pues su generalización en 
el Caribe, en todas las épocas y prácticamente en todos los lugares, no solo fue 
una oposición velada a la “colonial ruler”, sino también una forma de hacer la 
guerra “por otros medios” que cada potencia utilizaba contra las demás. Ello 
le da un carácter más de dominación a la relación comercial que la meramente 
transaccional o libre que se supone que tiene. Y esto a pesar de que el con-
trabando hizo existir una serie de espacios de libertad en medio de la guerra 
comercial, lo que también se da actualmente pero en el marco de una especie 
de “guerra difusa” a las drogas. 
23
JorgE EnriquE ELías caro ... Fabio siLva vaLLEJo
Este aspecto que parece suprimir el carácter colonialista de los imperios 
(“la guerra llama guerra”), es sin embargo fundamental para entender el na-
cimiento de un nuevo tipo de dependencia de las naciones del Caribe : el del 
marginamiento (Clarke, 1991; Klak, 1998) o lo que algunos llaman la “africa-
nización” del Caribe, o el síndrome de Haití, que consiste en que en los alma-
cenes se encuentra de todo, pero los consumidores no tienen con que comprar 
(Girvan, 1997). Esto porque en general los países no generan las divisas nece-
sarias para comprarlas. Pero las mercancías llegan en el período de globaliza-
ción de la economía a través de sistemas de oferta creciente en dólares que no 
tiene nada que ver con la capacidad adquisitiva de las monedas nacionales, 
deformando completamente las economías locales. Lo que nadie sabe es cuan-
to tiempo van a esperar estas mercancías a los compradores que han pasado 
a vivir del “sector informal” en condiciones de subsistencia extremas (Rivera 
Guzmán, 1997).
Esta situación sin embargo se plantea adecuadamente en el esquema de 
Levy (1997), pues el enclave es la relación a través de la cual se puede inter-
pretar el proceso de imposición de la “colonial ruler” tanto sobre el territorio 
o campo de fuerzas, como sobre la matriz étnica. Así mismo el aislamiento 
resulta ser la respuesta a la dificultad de participar en un mercado en donde los 
países del Caribe cada día tienen menos que vender y más que comprar, con 
el consecuente desequilibrio no solo de sus balanzas de pago, sino sobretodo 
de la capacidad de renovación de equipos y de consumo de los productos a los 
cuales la dependencia había acostumbrado a la población (Marie, 1979).
Otro de los elementos a partir de los cuales es necesario estructurar el 
mercado a la carta de navegación del Caribe es el de la crisis de la producción 
agrícola de subsistencia, que era la forma como tradicionalmente se evitaba 
la dependencia. Hoy muchos productos importados, algunos más baratos que 
los producidos localmente, han causado estragos en las pequeñas economías 
haciéndolas dependientes del producto importado, por ejemplo en el caso del 
arroz, de los fríjoles, del mismo coco en algunas islas, que son fundamentales 
en la alimentación Caribe, (Watson, 1994).
de todos modos la manera como se insertan los países en el mercado en 
un período de globalización como el actual, ha provocado una serie de situa-
ciones de exclusión al nivel de los sectores populares, lo que tiene repercusio-
nes en la desigualdad creciente de los procesos de desarrollo en el Caribe. Por 
ello es necesario tener en cuenta sus consecuencias espaciales, como la rápida 
EL caribE: basE para una gEohistoria
24
urbanización, la emigración rural creciente y la pérdida de una base producti-
va de subsistencia, que está directamente asociada a la estructuración de una 
nueva etapa del mercado a nivel mundial.
Si bien, en la forma estos procesos también se están dando en Europa 
(crisis de la pequeña agricultura, fin de los oficios tradicionales, desempleo con 
bajos niveles educativos), estos no obedecen a las mismas causas, pues mien-
tras en la Comunidad Europea obedecen a una crisis de superproducción, en 
el Caribe se deben a un exceso en la oferta de productos importados, muchas 
veces proveniente de los excedentes de los países Europeos de Estados Uni-
dos, o del Asia, como en el caso del arroz. Pero estos países tienen una gran 
capacidad de absorción de estos “problemas de crecimiento” o de exceso de 
la producción, mientras que en los del Caribe un mínimo de producción, que 
asegure las necesidades alimentarias es vital. 
2.2.4.- El pueblo Caribe
La marcha hacia lo que Levy (1977) llama la “sociedad-mundo” (o la 
Gesellschaft ), en donde la visión universal de Europa “...se extiende en propor-
ciones diversas a todos los lugares del mundo” (p. 258), a través de la “euro-
peanidad”, como último nivel de las producciones espaciales se puede ver en el 
Mapa 4. Pero una carta que atenúa esta visión, se puede ver en le Mapa 4 sobre 
el nivel de adhesión de los países de la Unión Europea a esta idea. 
Pero, sin ánimo de sorprender, esta estructuración en el Caribe parece ha-
cerse más bien en dirección contraria: en ver de ser “expansiva” como la “eu-
ropeanidad”, se reduce a los límites de un concepto parecido al de “pueblo” 
del siglo XVIII, (Ferguson, 1999), olvidado después de la revolución francesa a 
raíz de las luchas napoleónicas,que no es el mismo concepto de base patriótica 
nacionalista, sino uno más amplio supranacionalista, y que en vez de excluir a 
los que no forman parte de los escogidos, incluye a todos los identificados con 
la matriz étnica Caribe. Este concepto se parece al de la Primera Constitución 
Francesa, que hacía francés “ a todo extranjero que hubiera cuidado un ancia-
no o tenido un hijo en el territorio “francois”. 
Tampoco se trata de reinvindicar una territorialidad a nombre de una 
nación forjada en una lucha de liberación nacional para “unos” en particular 
(los herederos de los que derramaron su sangre), sino una especie de suprana-
cionalidad en la cual se reconocen todos, pero sin ningún tipo de organización 
25
Francisco avELLa
ni coercitiva como el Estado-Nación, o la Comunidad Europea o el mismo 
Commonwealth, ni contractual como el Mercado Común, o el Caricom (Mer-
cado Común “Restringido”) o el Carifta (Zona de Libre Comercio).
Se trata simplemente de sentirse perteneciente a un mismo pueblo, como 
en el sentimiento de unión de la comunidad, pero incluyendo a todos los gru-
pos afrocaribes, afrolatinos, inclusive lo que se pudieran llamar comunidades 
caribeñas que sin pertenecer a la matriz cultural formada en el mestizaje, con-
servan sus particularidades comunitarias y aunque nacidos o no en el Caribe, 
independientemente del color, la posición social, la nacionalidad, la religión, 
son caribes (Clarke, 1986). 
Se trata mas bien de un concepto incluyente (no excluyente como el de 
comunidad), que busca la empatía o sea la manera como cada cual, a su ma-
nera, se siente “caribe”, así haya nacido en Londres, en Hamburgo, o en NewYork. Este “sentimiento”, lo expresa muy bien Ratter (1992), analizando el 
caso de las Islas Cayman y de San Andrés y Providencia, en Colombia. O los 
presentados en varios paneles de la Caribbean Studies Association (1997) para 
varios países del Caribe. 
Qué consecuencias tiene esta supranacionalidad informal ? Para un conti-
nente como Europa que inventó los mitos nacionales como forma de domina-
ción política, no pueden existir otras formas no “policisadas” que garanticen 
el mismo efecto sin tener que persuadir al ciudaddano por el temor del uso de 
la fuerza. 
Es la vieja discusión iniciada por Clastres, Sahlings, Testard de que lo 
que podría funcionar para tribus pequeñas no podría funcionar a un nivel más 
grande. Evidentemente que ésta supranacionalidad Caribe no tiene nada que 
ver con la imposición de un poder de estado, sino con la idea de identificación 
tal como Levy lo plantea hoy para Europa. 
En ese sentido el Caribe estaría más adelantado en la constitución de esas 
meganacionalidades que la misma Europa, pues este sentimiento de pueblo es 
algo que se ha estructurado a través de muchos años de historia, precisamente 
por que la estructuración nacionalista, no se realizó de la misma manera a tra-
vés del Estado construyendo la nación, sino mediante un lazo identitario más 
amplio. Podría ser esta la base para buscar una organización representativa de 
esta supranacionalidad? Muy difícilmente, pues si bien este lazo identifica esta 
“etnia imaginada”, transformarla en una forma de dominación política, es 
EL caribE: basE para una gEohistoria
26
algo a lo que el pueblo caribe es muy refractario, es decir volverla una “comu-
nidad imaginada” en el sentido de Anderson (1983). 
Ello no quiere decir que no existan formas de “imposición” de este poder 
político, para lo cual basta con analizar el casos de Haití bajo las dictaduras de 
los duvalier, de Cuba, de Santo domingo, de Venezuela, Surinam y Trinidad 
para citar solo algunos ejemplos (daniel, 1996) 
Pero es probable que el Caribe constituya culturalmente una sola comuni-
dad también (una “etnia imaginada”), y que el proceso de pasar a la sociedad 
supranacional como la buscan construir en Europa no les interese. Y esto por 
que consideran que ya tienen un principio de identidad cultural que los une, 
aunque no un principio político como en Europa, que los domine. Sin embargo 
las consecuencias sobre el sujeto geográfico Caribe son de gran importancia, 
pues si bien los proyectos políticos de unir por lo alto a través de los acuerdos 
multinacionales como la Asociación de Estados del Caribe (AEC) no parecen 
despegar, es el mercado el que empieza a absorber los países y no lo contrario. 
Así se comienzan a dibujar una serie de “corredores” comerciales sobre 
la base del eje Miami-Panamá que polariza prácticamente todo el Caribe oc-
cidental especialmente las regiones de la cuenca pertenecientes a los países 
centroamericanos cuya fachada históricamente da hacia el Pacífico y los An-
dinos especialmente Colombia. Otro eje de mercado en plena expansión es 
el de Miami-Caracas que como un gran arco se dibuja a través de las Antillas 
con innumerables puntos “relais” (San Juan, Sto. domingo, Grenada, Puerto 
España). 
En cambio los ejes transversales por ejemplo Panamá-Caracas, no pa-
recen constituirse a pesar de ocupar por lo menos un tercio de las costas del 
Mar Caribe. La dificultad que a tenido el Caribe para “unirse” o “asociarse” 
policisadamente es manifiesta a pesar de las propuestas de formar una “Aso-
ciación del Estado del Caribe” (Martínez, 1996) más de tipo Mercado Común, 
siguiendo los pasos de Europa, por lo menos para el Caribe Insular.
La cuestión que se plantea aquí es la de la discusión de un nuevo concepto 
de soberanía (Sahr, 1997), que superando al del control inalienable de los te-
rritorios por parte de los Estados-Nación del siglo XIX, transfiere buena parte 
de sus funciones al mercado en el proceso de globalización de la economía 
mundial, (Lowenthal, Clark, 1982), Algunos lo ven como una estrategia de 
las transnacionales para hacer más flexible la acomodación del capital a la ex-
27
Francisco avELLa
plotación no solo de los recursos naturales, sino especialmente de la mano de 
obra barata, de tal modo que las naciones perderían el control económico de 
extensas regiones que pasarían a tener sus propias condiciones independientes 
de las que aplica el estado (Abello, Fernández, 1995)
En todo caso la perspectiva de la integración por la fuerza del mercado 
ya ha transnacionalizado importantes regiones en Asia del Sudeste, Suráfrica, 
Europa y actualmente en los Estados Unidos, Canadá y México. Sus efectos 
geográficos están por ver, pero las discusiones que han despertado, muestran 
que en economías de subsistencia como las del Caribe, la producción nacional 
no alcanza a satisfacer ni las propias necesidades básicas, y ni siquiera generan 
excedentes para estabilizar la balanza de pagos. Así no es extraño que la deuda 
externa representara el 79% de su PNB para 1988 (Martínez, 1996), y diez 
años después continúe creciendo.
Conclusiones provisionales
Estas reflexiones tienen por objeto mostrar como es de diferente la “de-
marche” a seguir para construir una Geohistoria del Caribe con el mismo 
método con que Levy construyó la de Europa. Y como el Caribe resulta ser 
la imagen especular del proyecto eurocéntrico de las Luces, “civilizar por la 
esclavitud”, se hace aún más difícil utilizar métodos sin el análisis crítico ne-
cesario.
Hoy cuando el “proyecto” euro-americano parece ser el de “redimir por 
el turismo”, las gentes del Caribe lo sienten como tantas otras de las fatalida-
des que les han caído encima. Así, en el fondo, volviendo a la pregunta inicial 
¿Qué es el Caribe?, la respuesta puede ser muy simple: una imagen especular 
de Europa, que rechaza los moldes o el espejo en que se le quiere mirar, por 
lo cual es incomprensible al pensamiento europeo, o como lo señala Lara, 
(1998), se vuelve un “…personaje indefinible, pues no se puede entender con 
las normas habituales” (p. 3). 
Por eso es difícil saber, “Porque sabemos que estamos en el Caribe?”, ya 
que la mayor parte de puntos de referencia hacen parte de una carta de navega-
ción hecha para otra parte del mundo, en ese gigantesco esfuerzo eurocéntrico 
de imponer una visión universal “... en proporciones diversas a todos los luga-
res del Mundo” (Levy, 1997, p. 258). 
EL caribE: basE para una gEohistoria
28
Por eso se ha tratado de elaborar otra carta de navegación, que resulta 
una “inversión”, una “imagen especular”. No por “espíritu de contradicción” 
de la visión con que la geografía y la historia tradicionalmente han estudiado 
al Caribe, sino más bien por “sprit de finesse”. En el sentido de que lo que 
permite responder a la pregunta, es precisamente planteándosela a través del 
prisma con el que los caribeños ven su propio mundo. Y cuando aquí se habla 
de caribeños, se incluyen los raros europeos que han podido ver el caribe como 
imagen especular de Europa (Sandner, Ratter). 
Así, si lo que modela Europa es la “territorialidad”, (...el objeto preciso 
y directo de una apropiación o de una dominación, y que constituye un com-
promiso militar, económico o político, Nordman, 1997) como lo expresa cla-
ramente Levy (1997), lo que modela el Caribe es la “espacialidad diferencial”, 
(“...el hecho de no tener la misma relación al espacio, las mismas reglas de 
localisación y de utilisación del espacio...”, Brunet, 1992). 
Esta diferencia se expresa en la gran dificultad de relacionar conceptos, 
hoy tal vez demasiado laxos como los de maritimidad, litoralidad, continenta-
lidad e insularidad, que son “expresiones” de otra carta de navegación comple-
tamente inédita, que todavía ni siquiera ha integrado la geografía, pues en el 
diccionario Crítico de Brunet, apenas aparece la insularidad como concepto. 
de aquí que la territorialidad como noción que precisa un territorio con 
una identidad geográficay política definida por un nombre que señala la ocu-
pación, la posesión y la dominación se diferencie de esa espacialidad que se 
refiere a espacios amplios, ilimitados, que hacen parte mas de los imaginarios 
que de las entidades territoriales, y que por su indefinición y su flexibilidad, 
permiten la distribución de las formas geográficas y sociales, de sus movimien-
tos y de sus flujos. 
Para solo citar la problemática central, ¿como imaginarse un Mar Caribe 
territorializado, cerrado y apropiado cuando siempre fue un mar de todos, 
en donde las personas y las mercancías circulaban libremente puesto que el 
contrabando ha sido la forma normal del comercio. Como imaginárselo como 
lo supone el UNCLOS III, cruzado de límites y lleno de fragatas para hacerlo 
respetar en nombre de una territorialidad a la europea o de una soberanía del 
siglo XIX? 
O será esta otra manera de forzar la entrada definitiva del Caribe en “la 
modernidad” sin tiquete de regreso? Por que la primera manera, la de la escla-
29
Francisco avELLa
vitud, todavía es muy difícil de entender para los caribeños y aún no salen de 
su repudio.
Por ello se requieren nuevas visiones, pues como anotaba Sandner (1982, 
2003), hace cierto tiempo, “Para entender el Caribe, incluso en sus contra-
dicciones y sus conflictos, es necesario superar siempre de nuevo y hoy más 
que nunca las limitaciones impuestas por las visiones tradicionales y cómodas, 
buscando nuevas perspectivas y nuevas formas de preguntar” (p. 15).
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el Caribe y su pasado
roberto González arana1 y antonino vidal2
1.- Antecedentes
A escala regional, un elemento geográfico significativo para la compren-
sión del doblamiento prehistórico del norte de Sudamérica, las Antillas y Cen-
troamérica, fue el carácter de mar interior que tuvo el Caribe para los pueblos 
indígenas que habitaban las costas ribereñas y, sobre todo, el papel primordial 
que jugó como centro de su mundo, hecho que dio lugar a la configuración de 
una región geohistórica donde fue especialmente destacado el papel que repre-
sentaron vientos y corrientes marítimas en el desplazamiento humano, incluso 
a grandes distancias. El arribo de los grupos indígenas en sus canoas y piraguas 
de isla en isla y litoral continental, en los espacios marítimos interiores que con-
forman el mar Caribe en una extensión de más de dos millones de kilómetros 
cuadrados, fue posible por la reconfiguración del parabólico arco antillano y 
las cortas distancias que separan a las islas entre sí del continente, además de 
la acción constante de los vientos y las corrientes marítimas, que constituían al 
permitir desplazamientos con relativa velocidad, verdaderos caminos de mar.3 
Uno de los grandes problemas para los estudiosos del pasado de esta re-
gión, es de qué forma abordarla como objeto de estudio, es decir con qué ca-
tegoría trabajar, Caribe insular, Caribe geopolítico, Cuenca Caribe, o incluso 
Caribe cultural. Hace ya algunos años el historiador puertorriqueño Antonio 
1 Ph.d en Historia. Profesor Asociado del departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del 
Norte. Vicepresidente de la Asociación de historiadores latinoamericanos y del Caribe, AdHILAC.
2 Ph.d en Historia. director del departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.
3 Cunnil, Grau Pedro, “La geohistoria”, en Marcello Carmagnani, Alicia Hernández y Ruggeiro Roma-
no, para una historia de México, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
EL caribE y su pasado
34
Gaztambide Geigel en un excelente trabajo nos proporcionaba una reflexión 
sobre cómo históricamente los imperios habían visto y denominado la región.4 
No siempre se llamó Caribe a este mar, es más como región geográfica es un 
“invento” del siglo XX. Es una tradición que arranca de la transición de la do-
minación imperial europea a la de los Estados Unidos. desde que se iniciara 
el proceso de occidentalización de este continente, la palabra Caribe se asoció 
a los aborígenes que se resistieron de forma violenta a la conquista calificán-
dolos al mismo tiempo de antropófagos, sodomitas, etc, apelativos que en oca-
siones legitimó desde el punto de vista occidental y cristiano la instauración de 
una de las instituciones que marcó más la identidad de la región: la esclavitud. 
Entonces en su origen se trató de una palabra que se utilizó para designar a 
nativos rebeldes o esclavizados.5
del mismo modo, si uno mira la Cartografía de los primeros tres siglos 
observamos que el mar fue llamado de diferentes formas. En principio, los 
españoles en sus crónicas y mapas los denominaron desde la mar oceána, las 
islas y tierras firmes, el mar de los Sargazos, entre otros. En la geografía de los 
europeos del norte y sobre todo, en la segunda mitad del siglo XVII, en los ma-
pas franceses aparecía como un “mer des Antilles”. Holandeses y británicos ya 
en el siglo XVIII empezaron a considerarlo como una parte del mar del Norte. 
Pero en medio de todas estas confusiones los anglosajones, los europeos y los 
criollos angloamericanos comenzaron a denominarlo Caribbeean Sea, aunque 
popularmente entre marinos y habitantes de esas islas se utilizaba este nombre 
oficialmente quedó un término mas eurocéntrico que englobaba a todas las 
posesiones imperiales británicas de este mar: West Indies. El tránsito de Mar 
de las Antillas a Mar Caribe se comenzó dar a finales del siglo XVIII con lo 
que se han llamado las revoluciones Atlánticas: la independencia del Norte, la 
revolución francesa y por último, las guerras hispanoamericanas de indepen-
dencia. Todo coincide con el paso de la hegemonía francesa hacia la británica, 
por tanto la geopolítica impregnó a la geografía.
durante el transcurrir del siglo XIX se fue produciendo un distanciamien-
to de lo americano hacia lo europeo, utilizando los norteamericanos el argu-
mento que la Iglesia Católica y la Monarquía eran dos instituciones que mos-
4 Gaztambide-Geigel, Antonio, “La invención del Caribe como problema histórico y metodológico. En: Re-
vista Mexicana del Caribe.” N° 1 pp 74-96. Chetumal, Quintana Roo, México, 1996.
5	 Ibid	pag	77	y	Vidal	Ortega,	Antonino,	La	región	geohistórica	del	Caribe.	Tierrafirme	y	Cartagena	de	Indias	
a comienzos del siglo XVII. En: Revista Mexicana del Caribe, Año VIII, Numero 15, Chetumal, Quintana 
Roo, México, 2003.
35
robErto gonzáLEz arana y antonino vidaL
traban maldad y corrupción. de todas formas durante todo este siglo el mar 
Caribe cumplió la función de ser frontera imperial6. de esa forma, poco a poco 
los americanos fueron redefiniendo la geografía. La expansión de la frontera 
oeste y el interés del naciente imperio del norte por asumir el rol de control de 
la región, para defender sus intereses comerciales7 y la expulsión de los españo-
les de las últimas islas del viejo imperio supuso que el nuevo dominador mar-
cara las pautas geopolíticas de lo que iba a suceder en la región. Comenzando 
el siglo XIX con la agresiva y violenta doctrina política Monroe. Ahora bien, 
tampoco el imperio de norte definió claramente su concepción del Caribe.
Caribe siglo XVII
Como nos muestra Gaztambide-Geigel a partir de aquí no se definió un 
Caribe si no muchos Caribes uno frente a lo imperios, otros geográficos, otros 
académicos, económicos. El Caribe insular, que tiende a ser sinónimo de las 
Antillas y de las West Indies que puede llegar hasta las Bermudas que pone 
énfasis común en las recias experiencias vividas en la plantación.
6 Gaztambide Geigel, Op. Cit, pp. 81-82
7 Díaz Espino, Ovidio, Como Wal Street creó una nación, Planeta, Bogotá, 2002.
EL caribE y su pasado
36
El Caribe Geopolítico que se refiere al Caribe insular, América Central y 
Panamá, esta es las más estudiada en las historiografía y otros estudios sobre 
las relaciones con los Estados Unidos y la misma pone énfasis en la mayor 
parte donde se produjo el mayor intervencionismo estadounidense. Única ten-
dencia creada por los Estados Unidos.8
La Cuenca del Caribe, la que añade las costas de México, Colombia y 
Venezuela, que es la tendencia más reciente viene desarrollándose desde la 
segunda mitad de los años ochenta y sobre todo desde los años noventa hasta 
nuestros días, lo que está planteando historiográficamente la forma de pensar 
la historia. En este tiempo en la costa de la actual Colombia, en el mundo inte-
lectual un grupo de jóvenes investigadores empezaron a repensar las relaciones 
de esta cálida región con los lazos históricos que dan un pasado común a toda 
esta comunidad diversa, heterogénea y multicolor. 
Aunque el Gran Caribe contemporáneo está vinculado por su propia 
esencia a la misma dinámica del proceso histórico de América Latina, la larga 
dominación colonial, como los fenómenos derivados de la dependencia eco-
nómica y financiera, así como las luchas sociales, le ha dado un perfilpropio. 
Por Caribe entendemos no sólo las islas antillanas, sino también todos aque-
llos espacios marítimos y continentales que integran el perímetro geopolítico 
caribeño, el cual incluye a la Costa Atlántica de Colombia, Venezuela, las 
Guayanas, México y Centroamérica. No obstante la existencia en el Caribe de 
una serie de problemas comunes al conjunto de los países latinoamericanos, 
allí muchos procesos históricos coloniales y contemporáneos se han dado con 
mayor fuerza y nitidez que en el resto del subcontinente, ya que la ocupación 
extranjera se ha ejercido en un universo geográfico y demográfico menos com-
pacto y ha sido objeto del interés y las rivalidades de múltiples potencias, como 
epicentro también de importantes y singulares procesos socioeconómicos y de 
luchas sociales muy intensas.9 
En palabras del poeta guadalupeño Oruno Lara, hoy para circunscribir 
el Caribe contamos con las mismas dificultades que Fernand Braudel para 
8 Buchenau, Jurgeun, ¿En defensa de una Cuba libre? México entre el nacionalismo cubano y la expansión 
de los Estados Unidos. En: México y el Caribe, vínculos, intereses y región. Laura Muñoz Coord. Instituto 
Mora,	México	2002.	García	Muñiz,	Humberto,	Estados	Unidos	y	el	Caribe	a	fin	de	siglo:	transiciones	eco-
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Caribe, Numero 11, Quintana Roo, Chetumal, 2001.
9 González Arana, Roberto. “Colombia en el Caribe”, Revista Huellas, 76 y 77, 2006, p.44.
37
robErto gonzáLEz arana y antonino vidaL
delimitar el Mediterráneo en la época de Felipe II. El Caribe es un personaje 
complejo que escapa a nuestras medidas y nuestras categorías, que no se puede 
definir con nuestras normas habituales e incluso no se puede explicar con la 
racionalidad que otros intentan explicar a Europa o a los Estados Unidos por 
citar dos ejemplos10.
2.- el Caribe colombiano en la historia
El referente cultural del Caribe colombiano hasta bien entrado el siglo 
XX fueron las Antillas, y de ellas el más destacado fue Cuba.11 La música de 
la isla, las radionovelas, las revistas de modas, marcaban las tendencias en el 
vestir femenino y eran parte del escenario natural con el que las mujeres ba-
rranquilleras departían en los salones de belleza. Músicos de renombre como 
Ernesto Lecuona, Miguelito Valdés, Rolando Laserie, Olga Guillot, Ester Bor-
ja y reconocidas orquestas como la Sonora Matancera o El Septeto Aragón 
visitaron a Barranquilla durante la primera mitad del siglo XX.12 Pero desafor-
tunadamente, este influjo de sabor hispano-caribeño cedió pasó a otro tipo de 
intereses frente a la geopolítica internacional. La guerra fría, el enfrentamiento 
Este-Oeste, el triunfo de la gesta socialista en Cuba cerró el influjo de esta isla 
en nuestra costa. La Revolución castrista triunfó, y con ello el miedo a la pro-
pagación de sus ideales y a su influencia sobre los movimientos estudiantiles y 
obreros colombianos. desde ese momento, además de la ruptura diplomática 
y el aislamiento político hubo un cierre hermético hacia todas sus influencias.13 
Las elites político-económicas, desviaron sus intereses esquivando al enemigo 
comunista y mirando de nuevo hacia el interior donde establecieron de forma 
más sólida sus lazos con Bogotá. Así, el Caribe se fue borrando del imaginario 
nacional languideciendo en tópicos desagradables que inútilmente trataban de 
desmemoriar a la región por donde entró la modernidad, llamándola de manera 
aséptica e impersonal la Costa Atlántica, como todavía desacertadamente hoy 
10 Avella Esquivel, Francisco, “Bases Geohistóricas del Caribe colombiano” En: Respirando el Caribe.Vol 1. 
Memorias de la Cátedra del Caribe colombiano. Observatorio del Caribe Colombiano, Cartagena 2001. P. 3.
11 No podemos perder de vista que el primer periódico de la Nueva Granada fue fundado por el cubano 
Manuel del Socorro Rodríguez, quien además desarrolló una brillante labor al frente de la Biblioteca 
Pública de Santafé de Bogotá. En el mismo sentido, el neogranadino Joaquín Pablo Posada –uno de 
los principales actores de la revolución de medio siglo en Bogotá- se radicó en Cuba desde 1859, donde 
desplegó una intensa actividad en la prensa habanera. 
12 Entrevista al coleccionista y musicólogo Servio Nicolás Galeano, Barranquilla, junio/08.
13 Sobre el tema, véase: Colombia y Cuba. del distanciamiento a la colaboración. díaz-Callejas, Apoli-
nar y González Arana, Roberto. Ediciones Uninorte, Barranquilla, 1998.
EL caribE y su pasado
38
en día le denominan los medios de comunicación. Todo lo anterior basado 
además en la obstinada persistencia a fortalecer el modelo centralista del país, 
en detrimento de las regiones ubicadas más allá de los Andes. 
Recordemos que la región Caribe está conformada por los departamentos 
continentales de la costa norte como Guajira, Magdalena, Cesar, Atlántico, 
Bolívar, Sucre y Córdoba así como el insular de San Andrés y Providencia. 
Según el sociólogo Orlando Fals Borda, esta región no es del todo homogénea 
pues coexisten al menos diez subregiones, entre otras San Andrés con su gran 
influencia anglosajona y protestante. Siguiendo a Fals Borda, él afirma que sus 
gentes son algo distintas pues no podríamos confundir a un guajiro con un cor-
dobés y hay modalidades de vallenato en el Cesar y el Sinú. Incluso sostiene 
que se podría pensar en dos Caribes, uno al oriente y otro al occidente del río 
Magdalena.14 Sin embargo, el mismo autor concluye que en todos los departa-
mentos de la costa “subyace un ethos expansivo y eufórico que les distingue de 
los lanudos o cachacos del interior del país”.15 
Mapa del Caribe Colombiano
14 Fals Borda, Orlando. Región e Historia, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1996, p.48
15 Ibid.
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robErto gonzáLEz arana y antonino vidaL
El reconocimiento de la Región en la Constitución Política de Colombia, 
con la posibilidad de crear entes territoriales con mayores competencias y au-
tonomía, ha generado muchísimas expectativas en el país. Pequeños munici-
pios –y muy especialmente los de la Costa Caribe- abrigan la esperanza de que 
unidos a una región, que identifique sus problemas comunes como propios, 
podrán tal vez en el futuro ser territorios más prósperos. desafortunadamente 
la reciente ley que modifica y reduce el monto de las transferencias a las re-
giones dificulta prever un futuro promisorio para la Costa Caribe, una de las 
zonas del país con las que el gobierno central tiene una deuda social histórica. 
Pese a que nuestra región produce el 15,9% del PIB colombiano, tenemos el 
21% del total de la población nacional, también “alojamos el 36% de los po-
bres del país”.16 Por lo tanto, este criterio de equidad es el que a juicio de Aarón 
Espinosa “debe incorporarse en el análisis de las políticas públicas orientadas 
a disminuir la pobreza y la miseria en las regiones colombianas”.17
A propósito de lo anterior, cabe señalar que la meta de construcción de 
la nación en Colombia se fue alimentando a través de una imagen del terri-
torio nacional en la cual, a menudo, se describían no sólo los territorios que 
constituían el país sino también sus aspectos políticos, sociales y culturales.18 
Los relatos que se hacían de la situación colombiana estaban permeadas de 
una visión distante de la realidad y cargada de “códigos culturales raciales, lo 
cual no les permitía comprender la realidad observada, por lo que llegaron a 
considerarla muy distante de la civilización de la que provenían y, en ciertos 
casos, fue tipificada por la barbarie”.19 Ya incluso el sabio Caldas había aseve-
rado en sus estudios sobre civilización que esta, “sólo era posible en zonas con 
determinados climas, por supuesto, climas más templados y a determinadas 
alturas”.20 Se sostiene

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