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Historia de la enfermería médico-quirúrgica

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Historia de la enfermería médico-quirúrgica
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HistoriaHistoriaHistoriaHistoriaHistoria
de la enfermeríade la enfermeríade la enfermeríade la enfermeríade la enfermería 
médico-quirúrgicamédico-quirúrgicamédico-quirúrgicamédico-quirúrgicamédico-quirúrgica
Lic. María del Carmen Amaro Cano
IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción
Cuando Florence Nightingale publicaba, en 1859, su obra teórica acer-
ca de la enfermería profesional, señalaba que esas Notas de Enferme-
ría (Nightingale, F., 1969), como tituló su publicación, no habían sido es-
critas solo como un manual para enseñar a las enfermeras a prodigar
cuidados, sino para asistir a millones de mujeres, que tenían a su cargo la
salud de sus familias, “a pensar cómo prodigarles cuidados”.
Esta aclaración resultaba casi innecesaria puesto que después de las
Cruzadas, en plena Edad Media, la contribución de los hombres a la
enfermería, debido a su participación en las Ordenes Militares, práctica-
mente había desaparecido, quedando solo los casos de monjes que, des-
de el medioevo, ejercían estas funciones.
En la Edad Moderna el cuidado de los enfermos descansaba en las
mujeres de la familia, o viudas o solteras sin dote que realizaban estas
labores por caridad; aunque el papel protagónico lo desempeñaron las
monjas católicas y las diaconisas de algunas iglesias reformadas.
La Inglaterra anglicana no contaba con ellas y el cuidado de los enfer-
mos estaba asignado a mujeres pertenecientes a las clases más despo-
seídas de la sociedad, muchas de ellas de baja catadura moral, razón por
la cual adquiere gran relevancia la contribución de Florence Nightingale,
dama de la alta burguesía inglesa, al gestar el surgimiento de la enferme-
ría moderna.
Capítulo 1
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Es justamente ella quien, en sus Notas de Enfermería, decía más
adelante: “Todos los resultados de unos buenos cuidados de enfermería
pueden ser negativizados por un defecto, por no conocer cómo lograr
que lo que se hace cuando una está allí, se haga cuando una no esté”
(Nightingale, F., 1969) y en este señalamiento puede reconocerse el prin-
cipio de la idea del Plan de Cuidados en Enfermería.
La propia definición de enfermería ha cambiado en el transcurso del
tiempo, especialmente desde 1858, en que la fundadora de la profesión
definía su objetivo principal como “...poner al paciente en las mejores
condiciones para que la naturaleza actúe sobre él...” (Smeltzer, S. C.,
1996), los actuales expertos en este campo la han definido como un arte
y una ciencia.
Este capítulo se propone enfatizar en las características de la enfer-
mería médico-quirúrgica, su objeto de estudio y su campo de actuación.
La importancia del tema, en un libro como el que ocupará la atención de
los estudiantes, docentes y profesionales, resulta tan evidente, que solo
se hará referencia a ella en el propio desarrollo de la exposición.
El objetivo general de este capítulo es contribuir a la comprensión de
las nuevas funciones de la enfermera en la atención de enfermería mé-
dico-quirúrgica, dando a conocer el camino emprendido desde el surgi-
miento de la enfermería como profesión hasta nuestros días y, a través
de ese análisis, avizorar el futuro.
Para la preparación de este tema se realizó una revisión bibliográfica,
aunque no exhaustiva, y se realizó un estudio analítico de tipo longitudinal
y de corte retrospectivo, muy utilizado en la ciencia histórica, y bien
conocido por los profesionales de la salud ya que es el mismo que se usa
en la confección de la historia clínica.
Observación de la enfermeraObservación de la enfermeraObservación de la enfermeraObservación de la enfermeraObservación de la enfermera
El comentario de mayor importancia hecho por la fundadora de la enfer-
mería profesional está en el llamado a una buena observación del enfer-
mo por parte de la enfermera, y así expresaba: “La lección práctica más
importante que puede dárseles a las enfermeras es enseñarles qué ob-
servar, cómo observar, qué síntomas indican progreso en el curso de la
enfermedad, cuáles el reverso, cuáles son importantes, cuáles no lo son,
cuál es la evidencia de un cuidado de enfermería negligente y qué tipo de
negligencia” y añadía: “Pero si usted no puede obtener el hábito de la
observación, por una vía u otra, sería mejor que dejara la enfermería,
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para la cual no ha sido llamada, por muy bondadosa y sensible que usted
sea” (Nightingale, F., 1969).
Fave Mc Cain, en 1965, señalaba que la capacidad de observar inte-
ligente y sistemáticamente es un elemento básico de la práctica de la
enfermería. En este sentido apuntaba que “las observaciones inteligen-
tes se basan en conocimientos de las ciencias biológicas, físicas y socia-
les: factores importantes en relación con el aspecto del paciente, su con-
ducta y el medio que lo rodea”. Y más adelante decía: “Para que exista
capacidad de observación es necesario conocer los aspectos normales,
poder identificar y descubrir las anomalías y tener la habilidad de evaluar
la importancia de estos trastornos en relación con el estado del paciente”
(Amaro Cano, María Del C).
Otro aspecto en verdad útil e interesante, contemplado entre los con-
sejos de Florence Nightingale a las enfermeras, está relacionado con
la ubicación del paciente en el papel protagónico del proceso salud-en-
fermedad. En este sentido advertía: “Yo he estado a menudo sorprendi-
da por la conducta de amigos o doctores que sostienen una larga conver-
sación sobre el estado del enfermo en su propia habitación o pasando
cerca de ella, y el paciente sabe que están hablando de él; pero nadie se
dirige directamente a él para decirle la verdad acerca de su enfermedad,
aun cuando él está verdaderamente ansioso por conocer su verdadero
estado” (Nightingale, F., 1969).
Una autora brasileña, Maria Tereza Leopardo (Leopardi, María
Tereza, 1994) llama la atención sobre la nueva expectativa que se ha
venido formando, durante las últimas décadas de este siglo, para superar
la idea tradicional del cuidado de la salud, esa práctica que posee una
fase mítica y otra fase que expresa su sociabilidad e historicidad. En esta
nueva expectativa, para superar esa fase mítica —señala la misma auto-
ra— tuvo que emerger un profesionalismo legitimado en la esfera aca-
démica de modo que la enfermera pudiera ir asimilando nuevas atribu-
ciones y funciones, a contrapelo de suspicacias, recelos e incomprensiones
de otros profesionales, especialmente médicos, que veían con una mez-
cla de temor y subestimación un presente en enfermería que, a su juicio,
negaba sus tradicionales funciones e intentaba usurpar otras.
Así, reconoce tres momentos en el conjunto de las articulaciones his-
tórico-sociales que se evidencian como rupturas, si no epistemológicas,
al menos como reordenamiento de las actividades de enfermería:
1. Un primer momento perteneciente a las religiosas enfermeras de
los hospitales, que prácticamente diluye un saber diferenciado del
saber médico, acumulado en los monasterios.
Capítulo 1
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2. Un segundo momento de reestructuración de los hospitales, con
otras características, a partir de la ascendencia política del saber
médico, que se constituye en el sistema de control sanitario y una
absorción de la mano de obra descalificada para hacer tareas de
enfermería, vinculadas especialmente al confort, la higiene, el tra-
tamiento de heridas y administración de medicamentos prescritos
por el médico.
3. Un tercer momento en que se produce la reelaboración de la profe-
sión, gracias a la contribución de Florence Nightingale –que res-
pondía obviamente a las necesidades de aquél específico momento
histórico– y que se caracterizó por sumar a la tradicional práctica
de los cuidados, un trabajo de organización del espacio de curación.
Función integradora de la enfermería médico-quirúrgicaFunción integradora de la enfermería médico-quirúrgicaFunción integradora de la enfermería médico-quirúrgicaFunción integradora de la enfermería médico-quirúrgicaFunciónintegradora de la enfermería médico-quirúrgica
En la actualidad se escuchan con frecuencia expresiones de insatisfacción
de las enfermeras, en especial de las más recientes egresadas de nuestras
universidades médicas, relacionadas con la distancia existente entre su
formación académica, las atribuciones ideales y la realidad de la práctica.
Las enfermeras declaran que su asistencia a la persona, sana o enfer-
ma, debería ser global, considerando los aspectos biopsicosociales, aun-
que muchas reconocen que ello podría entrar en conflicto con otros pro-
fesionales, principalmente médicos, que tienen una visión aparentemente
más parcial de la asistencia y que conservan la tendencia de hacer par-
ticiones de la persona en órganos enfermos, repartiéndoselos entre las
distintas especialidades.
Pero el paciente no puede dividirse en porciones, tal como sugiriera el
rey Salomón para dirimir el litigio entre las dos supuestas madres del
niño en conflicto. Y dentro de la medicina le ha correspondido a la clínica
la función integradora. Es quizá por ello que la enfermera, en sentido
general, reconozca en la enfermería médico-quirúrgica su proximidad al
enfoque de su propia profesión, identificándose con su objeto de estudio
y su método de actuación y toma de ella ejemplo para aplicar, en su
esfera concreta, aquellos elementos que le pueden resultar útiles para
perfeccionar su propio método profesional.
Desde Florence Nightingale, creadora del primer modelo teórico de
enfermería —quien creía que la función de las enfermeras debía consis-
tir en seguir las órdenes e instrucciones de los médicos y no tomar deci-
siones independientes— las enfermeras han sido vistas tradicionalmente
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como subordinadas de los médicos, incluso en el caso de cuidados bási-
cos de enfermería, en los cuales aquellos profesionales han carecido por
completo de experiencia.
Nuevos conceptos de enfermería y su repercusiónNuevos conceptos de enfermería y su repercusiónNuevos conceptos de enfermería y su repercusiónNuevos conceptos de enfermería y su repercusiónNuevos conceptos de enfermería y su repercusión
en la práctica médico-quirúrgicaen la práctica médico-quirúrgicaen la práctica médico-quirúrgicaen la práctica médico-quirúrgicaen la práctica médico-quirúrgica
Desde mediados de los años 50, varias teóricas de la enfermería habían
comenzado a formular sus consideraciones acerca del método de actua-
ción profesional de las enfermeras: el Proceso de Atención de Enfer-
mería (PAE), el que fue realmente considerado un proceso, por primera
vez, por Lidia E. Hall, enfermera norteamericana, en 1955. Otras en-
fermeras, que se desempeñaban en el campo de la docencia en distintas
instituciones de gran prestigio, también comenzaron a trabajar los aspec-
tos teóricos de la enfermería, incluyendo su definición y las considera-
ciones acerca de dicho proceso. Entre las más destacadas de la década
de los 50 se encuentran también Dorothea Orem (1958), con su defini-
ción y la teoría del déficit del autocuidado; Hildegard E. Peplau, con
sus aportes a la enfermería en general y muy en particular a la psiquiátri-
ca, centró su atención en las relaciones interpersonales en enfermería, y
Faye Glenn Abdellah, quien definió 21 problemas clásicos de enferme-
ría para el diagnóstico de enfermería, término que se utilizó por primera
vez en 1950 (Iyer, Taptich and Bemocchi, 1989).
En 1959, en la reunión del Buró Ejecutivo del Concilio Internacional
de Enfermeras (CIE), celebrada en Helsinki, Finlandia, se aprobó para
su publicación la famosa obra de la enfermera norteamericana Virginia
Henderson, Principios básicos de enfermería.
La década de los años 60 es muy rica en trabajos teóricos de esta
especialidad. Entre las autoras más destacadas se encuentran: Myra
Estrin Levine, quien sin intenciones de redefinir la enfermería o elaborar
ninguna teoría, aportó el enfoque holístico; Martha E. Rogers, conside-
rada como una de las más creativas, centra su atención en sus reflexio-
nes acerca de los seres humanos unitarios; Betty Neuman, elaboró un
modelo de sistemas para los servicios de salud mental; Nancy Roper,
trabajó sobre los principios en los cuales descansa la enfermería y las
actividades vitales; Joyce Travelbee, enfatizó en que la enfermería de-
bía basarse en las relaciones persona a persona; Kathryn E. Barnard,
activa investigadora sobre los cuidados a niños discapacitados, diseñó un
modelo para evaluar la salud de los niños; Dorothy E. Jonson, diseñó un
Capítulo 1
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modelo de sistema conductual; sor Callista Roy, enfoca su atención en
la identidad del hombre y su entorno y su capacidad de adaptación;
Madeleine Leininger, elaboró la teoría de los cuidados transculturales;
Imogene King, ha elaborado su modelo a partir del reconocimiento de la
existencia de tres sistemas: el personal, el interpersonal y el social;
Margaret A. Newman ha trabajado sobre la teoría del desarrollo en en-
fermería, e Ida Jean Orlando (Pelletier), formuló la teoría de la res-
puesta profesional en la relación recíproca enfermera-paciente.
La década de los años 70 contó con el aporte continuo de estas estudio-
sas de las teorías y modelos de enfermería. A ellas se sumarían otras tales
como: Jean Watson, con su magnífico libro titulado Enfermería: la filo-
sofía y la ciencia del cuidado, quien concentró su interés en los proble-
mas de la atención sanitaria, con un enfoque social; Patricia Benner, con
su teoría fenomenológica acerca de los cuidados de enfermería; Joan
Riel-Sisca, con sus trabajos sobre interaccionismo simbólico; Ramona T.
Mercer, con su estudio acerca del rol maternal de la enfermera; Joyce J.
Fitzpatrick, con su modelo de la perspectiva vital, quien ha escrito, ade-
más, acerca del envejecimiento y el suicidio, y Nola Pender, quien a partir
de su estudio de cómo las personas toman las decisiones sobre su propia
salud ha elaborado un modelo de promoción de salud.
En 1972 se creó la Fundación Christianne Reiman, gracias al gene-
roso legado de esta enfermera danesa, quien fuera la primera secretaria
asalariada del CIE. Esta Fundación otorga un premio cada cuatro años a
la enfermera o al grupo de enfermeras que hagan una contribución so-
bresaliente a la profesión. La primera ganadora de este premio, que se
otorgó en 1985, fue la inmensamente popular Virginia Henderson.
En 1977, esta conocida enfermera, en la reedición de su libro Prin-
cipios básicos de enfermería, le incluyó su ya bien conocida defini-
ción de enfermería: “...la asistencia al individuo enfermo o sano en la
ejecución de aquellas actividades que favorecen su salud o la recupe-
ración de la misma (...) tareas que él podría resolver sin ayuda si tuvie-
ra las energías, fuerza de voluntad y conocimientos necesarios”
(Marriner Tomey, A., 2000).
Son quizás Iyer, Taptich y Bemocchi (1989), quienes mejor han defi-
nido a la enfermería actual, al decir que “la enfermería es a la vez una
ciencia y un arte, tiene su propio cuerpo de conocimientos con base
científica, centrado en la salud y bienestar del enfermo. La enfermería
se preocupa de los aspectos psicológicos, espirituales, sociales y físicos
de la persona, sin limitarse al estado de salud que diagnostica el médico;
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en otras palabras, la atención se centra en las respuestas de la persona,
como un todo, al relacionarse con el entorno...” (Iyer, Taptich and
Bemocchi, 1989). Según estas mismas autoras, el PAE es un plantea-
miento para resolver problemas, basado en una reflexión que exige unas
capacidades cognoscitivas, técnicas e interpersonales, cuyo fin es cubrir
las necesidades biopsicosociales y espirituales del paciente y su familia.
Las necesidades humanas básicas fueron descritas en 1970 por
Abraham Maslow (Leddy, S., 1989) psicólogo humanista, quien estable-
ció su correspondiente jerarquía:
1. Necesidades fisiológicas.
2. Necesidades de protección y seguridad.
3. Necesidades de amor y de sentimientos.
4. Necesidadesde pertenencia.
5. Necesidades de estima.
6. Necesidades de autorrealización.
Esta clasificación, perfeccionada por Kalish (Dugas, B., 1989), detalla
los elementos que pertenecen a cada una de las necesidades:
1. Fisiológicas: agua, alimento, aire, eliminación, reposo, sueño, con-
servación de la temperatura y evitación del dolor.
2. De protección y seguridad: abrigo y protección contra factores da-
ñinos del medio; y seguridad ante peligros reales e imaginarios (me-
dio familiar, hospitalario, social).
3. De amor y pertenencia: personas cercanas, tanto familiares como
amistades, incluyendo compañeros de trabajo o de organizaciones
políticas y de masas o credos religiosos.
4. De estima: sentirse valiosos como ser humano (dignidad).
5. Autorrealización: alcanzar ambiciones en la vida; y necesidades de
conocimientos y de tipo estético.
Es justamente esta clasificación de Maslow, perfeccionada por Kalish,
la que utilizan las enfermeras para elaborar su Plan de Cuidados en la
etapa de intervención del PAE una vez que se han establecido los diag-
nósticos de enfermería correspondientes a la alteración real o potencial
de los patrones funcionales del paciente (Dugas, B., 1989).
En la primera etapa del PAE, valoración, la enfermera va a la bús-
queda de los datos que pueden resultarle de interés para establecer su
diagnóstico. En el proceso de la entrevista al paciente, el exámen físico y
el análisis de la información aportada por la Historia Clínica, el verdade-
Capítulo 1
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ro enfoque de enfermería se establece cuando se relacionan los datos
encontrados con el grado de posible alteración de las funciones:
1. Estado social.
2. Estado mental.
3. Estado emocional.
4. Estado temperatura corporal.
5. Estado respiratorio.
6. Estado circulatorio.
7. Estado nutricional.
8. Estado eliminación.
9. Estado reproductivo.
10. Grado de reposo y comodidad.
11. Estado de la piel y apéndices.
12. Percepción sensitiva.
13. Capacidad motora.
Y es con este método científico de actuación profesional que la enfer-
mera de hoy enfrenta la enfermería médico-quirúrgica. La enfermera
que ha ampliado sus conocimientos y habilidades en una rama particular,
entre las que se encuentra en mayor rango la enfermería médico-quirúr-
gica, es reconocida hoy como especialista en enfermería clínica.
El término fue creado por Frances Reiter en los primeros años de la
década de los 40 para describir a la enfermera que ha adquirido un alto
nivel de capacidad en la práctica de la profesión, es decir, en la función
de proporcionar cuidados directos a los pacientes (Smith-Germain, 1984).
Especialista en enfermería clínicaEspecialista en enfermería clínicaEspecialista en enfermería clínicaEspecialista en enfermería clínicaEspecialista en enfermería clínica
La profesión de enfermería se ha ido adaptando a satisfacer las necesi-
dades y expectativas cambiantes en los diferentes servicios asistenciales,
en los tres niveles de atención. Ello puede constatarse en las ampliacio-
nes de las funciones de este profesional. La propia especialización tam-
bién ha evolucionado dentro de esta ampliación de funciones. Con esta
ampliación de funciones y la educación avanzada que reciben en dife-
rentes especialidades, han surgido diversos títulos que especifican estas
funciones. Uno de ellos es el de especialista en enfermería clínica.
Si bien la especialista en enfermería clínica no necesariamente re-
quiere de un grado académico —pues muchas enfermeras han logrado
esa excelencia en la capacidad clínica a través de la experiencia acu-
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mulada a lo largo de años de trabajo junto a médicos clínicos de gran
competencia y desempeño profesional—, en los últimos años se ha dado
gran impulso a este tipo de funciones creando programas universitarios
al nivel de maestría para la preparación en la especialidad clínica. Las
enfermeras son preparadas así para la práctica de un área determinada
de los cuidados y definen su función según cuatro componentes princi-
pales: la práctica clínica, la educación, la consulta y la investigación
(Smeltzer, S. C., 1996).
Hasta ahora la enfermería clínica se ha enfrentado, fundamentalmen-
te, al trabajo diario en una sala hospitalaria, en la que tiene a su cuidado
un grupo de pacientes de larga estadía, que a menudo son descuidados
por la llegada de otros en estado más crítico. El cuidado de los pacientes
de larga estadía demanda la necesidad de realizar con abnegación el
cuidado de cada día, aunque no haya una rápida mejoría.
Por otra parte, la relación que mantiene la enfermera con estos pa-
cientes es muy importante porque muchos de ellos tienen pocos vínculos
con sus familias y amigos. Al faltar este tipo de relaciones, en verdad
necesarias para el enfermo, lo que le proporciona la enfermera al saber
escucharlo y al demostrarle preocupación por su bienestar, adquiere gran
connotación.
Las enfermeras poseen conocimientos y práctica que ayudan a los
pacientes a recuperarse; sin embargo, la familia del paciente puede ha-
cer grandes contribuciones a su más rápido restablecimiento, por lo que
la enfermera debería aprender a sacar partido de lo que la familia podría
hacer por el paciente en lugar de excluirla (Gillis, C., 1983).
Recientes estudios muestran que el foco de la acción de la enfermera
se basa de manera especial en la educación y la consulta: educación y
consejo de los pacientes y familiares; y educación, consejo y consultas
con el equipo de enfermería.
En la actualidad, la fuerte corriente biologicista que afecta a la medi-
cina y a los médicos, con la invasión tecnológica en el campo de las
ciencias médicas, pudiera ser combatida en cierta medida si el equipo de
salud que interactúa con el paciente y su familia no se comportara sim-
plemente como un equipo multidisciplinario, sino que accionara en reali-
dad a escala interdisciplinaria.
Así, la medicina podría ganar, enriqueciendo sus enfoques con los de
las otras ciencias aplicadas por el equipo multidisciplinario, tales como la
enfermería, la psicología, la sociología, la antropología social y la filo-
sofía. La primera, porque perteneciendo al campo de las ciencias
biomédicas se ha salido de su férula a partir del propio objeto de estudio
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de su ciencia particular; y las otras tres porque forman parte del sistema
de conocimientos sobre el pensamiento y la sociedad, que constituyen
también ciencia.
La filosofía, por su parte, tiene una importante función, no solo
metodológica y epistemológica sino también axiológica, en el proceso de
humanización de la medicina. De esta forma, la clínica alcanzaría la ver-
dadera cualidad científica, pues no puede haber ciencia sin humanismo.
La ciencia la hacen los hombres, impelidos por necesidades surgidas
en el propio proceso de producción y reproducción de su vida material y
espiritual, y ese sistema de conocimientos se organiza y aplica para pro-
piciar bien a otros hombres; pero éstos no son solo objeto de la ciencia,
sino también sujetos que tienen una vida espiritual, con sentimientos, te-
mores y creencias que matizan sus dolencias y sufrimientos.
Estos hombres son afectados por el ecosistema y por el sistema
socioeconómico en que viven. Ellos son, en suma, los seres biopsi-
cosociales que, a escala teórica discursiva, casi todos aseguran aceptar
como tales. De lo que se trata en la clínica es que, tanto el médico como
la enfermera recuerden estos conceptos cuando se encuentran junto a la
cama del paciente que atienden, o frente a él en una consulta, y actúen
en consecuencia.
Esta nueva actitud, en el caso de las enfermeras, estaría marcando la
nueva imagen de la enfermera en la clínica, imagen que habría que cons-
truir a partir de un nuevo paradigma. También en este caso la ayuda que
podrían prestar los filósofos es incuestionable.
En la práctica actual se está conviviendo con filósofos que ayudan a
reflexionar, a través de la realización de discusiones sobre Filosofía y
Salud, tanto en el pregrado como en el posgradode las ciencias médicas.
Especial atención se está prestando, en esta disciplina y en las activida-
des que realizan las Cátedras de Bioética, a las cuestiones ligadas a la
vida y a la muerte, al dolor, a la curación, a la subjetividad del enfermo, a
la objetividad de la ciencia, entre otros temas de interés.
Todo ello permitiría una aproximación más intensa a los conocimien-
tos y prácticas, en todos los ámbitos donde se manifieste el pensar una
nueva realidad y el deseo de contribuir a su materialización, beneficiando
así a la parte de la humanidad de cuya salud se es responsable.
Enfermera clínica y su responsabilidad moralEnfermera clínica y su responsabilidad moralEnfermera clínica y su responsabilidad moralEnfermera clínica y su responsabilidad moralEnfermera clínica y su responsabilidad moral
Los cambios y ampliaciones de las funciones de la enfermera han influi-
do en los problemas morales relacionados con la profesión. Toda vez que
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hasta muy reciente las enfermeras se habían visto solo como funciona-
rias dependientes, única y exclusivamente actuando bajo la dirección y
supervisión del médico, sus responsabilidades morales profesionales es-
taban limitadas a si habían cumplido o no, las indicaciones médicas.
Pero la enfermera contemporánea ha sumado otras funciones, ade-
más de las dependientes de las órdenes médicas, y ello está relacionado
con el desarrollo científico técnico actual, que ha impuesto la necesidad
de la multidisciplina; pero sobre todo, de la interdisciplina.
No obstante el avance teórico y funcional que significó el reconoci-
miento de la existencia de las funciones interdependientes de la enfer-
mera, lo que en realidad ha elevado el rango de esa profesión ha sido la
aceptación de las funciones independientes, es decir, actividades que
están dentro del ámbito del diagnóstico y atención de enfermería y que
no requieren órdenes médicas.
Pero quizá el hecho más sobresaliente es la situación privilegiada de la
enfermera en el equipo multidisciplinario que actúa en la atención pri-
maria de salud, dado su dominio del enfoque sociopsicobiológico del
proceso salud-enfermedad.
Estas nuevas funciones, que se evidencian en la aplicación del método
científico, en especial en las etapas de valoración e intervención, pro-
pician una apreciación diferente sobre estas profesionales, históricamente
subalternas.
En este sentido, también la aparición de los servicios de cuidados inten-
sivos ha obligado al entrenamiento de enfermeras especializadas en algu-
nas técnicas y procedimientos que, por tradición, hacían los médicos.
Otro hecho importante, que tendrá gran repercusión en el mañana de
la clínica de enfermería, está relacionado con los cambios ocurridos en la
distribución etérea de la población —al incrementarse la esperanza de
vida al nacer— lo que ha traído como resultado que hoy exista una ma-
yor cantidad de personas que están más necesitadas de satisfacer sus
necesidades físicas, psicológicas y sociales, es decir, que son más
tributarias de cuidados de enfermería, que de recibir tratamiento médico.
Consideraciones finalesConsideraciones finalesConsideraciones finalesConsideraciones finalesConsideraciones finales
— La enfermería clínica surgió con el inicio mismo de la profesión,
marcada con el concepto que de ella tenía la propia fundadora de la
enfermería moderna, es decir, basada en la observación y en la
actuación exclusivamente dependiente de las órdenes médicas. En
Capítulo 1
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ella se ha destacado el campo de la enfermería médico-quirúrgica.
— El presente de la enfermería clínica es, de una parte, la resultante
de la experiencia acumulada a escala profesional, y de otra, la in-
corporación de una nueva definición, de carácter conceptual,
del ejercicio profesional, propiciada por el sistema de conocimien-
tos que abarca teoría y método propios, que permite la definición
del campo de actuación profesional y la realización de acciones
interdependientes con otros profesionales, entre los que se desta-
can médicos, psicólogos, farmacéuticos, trabajadores sociales y
nutriólogos.
— El futuro de la enfermería clínica está ya identificado con las accio-
nes independientes de la enfermera: la identificación de las res-
puestas humanas de las personas (familia y/o comunidad que
atienden) a los factores que amenazan su bienestar y propician la
evolución de la enfermedad, expresados en alteraciones reales o
potenciales de los patrones funcionales de salud que afectan
necesidades básicas, cuya cobertura recae en el campo de actua-
ción de la enfermera profesional.
— Lo expresado recaba de una sólida preparación teórica y práctica
de la enfermera clínica del siglo XXI, no solo en el campo de las
ciencias biológicas, sino en especial de las ciencias sociales, pues al
hablar de respuestas humanas se está haciendo alusión a la psicolo-
gía, la sociología, la antropología social y la filosofía.
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