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08_Vasectomias

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Introducción 
 
La vasectomía fue descrita como técnica quirúrgica a finales del siglo XIX y ha sido 
ampliamente utilizada durante el siglo XX conjuntamente con las intervenciones de 
adenomectomía prostática para prevenir infecciones epididimarias postoperatorias. Pero 
también se ha utilizado con finalidad esterilizadora forzada de determinadas poblaciones 
(periodo nazi, delincuentes, retrasados mentales, etc.), fundamentalmente en la primera 
mitad del siglo XX. 
A finales de los años 50 y en la década de los 60 la vasectomía se convirtió en un método 
de esterilización voluntaria en los Estados Unidos con unas cifras que se incrementaban de 
año en año hasta que en la actualidad se han estabilizado en alrededor de 500.000 
vasectomías anuales. Europa se unió a esa tendencia vasectomizadora unos años mas tarde 
y no se dispone de un cómputo global de vasectomías anuales. 
 En España, en esos años, la vasectomía se realizaba junto con las intervenciones de 
adenomectomía prostática con la finalidad de evitar las epididimitis postoperatorias y no 
con fines esterilizadores, los cuales no estaban permitidos por la legislación y además 
chocaban frontalmente con las creencias religiosas y sociales de la época. 
El cambio político y social acaecido en nuestro país desde los años 70 también ha 
provocado un cambio en la forma de valorar la vasectomía como un método de 
esterilización por parte de la pareja, asumiendo el varón una mayor responsabilidad en la 
contribución a la contracepción y olvidando viejas tendencias que descargaban el control de 
fertilidad en el sexo femenino. Por todo esto la vasectomía ha sufrido una incremento 
progresivo en los últimos años que se ha cifrado en alrededor de unas 70.000-100.000 
vasectomías anuales 
. 
 
Repercusiones sanitarias 
 
Complicaciones de la vasectomía 
 
Aunque la vasectomía es una técnica quirúrgica sencilla no está exenta de complicaciones. 
El incremento del número de vasectomías que se realizan anualmente comporta un 
incremento simultaneo de las complicaciones que podemos observar, siendo la más 
frecuente la aparición de dolor crónico después de la vasectomía, que puede afectar al 18% 
de los vasectomizados y que suele ser perfectamente tolerable en la gran mayoría, pero una 
décima parte solicitará un tratamiento médico por considerar este dolor incompatible con su 
vida cotidiana, que en números absolutos, y según las vasectomías anuales realizadas en 
nuestro país, estará entre los 1.500 y 2.000 casos al año. Las opciones de tratamiento varían 
desde la administración de analgésicos y/o antiinflamatorios hasta la realización de una 
vasovasostomía, o la conversión de la vasectomía en vasectomía de extremo abierto o 
realizar una epididimectomía. 
 Otras complicaciones post-vasectomía son la infección, la hemorragia y la 
epididimitis. 
 La infección de la herida es poco frecuente pero se han descrito casos de gangrena 
de Fournier post vasectomía, generalmente en países subdesarrollados aunque 
recientemente se ha comunicado también un caso en España. 
 La hemorragia se presenta mayoritariamente en forma de equimosis que no 
requieren un tratamiento especial, aunque puede alarmar al paciente y solicitar una 
consulta. La presentación de hematoma escrotal se limita al 0,9 % de los casos. 
 El riesgo de sufrir una epididimitis se ha estimado en el doble entre los 
vasectomizados comparándolos con la población no vasectomizada 
. 
 
Efectos secundarios 
 
En el área sexual la vasectomía no produce efectos secundarios, no alterándose ni la libido 
ni la capacidad eréctil. Se han efectuado numerosos estudios hormonales en varones 
vasectomizados que tampoco han encontrado alteraciones endocrinológicas, aunque hace 
pocos años se ha descrito la elevación de dihidrotestosterona en pacientes vasectomizados 
en un intervalo de tiempo inferior a 20 años y de la testosterona una vez superados los 20 
años de la vasectomía, sin que haya repercusión a nivel de la FSH o LH pero sin conocerse, 
de momento, los efectos que esta elevación de los andrógenos plasmáticos pueden 
ocasionar en el organismo masculino. 
 Sí que se han observado repercusiones en la composición del líquido seminal, el 
cual es más fluído, dada la no presencia en el mismo de las secreciones epididimarias y 
testiculares, pero que no comportan problemas de salud ni quejas por parte de los pacientes. 
 Un aspecto conocido desde hace muchos años es la aparición de anticuerpos 
antiespermatozoide en los pacientes después de la vasectomía, a los cuales algunos autores 
les han otorgado una gran importancia en el fracaso de las vasovasostomias para recuperar 
la fertililidad a pesar de conseguir una repermeabilización de la vía seminal. La presencia 
de esta reacción inmune humoral en forma de inmunocomplejos circulantes hizo temer la 
posible aparición de enfermedades de carácter autoinmune o relacionadas, sin embargo los 
estudios que se han desarrollado en esta dirección no han demostrado esta relación ni 
tampoco una mayor incidencia de ingresos hospitalarios por enfermedad, con excepción de 
infecciones del aparato genital durante el primer año después de la vasectomía. En otra 
linea Kronmal et al. hallan un incremento del doble del riesgo de sufrir urolitiasis con 
respecto a los no vasectomizados si ésta se realiza antes de los 46 años. 
 Una mención especial se merece la asociación que se estableció en los años ochenta 
entre la vasectomía y las enfermedades cardiovasculares, la cardiopatía isquémica en 
especial, después de publicarse la aparición de depósitos de ateroma en forma de placas 
arteriales en animales de experimentación con posterioridad de haberlos sometido a una 
vasectomía. 
La gravedad de dicha asociación impulsó la realización de numerosos estudios que, 
tras varios años, demostraron la falsedad de la misma y volvieron a situar a la vasectomía 
como una técnica segura y fiable (7,16, 17). Lo cual no evitó que, mientras se llevaban a 
cabo dichos estudios, fueran muchos los pacientes que rechazaron la vasectomía como 
método de esterilización dada la posibilidad de riesgo de infarto de miocardio. 
 Más recientemente se han publicado diversos artículos que relacionan a la 
vasectomía con el incremento del riesgo de sufrir diversas enfermedades neoplásicas. La 
primera neoplasia asociada a la vasectomía fueron los tumores testiculares, publicándose 
artículos de estudios epidemiológicos al respecto en ambos lados del Atlántico 
. Sin embargo otros estudios publicados posteriormente que incidían en esta misma 
asociación no encuentran una relación causa-efecto. 
 En 1988 se publica un estudio retrospectivo caso-control en hombres blancos, que 
informa del riesgo aumentado de padecer cáncer de próstata en los pacientes 
vasectomizados menores de 60 años y que dicho riesgo se incrementa con el paso de los 
años, encontrando también que en los fumadores y en aquellos con un inicio precoz de las 
relaciones sexuales este incremento es todavía mayor. Inmediatamente después aparecen 
nuevos artículos que coinciden en las mismas conclusiones, si bien para algunos no pasan 
de ser una hipótesis más que unos resultados definitivos, mientras que otro autor encuentra 
un incremento no significativo de padecer cáncer de próstata pasados 13 años de la 
vasectomía. 
 La publicación de estos artículos que relacionan a la vasectomía con el desarrollo de 
neoplasias hace que en 1991 durante una reunión de la Organización Mundial de la Salud 
se revisen todos ellos y se discutan los procedimientos de los mismos, llegando a la 
conclusión que “sobre las evidencias biológicas y epidemiológicas existentes, cualquier 
relación causal entre vasectomía y riesgo de cáncer prostático o testicular es improbable y 
no están justificados cambios de la vigilancia en la planificación familiar por lo que 
concierne a la vasectomía”. 
 La aparición de nuevas publicaciones que, intentando corregir los errores detectados 
en los estudios previos, insistían en la asociación entreel cáncer de próstata y la vasectomía 
y cifraban este riesgo entre 1,6 y 1,9 veces en los pacientes vasectomizados al menos 20 
años antes hizo que se volviera a considerar el tema en un encuentro del Instituto de Salud 
norteamericano con representación de la Organización Mundial de la Salud en 1993, 
llegándose a las mismas conclusiones que en 1991 y ,por lo tanto, sin recomendar ningún 
cambio en la política sanitaria respecto a la vasectomía. 
 La aparición de nuevos trabajos que estudian el riesgo de desarrollar cáncer de 
próstata en pacientes vasectomizados ha seguido con buen ritmo en los últimos años, pero 
las conclusiones de éstos van más en la línea de rechazo de dicha asociación a pesar de que 
algunos reconocen la necesidad de un mayor seguimiento. Será necesario un mayor periodo 
de control y un mayor número de casos hasta que se pueda aclarar definitivamente la 
existencia o no de esta relación. 
 Aunque son muy pocas las comunicaciones al respecto, se ha postulado el aumento 
de la incidencia de urolitiasis en pacientes sometidos a una vasectomía como ya ha sido 
mencionado anteriormente 18,19. Si bien es Kronmal el único que ha observado esta 
posible asociación entre vasectomía y el aumento de patología litiásica. 
 Estudios que comparan la incidencia de diversas enfermedades en pacientes 
vasectomizados versus una población no vasectomizada y los ingresos hospitalarios 
ocasionados no encuentran diferencias entre ambas poblaciones, con la única excepción de 
una mayor incidencia de orquiepididimitis durante los primeros años subsiguientes a la 
realización de la vasectomía ( 7) que justifican un mayor número de ingresos hospitalarios 
por patología urinaria en los pacientes vasectomizados ( 17). Nos faltan datos acerca de la 
posible mayor incidencia de orquiepididimitis en vasectomizados españoles y el costo 
sanitario que pueden representar y el incremento de demanda de atención urológica que 
puedan comportar. 
 
 
Salud y Justicia 
 
El derecho a la salud está recogido en la Constitución Española así como en la declaración 
de la OMS, aunque habría de entenderse como el derecho a la atención sanitaria, dada la 
dificultad para aceptar una única definición de salud que satisfaga a todos. 
 La atención sanitaria ha de prestarse de forma igualitaria y equitativamente entre la 
población, pero la crisis financiera sanitaria, aparecida con el incremento incontrolado de 
los recursos tecnológicos y el envejecimiento de la población, ha hecho necesario 
plantearse el racionamiento en la aplicación de los medios disponibles y compaginar este 
racionamiento con los principios de equidad y justicia que deben presidir la prestación 
sanitaria. 
 En la encuesta realizada entre urólogos españoles y que sirvió de base para la mesa 
redonda del LXV Congreso Nacional de la Asociación Española de Urología con el tema 
Vasectomía ¿Cuál es nuestra realidad? (1), es manifiesta la opinión mayoritaria en cuanto 
a que debería plantearse algún medio de filtro o control en la realización de vasectomías 
que no existe en la actualidad, lo que hace que el urólogo se sienta presionado por el 
incremento de la demanda de vasectomías en varones cada vez más jóvenes y ante lo cual 
solo puede exponer su recomendación individual. Es necesaria la definición de unos 
criterios mínimos exigibles a todo paciente que desee someterse a una vasectomía en la 
Sanidad Pública, que deberían estar aceptados tanto por la Asociación Española de 
Urología y la de Andrología como por el Ministerio de Sanidad. En la importancia de este 
acuerdo incide además el hecho de que las vasectomías se realizan fundamentalmente en 
pacientes sanos, y que la atención de éstos puede retrasar la atención de pacientes enfermos 
por unos Servicios de Urología ya de por sí sobrecargados. Todos tenemos presente el 
reciente escándalo político de las listas de espera en los hospitales españoles. Por lo tanto, 
sería imprescindible la unificación de criterios en los Servicios de Urología respecto a la 
edad, tiempo de matrimonio o convivencia en pareja, número de hijos, enfermedades, etc 
que garanticen la selección del paciente de manera idónea para que no aumenten los casos 
de arrepentimiento una vez lograda la esterilidad y ,por otra parte, que no aparezcan casos a 
los que en un Servicio de Urología se les ha denegado la vasectomía y en otro no. Otra 
cuestión, no menos importante, sería dilucidar si estos pacientes sanos se incluyen en las 
listas de espera siguiendo un orden cronológico, y por tanto retrasando la atención de 
pacientes con patología, o bien se sitúan al final de la lista de espera para atenderles cuando 
no hubiera pacientes con patología esperando. 
 Sin embargo, hay que resaltar que es más costosa la asunción de los gastos 
derivados de los embarazos no deseados o complicaciones que se presentan en dichos 
embarazos que el gasto ocasionado por cualquier método anticonceptivo, situándose la 
vasectomía en cabeza de todos en cuanto a economía y eficacia. 
Con lo cual se pone mas en evidencia la necesidad de contar con métodos de control 
de fertilidad pero no bajo la idea de “café para todos”, siendo preciso delimitar las 
indicaciones de los métodos de esterilización pues en caso de arrepentimiento no se 
garantiza la reversibilidad y el costo del procedimiento se eleva sustancialmente, por no 
hablar del tiempo de intervención y la necesidad de un quirófano y de un material 
quirúrgico caro y delicado. 
 Por otra parte, la falta de un resultado definitivo entre la posible asociación cáncer-
vasectomía nos obliga a informar detalladamente a los pacientes y a permanecer alerta 
hasta que este resultado se logre aclarar definitivamente. En el caso de que se confirmara 
dicha relación el incremento de la demanda de atención sanitaria podría desbordar todas las 
previsiones. 
 Políticamente sería bueno explicar el por qué no se ha puesto ningún impedimento 
en la realización de vasectomías en la sanidad pública y en cambio otras intervenciones 
también de carácter voluntario o no tan voluntario como la ortodoncia, cirugía estética, 
reproducción asistida, prótesis peneanas hidráulicas, etc., que conllevan una repercusión 
sanitaria o psicológica para el paciente, no están contempladas por la sanidad pública o, si 
lo están, la atención de las mismas ocasiona unas listas de espera a tan largo plazo que 
favorecen el paso de dichos pacientes al sector privado. 
 Como expone Ángel Puyol “ parece claro que los problemas de racionamiento 
exigen un consenso social y moral en la resolución del conflicto entre derechos y 
consecuencias en una situación de falta de recursos económicos para atender idealmente 
todas las necesidades del enfermo. El consenso es necesario, entre otros motivos, para 
evitar que tanto los médicos como los políticos de turno carguen con toda la 
responsabilidad del racionamiento”. 
 
 
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