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EXAMEN RECONSTRUIDO CATÓLICA 2018 - II
Texto 2
La televisión peruana se ha convertido en un serio obstáculo para el saneamiento de nuestra 
cultura pública. Desde los espacios de entretenimiento hasta los de noticias o comentario político, 
la programación diaria, esa que consume una enorme proporción de nuestra población, solo ofrece 
trivialidad o vulgaridad o una imagen deformante de nuestra realidad. 
¿Cómo explicarnos esta degradación, sus orígenes y sus efectos? Muchas veces se señala a la televisión 
como un reflejo de la sociedad. Pero ¿qué ocurriría si la imagináramos al revés, es decir, que es la 
sociedad la que refleja a la televisión?
Verla así no resulta tan descabellado. Los medios nos brindan modelos éticos y estéticos, promueven 
hábitos y gustos. La televisión es sin lugar a dudas el medio más persuasivo. Es más, para resultar 
convincente y persuasiva, la televisión no necesita ser de calidad. Le basta recurrir a técnicas muy 
sencillas para impactar en la imaginación de millones de personas.
Afirmar que los televidentes “elegimos” qué canal ver y que mediante nuestra elección validamos la 
oferta televisiva es muy simplista. Los medios son un camino de ida y vuelta. Ellos tienen el poder de 
formar los gustos del público e incluso de incidir en su forma de pensar. Una vez que se ha formado 
un hábito, una vez que se ha logrado definir un gusto, es difícil cambiar de elección.
La llamada televisión basura es una realidad innegable. No es, como algunos confunden, televisión 
popular. Es más bien televisión que interfiere en el desarrollo humano de las personas, pues alimenta 
los instintos básicos, no las capacidades superiores como son, por ejemplo, la crítica, la ética y la 
estética. La televisión basura es valorada no por su contenido sino porque logra un efecto, que es el 
de imponerse en los hogares. Fomenta la competencia agresiva, la humillación del otro, la curiosidad 
obscena, el racismo, el sexismo y el machismo. 
Pero además la televisión basura ha dado un paso adelante en su capacidad de suplir la realidad. 
Porque ahora resulta que ella misma es su propio objeto de observación. En efecto, la televisión 
basura habla de sí misma. Son sus personajes y sus escenas las que se convierten en noticia. Es un 
espectáculo sobre el espectáculo, un mundo que finalmente parece cerrado en sí mismo porque no 
está interesado en lo que ocurra afuera.
El impacto de la televisión basura en nuestras vidas es enorme. Principalmente afecta nuestra 
condición ciudadana al reducirnos a consumidores de espectáculos vacuos. Es un instrumento de 
distracción propiamente dicho que nos aliena del mundo y nos impide mirar nuestro entorno.
Se puede regular la televisión y esto no significa censurarla. Pero, sobre todo, la televisión misma debe 
ofrecer alternativas. Muchos de los que niegan el poder de los medios son los mismos que invierten 
en publicidad en ellos. Dado que este poder existe, tiene sentido que sea considerado como un bien 
público que debe servir a los ciudadanos.
Las respuestas no son sencillas y es imperativo ser muy cuidadosos de no vulnerar las libertades 
que constituyen a nuestra democracia. Pero una televisión como la que tenemos afecta de modos 
oblicuos, pero efectivos, al fortalecimiento de nuestra ciudadanía. Es un problema que no podemos 
evadir indefinidamente.

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