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794 Parte 5. Glándulas salivales y cuello Al obtenerse en isla, los colgajos miocutáneos han permitido realizar reconstrucciones de áreas comple- jas (orofaringe e hipofaringe) en un solo tiempo, lo que no era posible con los colgajos cutáneos, a la vez que llevar el colgajo a áreas más distantes. Como colgajos miocutáneos que han sido más utilizados en la cabeza y el cuello están los siguientes. Colgajo del músculo pectoral mayor (fig. 64-2), que ha sido durante bastante tiempo el caballo de batalla de la cirugía reconstructiva oncológica, el colgajo del latisimus dorsi, el colgajo del trapecio y, finalmente, el del platisma colli, cuyo pequeño grosor lo hace bas- tante adecuado para la reconstrucción de la pared posterior de la faringe y, en algunos casos, de la re- gión amigdalina. Un inconveniente común a todos ellos, a excepción del último, es el considerable gro- sor del músculo y del panículo adiposo. El conocimiento de estos colgajos reviste un no- table interés cuando el cirujano de un centro que no disponga de un equipo de cirugía microvascular se encuentre ante una situación imprevista después de una resección quirúrgica que demanda una solución inmediata. Como se ha indicado anteriormente, los colgajos miocutáneos son voluminosos, y para evitar este inconveniente tienden a utilizarse sin el revesti- miento cutáneo en determinadas reconstrucciones, para hacerlos más manejables en ciertas áreas. En lu- gar del estrato cutáneo, puede colocarse sobre el músculo un injerto libre de piel mallada, o bien situar en la parte que reviste la cavidad reconstruida la por- ción fascial del músculo. Resulta incuestionable que, cuando hay una exte- riorización amplia de una metástasis ganglionar o de un tumor primario en el área cervical, la primera op- ción reconstructiva pasa por este colgajo, que por su grosor además va a proteger el eje vascular del cuello en caso de laringectomías y vaciamientos radicales asociados. Por otra parte, esta misma situación puede presentarse asociada con la reconstrucción del tracto digestivo superior con un colgajo libre antebraquial, o del yeyuno, cuando la piel cervical está invadida o muy dañada por una radioterapia previa, con lo que el colgajo miocutáneo prestará una protección efec- tiva a la reconstrucción realizada. Otra indicación interesante es la reconstrucción quirúrgica de los faringostomas cuando son de tama- ño importante y asientan en un terreno radiado e in- tervenido. Si bien en el cierre de estos faringostomas entra como opción principal el uso de un colgajo li- bre que, entre otras cosas, es mucho más manejable y está mejor vascularizado, el colgajo miocutáneo pue- de utilizarse para el cierre externo, mientras el inter- no se lleva a cabo con un colgajo libre. Este colgajo se puede utilizar cuando se reali- za una resección de la parte superior del esternón y de las articulaciones esternoclaviculares, ya sea por recidivas periestomales o por otras causas. Si no se ha resecado piel cervical, el colgajo puede reali- zarse con sólo el músculo, incluyendo piel en caso contrario. Una de las aplicaciones todavía más en uso de este colgajo está en las resecciones amplias de la orofarin- ge que incluyen una hemimandibulectomía. Como en los defectos laterales de la mandíbula no es esen- cial practicar una reconstrucción del segmento óseo resecado, el colgajo del pectoral mayor sirve para sustituir la mucosa, partes blandas y hueso extirpa- dos, restaurando aceptablemente el contorno facial. A B * Fig. 64-2. Colgajo de músculo pectoral mayor. (A) La flecha indica el músculo pectoral mayor. (B) Resultado de la reconstrucción con este colgajo en la cavidad oral. Esta reconstrucción también acepta una técnica con colgajo frontal similar al de la figura 30-12 pasando el colgajo por la fosa cigomática a la cavidad oral y faringe.