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Enfermedades pericárdicas Martin M. LeWintery William E. Hopkins 71 Derrame pericárdico y taponamiento, 1640 Pericarditis constrictiva, 1646 Pericarditis constrictiva con derrame, 1651 Causas específicas de enfermedad pericárdica, 1651 Bibliografía, 1656 Anatomía y fisiología del pericardio, 1636 Función pasiva del pericardio normal en las cardiopatías, 1636 Pericarditis aguda, 1637 La enfermedad pericárdica ha fascinado a fisiólogos y médicos durante cientos e incluso miles de años. Esto se debe quizás al hecho de que un órgano sin una función crucial en sí mismo es el lugar de una amplia variedad de enfermedades que dan lugar a algunos de los hallazgos físicos clásicos de la cardiología. Para un tratamiento más detallado de lo que es posible en este capítulo de los muchos aspectos individuales de la enfermedad pericárdica, se remite al lector a la monografía clásica de Ralph Shabetai.1 A N A T O M ÍA Y F IS IO LO G ÍA DEL PER ICA RD IO El pericardio está formado por dos capas:1 el pericardio visceral, una sola capa de células mesoteliales y fibras de colágeno y elastina que se adhieren a la superficie epicárdica del corazón, y la capa fibrosa parie tal, que tiene un grosor de aproximadamente 2 mm en seres humanos normales y rodea la mayor parte del corazón. El pericardio parietal es, en gran parte, acelular y contiene fibras de colágeno y elastina, siendo el colágeno el principal componente estructural. El pericardio visceral se refleja en proximidad de los orígenes de los grandes vasos y constituye una continuidad con el pericardio parietal y forma la capa interna del mismo. El espacio o saco pericárdico está contenido dentro de estas dos capas y, normalmente, contiene hasta 50 mi de líquido seroso. El pericardio visceral se refleja algunos centímetros antes de las uniones de los vasos de la cava a la aurícula derecha, parte de los cuales se dis ponen dentro del saco pericárdico (fig. 71-1). Por detrás de la aurícula izquierda, la reflexión se localiza en el seno oblicuo del pericardio. La aurícula izquierda es, en gran parte, extrapericárdica. El pericardio parietal presenta inserciones ligamentosas en el diafragma, el esternón y otras estructuras. Tales inserciones aseguran que el corazón ocupe una posición fija dentro de la cavidad torácica. Las únicas estructuras no cardiovas culares asociadas al pericardio son los nervios frénicos, envueltos por el pericardio parietal. Aunque su extirpación no tiene consecuencias negativas obvias, el pericardio tiene sus funciones.1,2 Como se señaló, mantiene la posición del corazón relativamente constante. Proporciona una barrera contra las infecciones así como lubricación entre las capas visceral y parietal. El pericardio está muy inervado por mecanorreceptores, quimiorreceptores y receptores aferentes frénicos que participan en los reflejos que se originan en el pericardio y/o el epicardio (p. ej., reflejo de Bezold-Jarisch), así como en la transmisión del dolor pericárdico. El pericardio también segrega prostaglandinas y sustancias relacionadas que pueden modular el tráfico neuronal y el tono coronario. La función mecánica del pericardio mejor caracterizada es su efecto de restricción sobre el volumen cardíaco.1,2 Ello refleja las propiedades mecánicas del tejido.2 El pericardio parietal presenta una resistencia a la tracción similar a la de una goma. Con una carga baja es muy elástico (fig . e71-1, arriba). Sin embargo, a medida que aumenta el estiramiento, el tejido se hace de repente rígido y se resiste a un mayor estiramiento. El punto de la relación entre carga y estiramiento (v. fig. e71-1, arriba) en que se produce esta transición corresponde a cargas cercanas al límite superior del volumen cardíaco. La relación entre la presión y e l volumen (RPV) del saco pericárdico es paralela a las propiedades del tejido pericárdico parietal aislado1,2 (v. fig. e71-1, abajo, curva izquierda), que es un segmento distensible, plano, que cambia de forma relativamente brusca a un segmento no distensible, con la transición alrededor del límite superior del volumen cardíaco total normal. Por eso, el saco tiene un volumen de reserva relativamente pequeño. Cuan do este se supera, la presión dentro del saco que actúa sobre la superficie del corazón aumenta de forma rápida y se transmite al interior de las cavidades cardíacas. La forma de la relación presión-volumen pericárdica explica el hecho de que una vez se alcanza el nivel crítico de derrame, cantidades relativamente pequeñas de líquido adicional producen grandes aumentos en la presión intrapericárdica y tienen marcados efectos sobre la función cardíaca. A la inversa, la eliminación de pequeñas cantidades de líquido puede producir un sorprendente beneficio. La forma de la RPV pericárdica también indica que normalmente limita el volumen cardíaco; es decir, la fuerza que ejerce sobre la superficie del corazón puede limitar el llenado, con un componente de presión intracavitaria que representa la transmisión de la presión pericárdica. Los estudios que utilizan balones para medir la presión superficial de contacto1,2 muestran una presión de contacto pericárdica sustancial, en especial cuando se supera el límite superior de volumen cardíaco normal. Esta presión es proporcionalmente más importante en el lado derecho del corazón.2 También se ha estimado la presión de contacto pericárdica mediante cuantificación del cambio en la relación presión-volumen diastólica del corazón derecho e izquierdo, antes y después de la pericardiectomía.1,2 La presión reducida a un volumen dado es la presión pericárdica efectiva a ese volumen. Los estudios realizados en corazones caninos normales indican una restricción pericárdica insignificante a volúmenes de llenado normales bajos, con presiones de contacto en el intervalo de 2 a 4 mmHg en el límite superior del intervalo normal. Con un llenado adicional, la presión de contacto aumenta de forma rápida. A una presión de llenado del lado izquierdo de aproximadamente 25 mmHg, la presión de contacto es de alrededor de 10 mmHg, lo que representa la mayor parte de la presión del corazón derecho a este nivel de llenado. Por eso, el pericardio normal puede restringir el volumen cardíaco de forma aguda. En pacientes con volúmenes cardíacos normales sometidos a pericardiotomía combinada con cirugía cardíaca desarrollan ligeros aumentos postoperatorios en la masa y el volumen cardíacos, compatibles con el alivio de la restricción subyacente al llenado que produce normalmente el pericardio. El pericardio normal también contribuye a la interacción diastólica,1,2 es decir, la transmisión de la presión de llenado intracavitaria a las cavi dades adyacentes. Así, por ejemplo, una parte de la presión diastólica ventricular derecha (VD) se transmite al ventrículo izquierdo a través del tabique interventricular y contribuye en el establecimiento de la presión diastólica ventricular izquierda (VI). Dado que su presencia aumenta la presión intracavitaria ventricular derecha, el pericardio normal amplifica la interacción diastólica. Así, cuando el volumen cardíaco aumenta por encima del rango fisiológico, el pericardio contribuye cada vez más a deter minar la magnitud de las presiones de llenado intracavitarias, directamente por la presión de contacto externa e indirectamente por el aumento de la interacción diastólica. FUNCIÓN PA SIV A DEL PER ICA RD IO N O R M A L EN LAS CARD IO PAT ÍAS Cuando las cavidades cardíacas se dilatan con rapidez, el efecto de restricción del pericardio y su contribución a la interacción diastólica aumentan, dando lugar a un cuadro hemodinámico con características de taponamiento cardíaco y pericarditis constrictiva. Un ejemplo es el infarto de miocardio (IM) delVD,1 en general en combinación con el IM del VI. Aquí, el lado derecho del corazón se dilata rápidamente de modo que el volumen cardíaco total supera el volumen de reserva pericárdico.Como consecuencia del aumento de la constricción pericárdica y de la interacción diastólica, las presiones de llenado del lado izquierdo y del derecho se equilibran a niveles elevados, y pueden observarse pulso paradójico y aumento inspiratorio en la presión venosa sistémica (signo de Kussmaul). Otros procesos con efectos similares son la embolia pulmonar aguda y la insuficiencia mitral subaguda.1,2 La dilatación cardíaca crónica debida a miocardiopatía dilatada o a insuficiencia valvular puede producir volúmenes cardíacos bastante superiores al volumen de reserva pericárdico, pero no se encuentran efectos exagerados de restricción. Esto implica que el pericardio se adapta para acomodarse a los aumentos crónicos del volumen cardíaco. En la sobrecarga crónica experimental de volumen, la RPV pericárdica se desplaza hacia la derecha y su pendiente disminuye (fig. e 7 1 -l, abajo, El material en línea está disponible en ExpertConsult 1636 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. Arteria carótida común derecha Arteria subclavia derecha Tronco braquiocefálico Vena braquiocefálica derecha Vena cava superior Vena cava superior Seno transverso del pericardio Venas pulmonares derechas Vena cava inferior Vena yugular interna izquierda Vena subclavia izquierda Vena braquiocefálica izquierda Arteria carótida común izquierda Arteria subclavia izquierda Cayado aórtico Ligamento arterioso Tronco pulmonar Venas pulmonares izquierdas Seno oblicuo del pericardio FIGURA 71-1 Reflexiones pericárdicas cerca de los orígenes de los grandes vasos mostradas después de extirpar el corazón. Obsérvese que parte de los vasos cavos están dentro del espacio pericárdico. (Tomado de Johnson D: The pericardium, in Standring S [ed]: Gray's Anatomy: The Anatomical Basis o f Clinical Practice. 39th ed. London, Churchill-Livingstone, 2005, pp 995-996.) curva de la derecha); es decir, se hace más flexible junto a un aumento del área y de la masa y un menor efecto sobre la RPV diastólica delVI.1,2 Probablemente tiene lugar un efecto análogo en los derrames grandes que se acumulan lentamente. PER ICARD IT IS A G U D A Causa, e p id em io log ía y fis io p a to lo g ía La tabla 71-1 contiene una lista incompleta de enfermedades que pueden afectar al pericardio. La pericarditis aguda, definida como síntomas y/o signos derivados de una inflamación pericárdica de no más de 1 a 2 semanas de duración, puede aparecer en una amplia variedad de estas enferm edades (marcadas con asteriscos), aunque la mayoría de los casos se consideran idiopáticos.3,4 El término idiopática se utiliza para indicar una pericarditis aguda para la que no se encuentra ningu na causa específica con las pruebas diagnósticas de rutina, como se señala más adelante. La mayoría de los casos idiopáticos se suponen de causa vírica, pero no se realizan habitualmente pruebas de detección de virus debido a su coste, su bajo rendimiento y su repercusión mínima en el tratamiento.4,5 La incidencia de pericarditis aguda es difícil de cuantificar, porque, indudablemente, muchos casos no se diagnostican. En la necropsia, la frecuencia es de alrededor del 1%.4,6 La pericarditis es frecuente en el departamento de urgencias, donde supone hasta el 5% de los pacientes con dolor torácico no isquémico.4,6 La fracción de todos los casos agudos responsables de pericarditis idiopática, a diferencia de aquellos en los que se identifica una causa específica, es también incierta y está influenciada por las características demográficas y la variación de las infecciones víricas. No obstante, el 80-90% parece una estimación razonable.4,6 La pericarditis tuberculosa está incluida en la tabla 71-1 como causa de pericarditis agu da, pero suele tener síntomas más crónicos. La pericarditis bacteriana también se incluye, porque puede acompañarse de signos y síntomas de inflamación pericárdica aguda, aunque estos pacientes suelen estar en estado crítico y otros componentes de su enfermedad dominan. La pericarditis que aparece 24-72 horas después de un IM transparietal y la pericarditis tardía del síndrome de Dressier solían ser frecuentes (v. capítulo 50). Sin embargo, su incidencia se ha reducido durante la era de la reperfusión, y ahora el síndrome de Dressier es infrecuente de un © modo que es ya característico. Aparte de esto, la distribución causal de la pericarditis aguda ha cambiado poco con el tiempo. En cambio, las características epidemiológicas del derrame y constricción pericárdico han cambiado considerablemente. La fisiopatología de la pericarditis aguda no com plicada es sencilla, es decir, los síntomas y signos se producen por la inflamación del tejido pericárdico. Una minoría de los casos se complica y hasta el 15% se asocia con miocarditis.4,6'8 La miocarditis concu rrente se manifiesta, por lo general, por la liberación modesta de biomarcadores como la troponina I7,8 (v. capítulo 67). La disfunción delVI es infrecuente, y el pronóstico a largo plazo de la pericarditis com plicada con miocarditis parece excelente.7,8 A n am n esis y d iagnóstico diferencial La pericarditis aguda casi siempre se manifiesta por dolor torácico.1,3,4,6 Unos pocos casos se diagnos tican durante la evaluación de disnea o fiebre, o casualmente en combinación con manifestaciones no cardíacas de enfermedades sistémicas (p. ej., lupus eritematoso sistémico [LES]). El dolor de la pericardi tis puede ser bastante intenso. Su calidad es variable, pero casi siempre es pleurítico. Habitualmente no presenta las características compresivas, constricti vas u opresivas de la isquemia miocárdica. Típica mente, el dolor pericárdico debuta de una forma relativamente rápida. Con frecuencia es subestemal pero puede estar centrado en la parte anterior del hemitórax izquierdo o en el epigastrio. La irradiación hacia el brazo izquierdo no es infrecuente, pero la más característica es hacia el reborde del trapecio, lo que resulta muy específico de la pericarditis.1 El dolor pericárdico se alivia al sentarse inclinado hacia adelante y empeora al acostarse. Los síntomas asociados pueden incluir la disnea, la tos y, en ocasiones, el hipo. Es frecuente un antecedente que indica una enfer medad vírica. Es importante revisar los antecedentes médicos buscando pistas de diagnósticos etiológicos específicos. Un antecedente de cáncer o de un trastorno autoinmunitario, fiebre alta con escalofríos, erupción cutánea, o pérdida de peso son a menudo indicios de enfermedades específicas que pueden producir una pericarditis. El diagnóstico diferencial del dolor torácico es amplio (v. capítu los 11 y 50). Los diagnósticos que más fácilmente se confunden con la pericarditis comprenden la neumonía con pleuresía, embolia/infarto pulmonar, costocondritis y enferm edad por reflujo gastroesofágico. Por lo general, la pericarditis aguda se puede distinguir con relativa facilidad de la isquem ia miocárdica aunque puede requerirse una angiografía coronaria para resolver este asunto. Otras posibilidades son la disección aórtica, los procesos intraabdominales, el neumotorax y el dolor producido por el herpes zóster antes de que aparezcan las lesiones cutáneas. En raras ocasiones, la pericarditis puede indicar un IM anterior, asintomático. Exploración física Los pacientes con pericarditis aguda no complicada, a menudo, se muestran incómodos y ansiosos, con febrícula y taquicardia sinusal. Por lo demás, la única observación física anómala es el roce de fricción producido por el contacto entre el pericardio visceral y el parietal. El roce clásico se reconoce fácilmente y es patognomónico. Consta de tres componentes que corresponden a la sístole ventricular, al llenado diastólico temprano y a la contracción auricular y se ha comparado al sonido que se produce al caminar sobre la nieve crujiente. El rocees, por lo general, más intenso en el borde esternal izquierdo inferior y se escucha mejor con el paciente inclinado hacia adelante. Con frecuencia es dinámico -desaparece y vuelve a aparecer durante períodos cortos de tiempo-. Por eso, a menudo es útil auscultar con frecuencia a un paciente con sospecha de pericarditis que no presenta un roce audible inicialmente. A veces, lo que se considera un roce pericárdico presenta menos de tres componentes. Tales sonidos deberían ser considerados roces con precaución porque pueden repre sentar, en realidad, un soplo. Es importante realizar una exploración física completa en un paciente con una pericarditis aguda para buscar pistas de diagnósticos etiológicos específicos. El examinador también debe estar 1637 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s de l c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c ho v a s c u l a r p u l m o n a r Vllll 1638 TA B L A 7 1 -1 Categorías de enfe rm edad pericárdica y causas específicas seleccionadas Idiopática* Infecciosa Vírica* (virus ECHO, virus de Coxsackie, adenovirus, citomegalovirus, hepatitis B, mononucleosis infecciosa, VIH/sida) Bacteriana* (neumococo, estafilococo, estreptococo, micoplasma, enfermedad de Lyme, Haemophilus influenzae, Neisseria meningitidis, otros) Micobacterias* (M. tuberculosis, M. avium-intracellulare) Asociado a VIH Hongos (histoplasmosis, coccidioidomicosis) Protozoos Inflamatoria Enfermedad del tejido conjuntivo* (LES, AR, esclerodermia, síndrome de Sjógren, mixta) Inducidas por fármacos* (procainamida, hidralacina, isoniacida, ciclosporina, etc.) Arteritis (panarteritis nudosa, arteritis de la temporal) Enfermedad inflamatoria intestinal Después de toracotomía/cardiotomía*, después de cirugía cardíaca* Enfermedades genéticas del sistema inmunitario* (TRAPS, FMF) Otras: sarcoidosis, enfermedad de Erdheim-Chester, enfermedad de Churg-Strauss, enfermedad relacionada con la inmunoglobulina G4 Después del infarto de miocardio Temprana Tardía (síndrome de Dressier) Cáncer Primario: mesotelioma, fibrosarcoma, lipoma, etc. Secundario*: carcinoma de mama o pulmón, linfoma, sarcoma de Kaposi Inducida por radiación* Temprana tras cirugía cardíaca y trasplante cardíaco ortotópico Hemopericardio Traumatismo Rotura de la pared libre del ventrículo tras IM Relacionada con dispositivos y procedimientos: procedimientos coronarios percutáneos, desfibriladores implantables, marcapasos, después de la ablación de arritmias, tras el cierre de una comunicación interauricular, después de reemplazo/reparación valvular, reparación laparoscópica de hernia de hiato Aneurisma disecante de la aorta Congénita Quiste, ausencia congénita Otras Miocardiopatía por sobrecarga Colesterol (pericarditis con líquido de aspecto de «pintura dorada») Insuficiencia renal crónica, relacionada con la diálisis* Quilopericardio Hipotiroidismo e hipertiroidismo Amiloidosis Neumopericardio *Causas que pueden manifestarse como el síndrome de la pericarditis aguda. Sida, síndrome de la inmunodeficiencia adquirida. atento a los signos que indican un derrame pericárdico importante, como se discute posteriormente. Pruebas com p lem entarias El electrocardiograma (ECG) es la prueba complementaria más impor tante para el diagnóstico de una pericarditis aguda (v. capítulo 12). El signo clásico es la elevación del segmento ST (fig. 71-2).1’3,4’6 El vector del segmento ST apunta de forma típica hacia la izquierda, adelante y abajo, con elevación del segmento ST en todas las derivaciones excepto aVRy, a menudo, Vi. El segmento ST suele ser cóncavo hacia arriba y se asemeja a la corriente de lesión de la isquemia transmural. Sin embargo, la distin ción entre la pericarditis aguda y la isquemia transmural no resulta, por lo general, difícil debido a la afectación de más derivaciones en la pericarditis y al descenso del ST recíproco mucho más prominente en la isquemia. No obstante, la elevación del ST en la pericarditis puede afectar a un menor número de derivaciones, en cuyo caso la distinción es más difícil. En otros casos, el segmento ST se asemeja más a una repolarización precoz. Aquí de nuevo, la pericarditis habitualmente afecta a más derivaciones que la repolarización precoz. Como en el roce, los cambios electrocardiográficos pueden ser dinámicos. Registros frecuentes pueden determinar un diag nóstico en pacientes que acuden inicialmente sin roce ni elevación del ST. El descenso del segmento PR también es frecuente (v. fig. 71-2). Puede aparecer sin elevación del ST y ser la manifestación primera o única de la pericarditis aguda en el ECG. Otras anomalías aparte de la elevación del ST y de la depresión del PR en el ECG son inusuales en los pacientes que son evaluados poco después de que empiecen los síntomas. Los cambios posteriores en el ECG son variables.1,3,4’6 En algunos casos, el ECG se normaliza en un período de días o semanas. En otros, el segmento ST elevado pasa a través del punto isoeléctrico y progresa a una depresión del segmento ST e inversiones de la ondaT. Estos cambios pueden persistir durante semanas o incluso meses, pero no tienen ningún significado conocido. En los pacientes a los que se observa después de que empiecen los síntomas, los cambios pueden ser indistinguibles de la isquemia miocárdica. Las alteraciones electrocardiográficas aparte de las mencionadas deberían considerarse con cuidado porque indican diagnósticos distintos de la pericarditis idiopática y/o la presencia de complicaciones. Así, el bloqueo auriculoventricular (AV) puede indicar una enfermedad de Lyme, las ondas Q patológicas pueden indicar un IM previo asintomático con dolor pericárdico como su primera manifestación, y un bajo voltaje o la alternancia eléctrica apuntan hacia un derrame importante. El hemograma revela a menudo una elevación moderada del recuento de leucocitos con una linfocitosis leve. Un recuento mayor debe alertamos sobre otras causas, como la anemia. Como se señaló antes, hasta el 15% de los pacientes con un diagnós tico de pericarditis aguda tienen una miocarditis coexistente si nos basamos en las elevaciones de los biomarcadores de lesión como la troponina I sérica (v. capítulo 67). En la mayoría de los casos no hay ninguna disfunción del VI. Los pacientes con una elevación de los bio marcadores de lesión casi siempre tienen una elevación del segmento ST.4,6,8 Otro aspecto preocupante en los pacientes con aumento de la troponina I es el IM silente seguido de una pericarditis. La pericarditis posterior al IM suele aparecer en los IM grandes con cambios trans parietales en el ECG.9 La proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) está elevada en el suero en alrededor de las tres cuartas partes de los pacientes con pericarditis aguda.10 Los valores normales suelen observarse en pacientes vistos muy pronto o en los que han recibido tratamiento antiinflamatorio. En la mayoría de los casos, la CRPas se normaliza en menos de 1 semana y en casi todos los casos 4 semanas después de la evaluación inicial. El aumento de la CRPas se asocia de forma indepen diente a la recidiva de los síntomas. En función de estas observaciones, se ha indicado10 el uso de la determinación seriada de la CRPas para vigilar la actividad de la enfermedad y ayudar a determinar la duración del tratamiento. Aunque no se ha demostrado de forma prospectiva la utilidad de la CRPas para este propósito, la asociación de valores elevados y recidiva constituye una razón sólida para medir la CRPas en un primer encuentro y en casos en los que se duda cuánto tiempo mantener el tratamiento. Los hallazgos en la radiografía de tórax suelen ser normales en la pericarditis idiopática aguda no complicada. En ocasiones hay peque ños infiltrados pulmonares o derrames pleurales, probablemente por infecciones víricas o posiblemente por micoplasmas. Otras anomalías hacen pensaren diagnósticos alternativos. Así, la pericarditis bacteriana aparece a menudo junto con neumonía grave. La pericarditis tuberculosa puede aparecer con o sin una enfermedad pulmonar asociada. Las lesio nes en masa y el aumento de los ganglios linfáticos indicativos de una enfermedad neoplásica tienen un gran significado. Como los derrames pericárdicos pequeños e incluso moderados pueden no modificar la silueta cardíaca, un aumento incluso de pequeña magnitud puede ser preocupante. Los hallazgos en la ecocardiografía (v. capítulo 14) son normales en la mayoría de los pacientes con pericarditis idiopática aguda. Se obtienen, sobre todo, para detectar un derrame. No disponemos de datos modernos que especifiquen la incidencia de los derrames. Los pequeños son frecuentes y no deben preocuparnos. Los derrames moderados o grandes son inusuales y pueden apuntar a un diagnós tico diferente a la pericarditis idiopática. La ecocardiografía también es útil para determinar si la miocarditis asociada es lo suficientemente grave como para alterar la función ventricular y para detectar el IM. Pocas veces es necesario usar modalidades de imagen aparte de la ecocardiografía en el diagnóstico y el tratam iento de la pericarditis aguda sin complicaciones. En los casos difíciles pueden ser útiles la tomografía computarizada (TC) y/o la resonancia m agnética (RM) cardíaca para detectar el engrasamiento pericárdico y, en el caso de la El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. RM, para proporcionar pruebas de una inflamación activa basada en el aumento de la captación de gadolinio.11 Evolución natural y tratam iento La European Society of Cardiology ha publicado directrices para el diag nóstico y tratamiento de las enfermedades pericárdicas en 2004.3 Estas se han revisitado en revisiones recientes,4,5'12,13 y el tratamiento se abordó en un metaanálisis.14 Es importante tener en cuenta que los datos objetivos que apoyan las recomendaciones para el tratamiento de la pericarditis aguda, así como de otras enfermedades pericárdicas, son limitados. El manejo inicial debería centrarse en la detección sistemática de causas específicas que podrían alterar el tratam iento, la detección de derrames y otras alteraciones ecocardiográficas, el alivio de los síntomas y un tratamiento adecuado si se descubre una causa específica. Inicialmente, recomendamos obtener los siguientes datos de las prue bas complementarias: ECG, hemograma, radiografía de tórax, troponina I, CRPas y un ecocardiograma. En las mujeres jóvenes es razonable realizar pruebas en busca del LES, pero los títulos bajos de anticuerpos antinucleares (ANA) son frecuentes en los pacientes con pericarditis idiopática recurrente que no cumplen otros criterios de LES.13 Luego el significado de los títulos bajos de ANA durante una evaluación inicial es incierto. La tab la 71-2 resume nuestras recomendaciones para la evaluación y tratam iento iniciales de los pacientes con pericarditis aguda definida o sospecha de padecerla. La pericarditis idiopática aguda es una enfermedad autolimitada sin complicaciones importantes ni recurrencia en el 70-90% de los pacien tes.3,4,6,16 Si los datos de la pruebas complementarias no contradicen el diagnóstico clínico de pericarditis idiopática, debería iniciarse un tra tamiento sintomático con fármacos antiinflamatorios no esteroideos T ABLA 71-2 Abordaje inicial del paciente con sospecha o confirmación de pericarditis aguda 1. Si se sospecha el diagnóstico pero no es seguro, ausculte al paciente con frecuencia en busca de un roce pericárdico y realice frecuentes ECG en busca de signos diagnósticos. 2. Si se sospecha el diagnóstico o es seguro, realice las siguientes pruebas para ayudar a confirmar el diagnóstico y determinar si es probable un diagnóstico etiológico específico o si aparecen importantes trastornos y/o complicaciones asociadas: Radiografía de tórax Hemograma CRPas Ecocardiografía Troponina I Considere ANA en suero si la paciente es una mujer joven 3. Si el diagnóstico es probable o seguro, inicie tratamiento con AINE y colchicina. (AINE).3,4,6,12'14 Por su excelente perfil de seguridad, preferimos el ibu- profeno (600 a 800 mg v.o. tres veces al día). El ácido acetilsalidlico (AAS), 2-4 g diarios divididos en varias dosis, es una alternativa y a menudo preferible en los pacientes que precisan AAS para otras indicaciones. En cualquiera de los casos hay que proteger el estómago en forma de un inhibidor de la bomba de protones. Muchos pacientes tienen respuestas gratificantes tras la primera dosis o segunda dosis de un AINE. La mayoría responden completamente pasa dos 10-14 días y no necesitan otros tratamientos. Como se ha señalado, utilizar la normalización de la CRPas para guiar la duración de tratamien to10,13 es una alternativa razonable al uso de un período predeterminado. Los pacientes fiables con no más de pequeños derrames que responden bien al primer tratamiento no necesitan ingresar en el hospital. Los que no responden bien en un principio, tienen derrames grandes o en los que se sospecha otra causa diferente a la pericarditis idiopática deben ingresar en el hospital para su observación, realizar pruebas diagnósticas y realizar tratamientos adicionales cuando sea necesario. A lo largo de la última década se ha establecido el uso de la colchicina para la pericarditis idiopática aguda. La colchicina se encontró en un principio eficaz para evitar las recidivas de la pericarditis o para tratar aquellas que no respondían bien a los AINE.3,16 Ahora hay pruebas razo nables, incluidas las de estudios con asignación aleatoria, que apoyan su uso como parte del tratamiento inicial de la pericarditis idiopática aguda.4,6,12'14,17,18 La colchicina mejora la respuesta inicial cuando se usa junto con un AINE y reduce la probabilidad de recurrencia. Se cree que el fármaco ejerce un efecto antiinflamatorio al bloquear el ensamblaje de los microtúbulos en los leucocitos.13 La colchicina se administra en dosis de 0,5 mg dos veces al día en pacientes de más de 70 kg de peso y de 0,5 mg diarios en los pacientes menores de 70 kg de peso, y la dosis se reduce en aquellos con una reducción de la función renal. Estas dosis se toleran generalmente bien, aunque los efectos adversos digestivos dan lugar a la retirada del fármaco aproximadamente en el 10% de los pacientes. En los que responden lentamente a los AINE y la colchicina pueden usarse analgésicos opiáceos hasta que se obtenga una respuesta sintomática más completa. Como la prevención de las recidivas es una razón importante, nosotros recomendamos 3 meses de tratamiento con colchicina tras el primer episodio.13,19 A los pacientes que responden mal a los AINE se les trata habitual m ente con corticoesteroides. Sin embargo, su uso parece promover las recurrencias.6,12'14,18,20 Además, la recomendación previa de ciclos cortos de dosis altas de corticoesteroides con una reducción rápida parece aumentar especialmente las recurrencias.20,21 Con respecto a las recurrencias y los efectos adversos, parecen preferibles las dosis iniciales menores y con una reducción más gradual. Si no pueden evitarse los corticoesteroides en el tratamiento del episodio inicial, nosotros pre ferimos 0,2-0,5 mg/kg/día de prednisona seguidos de una reducción de la dosis cada 2-4 semanas. La reducción debe guiarse en función de la respuesta sintomática y la medida seriada de la CRPas. Nosotros 1639 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1640 recomendamos administrar también colchicina durante el tratamiento con prednisona. En vista de la posibilidad de aumentar los efectos adversos, especialmente los digestivos, nosotros suspendemos los AINE cuando se inicia la prednisona y volvemos aintroducirlos gradualmente durante su reducción. Las com plicaciones de la pericarditis aguda son el derram e, el taponam iento y la constricción (la miocarditis es un trastorno aso ciado en lugar de una complicación). Como se señaló anteriormente, son frecuentes los derrames pequeños. Se sabe relativamente poco sobre la incidencia de complicaciones más significativas. En el estudio moderno más extenso,22 se identificó una causa específica en el 17% de los pacientes con pericarditis aguda. A lo largo de una media de seguimiento de 31 meses, el taponamiento apareció en el 3,1% , y la constricción, en el 1,5%. La mayoría de las complicaciones tuvieron lugar en pacientes con causas identificadas. La pericarditis constrictiva se ha abordado con mayor detalle en un análisis reciente de 500 pacien tes.23 La constricción apareció en general en el 1,8% a lo largo de una mediana de 72 meses de seguimiento. En el 83% de los pacientes con pericarditis idiopática o vírica, la constricción surgió solo en el 0,48%. Por ello, en los pacientes con pericarditis idiopática o vinca, la incidencia de complicaciones es muy baja. Pericarditis recidivante y recurrente Quizás el 15-30% de los pacientes con una aparente pericarditis aguda idiopática que responden satisfactoriamente al tratamiento sufren una recaída.4,6'12,13'16 Las mujeres y aquellos en los que el tratamiento con AINE fracasó en un principio tienen un mayor riesgo.16 Los brotes recu- nentes de dolor aparecen en una minoría y pueden ser muy debilitantes. El dolor recurrente no se asocia necesariamente a signos objetivos de inflamación. Algunos pacientes con lo que inicialmente se consideró una pericarditis idiopática tienen signos de una causa específica cuando aparecen las recurrencias. De acuerdo con esto, sería apropiada una nueva evaluación en busca de causas específicas. Pocas veces está indicada la biopsia pericárdica en busca de una causa específica en los pacientes con dolor recurrente sin derrame, porque es improbable que se determine realmente un diagnóstico o que la información obtenida modifique el tratamiento. La frecuencia de complicaciones, incluida la constricción, es muy baja en los pacientes con pericarditis idiopática reclínente, y el pronóstico a largo plazo es bueno, de manera que la mayoría conseguirán la remisión completa.21,24 Los trastornos genéticos del sistema inmunitario subyacen a algunos casos de la pericarditis recurrente. Un estudio reciente encontró que ocho de 131 (6,1%) pacientes que se pensaba que sufrían una pericarditis idiopática recurrente tenían mutaciones del gen TNFRSF1A que causaban un síndrome periódico asociado al receptor para el factor de necrosis tumoral 1 (TRAPS),25 un trastorno m onógeno que provoca una dis función en el sistema inmunitario innato con fiebre periódica, exantema, dolor abdominal, edema periorbitario y poliserositis con pericarditis.26 Los pacientes con TRAPS responden a los corticoesteroides, pero no a la colchicina. En otro artículo,27 4 de 30 pacientes con pericarditis recurrente refractaria a la colchicina tenían mutaciones en TNFRSF1A. Un informe de que algunos patrones alélicos del antígeno leucocítico humano estaban asociados a la pericarditis recurrente28 también apoya el papel de la variación genética de la inmunidad innata como trastorno subyacente determinante. Hay que investigar la extensión con la que TRAPS y otros trastornos inmunitarios innatos son responsables de la pericarditis recurrente. En los pacientes con pericarditis recurrente deben buscarse síntomas compatibles con TRAPS. El tratamiento del dolor pericárdico recurrente es empírico. En una primera recaída suele ser eficaz un nuevo ciclo de un AINE.13,16 De nuevo puede resultar útil vigilar las concentraciones de CRPas para guiar el tratamiento. La colchicina es eficaz para el tratamiento y la profilaxis del dolor recurrente. Por ello, si no se ha empezado ya el tratamiento con colchicina, debería empezarse ciertamente ante una recidiva y continuarse durante 6-12 meses con las dosis recomendadas antes. Muchos pacientes con pericarditis recurrente encuentran que los episodios pueden tratarse volviendo a introducir el AINE al primer síntoma. Los pacientes con dolor pericárdico recurrente a pesar de los AINE y la colchicina constituyen un problema difícil. En estos casos puede usarse el tratamiento con prednisona tal y como se señaló antes. Es crucial individualizar el tratamiento. De este modo, a pesar de nuestra aversión general a los cursos cortos de dosis altas de corticoesteroides, en algunos pacientes con pericarditis recurrente tal abordaje puede ser la única manera práctica de aliviar los síntomas sin los efectos adversos a largo plazo. Otra alternativa son los fármacos inmunodepresores no esteroideos, como la azatioprina y la ciclofosfamida, pero no dis ponemos de una experiencia sistemática para guiarlos. En ocasiones se ha realizado la pericardiectomía en la pericarditis recurrente. Un informe reciente realizado en niños29 resultó algo alentador, y nos hemos encon trado en ocasiones con pacientes con una respuesta satisfactoria, pero la pericardiectomía debe reservarse para aquellos cuya calidad de vida está muy afectada, que constituyen claros fracasos del tratamiento médico y que desean esta opción a pesar de que es probable que se produzca la remisión a largo plazo. D ER R A M E PER ICÁ RD ICO Y TAPO NA M IENTO Causa La pericarditis idiopática y cualquier infección, neoplasia o proceso autoinmunitario o inflamatorio que produzca una pericarditis pueden cau sar derrame (v. tabla 71-1).1,3-4 Los derrames son frecuentes poco después de la cirugía cardíaca y el trasplante de corazón ortotópico rutinarios,30 pero el taponamiento es infrecuente y normalmente se resuelve a las pocas semanas o meses. Una larga lista de enfermedades no inflamatorias diversas puede producir un derrame (v. tabla 71-1). Los pacientes con congestión circulatoria intensa pueden presentar de pequeños a mode rados derrames de tipo trasudado. La hemorragia en el saco pericárdico aparece tras un traumatismo cerrado y penetrante (v. capítulo 72), des pués de la rotura de la pared libre del ventrículo izquierdo tras un IM y como una complicación de las intervenciones cardíacas percutáneas y la implantación de dispositivos. La hemorragia retrógrada es una importante causa de muerte debida a la disección aórtica (v. capítulo 57). Por último, en ocasiones se encuentran pacientes con un derrame pericárdico grande, asintomático.31 Por lo general, están estables pero con el paso del tiempo se producen casos de taponamiento. Las causas de derrame con una elevada incidencia de progresión a taponamiento comprenden las infecciones bacterianas, fúngicas, y las asociadas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) (v. capítu lo 70), la hemorragia y la afectación neoplásica. Mientras que los derrames grandes debidos a pericarditis idiopática aguda son infrecuentes, esta forma de pericarditis representa un porcentaje importante de casos de taponamiento dada su elevada frecuencia. Alrededor del 20% de los derrames grandes, sintomáticos, sin una causa clara después de una evaluación rutinaria constituyen la manifestación inicial de un cáncer.32 En los apartados dedicados a estas enfermedades al final de este capítulo se exponen los detalles del dename pericárdico de estas enfermedades específicas. F isiopato lo g ía y hem od inám ica La formación de un dename es un componente de la respuesta inflama toria cuando existe un proceso inflamatorio, infeccioso o neoplásico que afecta al pericardio. Ocasionalmente, los linfomas producen un dename asociado con adenopatías mediastínicas1 por obstrucción del drenaje linfá tico. La fisiopatología de los derrames en situaciones sin una inflamación obvia, como la uremia o la idiopática, se conoce muy mal. El taponamiento cardíaco representa un continuo desde un derrame que produce mínimosefectos a un colapso circulatorio en toda regla. Desde el punto de vista clínico, el punto más crítico se produce cuando un derrame reduce el volumen de las cavidades cardíacas de modo que el gasto cardíaco disminuye. Los determinantes de las consecuencias hemodinámicas de un derrame son la presión en el saco pericárdico y la capacidad del corazón para compensar. La presión depende, a su vez, de la cantidad de líquido y de la RPV pericárdica. Como se dis cutió anteriormente, el pericardio presenta en general un volumen de reserva pequeño. Como consecuencia, cantidades relativamente moderadas de un líquido que se acumula de forma rápida (tan solo de 150-200 mi) pueden tener efectos importantes sobre la función cardíaca. Los denames grandes que se acumulan despacio son, con frecuencia, bien tolerados, presumiblemente debido a los cambios crónicos en la RPV pericárdica descrita antes. La respuesta compensatoria a un derramen comprende el aumento de la estimulación adrenérgica y la supresión parasimpática, que producen taquicardia y un aumento de la contractilidad1 y pueden m antener el gasto cardíaco y la presión arterial durante un tiempo. Al final, sin embargo, el gasto cardíaco y la presión arterial disminuyen. Los pacientes incapaces de reaccionar con una respuesta adrenérgica normal, como los que reciben fármacos El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. FIGURA 71-3 Cambios latido a latido en el volumen sistólico arterial pulmonar y aórtico (como porcentaje de control) después de la producción brusca de un tapona miento cardíaco (flecha). Obsérvese que el volumen sistólico arterial pulmonar disminuye inmediatamente, pero hay un retraso breve antes de que el volumen sistólico aórtico disminuya. El volumen sistólico arterial pulmonar es menor que el aórtico hasta que se alcanza un nuevo estado estacionario. (Tomado de DitcheyR, EnglerR, LeWinter M et al: The role o f the right heart in acute cardiac tamponade in dogs. Cir Res 48:701, 1981.) P-bloqueantes, son más susceptibles a los efectos de un derrame. En el taponamiento terminal, puede sobrevenir un reflejo depresor con bradicardia paradójica. Las consecuencias hemodinámicas del derrame pericárdico han fascinado a fisiólogos y médicos durante muchos años.1,33,34 Las respuestas en estado no estacionario a un aumento brusco en la presión pericárdica proporcionan una visión de los mecanismos de estos trastornos. La figura 71-3 muestra un experimento en un perro33 en el que se midió el volumen latido (VL) arterial pulmonar y arterial aórtico antes y después de que se introdujera líquido bruscamente en el saco pericárdico, como indica la flecha. Esto reduce de inmediato el VL pulmonar, pero no modifica el VL aórtico. Dos latidos des pués, el VL aórtico disminuye y finalmente se consigue un nuevo estado estable con descensos equivalentes del VL aórtico y pulmonar. Durante el tiempo necesario para alcanzar un nuevo estado estable, el VL pulmonar es menor que el VL aórtico. Esta desigualdad transitoria da lugar a la trans ferencia de sangre desde la circulación pulmonar a la sistémica, y puede explicar el descenso de la vascularidad pulmonar en la radiografía de tórax en los pacientes con taponamiento. De este modo, el efecto directo primario de la presión pericárdica alta es im pedir el llenado del lado derecho del corazón; los efectos sobre el lado izquierdo del corazón son, en gran medida, secundarios a este llenado insuficiente. Cuando el líquido se acumula, las presiones diastólicas auricular y ven tricular izquierdas y derechas suben y en el taponamiento grave se igualan a una presión similar a la del saco pericárdico, de form a típica de 20 a 25 mmHg (fig. 71-4). Esta igualdad es mayor durante la inspiración. Por eso, la presión pericárdica determina la presión intracavitaria, y las presiones de llenado transmural de las cavidades cardíacas son muy bajas, incluso nulas. En la misma medida, los volúmenes cardíacos descienden de forma progresi va. El pequeño volumen ventricular telediastólico (precarga reducida) es res ponsable, sobre todo, del VL reducido. Debido al incremento compensador de la contractilidad, el volumen telesistólico también se reduce, pero no lo suficiente para normalizar el VL (de ahí la importancia de la taquicardia para mantener el gasto cardíaco). Como la presión de llenado en el lado derecho del corazón es normalmente inferior a la del lado izquierdo, a medida que se acumula líquido, la presión de llenado aumenta con mayor rapidez en el lado derecho del corazón que en el izquierdo. Además de presiones de llenado intracavitarias elevadas e iguales y pre siones de llenado transmural bajas y volúmenes cardíacos pequeños, hay otras dos alteraciones hemodinámicas características del taponamiento. Una es la pérdida del descenso y de la presión auricular derecha u onda de presión venosa sistémica (v. fig. 71-4). Los descensos x e y corresponden a períodos en los que el flu jo venosos de entrada va en aumento. La pérdida del descenso y ha sido explicada sobre la base del concepto de que, en el taponamiento grave, el volumen total del corazón está fijo .1 Así, la sangre puede entrar en el corazón solo cuando al mismo tiempo sale. El descenso y normal empieza cuando la válvula tricúspide se abre (es decir, cuando la sangre no sale del corazón). Por tanto, en el taponamiento, el flu jo de entrada no puede aumentar y se pierde el descenso. Por el contrario, el © descenso x se produce durante la eyección ventricular. Como la sangre está dejando el corazón, el flu jo de entrada puede aum entar y el des censo x conservarse. La pérdida del descenso y puede ser difícil de discernir en la cabecera del paciente, pero se aprecia fácilmente en los registros de la presión venosa sistémica y auricular derecha, y es una pista útil de la presencia de un taponamiento significativo. Aunque la falta del descenso y y la pérdida correspondiente del flu jo de entrada venoso diastólico se han considerado hallazgos clásicos,1 en muchos casos de taponamiento encontrados en la era moderna, los registros de onda continua de Doppler revelan un flu jo de entrada venoso en el lado derecho del corazón durante la diástole ventricular.3536 Sospechamos que muchos de estos pacientes tienen una pericarditis constrictiva con derrame (v. más adelante) con un cuadro hemodinámico mixto. El segundo signo característico es un pulso paradójico (fig. 71-5), una caída anormalm ente grande en la presión arterial sistémica durante la inspiración (definida como una caída >1 0 mmHg en la presión sistólica). Otras causas de pulso paradójico son la pericarditis constrictiva, la embolia pulmonar y la enfermedad pulmonar con amplias variaciones en la presión intratorácica. En el taponamiento grave, el pulso arterial no se palpa durante la inspiración. El mecanismo del pulso paradójico es multifactorial, pero los cambios respiratorios en el retorno venoso sistémico son, sin duda, importantes.1 En el taponamiento, a diferencia de la pericarditis constrictiva, se mantiene el aumento inspiratorio normal en el retorno venoso sistémico. Por tanto, está presente la caída normal inspiratoria en la presión venosa sistémica (y el signo de Kussmaul está ausente). El aumento en el llenado del corazón derecho se produce, una vez más, bajo condiciones en las que el volumen total del corazón está f ijo y el volumen del corazón izquierdo está considerablemente reducido para empezar. El tabique interventricular se des plaza a la izquierda de forma exagerada durante la inspiración, invadiendo el ventrículo izquierdo de tal manera que su volumen sistólico y la generación de la presión se reducen aún más (v. fig . 71-5). Aunque el aumento ins piratorio del volumen del lado derecho del corazón (precarga) incrementa el VL en el VD, son necesarios varios ciclos cardíacos para aumentar el llenado y el VL del VI, y contrarrestar el desplazamientoseptal. Otros factores que pueden contribuir a los pulsos paradójicos son el aumento de la poscarga causado por la transmisión de la presión intratorácica negativa a la aorta y la tracción sobre el pericardio causada por el descenso del diafragma. Asociado a estos mecanismos están los hallazgos llamativos de que las variaciones de la presión y el VL en los lados izquierdo y derecho del corazón están exagerados y 180° fuera de fase (v. fig. 71-5). La tabla 71-3 enumera los principales hallazgos hemodinámicos del taponam iento frente a la pericarditis constrictiva. Cuando hay elevaciones preexistentes en las presiones y/o el volumen diastólico, puede ocurrir un taponamiento sin pulso paradójico.1 Algunos ejemplos son pacientes con disfunción VI crónica, insuficiencia aórtica y comunicación interauricular. En pacientes con hemorragia retrógrada en el saco pericárdico debida a una disección aórtica, el taponamiento puede aparecer sin pulso paradójico debido a la alteración e insuficiencia de la válvula aórtica. Aunque las presiones de llenado de los lados izquierdo y derecho suelen ser de 20-25 mmHg, el taponam iento puede producirse a pre siones de llenado inferiores (es decir, taponam iento de presión baya).1,37 El taponam ien to de presión baja suele aparecer cuando el volum en sanguíneo disminuye en el marco de un derrame preexistente que, por lo demás, no causaría consecuencias hemodinám icas im portantes. El derrame pericárdico modestamente elevado puede entonces reducir la presión de llenado transparietal a valores en los que el VL se ve reducido. Como la presión venosa solo está modestamente elevada o es incluso norm al, puede no sospecharse el d iagnóstico . El tap o na m ie n to de presión baja puede observarse durante la hemodiálisis, donde causa una hipotensión, en pacientes con pérdida de sangre y de volumen, y cuando se adm inistran diuréticos a pacientes con derrame. En el único artículo con un núm ero su fic iente de pacientes,37 a lrededor del 20% de los pacientes sometidos a un cateterismo cardíaco y una pericardiocentesis cerrada cum plían los crite rios de un taponam ien to de presión baja. Cuando se compararon con pacientes con un taponam iento de presión alta, los pacientes con un taponam iento de presión baja padecieron una enfermedad menos crítica y los signos de taponam iento fueron menos notables. Los hallazgos ecocard iográficos fue ron sim ilares a los del taponam iento de presión alta, y la pericardiocentesis aportó un beneficio sustancial. Los derrames pericárdicos pueden estar divididos en pequeños espacios o cavidades o estar localizados, dando lugar a un taponamiento regional que se encuentra, con mayor frecuencia, después de la cirugía cardíaca.1 El taponam iento regional puede producir alteraciones hemodinámicas atípicas, es decir, una reducción del gasto cardíaco con elevación unilateral de la presión de llenado. Sin embargo, los informes de hemodinámica son escasos y es difícil. Debería considerarse un taponamiento regional siempre que haya hipotensión en un contexto en el que se encuentre presente o se sospeche un derrame con cavidades. En pocos casos, los derrames pleurales grandes38 y el neumopericardio39 pueden comprimir el corazón y provocar un taponamiento clínico. 1641 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s FIGURA 7 1-4 Presión arterial femoral (AF), auricular derecha (AD) y pericárdica antes (A) y después (B) de una pericardiocentesis en un paciente con taponamiento cardíaco. Las presiones auricular derecha y pericárdica son de aproximadamente 15 mmHg antes de la pericardiocentesis. En este caso, había un pulso paradójico insignificante. Obsérvense la presencia de un descenso* y la ausencia del descenso y antes de la pericardiocentesis. Esta produce un notable aumento en la presión arterial femoral y un descenso marcado en la presión auricular derecha. Durante la inspiración, la presión pericárdica se hace negativa, hay una separación clara entre las presiones auricular derecha y pericárdica y el descenso/es ahora prominente, lo que indica la posibilidad de un cuadro constrictivo con derrame. (Modificado de Lorell BH, Grossman W: Profiles in constrictive pericarditis, restrictive cardiomyopathy and cardiac tamponade. In Baim DS, Gross man W (eds): Grossman's Cardiac Catheterization, Angiography, and Intervention. Philadelphia, Lippincott Williams & Wilkins, 2000, p 840.) aaaJ\MMaAJV' ^ I a a A JV A a . b FIGURA 71-5 A. Dibujo esquemático del desplazamiento septal izquierdo con ocupación del volumen del ventrículo izquierdo durante la inspiración (Insp.) en el taponamiento cardíaco. B. Marcador de respiración y trazados de presión aórtica (Ao) y ventricular derecha (VD) en el taponamiento cardíaco. Obsérvense el pulso paradójico y una notable variación respiratoria de 180° fuera de fase en las presiones derecha e izquierda. (Tomado de Shabetai R: The Pericardium. New York, Gruñe & Stratton, 1981, p 266.) Características clínicas Obviamente, en pacientes con derrames pericárdicos, se puede obtener un antecedente correspondiente con una causa específica. En ocasiones se descubren grandes derrames crónicos asintomáticos cuando se realiza una prueba de imagen de tórax por otra razón.31 Como se discutió, en estos casos no se encuentran habitualmente causas específicas. Los derrames no producen síntomas a menos que se halle un taponamiento, aunque muchos pacientes presentan dolor debido a la pericarditis aso ciada. Los pacientes con taponamiento pueden quejarse de disnea, cuyo mecanismo es desconocido porque no existe congestión pulmonar. Casi siempre se encuentran más cómodos sentados inclinados hacia adelante. Otros síntomas reflejan la intensidad de la reducción del gasto cardíaco y la presión arterial. El dolor pericárdico y/o un malestar inespecífico puede dominar el cuadro clínico. Una exploración física completa de los pacientes con derrame pericárdico puede proporcionar pistas de una causa específica. En el derrame pericárdico sin tapona miento, los hallazgos de la exploración cardiovascular son normales excepto si el derrame es grande, en cuyo caso el impulso cardíaco puede ser difícil de palpar y los tonos cardíacos están apagados. Por supuesto, también se puede encontrar un roce de fricción. En la axila o la base izquierdas pueden escucharse sonidos respiratorios tubulares debido a la compresión bronquial. La tríada de Beck -hipotensión, tonos cardíacos apagados y elevación de la presión venosa yugular- sigue siendo una pista clave de la presencia de un taponamiento grave. Los pacientes con taponamiento se muestran incómodos, con signos que reflejan diversos grados de reducción del gasto cardíaco y shock, como taquipnea, diaforesis, extremidades frías, cianosis periférica, bajo nivel de conciencia y, pocas veces, bostezos.1 Habitualmente se encuentra hipotensión con reducción de la presión del pulso aunque, en las fases iniciales, los mecanismos compensatorios mantienen la presión arterial. Algunos pacientes con un taponamiento subagudo son hiper- tensos en la evaluación inicial,41’ y la presión arterial se reduce al drenar el pericardio. Un pulso paradójico es la norma, pero es importante estar atento a esas situa ciones en las que puede no estar presente. Se cuantifica mediante la esfigmomanometría con manguito, obser vando la diferencia entre la presión a la que aparecen los primeros ruidos de Korotkoff y aquella en la que están presentes con contracción. En el taponamiento grave, la disminución inspiratoria en la presión arterial es palpable y mayor en las arterias distantes del corazón. La taquicardia es tam bién la norma a menos que se hayan administrado fármacos que producen bradicardia, coexista una enfermedad del sistema de conducción o haya sobrevenido un reflejo bradicárdico preterminal. La presión venosa yugular está especialmente elevada excepto en el taponamiento de baja presión, y el descensoy normalmente está ausente (v. fig. 71-4). El des censo normal en la presión venosa durante la ins piración se mantiene. La exploración del corazón en sí m ism a es realm ente com patible con un derrame, como se indicó antes. El taponamiento puede confundirse con cualquier proceso que curse con hipotensión, shock y elevación de la presión venosa yugular, como la insuficiencia miocárdica, la insuficiencia cardíaca derecha debida a una embolia pulmonar u otras causas de hipertensión pulmonar, y el IM del VD. Pruebas com p lem entarias Las alteraciones electrocardiográficas del derrame pericárdico y el taponamiento son la reducción en el voltaje y la alternancia eléctrica1,3’4,6 (fig. 71-6). El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. 71 FIGURA 71-6 ECG en el taponamiento cardíaco que muestra una alternancia eléctrica. T ABLA 71-3 Hemodinámica del taponamiento cardíaco y de la pericarditis constrictiva TAPONAMIENTO CONSTRICCIÓN ¡ Pulso paradójico Habitualmente presente Presente en =1/3 Presiones de llenado izquierdas y derechas iguales Presentes Presentes Morfología de onda venosa sistémica Descenso y ausente Descenso y prominente (forma de M o W) Cambio inspiratorio en la presión venosa sistémica Descenso (normal) Aumento o sin cambio (signo de Kussmaul) Signo de la «raíz cuadrada» en la presión ventricular Ausente Presente La reducción en el voltaje es inespecífica y puede estar producida por otras enfermedades como enfisema, enfermedad miocárdica infiltrante y neumotorax. La alternancia eléctrica es específica, pero relativamente poco sensible para los derrames grandes. Está producida por la oscilación anteroposterior del corazón con contracción. Cuando coexiste con una pericarditis, pueden aparecer los signos electrocardiográficos habituales. La radiografía de tórax muestra una silueta cardíaca normal hasta que los derrames son, por lo menos, de tamaño moderado. En los derrames grandes, la silueta cardíaca anteroposterior adopta un aspecto redondea do, tipo matraz (fig. e71-2). Las proyecciones laterales pueden mostrar el signo de la almohadilla grasa, una transparencia lineal entre la pared torácica y la superficie anterior del corazón que representa la separación de la grasa pericárdica parietal del epicardio; los pulmones se muestran menos vascularizados. Las técnicas ecocardiográficas Doppler en modo M y bidimensio nal siguen siendo los métodos incruentos estándar para la detección del derrame pericárdico y el taponamiento. Un derrame se muestra como una separación transparente entre el pericardio parietal y visceral durante todo el ciclo cardíaco (fig. 71-7 y vídeo 71-1). Los derrames pequeños se manifiestan, por primera vez, por encima de la porción pos terobasal del ventrículo izquierdo. A medida que el líquido aumenta, se extiende hacia adelante, afuera y detrás de la aurícula izquierda, donde su límite viene delineado por la reflexión del pericardio visceral. Al final, la separación se hace circunferencial. Los derrames circunferenciales se clasifican en pequeños (espacio libre de ecos en la diástole < 10 mm), moderados (10-20 mm) y grandes (> 20 mm). Debido a que la rapidez de acumulación es crucial, el significado hemodinámico de un derrame no siempre se correlaciona estrechamente con su tamaño. Sin embargo, el taponamiento no suele producirse sin un derrame circunferencial, y el diagnóstico debe verse de un modo escéptico si este no es el caso. No obstante, como se ha señalado, los derrames tabicados pueden causar © taponamiento. Las estructuras similares al follaje o desmechadas en el FIGURA 71-7 Ecocardiograma bidimensional de un gran derrame pericárdico (DP) circunferencial. Ao, aorta; VD, ventrículo derecho; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Kabbani SS, LeWinter M: Cardiac constriction and restriction. In Crawford MH, DiMarco JP (eds): Cardiology. St Louis, CVMosby, 2001, p 5, 15.5.) espacio pericárdico detectadas en la ecocardiografía indican coágulos, inflamación crónica o procesos pericárdicos neoplásicos. La TC y la RM pueden ser más precisas que la ecocardiografía para visualizar el propio pericardio. Como se expuso antes, es mejor considerar el taponamiento como un espectro de gravedad de la compresión cardíaca. Varios hallazgos ecocardiográficos indican que el taponamiento es lo suficientemente acentuado como para afectar a la henodinámica,34-36 como el colapso diastólico temprano del ventrículo derecho, la muesca diastólica tardía o colapso de la aurícula derecha, la variación exagerada del tamaño de las cámaras del VD y el VI, y el desplazamiento septal interventricular durante la inspiración. El colapso diastólico precoz del ventrículo dere cho (fig. 71-8; v. también vídeo 71-1) y el colapso diastólico tardío de la aurícula derecha (que ocurren durante la diástole ventricular) (fig. 71-9; v. también vídeo 71-1) se consideran signos sensibles y específicos que aparecen relativamente pronto durante el taponamiento.34'36 Ambos aparecen cuando la presión pericárdica supera transitoriamente la presión intracavitaria. No obstante, en nuestra experiencia, el colapso diastólico tardío de la aurícula derecha puede confundirse con la sístole auricular derecha. Las cámaras cardíacas son pequeñas en el tapona miento y, como se expuso antes, el corazón puede balancearse en sentido anteroposterior (v. vídeo 71-1). También es un signo útil la distensión de los vasos cavos que no disminuye con la inspiración. Un derrame pleural grande puede colapsar las cámaras derechas.38 Puede producirse un colapso/compresión cameral aislado, incluidos el ventrículo y la aurícula izquierdas, en los hematomas pericárdicos después de una operación quirúrgica cardíaca.35 Reflejo de las anomalías hemodinámicas expuestas antes, los regis tros de la velocidad con el Doppler muestran una variación respiratoria 1 643 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r exagerada en el flujo venoso derecho e izquierdo y el valvular, con incrementos inspiratorios en el lado derecho y reducciones en el izquier- do.35'36 Cuando falta el descenso y de presión venosa, el flujo de entrada cavo se produce, en gran medida, durante la sístole ventricular. Estos patrones de flujo en el Doppler son más sensibles del taponamiento que las características ecocardiográficas del modo M y bidimensionales descritas antes. Aunque la ausencia del colapso cameral es especialmente útil para excluir el taponamiento con repercusión hemodinámica, su presencia se correlaciona menos con el taponamiento que los patrones de flujo venoso anómalos. Las técnicas de Doppler tisular no tienen aún un papel aditivo bien definido en el taponamiento cardíaco. Con la mayoría de los derrames, la ecocardiografía transtorácica proporciona suficiente información diagnóstica como para tomar decisiones terapéu ticas informadas. Los estudios transesofágicos proporcionan imágenes de mejor calidad, pero no pueden realizarse en los pacientes a no ser que estén intubados. En el laboratorio de cateterismo cardíaco la radioscopia es útil para detectar derrames relacionados con la intervención, ya que producen la amortiguación o la supresión de la pulsación cardíaca. LaTC (v. capítu lo 18) y la RM (v. capítulo 17) son complementos útiles de la ecocardio grafía en la caracterización del derrame y el taponamien to.41,42 Ni se requiere generalm ente ni es aconsejable en pacientes graves que precisan manejo y decisiones terapéuticas inmediatas. Tienen una importante función auxiliar en situaciones en las que la hemodinámica es atípica, otras enfermedades complican la interpretación, la presencia y gravedad del taponamiento son inciertas y la ecocardiografía es técnicamente inadecuada. El vídeo 71-2 presenta una imagen decine de RM que muestra un gran derrame circunferencial y un ventrículo izquierdo pequeño sin rellenar. En este caso, el ventrículo derecho no está comprimido debido a la hipertensión pulmonar de larga duración, como lo demuestra el agrandamiento delVD. Es importante reconocer esta constelación de observaciones porque la hipertensión pulmonar coexis- tente reduce la precisión de los signos ecocardiográficos de taponamiento cardíaco. Como se com entó anteriorm ente, la TC y la RM proporcionan una cuantificación y una localización regional más detalladas que la ecocardiografía y son especialmente útiles para los derrames con formación de cavidades en su interior y en presencia de derrames pleurales coexistentes. En el vídeo 71-3, el amplio campo de visión que ofrece la RM m uestra no solo un gran derrame pericárdico sino también derrames pleurales en un paciente con poliserositis. Puede medirse el grosor pericárdico con ambos m étodos, lo que permite una evaluación indirecta de la gravedad y la cronicidad de la inflamación; como se expuso anteriormente, la RM con captación de gadolinio identifica de un modo más específico la inflamación. Pueden obtenerse indicios de la naturaleza del líquido pericárdico con los coeficien tes de atenuación en la TC. La atenuación parecida a la del agua indica un trasudado; la atenuación mayor que el agua indica un líquido maligno, sanguinolento o purulento; y la atenuación menor que la del agua indica un líquido quiloso. En función de la TC, los derrames FIGURA 71-8 Ecocardiografía bidimensional que ¡lustra el colapso o la impronta diastólicos del ven trículo derecho en el taponamiento cardíaco. Arriba. Sístole. Centro. Protodiástole con impronta señalada por la flecha. Abajo. Telediástole con recuperación de la configuración normal. Al, aurícula izquierda; Ao, aorta; DP, derrame pericárdico; TSVD, tracto de salida del ventrículo derecho; VA, válvula aórtica; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Weyman AE: Principles and Practice o f Echocardiography. Philadelphia, Lea & Febiger, 1994, p 119.) 1644 FIGURA 71-9 Ecocardiograma bidimensional que ilustra el colapso o la impronta auricular derecha en el taponamiento cardíaco (flecha). AD, aurícula derecha; Al, aurícula izquierda; DP, derrame pericárdico; IAD, impronta auricular derecha; PLAD, pared libre de la aurícula derecha; VD, ventrículo derecho; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Gilliam LD: Hemodynamic compression o f the right atrium: A new echocardiographic sign o f cardiac tamponade. Circulation 68:294, 1983.) El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. malignos se asociaron a un espesor del pericardio mayor que los derra mes benignos.43 El espesor pericárdico mayor de 4,1 mm combinado con la linfadenopatía mediastínica proporcionó un alto grado de dife renciación. Finalmente, la cine TC o la RM proporcionan información análoga a la ecocardiografía a la hora de evaluar el taponamiento (p. ej., desplazamiento septal y colapso cameral). Tratam iento El tratamiento se establece primero y ante todo dependiendo de si se encuentra un taponamiento o este tiene elevada probabilidad de desa rrollarse a corto plazo.1,3,12,44 Las situaciones en las que el taponamiento es una amenaza a corto plazo son la sospecha de pericarditis bacteriana o tuberculosa, la hemorragia en el espacio pericárdico y cualquier situación en la que hay un derrame de moderado a grande que no se piensa sea crónico y/o aumenta de tamaño. Cuando aparece un taponamiento o resulta una amenaza, la toma de decisiones clínicas debe ser urgente y el umbral para la pericardiocentesis debería ser bajo (tabla 71-4). En ausencia de taponamiento real o amenaza, el tratamiento puede ser más relajado. Esta situación incluye varias categorías de pacientes. Algunos presentan una pericarditis aguda con un derrame de pequeño a moderado detectado como parte de una evaluación rutinaria. A otros se les realiza una ecocardiografía por enfermedades que se sabe afectan al pericardio. El resto está asintomático y presenta derrames detectados cuando se realizan pruebas diagnósticas por razones diferentes de la sospecha de una enfermedad pericárdica, como para evaluar una silueta cardíaca agrandada en la radiografía de tórax o cuando se utiliza una TC o una RM para investigar una enfermedad torácica. En muchos casos de derrame en los que el taponamiento no está pre sente ni amenaza, los antecedentes (p. ej., una enfermedad neoplásica, la radioterapia) y/o los resultados de la pruebas diagnósticas obtenidos previamente pondrán de manifiesto o harán pensar en una causa. Cuando el diagnóstico no está claro, debería llevarse a cabo una evaluación de las causas específicas. Esta debería comprender las pruebas diagnósticas recomendadas para la pericarditis aguda y cualquier otra determinada por el cuadro clínico. En consecuencia, debería considerarse una prueba cutánea para tuberculosis y la detección sistemática de enfermedades neoplásicas y autoinmunitarias, infecciones e hipotiroidismo. Al mismo tiempo, debería tenerse buen juicio en la selección de las pruebas. Por tanto, un paciente con una insuficiencia cardíaca grave y congestión circulatoria con un derrame pequeño no precisa prueba alguna. Por el contrario, los pacientes con signos de una enfermedad sistémica merecen una atención muy cuidadosa. En pacientes sin taponamiento actual o inm inente, la pericardio centesis (cerrada o abierta con biopsia) puede llevarse a cabo con fines diagnósticos, pero habitualm ente no se necesita. Como se discutió antes, en muchos casos, cuando el derrame se observa por primera vez, el diagnóstico será obvio o se hará manifiesto en el marco de las investigaciones iniciales. Por otra parte, en este contexto, el análisis del líquido pericárdico, solo en general, presenta un bajo rendimiento para proporcionar un diagnóstico específico.5,44 En situaciones ocasionales en las que se piensa que la pericardiocentesis es necesaria para fines diagnósticos, debe considerarse la posibilidad de un drenaje abierto con biopsia. En ocasiones, algunos pacientes con grandes derrames asintomáticos y sin signos de taponamiento o una causa específica constituyen una categoría especial.31,44 Los derrames son, por definición, crónicos ya T ABLA 71-4 Abordaje inicial del paciente con un derrame pericárdico 1. Determine mediante la anamnesis, la exploración física y un ecocardiograma si existe un taponamiento o una amenaza de que se produzca. 2. Si no existe taponamiento o amenaza de que se produzca: Si la causa no es aparente, considere pruebas diagnósticas como en la pericarditis aguda. Si el derrame es grande, considere un ciclo de AINE más colchicina o corticoesteroides; si no se observa respuesta, considere una pericardiocentesis cerrada. 3. Si existe taponamiento o amenaza de que se produzca: Está indicada una pericardiocentesis cerrada urgente o muy urgente, o una monitorización cuidadosa si se considera adecuado un intento de tratamiento médico para reducir el derrame. que el taponamiento estaría presente si este no fuera el caso. Aunque en general están estables, el taponamiento surge en una minoría de pacientes (quizás el 20-30%) de manera impredecible. Después de una pericardiocentesis cerrada, pueden no volver a acumularse derrames.31 De este modo hay una razón para hacer una pericardiocentesis tras una evaluación habitual de las causas específicas, como se señaló antes. Antes de realizar la pericardiocentesis debe considerarse un ciclo de AINE y/o colchicina, porque pueden reducir estos derrames. Los corticoesteroides pueden tener el mismo efecto, pero este tratamiento es de nuevo discutido debido a la posibilidad de un aumento de las recidivas. Se ha propuesto que la recidiva de este tipo de derrame después de la pericardiocentesis debería ser una indicación de la pericardiectomía.44 Aunque esto parece razonable, ningún dato específicoapoya este abordaje. Los pacientes con un taponamiento real o amenaza de padecerlo deben considerarse una urgencia médica. Con la excepción de los pacientes que no desean prolongar su vida (sobre todo aquellos con cáncer metastásico), es obligado el ingreso hospitalario y una monitorización hemodinámica y ecocardiográfica cuidadosas. La mayoría de los pacientes requiere una pericardiocentesis para tratar o evitar el taponamiento. Hay que individua lizar el tratamiento, y es crucial un juicio clínico prudente. De este modo, por ejemplo, a los pacientes con una pericarditis aguda aparentemente idiopática que no tienen más que un taponamiento leve se les puede tratar durante períodos cortos con un AINE y colchicina con la esperanza de que sus derrames se contraigan con rapidez. A los pacientes con enfer medades del tejido conjuntivo y algunos otros trastornos inflamatorios se les tratará del mismo modo o con un ciclo de corticoesteroides (no hay pruebas de que los corticoesteroides aumenten la recidiva en estos pacientes). Aquellos con posibles infecciones bacterianas o hemorragias al saco pericárdico cuyos derrames no tienen más que un tamaño pequeño podrían ser adecuados para un tratamiento conservador inicial y una monitorización cuidadosa, en especial porque el riesgo asociado a la pericardiocentesis cerrada aumenta en los derrames pequeños. La monitorización hemodinámica con un catéter de balón en la arteria central venosa o pulmonar es, a menudo, útil, sobre todo en aquellos con amenaza o taponamiento leve en los que se toma la decisión de aplazar la pericardiocentesis. La monitorización también es útil después de la pericardiocentesis para evaluar la nueva acumulación y la presencia de una enfermedad constrictiva subyacente (v. fig. 71-5), como se discute posteriormente. Sin embargo, la inserción de un catéter en la circulación central no debería permitir que se retrase el tratamiento definitivo en pacientes gravemente enfermos. Para la mayoría de los pacientes de esta categoría, el tratamiento debería orientarse hacia la pericardiocentesis urgente o muy urgente. Una vez se diagnostica un taponamiento real o amenaza, debería iniciarse una hidratación intravenosa con una solución salina normal.45 Se pueden emplear inótropos positivos, pero tienen una eficacia limitada. La hidra tación y los inótropos positivos son medidas temporales y no debería permitirse que sustituyan a o retrasen la pericardiocentesis. En la gran mayoría de las circunstancias, la pericardiocentesis cerrada es el trata miento de elección. Antes de proceder, es importante confiar en que el derrame sea suficientemente grande como para causar un taponamiento, especialmente si los hallazgos hemodinámicos son atípicos. Los derrames tabicados o los derrames que contienen coágulos o material fibrinoso también son preocupantes por el mayor riesgo y dificultad asociados de la pericardiocentesis cerrada. Si se considera necesario extraer líquido, hay que considerar un abordaje abierto por seguridad y para obtener tejido pericárdico y crear una ventana. Es difícil decidir si realizar una pericardiocentesis cerrada o abierta en los pacientes con hemorragia sospechada o conocida en el saco pericár dico. El peligro de un abordaje cerrado es que reducir la presión intrape- ricárdica simplemente alentará una mayor hemorragia sin dar ninguna oportunidad de corregir su fuente. En los casos de traumatismo o rotura de la pared del ventrículo izquierdo después de un IM, hay que evitar, en general, la pericardiocentesis cerrada. No obstante, si la hemorragia es más leve, como la causada por una perforación coronaria o la punción de una cámara cardíaca durante una intervención, la pericardiocentesis cerrada a menudo es apropiada porque la hemorragia puede detenerse espontáneamente o la intervención puede proporcionar un alivio temporal antes de la reparación definitiva. La pericardiocentesis cerrada en los pacientes con hemorragia en el espacio pericárdico debida a una disección aórtica del tipo A se ha considerado una contraindicación relativa. No obs tante, un artículo reciente46 indica que es segura y eficaz para estabilizar a los pacientes. 1645 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1646 El abordaje más frecuentem ente empleado para la pericardiocentesis cerrada es la inserción subxifoidea de la aguja con guía ecocardiográfica para minimizar el riesgo de punción miocárdica y evaluar la completa eva cuación del líquido. Una vez la aguja ha entrado en el espacio pericárdico, se evacúa de forma inmediata una moderada cantidad de líquido (quizás de 50 a 150 mi) en un esfuerzo para producir una mejoría hemodinámica rápida. Se inserta, a continuación, una guía y se sustituye la aguja por un catéter pigta il. Se manipula el catéter con una guía ecocardiográfica continuada para maximizar la evacuación del líquido. En una extensa serie de la Mayo Clinic ,47 la tasa de éxito de la intervención fue del 97% y la tasa de complicaciones del 4 ,7% (graves, 1,2% ; leves, 3,5% ). Siempre que sea posible, la in tervención debería realizarse en el laboratorio de cateterismo cardíaco por personal con experiencia en la asistencia. Si la guía ecocardiográfica no está disponible, la aguja debería dirigirse hacia el hombro derecho. Si se ha insertado un catéter en la arteria pulmonar, se deberían monitori- zar la aurícula derecha, el endavamiento capilar pulmonar, la presión arterial sistémica y el gasto cardíaco antes, durante y después de la intervención. Idealmente, también debería medirse la presión del líquido pericárdico. La monitorización hemodinámica antes y después de la pericardiocente sis es útil por diversas razones. Las determinaciones iniciales confirman y documentan la gravedad del taponamiento. La evaluación después de la finalización establece una referencia para valorar una nueva acumulación de líquido. Como se discutió antes, algunos pacientes que acuden por un taponam iento presentan un componente coexistente de constricción (es decir, pericarditis constrictiva con derrame),48 que es difícil de detectar cuando un derrame domina el cuadro, aunque es fácil de apreciar después de la pericardiocentesis. Tras la pericardiocentesis se considera útil la ecocardiografía repetida y, en muchos casos, la monitorización hemodinámica continuada para evaluar una nueva acumulación de líquido. La duración de la monitorización es una cuestión de criterio, pero 24 h es habitualmente suficiente. Recomendamos dejar los catéteres intrapericárdicos en su lugar durante varios días para permitir un drenaje continuado. Esto minimiza las recurrencias3-6,12-49 y facilita la administración de fármacos intrapericárdicos. En ocasiones se prefiere la pericardiocentesis abierta para la evacuación in icial del líquido. En este sentido, se ha mencionado previamente la hemorragia debida a un traumatismo y rotura de la pared libre del ven trículo izquierdo. Los derrames con formación de cavidades en su interior y/o los que tienen un tam año lim ítrofe se drenan de form a más segura en el quirófano. Los derrames recurrentes, sobre todo los que produ cen taponamiento, pueden drenarse inicialmente mediante un abordaje cerrado por consideraciones logísticas. Sin embargo, para la mayoría de las recurrencias que son lo suficientemente graves como para producir un taponam iento se prefieren la pericardiocentesis abierta con biopsia y el establecimiento de una ventana pericárdica. La creación de una ventana elimina de modo fiable un fu tu ro taponamiento y proporciona tejido para ayudar en el diagnóstico. También se han utilizado técnicas de balón percutáneo para el drenaje. Estos métodos parecer ser seguros y eficaces para producir ventanas. La pericardiotomía con balón es particularmente útil
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