Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
42 Marcadores de riesgo y prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares Paul M. Ridker, Peter Libby y Julie E. Bu ring Replanteamiento de los abordajes básicos Marcadores de riesgo convencionales Exposiciones ambientales e intervenciones para la prevención primaria, 891 y sus intervenciones, 893 asociadas, 915 ¿Qué funciona y en quién? Una alternativa Marcadores de riesgo no convencionales B ibliografía, 928 sencilla basada en la evidencia e intervenciones asociadas, 906 Directrices, 931 para la prevención de la enfermedad cardiovascular, 892 Fusión de la epidem iología y de las evidencias de estudios aleatorizados: ¿por qué medir los factores de riesgo?, 892 REPLANTEAMIENTO DE LOS ABORDAJES BÁSICOS PARA LA PREVENCIÓN PRIMARIA Desde hace casi medio siglo se han puesto en marcha intervenciones para reducir el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular (ACV) en personas sin enfermedad cardíaca conocida. Para ello, se han utilizado principalmente abordajes en dos pasos basados en el riesgo absoluto. En primer lugar, mediante un algoritmo general de cálculo del riesgo, como la puntuación de riesgo de Framingham, la puntuación de riesgo de Reynolds o la European Systematic Coronary Risk Evaluation (SCORE),1 los médicos han estratificado a los pacientes que son candidatos a la pre vención primaria en subgrupos de riesgo bajo, intermedio y alto, calculado normalmente en un período de tiempo de 10 años. Después, las normas basadas en este tipo de estratificaciones han dirigido las intervenciones en el estilo de vida hacia las personas con riesgo «bajo» e «intermedio», mientras que las intervenciones farmacológicas más agresivas (como las estatinas) se limitan a los perfiles de riesgo «alto». H asta hace poco se suponía que un sistema de calificación de este tipo basada en el riesgo distribuiría los servicios de prevención primaria de una manera eficiente. Después de todo, si el beneficio relativo de una intervención preventiva es parecido en todos los niveles de ries go, el mayor beneficio absoluto se obtendrá en las personas que ten gan el riesgo absoluto más alto. Además, la asignación del tratamiento basada en el riesgo global alto debe aumentar al máximo los beneficios de la intervención (ya que se dirige a los sujetos que más la necesitan), a la vez que se reducen las posibles acciones negativas y el coste (al evitar la exposición al tratamiento de los sujetos que menos lo necesitan). No obstante, en estos momentos, una parte de la comunidad dedicada a la cardiología preventiva ha puesto en duda las ideas tradicionales y ha propuesto en su lugar la asignación de los servicios de prevención basados en datos confirmados procedentes de estudios aleatorizados, es decir, ¿qué funciona? y ¿en quién?, y no a partir de una escala arbitraria de riesgo global.2 Esta reconsideración tiene importantes implicaciones para nuestra forma de concebir la atención cardiovascular preventiva y de aplicar las normas de cara al diseño de estudios clínicos en el futuro y a los nuevos conceptos de prevención, como la «polipfldora», y un uso más extendido de fármacos genéricos eficaces tanto de venta con receta como de venta libre, con independencia de la evaluación individual del riesgo. Consideremos el caso del tratamiento con estatinas. Hace 10 años, el volumen de datos de estudios sobre la eficacia de los inhibidores de la hidroximetilglutaril-coenzima A (HMG-CoA) reductasa como adyuvante de la dieta, el ejercicio y el abandono del tabaquismo en grupos de pacientes determinados era escaso, los datos de seguridad eran dudosos y el coste del tratamiento era relativamente elevado, en particular para las estatinas de potencia más alta. Por lo tanto, al enfrentarse a la incertidumbre, los redac tores de las primeras normas eligieron, correctamente, diseñar modelos con los posibles beneficios del tratamiento hipolipidemiante basándose en las escalas de riesgo epidemiológico, incluso cuando esas puntuaciones nunca se han sometido a una evaluación aleatorizada para comprobar la mejoría de los resultados ni se han usado como criterios de inclusión en un estudio. Desafortunadamente, este sistema de asignación de fármacos basada en un modelo epidemiológico y no en estudios terminados tiene limitaciones impor tantes. En primer lugar, el tabaquismo y la hipertensión a menudo dan paso a © 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos estimaciones altas del riesgo global, y las intervenciones de elección deben ser el abandono del tabaquismo y la reducción de la presión, y no la prescripción refleja del tratamiento hipolipidemiante. En segundo lugar, los modelos de predicción del riesgo han sido a menudo inadecuados por la discriminación y la calibración de grupos de pacientes específicos, como minorías étnicas y mujeres. En tercer lugar, sobre una base poblacional, la inmensa mayoría de los episodios vasculares futuros se presenta en personas con estimaciones del riesgo a 10 años intermedias o bajas; por tanto, limitar la intervención solo a las personas que tengan el riesgo absoluto más alto hará pasar por alto gran des oportunidades de prevención. A partir de los conceptos de riesgo vital, los pacientes que tengan riesgos a 10 años bajos se encuentran a menudo entre los que tienen tasas de episodios a largo plazo más altas, en los cuales las intervenciones tempranas serían más eficaces.3 Por estos y otros motivos, muchos médicos aplican rutinariamente los algoritmos de evaluación global del riesgo. Sin embargo, el hecho de que los resultados de varios estudios aleatori zados terminados a partir de 2005 no apoyen la idea de que el tratamiento con estatinas aporte beneficios relativos constantes en todos los grupos de riesgo plantea un problema mayor, ya que esta suposición sigue siendo la justificación fundamental que apoya el tratamiento basado en el riesgo absoluto. Piense en los estudios Controlled Rosuvastatin Multinational Trial in Heart Failure (CORONA), A Study to Evaluate the Use of Rosuvas tatin in Subjects on Regular Hemodialysis: An Assessment of Survival and Cardiovascular Events (AURORA), German Diabetes and Dialysis Study (4D) y Gruppo Italiano per lo Studio della Soprawivenza nell'Insufficien- za Cardiaca-Heart Failure (GISSI-HF), en los que se incluyeron en total 13.613 pacientes y que fueron publicados entre 2005 y 2009.4'7 Estos cuatro estudios de realización correcta incluían pacientes con riesgo absoluto alto que consiguieron importantes reducciones del colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) mediante el tratamiento con estatinas. Pero en ninguno de ellos se demostró un beneficio clínico significativo. Piense ahora en los estudios Justification for the Use of Estatin in Prevention: An Intervention Trial Evaluating Rosuvastatin (JUPITER), Air Force/Texas Coronary Atherosclerosis Prevention Study (AFCAPS/ TexCAPS) y Management of Elevated Cholesterol in the Primary Preven tion Group of Adult Japanese (MEGA), que incluyeron 32.621 pacientes con indicaciones de prevención primaria y que fueron publicados entre 1998 y 2008.8'10 Estos tres estudios se basaban en pacientes con un riesgo absoluto bajo, la mayoría de los cuales no eran candidatos al tratamiento con estatinas según las normas actuales publicadas en EE. UU. o en Europa. Pero en cada uno de ellos se demostró un beneficio importante del tratamiento con estatinas; de hecho, en todos ellos se demostraron las mayores reducciones del riesgo relativo que se hayan conseguido jamás con el tratamiento con esos fármacos. Valorados en conjunto, estos siete estudios representan un problema importante para mantener la idea simplista de que el riesgo absoluto por sí solo puede orientar una asignación del tratamiento con estatinas que sea clínicamente eficiente. ¿Por qué continuar recomendando la prescripción de estatinas basándose en el cálculo epidemiológico del riesgo absoluto? ¿Por qué no asignar, por elcontrario, las estatinas a los subgrupos de pacientes en los que se han demostrado beneficios en los estudios clínicos? Una interpretación de esos estudios recientes basada en la evidencia y en las normas no permitiría utilizar las estatinas en 891 C a r d io l o g ía p r e v e n t iv a pacientes con insuficiencia renal (4D, AURORA) o insuficiencia cardíaca (CORONA, GISSI-HF), pero sí de manera intensiva en la prevención primaria en pacientes con colesterol LDL elevado (MEGA), colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL) bajo (AFCAPS/TexCAPS) o proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) elevada (JUPITER). ¿QUÉ FUNCIONA Y EN QUIÉN? UNA ALTERNATIVA SENCILLA BASADA EN LA EVIDENCIA PARA LA PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR Como acabamos de describir, en estos momentos son pocas, o ninguna, las justificaciones básicas del abordaje «basado en el riesgo» del tratamiento con estatinas que siguen siendo relevantes en nuestros días. Ahora abun dan los datos sobre la seguridad, y la base de evidencias ha permitido establecer que los beneficios del tratamiento con estatinas en el infarto de miocardio (IM), el ACV, los procedimientos de revascularización y la muerte cardiovascular son más importantes que los riesgos que implica, incluso en los casos del extremo inferior del espectro de riesgo vascular absoluto. Esta conclusión sigue siendo válida, incluso si al calcular la rela ción beneficio-riesgo se tiene en cuenta el riesgo, pequeño, pero estadís ticamente significativo, de diabetes asociado al uso de estatinas.11 Además, prácticamente todas las estatinas no están protegidas por patentes en estos momentos, y el coste del tratamiento ha disminuido drásticamente. Por último, la comunidad cardiovascular posee ahora datos abundantes procedentes de muchos estudios a gran escala, aleatorizados y controlados con placebo, que abarcan una amplia variedad de grupos de pacientes, de manera que se pueden aplicar directamente los datos del estudio a la aten ción médica sin necesidad de pasar por la extrapolación epidemiológica.12 En vista de la abundancia actual de datos, pueden redactarse unas normas sencillas basadas en la evidencia para el tratamiento con estatinas basándose en los conceptos de «¿qué funciona?» y «¿en quién?» a partir de los estudios aleatorizados completados, sin necesitar modelos de datos complejos. Como ejemplo de este nuevo abordaje, cardiólogos especializados en prevención en EE. UU., Canadá y Europa han propuesto la lista de las cinco recomendaciones siguientes como guía sencilla y fácil de comprender para el uso de estatinas en la prevención de la enfermedad cardiovascular que evita controversias, porque se basa sólidamente en datos de estudios clínicos:13,14 1. Basándose en datos de estudios clínicos aleatorizados de gran cali dad, el tratamiento con estatinas debe usarse como adyuvante de la dieta, el ejercicio y el abandono del tabaquismo para la prevención secundaria de pacientes con antecedentes de IM, ACV o ateroesclerosis clínicamente evidente (estudios Scandinavian Simvastatin Survival Study [4S], Heart Protection Study [HPS], Cholesterol And Recurrent Events [CARE] y Long-Term Intervention with Pravastatin in Ischaemic Disease [LIPID]). 2. Basándose en datos de estudios aleatorizados de gran calidad, el trata miento con estatinas puede plantearse como adyuvante de la dieta, el ejercicio y el abandono del tabaquismo en la indicación de prevención primaria para personas de 50 años de edad y mayores con diabetes (estudio Collaborative Atorvastatin Diabetes Study [CARDS]), coles terol LDL elevado (estudios West of Scotland Coronary Prevention Study [WOSCOPS] y MEGA), colesterol HDL bajo (estudio AFCAPS) y CRPas elevada (estudio JUPITER). Para mejorar la eficiencia relativa y la rentabilidad, los médicos pueden decidir limitar la prescripción de estatinas a los grupos mencionados que también presenten al menos un factor de riesgo adicional, como la hipertensión o el tabaquis mo. Para los pacientes que no cumplan esos criterios, cuando tomen decisiones para la prevención primaria en pacientes individuales de distintas edades, los médicos pueden tener en cuenta otros aspectos, como la predisposición genética o antecedentes familiares importantes de enfermedad coronaria prematura. En alguno de esos casos, por ejemplo, cuando se sospecha una hiperlipidemia familiar, puede ser útil derivar el paciente a un especialista en lípidos o ateroesclerosis para valorar un análisis secundario y el uso posible de tratamientos hipolipidemiantes alternativos o adicionales. 3. Basándose en datos obtenidos en estudios aleatorizados de gran cali dad, cuando prescriben tratamiento con estatinas, los médicos buscan aumentar al máximo la intensidad del tratamiento y después centran sus esfuerzos en el cumplimiento y en la adherencia a largo plazo (estudios Pravastatin or Atorvastatin Evaluation and Infection Therapy 892 [PROVE-IT], Treating to New Targets [TNT] e Incremental Decrease in Clinical Endpoints Through Aggressive Lipid Lowering [IDEAL]). En consecuencia, la dosis objetivo de cada paciente debe seleccionarse como aquella más cercana o en el nivel máximo que el paciente tolere sin efectos secundarios. 4. Basándose en los datos de estudios aleatorizados de gran calidad, el uso de fármacos hipolipidemiantes no estatinas en monoterapia o en combinación con una estatina debe limitarse mientras se esperan datos que demuestren que este abordaje reduce aún más las tasas de episodios cardiovasculares en grupos de pacientes específicos (estudios Atherothrombosis Intervention in Metabolic Syndrome with Low HDL/ HighTryglicerides: Impact on Global Health Outcomes [AIM-HIGH], Heart Protection Study 2-Treatment of HDL to Reduce the Incidence ofVascular Events [HPS2-THRIVE], Action to Control Cardiovascular Risk in Diabetes [ACCORD] y Fenofibrate Intervention and Event Lowering in Diabetes [FIELD]). En algunos casos, este abordaje puede ser insuficiente, por ejemplo, en caso de intolerancia a las estatinas o de hiperlipidemia familiar y colesterol LDL excepcionalmente alto, o riesgo de pancreatitis (v. capítulo 45). Estos pacientes pueden beneficiarse de la evaluación secundaria en manos de un especialista en lípidos. 5. Una norma basada en la evidencia obtenida en estudios clínicos (para determinar qué funciona) y en los criterios de entrada en estudios clínicos (para comprobar en quién funciona) es sencilla, práctica y coherente con los principios basados en la evidencia y, por tanto, debe dar lugar a una amplia aceptación clínica. Los nuevos avances en prevención deben incor porarse en las normas tan rápidamente como sea posible; por tanto, si los datos sobre nuevos fármacos demuestran evidencias de una reducción de episodios mayor que la conseguida con el tratamiento con estatinas solas, evidencias de la reducción de episodios en personas que no toleran estatinas o evidencias de una mayor reducción de los episodios cuando se añade al tratamiento con estatinas, las puestas al día inmediatas de las normas deben abordar estos avances tan importantes. En la sección «Directrices», al final de este capítulo se comentan las normas de evalua ción del riesgo y tratamiento lipídico de la ACC/AHA de 2013. FUSIÓN DE LA EPIDEMIOLOGÍA Y DE LAS EVIDENCIAS DE ESTUDIOS ALEATORIZADOS: ¿POR QUÉ MEDIR LOS FACTORES DE RIESGO? En este capítulo se revisan las evidencias epidemiológicas y de estudios clínicos que apoyan el uso de marcadores de riesgo e intervenciones para reducir el riesgo aterotrombótico, divididas en tres partes. En la sección siguiente se describen los factores de riesgo convencionales de tabaquismo, hipertensión, hiperlipidemia y resistencia a la insulina y diabetes, así como las estrategias generales que se aplican para reducir el riesgo relacionado con esos trastornos. En esta sección se exploran algunos de los problemas y controversias que rodean elconcepto de «síndrome metabólico». También se revisan las evidencias que describen el uso del ácido acetilsalicílico en dosis bajas en la prevención primaria y se comentan brevemente las bases conceptuales de la «polipüdora». No obstante, no todos los episodios coronarios se presentan en personas que tienen varios factores de riesgo tradicionales, y en algunos casos las anomalías en las vías de inflamación, hemostasia o trombosis contribuyen de manera decisiva. Concretamente, casi la mitad de todos los IM y los accidentes cerebrovasculares se presentan en personas que no tienen hiperlipidemia. Por tanto, después de esta sección sobre factores de riesgo convencionales se abordan los marcadores de riesgo de aterotrombosis, incluidos la CRPas y otros marcadores de la inflamación (como la IL-1, la IL-6, el fibrinógeno y la fosfolipasa A2 asociada a lipoproteínas [Lp -PLAJ, así como la homodsteína y la lipoproteína(a) [Lp(a)]). En cada caso, se pre sentan las evidencias que describen si estos nuevos indicadores de riesgo mejoran la predicción de riesgo con respecto a los factores convencionales (v. tam bién capítulo 10). Asimismo, en esta sección se revisa el uso de la CRPas dentro de la puntuación de riesgo de Reynolds para evaluar más eficientemente el riesgo global, delimitar mejor el síndrome metabólico y mejorar el direccionamiento del tratamiento con estatinas. Por último, se aborda el uso de los procedimientos directos de obtención de imágenes de la placa como método de detección del riesgo. También se presentan los conceptos que van apareciendo sobre el empleo de biomarcadores genéticos para aclarar el riesgo vascular y los nuevos tratamientos dirigidos. La sección final del capítulo aborda diversas exposiciones ambientales y varios aspectos conductuales que tienen un gran impacto en la salud vas cular, se revisan el estrés mental y la depresión y el riesgo cardiovascular, El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. así como algunos aspectos de la dieta, los complementos alimenticios, la obesidad, el ejercicio y la pérdida de peso. En esta sección final se revisan también las evidencias actuales que apoyan el consumo moderado de alcohol, las controversias que rodean el uso de estrógenos en la pos- menopausiay los problemas que plantean los programas de intervención comunitarios y en múltiples factores de riesgo. Con la excepción de la intolerancia a la glucosa y la obesidad, la pre valencia de la mayoría de los factores de riesgo cardiovasculares ha dis minuido en EE. UU. en los últimos 40 años. Estas tendencias favorables indican que las intervenciones destinadas a reducir el riesgo pueden ser muy eficaces cuando se aplican en las indicaciones adecuadas, como se demuestra no solo por la reducción de la enfermedad coronaria, sino tam bién por la reducción del ACV. Por tanto, puede decirse que la prevención a nivel internacional es un objetivo viable, y que abordar la reducción del riesgo mediante modificaciones en el estilo de vida y tratamientos médicos demostrados parece ser un objetivo sensible de prevención en la práctica preventiva cardiovascular en pacientes ambulatorios. Cada una de las secciones siguientes comienza revisando las evidencias epidemiológicas que relacionan un biomarcador, una exposición o un comportamiento específicos con el riesgo vascular consecuente. D es pués, en la misma línea del «¿qué funciona?» y «¿en quién?», y siempre que sea posible, se revisan las evidencias obtenidas en estudios clínicos aleatorizados que apoyan las modificaciones de cada marcador de riesgo. En el capítulo 44 se adopta un abordaje parecido para el tratamiento de la hipertensión. En el caso de la prevención primaria, es importante saber que los médicos no miden los biomarcadores por el simple hecho de pre decir el riesgo, por el contrario, lo hacen para orientar mejor el tratamiento y mejorar la vida de sus pacientes. Por lo tanto, cuando se plantea el uso de cualquier biomarcador para la predicción del riesgo cardiovascular en la prevención primaria, los médicos juiciosos deben insistir en dos cuestiones fundamentales que deben responderse afirmativamente (v. también capítulo 10): primero, ¿hay datos claros de que el biomarcador de interés predice episodios cardiovasculares futuros, con independencia de otros marcadores de riesgo?, y, en segundo lugar, ¿hay datos claros de que las personas identificadas por el biomarcador de interés se benefician del tratamiento que, en otro caso, no habrían recibido? Tal como se describe en este capítulo, basándonos en los datos actuales podemos decir que no hay ningún biomarcador radiológico que pueda responder afirmativamente a ambas preguntas, ni ninguna otra medición de varios biomarcadores plasmáticos como la Lp(a), la homocisteína o los triglicéridos. Sin embargo, la respuesta es afirmativa para ambas preguntas en el caso del colesterol y la CRPas, ya que se ha demostrado en estudios aleatorizados controlados con placebo que los pacientes identificados por el uso de alguno de esos biomarcadores se beneficiarían, y mucho, del tratamiento con una estatina. Estos resultados tienen un interés fisiopa tológico particular en la perspectiva moderna de la aterotrombosis como consecuencia de la interacción de la hiperlipidemia y la inflamación para iniciar y acelerar todas las fases del proceso patológico (v. también capítulo 41).15 En apoyo de esta idea, el trabajo experimental más reciente indica que el primer depósito de cristales de colesterol pone en marcha el inflamasoma activador de la interleucina 1 (3 (IL-lfJ), constituyendo así un nexo clave entre los lípidos, la inflamación y la enfermedad vascular.16 tanto de la enfermedad coronaria como del ACV en dos a cuatro veces. La cardiopatía isquémica subyace en el 35 al 40% de todas las muertes relacionadas con el tabaquismo, y a ello se suma otro 8% atribuible a la exposición como fumadores pasivos. El consumo de cigarrillos favorece la vasoconstricción, lo que aumenta el riesgo de desarrollar vásculo- patía periférica sintomática y aneurismas aórticos abdominales en los fumadores en comparación con los no fumadores. La exposición pasiva al tabaquismo también se asocia a enfermedad cardíaca en adultos no fumadores. El riesgo de enfermedad cardíaca aumenta en un 25-30% en las personas no fumadoras expuestas pasivamente al humo en el domicilio o en el trabajo. Respirar pasivamente el humo tiene efectos nocivos inmediatos en el aparato cardiovascular, que aumentan el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, especialmente en personas que ya tienen una enfermedad cardíaca. A partir de una prevalencia de tabaquismo en adultos del 43% en 1964, esta cifra cayó hasta el 19% en 2011,21 el 21,6% en los hombres y el 16,5% en las mujeres. La prevalencia fue más baja en los asiáticos no hispanos (9,9%) y más alta en los indios americanos no hispanos y nativos de Alaska (31,5%). Por edades, la prevalencia fue más baja en adultos de 65 años de edad y mayores (7,9%) y más alta en los de 25 a 44 años de edad (22,1%). Además, la prevalencia fue más alta en los adultos que viven por debajo del nivel federal de pobreza (29%) y en los que referían alguna discapacidad (35,4%).22 La iniciativa Healthy People 2020 de EE. UU. tiene como objetivo reducir la prevalencia nacional del consumo de cigarrillos en los adultos hasta un objetivo del 12%. En el período de 2005 a 2011 se ha apreciado solo un ligero descenso global de la prevalencia actual del tabaquismo, pero el número de cigarrillos fumados al día ha disminuido, al igual que la prevalencia del tabaquismo actual en adultos de 18 a 24 años de edad. Entre todos los fumadores diarios, la proporción de los que fumaban 30 cigarrillos o más al día disminuyó significativamente desde el 12,6% en 2005 al 9,1% en 2011. Sin embargo, este descenso no fue consecuencia del abandono del tabaquismo, ya que la proporción de fumadoresde 1 a 9 cigarrillos al día aumentó significativamente. En cuanto a los adultos de 18 a 24 años de edad, la prevalencia actual de tabaquismo disminuyó desde el 24,4 al 18,9%. Este grupo de edad, cuya prevalencia fue máxima en 2005, tiene ahora la prevalencia más baja entre todos los grupos menores de 65 años de edad (fig. 42-1). El tabaquismo en sus distintas formas está aumentando en todo el mundo, con una incidencia máxima en los países industrializados. El tabaco mata a más de seis millones de personas cada año, más de cinco millones de las cuales son fumadores y exfumadores, y más de 600.000 son no fumadores expuestos pasivamente al humo. Este número de víctimas mortales anuales podría aumentar a más de ocho millones en 2030.23,24 Más del 80% de esas muertes afectarán a personas de países de un nivel de renta bajo o medio. El tabaco causó 100 millones de muertes en el siglo xx y, si la tendencia actual continúa, provocará hasta 1.000 millones de muertes en el siglo xxi. Los estudios de campo efectuados a comienzos de los años cincuenta describieron por primera vez asociaciones positivas importantes entre la exposición al humo de cigarrillos y la cardiopatía coronaria (CC). En los siguientes 50 años apareció una serie excepcionalmente coherente de MARCADORES DE RIESGO CONVENCIONALES Y SUS INTERVENCIONES Tabaquismo Aparte de la edad avanzada, el tabaquismo sigue siendo el factor de riesgo aislado más importante de enfermedad arterial coronaria. De acuerdo con el Surgeon General's Report de 2010,17 el consumo de cigarrillos es la causa prevenible de muerte y enfermedad más importante en EE. UU., siendo responsable de aproximadamente 443.000 muertes, o casi una de cada cinco muertes en EE. UU., por enfermedades relacionadas con el tabaquismo cada año. Se calcula que unas 49.000 de esas muertes relacionadas con el tabaquismo son consecuencia de la exposición de fumadores pasivos. Además, se ha calculado que el tabaquismo representa un coste de 96.000 millones de dólares en gastos médicos directos y 97.000 millones en la pérdida de productividad cada año en EE. UU.18 Los fumadores pierden al menos un decenio de su esperanza de vida en comparación con las personas que no han fumado nunca.19 El riesgo de muerte por consumo de cigarrillos sigue aumentando en las mujeres, y los riesgos son ahora prácticamente idénticos en ambos sexos.20 En comparación con los no fumadores, el tabaquismo aumenta el riesgo 30 LU < □ => O < < 25- 20 CC § 1 < H < i 5H — 1 8 -2 4 año s .... 2 5 -4 4 año s • ■ 4 5 -6 4 a ñ o s — >6 5 año s Total 2005 2006 2007 2008 2009 A Ñ O 2010 2011 FIGURA 42-1 Porcentaje de adultos de 18 años de edad y mayores que declaran ser fumadores actuales, por grupo de edad. Encuesta nacional de salud mediante entrevista en EE. UU., 2005 a 2011. (Tomado de Centers for Disease Control and Prevention (CDC): Current cigarette smoking among adults—United States, 2011. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 61:889, 2012.) M a rc a d o re s de riesgo y p re ve n ció n p rim a ria de las e n fe rm e d a d e s c a rd io v a sc u la re s C a r d io l o g ía p r e v e n t iv a estudios prospectivos en los que se documentaron los efectos del tabaquismo en el riesgo coronario. En el Surgeon General's Report de EE. UU. de 1964 se reafirmó la correlación epidemio lógica, y en 1983 este mismo cargo había establecido, sin lugar a dudas, el consumo de cigarrillos como la principal causa evi table de enfermedad cardiovascular. Basándose principalmente en estudios efectuados en hombres, en el Surgeon General's Report de 1989 se demostró que el tabaquismo aumentaba en dos veces la incidencia de cardiopatía coronaria y la mortalidad relacionada con esta en un 50%, y que esos riesgos aumentan con la edad y con el número de cigarrillos fumados. Los niveles «ligeros» de tabaquismo tienen un gran impacto en el IM y en la mortalidad por todas las causas, incluso entre los fumadores que dicen no tragarse el humo. Además del IM, el consumo de cigarrillos se relaciona directamente con aumento de las tasas de muerte súbita, formación de aneurismas aórticos, vasculopatía periférica sintomática y ACV isquémico. Los datos prospectivos vinculan el consumo de cigarrillos a un riesgo elevado de ACV hemorrágico, incluidas la hemorragia intracraneal y la hemo rragia subaracnoidea, de nuevo de manera proporcional a la cantidad de cigarrillos consumida. El tabaquismo continuado es un factor de riesgo principal de IM recurrente, e incluso, en los no fumadores, el humo inhalado procedente tanto de la expo sición pasiva como de fumar puros o pipa también aumenta el riesgo coronario. La exposición pasiva al tabaquismo pro voca la disfunción del mecanismo vasodilatador del endote lio en la circulación coronaria, y aumenta la respuesta bronquial y la disfunción pulmonar consecuente. No existe un nivel de exposición seguro al tabaquismo pasivo. Las mujeres sufren incrementos parecidos del riesgo relativo de cardio patía coronaria. El tabaquismo actúa sinérgicamente con los anticoncep tivos orales, causando un riesgo relativo aún mayor en las mujeres más jóvenes que toman esos fármacos. Ante la sinergia negativa que provoca el tabaquismo junto con los anticonceptivos orales, las mujeres jóvenes fumadoras que utilizan estos fármacos tienen un riesgo particularmente elevado de enfermedad coronaria prematura y ACV. El tabaquismo es especialmente dañino en las mujeres con diabetes. Más allá de sus efectos agudos no deseados en la presión arterial y en el tono simpático y de la reducción del aporte de oxígeno al miocardio, el tabaquismo contribuye a la patogenia de la aterotrombosis a través de muchos otros mecanismos. El tabaquismo de larga duración potencia la oxidación del colesterol LDL y deteriora la vasodilatación arterial corona ria dependiente del endotelio. Este último efecto se ha relacionado con la disfunción de la biosíntesis endotelial del óxido nítrico y con el consumo agudo de cigarrillos. Además, el tabaquismo tiene efectos negativos en la hemostasia y la inflamación, aumentando, por ejemplo, las concentracio nes de proteína C reactiva (CRP), de la molécula 1 de adhesión intercelular soluble (ICAM-1), del fibrinógeno y de la homocisteína. Asimismo, el tabaquismo se asocia a la agregación plaquetaria espontánea, a una mayor adhesión de los monocitos a las células endoteliales y a alteraciones perjudiciales de los factores fibrinolíticos y antitrombóticos derivados del endotelio, como el inhibidor del activador del plasminógeno de tipo tisular y del factor de la vía tisular. En comparación con los no fumadores, los fumadores tienen una mayor prevalencia de espasmo coronario y un menor umbral de aparición de arritmias ventriculares. Cada vez son más los datos que señalan que la resistencia a la insulina es un mecanismo más que relaciona el tabaquismo con la ateroesclerosis prematura. In te rve n c io n e s para a b a n d o n a r el ta b a q u ism o El abandono del consumo de cigarrillos sigue siendo, con gran diferencia, la intervención aislada más importante en cardiología preventiva. Si bien los datos obtenidos en estudios aleatorizados a gran escala sobre la reducción del riesgo asociada al abandono del tabaquismo son escasos, en estudios observacionales se demuestran sistemáticamente los beneficios evidentes que se obtienen con este logro. Los fumadores que dejan de fumar reducen su exceso de riesgo de sufrir un episodio coronario en un 50% en los primeros 2 años de abandono, detectándose gran parte de este beneficio ya incluso en los primeros meses. El riesgo de cardiopatía coronaria cae sustancialmente en 1 o 2 años de abandono, acercándose en 3-5 años el riesgo de los exfumadores al riesgo de aquellos que nunca han fumado. De igual modo, el riesgo de ACV disminuye paulatinamente tras abandonar el tabaquismo, teniendo los exfumadores el mismo riesgode ACV que aquellos que nunca han fumado después de 5 a 15 años. j R ie sg o de m uerte no c a u s a d a por el tab aquism o CONTINUACION D EL TABAQUISMO ABANDONO D EL TABAQUISMO A LO S 55-64 AÑOS ABANDONO D EL TABAQUISMO A LO S 45-54 AÑOS ABANDONO D EL TABAQUISMO A LO S 35-44 AÑOS ABANDONO D EL TABAQUISMO A LO S 25-34 AÑOS ABANDONO D EL TABAQUISMO A < 2 5 AÑOS E x c e so del riesgo C O C IE N T E d e m uerte por el D E R IE S G O S tab aquism o INSTANTÁNEO S (IC al 9 9 %) - 2,9 (2,7-3,1) 1,7 (1,5-2) 1,5 (1,3-1,7) 1,2 (1-1,4) 1 (0 ,8-1 ,1 ) 1 (0 ,8-1 ,2) T " T " 1 2 3 C O C IE N T E D E R IE S G O S IN S T A N T Á N E O S FIGURA 42-2 Riesgo de muerte de los fumadores que siguen fumando y de los que aban donan según la edad en el momento del abandono. (Tomado de Jha P, Ramasundarahettige C, Landsman V, et al: 2 1st-century hazards o f smoking and benefits o f cessation in the United States. N Engl J Med 368:341, 2013.) Este beneficio se materializa de manera mucho más rápida que el obser vado tras el abandono del tabaquismo y el riesgo de cáncer de pulmón. Además, el efecto beneficioso en la cardiopatía coronaria y en las tasas de mortalidad se aprecia incluso en personas mayores, lo que confirma la idea de que nunca es demasiado tarde para abandonar el tabaquismo y lograr que disminuyan los riesgos asociados a la CC (fig. 42-2). Esta reducción del riesgo es igual o mayor que la obtenida con otras inter venciones de prevención secundaria que han recibido más atención por parte de los médicos y de la industria farmacéutica, como son el uso de ácido acetilsalicílico, estatinas, p-bloqueantes e inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina (ECA). Por otra parte, se ha demostrado que son pocas las personas que entien den los riesgos específicos que representa el consumo de tabaco para su salud. No obstante, la mayoría de los fumadores que son conscientes de los peligros desea dejarlo. En conjunto, aproximadamente el 69% de los fumadores de EE. UU. desea dejarlo por completo25 y, en 2011, el 51,8% de los fumadores actuales y los que habían dejado de fumar en el año precedente lo habían intentado durante más de 1 día en el último año. Pero los pacientes siguen sin comprender la importancia del abandono del tabaquismo, en particular en los países no industrializados. Por ejem plo, en una encuesta realizada en China en 2009, se demostró que solo el 37% de los fumadores sabían que el tabaquismo provocaba cardio patía coronaria, y solo el 17% sabía que provocaba ACV. Y son muchos los errores de concepto importantes que se mantienen, por ejemplo, la observación de que el tabaquismo predice una mejor evolución después de aplicar varias estrategias de reperfusión (lo que se conoce como la paradoja del fumador). Algunos investigadores han considerado este efecto un «beneficio» del tabaquismo, pero probablemente solo refleja que los fumadores tienden a someterse a estos procedimientos a una edad mucho más temprana y, por tanto, presentan como media tasas menores de enfermedades asociadas. En las normas de práctica clínica se reconoce la dependencia del tabaco como una afección crónica que, a menudo, obliga a repetir las intervencio nes. No obstante, existen tratamientos eficaces basados en la evidencia. Es posible que se necesiten varios intentos, pero los fumadores pueden dejar de fumar, y lo consiguen. De hecho, desde 2002 el número de exfumadores ha superado al número de fumadores actuales.25 Décadas de investigación han demostrado la efectividad de una estrategia general que incluye intervenciones multidimensionales.Varios tratamientos aplicados a nivel individual han demostrado su eficacia en fumadores que desean dejar de fumar, como son algunas intervenciones clínicas breves (p. ej., un médico que hable con el sujeto durante 10 min o menos, dando asesoramiento y apoyo para dejar de fumar), asesoramiento (individual, en grupo o asesoramiento telefónico), terapias conductuales para el abandono (p. ej., formación en solución de problemas), y trata mientos que favorezcan el contacto y la relación de persona a persona. Los medicamentos para dejar de fumar que han demostrado su eficacia en el E ls ev ie r. Fo to co pi ar sin au to riz ac ió n es un de lit o. tratamiento de la dependencia del tabaco son los productos de reposición de nicotina, tanto de venta sin receta (como parches, chicles o pastillas de nicotina) como con receta (inhaladores o espráis nasales de nicotina), y otros medicamentos sin nicotina de venta con receta como bupropión SR, tartrato de vareniclina o fármacos nuevos, como la cistina.26 En una revisión Cochrane de 2008 no se pudo encontrar una diferencia global en la efectividad de varias formas de tratamiento de reposición de nico tina. La combinación de medicamentos y asesoramiento es más eficaz para el abandono del tabaquismo que cualquier tratamiento médico o asesoramiento por separado, aumentando la tasa de éxito si se repiten las sesiones de asesoramiento. La reducción del tabaquismo por cualquier mecanismo mejora los resultados de salud, en particular cuando están relacionados con modi ficaciones del estilo de vida, como el ejercicio y el control de la dieta. En estudios sobre tratamiento de reposición de nicotina mediante nicotina transdérmica o chicle de nicotina, se logran tasas de abstinencia mayores después de abandonar el tabaquismo. Estos programas farmacológicos, así como el asesoramiento dirigido por un médico, son actuaciones rentables y deben proporcionarse como servicios de prevención estándar. Fumar cigarrillos bajos en alquitrán o bajos en nicotina en lugar de los cigarrillos normales parece afectar poco a la reducción del riesgo de cardiopatía coronaria. Aunque los riesgos cardiovasculares elevados asociados al taba quismo disminuyen significativamente después de dejarlo, el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, de páncreas o de estómago persiste durante más de una década, al igual que el riesgo de enfermedad pulmonar obs tructiva crónica. El abandono del tabaquismo tiene beneficios evidentes, pero la reducción del tabaquismo por sí sola tiene un efecto insignificante. Disponemos de varios métodos basados en la evidencia para lograr el abandono del tabaquismo a nivel poblacional. El Acuerdo Marco de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Control del Tabaquismo, que comenzó en 2005, ha sido uno de los tratados más ampliamente aceptados en la historia de las Naciones Unidas, con más de 170 par ticipantes que representaban el 87% de la población mundial. En 2008, la OMS introdujo un paquete de medidas de control del tabaquismo basadas en la evidencia que ayudan a los países a implantar dicho Acuerdo Marco de la OMS. Con el título de MPOWER, comprende medidas como aumento del precio de los productos de tabaco, campañas antitabaco en los medios de comunicación, en las que se presenten de una manera gráfica historias personales sobre el efecto negativo que tiene el taba quismo en la salud, implantación de leyes de espacios sin humo en los entornos laborales y espacios públicos, acceso ilimitado a la ayuda para dejar de fumar y entrada en vigor de restricciones sobre la publicidad, la promoción y el patrocinio del tabaco.24 Los estudios realizados después de implantarse el uso de advertencias gráficas en los paquetes de tabaco en varios países han demostrado, en todos los casos, que su uso aumenta significativamente la conciencia de los usuarios respecto a los peligros del consumo de tabaco. Asimismo, el aumento de los impuestos sobre el tabaco también ha demostrado ser una medida muy eficaz para reducir el consumo de tabaco. Para alcanzar el objetivo de Healthy People 2020 para reducir la preva lencia nacional del consumo de cigarrillos en adultos hasta un objetivo del 12% en EE. UU., se necesitará implantar programas más exhaustivos de intervenciones de control del tabaquismobasadas en la evidencia. Solo dos estados han financiado programas de control del tabaquismo cumpliendo las recomendaciones de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), mientras que otros 27 Estados financian menos de la cuarta parte de las mismas. De hecho, la financiación estatal de los programas de control del tabaquismo ha disminuido durante los últimos 5 años. Un buen seguimiento también es importante para vigilar el alcance y las características de la epidemia de tabaquismo, e indica la mejor manera de adaptar las políticas necesarias. Recientemente, se han logrado varios avances en el control del taba quismo en EE. UU.27 Cuatro nuevas leyes han revitalizado el esfuerzo nacional: la implantación en 2009 de la Family Smolcing Prevention and Tobacco Control Act, que cedió a la Food and Drug Administration (FDA) de EE. UU. la autoridad para regular la fabricación, distribución y comercialización de los productos de tabaco, y las leyes Children's Health Insurance Reauthorization Act, Prevent All Cigarette Trafficking Act y Patient Protection and Affordable Care Act. Estas leyes han trans ferido una autoridad mayor y más financiación a las agencias federales para regular los productos de tabaco, disminuir el acceso al tabaco de la juventud y fomentar el acceso a programas de tratamiento. En 2010, el Department of Health and Human Services de EE. UU. presentó su primer plan estratégico nacional para el control del tabaquismo, con 21 medidas que van desde la cobertura del tratamiento para el abandono del tabaquismo, la reducción del acceso de los jóvenes al tabaco o inversiones en iniciativas estatales y locales de control del tabaquismo a programas de comunicación para implicar al público general. A comienzos de 2012 se puso en marcha una campaña federal en medios de comunicación usando historias gráficas personales sobre el impacto negativo que tiene el tabaquismo en la salud. Sin embargo, las bajas tasas de éxito del abandono del tabaquismo en el contexto de estos esfuerzos renovados siguen siendo un problema para los médicos. En primer lugar, debe hacerse un mayor énfasis en la prevención del tabaquismo. La educación comunitaria y la prevención primaria basada en el médico siguen siendo los pilares más importantes de toda estrategia de reducción del tabaquismo. Hipertensión La presión arterial elevada es el principal factor de riesgo de cardiopatía coronaria, insuficiencia cardíaca, enfermedad cerebrovascular, arterio- patía periférica, insuficiencia renal, fibrilación auricular y mortalidad total, así como de pérdida de la función cognitiva y de aumento de incidencia de demencia (v. tam bién capítulos 1 ,43 y 44). El grado de descenso de la presión arterial se relaciona linealmente con la reducción del riesgo. Los datos observacionales indican que la muerte tanto por cardiopatía coronaria y ACV aumenta progresivamente desde niveles de presión arte rial de tan solo 115 mmHg sistólica y 75 mmHg diastólica. En pacientes de 40 a 70 años de edad, cada incremento de 20 mmHg de la presión sistólica o de 10 mmHg de la presión diastólica aumenta al doble el riesgo de enfermedad cardiovascular en un intervalo de presión desde 115/75 a 185/115 mmHg. La prehipertensión, definida como una presión sistólica de entre 120 y 139 mmHg o una presión diastólica de entre 80 y 89 mmHg, se asocia a un aumento de casi el doble del riesgo de IM y ACV en mujeres en comparación con la presión arterial normal. La hipertensión confiere un riesgo cardiovascular silente y su prevalencia está aumentando paulatinamente en EE. UU. y en todo el mundo. Aproximadamente 78 millones de adultos, o uno de cada tres, de EE. UU. tienen presión arterial alta, definida como una presión sistólica de 140 mmHg o mayor o una presión diastólica de 90 mmHg o mayor o tratamiento con medicamentos antihipertensivos.28,29 Los hombres tienen un porcentaje de hipertensión mayor que las mujeres hasta los 45 años de edad. Entre los 45 y los 64 años, el porcentaje de personas con hipertensión es parecido en ambos sexos, y después de los 64 años, el porcentaje de hipertensión diagnosticada es mayor en las mujeres (fig. 42-3). La prevalencia de hipertensión aumenta en gran medida con la edad en todas las razas y etnias. La prevalencia de hipertensión ajustada según la edad (tanto diagnosticada como no diagnosticada) entre 2003 y 2006 fue del 75% en las mujeres mayores y del 65% en los hombres mayores. La prevalencia de hipertensión en EE. UU. varía en función de la zona geográfica, con un porcentaje de adultos a los que se informó de que tenían hipertensión de entre el 22,9% en Utah y el 40,1% en Alabama. 20-34 35-44 45-54 55-64 E D A D (años) 65-74 FIG URA 4 2-3 Prevalencia de la presión arterial elevada en adultos de 20 años de edad y mayores, por edades y sexos, basándose en los datos de la NHANES de 2007 a 2010. (Tomado de Go AS, Mozaffarian D, Roger VL, et al: Heart disease and stroke statistics—2013 update: A report from the American Heart Association. Circulation 127:e6,2013.) 895 M a rc a d o re s de riesgo y p re ve n ció n p rim a ria de las e n fe rm e d a d e s c a rd io v a sc u la re s 45 n HOMBRES NH BLANCOS FIGURA 4 2 -4 Tendencia de la prevalencia de presión arterial elevada en adultos de 20 años de edad y mayores ajustada por edades, según raza/etnia y sexo, basándose en los datos de la NHANES 1988-1994, 1999-2004 y 2005-2010. NH, no hispanos. (Tomado de Go AS, Mozaffarian D, Roger VL, et al: Heart disease and stroke statistics—2013 update: A report from the American Heart Association. Circulation 127:e6, 2013.) T A B L A 42-1 Conciencia, tratamiento y control de la hipertensión: NHANES 1999-2004 y 2005-2010 según raza/etnia y sexo CONCIENCIA (% ) TRATAMIENTO (% ) CONTROL (% ) COHORTE DEL ESTUDIO 1999-2004 2005-2010 1999-2004 2005-2010 1999-2004 2005-2010 Hombres NH blancos 71,2 77,5 61,2 69,4 41 50,1 Mujeres NH blancas 74,4 84 65,3 78,2 37,2 53,9 Hombres NH negros 69,1 77,5 58,1 66,9 32,3 39,7 Mujeres NH negras 83,5 88,5 73,9 81,5 40,4 52,8 Hombres de origen mexicano 57 64,8 41,8 54 23,3 35,1 Mujeres de origen mexicano 67,9 75,5 56,3 68,1 29,6 41,6 NH, no hispanos; NHANES, National Health and Nutrition Examination Survey. Datos de NHANES (1999-2004, 2005-2010) y National Heart, Lung and Blood Institute. La disparidad de la prevalencia de la hipertensión persiste entre los grupos raciales y étnicos (fig. 42-4). Las personas de raza negra desarro llan hipertensión con mayor frecuencia y a una edad más temprana que las de raza blanca y las de origen mexicano, y tienen niveles medios de presión arterial más altos. Entre las personas de raza negra, más mujeres que hombres tienen hipertensión. Según los datos de la encuesta National Health and Nutrition Survey (NHANES) obtenidos entre 1988 y 1994 y entre 1999 y 2002, la prevalencia de presión arterial alta en adultos ha aumentado desde el 35,9 al 41,4% en las personas de raza negra, y fue particularmente alta en las mujeres de ese grupo racial, con un 44%. A los 60 años, más del 80% de las mujeres de raza negra no his panas se clasifican como hipertensas.311 La prevalencia de hipertensión en personas de raza negra en EE. UU. es una de las más altas del mundo, y sigue creciendo. Según los datos de la NHANES 2001 a 2006, entre las personas hipertensas, los sujetos de raza negra no hispanos y los de origen mexicano tenían un 40% más de posibilidades de no tener controlada su presión arterial que los de raza blanca no hispanos.31 En consecuencia, comparadas con las personas de raza blanca, las de raza negra tienen tasas 1,3 veces mayores de ACV no mortal, 1,8 veces mayores de ACV mortal, 896 1/5 veces mayores de muerte atribuible a una enfermedad cardíaca y 4,2 veces mayores de nefropatía terminal. En el seno de la comunidad de raza negra, las tasas de hipertensión varían mucho, de manera que las personas contasas más altas son personas de mediana edad o mayores, de menor nivel educativo, con sobrepeso u obesidad, físicamente inactivos y con diabetes mellitus, pero los que tienen hipertensión alta no controlada que no toman medicamentos antihipertensivos son hombres, más jóvenes y no van al médico con mucha frecuencia. Los datos de la NHANES 2007 a 2010 indican que el 6% de los adultos estadounidenses tienen hipertensión no diagnosticada. De los que tienen hipertensión y 20 años de edad o más, el 81,5% sabía que eran hiper- tensos, el 74,9% recibía tratamiento en ese momento, el 52,5% tenía su hipertensión bajo control y el 47,5% no lograba controlarla.29 Las tasas de control difieren mucho entre los grupos étnicos y raciales (tabla 42-1). Las tasas de control eran más bajas en los sujetos de origen mexicano (39,3%) que en los sujetos blancos no hispanos (54,9%) y negros no his panos (47,6%). Los resultados del estudio Reasons for Geographic and Racial Differences in Ictus (REGARDS) confirman el éxito del esfuerzo por aumentar la conciencia de la hipertensión prevalente y la importancia de recibir tratamiento entre las personas de raza negra, pero también demuestran la persistencia de las disparidades raciales con respecto al El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. control de la presión arterial, siendo sus probabilidades de mantener la hipertensión bajo control un 27% más bajas en los sujetos de raza negra que en los de raza blanca. No se encontraron disparidades geográficas en cuanto a la conciencia, tratamiento y control de la hipertensión.32 Estos datos indican que la mayoría de las personas conocen su estado de hipertensión, pero el 47,5% no tiene la enfermedad bajo control.28 Las tasas de conciencia y tratamiento de la hipertensión han aumentado significativamente. En concreto, las tasas de control aumentaron en ambos sexos en personas de raza negra no hispanas, en personas de origen mexi cano y en personas de 60 años de edad y mayores. Aim así, las tasas de control seguían siendo bajas a pesar de que habían mejorado, en particular entre los pacientes mayores (fig. 42-5). Los datos del Framingham Heart Study demuestran que solo el 38% de los hombres y el 23% de las mujeres de 80 años de edad y mayores tenían cifras de presión arterial que cum plían los objetivos establecidos en las normas clínicas del National High Blood Pressure Education Program. De igual modo, los datos del estudio observacional de la Women's Health Initiative (WHI), con prácticamente 100.000 mujeres posmenopáusicas en todo el país, indican que, a pesar de las tasas de tratamiento parecidas, las mujeres mayores mantienen un control de la hipertensión especialmente malo. Entre los adultos estadounidenses con hipertensión, el 8,9% cumplía los criterios de hipertensión resistente (presión arterial >140/90 mmHg, a pesar de que refieren usar medicamentos antihipertensivos de tres clases de fármacos diferentes o de cuatro o más clases de fármacos antihiper tensivos con independencia del nivel de presión arterial). Este segmento representa el 12,8% de la población que toma medicamentos antihiper tensivos.33 En el otro extremo del espectro, los datos de la NHANES de 1999 a 2006 indican que el 29,7% de los adultos estadounidenses de 20 años de edad o mayores tienen prehipertensión, definida como presión sistólica no tratada de 120 a 139 mmHg o presión diastólica no tratada de 80 a 89 mmHg, y un médico u otro profesional sanitario no les ha dicho en dos ocasiones que tienen hipertensión. La prehipertensión se asocia a riesgos relativos y absolutos elevados de episodios cardiovasculares en todo el espectro de edad, incluido el ACV incidente, en particular en personas no ancianas y en las que tienen valores de presión arterial en el intervalo más alto de prehipertensión.34 En EE. UU., la prevalencia de hipertensión está aumentando en todos los grupos raciales y étnicos. Se calcula que la prevalencia de hipertensión aumentará en un 7,2% en 2030 con respecto a los valores de 2013. Los costes atribuibles directamente a una presión arterial alta en ese país ascienden a casi 131.000 millones de dólares cada año en costes médicos directos y otros 25.000 millones en pérdida de productividad.35 Según las proyecciones actuales, el coste total de presión arterial alta aumentará 90 80 O O _ < o m g 60r» L̂U < CC en_l UJ LU ^ D I 4 0LU UJ 2 Z < UJ 5 ¡= 30 LU UJ O 3 g ° 2 0 10 82,2 C O N C IE N C IA E D A D D E T R A T A M IE N T O (A Ñ O S ) FIGURA 42-5 Niveles de conciencia, tratamiento y control de la presión arterial elevada por edades (datos de la NHANES, 2005 a 2008). (Tomado de Go AS, Mozaffarian D, Roger VL, et al: Heart disease and stroke statistics—2013 update: A report from the American Heart Association. Circulation 127:e6, 2013.) en 2030 hasta una cifra estimada de 343.000 millones.29 En todo el mundo, hay prácticamente 1.000 millones de adultos que tienen hipertensión, 333 millones en países industrializados y 639 en países no industrializados. En 2025 se espera que el número total de adultos con hipertensión alcance el máximo de 1.500 millones. La hipertensión causa 7,6 millones de muertes prematuras en todo el mundo cada año, recayendo el 80% de esta carga en países de nivel socioeconómico bajo y medio.36 Aproximadamente tres cuartas partes de las personas con hipertensión (639 millones) viven en países con recursos sanitarios escasos y en los que la conciencia de la hipertensión es muy baja y el control de la presión arterial es malo.37,38 La proporción de personas con hipertensión que la mantienen bajo control en algunos países, como en la zona rural de Ecuador, es de tan solo el 0,3%. Esta prevalencia alta de hipertensión y de mal control de la misma contribuye, en gran medida, al aumento epidémico de la enfermedad cardiovascular en países desarrollados. Varios factores de riesgo de hiper tensión parecen ser más frecuentes en los países no industrializados que en los industrializados: urbanización, envejecimiento de la población, cambios en los hábitos alimentarios y estrés social. Las tasas elevadas de analfabetismo, el acceso escaso a los centros sanitarios, malos hábitos alimentarios, pobreza y costes altos de los fármacos contribuyen al control deficiente de la presión arterial.37 Se han identificado muchos factores de riesgo y marcadores del desa rrollo de la hipertensión, como son la edad, la etnia, los antecedentes familiares de hipertensión, los factores genéticos, el nivel educativo y socioeconómico más bajo, un peso más alto, actividad física menor, consu mo de tabaco, factores sicosociales estresantes, apnea del sueño y factores alimenticios (incluidos el aumento de grasas en la dieta, una ingesta de sodio más elevada y de potasio más baja, e ingesta excesiva de alcohol). Los datos indican que el control de los factores de riesgo derivados de la dieta y del estilo de vida pueden prevenir una gran proporción de casos de hipertensión incidente en las mujeres.39'41 Las mujeres jóvenes que adoptan prácticas saludables, como mantener un peso normal, seguir una dieta sana, hacer ejercicio diariamente, beber una cantidad moderada de alcohol y limitar el uso de analgésicos de venta sin receta, reducen mucho su riesgo de hipertensión. Los pacientes que tienen una enfermedad renal crónica (con una fil tración glomerular calculada menor de 60 ml/m2) constituyen un grupo de alto riesgo que precisa tratamiento dirigido de la presión arterial, tanto para la prevención de la enfermedad cardiovascular como para frenar la progresión a nefropatía terminal. Los pacientes con obesidad, síndrome metabólico y diabetes también representan grupos de alto riesgo que precisan tratamiento. Encontramos una presión arterial elevada en más de dos tercios de los pacientes que tienen diabetes de tipo 2 y su desarrollo coincide con el de la hipertrigliceridemia.42En pacientes con diabetes, la hipertensión confiere un aumento de riesgo de enfer medad cardiovascular. Las personas que mantienen su diabetes controlada tienen un riesgo cardiovascular parecido al de los pacientes hipertensos que no tienen diabetes. El riesgo a 10 años de sufrir un episodio cardiovascular en m ujeres de 30 a 74 años de edad con hipertensión no controlada es del 6%, pero el 56% de los episodios que se presenten en ellas podrían prevenirse si la presión arterial se controlase dentro de los niveles normales. Aproximadamente el 69% de las perso nas que sufren un primer ataque cardíaco, el 77% de las que presentan un primer ACV y el 74% de las que tienen insuficien cia cardíaca congestiva tienen una presión arterial de 140/90 mmHg o mayor. Los niveles de presión arterial más recientes (de los últimos 10 años) y más lejanos con tribuyen de manera importante al riesgo, mucho más que la presión arterial actual. Según los datos obtenidos en el Harvard Alumni Health Study, una presión arterial más alta al comienzo de la edad adulta se asoció varias décadas más tarde a un riesgo mayor de mortalidad por todas las cau sas, por enfermedad cardiovascular y por 897 C O N T R O L M a rc a d o re s de riesgo y p re ve n ció n p rim a ria de las e n fe rm e d a d e s c a rd io v a sc u la re s C a r d io l o g ía p r e v e n t iv a cardiopatía coronaria, pero no de mortalidad por ACV.43 La hipertensión se asocia a una esperanza de vida global más corta, una esperanza de vida sin enfermedad cardiovascular menor y más años vividos con enfermedad cardiovascular. La esperanza de vida total fue 5,1 años mayor en los hom bres normotensos y 4,9 años mayor en las mujeres normotensas que en las personas hipertensas del mismo sexo a los 50 años de edad. Parte de la complejidad de la hipertensión como factor de riesgo guarda relación con las modificaciones que ha sufrido la definición de riesgo, y hoy sabemos que la presión sistólica y la presión de pulso contribuyen al riesgo tanto como la presión diastólica, al contrario de lo que se ha enseñado en la clínica durante décadas. En la mayoría de los estudios epidemiológicos se demuestra la contribución conjunta de las presiones sistólica y diastólica al desarrollo del riesgo cardiovascular, un resultado que ha supuesto un cambio importante en las estrategias de detección del riesgo. En particular, la hipertensión sistólica aislada comporta un riesgo al menos tan elevado como la presión diastólica para los resultados de mortalidad cardiovascular total y ACV. Los datos apoyan el tratamiento de la hipertensión sistólica, incluso en ancianos. La hipertensión sistólica aislada parece representar un estadio fisiopatológico diferenciado en el cual la presión arterial elevada refleja el descenso de la elasticidad arterial y no se asocia, necesariamente, al aumento de la resistencia periférica ni a la elevación de la presión arterial media. La presión sistólica sigue siendo el factor predictivo clínico de riesgo de mayor utilidad. La presión de pulso, que normalmente refleja la rigidez de la pared vas cular, también predice el primer IM y el IM recurrente. Se define como la diferencia entre las presiones sistólica y diastólica, y predice los episodios cardiovasculares de manera independiente, en particular la insuficiencia cardíaca. Este hecho resalta la importancia que tienen la distensibilidad y la rigidez de las arterias en la aterogenia y en el desarrollo de la hiper trofia ventricular izquierda. La monitorización ambulatoria de la presión arterial en un período de 24 h proporciona un factor predictivo más potente de morbimortalidad cardiovascular que las mediciones obtenidas en la consulta. En estudios sobre la evaluación de la presión arterial en el domicilio se han obtenido resultados variados. En una cohorte de personas mayores, la automedidón de la presión arterial tuvo una precisión pronostica de los episodios vas culares mejor que la medición obtenida en la consulta. En otro estudio se determinó que la hipertensión nocturna diagnosticada mediante monito rización continua se asocia al aumento de riesgo de insuficiencia cardíaca congestiva. Por el contrario, en un estudio aleatorizado en el que se com paró la medición en la consulta con la automedición en el domicilio, esta última permitió identificar mejor a las personas con hipertensión «de bata blanca», pero no mejoró mucho el control general ni alteró las mediciones objetivas de la distensibilidad, como la masa ventricular izquierda. En un estudio más reciente, la monitorización domiciliaria con el control consecuente de la presión arterial aporta un beneficio mayor que la dis ponibilidad de un farmacéutico a través de la web para atender consultas. Muchas normas clínicas nacionales apoyan la detección selectiva de la presión arterial elevada y el tratamiento de la hipertensión, que incluye tanto intervenciones en el estilo de vida como el tratamiento farmacológico.44'46 En varios estudios se ha evaluado la rentabilidad posi tiva del tratamiento de la hipertensión para la prevención primaria de la cardiopatía coronaria.47 In te rve n c io n e s para reduc ir la p re s ió n arteria l En revisiones generales y estudios aleatorizados sigue demostrándose que la reducción de la presión arterial en 3-5 mmHg da lugar a reducciones grandes y clínicamente significativas del riesgo de ACV, mortalidad vas cular, insuficiencia cardíaca congestiva y cardiopatía coronaria total en personas de mediana edad, ancianos y pacientes de riesgo alto espe cífico, como son los diabéticos y los que tienen arteriopatía diabética48 (v. tam bién capítulo 44). El control de la dieta y del estilo de vida sigue siendo el pilar de la prevención de la hipertensión, y siguen recogiéndose datos en estudios clínicos que demuestran que la carga de la presión arterial puede dis minuir sustancialmente si se adopta una dieta de bajo riesgo junto con la reducción del peso, en particular a nivel social. Una gran cantidad de datos procedentes de estudios clínicos apoya la eficacia de varios fármacos. El 7th Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Pressure (JNC 7)28 propuso una nueva clasificación de la presión arterial, definiéndose la «prehipertensión» como una presión sistólica de 120 a 139 mmHg o una presión diastólica de 80 898 a 89 mmHg. Los resultados del estudio Trial of Preventing Hypertension (TROPHY) confirman la viabilidad del tratamiento farmacológico de la prehipertensión para prevenir su progresión a hipertensión. El trata miento farmacológico rutinario de la prehipertensión en presencia de otras enfermedades asociadas, como la diabetes, la insuficiencia renal o una enfermedad vascular conocida, está a la espera de que se publiquen más datos sobre su efecto favorable. Los estudios de resultados no han demostrado que el inicio del tratamiento de la prehipertensión sea mejor que el inicio del tratamiento en el momento del diagnóstico de la hiper tensión, y tampoco que sea más rentable. Por el contrario, en las normas se recomienda el tratamiento farmacológico de la hipertensión en estadio 1 (presión sistólica de 140 a 159 mmHg o presión diastólica de 90 a 99 mmHg) o en estadio 2 (presión sistólica mayor de 160 mmHg o presión diastólica mayor de 100 mmHg). El JNC 7 estableció un objetivo de presión arterial de 140/90 mmHg para la mayoría de los pacientes y de 130/80 mmHg para los que tienen enfermedad cardiovascular, diabetes o insuficiencia renal crónica, basán dose, principalmente, en opiniones de expertos más que en evidencias (v. capítulo 44). En la sección de normas que aparece después del capí tulo 44 puede leerse el comentario sobre las normas vigentes para el tra tamiento de la hipertensión, que incluye la declaración de los miembros nombrados para formar el JNC 8. Como la relación entre la presiónarterial y el riesgo cardiovascular es lineal, una parte significativa del riesgo atribuible en la población se debe a personas cuya presión arterial entraría en la categoría de prehipertensión del JNC 7. El JNC 7 recomienda para todos los pacientes que tengan una presión arterial de 120/80 mmHg o mayor introducir modificaciones del estilo de vida, que comprenden el abandono del tabaquismo, reducir el peso si es necesario, aumentar la actividad física, limitar la ingesta de alcohol, limitar la ingesta de sodio, adecuar la ingesta de potasio y calcio, y adoptar el plan de alimentación Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH), una dieta que contiene menos grasas saturadas y totales, y que incluye, además, frutas y verduras abundantes y productos lácteos desnatados. El inicio del tratamiento farmacológico depende de la presión arterial y del nivel de riesgo absoluto. La mayoría de las personas necesitan más de un fármaco para alcanzar sus objetivos de presión arterial. En los metaanálisis se ha demostrado que la magnitud de la reducción de la presión arterial determina la reducción del riesgo cardiovascular más que la elección del fármaco, y que el control a largo plazo normalmente requiere un tratamiento combinado, lo que hace que la elección de la clase de fármaco sea menos importante. Sin embargo, hay datos suficientes para recomendar el uso de inhibidores de la ECA (o antagonistas del receptor de la angiotensina [ARA] en pacientes que no toleren los inhibidores de la ECA), antagonistas del calcio o diuréticos tiacidas como fármacos de primera línea, pero ya no apoyan el empleo de 3 -bloqueantes como tratamiento de primera línea para la prevención primaria, ya que ofrecen un beneficio menor que otros fármacos, en particular en ancianos, y los datos indican que los p-bloqueantes más utilizados en las dosis habituales aportan un riesgo inaceptable de inducción de diabetes de tipo 2.49 Hasta hace poco, las tasas de tratamiento eran bajas en personas mayo res de 80 años de edad, porque en la mayoría de los estudios sobre hiper tensión se imponía un límite superior de la edad o no se presentaban los resultados específicos por edades, y porque el tratamiento podría provocar problemas renales y de otro tipo. No obstante, en el estudio Hypertension in the Very Elderly Trial (HYVET) se encontró que el tratamiento de esta población de pacientes, cada día de mayor tamaño, con un diurético y un inhibidor de la ECA si fuera necesario, fue tan seguro como eficaz, reduciendo no solo el riesgo de insuficiencia cardíaca y muerte por ACV, sino también el riesgo de muerte por todas las causas.50,51 En estudios previos se ha demostrado la efectividad del tratamien to de la presión sistólica hasta un objetivo de 140 mmHg. En estudios observacionales se propone que los beneficios de reducir la presión sis tólica pueden ampliarse hasta niveles por debajo de 120 mmHg. En las normas clínicas se recomienda mantener una presión sistólica menor de 140 mmHg en adultos sanos de todas las edades y menor de 130 mmHg en adultos con enfermedad renal o diabetes.28 Esta norma está rodeada por cierta controversia, ya que en ningún estudio clínico se ha determi nado específicamente cuál es la presión arterial objetivo más apropiada para personas con arteriopatía coronaria latente o manifiesta.5204 En el estudio Action to Control Cardiovascular Risk in Diabetes (ACCORD) se evaluaron los beneficios potenciales de plantear como objetivo una presión sistólica menor de 120 mmHg frente a un nivel menor de 140 mmHg en 4.733 pacientes con diabetes de tipo 2. Tras una media de 4,7 años, la tasa anual del criterio de valoración de prevención, un criterio de valoración compuesto de tasas de infarto de miocardio no mortal, ACV El se vi er . Fo to co pi ar sin au to riz ac ió n es un de lit o. no mortal y muerte por causas cardiovasculares no fue significativamente diferente entre los grupos. El grupo de tratamiento intensivo tuvo menos ACV, pero más acontecimientos adversos graves atribuibles a problemas relacionados con la presión arterial. Los investigadores concluyeron que los datos no justificaban un objetivo de presión arterial menor de 120 mmHg en pacientes con diabetes de tipo 2.55 En un metaanálisis se identificó el beneficio de un objetivo de presión arterial de 130/80 mmHg en pacientes con hipertensión y diabetes de tipo 2, pero hay menos datos que apoyen el tratamiento por debajo de ese valor.56 El estudio en curso Systolic Blood Pressure Intervention Trial (SPRINT), financiado por los National Institutes of Health (NIH), aportará información complementaria sobre si un pro grama de tratamiento intensivo en sujetos no diabéticos dirigido a reducir la presión sistólica por debajo del objetivo recomendado actualmente (menor de 120 mmHg) reducirá el riesgo cardiovascular en un período de 4-6 años respecto al conseguido con el control estándar de la presión arterial (menor de 140 mmHg). Otros componentes del estudio plantean esta pregunta en personas mayores de 75 años de edad (SPRINT-Senior) o con insuficiencia renal crónica, y los efectos de la reducción de la presión arterial en la memoria y la cognición (SPRINT-MIND). Es difícil que el tratamiento de la hipertensión tenga éxito, a pesar de que disponemos de varias clases de fármacos antihipertensivos y del valor que tienen las estrategias para combatir el efecto de un estilo de vida adverso en la presión arterial. Entre el 5-30% de la población global de hipertensos tiene hipertensión resistente. Aproximadamente el 10% de los pacientes tiene hipertensión resistente verdadera sin una causa modificable. Las alternativas terapéuticas más prometedoras para los pacientes con hipertensión resistente comprenden tanto el desarrollo de fármacos nuevos (incluidas las nuevas clases de antagonistas del receptor de la endotelina A, inhibidores de la vasopeptidasa e inhibidores de la sintasa de aldosterona, así como nuevas moléculas pertenecientes a clases farmacológicas actuales con propiedades adicionales en la presión arterial o las vías metabólicas) como de nuevos procedimientos y dispositivos, incluidas la estimulación de barorreceptores arteriales y la desnervadón renal mediante catéter.37 Colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) De los factores de riesgo aterotrombóticos procedentes del plasma, el colesterol LDL es el mejor conocido de aquellos que están vinculados causalmente con el IM incidente y la muerte cardiovascular (v. también capítulo 45). Las concentraciones altas de colesterol LDL predicen sis temáticamente el riesgo de episodios cardiovasculares futuros a nivel poblacional. En estudios con animales de varias especies se ha demostrado la relación causal entre la hipercolesterolemia y la ateroesclerosis. La vía del receptor de LDL más los nuevos conceptos sobre la biología vascular de la ateroesclerosis componen una explicación plausible de la participación de las LDL en la aterogenia. Además, las mutaciones humanas del receptor de las LDL que producen hipercolesterolemia como consecuencia de una herencia monogénica explican la ateroesclerosis acelerada que se presenta ya en la primera década de vida de los pacientes con hipercolesterole mia familiar homocigota, mientras que los que tienen hipercolesterolemia heterocigota desarrollan la enfermedad entre 10 y 15 años más tarde. Esta L D L F H - L D L R +/~ N o rm ales E D A D (años) FIGURA 4 2-6 Concepto de umbral para la exposición acumulada al colesterol LDL a lo largo de la vida e inicio de enfermedad ateroesclerótica clínicamente evidente. (Tomado de Horton JD, Cohen JC, Hobbs HH: PCSK9: A convertase that coordinates LDL © catabolism. J Lipid Res 50(Suppl):S 172, 2009.) observación nos ha llevado a un concepto basado en el consultorio, el del umbral de «exposición acumulada a lo largo de la vida» al colesterol LDL, que, cuando se sobrepasa, da lugar a ateroesclerosis clínica(fig. 42-6). Otras mutaciones que se han descrito recientemente que afectan al metabolismo de las LDL, como son las que afectan a la enzima proproteína convertasa subtilisina/kexina tipo 9 (PCSK9), dan lugar a reducciones de por vida del colesterol LDL y al descenso del riesgo vital de este tipo de episodios.38 Por el contrario, la exposición a lo largo de la vida a una elevación moderada del colesterol LDL conduce a la aparición de episodios clínicos en la séptima y octava décadas de la vida (es decir, hacia los 60 y 70 años). Por último, como veremos más adelante, las intervenciones en estudios clínicos de gran tamaño que pretenden reducir las concentraciones de colesterol LDL utili zando diversos abordajes (como resinas secuestradoras de ácidos biliares, cirugía de derivación intestinal o inhibidores de la HMG-CoA reductasa [estatinas]) reducen los episodios cardiovasculares. En consecuencia, el colesterol LDL cumple los criterios de los postulados de Koch modificados como uno de los agentes causantes de la ateroesclerosis. Son varias las líneas de evidencias independientes que proponen que las que se consideran como concentraciones «normales» de colesterol en la sociedad occidental son mayores que las que se requieren para una buena salud. En particular, algunas sociedades agrarias rurales que tienen tasas muy bajas de aterotrombosis tienen concentraciones de colesterol total y de LDL por debajo de las que se aceptan como normales en las sociedades occidentales. Otra línea de evidencias se basa en la filogenia. Los hombres contemporáneos tienen unas concentraciones de colesterol total y de LDL más altas que las que tienen muchas otras especies de organismos superiores y, sin embargo, siguen adelante. Las concentraciones de colesterol medidas en los primeros años de vida influyen en la carga de riesgo cardiovascular a largo plazo y en la carga de los factores de riesgo de ateroesclerosis, como la hipercolesterolemia, se correlacionan con la presencia de estrías grasas confirmada en la autop sia y la formación de lesiones elevadas en el árbol arterial. Durante el seguimiento a largo plazo de algunos estudios, se ha propuesto que las concentraciones de colesterol medidas en la juventud se correlacionan con el riesgo de IM a largo plazo. Por tanto, hay muchos datos que indican que la carga de riesgo de enfermedad cardiovascular comienza en los primeros años de la edad adulta. En estudios de autopsia efectuados durante los conflictos de Corea y Vietnam, y en estudios recientes sobre anatomía coronaria mediante ecografía intravascular, se demuestra que la ateroesclerosis afecta a los adolescentes de la sociedad occidental y que esta exposición prematura a concentraciones elevadas de colesterol en las LDL conduce a enfermedad prematura en edades medias de la vida. In te rve n c io n e s p a ra reduc ir el co le ste ro l LDL Todos los pacientes que tengan un colesterol LDL elevado deben seguir un programa intensivo de dieta y ejercicio antes de iniciar el tratamiento farmacológico, si bien la reducción del colesterol LDL mediante estatinas como prevención tanto primaria como secundaria es uno de los pilares del tratamiento cardiovascular y una manera elegante de demostrar la potencia que pueden tener los estudios clínicos aleatorizados en la práctica de la medicina. En un m etaanálisis de 2010 en el que se incluyeron 21 estudios independientes sobre estatinas con más de 129.000 participantes, cada reducción de 1 mmol/1 del colesterol LDL se asoció a una reducción del 22% de los episodios vasculares y del 10% de la mortalidad por todas las causas.59 Los efectos fueron parecidos en estudios en los que se compa raba el tratamiento con estatinas frente a placebo y en otros en los que se comparaban regímenes más intensos con otros menos intensos. Es interesante que todos los subgrupos evaluados mostraron reducciones del riesgo de magnitud parecida, sin signos de modificación del efecto en función de la concentración inicial del colesterol LDL. Con respecto a los efectos secundarios, no se encontraron indicios de incremento del número de casos de cáncer o de muerte por causas no vasculares. Como se ha demostrado en un metaanálisis aún m ás exhaustivo realizado en 2012, los beneficios asociados al uso de estatinas son, en todo caso, al menos tan llamativos en la prevención primaria como en la secundaria.12 De hecho, en estudios de prevención primaria (WOSCOPS, AFCAPS/TexCAPS, MEGA y JUPITER), las reducciones del riesgo relativo fueron mayores que las observadas en los demás estudios de prevención secundaria. En consecuencia, respecto a los criterios de valoración de episodios coronarios mayores, ACV, revascularización coronaria y episodios vasculares mayores, la mayor reducción del riesgo relativo se produjo en los casos que tenían el menor riesgo absoluto (fig. 42-7), lo que indica 899 M a rc a d o re s de riesgo y p re ve n ció n p rim a ria de las e n fe rm e d a d e s c a rd io v a sc u la re s C a r d io l o g ía p r e v e n t iv a R ie sg o de E V G E p iso d io s ( % por año) R R (IC) por ca d a reducción d e 1 P rue b a de tend encia a 5 a ñ o s en el m m ol/l del colesterol en la s L D L m om ento inicial E sta tin a s/m á s Control/m enos E p is o d io v a s c u la r g ra v e < 5 % 5 0 ( 0 ,1 1 ) 8 8 (0 ,1 9 ) -*•-----------i--- 0 ,5 7 (0,36-0,89) > 5 % a < 1 0 % 2 7 6 (0,5) 4 3 5 (0,79) — -■— : 0 ,6 1 (0 ,5 -0 ,74) > 1 0 % a < 2 0 % 1 .6 4 4 ( 1 ,2 9 ) 1 .9 7 3 ( 1 ,5 7 ) - i - 0 ,7 7 (0,69-0,85) X ? = 5,66 > 2 0 % a < 3 0 % 1.7 8 9 (1 ,9 3 )2 .2 8 2 (2,49) v 0 ,7 7 (0 ,7 1-0 ,8 3 ) (P = 0 ,22) > 3 0 % 1 .4 7 1 (3 ,7 3 )1 .8 8 7 (4,86) - p - 0 ,78 (0 ,72-0 ,8 4 ) T o ta l 5 .2 3 0 (1,4 5 )6 .6 6 5 (1,8 7 ) ó 0 ,76 (0 ,7 3-0 ,79 ) ! P< 0,0001 C u a lq u ie r A C V < 5 % 7 1 ( 0 , 1 6 ) 9 0 (0 ,2 ) « - ¡ ---------0 ,7 4 (0 ,4 6 -1 ,1 9 ) > 5 % a < 1 0 % 1 9 0 (0 ,3 4 ) 2 4 0 (0 ,4 3 ) _____■_i____ 0 ,7 7 (0,6-0,98) > 1 0 % a < 2 0 % 7 9 7 ( 0 ,6 2 ) 9 0 7 (0 ,7 1 ) — i — 0,86 (0,75-0 ,9 8 ) x ? = 1 ,0 3 > 2 0 % a < 3 0 % 7 8 1 (0,84) 900 (0,97) — i ------ 0 ,86 (0 ,75 -0 ,9 7) (P = 0,3) > 3 0 % 5 7 1 (1 ,4 5 ) 661 (1,6 8 ) — * — 0,86 (0,75-0 ,9 9 ) T o ta l 2 .4 1 0 ( 0 ,6 7 ) 2 .7 9 8 (0,78) <¡> 0,8 5 (0,8-0,89) P< 0,0001 R e v a s c u la r iz a c ió n c o ro n a ria < 5 % 7 3 ( 0 ,1 6 ) 1 3 5 ( 0 ,3 ) * - 0 ,5 2 (0 ,3 5 -0 ,7 5 ) > 5 % a < 1 0 % 2 2 4 (0,4) 3 4 2 (0,62) 0 ,6 3 (0 ,5 1-0 ,7 9 ) > 1 0 % a < 2 0 % 1 .7 0 6 ( 1 ,3 6 ) 2 .0 6 1 (1 ,6 7 ) _ á _ 0 ,7 5 (0,6 7-0 ,8 3) x ? = 4,9 3 > 2 0 % a < 3 0 % 2 .2 0 6 (2,46) 2 .7 1 7 ( 3 ,0 8 ) 0 ,79 (0 ,73-0 ,8 6) (P= 0,03) > 3 0 % 1.2 6 0 (3 ,2 8 ) 1 .6 5 5 (4,4) • 0 ,76 (0,69-0,83) T o ta l 5 .4 6 9 (1 ,5 5 ) 6 .9 1 0 (1 ,9 8 ) 4> 0 ,76 (0 ,7 3-0 ,79 ) P< 0,0001 E p is o d io v a s c u la r g ra v e < 5 % 1 6 7 ( 0 ,3 8 ) 2 5 4 (0,56) ■*—------------- í - 0 ,6 2 (0 ,4 7 -0 ,8 1) > 5 % a < 1 0 % 6 0 4 ( 1 ,1 ) 8 4 7 ( 1 ,5 7 ) - • — ! 0,69 (0,6 -0,79) > 1 0 % a < 2 0 % 3 .6 1 4 ( 2 ,9 6 ) 4 .19 5 ( 3 ,5 ) ■ 0 ,79 (0 ,74-0 ,8 5) x ? = 4 ,29 > 2 0 % a < 3 0 % 4 .10 8 ( 4 ,7 4 ) 4 .9 19 (5 ,8 ) ■ 0 ,8 1 (0 ,77-0 ,8 6) (P= 0,04) > 3 0 % 2 .7 8 7 (7,64) 3 .4 5 8 (9,82) * 0 ,79 (0,74-0,84) T o ta l 1 1 .2 8 0 (3 ,2 7 ) 13 .6 7 3 (4,04) o 0 ,79 (0 ,7 7 -0 ,8 1) P< 0,0001 ■ L ím ites a l 9 9 % ^ L ím ites a l 9 5 % o,5 1 0,75 i i 1 ,2 5 1 ,5 Estatina/m ayor m ejoría Controles/m enor m ejoría FIGURA 42-7 Efectividad del tratamiento con estatinas con cada reducción de 1 DE del colesterol LDL en distintos niveles de riesgo inicial. Datos combinados de 27 estudios aleatorizados. EVG, episodio vascular grave; IC, intervalo de confianza; RR, riesgo relativo. (Tomado de Cholesterol Treatment Trialists' (CTT) Collaborators, Mihaylova B, Emberson J, et al: The effects o f lowering LDL cholesterol with statin therapy
Compartir