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Reporte de lectura La musica religiosa en el virreinato

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Licenciatura en Artes Musicales
Música mexicana I
Evaluación del primer parcial
Aurelio Tello, “La música religiosa en el Virreinato”, Confluencia, Revista Hispánica de Cultura y Literatura, University of Northern Colorado, Vol. 10, No. 2, 1995, pp. 170-176
	En la época del Virreinato, la religión tenía un gran peso, ocupando una posición suprema como fuerza política, social, económica y cultural, teniendo en sus manos la educación, la regulación de las costumbres, la aplicación de los códigos morales, etc. A partir de la conquista por parte de España, se produjeron múltiples cambios en la forma de vida de la sociedad mexicana. Uno de ellos fue la religión impuesta por los conquistadores, que dio paso a una era completamente nueva. 
Podría decirse que la música refleja el estado en el que se encuentra una sociedad y en esta época la religión era bastante importante; la cantidad de música encontrada en centros catedralicios, conventos y seminarios es sumamente fructífera y abundante. La iglesia fomentó la creación artística apoyando y contratando a su servicio a poetas, pintores, escultores, músicos y arquitectos. Es por esto que al analizarse la música de la época colonial, se puede clasificar como música religiosa, dado que la mayoría fue creada en este entorno y con fines enteramente religiosos. 
	Al dar inicio la conquista, la corona se dio cuenta que era necesario ejecutar dos formas de conquista, una militar que garantizara el poder, el territorio y la riqueza, y otra que apoyara e hiciera crecer la religión católica. 
	La música fue muy importante para la catequización de las poblaciones nativas. Era usada por los misioneros también como un método de inclusión para estas comunidades, haciéndoles partícipes de las actividades musicales, como el canto, la construcción y ejecución de instrumentos y la composición. Los franciscanos tuvieron un real impacto como misioneros sobre las culturas nativas de América del Norte y Central, mientras los jesuitas trabajaron en Sudamérica, impulsando la formación de coros y conjuntos instrumentales. 
	Debido a la abundancia de esta actividad, se organiza el Colegio de San Andrés (1550) para los hijos de caciques indios, que enseñaba a los jóvenes el canto llano o canto gregoriano y el canto de órgano o polifonía, conociendo la música de Palestrina, Victoria, Jean Mouton, Cristóbal de Morales, Alonso de Avila y otros. También era común el establecimiento de escuelas donde se aprendían a la par la música y la doctrina cristiana. 
	En algún momento se dio cierta aceptación a la música indígena, se toleraban danzas como parte de los servicios religiosos. 
	Los naturales aprendieron a cantar antífonas, cantos e himnos, así como cantos de alabanza en lengua vernácula, ora en los idiomas locales y ora en el español. 
	Dos de los más claros exponentes de la música colonial son las dos plegarias (motetes) en nahuátl compuestas en el último tercio del siglo dieciséis que forman parte del Códice Valdez, que muestran varios rasgos de la labor misional de la época. Fueron erróneamente atribuidos a el compositor Hernando Franco. Estos motetes están escritos a la manera renacentista y muestran un aura de misticismo y religiosidad. 
	Otro exponente de música escrita sobre un texto en lengua autóctona y del sincretismo cultural es el canto procesional Hanac Pachap, la cual aparece en el Ritual formulario e institución de curas del franciscano terciario Juan Pérez Bocanegra, publicado en 1631. 
	Tomás Pascual fue el primer compositor indígena identificado y escribió numerosas obras, entre ellas un conjunto de villancicos dedicados al Arcángel Miguel, que muestra elementos melódicos y armónicos de origen hispánico con impulsos rítmicos indígenas. 
	La música catedralicia, que incluye la música latina y las piezas de alabanza en lengua vernácula, cambió abundantemente a lo largo de los años, y su repertorio puede dividirse en tres categorías. 
• Música para ceremonias litúrgicas como misas, oficios de difuntos, de Semana Santa y Horas canónicas. Estas ceremonias tenían lugar los domingos y días de fiesta del calendario litúrgico. La música apropiada fue el canto gregoriano y el canto de órgano se acompañaba con polifonía vocal e instrumental 
•Música religiosa no propiamente litúrgica, con texto en latín y ejecutada en el coro alto (magnificat, salmos, secuencias, letanías y antífonas). Podía ser una celebración especial. 
•Música de alabanza, de carácter secular pero no profana. Los textos estaban en español, portugués, lengua indígena o español que hablaban los negros. 
	Los villancicos fueron escritos para la Navidad, la Asunción, la Resurrección, al Santísimo Sacramento, la Trinidad y los santos apóstoles y mártires. Claramente los grandes centros de producción fueron las catedrales. En la catedral de México florecieron grandes maestros de capilla como Hernando Franco, Fabián Ximeno, Francisco López Capillas, etc. En la de Oaxaca, Juan Mathias, primer indígena que alcanzó el magisterio de capilla de una catedral, Mateo Vallados, Thomás Salgado, Manuel de Sumaya, etc. En la de Puebla Gaspar Fernández, Juan Gutiérrez de Padilla, Juan García de Céspedes, etc. 
	En las diversas catedrales de América se pueden encontrar grandes compositores como en la catedral de Guatemala, en Santiago de Cuba, catedral de Santa Fe de Bogotá, catedral de Lima, catedral de Sucre, y, por supuesto los compositores brasileños. 
	La música colonial religiosa es parte de nuestra historia y puede tocarnos y conmovernos grandemente con su belleza. Es curioso, que un hecho tan doloroso como la conquista, también haya dado pie a la producción de tanta música, que enriquece nuestra cultura como país y como sociedad.

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