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Quién decide el destino de los hombres - Marcelo López Cambronero

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CUADERNOS DE FRONTERA 3
EncuentroMadrid es un evento al mismo tiempo cultural y popular con un formato
único. En él se dan cita personalidades del mundo de la política, la comunicación, la
acción social… tanto nacional como internacional, con objeto de establecer un diálogo
sobre algunas de las cuestiones más decisivas de nuestro tiempo. Todo ello en un espacio
abierto a la sociedad, la empresa, la familia, la política, el arte, la música, la religión, el
ocio, etc.
En la frontera los hombres pueden separarse, pero también encontrarse…
La colección Cuadernos de frontera reúne textos breves, extraídos por lo general de
intervenciones en conferencias o debates públicos y después transcritos. Estos textos
nacen en el contexto de un pueblo que vive su fe como culminación gratuita e inesperada
de su camino humano, y que por tanto entra en diálogo sin miedo ni presunción con
todos, desafiando a verificar continuamente la conveniencia humana del cristianismo.
Cuadernos de frontera se propone pues dar divulgación a una vida en acto, como
expresión e instrumento cultural al servicio de esa misma vida.
…y toda experiencia humana, seriamente vivida, está en la frontera de Algo más allá de
ella misma.
2
Marcelo López Cambronero
¿Quién decide el destino de los hombres?
Invitación a la lectura de Vida y destino de Vasili Grossman
Introducción y Epílogo de Carmen Giussani 
© 2008
Marcelo López Cambronero y Ediciones Encuentro, S. A., Madrid © de la Introducción
y del Epílogo Carmen Giussani
Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción,
distribución, co municación pública y transformación de esta obra sin contar con la
autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y
ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográfi cos (www.cedro.org)
vela por el respeto de los citados derechos.
Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones,
dirigirse a: Redacción de Ediciones Encuentro
Ramírez de Arellano, 17-10.a - 28043 Madrid Tel. 902 999 689
www.ediciones-encuentro.es
Introducción
EL DESTINO ÚNICO DE VIDA Y DESTINO
Carmen Giussani
3
Vida y destino sigue teniendo un destino singular. También en España. Publicada en
2007 por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, traducida a nuestra lengua desde el
ruso por primera vez, esta novela se ha convertido rápidamente en un llamativo éxito
editorial. No se trata únicamente de un lanzamiento mediático en el momento propicio
—pues, hoy en día queda patente la común raíz ideológica de los dos totalitarismos del
siglo XX aparentemente contrapuestos—, sino también del boca a boca. Un libro de más
de mil páginas ha llegado a las manos de multitud de personas de muy distinta formación
y procedencia cultural e intelectual. Es un dato que viene a documentar nuevamente el
alcance de esta novela y el testimonio que nos deja su autor: la experiencia humana —
que parece tan frágil, inerme y desarmada— manifiesta en ocasiones una energía
extraordinaria, sorprendente, se muestra más fuerte que el poder, libre en última
instancia de cualquier condicionamiento, resistente a cualquier violencia. El destino del
hombre más allá de la muerte se intuye eterno en estas páginas. El lector se siente
partícipe de la mirada de Grossman, se reconoce fácilmente «como ellos», como esos
innumerables personajes que resultan ser «nada menos que hombres».
La experiencia vital de Grossman fue maestra de su pensamiento y de su arte. Su
biografía lo pone de manifiesto con la hondura propia de la vida real y de una conciencia
lúcida. Tzvetan Todorov1, nos lo relata magistralmente en un texto publicado ahora con
el título: «Los combates de Vasili Grossman»2: La vida de Vasili Grossman «comporta
un enigma que podemos formular de este modo: ¿por qué fue él el único escritor
soviético del que se sabe que sufrió una conversión radical, pasando de la sumisión a la
rebelión, de la ceguera a la lucidez; el único que fue primero un siervo ortodoxo y
atemorizado por el régimen y se atrevió, en una etapa posterior, a afrontar el problema
del Estado totalitario en toda su magnitud?»3. Inmediatamente Todorov nos ofrece los
datos necesarios para contestar a esta pregunta.
1 Tzvetan Todorov nació en Sofía, Bulgaria, en 1939. Emigró a París a finales de los años cincuenta. Ya trabajaba
entonces en cuestiones relacionadas con la filosofía del lenguaje, con su materialidad, sus formas y estructuras. Se
nacionalizó francés en 1963 y fijó su resi - dencia en París, donde desde 1987 dirige el Centro de Investigaciones
sobre las Artes y el Lenguaje del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Del lenguaje y los signos
pasó, en los sesenta, a la historia. Se metió de lleno en la conquista de América, y más adelante abordó la Segunda
Guerra Mundial.
2 En: V. Grossman, T. Todorov, E. Etkind, Sobre Vida y destino (traducción de Isabel Margelí), Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona 2008, pp. 7-58.
Podemos así comprender como Grossman piensa en su madre —víctima del
antisemitismo— para encontrar las estremecedoras palabras de la carta que la madre de
Shtrum escribe a su hijo desde el gueto4; o como este mismo personaje, el científico
Víktor Shtrum, protagonista de una evolución imparable en su sentir y pensar a lo largo
de la novela, es la contrafigura del propio Grossman, licenciado en Químicas, ingeniero,
investigador, interesado y conocedor de los avances en física nuclear. Atendiendo a la
experiencia concreta del autor, podemos comprender de dónde le viene la asombrosa
4
capacidad de desentrañar los perversos mecanismos de la delación generalizada, de la
«fidelidad al Partido» de Krímov, de la «fidelidad a la idea» de Mostovskói.
3 Ib. p. 20.
4 Léase en este sentido las dos cartas que, tras la muerte de Grossman, sus allegados descubrieron entre sus
papeles personales, dirigidas a su madre, una nueve años y otra veinte años después de la muerte de ésta; ib. pp.
61-64.
Efim Etkid5, que fue catedrático de Literatura en San Petersburgo, es autor del prólogo a
la primera edición mundial de Vida y destino en la editorial L’Âge d’Homme (Lausanne
1980)6. En ella escribe: «Requisar una novela es la más alta distinción que el Estado
puede conceder a una obra literaria: la imaginación del autor se sitúa a nivel de la
realidad; las reflexiones del escritor se convierten en divulgación de secretos de Estado.
(…) ¡Con lo fuerte que parecía, sin embargo, ese poder de nervios tan frágiles, con sus
tanques, su aviación, sus imprentas, su radio, su televisión, sus misiles y su energía
nuclear! ¡Y resulta que le da miedo una novela!»7.
5 Efim Etkid, nacido en San Petersburgo en 1918 en el seno de una familia judía, estudió Letras y se especializó
en poesía. Pronto adquirió prestigio internacional por sus investigaciones y sus cursos. Cuando tenía más de 50
años perdió su cátedra de la Universidad de Leningrado, siendo expulsado de la asociación de escritores soviéticos
y acusado de traidor con los más absurdos pretextos. Reducido al paro, no tuvo más remedio que exiliarse a
Occidente. Marchó a Francia, donde se convirtió en una de las voces más críticas de la disidencia, y estrechó lazos
de amistad con otros ilustres literatos exiliados como Alexander Soljenitsin y Josef Brodsky. Lingüista, traductor y
poeta, falleció en Postdam (Alemania) en 1999.
6 Este prólogo, que se incluyó en la primera traducción de Vida y destino al castellano (Seix Barral, 1985), se
reproduce en Sobre Vida y destino, op. cit., pp. 83-106.
Con Vida y destino se invierte la lógica destructiva propia de los totalitarismos8, pues la
imaginación del autor se sitúa a la altura de la realidad. De esta manera el arte literario
nos abre a la realidad, nos provoca poderosamente a medirnos con ella y a compararla
con nuestra experiencia elemental, laque tenemos en común con cualquier hombre.
7 Prólogo en op. cit., pp. 89-90.
8 Véase «A modo de epílogo», en este Cuaderno, p. 41.
¿QUIÉN DECIDE EL DESTINO DE LOS HOMBRES? SOBRE VIDA Y DESTINO DE
VASILI GROSSMAN
Marcelo López Cambronero
De nuevo encontramos una novela rusa cuyo tema central es el mal. De nuevo la
provocación de Iván Karamazov, esa provocación que nos deja inertes y callados,
absortos y sin respuesta. De nuevo la conciencia de que el tema del mal, el drama del
mal, es el gran escándalo para el hombre. El hombre y el mal, y el mal que el mismo
5
hombre crea, difunde, proclama, apoya y sublima. No se trata sólo de una cuestión
religiosa, y si lo es, es porque todo problema humano es en el fondo, en su núcleo, un
problema religioso. No es sólo preguntar por qué existe Dios y el mal, y si esa
coexistencia es posible o imposible, si no sería más razonable que las dos partes de esos
términos expresados de forma dialéctica (Dios-el mal) no se pudiesen dar a la vez, que
fuese irracional pensarlos juntos. Si Dios existe el mal no tiene sentido, no cabe, es
imposible. Y ante la evidencia del mal, del mal pequeño de cada uno y del mal grande de
los muchos, de los pueblos, de los estados, de las guerras, el mundo niega la existencia
de Dios. Si el mal existe Dios no, y por eso todo está permitido: sea pues, que florezca el
mal. Ikónnikov, el «buscador de Dios» que aparece en el novela, nos dice: «La historia
del hombre no es la batalla del bien que intenta vencer al mal. La historia del hombre es
la batalla del gran mal que aspira a aplastar el centro de lo humano»1. La bondad del ser
humano es primigenia, original. ¿Cuál es, entonces, el gran mal? ¿A qué se refiere
Ikónnikov y, verdaderamente, también Grossman al hablar de ese mal que intenta
aplastar lo humano?
Para Grossman el gran mal es el Estado totalitario: la ideología que suplanta a la
realidad, esa ideología que, en beneficio del Estado, utiliza a los hombres como
engranajes de una maquinaria y aplasta su vida, su libertad, en pos de un bien abstracto.
La ideología, los grandes proyectos de transformación del hombre: lo abstracto frente a
la realidad, frente al hombre y su sencilla bondad. He aquí el núcleo fundamental de la
novela.
No descubro nada, más bien sencillamente subrayo lo evidente, si digo que Vida y
1 Vida y destino, traducción de M. L. Cambronero, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, parte II, cap. 16, p.
520.
destino es una de las grandes novelas del siglo XX, quizá la mejor. Forma parte de un
puñado de novelas extraordinarias que nos han llegado desde los más oscuros agujeros
de lo que fue la Unión Soviética: El maestro y Margarita, Dr. Zhivago, Archipiélago
Gulag y ésta. Novelas en las que se nos pone frente a los ojos el horror que hay en el
mundo, donde el hombre en su concreta circunstancia no es reducido a un esquema. El
hombre que aparece como un misterio abierto, denso, irresoluble, sorprendente,
conmovedor. En esta línea no sólo encontramos la terrible, testimonial y aguda
Archipiélago Gulag, ni la intensa, compleja y maravillosa Dr. Zhivago —ambas ya
nombradas—, sino toda la gran tradición de la novela rusa: los personajes y las «terribles
preguntas» de Dostoievski, el clima histórico de Tolstói, la descripción descarnada y
serena de Tur gueniev, los ideales humanos de Chejov. Vida y destino es una gran novela
rusa, una mirada cenital sobre una época de la vida rusa que no se detiene sólo en el
esquema, sino que desciende a lo humano, a lo concreto, hasta llegar a lo poético, allí
donde la realidad es nombrada originalmente y destella su oriunda verdad. Es la
encarnación literaria de un hombre arrastrado toda su vida por la ideo - logía leninista y
su dependencia del régimen de Stalin, pero que despierta y se conmueve ante la limpia
6
caricia de un niño sobre la puerta metálica oxidada y descolorida de un horno
crematorio. Ante una mujer que entrega su vida por acompañar a ese niño hasta la
muerte. Grossman es un hombre oscurecido por el terror, por la represión (de hecho no
se mostró como un gran escritor hasta que pudo dar esquinazo a ese esclavo que él,
como todos, llevamos dentro), dormido sobre el paraguas hipócrita de la ideología, y
finalmente despierto por una mirada humana.
Vasili Grossman estuvo profundamente comprometido con el régimen stalinista, hasta el
punto de formar parte importante del organigrama represivo del Estado soviético.
Químico, dejó su trabajo para convertirse en escritor gracias al apoyo de Gorki, el
literato mimado del régimen, hasta formar parte de la Unión de Escritores Soviéticos. Un
académico, un personaje público, admirado y encumbrado, que gozaba de las ventajas de
su posición y estaba expuesto a los riesgos de la misma. En definitiva, un bello ejemplar
en el zoo de Stalin que podía pasar rápidamente de navegar sobre las olas de la fama a
hundirse en el pozo del Gulag, como les había pasado a tantos. Su destino estaba en
manos del Partido, así que debía andarse con cuidado.
Pertenecer a la Unión de Escritores era formar parte del círculo de intelectuales cuya
misión era la apología del régimen tanto hacia el interior como hacia el exterior. Stalin
requería de los escritores una apología pública, el aplauso, el enaltecimiento del Partido,
el apoyo incondicional y retórico a todas las decisiones, sin excepción. Había que
justificar los cientos de campos, los miles de trenes cargados con millones de personas,
los asesinatos indiscriminados, la persecución de las minorías étnicas, las extensas
hambrunas (sólo en Ucrania el hambre mató a seis millones de personas durante la
colectivización, como el propio Grossman cuenta en su última novela, Todo fluye).
Había que justificarlo todo, y Grossman lo hizo, siempre en el punto de mira, siempre en
lo alto del estrado. Él mismo solicitó públicamente la pena de muerte para miembros del
Partido a los que Stalin quería eliminar utilizando absurdas acusaciones de traición.
Llegó a solicitar del «Padre» (pues así llamaban a Stalin) que condenara severamente a
una serie de médicos acusados, con toda falsedad, de intentar envenenar a grandes
líderes soviéticos. A la mayoría de ellos se les quería asesinar sólo por el hecho de ser
judíos. Grossman firma, aún sabiéndolo, aún siendo él mismo judío.
¿Podía acaso hacer otra cosa? Entonces pensaba que no.
Durante la Segunda Guerra Mundial Grossman fue reconocido, no sólo en la Unión
Soviética, por sus trabajos como reportero de guerra2. Estuvo en el sitio de Moscú,
acompañó a las tropas a Stalingrado, recorrió junto a ellas Europa, siendo el primer
periodista en dar a conocer el horror de los campos de exterminio nazis, en descubrir al
mundo la existencia de los hornos crematorios.
El horror de Stalin, los horrores de la guerra. Su madre asesinada en Ucrania por los
nazis. Su tío, su sobrina, sus amigos, su propia mujer, todos ellos inocentes y
perseguidos. Las hambrunas, la falta de libertad, el terror, las persecuciones, la
7
hipocresía, la insidia por doquier… todo ello convenció a Grossman de que había algo
mejor que sobrevivir, que reducirse a una mera existencia: se puede arriesgar la vida.
Grossman decidió que era mejor morir, que podía arriesgar la vida. La publicación de
Vida y destino podía ser su sentencia de muerte y, al mismo tiempo, era la razón que lo
mantenía vivo, era su confesión y su penitencia. En 1960 envía dos copias del libro a
posibles editores. Una a la revista literaria Znamia y otra al editor jefe de Novi mir. La
consecuencia es fulminante: se prohíbe publicar el libro durante los próximos 200 años.
Sin embargo, era poco, la novela había acertado demasiado, era demasiado verdadera. La
censura no fue suficiente y se dio un paso más, se requisaron todas las copias (cosa que,
en la era poststaliniana sólo se volvió a ver con Archipiélago Gulag —en aquel caso se
torturó a la secretaria de Solschenizin hasta que confesó el paradero del manuscrito. La
pobre mujer, tras ser liberada, se ahorcó—). La KGB se llevó de la casa de Grossman
todas las copias,las anotaciones, los borradores, la cinta de la máquina de escribir e
incluso los pliegues de carboncillo que se ponían entonces entre los folios de la máquina
de escribir para hacer las copias. Sólo un milagro salvó a esta novela: Grossman había
entregado, en secreto, dos copias a dos buenos amigos, Semion Lipkin y Liolia
Dominikina, que las ocultaron hasta contactar con el físico disidente Sajarov, que la
microfilmó y la pasó a Occidente. Vida y destino apareció en Suiza en 19803.
2 Vid. A Writer at War: A Soviet Journalist with the Red Army, 1941-1945. Antony Beevor (ed.), Vintage Books,
Vancouver, 2007. Edición en español: Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945.
Crítica, Barcelona, 2006.
3 Vie et destin, L’Âge d’Homme, Lausanne 1980.
El mundo la conoció 20 años después de que Grossman acabara de escribirla. 16 años
después de su muerte.
Vida y destino es una gran obra de arte, de una técnica literaria extraordinaria. Si
superamos la selva de nombres, apellidos y patronímicos en la que nos sumerge
Grossman —a menudo con la ayuda del índice que los editores suelen incluir al final del
texto—, pronto nos damos cuenta de que estamos leyendo una composición
macrocósmica, cuya acción se extiende por miles de kilómetros, desde el Cáucaso hasta
la península de Kamchatka, desde un campo de concentración alemán hasta los remotos
hielos siberianos. Es una novela que tiene tres niveles de lectura completamente
interrelacionados: el más amplio gira sobre los devenires históricos de la humanidad, el
central, el que estructura realmente la novela, se apoya en el ámbito comunitario: una
familia, unos amigos, un centro de trabajo, un grupo de soldados cuya camaradería se
expresa bajo un techo común, etc…, hasta lo individual, hasta que en el hombre se
refleja todo lo demás, donde todos estos ambientes tienen sentido y vida. Ese juego de
niveles es el que logra proporcionar el clima de la novela. En algunos momentos parece
que estamos leyendo un texto sobre una determinada batalla de la Segunda Guerra
Mundial, en concreto Stalingrado, otras veces parece versar sobre la organización del
Estado soviético, otras sobre el funcionamiento de los cam - pos de concentración nazis
8
o sobre la vida en las prisiones stalinianas; pero en realidad siempre estamos leyendo
sobre Víktorov, Mostovskói, Ikónnikov, Shtrum, Liudmila, Krímov, Nóvikov, etc. Todo
el universo se refleja en el alma de un piloto ruso que teje sus recuerdos en un frío
bosque otoñal, en la madre que viaja cientos de kilómetros para llorar sobre la tumba de
su hijo, caído en batalla, en la carta que una madre judía dirige a su hijo antes de ser
fusilada, en un niño de 6 años que camina hacia la cámara de gas. Un mundo abstracto y
frío, un mundo cruel e insensible que cae como una gruesa manta almidonada sobre la
vida, sobre las personas y sus relaciones, sus recuerdos y sus afectos. El mundo que a
todos arrastra y engulle, que tiene sus propios fines y pasa las orugas de los tanques por
encima de todas aquellas vidas encantadoras, apasionantes, hipócritas o crueles.
Sólo una fuerza poética como la de Grossman, una humanidad tan sentida y vibrante
como la que muestra, es capaz de fluir sin violencia de un nivel a otro, es capaz de
mostrar el centro de la vida humana, de expresar su valor eterno, en un panorama tan
complejo y extenso. Leemos la novela con la convicción, en absoluto impuesta por
discursos abstractos, de la primacía de la persona sobre todo el aparato ideológico del
Estado. El mundo y el hombre, la realidad, brilla de forma especial a través de la pluma
de Grossman. Su tranquila prosa, sus descripciones breves y vivas, hacen sonar las
cuerdas de nuestras almas. El don del poeta, que es el nombrar, el decir lo que las cosas
son, el ser testigo profundo de la realidad, es ma nifiesto en esta novela. Es un alma, la
de Grossman, sufrida, doliente, a menudo desesperanzada, pero a la vez capaz de
conmoverse de raíz, con pureza, con la belleza palpable y velada del mundo, con el
tímido rosa de las flores del cerezo, con la niebla arropando al bosque, y sobre todo con
el cándido amor de una radiotelegrafista en peligro de muerte, con la amistad de dos
jóvenes soldados, con la libertad de un viejo que ya lo ha vivido todo, con la sed de
verdad de Shtrum, con la mirada del niño que ha encontrado a su madre perdida; y
también, y he aquí otra grandeza del relato, con la fría mirada del guardián de la cámara
de gas, con los cobardes, con los timoratos, incluso con los traidores, con la sobria
mecánica de la ideología de Liss, el colaborador de Himmler, con las dudas de
Mostovskói, con el interior retorcido y atormentado del verdugo ¡qué pasión por lo
humano! Vida y destino es un recorrido por el paisaje del alma, es una mirada tan atenta,
asombrada y curiosa hacia el hombre que resulta imposible de describir.
Incluso las reflexiones de corte filosófico o político, que pueden llegar a ser tan pesadas
en textos como Archipiélago Gulag son aquí sostenidas en su justo término (¡cuánto se
debe aquí a Dostoievski!), abiertas a la lectura, en absoluto impuestas. Son
provocaciones que no pretenden vencernos, sino incitarnos. Cerramos el libro y
seguimos pensando, dejan una honda huella en nosotros, nos acompañan, nos despiertan
preguntas que me temo que ya no nos dejarán nunca.
Dirijamos ahora nuestra mirada hacia el tema de la novela ¿Cuál es? ¿El devenir de una
familia en el seno de la Unión Soviética durante unos meses de la Segunda Guerra
Mundial? El tema de la novela, ya lo hemos dicho, es lo humano y, en concreto, una
9
pregunta concreta sobre lo humano que podemos encontrar en ella: «¿Sufre la naturaleza
de la persona un cambio, una mutación, en el interior del caldero de la violencia totali
taria? ¿Pierde el deseo, que le es inherente, de ser libre? En la respuesta a esta pregunta
está el destino de la persona y del Estado totalitario. La mutación de la naturaleza
humana es el triunfo mundial y eterno de la dictadura del Estado; en la invariabilidad de
la aspiración humana a la libertad está la condena del Estado totalitario»4.
El viviente quiere vivir, posee un intenso instinto de supervivencia. Se le roba el nombre
y pasa a ser un número dentro de un campo de concentración, con un pañuelo en la
manga que indica de qué tipo de prisionero se trata —lo demás, todo lo demás que él es,
no importa, debe ser olvidado—. Se le esclaviza, se le roba la libertad y se le humilla
hasta arrancarle a jirones toda su dignidad. Se le hace arrastrarse, delatar a sus amigos, se
impide que mantenga conversaciones auténticas, en las que pueda afirmar su
personalidad, se evita que eduque a sus hijos, se le obliga a perder la conciencia de sí
mismo, así hasta que la población obedezca hipnóticamente todas las indicaciones de las
autoridades, hasta que sienta que la única posibilidad de mantenerse vivo es aceptar el
destino que se le impone. El objetivo del Estado totalitario es que el hombre deje de
desear la felicidad, deje de desear una vida plena, sepulte las exigencias que le son
constitutivas. Dante puso en la entrada del infierno: «Abandonad toda esperanza», y esa
esperanza, la esperanza en que la vida pueda verse cumplida, la más humana de todas las
esperanzas, debe ser negada. Cercenado lo más específico de lo humano, el viviente
convierte su vida en mera existencia por un innato horror ante la idea de la muerte.
Entonces sólo el vacío de la muerte, su oscura fosa, y el miedo al interior fétido y
pastoso de esa fosa, mantiene en el viviente el afán por seguir existiendo. El Estado
totalitario debe asegurarse el aplastar los deseos del hombre al mismo tiempo que niega
con fiereza todo horizonte que vaya más allá de la muerte: necesita apoyarse en el más
burdo cientificismo para poder conseguir sus objetivos. El hombre es un mero animal al
servicio del Estado, y sólo el miedo a morir le obliga a seguir existiendo. Surgen
entonces, curiosamente, un montón de aspiraciones y proyectos: deshacerse de los
piojos, poder salir dela celda para no tener que orinarse encima, lavarse al menos un pie,
beber al menos un sorbo de agua: el hombre reducido a una bestia, a una brizna de hierba
a total disposición del poder. El hombre que mataría por un trago de agua, la mujer
ucraniana que se ha comido a sus hijos,… Ni siquiera una bestia: un animal sumiso y
frágil que se acerca a pedir una migaja de pan bajo el temor punzante a recibir una
patada. ¿podemos culpar a ese ser al que se ha machacado, sobre el que se han empleado
todos los resortes ideológicos y coactivos para deshumanizarlo, por delatar a su vecino
por un pedazo de pan duro? ¿Acaso el león es culpable por saciar su hambre con una
gacela recién nacida? Sin embargo, para el Estado totalitario todos son culpables, no hay
nadie inocente, no hay castigo injusto, puesto que todos, por muy oculto que lo
mantengan, siguen siendo humanos y, por lo tanto, siguen manteniendo las mismas
exigencias en su corazón. Katsenelenbogen, un ex miembro de la policía secreta
soviética (Checa) que comparte celda en la Lubianka con Krímov afirma: «Tolstói decía
10
que en el mundo no existen hombres culpables; nosotros, los chequistas, hemos
elaborado una tesis mejor: en el mundo no existen hombres inocentes»5.
4 Vida y destino, op. cit., I, 50, pp. 263-264.
Sin embargo, como comprenderá Gross man, como comprendió Ikónnikov, como
comprende Sofía Ósipovna, como aparece tantas veces en la novela, el hombre tiene otra
posibilidad, puede decidir algo que al león se le escapa: puede morir, puede arriesgar la
vida antes que dejarse deshumanizar, antes que delatar a su vecino por un delito que no
ha cometido, antes que callar el asesinato de otro preso en la litera de al lado.
5 Op. cit., III, 6, p. 806.
La pregunta ahora es: ¿y quién hace todo esto, qué mal se ha engendrado capaz de
reducir de esta manera la vida humana, capaz de despedazarla, de aplastarla, de
amenazar separarla de su más íntima esencia? ¿Se trata sencillamente de hombres
terribles, demoníacos, de un orgullo desmedido, que se afanan por alcanzar el poder y
sojuzgar desde su trono a toda la población? ¿Acaso podía un noble medieval sojuzgar a
cien campesinos con una espada? ¿Puede un moderno caudillo dominar a millones de
personas con una metralleta, con un botón nuclear? El Estado totalitario no vive sólo del
líder. Su armazón es tejido por los cobardes, pues la cobardía hace malos a los buenos,
por los que son capaces de degradarse completamente por pura ambición, por los que
corren a tomar posesión de los muebles del antiguo amigo que ha sido arrancado de su
casa en plena noche por el mero hecho de ser judío, se alegran de sus nuevas
propiedades y prueban en qué lugar de su casa lucen más bonitas… Y todos ellos son
ahora lo que son, pueden afirmarse como son, pueden justificarse ante sí mismos, sólo a
través de la ideología, sólo a través de su pasión encendida por el frío ídolo del Estado.
El amor al Estado es el remedio para las conciencias, porque es el nuevo dios de la nueva
religión.
Para el Estado totalitario es impres cin dible el uso de la violencia extrema. Un momento
sin violencia, un grado de relajación de la violencia, y de nuevo la naturaleza humana se
despereza, y de nuevo las exigencias del hombre vuelven a gritar y a fluir por el mundo.
El hombre vuelve a recordar que desea ser feliz, vuelve a recordar que desea una vida
grande y clara, ascender al sol por la escala luminosa de un rayo, que decía Rubén Darío.
Pero el Estado totalitario también se define porque pone al hombre al servicio de su
voluntad (la del Estado), y la voluntad del Estado se expresa en la ley. El Estado
totalitario se muestra a sí mismo al situar como última instancia de juicio la ley,
entendida como la voluntad del poder: la última instancia de juicio es entonces el Estado,
él es el nuevo dios. El Estado totalitario se define a sí mismo como la realidad más
elevada de la vida de los hombres, como una instancia no sometida a apelación, como
aquel que da el ser, que decide el destino del hombre. En este hecho reconocemos al
Estado totalitario, en esta intención hacia sus servidores. Mucho antes que la violencia
11
física encontramos la violencia ideológica. La violencia física se dirige contra quienes no
se someten a la violencia ideológica. Súslov, encargado de las cuestiones ideológicas en
la Unión Soviética, cuando fue enviado por el Polit buró para explicarle a Grossman por
qué no se va a publicar su novela, le comentó: «nosotros hemos revelado los errores
cometidos durante el culto a la personalidad de Stalin, pero nunca le vamos a condenar
por haber luchado contra los enemigos del Partido y del Estado. Sí le hemos condenado
por obrar con dureza contra los nuestros». La fuerza se reserva contra los enemigos. Los
enemigos son los que no son nuestros, los que piensan de otra manera. Lo que pretende
la ideología es transformar la realidad, lo que es, de suyo, un intento de transformar al
hombre, que es parte de la realidad y se constituye en relación con ella. La ideología
niega, reduce, disipa, suplanta la realidad por una serie elemental y básica de esquemas
de consumo fácil e inmediato. El Estado sólo puede establecer el destino de los hombres
si determinó antes, qué es el mundo, qué es el hombre, qué es la historia. «El poder del
Estado había creado un nuevo pasado; movía de nuevo a la caballería a su manera,
asignó nuevos héroes para acontecimientos ya sucedidos y destituyó a los auténticos. El
Estado tenía poder suficiente para rehacer de nuevo lo que ya había sido, para reconstruir
figuras de granito y bronce, para transformar discursos pronunciados hacía mucho, para
arreglar la disposición de las figuras en las fotografías. Realmente se forjaba una nueva
historia»6.
La ideología cabalga sobre la nueva historia cimentando así la nueva realidad. Esa nueva
realidad que es divulgada por regimientos de sumisos periodistas, profesores, artistas,
políticos,… se establece como una capa de hollín sobre la vieja realidad y la sustituye,
ocupa su lugar en las ciudades, en los campos, en las retinas de los hombres. Y lo hace
con facilidad porque es más sencilla, porque se repite hasta la saciedad, porque sirve
para explicar tantas cosas —pues todo debe de explicarse a través de ella—. No es tan
bella como la auténtica realidad, es un poco siempre gris, ¡pero es tan simple! Todo lo
hace fácil, todo se explica apelando al mismo discurso, a las mismas palabras y giros
lingüísticos, a los mismos enemigos. No es profunda, ni verdadera, no nos conmueve,
pero es simple para gente que se quiere simple, a la que simplifica. Se convierte así en la
imagen del mundo de las nuevas generaciones.
Otra gran arma del Estado totalitario, sobre la que se insiste sobremanera en la novela, es
la técnica, más concretamente la instrumentalización de la ciencia a través de
mecanismos que generan violencia. La ciencia, manipulada por la ideología cientificista,
nos dice lo que hay, lo que es real. La técnica es la apropiación por parte del Estado del
dominio sobre lo que hay, sobre lo real. Grossman lo expresa con poesía cuando, al
principio del libro, nos describe las rectas carreteras, las líneas de alta tensión que las
acompañan, la vías de tren que venían desde el lejano horizonte a descansar junto al
arcén… todo dirigido en sobria perfección geométrica para servir al campo de
concentración, también construido con exquisita racionalidad: las alambradas dispuestas
en cuadrícula encerrando los barracones rectangulares, que dejan paso a calles rectas,
12
perfectamente paralelas y perpendiculares. Es esa uniformidad matemática que, afirma
Grossman, «expresaba la inhumanidad del enorme campo»7.
En el Estado totalitario la ciencia queda al servicio de la ideología y la técnica al servicio
del Estado. Ya no es verdadera ciencia ni verdadera técnica, pues la verdadera ciencia
sólo puede estar al servicio de la verdad y la técnica, cuando deja de estar al servicio del
hombre, se convierte en un simple pero terrible instrumento de tortura y muerte. La
realidad,por supuesto, continúa rigiéndose por las leyes de la física, pero la física pasa a
regirse por las leyes del Estado. Así encontramos a Shtrum enmudecido en una reunión
porque quiere, pero no puede decir, que un bien instruido físico sabe más de física que
Stalin8. No recordaba que la física, la economía, la geografía, no eran otra cosa que la
voluntad del Estado.
Finalmente, la afirmación religiosa. El Estado totalitario compite teológicamente.
Presenta una teología alternativa, con sus dogmas, por supuesto, pero también con sus
símbolos, sus ritos y sus aspectos mistéricos. Debe de sustituir la antigua fe en Dios, e
incluso la moderna fe en el hombre, por la nueva fe en el Estado. De él se depende, él te
ha hecho, te ha dado los derechos, te ha permitido estudiar, ha puesto sus servicios a tu
disposición, te ha cuidado como a un niño, te ha educado y mimado, ¿acaso vas a negar
le ahora el derecho a decidir tu destino? Dreling, otro preso de la Lubianka, afirma:
«Para avasallar a la clase obrera son necesarios los iconos. En nuestro altar comunista
hay un icono de Lenin y otro del santo Stalin»9.De hecho, el Estado moderno está
siempre sometido a la tentación de la autoafirmación religiosa, más cuando pretende ser
más relativista, lo que viene a significar, al final, que lo único válido socialmente será lo
que él promulgue. Sólo hay algo seguro: la ley. Sólo hay un valor cierto: la seguridad
jurídica. Sólo hay una realidad suprema: el Estado.
8 Cf. II, 27, pp. 579-590.
Vida y destino presenta insistentemente una contraposición entre el hombre (la vida) y el
Estado, que quiere decidir el destino del hombre. Grossman, como Ikónnikov, el
prisionero del campo de concentración alemán al que quieren obligar a construir nuevas
cámaras de gas, grita: «Vosotros decís que son ellos los culpables, los que te obligan, los
que te esclavizan, ya que tú no eres libre. ¡Yo soy libre! Yo estoy construyendo cámaras
de gas. Yo responderé ante la gente que se ahogará por el gas. Yo puedo decir ‘¡No!’.
¿Qué poder me lo puede prohibir, si encuentro en mi interior la fuerza que me permite
no tener miedo a la muerte? Yo diré ‘¡No!’»10. Por eso escribe esta novela que, él lo
sabía, le condenaba. Sin embargo, insisto, el Estado totalitario debe aplicar una violencia
masiva y brutal para apagar la llama de la libertad del hombre, pero nunca puede
ahogarla del todo, a poco que se relaje surge de nuevo la llama, el hombre que parecía
definitivamente aplastado se levanta y mira de nuevo hacia lo alto, porque «la aspiración
a la libertad del hombre es indestructible»11.
13
9 Op. cit., III, 6, p. 803.
Y por eso Grossman se levantó, después de tantos años, para decir que no, para escribir
esta magnífica novela, todo un monumento a la libertad del hombre, y llegar hasta las
últimas consecuencias para publicarla.
Marcelo L. Cambronero Centro Internacional para el estudio del Oriente Cristiano
www.icsco.org A MODO DE EPÍLOGO
Carmen Giussani
En el corazón mismo de la obra de Grossman está la comparación entre comunismo y
nazismo, una comparación que todavía hoy sigue suscitando escándalo. Hace ya mucho
que Grossman la desentrañó en sus novelas Vida y destino (1960) y Todo fluye (1963)1.
En ambos totalitarismos anida la sed de exterminio. Grossman precisa qué tipo de
mecanismo compartían ambos sistemas —el comunista soviético y el nazi alemán — e
insiste en subrayar que se trata de una común e idéntica falsificación de la realidad.
Con gran lucidez pone de manifiesto cuál es el elemento que identifica a toda ideología
totalitaria: la pretensión de que una idea, sea la que fuere, llegue a contar más que la
realidad y pueda arrogarse el derecho a sustituirla.
1 De próxima publicación en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Con una sutil percepción de lo humano y una precocidad que cabe destacar, «Grossman
pronuncia juicios decididamente a contracorriente: el mal del comunismo —y de todo
totalitarismo— no depende, en primer lugar, de la maldad de sus artífices; lo más
pernicioso del totalitarismo es «el pretendido bien» que defiende»2. Esto es lo más
terrible: la pretensión de sustituir la realidad y el bien por una idea.
La especificidad histórica del totalitarismo es su carácter esencialmente ideológico —tal
como ponen de manifiesto los análisis de Hannah Arendt y el arte de Grossman— y esta
sustitución de la realidad por una idea se aplica mediante un proceso «educativo» de
«falsificación de la realidad, hasta llegar al abandono definitivo [a la huida] de la
realidad misma»3.
Ante semejante monstruosidad histórica, que pareció negar la existencia misma de la
verdad, lo que emerge de la pluma de Grossman es el testimonio potente de que sin
verdad no se puede vivir. Incluso los que niegan su existencia la necesitan para vivir.
Cuando los generales rusos, Krilov, Chuikov y Gúrov, se reúnen horas antes de que se
decida el cerco sobre las tropas de Paulus y el desenlace de la batalla de Stalingrado,
Grossman se interroga sobre si la verdad se ve empañada por los límites y la
14
incoherencia inevitable de los hombres y afirma: «La verdad es sólo una. No hay dos
verdades. Sin verdad, o bien con una verdad cortada y podada, es difícil vivir. Una
verdad parcial no es una verdad. Dejemos que en esta maravillosa y silenciosa noche
reine en el alma la verdad, sin máscaras. Restituyamos a los hombres, por esta noche, la
bondad, la grandeza de sus duras jornadas de trabajo…»4.
2 Adriano Dell’Asta, «Dal sogno all’incubo. Nazismo e comunismo in Vasili Grossman», intervención en el
Primer Congreso Inter - nacional sobre Vida y destino, Turín, enero de 2005. Actas publicadas en: AA.VV., Il
romanzo della libertà. Vasilij Grosman tra i classici del XX secolo, a cura di G. Maddalena e P. Tosco, Soveria
Mannelli, Rubbettino, 2007.
3 P. Levi, I sommersi e i salvati, Einaudi, Turín 1986, p. 20.
Más aún: Grossman convierte esta novela en un acta imperecedera en favor del conjunto
de exigencias y evidencias elementales que constituyen lo humano y que, bajo la
violencia más terrible y la presión más sofisticada, pervivieron intactas. Grossman
atestigua lo que hace de un hombre «nada menos que un hombre»: que existe en él un
criterio que le hace capaz de discernir lo humano y lo inhumano, de reconocer, en
definitiva, el bien y la verdad. Ningún poder lo puede extirpar de nuestra carne.
4 V. Grossman, Vida y destino, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona 2007, III, 18, p. 842.
Una última observación. En una reflexión profundamente autobiográfica, Grossman
llega a preguntarse por aquello que es más importante en la vida, lo más definitivo,
aquella provocación última que no puede dejarse de lado, que es necesario enfrentar. Se
trata de una conversación memorable entre Shtrum y su maestro, el también científico
Chepizhin: «De repente todo lo que Chepizhin decía le dejó de parecer a Shtrum pura
charlatanería. Se dio cuenta de que no estaba de acuerdo con su amigo. [Chepizhin:]«…
La peculiaridad de Dios, su omnipresencia, será una conquista de la razón. Pero después
de haber alcanzado la paridad con Dios, el hombre no se detendrá. Comenzará a resolver
aquellos problemas que a Dios le han venido anchos. (…) El hombre mirará a Dios de
arriba abajo».
Shtrum movió la cabeza y observó: «Dmitri Petróvich… escuchándole no siento
felicidad, sino desesperación. Nosotros somos hombres sabios, y Hércules nos parece un
raquítico. Entretanto los alemanes matan a viejos y niños judíos como si se tratara de
perros rabiosos; nosotros hemos tenido el año 1937 y la colectivización forzosa con la
deportación de millones de campesinos, el hambre, el canibalismo… ¿Sabe? Antes todo
me parecía sencillo y claro. Pero después de aquellas terribles pérdidas y desgracias,
todo se ha vuelto complejo y confuso. El hombre mirará de arriba abajo a Dios, pero,
¿acaso no mirará de arriba abajo también al diablo, no lo superará también a él? Usted
dice que la vida es libertad. ¿Comparten la misma opinión los detenidos de los campos?
¿No estará la vida desperdiciandosu propia potencia, no se derrama en el universo como
sustrato de una esclavitud más espantosa que la esclavitud de la materia inerte de la que
15
usted hablaba? Dígame, este hombre del futuro ¿superará en su bondad a Cristo? ¡Esto
es lo más importante!»5.
Es el testimonio de un judío del siglo XX que reconoce la necesitad de Cristo. Ojalá
imitemos su lealtad para con la vida, cada uno con nuestra propia e insustituible
experiencia humana. Ojalá el sufrimiento de tantos hombres y la mirada que los supo
retratar se abran paso en nuestra alma y la dispongan a buscar siempre la verdad.
5 Op. cit., III, 25, pp. 879-881. VASILI SEMYONIVICH GROSSMAN (1905-1964)
Marcelo López Cambronero «La verdad absoluta es lo más bello que existe»1
No se llamaba Vasili, sino Iosif, y el cambio de nombre no fue buscado: su niñera
comenzó a llamarle así y a sus padres les agradó, quizá porque disimulaba el claro origen
judío del primer nombre.
Iosif S. Grossman nació el 12 de diciembre de 1905 en la ciudad de Berdíchev (norte de
Ucrania), en el seno de la numerosa comunidad judía del lugar. Su padre era un
ingeniero químico y su madre, menchevique y profesora de Francés. El rápido divorcio
de sus padres le llevaría a vivir en Suiza junto a su madre, Yekaterina Savelievna. En
1914 encontramos al joven Grossman estudiando en Kiev, mantenido por un tío que era
médico, para dirigirse a Moscú nueve años más tarde con la intención de obtener la
titulación de ingeniero químico en la Universidad Estatal, siguiendo la estela de su
padre. También asistió a clases de Física y Mate máticas.
1 Vasili Grossman, Cuatro días, 1935.
Durante su estancia en la universidad descubre su vocación literaria. No abandona la
ciencia, ni su interés por ella, y durante muchos años fue la profesión aprendida la que le
permitió ganarse el sustento; sin embargo, comienza a escribir relatos cortos movido por
el sueño de llegar a publicarlos algún día. A la espera de que ese momento llegue se
dirige a la región de Donbass, al este de Ucrania, para trabajar en una mina como
inspector de seguridad e impartir algunas clases.
La tuberculosis, contraída en 1931, hizo que le destinaran a Moscú, donde pudo escribir
con mayor dedicación y terminar su primer relato destinado al público. Se trataba de «En
la ciudad de Berdíchev», aparecido en la revista Literaturnaia Gazeta en abril de 1934.
El breve cuento, que tiene en el original ruso poco más de 4.000 palabras, fue muy bien
recibido. Se trata de la historia de una comisaria soviética que deja a su bebé al cuidado
de una familia judía para poder regresar al frente durante la Guerra Civil que siguió a la
Revolución de Octubre. Pronto llegaron elogios, nada menos que de Babel, Mikhail
Bulgakov y Gorki2, lo que abrió las puertas del éxito al joven autor. Poco después
aparece Gluck auf!, sobre la vida de los mineros de Donbass. El reconocimiento
definitivo le llega en 1937, al ser admitido como miembro de la Unión de Escritores
16
Soviéticos, y con su novela Stepan Kolchugin —un relato sobre la formación de un
obrero bolchevique—, publicada por entregas entre 1937 y 1940 y que recibió una
treintena de críticas positivas, llegando a estar nominada para el premio Stalin.
Sin embargo, Grossman conoció al mismo tiempo el éxito y las cloacas del régimen. Ya
habían detenido en 1933 a su prima Nadia, trabajadora de la Internacional Sindicalista
que le había ayudado en sus inicios como escritor; pero fue en 1937 cuando estuvo a
punto de ser arrollado por primera vez por la máquina represora soviética. El 1 de
febrero arrestan a Voronski, el viejo. Era un antiguo trotskista que había reunido a su
alrededor a un buen número de escritores profesionales, «los miembros de Pereval».
Grossman perteneció a este grupo. Los principios de Voronski eran atractivos, y también
peligrosos. Desde su juventud, vivida al lado de Trotski, había mantenido una postura
fuertemente crítica contra la actitud hacia la cultura que sostenía la nueva clase política,
y que puede resumirse en la conocida arenga de Gorki contra el naturalismo de Gluck
auf!, cuando señala que Grossman debería preguntarse: «¿Por qué escribo? ¿Qué verdad
estoy confirmando? ¿Qué verdad quiero que triunfe?»3.
2 Isaac Babel: «Nuestra capital judía ha sido vista a través de una nueva mirada»; Bulgakov: «¡Realmente se ha
publicado algo que merece la pena!». Cit. por Semion Lipkin: Stalingrad Vasilia Grossmana, Ardis, New York
1986, p. 10. En 1967 el director Aleksander Askoldov adaptó el relato al cine en la película Komissar, que fue
prohibida por la censura soviética y sólo vio la luz en 1988, siendo laureada con el Oso de Plata en el Festival de
Berlín de aquel año.
El grupo de Pereval, formado alrededor de la revista Krasnaia nov en los principios de
1925, fue considerado «liberal». Resultaba muy crítico con las demás posturas literarias
de su entorno, predicaba la intuición libre del artista, un arte directo, interesado más por
el goce estético que por la propaganda, el derecho a describir las contradicciones
existentes en el mundo, a dilatar la libertad hasta el límite, huyendo de constreñimientos
ideológicos. Voronski pedía a sus escritores que mantuviesen la mirada atenta de un
niño, que se asombrasen ante lo real y, sobre todo, que atendiesen a lo humano, al
hombre concreto con sus virtudes y defectos, tal y como es, sin motivaciones
propagandistas ni filtros ideológicos.
3 Cit. por Robert Chandler: «Speaking for Those Who Lie in the Earth. The Life and Work of Vasily Grossman»,
introducción a la traducción inglesa de Vida y destino (Life and Fate), New York Review Books, 1985, p. 8.
Tzvetan Todorov ha destacado la transformación de Grossman desde un bolchevique
convencido a un severo crítico del régimen4; pero contra esta afirmación se levanta su
pertenencia a Pereval. Lo cierto es que el autor de Vida y destino también estuvo
amenazado por el Estado soviético y que junto a una denuncia contra él se ha encontrado
el siguiente texto suyo: «He comprendido por qué se lucha así contra la teoría de
Voronski. Esta exige escribir sinceramente y la escritura sincera es una bomba. (…) Es
necesario que los artistas creen y los críticos deliberen después. Entre nosotros no se
crea, sino que se escribe. Y no es lo mismo. Además, se escribe cada vez peor. Pronto
17
seremos artesanos particulares y, por encargo, suministraremos artículos a las revistas, el
cine, los teatros»5. No se trata, por lo tanto, de una transformación radical, aunque sí de
una toma de conciencia progresiva. El hecho de que en 1937 encontremos su firma al
final de una carta colectiva publicada en la prensa en la que se pide la pena de muerte
para una serie de acusados de preparar un golpe de estado contra el poder stalinista, entre
ellos Bujarin6, es indudablemente un signo de cobardía, pero no necesariamente de
stalinismo. Para convencerse de ello basta con leer bibliografía sobre la situación de
terror que se vivía en la URSS en aquellos tiempos.
4 «¿Cómo se explica que sea el único escritor soviético conocido que ha sufrido una conversión radical, pasando
de la sumisión a la rebelión, de la ceguera a la lucidez?», en «Les combats de Vassili Grossman», introducción a
Vassili Grossman: Oeuvres, Robert Laffon, París 2006, p. 6. (Traducido al castellano en Sobre vida y destino,
Galaxia Gutenberg, Barcelona 2008, p. 20); «Grossman es el único ejemplo, o al menos el más significativo, de un
escritor soviético establecido y bien situado que cambia su posición completamente. El esclavo que había en él
murió, y se alzó un hombre libre», en Hope and Memory. Lessons from the Twentieth Century, Atlantic Books,
London 2005, p. 50. (Edición española, también traducida del original francés: Memoria del mal, tentación del
bien, Península, Barcelona 2002).
El año de 1938 será especialmente duro. Detienen y ejecutan a su tío en Berdíchev, sin
que Grossman haga nada, y llegado el invierno es arrestada Olga Guber. Un año antes la
policía secreta había apresado a su ex marido, Boris Guber, un poetaperteneciente al
grupo de Pereval, y ahora la habían detenido a ella bajo la acusación, precisamente, de
no haber denunciado a su marido. Este hecho sobresalta especialmente a Grossman, que
había acogido a los dos hijos del matrimonio y contraído segundas nupcias con Olga7. Es
entonces cuando nuestro autor toma una decisión verdaderamente aventurada: escribe
una carta a Nikolái Yezhov, sucesor de Yagoda al frente de la entonces llamada NKVD
(policía secreta), afirmando su credo soviético y mintiendo sobre las relaciones entre
Boris y Olga, que describe como completamente rotas desde hacía tiempo. El hecho no
es asombroso en sí, puesto que muchos ciudadanos soviéticos, y no sólo los detenidos,
escribían pidiendo clemencia o argumentando su inocencia tanto a la NKVD como a
otras instancias del poder, incluido el propio Stalin. Lo que sorprende es que la petición
sea atendida, los argumentos sopesados, y la muchacha liberada tras seis meses en
prisión. Boris Guber fue fusilado.
5 Denuncia contra Grossman a la policía secreta soviética. Cit. Vitali Shentalinski: Crimen sin castigo. Últimos
descubrimientos en los archivos literarios del KGB, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2007, pp. 473-474.
6 Acusación que dio lugar al célebre proceso de los 21 y en el que, efectivamente, varios acusados, y entre ellos el
propio Bujarin, fueron ejecutados.
La invasión de la URSS por las tropas nazis supuso un enorme giro en la vida de todos
los miembros de la Federación Soviética, incluida la de Grossman. La situación de los
habitantes de Berdíchev, donde se encuentra su madre, es muy peligrosa. No da tiempo a
efectuar una evacuación adecuada, y los miles de judíos de la ciudad caen en manos de
los nazis, que establecen allí una unidad especializada en el exterminio de los judíos. En
18
julio de 1941 se establece un gueto en la ciudad, que es destruido el 5 de octubre después
de que todos sus habitantes sean asesinados. La madre de Grossman había sido asesinada
a mediados de septiembre, aunque él no tuvo noticia segura de su muerte hasta finales de
19448.
7 Grossman había estado casado con Anna Petrovna Matsuk de 1928 a 1932.
Durante la contienda Grossman acompañó a las tropas soviéticas como reportero de
guerra9, adquiriendo fama mundial, principalmente por ser el primero en dar a conocer
las atrocidades de los campos de exterminio en su artículo «El infierno Treblinka».
Estuvo en Stalingrado y siguió a los tanques hasta Berlín. Durante aquellos años publicó
en Estrella Roja, el periódico del ejército, y sus textos eran muy apreciados tanto por los
soldados (que se reunían para leerlos y re leerlos una y otra vez) como por los mandos.
8 Para comprender hasta qué punto la muerte de su madre marcó su propia vida, vid. «Cartas a la madre», en
Sobre vida y destino, op. cit., pp. 61 y ss.; vid. Igualmente, la desgarradora carta que encontramos en Vida y
destino, Primera Parte, 18.
9 Vid. Antony Beevor y Luba Vinogradova, Un escritor en guerra: Vasili Grossman en el Ejército Rojo (1941-
1945), Crítica, Barcelona, 2006. El texto incluye una selección de los reportajes de guerra realizados por
Grossman.
Sin embargo, muchas de las anotaciones que realizaba en sus cuadernos incluían severas
críticas a los oficiales y reflexiones sobre diversos temas que, de haber caído en manos
de la NKVD, le habrían costado la vida.
Entre 1943 y 1946 Grossman trabajó intensamente, junto a Ilya Ehrenburg10, en un
volumen sobre las masacres contra ju díos cometidas por las tropas alemanas en suelo
soviético y polaco. Desgraciadamente, el fin de la guerra y la victoria soviética azuzó el
antisemitismo de Stalin. Sale a la luz el denominado «complot de las batas blancas», una
serie de acusaciones de intento de asesinato realizadas contra los médicos personales de
altos cargos soviéticos. El proceso levantó una agria polémica porque seis de los nueve
acusados eran judíos. A partir de entonces se baraja la hipótesis de deportar a todos los
judíos a algún lugar de Asia Oriental. El cambio en las circuns tancias obligaba a aparcar
el proyecto del libro.
Al mismo tiempo comienza a tener problemas con sus publicaciones, mientras que su
humanismo le hace sospechoso de «menchevique». Va a pasar rápidamente del mayor
éxito al mayor peligro. Su obra de teatro A juzgar por los pitagóricos recibe unas
demoledoras críticas, de tal calado que ponen en peligro no sólo su reputación, sino
también su integridad física dentro del régimen. Al mismo tiempo comienza a redactar
una novela sobre la guerra (cuyo protagonista es Shtrum, que reaparece en Vida y
destino) que tampoco es bien valorada. Una causa justa, que finalmente será publicada
en 1952, fue una novela polémica. En principio se trataba de una narración épica sobre
19
Stalingrado, cuyos protagonistas eran las personas sencillas tanto de la ciudad como del
ejército. Fue acusado, precisamente, de disminuir el papel de los altos dirigentes
soviéticos en la victoria, incluyendo el del propio Stalin. También hubo alguna crítica de
corte no sólo político: cuando Pasternak sufrió un ataque al corazón, al poco de terminar
de leer la novela, acusó a la mala calidad de la misma de provocar sus problemas de
salud. Una causa justa apareció en la revista Novy mir, y las embestidas contra el texto
fueron tan brutales —encabezadas por los redactores de Pravda—, que el director de la
revista, Alexander Tvardovsky, se vió obligado a pedir disculpas por haber aprobado la
publicación. Es entonces cuando Grossman y otros escritores e intelectuales judíos son
llamados a una reunión en Pravda,y justamente bajo esta tensión se le propone firmar
una carta en la que se solicita un severo castigo contra los médicos acusados por Stalin,
bajo el argumento de que así se diferenciará claramente entre los buenos y los malos
judíos. No cabe duda de que la negativa a firmar aquel documento en un momento así
hubiese supuesto un arresto inmediato. Finalmente Grossman firma pensando, si
hacemos caso al testimonio de su amigo Semion Lipkin11, que la muerte de unos pocos
salvaría a todo el pueblo. Nunca se perdonará aquello. De todas formas, es posible que
sólo la muerte de Stalin en 1953 le salvase a él mismo de terminar recluido en un campo.
10 Ilya Ehrenburg (1891-1967) también era ucraniano y judío. Fue un famoso escritor y dirigente soviético, que
desde muy temprano admiró la obra de Grossman.
A partir de ese momento las publicaciones de Grossman muestran una actitud diferente.
Relatos como «Abel. El seis de agosto», «Tiergarten» o «La Madonna Sixtina» muestran
a un hombre decidido a lanzar a la luz la verdad que anida en su corazón afrontando
todas las consecuencias. Es entonces cuando escribe una primera versión de Todo fluye.
11 En Le destin de Vassili Grossman, L’Âge d’Homme, Lausanne, 1990, p. 40.
Empieza a redactar Vida y destino en 1955, y no la termina hasta 1959. Al año siguiente
envía dos copias para su publicación, una a la revista Znamia, y otra de nuevo a Tvar -
dovsky. Las copias viajan inmediatamente a las oficinas de la policía secreta. ¿Grossman
sabía que iba a suceder algo así o creía, ingenuamente, que los tiempos habían cambiado
lo suficiente? Leyendo la novela no se puede pensar en otra cosa que en un definitivo
acto de valentía, más si se piensa que el autor había entregado, en secreto, dos copias de
su trabajo a íntimos amigos: al ya citado Semion Lipkin y a Liolia Dominikina —un
viejo amigo ajeno al mundo literario. Efectivamente, como no podía ser de otra manera,
pronto la policía penetra en su domicilio y confisca todas las copias, manus - critos, etc.,
en una labor verdaderamente metódica, pero que no les lleva a conocer la existencia de
las dos copias anteriormente señaladas.
El escritor cae en una fuerte depresión, pero continúa trabajando. Escribe una carta a
Jruschov pidiendo la liberación de su no vela, que consideraba su justificación personal.
Sin embargo, lejos de permitir la aparición de Vida y destino, se le prohíbe publicar.
20
Mientras tanto escribe textos más breves y finalizaTodo fluye, una durísima novela
sobre las grandes hambrunas en Ucrania que dejará en poder de Yekaterina Zabo
lotskaia12.
Fallece, después de un difícil combate con el cáncer de estómago, el 14 de septiembre de
1964, sin ver todos estos trabajos publicados. En los últimos días sufrió pesadillas, e
incluso alucinaciones, sobre su deportación, sobre interrogatorios y delaciones. Gracias a
Lipkin y al apoyo de otros disidentes sus textos llegarán a ser publicados: Todo fluye en
1970, y Vida y destino en 1980. Esta última novela apareció en Rusia en 1988 y, con
Todorov, podemos afirmar que marcó «el fin del régimen soviético»13.
12 Mujer del poeta Nikolái Zabolotski. Grossman tuvo con ella un romance que les llevó a vivir juntos durante
dos años. De aquella relación quedó una sólida amistad.
13 «Les combats de Vassili Grossman», op. cit., p. 20.
Ediciones Encuentroncuentro ISBN: 978-84-9920-525-0 Edición digital
21
Índice
Introducción EL DESTINO ÚNICO DE VIDA Y DESTINO 3
¿QUIÉN DECIDE EL DESTINO DE LOS HOMBRES? SOBRE
VIDA Y DESTINO DE VASILI GROSSMAN 5
MODO DE EPÍLOGO 14
VASILI SEMYONIVICH GROSSMAN (1905-1964) 16
22
	Introducción EL DESTINO ÚNICO DE VIDA Y DESTINO
	¿QUIÉN DECIDE EL DESTINO DE LOS HOMBRES? SOBRE VIDA Y DESTINO DE VASILI GROSSMAN
	MODO DE EPÍLOGO
	VASILI SEMYONIVICH GROSSMAN (1905-1964)

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