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Teresa Rosillo Aramburu 2 Índice Algunas consideraciones antes de empezar Introducción 1. Autoconocimiento y aceptación de uno mismo 1.1. Autoconocimiento: ponerse en contacto con lo que uno siente y piensa 1.2. Aceptación de uno mismo 1.3. Evaluación de la competencia autoconocimiento 1.4. Evaluación de la competencia aceptación de uno mismo Resumen 2. Pensamiento analítico/reflexividad 2.1. Abandonar el pensamiento mágico 2.2. Caso Alfonso 2.3. Cómo ayudar al niño a desarrollar su pensamiento analítico 2.4. Evaluación de la competencia pensamiento analítico Resumen 3. Tolerar los errores y aprender de ellos 3.1. Asumir la culpa 3.2. Cómo ayudar al niño a que asuma su culpa 3.3. Pedir perdón 3.4. Cómo ayudar al niño a pedir perdón 3.5. Cómo ayudar al niño a aprender de sus errores 3.6. Caso Jorge 3.7. Evaluación de la competencia tolerar los errores y aprender de ellos Resumen 4. Empatía: ponerse en el lugar del otro 4.1. Cómo ayudar al niño a ponerse en tu lugar y aumentar su capacidad de empatía 4.2. Caso Nicolás 4.3. Evaluación de la competencia empatía Resumen 5. Adaptación/flexibilidad 5.1. Cómo ayudar al niño a ser más flexible y adaptarse mejor a los cambios 5.2. Caso Paula 3 5.3. Evaluación de la competencia adaptabilidad/ flexibilidad Resumen 6. Asertividad 6.1. Cómo ayudar al niño a ser asertivo 6.2. Caso Andrés 6.3. Caso Pepa 6.4. Evaluación de la competencia asertividad Resumen 7. Iniciativa 7.1. Cómo ayudar al niño para que tenga iniciativa 7.2. Caso Matilda 7.3. Evaluación de la competencia iniciativa Resumen 8. Capacidad de comunicación 8.1. Cómo ayudar al niño a expresar emociones 8.2. Cómo ayudar al niño a tener capacidad de comunicación 8.3. Caso Carmen 8.4. Evaluación de la competencia capacidad de comunicación Resumen 9. Resolver problemas 9.1. Cómo ayudar al niño para que aprenda a resolver problemas 9.2. Evaluación de la competencia resolver problemas Resumen 10. Atención y concentración 10.1. Cómo ayudar a que el niño se concentre 10.2. Cómo ayudar al niño a aumentar su atención 10.3. Tiempo de atención promedio de los niños según la edad 10.4. Entrenamiento para desarrollar la atención del niño 10.5. Juegos que facilitan la atención y concentración 10.6. Cómo ayudar al niño a estudiar o realizar los deberes 10.7. Técnicas de estudio que facilitan la concentración y la memoria 10.8. Caso Miguel 10.9. Caso Mateo 10.10. Evaluación de la competencia atención/concentración Resumen Anexo 4 11. Compartir y ser generosos 11.1. Requisitos o circunstancias para que el niño sea capaz de compartir 11.2. Cómo ayudar al niño a que aprenda a compartir 11.3. Caso Nacho 11.4. Evaluación de la competencia compartir Resumen 12. Resiliencia o resistencia a la frustración 12.1. Cómo poner límites 12.2. Cómo dar órdenes 12.3. Cómo ayudar al niño a ser resistente a la frustración 12.4. Caso Marta 12.5. Evaluación de la competencia resistencia a la frustración Resumen 13. Control de la rabia 13.1. Cómo ayudar al niño a controlar su rabia 13.2. Caso Gonzalo 13.3. Caso Elsa 13.4. Evaluación de la competencia controlar la rabia Resumen 14. Orientación al logro 14.1. Cumplir con las tareas asignadas/ asumir responsabilidades 14.1.1. Cómo ayudar al niño a ser capaz de anticipar las consecuencias de sus actos y responsabilizarse de su conducta 14.1.2. Caso Carlota 14.1.3. Caso José y Ana 14.2. Flexibilidad en la adopción de cambios: véase el apartado sobre flexibilidad (capítulo 5) 14.3. Asegurar la calidad de la tarea/trabajo/actividad... 14.3.1. Cómo ayudar al niño a que busque la calidad en lo que hace 14.4. Autoconfianza 14.4.1. Cómo ayudar al niño a desarrollar autoconfianza 14.5. Evaluación de la competencia orientación al logro Resumen 15. Saber respetar/tolerar al otro 15.1. Cómo ayudar al niño a ser respetuoso y tolerante en casa 15.2. Cómo ayudar al niño a que sepa respetar a los demás 15.3. Caso Adriana 5 15.4. Evaluación de la competencia saber respetar/tolerar Resumen 16. Autocuidado y cuidado de los otros 16.1. Cómo ayudar a que el niño se cuide 16.1.1.El niño que no come, tarda mucho en comer o se comporta mal en la mesa 16.1.2. El niño que se sube a todos lados y no ve el peligro. Cómo ayudarle para que sea más precavido 16.2. Cuidado de los otros 16.2.1. Cómo ayudar al niño para que aprenda a cuidar de otros 16.3. Evaluación de la competencia autocuidado/cuidado de los otros Resumen 17. Cooperación y trabajo en equipo 17.1. Cómo ayudar al niño a ser cooperativo y trabajar en equipo 17.2. Caso Teresa 17.3.Evaluación de la competencia cooperación y trabajo en equipo Resumen 18. Negociación 18.1. Cómo ayudar a que el niño aprenda a negociar 18.2. Negociar con la comida 18.3. Caso Carolina 18.4. Evaluación de la competencia negociación Resumen 19. Enfrentarse a los miedos 19.1. Diferencia entre ansiedad y miedo 19.2. Miedo evolutivo. Miedos comunes en niños y adolescentes según las diferentes fases evolutivas 19.3. Diferencias en la intensidad del miedo entre niños 19.4. Por qué debemos ayudar a los niños a superar sus miedos 19.5. Tipos de miedo 19.5.1. La ansiedad de separación 19.5.2. El miedo a lo desconocido 19.5.3. El miedo a la separación nocturna 19.5.4. El miedo a los animales 19.5.5. Miedo a los fantasmas/monstruos 19.6. Técnicas para enfrentar los miedos 19.6.1. Técnicas de exposición 19.6.2. Técnicas operantes 6 19.6.3. Técnicas cognitivas 19.6.4. Terapia psicodinámica 19.7. Evaluación de la competencia enfrentarse a los miedos Resumen 20. Autonomía 20.1. Qué es capaz de hacer según la etapa evolutiva en la que se encuentra 20.2. Cómo ayudar al niño para que pueda ser autónomo 20.3. Caso Ainhoa 20.4. Caso César 20.5. Evaluación de la competencia autonomía Resumen Evaluación del nivel competencial. Evalúa en qué nivel competencial se encuentra el niño 1. Instrucciones para la evaluación competencial 2. Cuadro de recogida de puntuaciones de la evaluación competencial Bibliografía Créditos 7 A las directoras de las Escuelas Infantiles, por brindarme una oportunidad sin conocerme. A mis compañeros profesores, por todo lo que me han enseñado sobre los niños. A Hugo y Emilce, por lo que me han ayudado a crecer profesional y personalmente. A todas las familias con las que he trabajado, por darme su confianza. A los niños, por contagiarme con su alegría y dejarme consolar sus penas. 8 Si la ayuda y la salvación han de llegar, sólo puede ser a través de los niños, porque los niños son los creadores de la Humanidad. MARIA MONTESSORI El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde. GABRIELA MISTRAL La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras. JEAN JACQUES ROUSSEAU 9 Algunas consideraciones antes de empezar Durante todo el libro se habla de niño como término genérico para referirse a los dos sexos: el masculino y el femenino. También se nombra a los padres de manera general, para referirse a las personas al cuidado del niño, sin que necesariamente tengan que ser personas con un vínculo familiar. El término padres es ampliable a profesores, educadores o cuidadores responsables del niño en cuestión, ya sea en casa o en la escuela. Todos los casos aquí expuestos son casos reales a los que se les ha cambiado el nombre, la edad y alguna de las circunstancias que rodean al caso, para evitar la identificación de las personas implicadas. Cada epígrafe del libro incluye la descripción y los pasos a seguir para que el niño adquiera dicha competencia o la mejore. El orden que se sigue en cada epígrafe, así como los datos que se incluyen, son siempre los mismos (a excepción de los casos, que se incluyen según más convenga en cada caso), para facilitar la lectura y el aprendizaje. 1. Título: nombre de la competencia. 2. Pregunta clave: sirve para entender de una forma más rápida y clara de qué trata la competencia en cuestión. 3. Definición de la competencia. 4. Qué pueden hacer los padres para ayudar al niño a adquirir o mejorarla competencia. 5. Casos prácticos que tengan relación con la competencia tratada en el capítulo. 6. Evaluación de la competencia: para que el padre sitúe al niño en el nivel en el que cree que se encuentra respecto a dicha competencia. 7. Resumen: recoge los puntos a recordar en cada uno de los capítulos. Las competencias descritas son veinte. Han sido elegidas por creer la autora que son las competencias más importantes y a la vez más demandadas por los padres, por no saber ellos cómo potenciarlas o desarrollarlas en unos casos, y en otros por ser competencias olvidadas o menos importantes para los padres, pero no así para la autora. Es obvio que no están todas las competencias necesarias para el desarrollo del niño. Describirlas todas sería tarea casi imposible. Evaluación del nivel competencial: Al final del libro aparece un cuadro para que los padres/educadores anoten las puntuaciones del niño en cada una de las veinte 10 competencias. Dichas competencias están clasificadas en personales e interpersonales. Se ofrece una puntuación máxima de competencia personal, otra de competencia interpersonal y otra de competencia general, con el fin de evaluar la evolución del niño a lo largo del tiempo, antes y después de aplicar los pasos para su desarrollo que se ofrecen en esta guía. 11 Introducción Las competencias son todos aquellos comportamientos formados por habilidades cognitivas, actividades de valores, destrezas motoras y diversas informaciones, que hacen posible llevar a cabo, de manera eficaz, cualquier actividad. Son un conjunto articulado y dinámico de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que toman parte activa en el desempeño responsable y eficaz de las actividades cotidianas, dentro de un contexto determinado (Vázquez Valerio). En el campo educativo se entiende por competencia un saber hacer en situaciones concretas, que requiere la aplicación creativa, flexible y responsable de conocimientos, habilidades y actitudes. La diferencia entre competencias y desempeño es que las competencias son posibilidades, en tanto que los desempeños son actos o hechos reales. Los padres enseñamos competencias a nuestros hijos a diario, unas veces de forma consciente y otras sin darnos cuenta. Intentamos dotarles de todo el conocimiento que les será útil para el futuro, cuando no nos tengan a su lado para todo. La meta de cualquier padre debería ser que su hijo fuese autónomo e independiente, capaz de enfrentarse a una sociedad llena de normas y restricciones, competitiva y, en ocasiones, carente de valores. Los padres están obligados, por ello, a intentar que sus hijos crezcan, en el sentido más amplio de la palabra, y para eso no deberían reforzar la dependencia y la sobreprotección, sino dotarles de todas las herramientas posibles para caminar solos en la vida. La sociedad actual refuerza la dependencia, la inactividad y la poca iniciativa. Los niños de hoy en día están inmersos en un mundo lleno de estímulos y comodidades que, por un lado, les hace la vida más cómoda, pero por otro no les enseña a frustrarse, a demorar el deseo y a valorar el esfuerzo, y sí a buscar la gratificación inmediata. Un mundo agresivo y hostil que ocasiona, cada vez más, individuos dependientes, insatisfechos y poco tolerantes. Con este libro pretendemos dotar a los padres/educadores de un libro de «cabecera» al que poder recurrir en múltiples ocasiones. Primero, para darse cuenta y reflexionar sobre la repercusión que tienen los actos y palabras de los adultos en los niños, y segundo para abrir la mente a una nueva forma de educar, teniendo en cuenta el potencial individual. Aprender estas competencias fortalecerá la autoestima de los niños, y facilitará el que tengan una mejor convivencia con sus familias y amigos y una vida más fácil y 12 agradable. Les ayudará a vivir en sociedad, a manejar las situaciones que se les puedan presentar y a desarrollarse personal y socialmente. El libro está pensado para niños desde el nacimiento hasta los dieciocho años, ya que, aunque las personas pueden seguir aprendiendo y creciendo personalmente pasados los dieciocho años de edad, se entiende que la etapa en la que se da un aprendizaje máximo es desde el nacimiento hasta el principio de la edad adulta. 13 1 Autoconocimiento y aceptación de uno mismo Pregunta clave para Autoconocerse: ¿Sabe tu hijo cómo se siente en cada momento? ¿Sabe poner palabras a lo que le pasa en el cuerpo o en la mente? ¿No tiene dificultad en reconocer síntomas o signos de su cuerpo y a qué se deben? ¿Sabe lo que le asusta, le inquieta, le preocupa, le da miedo...? ¿Sabe lo que desea y lo que le motiva? ¿Entiende que las cosas no pasan porque sí y sabe establecer una causalidad de lo que le sucede basada en la lógica y no en el azar o la fortuna? Pregunta clave para Aceptarse: ¿Acepta sus errores o defectos sin que le impidan disfrutar? ¿Es capaz de valorarse en global, aceptando que todos tenemos puntos fuertes y débiles? Definición: Es una de las principales capacidades, y engloba primero un conocimiento de uno mismo y más adelante su aceptación. El autoconocimiento implica ser capaz de conectar con uno mismo, con lo que uno siente y piensa, con lo que uno hace y con le que le motiva, con lo que a uno le causa ansiedad, con lo que es capaz de hacer y con lo que nunca conseguirá, con el ideal de persona que uno quiere llegar a ser y con las expectativas que los demás, y uno mismo, tienen de su persona. En segundo lugar implica ser capaz de aceptarse como uno es, con sus defectos, errores e imperfecciones, con sus emociones negativas y debilidades. 1.1. AUTOCONOCIMIENTO: PONERSE EN CONTACTO CON LO QUE UNO SIENTE Y PIENSA Muchas personas no entienden lo que les pasa, y establecen relaciones causales que no son acertadas porque no saben observar su cuerpo y su mente y no entienden cómo funcionan. El cuerpo humano es complejo y sabio, pues nos manda señales para indicarnos cómo se siente. Estas señales son el lenguaje que utiliza para que tomemos conciencia de lo 14 que nos está sucediendo y también para prepararnos y poder reaccionar ante un estímulo determinado, respondiendo así de forma adaptativa al medio. La fiebre, la sudoración, el pulso acelerado, los bostezos, los pelos erizados..., son señales que nos indican que el cuerpo sufre una reacción ante estímulos internos o externos. Debemos escuchar estos signos para poder entender qué nos está pasando. Muchos adultos se asustan ante reacciones normales que tiene su cuerpo porque han vivido años desconectados de ellas. Vienen a consulta con taquicardias inexplicables o síntomas de infarto de miocardio, sin saber por qué les ha sobrevenido, ya que no han podido establecer la relación entre los síntomas físicos sufridos y una emoción, pensamiento o situación externa. Es importante por ello enseñar al niño desde pequeño a conectar con su cuerpo y con su mente, para que entienda lo que le sucede, pudiendo relacionar su mundo mental con el físico. Si no es capaz de saber qué sucede en su cuerpo o en su mente, lo más probable es que se asuste, se vuelva temeroso o hipocondriaco o se muestre insensible o desconectado de su miedo y sea excesivamente atrevido. No será capaz de entender lo que está pasando a su alrededor porque no podrá conectarlo con él mismo. El cuerpo está íntimamente relacionado con la mente. Todo lo que pasa en el cuerpo afecta a la mente, y lo que afecta a la mente tiene una reacción en el cuerpo. Un ejemplo de esto es el estrés, que se conceptualiza como un proceso que altera la homeostasis del sistema orgánico. Bajo la condición de estrés el organismo trata de acomodarse a la situación realizando complejas secuencias de respuestas orgánicas que implican prácticamente al organismo en su totalidad1. De igual forma, los estados depresivos producen cambios en la secreción de serotonina o en los ritmos biológicos. En el otro polo, la alteración física también produce alteración psicofisiológica directa, como ocurre en el síndrome premenstrual,o indirecta, como el cambio de ánimo que subyace a una enfermedad física cualquiera. a) Cómo ayudar al niño a conectarse con su cuerpo y mente: 1. Pon en palabras lo que le está pasando a tu hijo: • Ahora te sientes cansado, y eso hace que no tengas ganas de nada. • Estás nervioso por el examen y por eso todo te irrita. • Te sientes enfadado y molesto porque no te dejo el juguete. 2. Ayúdale para que establezca las relaciones causales correctas si tiene algún síntoma físico debido a algo psicológico: • Ahora lo que te pasa es que se te acelera el corazón porque estás nervioso. • Te duele la tripa porque estás asustada antes de subirte a la montaña rusa; se 15 pasasará enseguida. No tienes ningún virus ni te ha sentado mal nada. 3. En sentido contrario, ayúdale a darse cuenta de que lo físico también le altera emocionalmente: • No puedes dormir y eso te pone nervioso. • Hoy estás irritable por tus cambios hormonales. • Te sientes desilusionado por todo y aburrido porque no te encuentras bien, pero mañana lo verás de otro modo. Es importante que detectemos cuál es la causa de su malestar y establezcamos la relación con su mente en el caso de que esté somatizando, y al revés. Así evitamos que el niño establezca relaciones causales equivocadas, como creerse que le duele la tripa porque comió determinado alimento, en lugar de pensar que es porque está nervioso debido al primer día de colegio. Las relaciones de causalidad no son fáciles de establecer, requiriendo práctica y ver la totalidad de lo que le está ocurriendo al niño en ese momento. Si vemos únicamente la situación de una forma parcial es fácil incurrir en el error de que el síntoma físico es producido por lo más obvio. b) Caso Lourdes: Lourdes acudió a mí con diecinueve años porque se mareaba cada vez que cogía un coche. En las primeras sesiones aparecieron otros síntomas ansiosos relacionados con situaciones concretas, como mareos que no se sabía de dónde venían, sensación de malestar al encontrarse en una clase con mucha gente, o evitación de lugares cerrados y llenos de gente. Durante muchas sesiones Lourdes estuvo relatando un sinfín de situaciones en las que le pasaban «cosas en su cuerpo» sin motivo y sin ningún problema físico relacionado. Esto había hecho que fuera evitando situaciones en las que se había sentido mal. Poco a poco fuimos desgranando todas y cada una de estas situaciones. Sorprendía la poca conexión que Lourdes realizaba de cada situación con lo que había sucedido ese día o lo que sucedía en su mente. Así, por ejemplo, no entendía por qué se había mareado un día en un coche hasta el punto de tener que parar. Desde aquel día Lourdes tenía miedo a conducir porque pensaba que algo le pasaba que le hacía marearse. Reflexionando sobre el día en el que le sucedió el mareo reveló que la noche anterior había bebido demasiado alcohol y no había desayunado nada antes de meterse en el coche, pudiendo establecer esto como la causa del mareo. Otro ejemplo era el malestar que sufrió un día cuando entró en una sala para hacer su primer examen de la carrera, examen que no llevaba preparado y carrera que no estaba segura de querer continuar. Así que el malestar tenía que ver con la angustia que 16 esto le producía, más que con el hecho de estar en una clase con más gente, que es lo que ella pensaba. Al ir pudiendo hacer la conexión de cada cosa que le pasaba en el cuerpo con algo que le había sucedido antes o con un pensamiento o emoción, Lourdes pareció empezar a tener el control de su vida. Las cosas que le pasaban ya no eran hechos fortuitos fuera de control. A partir de entonces empezó a revisar cada una de las decisiones de su vida, cambió muchas cosas y dejó de estar asustada. 1.2. ACEPTACIÓN DE UNO MISMO Para que un niño se acepte, lo más importante de todo es que sus padres le acepten tal y como es. Esto parece fácil en principio, porque casi todos los padres negamos que haya algún aspecto de nuestros hijos que no aceptemos. Lo camuflamos con el pensamiento de que lo que queremos es que nuestro hijo mejore en tal o cual actitud o conocimiento, pero ¿realmente aceptamos que sea tal y como es? a) Cómo ayudar al niño a aceptarse: 1. Acéptale en su totalidad. El niño necesita sentirse aceptado en su totalidad para aceptarse él mismo. Es necesario que para ello le demos mensajes aceptando la globalidad de su forma de ser o de estar, así como de su físico. Que entienda que, aunque haya aspectos o detalles mejorables, globalmente le aceptamos. 2. No le humilles ni le ridiculices para expresar algo de él que no te gusta. Evita los comentarios irónicos sobre un comportamiento. 3. Enséñale a no compararse con los demás. Para ello es preciso que tú también evites compararle con nadie. Muéstrale la evolución en sus logros y cómo antes no era capaz de hacer algo y ahora sí: «¿Te acuerdas cuando no te podías columpiar solo?, qué bien que ahora ya lo has conseguido». Las comparaciones hacen que el niño sólo sea capaz de valorarse en referencia a otra persona, provocando que se sienta orgulloso o decepcionado consigo mismo si encuentra personas que consigan más o menos logros que él. 4. Demuéstrale que le aceptas y que le quieres aunque creas que él lo sabe. Dile que le quieres, que estás orgulloso de él, que te gusta su compañía, que disfrutas haciendo cosas con él. Elogia las tareas que lleva a cabo, las responsabilidades que asume, los logros que consigue. Dale mimos, besos, caricias, abrazos y deja que él te los dé también. Háblale de todo lo positivo que hace y no le muestres únicamente lo que hace mal: «Qué orgulloso me sentí cuando te vi cantando, qué bien te has portado esta tarde, qué cariñoso eres...». 5. No le etiquetes. No es lo mismo decir «eres malo» que «te has portado mal». 17 Etiquetando sólo conseguirás mermar su autoestima. La etiqueta le caerá como una losa de la que es difícil zafarse. El niño al final se creerá lo que se dice de él y actuará en consecuencia. 6. No seas excesivamente crítico contigo mismo ni con los demás. Si un niño ve que el padre critica despectivamente un aspecto de otra persona, y ese aspecto es lo suficientemente importante para describir a la persona en cuestión, el niño lo que recibirá es que la globalidad no es importante, sino únicamente el defecto o el detalle en sí. Un ejemplo de esto sería hablar de otro con adjetivos descalificativos haciendo referencia a un solo aspecto de la persona: el gordo, el tuerto, el cojo... 7. Enséñale que tú también te equivocas; no temas que vea que tú también cometes errores: «No he estado muy acertado al decirte aquello de esa forma, espero que me perdones», «tenías razón con lo que me dijiste el otro día». Al mostrarle que tú también te equivocas perderá el miedo a equivocarse y aprenderá que nadie es perfecto. Háblale de tus emociones más negativas: la inseguridad, la rabia, el miedo, la envidia..., para que entienda que es normal tenerlas y no se sienta mal por ello. 8. Valida sus emociones. Muéstrale que aceptas el que pueda sentir emociones negativas, que es normal y legítimo sentir como él se siente, a pesar de que sienta algo muy negativo o socialmente inaceptable. Al validar emociones hacemos que el niño no las rechace, ni las niegue, ni las somatice, sino que las asimile y las afronte sin más. A lo mejor muchos de vosotros no sabéis de lo que hablo. Me refiero a validar lo que puede estar sintiendo el niño nombrando las emociones que te generaría a ti si tú estuvieras en esa situación. Nuestros hijos tienen que poder sentir celos, envidia, rabia, egoísmo, odio, tristeza..., y nosotros debemos ser capaces de aceptar esas emociones. Hoy en día los padres no aguantan que sus hijos sufran, lloren o se aburran, haciendo lo imposible para que no se den esas emociones en sus hijos, y si aparecen se pueden sentir fracasados como padres o asustados por no saber controlar las emociones. Lo que enseñamos con esto es que es imperdonable tener ese tipo de emociones y que son algo de lo que hay que huir; el niño se sentiráinadecuado, lo que puede repercutir en su autoestima, además de hacer que se vuelva crítico y exigente consigo mismo. Es un estupendo aprendizaje para un hijo que un padre no se asuste de las emociones que se pueden tener, admitiendo que todos podemos sentirnos celosos, envidiosos, rabiosos, coléricos, agresivos..., sin que eso nos convierta en personas celosas, envidiosas, rabiosas o agresivas. Validando emociones hacemos que nuestros hijos se acepten y sean tolerantes con sus emociones menos buenas y se valoren globalmente. Esto no quiere decir que permitamos todo a nuestros hijos y que tengamos una casa 18 sin límites; no tiene nada que ver con eso. Tampoco que dejemos pasar la agresividad y la permitamos; o que justifiquemos todo en el niño porque tenga celos y no le regañemos por su conducta. Una cosa es que aceptemos que el ser humano puede sentir emociones negativas y otra muy distinta no actuar ante ellas. Lo que sí está claro es que muchas veces, validando la emoción haremos que ésta desaparezca más rápido, al sentirse el niño aceptado y comprendido. Cuando no aceptamos las emociones de nuestro hijo: María le cuenta a su madre que ha hecho un tachón en su dibujo porque Bruno le ha empujado. Madre 1: Bueno, no es para tanto, lo puedes borrar. María: Pues no, porque estaba con rotulador. Madre: Bueno, no es tan grave. María: Pues sí, porque se me estropeó todo el trabajo, tú no lo entiendes. Madre: María, no te pongas tonta que esto no tiene importancia. María: Sí, claro, y encima me regañas a mí. Validaríamos la emoción que siente de esta manera: María: He hecho un tachón en el dibujo porque Bruno me ha empujado. Madre 2: Vaya, qué rabia da eso. María: Pues sí, porque además era con rotulador y no se puede borrar. Madre: Claro, y te sentiste mal porque te estropeó el dibujo. María: Pues sí, la próxima vez estaré más atenta y le diré a Bruno que se esté quieto. Bueno, al final no quedó tan mal del todo. Algunos podríais pensar que no es tan fácil saber qué emoción subyace a lo que te cuenta tu hijo, y que puede ser que te equivoques al nombrar una emoción que en realidad no está experimentando. No importa, él te sacará del error. Íñigo: Mamá, Carlos me ha dicho que soy tonto. Madre: Ya, y estás enfadadísimo. Íñigo: No, estoy triste, porque yo lo quiero mucho y me duele que me diga eso. Madre: Ya, lo entiendo. A veces los adultos preguntamos a los niños por qué se sienten de una determinada manera, pero la mayoría de las veces los niños no saben expresar lo que les pasa. El validar y manifestar emociones en alto les dará el entrenamiento necesario para saber lo que sienten y poder expresarlo mejor. 19 Otras veces preguntamos al niño lo que le pasa, sabiendo ya de antemano la respuesta, de modo que la pregunta resulta peyorativa. Un ejemplo de esto sería si tu hijo se tira al suelo porque no ha conseguido que le compren un juguete. Padre: ¿Pero qué te pasa?, ¿es que ahora me vas a montar una escena? ¿Que tendría que responder el niño? Sabes perfectamente lo que me pasa, y sí, voy a montar una escena. Otro ejemplo sería: El niño pone cara de enfadado porque un señor muy mayor (Juan) le pide que le dé un beso. El padre le dice: ¿Pero qué te pasa?, ¿es que no quieres dar un beso a Juan? El niño responde: Es que es viejo y feo. En esta ocasión sería más apropiado no forzar al niño, y ya a solas decirle: Ya veo que no te gustó que Juan te pidiera un beso. Niño: Pues no, porque no le conozco de nada. Padre: Ya, y además te asusta un poco que sea tan mayor. Niño: Sí, ¿por qué tiene tantas arrugas en la cara? Madre: Porque es mayor, pero no deberías decir que es viejo y feo. En ocasiones lo que hacemos es sermonear al niño con lo que creemos que debería estar sintiendo. Por ejemplo, cuando el niño se enfada porque no consigue un juguete, y la madre le sermonea diciendo que lo que tendría que estar es agradecido por todo lo que ella hace por él. Sería más acertado decirle: Entiendo que te moleste no conseguir lo que quieres y que te hace ilusión ese juguete, pero no puedo comprarte todo lo que quieras, porque no estaría educándote bien. b) Caso Marcos: Marcos era un niño tímido y bueno. Desde pequeño mostró una inteligencia inusual y curiosidad por todo. Empezó a hablar muy pronto, y a los dieciocho meses ya era capaz de cantar canciones y contar cuentos. Marcos no había tenido un desarrollo psicomotor acorde al cognitivo. Nunca llegó a gatear y aprendió a andar tarde. Su inteligencia le ayudaba a anticiparse a los peligros y a darse cuenta pronto de sus limitaciones físicas. A Marcos nunca le interesó el fútbol, aunque sí jugar con su padre a la pelota, pero rehuía desde muy pequeño cuando otros niños hacían equipo para echar un partidito. Él decía que le aburría, que no le interesaba. Con el tiempo sus padres percibieron que lo que le pasaba era, por un lado, que le asustaba la agresividad del juego, con tantos 20 niños dando patadas y cayendo al suelo, y por otro percibía que él era peor que otros, algo a lo que no estaba acostumbrado, puesto que siempre destacaba en todo. Poco a poco Marcos fue capaz de expresar sus miedos e inseguridades con respecto a distintos deportes. Fue aceptando que era imposible ser el mejor en todo y entendiendo que con la práctica podía mejorar. Fue quitándose el miedo a la agresividad de los otros en juegos competitivos, y al final pudo practicar varios deportes, disfrutando de ellos aun sabiendo que no era «el mejor». También encontró un deporte en el que destacar, dándose cuenta de que hay cosas que a uno se le dan mejor y otras peor. 1.3. EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA AUTOCONOCIMIENTO Nivel 0 El niño no es consciente de cuándo tiene frío, hambre o cuándo está cansado. Desconoce lo que le ha puesto irritable. Llora o se siente afectado emocionalmente sin saber por qué. Nivel 1 Sabe reconocer las necesidades de su cuerpo y las nombra correctamente: hambre, sed, frío, cansancio..., aunque le cuesta todavía reconocer estados emocionales como el enfado, la rabia o la ansiedad, y a qué son debidos. A menudo establece relaciones incorrectas de lo que le pasa en el cuerpo sin ver la situación en su totalidad. Nivel 2 Sabe reconocer lo que le pasa en el cuerpo y en la mente y a qué es debido. Sabe identificar la causa de lo que le está ocurriendo en el cuerpo y en la mente la mayoría de las veces, o por lo menos busca de manera autónoma causas posibles. 1.4. EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA ACEPTACIÓN DE UNO MISMO Nivel 0 Se enfada enormemente o se frustra demasiado cuando percibe que no es capaz de hacer algo y abandona la tarea. Se fija continuamente en lo que no hace bien, en los fallos o errores cometidos o en lo que considera defectos, sin apreciar los aspectos positivos de su personalidad. Le cuesta expresar o mostrar alabanzas de sí mismo y no admite recibirlas. Se muestra descontento hacia sí mismo y/o su forma de actuar. Nivel 1 21 Se enfada si percibe que no es capaz de hacer algo, pero lo sigue intentando hasta que lo consigue. Se fija bastante en sus fallos o errores, pero es capaz de apreciar también algún aspecto positivo de sí mismo. Le cuesta expresar o mostrar alabanzas de sí mismo, aunque admite recibirlas. Le gustaría mejorar muchos aspectos de sí mismo, pero acepta que tiene alguna cosa buena. Nivel 2 Reconoce sus fallos y errores, pero es capaz de apreciar los logros. Se fija por igual en lo que hace bien y mal. Se siente bien consigo mismo, aunque le gustaría mejorar algunos aspectos de su personalidad o físico. Es capaz de ver positivamente su evolución respecto a los aspectos a mejorar. Nivel 3 Sólo ve lo positivo de él y no es capaz de percibir sus fallos. Se siente tan bien consigo mismo que no le da importancia a los aspectos de su personalidad o físico o mejorar. No siente que tenga que cambiar en nada. RESUMEN Definición: Engloba primero un conocimiento de uno mismo y, más adelante, su aceptación. Consiste en ser capaz de conectar con lo que uno siente y piensa, con lo que uno hace y con lo quele motiva, con lo que a uno le causa ansiedad, con lo que es capaz de hacer y con lo que nunca conseguirá, con el ideal de persona que uno quiere llegar a ser, con sus expectativas. Una vez conseguido, hay que ser capaz de aceptarse como uno es, con sus defectos, errores e imperfecciones. ¿Cómo ayudar al niño a autoconocerse y autoaceptarse?: 1. Ponerse en contacto con lo que uno siente y piensa, que el niño entienda lo que pasa en su cuerpo y lo que le ocurre en su interior, conectando su mundo mental con el físico. 2. Acéptale en su totalidad. 3. No le humilles ni le ridiculices para expresar algo de él que no te gusta. Evita los comentarios irónicos sobre un comportamiento. 4. Demuéstrale que le aceptas y que le quieres aunque creas que él lo sabe. 5. No le etiquetes. 6. No seas excesivamente crítico contigo mismo ni con los demás. 7. Enséñale que tú también te equivocas; no temas que vea que tú también cometes errores. 8. Valida sus emociones. 22 NOTAS 1 Cano Vindel, A. y Miguel Tobal, J. J. (1998). Ansiedad y estrés. Caso Serafín. 23 2 Pensamiento analítico/reflexividad Pregunta clave: ¿Es tu hijo capaz de entender las relaciones causa-efecto? ¿Identifica todas las partes de un problema? ¿Cuando toma decisiones, establece varias posibles causas de un hecho o varias consecuencias de una acción o una cadena de acontecimientos? ¿Es capaz de anticipar obstáculos y problemas en la planificación de objetivos y planificar los pasos para solucionarlos? ¿Marca prioridades en las tareas en función de la importancia de cada una de ellas? Definición: El pensamiento analítico implica la habilidad de entender una situación disgregándola en pequeñas partes e identificando las implicaciones paso a paso. Incluye el organizar las partes de un problema o situación de forma sistemática y realizar comparaciones entre diferentes elementos o aspectos, estableciendo prioridades de una forma racional. También incluye el entender las secuencias temporales y las relaciones causa-efecto de los hechos. Las personas con niveles altos de reflexividad son capaces de identificar rápidamente la esencia de un problema. Utilizan la lógica efectivamente y generalmente son capaces de establecer conclusiones apropiadas con la información disponible. Sin embargo, las personas con una reflexividad extrema son propensas al «sobreanálisis», con el riesgo de sufrir «parálisis por el análisis» al no utilizar la intuición útil. Muchos adultos no han adquirido un pensamiento analítico y van por la vida actuando sin saber por qué hacen las cosas, sin conocer qué guía su conducta. Se casan, tienen hijos o escogen una profesión porque les lleva la corriente a hacerlo, sin pararse a pensar en la motivación que les lleva a ello. Es imprescindible que enseñemos a los niños a analizar situaciones y a reflexionar sobre los hechos, para que sean capaces de entender qué está pasando y poder prever sus acciones y las consecuencias de éstas en el futuro. 2.1. ABANDONAR EL PENSAMIENTO MÁGICO Los niños tienen un pensamiento mágico que dista mucho del pensamiento analítico de los adultos, aunque es muy común ver a adultos que mantienen el pensamiento 24 mágico durante el resto de sus vidas. Así, muchas personas piensan que su equipo de fútbol gana un partido porque ellos han llevado una determinada camiseta, o que la entrevista de trabajo salió mal porque era un día lluvioso, o que tuvieron un accidente porque pasaron por debajo de una escalera. Se entiende por pensamiento analítico el conjunto de habilidades que permiten resolver operaciones básicas, analizar información, hacer uso del pensamiento reflexivo y del conocimiento del mundo que nos rodea, para aplicarlo a la vida cotidiana. Su desarrollo implica que desde la infancia se proporcione al niño una serie de estrategias que permitan el desarrollo de cada uno de los prerrequisitos necesarios para entender y practicar procesos de pensamiento lógico-matemático. En contraposición con el pensamiento analítico, el pensamiento mágico se basa en la contigüidad temporal. Es decir, si dos acontecimientos se dan seguidos, lo más probable es que el primero sea causa del segundo. Es por tanto un tipo de razonamiento causal que busca relaciones insignificantes de fenómenos (coincidencias) entre actos y eventos. El pensamiento mágico genera la creencia errónea de que los propios pensamientos, palabras o actos causarán o evitarán un hecho concreto de un modo que desafía las leyes de causa y efecto, comúnmente aceptadas. El pensamiento mágico está presente en la cultura (en unas más que otras), y muchas veces ha sido útil para explicar fenómenos inexplicables de nuestra historia, además de formar parte del desarrollo normal del niño. Cuando una persona adulta se rige por un pensamiento mágico siente que el mundo funciona aleatoriamente y sin control, y que las cosas suceden sin más y uno no puede hacer nada por cambiarlas, más que intentar controlarlas haciendo o dejando de hacer aquello que mágicamente es causa de la situación. El volverse maniático u obsesivo no es más que un acto por controlar lo que se cree incontrolable debido a un pensamiento mágico («me pongo la camiseta que seguro hará que apruebe el examen»). Los niños tienen este tipo de pensamiento, que debería evolucionar hacia uno lógico y basado en la deducción, el razonamiento, la generación de hipótesis...: es decir, un razonamiento que permita al niño entender lo que está viviendo y actuar en consecuencia. Muchas veces los padres ayudan a reforzar el pensamiento mágico de sus hijos dando explicaciones sin sentido o realizando conductas que lo refuerzan: ✓ «Se duerme porque me coge la mano» (sin enseñarle a dormir de otra forma). ✓ «Lo que le sienta mal es el hielo pero no la coca-cola» (como explicación a un dolor de tripa). ✓ «Necesita comer por las noches porque un día no comió y se mareó» (sin estudiar otras posibles causas). ✓ «No quiere ir a la guardería porque un día vio un cole de mayores y le gustó más». 25 2.2. CASO ALFONSO Alfonso vino a mi consulta con 17 años. Había vivido una experiencia traumática a los 14 años porque le habían atracado cerca de su casa y le habían dado una paliza. Desde entonces se había vuelto un niño inseguro y miedoso, desconfiado de todo y de todos, y durante mucho tiempo tuvo que estar medicado por sufrir un trastorno de ansiedad generalizada. La paliza había sido un día caluroso de verano. Desde entonces Alfonso temía el calor. Su mente creó la asociación entre el malestar, la ansiedad y el calor, y todos los años en primavera empezaba a ponerse nervioso por la proximidad del tiempo de verano. Fue necesario mucho tiempo de terapia para que Alfonso rompiese esa relación entre calor y ansiedad, y para que se diese cuenta de que la ansiedad no venía de un estímulo interno, sino de su propia mente por la anticipación de la supuesta situación peligrosa. Se fue dando cuenta de las situaciones que le asustaban, para poco a poco ir enfrentándolas, al tiempo que la superación de sus miedos le iba dotando de una visión de su self (de sí mismo) como más poderoso y capaz. Pronto pudo dejar la medicación, con la que también había establecido una relación mágica, al creer que era ésta y no él mismo la responsable de cualquier mejora o bienestar. Alfonso había dotado a la medicación de un valor superior al que en realidad poseía y, por tanto, la dependencia hacia las pastillas era elevada, como si fuesen el bastón que le sostenía. 2.3. CÓMO AYUDAR AL NIÑO A DESARROLLAR SU PENSAMIENTO ANALÍTICO A veces creemos que nuestros hijos entienden una situación y por ello no nos molestamos en explicársela. El entender qué ha sucedido, así como las emociones de las personas implicadas, ayudará al niño a tener un pensamiento analítico de la situación. Veamos un ejemplo. Estáis en el coche y el niño ve cómo un conductor te hace un gesto indicando que estás borracha porque has realizado una maniobra brusca al volante Madre: A ese señor le ha molestado que yo hiciese esta maniobra porque,aunque no es algo prohibido, lo he hecho bruscamente y se ha sobresaltado. Me ha hecho un gesto como de estar borracha y me ha molestado porque me parece desproporcionado. Niño: Pues mamá, a mí lo que me han dado ganas es de abrir la ventanilla y decirle que el borracho es él. Madre: Ya, imagino que no te gusta que digan estas cosas a tu madre, pero no pasa nada. Otra vez intentaré hacerlo de otro modo. 26 Cómo ayudar al niño a desarrollar su pensamiento analítico: 1. No fomentes el pensamiento mágico. 2. Cuando analices una situación con tu hijo, hazle escribir en un papel una lista de las posibles causas y otra de las consecuencias. 3. Habla con tu hijo de lo que le está pasando a él y de lo que te pasa a ti cuando tiene una conducta indeseable: «Esto me hace enfadar porque no me gusta que tires la comida al suelo». «Estoy con esta cara porque estoy cansada...». No des por hecho que él entiende lo que te está pasando. 4. Intenta que tu hijo razone, haciéndole las preguntas adecuadas para que él mismo llegue a una conclusión: ¿Por qué crees que es debido esto? ¿Por qué piensas que ese señor reaccionó así? 5. Reflexiona con él acerca de su pasado, su evolución, sobre lo que él es y cómo ha llegado a este punto, y sobre todo lo que se te ocurra (siempre teniendo en cuenta su edad). 6. Comparte con él tus pensamientos y enséñale tu discurso mental para que entienda cómo has llegado a una conclusión. 7. Habla mucho con tu hijo de todo lo que él pueda llegar a comprender según su edad. Ejemplo: Un niño que está estudiando en el extranjero se queda sin dinero porque lo ha perdido. Los padres le envían más dinero y el niño se gasta todo en tonterías y no guarda nada para la semana que le queda de estancia allí. El padre le regaña por ello y le hace reflexionar: Padre: ¿Por qué crees que te estoy regañando? Niño: Porque me he gastado el dinero. Padre: ¿Y qué crees que es lo que me enfada? Niño: Que no sea responsable con mis cosas. Padre: No es por el dinero en sí, ni siquiera porque no seas responsable. Lo que me pasa es que estoy preocupado porque tengas una urgencia y no tengas dinero y te veas en apuros. Niño: Lo siento papá, pero no te preocupes que si necesito dinero urgente se lo pediré a algún amigo. Debemos enseñar a nuestros hijos a generar hipótesis acerca de lo ocurrido, a reflexionar sobre lo que ha pasado y su forma de actuar, a pensar en cómo podían haber actuado de otra manera y cuál hubiese sido el resultado. 27 2.4. EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA PENSAMIENTO ANALÍTICO Nivel 0 No demuestra capacidad de análisis. Actúa respondiendo a necesidades sin ver más allá. No se para a pensar en qué ha sucedido en una situación. No sabe desglosar los problemas en partes ni establecer prioridades. Nivel 1 Piensa en lo que ha sucedido sin entenderlo. Es capaz de desglosar los problemas en sus partes esenciales, realizando análisis sencillos. Desglosa los problemas en tareas o actividades, pero sin atribuirles valoraciones concretas. Realiza una lista de asuntos a tratar sin asignarles un orden ni establecer prioridades (por ejemplo, no sabe priorizar entre los deberes a realizar en casa). Nivel 2 Entiende lo que ha sucedido si es sencillo. Identifica la relación causa-efecto entre dos aspectos de una situación, pero no más (A causa B). Descompone las situaciones en dos partes: los pros y los contras. Ordena una relación de tareas según su orden de importancia (sabe priorizar los deberes a realizar). Nivel 3 Establece múltiples vínculos causales: varias posibles causas de un hecho, varias consecuencias de una acción o una cadena de acontecimientos (A causa B, que a su vez causa C, que a su vez causa D). Analiza las relaciones entre las distintas partes de un problema o situación (por ejemplo, anticipa los obstáculos y planifica en detalle los siguientes pasos a seguir). Nivel 4 Descompone un problema en múltiples partes y desglosa cada una de esas partes en detalle, estableciendo las relaciones causales entre ellas. Utiliza diversas técnicas de análisis para identificar varias soluciones, y sopesa el valor de cada una de ellas. Identifica las sucesivas capas de un problema. RESUMEN Definición: Implica la habilidad de entender una situación disgregándola en pequeñas partes o identificando las implicaciones paso a paso. Incluye saber organizar las partes de un problema o situación de forma sistemática y realizar comparaciones entre diferentes elementos o aspectos, así como establecer prioridades de una forma racional. 28 También incluye el entender las secuencias temporales y las relaciones causa-efecto de los hechos. En contraposición con el pensamiento analítico, el pensamiento mágico se basa en la contigüidad temporal. Es decir, si dos acontecimientos se dan seguidos lo más probable es que el primero sea causa del segundo. Es por tanto un tipo de razonamiento causal que busca relaciones insignificantes de fenómenos (coincidencias) entre actos y eventos. El pensamiento mágico genera la creencia errónea de que los propios pensamientos, palabras o actos causarán o evitarán un hecho concreto de un modo que desafía las leyes de causa y efecto comúnmente aceptadas. El pensamiento mágico está presente en todas las culturas (en unas más que otras), y muchas veces ha sido útil para explicar fenómenos inexplicables de nuestra historia. De hecho, forma parte del desarrollo normal del niño. Cómo ayudar al niño a desarrollar su pensamiento analítico: 1. No fomentes el pensamiento mágico. 2. Cuando analices una situación con tu hijo, hazle escribir en un papel una lista de las posibles causas y otra de las consecuencias. 3. Habla con tu hijo de lo que le está pasando a él y de lo que te pasa a ti cuando él hace algo. 4. Intenta que tu hijo razone haciéndole las preguntas adecuadas para que él mismo llegue a una conclusión. 5. Reflexiona con él sobre su pasado, su evolución, sobre lo que él es y cómo ha llegado a este punto, y sobre todo lo que se te ocurra (siempre teniendo en cuenta su edad). 6. Comparte con él tus pensamientos y enséñale tu discurso mental para que entienda cómo has llegado a una conclusión. 7. Habla mucho con tu hijo de todo lo que él pueda llegar a comprender según su edad. 29 3 Tolerar los errores y aprender de ellos Pregunta clave: ¿Toma tu hijo decisiones por sí mismo o prefiere que otros las tomen por él? ¿Es capaz de decidir algo aun a riesgo de equivocarse? ¿Centra la atención en sus intereses o deseos para tomar decisiones, o por el contrario se fija únicamente en lo que hacen los demás? ¿Asume sus errores pidiendo perdón por ellos, o intenta echar balones fuera o no asumir la culpa? ¿Tras cometer un error o no conseguir su objetivo, vuelve a intentarlo? Definición: Tolerar los errores y aprender de ellos implica no temer equivocarse, lo que permite enfrentarse a un mayor número de elecciones y decisiones; tener habilidad para reflexionar sobre la decisión tomada y desgranar los pasos que nos han llevado hasta ella, evaluando los pros y los contras de dicha decisión para aprender en el futuro; ser capaz de asumir los errores, y por ende la culpa de haberlos cometido sin desplazarla mentalmente y sin culpabilizar a otros, así como tener capacidad para pedir perdón y/o reparar el daño causado. Los padres nos adelantamos a los deseos de nuestros hijos. Parece que siempre sabemos mejor que ellos lo que quieren y lo que les conviene. No dejamos que elijan, por el miedo que nos da que se equivoquen o simplemente por ahorrarles ese trago o por demostrarles que nosotros sabemos más. Nos adelantamos y elegimos por ellos, mostrándoles con esto que no pueden errar, que equivocarse es malo y que deberían evitarlo, cuando el aprendizaje por ensayo y error es uno de los aprendizajes humanos más útiles. 3.1. ASUMIR LA CULPA Para poder asumir la culpa de algo uno debe reflexionar sobre lo ocurrido. La reflexividad permite al niño ser capaz de entender el mundo que le rodea, entender por qué actúa del modo que lo hace y pensar sobre los errorescometidos. La culpa es difícilmente asumible, y los seres humanos rápidamente usamos mecanismos de defensa para deshacernos de ella. Si asumimos nuestra culpa podremos ser capaces de aprender de nuestros errores y 30 mejorar con ello. De lo contrario, al no hacer frente a los errores cometidos no aprenderemos de la experiencia. Los mecanismos de defensa del Yo son estrategias, a menudo inconscientes, cuya función es la de preservar la intimidad y la auto-imagen. Los mecanismos de defensa fueron propuestos por primera vez por Sigmund Freud (1925), pero fue su hija Anna Freud (1973) la que profundizó en ellos, realizando la primera clasificación sistemática. • Proyección: consiste en colocar en el otro lo que en realidad es propio. Es común en la culpa proyectar en el otro las emociones negativas. Por ejemplo, decirle al otro que está muy enfadado, cuando el enfadado es uno. • Negación: intentar no sentir una emoción tras haberla hecho consciente. Por ejemplo, decir que no sientes rabia cuando realmente la sientes. • Represión: sacar de la conciencia pensamientos y deseos inaceptables. Por ejemplo, cuando sientes rabia y ni siquiera llegas a ser consciente de que la sientes. • Distorsión: atribuirse cualidades exageradas a uno mismo o a los demás. • Regresión: regreso de la conducta a un modo antiguo de buscar la satisfacción. Por ejemplo, cuando el niño deja de comer solo (cuando ya lo hacía) con la finalidad de que el adulto le atienda. • Hipocondriasis: despliegue de fantasías sobre la idea de haber contraído una enfermedad sin ninguna base real. • Fantasía: realización imaginaria de deseos que de otra forma no pueden ser realizados. Por ejemplo, cuando el niño de padres separados tiene la fantasía de que volverán a estar juntos. • Somatización: expresión emocional a través de una respuesta fisiológica. Por ejemplo, el dolor de tripa del niño cuando empieza el colegio. • Conducta pasiva agresiva: mostrar agresividad de forma encubierta. Por ejemplo, decir algo desagradable con una sonrisa y buen tono, advirtiendo que es sin ánimo de ofender. • Conducta impulsiva: evita que la persona se pare a reflexionar sobre los aspectos y motivaciones de su comportamiento. • Control: necesidad de evitar todo cambio ambiental y personal. • Desplazamiento: la emoción o el sentimiento pasa de una representación a otra. Mecanismo típico de los sueños. Por ejemplo, fobia a los espacios cerrados como desplazamiento de un miedo a la muerte. • Aislamiento afectivo: disociación entre los elementos cognoscitivos y emocionales. • Racionalización: inventar explicaciones para justificarse a uno mismo. Por ejemplo, explicar que uno ha pegado a otro porque ese otro ha mentido y está muy mal mentir. • Disociación: alteración temporal de las funciones de integración de la conciencia. 31 • Formación reactiva: sustitución de comportamientos, pensamientos o sentimientos que resultan inaceptables, por otros diametralmente opuestos. • Intelectualización: desconexión de la emociones desde el intelecto. • Sublimación: desvía una finalidad inaceptable y la encamina hacia otra nueva que acostumbra a tener valores ideales. Por ejemplo, ofrecerse a ayudar a los demás con la intención oculta de ser el protagonista. • Supresión: la persona evita intencionadamente enfrentarse o incluso pensar en problemas, deseos o experiencias que le reportan malestar. • Ascetismo: retirada voluntaria de las situaciones que producen gozo. • Humor: utilizar el sarcasmo y la ironía frente a los problemas. La Psicoterapia Gestalt propuso técnicas para promover la integración de esas zonas de nosotros mismos que no queremos ver, a menudo asociadas a las denominadas emociones negativas, como la ira, la frustración, la envidia... En el momento crítico en el que la emoción va a aparecer, usamos el mecanismo de defensa que nos desconecta del sentimiento, el pensamiento, el deseo..., y nos marchamos del presente, nos dormimos, intelectualizamos o fantaseamos. Debido a la automatización de los mecanismos de defensa resulta difícil abandonar el hábito de su uso, pese a que, como contrapartida, nos congelen en el tiempo en referencia a ciertos aspectos madurativos. La culpa es una emoción que intentamos evitar a toda costa, por lo desagradable que nos resulta ser testigo de nuestros fallos. Muchos padres piensan que la solución cuando un niño pega o insulta a otro es pedir perdón. Están más pendientes de que su hijo pida perdón en público que de si su hijo ha entendido o no lo que ha hecho. Pedir perdón parece, en muchos casos, como la varita mágica que todo lo soluciona: si el niño pide perdón ya está todo hecho. Pero no basta con pedir perdón de forma repetitiva, pues antes tiene que haber un acto de reflexión y de constricción: un acto de reflexión en el que el niño entienda qué es lo que ha pasado y qué es lo que hizo mal, y un acto de constricción en el que el niño se arrepienta de lo que ha hecho, así como un propósito de enmienda por el que el niño tenga la intención de no volver a repetir lo que hizo mal. Algunos padres no aguantan que sus hijos cometan errores y tengan la culpa de algo, buscando culpables en el exterior y echando balones fuera. Desde que los hijos son pequeños les exculpan de todo cuanto hagan, enseñándoles que siempre «la culpa» es de otra cosa, como si asumir una responsabilidad estuviese señalando al niño como inadecuado y a ellos como «malos padres». Así, es común ver a padres de bebés que dicen que el niño no sabe dormir solo porque le molestan los dientes o porque tiene miedo, en lugar de asumir que no le han enseñado a dormir o que ellos mismos tienen dificultad en dejar solo al niño cada noche; que el niño no come sólido porque es incapaz de tragar, que pega en clase porque se 32 aburre ya que es muy listo, que cruza la calle solo con dos años porque no le gusta ir de la mano... 3.2. CÓMO AYUDAR AL NIÑO A QUE ASUMA SU CULPA 1. Enséñale a asumir su culpa y a pedir perdón sin buscar otros culpables: refuerza el que asuma su culpa y regáñale si intenta echarle la culpa a otro. 2. Asume tú también tu responsabilidad como padre en la educación y conducta de tu hijo/a. 3. Deja que tu hijo sienta la culpa y el malestar que le genera, sin intentar mitigarlo totalmente: es necesario dejar que sientan la emoción para que ésta no se somatice o se desplace a otra cosa, y así aprendan de ello para la siguiente vez que se les plantee una situación similar. 4. Muéstrale cómo se sentirá mejor si pide perdón o repara el daño, o simplemente, en caso de que esto no sea posible, dejando que el tiempo mitigue la culpa. 3.3. PEDIR PERDÓN El niño se tiene que enterar de que el adulto está molesto o enfadado por lo que ha hecho: Por ejemplo: «Ahora no tengo ganas de hablar, déjame un rato porque estoy enfadada contigo». Muchos padres, especialmente de niños muy pequeños, me trasladan su preocupación porque sus hijos se ríen cuando les regañan, porque no entienden nada de lo que está pasando y ven la situación como un juego. El adulto debe modular su tono de voz y su rostro para que el niño entienda cuánto de grave es la situación. Además de ello, el adulto tiene que mantener el enfado un tiempo proporcional al acto cometido por el niño, porque no ayuda a la comprensión de lo que ha hecho si le regañamos y en cuanto pide perdón volvemos a estar felices y contentos. 3.4. CÓMO AYUDAR AL NIÑO A PEDIR PERDÓN 1. Demuestra que estás enfadado: • Con tu tono de voz: no es preciso que grites, pero sí que estés serio. 33 • Con tu rostro: pon cara de disgusto. • Con tu cercanía: aléjate o cambia de habitación. • Con el tiempo en el que tardas en que se te pase el enfado, tiempo que deberá ser proporcional a lo ocurrido. 2. Ofrece información de las consecuencias, especialmente ante hechos graves en los que el niño tiene que entender la consecuencia de lo que hace para él y para el adulto. • «Si te asomas a la ventana te puedes caer y romperte la cabeza. Es muy peligroso». • Explícale cómo te sientes: «Cadavez que me pegas me siento triste y enfadada porque no me estás tratando como me merezco». 3. Pide perdón al niño si te has equivocado, explicándole qué te pasó para actuar así: «Tuve un mal día con mi jefe y me puse de mal humor y lo pagué con vosotros, lo siento mucho». 3.5. CÓMO AYUDAR AL NIÑO A APRENDER DE SUS ERRORES La mayoría de los padres temen que sus hijos se equivoquen o simplemente le muestran la opción correcta, anticipándose u oponiéndose a la elección del niño. Otros se muestran perfectos ante sus hijos, sabiendo hacer o decir en cada momento lo correcto y sin pedir nunca disculpas. De esta manera creen estar ayudando a sus hijos a crecer sin equivocarse y aprender de ello a la hora de tomar decisiones. Sin embargo, lo que les inculcan es el miedo o el temor a la equivocación, que es el principal enemigo a la hora de tomar decisiones. Si uno teme equivocarse será muy difícil que elija, que tenga iniciativa, que deje las cosas fluir sin intentar controlarlo todo. Cometer errores es el mejor de los aprendizajes para que el niño sepa lo que no tiene que hacer, lo que no le gusta, lo que no desea. 1. Deja que el niño se equivoque, dejándole elegir sin intervenir, especialmente cuando se trate de cosas sin importancia. Por ejemplo, al comprarse un helado o un juguete es preferible no guiarle ni indicarle cuál creemos que es mejor para él. Situación 1: — Javier: Voy a pedir un bombón helado. — Madre: Pero si a ti sólo te gustan los helados de hielo. — Javier: Ya, pero quiero probarlo. 34 — Madre: No te va a gustar y lo vamos a tener que tirar. — Javier: Sí que me gustará. — Madre: Como no te guste te lo comes, con lo caro que es... Situación 2: — Javier: Voy a pedir un bombón helado. — Madre: ¡Qué bien!, así pruebas otro tipo de helados. — Javier: Pero no sé si me gustará. — Madre: Nunca lo sabrás si no lo pruebas. 2. Alábale el que pruebe cosas nuevas y se arriesgue con las elecciones, aun a riesgo de equivocarse: — Javier: Me lo voy a pedir. — Madre: Muy bien, y si no te gusta pues otro día pides otro. 3. No le regañes demasiado si se ha equivocado y refuerza el intento y la iniciativa. Ayúdale a intentarlo de nuevo. Situación 1: — Javier: Pues no me ha gustado. — Madre: Bueno, pues ya lo sabes para la próxima. ¡Qué bien que te lo has pedido!, así ya lo sabes. Situación 2: — Madre: Te has confundido en la suma. ¿Por qué no pones más atención? — Sería más acertado decir: ¿Por qué no revisas la suma a ver si está todo bien? 4. Comenta tus errores con él, para que vea que tú también los cometes: • Se me olvidó esta mañana el móvil en casa y tuve que volver a por él. • Me he equivocado diciéndote esto de esta manera, no debía haberte gritado. • Me equivoqué eligiendo mi primer trabajo, porque realmente no me gustaban las matemáticas. 5. Ayúdale a asumir su culpa y su responsabilidad. 6. No tengas miedo en asumir tus responsabilidades como padre, pues así le estarás enseñando a no desplazar la culpa. 35 3.6. CASO JORGE Jorge era un niño de ocho años inteligente, despierto, con una autoestima muy alta, un importante manejo de las emociones ajenas y una negación importante de las propias. Continuamente tenía conflictos con compañeros del colegio por mentir o intentar manipularles. A él no parecía importarle este hecho, puesto que rápidamente negaba lo que sentía e infravaloraba a los que creía sus amigos. Si se enfadaba con un grupo se hacía amigo de otro sin dificultad, pero los niños en el colegio se iban restringiendo y ya eran pocos los que querían relacionarse con él. Un día Jorge trajo a consulta un conflicto que había tenido en clase. Había traicionado a un amigo contándole un secreto a otro, y al final los dos se habían enfadado con él y le querían «echar del grupo». Jorge se pasó toda la consulta hablando de lo mal que se portaban los demás con él por quererle echar del grupo de esa manera. Jorge se lo había contado a sus padres y éstos se indignaron con la manera de actuar de los otros, puesto que lo que había hecho no era para tanto, y empezaron a criticar la clase de amigos que eran capaces de no perdonar por algo tan poco importante. En ningún momento recriminaron la actitud de su hijo, hasta el punto de que éste no era consciente de haber cometido ningún error, sólo de «la injusticia» que estaba viviendo. Además de esto, la alta autoestima de Jorge le hacía no poder admitir que la actitud de los amigos le dolía y decía: «Si me da igual, si son unos tontos; realmente no eran muy amigos, ya me buscaré otros». Sin embargo, al día siguiente del conflicto no pudo ir a clase por un fuerte dolor de cabeza. Su emoción no era sentida a nivel consciente, pero sin embargo sí somatizada en el cuerpo. Así Jorge conseguía desembarazarse de su malestar y su culpa de una forma rápida; sin embargo, esto no le ayudaba para el futuro, ya que no había aprendido nada de la situación. En consulta fuimos viendo cómo ésta no era la primera vez que Jorge hacía una cosa similar. Intentamos que fuese consciente de cómo se habían sentido los amigos por su actitud. Jorge pudo ver que había cometido un error y aprender que no puede contar los secretos que le confía un amigo, porque si no se arriesga a que dicho amigo no confíe más en el. Entendió que sí que le importaban esos amigos y fue capaz de analizar cuánto le dolía el desprecio que ellos le mostraban. 3.7. EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA TOLERAR LOS ERRORES Y APRENDER DE ELLOS Nivel 0 36 Nunca asume que ha hecho algo, intentando echar la culpa a otra cosa o persona. Vuelve a cometer los mismos errores sin aprender de ellos. No es capaz de tomar decisiones por sí mismo, pidiendo que las tomen por él o fijándose en las decisiones de los otros. Tras cometer un error no quiere volver a intentarlo, no tolera la frustración y no quiere aprender de ello. Nivel 1 Es capaz de darse cuenta de que ha cometido un error, pero por sí mismo no pide perdón por ello ni repara el daño causado. Es capaz de tomar decisiones sencillas, pero en aspectos importantes se muestra inseguro o impulsivo a la hora de tomar una decisión, y en ocasiones prefiere no tomar decisiones para no equivocarse. Nivel 2 Es capaz de reflexionar sobre lo ocurrido e intenta pedir perdón o reparar el daño cometido. Se basa en la experiencia de los otros y en la propia para poder tomar decisiones analizando cada situación. Es capaz de arriesgarse, aunque no controle todas las opciones sin temor a equivocarse. Nivel 3 En base a las experiencias pasadas y al aprendizaje que le han aportado, no comete los mismos errores que en el pasado, y cuando comete nuevos errores reflexiona y analiza lo que ha sucedido para aprender de ello y que no vuelva a suceder. RESUMEN Definición: Tolerar los errores y aprender de ellos implica no temer equivocarse, lo que permite enfrentarse a un mayor número de elecciones y decisiones; tener habilidad para reflexionar sobre la decisión tomada y desgranar los pasos que nos han llevado hasta ella, evaluando los pros y los contras de dicha decisión para aprender en el futuro; ser capaz de asumir los errores, y por ende la culpa de haberlos cometido sin desplazarla mentalmente y sin culpabilizar a otros; tener capacidad para pedir perdón y/o reparar el daño causado. La reflexividad permite al niño ser capaz de entender el mundo que le rodea y por qué actúa del modo que lo hace. El niño tiene que ser capaz de poder asumir la culpa por los errores cometidos, para así poder aprender de ellos. Enséñale a tu hijo a asumir su culpa y a pedir perdón sin buscar otros culpables. Asume tú también tu responsabilidad como padre en la educación y conducta de tu hijo/a. El niño se tiene que enterar de que el adulto está molesto o enfadado por lo que ha 37 hecho: • Demuestra que estás enfadado. • Ofrece información de las consecuencias. • Pide perdón al niño cuando te hayas equivocado. Cómo ayudar al niño a aprender de sus errores: 1. Deja que tu hijo se equivoque, dejándole elegir sin intervenir, especialmente cuando se trate de cosassin importancia. 2. Alábale el que pruebe cosas nuevas y se arriesgue con las elecciones, aun a riesgo de equivocarse. 3. No le regañes demasiado si se ha equivocado y refuerza el intento y la iniciativa. 4. Comenta tus errores con él, para que vea que tú también los cometes. 5. Ayúdale a asumir su culpa y su responsabilidad. 6. No tengas miedo en asumir tus responsabilidades como padre, pues así le estarás enseñando a no desplazar la culpa. 38 4 Empatía: ponerse en el lugar del otro Pregunta clave: ¿Es tu hijo capaz de saber cómo pueden sentir o pensar otras personas? ¿Piensa a menudo en cómo te puedes estar sintiendo tú? ¿Se interesa por cómo te encuentras o qué piensas? ¿Puede entender que mucha otra gente no piensa como él? ¿Se adapta a la historia o a las experiencias de una persona para juzgar su comportamiento, o se muestra implacable, sin tener en cuenta las circunstancias? Definición: La empatía implica la capacidad de entender cómo puede sentir y pensar otra persona, siendo capaz de analizar una misma situación con «los ojos» de esa persona. Ver situaciones desde diferentes ángulos proporciona un mayor entendimiento de la realidad. Nadie nace con la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Es una capacidad que se aprende de nuestra experiencia con las figuras de apego y que se va practicando y entrenando a lo largo de la vida. Aun así, a veces es difícil ponerse en la piel del otro, a no ser que pasemos por la misma situación. El ponerse en el lugar del otro nos ofrece múltiples aprendizajes sobre nosotros y sobre los demás: • Nos ofrece información sobre distintas formas de sentir, pensar, analizar y vivir una misma situación. • Nos permite salirnos de nuestro egocentrismo y ver las cosas desde fuera, con perspectiva, y así ampliar nuestro campo de mira, entendiendo una situación de forma más global y no únicamente centrándonos en un detalle. Esto nos permite poder tener en cuenta circunstancias que pueden estar influyendo en una situación, y que de otro modo podrían pasar inadvertidas. • Nos da la opción de vernos desde la perspectiva de otra persona que siente y piensa de diferente manera. Al entender cómo nos ve el otro podemos entender muchas veces su forma de reaccionar ante nuestra conducta. • El hecho de que la cultura, la familia y las experiencias vividas nos ofrezcan diferentes formas de sentir, vivir y pensar, nos hace ver que los seres humanos somos distintos según las circunstancias y experiencias vividas, desculpabilizando así muchas conductas inapropiadas o diferentes y desechando además la idea de 39 que aquel con el que interactúo tiene que «ser» igual a mí. • Nos ofrece la opción de corregir nuestras ideas preconcebidas y los posibles malentendidos, puesto que entiendo cómo es el otro y que su actitud no necesariamente tiene que ser debida a lo que yo creo, ya que él es diferente a mí (muy útil en adolescentes y en problemas interpersonales). • Nos permite luchar contra nuestras ideas persecutorias y nuestras ansiedades; por ejemplo, que yo sea crítico no quiere decir que el otro lo sea. • Nos da la opción de ser más justos con nosotros y con los demás, actuar como un juez instructor que estudia el caso y no como el que únicamente juzga sin mirar circunstancias, atenuantes o eximentes. Hoy en día muchos padres creen que lo mejor para sus hijos es dárselo todo, estar siempre disponibles, dispuestos a satisfacer todos los deseos del menor. Han deseado tanto tener un hijo o disfrutan tanto con ello que no quieren verle sufrir ni frustrar sus deseos, o simplemente gozan enormemente al verle sonreír. Me encuentro muchos padres que, sin ser conscientes, hacen que todo su mundo gire en torno a su hijo y se sacrifican por él a cualquier precio. Todavía recuerdo una madre que me contó que se pasó seis meses durmiendo en una silla porque su hijo había nacido con reflujo y tenía miedo de que se ahogase, y ni siquiera dejaba que su pareja se turnase con ella. También hay muchas madres que, a pesar de tener mastitis o de sangrar al dar de mamar, siguen «forzándose» a dar el pecho a su hijo, con el consiguiente sacrificio y malestar que ello supone. A veces este tipo de conducta en los padres tiene que ver con el sentimiento de «poder» como padre/madre, unido al interés del bienestar del menor. En ocasiones, el ceder y sacrificarse sin límite por el niño, sin excepciones y por encima de todo, va creando una forma de relacionarse con el niño que tiene como consecuencia que éste no aprende a ponerse en el lugar de otra persona: no entiende que su madre pueda estar cansada para leerle el cuento, porque todos los días, pase lo que pase, se lo sigue leyendo, ni entiende que no pueda cogerle en brazos porque, a pesar del dolor de espalda, lo acaba haciendo. Si no le damos al niño la oportunidad de ponerse en nuestro lugar, nunca lo hará. No verá a los padres como seres con sentimientos, emociones o deseos, sino únicamente como «proveedores» o personas que satisfacen deseos, y, más adelante, cuando se vuelva un niño exigente y en ocasiones tirano, nos sorprenderá y nos sentiremos defraudados, después de todo lo que hemos hecho por él. Se ven muchos niños tiranos que, además de no haber tenido límites ni trabajar su capacidad de resistir la frustración, no son capaces de ponerse en el lugar del otro. Son niños que no se sienten culpables por el daño causado, porque no se sienten responsables de él. Les han acostumbrado a que la norma es que sus deseos se vean cumplidos y no toleran el que no ocurra. 40 Debemos enseñar día a día a nuestros hijos a ponerse en nuestro lugar (de una u otra manera, dependiendo de la edad del niño), para que entiendan que tenemos una vida fuera de lo que ellos puedan ver, y unos sentimientos y emociones propias, expectativas y deseos; que también nos cansamos, nos duele el cuerpo y nos enfermamos. Si el niño no comprende esto, nunca podrá salir de su egocentrismo natural y ver más allá. 4.1. CÓMO AYUDAR AL NIÑO A PONERSE EN TU LUGAR Y AUMENTAR SU CAPACIDAD DE EMPATÍA 1. Cuando estés cansado dile que hoy no puedes hacer algo y, por supuesto, no termines haciéndolo. Si no puedes hacer algo porque te duele la cabeza o la espalda díselo y no lo hagas, que lo acabará entendiendo: «Me encantaría cogerte, cariño, pero no puedo porque me duele muchísimo la espalda». 2. Dile cómo te sientes cuando no logras que haga algo: «Me siento agotada cuando te llamo veinte veces para que vengas a bañarte y no me haces ni caso». 3. Explícale qué te pasa cuando te duele la cabeza y dile que piense en cómo se siente él cuando le duele algo. 4. Cuéntale qué has hecho durante el día para estar cansado para que lo entienda. 5. Explícale por qué hoy no tienes muy buen humor, y que tendrá que tener paciencia contigo porque hoy tú no la tienes. 6. Explícale qué te ha pasado para perder los nervios en una situación y pídele perdón por ello. 7. Pídele su colaboración el día que no te sientas con fuerzas para hacer algo: «Hoy me tienes que ayudar y, como un mayor, me vas a obedecer a la primera». 8. Cuéntale tus cosas: «Hoy me he enfadado en el trabajo con alguien» (para que entienda que has tenido un mal día y que tienes vida fuera de lo que él ve). 9. Hazle partícipe de tus deseos o ilusiones, que entienda lo que a ti te gusta hacer: «Mañana voy a comer con una amiga y me apetece mucho» (que entienda que tú también tienes amigos y te gusta estar con ellos, que vea que tienes un mundo más allá de lo que él ve). 10. Cuéntale cosas del pasado que has podido sentir como él, pues así se sentirá más entendido y te entenderá también mejor a ti: «Yo también me ponía nerviosa el primer día de clase..., recuerdo que...». 11. Explícale que hay diferentes formas de sentir, de vivir y de pensar, en función de la cultura, la familia o las experiencias vividas. Dale otros puntos de vista, especialmente cuando te cuente desacuerdos o problemas interpersonales. Por ejemplo, que entienda por qué un amigo actuó así y que pensó algo distinto a lo que él hubiera pensadoen esa situación. 12. Dale experiencias que le ofrezcan la oportunidad de ver que se pueden hacer las 41 cosas de otra forma: que vea otras culturas o países, que se relacione con otras familias... 13. Explícale lo que pasa por tu cabeza, no esperes que lo sepa sin más. Dile también las cosas agradables y bonitas que sientes hacia él y hacia otras personas o cosas. 4.2. CASO NICOLÁS Nicolás tenía once años cuando sus padres acuden a mi consulta. El motivo de la misma es que no saben cómo actuar con él porque continuamente les insulta, e incluso pega a su madre. Es un niño exigente y que se enfada con facilidad, y los padres están preocupados porque le ven triste, a pesar de todo lo que hacen por él. Me cuentan que, desde siempre, Nicolás ha sido un niño muy complicado y que no saben si es por la forma de ser de él o por ellos. Es un niño muy dependiente, que no se ha separado de ellos para nada, ya que dejarle con alguien siempre ha sido una complicación: «si nos queríamos ir empezaba a llorar, creemos que le hemos consentido demasiado». Desde pequeño la madre le hacía todo: le vestía, le peinaba, le duchaba... Ahora tiene temporadas que no quiere que le hagan nada y hacerlo por sí mismo. La madre reconoce que ella le pone más límites que el padre, y que por eso Nicolás le trata fatal. El padre es más tolerante y tiene más paciencia. Nicolás está a la defensiva desde que se levanta hasta que se acuesta y la madre tiene miedo de él. Siempre busca la manera de contentarle para que no se enfade con ella, porque si encuentra algo que no le gusta grita, insulta e incluso pega a su madre. A veces les dice que ellos están para servirle. En cuanto a las normas, Nicolás no quiere ni oír hablar de ellas. No acepta por ejemplo que le digan que no haga los deberes viendo la televisión, come en el salón porque no le gusta hacerlo en la cocina, etc. Tiene un hermano de ocho años que hace los deberes y no da problemas. Es un niño muy independiente, porque, para que Nicolás no sufriera cuando nació, le han prestado poca atención. Nicolás va bien en los estudios y se esfuerza por sacar la mejor nota. Consideran que es muy selectivo con los amigos y extremo: se ilusiona y desilusiona rápido; así, aunque tiene bastantes amigos y nunca está solo, si se enfada con alguien rápidamente le sustituye por otro. En su grupo es líder, y con los profesores la relación es buena y correcta, nunca les ha faltado al respeto y se porta bien en clase. A Nicolás difícilmente se le puede llevar la contraria. Sale todos los días del colegio enfadado y normalmente no habla en el coche de vuelta a casa. Cuando llega hace los deberes con su padre, puesto que cree que es el único que le puede ayudar, diciendo que la madre no tiene ni idea. Se acuesta tarde porque le gusta ver series y además dice que 42 le cuesta dormir, por lo que la madre tiene que acostarse con él todas las noches hasta que una hora después se queda dormido. Nicolás no entiende que los padres quieran estar con amigos, y si les ve hablando con alguno en la urbanización de la comunidad o por teléfono rápidamente interrumpe o «monta un pollo». Opina que los padres tienen que ocuparse de él en todo momento, y si no que no hubieran tenido hijos. Cree que los padres deben estar todo el tiempo con sus hijos. Cuando acuden a consulta los padres están desesperados, peus no saben qué hacer; indican que viven para Nicolás y que no tienen vida propia, porque no hacen nada sin los niños. Les preocupa que ellos le dan todo y él sigue estando triste y enfadado. En este caso nos encontramos ante unos padres excesivamente blandos. La madre vive atenta al mundo emocional de su hijo, estando pendiente las 24 horas de sus reacciones, las cuales controlan su vida desde que se levanta hasta que se acuesta, por temor, olvidándose de ella misma y centrándose en todo momento en su hijo y sus necesidades. El sumiso padre lo aguanta todo, y el hermano pequeño parece invisible porque no se habla de él. Nicolás es incapaz de ponerse en el lugar del otro. Los padres siempre están disponibles, pase lo que pase, y modifican sus planes en función de la reacción del niño, lo que imposibilita que éste se sepa poner en el lugar del otro, que postergue sus deseos, que se frustre... Nicolás siempre ha tenido a alguien al lado para hacerle todo, y esto hace que se sienta inseguro estando solo y que crea que hace las cosas porque el otro está presente, lo que provoca que siempre se intente «fusionar» con un amigo, sustituyendo a un amigo por otro en cuanto existe el más mínimo contratiempo. Nicolás necesita más autonomía y los padres necesitan más vida en pareja. Ayudamos a Nicolás a aprender a controlar su ansiedad, para que ésta no se dispare, y le dimos recursos internos para no depender del otro a la hora de controlar su ansiedad. Trabajamos para que aprendiese a ver al otro de manera más global, con defectos y virtudes, con deseos y necesidades. Le enseñamos cómo siente y piensa el otro, para que pudiera ponerse en su lugar. Les devolvimos el poder a los padres para que Nicolás se pudiese sentir más seguro y tuviese una imagen más idealizada de ellos. Trabajamos los celos hacia su hermano y hacia los amigos, a la vez que le dotamos de recursos personales para enfrentarse a situaciones él solo. Fue un trabajo arduo y complejo, ya que Nicolás no entendía que hubiese otras formas de hacer o de ver las cosas que no fuese como él lo hacía. Se mostraba como un juez implacable con sus padres, con sus amigos e incluso con la terapeuta. 43 4.3. EVALUACIÓN DE LA COMPETENCIA EMPATÍA Nivel 0 Falta de entendimiento o sorpresa por los sentimientos que han llevado a una persona a actuar de una determinada manera. Presenta continuos malentendidos y falta de comprensión por otros. No capta cómo se sienten las personas, a través de su lenguaje no verbal, expresión o tono de voz. Cree que los demás piensan, sienten y actúan siguiendo las mismas leyes por las que él se rige. Nivel 1 Capta los sentimientos de una persona en un momento dado (a través del lenguaje no verbal, la expresión facial y/o el tono) o su razón explícita, pero no ambas cosas. No toma en cuenta las circunstancias de una persona para entender su conducta. Nivel 2 Comprende a la vez los sentimientos de los demás y su razón explícita. Entiende el sentido o por qué los demás actúan en ese momento de una determinada manera, aunque éstos no lo expliquen o lo hagan de una forma incompleta o imprecisa. Nivel 3 Entiende los problemas de fondo y los puntos de vista de los demás. Comprende las razones principales de los sentimientos, preocupaciones y comportamientos más arraigados de otras personas. RESUMEN Nadie nace con la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Es una capacidad que se aprende de nuestra experiencia con las figuras de apego y que se va practicando y entrenando a lo largo de la vida. El ponerse en el lugar del otro nos ofrece múltiples aprendizajes: • Nos ofrece información sobre distintas formas de sentir, pensar, analizar y vivir. • Nos permite salirnos de nuestro egocentrismo y ver las cosas desde fuera, para poder tener en cuenta circunstancias que pueden estar influyendo en una situación. • Nos da la opción de vernos desde la perspectiva de otra persona que siente y piensa de diferente manera. • El hecho de que la cultura, la familia y las experiencias vividas nos ofrezcan diferentes formas de sentir, vivir, y pensar, nos hace ver que los seres humanos somos distintos según las circunstancias y experiencias vividas. 44 • Nos ofrece la opción de corregir nuestras ideas preconcebidas y los posibles malentendidos. • Nos permite luchar contra nuestras ideas persecutorias y nuestras ansiedades. • Nos da la opción de ser más justos con nosotros y con los demás. Cómo ayudar al niño a ponerse en tu lugar y aumentar su capacidad de empatía: 1. Cuando estés cansado dile que hoy no puedes hacer algo y, por supuesto, no termines haciéndolo. 2. Dile cómo te sientes cuando no logras que haga
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