Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
LA ESENCIA DE LA PERSONA SEGÚN MAURICE NÉDONCELLE JOSÉ LUIS VÁZQUEZ BORAU 2 “Este es el primer precepto de la amistad: pedir a los amigos sólo lo honesto y hacer por ellos sólo lo honesto” Cicerón Para los jesuitas Ferran Manresa y Josep Mª. Coll, estímulos en el camino de la Vida. © José Luis Vázquez Borau ISBN: 9781717905857 Sello: Independently published 3 ÍNDICE INTRODUCCIÓN ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 5 PRIMERA PARTE: VIDA Y OBRA DE MAURICE NÉDONCELLE ... ... ... ... ... Pág. 9 I. BIOGRAFÍA INTELECTUAL … … … … … … … .. ... Pág. 11 1. Docencia e investigación ... ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 14 2. Principales influencias ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...Pág. 21 3. Producción bibliográfica por orden cronológico ... ... ... Pág. 22 4. Principales libros donde trata de la persona ... ... ... ... Pág. 23 II. CARACTERÍSTICAS DE SU PENSAMIENTO … … … … Pág. 25 1. No hay pensamiento sin reflexión ... ... ... ... ... ... Pág. 26 2. Pensar es tener gusto por la verdad, la belleza y la bondad Pág. 27 3. El pensamiento es una tarea impersonal … … … … Pág. 28 4. Conocer es tener fe y confianza en las personas … … Pág. 30 III. LA PERSONA COMO CENTRO DE SU INVESTIGACIÓN INTELECTUAL … … … … … … … Pág. 33 1. Centrado en el estudio de la persona … … … … … Pág. 36 2. Finalidad de su estudio … … … … … … … … Pág. 38 3. La reciprocidad de las conciencias es la base y fundamento de su pensamiento … … … … … … … … … Pág. 43 SEGUNDA PARTE: SU CONCEPCIÓN DE LA PERSONA ... ... ... ... ... ... ... ... Pág. 49 4 I. LA PERSONA COMO INTERPRETACIÓN DEL MUNDO REAL Pág. 55 1. 1. La persona supone una revolución en la teoría del ser, del conocimiento y del comportamiento … … … … … Pág. 57 2. La persona en su relación con la trascendencia … … Pág. 60 3. La persona en su relación con la ética … … … … Pág. 70 II. LA PERSONA Y EL ARTE … … … … … … … … … Pág. 75 III. LA PERSONA Y LA POLÍTICA … … … … … … … Pág. 83 CONCLUSIÓN … … … … … … … … … … … … … Pág. 91 BIBLIOGRAFÍA … … … … … … … … … … … … Pág. 97 5 INTRODUCCIÓN Cada vez resulta más patente que la exaltación de la razón humana en su soledad, aunque pueda estar justificada por motivos históricos comprensibles, está influyendo en su propio abatimiento por una dinámica de descomposición interna[1]. La justificación para este argumento es que la razón no se puede aislar del corazón de los hombres en la dignidad de su vocación humana. Maurice Nédoncelle, siguiendo la tradición platónica, agustiniana y pascaliana se expresa siguiendo la “inteligencia del corazón”, lo que el denomina Filosofía del espíritu, y que también podríamos llamar “sabiduría cristiana”. ¿A qué nos estamos refiriendo cuando decimos “inteligencia del corazón”? Estamos pensando claramente en la frase célebre de Blaise Pascal y su juego de palabras: "Le coeur a ses raisons, que la raison ne connait point: on le sait en mille choses" El corazón tiene sus razones que la razón no conoce: se ve en mil cosas[2]. Aquí Pascal lo que busca es el auténtico “conocer humano”, tal como nos dice H. Küng: "Descartes había identificado el alma con la conciencia y reducido todas sus funciones al pensamiento. Pascal, fino observador tanto de la naturaleza como de la psique humana, no acaba de decidirse, a pesar del gran énfasis que pone en el pensamiento, a verificar semejante reducción. Pascal no es racionalista. Nada que oponer a la razón discursiva. Pero ¿acaso no hay también un conocimiento intuitivo?. Nada que oponer a la lógica. Pero ¿no existe también el instinto?"[3]. La palabra “corazón”, coeur, resume mucho mejor que "sentimiento" lo que según Pascal se contrapone a la "razón", raison. Y "corazón" tampoco significa lo irracional o emocional en oposición a lo racional o lógico, no es "alma" en oposición a "espíritu". El corazón es el centro espiritual de la persona humana, expresado simbólicamente en el órgano corporal, 6 su más íntimo centro de actividad, el punto de arranque de sus relaciones dinámico- personales con el "otro", el órgano adecuado por el que la persona tiene sentido de la totalidad. El corazón es el espíritu humano, pero no en cuanto piensa y razona de manera puramente teórica, sino en cuanto espíritu que está presente de forma espontánea, que percibe intuitivamente, que conoce existencialmente, valora integralmente y ama u odia de mil maneras. También el psicoanálisis inauguró una nueva dimensión de la verdad. Como nos dice E. Fromm: "el psicoanálisis de los procesos del pensamiento no sólo se ocupa de los pensamientos racionalizadores que tienden a deformar o a ocultar la verdadera motivación, sino también de los pensamientos que no son verdaderos en otro sentido, el de no tener el peso y la significación que les atribuyen los que los profesan. Un pensamiento puede ser una concha vacía, sólo una opinión mantenida porque es la expresión de la cultura en que se vive, y que cambia cuando cambia la opinión pública. Por el contrario, un pensamiento puede ser la expresión de los sentimientos de la persona y sus genuinas convicciones. En el último caso, está arraigado en su personalidad total, tiene ‘matriz emocional’. Sólo los pensamientos arraigados así determinan eficazmente la acción de la persona"[4]. Por esto el mismo Fromm defiende al psicoanálisis como "médico del alma" al reconocer que hay leyes inmutables inherentes a la naturaleza humana, y, si estas se violan, se produce un grave daño para la personalidad. Si alguien viola su integridad moral e intelectual, debilita o paraliza su personalidad total. "Si su forma de vivir, continua diciendo Fromm, esta aprobada por su cultura, el sufrimiento puede no ser consciente, o ser experimentado como cosas enteramente separadas de su problema real. Pero a pesar de lo que él piensa, el problema de la salud mental no puede estar separado del problema humano básico, el de lograr los fines de la vida humana: la independencia, la integridad y 7 la capacidad de amar"[5]. Así, "la persona tiene que luchar para reconocer la verdad, y sólo puede ser totalmente humana en la proporción que logre esto. Tiene que ser independiente y libre, un fin en sí mismo, y no el instrumento de otra persona. Tiene que unirse a los demás por medio del amor. Si carece de amor es una concha vacía, aun cuando fuera todo poder, riqueza e inteligencia. La persona tiene que conocer la diferencia entre el bien y el mal, tiene que aprender a escuchar la voz de su conciencia, y a ser capaz de seguirla"[6]. Todo lo dicho hasta aquí, conecta perfectamente con la antropología de la Biblia, en la que el corazón de la persona es la fuente misma de su personalidad consciente, inteligente y libre, la sede de sus elecciones decisivas, la ley no escrita[7] y de la acción misteriosa de Dios. En toda la Biblia encontramos el corazón como el lugar donde la persona se encuentra con Dios, donde el Silencio se vuelve Palabra y la persona humana encuentra su vocación. La persona, a diferencia del ángel que en el momento de ser creado adquiere su plena naturaleza y realiza perfectamente todas sus propias potencialidades, ésta no es toda la humanidad ni puede llegar a serlo. La perfección del individuo humano no consiste en ser la totalidad de la naturaleza humana, sino en ser persona. Cada persona tiene su particular manera de realizar esta perfección de la humanidad. La humanidad es una y cada persona realizasu propia humanidad o “personalidad”. Cada vez que una persona intenta unificar su vida en torno a su centro vital, ésta ya está a la búsqueda de la dimensión sagrada de su ser. Este centro es inmanente a la persona, pero por el hecho mismo de no estar realizado, es trascendente a la persona. Este centro está en el corazón de nuestro ser. Se encuentra en medio, equidistando de cada uno de los factores de nuestra existencia. Por esta razón, el ser humano es el único animal capaz de decir no, de tener personalidad, que es la capacidad de ser inconformista. Es nadar 8 contracorriente hacia el Absoluto, que es la suma simplicidad: Verdad absoluta, Belleza absoluta y Bondad absoluta. En el presente libro, La esencia de la persona según Maurice Nédoncelle, pretendemos, querido lector, dar a conocer a este autor que tanto ha influido en el pensamiento contemporáneo, pero desconocido en el mundo hispano[8], para después señalar, según nuestro entender, lo que nos parece la esencia de la persona según este autor, que ha fundamentado el pensamiento personalista de nuestro tiempo. Y nos place, de una manera especial, poder presentar este texto en el año del centenario de su nacimiento, intentando mantener viva así la llama de su testimonio y santidad de un intelectual cristiano. PRIMERA PARTE: VIDA Y OBRA DE MAURICE NÉDONCELLE 9 10 I. BIOGRAFÍA INTELECTUAL Maurice-Gustave Nédoncelle nació en Roubaix el 30 de octubre de 1905. Es un protagonista de la evolución del espíritu francés desde el comienzo de siglo hasta el momento de su muerte en 1976. Hay que señalar que Emmanuel Mounier nació el mismo año, pero murió mucho más joven, en 1950. El gran pensador francés de esta época es Henri Bergson (1859-1941), que reivindica la metafísica frente a los ataques del positivismo. Distingue entre ciencia natural y filosofía. Aquélla tiene por objeto el mundo de la naturaleza, la rigidez inorgánica, la discontinuidad, y por método el pensamiento intelectual, que trabaja con conceptos. Esta, la filosofía, tiene por objeto la esencia de la realidad, la vida siempre fluyente, y por método la intuición. Bergson piensa que la filosofía o metafísica se basa en la intuición, a la que contrasta con el análisis, que lo concibe como la reducción de lo complejo a sus constitutivos simples, como cuando un objeto físico es reducido a moléculas, a átomos y finalmente a partículas subatómicas, o cuando una idea nueva es explicada a base de ordenar de otro modo ideas que ya se tenían. Por intuición entiende "la conciencia inmediata"[9] o percepción directa de la realidad. ¿Cuál es el objeto de esa intuición? Se puede decir que es el movimiento, el devenir, la duración, aquello que sólo puede conocerse por aprehensión inmediata o intuitiva y no a través de un análisis reductivo que lo distorsione o que destruya su continuidad. Así, el objeto de la intuición es la realidad. Mientras que la ciencia positiva se ocupa del mundo material, la metafísica se reserva para sí el ‘espíritu'. De Bergson le viene a Nédoncelle el sentido dialéctico que tiene toda reflexión, la unidad de acción entre persona y mundo, conciencia y realidad. Este 11 movimiento se contrapone al materialismo y al determinismo de algunos pensadores de la Ilustración y un retorno a las genuinas tradiciones de la filosofía francesa. El padre de Nédoncelle era profesor, y éste creció en un ambiente de cultura y de universidad. Su formación la realizó en el Seminario de San Sulpicio y La Sorbona. De esta formación universitaria arranca su espíritu ordenado, metódico y disciplinado, pero acogedor y humano a la vez. Su formación humanista y clásica culmina con la ordenación sacerdotal en 1930. Entre las primeras lecturas como estudiante del joven Nédoncelle en 1918, están las del autor Lucien Laberthoniere (1860-1932) cuyas obras fueron condenadas por el Santo Oficio e incluidas en el Index librorum prohibitorum, al que se prohibió seguir publicando. Influido por la tradición agustiniana del Oratorio Laberthoniere se opuso al intelectualismo neotomista por estimar que se fundaba principalmente en abstracciones. Con el fin de hacer revivir el pensamiento cristiano intentó fundarlo en un sentido concreto y viviente de la existencia y del ser. El ser no puede ser aprehendido desde fuera, pues entonces es una abstracción; sólo aprehendido desde dentro se convierte en realidad. La fe no es algo simplemente dado, como sostiene en el fondo el tradicionalismo y el fideísmo. No es tampoco algo que está, por decirlo, “ahí”, dispuesto a ser dilucidado por la pura inteligencia. La fe es algo viviente, esto es, algo que “se hace”; lo primero que hay que hacer con la fe es “interiorizarla”. Por eso Laberthonnière defendía un “realismo cristiano” opuesto al “idealismo griego”, el cual constituía, a su entender, un intelectualismo extraño al cuerpo real y viviente de la fe. La filosofía era para él la ciencia de la vida, de la vida humana, y su punto de partida estaba en "nosotros mismos como realidades interiores y espirituales, con conciencia de nosotros mismos" [10]. Laberthonnière juzgaba indebidas las concesiones de Blondel al tomismo, ya que 12 consideraba que el aristotelismo tenía más de física que de metafísica, aunque a una parte de él se le haya puesto la etiqueta de “metafísica”. Y el Dios de Aristóteles, replegado en sí mismo, se parece muy poco al Dios viviente y activo de la religión. La tesis de Laberthonnière afirma que es más bien el cristianismo el que proporciona la solución más adecuada y beneficiosa al ser humano. O, mejor dicho, el cristianismo es para él la sabiduría salvadora, la verdadera “ciencia de la vida”, por la que la persona puede vivir. Toma la palabra ciencia en el sentido de que esclarece la naturaleza y la meta de la vida de la persona considerada en ella misma Según reconoce él explícitamente, Laberthonnière vuelve así a adoptar el punto de vista de San Agustín y otros escritores cristianos de los primeros siglos que consideraron que el cristianismo era, de suyo, la verdadera y genuina filosofía que completaba las filosofías del mundo antiguo y venía a superarlas. La separación y el subsiguiente conflicto entre la filosofía y la teología fue un desastre. Santo Tomás de Aquino no bautizó a Aristóteles, sino que aristotelizó el cristianismo. Desde este punto de vista resulta evidente que adopte el pensamiento agustiniano y que subraye la estrecha conexión entre verdad y vida. Este es su razonamiento: "Como ninguna existencia se demuestra, tampoco se demuestra que Dios existe. Ya en el mismo buscarle se le halla. Es más, se le busca porque ya se le ha hallado, sólo porque está presente y activo en la conciencia que de nosotros mismos tenemos"[11] En estos años de su primera formación es cuando Nédoncelle descubre el trasfondo metafísico de toda reflexión filosófica y valora la utilidad del método reflexivo. Nédoncelle conoce y domina todos los movimientos, evoluciones y oscilaciones de la filosofía y de la cultura greco-romana, disponiendo también del patrimonio de datos y experiencia histórica que supone la filosofía cristiano- 13 occidental[12]. 1. Docencia e investigación Después de su formación humanista vendrá la etapa docente de Maurice Nédoncelle, que durará, alternando con la investigación, toda su vida. Primero es profesor en el Colegio de San Alberto-de-Mun. En 1935 hace en la Universidad de París el Doctorado en Filosofía con su estudio sobre La pensé religieuse de F. von Hügel, en cuyo tribunal de calificación estaba Brunschvieg. De este autor Nédoncelle recibe el equilibrio constante entre realismo y conciencia iluminada por el espíritu. Brunschvicg tiene una posición idealista. Concibe a la filosofía como la actividad de la mente que se hace conciencia reflexiva de sí. Esto recuerda a la filosofía trascendental de Kant, pero para éste autor la filosofíano consiste en una deducción a priori de categorías supuestamente inmutables. El espíritu llega a conocerse a sí mismo mediante la reflexión sobre su actividad tal como históricamente se manifiesta, por ejemplo, en el desarrollo de la ciencia. Y a través de esta reflexión comprende la mente o el espíritu que sus categorías cambian; ve su propia inventiva y creatividad y se abre a nuevas categorías y a nuevos modos de pensamiento. La actitud kantiana lleva a un idealismo estéril. El genuino idealismo es una "doctrina del espíritu viviente... Todo progreso en el conocimiento y en la determinación de la mente va vinculado al progreso de la ciencia"[13]. Sin embargo, no es simplemente una cuestión de ciencia. También en la esfera de la moral el auténtico idealismo permanece abierto a una nueva comprensión de los principios morales a la luz del progreso social. La mente o el espíritu llega a conocerse en su actividad; ahora bien, su actividad no ha cesado en ningún punto determinado de su reflexión sobre sí. La 14 ciencia es capaz de cambio y de progreso; también lo es la sociedad; y también la vida moral de la persona puede cambiar y progresar. La mente puede aspirar a una síntesis comprensiva y última, pero no puede detenerse ahí. Porque la mente o el espíritu sigue siendo algo inventivo y creador: crea nuevas formas y llega a conocerse a sí misma en sus propias creaciones y mediante ellas. Para Brunschvicg, la metafísica es reducible a la teoría del conocimiento; el acto constitutivo del conocimiento es el juicio, y este se caracteriza por la afirmación del ser[14]. Cuando Brunschvicg trata el ámbito moral, que es el del juicio práctico, recalca el movimiento del espíritu humano hacia la unificación. Este autor piensa que los seres humanos se van asimilando cada vez más entre sí mediante la participación en la actividad de la conciencia, por cuanto ésta crea valores que trascienden el egoísmo individualista. En la Sorbona conoce a Louis Lavalle, a quien presenta el manuscrito de su Tesis de Doctorado en Letras, que defendió bajo el título de La reciprocité des conciencies. Essai sur la nature de la personne[15], que el maestro acepta y alaba y que fue publicado en la Colección de “Philosophie de l’Esprit”, que dirigía Lavalle. Comienza a colaborar en Cahiers de la Nouvelle Journée, en donde, bajo seudónimo de M. Desbiens, escribe sobre el movimiento filosófico de Inglaterra[16]. Nédoncelle estudia, divulga y estima a los hegelianos ingleses por su gran sentido religioso y por la interpretación espiritual del idealismo. Esto supone una nueva forma de entender al mismo Hegel, distinta de como se hacía en Francia en aquel momento. Un año después aparece en Francia el Manifiesto al servicio del personalismo (1936)[17] de Mounier. El personalismo es un recorrido por el ser humano, que partiendo de la experiencia concreta del espíritu, nos conduce, por procesos fenomenológicos, al descubrimiento y constitución de la metafísica de la persona. 15 Marcel influyó en M. Nédoncelle mucho menos de lo que se cree. Si bien hay coincidencia en afirmaciones y puntos de vista entre el personalismo y el existencialismo en temas concretos, pues ambas son filosofías de lo concreto, sin embargo, la persona es algo más que su existencia. Hay ciertas afinidades entre las reflexiones de Newman sobre la conciencia y el análisis fenomenológico de Marcel. Pero los antecedentes intelectuales y la formación de ambos eran distintos. Newman pretendía demostrar que la fe cristiana es razonable, en cambio en Marcel el motivo apologético es menos obvio. Para Marcel sus reflexiones filosóficas le ayudan a llegar al cristianismo, en tanto que las reflexiones filosóficas de Newman presuponen la fe cristiana, en el sentido de que se trata de una fe que reflexiona sobre sí misma. No obstante, se da entre ellos un cierto número de afinidades. De Blondel aprende Nédoncelle a integrar los órdenes del ser y de la percepción, de la ontología y del valor en la unidad suprema de la religión, del absoluto, de la moral, teniendo al alma como categoría unificadora y al amor como principio de la acción dialéctica, como puede verse por los siguientes trabajos: Blondel et les équivoques du personnalisme[18]; Histoire et dogme de Blondel ou l'exigence de la tradition active[19]; La philosophie religieuse de M. Blondel[20]. Mientras que Nédoncelle se está doctorando en París (1936) se viven los tiempos precedentes a la IIª Guerra mundial, los tiempos del conflicto filosófico profundo entre el idealismo crítico y el sociologismo dogmático de Durkheim y Mauss. Del idealismo crítico nacerá la “filosofía del espíritu” que servirá de puente al personalismo. La filosofía francesa de los años treinta a los cincuenta del siglo XX desea integrar en un mismo acto del espíritu a la metafísica, la psicología, la objetividad, el idealismo, la fenomenología, el espiritualismo, la moral, la religión, el ser, el valor, sin inclinarse por 16 ello a ningún subjetivismo absoluto pero tampoco a un materialismo objetivo. Todo ello teniendo al ser humano, al espíritu frente al mundo, como espacio filosófico. La filosofía del espíritu tiene sus principales animadores en Lavalle y Le Senne, de quienes Nédoncelle es amigo, estudioso y admirador. Como superación dialéctica, nace el positivismo que amenazaba con hundir y desprestigiar a la filosofía como el mismo Nédoncelle lo describe: "La influencia de estos dos hombres (Bergson y Hamelin) ha marcado profundamente el nacimiento de una colección titulada 'Filosofía del espíritu' fundada por L. Lavalle y R. Le Senne en 1934 dentro de la editorial Aubier. Fieles a una doble ascendencia, pero resueltos a superar las oposiciciones, combatieron las estrecheces del positivismo, explorando con simpatía el mundo de la subjetividad"[21]. En su etapa de docencia, que va de 1930 a 1945 en el Collège Albert-de-Mun, se revela ya como un fecundo escritor. Comienza a colaborar en Cahiers de la Nouvelle Journe. De esta etapa son sus contactos con la obra de Max Scheler, quien dejó una gran influencia en su espíritu; y la lectura y estudio de los espiritualistas ingleses del siglo XIX. Nédoncelle se compenetra con el pensamiento de Scheler, sobre todo a partir de la lectura de Esencia y formas de la simpatía[22], que le supone una gran revelación. Con esta obra despierta de su sueño idealista, y, después de una etapa de voluntarismo, llega a la fenomenología como situación metodológica para su personalismo, es decir, una filosofía trascendental que ya no es pura fenomenología ni pura experiencia psicológica, sino algo adscrito a la persona. Las contribuciones más importantes de Scheler se cifran en su “teoría de los valores”, en la filosofía de los sentimientos basada en una fenomenología general de los afectos, en la teoría del espíritu incluida de lleno en la antropología filosófica, en la 17 sociología del saber como parte integrante de una sociología de la cultura y, finalmente, en la filosofía religiosa, enlazada con una metafísica en donde se soluciona el problema de lo real por medio de un realismo volitivo. Hacia la mitad del siglo XX en Francia se desarrolla la “Filosofía de la Comunidad”, del nosotros, del sujeto colectivo, del coexistir, que podemos llamar filosofía sociológica. Es una concepción de la persona en sus horizontes comunitarios, comunicativos, y en su ritmo de masa y actuación colectiva. La filosofía de lo impersonal influirá en el nacimiento del estructuralismo como la máxima objetivación de las formas colectivas y amorfas del conocimiento y de los datos de conciencia. El personalismo puede considerarse como una reacción crítica al estructuralismo social en cuanto abandono de las instancias de la conciencia personal, individual, racional, frente a la especie. El marxismo estará también incluido en estos sistemas despersonalizadotes que diluyen lo singular del espíritu en las fuerzas de la masa, desapareciendo laconciencia y la subjetividad como asiento de valores y de dignidad de la persona humana. Nédoncelle era un decidido defensor de la colaboración social desde la reciprocidad de las conciencias, mediante la filosofía de la intersubjetividad, que es la verdadera filosofía social. Todo ello fundado en una metafísica de la comunidad. El personalismo de Nédoncelle está vinculado a la filosofía de la persona y de la comunidad realizada por Max Scheler, a quien algunos quieren identificar, por su teoría de los valores, en un ambiente de fenomenología y de trascendencia del espíritu, como el fundador del personalismo. A partir de 1945 se sitúa en la Universidad de Ciencias Humanas de Estrasburgo y enseña en la Facultad de Teología donde hace todavía su Doctorado en Teología en 18 1946 con una tesis sobre La philosophie religieuse de Newman[23] en cuyo tribunal está su predecesor en la Cátedra, Rivière. Nédoncelle se convierte así en uno de los mejores conocedores de Newman y de los espiritualistas ingleses. Fruto de estas inquietudes fundó la revista Revue des Sciences Religieuses. Durante treinta años enseña en la Universidad de Estrasburgo, donde desde 1956 hasta 1966 es Decano de la Facultad de Teología, fundando allí el ‘Centre de Pedagogie Religieuse’ en 1962. Los coloquios sobre “Problemas actuales de Filosofía” en Gallarate (Italia) le tienen como colaborador asiduo y animador permanente. Fue nombrado prelado del Papa, Doctor honoris causa de la Universidad de Lovaina y Presidente de la Asociación de profesores de filosofía de las Facultades Católicas de Francia. Retirado de su cátedra seguía escribiendo y colaborando en todo lo que se le pedía. Tras una breve enfermedad muere en Estrasburgo el 27 de noviembre de 1976, a los setenta y un años de edad. Su obra es la consignación externa del panorama interior de un espíritu transparente, sincero y comunicativo. 2. Principales influencias Cuando se le preguntó por vía epistolar a Maurice Nédoncelle sobre sus influencias filosóficas, éste dio la siguiente respuesta, que orienta toda nuestra exposición: "Los maestros que se me atribuyen sin razón son: Newman. Ha influido en la formación de mis ideas filosóficas menos que los 'poetas filósofos' ingleses o alemanes. Me interesé por él debido a las circunstancias (a instancias de los editores), al comienzo con poca simpatía, y sin tenerlo nunca por un filósofo propiamente dicho. Después de algunos 19 años me pareció cada vez más rico, particularmente su ensayo titulado ‘Essay on Development’, pero esto sólo tardíamente. Marcel. Antes de 1943 había leído poquísimo de él: el artículo Aproximaciones al misterio ontológico. No le he estudiado nunca de cerca, ni siquiera su ‘Journal métaphysique’. Lavalle. Antes de la guerra había dado una lectura a ‘De l'Acte’, del que tomé la disposición tipográfica de ‘La reciprocité des consciences’. Hacia 1941 leí atentamente ‘L'erreur de Narcisse’ para hacer una recensión en La vie intellectuelle. Le Senne. Me serví de ‘Le Devoir’ para mis alumnos de filosofía antes de la guerra, a propósito del método de las ciencias: descubrimiento de los gases raros de la atmósfera. Pero estas lecturas, todas ellas, fueron ocasionales y superficiales. Las influencias precisas y dominantes sobre mí fueron: Las influencias recibidas antes de toda reflexión adulta, y por ello tal vez muy profundas. Las influencias en parte habidas por un cierto atractivo intelectual, las tres 'B': Bergson, Blondel, Brunschvig. Bergson más que Blondel, y Brunschvig por oposición a él, luego de numerosas conversaciones. Los anglo-hegelianos, más en la búsqueda de los problemas que en las soluciones. Max Scheler: ‘Nature et formes de la sympathie’"[24]. 3. Producción bibliográfica por orden cronológico 1. La philosophie religieuse en Grande Bretagne de 1850 a nos jours (1934) 2. La pensée religieuse de Dietrich Von Hügel (1936) 3. Les leçons spirituelles du XXe. siècle (1938) 4. La réciprocité des consciences. Essai sur la nature de la personne (1942) 5. La philosophie religieuse de Newman (1946) 20 6. Newman, bienfacteur de deux Eglises (1947) 7. Trois aspects du problème anglo-catholique au XVIIe siècle (1951) 8. De la fidélité (1953) 9. Introduction à l'esthétique (1953) 10. Newman, sermons universitaires. Introduction et commentaires (1955) 11. Existe-t-il une philosophie chrétienne? (1956) 11. Vers une philosophie de l'amour et de la personne (1957) 12. Newman (1959) 13. Conscience et logos. Horizons et méthode d'une philosophie personnaliste (1961) 14. Prière hu,maine, prière divine (1962) 15. Personne humaine et nature. Étude logique et métaphysique (1963) 16. Le chrétien appartient à deux mondes (1970) 17. Explorations personnalistes (1970) 18. Groupe et personne. Réflexion philosophique (1971) 19. Intersubjectivité et ontologie. Le defí personnaliste (1974) 20. Sensation séparatrice et dynamisme temporel des consciences (1977) 4. Principales libros donde trata la persona El año 1937, M. Nédoncelle en Les leçons spirituelles du XIX siècle[25], trata del tema de la amistad, considerándola la díada más perfecta y el amor más grande que pueden tener las personas. El año 1942 en La réciprocité des consciences, Essai sur la nature de la personne[26], trata de la comunión interpersonal como realidad que traspasa el tiempo y se 21 convierte en liberación de la misma naturaleza. En 1953, en De la fidélité [27], afirma que el único medio que tenemos de conducir nuestra persona es ser fiel a la fidelidad de las demás personas. En Introduction à l’esthétique[28], del año 1953, constata que no existe una verdadera obra de arte sin una fuerte personalidad. Cuando en 1957 escribió Vers une Philosophie de l’amour et de la personne[29],señala como una de las ideas directrices de su estudio que el amor procede de las personas y se dirige a ellas. El año 1961, en Conscience et logos, horizons et méthodes d’une Philosophie personnaliste[30], remarca explícitamente que es únicamente en Dios donde el orden de las personas tiene sentido. Cuando en 1963 escribió Personne humaine et nature, étude logique y métaphysique[31], tiene ya claro que su método de investigación se sitúa ente la fenomenología y la metafísica, a fin de que el personalismo no se convierta en un pensamiento vago y publicitario. Finalmente el año 1974, en Intersubjectivité et ontologie. Le défi personnaliste[32], remarca que la naturaleza está constituida de tal manera que señala por todas partes la huella de Dios. 22 II. CARACTERÍSTICAS DE SU PENSAMIENTO La filosofía de Nédoncelle no rehuye la sistematización ni el uso disciplinado de los instrumentos conceptuales, pero no es un sistema al estilo hegeliano, pues al ser su afirmación central la existencia de personas libres y creadoras, introduce en el corazón de esas estructuras un principio de imprevisibilidad que disloca toda voluntad de sistematización definitiva, llegando M. Nédoncelle a la siguiente conclusión: "quien desee conocer el estatuto metafísico de la persona, el camino que tiene más fácil es el de la reciprocidad humana, por esto, nosotros lo hemos escogido. Y con mayor razón cuando el yo descubre que su esencia no es separable, sino que esta se encuentra en Dios y por Dios se despertará al carácter unificador y transhistórico de la persona"[33]. La relación indica tendencia, apertura y trascendencia, fundamentalmente entre las personas entre sí o entre la persona humana y Dios. La persona tiene, en su entraña más íntima, la orientación a las demás personas, a Dios mismo e incluso hacia las cosas físicas; aunque en su referencia hacia estas sólo podemos hablar de relación por analogía a lo que es la verdadera relación, que es la que se establece entre seres espirituales libres, sean las personas divinas, sean las humanas. Hasta tal punto esto es así, que incluso la reflexiónfilosófica implica siempre, de modo constitutivo, la interpersonalidad, en el paso del logos solitario al diálogo interpersonal. Y esto es así porque el pensador no puede dejar de ser persona cuando piensa, y llega a ser persona en plenitud sólo en relación con los demás[34]. Así pues, la palabra es el vehículo privilegiado, si bien no el único, de la relación humana, y el elemento esencial en la constitución de la persona, ya que la palabra fundamental no se inicia con el yo solitario, sino que "la palabra básica es el par Yo-Tú"[35]. 23 Este diálogo interior tiene tres dimensiones: el yo consigo mismo; el yo con los otros y, finalmente, el yo con Dios. Por esto, la reflexión no lo es todo en filosofía, como la filosofía tampoco lo es todo en la existencia humana. En la filosofía hay algo más que reflexión e ideas. El espíritu no es sólo reflexión, autosuficiencia racional. El espíritu, para existir y subsistir, tiene que admitir la presencia y existencia en él de algo distinto o por lo menos, aceptar, compartir, con otros espíritus la tarea de definir el sentido de la existencia. No existe ningún espíritu absoluto sino la conciencia interpersonal. Por esto puede afirmar Nédoncelle que "la comunión transforma el tiempo, porque recoge e ilumina la conciencia, y la hace cambiar de ritmo. El pasado solitario y quizás tenebroso del yo antes del encuentro del tú llega a ser inteligible por un efecto retroactivo. Lo que en él era miseria se ilumina y se explica, lo que era titubeo se fortalece"[36]. 1. No hay pensamiento sin reflexión, pero no basta con esto Para Nédoncelle no hay pensamiento sin reflexión, pero no está claro que el pensamiento sea tan sólo reflexión. El pensamiento está más ligado a la libertad y al amor que a los sistemas y a las etiquetas. En Nédoncelle no cabe el clásico dualismo del conocimiento sensible y el conocimiento intelectual. El conocimiento humano es uno y dinámico, precisamente porque la persona y su conciencia son una unidad. La reflexión no es una simple presencia de la naturaleza “vista” o encontrada por la conciencia. Más aún, la conciencia no es sólo el reflejo de las cosas, de la naturaleza. La reflexión, aún en un grado inicial, es una creación y actividad personal. Es una experiencia viva de la conciencia. La percepción no es pasividad o recepción solamente, sino que es una fase de la experiencia estética con una capacidad de apertura al ser de los seres particulares, donde se saborea la alegría y la sensación de identificar las apariencias y separarlas de la realidad. Para Nédoncelle el pensamiento comienza cuando la conciencia contempla a las cosas y las “interioriza”. El mundo exterior pasa a ser mundo interior de conciencia. Este mundo interior está dotado de valores que producen las sensaciones y que reclaman una fidelidad por parte de la conciencia. El pensamiento comienza cuando la conciencia contempla las cosas y las cualidades de la naturaleza y sus relaciones dejan de ser una exterioridad y adquieren, mediante la interioridad, una relación personal a través de la 24 conciencia. El mismo Nédoncelle se expresa así: "La ciencia es una estética de las relaciones que de hecho conduce a técnicas, es decir, a un juego con las cualidades, a un tablón de conmutaciones. Cuando las cualidades de la naturaleza no son consideradas ya en sus relaciones mutuas, sino en su relación con las personas, cesan de ser una exterioridad y se convierten en materia filosófica. La ciencia teórica que hace abstracción de las maniobras de conmutación física es, pues, una parte de la filosofía"[37]. La reflexión comporta un retorno crítico sobre lo entrado en la conciencia por la experiencia. De esta manera, según Nédoncelle, se pasa de las reflexiones a la reflexión, que es un método de auto-recogimiento. Así, cuando la conciencia entra en el interior del acto-reflexión ya no entra en ella como algo extraño, ajeno o separado, sino que entra a analizar el acto de reflexión como formando parte de ella. Luego toda reflexión es interior a la conciencia. Así, el pensamiento siempre será personal, porque es la conciencia de la conciencia, la reflexión de la reflexión. Y es en este nivel de profundización donde se realiza la comunión y la auténtica comunicación, que es la verdadera sabiduría y la verdadera promoción de las conciencias. El pensamiento es el esfuerzo y colaboración de las conciencias y espíritus particulares al descubrimiento y desarrollo de esa gran conciencia o reflexión espiritual colectiva que afecta a todos los espíritus, a todas las personas. El pensamiento es uno y único porque el ser humano y la conciencia-espíritu es uno y único. 2. Pensar es tener gusto por la verdad, la belleza y la bondad No hay realidad inteligible sólo por la reflexión-intuición, sino que el amor es el principio de interpretación de la realidad. Así, por encima del pensamiento-reflexión, está el pensamiento-amor. La verdad es una situación previa al bien. Solo el amor hace que entendamos el sentido interior, el sentido “verdadero” de las cosas. Solo el amor es capaz de ofrecer la totalidad en la inteligibilidad. El acto de amor es el que mejor refleja y representa a la conciencia. Nos situamos aquí más en la línea de la sapientia que de la scientia, "porque, según Nédoncelle, la caridad es la única forma de absolutez que puede penetrar totalmente a la persona y ser totalmente absorbida por ella. Afirmar que 25 es el principio último del universo es concebir la perfección bajo el único aspecto que esclarece todas las cosas"[38]. El gusto por la verdad, la belleza de la verdad, lo da el amor de la persona por la verdad y sobre todo el amor por las demás personas. De ahí que el pensamiento se convierta en una opción interpersonal. La metafísica estará al servicio de la verdad y del bien en favor de la persona. La ética necesita una metafísica del bien y del mal, que se puede equiparar al error. El mal es una desviación del bien que puede ser recuperable mediante la conversión de las personas relacionándose con instancias trascendentes. El personalismo es filosofía que abarca la metafísica y la ética. Es decir, la filosofía como reflexión sobre la persona. 3. El pensamiento es una tarea interpersonal Pensar es para Nédoncelle la obra conjunta de diferentes sujetos. Es el resultado del yo singular, del tú de los demás y del Tú trascendental o Dios que también concurre con la inteligencia humana a la búsqueda y fijación de la verdad de las cosas. Nédoncelle se sitúa dentro de la tradición epistemológica cristiana que reconoce la intención de Dios, mediante la iluminación. Para Nédoncelle el cogito de Descartes es una persona. Así, la reflexión y el conocimiento pertenecen a un sujeto histórico concreto que es personal. El pensamiento no es una operación objetiva, como es la ciencia y la técnica, sino personal. Mucho más personal que la reflexión es la intuición, que para Nédoncelle es el conocimiento recíproco de realidades concretas y singulares. Y lo más singular y concreto es la persona cuando se conoce a sí misma y a las demás personas en el nosotros. La persona aparece así como la categoría mediadora en el conocimiento intuitivo de toda realidad. Por el hecho de ser persona todo el conocimiento de la realidad, de los demás y de Dios, es, en cierta medida, inmediato a mí mismo, es conocimiento personal. En el método de Nédoncelle hay una triple dimensión: a) lo psicológico como dato primario; b) lo lógico como mediación fenomenológica; y c) lo ontológico-personal como afirmación fundamental del personalismo. En el acto del conocimiento filosófico, en Nédoncelle, hay los siguientes sujetos: a) la persona concreta y singular que conoce; y b) un sujeto trascendental, el logos, que es más sujeto del conocimiento que el mismo yo. Por ello pensar es ser pensado y ser 26 persona es ser pensado por la singularidad de este yo trascendental que "es la fuente supra-conciencia que nos constituye en nuestra singularidad por nuestra vocación y que hace nacernuestra libertad"[39].Y en otro lugar afirma: "Es un Tú que hace surgir nuestro yo espiritual y le obliga a ponerse por sí mismo, de manera que nosotros nos distingamos del Logos al mismo tiempo que nos identificamos en ciertos aspectos con aquel del que procedemos. Y en El, no solamente está mi yo naciente, sino aquel yo de todos otros yo humanos"[40] El yo trascendental entra a formar parte de mi yo, de mi conciencia para que el pensamiento sea también una relación interpersonal entre la inmanencia del sujeto histórico y el yo trascendental. Por esto, todo pensamiento, según Nédoncelle, toda reflexión de conciencia es pensamiento religioso. 4. Conocer es tener fe y confianza en las personas Conocer es creer lo que los demás espíritus han visto y han concebido. Hablamos de fe en un sentido antropológico y no religioso. La fe forma parte de la estructura del conocer. Por eso el conocer supone una aceptación de la persona, supone una unificación de situaciones de conciencia. Y esto sólo tiene lugar por la fe y la aceptación del otro. El conocimiento sólo tiene lugar de mí a mí mismo y en tanto que el otro se hace yo o como yo. El pensamiento es una gran confianza de los espíritus entre sí a lo largo de la historia, de tal manera que lo que han dicho otras personas no puede ser negado o revisado radicalmente por los demás, sino aceptado y creído como si algo perteneciese a la identidad fundamental de todas las conciencias. Frente a las filosofías teoréticas y racionales que ponen la razón de la razón en la evidencia; frente a las filosofías de la praxis y de la acción dialéctica que ponen la aceptabilidad de una afirmación en su capacidad operativa, en su eficacia revolucionaria, el personalismo se ocupa de revalorizar el aspecto interpersonal como hermenéutica filosófica, en el sentido de que una categoría filosófica tiene sentido por sí misma, pero también porque creo que el que la ha concebido tiene razón. El personalismo viene a completar, no a suprimir, la metafísica del sentido de la verdad y de las afirmaciones filosóficas. El sentido que se da a un término filosófico es 27 el resultado de las sucesivas fes o confianzas que las conciencias han dado a la conciencia inicial que lo puso y propuso a las demás. Para Nédoncelle "la confianza es la articulación entre la inteligencia y el don... La confianza, sobre todo si ella es interpersonal, supone siempre ese momento donde se cierran los ojos. No se plantean más cuestiones, no se vuelve sobre los enunciados porque uno se abandona a la persona que los enunció"[41]. Esto no significa que no exista un diálogo de los sentidos en sí y de la fuerza lógica del conocimiento. Pero aquí lo que queremos señalar es que el personalismo viene a completar no a suprimir la metafísica del sentido de la verdad y de las afirmaciones filosóficas. Filosofía es la obra conjunta de diferentes personas. Es el resultado conjunto de la actividad del yo singular, del tú de los demás y del Tú trascendental o Dios, que también concurre con la inteligencia humana a la búsqueda y fijación de la verdad de las cosas. La reflexión y el conocimiento pertenecen a una persona histórica concreta. Por tanto, filosofar no es una operación objetiva sino personal. Y lo más personal no es la reflexión sino la ‘intuición’, que para Nédoncelle es "el conocimiento recíproco de realidades concretas y singulares"[42]. Y lo más singular y concreto es la persona cuando se conoce a sí misma y a las demás personas en nosotros. La persona aparece así como la categoría mediadora en el conocimiento intuitivo de toda realidad. Es en mi misma persona donde conozco a los demás, incluso a Dios. En mi yo histórico y concreto es donde los demás yo concretos se hacen presentes a mi conciencia y es allí donde les conozco. Por el hecho de ser persona todo el conocimiento de los demás es, en cierta medida, inmediato a mí mismo, es conocimiento personal. Salimos así de la ‘inmensa lógica’ en la que estaba sumergida la filosofía desde Hegel para ir a un inmenso personalismo, la tarea de construir al sujeto-conciencia-persona. Así pues, el pensamiento es un encuentro de las conciencias mediante la inteligibilidad de las ideas, y la filosofía en su historia, más que sistemas lo que hay son personas, conciencias, personalidades; y la historia de la filosofía o la identidad filosófica no es más que la elección o preferencia de una u otra conciencia. La filosofía sigue siendo una opción personal. 28 29 III. LA PERSONA COMO CENTRO DE SU INVESTIGACIÓN INTELECTUAL Es el mismo Nédoncelle quien se pregunta por el significado de la etiqueta “personalista”, y da la siguiente respuesta: “Si nuestra conciencia personal no fuese más que una mentira, si, en otros términos, el fondo de realidad no tuviese nada que ver con las personas, no cabría hablar de personalismo. Profesar sinceramente el personalismo es tener ya de entrada a la persona por algo importante en la estructura del mundo. Con mayor razón se podrá declarar uno personalista si estima que las personas son los únicos seres reales...No podemos en buena 1ógica reclamar el respeto de la persona humana en la acci6n moral y en la organización de la sociedad sin estar primero convencidos de que la persona es un aspecto fundamental de la realidad"[43]. Y como bajo la etiqueta de personalismo se pueden designar doctrinas muy diferentes, Nédoncelle nos explica su elección: "En primer lugar, amor y persona me parecen intrínsecamente unidos. Bajo la forma más completa, el amor no puede no ser personal, y la persona no puede comprenderse fuera de una red de amor entre sujetos. La existencia de una relación de amor entre conciencias es el hecho que he estimado 30 privilegiado y que me ha servido de punto de partida. En el amor hay una voluntad de promoción mutua, un deseo de ayudar al otro a ser una perspectiva universal, a poseer para darse, a no aislarse, sino a establecer el orden de todos los sujetos y a encontrar allí mismo su propio desarrollo. Así, la relación fundamental de dos conciencias, a la que se puede llamar díada, lleva a descubrir y a definir la naturaleza personal en lo que ella tiene de esencial"[44]. Si lo dicho hasta aquí es justo, Nédoncelle afirma que de este principio se sigue una cierta continuidad de las personas, pues en el tú se encuentra una fuente y no un límite del yo ya que la esencia de toda relación del yo al tú es el amor, es decir , la voluntad de promoción mutua. La razón de esto está en que el amor al adherirse a la persona, le hace ser lo que ella es y, por tanto, la promociona al hacer patente su valor. La reciprocidad es un viaje del yo hacia el tú, un viaje, sin embargo, de ida y vuelta. En dicho viaje, la categoría trascendental es la de relación que se reviste bajo la forma de un nosotros de amor. Pero la persona no está jamás completamente hecha. Tiene ante sí un programa: buscar llegar a ser, haciendo llegar a ser a otro yo. Por esto, Nédoncelle encuentra la explicación de la aparición y la consolidaci6n final de nuestras personas en la trascendencia divina. Reflexionar sobre las implicaciones del amor humano es disponerse, por analogía, a descubrir algo de la esencia de Dios. El inseguro destino de las reciprocidades humanas nos lleva mucho más allá de nosotros mismos y nos deja entrever que todo ser está ya sometido a una Caridad vigilante y eternamente victoriosa. Así, de una manera inductiva Nédoncelle de la misma caducidad que existe en el encuentro interpersonal, deduce la existencia de Dios. Solo en un Dios personal que nos quiera, el orden de las personas encontrará una plenitud de realización. Ese Tú divino 31 es, de este modo, el yo ideal de todos los yos ideales habidos y por haber. Por esto prosigue Nédoncelle de la siguiente manera: “ Tal es el segundo rasgo del personalismo como lo concibo. Es solamente en Dios en donde de las personas tiene sentido.La posibilidad de dirigirnos sin límites hacia una realización total de nosotros mismos que fuera a la vez la realización total de la red de personas nos encontramos en la existencia, no puede explicarse ni por los esfuerzos del yo, ni por la colegialidad de todos los yo. No puede explicarse más que por un Dios, y este Dios debe ser personal en cierta manera. Nosotros no solamente estamos causados por el ser, sino también queridos por un Dios, y lo estamos en nuestra integralidad”[45]. Finalmente, Nédoncelle se enfrenta con audacia ante lo impersonal para atravesar sus formas más diversas: “Un tercer y último aspecto de mis tesis es el personalismo tal como lo comprendo es un modo de ser que debe dejar un sitio a lo impersonal, como la materia y los cuerpos. Y esto se podría explicar como una serie de realidades prepersonales que preceden al despertar de las conciencias... y, en fin, hay en los mundos de lo impersonal el turbador misterio de lo antipersonal, que se dibuja ya en la naturaleza exterior y que se instala en la historia humana. Pero una conciencia que no atraviesa lo impersonal y que no se ha contrastado con sus formas variadas, por muy atroces que fuesen, es una conciencia intolerable. Yo no quiero un personalismo fácil y bendecidor, incapaz de arrostar el desafío de lo impersonal"[46]. Nédoncelle, después de su profesión explícita como personalista, construye lo que él llama su “fenomenología de la persona”, entendiendo por ello, una visi6n amplia del mundo pensada s6lidamente. El mismo autor nos explica como ha sido su metodología de trabajo, que oscila entre la fenomenología y la metafísica: “Algunos dicen que una metafísica general precede a la filosofía de la persona, y que a partir de 32 los resultados obtenidos por una y otra se intenta por fin llegar a la naturaleza del amor. Pero el orden que yo he seguido es inverso a éste. Es mucho más inductivo que deductivo. Supone un va y viene e incluso una ósmosis entre la fenomenología y la metafísica... La misma objeción ha sido hecha al autor de ‘El Ser y la Nada’: ¿No transforma Jean Paul Sartre su experiencia particular en ontología? ... Dificultad parecida puede ponerse a todos los fenomenólogos con pretensiones filosóficas, por cuanto no habría paso de la fenomenología a la metafísica... Siendo parcial, la experiencia humana es deformante. No hay experiencia metafísica... La fenomenología y la metafísica pueden en realidad tener una región de inflexión. El punto de vista de Bradley era más defendible: se contentaba con exigir que los datos no fuesen contradictorios... Por eso no excluía a priori el enraizamiento del dato en el absoluto, sino estimaba por el contrario que si hay un absoluto debe ser perceptible en el dato”[47]. 1. Centrado en el estudio de la persona El núcleo central de toda la tarea filosófica de Maurice Nédoncelle ha sido la “persona”. Para este autor ser persona, existir, es “estar relacionado”, estar intercomunicado recíprocamente. La persona es relación y correlación. La existencia es una relación múltiple en estas tres direcciones: consigo mismo, con los demás y con el Ser. La existencia es relación en diálogo recíproco de los seres y de las conciencias. Todo esto le lleva a la metafísica integral y de equilibrio donde no se confunden pero tampoco se 33 separan el ser y los entes. Nédoncelle considera "al ente como el individuo concreto que existe, y el ser como la relación primordial de cada ente consigo mismo y con los otros entes"[48]. La reflexión sobre el ser particular (fenomenología) conduce a una reflexión sobre su comunión y relación universal a través del ser como relación (metafísica). Por ente Nédoncelle entiende todo ser determinado, es decir, la individualidad concreta y concretizada, desde la que accedemos, sin embargo, a la universalidad. La persona es la existencia más plena de esta forma individual de existir el ser, por llevar la racionalidad consigo. Los entes no racionales, también son individualizados, por tanto, también personas en grado inferior. La ontología personalista de Nédoncelle va del ente concreto, en primer lugar la persona, al ser. Es decir de lo particular de la experiencia a lo universal de la metafísica. En definitiva el ser subordinado al ente. Esto significa prácticamente, una revolución en la forma de entender la sucesión de los datos en metafísica, pues siempre se partía del ser en prioridad como previo a toda experiencia y realidad, pretendiendo explicar desde ahí las participaciones del ser y en el ser. El ser era el primer espacio o marco ontológico en el que todo tenía cabida, todo lo existente se justificaba por participación. El ser era un “banquete” desde Platón. Siguiendo a Nédoncelle, lo primero en la experiencia es el pluralismo ontológico, si bien es cierto que no percibiríamos el pluralismo del ser si no tuviéramos una idea de su unidad en el ser. Una y otra se condicionan. En la experiencia lo primero es el ente, en la ontología o metafísica lo primero es el ser, o lo uno. El ser es relación y comunicación, pero no es identidad lineal con lo particular. Su condición, su relación sigue siendo dialéctica: igualdad y diferenciación. La filosofía 34 clásica ha hablado de analogía. El personalismo, sin rechazar o temer esa terminología, tiene otra más intersubjetiva. Entre lo particular de los seres y el ser que está en todos ellos hay una distancia, una ruptura y una identidad o continuidad. Esta ruptura es radical, esencial, en el sentido de que los entes son creados por el ser, o por el ente por excelencia. Hay una gran diferencia entre los dos órdenes; el ser es causa de los seres. Existir es entrar a formar parte, con la propia identidad, de una sociedad y comunidad de vida cuya más alta expresión está en la conciencia y en la libertad donde se acepta esta identidad para la colaboración y para la personificación. En esta esfera de lo existente la persona es la cumbre de conciencia de ser, por tanto, de conciencia de identidad y ruptura pero también de colaboración y de comunicación entre los seres. La persona es donde esta estructura ontológica llega a su plenitud. Por eso el personalismo es una metafísica y con su ontologismo y con su ética, contribuye a la formación de una conciencia de colaboración y de diálogo. 2. Finalidad de su estudio Su “sistema” de pensamiento es una personificación de los conceptos filosóficos tradicionales. Su filosofía es la persona, la comunión, el nosotros. La filosofía es una actividad intersubjetiva, interpersonal. Es una comunión de los espíritus, es una función de alteridad. La filosofía se realiza por la presencia de mi mismo en mí mismo, de los otros en mí y del Logos en todos. Así si la filosofía es una relación de varios sujetos, se comprende que sea una comunión entre esos sujetos, que se realiza en el interior de la persona individual. A los otros y a Dios los percibo en mí y por mí. Esa es la percepción 35 que tengo que dar consistencia lógica, fenomenológica y metafísica. Por eso la lógica será una antropología del conocimiento y la metafísica una ontología personalista. Según Nédoncelle Descartes y Kant habían reducido la filosofía a pura crítica del espíritu por el espíritu. Para Nédoncelle el espíritu no es crítica sino comunicación, interpelación y diálogo consigo mismo y con los demás espíritus. Para Nédoncelle la verdad es el resultado de esa comunicación y reciprocidad de todos los espíritus en el tiempo y en el espacio. La dialéctica tiene que ser sustituida por la integración, que nos ayuda para comprender la historia e la filosofía. El yo necesita del no-yo y del otro para llegar a la verdad. La filosofía no agota la totalidad de la experiencia de la persona. Y por esto necesita de la ayuda de otras instancias, como puede ser la religión, la ciencia, la antropología, el lenguaje, la moral, etc. Sólo la filosofía moderna se ha sentido autosuficiente para poder hacer una filosofíaabsoluta, una dictadura de la idea, un totalitarismo de las estructuras ideológicas. La interrogación como situación base y límite donde comienza la filosofía se dirige en primer lugar hacia mí y en mí. La duda es ya una forma de interrogarse, de cuestionar unos juicios y afirmaciones sobre el valor de las cosas. La interrogación supone una dualidad de sujetos, es decir, yo me desdoblo y me constituyo en interlocutor de mí mismo. Pero yo no preguntaría a mí mismo si no existiese en mí algo distinto a mí que me trascendiese y me interrogara. Yo me pregunto a mí mismo, pero yo no soy la pregunta: alguien interpela en mí a mí mismo. El Logos es una interrogación en mí dirigida a mí espíritu. La presencia de este principio trascendente en el espíritu es el que posibilita el diálogo de las conciencias personales entre sí, pues el Logos no pertenece a una en 36 concreto sino que las une a todas en la universalidad. Y las conciencias no dialogan entre sí sino a través de Él. Por eso, toda filosofía, toda duda, toda interrogación, toda reflexión es intersubjetiva, es decir, de los espíritus entre sí y de estos con el Logos como conciencia unificadora. La conciencia singular y personal es el escenario de este diálogo mismo[49]. La persona no es una parte del mundo real ni es un mundo real a parte, sino que la persona es la interpretación total del mundo real. La persona supone una revolución en la teoría del ser, del conocimiento, del comportamiento. El personalismo de Nédoncelle supone una conmoción metafísica en todas las nociones cómodamente instaladas en un universo objetivizado. Esto obliga a revisar toda la valoración de la realidad hecha desde posiciones idealistas, realistas y ontológicas. Nédoncelle se expresa así: "Profesar sinceramente el personalismo es considerar a las personas como algo importante en la estructura del mundo. Con mucha más razón tendrá derecho a declararse personalista el que estime que las personas son los únicos seres reales que existen... Es necesario comenzar por insistir en esto: no podemos, en buena lógica, reclamar y exigir el respeto a la persona humana en la acción moral y en la organización de la sociedad sin estar profundamente convencidos que la persona es un aspecto fundamental de la realidad" [50]. El personalismo metafísico es una derivación de concebir al ser como relación. Es decir, el ser es un sistema de relaciones. Los entes no son fijaciones histórico- temporales, sino que están dentro de un sistema siempre en movimiento, es decir, en comunicación, en relación, en renovación. Esta es la ontología dialéctica de Nédoncelle: "El ser es un sistema eternizado, una historia estructural que se petrifica a medida que ésta se cumple y parece que determine los viajes futuros de los entes"[51]. Es decir, la 37 dialéctica consiste en que los entes no agotan ni reflejan nunca totalmente la amplitud y perfección del ser, que necesita siempre de nuevas expresiones de su perfección y riqueza. Existir conlleva estar situado en una distancia, en un plano diferente al del ser de nuestro origen. Esta idea de creación-ruptura-descenso en el ser es un impulso de la cultura judeo-cristiana, frente a los griegos que sólo habían descubierto la idea de emanación como continuidad en el ser. Para ellos no existía la dialéctica. Para Nédoncelle la ontología es la ciencia de las relaciones entre dichos seres y el ser, y no el discurso sobre un ser estático. De ahí que la antropología sea el estudio de las relaciones de la persona con su exterioridad y su interioridad en el ser, es decir, relación consigo mismo (interioridad) y relación con los demás (exterioridad). Interioridad y exterioridad son dos conceptos metafísicos y no psicológicos o epistemológicos. Existir significa para Nédoncelle tener un ser, es decir, una triple relación: Relación interior con el ser, consigo mismo y relación exterior con los demás. Los demás son mi exterior, o sea, lo exterior de mí relación, de mi ser. A esta existencia-relación ontológica le es innata una conciencia unida al ser de los demás. Entramos en la metafísica de la cooperación: Ser persona significa “vivir y ser para los demás en reciprocidad y correlación”. La correlación indica que todos los seres se causan y se personalizan unos a otros. Que la violencia y la exclusión no es la vía el ser. Ni siquiera la yuxtaposición ordenada y pacífica. Es necesaria la actuación recíproca y la tolerancia igualmente recíproca a la acción del otro sobre cada uno y viceversa. Una conciencia, una persona no existe sola y por sí sola, sino que existe porque existe otra. El yo existe porque existe el tú. Existir es relacionarse pero también correlacionarse. El yo recibe su existencia del tú y a su vez el tú la recibe y la da al yo. 38 Esta correlación forma parte del ser de las personas no sólo de sus 'posiciones' en la existencia, sino de la existencia misma como posición en el ser-sistema. Así, “la creación es una correlación”. Nédoncelle se expresa así: "Yo soy en la medida en que yo perciba una parte del mundo. Porque la condición común a los objetos es ser partes exteriores los unos de los otros, y de ser las partes con relación a un todo. Si yo soy parte de un todo, este todo me contiene, pero yo no soy el todo"[52]. Nédoncelle llega a la conclusión de que toda afirmación metafísica es una afirmación comparativa. El ser concreto es siempre algo que no se puede entender sino en relación con..., en comparación con... Por consiguiente, es un ser que no se entiende por sí ni en sí sino en relación con los demás y sobre todo en relación con el Ser que está en el origen de su misma relación y derivación, crecimiento o comparación. Así, toda afirmación metafísica sobre el ser lo es sobre sus relaciones interontológicas. Por esto, toda ontología es una interontología y todo discurso sobre el ser tiene que ser tiene que ser también un discurso sobre la intersubjectividad, sobre las distintas relaciones o direcciones de la relación que supone la existencia concreta. Y, sobretodo, en cada juicio sobre los seres es alcanzado el Ser como tal, la Persona, el Sujeto, la Conciencia por excelencia y no la derivada, la que está presente en toda conciencia histórica, la que incluye pasado, presente y futuro. 3. La reciprocidad de las conciencias es la base y fundamento de su pensamiento No hay conocimiento en la persona si no existe una voluntad de apertura y de donación. Esto lleva consigo un mínimo de amor también recíproco. De ahí se sigue la unidad y la 39 continuidad de las conciencias. No hay persona si a la vez no existe otra persona frente a ésta. No hay un yo sin un tú, que es algo más que el simple no-yo, como afirmaba Louis Lavelle, para quien la conciencia es un acto por el que uno da el ser: "La metafísica se basa en una experiencia privilegiada: el acto que me hace a mí ser"[53]. No se trata de que por la conciencia llegue a contemplar un yo que está ahí. Se trata más bien de alumbrar un yo en la conciencia y por la conciencia, en oposición al no-yo. De ahí se sigue, para Lavelle, que el enfoque apropiado de la metafísica es el que se hace a través de la subjetividad, es decir reflexionando sobre el yo como actividad más bien que mediante la reflexión sobre la multiplicidad de los fenómenos que el yo se opone a sí mismo bajo la forma de exterioridad. Hemos de recogernos, de volvernos hacia dentro, más bien que hacia afuera. Para Lavelle no hay ni puede haber realidad alguna, ni Dios, ni objetos externos fuera del Ser. En la autoconciencia capto el ser como acto, que es la "interioridad del ser". Así que el Ser con mayúscula, el Todo del que yo derivo mi existencia y en el que yo participo, tiene que ser Acto puro e infinito: "El Ser no existe frente a mí como un cogito inmóvil que yo trate de alcanzar. Está en mí por la operación que me hace a mí darme el ser"[54]. Privilegiar la relacionalidad personal en detrimento de la suidades el mismo error que primar ésta sobre aquella. Si no se quiere caer en el riesgo de un actualismo contradictorio y absurdo, hay que afirmar que en el mismo encuentro, si bien la persona se descubre a sí misma como tal, esto no podría darse si previo a éste, de alguna forma ésta no fuera ya persona y sujeto. La persona es el espíritu como unidad esencial, como centro de los actos superiores. Para Max Scheler la persona no puede ser pensada como una cosa o una sustancia que posea determinadas cualidades y que se encuentre al lado de sus actos o 40 simplemente junto a ellos. Para este autor la persona es "la unidad inmediatamente convivida del vivir, no una cosa simplemente pensada fuera de lo inmediatamente vivido"[55]. Así, la persona es una realidad dinámica, como la unidad de sus actos y, en consecuencia, como irreductible a lo puramente material o psíquico. Para Maritain, "una persona es un centro de libertad puesto frente a las cosas, al universo, al mismo Dios; dialoga con otra persona, comunica con ella entendiendo y amando"[56]. Por eso si eliminamos al individuo desaparece también la persona. Así, el individuo, en el encuentro interpersonal, deja paso a la persona, pero ésta no se crea de la nada. Y Nédoncelle resaltará, además, que "la esencia de toda relación entre el yo y el tú es el amor, es decir la voluntad de promoción mutua"[57]. Entonces el espíritu ya no es crítica sino comunicación, interpelación y diálogo consigo mismo y con los demás espíritus. La crítica era la dialéctica del espíritu. Para Nédoncelle la verdad es el resultado de esa comunicación y reciprocidad de todos los espíritus en el tiempo y en el espacio. La dialéctica se sustituye por la integración. La objetividad solamente se consigue mediante la comunión de las conciencias. Solo será posible si el espíritu no se contradice sino que se completa y totaliza. Una conciencia interior y reflexiva no equivale a una conciencia aislada. La experiencia filosófica de la verdad no se agota en la conciencia particular sino en la conciencia personal o sea interpersonal. El yo necesita del no-yo y del otro para llegar a la verdad, pues para Nédoncelle, "otro no quiere decir no yo, sino voluntad de promoción mutua de los yos, y por ello mismo trasparencia del uno para el otro. La percepción de los objetos de la naturaleza exterior comporta un no-yo, pero en la percepción transsubjetiva o interpersonal no se piensa ya en sí ni en el otro como objetos. Es una coincidencia de los sujetos, una doble inmanencia, en la que, sin ser absorbido el yo en el tú, se puede 41 advertir siempre que aprehendemos al tú en su alteridad, desde el momento en que dejamos de referirnos a nosotros en nuestra particularidad"[58]. Nédoncelle emprende el proyecto metafísico de tratar de la comunicación entre las personas desde la reciprocidad, y no desde el cogito aislado como venía siendo habitual. Comienza Nédoncelle reconociendo la gran vocación personalista de la conciencia humana, incluso en un sentido histórico. La referencia personal del espíritu y las coordenadas personalistas y recíprocas de nuestra existencia físico-ontológica y de la existencia psíquica o en este caso fenomenológica. Hay multitud de formas personales en el ser. La biografía del ser es personalista. También el estatuto del conocer, del amar y del actuar será un proceso de valoración interpersonal. Esta relación interpersonal entre los seres se concentra en el ser humano en la conciencia y su mejor descripción y desarrollo tiene lugar en el amor. A su vez esto lleva consigo unas consecuencias metafísicas. O si se prefiere, de la descripción del amor como relación interpersonal se pasa a una fundamentación metafísica de los elementos que concurren en dicho proceso. Y el hecho central se realiza en la 'comunión de conciencias' a todos los niveles, ya que en la díada humana se encuentra la forma de reciprocidad más completa de comunión. La noción de reciprocidad no se puede entender sin el correspondiente concepto de personalidad, en su génesis y en su composición dinámica. Aquí es donde actúa ya de lleno la ontología personalista: el desarrollo, los caracteres, las etapas de la conciencia como esencia de la persona, pero una conciencia colegial: el yo, el tu, el nosotros. Un momento decisivo de esta ontología de la persona basada en la reciprocidad es el descubrimiento de lo divino, de lo absoluto personal con nombre propio: Dios. Pero la persona y la comunicación no es algo abstracto sino real y físico en la que 42 interviene la naturaleza. Se es persona frente a la naturaleza y trascendiendo a una antropología dialéctica que, a diferencia de los humanismos contemporáneos e intramundanos, intenta no separar sino superar la persona, señalando el espíritu de su inserción en el mundo. La forma de entender Nédoncelle esta naturaleza y su trascendencia por la persona la explica de dos maneras. La primera es describiendo a la naturaleza como espectáculo sin referencia interpersonal, incluyendo el tema del tiempo y del espacio en una cosmología personalista. Pero hay una segunda visión más viva de la naturaleza: la naturaleza no es sólo espectáculo ante la persona, espacio o tiempo, sino que es tendencia hacia la persona y ello en un sentido óntico. No sólo la persona está en la naturaleza y ésta en la persona, sino que la naturaleza tiende a ser personalizada, a convertirse en persona mediante la acción del ser humano dentro de ella y la de ella dentro del ser humano. Por tanto, la relación persona-naturaleza no es solamente de orden sustancial, sino de orden dialéctico y además una dialéctica recíproca. Pero la comunión y reciprocidad de conciencias encuentran unos obstáculos para su realización. La conciencia colegial y el nosotros no es fácil. La antropología dialéctica es una tensión existencial entre lo individual y lo comunitario. El espíritu, por otra parte, tiene sus hendiduras y lesiones, tiene sus fisuras y debilidades. Por otra parte, la libertad siempre será capacidad para la rebelión, para decir no a la comunicación, al diálogo. Aquí sitúa Nédoncelle la “filosofía de los valores” a la que tiene que llevarnos el personalismo. Pues si la conciencia se constituye como tal no es solamente frente a los contenidos del conocer, sino también frente al amar y al valorar. Si hubiese que establecer una identidad o una homologación del personalismo con otras filosofías habría que referirse a la teoría de los valores. El personalismo es una axiología fenomenológica que desemboca en una ética. Desde los valores se asciende al problema 43 del absoluto como Valor personal. Nédoncelle profundiza en estas tres cuestiones: la contemplación de los valores, su estructura y eficacia. Y en un plano más programático y moral habla de su realización en la siguiente trilogía: ciencia, arte y moral. Son los tres espacios axiológicos clásicos que han sido tratados, desde Kant y Hegel, como puntos de inserción de toda filosofía que quiere dar cuenta de ellos. El discurso dialéctico de la persona llega así hasta la tesis más relevante de Nédoncelle: La persona, la comunión-comunicación, la reciprocidad, la conciencia colegial, el “nosotros” es el constitutivo metafísico de la persona mediante la actividad del amor. El amor es el destino esencial de la persona. SEGUNDA PARTE: 44 SU CONCEPCIÓN DE LA PERSONA 45 Cuando Maurice Nédoncelle publicó, en 1942, La reciprocidad de las conciencias, y un año más tarde La persona humana y la naturaleza[59], que es un texto complemento del anteriorpara presentar una concepción global de la realidad, nos está ya indicando el tema que será el punto central de sus búsquedas filosóficas. Se trata del intento de fundamentar metafísicamente al personalismo, cosa que captó de una manera clarividente Mounier, como podemos apreciar en sus propias palabras dirigidas en una carta a su amigo Jacques Lefrancq: “Un joven sacerdote, que se llama Nédoncelle y que había producido poca cosa antes de la guerra, ha publicado esta primavera el libro de filosofía personalista que nos faltaba; sin genio, pero profundamente honesto y profundo: La reciprocidad de las conciencias (Aubier), donde, con gran modestia y lucidez, dice: ”Cada uno de nosotros puede entrar en la composición de un cierto número de díadas simultáneas o sucesivas; no obstante, si la reciprocidad de dos conciencias ya es tan frágil en sus mejores momentos, sería utópico creer en unidades de índice superior a la díada”. Ya ves que nosotros los comunitarios somos enormemente vigilantes ante el comunitarismo. El ritmo de la“ conciencia colegial” (o de la reciprocidad), hecho primitivo del mundo personal, a partir de la su mezcla empírica con las cualidades. Paso del “nosotros fenomenológico” al “nosotros divino”. La naturaleza como obstáculo, la naturaleza como tendencia. Los obstáculos del espíritu (la conciencia dividida, la rebelión del yo) – los valores -, la metafísica de la caridad. Cuando lo haya acabado lo trabajaremos con P.”[60] 46 Mounier supo captar bien que el núcleo central de toda la tarea filosófica de Maurice Nédoncelle ha sido la “persona”. Para este autor ser persona, existir, es ‘estar relacionado’, estar intercomunicado recíprocamente. La persona es relación y correlación. La existencia es una relación múltiple en estas tres direcciones: consigo mismo, con los demás y con el Ser. La existencia es relación en diálogo recíproco de los seres y de las conciencias. Todo esto le lleva a la metafísica integral y de equilibrio donde no se confunden pero tampoco se separan el ser y los entes. Nédoncelle considera "al ente como el individuo concreto que existe, y el ser como la relación primordial de cada ente consigo mismo y con los otros entes"[61]. La reflexión sobre el ser particular (fenomenología) conduce a una reflexión sobre su comunión y relación universal a través del ser como relación (metafísica). Por ente Nédoncelle entiende todo ser determinado, es decir, la individualidad concreta y concretizada, desde la que accedemos, sin embargo, a la universalidad. La persona es la existencia más plena de esta forma individual de existir el ser, por llevar la racionalidad consigo. Los entes no racionales, también son individualizados, por tanto, también personas en grado inferior. La ontología personalista de Nédoncelle va del ente concreto, en primer lugar la persona, al ser. Es decir de lo particular de la experiencia a lo universal de la metafísica. En definitiva el ser subordinado al ente. Esto significa prácticamente, una revolución en la forma de entender la sucesión de los datos en metafísica, pues siempre se partía del ser en prioridad como previo a toda experiencia y realidad, pretendiendo explicar desde ahí las participaciones del ser y en el ser. El ser era el primer espacio o marco ontológico en el que todo tenía cabida, todo lo existente se justificaba por participación. El ser era un “banquete” desde Platón[62]. Siguiendo a Nédoncelle, lo primero en la experiencia es el pluralismo ontológico, 47 si bien es cierto que no percibiríamos el pluralismo del ser si no tuviéramos una idea de su unidad en el ser. Una y otra se condicionan. En la experiencia lo primero es el ente, en la ontología o metafísica lo primero es el ser, o lo uno. El ser es relación y comunicación, pero no es identidad lineal con lo particular. Su condición, su relación sigue siendo dialéctica: igualdad y diferenciación. La filosofía clásica ha hablado de analogía. El personalismo, sin rechazar o temer esa terminología, tiene otra más intersubjetiva. Entre lo particular de los seres y el ser que está en todos ellos hay una distancia, una ruptura y una identidad o continuidad. Esta ruptura es radical, esencial, en el sentido de que los entes son creados por el ser, o por el ente por excelencia. Hay una gran diferencia entre los dos órdenes; el ser es causa de los seres. Existir es entrar a formar parte, con la propia identidad, de una sociedad y comunidad de vida cuya más alta expresión está en la conciencia y en la libertad donde se acepta esta identidad para la colaboración y para la personificación. En esta esfera de lo existente la persona es la cumbre de conciencia de ser, por tanto, de conciencia de identidad y ruptura pero también de colaboración y de comunicación entre los seres. La persona es donde esta estructura ontológica llega a su plenitud. Por eso el personalismo es una metafísica y con su ontologismo y con su ética, contribuye a la formación de una conciencia de colaboración y de diálogo. 48 I. LA PERSONA COMO INTERPRETACIÓN DEL MUNDO REAL El pensamiento de Nédoncelle no rehuye la sistematización ni el uso disciplinado de los instrumentos conceptuales, pero no es un sistema al estilo hegeliano, pues al ser su afirmación central la existencia de personas libres y creadoras, introduce en el corazón de esas estructuras un principio de imprevisibilidad que disloca toda voluntad de sistematización definitiva, llegando M. Nédoncelle a la siguiente conclusión: "quien desee conocer el estatuto metafísico de la persona, el camino que tiene más fácil es el de la reciprocidad humana, por esto, nosotros lo hemos escogido. Y con mayor razón cuando el yo descubre que su esencia no es separable, sino que esta se encuentra en Dios y por Dios se despertará al carácter unificador y transhistórico de la persona"[63]. La relación indica tendencia, apertura y trascendencia, fundamentalmente entre las personas entre sí o entre la persona humana y Dios. La persona tiene, en su entraña más íntima, la orientación a las demás personas, a Dios mismo e incluso hacia las cosas físicas; aunque en su referencia hacia estas sólo podemos hablar de relación por analogía a lo que es la verdadera relación, que es la que se establece entre seres espirituales libres, sean las personas divinas, sean las humanas. Hasta tal punto esto es así, que incluso la reflexión filosófica implica siempre, de modo constitutivo, la interpersonalidad, en el paso del logos solitario al diálogo interpersonal. Y esto es así porque el pensador no puede dejar de ser persona cuando piensa, y llega a ser persona en plenitud sólo en relación con los demás[64]. Así pues, la palabra es el vehículo privilegiado, si bien no el 49 único, de la relación humana, y el elemento
Compartir