Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Publicado por Arturo Lantigua Derechos Reservados © 2023 Arturo Lantigua Primera Edición 2023 Por Arturo Lantigua Título publicado originalmente en español: DIRIGIDO POR EL ESPÍRITU SANTO Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores. Citas Bíblicas tomadas de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera de 1960. © Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Clasificación: Vida Cristiana ISBN - 979-8-3507-1114-1 Para contacto: PASTOR ARTURO LANTIGUA Email: pastorarturo@iglesiaevangelicavisiondereino.com Website: www.iglesiaevangelicavisiondereino.com Direccion: 950 Manson Dr Marrero LA 70072 Teléfono: (225) 247-2153 (504) 402-6105 Facebook: Iglesia Evangelica Vision de Reino Twitter: Vision de Reino Producido en USA por: www.HolySpiritPub.net Tel. (214) 881-1367 DE: PASTOR ARTURO LANTIGUA PARA: _________________________ AGRADECIMIENTOS A mis hijas, Chavely, Thalía, Melane y Arlene. A mis nietos, Erick, Amanda y Zoriel. A mi madre Melania, a mis hermanos y demás familiares. A la Iglesia Evangélica Visión de Reino, mi familia de la fe, representada en cada uno de los líderes y miembros de esta hermosa congregación. Gracias a todos por su apoyo incondicional y su confianza plena en nuestro llamado y ministerio. Muchas bendiciones para todos y que sea su anhelo siempre Ser dirigidos por el Espíritu Santo. DEDICATORIA Al Dios Trino (Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo) A mi esposa y pastora, Carmen. CONTENIDO Prólogos 11 Introducción 13 Capítulo I Tenemos al Espíritu Santo 21 Capítulo II 2023, año de milagros multiplicados 51 Capítulo III Sanado para servir 59 Capítulo IV Jesús no vino a ser servido, sino a servir 109 Capítulo V Pelea tus batallas 131 Acerca del autor 161 PRÓLOGO ARQ. BELKI LANTIGUA Desde la creación del mundo, el Espíritu de Dios se mueve. Lo podemos ver en el Libro de Génesis, en el capítulo 1, verso 2, donde dice que la tierra estaba desordenada y vacía y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Hombres como David, Moisés, Saúl, Gedeón, entre otros, experimentaron la presencia del Espíritu Santo recibiendo dones que les permitieron dirigir sus pueblos, algo que marcó hitos en la historia del creyente. El Espíritu de Dios es vivo y tiene un plan para cada ser humano, no es una herramienta ni un arma, es una persona y estamos en sus manos, no Él en las nuestras. Y es nuestra mentalidad de fe en las promesas de Dios lo que provoca que el Espíritu Santo obre para liberarnos del poder del pecado y ser dirigidos en sus propósitos. Dirigido por el Espíritu Santo es el resultado de la experiencia personal del autor al verse confrontado por el Espíritu de Dios en una dimensión que sobrepasa todo raciocinio humano. Él no solo se dejó llevar, sino que comenzó a buscar la dirección divina desarrollando un ministerio de fe, validando con experiencias de otros y la suya propia el poder y dirección de un Dios vivo. El título de este libro retrata la realidad de un hombre que ha entendido la necesidad que tenemos todos los seres humanos de tener una vida plena, y la mejor manera es cuando nos dejamos guiar por el Espíritu Santo; un hombre que entiende que lo que para muchos es locura es realmente el encuentro con las manos de Dios, teniendo que aprender a mirar con ojos de fe todo lo que le rodea; desarrollando por casi quince años un ministerio donde el móvil es dejar que sea el Espíritu Santo quien marque las pautas a seguir. Esto le ha permitido levantar una congregación que se mueve no solo por lo que ve, sino por lo que cree. Dirigido por el espíritu Santo es un libro que te ayudará a ampliar tus horizontes de fe y dejará en ti esa necesidad de experimentar y conocer lo que otros tuvieron la oportunidad de saber. No es solo guía, es la realidad del Dios vivo que quiere cambiar tu vida a través de sus hijos. Arq. Belki Lantigua Introducción Desde aquel día, soy dirigido por el Espíritu Santo. Había pasado poco tiempo después de haberme bautizado en agua cuando manejaba una hora y media desde mi casa hasta la iglesia. Iba manejando, oyendo alabanzas, gozándome en la presencia de Dios, y decidí pararme en una gasolinera y comprar una bebida energizante, que para ese tiempo estaba muy de moda en los jóvenes. Compré la bebida y me volví a montar en mi carro. Seguí escuchando las alabanzas mientras me tomaba la bebida energizante, cuando de repente, vino sobre mí un fuego que no me podía explicar. No entendía lo que estaba pasando y pensé que la bebida me estaba ocasionando ese efecto, solo sabía que era algo maravilloso, algo glorioso. Mientras conducía, sentía que me elevaba de mi asiento y que iba manejando en automático, pero en ese momento, también comencé a llorar sin parar. No era un lloro de tristeza ni de preocupación, era un lloro de alegría, un lloro de llenura. Eso me envolvió por mucho rato. Seguí manejando y llorando. Estaba en un trance, prácticamente, es la experiencia más hermosa que cualquier ser humano pueda vivir. Hasta allí, no entendía lo que estaba pasando, y solamente pensaba que la bebida me había hecho el efecto. Estuve bajo el dominio de esa sensación gloriosa en todo mi ser más o menos una hora después de haber llegado al lugar donde iba, y no podía parar de llorar. Al día siguiente, quise vivir la misma experiencia; me paré nuevamente en la gasolinera, compré la bebida energizante y me la tomé; pero nada pasó; entonces, entendí que no dependía de ninguna bebida, de ningún ambiente, ni siquiera de la música que iba escuchando, sino que en ese momento el Espíritu Santo había elegido dirigirme en mi carrera ministerial; y para gloria y honra de mi Señor, entendí que somos dirigidos por el Espíritu Santo y que Él entiende, elige y decide a quién va a dirigir. Desde ese momento, mi vida ha sido dirigida por el Espíritu Santo y jamás volvió a ser la misma. A partir de allí, comencé a enamorarme del Espíritu Santo, me dediqué a investigar sobre Él, a escudriñar las Escrituras acerca de Él. Comencé a escuchar a tantas personas que habían tenido experiencias similares con el Espíritu Santo y todo eso me fue dando una idea clara de que el Espíritu Santo es una persona, de que Él está allí disponible para todo aquel que quiera ser su amigo, que quiera acercarse a Él. Aprendí desde muy temprano que el Espíritu Santo está en nosotros desde que decidimos recibir a Cristo como nuestro Salvador. Y eso fue muy importante saberlo, porque nunca, después de ahí, dejé de pensar en la presencia del Espíritu Santo a mi lado. Viví experiencias tan maravillosas como ir en mi carro manejando hacia mi trabajo desde la casa durante una hora y media y sentir muchas veces que, en medio de la oración, en medio de mi búsqueda, en medio de mi comunión con el Espíritu Santo, en medio de mi anhelo por estar con Él, por conocerle, por tener una relación más estrecha con Él; simplemente ponía mi mano hacia el lado derecho del asiento y podía sentir literalmente cómo el Espíritu Santo tomaba mi mano y la apretaba; y era una sensación tan maravillosa, tan gloriosa, que me daba una confianza, un entender que verdadera- mente el Espíritu Santo es nuestro amigo, es la persona que está allí para guiarnos, para dirigirnos; que esla persona que, Jesús en su infinito amor por cada uno de nosotros, decidió dejarnos para que nos consolara y para que, en este camino tan difícil (por lo cual dice la Palabra que solo los valientes arrebataremos el reino de los cielos), esté con nosotros todos los días hasta el fin de nuestras vidas. En Lucas 24:49, Jesús les dijo a sus discípulos que fueran a Jerusalén y que no se movieran de allí hasta que hubiera venido sobre ellos el poder del Espíritu Santo, el poder de lo alto; y realmente sabemos la historia. «He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padresobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto» (Lucas 24:49). En Libro de los Hechos, capítulo 2, dice que los discípulos estuvieron allí por diez días esperando esa llenura, esa visitación. Y dice la Palabra que, de repente, el Espíritu Santo se postró sobre ellos, sobre sus cabezas, como llamas de fuego; y a partir de allí, ellos comenzaron a hablar en lenguas, comenzaron a tener una relación especial, una llenura y es lo que conocemos hoy como el bautismo del Espíritu Santo. A partir de ahí, los discípulos comenzaron a profetizar, a sanar a los enfermos, a llevar el evangelio; porque queda claro que sin el Espíritu Santo nada podemos hacer. «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:1-4). De la misma manera, nosotros tenemos que estar siempre esperando esa presencia, esa llenura, ese toque del Espíritu Santo, para que, una vez que seamos llenos, podamos ser efectivos en lo que hacemos para Dios. Ser dirigidos por el Espíritu Santo significa que todo lo que hagamos debe ser dirigido por Él, que todas nuestras decisiones deben ser dirigidas por Él y, después de ahí, comenzamos nosotros a tener efectividad en nuestro ministerio. Que oremos, que podamos profetizar, que podamos decir aquello que el Señor pone en nuestros labios va a depender siempre de nuestra relación con el Espíritu Santo. Nunca jamás podemos movernos en nuestro ministerio si el Espíritu Santo no va con nosotros; por eso es tan importante que en este libro, tú, hermano lector, te enfoques y puedas conocer las experiencias quizás de una persona que no tenga otra intención que no sea presentarte el poder del Espíritu Santo, presentarte que de esa misma manera como el Espíritu Santo nos ha dirigido hasta aquí, Él también puede dirigir tu vida y tu ministerio; y que el poder de Dios, el poder del Espíritu Santo, la unción del Santo de Israel pueda estar sobre ti, sobre tu vida, sobre tu casa, sobre tu familia, sobre tu matrimonio, sobre tu ministerio, sobre tu salud, sobre tus finanzas y que, al terminar de leer este libro, te hayas empoderado de esta verdad, que la puedas poner en práctica y que, de la misma manera, seas tú uno más dirigido por el Espíritu Santo. El propósito de este libro, además de que sea una fuente de conocimiento, de instrucciones y de motivación para nuestra congregación de la iglesia Visión de reino, es hacerle llegar a quienes no pertenecen a nuestra iglesia, incluso a los aún inconversos, también este valioso conocimiento y las experiencias de nuestra iglesia, como un punto de inspiración para sus iglesias y para ellos de manera personal. CAPÍTULO I TENEMOS AL Espíritu Santo «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Juan 14:16-18). Los cristianos tenemos al Espíritu Santo N osotros tenemos al Espíritu Santo, necesitamos al Espíritu Santo. Una de las maravillas de las manifestaciones gloriosas de ser cristiano es que tenemos al Espíritu Santo. Cuando tú tienes al Espíritu Santo, ves cosas sobrenaturales. El Apóstol Pablo les preguntó a los discípulos que se encontró en Corinto: «¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?»; y ellos dijeron: «Ni sabíamos que había Espíritu Santo». Por eso, nuestra iglesia Visión de reino se enfoca en enseñar sobre el Espíritu Santo, porque de nada le sirve a un cristiano haber recibido a Jesucristo como su Salvador, tener al Espíritu Santo y no conocerlo. Sería como si tuvieras a alguien en tu casa, que viviera contigo, pero que no lo conocieras. Así que te estoy escribiendo para poder decirte con plenitud: «Tenemos al Espíritu Santo». Muchas veces no tenemos que decirlo con palabras, los hechos hablan solos. La Biblia dice: «Por los frutos los conocerás»; y donde está el Espíritu de Dios hay frutos del mismo Espíritu. Hay fruto de arrepentimiento y están los frutos del Espíritu. Por eso, cuando tú estás en un lugar donde está el Espíritu Santo, puedes sentir que la piel se te eriza, te da frío. Aunque haga calor, tú piensas: «Pero, Dios Santo, ¿qué me está pasando? ¿Qué está sucediendo en mí?». Está sucediendo que hay una manifestación del Espíritu Santo en tu vida; pero lo más importante es que, aparte de lo que sientes, habrá una transformación que tú vas a ver. Declaro que tu vida después de leer estas líneas jamás volverá a ser la misma, que tu vida cambiará para la gloria de Dios, por el poder de su Palabra. No adoramos y glorificamos a un Dios muerto, glo - rificamos al Rey de reyes y Señor de señores; y donde está el Rey de reyes está la presencia de Dios y está el Espíritu Santo. Les dará otro Consolador Esta palabra de Juan que abre el capítulo relata que Jesús dijo a sus discípulos: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (v. 16). Imagínate a Jesús diciéndole al Padre: «Padre, envíales al Espíritu Santo». Jesús tenía influencia sobre su Padre, al respecto dice la Biblia estas palabras de Jesús: «Todo lo que pidieres en mi nombre, el Padre lo hará»; y Él le dijo: «Envíales al Espíritu Santo»; y el Padre envió al Espíritu Santo. Si tú no lo tienes es porque no lo has recibido, porque no lo quieres. Ya Jesús dijo: «Mándales al Espíritu Santo»; y mandó al Espíritu Santo. Si no lo has recibido, es problema tuyo, porque si ya te lo dieron, te lo enviaron y no lo has recibido es porque no estás haciendo la diligencia pertinente para recibirlo. Cuando a ti te envían un paquete por una empresa de envío, lo estás monitoreando en las redes durante todo el trayecto, verificas por cada ciudad que vaya pasando y estás desesperado porque termine de llegar. Si luego ves en la red que dice que ya llegó, pero tú no lo has recibido, te entra una desesperación, un sudor y empiezas a llamar por teléfono a todas partes, a todo el que estuvo involucrado, al que te lo envió, a la empresa de traslado, al que debió haberlo recibido. Perfecto, esa es la actuación correcta, pero si el Espíritu Santo no está en ti, también te tienes que desesperar, tiene que salir de tu banca, tiene que correr, que llamar al Padre, que clamar, que orar, que levantarte, algo tienes que hacer. ¿Cómo vas a decir que no has recibido al Espíritu Santo si la Biblia dice que ya te lo enviaron y no hacer nada al respecto? Es decir, si tú no lo has recibido, debes decir: «Señor, no he recibido nada y no me quiero levantar de leer este libro sin que me lo des». Eso es lo que tenemos que hacer, porque ya el Padre recibió de su Hijo la recomendación y Él cumple, es una promesa. Jesús dijo: «Envíales…»; y el Padre dijo: «Porque Tú lo quieres, se los envío»; y nos mandó al Espíritu Santo, y nos prometió que estará con nosotros para siempre. Por eso, dice la Palabra que el Espíritu Santo está disponible para todo aquel que lo pida. También dice la Biblia: «Si ustedes siendo malos saben dar buenas cosas a sus hijos, cuánto más mi Padre que está en el cielo les dará al Espíritu Santo a los que se lo pidan». El Espíritu de verdad Dice Juan: «El Espíritu de verdad»; y hay que tener cuidado con esto. Hay gente que tiene espíritu de adivinación, espíritus que no son de verdad y le dicen cosas a la gente, les dicen hasta lo que se comieron la noche anterior; pero no son cosas que vienen del Espíritu Santo. La Biblia dice que es el Espíritu de verdad el que el mundo no puede recibir. Por eso, ningún hombre mundano, ningún impío puede recibiral Espíritu Santo. Antes de recibir al Espíritu Santo se debe recibir al Rey de reyes y Señor de señores; si no, va a pasar como le sucedió a Simón «el mago», que él quería al Espíritu Santo, pero no había recibido al Señor; y él solo quería el poder que veía en los discípulos. ¡No! Es necesario que primero recibamos a Cristo como nuestro Salvador para que el Espíritu Santo venga sobre nosotros, y una vez que está el Espíritu Santo, entonces vamos a estar seguros de que es el Espíritu de verdad el que está en nosotros. ¿Cómo sabemos que es el Espíritu de verdad? Si las manifestaciones del poder de gloria que están sobre tu vida están acompañadas por un testimonio y lo podemos ver, tú vas a poder decir claramente: «El Espíritu Santo está sobre mí». Jesús dijo: «El Espíritu Santo está sobre mí y ha venido para que haya una manifestación, para que los enfermos sean sanados, para que los que están cautivos sean liberados, para que a los que estén encadenados se le rompan las cadenas, para que el pobre reciba buenas noticias a través del evangelio; y lo más importante, para que celebremos el año agradable del Señor». Cuando hay una manifestación del Espíritu Santo todo esto se da, y estamos de celebración en celebración, de bonche en bonche, de party en party, de gloria en gloria, de victoria en victoria, para la gloria de Dios. La manifestación no se detiene cuando es el Espíritu de verdad. El mundo no lo recibe Continúa diciendo Juan: «Al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce» (v. 17). Si no conoces al Espíritu Santo, a través de este libro te lo voy a presentar y espero que hagas una buena relación con Él. Debemos tener la manera de comunicarnos con el Espíritu Santo en cualquier lugar, no importa por dónde va a fluir. Lo que te estoy diciendo con esto es que tú no puedes vivir una experiencia en el Espíritu Santo por la iglesia, tú no puedes recibir al Espíritu Santo y solamente sentir su manifestación cuando asistes a la iglesia; tienes que estar lleno del Espíritu Santo. Cuando estás en tu casa tienes la llenura. Cuando estás en el trabajo, en tu negocio, en la escuela tienes la llenura. Cuando vas a la Universidad, cuando estás durmiendo, cuando te despiertas tienes la llenura. El mundo no puede tenerlo porque no le ve ni le conoce, pero dice Juan en la Palabra: «Pero ustedes sí le conocen, porque Él mora en ustedes» (v. 17). El Espíritu Santo mora en nosotros. El asunto es que las manifestaciones del Espíritu Santo se deben provocar. Así como cuando tú tienes un huésped en tu casa, un invitado; si tú lo tienes ahí y solo lo tienes encerrado en un cuarto y le pasas la comida por debajo de la puerta y solo hablas con él cuando lo necesitas, esa relación no va a prosperar. Igualmente, si tienes al jardinero viviendo en tu casa y lo tienes trancado en una habitación, todo el jardín de tu casa va a parecer un monte, porque, aunque tengas un buen jardinero, el jardinero no se está relacionando contigo. Cuando tú tienes al Espíritu Santo trancado en un cuartito, también tu jardín va a estar desesperado por verlo. Por eso es difícil ver a un cristiano que tenga al Es - píritu Santo y que su vida sea un desastre. Si a ti te sucede es porque te falta la relación con el que tienes en ti, es necesario que le abras la puerta a ese huésped, que lo dejes salir, que lo invites a tu sala, que lo atiendas bien para que Él pueda trabajar en lo que sabe trabajar. Es diferente cuando tú le das libertad al Espíritu, cuando tú le abres las puertas y le dices: «Ahí está el baño, ahí está la cocina, esta es la habitación principal, este es el patio, este es el frente, ahí está el refrigerador, haz lo que Tú quieras en esta casa porque esta casa te pertenece a Ti». «El mundo no lo conoce, pero ustedes sí lo conocen, porque Él mora en ustedes y estará en ustedes». No los dejará huérfanos También nos dice el Señor en Juan: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (v. 18). El Señor no nos dejará huérfanos. Dice aquí la Palabra que Él nos promete volver. Mientras llega el momento en que Cristo vuelva, nuestro Consolador, nuestro compañero, nuestro amigo fiel es el Espíritu Santo. Mientras Cristo vuelva, Él es nuestro vicario, Él es quien está haciendo el trabajo que hizo Jesús cuando vino a la tierra hasta que Cristo vuelva; y Cristo viene y viene pronto. Él viene por su iglesia, viene por nosotros. Jesús tenía mucho que decir sobre el Espíritu Santo, porque sin el Espíritu Santo no podemos glorificar a Dios. Un cristiano que no tiene al Espíritu Santo, en vano está tratando de glorificar a Dios, todo lo que haga va a ser en vano, va a ser pérdida de tiempo; porque la Biblia dice: «Por tu propia cuenta nada podrás hacer». Jesús les dijo a sus discípulos: «Vayan a Jerusalén y no se muevan de allí hasta que haya venido sobre ustedes el Espíritu Santo de Dios»; porque nada podremos hacer hasta que haya descendido su poder sobre nosotros. La única forma de glorificar a Dios es a través del Espíritu Santo. Jesús también enseñaba, porque sin el Espíritu Santo la iglesia sería un club social. Disculpa, no estoy en el ánimo de criticar ninguna iglesia, pero cuando tú vas a una iglesia donde el Espíritu Santo no está presente, donde el Espíritu Santo no se mueve, donde al Espíritu Santo lo tienen cautivo en un rincón y solo se mueve cuando el profeta lo dice, allí hay un problema; porque la Biblia nos enseña que donde está el Espíritu de Dios hay libertad. O sea, que en esas iglesias a las que vas y te dicen: «Tienes que sentarte tranquilito ahí, cuidado; y cuidado si me aplaudes y cuidado si te paras, y no te me cruces para allá porque esas son las bancas de las chicas; y chicas, no se crucen para acá porque estas son las bancas de los chicos»; están restringiendo al Espíritu Santo. Y si alguien se llena del Espíritu Santo y quiere brincar y quiere danzar y quiere profetizar, no hay manera de hacerlo; porque no hay Espíritu Santo presente; y si el Espíritu Santo no está, no hay libertad. Donde está el Espíritu de Dios, allí sí que hay libertad. No te preocupes, si aún no lo tienes, lo vas a tener a partir de ahora y lo vas a cuidar bien, y la gente se va a sorprender cuando te vea, se van a preguntar: «¿Esa es fulana?, pero ¿qué le pasó?». «Le lavaron la mente en una iglesia», dice la gente que desconoce de lo que estamos hablando. ¿Cómo estamos seguros de que tenemos al Espíritu Santo? Veamos tres cosas que debemos saber para que podamos estar seguros de que tenemos al Espíritu Santo. Hace rato dijimos que el mundo no conoce al Espíritu Santo porque no lo ve y no lo pueden tener porque no tienen a Cristo; entonces, cuando ellos ven a una gente que tiene al Espíritu Santo, para ellos están siendo manipulados; y tienen razón, donde ellos se equivocan es en que no es el pastor quien los manipula, sino el Espíritu Santo que está dentro de ellos. ¡Claro que tienen razón! Mi vida es manipulada cien por ciento por el Espíritu Santo. Soy un esclavo del Señor. Si vivo, vivo para Él; y si muero, me voy con Él. Las tres cosas que debemos saber son: 1. ¿Quién es el Espíritu Santo? • En griego, Espíritu Santo se dice paracleto, y paracleto significa llamado al lado para ayudar. El Espíritu Santo es aquel que Dios envió para que nos ayudara, apoyara, guiara, enseñara, exhortara y corrigiera. Ese es el Espíritu Santo. • El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad. No es una cosa, no es una fuerza, no es algo, es alguien. Y como Él es algui- en, voy a aprender cómo me hago amigo de ese alguien. • El Espíritu Santo es nuestro amigo fiel. Hay muchos amigos, y la Biblia dice que hay amigos que son más que hermanos, pero el único amigo que nunca te va a fallar es el Espíritu Santo, Él va a estar contigo en las buenas, en las malas y en las peores. La Biblia dice que, aunque tu madre y tu padre te dejaren, Él no te dejará, el Espíritu Santo nunca te dejará. • El Espíritu Santo es nuestro Consolador. En ese momento cuando pareciera que el mundo se nos viene encima, cuandoya no queremos más, que ya no podemos más, que la enfermedad ya va a acabar con nosotros, cuando estamos agobiados por un divorcio o porque alguien nos falló; el Espíritu Santo es nuestro consolador. Él está ahí con nosotros en la enfermedad, en la rebelión, en el divorcio, en las situaciones financieras y seguirá con nosotros hoy, mañana y siempre; porque Él es nuestro Consolador. «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26). • El Espíritu Santo es nuestro abogado fiel.Él es quien nos defiende, y Él nunca ha perdido un caso. Si tú eres de los que piensan que eres culpable, déjame decirte que no te rindas, que el Espíritu Santo nunca ha perdido un caso. Cuando tú pones tu vida en las manos del Espíritu Santo, prepárate porque la victoria vendrá sobre ti. Tú piensas que tu problema es demasiado grande porque tú conoces tus deudas, tus problemas, tu enfermedad, pero pareciera que no conocieras al Rey de reyes y Señor de señores, hablas como si no lo conocieras. Cuando veas a un cristiano hablando así, repréndelo en el nombre de Jesús. Cuando el Señor le dijo a Abraham: «Vas a tener un hijo con Sara y vas a hacer padre de multitudes»; Sara estaba detrás escuchando y se rio, porque Abraham y ella eran viejos y a ella ya le había cesado la costumbre de las mujeres. Y el Señor le dijo a Abraham: «¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? 14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?» (Génesis 18:13-14). ¿O es que hay algo tan grande en esta tierra que Dios no pueda resolver? ¿Hay una enfermedad tan grande que Dios no pueda sanar? ¿Hay una deuda tan grande en tu vida que Dios no pueda saldar? ¿Hay un problema tan grande en tu relación que Dios no pueda resolver? ¿Cómo vas a pensar eso? Aprendamos a conocer al Dios de la Biblia, y eso es lo que quiero que aprendas con este libro, que todo lo que suceda en tu vida suceda a través del Espíritu Santo. Dios, el Padre, no va a bajar del cielo donde ti; y Jesucristo, dice la Palabra, que está sentado a la derecha del Padre, tampoco; por eso Él envió al Espíritu Santo, y si tú no tienes al Espíritu Santo, te quedaste sin delivery. Es como si tú pides un paquete, lo eliges, lo compras, lo pagas, pero el problema es que no hay servicio de entrega, no hay quien te lo lleve. Así hay muchos cristianos en esta tierra, tienen el cielo lleno de paquetes, porque ellos tienen al Padre y tienen al Hijo, pero les falta el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo es el que trae las bendiciones del cielo hasta nuestras casas, del cielo hasta nuestras vidas y del cielo hasta nuestros ministerios. El Espíritu Santo es el que nos da la bendición. El Padre nos la mandó, el Hijo la pidió para nosotros, pero el Espíritu Santo es el que nos la entrega. 2. ¿Qué hace el Espíritu Santo? Ya conocemos al Espíritu Santo, sabemos que es una persona. O sea, si esta noche en tu casa sientes que alguien se te sube a la cama y sientes que te baja la cama de un lado, no te asustes, porque posiblemente sea el Espíritu Santo que hoy decide visitarte. Y si el Espíritu Santo te visita, prepárate, porque tu vida va a ser transformada en todas las áreas. Pero ¿qué hace el Espíritu Santo? • Nos guía a toda verdad. «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Juan 16:13). Lo primero que Él hace es que nos guía a toda verdad. ¿Y cuál es la verdad? Dijo Pilato: «¿Y qué es la verdad?»; y Jesús lo vio y en su corazón dijo: «Ni te voy a contestar. No voy a perder el tiempo hablando contigo; porque este grupito sabe que Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre si no es por mí. ¿Cómo vas a preguntar eso?». ¿Cuánta gente hay allá afuera que no conoce la verdad?, y el único que nos va a presentar la verdad es el Espíritu Santo. • Él es el único que te convence de pecado. «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado» (Juan 16:8-11). Lo primero que el Espíritu Santo hace con nosotros en su manifestación es convencernos del pecado. Él nos dice: «Es necesario que dejes de caminar sin mí», nos muestra los errores y equivocaciones que hemos cometido demostrándonos la verdad. Entonces, comenzamos a ver la vida diferente. • El Espíritu Santo nos presenta a Cristo. «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí» (Juan 15:26). El Espíritu Santo nos presenta la verdad, nos presenta la salvación. Te lo voy a explicar así: los mormones, los testigos de Jehová, los adventistas, los católicos, los evangélicos, los convertidos, la gente de todas las religiones necesita a Cristo como su Salvador, porque en el cielo no se entra con la credencial de la iglesia, en el cielo se entra con el nombre poderoso de Jesús y con tu nombre escrito en el libro de la vida. Al Señor no le interesa si tú vienes de una iglesia de cuatro miembros o de cuatro millones, a Él lo que le interesa es que tu nombre esté escrito en el libro de la vida. • El Espíritu Santo nos ilumina. «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16–17). El Espíritu Santo nos inspira, nos ilumina para poder entender esa Biblia que a veces nos parece tan difícil de entender. Por eso, cuando vayas a leer la Biblia, primero ora a Dios para que el Espíritu Santo te ilumine y te dé esa manera de entenderla. • Nos da el poder para edificar la iglesia. «Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros» (1 Tesalonicenses 1:5). Él es quien nos da el poder para edificar la iglesia. Una iglesia sin el Espíritu Santo está muerta. Una iglesia sin el Espíritu Santo ve ir a su gente para otro lado, y va a pasarse toda la vida reuniendo personas, viendo a unas personas entrar y a otras salir, pero sin ninguna transformación, porque lo que transforma no es el mensaje del pastor, sino el poder del Espíritu Santo. 3. ¿Cómo el Espíritu Santo hace todo esto? Te diré algunas maneras de cómo se manifiesta. Por ejemplo: • Él está siempre en un pueblo que lo adora. Donde se adora al Espíritu Santo, Él se va a manifestar; porque la Biblia dice: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20 LBLA). Donde haya dos o tres reunidos en el nombre de Jesús, el Espíritu Santo se va a mover, por eso se mueve en los servicios. En una ocasión, en una noche, tuvieron que orar por mí en la iglesia, porque la gloria de Dios era tan fuerte, tan poderosa, que no podía seguir ministrando y me tuve que ir a una esquina buscando un refugio, a ver si lo que había en mí se disipaba; porque era como si me hubieran metido en un tanque de guerra y me hubieran echado aire. Sentía que estaba explotando, y cuando miraba para atrás, veía las manos del Espíritu Santo abiertas esperando a que yo cayera sobre ellas; entonces dije: «Ay, Santo, ¡qué gloria de Dios hay en esta casa»! Y todos me ministraron hasta que pudimos salir de ese éxtasis, de ese ambiente. Eso nos muestra a nosotros que donde hay verdaderos adoradores, el Espíritu Santo se va a mover con libertad. • El Espíritu Santo también se mueve en las células. En las células en las que he estado y he ido a chequear lo que están haciendo, me he quedado sorprendido con lo que el Espíritu Santo hace en un pedacito de casa, cómosana a la gente, como los liberta, cómo rompe las cadenas de opresión, cómo rompe las cadenas de maldición, cómo cambia el Espíritu Santo a la gente. A Él no le interesa donde haya muchos o pocos, donde haya uno, dos o tres reunidos en su nombre, ahí Él se va a mover en el nombre de Jesús. En tu célula se debe mover el Espíritu Santo, y si no se está moviendo, comienza a trabajar para que se mueva. Te voy a dar unos tips a ti, líder de célula: habla del Espíritu Santo, invita al Espíritu Santo, atiende al Espíritu Santo, adora al Espíritu Santo, ama al Espíritu Santo, enamórate del Espíritu Santo y el Espíritu Santo te va a acompañar dondequiera que tú te muevas. Y si tú estás en la célula, ahí va a estar el Espíritu Santo. Eso es lo que necesitamos. • El Espíritu Santo se mueve en el discipulado. Ahí se mueve el Espíritu Santo; y más en este tiempo que estamos hablando del Espíritu Santo. • El Espíritu Santo se mueve en cada hogar. Si en tu casa, el Espíritu no se mueve, tienes que hacer algo para que Él se mueva en tu casa. Tienes que pelear hasta que la gente llegue a tu casa y diga: «¡Wow! Aquí se siente un ambiente diferente». Cuando la gente entre a tu casa y diga: «Siento como una paz, ¿será por los velones? ¿Será por el color de la casa?» (porque el mundano le busca explicación a todo); le dices: «Si la casa fuera roja, azul o amarilla, sentirías la misma paz; porque nuestra paz no depende del color, sino del Espíritu Santo de Dios que está en esta casa». No importa el color de la pintura, puedes comprarte todos los velones de olores que quieras y no va a pasar nada. Te puedes comprar todos los sonajeros que quieras y lo que vas a traer son los demonios a tu casa. El Espíritu Santo es el que da esa paz. • El Espíritu Santo se mueve en cada ministerio. A los que creen que, si no es en el grupo de alabanza, no fluyen; que, si no es predicando, no fluyen; les voy a aclarar algo: el Espíritu Santo se mueve en ti, seas ujier, danzarina, de alabanza, prediques la Palabra o seas líder de célula. Él se va a mover en todos los ministerios. Si hay un ministerio que le adora, Él se va a mover en el nombre de Jesús. • Y lo más importante, se mueve en cada vida. Él recibe la adoración cuando oramos. Cuando tú estés orando tienes que dirigir bien tu oración: esa oración tiene que ir ungida, tiene que ir claramente dirigida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No te vuelvas bla, bla, bla; no te pongas a repetir lo que la gente dice, no te vuelvas un radio; tienes que saber lo que estás orando, lo que estás pidiendo. Hay que orar con entendimiento, meternos en la oración, dirigir nuestra oración y poner nuestra mirada hacia el Padre y luego nos conectamos con el Hijo y después esperamos en el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo va a descender en el nombre de Jesús. Dice la Palabra en Lucas 9:29 que, cuando Jesús iba para el cielo, mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra y sus ropas se volvieron blancas y resplandecientes. Los que estaban con Jesús vieron junto a él a dos varones, y Pedro, no sabiendo lo que decía (así especifica la Palabra) se los refirió al Maestro llamándolos Moisés y Elías. La Palabra lo que está diciendo es que, cuando tú y yo oremos con entendimiento, nuestro rostro y nuestra ropa van a cambiar y nos vamos a conectar con el cielo, porque Moisés y Elías estaban en el cielo y bajaron a la tierra gracias a la oración de Jesús. Cuando tú y yo oremos en el espíritu, vamos a ver la manifestación del Espíritu sobre nosotros. «Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén» (Lucas 9:29-31) ¿Quieres tener al Espíritu Santo? ¿Quieres tener al Espíritu Santo? Métete en el Espíritu. El Espíritu Santo se mueve en la alabanza cuando nosotros alabamos en espíritu y en verdad. No es lo mismo ir a la iglesia queriendo adorar a Dios que cuando tu corazón lo que anhela son los aplausos, que cuando tu corazón anhela que la gente escuche tu linda voz. Cuando tú te subes al altar, aunque tengas voz de trompeta rayada, prepárate, porque el Espíritu Santo te va a usar como nunca. Él no necesita tu voz, Él necesita tu corazón. Eso se llama adoradores en espíritu y en verdad. Él se mueve en alabanza, pero en alabanza real. El Espíritu Santo se mueve cuando danzamos en espíritu y en verdad. Me gusta cuando la gente se sale de su asiento y va a danzar al altar, que andan brincando como locos ahí. En este país, la gente casi no lo hace, no sé si por miedo o por vergüenza, pero estoy orando para que eso cambie; para que, cuando la manifestación del poder del Espíritu Santo esté en nuestra iglesia Visión de reino, todos los asistentes salgan de su asiento y dancen para Dios, que puedan danzar como David. Y si los critican, mejor, se están pareciendo más a David; porque cuando David danzó, que regresó a su casa, «su esposa Mical salió a su encuentro y le dijo con intenso disgusto: —¡Hoy no te has comportado como un rey! ¡Hiciste el ridículo delante de todos! ¡Te descubriste delante de las criadas como un cualquiera!» (2 Samuel 6:20). Me imagino que David le dijo: «La ridícula eres tú, que te quedas ahí sabiendo que la gloria está aquí». A ti no debe darte vergüenza pararte a danzar frente a Dios, debe darte vergüenza quedarte sentado cuando la presencia de Dios está sobre ti. ¿Cómo nos vamos a quedar sentados cuando la presencia está sobre nosotros? Cuando esa presencia viene hay que moverse. Las danzarinas de nuestra iglesia Visión de reino son una promesa de Dios. Esta iglesia tiene dos promesas entre tantas, vamos a tener uno de los ministerios más poderosos en poder de Dios de danzarinas; muchachas que cuando dancen, la gloria de Dios va a descender sobre la gente, y cuando el manto se mueva, la sanidad va a venir sobre los enfermos. Esa es la promesa que el Señor nos dio. Pero para que eso suceda, hay que meterse en el espíritu, danzar en el espíritu, danzar de verdad para Dios. Si tú eres de las danzarinas que no quieren asistir al ensayo, que para verte orando hay prácticamente que incautarte, ¿cómo piensas que vas a ver la gloria de Dios? La vas a ver cuando Dios vea tu corazón, cuando ores por tu ministerio, cuando ores por lo que Dios te ha dado; pero eso viene en el nombre de Jesús. El Espíritu Santo se mueve cuando predicamos. Cuando predicamos, buscamos primero la dirección del Señor. En ocasiones, algunas personas se me acercan y me dicen que predique acerca de un tema en particular. Por muy bueno e interesante que sea el tema, les digo que no. Puedo estudiarlo, leerlo, hasta enseñarlo; pero cuando se habla de predicación, se habla de la comida espiritual que el Señor prepara para su pueblo; se está hablando de la Palabra que tiene el Espíritu, que tiene rhema para su pueblo y para sus vidas. Se está hablando de la palabra que el Señor sabía que tú necesitabas y que ibas a estar presente y quería hacértela llegar. La prédica no se trata de hablar de lo que está de moda. Tenemos que buscar la dirección del Espíritu Santo, no podemos predicar de lo que sabemos, sino de lo que el Espíritu Santo nos da. Mientras menos sabemos del tema de la predicación es mejor para nosotros. Mientras menos conocemos a la gente, mejor. Muchas veces tenemos en la iglesia un problema al que ya estamos acostumbrados: la gente que viene de afuera cree que ya otras personas nos han hablado de sus problemas. Prefiero que no conozcamos a la gente porque es la forma en que el Espíritu Santo se glorifica, porque si la conociéra- mos, en vano estaríamos en ese altar. Que el Señor nos libre del pecado de estar en el altar para manipular a la gente, estamos allí porque queremos ver la manifestación del poder y de la gloria del Espíritu Santo y dependemos de Él al cien por ciento. En nuestra iglesia Visión de reino se predica lo que Él diga, cuandoÉl diga y como Él diga. Cuando alguien sube a nuestro altar como predicador tratando de impresionar a la gente, que se prepare, porque el primer impresionado va a ser él. Siempre recuerdo este testimonio: en Santo Domingo había un varón que era abogado, se convirtió a Cristo, hablaba muy fino, muy bien, era profesional, muy inteligente. Cuando se convirtió a Cristo, él escuchó a los muchachos de Visión de reino predicando. La iglesia está en un campo y nosotros veníamos de una ciudad, y él escuchaba a la gente predicar y siempre decía: «El día que me toque, sé que voy a dar la talla»; porque él estaba contando con lo que sabía, con lo que él dominaba. Déjame decirte que le llegó el día, como a todos, que nos va a llegar el día. El hombre estaba desesperado por subir al altar porque él pensaba que nos iba a impresionar a todos. Cuando ese varón subió al altar, abrió la Biblia, miró a la gente y agarró el micrófono con las dos manos y comenzó a decir: «Esto sí es grande»; y la gente repetía: «¡Esto sí es grande!»; porque la gente pensaba que ese era el tema; y él volvía a decir: «Esto sí es grande, esto sí es grande». ¿Sabes qué era lo grande? Que la iglesia era chiquitica. Así que nunca trates de impresionar a Dios porque el que va a resultar impresionado vas a ser tú. Tienes que ser humilde y dejar que sea el Espíritu Santo quien se lleve la gloria, la honra y el honor. Cuando tú y yo oramos, servimos a Dios, alabamos al Señor, danzamos para Él, predicamos en espíritu y en verdad, preparémonos, porque la gloria de Dios va a llenar toda la casa en el nombre de Jesús. Cuando tú sirves, se puede aplicar un refrán que dice que el que no vive para servir no sirve para vivir, porque tienes que servir en espíritu y en verdad. Hay gente en la iglesia que quiere servir, pero donde a ellos les agrada. Me preguntan: «Pastor, ¿qué hay que hacer para predicar?», «Pastor, ¿qué tengo que hacer para cantar?»; pero poca gente me ha preguntado: «Pastor, ¿cómo se limpian los baños aquí?»; «Pastor, ¿qué hay que hacer para ayudar a cocinar?»; porque estamos buscando siempre los lugares altos y no nos acordamos de que la Biblia dice que el que quiera ser el mayor, que actúe como el menor. «El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo» (Mateo 23:11). Hace unos diez años, en la iglesia de donde nosotros veníamos, había una señora dominicana que la amamos con el corazón. Esa señora se quitaba la comida de la boca para dársela a la gente. En una campaña, estaba el profeta dando palabra, orando por sanidad, haciendo de todo; y esta hermana estaba limpiando los baños de rodillas y escuchando al profeta. Ella tenía un problema en su cuerpo y estaba allí adorando al Señor: «Señor, glorifícate. Señor, libértame. Señor, sáname». Si hubiera sido cualquier otra persona, se hubiera levantado rápido porque estaban orando por sanidad, pero ella lo que hizo fue que, mientras limpiaba, comenzó a orar; y decía: «Señor, yo recibo esa palabra. Señor, sana mi vida. Señor, sana mi cuerpo. Ayúdame, Padre, porque quiero servirte. Ayúdame, Padre, porque quiero ser una mejor servidora. Ayúdame, Padre, a salir de este problema». Terminó el culto y ella se fue para su casa. Cuando llegó a su casa, se acostó en el mueble porque casi no podía llegar, se durmió y sintió que la operaron esa noche. Cuando se despertó a la mañana siguiente, todo el mueble estaba lleno de sangre y ella había sido sanada para la gloria de Dios de un fibroma cancerígeno que tenía. ¿Sabes por qué? Porque Dios no solo sana en el altar, Dios sana en cualquier lugar. ¿Dónde están los servidores? Cuando tú aprendas a servir a Dios con el corazón, no te va a importar dónde te toque servir; vas a estar en los ujieres, en los baños, ayudando en la comida, ayudando con los niños; y la gloria de Dios va a descender sobre tu vida; porque sabemos que donde se le sirve al Señor en espíritu y en verdad, se llena la casa de su gloria y la unción se derrama sobre su pueblo. Si quieres ser lleno del Espíritu Santo, entonces ora, y ora en espíritu y en verdad. Si quieres ser lleno, entonces sirve al Señor, y sírvele de todo corazón. Si quieres ser lleno del Espíritu, entonces alaba a Dios con toda tu mente, con toda tu alma, con todo tu cuerpo, con todo tu ser. Si quieres ser lleno, entonces danza para Dios, alaba a Dios, predica para Dios en espíritu y en verdad. Todo el que ministra ha de hacerlo en el poder en el Espíritu Santo. Nadie puede ministrar al Espíritu Santo sin el Espíritu Santo. Nadie puede ministrar a Dios sin el Espíritu Santo. El Apóstol Pablo les dijo a los de Tesalónica: «Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros» (1 Tesalonicenses 1:5). Permite que el Espíritu Santo haga en tu vida lo que le plazca. Que el Espíritu Santo te llene de su presencia, de su poder, de su gracia y de su gloria. Que el Espíritu Santo haga el cambio necesario en tu vida, que te transforme. Deja que el Espíritu Santo trabaje en tu vida, que cambie tu temperamento, tu manera de ser, tu actitud hacia su gloria, hacia su presencia. Permítele que se derrame sobre tu vida, déjalo que penetre en tu corazón y te quite todo lo que te estorba, permítele que transforme tu manera de ser en Cristo Jesús. CAPÍTULO II 2023, AÑO DE VICTORIA Y MILAGROS Multiplicados «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Juan 5:4- 5). E ste año 2023 que recién comenzó es un año de gloria, de victoria, del poder de Dios; un año de lo sobrenatural, donde Dios va a derramar de su aceite en nuestra casa, en nuestra iglesia. Va a ser un año donde vamos a poder palpar la gloria de Dios, donde los milagros se van a multiplicar para honra y gloria de su nombre. Dios nos ha bendecido, nos ha multiplicado, nos ha dado victoria, nos ha llenado, ¿cómo no vamos a estar agradecidos de un Dios tan grande, tan poderoso y que cumple todas sus promesas? ¿Cómo no vamos a adorar al Rey de reyes? Cada vez que pienso lo que Dios ha hecho conmigo, que me sanó, me liberó, me salvó, ¿cómo me voy a quedar en mi casa y no ir a la iglesia? ¿Cómo no voy a leer la Biblia? ¿Cómo no voy a orar? ¿Cómo no voy a agradecer? ¿Cómo no voy a ayunar? ¿Cómo no voy a buscar su presencia? ¿Cómo no voy a querer crecer? Da de lo que Dios te dio Creo que las personas por quienes Dios ha hecho tanto es imposible que se queden en casa y que no hagan algo para adorar a Dios. Es imposible que tú sepas que llegó el tiempo de adorar a Dios y te quedes como si nada; porque el hombre de Dios no adora por lo que Dios le va a dar, le adora por lo que Dios ya le dio, le adora por agradecimiento. Ahora, hay hombres de Dios que dicen que van para el culto a ver lo que Dios les tiene. No, hermano lector, nosotros asistimos al culto para decirle a Dios: «Gracias por lo que ya me diste». Igual el que va a diezmar y a ofrendar para ver si Dios le da; ¡no!, él está dando de lo que Dios ya le dio. Esa es la actitud y la forma correcta de adorar a Dios. El Señor nos prometió que la gente sería sanada en los parqueos; y con este mensaje el Señor me dice: «Tienes que prepararte, porque en el 2023 la gente se va a sanar afuera, antes de entrar a la iglesia. Tienes que prepararte porque los milagros vienen multiplicados». El año pasado, Dios sanó a gente de cáncer dentro de la iglesia; y el Señor me está diciendo que se va a multiplicar. Me está diciendo que no me asombre si alguien está muerto y Él lo revive y le da vida a través de ti o a través de mí, porque lo que viene es lo sobrenatural de Dios en nuestras vidas. El año 2023 es para agradecidos, es para que hombres de Dios agradezcan lo que Dios ha hecho por ellos, para que entiendan que no van a la iglesia a darle la gloria al pastor ni a hacer un trabajo para el líder. El 2023es para hombres y mujeres de Dios que están tan agradecidos que van a pelear por su lugar en la iglesia. El año 2023 es el año de la victoria El 2023 es el año de los servidores, de los agradecidos. En este año tenemos que ser diferentes, en este año tenemos que cambiar todo lo que tengamos que cambiar. 2023 es el año de lo nuevo, es el año en que nuestro corazón se vuelve uno con el corazón de Dios. El año 2023 es el año del cambio, es el año del triunfo, es el año de la victoria. Cambiar es una decisión, Dios te ayuda a cambiar, pero quien tiene que tomar la decisión de hacer el cambio eres tú. La decisión de hacer la diferencia es tuya. El que tiene que pararse en la brecha y decir: «Voy a cambiar en el nombre de Jesús» eres tú. Cuando tú dices: «Yo quiero cambiar», el Señor te dice: «Te voy a cambiar». Cuando tú dices: «Le voy a servir al Señor», el Señor te pone a servir, pero la decisión tiene que ser tuya. Salvo para servir, sano para servir, libertado para servir. Por agradecimiento servimos. Cuando las cosas van bien, servimos; pero cuando las cosas no marchan bien, también servimos; cuando han sido buenos con nosotros, servimos; y cuando han sido ingratos con nosotros, servimos; porque nuestro servicio no es por nosotros, es por Él. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas nos librará el Señor. Una vida de oración 2023 es el año para lograr lo que el Señor nos dijo en profecía, es el año para ver a los enfermos sanar, es el año para ver la gloria de Dios; y lo vamos a lograr teniendo una vida de oración; no tiempo de oración. Estoy hablando de una vida de oración: que cuando nos levantemos, oremos; que cuando vamos camino al trabajo, vamos orando; que mientras estemos haciendo las labores en nuestro trabajo, estemos orando en la mente y en el corazón; que cuando escuchemos situaciones, oremos; cuando escuchemos en la radio algo que está mal, oremos; que cuando escuchemos una petición, oremos por ella; que cuando sintamos en el corazón que algo no está bien, oremos. Esa es una vida de oración. Dice la Biblia que Jesús oraba siempre, en todo tiempo; porque la oración no es una letanía, no es un cambiar de voz para escucharme mejor; la oración es una conversación constante con Dios. Alguien que ore siempre es alguien que anda siempre con el Espíritu Santo. Cuando uno tiene una relación con alguien y ese alguien anda con uno, siempre hay de qué hablar y uno saborea la conversación y a uno le gusta lo que está hablando y uno no quiere dejar de hablar. Muchas veces nos dan las tres, las cuatro, las cinco, las seis de la mañana hablando en la cocina de la iglesia; y eso es entre nosotros, porque no queremos despegarnos. Una vida en oración es que el Espíritu Santo ande con nosotros las veinticuatro horas del día; y no podemos andar con el Espíritu Santo sin hablar con Él, tenemos que decirle algo. No importa que nos digan locos o payasos. Cuando andamos en el carro, el Espíritu Santo está a nuestro lado y es el momento para aprovecharlo y decirle: «Espíritu Santo, qué bueno, porque necesito hablar algo contigo. Este año queremos hacer cambios en la iglesia y no quiero hacer nada si Tú no me das permiso, no quiero hacer nada si Tú no me guías, no quiero mover ni una tecla sin que Tú me digas». Ahora vamos a esperar lo que el Espíritu Santo nos va a decir. En este año 2023, no vamos a empujar a nadie, vamos a orar por todos, a enseñar la Palabra, a discipular, a pelear por las almas, a hacer todo lo que el Espíritu Santo nos mandó a hacer y vamos a ir a ganar a los que se están perdiendo; pero no vamos a empujar a nadie, porque en una conversación con el Espíritu Santo, me dijo: «El que me quiera amar y seguir no necesita ser empujado». Los que aman al Espíritu Santo van a ir detrás de Él porque conocen su voz y la siguen. Desde ese momento, dije: «Gracias, Espíritu Santo, porque jamás voy a cometer el error de seguir empujando a la gente». Es tu deber y responsabilidad como hombre de Dios seguir a Cristo, buscar la presencia de Dios. No tenemos que estar buscándote, avisándote o enviándote mensajes. ¿Te envían mensajes todos los días para que vayas al trabajo? Tú sabes que tienes que trabajar, sabes que ese es tu compromiso. Cuando digo esto, siempre hay alguien que me dice que lo que sucede es que en el trabajo le pagan. Esa es la mentira más grande que ha podido existir en esta tierra, que nos han hecho creer que en el trabajo nos pagan, pero que Dios no paga, cuando el que mejor paga es nuestro Dios. Tienes salud, familia y trabajo por Dios; estás donde estás por Dios. Espíritu Santo, llénanos de tu gracia. Espíritu Santo, llénanos de tu gloria. Espíritu Santo, llénanos de tu poder. Oración por el año 2023 Padre, que, en el nombre de Jesús, al terminar de leer este libro estemos transformados, sanados y llenos de tu Santo Espíritu, y preparados y listos para que este año 2023 podamos darte a Ti toda la gloria, toda la honra y todo el honor a través de lo que hacemos, a través de lo que decimos y a través de lo que pensamos. Padre, oramos para que el hombre viejo quede desplazado y se levante en nosotros el hombre nuevo, el hombre espiritual, el nacido de nuevo, el lleno de tu Santo Espíritu, el que te da gloria, el que hace tu voluntad y no la suya; y que de esa manera todos puedan darte la gloria, la honra y el honor. Te lo pedimos, Padre, creyendo en el poderoso nombre de Jesús. Amén. CAPÍTULO III SANADO PARA Servir «Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de este postrada en cama, con fiebre. 15Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. 16Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; 17para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias» (Mateo 8:14-17). Para poder usarte, Dios tiene que sanarte C omo vimos en el capítulo anterior, este año 2023 va a ser un año de cantidad de milagros, para la gloria y honra de Dios; un año en que la gloria de Dios va a ser palpable y los milagros se multiplicarán, que viene lo sobrenatural de Dios para nuestras vidas. Dios nos dijo que nos preparáramos porque las sanaciones de este año van a comenzar desde fuera de la iglesia, en el par- queo, y nosotros confiamos en nuestro Dios grande, poderoso y que cumple sus promesas, y estamos dispuestos a hacer loque haya que hacer para que Dios nos use este año: orar, ayunar, asistir a la iglesia, leer la Biblia, adorar al Rey de reyes, agradecer y buscar su presencia, buscar crecer. Desde hace días, el Señor me ha estado diciendo claramente: «Oye, necesitamos gente que sirva, y para que la gente sirva, primero hay que sanarla; porque nadie puede servir si no se ha sanado». Dios va a sanar a mucha gente para que puedan servir en el 2023. Hay gente que está sirviendo que no está sana y otros que se han enfermado después de haber comenzado a servir; y Dios me dijo en el mensaje: «O se sanan o se quedan atrás; pero nadie puede servir si no ha sido sanado», pero no se preocupen que el Espíritu Santo nos va a sanar. En el nombre de Jesús, el que va a comenzar a servir y está enfermo primero se sana. Si no estás sano, no puedes servir a Dios. Te imaginas a una gente con ese Covid acelerado que vino en el 2020 y que te ayuda poniéndose mascarilla; y quizás tú estás más sano que él, y te pasa ese Covid a ti y resulta que el que se muere eres tú y él sigue vivo o se mueren los dos, como sucedió muchas veces. Pero qué bueno que le servimos a un Espíritu Santo que está vivo, a un Espíritu Santo que siempre habla a tiempo y fuera de tiempo, a un Espíritu Santo que no va a permitir que nuestros pies vayan al resbaladero. En mi corazón siempre ha estado que nuestra iglesia, Visión de reino, es obra de Dios, no es mía; por tanto, lo que suceda allí me puede afectar como ser humano, pero como hombre de Dios siempre voy a estar tranquilo, porque si esa obra crece o no crece, lagloria es de Dios; si la iglesia avanza o no avanza, la gloria es de Dios; si tú llegas o no llegas al cielo, es Dios quien te va a llevar o te va a dejar, porque ni el pastor ni el líder ni nadie te puede llevar al cielo, nadie te va a cambiar. La Biblia enseña claramente que el que cambia, el que transforma, el que guía es el Espíritu Santo de Dios. Nadie te va a cambiar si no es el Espíritu Santo. Si no estás sano, no puedes servir a Dios Así como si no estás sano, no puedes servir a Dios; si no estás listo, no puedes servir a Dios; si no entiendes cuál es tu posición, no puedes servir a Dios; porque hay algo que estamos malinterpretando: hay quienes sirven a Dios y hay quienes se quieren servir de Dios. «¿Cómo así, pastor?». Fácil, el pianista me dice: «Yo canto para Dios, pero si mi piano no es de buena marca, búsquese otro pianista, pastor». Es decir, lo que él me está diciendo es que cuando él toca el piano, está buscando sentirse bien él, halagarse a sí mismo. Pues, se le está olvidando que la gloria, la honra, el honor y la melodía son para el Rey de reyes y Señor de señores. Estamos malinterpretando. El tiempo de hoy está demandando hombres de Dios que entendamos que debemos aprender a servir a Dios, no a servirnos de Dios. Habla con cualquier líder y te darás cuenta de que no ha entendido esto que estamos hablando, lo primero que dice es: «Ay, a mí no me gusta, porque tal cosa y tal cosa. A mí no me parece, porque tal cosa y tal cosa. Yo no estoy bien porque…», y no se le aparece uno que le diga: «Hermano, es que no se trata de usted, se trata de Cristo. La gloria no es suya, la gloria es de Dios. Usted no está aquí para sentirse bien, usted está aquí para adorar a Dios». Creo que a través de esta palabra alguien va a sanar en el nombre de Jesús. Por tanto, comencemos el capítulo con una oración. Padre, te damos gracias, te damos gloria, te damos honra. Habla a nuestras vidas a través de esta palabra. Habla a nuestros corazones. Sana nuestras vidas. Pon en nosotros lo necesario para que podamos levantarnos y podamos sanar nuestras heridas para poder servirte con todo nuestro corazón. Padre, que todo lo que no te agrade, todo lo que no sea tuyo, todo lo que Tú no has puesto en nosotros sea quitado en el nombre de Jesús; y que Tú puedas aplicarnos todos los elementos y herramientas necesarias para que podamos ser siervos tuyos. Te lo pedimos, Padre, creyendo en el poderoso nombre de Jesús. Amén. Pídele a Jesús que te visite «Vino Jesús a casa de Pedro...» (v. 14). La historia que nos ofrece la Escritura en Mateo 8:14-17 es muy linda, es una historia que muchos han tomado hasta para hacer bromas, pero Pedro negó a Jesús porque tenía que negarlo, tenía que cumplirse la palabra que estaba escrita; y cuando Dios habla, siempre cumple; y ni un punto ni una coma de su Palabra va a dejar de ser, todo lo que está escrito así será en el nombre de Jesús. Si la Biblia te ha dado una promesa, créela, y aunque tú veas las tormentas, los huracanes, los tornados, no te desanimes, porque la Palabra de Dios siempre se va a cumplir, porque ella misma dice: «El cielo y la tierra pasarán, mas mi Palabra no pasará». Esta palabra que estamos leyendo nos debe dejar claro que hay una manera de que Jesús nos sane, una forma de que Jesús esté con nosotros. Dice esta palabra que Jesús visitó a Pedro y también te va a visitar a ti, y cuando lo haga, va a pasar el mismo milagro que pasó en la casa de Pedro; porque donde llega Jesús hay sanidad, hay libertad, hay liberación, hay cambio, hay salvación para la gloria y honra de su nombre. Cuando Jesús pasa por un lugar, algo tiene que pasar. Jesús visitó a Pedro en su casa. Por eso, lo primero que tenemos que hacer hoy es pedirle a Jesús que nos visite. Tenemos que sacar tiempo para decirle: «Señor, visita mi casa, visita mi corazón, visita mi espíritu; escudriña mi corazón y quita de él todo lo que veas en mí que no te agrade». Tenemos que decirle: «Señor, entra en mi ser, lee mis pensamientos, mira mis labios, cambia mi manera de hablar, cambia mi manera de pensar»; porque esto tiene que suceder. He oído muchas veces de nosotros los hispanos que decimos: «Yo no voy a donde no me invitan». También he escuchado a otros que cuando le dicen: «¿Por qué no me visita?»; responden: «Porque usted no me ha invitado»; ¿y por qué crees que si tú y yo siendo malos, siendo inconversos, siendo como somos, si no nos invitan no vamos, y Cristo sí te va a visitar si no lo has invitado? Lo primero que tenemos que hacer es abrir las puertas de nuestro corazón y decirle: «Ven, Espíritu Santo. Ven, Cristo de la gloria. Entra en mi vida». Abre el candado Me viene a la mente algo que el Señor me habló en una predicación; y es que muchas veces nosotros le decimos al Espíritu Santo que entre, pero cuando Él va a entrar, la puerta está con candado. Nosotros llamamos en Santo Domingo «galería» al espacio que hay frente a la puerta de delante de las casas (aquí se le dice «galera»); y acostumbramos a sentarnos ahí en una silla y ver a todo el que pasa. A veces nos pasa con Jesús, que estamos en la galera, vemos que Jesús va pasando y le decimos: «¡Maestro! ¡Señor!»; y el Maestro va pasando y hasta se detiene por el ruido que tú estás haciendo. «¡Entra, Maestro! Mi casa es tuya. Haz como a Ti te plazca»; y el Señor intenta abrir la puerta y hay un inmenso candado puesto en la puerta; y tú le sigues diciendo que entre, y Él te responde: «¿Cómo voy a entrar, si estás con candado?». Entonces, es necesario que aprendamos a abrir nuestra casa al Señor y a abrir la puerta de nuestro corazón para que Él entre. Por eso, la Palabra dice: «Este pueblo de labios me adora, pero su corazón está lejos de mí»; porque con la boca decimos amar a Dios y con nuestros actos negamos ese amor. En buen dominicano, le estamos diciendo a Jesús que entre, pero estamos rogando para que no entre. En buen dominicano, salimos a buscar trabajo, pero pidiendo al Espíritu Santo que no nos den ninguno. En buen dominicano, con la boca estamos diciendo que sí, pero con el corazón estamos diciendo: «No quiero que Tú entres, porque el desastre que tengo aquí adentro es muy grande y no quiero que Tú lo veas». Prepárate para recibir a Jesús Debemos pedir que Jesús nos prepare para recibirle; Él mismo es quien nos prepara para recibirle, Él mismo es quien quita de nosotros esa mentira, Él mismo es quien quita de nosotros el pecado, Él mismo es quien quita de nosotros esa hipocresía; pero debemos comenzar por asegurarnos de que la puerta principal esté abierta. Es decir, si estamos esperando a Jesús, antes de acostarnos, debemos asegurarnos de que el candado no esté puesto. Tenemos que abrir la puerta. Luego, tenemos que prepararnos para recibirlo con lo que a Él le agrada. En una ocasión, fui a Nueva York a visitar a un familiar de alguien de la iglesia que vive en Long Island. Cuando llegué allá, me sorprendí porque me habían guardado exactamente lo que me gusta comer, como si hubiera sido en mi casa. Habían llamado a la persona que me conoce y le preguntaron qué me gustaba comer; porque cuando vas a llevar a un invitado a tu casa, estás interesado en darle lo que a él le gusta, atenderlo como a él le gusta. Por tanto, cuando Jesús te va a visitar tienes que estar claro en qué es lo que tú necesitas guardarle al Rey de reyes para que Él se sienta bien en tu casa. Es necesario que tú le pidas a Dios que te revele cómo recibirle. Si tú le guardas una bandeja de nacatamales al pastor, porque a todo el mundo le gustan los nacatamales y más los que tú haces, y le pones las mejores salsas, estás emocionado esperando al pastor; pero cuando él entra a tu casa, resulta que no come nacatamales. Tú te esmeraste porque pensabas que eso era lo mejor, porque decidiste ponerle al pastor lo que a ti te gusta y no te interesaste en ponerle al pastor lo que a él le gusta. Igualmente nos sucede con el Señor, muchas veces le queremos dar a Él lo que a nosotros nos gusta; pero es tiempo de darle a Dios lo que a Él le gusta. Comencemosa pensar así. Dejemos de pensar en lo que a nosotros nos agrada, en lo que a nosotros nos parece, en lo que nosotros creemos; es hora de pensar en lo que a Él le agrada. Invita a Jesús a que entre a tu casa Otras veces, decimos: «Yo siempre he querido que Jesús entre a mi casa, yo no tengo problemas»; pero ¿qué pasa? Que, cuando Jesús llega a tu casa, se para al frente y comienza a llamar: «¡Hermana!»; y la puerta está abierta. Sigue llamando: «¡Hermana!»; y nadie le contesta. Yo te hago la pregunta: En su caso, ¿tú entrarías? ¿No? Entonces, ¿por qué crees que Jesús va a entrar? Muchas personas dicen que Él no entra porque no quiere porque la puerta está abierta; hermano, si el pastor va a visitarte, la puerta puede estar abierta de par en par, pero si él toca la puerta, llama y nadie de adentro le contesta, no va a entrar. El libro de Apocalipsis dice claramente que, si el Señor está en la puerta de tu casa y llama, y si alguien adentro le escuchare y le abriere y le invitare a entrar, Él cenará contigo y tú cenarás con Él. «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Pídele a Jesús que se quede en tu casa También pídele a Jesús que se quede en tu casa; porque el asunto no es que te visite, sino que se quede en tu casa. Hay ocasiones en que la gente nos recibe a nosotros, como pastores, en sus casas, nos abren la puerta de la galería, nos dejan pasar y se quedan ahí con nosotros. —¿Cómo está todo, pastor? —Bien, bien. —Y el culto, ¿cómo se dio? Yo no pude ir. —Bien, bien. Y no nos dejan pasar de ahí. Cuando se acaba la conversación, nosotros solitos nos debemos despedir. —Nos vemos, hermana. —Está bien, pastor. Gracias. Y así nos van echando para afuera y ponen otra vez el candado. ¿Crees que a Jesús no le hacemos así? ¡Igualito! Metemos a Jesús en la galería un ratito; pero eso sí, ese ratito que Jesús está en nuestra galería, todo el mundo se da cuenta, porque hablamos diferente, caminamos diferente, actuamos diferente y todo lo que está a nuestro alrededor cambia, la atmósfera se transforma; porque el Espíritu Santo anda con nosotros. Y es ahí cuando la gente dice: «¿Y qué le pasó a Ramona? Si Ramona andaba que se veía un fuego en ella, y ahora anda con un decricaje1»; ¿por qué? Porque el ratito que nos vimos bien fue el ratito en que el Espíritu Santo estuvo con nosotros; porque el único que transforma, que embellece, que nos hace jóvenes es el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo está en nosotros, la juventud viene a nosotros porque Dios es un Dios de vida, no es un Dios de muerte; y esa vida viene a nosotros, comienza a fluir en nosotros. En ese momentito, hasta le pagamos a quienes le debíamos. Recuerdo una ocasión en que fui a predicar en una iglesia y toqué el tema de las deudas, y dije: «Señores, el que deba, pague»; y fue algo que dije de pronto, no era que yo supiera nada acerca de deudas entre la congregación. Cuando terminó el culto, se me acercó un hermano y me dio un billete de cien dólares. Me dijo: —Pastor, que Dios lo siga usando. 1. RD. Deterioro o estado lamentable de algo o de alguien. Agotamiento, extenuación de alguien (RAE). —Gracias. Amén. —Aquí estaba un hermano que me debía mil quinientos dólares desde hacía cuatro años, y después de que usted predicó, el Espíritu Santo lo tocó y me pagó. Te quiero decir que, cuando el Espíritu Santo está en ti, suceden cosas gloriosas, suceden cosas maravillosas. Cuando el Espíritu Santo está fluyendo en ti, algo nuevo comienza a suceder; el que decía mentiras, ya no las dice más; el que no pagaba, comienza a pagar. Abre tu casa para que Jesús entre, es lo primero que tenemos que hacer; y una vez entre, procura que se quede. Prepara la habitación, ponlo cómodo, limpia bien la casa. Si tú quieres que Él se quede, dile: «Señor, mi casa está sucia, pero te la entrego a Ti porque me han dicho que donde Tú llegas se limpia todo, se renueva todo, todo toma vida». Para que no haya excusas, si crees que no sabes cómo hacerlo; entrégaselo a Cristo y no te preocupes, que el Señor te va a sentar en la galería y te va a decir: «Siéntate ahí y dame un chance, déjame arreglarte este asunto». Y el Señor va a entrar a tu casa, va a entrar a la sala y va a comenzar a sacar zapatos viejos, medias tiradas, calzoncillos rotos; todo lo que esté por ahí tirado, Él lo va a botar para afuera. Después, va a ir a las habitaciones, y todos esos pepes de muchachos acostados, botando leches a dos manos, Él los va a recoger. Va a recoger y a botar todos esos trapos tirados, húmedos, mojados y toallas que están tiradas por ahí. Luego, se mete a los baños, y toda esa raya amarilla que se les va formando a los baños, si el Señor lo tiene que limpiar, lo va a limpiar, lo va a cambiar, porque Él te ama. Si Él dio su vida por ti en la cruz del Calvario, ¿no te va a limpiar un baño?, ¿no te va a limpiar un inodoro? Y luego va a la cocina, a esa cocina que a veces tiene losas de tres y cuatro días. El Señor agarra toda esa basura escondida, esos platos sucios que están tirados, esos vasos y copas que están mal fregados, y los pone como nuevos y relucientes. Luego, Jesús te dice: «Echa para acá, tu casa está limpia, ya te la limpié, procura no volver a ensuciarla». Él le dijo a aquella mujer adúltera: —Ven a acá, nadie te juzgó, ¿verdad que no? —No, Señor, nadie me juzgó, ninguno está, ya todos se fueron —le dijo ella contenta. —Bueno, ¿sabes qué? Yo tampoco te juzgo. Vete y no peques más —le dijo Jesús. El problema está en que Dios te limpia y tú te ensucias. Te vuelve a limpiar y te vuelves a ensuciar. Ahí es donde llega el momento en que Jesús te dice: —Ya yo terminé, me voy. —Espérate, ¿Para dónde vas? Quédate conmigo, que ahora que esta casa está limpia, con el único con el que la quiero compartir es contigo; con el único con el que la quiero disfrutar es contigo; al único que le quiero dar espacio es a Ti. ¡Qué garantía es que tú sepas que lo que se ensucie, otra vez Él te lo va a limpiar! Ahora, haz que Él se sienta cómodo. Tienes que dar - le la primera habitación, la mejor comida, el primer lugar. Tienes que atenderlo, que ser amable con Él, cortés, gentil; porque si tú atiendes a alguien en tu casa y a la hora de dormir le das el sofá duro que se le salen los esprines, él va a dormir esa noche, pero al día siguiente, cuando le digas: «¿Se puede quedar otro día?»; te va a decir: «No, estoy ocupado»; pero cuando tú le cedes la habitación principal, con baño adentro, con agua caliente, con toalla limpia, con jabón oloroso, le pones en una mesita uvas y manzanas; entonces el hombre se va a querer quedar, porque dependiendo de tu atención, el huésped va a permanecer. Entonces, en resumen, lo primero, ora para que Dios venga a tu casa, para que Dios tenga acceso a tu casa, para que Dios tome control de tu casa, para que Dios se quede en tu casa. Y para que todo eso pase, tienes que abrir tú casa, dejar la hipocresía, dejar de decir que las cosas están bien cuando tú sabes que están mal. Hay que llamar a las cosas por su nombre si tú quieres cambiar. Mucha gente no habla con el pastor porque el pastor llama a las cosas como son. Yo no ando con rodeos ni ando dándote palabras para que te sientas bien conmigo ni ando jugando tu juego; si tú estás mal, estás mal; te lo diré de la manera en la que el pastor te lo tiene que decir. Aun a mis hijas, yo me siento con ellas y les digo: «¿Quieres que te hable como pastor o como papá?»; porque se los dejo claro: como papá les puedo soportar algunas cosas, como pastor no se las voy a apañar. Entonces, pasa lo mismo con la iglesia; es más fácil llamar a alguien que te va a pasar la mano, que al pastor que te va a decir: —Hermana, usted está mal, punto. —No, pastor, es que aquel..., es que aquella..., es que el otro... —La que está mal es usted. Arregle su situación y usted verá que las cosas van a estar bien. De ninguna manera yo puedo estar de acuerdo ni con uno ni con el otro.Por ejemplo, en los matrimonios, yo estoy de acuerdo con el matrimonio, nunca me puedo ir a favor de ella o de él, me tengo que ir a favor de la justicia de Dios para que las cosas funcionen. Entonces, si tú y yo queremos que las cosas se arreglen, comencemos a llamarlas por su nombre; a lo rojo dile rojo y a lo blanco dile blanco, no digas que está como medio rosado. —¿Tú amas a Dios? —Yo amo a Dios, pastor, y no sé por qué me están pasando tantas cosas. —¿Estás dispuesto a hacer cualquier cosa por Dios? —Sí, pastor, yo hago lo que Dios me diga, porque yo lo que quiero es libertad. —Está bien. Lo que tú tienes que hacer, hermano, es esto... y esto... y esto... Pero se van con el consejo, y de todo lo que el pastor les dijo, borran la mitad; y la otra mitad la hacen a regañadientes; y al final del día quieren venir a decirle al pastor que lo que les dijo no les está funcionando. No les está funcionando porque lo están haciendo a su manera, y así no funciona; de la forma que funciona es a la manera de Dios, es como Dios manda, no como nosotros queramos hacerlo. Jesús identificará tu problema «...y vio a la suegra de este postrada en cama, con fiebre» (v. 14). Lo segundo que vemos que nos dice esta palabra es que vio a la suegra de Pedro «postrada en cama con fiebre». La fiebre es sinónimo de enfermedad, de pecado, de hinchazón, de picazón, de calor, de que algo la está quemando, la está molestando, la está atormentando. El Señor la encontró así, atormentada, mal, sin fuerzas. Dice la Biblia que Jesús la vio y tenía fiebre. Lo primero que Dios va a hacer cuando vaya a tu casa es ver el problema, porque Dios lo ve todo. «¿Cómo el pastor vino y no se dio cuenta?»; porque al pastor se le van algunas cosas. «¿Por qué vino el líder y no se dio cuenta?»; porque a tu líder también se le van algunas cosas. «¿Por qué traje a mi amiga y no se dio cuenta?»; porque tu amiga, cuando va a tu casa, lo que ve es otra cosa, no lo que tiene que ver. Pero cuando Cristo va, Él va a ver lo que tiene que ver. Y lo mejor es que, cuando Él entra a tu casa, va a ver cosas que tú tienes años con ellas y no las veías, y Él en un segundo las va a ver y te las va a corregir. En este caso pasó lo mismo; dice la Palabra que Él llegó y vio a la suegra de Pedro e inmediatamente se dio cuenta de que tenía fiebre. Cuando tú ya sabes cuál es el problema, vamos encaminados, porque ya lo que hay que hacer es buscar la solución. Ya el Señor sabía que el problema de la suegra de Pedro era que tenía fiebre, desde allí el Señor lo vio. Muéstrale a Jesús tu realidad Deja que Jesús vea tu realidad. A veces, nos encontramos con un hermano de la iglesia y lo saludamos: —Hermano, ¿cómo está? —En victoria. Y cuando uno da la vuelta, se pone a llorar. Después uno se encuentra con alguien que te dice: —Pastor, ¿usted no ha hablado con fulano? —Sí, ahorita hablé con él y me dijo que estaba en victoria. —No, pastor, hable con él, porque tiene problemas, —Pero ¿cómo va a estar en problemas, si yo acabo de hablar con ese varón y me dijo que estaba en victoria? ¿Cuándo vas a resolver tu problema si no lo dejas ver de quienes pueden ayudarte a resolverlo? Deja que Dios vea tu realidad, ábrete a Él. Hermano, cubrirlo u ocultarlo no sirve de nada. Nosotros vivimos siendo hipócritas delante de Dios, diciéndole que estamos bien cuando sabemos que estamos mal. Diciéndole a Dios que estamos libres de pecado, libres de problemas, libres de situaciones, cuando sabemos que estamos llenos de problemas. La hipocresía en la iglesia no perdura. Gente que habla diferente delante de nosotros, después los escuchamos hablando con la familia y son totalmente diferentes. Gente que dice ser muy espiritual, y su vida está hecha un desastre. Sé tú, hermano, hermana, deja que Dios vea cuál es tu problema, cuál es tu realidad; porque cuando Él la ve, la puede sanar, la puede cambiar, te puede dar la solución. El cristiano está enseñado por la Palabra que debe vivir de una sola manera, que debe decirle sí al sí y no al no; en otras palabras, el cristiano debe ser un hombre de una sola palabra. Cuando el cristiano dice: «Estoy bien»; es porque está bien. Tocan la puerta de tu casa y ves quién es, si es cualquier persona abres así mismo como estás, pero si es la pastora, entonces te tienes que arreglar el cabello. Si es el pastor, te tienes que dar un baño y cambiarte de ropa. No, hermano, muestra tu realidad. ¿Qué sabes tú si fue Dios quien envió a esa persona, y esa persona, cuando tú le abras, con los calizos se va a dar cuenta de que tienes un uñero que desde hace veinte años te está pudriendo el dedo gordo? ¿Tú no sabes que hay gente que le han cortado un pie por un peladito que tenían que no se lo había querido mostrar a nadie? Y se quedaron con él ahí y eso cogió infección, y ellos, por no mostrárselo a nadie, permitieron que el pie se le pudriera y lo perdiera. ¿Qué es mejor, enseñarlo cuando está pequeño y a tiempo de hacer algo o enseñarlo cuando ya no tenga pie? Tú no sabes si cuando abras la puerta, sin darte cuenta, porque no fue tu intención, lo primero que te vimos fue el dedo grande que estaba malo; y rapidito te decimos: —Tú tienes que curarte eso. —¡Ay, no, pastor! Yo tengo años en eso. —Tienes que curártelo; y no te preocupes. Toma, cómprate esto y esto. Es más, echa para acá el dedo. Los pastores hasta apretamos dedos podridos y les sacamos el frío, como dicen ustedes, y de ahí los curamos y les damos seguimiento. Después descubrimos que una hermana es enfermera y la mandamos a que te revise, limpie y desinfecte ese dedo. Después, le damos el medicamento que le funcionó a aquel; y cuando vienes a ver, tú andas con tu dedo nuevo en la iglesia. Nunca te habías puesto una chancleta porque te daba vergüenza y ahora vienes con tu dedo abierto; porque encontraste a uno que se dio cuenta de tu problema y te ayudó a salir de él. Así que deja de estar escondiéndolo. ¿Para qué somos la iglesia? Pasamos hambre a veces, desnudez, malos momentos, por no hablar, por no darnos a conocer como somos. «Pastor, esta semana no trabajé y no tengo ni para la gasolina»; y prefieres ir caminando a llevar a tus hijos a la escuela, pasar trabajo en la calle, buscar tener un accidente por no admitir que necesitas ayuda. Y el problema no son los veinte dólares, es que posiblemente lo que a ti te haga falta sea una palabra, un consejo. Dice la Palabra de Dios que en la multitud de consejeros está la sabiduría. Tu problema lo puede resolver una palabra que venga de parte de Dios. Entonces, lo primero que tenemos que hacer es dejar que el Señor vea nuestra realidad, dejar que Él vea nuestra enfermedad, que Él se dé cuenta por sí mismo de lo que no está sucediendo. Deja que el Señor te vea, deja que el mismo sea quien vea el problema realmente como es. Las apariencias son eso, apariencias, algo que aparenta, pero que no es verdad. Se ve real, pero no lo es. Parece bueno, pero no lo aprietes porque es de mentira. Hay una serie de televisión que se llama «Is It Cake?», en español significa «¿Es esto un pastel?». Ese es el mejor ejemplo; le ponen una chancleta de cada lado, las dos son igualitas, lo único es que una es realmente una chancleta y la otra es un bizcocho, un pastel. No huelen igual, pero tienen el mismo color, la misma forma, el mismo tamaño, tienen todo igual; ellos las están viendo, pero no pueden descubrir cuál es cuál porque son idénticas. Pero hay una realidad: si meten el pie en la del pastel, se van a dar una resbalada; o si muerden la verdadera chancleta, se van a llevar tu sorpresa, porque al final hay una realidad: hay una que aparenta ser pastel, pero no lo es. Así hay cristianos, que andan al lado de otros cristianos y los dos se ven paraditos, y cualquiera cree que es verdad que son cristianos los dos, que andan ambos llenos del Espíritu Santo, que andan fortalecidos; pero hermano, no toques a aquel porque es de pastel y se va a desbaratar en tus manos. Entonces, deja que Dios te vea, que no te dé pena ni vergüenza. Habla como
Compartir