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Una guerra inesperada:
el combate por Malvinas en 1982
An unexpected War:
The battle for Malvinas in 1982
por Flabián Nievas* y Pablo Bonavena**
Resumen
El 2 de abril de 2012 se cumplieron 30 años del intento de recuperación
de las Islas Malvinas por iniciativa de la dictadura, en el marco de una ofen-
siva diplomática del actual gobierno nacional para reabrir el diálogo sobre
la soberanía del archipiélago. La conmemoración abrió un gran debate en
distintos sectores de la sociedad y proliferaron las publicaciones sobre el
tema. En el presente artículo procuraremos reseñar parte de estas discu-
siones y polémicas, recorriendo mucha de la producción bibliográfica exis-
tente sobre la considerada por muchas opiniones como la última guerra
convencional de la historia. 
Palabras Clave: Guerra- Islas Malvinas - Ultima guerra regular
Abstract 
April 2, 2012 marked the 30th anniversary of the attempt made by last
military dictatorship to recuperate the Falkland Islands. This anniversary
* Director del Proyecto UBACyT “Guerra, modernidad y contramodernidad”. Instituto
“Gino Germani”. Universidad de Buenos Aires / CONICET.
** Profesor a cargo de “Sociología de la guerra”, Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de La Plata.
took place in the context of a diplomatic offensive by the current govern-
ment to reopen dialogue concerning the sovereignty over the archipielago.
The commemoration opened a wide debate in diverse sectors of society,
and publications on the subject proliferated. In the present article we'll try to
review this discussions and controversies, going over a large portion of the
existing bibliographic production on what is considered by many opinions
as the last conventional war in history.
Key Words: War - Falkland Islands - Last conventional war
Introducción
Al cumplirse tres décadas del intento de recuperar militarmente las islas
Malvinas el tema ha cobrado una notable relevancia en la “agenda políti-
ca”, tanto nacional como internacional. Luego de varios años de estar eclip-
sada tras otras prioridades, la discusión sobre la soberanía en relación al
archipiélago cobra importantes bríos tanto en la Argentina como en
Inglaterra. Por otro lado, tal vez como nunca, en parte promovido por el
gobierno nacional que ha desplegado una escalada diplomática y publici-
taria sobre la cuestión,1 el tema fue abordado con mucho más énfasis que
en otras ocasiones en el ámbito académico, universitario e intelectual más
general. Una de las aristas de esta tendencia se refleja en la edición de una
gran cantidad de artículos, libros y material fílmico, acompañado por la ree-
dición ampliada de varias obras.
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UNA GUERRA INESPERADA: EL COMBATE POR MALVINAS EN 1982
1 El gobierno denunció en los primeros meses del 2012 la militarización de las islas
con el envío del destructor HMS Dauntless, equipado con misiles antiaéreos. La amplifi-
cación del tema probablemente se deba a que ambos gobiernos, el argentino y el británi-
co, agitan la tensión para encubrir otro tipo de problemas de orden interno promovidos por
la crisis que transitan.
Los diferentes encuadres del problema
Localmente, la reivindicación del control efectivo sobre las islas siempre
genera una gran incomodidad al revivir el recuerdo del intento promovido
por la última dictadura. En efecto, la evocación del derecho soberano es
muy difícil de considerar escindido de la guerra comenzada el 2 de abril de
1982. Por esto, mayoritariamente se procura el reclamo del territorio bajo
el poder colonial británico, pero tratando de no caer en ningún tipo de com-
plicidad con el sangriento “Proceso de Reorganización Nacional”. La con-
trovertida figura del oficial naval Pedro Edgardo Giachino, el primer caído
en las Malvinas en el asalto a la guarnición inglesa, ilustra la situación. Es
reconocido muchas veces como “héroe” por su muerte en la toma de las
posiciones británicas, pero está vinculado a cuatro causas por violación a
los derechos humanos en la lucha contra la “subversión” en la zona de
Zárate.2 Personifica lo que para muchos se vive como una contradicción o
dilema que entrelaza la “causa Malvinas” con el terrorismo de Estado. Con
esta orientación se acuñaron hipótesis indicando que la guerra fue una pro-
longación directa del “Proceso” que trasladó a las gélidas islas sus méto-
dos signados en el terrorismo estatal, circunstancia observable en las veja-
ciones que aplicó a varios conscriptos ante la desobediencia de órdenes.3
Se sostiene que la guerra estuvo connotada por el contenido político,
social, económico e ideológico de la dictadura, postura que colisiona con
la de aquellos que suponen que ni el terrorismo de Estado, ni el carácter
político-social de la dictadura puede eclipsar el contenido anticolonial del
operativo Rosario ejecutado aquel 2 de abril.4 Desde esta hipótesis se
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2 Lorenz, Federico; “Hay más cuadros que bajar”; en Le Monde Diplomatique; Nro.
153; Buenos Aires; marzo de 2012; página 10
3 En esta dirección parece enrolarse el libro de Niebieskikwiat, Natasha; Lágrimas de
Hielo. Torturas y violaciones a los derechos humanos en la guerra de Malvinas; Grupo
Editorial Norma; Buenos Aires, 2012.
4 Nombre del operativo de asalto a la guarnición inglesa en Puerto Argentino concre-
tado el 2 de abril de 1982. Véanse detalles de la acción en Büsser, Carlos A; Operación
arguye que el gobierno militar, independientemente de su voluntad, se
encontró protagonizando un enfrentamiento contra un enemigo, el Reino
Unido, localizándose en una orientación estratégica que, incompatiblemen-
te, trataba de sepultar la liberación nacional que impulsaron los grupos
revolucionarios desde finales de los ’60. Desde este ángulo se entiende
que la recuperación de las islas no es la prolongación de la dictadura sino
su negación.5
Esta tensión abarca una gran porción de las conmemoraciones y la inco-
modidad recorre todo el espectro político. La izquierda realiza ingentes
esfuerzos para eludir el debate implícito entre clase y nación, corriendo el
peligro de solapar los principios internacionalistas del socialismo a favor
del nacionalismo.6 Los grupos ideológicos de la derecha nacionalista suele
esgrimir un reclamo acotado dirigido sólo contra Inglaterra, procurando no
hacer concesiones a la teoría imperialista de cuño marxista; paradójica-
mente, reivindican un “acto patriótico” de las fuerzas armadas que favore-
cieron como nadie la subordinación del país a organizaciones del capital
financiero internacional y a las fuerzas armadas norteamericanas en accio-
nes pro-imperialistas como la agresión a la Revolución Sandinista.
Los grandes partidos políticos transitaron históricamente el problema de
la soberanía de manera poco sistemática, sin sobrepasar un repetido
repertorio diplomático de quejas que nunca plantearon un enfrentamiento
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Rosario. La recuperación de las Islas Malvinas; Tiara S.R.L.; Castelar, 2006. Alertados por
la inteligencia británica, que informó sobre la invasión para el 2 de abril, la guarnición des-
tacada en las Malvinasse aprestó a resistir. Véase un relato de este intento, visto desde
el bando defensor, en Eddy, Paul y Linklater, Magnus; Una cara de la moneda;
Hyspamérica; Buenos Aires; 1983; capítulo 1.
5 Callelo, Osvaldo; “El relato derechohumanista escamotea el significado de la guerra
de Malvinas”; artículo publicado en la página de la Izquierda Nacional, en 19 de marzo de
2012. En línea en: http://www.izquierdanacional.org.
6 Sobren esta problemática véase el excelente libro de Gilly, Adolfo; Woods, Alan y
Bonnet, Alberto; La izquierda y la guerra de las Malvinas; Biblioteca Militante; Ediciones
RyR; Buenos Aires, 2012.
real y decidido contra el imperialismo,7 quedando aparentemente en
manos de una dictadura la acción más decidida por recuperar terreno bajo
control colonial, iniciativa que contrasta con la timorata política de los
gobiernos electos a través del sufragio.8 Esta circunstancia que los inter-
pela, más el apego a la democracia y su discurso pacifista, dificulta todo
intento de reivindicar el operativo iniciado hace tres décadas; por eso,
sobre ellos muchas agrupaciones de ex combatientes que reverencian
aquella guerra los señalan como “desmalvinizadores”, calificativo que pre-
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7 Esta línea de acción fue combinada con algunas iniciativas episódicas más audaces
como, por ejemplo, la propuesta realizada por Juan Domingo Perón en 1953 al gobierno
británico, buscando aprovechar su debilidad posterior a la Segunda Guerra Mundial, con-
sistente en comprar las islas Malvinas, luego de algunas escaramuzas navales muy
menores que se dieron desde 1947. Diario El País de España del 3 de enero de 1984.
8 Algo parecido ocurrió con Isabel Martínez de Perón y José López Rega. Haciendo
un poco de historia, en el trascurso del año 1968 Inglaterra anunció a los kelpers que se
desprendería de las islas, por el elevado costo que implicaba su mantenimiento. Antes del
traspaso del archipiélago a manos argentinas, anunciaron que procurarían acuerdos
comunes para la explotación de los recursos petrolíferos e ictícolas de la zona (Diario Hoy
de La Plata del 9 de enero de 1999; página 4). En 1974, según varias fuentes (por ejem-
plo véase diario La Nación del 1/4/1974) la iniciativa le fue presentada al presidente
Perón, a partir de la vigencia de un condominio de 25 años para la explotación de ambas
naciones de los recursos naturales del archipiélago, que desde el año 1970 se dirigía
especialmente a la extracción de petróleo. Según parece Perón estaba interesado en la
posibilidad, pero luego de su fallecimiento las tratativas terminaron, cuando López Rega
cerró todo diálogo planteando que la recuperación de las islas era a todo o nada. En
marzo de 1975 el gobierno argentino, ante noticias que hablaban sobre el incremento de
exploraciones británicas en la región, emitió una declaración sosteniendo que no recono-
cía ningún derecho a los británicos para extraer recursos naturales. Isabel Perón resolvió
que sólo negociaría con Inglaterra la posibilidad de explotar conjuntamente los recursos
naturales de la zona sólo a partir del reconocimiento de la plena soberanía argentina,
esgrimiendo una posición más dura que la del propio marido casi un año antes. La situa-
ción pareció agravarse el 4 de febrero de 1976 —ya no estaba López Rega— cuando el
destructor Almirante Storni de la marina argentina interceptó con un disparó de cañón al
buque británico de investigación oceanográfica RRS Shackleton. El incidente no pasó a
mayores pero el hecho se transformó en el observable de la posición firme que adoptaba
el gobierno. Sabemos que esta defensa de la soberanía era paralela al recrudecieron los
asesinatos de opositores, especialmente en manos de la Triple A, y del Operativo
Independencia en Tucumán. Aquí también se entrelazó la “causa Malvinas” con el terro-
rismo estatal. Véase más detalles del hecho en Sáenz Quesada, María; Isabel Perón;
Editorial Planeta; Buenos Aires, 2003; páginas 417 a 419. También véase de Bosoer,
Fabián; Malvinas, capítulo final. Guerra y Diplomacia en Argentina (1942-1982); Capital
Intelectual; Buenos Aires; 2007; Tomo I; páginas 47 a 50. Por último, véase de Bernal,
Federico; Malvinas y Petróleo; Capital Intelectual; Buenos Aires; 2011; páginas 35 y 39.
tende denunciar el abandono de la reivindicación soberana y la guerra,
dejando tras de sí, al mismo tiempo, a la dictadura.
En realidad, esta ambivalencia de sensaciones frente al conflicto bélico
se agudiza en todos aquellos que sustentan distintas posturas a favor del
capitalismo, ya que deben combinar su discurso reclamando soberanía
junto a la convivencia cotidiana con los intereses británicos en el territorio
nacional que, incluso, se esmeran en proteger. Estas contradicciones y
paradojas las condensa la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con
el agravante de que su discurso defendiendo los derechos argentinos
sobre el archipiélago, a la vez que cuestiona la guerra, omite un dato fun-
damental: el peronismo en el gobierno se enroló como socio militar de
Gran Bretaña para invadir Irak.9
La misma contradicción que se vive hoy recrea un panorama parecido
al que se dio en aquellos días al calor del combate. Sectores de izquierda
confluyeron con la ideología nacionalista, fracciones democráticas se acer-
caron a la dictadura, incluso “enemigos públicos” de la Junta Militar vieron
la posibilidad de sumarse a la “gesta malvinera”. Como un ejemplo de esta
situación en el ámbito de la izquierda es menester recuperar el debate que
quedó planteado cuando León Rozitchner respondió los contenidos del
“Manifiesto” del Grupo de Discusión Socialista, emitido desde México en
mayo de 1982 en el marco aún de cierto triunfalismo.10 En la misma direc-
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9 Sobre el tema véase de García, Miguel V.; Argentina en el Golfo; Editorial Pleamar;
Buenos Aires; 1992. Claro que esta no fue la única incursión militar que unió a las fuer-
zas armadas argentinas con las inglesas. Por ejemplo, hubo una acción común en Chipre
a partir de 1993 en una “Misión de Paz” auspiciada por las Naciones Unidas. Balza,
Martín; Malvinas. Gesta e incompetencia; Editorial Atlántida; Buenos Aires; 2003; página
286. Para otra intervención conjunta en Yugoeslavia, véase de Piñeiro, Luis; “Argentina.
Cascos Azules Argentinos en la ex Yugoeslavia”; en Defensa. Revista Internacional de
Ejércitos, Armamento y Tecnología; Número 183/184 Especial Julio/Agosto de 1993;
Madrid; Año XVI, página111.
10 Véase de Rozitchner, León; Las Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia”;
Centro Editor de América Latina; Buenos Aires, 1985.
ción se pronunciaron contra la guerra intelectuales como Osvaldo Bayer,11
Carlos Alberto Brocato12 y Adolfo Gilly que publicó en México un artículo
titulado “Las Malvinas, una guerra del capital” colisionando en sus argu-
mentos con las posturas de izquierda que veían en la toma de las Malvinas
una medida anticolonial, posición que detentaron varias organizaciones
como el Partido Comunista, el Partido Comunista Revolucionario y la
mayoría de los sectores trotskistas.13
Es interesante señalar que Raúl Alfonsín fue de los pocos dirigentes
políticos miembros de los partidos tradicionales que abiertamente se opuso
a la invasión desde un espacio dentro de la UCR que compartía con quien
luego fuera su canciller, Dante Mario Caputo, que en ese momento calificó
de “estafa” a la actitud tomada por la dictadura “para quedarse en el
poder”.14 La Multipartidaria (integrada por el Partido Justicialista, el Parti-
do Intransigente,el Partido Demócrata Cristiano, la Unión Cívica Radical y
el Movimiento de Integración y Desarrollo) en cambio apoyó la acción lle-
vada a cabo por la dictadura.15 Con algo más de mesura, pero en la misma
dirección, se pronunciaron los Partidos Socialistas y la CGT.16 Desde
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11 Lorenz, Federico; Malvinas. Una guerra argentina; Editorial Sudamericana;
Buenos Aires, 2009; página 60.
12 Editó por el “Círculo Espacio Independiente” un documento titulado “¿La verdad o
la mística nacional?”. Tarcus, Horacio; “Los dilemas de la izquierda en la guerra de
Malvinas”; en diario Página/12 de Buenos Aires; 2 de abril de 2007. “Suplemento Especial
25 años de Malvinas”.
13 Publicado en Cuadernos Políticos, Ediciones Era, México, Número 35, Enero-marzo
1983, páginas 15 a 51. http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/cuadernos/contenido/
CP.35/CP.35.4.AdolfoGilly.pdf. Recientemente fue editado en Argentina; véase la nota 6.
14 Yofre, Juan B.; 1982; Editorial Sudamericana; Buenos Aires, 2011; página 234.
15 El comunicado de esta alianza partidaria brindaba “su total apoyo y solidaridad con
la acción levada a cabo” a las “Fuerzas Armadas de la Nación”, aclarando que “este pro-
nunciamiento no implica la declinación de las conocidas posiciones de este nucleamiento
frente a la política del gobierno en los distintos campos de la vida nacional”. Diario Clarín
del 4 de abril de 1982.
16 Sobre el tema, véase de Guber, Rosana; ¿Por qué Malvinas? De la casusa nacio-
nal a la guerra absurda; Fondo de Cultura Económico, Segunda Edición; Buenos Aires,
2012; páginas 42 y 43.
Cuba, el líder Montonero Mario Eduardo Firmenich anunció que la organi-
zación acudirían a la Plaza de Mayo “junto al pueblo” para defender a las
islas, ya que si bien la recuperación de ellas era obra de la dictadura, cons-
tituía no obstante una “auténtica reivindicación nacional”.17
En aquel momento, como hoy, se planteó la situación compleja que
supone la localización de una causa que se vive como justa y legítima en
un contexto nefasto.18
Reflexiones y especulaciones sobre el resultado de la guerra
El desafío de ayer se reitera en nuestro presente: colocarse o no en el ejer-
cicio de la memoria avalando una acción del gobierno dictatorial en una causa
anti-imperialista acotada, cuando toda su política se inscribía en la sumisión
al poderío imperial en el marco del combate contra el “comunismo”.19
Con este contexto, la revisión de los sectores de izquierda y progresis-
tas de los alineamientos efectuados en 1982 y los de ahora frente al trigé-
simo aniversario de la guerra tiende a conformarse, para escapar a la ten-
sión de sentidos señalada, al menos en una porción importante de las posi-
ciones emitidas en estos días, en una ponderación acerca de las alternati-
vas que generó el desenlace del conflicto.
Algunos creen que la guerra arrojó un saldo positivo por dejar como
herencia un reforzamiento del sentido anticolonial. Extendidamente se
opina, en cambio, que la derrota fue el mejor resultado para el país; algu-
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17 Diario La Nación del 10 de abril de 1982; citado por Manson, Enrique; Tras su manto
de neblina; Ediciones Fabro; Buenos Aires; 2010; página 86, nota 105.
18 En esta línea es interesante el artículo de Lorenz, Federico; “Guerra, democracia y
memoria”, en diario Perfil del 1 de abril de 2012; Suplemento “El Observador”; Buenos
Aires; página 9.
19 Para este último tema en relación con la guerra por las Malvinas véase de Vertbisky,
Horacio; Malvinas: la última batalla de la Tercera Guerra Mundial; Editorial Sudamericana;
Buenos Aires; 2002.
nos más específicamente señalan como beneficiaria a la clase obrera o los
sectores populares. Estos planteos están asociados a un supuesto: que el
triunfo de Inglaterra fue un factor determinante para que recobrara vigen-
cia nuevamente del sistema parlamentario, luego de varios años de dicta-
dura, transformándose así en un factor favorable para la “democratización”
del país; se arguye que desbarató el plan de la dictadura de perpetuarse
en el poder a partir del logro territorial.
Claro que esta evaluación colisiona con otra que destaca las funestas
consecuencias que trajo aparejado al proletariado inglés, e incluso euro-
peo, el triunfo del gobierno de Margaret Thatcher, pues fortaleció la inicia-
tiva neoliberal que impulsaba para paliar una profunda crisis que, ante la
agresión de la dictadura encabezada por Galtieri, no le daba margen para
negociar encontrando, por eso, una salida política a través de una proba-
ble victoria militar.20
Además de estas opiniones se ensayan hipótesis sobre las posibilida-
des políticas que se hubiesen podido abrir en el territorio nacional de cada
contendiente con un resultado bélico diferente. Son numerosos los ejerci-
cios de reflexión contra-fácticos especulando sobre varias alternativas.21
Así se instalan preguntas acerca de la manera que deberíamos pensar y
valorar las acciones del 2 de abril, pasando por posiciones que transitan
andariveles tan disímiles como considerarlas una verdadera “gesta patrió-
tica” o simplemente una “locura”.22
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20 Entre abril y junio de 1983 el periodista británico Graham-Yooll se preguntaba
“¿Sabía Margaret Tatcher cuánto le debía a la Argentina? ¿Se dan cuenta los argentinos
cuánto deben el fin de los dictadores a la primera ministra?”, elaborando interesantes
reflexiones en un momento tan cercano a la guerra. Graham-Yooll, Andrew; La guerra de
las Malvinas según las crónicas de un corresponsal inglés. Buenos Aires, otoño 1982;
Marea Editorial; Buenos Aires; 2007; página 139.
21 Es interesante observar que este tipo de planteo llegó a la ficción. Véase, por ejem-
plo, de Simeran, Juan; Argentinos… a vencer. ¿Qué hubiera pasado si Argentina ganaba
la guerra de Malvinas?; Narrativa Fantástica Argentina, Buenos Aires; 2012.
22 Véase al respecto, por ejemplo, de Marín, Emilio; “¿Recuperación, gesta, locura,
¿Ganar o perder las guerras? Elementos para el análisis de los
resultados de las confrontaciones militares
Tal vez como un aporte al debate especulativo en curso acerca de los
resultados posibles de la guerra de Malvinas y los escenarios políticos que
hipotéticamente conformarían, sería interesante hacer algún recorrido por
la teoría de la guerra para localizar los elementos que nos permitan eva-
luar los alcances de los argumentos y fortalecer sus fundamentos. El ejer-
cicio vale la pena ya que incursiona en un debate trascendental para saber
qué actitudes tomar frente a guerra futuras.
Existe una querella sobre los efectos del resultado de la guerra. Por
ejemplo, se suele decir que los Estados Unidos de Norteamérica, tal vez
también Alemania, tenían una tendencia a triunfar en el campo de batalla
pero a “perder en la paz”.23 Para profundizar el tema es interesante anali-
zar un famoso libro de Shimon Tzabar, que introdujo de manera ingeniosa
reflexiones sobre los aparentes contrasentidos de las consecuencias de la
guerra, cuando señala que una victoria en realidad puede ser una derrota
y, al revés, un fracaso militar puede significar un triunfo.24 Recordemos,
obviamente, que en el ámbito del análisis estratégico no sólo se puede
analizar “…alguna proposición paradójica, contradictoria y hasta aceptable
en su validez, sino que todo el reino de la estrategiase halla inmerso en su
propia lógica paradójica que se opone a la lógica lineal común que se
manifiesta en todas las otras esferas de nuestra vida diaria…”.25
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aventura o qué cosa fue el 2 de abril?”; en diario La Arena de La Pampa del 3 de abril de
2012. En línea en: http://www.laarena.com.ar/opinion-_recuperacion__gesta__locura__
aventura_o_que_cosa_fue_el_2_de_abril_-73063-111.html. Un libro pionero organizado
sobre esta tensión fue el de Ceron, Sergio; Malvinas: ¿Gesta heroica o derrota vergonzo-
sa?; Editorial Sudamericana; Buenos Aires; 1984.
23 Boone Bartholomees, J.; “Teoría de la victoria”; en Military Review; EEUU.; abril-
mayo de 2009; página 68.
24 Tzabar, Shimon, Cómo perder una guerra (y por qué). La estrategia para la derro-
ta; Siglo XXI de España Editores, 2005.
25 Luttwak, Edward; Estrategia. La lógica de Guerra y Paz; Edición del Instituto de Publi-
caciones Navales; Buenos Aires, 1992; páginas 4 y 5. El destacado corresponde al autor.
Desde esta premisa Tzabar procura demostrar que ganar no siempre es
el mejor resultado en los Campos de Marte, proposición que tiene como
corolario suponer que una derrota podría resultar más favorable que una
victoria; dicho de otra manera, el éxito no necesariamente brinda las ven-
tajas que pareciera ofrecer. Nos remite así a las reflexiones del capitán
Liddell Hart,26 por ser el cuadro militar más encumbrado que cuestiona el
papel que tiene la victoria en el campo de batalla: “La historia muestra que
la obtención de la victoria militar no es equivalente a conseguir el objetivo
de la política”.27 Procura corregir un defecto de sus colegas: “Pero como la
mayor parte de las reflexiones sobre la guerra han sido hechas por profe-
sionales militares —arguye—, ha habido una muy natural tendencia a per-
der de vista el objetivo básico nacional identificándolo con el fin militar”.28
El planteo se organiza sobre una premisa: el fin de la guerra debe ser obte-
ner una mejor “paz” de la existente antes de emprenderla. Esta es una de
las dimensiones imprescindibles a la hora de los corolarios sobre los
desenlaces de los conflictos armados. Tal circunstancia, no obstante, no la
garantiza el triunfo militar; por eso, Tzabar evalúa que la “paz” bien puede
ser un medio para buscar la victoria política. Ocurre que con la guerra,
argumenta, sus resultados nunca son iguales para todo el mundo: “lo que
es ganancia para uno, es pérdida para otros y viceversa. Hay quienes se
beneficia de la victoria y quien se beneficia de la derrota; algunos pierden
con la victoria y otros con la derrota”.29 Asimismo, nos plantea que respec-
to a la consideración sobre la fortuna de un país en la guerra, no se lo
puede evaluar como una unidad: “En lugar de hablar de que país está peor
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26 Tzabar, S.; Op cit; páginas 6 y 29.
27 Liddell Hart; Basil H.; Estrategia. La aproximación indirecta; Edición del Círculo
Militar; Buenos Aires; 1984; Página 556.
28 Liddell Hart; B.H.; Op cit; página 556.
29 Tzabar, S.; Op cit; página 29.
o mejor después de una guerra, sería más preciso hablar de quien en el
país está mejor o peor después de la guerra”.30
La envergadura de los problemas son muy importantes y en los últimos
años el tema ha despertado mucho interés, en una gran porción, impulsa-
do por los fracasos estadounidenses en diferentes lugares del mundo
como Somalia o Afganistán.31
Dando una vuelta de tuerca, Boone Bartholomees nos advierte que la
derrota o el éxito en la guerra no se reduce a la simple contabilidad de
bajas o territorio obtenido o cedido; no existen tales criterios objetivos que
faciliten una rápida y obvia evaluación. Por el contrario, sostiene que la
secuela del choque armado es en realidad una “opinión” o “comunión de
opiniones”.32 Sin duda la medición de las magnitudes materiales es impor-
tante, a veces decisiva, pero hasta cierto nivel. Lo importante es la “percep-
ción” de lo ocurrido y no lo hechos mismos. Recordemos, señala, que el fin
de la guerra es político, y la evaluación de la política ofrece más incerti-
dumbre que la contabilidad militar de las bajas y conquistas. En definitiva,
una victoria sin efectos políticos ventajosos es improductiva. De allí que
pensar sobre la victoria en las guerras involucra tres niveles de análisis: el
táctico, el operacional y el estratégico.
Ahora nos preguntamos: ¿Pueden ambos bandos ganar una guerra?
Si, ya que la guerra es un proceso dinámico: “A medida que avanza, los
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30 Tzabar, S.; Op cit; página 29. Tzabar, discutiendo los alcances de la victoria militar,
en las páginas de su libro con fina ironía propone la mejor manera de rendirse ya que
ganar no ofrece ninguna garantía al triunfador; por eso, asimismo, ofrece en su libro la
mejor manera de actuar si uno presiente que está en peligro de ganar (por eso nos pro-
pone cómo entrenar a un fuerza armada para que resulte derrotada con eficacia) y qué se
debe hacer cuando uno cuenta con una fuerza bélica muy superior a la del enemigo, situa-
ción que nos expone a la incertidumbre de la victoria.
31 Véase de Gray, Colin S.; Defining and Achieving Decisive Victory; Carlisle, Pensil-
vania: Escuela Superior de Guerra del Ejército de EUA, Instituto de Estudios Estratégicos,
2002. También véase de Martel, William C.; Victory in War: Foundations of Modern Military
Policy; Nueva York: Cambridge University Press, 2007.
32 Boone Bartholomees, J.; Op cit; página 69.
objetivos políticos pueden cambiar. Por consiguiente, el acuerdo de paz
por medio del cual se evaluará la victoria o la derrota podría tener muy
poca relación con el asunto político inicial”.33 También es menester des-
tacar que no lograr la victoria militar algunas veces puede significar ganar.
Este es el caso, por ejemplo, de una fuerza más débil que su enemigo, que
con el mero hecho de lograr sobrevivir logra una victoria.34
Estos señalamientos teóricos no están presentes con rigor y sistemati-
cidad a la hora de hacer las reflexiones especulativas sobre la guerra de
las Malvinas. Trataremos de avanzar aquí sobre este vital ejercicio pen-
diente.
Algunas peculiaridades de la guerra
El conflicto armado entre Argentina y Gran Bretaña tiene un especial
valor en la historia de la guerra en general, pues reúne algunas singulari-
dades que le asignan marcas distintivas. Fue el primero de los dos únicos
enfrentamientos bélicos entre fuerzas estatales, o sea regulares, en el que
intervinieron las fuerzas armadas argentinas durante el siglo XX. El segun-
do obedece a la mencionada participación de nuestro país como fuerza
invasora contra Irak a partir de septiembre de 1990,35 con la misión de blo-
quear a Irak con la presencia de una corbeta y un destructor en el Golfo de
Omán; también fueron enviados dos helicópteros. Al ser partícipe de una
coalición con Gran Bretaña, en el llamado Operativo Alfil, el destructor fue
acondicionado en un puerto británico para poder llevar a cabo la misión
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33 Boone Bartholomees, J.; Op cit; página 71.
34 “Si bien los estudiosos de la ética podrían cuestionar unadecisión para emprender
una guerra sin una esperanza verdadera de obtener la victoria, los políticos han descubier-
to que hacerlo es frecuentemente necesario”. Boone Bartholomees, J.; Op cit; página 72.
35 Este ingreso argentino a la guerra, claro está, tendría sus consecuencias que pagaría
la población civil en Argentina: los atentados contra la Embajada de Israel y la DAIA/AMIA.
encomendada.36 Luego los barcos argentinos apoyaron a la flota que hun-
dió el crucero General Belgrano en varias operaciones, dato significativo a
un poco más de una década de la guerra por Malvinas. El tercer conflicto
internacional en el que participaron las FF.AA. argentinas se localiza en el
campo de la guerra irregular, con la asistencia militar directa a la contrain-
surgencia en Centroamérica.
Volviendo a la guerra en el Atlántico Sur, ésta se transformó en la bata-
lla naval y aeronaval más grande y encarnizada desde la Segunda Guerra
Mundial,37 y al mismo tiempo la última con esas características. El desplie-
gue y concentración de submarinos nucleares en el teatro de guerra, por
ejemplo, “tuvo proporciones hasta entonces jamás vistas”.38
Además, involucró por primera vez a una de las potencias europeas de
la OTAN en una guerra entre Estados, pero limitada a un determinado
ámbito geográfico,39 ya que si bien el mando inglés violó la zona de exclu-
sión establecido por ellos mismos en varias ocasiones, nunca trasladó el
conflicto al continente, aunque tal alternativa fue considerada más de una
vez. La recurrente oposición norteamericana y la presencia de tropas
argentinas movilizadas y distribuidas en el sur del país, más la defensa
costera y el patrullaje naval,40 fue uno de los factores que disuadió a los
británicos de la idea de incursionar o invadir el continente; no obstante,
existió el intento de una operación inglesa comando desde suelo chileno
buscando neutralizar la salida de los aviones Super Etendard, que con sus
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36 El dato sobre el acondicionamiento del barco argentino en Londres corresponde a
Berasategui, Vicente E.; Malvinas. Diplomacia y Conflicto Armado. Cometarios a la
Historia Oficial Británica. Proa Amerian Editores. Buenos Aires, junio de 2011; página 443.
37 Berasategui, V. E.; Op cit; página 353.
38 Sciaroni, Mariano; Malvinas. Tras los submarinos ingleses; Instituto de
Publicaciones Navales; IPN Editores; Buenos Aires; 2010; página 9.
39 Berasategui, V. E.; Op cit; página 180.
40 Véase un detallado desarrollo de las operaciones en Sciaroni, M.; Op. cit.
misiles Exocet hostigaron fuertemente a la Royal Navy.41 Chile además
permitió que aviones de la fuerza aérea británica actuaran desde Punta
Arenas.42 Los británicos tampoco ejecutaron un plan de ataque a la provin-
cia de Córdoba con misiles Polaris que debían ser lanzados desde un sub-
marino.43 Por su parte, la Junta Miliar también pergeñó una operación
comando en Gibraltar, que quedó en manos de un ex militante montonero;
la operación fue abortada por la policía española.44
Buscando otros atributos específicos, debemos señalar que esta guerra
es una referencia obligada para el análisis por no haberse cumplido la regla
general en la batalla que supone la necesaria superioridad del bando atacan-
te en toda acción de desembarco respecto del que se encuentra a la defen-
siva.45 El número de defensores superaba a la fuerza británica, que revirtió
hábilmente la inferioridad numérica estratégica por el logro de la ventaja
numérica en el nivel de la táctica.46 La presencia numerosa de tropas argen-
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41 Muñoz, Jorge; Ataquen Río Grande, Operación Mikado; Instituto de Publicaciones
Navales, Buenos Aires, 2005. Argentina utilizó letalmente tres de los cinco misiles Exocet
AM39 con que contaba (dos se perdieron). Uno hundió al “Sheffield”, otro al “Atlantic
Conveyor” y el tercero dio en el “Invincible”.
42 Camogli, Pablo; Batallas de Malvinas. Todos los combates de la guerra del Atlántico
Sur; Aguilar Ediciones; Buenos Aires; 2012; página 290. Véase, igualmente, de
Berasategui, V. E.; Op cit; página 317.
43 Berasategui, V. E.; Op cit; página 181.
44 Moro, Rubén O.; La guerra inaudita. Historia del conflicto del Atlántico Sur; Parte II;
Ediciones Argentinidad; Buenos Aires; 2012; páginas 368 y 369. En esta frustrada opera-
ción se recurrió a cuadros militares formados por los Montoneros para no involucrar a la
fuerza estatal en una acción fuera del territorio y que suponía avasallar de la soberanía
de terceros países. Sin embargo, algunos informes señalan que la misión fue encarada
por buzos tácticos de la marina. Véase “Malvinas, análisis de una derrota”; diario La
Nueva Provincia de Bahía Blanca; Edición Especial del 23 de octubre de 1983.
45 García, Prudencio; El drama de la autonomía militar. Argentina bajo las Juntas
Militares. Alianza Editorial. Madrid, 1995; página 229.
46 Suele considerarse aceptable la relación 3 a 1 entre atacantes y defensores. En los
encuentros tácticos acaecidos en la isla Soledad, esa relación fue de aproximadamente
10 a 1 a favor de los británicos. Dado que el contingente total de combatientes argentinos
era superior, esta relación táctica demuestra la maximización en el uso de recursos por
parte del mando británico, y la pésima disposición táctica de sus recursos por parte del
mando argentino.
tinas era un factor que según los cálculos de la dictadura iba a disuadir cual-
quier intento británico de recuperar las islas. En tal sentido, el almirante Jorge
Isaac Anaya evaluaba que con cinco mil defensores de Puerto Argentino los
“los ingleses tendrán que traer una fuerza de desembarco de por lo menos
veinticinco mil hombres”, alternativa que suponía “imposible”.47 Para el 1 de
mayo las fuerzas argentinas habían localizado a unos trece mil hombres
para defender el territorio insular.48 El Ejército inglés compartía la aprecia-
ción efectuada por la Junta Militar poniendo en duda la capacidad de sus
fuerzas armadas para enfrentar la desventaja numérica en el terreno.
Thatcher y el almirantazgo apostaron, sin embargo, a la reconquista.49
Varios especialistas consideraron a esta guerra como el primer conflicto
misilístico,50 con el uso decisivo de computadoras de última generación y
satélites, abriendo una nueva era en las formas que asumen las luchas
militares.51 Los primeros ataques con misiles crucero sobre unidades de
superficie naval se remiten a finales de los ’60 y principios de los ’70. El
hundimiento del destructor Eilet en la guerra árabe-israelí fue el caso pio-
nero, seguido por el ataque de Israel contra un pequeño pesquero en 1970
y los nueve misiles lanzados por la Armada India contra barcos paquista-
níes durante 1971. En la batalla por Malvinas, los misiles Exocet tuvieron
como contrapartida el disparo desde helicópteros de misiles aire-superficie
contra dos embarcaciones patrulleras argentinas.52
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47 Cardoso, Oscar Raúl; Kirschbaum, Ricaro y Van Der Kooy, Eduardo; Malvinas. La
trama secreta; Editorial Sudamericana; Buenos Aires; 2012; páginas 449 y 450.
48 Camogli, P.; Op cit; página 60.
49 Woodward, Sandy; Los cien días; Editorial Sudamericana; Buenos Aires, 1992;
página 15. Manson, E.; Op cit; página 77, cita 90.
50 Balza, M.; Op cit; página 297. La eficacia de los misiles franceses utilizados porla
aviación argentina contra la flota británica abrió un intenso debate en los Estados Unidos
acerca de la vulnerabilidad que presentarían de ahora en adelante los onerosos barcos
de guerra. Véase Luttwak, E.; Op cit; página 43.
51 Bosoer, F.; Op cit; Tomo II; página 61.
52 Hughes, Wayne Jr.; Tácticas de flota y combate costero; Instituto de Publicaciones
Navales; Nueva Edición; Buenos Aires, 2002; página 172.
Hay otro aspecto del combate de gran trascendencia poco destacado
por los investigadores: el consumo de municiones que se utilizaron en los
enfrentamientos. Desde el bando británico la cantidad de proyectiles dispa-
rados alcanzó niveles superiores a cuatro o cinco veces los planificados
para una “guerra limitada”. Sin duda Inglaterra no estaba frente a un com-
bate para “apagar incendios” como en el caso de sus incursiones en
Irlanda, sino a una “guerra general”, limitada sólo geográficamente y sin
involucrar a la población civil, que insumió un régimen de consumo de un
25 % más de las municiones requeridas para este último tipo de conflagra-
ción.53 Para el caso del bando argentino, la falta de visores nocturnos
apropiados y su escasa cantidad explica el alto consumo de balas, ya que
esa privación los obligaba a disparar a ciegas o con escasa precisión.
Finalmente, probablemente haya sido el último conflicto que, siendo laxo
en la medición de los acontecimientos, se puede decir que transcurrió bajo
las normas y reglas internacionales acuñadas para los enfrentamientos
bélicos, transformándose en una “confrontación convencional”,54 o al
menos “cuasi convencional”.55 Existieron denuncias de crímenes de gue-
rra cometidos por los ingleses como el hundimiento del crucero ARA
General Belgrano,56 el ataque a un buque Hospital, el ensañamiento en el
ataque al pesquero Narwal, la muerte de unos pocos civiles y la ejecución
de soldados argentinos. El cabo del ejército británico Vincent Bramley
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53 Thompson, Julián; La savia de la guerra. La logística del conflicto armado; Instituto
de Publicaciones Navales; Buenos Aires; 1991; página 350.
54 Jiménez Corbalán; Lautaro J.; Malvinas en primera línea. Vivencias y anécdotas de
integrantes del Regimiento de Infantería 4; Edivérn; Buenos Aires; 2011; página 520.
55 Bonzo, Héctor E.; 1093 tripulantes; Asociación de Amigos del Crucero General
Belgrano; Buenos Aires; 2004; página 169. Dos corresponsales de guerra embarcado en
la flota británica opinaron que “se peleó con notable respeto hacia las normas morales por
los dos bandos” Hastings, Max y Jenkins, Simon; La batalla por las Malvinas; Emecé;
Buenos Aires; 1983; página 343.
56 Las polémicas sobre la caracterización de este hundimiento persisten hasta el día
de hoy; quien fuera su comandante —Héctor Bonzo— rechaza la victimización ante el ata-
que torpedero reconociendo que el barco navegaba en un desplazamiento táctico en acti-
tud de combate. Bonzo, H.; Op cit; páginas 402 y 403.
denunció fusilamientos en Monte Longdon en las páginas de su libro
Excursión al infierno, hecho que abrió una investigación judicial en Lon-
dres.57 Ambos bandos, asimismo, utilizaron de manera limitada fósforo
blanco y napalm prohibidos por la Convención de Ginebra.58 Inglaterra
también violó las convenciones con el uso de bombas racimo o beluga.59
Estos hechos, sin embargo, no tuvieron una envergadura tal que le pudie-
ra asignar el perfil a la conflagración, Por otra parte, la “…proporción de
agentes productores de las heridas coloca a la Guerra de las Malvinas
entre las guerras convencionales del tipo de las dos Guerras Mundiales y
de Corea”.60 Por eso existen opiniones que localizan a este conflicto como
“la última guerra caballeresca del siglo XX”.61 Desde entonces los conflic-
tos armados han ido adoptando la forma de pugnas asimétricas con com-
bates de creciente irregularidad, es decir, sin lo que se conceptualiza como
“cooperación estratégica”.62
Fantasía y realidad
El proyecto de ocupar las islas fue parte del acuerdo que posibilitó la
conformación de la alianza del gobierno encabezado por Galtieri desde el
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57 Diario El País de España del 3 de febrero de 1993.
58 Véase Balza, M.; Op cit; página 181.
59 Camogli, P.; Op cit; páginas 120 y 293.
60 Ceballos, Enrique y Buroni, José; La medicina en la guerra de Malvinas; Círculo
Militar; Buenos Aires; 1992, Volumen 746; páginas 199 y 200. Citado por Balza, M.; Op
cit; página 219. El ataque sexual de prisioneros argentinos por parte del ejército inglés fue
señalado por un artículo aparecido en el diario El País de España el 5 de octubre de 1982.
Una investigadora que se especializó en la temática sostiene que no pudo confirmar este
dato. Niebieskikwiat, N.; Op cit; página 113. Sobre el ataque al Narwal, véase de Bóveda,
Jorge; Malvinas. La odisea del submarino Santa Fe; Instituto de Publicaciones Navales;
Buenos Aires; 2007; páginas 192 a 198.
61 Jiménez Corbalán; L. J.; Op cit; página 522.
62 Sobre el tema, véase de Bonavena, Pablo; “Reflexiones sobre la doctrina de la gue-
rra asimétrica”; en Flabián Nievas (ed.); Aportes para una Sociología de la Guerra;
Proyecto Editorial; Florida; Provincia de Buenos Aires, 2006.
requerimiento de la marina,63 que puso esta meta como condición para
avalarlo para el cargo de presidente. La dinámica de la planificación queda
reflejada en un dato curioso: a principios de enero de 1982, es decir, cua-
tro meses antes del desembarco, el anuncio sobre la recuperación se
encontraba en los diarios, pero el tema no estaba instalado en el seno de
las fuerzas armadas.64 La irradiación de la decisión al conjunto de la ofi-
cialidad que participó de los preparativos fue lenta tratando de mantenerla
en el máximo secreto. La lógica del plan que se pondría en marcha con la
toma de las islas no ameritaba una mayor preparación. Recién el 5 de
enero del ’82 (poco menos de tres meses de efectivizar la ocupación) se
trató el tema en reunión de la Junta Militar.65 Unos días después, el 12 de
enero se conformó una comisión de trabajo para diseñar una posible
acción militar sobre las islas. La Marina ya venía trabajando en tal sentido
desde diciembre de 1981.66
Sólo la Junta Militar conocía los planes de desembarco en las islas, aun-
que el gobierno del Reino Unido tenía varias advertencias en tal sentido.67
El manejo de los tiempos es una variable crucial en una guerra, sobre todo
la decisión del momento en que se encara. Inicialmente había sido previs-
to el operativo para septiembre de 1982 (el tope máximo era el 3 de enero
de 1983, fecha en que se cumplía el ciento cincuenta aniversario de la ocu-
pación británica de las islas).68 Luego se pensó en mayo, y finalmente se
hizo en abril a un ritmo que impuso un “tacticismo” improvisado. El factor
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63 Potash, Robert A.; El Ejército y la política Argentina. 1962/1973; Editorial
Sudamericana; Buenos Aires, páginas 445 y 446.
64 Balza, M.; Op cit; página 18.
65 Yofré, Juan; 1982. Buenos Aires, Sudamericana, 2011, página 92. 
66 Camogli, P.; Op cit; página 33. Véase, asimismo, Büsser, C.; Operación Rosario…
Op cit; capítulo II.
67 Del Paso, Fernando; El va y ven de las Malvinas; Fondo de Cultura Económica;
Buenos Aires; 2012; páginas 32 y 33.
68 Lorenz, F.; Malvinas…; Op cit; página 36.
tiempo era un tesoro bélico que a losdictadores se le escurría de las
manos.
En realidad, la trama en la elaboración del plan carece de sentido si se
desconoce su contenido. Las investigaciones y muchos testimonios sobre
la guerra demuestran que la Junta Militar esperaba que Gran Bretaña no
encarara una respuesta bélica.69 La guerra de las Malvinas, aunque pro-
vocada, no fue buscada y por ello no fue prevista. Procuraba crear una
situación favorable de negociación diplomática con una maniobra militar
sin guerra, operación que se preveía como “limitada en el tiempo”.70 Había
motivos para pensar que Gran Bretaña se avendría al diálogo: la enorme
distancia a recorrer por una expedición militar británica, la falta de prepa-
ración por el efecto sorpresa,71 los escollos logísticos que aparecían a
priori como insalvables, la proximidad del invierno antártico cuyas condicio-
nes meteorológicas dificultan al extremo la navegación,72 la crisis econó-
mica británica que recortaba recursos para fines militares en el cuadro de
un ajuste general del gasto estatal,73 y el hecho de que los kelpers ni
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69 Es profusa la bibliografía que sostiene esta hipótesis en consonancia con el llamado
Informe Rattenbach. Por ejemplo, véase de Costa, Eduardo José; Guerra bajo la Cruz del
Sur; Editorial Hyspamérica; Buenos Aires, 1988. Véase, además, de Lorenz, F.; Malvinas.
Una guerra argentina; op cit; página 37. Véase, en la misma dirección, una referencia a las
conclusiones del Informe Rattenbach en Sánchez, Gonzalo; Malvinas. Los vuelos secretos;
Editorial Plantea, Buenos Aires; 2012; página 18. Finalmente, véase el supuesto diálogo
entre Galtieri y el Gral. Osvaldo Jorge García en Yofre, J.; Op cit; página 97.
70 Cardoso, O.; Kirschbaum, R. y Van Der Kooy, E.; Op cit.
71 El adelantamiento de la fecha no generó ventajas sobe la supuesta falta de apres-
to de la Armada británica, pues acababa de concluir un ejercicio en alta mar, con lo que
estaban perfectamente alistados. A fin de marzo del ’82 diez y seis fragatas y destructo-
res estaban ejercitándose en Gibraltar. Thompson, J.; Op cit; página 313.
72 Sobre el tema es interesante el testimonio de quienes debieron practicar cirugías a
los heridos sobre los barcos hospitales, que dan una interesante dimensión sobre el movi-
miento de las embarcaciones por efectos del oleaje. Véase al respecto de Gallardo,
Agustín; Vidas marcadas. Nuevas crónicas sobre Malvinas; Editorial Atlántida; Buenos
Aires; 2012; página 103.
73 Gran Bretaña había anunciado, a fines de diciembre de 1981 que iba a deshacer-
se de sus dos portaaviones (“Invincible” y “Hermes”) y de sus dos buques anfibios
(“Intrepid” y “Fearless”), en un plan de desmantelamiento de la flota de mar para conver-
tirla en una Guardia Costera.
siquiera eran considerados como ciudadanos británicos. A esto se suma-
ba la presunción de que Estados Unidos, de quien la Junta había sido fiel
servidor apoyando la guerra contrainsurgente en Centro América, interce-
dería a favor de una salida negociada según parámetros favorables a la
Argentina y no permitiría una reacción militar británica, pues se vería obli-
gado a actuar militarmente en contra de ésta debido al Tratado Interameri-
cano de Asistencia Recíproca (TIAR).74 Asimismo, algunos funcionarios
del gobierno de Reagan habían opinado que “verían con buenos ojos que
las Malvinas fueran argentinas”.75 Aconteció todo lo contrario a lo espera-
do. Ante las evidencias que se lo indicaban, no obstante, en principio el
gobierno argentino llegó a interpretar que la zarpada de la flota inglesa era
sólo un elemento de presión, una contramaniobra. Como ya sostuvimos,
acuñó la idea sobre que Thatcher emprendería “una demostración militar
formal, pero nunca intentaría la recuperación violenta del archipiélago”.76
Hubo, no obstante, una advertencia no computada, un hecho anómalo
con esa línea de especulación: la forma que asumió el incidente en las islas
Georgias del Sur promovió una reacción británica, que causó sorpresa a la
Junta Militar,77 pero evidentemente no produjo conclusiones. Desde Lon-
dres se anunció el envío de un submarino nuclear y un buque con el obje-
tivo de expulsar a los obreros argentinos que habían izado una bandera en
las Georgias. Este factor externo, combinado con la crisis política interna
que vivía la dictadura precipitaron los hechos. El despacho de esta fuerza
escapaba a las previsiones de la Junta.78 De allí en más, sin duda, la dic-
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74 Instrumento jurídico de la Guerra Fría pensado para salvaguardar a Estados Unidos
de una agresión soviética, no para que un país latinoamericano se enfrente con una
potencia europea.
75 Roth, Roberto; ¿Después de Malvinas, qué…? Ediciones de la Campana, Buenos
Aires; julio de 1982; página 18.
76 Manson, E.; Op cit; página77.
77 Moro, R.; Op cit; página 5.
78 Hastings, M. y Jenkins, S.; Op cit; página 73.
tadura no logró desentrañar los alcances de la política diseñada desde
Londres. Los errores de percepción se repitieron una y otra vez.79 En gran
parte a la guerra se llegó mirando con desconfianza el clima interno de pro-
testas populares, y no el Atlántico Sur. En efecto, la cercanía extrema entre
la fecha en que se decide el operativo y la realización del mismo se expli-
ca por el ahogo político de la dictadura y la militarización de la zona que,
obviamente, podía frustrar el proyecto de ocupación y la maniobra política
y diplomática que entrañaba.80
Para el desembarco en Malvinas lo apropiado hubiese sido hacerlo con-
templando al menos dos opciones: a) todo ocurre de acuerdo a la lógica
que se desprendía de la evaluación de la Junta Militar y, en consecuencia,
no habrá respuesta militar, mirada que también compartía el canciller de
entonces, Nicanor Costa Méndez y b) por motivos desconocidos o no pon-
derados, podía haber una respuesta en términos militares. Frente a esta
última probable eventualidad, obviamente, era menester elaborar un “plan
B”. Esta hipótesis empero no fue inicialmente contemplada. La dictadura
no había evaluado un plan acorde. La toma incruenta de las islas buscaba
abrir canales de negociación, sin imaginar otra alternativa.81 Constituía un
gesto militar que armonizaba con la negociación.82 La determinación del
gobierno conservador inglés de alistar su Armada y enviarla al Atlántico
Sur, insistimos, estaba fuera de las previsiones. La liviandad política hizo
que no se evaluara la posibilidad de un choque armado real, las condicio-
nes parecían apropiadas: si no iba a haber combates, con un destacamen-
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79 Véase de Freedman, Lawrence y Gamba, Virginia; Señales de Guerra. El conflicto
de las islas Malvinas. 1982; Editorial El Ateneo; Buenos Aires, 2012; página 91.
80 Véase de Freedman, L.; y Gamba, V.; Op cit; páginas 88 y 159.
81 “… los hombres enviados a las islas Malvinas tenían el despreocupado convenci-
miento, antes y después del 2 de abril, que no iban a combatir y que las negociaciones
diplomáticas harían el resto”. Moro, R.; Op cit; página 81.
82 Freedman, L.; y Gamba, V.; Op cit; página 161.
to pequeño bastaba.83 Pero la dictadura se encontró, de golpe, con que
debía afrontar una guerra para la que no estaba preparada: caía en la trá-
gica equivocación de creer que el enemigo y los EEUU procederían como
se deseaba quelo hiciera.84 En pocos días, los otrora amigos le dieron la
espalda y los hasta entonces enemigos fueron quienes apoyaron el esfuer-
zo bélico (por ejemplo Libia, Cuba e, indirectamente, la Unión Soviética).85
La pérdida de la iniciativa
Frente al escenario bélico que se abría parecía que la conducción de la
dictadura olvidó las enseñanzas de Sun Tzú, estratega chino que se supo-
ne que vivió entre cinco y ocho siglos antes de nuestra era, quien sinteti-
zando los principios de la estrategia sostenía que la invencibilidad está en
uno mismo, es decir, que no hay motivo alguno para ser derrotado, si se es
lo suficientemente astuto e inteligente para medir los acontecimientos que
enfrenta. Sun Tzú sostiene que la batalla que no se pueda ganar, se debe
rehusar, instalando la idea acerca de que la estrategia comprende tanto el
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83 En el Informe Calvi de 1983, promovido por la propia dictadura, se pueden leer las
declaraciones del coronel Ramón Dorrego también argumentando que la guerra no era un
escenario sospechado: “Prueba de ello eran las previsiones formuladas para la etapa pos-
terior a la ocupación que consistía en dejar en las islas del orden de un regimiento para
el mantenimiento del orden y la seguridad”. Citado por Niebieskikwiat, Natasha; Op cit;
página 110. Sobre el tema dicen Freedman y Gamba que “el objetivo de la operación
Azul/Rosario consistía en un desembarco en la islas Malvinas y establecer un gobierno
argentino. Después, se mantendría una pequeña guarnición de unos 500 hombres, para
mantener el orden… nunca se habían trazado planes para defenderlas después de ocu-
parlas. En Buenos Aires se suponía que eso no representaba un problema. No se preve-
ía una respuesta británica importante. El asunto se resolvería en la negociación”.
Freedman, L.; y Gamba, V.; Op cit; página 155. Según Grossmann con este razonamien-
to de la dictadura proyecto una “pelea” y no una “guerra”; de allí que no le asigne a los
hechos desencadenados a partir del 2 de abril del `82 el estatus de un enfrentamiento béli-
co. Grossmann, Julio Enrique; Malvinas. El negocio y la pelea; Edición de la Agencia
Informativa de Prensa Noticas Ilustradas; La Plata; marzo de 1983; páginas 84 a 86.
84 Ruiz Moreno, Isidoro J.; Comandos en acción; Editorial Claridad; Buenos Aires,
2011; página 45.
85 Véase al respecto, especialmente para el caso del apoyo libio, de Sánchez, G.; Op cit.
choque de fuerzas como la manera de eludirlo.86 La guerra de Malvinas es
un ejemplo perfecto de lo que es ignorar este principio. La dictadura no
supo retroceder o maniobrar políticamente y fue cayendo en su propia
trampa: no pudo romper el cerco que se iba conformando. Sin duda esti-
maba que la suspensión de la maniobra era políticamente inviable ya que
podía debilitar la relación que estaba construyendo el gobierno con las
masas enfervorizadas por la guerra y, además, ponía en peligro la cohe-
sión de la propia Junta Militar.87
En términos militares la iniciativa es la capacidad de un bando de obli-
gar al enemigo a actuar de acuerdo a condiciones no buscadas por éste,
es decir, respondiendo compulsivamente al escenario que se le impone.88
Concretado el desembarco, se había conformado la creencia de que la
Junta Militar imponía las coordenadas del conflicto a su enemigo. Con el
raudo envío de la expedición naval británica la iniciativa cambió de bando,
ya que la dictadura no tenía contemplado acabadamente el mapa que se
dibujaba. Luego del conflicto sin combates con la dictadura chilena en
1978, ahora se abría esa contingencia aceleradamente. Los ecos que per-
duraban de aquel conflicto, hizo que no se movilizaran las tropas estacio-
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86 Luttwak, E.; Op cit; página 16. Sobre el carácter objetivo de la estrategia y cómo se
le impone a los estados mayores, véase en una comparación entre Clausewitz y Mao Tse
Tung de Glucksmann; André; El discurso de la guerra; Editorial Anagrama; Barcelona,
1969; página 318. Unas páginas más adelante, dice: Objetividad del cálculo estratégico:
“Las leyes de la dirección de la guerra son objetivas, se imponen a los dos adversarios,
ganará el que mejor sabrá y podrá utilizarlas”; Op cit; página 325.
87 Cardoso, O.; Kirschbaum, R. y Van Der Kooy, E.; Op cit.; página 119.
88 “En toda guerra, las partes beligerantes se disputan la iniciati va en un campo de
batalla, en un teatro de operaciones, en una zona de guerra e incluso a lo largo de toda
la guerra, ya que la ini ciativa significa la libertad de acción para un ejérci to. Todo ejército
que con la pérdida de la iniciativa, se ve forzado a to mar una decisión pasiva, deja de ser
libre y corre el peligro de ser derrotado y exterminado”. Mao Tse Tung: “Problemas estra-
tégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón”, en Selección de Escritos Militares, La
Rosa Blindada; Buenos Aires; 1973; página 174. En otra obra, Mao señala: “La iniciativa
es inseparable de la superioridad de la ca pacidad para hacer la guerra, en tanto que la
pasividad es inse pa rable de la inferioridad en ese terreno”. Mao Tse Tung; “Sobre la gue-
rra prolongada”, en Selección de Escri tos Milita res, La Rosa Blindada; Buenos Aires;
1973; página 261.
nadas en la frontera suroeste, y que, en cambio, se destinaran a las islas
regimientos del noreste y del conurbano bonaerense, sin entrenamiento ni
aclimatación para actuar en las islas.89
Toda una retahíla de cuestiones se trató de resolver desde la más abso-
luta imprevisión. La situación se invertía: parecía ahora que era la dictadu-
ra quien hubiera sido la agredida por sorpresa. Repuestos que faltaban,
bombas que no estallaban,90 aviones que carecían de autonomía de vuelo
dado que la Fuerza Aérea tomó conocimiento de la operación sin la ante-
lación suficiente como para adecuar sus aparatos para la lucha en el océ-
ano, fusiles que se trababan,91 graves limitaciones en el trasporte, y un sin-
número de cuestiones que luego se ocultaron bajo el argumento de una
supuesta “superioridad tecnológica británica”. La guerra se perdió por
imprevisión y falta de profesionalidad en su conducción, no por inferioridad
tecnológica. El argumento de la asimetría técnica como motivo de la derro-
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89 Respecto del déficit en el entrenamiento es menester destacar que las tropas
argentinas carecían de calificación para la lucha nocturna. Jiménez Corbalán, L.: Op cit;
página 483. Sobre la falta de preparación es interesante la situación que se vivió con el
uso del Blow Pipe; muy pocos militares sabían operarlo. (Ruiz Moreno, I.; Op cit; página
94). Peor fue el déficit para usar los misiles SAM 7 aportados por el Perú; la impericia casi
provoca bajas propias. (Jiménez Corbalán, L.: Op cit; página 195). Otra interesante obser-
vación de la falta de formación de los soldados refiere a la aparición del “pie de trinche-
ra”. (Buroni, José Raúl y Ceballos, Enrique Mariano; “Pie de trinchera. Revisión y expe-
riencia en Malvinas”; en Revista Argentina de Cirugía; Nro. 52 de 1987. Citado por
Niebieskikwiat, N.; Op cit; página 128). En la misma dirección, considerando que el pro-
blema generó avances médicos para su tratamiento, véase de Szymczak, Marcos R.; Un
cirujano en Malvinas; Instituto de Publicaciones Navales Editores; Buenos Aires; 2006. La
escasa formación de las tropas y la poca coordinaciónde las tareas, instancia que gene-
raba superposiciones que afectaban el mecanismo bélico son errores destacados en el
libro de Piaggi, Italo; Ganso Verde; Editorial Sudamericana-Planeta; Buenos Aires; 1986.
90 Sobre las causas, véase de Eddy, P. Linklater, M.; Op cit; página 306. Una explicación
técnica, tanto para el bando británico como argentino, sobre la poca efectividad de las bom-
bas véase de Carballo, Pablo M.; Halcones en Malvinas; Ediciones Argentinidad; Buenos
Aires; 2009; Capítulo LXXXVIII “Porque no explotaron las bombas”; páginas 477 a 488.
91 La improvisada defensa que trató de hacer la tripulación del submarino Santa Fe
para repeler el ataque que lo sacó de combate es un ejemplo de ello; uno a uno los fusi-
les FAL eran descartados por atascarse, quedando sólo tres sobre la embarcación.
Bóveda, J.; Op cit; páginas 119 y 120.
ta se ha mostrado en muchas oportunidades como históricamente falso;
así lo atestiguan guerras como las de Vietnam.92
El reto logístico
La cuestión de la logística en la guerra moderna sea ido transformando
en una problemática de primer orden.93 Tempranamente Henry Humphrey
Evans Lloyd, dentro de la orientación que buscaba darle basamento cien-
tífico al arte bélico, señaló el peso que iba ganando en la batalla. Carl von
Clausewitz subrayó el lugar que tenía el abastecimiento en la etapa de la
guerra que abrió la Revolución Francesa, siendo el Barón Henri de Jomini
el primero en definir acabadamente el arte de la logística.94
La guerra en el sector del Atlántico Sur donde tuvo lugar planteó siem-
pre un gran desafío logístico para las partes involucradas, por su localiza-
ción geográfica que la constituye en un conflicto paradigmático para los
especialistas en temas militares. El conflicto se diagramaba en un área del
planeta fuera de la influencia directa de las grandes potencias: retirada del
epicentro geográfico de la Guerra Fría. El lugar estaba lejos de todo.
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92 Es curioso el alcance de este fetichismo tecnológico: Sergio Cerón después de
demostrar que las fuerzas británicas estuvieron a punto de ser derrotadas debido a la
acción de los aviones argentinos, insiste con el argumento de la “superioridad tecnológi-
ca” británica. Op cit; página 201.
93 El término logística viene del griego logistikos; refiere al que sabe calcular. Sobre
su uso en la guerra y parte de su contenido, la presencia del término logística “...deriva
del francés maréchal de logis empleada por el ejército de Luis XIV, en inglés «quartermas-
ter general» (logis quiere decir acampar o alojar). El maréchal de logis era el responsable
de la administración del campamento, transporte y marchas. Posteriormente el maréchal
general fue el responsable de toda la administración y tal como se ha dicho, en algunos
casos se desempeñaba como jefe del estado mayor. Si bien el Ejército Francés abando-
nó el uso del término después de la Revolución Francesa, la palabra logística siguió en
uso. Fue adoptada por Jomini y usada de manera más amplia para abarcar las activida-
des del estado mayor, algunas de ellas no específicamente logísticas”. Thompson, J.; Op
cit; página 41.
94 Thompson, J.; Op cit; página 40.
El desafío logístico, además, interpelaba a los bandos involucrados.
Ambos proyectaban una probable batalla lejos de sus bases: una guerra en
líneas exteriores. No obstante, la Argentina contaba con una situación ini-
cial que en el ámbito de la logística le otorgaba una gran superioridad:
obviamente, conocía de antemano el plan de recuperación del archipiélago.
Esta ventaja originaria permitía superar cualquier disparidad tecnológica
posterior. Los problemas de aprovisionamiento para un combate que evita-
ra cualquier intento de recuperar el dominio británico eran superables si se
hubiese planificado una guerra. Por ejemplo, los recursos necesarios debe-
rían haber llegado a Puerto Argentino junto con el Operativo Rosario. Pero
la guerra sorprendió al gobierno militar que en lugar de tener la pretensión
de quedarse fortificando las defensas en las islas, mostraba apuro en redu-
cir la presencia militar en el marco de las negociaciones que imaginaba;
cuando el Ministerio de Defensa británico puso en marcha la flota la dicta-
dura se percató que faltaban insumos bélicos y había que comprarlos de
apuro a dónde fuera posible, ya que los proveedores tradicionales se suma-
ron al bloqueo comercial auspiciado por las potencias imperialistas. Hasta
Perú, que solidariamente proveyó de pertrechos a nuestro país, sufrió esta
restricción: no se le entregaron misiles Exocet que ya había adquirido. Pero,
además del acopio, el material debía llegar a las islas que también sufrían
el bloqueo marítimo por iniciativa británica y apoyo norteamericano.
Repentinamente “advirtieron” que no contaban, por ejemplo, con la can-
tidad suficiente de ropa para el frío para un contingente elevado de solda-
dos. Uno de los vuelos clandestinos a Israel fue para aprovisionarse de
cinco toneladas de camperas.95 Las carpas para dormir “eran para Buenos
Aires y Corrientes en verano”,96 y las bolsas de dormir eran aptas para la
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95 Diario Clarín del 19 de febrero de 2012. Sobre el tema, véase el interesante libro de
de Sánchez, G.; Op cit; página 43.
96 Testimonio del jefe de la sección de Intendencia del Regimiento de Infantería
Mecanizado 3 durante la guerra, Dardo Forti, en Gallardo, A.; Op cit; páginas 110 y 111.
llanura y no las más abrigadas de montaña.97 El mismo déficit se registró
en cada rubro. Los problemas logísticos de las fuerzas armadas argentinas
fueron, en definitiva, insalvables. Las peripecias comenzaron con la movili-
zación de las tropas u equipos hacia el sur dentro del propio territorio, para
profundizarse en el viaje y estadía en las islas.98 El acopio de personal y
elementos, su traslado y relocalización fue problemático ya que a las distan-
cias a cubrir se sumaban la desprolijidad en la conducción, problemas mete-
orológicos y las dificultades que oponía el terreno del archipiélago.
Gran Bretaña también sufrió serios inconvenientes, pagando caro tam-
bién el precio del apuro.99 Los errores, no obstante, no eclipsaron verda-
deras proezas logísticas como la posibilidad de bombardear las posiciones
argentinas con aviones Avro Vulcan que tenían base en la isla Ascensión.
Trasladó al teatro de guerra 1.260 toneladas de combustible y lubricantes;
8.260 toneladas de municiones, 3.880 toneladas de armamentos. El grue-
so del material trasportado, desde alimentos a repuestos, abarcó más de
900.000 ítems distintos.100 Los números son contundentes y abrevian
palabras a la hora de apreciar la capacidad de abastecimiento.
Claro que a los problemas logísticos “naturales” de la guerra, se adicio-
naron las acciones militares propiamente dichas de cada bando que cau-
saron efectos muy difíciles de superar, como la ventaja aérea británica o el
hundimiento del Atlantic Conveyor, buque en el que, entre otros elementos,
se trasladaban los helicópteros necesarios para apoyar el desembarco de
tropas de infantería.101
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97 Forti, Dardo José; Hasta el último día. Logística: la “otra guerra” de Malvinas;
Editorial Atlántida; Buenos Aires, 2010; página 112.
98 Sobre esta evaluación hay coincidencias en varios trabajos; por ejemplocompáre-
se el libro de Martín Balza (Op cit) con el de Dardo Forti que asume el problema de mane-
ra específica: Op cit.
99 Thompson, J.; Op cit; páginas 316 y 317.
100 Thompson, J.; Op cit; páginas 316 y 322.
101 Thompson, J.; Op cit; páginas 347 y 348.
Guerra sin guerra
El artillero Martín Balza relató que cuando reclamaba mayor poder de
fuego a su jefe, el general Oscar Jofré, éste señaló: “¡Hablemos en serio!
¿Usted cree que va a haber enfrentamiento con los ingleses?”.102
Son varias las alternativas del conflicto que sólo cobran inteligibilidad en
el marco del plan original diseñado por los militares argentinos. Cuando
éste quedaba atrás, todo lo hecho queda emparentado con el ridículo y la
ineptitud.
El perfil estipulado para el Operativo Rosario trataba de no causar bajas
ni civiles ni, en lo posible, militares. Evitaba, asimismo, afectar intereses
materiales en las islas. Estas características son el observable de que la
estrategia argentina era la búsqueda prioritaria de una negociación y no la
colisión de fuerzas. Pero tal perfil se extendió, además, dentro del continen-
te configurándose una maniobra que rememoraba más las formas de la
guerra propias del absolutismo que la moderna guerra de aniquilamiento.
Un signo inconfundible del carácter limitado del enfrentamiento promo-
vido por la dictadura, que desnuda su incompatibilidad con una política
seria contra el imperialismo, se hace evidente a partir de la falta de cual-
quier tipo de acción sobre los intereses británicos en el suelo argentino
continental durante la conflagración. Por ejemplo, la CGT de Chubut y la
Regional Trelew de la misma organización reclamaron la incautación de
todas las empresas británicas de la provincia103 y hubo denuncias sobre la
provisión de petróleo desde el sur del país para proveer a la flota inglesa.
Estos intereses se mantuvieron impolutos.104 El ministro de economía de
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102 Balza Martín; Dejo constancia; Planeta; Buenos Aires; 2001; página 59. Véase de
Manson, E.; Op cit; página 244.
103 Diario Chubut del 28 y 30 de abril de 1982.
104 La situación rememoró un hecho histórico muy poco recordado. Allá por los últi-
mos meses de diciembre de 1973 el gobernador de Santa Cruz, Jorge Cepernic, elaboró
un proyecto de expropiación de la estancia “El Condor” de seiscientos cincuenta mil hec-
táreas, propiedad de la corona británica. El gobierno de Perón, a través del ministro del
la dictadura Roberto Alemann insistió reiteradamente que no se afectarían
intereses particulares. Esta fue una señal para los ingleses de los alcances
restringidos que se proponía el gobierno argentino con su acción, perspec-
tiva que pronosticaba un conflicto breve.105 Fue un indicador de que no se
esperaba una respuesta militar británica, y ante la eventualidad de un com-
bate, pareciera que la dictadura pensaba que con sólo decir que se gana-
ba, mágicamente se garantizaba el resultado. Los ingleses, en cambio,
nunca pensaron que la victoria vendría por sí sola.106
Los hechos en el mar
No quedan dudas de la errada conducción de los altos mandos aunque,
claro está, esta calificación no es necesariamente extensible de manera
directa todos aquellos que pusieron el cuerpo en el frente.
Respecto de la flota argentina, antes de los primeros choques armados,
en círculos norteamericanos e ingleses se repetía un pronóstico: “Les hun-
des un barco y has hundido todos”. Se argumentaba que la armada “era de
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interior, procuró terminar con la iniciativa, actitud compartida por la CGT Río Gallegos,
contraria a la de Chubut varios años después, que aclaró: “Perón con meridiana claridad
explica que tan malos son los totalitarismos de izquierda como los de derecha. Constituiría
un gravísimo error tratar de enfrentar el imperialismo inglés con el imperialismo estatal”.
El proyecto fue votado negativamente por radicales y peronistas. Sólo sumó cuatro adhe-
siones; dos de los legisladores que avalaron la expropiación fueron asesinados, otro se
encuentra desaparecido y el cuarto logró escapar y se exilió. Jorge Cepernic fue destitui-
do casi un año después. Sobre el caso en Santa Cruz; véase de González, Julio; Isabel
Perón. Intimidad de un gobierno. Editorial El Ateneo; Buenos Aires, 2007; página 385.
Véase, también, de Bonavena, Pablo; “Guerra contra el campo del popular en los ’70.
Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”; en
Inés Izaguirre y colaboradores: Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina.
1973-1983. Antecedentes, desarrollo, complicidades; EUDEBA; Buenos Aires; diciembre
2009; capítulo 6. Para el caso de Chubut, véase de Grossmann, J.; Op cit.
105 Viola, Oscar Luis; Malvinas. Derrota diplomática y militar; Editorial Tinta Nueva;
Buenos Aires, junio de 1983; página 67. Sobre la situación de los británicos dentro del
país durante el conflicto véase de Graham-Yooll, A.; Op cit.
106 Viola, O.; Op cit; páginas 38 y 123.
un solo tiro”.107 Tras el hundimiento del crucero General Belgrano, cuando
estaba volviendo de una abortada maniobra de pinzas junto al portaavio-
nes “25 de Mayo”, la flota de guerra se replegó contra la costa buscando
aguas menos profundas para eludir el asedio de los submarinos atómicos.
Quedó cumplido así el augurio. La decisión, fundada esencialmente en la
sospecha de que los EEUU estaban brindado información satelital a la
Royal Navy,108 obviamente deja el sabor de que no se hizo todo lo posible
para ganar, sino que primó en este caso una economía de recursos propia
de quienes no tienen la determinación de pelear hasta el final: de hacer
aquello para lo que se entrenaron durante toda la vida. El intento de atacar
a la flota enemiga, además de con el poder de fuego aeronaval, quedó
reducido a la misión del submarino San Luis que, asimismo, fracasó por
varias fallas técnicas.109 Pero más que en imposibilidades técnicas, varias
explicables por la falta de un mantenimiento conveniente, las acciones
parecen determinadas por una limitación de la fuerza moral: “no tenía sen-
tido arriesgar los barcos en la zona de exclusión y era preferible tenerlos
como resguardo del territorio continental”.110 El razonamiento impresiona
como dudoso: parece un contrasentido guardar el material bélico para una
guerra que no ocurre, y no utilizarlos en un conflicto real que supone la
necesidad de movilizar todos los recursos disponibles. La guerra tiene ries-
gos, pero se supone tal alternativa la conoce todo aquel que asume el arte
militar. Desde la marina se reiteró el citado fundamento en muchas oportu-
nidades. En una interesante investigación sobre las tareas cumplidas por
cuatro barcos auxiliares en las islas, Jorge Muños insiste con el argumen-
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107 Eddy, P. y Linklater, M.; Op cit; página 245.
108 Freedman, L.; y Gamba, V.; Op cit; página 268.
109 Los británicos efectuaron más de doscientos ataques anti-submarinos. Hughes,
W.; Op cit; páginas 172, cita 8.
110 Explicación que diera en una entrevista a Flabián Nievas un integrante de la
Armada que participó de la guerra.
to, avalando “la prudencia y el buen tino” de la medida sostenida por la lógi-
ca de encarar “únicamente aquellas acciones posibles”.111 Los defensores
argentinos de Pradera del Ganso, por ejemplo, pensaban diferente y pele-

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