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546 CRISTINA SALVATIERRA PÉREZ Y ALEJANDRO MARTÍN PARADA tiempo quirúrgico para la vía abierta (170 vs. 235 min.), menor sangrado para la laparoscópica (257 vs. 853 ml.), menor estancia hospitalaria y menor duración del cateterismo vesical en la PRL, tasa de márgenes positivos similar (21,6 vs. 26%, p: 0,28) y complicaciones también similares [48]. Para valorar la calidad de la prostatectomía ra- dical a largo plazo se valoran habitualmente tres parámetros, como son, la eficacia oncológica, la continencia postoperatoria y, por último, la po- tencia sexual. La supervivencia libre de recurrencia bioquí- mica está influenciada por dos factores influen- ciados, a su vez, por la técnica quirúrgica, como son, la tasa de márgenes positivos y la afectación ganglionar [48]. Un margen positivo implica un mayor ries- go de recidiva bioquímica y de progresión local y sistémica [48]. Las tasas de márgenes descritas, en las series de cirugía laparoscópica y en las de cirugía abierta parecen similares [29]. En concreto, el número de márgenes positivos reflejado en la literatura para la PRR oscila entre 5 y 36% para los tumores en estadio pT2 y entre 8 y 53% para los pT3. Para la PRL se han descri- to tasas entre 1,8 y 21% en los pT2 y entre 8 y 53% en los pT3 [29, 48]. Respecto a la recurrencia bioquímica, la inter- pretación de los resultados debe tener en cuenta el corte de PSA utilizado para definir la recurren- cia bioquímica, variable entre 0,1 y 0,4 ng/ml en la literatura. Las tasas de supervivencia libre de recurrencia bioquímica a corto plazo parecen ser similares a las de la prostatectomía abierta [29, 48]. La presencia de linfadenectomías positivas implica un peor pronóstico. El diagnóstico en es- tadios cada vez más precoces del cáncer de prós- tata ha disminuido de forma muy significativa la incidencia de afectación ganglionar en el mo- mento de la cirugía, lo que ha conducido a obviar la linfadenectomía en muchos casos, realizándola solamente en pacientes seleccionados [32, 33]. Las tasas de continencia postoperatoria, con seguimientos muy variables, en las series de PRL oscilan entre 60 y 90% (media 80%) y en las se- ries de PRR entre 67 y 90% (media 89%) [48]. Aunque en algún estudio comparativo se ha ob- servado una mejor continencia con la cirugía abierta, la mayoría no demuestran diferencias entre ambas técnicas [29]. Algo similar ocurre con la valoración de la po- tencia sexual postoperatoria. Para poder extraer conclusiones es indispensable valorar la potencia preoperatoria, la preservación de las bandeletas neurovasculares, la edad y la utilización o no de inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 (sildenafi- lo, vardenafilo y tadalafilo). La mayoría de estu- dios han observado similares resultados entre los abordajes abierto y laparoscópico [29]. Existe una cierta controversia con respecto a la conveniencia de realizar la prostatectomía radical laparoscópica por vía trans o retroperitoneal. La vía extraperitoneal, según algunos trabajos se asocia con una mayor absorción de CO2, opi- nión no compartida por otros autores. Al anali- zar las publicaciones sobre PRL se observa una tendencia cada vez mayor hacia la utilización de la vía retroperitoneal, por ser considerada más «urológica» [29]. Aunque se suele argumentar que la cirugía ab- dominal previa debe considerarse una contrain- dicación relativa para la vía intraperitoneal, esto sólo es cierto en caso de muy importantes adhe- rencias intestinales, hecho que ocurre en menos de un 0,25% de casos [29]. Colocación para PRL: Decúbito supino con los miembros superiores pagados al cuerpo y los miembros inferiores se dejan en extensión y leve- mente separados. Se debe mantener al paciente en una posición de Trendelenburg de 30º. En este caso la técnica se puede realizar a la altura del ombligo ya que en esta zona el peritoneo es- tás más adherido a la pared. En esta posición se realiza una incisión de 1 cm y se coloca un trócar de 12 mm. Tras la insuflación se colocan el resto de los trócares bajo control visual. El de 10 mm se introduce por el ombligo. Un trócar de 5 mm se sitúa entre el pubis y el ombligo y los otros dos en cada fosa ilíaca [49]. 3.6. Cistoprostatectomía radical Las primeras cistectomías radicales laparos- cópicas se realizaron en los años noventa, reali- zándose la derivación urinaria de forma abierta, aprovechando la laparotomía utilizada para la extracción de la pieza [15]. En los primeros años del nuevo milenio se describió la realización to- talmente intracorpórea de conductos ileales, bol- sas tipo Mainz II y neovejigas ileales tipo Studer
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