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Bioetica en Pediatria

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JORGE ADRIÁN CHUCK SEPÚLVEDA
Egresado de la Universidad Autónoma de Guadalajara
(UAG), Especialidad en Pediatría Clínica.
Especialidad en Bioética, Centro de Estudios e
Investigación en Bioética (CEIB).
Miembro del Colegio de Profesionistas.
Posgraduados en Bioética de México A.C.
Miembro del Comité Editorial de la Revista ETBIO.
Ex Presidente del Colegio de Pediatría de Jalisco A.C.
Miembro de la Federación de Colegios de Pediatría
Centro Occidente y de la Confederación Nacional de
Pediatría de México. CMCP: 698.
 
Editor responsable:
Dr. José Luis Morales Saavedra
Editorial El Manual Moderno
 
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4
IMPORTANTE
Los autores y la Editorial de esta obra han tenido el cuidado de comprobar que las dosis y esquemas
terapéuticos sean correctos y compatibles con los estándares de aceptación general en la fecha de la
publicación. Sin embargo, es difícil estar por completo seguro que toda la información proporcionada es
totalmente adecuada en todas las circunstancias. Se aconseja al lector consultar cuidadosamente el material
de instrucciones e información incluido en el inserto del empaque de cada agente o farmacoterapéutico antes
de administrarlo. Es importante, en especial, cuando se utilizan medicamentos nuevos o de uso poco
frecuente. La Editorial no se responsabiliza por cualquier alteración, pérdida o daño que pudiera ocurrir
como consecuencia, directa o indirecta, por el uso y aplicación de cualquier parte del contenido de la
presente obra.
 
Nos interesa su opinión, comuníquese con nosotros:
Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V.
 
Av. Sonora 206, Col. Hipodromo, Deleg. Cuauhtémoc. 06100 México, D.F.
 
(52-55) 52-65-11-00
 
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Bioética en pediatría
D.R. © 2015 por Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V.
ISBN: 978-607-448-467-0 (versión impresa)
ISBN: 978-607-448-468-7 (versión electrónica)
 
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg.
núm. 39
 
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser
reproducida, almacenada o transmitida sin permiso previo por escrito de la
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Bioética en pediatría / [coordinador] y autor Jorge Adrián Chuck Sepúlveda. -- 1ª. edición. –- México, D.F. :
Editorial El Manual Moderno, 2015.
xv, 232 páginas : ilustraciones ; 23 cm.
 
ISBN: 978-607-448-467-0 (versión impresa)
ISBN: 978-607-448-468-7 (versión electrónica)
 
1. Bioética. 2. Pediatría – Aspectos morales y éticos. 3. Pediatría – Ética profesional. 4. Ética médica. 5.
Derechos del niño. I. Chuck Sepúlveda, Jorge Adrián, autor.
174.961892-scdd21 Biblioteca Nacional de México
 
Director editorial y de producción:
Dr. José Luis Morales Saavedra
 
Editora asociada:
Lic. Vanessa Berenice Torres Rodríguez
 
Diseño de portada:
DG. Víctor Hugo Gonzalez Antele
 
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Dra. Inés Álvarez de Iturbe
Especialidad en Pediatría, Hospital Infantil de México Federico Gómez, (HIMFG),
Centro Médico ABC, México D.F. Miembro de la Sociedad Mexicana de Pediatría.
Capítulo: 11
 
Dra. María de las Mercedes Barragán Meijueiro
Egresada de la Universidad La Salle, Especialidad en Pediatría, Hospital Infantil del
Estado de Sonora, (HIES). Subespecialidad en Inmunología y Alergia Pediátrica,
Hospital Infantil de México Federico Gómez, (HIMFG), Maestría en Bioética,
Universidad Anáhuac. CMCP: 4686.
Capítulos: 2, 22
 
Dra. María Cristina Caballero Velarde
Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México. Especialidad en Pediatría y
Terapia Intensiva Pediátrica. Maestría en Bioética, Universidad Panamericana. Ex
Presidente, Academia Nacional Mexicana de Bioética. CMCP: 1395.
Capítulos: 5, 25
 
Dra. Yazmín Amelia Chirino-Barceló FAMS
Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México. Especialidad en Pediatría,
Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG). Neonatología, Universidad de
Singapur. Pediatra Neonatóloga, Centro Médico ABC. CMCP: 4299.
Capítulos: 4, 11, 24
 
Dra. Constanza García Delgado
Egresada de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Especialidad en Pediatría y
Genética, Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG), Diplomado en
Bioética, Universidad Autónoma de México (UNAM). Médico Adscrito al Departamento
de Genética, Hospital Infantil de México Federico Gómez. CMCP: 1144.
Capítulo: 8
 
Dra. Fanny Mijangos Cortázar
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Egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana, D.F. Especialidad en Pediatría,
Hospital para el Niño DIF, Edo. de México. Diplomado en Bioética, Universidad
Anáhuac. Directora del Hospital del Niño del DIF, Edo. de México. CMCP: 4496.
Capítulo: 20
 
Dr. Fernando Moreno Ávila
Egresado de la Universidad de Guadalajara. Especialidad en Pediatría (HIMFG),
subespecialidad en Terapia Intensiva Pediátrica, Hospital Infantil de México Federico
Gómez, HIMFG. Maestría en Bioética, Centro de Estudios e Investigación en Bioética
(CEIB). CMCP: 2326.
Capítulo: 15
 
Dra. Yuriko Nakashima Paniagua
Egresada de la Universidad de Guadalajara. Especialidad en Pediatría, Centro Médico
Nacional de Occidente (CMNO). Especialista en Cuidado Paliativo y Medicina del Dolor.
Profesor Titular de Posgrado en Problemas Emergentes y Cuidados Paliativos
Pediátricos en el Hospital Civil “Dr. Juan I. Menchaca” Guadalajara, Jalisco.
Capítulo: 16
 
Dr. Rafael Rivera Montero
Egresado de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Médico especialista en Pediatría
Clínica, Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN). Especialidad en Bioética,
Centro de Estudios e Investigación en Bioética (CEIB). Profesor de Bioética, Promotor y
Asesor en Bioética e Investigación en la Secretaría de Salud Jalisco. CMCP: 436.
Capítulos: 12, 13, 19, 21, 23
 
Dr. Ricardo Enrique Ruiz Ramírez
Egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en Morelia, Mich.
Especialidad en Pediatría en el Hospital para el Niño DIF, Edo. de México. Diplomado en
Bioética, Universidad Anáhuac. Ex Presidente, Confederación Nacional de Pediatría de
México. CMCP: 4823.
Capítulo: 20
 
Dra. Lizbeth Guadalupe Uribe Salgado
Pediatra/Neonatóloga, Adscrita al servicio de Neonatología del Centro Médico ABC.
Miembro de la Asociación de Neonatólogos del D.F. y Valle de México. Miembro de la
Sociedad Mexicana de Pediatría.
Capítulo: 4
 
8
Dr. Adalberto Vázquez García
Egresado de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Médico especialista en Pediatría
Clínica, Universidad Autónoma de Guadalajara, Especialidad en Bioética (CEIB).
Profesor de Bioética en pregrado y posgrado en la UAG. Presidente de la Asociación de
Bioeticistas de Jalisco A.C. CMCP: 774.
Capítulos: 17, 18
 
Dr. César Virgen Ortega
Egresado de la Universidad Autónoma de Guadalara. Especialidad en Pediatría en el
Hospital General Dr. Darío Fernández México ISSSTE, Secretario del Colegio de
Pediatría de Tabasco, Profesor de Bioética en la Facultad de Medicina de la Universidad
Juárez Autónoma de Tabasco. CMCP: 7108.
Capítulo: 14
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En el ejercicio de la medicina, el conocimiento que se adquiere en la facultad de
medicina, la aplicación del mismo y la relación con la persona que acude con el médico
cuando cursa con un problema de salud, es de fundamental importancia, pero más
cuando el paciente es un niño, ya que la información que se obtiene generalmente
proviene de terceras personas.
El quehacer profesional del médico pediatra debe ser por vocación y hacerse realidad a
través del acto médico y debe de realizarse también a través de la bioética personalista,
en donde se reconoce la dignidad de la persona humana desde el momento mismo de la
concepción y la atención que se proporciona deberá ser satisfactoria y honesta como
muestra de respeto a la confianza que se nos brinda a los médicos por las personas que
solicitan nuestros servicios.
La atención al paciente debe de realizarse “bien”, entendiendo como “bien” todoaquello que inspire y permita el desarrollo, el crecimiento total, pleno del hombre en
todas sus dimensiones, orgánicas o corporales, espirituales, mentales, sociales,
incluyendo la trascendente a un absoluto absolutamente absoluto.
La bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las
ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a
la luz de los valores y principios morales. En esta definición se toma en cuenta la vida, la
salud, los valores y principios morales, por lo que desde nuestro punto de vista reúne los
elementos necesarios de la bioética como disciplina. Sin embargo, la bioética es
multidisciplinaria, ya que suele haber intereses; médicos, filosóficos, educativos,
jurídicos, psicológicos y sociales en donde cada una de estas disciplinas no se pueden
valorar en una forma aislada y obligan a hacer una reflexión que deberá estar encaminada
siempre hacia el respeto de la vida y de la persona desde el momento mismo de la
concepción.
La razón de ser médico tiene que ver con el cumplimiento de los deberes profesionales
hacia nuestros pacientes, así como el mantenernos fieles a los ideales de nuestra
vocación, pero también rechazar todo lo que se interponga en la búsqueda de lo que
puede ser lo más conveniente para el paciente o como también suele mencionarse “la
búsqueda en lo que sea del mejor interés para el paciente”, sobre todo en la atención a
niños ya que en la gran mayoría de las ocasiones no son ellos los que deciden la
aceptación o el rechazo de una propuesta de tratamiento ante un problema de salud.
Asimismo, las decisiones que toman los padres o los tutores legales pudieran no ser lo
más conveniente para el niño. Seguramente hemos sido testigos de discusiones fútiles y
estériles entre los padres de un niño en donde no se ponen de acuerdo en quien de los
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dos autorizará un procedimiento terapéutico propuesto por el médico tratante, cuando en
realidad se deberá de decidir sobre lo que es más conveniente para el paciente.
Siempre he considerado que a los niños se les debe de informar directamente y de
acuerdo a su edad, así como a el grado de desarrollo alcanzado sobre su estado de salud,
es un derecho que tiene todo paciente que acude con nosotros solicitando atención
profesional especializada y por supuesto a los padres también, disipando cualquier duda o
cuestionamiento que pudieran tener. La información deberá de ser con toda honestidad y
prudencia, involucrando aspectos clínicos, estudios si es que fuesen necesarios para
documentar una hipótesis diagnóstica, pronóstico y sobre las medidas terapéuticas que
deberán de aplicarse para la resolución y seguimiento del problema de salud que presenta
el niño.
En este libro hemos tratado de analizar algunos temas desde el punto de vista de la
bioética personalista, en los que en el ejercicio de la pediatría nos encontramos frente a
ellos con relativa frecuencia y es de nuestro interés que las decisiones que se tomen se
realicen siempre en beneficio del paciente respetando su dignidad de persona a la que
todos tenemos derecho ya que es lamentable como vemos situaciones cotidianamente en
donde se trata a los niños sin el más mínimo respeto a su dignidad. Vale la pena
mencionar también que frecuentemente el médico se torna en un simple medio de
atención de las instituciones públicas en donde se le indica que es lo único que tiene que
prescribir para un determinado padecimiento como si todas las enfermedades fueran
iguales y por consiguiente coartando su libertad pero olvidándose de que “el buen médico
trata enfermedades pero el gran médico trata pacientes” (William Osler).
Debemos de tener un conocimiento amplio de la bioética como toda una ciencia que
es, o al menos algo de su contenido, de sus principios y alcances en un campo tan amplio
como lo es la pediatría y nos daremos cuenta que estaremos redescubriendo una forma
de pensar diferente, que involucra una mayor congruencia en lo relacionado a nuestra
forma de ejercer el trato a los niños.
Los autores de los diferentes capítulos son médicos pediatras expertos y con un amplio
conocimiento en la aplicación de la bioética personalista en lo que es el quehacer diario
del ejercicio de esta bella especialidad que es la pediatría, en donde estamos conscientes
que los pediatras somos los que estamos velando por el futuro generacional del país y
que entre mejor hagamos nuestro trabajo se podrá aspirar también a un mejor futuro.
Dr. Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
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A mis padres: Ing. Benjamín Chuck Vega (q.e.p.d.) y
María Concha Sepúlveda Montemayor (q.e.p.d.), por su gran ejemplo en el bien
actuar en la vida, su gran cariño, honestidad y rectitud.
A mi esposa, María de Lourdes Navarro Fernández, por su amor, cariño y
comprensión, apoyándome en todo momento en el devenir diario y
en la elaboración de éste proyecto.
A mis hijos, Jorge y Luly, Paulina y Juan Pablo, y a mis nietos, quienes han
sido uno de mis mayores apoyos y estímulos en mi vida.
A mi hermana, CD. Lilia Eugenia Chuck Sepúlveda y a su magnífica familia.
A mis maestros de Pediatría y de Bioética, con respeto, admiración,
cariño y gratitud.
A la Universidad Autónoma de Guadalajara de donde he recibido siempre el
apoyo para realizar los proyectos que me han venido a la mente.
A todas aquellas personas que de una forma u otra colaboraron en
la elaboración de esta obra.
IN MEMORIAM
Dr. José Domingo Gamboa Marrufo, quien por azares del destino
no logró ver la culminación de esta obra.
Siempre mostró un gran anhelo de participar en ella y
aportó información invaluable en el contenido de este libro.
Dr. Gamboa, siempre estará en nuestra mente y en nuestros corazones.
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Colaboradores
Prefacio
Dedicatoria
 
Capítulo 1. Algunos conceptos y consideraciones históricas
acerca del desarrollo de la bioética y modelos de referencia
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 2. Implicaciones bioéticas relacionadas con las
técnicas de reproducción asistida
María de las Mercedes Barragán Meijueiro
Capítulo 3. El no nacido y sus derechos esenciales
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 4. Ética en el niño prematuro
Yazmín Amelia Chirino-Barceló FAMS, Lizbeth Guadalupe
Uribe Salgado
Capítulo 5. Dimensiones del reto bioético en la atención del
recién nacido
María Cristina Caballero Velarde
Capítulo 6. Bioética y derechos de los niños
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https://booksmedicos.org
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 7. Bioética en pediatría
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 8. Bioética y el niño con alteración genética
Constanza García Delgado
Capítulo 9. Violencia y maltrato infantil
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 10. La bioética en la aplicación de vacunas
Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Capítulo 11. Consentimiento informado
Yazmín Amelia Chirino-Barceló FAMS, Inés Álvarez de
Iturbe
Capítulo 12. Aspectos éticos de la investigación en pediatría
Rafael Rivera Montero
Capítulo 13. Comités hospitalarios de bioética
Rafael Rivera Montero
Capítulo 14. Iatrogenia en pediatría
César Virgen Ortega
Capítulo 15. Limitación del esfuerzo terapéutico. Una
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https://booksmedicos.org
herramienta para una muerte digna
Fernando Moreno Ávila
Capítulo 16. Los cuidados paliativos, un camino para
dignificar la vida en su final
Yuriko Nakashima Paniagua
Capítulo 17. Bioética y el niño hospitalizado
Adalberto Vázquez García
Capítulo 18. Bioética y los niños discapacitados
Adalberto Vázquez García
Capítulo 19. Bioética y religión
Rafael Rivera Montero
Capítulo 20. El niño ante el divorcio
Fanny Mijangos Cortázar y Ricardo Enrique Ruiz Ramírez
Capítulo 21. Aspectos bioéticos de la conducta suicida en
niños y adolescentes
Rafael Rivera Montero
Capítulo 22. Implicaciones bioéticas del calentamiento global
en pediatría
María de las Mercedes Barragán Meijueiro
Capítulo 23. Bioética e interculturalidad
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https://booksmedicos.org
Rafael Rivera Montero
Capítulo 24. Duelo médico ante una muerte inesperada
Yazmín Amelia Chirino-Barceló FAMS
Capítulo 25. Medicinaasertiva y profesionalismo médico en
el nuevo milenio
María Cristina Caballero Velarde
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La vida es el valor fundamental de la persona en el que se fundan los
demás valores personales y sociales del individuo.
La salud es un bien inherente a la vida y a la persona, expresión cuantitativa de ésta y
junto a la vida física, forma parte de los bienes o valores “penúltimos” inherentes al
bien último y definitivo de la persona.
Sgreccia
 
 
La incorporación formal de la bioética a las diferentes disciplinas profesionales, en
particular en la rama de la medicina, es un hecho observado en los últimos años como un
fenómeno universal, ya que el asombroso progreso de la ciencia y la tecnología ha
introducido problemas morales nuevos y obligado a estudiar con profundidad aspectos
propiamente filosóficos; todo esto tiene la finalidad de dar respuesta a varios dilemas,
algunos de ellos agobiantes.
La palabra bioética tiene un origen griego; se conforma con las raíces bios (vida) y
ethos (comportamiento o conducta). De una manera general, con el término bioética se
designa al estudio de los problemas morales que plantea hoy en día el desarrollo de las
diversas ciencias y tecnologías, que pueden aplicarse a la vida humana y por tanto
influirla o modificarla.
Como disciplina, la bioética tiene apenas 25 años de existencia, pese a que la ética
médica es tan antigua como la medicina misma. En todo caso, la historia de la bioética
pertenece al siglo XX, en especial por algunos de los siguientes motivos:
1. La tecnología médica tiene cada vez más una capacidad de introducirse en las
esferas esenciales del ser humano, es decir, aquellas que se relacionan con la
cantidad y calidad de la vida, el momento y la forma de su nacimiento, y la
muerte.
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2. El desarrollo exponencial de los sistemas sanitarios, incluidas su creciente
complejidad, universalidad y capacidad de consumo de recursos, es un elemento
decisivo para comprender por qué se produjo la aparición de la bioética.
3. La progresiva adquisición de una conciencia entre las sociedades occidentales,
basada en la necesidad de salvaguardar la autonomía de los sujetos, tanto en el
espacio público como en el privado, en oposición a todas las instituciones
sociales y estatales que, en términos históricos, han tratado de controlar la
libertad personal en las diversas dimensiones de la existencia.
La consideración de estos factores sólo es posible desde una perspectiva
multidisciplinaria que incluye áreas diversas como medicina, biología, derecho, ética,
filosofía, política, economía, sociología, teología, pedagogía, psicología, y otras más. En
realidad, todas las ramas del conocimiento pueden hacer contribuciones a la búsqueda de
soluciones para los dilemas de la ética biomédica.
Pablo Simón Lorda señala que el primer antecedente de la necesidad de revisar las
bases y el desarrollo de la ética médica clásica debe remontarse a la promulgación en
1948 del Código de Nüremberg, desprendido de forma conclusiva de los procesos
judiciales contra los médicos nazis. Este código fue el primer protocolo internacional de
la historia acerca de la ética de la investigación en seres humanos y el embrión de la
bioética, cuyo desarrollo siempre ha mostrado una estrecha relación con el surgimiento
de conflictos éticos en la investigación biomédica.
Otro antecedente importante se presentó 10 años después, en 1957, cuando se utilizó
por primera vez el término “consentimiento informado” a través del Tribunal Supremo
del Estado de California; este concepto se refería al derecho de los pacientes a recibir
información acerca de los procedimientos médicos a los que debía someterse, esto es, a
decidir de manera libre y voluntaria si aceptarlos o declinarlos.
En 1961, el uso de la talidomida, un fármaco que producía graves malformaciones
congénitas cuando se administraba a mujeres embarazadas, reavivó la polémica sobre los
procedimientos de investigación y control de fármacos. Esto desembocó en 1964 en la
Declaración de Helsinki que promulgó la 18° Asamblea Médica Mundial; en ese
documento se actualizaron las normas éticas que debían guiar la experimentación con
personas.
En 1969, Daniel Callahan y Willard Gaylin, un filósofo y un psiquiatra, fundaron en
Nueva York el Institute of Society, Ethics and the Life Sciences, conocido en la
actualidad como el Hastings Center. Es muy probable que este instituto sea hoy en día el
centro de investigación en bioética más importante e influyente del mundo.
En 1971, en su libro Bioethics: bridge to the future, Rensseleaer Van Potter se refirió
por primera vez al término bioética, empleado para reflexionar sobre los retos que
imponía el desarrollo de la biología, ya fuera en el medioambiente o en la población
mundial. Poco después, André Hellegers fundó en 1972 el Kennedy Institute of Ethics en
Washington D.C., un centro de enorme prestigio internacional que se encuentra vinculado
con la Universidad de Georgetown.
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Ese mismo año se hizo público en el mundo entero el estudio de la sífilis de Tuskegee,
a través de una portada del New York Times. Este informe suscitó una acalorada
polémica porque su objetivo era observar la evolución natural de la sífilis en una zona
marginada del estado de Alabama (EUA); más aún, el protocolo había integrado a 400
varones de raza negra con sífilis y utilizado a 200 sujetos como controles, sin notificarles
que eran parte de un estudio, sin su explícita aceptación y sin prescribirles tratamiento
alguno para erradicar la enfermedad (a pesar de que ya existía un esquema terapéutico
disponible). El resultado fue que la sociedad cobró conciencia de la necesidad urgente de
revisar todas las normas sobre investigación en seres humanos.
En 1973, la Asociación Americana de Hospitales promulgó la primera Carta de
Derechos del Paciente, que serviría de modelo para todas las cartas de derechos de los
pacientes del mundo occidental; este texto tendría decisiva influencia en el campo de la
toma de decisiones médicas.
A partir de 1980, los problemas éticos formulados en el área de la medicina se
multiplicaron y la bioética se convirtió en una herramienta de trabajo insustituible en el
mundo de la salubridad. El aborto, las técnicas de reproducción asistida, la eutanasia, el
suicidio asistido, el retiro o la declinación de los tratamientos de apoyo vital, los cuidados
paliativos, el sida, la ingeniería genética, el control de la natalidad poblacional, el genoma
humano, la genética clínica, el consentimiento informado, la investigación en seres
humanos, los trasplantes, y muchos otros, serían en lo sucesivo objeto de atención y
debate, y competencia de la bioética clínica.
Debe señalarse que en la actualidad, y desde el punto de vista didáctico, es posible
distinguir cuatro modelos de referencia de la bioética, con base en las fundamentales
aportaciones de Elio Sgreccia. A continuación se describen de forma sinóptica cada uno
de estos modelos.
 
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MODELO SUBJETIVISTA O LIBERAL RADICAL
 
Este modelo ético tiene una gran influencia actual, sea en la cultura, en los medios de
comunicación o en las costumbres. Su punto de referencia supremo es la libertad: es
lícito lo que se quiere libremente, lo que se acepta sin coacción y lo que no vulnera
la libertad ajena. Se magnifica la libertad hasta el punto de considerarla un absoluto,
una verdadera fuente de los valores. Esta visión converge en una ética individualista, para
la cual cada individuo se encuentra ante su propia verdad, diferente de la verdad de los
demás y, de manera paralela, con la capacidad de objetar esa misma libertad.
Este modelo tiene una parte de verdad sobre el hombre y la libertad, pero considera
una libertad sólo para algunos, con frecuencia para quienes pueden expresarla y hacerla
valer; se trata de una “libertad de” vínculos y no de una “libertad para” un proyecto de
vida y de sociedad justificados en sentido finalista. Puede catalogarsecomo una libertad
sin responsabilidad.
La libertad, según algunos exponentes de este modelo, debe suponer una liberación de
la ética, dado que implica determinar unos fines en el hombre, pero éstos coartarían la
libertad misma de elección. Entendida así, la libertad es un yugo trágico y lleva al
nihilismo dado que no supone nada antes de la libertad y dentro de ella.
Todo acto libre implica en realidad la vida del hombre que lo lleva a cabo; la vida se
halla antes que la libertad: quien no está vivo, no puede ser libre. La libertad tiene un
contenido, aspira a algo o afecta a alguien; comporta una responsabilidad.
En suma, la libertad presupone el ser y el existir para un proyecto de vida. Cuando la
libertad se vuelve contra la vida, atenta contra su raíz y se destruye a sí misma; cuando
cancela la responsabilidad de la opción, se reduce a una fuerza ciega y tiende a ser un
yugo para sí misma.
Al hablar de responsabilidad, se alude desde luego a la responsabilidad que surge de la
libertad misma y que es sometida por la razón, que evalúa medios y fines para un
proyecto libremente buscado; esta responsabilidad es ante todo interior, en oposición a la
razón y a su reflejo sobre la conciencia, es decir, sobre la evaluación ética de los valores
que están en juego. Tal responsabilidad permanece pese a que las legislaciones no se
pronuncien sobre determinados asuntos o lo hagan lesionando valores fundamentales e
irrenunciables de la persona humana.
 
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MODELO PRAGMÁTICO-UTILITARISTA
 
Surge de una larga tradición filosófica, la empírica, de origen anglosajón y la ha reforzado
la ética socialista basada en la filosofía de la praxis y la justificación del utilitarismo social.
Visto desde esa óptica, el utilitarismo de la ciencia, en concordancia con su propio
progreso y el de la sociedad, ocupa más o menos abiertamente una preeminencia en
los aspectos de la protección del bien individual de la persona.
El principio básico que regula la valoración en el campo bioético se fundamenta en la
relación costo-beneficio, en la frecuente presuposición de que no es posible adoptar un
criterio superior como verdad y norma universal.
Este tipo de ética se halla presente sobre todo en la mentalidad enfocada en buscar el
éxito científico y los resultados en el campo social y experimental, sin proporcionar
suficiente protección a los sujetos.
El principio basado en la evaluación costo-beneficio es válido y obligado, siempre y
cuando se aplique a un mismo valor. En consecuencia, si en un platillo de la balanza
estuviera la vida humana de un individuo particular y en el platillo de los beneficios un
valor económico, social o científico, el principio perdería su aplicación ética e incurriría
en el utilitarismo ético de impronta pragmática.
Este tema pone en evidencia la relación entre los cuidados médicos y la economía de
cada uno de los estados, que han de elegir entre las enfermedades que deben quedar bajo
su cuidado y las que deben ser responsabilidad de cada uno y del sector privado. En los
países en los que la asistencia médica se encuentra bajo tutela del estado existe el peligro
de que se elija con base en criterios utilitaristas y pragmáticos, lo cual puede llevar a
abandonar a los enfermos irrecuperables e improductivos para la sociedad, con una
evidente discriminación basada en la utilidad económica de las inversiones. Puesto que la
gestión del gasto público con frecuencia está confinada además a personas que no son
médicos, existe el riesgo de que la socialización, inspirada por un pensamiento
pragmático, conduzca a una ética puramente económica.
 
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MODELO SOCIOBIOLÓGICO
 
Este modelo se inspira en diversas corrientes: el evolucionismo de Darwin y los
neoevolucionistas, la sociología de Weber y el sociobiologismo de Heisenck y Wilson.
Los ecologistas y la antropología cultural adoptan en ocasiones posturas análogas a las de
estos autores.
Este modelo sostiene que, tal y como el cosmos, y las diferentes formas de vida están
sometidos a la evolución, las sociedades evolucionan y por consiguiente también los
valores morales cambian dentro de esta evolución biológica y sociológica. El impulso
evolucionista, que parte del “egoísmo biológico” o instinto de conservación, encontró
cada vez más nuevas formas de adaptación, cuya expresión cultural serían el derecho y
la ética.
En consecuencia, en las nuevas condiciones evolutivas, en las que aparece una
diferente situación del hombre en el cosmos y el mundo biológico, debe implantarse un
nuevo sistema de valores adecuado al “ecosistema” en que se instaura.
Observada desde esta perspectiva, la vida del hombre no es sustancialmente distinta de
las otras formas de vida y del universo, con las que vive en simbiosis, y la ética tiene la
función de mantener el equilibrio evolutivo: la adaptación al “ecosistema”.
Es obvio que entre naturaleza y cultura existe una íntima conexión y sus límites son a
menudo difíciles de establecer; no obstante, para el modelo expuesto, la naturaleza se
resuelve en la cultura y viceversa, y la cultura no es más que un producto de la evolución
de la naturaleza.
Adoptar este modelo supone la reducción del hombre a un momento historicista y
naturalista del cosmos y, por lo tanto, esta visión comporta el relativismo de toda ética y
todo valor humano; se trata sin duda alguna de una ideología heraclitiana en la que no es
posible reconocer norma alguna válida para el hombre de todos los tiempos. De
esta forma, sería vano, y en cualquier caso provisional, el esfuerzo por definir los
“derechos del hombre”.
Si es evidente que algunos componentes culturales y costumbres están sujetos a
evolución, no menos evidente es que el hombre sigue siendo hombre, diferente de los
demás seres vivos por naturaleza, y no sólo por complejidad neurológica, y que el bien y
el mal no son conmutables, ni falsas y verdaderas al mismo tiempo las leyes del ser, tanto
las de la ciencia como las de la moral. El dolor, la muerte, la sed de verdad, la solidaridad
o la libertad no son elaboraciones culturales, sino hechos y valores que acompañan al
hombre en todas las épocas históricas.
 
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MODELO PERSONALISTA-REALISTA
 
Este modelo fundamenta la objetividad de los valores y las normas. El personalismo
realista, sin negar la capacidad de autodeterminación y elección de la persona, considera
de manera prioritaria un estatuto objetivo y esencial de la persona. La persona vale por
lo que es y no sólo por las acciones que hace.
La atención a la realidad que debe caracterizar a toda reflexión ética se especifica de
modo singular en la realidad concreta de la persona humana. Por una parte, el ser
humano es el objeto principal de la biomedicina; por otra, es también persona el sujeto de
ella: investigador, médico, enfermera, entre otros. Por consiguiente, la persona debe
constituir el centro y el criterio de las consideraciones de la bioética.
El personalismo hunde sus raíces en el hombre y el corazón de su libertad. El hombre
es persona porque es capaz de reflexión, y por ello de autodeterminación, de dominio de
sí; su yo es singular, insustituible e intransferible. El ser humano es el único ser vivo que
tiene la capacidad de captar y descubrir el sentido de las cosas y conferir sentido a sus
expresiones y su lenguaje consciente. La persona es mucho más que “un simple
individuo de una especie”. Razón, libertad y conciencia no son reducibles al flujo de las
leyes cósmicas y la evolución. El yo no puede limitarse a una cifra, un número, un
átomo, un grupo de células o unas neuronas.
La conclusión de un análisis fenomenológico de la persona, abierto al conocimiento
ontológico, hace posible comprender a la persona como un ser esencialmente superior a
todo lo demás que aparece en el universo. El ser humano tiene una categoría y una
dignidad excepcionales. En todo ser humano, el mundo entero se recapitula y cobra
sentido y al mismo tiempo el cosmos es trascendido y traspasado. En todo hombreestá encerrado el sentido del universo y todo el valor de la humanidad: la persona
humana es una unidad, un todo y no una parte de un todo.
La misma sociedad tiene, como punto de referencia, a la persona humana: ésta es fin y
fuente para la sociedad. Ante toda reflexión racional, la persona humana se presenta
como el punto de referencia, el fin y no el medio, la realidad trascendente para la historia
misma.
En cualquier momento de la vida, en cualquier situación de sufrimiento o salud, la
persona humana es el punto de referencia y medida entre lo lícito y lo ilícito.
En la ética personalista, los aspectos objetivo y subjetivo del individuo están
implicados mutuamente; el valor ético de un acto debe considerarse bajo el aspecto
subjetivo de la intencionalidad y también en su contexto objetivo y las consecuencias. En
el momento del juicio de un hecho prevalece la valoración de la subjetividad, pero en el
momento normativo y deontológico es determinante el valor objetivo, al que hay que
adecuar cada vez mejor la actitud subjetiva; la certeza debe buscar cada vez más la
verdad.
En este modelo, el ser humano es considerado por lo que es, reconocido en su
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autonomía y abierto a la trascendencia; los valores y las normas éticas conservan su
objetividad frente a la conciencia del sujeto.
Al margen de este modelo, como se ha mencionado ya, se encuentran el inmanentismo
evolucionista e historicista que disuelve lo verdadero en la praxis, la persona en el estado
o la colectividad; o bien, el subjetivismo cerrado y nihilista del hombre sin sentido y sin
fines, una libertad sin responsabilidad y contenidos; por último, el homo faber o
technologicus, que vive en lo que hace y disuelve el ser en el hacer, el fin en todos los
medios, el bien en lo útil.
CONCLUSIONES
 
La excelencia del hombre, el alto valor proporcionado de su ser, constituye el secreto
para discernir lo permisible de lo censurable. El respeto y promoción de la persona, el
carácter inviolable de su dignidad, son los límites infranqueables de la acción, la frontera
insalvable de las técnicas aplicadas a la vida humana. Es por ello necesario conocer
profundamente la noción de dignidad del hombre para afrontar con rigor los problemas
bioéticos.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
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Universidad Católica de Chile 1998;27:24-26.
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Sólo el hombre se destaca en el planeta por ser capaz de modificar de forma consciente
su mundo, en busca de un beneficio real o aparente. Tiene la capacidad del utilizar la
ciencia y la tecnología con estos fines; no obstante, es preciso que el propio hombre se
formule una pregunta: lo que técnicamente es posible, ¿será también éticamente lícito? Es
por lo tanto apremiante que la sociedad, las autoridades, el personal de salubridad, y en
particular los médicos, ginecólogos y pediatras, informen con profesionalismo y
profundidad acerca de los “avances de la tecnología” aplicados a los procedimientos
practicados en la actualidad, cuya única finalidad es el nacimiento de un nuevo ser
humano.
Tiene particular trascendencia señalar que la bioética, dado que es una ciencia
transdisciplinaria que analiza la conducta humana en relación con la vida misma, la salud
y la responsabilidad ante ésta, analiza los actos humanos y sostiene que los correctos o
éticos son los que operan en favor de su propia naturaleza y cuyo objetivo esencial es la
felicidad; por el contrario, los incorrectos o no éticos son los que atentan contra su propia
naturaleza. En esta sección se analizan las implicaciones bioéticas de los procedimientos
de las técnicas de reproducción asistida (TRA).
El análisis bioético que se propone ahora se vincula de forma estrecha con los medios
por los que se consigue concebir a un ser humano gracias a las TRA.
Con el uso de estas tecnologías, sólo 10 a 20% de los procedimientos logra un
embrazo, es decir, 80 a 90% de los intentos fracasa y supone asimismo un determinado
costo para la salud y economía; estos aspectos se analizan en este capítulo.
Un momento históricamente crucial para los casos de infecundidad y las TRA fue el
anuncio del nacimiento de Louis Brown, el jueves 25 de julio 1978: ella fue el primer
recién nacido (RN) obtenido mediante TRA, es decir, a partir de un embrión formado en
una “probeta de laboratorio” que después se inseminó en el útero de la madre. Se calcula
que desde entonces más de 70 millones de parejas afectadas por infecundidad en todo el
mundo han usado alguna forma de TRA. Estos procedimientos, como la fecundación in
vitro (FIV) y la transferencia embrionaria, logran que los óvulos entren en contacto con
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los espermatozoides en un recipiente, en un determinado medio de cultivo (similar a la
trompa de Falopio). Una técnica reciente es la inyección intracitoplásmica de
espermatozoides (ICSI), que consiste en la inyección de un espermatozoide único dentro
del óvulo.
En EUA se introdujeron estas técnicas en 1996. Ese año se intentaron 60 000
procedimientos por FIV y se lograron 17 000 embarazos; en consecuencia, se calcula que
el 1% de los nacimientos en ese país nace por medio de FIV.
En 2009, 3.4 millones de niños habían nacido ya por medio de TRA en el mundo y en
ese mismo año se preveía un incremento de su aplicación de 5 a 10% anual.
Hoy existen organismos, nacionales e internacionales, que evalúan las indicaciones de
las TRA, ya que existen implicaciones, económicas, éticas y sociales, que afectan a las
personas interesadas en la paternidad, así como a las autoridades que regulan la
aplicación de estos procedimientos.
Es por ello que en 1986 la Sociedad Americana de Fecundidad publicó las guías para
la implementación ética del uso de TRA en EUA.4
Marco y colaboradores señalaron en 2001 los riesgos físicos que deben tenerse
presentes para determinar si éticamente son adecuados los medios utilizados en las TRA;
se mencionan a continuación:
1. Obtención de semen.
2. Estimulación ovárica.
3. Síndrome de hiperestimulación ovárica.
4. Fecundación extracorpórea.
5. Riesgos obstétricos.
6. Riesgos pediátricos.
7. Destino de los embriones.
8. Riesgos del útero subrogado.
 
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OBTENCIÓN DE SEMEN
 
Toda disociación entre el acto unitivo y procreador en el ser humano es contraria a su
naturaleza ontológica. En las TRA, el semen se obtiene por medio de masturbación,
punción o estimulación eléctrica testicular. Algunos consideran que estos dos últimos
procedimientos son éticos si se realizan dentro de la propia familia, en virtud de la
imposibilidad eyaculadora del padre. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que esto no
sustituye de ninguna manera la unión natural, sino que tan sólo proporciona los medios
para que el semen, aplicado en el tracto genital de la mujer (vagina, endocérvix o útero),
consiga la fecundación.
Brezina et al., publicaron en 2012 la que puede considerarse una inseminación
homóloga: se realiza con el semen proveniente del progenitor y los óvulos de la madre (se
diferencia de la inseminación heteróloga porque los óvulos o el semen proceden de un
“donador”).
Sin embargo, en el caso de un “donador de semen” interviene una tercera persona en
la pareja, por lo que se atenúa la paternidad del “donador”,así como la filiación del hijo;
por lo tanto, no se considera adecuado en términos bioéticos.
Desafortunadamente, existen hoy día más variantes de esta situación; se han notificado
los casos de inseminaciones con un semen congelado post mortem; en esta situación, el
padre podría ser anónimo o no, voluntario o no, y el nuevo ser humano no tendría la
posibilidad de conocerlo, algo que se considera un derecho natural.
Otro escenario con más profundas repercusiones es la “donación por internet”; esta
situación tiene en la actualidad implicaciones bioéticas graves, además de económicas,
legales y sociales.
Nadie puede negar que la “donación” o venta de esperma, y en fecha reciente de
óvulos, se utiliza con frecuencia en los centros que aplican TRA. Los individuos que
desean ser padres a cualquier precio, el personal sanitario y las autoridades que “regulan”
estos procedimientos enfrentan la pregunta: ¿quien cambia su semen u óvulos por dinero
es una persona económica, emocional y socialmente estable? La respuesta es negativa y
por lo tanto ¿qué mujer querría en un momento de análisis profundo tener como padre
de su hijo a un hombre con estas características, que vende su semen a cambio de unas
cuantas monedas? Y más aún, algo con mayores implicaciones futuras, ¿desearía esa
mujer que su hijo conociera personalmente al progenitor y asumiera “derechos” sobre
ese niño más adelante?, ¿qué sucedería en tal caso con las “obligaciones parentales?
Otra situación con consecuencias éticas y legales graves es el anonimato. En el año
2002, “el derecho de los hijos nacidos por FIV de conocer el origen parenteral” se reflejó
en un caso de Inglaterra: Rose contra el Ministerio de Salud del Estado. En esa ocasión,
la corte consideró como un derecho humano conocer su origen genético, a pesar de que
se había establecido con anterioridad el anonimato. Ese caso llevó a determinar que todos
los niños obtenidos con TRA desde el 1 de abril de 2005 tienen derecho legal a conocer
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la identidad de su padre en Inglaterra. Esto propició que las “donaciones”, es decir, la
venta de semen, se redujeran de forma notable. Los aspectos éticos y legales alrededor
del anonimato y la “donación” de gametos son un elemento central del debate actual en
el campo de TRA y sin duda se comentarán cada vez con más frecuencia.
De estas situaciones se derivan las diversas circunstancias que implican responsabilidad
genética, biológica, social, legal, emocional y ética:
Madre biológica es la que “aporta” su cuerpo, es decir, como “incubadora”.
Madre genética es la que cede el óvulo o aporta el gameto femenino.
Madre cuidadora es la madre social.
Padre biológico es el que aporta esperma o gameto masculino.
Padre social es el que atiende y cuida al nuevo ser humano.
Todas estas definiciones degradan la maternidad y la paternidad, y tienen consecuencias
sociales, legales y emocionales, que exigen una gran consideración por toda la sociedad.
¿Qué llevó a los hombres y mujeres ingleses concebidos por TRA a demandar al
estado en relación con su derecho natural de conocer y comprender sus orígenes, es
decir, exigir conocer a sus padres biológicos? Puede comprenderse que fue el derecho a
su identidad y sus raíces; esto representa un precedente muy importante en la historia
que podría replicarse en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento, si no se
abandona la idea éticamente incorrecta de que las “donaciones anónimas” no pueden
tener consecuencias; en realidad, los efectos no son sólo biológicos, sino también
sociales, emocionales, legales y bioéticos.
 
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ESTIMULACIÓN OVÁRICA
 
Si se realiza con objetivos terapéuticos y en forma científicamente adecuada, es un acto
ético, pero es cuestionable la eticidad de la utilización de otras TRA, dada la alteración
del acto unitivo creador, natural entre un hombre y una mujer, regida por la donación de
uno hacia el otro por amor. Aunque en apariencia el acto es bueno, instituir un
tratamiento para incrementar la posibilidad de ovulación no se considera ético, porque es
un acto que se opone a la naturaleza de la procreación, cuando incluye técnicas de
reproducción asistida extracorpórea.
Si bien existen otras posturas que sostienen que puede ser correcto en términos éticos
en una pareja emocionalmente estable, pero infecunda o subfecunda, en estas
condiciones no desaparece la discontinuidad y por tanto la desnaturalización del proceso
de procreación de un nuevo ser humano.
 
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SÍNDROME DE HIPERESTIMULACIÓN OVÁRICA
 
Ésta es una complicación que no tiene intención iatrogénica; no obstante, es posible que
se presente después de un tratamiento hormonal para inducir superovulación, cuando se
administran dosis muy altas de fármacos para este objetivo o se repite la estimulación
ovárica en número excesivo.
Sus efectos posibles son trastornos de la coagulación, tromboembolia pulmonar,
hemoconcentración, hipovolemia, hipertensión arterial, embarazos múltiples, embarazos
ectópicos, abortos espontáneos, amenaza de parto prematuro, mayor número de
hospitalizaciones, diabetes mellitus gestacional, riesgos obstétricos y muerte.
D´Angelo et al., en un reporte de Cochrane del año 2011, realizaron una revisión del
síndrome de hiperestimulación ovárica en pacientes sometidas a TRA y notificaron una
incidencia del 10% en las mujeres que dieron su consentimiento para la FIV. Entre los
mecanismos posibles de efectos adversos de este síndrome pueden señalarse sustancias
vasoactivas secretadas por el ovario que afectan a la hormona gonadotropina coriónica,
lo cual incrementa el flujo masivo al espacio intravascular y al tercer espacio, con
hemoconcentración e incluso fenómenos tromboembólicos secundarios.
Las responsabilidades médicas, éticas y legales del personal sanitario, en relación con
una mujer que desea someterse a estos procedimientos, consisten en informarla de
manera integral, en forma escrita, detallada y sencilla, por medio del consentimiento
informado, así como de manera verbal, clara y extensa, a través de sus médicos
tratantes, acerca de todas estas posibles complicaciones publicadas por la comunicad
científica en el mundo. La omisión de ello representa un grave problema bioético y legal,
ya que se actuaría en esencia contra la naturaleza de su propia persona en su derecho a la
salud y se la expondría a diversas situaciones de efectos nocivos contra su integridad
física. Esto supondría una violación directa a su autonomía, que es un principio bioético
primordial como paciente y que consiste en su derecho a conocer los efectos secundarios
posibles de estos procedimientos, desde los leves hasta los graves e incluso letales, como
la tromboembolia pulmonar o la muerte. Además, deben considerarse las implicaciones
jurídicas porque la mujer tiene desde luego el derecho de exigir de manera legal, que los
médicos sean veraces en todo momento en cuanto a los posibles riesgos, en ella y en su
hijo. En realidad, si los médicos no explican de manera extensa y clara, por escrito y
oralmente, la información completa mediante el consentimiento informado, son
susceptibles de denuncia legal por parte de la paciente o su familia.
 
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FECUNDACIÓN EXTRACORPÓREA
 
Con este procedimiento se sustrae a la procreación humana, en su propia naturaleza,
de lo que es propio y connatural, en cualquiera de sus variantes; por lo tanto, estos
métodos no se consideran éticos puesto que la fecundación se realiza por medio de
acciones de terceras personas e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y el
destino de la persona humana. Siempre debe existir una relación de igual dignidad entre
padres e hijos y con estos procedimientos se subordina la vida y la concepción del hijo a
la eficacia de las técnicas, sólo medible por el deseo o la necesidad de sentir el “derecho”
a la paternidad, en detrimento de las leyes naturales propias del inicio de la vida humana.
 
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RIESGOS OBSTÉTRICOSEn 1991, Wannerlhom et al., notificaron el incremento significativo del uso de TRA, con
las tasas de embarazos múltiples y abortos espontáneos. Con posterioridad, Gissler
informó el aumento de embarazos ectópicos, que McFaul relaciona con prematurez en
embarazos únicos; otros autores como Olivness también describen la relación de
prematurez y embarazos múltiples. Esto se debe a que se han transferido tres o cuatro
embriones para aumentar la posibilidad de embarazo, pero también se incrementa la
posibilidad de multiparidad y por ende el riesgo de complicaciones para la madre y los
hijos. En la mujer se requiere atención especial durante este tipo de embarazo debido a
las complicaciones obstétricas y perinatales; en consecuencia, un mayor número de estas
madres requiere hospitalizaciones; tanto Friedler como McFaul han descrito esta
situación. Para la mujer, la posibilidad de sufrir hipertensión se incrementa, un efecto
adverso que se ha publicado desde 1986; la diabetes mellitus también se ha referido
desde 1998, así como la elección de cesárea por razones obstétricas de ese mismo año.
Maman y otros investigadores han señalado que las complicaciones obstétricas en el
embrazo múltiple, así como en el embarazo único, se incrementan con el uso de la FIV.
El número de embriones inseminados ya está legislado en muchos países, entre los
requisitos para indicar el recurso de las TRA, debido a los embarazos múltiples
ocasionados por la hiperestimulación hormonal en la mujer. Sin embargo, en EUA no hay
leyes que restrinjan el número de embriones transferidos y las mujeres aún se exponen a
numerosos riesgos de la multiparidad.
Aunque existen centros nacionales de reportes de TRA, en EUA no se detalla la
historia clínica de los padres, pese a que la Federación Internacional de Sociedades de
Fecundación, que tiene 59 países miembros, propone incluir estos datos como
prioritarios.
 
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IMPLICACIONES SOCIALES Y POLÍTICAS
 
Debido al incremento del costo social y al riesgo en salud de las TRA, con aumento de
todas las complicaciones relacionadas con la multiparidad, se ha limitado la inseminación
del número de embriones por FIV, esto por cuestiones económicas, no por razones
éticas. Por ejemplo, en Inglaterra se calcula que el costo del nacimiento de un RN es de 3
313 libras esterlinas; en cambio, obtener gemelos tiene un valor de 9 122 libras y de
triates de 32 345 libras. En consecuencia, en estos embarazos múltiples aumentan los
riesgos para la salud materna y los de los RN.
En EUA se transfería en 2007 un promedio de 2.2 embriones en mujeres menores de
35 años (3.1 en personas mayores de 40 años). Ese mismo año la multiparidad por TRA
fue del 35% en menores de 35 años y de 15% en mayores de 40 años. En 2006, el
promedio de embriones transferidos en Europa fue de 1 (22%), 2 (57%), 3 (19%) y 4
(1.6%). En 2007, 79% de los nacimientos fue de RN únicos, 19.9% de partos gemelares
y 0.9% de triates.
En 2011, el gobierno de Canadá intervino para eliminar los embarazos múltiples
originados por implantación de más de un embrión. A pesar de ello, existen
investigadores que postulan, como Gleicher, que es un “derecho de las pacientes” decidir
cuántos embriones deben inseminarse.
Los datos recientes sugieren que la transferencia de un embrión congelado tiene un
resultado semejante en la tasa de éxito de embarazo, en comparación con transferir un
mayor número de embriones.
En opinión de otros científicos, que sí han analizado todos los riesgos obstétricos y
perinatales en casos de multiparidad, es éticamente inaceptable aceptar la inseminación
de más de un embrión, dados las posibles complicaciones sanitarias, además de las
económicas e incluso del costo por el servicio en salud pública; por lo tanto, es necesario
analizar y reflexionar a profundidad los costos reales de la inseminación de varios
embriones y no de uno.
 
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RIESGOS PEDIÁTRICOS
 
Entre las primeras publicaciones que se refieren al bajo peso al nacer, y el incremento de
la mortalidad neonatal en RN concebidos con TRA, figuran las de Saunders et al., de
1988, quienes encontraron en la población australiana que los embarazos con feto único
en parejas subfecundas que utilizaron FIV tuvieron 10% más RN prematuros que la
población en general, con un bajo peso al nacer del 8.7% de los que nacen con TRA
frente a 4.8% de los RN concebidos de forma natural.
Bhalla publicó en 1992, que las parejas en las que se retrasa el momento de la
concepción más de dos años tienen 28% de mayores posibilidades de tener un RN
prematuro, en comparación con quienes lo conciben en menos de seis meses (12.6%).
También se ha relacionado la subfecundidad con la muerte perinatal, que es de 3.3%
(IC 95%, 1.6-6.8); en las parejas que no la padecen, la mortalidad perinatal desciende a
2.9% (IC 95%, 1.8-4.5).
Park consideró posibles causas genéticas para la subfecundidad correlacionadas con
malformaciones congénitas (MC), entre ellas reordenamientos cromosómicos,
inversiones y translocaciones robertsonianas en los cromosomas u otras alteraciones
como el mosaisismo gonadal en algún padre.
En cuanto a los RN tempranamente prematuros (< 28 semanas de gestación [SDG]),
los muy prematuros (< 32 SDG) y los prematuros (< 37 SDG), Dicke et al., estudiaron a
56 556 niños únicos y 23 804 gemelos nacidos por FIV y concluyeron que los
tempranamente prematuros se relacionaban tres veces más con madres muy obesas (6.1
contra 2.0%) y el doble en los muy prematuros (11.5% contra 5.9%), en comparación
con los RN de madres de peso normal.
En el Instituto Nacional de Perinatología en México, Beltrán et al., publicaron en 2012
un protocolo con dos grupos de 57 mujeres con embarazo gemelar y controles; las que
concibieron con TRA tuvieron hipertensión arterial en 42% en comparación con 19.3%
de mujeres que concibieron en forma natural (OR, 2.5; IC 95%, 1.07-5.8); además, los
RN concebidos con TRA de mujeres con hipertensión arterial necesitaron mayores
cuidados al nacer (49 contra 35%) respecto del grupo de niños de madres que
concibieron de modo espontáneo.
En los RN prematuros y con bajo peso al nacer también se ha analizado la posible
relación con MC y se ha referido una mayor frecuencia en embarazos únicos que en
múltiples en RN obtenidos por FIV.
En cuanto al número de hospitalizaciones que ha requerido un niño a los seis años de
vida, Ericson y Klemetti indican que los niños nacidos por FIV han necesitado mayor
número de hospitalizaciones que los concebidos en forma natural. Los defectos visuales
también se han notificado en una cohorte grande en niños nacidos por FIV.
Diferentes autores han reconocido el retraso en el desarrollo neurológico en los niños
nacidos con TRA: Bowen et al., en 1998, Stomberg et al., en 2002, Sutcliffe et al., en
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2003, Agarwal et al., en 2005, Lidegaard et al., en 2005, Knoester et al., en 2008.
La evidencia que señala efectos neurológicos adversos se ha analizado en estudios de
cohorte y se han registrado casos de parálisis cerebral, sobre todo en el grupo australiano,
en el cual se usaron inyecciones intracitoplásmicas de espermatozoides en el óvulo.
Carson et al., publicaron en 2010, el desarrollo cognitivo después de los tres años de
edad en niños obtenidos con TRA en un protocolo epidemiológico; en este estudio se
utilizó, como instrumento de la Cohorte Millenium la British Ability Scale II Naming
Vocabulary para comparar niños nacidos sin TRA y los que sí la requirieron para nacer;
no se encontraron diferencias estadísticas significativas en ambos grupos.
Sin embargo, Middelburg KJ et al., realizaron en 2011 un protocolo prospectivo en 44
niños a los dos años de edad, concebidos con cualquier TRA. Estos especialistas
encontraron menores valores en la escala de Boyle (utilizada para la valoración mental,
psicomotora y neurológica) en comparación con 77 controles concebidos de forma
espontánea. No identificaron impedimento mental, psicomotor o conductual para los
concebidospor TRA, pero sí tal vez menores logros en aspectos neurológicos a largo
plazo.
Ben–Ami et al., estudiaron en 2011 la anencefalia en una población abierta de 1 154
RN con 43 casos (3.7%). Nueve trastornos procedían de 78 embarazos gemelares
(11.5%) y ocho de 45 (17.8%) fueron concebidos con TRA, en comparación con 1% de
los concebidos en forma espontánea. Se registró una correlación entre anencefalia y TRA
gemelar (OR, 6.6; IC 95%, 2.8-15.3; p < 0.01).
En fecha reciente se ha publicado un incremento de alteraciones en el sellado
genómico en los niños nacidos con TRA.
En 2007 Fauque et al., analizaron embriones de ratones in vivo e in vitro de óvulos
fecundados, que crecieron o no in vitro. Los embriones se cultivaron en medio M16 y se
reconoció la existencia de una elevada variabilidad del blastocito en la expresión de H19
ICR y H19, que promueven por metilación la expresión del gen H19; éste se propuso
como un sensor de cambios epigenéticos causados por el uso de TRA.
Con posterioridad, Turan et al., estudiaron en 2010 a niños obtenidos por TRA e
identificaron una relación con el patrón aberrante en el sellado genómico de la metilación
del DNA del gen H19. En la actualidad se ha demostrado que esto se correlaciona con el
síndrome de Beckwith-Wiedemann o el síndrome de Angelman. También existen
informes de otros síndromes, como los de Silver Russel y el de Adams-Oliver en niños
concebidos por FIV.
El niño con síndrome de Beckwith Wiedemann es portador de una afección del
cromosoma 11 y muestra en clínica hipoglucemia en el lactante, onfalocele, hernia
umbilical, microcefalia, letargo, diastasis de rectos abdominales, convulsiones y
criptorquidia. A la exploración física se encuentran fontanela amplia,
hepatonefroesplenomegalia, talla grande y tendencia tumoral, con un pronóstico
reservado; se han notificado casos de RN obtenidos por TRA.
El síndrome de Angelman se describió por primera vez en el año de 1964 y consiste en
un defecto del cromosoma 15; es una enfermedad neurogenética con retraso del
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desarrollo, ataxia, disminución de la capacidad lingüística y excitabilidad; en la resonancia
cortical hay atrofia leve y desmielinización; también se conocen otros casos relacionados
con TRA.
En 2009, los CDC de Atlanta publicaron una previsión del riesgo de ciertas MC en RN
muertos (óbitos) que se correlacionaron con TRA en 2 a un 4%. Weisborg et al.,
encontraron en 2010 una riesgo del 16.2% de óbitos de mujeres sometidas a TRA, a
diferencias de las que concibieron de manera natural de 2.3%.
Zhu comparó a parejas fecundas y halló que el riesgo de concebir un RN con MC fue
de 1.20% en comparación con las parejas subfecundas; registró además un 40% de
incremento del riesgo, por lo que consideró que someterse a las TRA eleva las MC 50%
en las parejas subfecundas, y 20 y 40% para tener un óbito. Todo ello se basó en el
tiempo para lograr un embarazo que, cuanto mayor sea, más riesgo hay de MC.
En Australia, Davies y colaboradores hallaron en 2012, en 308 974 nacimientos con
MC, que 8.3% se relacionaba con un embrazo múltiple (p < 0.044), así como en los
concebidos mediante inyección intracitoplásmica; con la FIV correlacionaron con las
siguientes MC: cardiopatías (7.7%), anormalidades musculoesqueléticas (3%),
urogenitales (2.2%), gastrointestinales (0.8%), alteraciones del SNC (0.5%), respiratorias
(0.1%), cromosómicas (0.5%), metabólicas (0.1%), hematológicas (0.1%), defectos
múltiples (2.2%) y parálisis cerebral (0.4%).
El citrato de clomifeno es un fármaco empleado como primera línea en los
tratamientos de las mujeres sometidas a TRA; se lo ha relacionado con defectos del tubo
neural, hipospadias y craneosinostosis en un protocolo controlado de 2003 por Reefhuis;
más adelante, este mismo autor analizó la base de datos de National Birth Defects
Prevention Study de EUA, de 1997 a 2005, y encontró que el citrato de clomifeno se
correlacionaba con anencefalia, síndrome de Dandy-Walker, defectos septales cardiacos,
coartación de la aorta, atresia esofágica, craneosinostosis y onfalocele.
En el año 2011, Onal et al., realizaron en Turquía, un estudio prospectivo en 98 RN
obtenidos por FIV y 10 controles RN no nacidos con TRA; estos especialistas evaluaron
su perfil tiroideo al nacer y en las semanas segunda y cuarta, concluyeron que el 10% de
los niños concebidos por FIV tenía TSH o TRH incrementada, es decir, se consideraron
portadores de hipertirotropinemia o hipotiroidismo subclínico, con diferencia
estadísticamente significativa con respecto a los controles (p < 1.001); en consecuencia,
sugirieron valorar este aspecto en los RN obtenidos por FIV.
Konefal et al., informaron en 2011 el caso de un niño concebido por FIV (inyección
intracitoplásmica de espermatozoides); el recién nacido presentó craneofaringeoma con
hidrocefalia de 15 x 12 cm y hepatoblastoma de 15 cm, con muerte a los 30 días de vida
por enclavamiento cerebeloso.
 
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DESTINO DE LOS EMBRIONES
 
Paul et al., señalaron que, por desgracia, los padres no usan la mayoría de los embriones
humanos y éstos se almacenan de manera indefinida. Se ha calculado que el número de
estos embriones es sorprendente en el mundo. Tan sólo en EUA hay 400 000 embriones
crioconservados y existen implicaciones bioéticas graves, económicas y sociales alrededor
de este aspecto; estos embriones tienen cuatro destinos posibles:
Destrucción.
Donación para investigación.
Almacenamiento indefinido.
Donación para transferencia uterina.
Por lo tanto es obligatorio analizar todos los posibles destinos de estos embriones
humanos. La National Bioethics Advisory Commission (NBCA) se expresa así: “Desde
nuestro punto de vista, el efecto potencial benéfico, si el embrión es sometido a proceso
de investigación, se extralimita en la destrucción del embrión”.
La corriente bioética personalista considera que el embrión debe tratarse con respeto,
ya que es enteramente humano; por lo tanto, tiene los derechos de un ser humano, en
particular a la vida. En consecuencia, actos en contra de ésta, como los procedimientos
en investigación, violan su dignidad porque lo instrumentalizan, es decir, es un “objeto”
de investigación, por no mencionar el “derecho a quitarle la vida a otro ser humano” que
es el equivalente a un homicidio porque es equiparable a la destrucción por cualquier
medio de un embrión humano.
La European Society for Human Reproduction and Embriology considera que “el
embrión preimplantado es un humano y merece nuestro respeto como símbolo de una
vida humana futura”.
El Health Council of the Netherlands, como aparece en el Acta Holandesa del
Embrión, señala: “Desde que el ser humano se origina y tiene el potencial para desarrollar
a un humano, el embrión tiene el valor intrínseco de éste, con las bases suficientes para
merecer nuestro completo respeto”.
El French National Consultative Ethics publicó que “el embrión o el feto tienen el
estatus potencial de un ser humano, por lo que debemos demandar respeto universal”.
El principal obstáculo para un consenso universal inadmisible para el uso de embriones
humanos para fines de investigación es que se requiere su destrucción en función de ese
objetivo, lo cual es moralmente incorrecto porque en diversos consensos internacionales
se considera que el embrión es un completo ser humano, con el contenido genético de la
especie humana; no es sólo un tejido, sino una persona humana en la que se realizarían
procedimientos en contra de su voluntad. Además, no es diferente respecto de cualquier
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persona de un ser humano ya nacido.
Para los que no le confieren “dignidad humana al embrión” es posible preguntarse: si
ocurriera un cataclismo y sólo fuera posible salvar embriones de seres humanos o gatos,
¿cuáles deberían salvarse? La respuesta es obvia: los embriones humanos, dado que
tienen mayor escala de conciencia y mayor valor intrínseco, y por lo tanto mayor valor
moral dentro de las especies que viven en la tierra; nadie puedenegar la supremacía de la
especie humana.
El presidente del Council of Bioethics de EUA ha declarado: “El embrión es uno de
nosotros, por lo tanto es miembro de la especie humana, no de la especie de las ranas o
de las vacas, por lo que merece un estatus moral suficiente al de cualquier persona”.
El otro obstáculo para utilizar células de gametos humanas es la posibilidad de incurrir
en explotación mercantil de ellas, no como objetivo de las TRA en otras parejas
infecundas, sino para venta de gametos; esto no es adecuado y poco ético, dado que
estas células se “cosificarían” como instrumentos de venta y compra, como en cualquier
tienda; dado que representan las inicios de la vida humana, se degradaría la esencia
humana, exclusivamente con fines mercantiles y utilitaristas.
Otros aspectos bioéticos que atenúan el estatus del embrión humano son las siguientes.
Cuando una pareja deja sus gametos en bancos para su cuidado, ¿qué pasa si se divorcia
o separa?, ¿si fallecen los padres o alguno de ellos? ¿quién tendría el derecho para decidir
sobre el destino de los embriones? Son diversas las respuestas, al igual que las preguntas,
que deben formularse respecto de la posibilidad de “guardar en bancos gametos
humanos”. Por consiguiente, una decisión semejante tiene siempre implicaciones éticas
en la vida de las personas, al margen de preguntarse ¿quién debe pagar por el
mantenimiento en los bancos de los gametos humanos o embriones humanos?
La situación ética se afecta más aún si los gametos o embriones se comercializan; es el
equivalente de vender vidas humanas, por lo que tendría que aceptarse el regreso de la
esclavitud, esto es, la venta y compra de seres humanos.
 
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RIESGOS DEL ÚTERO SUBROGADO
 
El embarazo subrogado se presenta cuando una mujer consiente en embarazarse con su
propio óvulo pero con el esperma de otra persona distinta de su pareja, aceptando con
ello que cederá el RN a otra persona al nacimiento.
El útero subrogado también se presenta si una pareja le traslada sus gametos a una
mujer para concretar un embarazo; dicha mujer entrega también al RN al nacimiento.
Ambas situaciones tienen algunas de las siguientes implicaciones bioéticas.
¿La madre biológica querrá entregar al RN cuando termine el embarazo? Se han
presentado casos así, ya que durante el embarazo la mujer no sólo porta dentro de sí a
un nuevo ser humano, sino que comienza una relación filial muy estrecha que le da
seguridad y amor al hijo; esto amerita analizar las posibles complicaciones psicológicas en
estos casos, tanto en las madres que “donan” a los hijos que concibieron como en esos
niños, que tendrán otros cuidadores en su vida. Como en el caso de la TRA, cuando
comenzaron sus aplicaciones, se pensaba que no habría implicaciones físicas,
psicológicas, sociales, jurídicas o éticas; el tiempo ha demostrado que no ha sido así.
Las consecuencias bioéticas que ameritan análisis profundo incluyen considerar la
“cosificación del útero de una mujer” y de la mujer misma, ya que basta con tener el
dinero suficiente; hay que tomar en cuenta que la dignidad de la mujer a la que se
comprarán estos servicios se verá afectada, dado que el estado ideal de concebir a un ser
humano es natural, con una relación entre un hombre y una mujer que se aman y tienen
un acto unitivo por amor; en cambio, es posible que un embarazo con fines mercantilistas
y económicos degrade a la persona que contrata y a la mujer que lo consiente, por no
mencionar ya al nuevo ser humano.
En el aspecto legal existen países en los que un contrato firmado entre particulares
para “rentar un útero de una mujer” no tiene valor jurídico, como en México; por lo
tanto, si se presentan complicaciones en la persona que “renta su útero” no hay ninguna
ley que la ampare.
Guzmán y Aparisi indicaron en 2012: “con respecto al hijo, la legalización de la
maternidad subrogada supone mercantilizar la filiación, ya que ésta dependerá, en última
ins​tancia, de una transacción económica. Por otro lado, la experiencia ha demostrado que
el niño queda en una posición muy vulnerable, dado que su situación depende de las
cláusulas establecidas en dicho contrato, lo cual no asegura, en absoluto, la protección de
sus intereses y derechos”.
Desde luego, en países como EUA, la compensación por útero subrogado es de
aproximadamente 20 000 dólares, en contraste con la India donde el costo es de 4 000
dólares; esto expone un estado de vulnerabilidad a las mujeres de sufrir riesgos sanitarios.
Además, se propiciaría la explotación económica porque, en caso de desarrollarse
complicaciones como el síndrome de hiperestimulación ovárica, ya mencionado con
anterioridad o muerte, ¿existiría un precio económico que pudiera suplir su salud o su
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vida? La vida humana es un supravalor que merece ser defendido por la misma especie
humana, es decir, por todas las personas.
En la actualidad, todos los clínicos que integran el personal sanitario tienen la
obligación ética de informar acerca de procedimientos para lograr un embarazo, con
técnicas seguras para la madre y el niño. Se trata específicamente de los resultados tan
exitosos observados después de 35 años de experiencia, iniciados con el uso de nuevas
tecnologías por Thomas Hilgins, con el Creighton Model Fertility Care System, y con la
adición de la naprotecnología, o la Natural Procreative Technology (NPT), según
señalaron Than et al., en 2012 en 108 parejas. Hasta 22% de ellas había tenido un
intento de embarazo por FIV; en el 47% se logró embarazo de hijo único, en el 78% con
fetos de más de 2 500 g al nacer y 54% con más de 37 SDG. Estos procedimientos
incluyen biomarcadores y procesos muchos menos costosos respecto de las técnicas de
TRA invasivas. El punto de mayor trascendencia ética es que se concibe en forma
natural a esos niños, por lo que son opciones mucho más saludables, además que no
provocan “producción de embriones humanos“ y, dado su éxito, ya se usan en EUA,
Canadá, Australia, Inglaterra e Irlanda. Es necesario saber que los instructores de estas
técnicas deben estar certificados y prepararse en libros de texto específicos publicados
desde 2004, además del entrenamiento práctico. Para obtener tan buenos resultados, los
instructores pertenecen a las siguientes sociedades: Fertility Care Centers of America o
Fertility Care Centers International, que son organizaciones no lucrativas. Es
comprensible que todos los médicos, en especial los ginecólogos y los pediatras, se
informen de estas excelentes opciones, ya que tienen mucho mejor pronóstico para los
pacientes que las TRA invasivas; se sugiere la lectura de las referencias citadas en la
bibliografía.
 
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CONCLUSIONES
 
Debe tomarse en cuenta que, sin duda alguna, puede ser un deseo primordial y auténtico
el de una pareja humana tener descendencia. Sin embargo, no sólo deben considerarse
los costos (en EUA el valor por un ciclo de FIV es de 9 266 dólares; en promedio, en
Canadá y Inglaterra las TRA oscilan entre 33 000 y 41 000 libras esterlinas, 24 000
dólares en EUA o 25 000 en Escandinavia, Japón o Australia, son cifras sumamente
elevadas para la mayoría de las personas), sino el derecho que tienen la mujer y las
parejas a saber que sólo el 10 al 20% tendrá un “procedimiento exitoso” para el
nacimiento de un nuevo ser humano.
Hoy existe cobertura de algunos gobiernos para TRA; en otros el pago es parcial,
como en Inglaterra que es del 25%. No obstante, cuando se analizan con profundidad los
informes científicos de los efectos adversos en la salud de la madre y el niño, hay que
considerar que cada día se publican más efectos adversos atribuibles a las TRA,
como se ha descrito de forma detallada en este capítulo, algo que
infortunadamente se omite en los consentimientos informados. Por lo tanto es
prioritario que las mujeres y las parejas conozcan las posibles complicaciones en su
salud, para que su decisión se base en información veraz, completa y actualizada; existe
la posibilidadde que tras identificar todos estos riesgos no se actúe en contra de la
naturaleza y se decida la adopción de un niño, que podrá ser deseado, amado y
respetado, tanto como el niño concebido en forma natural. Aun así, en caso de decidir
someterse a TRA, debe tenerse el pleno conocimiento de todos los riesgos reales
obstétricos y perinatales que implica esa decisión.
Engelstein et al., señalaron en 2012 que existen aseguradoras que consideran que las
TRA deberían ser procedimientos electivos, es decir, no un derecho, ya que la
infecundidad es una “circunstancia”, no una enfermedad, por lo que no debe ser objeto
de cobertura por estos servicios. Una de las causas que se ha debatido por años es la
endometriosis como origen de la infecundidad y se ha postulado que ante esta situación sí
se la debe considerar como causa de una enfermedad, no una “circunstancia”. Sin
embargo, existe el conflicto del “derecho a las TRA” cuando no hay causa evidente de
infecundidad, sino tan sólo la edad; en consecuencia, es necesario preguntarse: ¿tiene
derecho a cualquier edad y a cualquier precio una mujer de ser madre? Cualesquiera que
sean las posturas económicas de las aseguradoras y los gobiernos, ¿se actuaría en contra
de la propia naturaleza al utilizar las TRA para estas mujeres después de los 40, 50 o más
años? La respuesta es que se actúa en contra de la naturaleza. En diferentes informes se
han analizado los “riesgo con bases científicas” para tener un embarazo complicado o un
hijo no sano. Uno de ellos es el de Schmidt y colaboradores de 2011, según el cual
después de los 30 años se incrementan las posibilidades de infecundidad, aborto
espontáneo, embarazo ectópico o trisomía 21. Más aún, el problema se acentúa al
agregar el tiempo para lograr un embarazo en mujeres mayores de 35 años, en particular
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el riesgo de tener un RN prematuro, todo lo cual se complica después de los 40 años.
La comunidad científica debe proponer los criterios de exclusión que deben considerar
una edad máxima de la mujer, dada la evidencia científica de los riesgos mencionados,
para someterse a TRA; además, es preciso enfatizar que la posibilidad de fracaso para
concebir un hijo es de 80 a 90% en cada intento con TRA y que esta falla se incrementa
con la edad materna.
La reflexión bioética establece que las TRA extracorpóreas desnaturalizan la sexualidad
humana y el acto en pareja, dado que se separa tanto el aspecto unitivo como el
procreador en el acto sexual, toda vez que la transmisión de la vida se lleva a cabo
separada y al margen de la unión entre dos seres humanos que se donan uno al otro en la
unión sexual.
Para valorar la dimensión ética de un comportamiento humano, su bondad o maldad,
si humaniza o animaliza, deben analizarse dos elementos: el fin, lo que se quiere
conseguir, aquello por o para lo que se realiza la acción, y el objeto moral, esto es, lo que
se propone y quiere directamente con la actuación.
En efecto, en la procreación asistida el fin es muy bueno: tener un hijo. ¡Es una
situación loable! Pero el fin de una acción no basta para valorar moralmente un acto.
Hay que tener en cuenta el objeto moral, que en este caso no es ético, desde el punto de
vista personalista, ya que se separa del acto natural.
Se desnaturaliza la dignidad de la persona humana, tanto de los esposos (porque en el
fondo se consideran meros productores del material que un tercero convertirá en un ser
humano) como del engendrado.
La procreación se convierte en un acto tecnificado, privado de toda relación
interpersonal. El ser humano debe ser fruto de la donación de amor entre los padres
y el único lugar digno para engendrarlo es el acto de entrega entre ellos. Las
técnicas que no respetan el derecho de los hijos a ser concebidos y traídos al
mundo por este medio no dignifican a los hijos.
Producirlos es considerarlos objetos que se encargan y se fabrican por medios
técnicos.
Procrearlos es recibirlos como seres de la misma dignidad personal que los
progenitores.
No existe el derecho a tener un hijo, y menos a conseguirlo a cualquier precio. Como
persona, el hijo nunca debe utilizarse como medio para algo porque sería un objeto que
se persigue y se produce; por lo tanto, se consideraría un “objeto de propiedad”
admitiendo la posibilidad de “seleccionarlo” entre otros. Sería el equivalente a
discriminarlo, rechazarlo y destruirlo. Se viola así el respeto al otro ser humano en su
irreductible alteridad.
También deben considerarse los aspectos éticos de los “donadores de gametos”, ya
que se anula la responsabilidad de los “donadores o vendedores” porque afrontarán las
consecuencias de sus actos. Se consideran acciones no éticas y tienen implicaciones
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incluso legales. Como se ha mencionado, en Inglaterra los seres humanos concebidos con
TRA desde el 1 de abril del 2005 tienen el derecho de conocer la identidad de sus padres
porque la ley inglesa los ampara; en consecuencia, esos “donadores o vendedores de sus
gametos” tendrán que confrontar este acto y enfrentarse a los hijos concebidos por estos
medios. Aunque esto aún no sucede en otros países, no deben soslayarse esas leyes y
con toda seguridad se autorizarán en otros lugares del mundo en un futuro muy próximo.
Respecto del destino de los embriones humanos, hay que señalar que el 18 de octubre
de 2011, el Tribunal de Justicia Europeo sentenció: En virtud de lo dispuesto en el
apartado 1, se considerarán no patentables, en particular, las utilizaciones de
embriones humanos con fines industriales o comerciales.
La Declaración de los Derechos del Niño de la ONU refiere: “el niño, por su falta de
madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida
protección legal, tanto antes como después de su nacimiento.”
Los Consensos Internacionales se han pronunciado en relación con el estatus del
embrión humano y lo considera así:
¡No es “patentable”!
¡No es comercializable!
¡No es industrializable!
En caso contrario se anularían las dimensiones naturales del embrión humano, que debe
considerarse con el mismo estatus de cualquier ser humano ya nacido. Todos los
individuos reconocen la tendencia a la especialización y a la aplicaciones de los avances
científicos en el área médica en aras de la salud y la “felicidad humana”, pero es
momento de que la comunidad científica, en el ámbito de la aplicación de las
técnicas de reproducción asistida invasivas, analice profundamente la
“fragmentación científica ética y social” que se ha observado con las consecuencias
actuales de estos procedimientos.
En la obra aristotélica “vida buena” y “vida feliz” constituyen términos semejantes
porque es feliz quien vive de acuerdo con las excelencias humanas. Una confianza
semejante ha hecho a su ética acreedora al título de “ética de la perfección”,
precisamente por comprender la bondad moral como realización del bien ontológico o
natural, humano, y por poner a su vez la felicidad en manos del logro de la perfección.
En consecuencia, vive bien quien se rige por una razón prudencial, por una razón que le
ayuda a discernir lo que le conviene, siempre en favor de su propia naturaleza; ésta es
siempre una decisión correcta y por ende ética.
Desde los griegos, ser prudente era el equivalente de ser sabio y defender la bondad
moral y el bien natural. Cientos de años después, en este momento, tanto las personas
que quieren ser padres como los hijos concebidos por medios no naturales tienen el
derecho a saber qué sucede con el uso de las técnicas de reproducción asistida
invasivas, que implican la formación de un embrión humano, un ser humano fuera
del útero materno. Existen complicaciones indeseables de toda índole: de salud,
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sociales y económicas que la comunidad científica ha informado por lo que el
personal de salubridad debe analizar, denunciar, reflexionar y mencionar con
veracidad a quien desee someterse a estos procedimientos, dado que estos métodos
no garantizan la “excelencia humana”

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