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La revolucion invisible - Marta Leon

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ÍNDICE
Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Prólogo
Introducción
Un recorrido desde la desvinculación absoluta hasta la necesidad
de resignificación del término
1. Transición hacia una nueva revolución hormonal invisible
¿Qué tienen en común una orca o una elefanta y una humana?
Un recorrido por la historia del término desde la Antigüedad hasta
nuestros días
Hablemos con propiedad: ¿qué es menopausia y qué es climaterio?
Tipos de climaterio
Aspectos socioculturales de dejar atrás la menstruación
Ensalada proteica de rúcula, edamame y aguacate
Crema detox de chirivías y alcachofas
Untable de almendras y açai
Zumo protector de mucosas
2. Del desconcierto al empoderamiento
¿Puede retrasarse la menopausia?
El estigma de la menopausia: una mina de oro para la industria
El autocuidado como estrategia de salud
Revuelto de setas shiitake y maitake con salmón salvaje ahumado
Ensalada fresca de tofu ahumado a la plancha
Crema de zanahoria, lentejas rojas y jengibre
Salteado verde de brócoli, edamame y mijo
3. Evolución hormonal. Yo cambio, mi cuerpo cambia
¿Qué le está pasando a tu cuerpo?
Paté de boniato
Paté de shiitake
Crema de calabacín y albahaca
Tabulé sin gluten
4. El cuidado de la salud ósea
Los huesos, mucho más que nuestro sostén
Porridge de amaranto con albaricoque, melocotón y frambuesas
Porridge de quinoa con cacao puro, canela y plátano
Nutrientes esenciales para los huesos
El estilo de vida, la clave del autocuidado
Ensalada de arroz salvaje con setas maitake
Hummus de guisantes
5. Abordar el climaterio con perspectiva naturista
El papel de las plantas y los fitoestrógenos
Terapias alternativas
La importancia del estilo de vida
El cuidado natural de la vulva y la vagina
Aceite aromático de salvia
Mascarilla capilar de fenogreco
Mascarilla de aceite para hidratar el cabello con las primeras canas
Sales estimulantes de baño (o ducha)
6. La microbiota: la acción de las bacterias durante el climaterio
El papel de la microbiota en el climaterio
Diez hábitos y rutinas para cuidar la microbiota cuando más lo
necesites
Ensalada prebiótica de patata enfriada
Zumo probiótico de melón y hierbabuena
Zumo depurativo y probiótico de kale
Poke bowl con tamari o salsa de soja
Y a partir de ahora, ¿qué?
La vitalidad. La necesidad de reaprender a manejar la energía
Un repaso de las claves que debes tener en cuenta de hoy en
adelante
Y aquí nos soltamos de la mano
Bibliografía
Agradecimientos
Créditos
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SINOPSIS
A partir de los 45 años las mujeres nos adentramos en una nueva
etapa de la vida. Este periodo, que recibe el nombre de climaterio,
se caracteriza por la transformación hormonal, física y emocional.
Así como en la pubertad nuestro cuerpo hizo todo un proceso de
transición hacia la primera menstruación, en el climaterio se
prepara para traspasar y dejar atrás la última. Pero la menopausia
no debería generarnos miedo ni incertidumbre, y en modo alguno
estar vinculada a la vejez.
Para que podamos vivir esta fase desde la serenidad que da el
pleno conocimiento, Marta León nos muestra los cambios
biológicos que experimentamos, junto con los cuidados esenciales
que debemos proporcionarnos y las necesidades alimenticias que
nos conviene cubrir, años antes de iniciar este periodo vital, para
que podamos transitarlo cuando llegue de la mejor manera posible.
Con todo ello contribuye, y contribuimos nosotras mismas, a algo
tan urgente como básico: dar visibilidad al climaterio, descubrir lo
que esta etapa trae para nosotras y aceptar como propia esta nueva
revolución hormonal.
Incluye 24 recetas ideales para el climaterio.
A todas mis pacientes,
que con sus casos
me inspiran para ser
mejor profesional y
divulgadora cada día
PRÓLOGO
Por la doctora Miriam Al Adib Mendiri
Ginecóloga y escritora
Conocí hace unos años a Marta por medio de las redes sociales.
Coincidimos en algunos eventos virtuales como ponentes, hicimos
algunos directos en Instagram y finalmente nos desvirtualizamos en
Barcelona cuando presenté allí mi primer libro. Ambas compartimos la
forma de entender la salud femenina, y por eso, a pesar de la
distancia, hemos mantenido el contacto, hasta el punto de que
cuando regresé a Barcelona quise que fuera ella la que presentara
mis nuevos libros, y ahora Marta ha querido que yo participara en el
prólogo del suyo. ¡Qué honor!
Admiro no solo su trabajo, sino también la gran mujer que es: de una
amabilidad y un trato exquisitos, con las ideas muy claras, y que
siempre deja entrever su generosidad y su pasión por ayudar a las
mujeres a mejorar su salud con la alimentación, el autoconocimiento y
los autocuidados.
Aparte de su labor divulgativa en redes sociales, cursos, ponencias y
talleres, ya nos atrapó con su primer libro, todo un exitazo, y ahora
vuelve a hacerlo con esta necesaria obra para las mujeres mayores
de cuarenta años; el libro con el que ella soñaba desde que escribió
el anterior, ya que no pudo dedicarle a la menopausia todo el espacio
que cree que merecía.
A lo largo de sus páginas no solo nos habla de alimentación, sino que
también nos invita a la reflexión, nos ayuda a conocernos mejor, a
romper con los estereotipos, a desmitificar la idea de menopausia
como sinónimo de ocaso de la feminidad. Gracias a su larga
experiencia trabajando con mujeres, tiene muy claros todos los mitos
y tabúes que hay que desterrar: con ella de la mano vas a poder
resignificar la menopausia, ¡toda una revolución!
Te quedará claro que la menopausia no es pulsar un botón y que, de
un día para otro, la vida entre en su ocaso. ¡Para nada! Con la edad
vamos siendo más conscientes de que hay días de todos los colores
posibles; los hay buenos, malos, neutros, tal como es la vida misma,
pero desde la última menstruación todavía nos quedan muchos
colores, un larguísimo camino por andar. Nos queda mucho por
aprender, por vivir, por sentir…, y, sobre todo, mucho por disfrutar de
la vida.
INTRODUCCIÓN
Bienvenida a este libro.
Para mí es un placer saber que estás al otro lado de estas páginas,
porque esto significa que este tema no solo te interesa, sino que en el
fondo también te resistes a quedarte con la escueta información sobre
menopausia que nos llega. Y esa es precisamente la motivación que
me ha hecho escribir este libro.
A las pocas semanas de publicar mi anterior trabajo, Alimentación y
salud femenina. Cuida tus hormonas comiendo rico, comencé a soñar
con este libro, y en la consulta cada vez más mujeres me pedían que
ampliara el contenido sobre el climaterio, ya que en mi libro anterior
solo trataba este tema en el último capítulo, dedicado a la «última
regla».
Así que me propuse un objetivo para este manuscrito que hoy lees:
ayudar a cambiar la concepción de la palabra menopausia —un
término con el que no nos identificamos— y contribuir a convertirla en
un concepto integrativo para que a partir de los cuarenta años lo
sintamos como propio. Lo hemos conseguido con la palabra
menstruación, que antes apenas se pronunciaba fuera del entorno
ginecológico y que ahora está perdiendo cada vez más la connotación
negativa y obscena a la que una vez fue relegada.
Un recorrido desde la desvinculación absoluta hasta la
necesidad de resignificación del término menopausia
Enmi sueño, este libro contribuía a desvincular el concepto de
menopausia del de vejez. Los tiempos han cambiado y, debido al
aumento de la esperanza de vida femenina —ahora, en España, por
ejemplo, es de ochenta y siete años—, la menopausia se merece
tener un espacio diferente en la sociedad. Ya no se da en el ocaso de
la vida, sino más bien en el ecuador, en torno a los cincuenta años.
Sin embargo, a pesar de ese cambio, seguimos asociando este
término con el de vejez y lo relegamos a la invisibilidad y al tabú.
Párate a pensar un momento en cómo concibes esta etapa de la vida
femenina: cómo se ha hablado de la menopausia en tu casa, en tu
lugar de trabajo o en tu círculo de amigas y amigos. ¿La has
mencionado? ¿Has comentado con tu círculo más íntimo experiencias
sobre la menopausia, ya sean propias o de otras mujeres, alguna
vez? En muchos casos ni siquiera tiene un lugar en el imaginario
colectivo, lo que nos envía un mensaje muy claro: la menopausia es
invisible y solo le atañe a quien la vive (y en el momento en el que
se vive).
Hoy en día este término sigue encontrando un contexto muy hostil
para existir, ya que, además de estar muy denostado y carecer de
referentes, viene acompañado de la desazón de la «pérdida de
juventud». No importa que no quieras tener hijos en este momento:
saber que a partir de entonces tu fertilidad quedará disminuida puede
dar cierta sensación de nostalgia, porque una cosa es no querer
(seguimos siendo el sujeto activo de la oración) y otra muy distinta es
no poder.
Además, la constante apología de la juventud con la que nos
bombardea la industria de la belleza tampoco ayuda. Esta industria,
que mueve miles de millones al año, fundamenta la totalidad de sus
beneficios en fomentar nuestras inseguridades. Cuanta menos
autoestima tengamos, más fácil será inocular el deseo de cambiar lo
que somos, y aquí han encontrado un filón con las mujeres mayores
de cuarenta años, que son quienes más consumen este tipo de
productos. Retocar esto de aquí o reafirmar aquello de allá para
conseguir un cuerpo normativo es una constante que, a pesar de las
crisis, sigue creciendo año tras año.
Esta perversa forma oculta de marketing no podría funcionar sin la
ayuda de los medios de comunicación, el cine o cualquier plataforma
en la que veamos mujeres. Si echamos un vistazo a las carteleras de
cine, a los programas de televisión o a los telediarios, ¿a cuántas
mujeres mayores de cuarenta encontramos? ¿Y mayores de
cincuenta? ¿Por qué pasada esa edad desaparecemos del mapa? No
solo es que no hablemos del climaterio, sino que ni siquiera
permitimos que haya referentes de esas edades, y las que consiguen
quedarse no aparentan la edad que tienen «gracias a los retoques de
este u otro cirujano plástico». ¿Serías capaz de nombrar tres
películas o series en las que aparezca algún personaje que esté
pasando por el climaterio?
Cuando comencé a recopilar información sobre este tema, hace más
de una década, para mis talleres y charlas sobre salud femenina, me
di cuenta de que esta etapa es casi invisible para la sociedad y de
que, más allá de los signos que todas conocemos y que empeoran
nuestra vida (sofocos, disminución de la libido, aumento de peso…),
casi no sabemos nada de lo que esta fase vital nos aporta.
Observé que habíamos perdido completamente la «propiedad» de las
palabras climaterio y menopausia; palabras que nos pertenecen a las
mujeres y de las que, desgraciadamente, nos sentimos
completamente desvinculadas. Una amiga mía suele decir que
cuando las influencers entren en la etapa de la menopausia todo esto
cambiará y que en los medios se comenzará a hablar más sobre ello.
Ojalá que así sea y que podamos recuperarlas, porque solo nosotras
podemos hacerlo. La sociedad en la que vivimos apenas le da
espacio de reflexión, a pesar de que solo en España más de once
millones y medio de mujeres estén pasando ahora mismo por esta
fase de transición hormonal. ¿Qué pasaría si fuéramos nosotras las
que le diéramos ese espacio de reflexión? Te lo digo: sería la
revolución.
Llevo trabajando con mujeres más de una década y puedo decirte
que, una vez que cumplimos los cuarenta o los cuarenta y cinco años,
una de las palabras que más horror suscita en mi consulta es
menopausia. Cuando somos conscientes por primera vez de que ya
estamos en esta nueva etapa, muchas veces surge el enfado, la
frustración, la sensación de impotencia o de duelo y tristeza. Y, en
ocasiones, también de curiosidad, aunque para eso hemos tenido que
estar en contacto con las experiencias de otras mujeres.
Y tú, ¿qué piensas cuando oyes la palabra menopausia? ¿Te animas
a que juntas, poco a poco, vayamos cambiando la percepción de este
término y aprendiendo más sobre él? Y, sobre todo, ¿te animas a
comer rico mientras lo hacemos?
Pasa la página, que comenzamos la aventura. Bienvenida de nuevo.
CAPÍTULO 1
Transición hacia una nueva
revolución hormonal invisible
La primera vez que oí a José Luis Sampedro decir la frase «El
tiempo no es oro; el tiempo es vida» reflexioné sobre ese
constante cambio, esa perpetua evolución que vivimos sin
darnos cuenta. Si te fijas, la primera parte de la frase nos dice
que el tiempo no tiene el mismo valor que el oro, ya que el oro no
es perecedero (se puede preservar) y tiene un valor más o menos
estable en los mercados. El tiempo, por el contrario, se agota
cada día que pasa y es más valioso porque cada día que vivimos
nos queda menos. Es más, no podemos comprar tiempo con el
oro. La segunda parte de esta cita, «el tiempo es vida», es la que
más me gusta, porque me trae a la mente el regalo que
constantemente nos da el tiempo y que ni con todo el oro del
mundo podríamos comprar: la experiencia.
El tiempo nos facilita un intercambio sencillo: nosotras vemos pasar
el tiempo mientras vivimos nuestra vida y, a cambio, la vida nos
regala experiencia y sabiduría.
Tras cada arruga hay un aprendizaje; tras cada cicatriz hay una
historia; tras cada año hay una estela de altos y bajos vitales que
conforman la persona que somos ahora. No serías quien eres si no
hubieras pasado por todas las facilidades y las dificultades que te han
traído al momento presente en el que sostienes este libro. No somos
las mismas que hace diez o veinte años: somos mucho mejores,
gracias al regalo que nos ha dado el tiempo.
No obstante, en el caso de las mujeres este gran valor que nos regala
el tiempo parece invisibilizado. Únicamente prestamos atención a la
«pérdida de la belleza» con el paso del tiempo —y, bueno, esto es
muy relativo, porque no perdemos belleza con los años, sino juventud
— y centramos nuestro pensamiento en lo que nos falta, en lo que ya
no será. Esta etapa que, en definitiva, concebimos desde la escasez,
no nos deja ver la gran ventaja evolutiva que nos da el tiempo. ¿Te
preguntas cuál es? La respuesta la encontramos en la naturaleza, y
en especial en las mamíferas longevas (humanas o no humanas).
¿Qué tienen en común una orca o una elefanta y una
humana?
¿Te has fijado alguna vez en que hay muy pocos animales que sigan
vivos después de su etapa reproductiva? Normalmente la vida
mamífera está centrada en la reproducción y la perpetuación de las
especies, o al menos así nos lo contaron en el colegio. Generalmente
el periodo de tiempo que transcurre desde que una mamífera nace
hasta su «pubertad» es muy corto, y en cuanto deja de poder
reproducirse su esperanza de vida se reduce bastante. Sin embargo,
esto no es así en el caso de los seres humanos (y de alguna que otra
especie mamífera marina como la orca, que también puede vivir
décadas después de su última reproducción). En nuestro caso, el de
las mujeres mamíferas humanas, el periodo de tiempo que transcurre
desde que dejamos de ser fértiles hasta que finaliza nuestra
esperanza de vida es de 30-45 años. ¿No crees que es cuando
menos curioso que seamos de las pocas especies terrestres que
tienen esta capacidad?
¿Sabes qué otra especie también la tiene? La elefanta. Quizás no lo
sabías, pero las elefantas, aunque no tienenuna menopausia clara,
son muy longevas (su esperanza de vida puede alcanzar los ochenta
años) y pueden llegar a vivir hasta diecisiete años más después de su
etapa fértil.
Cuando estaba escribiendo este libro debatía con Pau Oller —
profesor y amigo— sobre este tema y filosofábamos sobre qué
ventaja evolutiva puede tener que la especie humana perdure más
allá del propósito reproductivo de los mamíferos. Hablamos sobre una
hipótesis que atribuye este hecho a la gran disponibilidad energética y
a la mejora de la calidad de vida que tenemos en nuestra época. Es
cierto que la esperanza de vida de las mujeres ha aumentado si la
comparamos con otras épocas, pero si esta fuera la única explicación
esto también debería ocurrir con otras especies de mamíferos, como,
por ejemplo, las perras, que pasaron de ser salvajes a vivir con los
humanos en casas con comida, cariño y cuidados veterinarios, y a
pesar de ello no existe la menopausia canina.
Hay otra hipótesis, llamada «la hipótesis de la abuela», que respalda
la importancia del papel de las hembras mayores en algunas especies
en lo que se refiere al bienestar y a la supervivencia del grupo. Por
ejemplo, en el caso de las elefantas se ha observado que la presencia
de una estructura matriarcal en la que las abuelas tienen un papel
activo de ayuda a la sociedad pone en evidencia una reproducción
mejorada de las hijas (las hijas elefantas dejan pasar más tiempo de
recuperación física entre cría y cría) y una tasa más alta de
supervivencia de las crías. Sin embargo, todavía faltan datos
cuantitativos específicos que prueben la hipótesis de la abuela en
especies longevas.
¿Es posible que vivir décadas después de nuestra edad
reproductiva en el fondo suponga una ventaja evolutiva? ¿Qué
pasaría si mirásemos más allá y pensáramos en lo que
significa para nuestra especie humana que las mujeres
pasemos por el climaterio?
Puede ser que el hecho de dejar de menstruar —y de emplear la
energía en engendrar— décadas antes de que se cumpla nuestra
esperanza de vida nos traiga una nueva posibilidad: la de invertir de
nuevo la energía en la comunidad y no tanto en nuestro núcleo más
estrecho. Cuando atravesamos el climaterio, en la mayoría de los
casos los hijos ya no son bebés (quizás sigan siendo niños, pero ya
no requerirán el mismo nivel de atención que antes) y nuestro
propósito vital ha cobrado otras dimensiones, e incluso puede ser que
haya cambiado completamente si lo comparamos con el que
teníamos una década o dos antes. También puede que incluso
tengamos una mejor posición social, mayor libertad financiera, más
experiencia laboral y, sobre todo, mucho más bagaje vital. Podemos
usar ese conocimiento sobre la vida al servicio de nuestro bienestar y
placer —puesto que, cuanto más nos conocemos, más fácil es
moldear poco a poco la vida que queremos— y al servicio de la
comunidad.
Los años nos quitan elasticidad en los tejidos, pero a cambio
nos dan mucha mucha sabiduría.
Un recorrido por la historia del término desde la
Antigüedad hasta nuestros días
La menopausia es un hecho conocido desde tiempos remotos. Según
algunos historiadores, se encuentran referencias de este fenómeno
en papiros egipcios, en los que las mujeres posmenopáusicas se
señalaban como mujeres «blancas», en contraposición con las
mujeres «rojas», que eran las que aún menstruaban. También en la
Biblia aparece una alusión al climaterio en el Génesis 18, 11: «Y
Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había
cesado ya la costumbre de las mujeres».
Aecio de Amida, médico brillante y escritor bizantino, ya escribió hacia
el año 500 a. C. que la sangre menstrual cesaba a los cincuenta
años, e incluso Hipócrates y Aristóteles también dejaron por escrito
que los ciclos menstruales finalizaban alrededor de los cincuenta
años, por lo que realmente esta edad lleva considerándose desde
tiempos remotos como el umbral natural de la menopausia, aunque la
esperanza de vida fuera menor a la de nuestros días.
La civilización pagana relacionó la menopausia con la espiritualidad
de forma similar a como lo hicieron la tradición hebrea, la
judeocristiana e incluso las culturas latinoamericanas precolombinas.
De hecho, en algunas culturas se consideraba que cuando las
mujeres dejábamos de menstruar podíamos adquirir otros papeles en
la comunidad (consejo de sabias, chamanas, guías espirituales,
transmisoras de los legados o líderes de la comunidad).
Durante la Edad Media, la menopausia fue ignorada e incluso
relacionada con supersticiones en las que las mujeres no salíamos
muy bien paradas. No volvió a hablarse de ella hasta el siglo XVIII,
concretamente el año 1710, cuando Simon Daniel Titius publicó una
tesis en la Universidad de Magdeburgo titulada «Cessation
Menstruorum». De igual manera, otros médicos de la época, como
John Freind o John Fothergill, la estudiaron y establecieron la edad en
torno a los cincuenta años como fecha de inicio de la menopausia en
el cuerpo femenino, coincidiendo con los médicos de la Antigüedad.
Cabe resaltar que en esos años la menopausia no se estudiaba como
tal y que las escasas prácticas médicas que abordaban la salud
femenina se centraban casi exclusivamente en tratar de retrasar el
envejecimiento, ya que el estatus de la mujer dependía más de su
atractivo que de otros determinantes sociales. Posteriormente, no fue
hasta después de la Revolución francesa cuando comenzaron a
registrarse investigaciones relacionadas con los trastornos
menopáusicos, que en aquel momento se interpretaban como una
expresión de enfermedad fruto de la tensión social que recaía
principalmente en las mujeres.
El término menopausia apareció en 1816, con Joseph-Jacques
Gardanne, que empezó a utilizar la palabra ménespause, que
posteriormente pasó a ser ménopause. Encontramos su origen
etimológico en el griego: μηνóς («mes») y παûσις («cesación»). El
término climaterio deriva de la palabra griega κλιμακτńρ («escalón»),
que también significa «periodo crítico».
 Un mito de la menopausia es pensar que de repente se pierde
nuestra feminidad y que hemos dejado de ser mujeres o tan
mujeres, junto con la tendencia a tratar este momento natural
como una enfermedad. No es una enfermedad, sino una etapa
más en la vida. Al haber un cambio hormonal importante hay
mujeres que lo acusan más que otras, pero de igual forma que la
adolescencia no es una enfermedad en ningún caso, a pesar de
haber una guerra hormonal tremenda, la menopausia tampoco lo
es.
Ana Hurtado, actriz española
Hablemos con propiedad: ¿qué es menopausia y qué es
climaterio?
Aunque comúnmente hablamos de menopausia cuando nos referimos
a los últimos años menstruales, realmente la menopausia natural se
define en ginecología como el último año de la menstruación. Por
este motivo, solo sabremos que hemos llegado a la menopausia una
vez que hayamos pasado un año completo sin menstruar (es decir, en
amenorrea). Sin embargo, lo que muchas mujeres desconocen es
que nuestras hormonas nos darán muchas pistas de que este
momento va a llegar años antes de que el ciclo menstrual se detenga,
y continuarán haciéndolo años después. A esta etapa no se la llama
menopausia, sino climaterio, y es nuestra segunda pubertad.
Se conoce como climaterio el periodo de tiempo en el que se
producen todas estas manifestaciones físicas y emocionales. Esta
etapa se compone de tres momentos importantes: perimenopausia,
menopausia y posmenopausia. Es importante tener en cuenta que
estas fases no llegan de un día para otro: al igual que nuestro cuerpo
hizo todo un proceso de transición en la pubertad hacia la primera
menstruación, con el climaterio estamos acercándonos a la última.
Seguro que recuerdas cómo, cuando tenías diez o doce años,
comenzaron lentamente a sobrevenir los cambios: empezaron a
aparecer vello, granitos o incluso acné, el crecimiento se ralentizó,
viste cómo te crecían los pechos, el cuerpo te cambió y, aunque
ahora quizás ya no lo recuerdes, tu mundo emocional también se
convulsionó. Esta segunda pubertad tampoco aparece derepente,
sino que comienza a manifestarse años antes de la última regla. De
hecho, se estima que comienza entre los cuarenta y los cuarenta y
tres años y que puede durar hasta los sesenta y cinco años,
aproximadamente.
Es importante que nos familiaricemos con el término climaterio, ya
que nos acompañará en esta transformación hormonal, física y
emocional durante años; antes, durante y después de la menopausia.
La perimenopausia es el periodo de tiempo previo y posterior a la
menopausia en el que comienzan a sucederse todos los cambios
hormonales que han hecho famosa esta etapa. Eso no quiere decir
que todas pasemos por las mismas manifestaciones, porque cada
climaterio es único, pero sí es cierto que es la época más convulsa.
Suele aparecer en torno a los cuarenta y seis años, dependiendo de
cada mujer, y puede durar hasta un año después del cese de la
menstruación.
En la siguiente imagen verás más claramente las distintas fases que
atravesamos a lo largo de esta etapa vital.
IMPORTANTE
Si comenzamos a experimentar alteraciones en nuestra
experiencia menstrual durante más de tres ciclos consecutivos
antes de los cuarenta y cinco años es recomendable que
acudamos a nuestra ginecóloga de confianza para revisar qué
puede estar ocurriendo y descartar una menopausia precoz o
una insuficiencia ovárica prematura.
¿Puede una prueba decirme si ya soy una mujer climatérica?
Absolutamente no. Ninguna prueba por sí sola puede decirnos que
ya hemos entrado en esta etapa. Piensa que un análisis de sangre
nos ofrece la foto de un momento, no la realidad absoluta. Para hacer
un buen diagnóstico de cualquier patología, desequilibrio hormonal o
incluso etapa vital deben coincidir las pruebas analíticas, los
reconocimientos físicos y la historia clínica, por lo que si
recientemente te has hecho un análisis de sangre y, por ejemplo, tus
niveles de FSH están elevados, o tu AMH es baja, pero tu experiencia
menstrual no muestra cambios e incluso percibes la ovulación cada
ciclo, no tiene por qué significar que tu menstruación va a
desaparecer. Sí que habrá que contextualizar el porqué de esa
alteración.
Fases de transición al climaterio
Premenopausia
(antes del
climaterio)
Perimenopausia Menopausia Posmenopausia
Ciclo
menstrual
Ciclos
menstruales
regulares (no se
aprecian
Comienzan a
aparecer
diferencias con
respecto a la
El primer año
que pasamos
en
amenorrea,
Ausencia completa de
ovulación y de
menstruación.
cambios
significativos en
la duración del
ciclo).
duración habitual
(al principio
pueden ser ciclos
más cortos y
luego ciclos más
largos, de incluso
60 días).
es decir, sin
menstruar.
Fertilidad Seguimos en
edad fértil, por lo
que sigue
siendo posible el
embarazo.
Nuestra reserva
ovárica es baja.
Los cambios
hormonales hacen
difícil, pero no
imposible, que
nos quedemos
embarazadas.
Aunque en
este tiempo
no
menstruamos,
se
recomienda
seguir
cuidando
nuestra
fertilidad si no
queremos
tener hijos.
No hay posibilidad de
embarazo.
Edad en que
se inicia
esta etapa
(NOTA:
todas las
edades son
orientativas)
La
premenopausia
hace alusión a
un periodo
inespecífico a
partir de los 40
años, previo al
climaterio, y al
inicio de sus
signos.
Suele durar unos
cuatro años,
desde los 45-49
años hasta un año
después de la
menopausia.
La edad
media se
sitúa en torno
a los 50 años.
Desde la menopausia
hasta los 60-65 años,
dependiendo de cada
mujer.
Cambios en
las
analíticas
La hormona
antimülleriana
(AMH) comienza
a disminuir a
partir de los 35-
38 años.
AMH muy baja.
La hormona
foliculoestimulante
(FSH) se eleva
entre el segundo y
el cuarto día del
ciclo.
FSH elevada
entre el
segundo y el
cuarto día del
ciclo. La
prolactina
disminuye.
Estrógenos y
progesterona
disminuyen y aumenta
el colesterol total, el
colesterol-LDL y los
triglicéridos.
Amenorrea.
Sangrado
menstrual
Sangrado
menstrual
ligeramente
diferente
(menos o más
abundante).
Cambios notorios
en el patrón de
sangrado
(menstruaciones
más cortas o
largas).
Temperatura
basal
Cambios en la
temperatura
basal a lo largo
del ciclo
menstrual, que
indican que se
ha producido la
ovulación.
Alteraciones en la
gráfica de
temperatura basal
propias de ciclos
anovulatorios.
No hay fluctuaciones en la
temperatura a lo largo de las semanas.
Cambios
metabólicos
Tiroides: a partir
de los 40 años
el número de
casos de
hipotiroidismo
diagnosticados
aumenta. Es
recomendable
comenzar a
hacer controles
periódicos,
aunque no se
detecten
síntomas
evidentes.
Disminución del
gasto energético.
Pérdida de masa
muscular y
aumento de grasa
visceral en la
zona abdominal.
Resistencia a
la insulina:
existe una
correlación
entre la
deficiencia de
estrógenos y
la disfunción
metabólica, lo
que
contribuye al
desarrollo de
la diabetes
tipo 2 y la
obesidad.
El descenso de los
estrógenos produce un
aumento de las células
encargadas de
almacenar la energía
en forma de grasa
(adipocitos), así como
cambios en la
distribución de la
grasa. Si los
estrógenos
disminuyen, la grasa
se almacena en el
abdomen en lugar de
en caderas y pechos.
Flujo
vaginal
Durante la
ovulación
percibimos un
flujo ovulatorio
con aspecto
similar a la clara
de huevo cruda.
Dificultades para
percibir el flujo
ovulatorio (hay
ciclos en los que
se aprecia y otros
en los que no).
Sensación de
«braguita
seca» todo el
mes y
sequedad
durante el
coito.
A medida que
disminuyen los niveles
de estrógenos en
sangre, los tejidos de
la vagina y de la uretra
se hacen más finos y
secos. Esto puede
producir sequedad,
irritación vaginal o
incluso dolor durante el
coito.
Sueño Durante la transición a la menopausia algunas mujeres
comienzan a tener problemas para dormir o descansar
profundamente, independientemente de los sudores
nocturnos y de convivir con la sensación de cansancio
desde por la mañana.
Sistema
circulatorio
Puede subir
la tensión
arterial.
Posible aparición de
varices.
Sistema
inmunitario
Comienzan a
producirse niveles
más altos de
citocinas
inflamatorias
circulantes, como
la interleucina-6
(IL-6) y el factor
de necrosis
tumoral alfa (TNF-
alfa). Ambos son
signos de
inflamación.
Los niveles bajos de estrógenos
parecen estar asociados con un
sistema inmunitario más débil. La
respuesta inmunitaria a la infección es
más lenta cuando existe deficiencia de
estrógenos. Esta se asocia con
reducciones en el número de linfocitos,
citoquinas y mediadores celulares
involucrados en la respuesta
inflamatoria.
Cambios
sensoriales
Cambios en
el gusto y en
el olfato
(mayor
capacidad
sensitiva).
Mayor sensibilidad al
dolor.
 La mejor noticia acerca de la menopausia es que estamos en
una época, ahora más que nunca en la historia, en la que la mujer
vive lo suficiente como para experimentarla.
Estelle Fuchs, autora del libro La segunda edad
En la época victoriana se consideraba a las mujeres como seres
exclusivamente procreadores. Si has leído un poco de historia habrás
comprobado que la capacidad de engendrar y parir nos ha relegado a
un papel en el que tenemos pocos derechos y muchos deberes a lo
largo de todas las épocas. Y, sin embargo, el hecho de que los años
reproductivos ocupen menos de la mitad de la vida de las mujeres ya
nos indica que somos mucho más que seres vivos con capacidad
reproductora. Si nuestra esperanza de vida hoy en día es de
aproximadamente ochenta y cinco años y la vida fértil femenina tiene
una duración de aproximadamente treinta y cinco o cuarenta años,
estaremos muchos más años sin menstruar que haciéndolo.
Imagen representativa de lo que ocupa en nuestra vida cada una de las etapas vitales.
Es curioso observar que, a pesar de que el climaterio aparece en el
ecuador de la vida, cuando buscamos información sobre esta etapa
encontramos infinidad de imágenes y textos que nos dan a entender
que este periodo vital es prácticamente nuestro ocaso como mujeres.
Esto es una prueba evidente del desconocimiento y de la falta de
testimonios de la edad climatérica (testimonios más allá de los
sofocos, que nos hablen de experiencias vitales de plenitud para
poder entraren esta fase con aceptación y conciencia), que aún
necesitamos recoger. Parece que tenemos que transitar por esta fase
vital para darnos cuenta por fin de que el climaterio es un momento
de cambio, no de vejez.
 Podemos observar también diferencias en cuanto a la
concepción de la menopausia entre la visión biomédica y la
visión antropológica. Según la biomedicina, la menopausia es un
proceso patológico, una enfermedad deficitaria y un factor de
riesgo para contraer enfermedades crónicas cardiovasculares u
osteoporosis que implica un creciente proceso de
medicalización. Por el contrario, la antropología considera la
menopausia como un proceso construido culturalmente según el
contexto histórico y social. A pesar de ser un proceso biológico,
el significado que adquiere la menopausia es cultural y depende
de los conceptos culturales de feminidad, envejecimiento y
percepciones médicas.
M. Larrosa Domínguez, R. Tejada Musté y M. A. Martorell Poveda en «Influencia de la cultura
en la menopausia: revisión de literatura»
Una mujer, como promedio, deja de menstruar a los 50-52 años,
aunque la llegada del climaterio dependerá de sus genes, su peso, su
estilo de vida (por ejemplo, si ha sido fumadora o no) y su región
geográfica.
PERIMENOPAUSIA Y ANTICONCEPCIÓN
Aunque hay menos probabilidades de quedarnos embarazadas
(de forma natural y sin tratamiento de fertilidad) después de los
cuarenta y cinco años, todavía es posible, especialmente si
tenemos ciclos menstruales regulares y mantenemos
relaciones sexuales con penetración y eyaculación de forma
habitual. Si este es tu caso y quedarte embarazada no entra en
tus planes, lo más recomendable es seguir usando alguna
forma de anticoncepción hasta la posmenopausia, ya que una
vez que se alcanza ya no es posible el embarazo.
Si todavía usas algún método anticonceptivo hormonal,
como la píldora, los inyectables, el anillo vaginal o el parche
anticonceptivo, y no sabes hasta cuándo seguir usándolo, lo
mejor es que lo consultes con tu médico o tu enfermera para
saber cuándo dejarlo.
Tipos de climaterio
Climaterio natural
Como venimos diciendo, el climaterio natural no sucede de un día
para otro, sino que comienza con pequeños cambios sutiles a partir
de los 40-45 años, que con la perimenopausia se van poniendo cada
vez más de manifiesto hasta que los ciclos menstruales se vuelven
erráticos y finalmente nuestra regla desaparece.
Si llevamos nuestros niveles de hormonas a una gráfica para poder
ver el patrón que siguen las fluctuaciones de estrógenos y
progesterona en la premenopausia y la perimenopausia veremos algo
así:
Representación gráfica inspirada en el libro Perimenopause Power.
Una curiosidad: ¿sabías que las mujeres latinas y asiáticas son
quienes primero perciben las manifestaciones de la
perimenopausia? Según la revista británica Climacteric,
aproximadamente a la edad promedio de 48,6 años para las
primeras, mientras que para las segundas se producen entre
los 42,1 y los 49,5 años.
¿Por qué se elevan los niveles de FSH en las mujeres que se
adentran en el climaterio?
A medida que disminuye la reserva de folículos en los ovarios
(también llamada reserva ovárica) se va produciendo una cantidad
menor de estrógenos. Cuando el cerebro lo detecta comienza a
enviar más FSH para estimular los pocos folículos que hay. Por este
motivo, normalmente en torno a los cincuenta años en las analíticas
hormonales suelen aparecer niveles de FSH muy altos y niveles de
estrógenos bajos, como puedes observar en la representación
gráfica.
Fuente: Burger, H. G. «Physiology and endocrinology of the menopause». Medicine. 2006;
34(1): pp. 27-30.
¿Cuándo debemos consultar a nuestro profesional
sanitario de confianza?
Debemos consultar a un profesional sanitario ante cualquier
sangrado anormal, aunque es cierto que puede resultar difícil
distinguir si el sangrado vaginal es anormal o no, o si se produce
como parte de la entrada al climaterio. El sangrado vaginal
irregular puede ser una parte normal de la perimenopausia o
puede estar anunciándonos un problema. Por ello, debemos
consultar siempre que:
Tengamos sangrado menstrual con más frecuencia que cada
tres semanas.
El sangrado menstrual sea muy abundante, incluso excesivo
para lo que entra dentro de nuestra normalidad.
Aparezcan manchas de color marrón o rojizo entre una regla y
la siguiente.
Tengamos cualquier sangrado vaginal un año después de la
menopausia (incluso si es solo una mancha de sangre marrón
que no requiere compresa ni salvaslip).
Climaterio quirúrgico
Sucede como consecuencia de la extirpación de los dos ovarios
(ovariectomía) antes de la menopausia fisiológica,
independientemente de si se extirpa o no el útero (histerectomía).
Este tipo de climaterio aparece después de la necesidad imperativa
de extirpar los ovarios con el fin de frenar patologías como, por
ejemplo, el cáncer.
Cuando se nos realiza una ovariectomía bilateral antes de la
menopausia, nuestro cuerpo recibe un impacto tremendo, ya que
pasamos de tener ovarios a no tenerlos en unas pocas horas (de
antes a después de la intervención quirúrgica). Esto, evidentemente,
va acompañado de la pérdida de nuestra capacidad natural de
producir estrógenos, y como consecuencia de ello experimentamos
de forma adelantada los cambios asociados a la ausencia de estas
hormonas de manera casi inmediata.
Desde el punto de vista endocrinológico se sabe que los valores de
estrógenos (en concreto de estradiol) circulantes descienden
bruscamente a los pocos días de la operación, y a los 6-8 meses se
estabilizan en las tasas mínimas, que son de alrededor de 16-20
pg/ml. Se ha demostrado un incremento rápido en los valores de la
FSH y la hormona luteinizante (LH) tras la ovariectomía, mayores y
más precoces para la FSH. Seis semanas después de la intervención,
los valores de FSH y LH se incrementan y el estradiol desciende y
alcanza valores propios del estado posmenopáusico.
Dado que el climaterio quirúrgico es una forma de climaterio con
consecuencias más bruscas e importantes que el natural, esta
intervención debe llevarse a cabo acompañada de medicación
especializada e individualizada, como por ejemplo el tratamiento
hormonal sustitutivo, o tratamientos alternativos en el caso de que
exista una enfermedad tromboembólica o tras el diagnóstico de un
cáncer hormonodependiente, hasta la edad en que es más frecuente
la menopausia (alrededor de los cincuenta años). Con esto se
pretende minimizar la caída brusca de los estrógenos y sus
consecuencias, proteger los huesos de la osteoporosis y evitar
alteraciones vasculares a largo plazo.
IMPORTANTE
En el ámbito emocional, la pérdida de la función ovárica antes
de tiempo puede ser causa de depresión en algunas mujeres;
no solo por el impacto bioquímico que tienen los cambios
drásticos en los niveles hormonales, sino también por el duelo
que supone. De ahí la importancia de incluir la psicoterapia
como parte del tratamiento integral.
¿Podemos seguir teniendo ciclos menstruales si no
tenemos útero?
Si nos han extirpado el útero pero conservamos nuestros ovarios
quizás pueda ser difícil saber cuándo comenzará la menopausia.
Mientras haya ovarios sigue habiendo ovulación, pero al no
conservar el útero ya no menstruaremos (recuerda que la
menstruación es la consecuencia del engrosamiento del tejido
uterino, que luego se desprende y se elimina, liberando también
sangre).
La perimenopausia llega cuando se producen alteraciones en
la ovulación (ovarios), así que hasta que esto no suceda —
tengamos útero o no— no habremos entrado en esta etapa.
Ahora bien, si empezamos a notar algunos de los síntomas
asociados a la menopausia, puede ser que esté disminuyendo la
actividad hormonal en los ovarios y que nuestros niveles de
estrógenos en sangre estén comenzando a descender.
Esta es la teoría. Ahora bien, si, por el contrario, presentas
síntomas molestos de perimenopausia después de una
histerectomía, habla con tu médico o con tu enfermera para que
te ayuden a determinar qué puede estar pasando.
Histerectomíaparcial. Se conservan los ovarios y el cuello del útero
(aún hay ovulación, que puede ser detectada con las tiras de LH, y
puede percibirse flujo tipo clara de huevo en la braguita, pero no
menstruación).
Histerectomía total. Se extrae el útero y también el cuello del útero,
aunque quedan los ovarios, y la ovulación puede detectarse con las
tiras de LH.
Por cierto, ¿sabías que la histerectomía ha sido (y es) una de la
intervenciones quirúrgicas más frecuentes en ginecología y que
el 75% se realizan en mujeres menores de cincuenta años?
Climaterio inducido por fármacos
Este tipo de climaterio químico o inducido se produce como
consecuencia del tratamiento con medicamentos encargados de
bloquear el efecto de los estrógenos en el cuerpo. En él, las
manifestaciones asociadas a la menopausia se producen
abruptamente en pocos días por la disminución brusca de los
estrógenos, al igual que ocurre con el climaterio quirúrgico. Sin
embargo, a diferencia de en este, los ovarios siguen estando
presentes y no necesariamente han dejado de trabajar, como ocurre
en la menopausia natural.
Este tipo de climaterio también se produce sin la transición previa que
experimentamos las mujeres de manera natural; es decir, en este
caso no hay perimenopausia ni adaptación previa a los nuevos
niveles de estrógenos, y quienes la experimentan pasan a sufrir todos
los síntomas de la menopausia de golpe: sofocos, sudores nocturnos,
aumento de peso, disminución de la libido y alteración del sueño.
Estos síntomas tan repentinos, junto con la pérdida brusca de la
menstruación, en ocasiones pueden ir acompañados de estrés
emocional (estado anímico bajo, ansiedad, irritabilidad, miedos o
cambios de humor).
La terapia psicológica es siempre una estupenda idea, no solo para
brindarnos herramientas emocionales ante las dificultades que se nos
presentan en la vida, sino también para ayudarnos a sobrellevar
mejor los posibles altibajos de autoestima o de autoconcepto que
puedan aparecer en el climaterio. La disminución drástica en los
niveles de estrógenos afecta a la manera en que el cuerpo produce
noradrenalina y serotonina, dos sustancias que cuando están
alteradas pueden provocar cambios de humor.
Insuficiencia ovárica precoz (IOP)
También llamada fallo ovárico prematuro (FOP), hipogonadismo
hipergonadotrófico o menopausia precoz, consiste en la desaparición
de la función ovárica y de la menstruación a una edad más temprana
de lo habitual.
Hablamos de menopausia precoz si esta ocurre antes de los cuarenta
años. Según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), una de cada
cien mujeres menores de cuarenta años y una de cada mil antes de
los treinta años tienen IOP.
Nuestro organismo, de manera fisiológica, inicia la depleción de los
folículos ováricos (es decir, un descenso de la actividad ovárica) a
partir de los 35-37 años, lo cual ocasiona una disminución de su
calidad y de su cantidad. Por esta razón, a partir de esa edad se
observa una caída del marcador de reserva ovárica más conocido: la
hormona antimülleriana.
En mujeres con IOP, esta depleción se produce más rápidamente y
se observa una reserva ovárica especialmente baja, lo cual lleva a
producir menos cantidad de estrógenos y fuerza al cerebro a enviar
cantidades cada vez mayores de FSH (por encima de 40 mUI/mL),
con las que se pretende estimular los folículos que sí están activos y
producir la ovulación.
A pesar del rotundo progreso que hemos observado en el campo de
la endocrinología reproductiva durante las últimas tres décadas,
nuestra comprensión de la gran cantidad de mecanismos que causan
la insuficiencia ovárica prematura sigue siendo insuficiente en la
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actualidad. Las causas más comunes de menopausia precoz son las
siguientes:
Fallo ovárico prematuro de origen idiopático o desconocido,
es decir, que nuestros ovarios no responden como sería normal a
nuestra edad sin motivo conocido. Desafortunadamente, esta es la
causa más común de todas (en torno al 80%-90% de las veces).
Cirugía en la que se hayan extirpado parcial o totalmente los
ovarios, quizás debido a la aparición de un quiste que tuvo que
extraerse años antes.
Antecedentes familiares. ¿Tu madre y tu abuela materna llegaron
a la menopausia a edades muy tempranas? Es más común que la
IOP aparezca en mujeres con antecedentes familiares o con
desequilibrios en la ovulación desde edades muy tempranas (por
ejemplo, en mujeres que nunca llegan a menstruar en la
adolescencia).
Enfermedades autoinmunes, como por ejemplo hipotiroidismo de
Hashimoto, insuficiencia suprarrenal (o enfermedad de Addison) o
incluso artritis reumatoide. En los trastornos autoinmunes, el
sistema inmunitario se altera y puede atacar nuestros propios
tejidos.
Por el efecto de un virus (paperas, varicela o infección por
citomegalovirus), bacteria (tuberculosis o Shigella) o parásito
(malaria), aunque es extremadamente raro.
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Alteraciones genéticas. Anomalías en el cromosoma sexual
femenino (el cromosoma X) u otros genes que afectan a la función
de las hormonas sexuales pueden causar IOP. De estos, el más
común es el síndrome de Turner, en el que uno de los
cromosomas X está ausente. La IOP también se asocia con
algunos trastornos poco comunes que tienden a aparecer en
familias, como el síndrome del X frágil y la galactosemia.
Tratamientos oncológicos con quimioterapia o radioterapia.
Uso continuado de productos tóxicos, como disolventes o
pesticidas, o consumo durante años de gran cantidad de drogas,
tabaco o incluso alcohol (esto último es menos común pero
también posible).
NOTA
La reserva ovárica es la capacidad funcional de los ovarios de
una mujer en un momento determinado. Este fenómeno
reproductivo se puede evaluar mediante parámetros
hormonales, clínicos y ecográficos. Hace unos años la reserva
ovárica se estudiaba únicamente para reconocer la respuesta
de las pacientes a los tratamientos de reproducción asistida,
pero en la última década se ha empezado a valorar en otras
situaciones, como una posible insuficiencia ovárica prematura
o la existencia de antecedentes de menopausia precoz en la
familia.
¿Cómo saber si lo que te ocurre es menopausia precoz?
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La desaparición de la menstruación, o amenorrea, durante un largo
periodo de tiempo es uno de los primeros síntomas de la menopausia
precoz, si bien es cierto que no todas las amenorreas señalan que
haya una insuficiencia ovárica prematura.
Si observas que tus reglas son irregulares, tienes cambios en el
volumen de sangrado o en la duración del periodo o llevas más de
cuatro meses con amenorrea sin causa aparente, lo más aconsejable
es que solicites un estudio ginecológico y un análisis hormonal
completo. De esta forma podrás comprobar si tus niveles de estradiol
están muy bajos y si la concentración de la FSH es muy alta, dos de
las características —aunque no las únicas— que pueden indicar una
menopausia precoz. El diagnóstico debe confirmarse tras haber
estudiado otras hormonas: ß-hCG (gonadotropina coriónica humana
ß), LH y prolactina. Es importante que te hagas una prueba del
cariotipo e, idealmente, estudios moleculares.
Si el diagnóstico confirma que, efectivamente, es una IOP, lo mejor es
repetir las pruebas en el siguiente ciclo, es decir, un mes después,
para corroborarlo.
Signos que pueden avisarte de un fallo ovárico
prematuro
Alteraciones bioquímicas (FSH > 40 mUI/mL, LH >25mUI/ml,
estradiol <50 pg/ml y prolactina baja).
Dolor al mantener relaciones sexuales (dispareunia), antes
ausente.
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Marcadores tiroideos alterados (TSH, anticuerpos
antiperoxidasa tiroidea y antitiroglobulina).
Marcadores de insuficiencia adrenal (anticuerpos antiadrenal y
anti 21-hidroxilasa).
Insomnio o alteraciones del sueño.
Problemas urinarios, como incontinencia e irritabilidad de la
vejiga.
Sequedad vaginal, de mucosas o de la piel.
Sofocos y sudores nocturnos.
Altibajos emocionales.
Cambios de peso.
Cansancio o fatiga extrema.
Disminución del deseo sexual.
El abordaje de una menopausia inesperada, ya sea porcausa
quirúrgica, farmacológica o por una insuficiencia ovárica prematura,
debe hacerse de manera integral, ya que en un porcentaje alto de los
casos esta retirada de la menstruación llega antes de lo que la
naturaleza tenía previsto para nosotras, y en muchos casos antes de
que hayamos decidido tener hijos. Por lo tanto, el apoyo emocional en
este tipo de circunstancias es esencial, puesto que este diagnóstico
siempre trae consigo mucho estrés emocional. Sentirnos confusas, en
estado de shock, deprimidas, frustradas o muy enfadadas es
absolutamente normal y legítimo; tenemos todo el derecho a sentirnos
así. No obstante, este diagnóstico no debe paralizarnos: dentro de los
cambios que debemos comenzar a incluir en nuestro estilo de vida
también está el apoyo psicológico de nuestra familia y amigos
(nuestra tribu) o profesional.
Insuficiencia ovárica prematura y fertilidad
Si hemos recibido un diagnóstico de IOP pero todavía tenemos
menstruación y ovulación (es decir, folículos activos), quizás debamos
reflexionar sobre nuestro deseo de maternidad, aunque no queramos
tener hijos en un presente inmediato, ya que la depleción folicular
continuará y nuestra reserva ovárica hoy será mejor que dentro de
seis meses o un año. Ante esta situación, algunas mujeres deciden
vitrificar o congelar sus óvulos, pensando en la posibilidad de un
futuro embarazo.
Consecuencias de una menopausia temprana
Sea por el motivo que sea (quirúrgico, farmacológico o por
insuficiencia ovárica prematura), dejar atrás las fluctuaciones
hormonales y, sobre todo, la influencia que tienen los estrógenos
en el organismo antes de tiempo tiene consecuencias
desagradables.
Un déficit de estrógenos temprano empeora la salud ósea,
cardiovascular (aumentando el riesgo de infartos e ictus),
inmunitaria e incluso neurológica. Por ello, prácticamente todas
las guías de menopausia publicadas por las distintas
asociaciones científicas están de acuerdo en que hay que
acompañar estos procesos hasta los cincuenta y dos años con
alimentación fitoestrogénica y antiinflamatoria, suplementación,
ejercicio físico regular, apoyo emocional, cambios en el estilo de
vida e incluso terapia hormonal con estrógenos y progestágenos
(siempre y cuando su administración no suponga un problema).
Aspectos socioculturales de dejar atrás la menstruación
Nuestra generación sigue habitando en una era en la que el culto a la
belleza femenina está por delante de todo lo demás. Puedes cantar
bien, interpretar perfectamente, hablar fluidamente en público o ser
una estupenda experta en tu área, pero si eres guapa tendrás más
éxito. ¿Por qué? Porque la sociedad nos deja muy clarito desde
pequeñas que ser guapa es más importante que todas las demás
cosas que hagas bien.
En nuestra sociedad, cuando se habla del climaterio siempre se
menciona que es un proceso fisiológico y no patológico, pero lo cierto
es que si profundizamos un poco podemos observar que existe una
visión patológica y negativa generalizada de esta etapa y una
intención manifiesta de que hay que medicalizarla. La llegada de la
menopausia se asocia fuertemente a la pérdida y al envejecimiento
(y, amiga, el envejecimiento femenino es imperdonable).
En el contexto sociocultural de la sociedad occidental, la pérdida de la
juventud en el caso de las mujeres está indivisiblemente asociada a la
disminución del atractivo sexual, lo cual sutilmente nos coloca en un
lugar diferente, ya que si no somos seres sexualizables nuestro
estatus social no será el mismo.
Dependiendo de nuestro sector de actividad y del universo en el que
nos movamos, hacernos mayores puede poner en riesgo todo lo que
hemos conseguido hasta entonces. En el cine se ve muy claramente:
¿cuántas mujeres mayores de cincuenta conoces que interpreten
papeles protagonistas? Desgraciadamente, muy pocas, y no porque
no existan historias interesantes que merezcan ser contadas, sino
porque el papel de la mujer como símbolo en la esfera pública
disminuye —o desaparece— a medida que va cumpliendo años, y
dependiendo del sector esto ocurre antes o después. Cuando estaba
escribiendo este libro vi una entrevista que la actriz Meryl Streep
concedió en el programa de la BBC The Graham Norton Show. Fue
en el año 2015 y en ella confesaba que, en cuanto cumplió cuarenta
años, en menos de un año recibió tres ofertas para interpretar el
papel de bruja, y bromeaba con el hecho de que quizás eso era una
señal de cómo Hollywood ve a las mujeres cuando cumplen los
cuarenta.
¿Crees que estos mensajes más o menos sutiles no nos afectan
emocionalmente? Según un artículo publicado en 2016 en la revista
Matronas Profesión, «el duelo de la pérdida de la juventud está
relacionado con un incremento de los estados de ansiedad y
depresión en mujeres premenopáusicas, por miedo a un futuro
desconocido y por la presión social a la que están sometidas».
Cuando reflexionamos sobre cómo percibimos las mujeres la llegada
a esta etapa no debemos olvidarnos de a quién le hacemos esa
pregunta y cuál es su contexto, ya que la experiencia y el bienestar
psicoemocional al entrar en la menopausia dependen del
contexto social y de la representación que el climaterio tiene en
nuestro rincón del mundo. Por ejemplo, hay sociedades en las que
se percibe la menstruación como algo impuro o incluso como un
estigma social, en las que el hecho de dejar de menstruar es
evidentemente positivo: en primer lugar, para las propias mujeres, ya
que desaparece el riesgo de un nuevo embarazo no deseado, pero
también por cómo son vistas socialmente. En la India, según se relató
en un informe técnico elaborado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en 1981, las mujeres de la casta de los rajput cuando
menstrúan viven encerradas, ya que se consideran impuras, y
durante los años fértiles solo pueden relacionarse con los hombres
para procrear. Eso cambia cuando llegan al climaterio. Ante esta
realidad, la menopausia se muestra como un momento liberador y de
ascenso social.
En Micronesia, las mujeres ulithi solo están capacitadas y autorizadas
para practicar la hechicería y la magia cuando llegan a la etapa del
climaterio.
En las culturas en las que dejar de menstruar supone una liberación,
a veces se observa también que el envejecimiento aporta una
connotación positiva, puesto que simboliza sabiduría, y a partir de ese
momento las ancianas son respetadas y el cumplir años aumenta su
estatus social, por no hablar de la ventaja económica que supone no
tener que comprar productos de higiene íntima femenina.
A lo largo de este libro profundizaremos en lo que el climaterio implica
en nosotras y haremos un recorrido por las herramientas que pueden
ayudarnos a transitar este momento vital de la mejor manera posible.
La información es poder, y el propósito de este libro es que
aprendamos a conocer mejor todo lo que el climaterio ha venido a
enseñarnos para poder desmitificar esta etapa.
*
Ensalada proteica de rúcula, edamame y aguacate
 15 minutos
INGREDIENTES
[4 personas]
300 g de rúcula o berros
100 g de edamame cocido
1 aguacate
1 cebolla morada
150 g de bolitas de mozzarella (si te sientan mal
puedes sustituirlas por queso vegetal o sin
lactosa)
100 g de tomates cherry
1 limón
80 ml de aceite de oliva virgen extra
Sal
¡MANOS A LA OBRA!
Cortamos la cebolla muy picada y la dejamos en remojo durante 15
minutos en zumo de limón, para que pierda la fuerza. A continuación
cortamos también los tomates cherry y el aguacate por la mitad.
Disponemos el resto de los ingredientes en una ensaladera y
añadimos la vinagreta y, finalmente, la cebolla con el limón en el que
estaba macerada, aceite y sal.
BENEFICIOS
Esta receta contiene alimentos que aportan vitamina E (aceite de
oliva virgen extra y aguacate); calcio (rúcula, edamame, mozzarella),
que es fundamental para los huesos; y fibra (todas las verduras), para
el buen funcionamiento del tránsito intestinal. Esta ensalada, además,
nos aporta proteínas y vitaminas A, B, C, D y K.
Crema detox de chirivías y alcachofas
 20-25 minutosINGREDIENTES
[4 personas]
1 l de caldo de verduras
1 cebolla o chalota
1 puerro de tamaño mediano
100 g de chirivías
250 g de alcachofas frescas
1 cucharadita de cúrcuma
2 cucharaditas de miso
Pimienta recién molida
El zumo de ½ limón
Aceite de oliva virgen
Sal
Un puñadito de semillas de calabaza
¡MANOS A LA OBRA!
Lavamos bien el puerro, retirando la parte más fibrosa, y lo cortamos
en rodajas finas. A continuación pelamos la cebolla y la cortamos en
juliana. Ponemos una cazuela a fuego medio y añadimos aceite de
oliva. Cuando esté caliente, agregamos la cebolla, junto con el puerro
cortado, y los rehogamos. Mientras tanto pelamos las chirivías y las
cortamos en tacos uniformes. Después preparamos las alcachofas
retirando el tallo y las hojas exteriores, así como las puntas. Una vez
que tengamos los corazones, las cortamos en cuartos, las rociamos
con el zumo de limón y las reservamos. En cuanto la cebolla esté
*
transparente, agregamos las chirivías y las alcachofas. Rehogamos
durante unos minutos y añadimos el caldo. Dejamos que se cocine,
con la olla tapada, durante 15 minutos o hasta que las verduras estén
tiernas. Una vez que apaguemos el fuego, retiramos un poco de caldo
en un cuenco pequeño y le agregamos las dos cucharaditas de miso,
la cúrcuma y la pimienta, agitando hasta que quede bien disuelto, y
volvemos a añadirlo a la cazuela para que se mezcle con el resto de
las verduras.
Luego trituramos las verduras con una batidora eléctrica o un robot
de cocina. Posteriormente tendremos que colar la crema con un
colador chino para dejarla bien fina, ya que la alcachofa es muy
fibrosa. Una vez colada, servimos la crema en cuencos individuales
con un puñadito de semillas de calabaza.
BENEFICIOS
Esta receta es baja en calorías, antioxidante y antiinflamatoria (por su
contenido en cinarósidos y flavonoides) y es rica, también, en fibra,
vitaminas (A, B, C y E) y minerales (potasio, calcio, magnesio y
fósforo). Puede ser una buena elección cuando tenemos el colesterol
alto, ya que sus principios amargos contribuyen a la protección del
hígado y de la vesícula biliar.
Untable de almendras y açai
 30 minutos
INGREDIENTES
[2 personas]
200 g de almendras crudas
2 dátiles medjoul
1 cucharada sopera de açai en polvo
¡MANOS A LA OBRA!
Dejamos en remojo las almendras durante 12 horas y, tras descartar
el agua del remojo, las enjuagamos bien y retiramos la piel.
Para preparar esta receta necesitaremos un procesador de
alimentos o un robot de cocina. Introducimos todos los ingredientes
en el vaso mezclador y batimos durante unos 20 minutos, hasta que
obtengamos la consistencia que queramos. Una vez lista, servimos y
¡a disfrutar!
*
Zumo protector de mucosas
 10 minutos
INGREDIENTES
[1 persona]
2 zanahorias grandes
1 pepino
1 cucharada sopera de espino amarillo en polvo (o
un vaso de chupito de zumo concentrado de
espino amarillo, en caso de obtenerlo líquido)
¡MANOS A LA OBRA!
Si tenemos un extractor de jugo que separa la pulpa del zumo,
introducimos los alimentos previamente cortados y pelados por el
extremo correspondiente y a continuación añadimos en el vaso la
cucharada con el polvo o el chupito de espino amarillo.
Si, por el contrario, utilizamos una batidora tipo blender, lo haremos
de una forma algo distinta: añadimos los ingredientes con un poco de
agua, trituramos durante un par de minutos, hasta que el zumo esté
libre de grumos y, si lo vemos necesario, colamos la pulpa.
NOTA
Como veremos a lo largo del libro, el espino amarillo es un fruto rico
en vitaminas antioxidantes, sobre todo A y C, que fortalece nuestro
sistema inmunitario y nos protege la piel y, sobre todo, las mucosas
(el tejido interno del sistema gastrointestinal, la vagina, el útero o los
ojos).
CAPÍTULO 2
Del desconcierto al
empoderamiento
 A los veinte no tienes experiencia; luego la consigues, pero ya
no tienes veinte. A los treinta piensas que no puedes pararte a
tener hijos. A los cuarenta piensas que por qué no te has parado.
A los cincuenta corres el riesgo de volverte invisible. […] Es muy
difícil ser mujer a los veinte, a los treinta, a los cuarenta, a los
cincuenta, e intuyo que también a los cien.
Ana Milán en su discurso en la gala de Premios a la Mujer 10 de 2020
El climaterio es una etapa por la que pasamos todas las mujeres —
absolutamente todas—, independientemente de si hemos sido
madres o no. Es una fase nueva que nos transforma por dentro y por
fuera, que nos hace transitar por sus distintas capas (premenopausia,
perimenopausia y posmenopausia) y que, como ocurre con todas las
etapas nuevas de la vida, está llena de incertidumbre.
Esto es así porque la entrada al climaterio nos sitúa
arquetípicamente en otro papel en el mundo, un papel muy
poderoso pero al que quizás no estamos tan acostumbradas. El
sistema en el que vivimos nos valora por la belleza, la amabilidad, la
capacidad de aceptar con una sonrisa las acometidas de la vida. Las
fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual forman parte de la
bioquímica responsable de ponernos y quitarnos el velo de realidad
que nos hace aceptar o enfrentarnos simbólicamente al sistema y a
los papeles que nos otorga. Seguramente en algunos momentos del
ciclo o de la vida te has visto más resignada ante ciertas situaciones y
en otros más rebelde.
La llegada del climaterio lo pone todo patas arriba. Entra como un
elefante en una cacharrería a desmontarlo todo, a reordenarlo todo, a
hacer que nos lo cuestionemos todo. Quizás por ello el patriarcado no
le tiene especial cariño a esta etapa de la vida femenina. Para la
sociedad capitalista dejamos de ser la mujer hipersexualizada en fase
folicular perpetua, objeto de deseo, inocente, siempre sonriente y
complaciente para convertirnos en mujeres experimentadas y con las
cosas mucho más claras. Cuando entramos en el climaterio
encarnamos un arquetipo mucho menos dócil y complaciente, uno
que sabe muy bien lo que quiere y lo que no acepta bajo ningún
concepto.
El arquetipo de la mujer climatérica es el arquetipo de la mentora.
Una mentora de vida que con su experiencia ayuda a la
comunidad a no volver a cometer los mismos errores y nos sitúa
a todos en la vanguardia del conocimiento. Quizás leído así pueda
sonar como algo muy grande, pero para que una sociedad del
conocimiento avance —y, además, sea igualitaria en derechos y
libertades—, debe aprovechar la energía innovadora e incombustible
de la juventud y la sabiduría del climaterio. Si no, seremos una
sociedad con poca memoria histórica y fácilmente manipulable.
El climaterio es transformador porque nos trae lecciones de altísimo
valor. Para empezar, nos ofrece la posibilidad de romper con el
personaje con el que nos hemos identificado siempre (la mujer bella,
la mujer joven, la eterna aprendiz, la inocente, la Lolita…), y el vacío
que deja este personaje cuando se desvanece nos conecta con una
incertidumbre muy incómoda: «¿Y ahora quién soy?».
El conocimiento y la sabiduría otorgan poder
Y, a veces, ser conscientes de nuestro propio poder asusta, ya
que supone destapar un velo que nos hace comenzar a ver las
cosas de otra manera. Y, claro, actuar con coherencia bajo esta
nueva verdad —que, una vez que la vemos, ya no podemos
ignorar— no siempre es cómodo.
Esta nueva conciencia adquirida, cuando va acompañada de
unas buenas dosis de autoestima, tiene un alto impacto en el
entorno que nos rodea, y en ocasiones hasta puede poner en
riesgo el statu quo que mantiene las cosas como están. No es de
extrañar que muchas mujeres en esta etapa de la vida
cambiemos de trabajo, de pareja o incluso emprendamos
aventuras que nunca antes nos atrevimos a llevar a cabo.
Una entrada consciente en el climaterio pone en riesgo todo
aquello que no funciona a nuestro alrededor, sobre todo lo que
sabemos que no va bien pero aun así lo dejamos estar. Esta
etapa nos conecta con la magnificencia de lo femenino adulto y
la certeza —y también la seguridad— que surge tras abrazar
nuestro propio poder, que ya no necesita seguir las reglas
establecidas porquesiente una autovaloración única, fruto del
tiempo, de la biología femenina y, por supuesto, de la
experiencia.
 No me identifico con mi físico, no me identifico con el número
de kilos que aparecen en la báscula, ni con el color que está
adquiriendo mi cabello; no me identifico con aquella mujer que
ahora veo en el espejo, no me identifico con nada de esto en lo
que me estoy convirtiendo…
El primer impulso que observo en mi consulta cuando el climaterio se
acerca es el de querer conocerlo muy bien para intentar retrasarlo.
Hay que tener cuidado con esto, porque esconde una verdad amarga:
la no aceptación de la propia evolución del paso del tiempo.
Quizás alguna vez lo has pensado. Quizás todas lo hemos pensado
alguna vez: ¿podemos retrasar la menopausia?
¿Puede retrasarse la menopausia?
Seguro que te has hecho esta pregunta alguna vez. Quizás hasta
hayas buscado la respuesta en Google. Pero siento decirte que a
estas alturas de la película no podemos hacer mucho, al menos con
lo que sabemos hoy en día sobre el tema. Años atrás sí que
hubiésemos podido influir en la llegada del climaterio, por ejemplo,
cambiando nuestros hábitos de vida por unos que no hubieran
acelerado tanto nuestro envejecimiento celular (evitar el tabaco,
gestionar mejor el estrés, mantener una alimentación antiinflamatoria,
vivir en un entorno con baja contaminación, etcétera), aunque es
posible que cuando sí teníamos margen de acción lo
desconociéramos o que el concepto del climaterio no nos interesase
mucho.
La llegada de la menopausia la determinan nuestros genes y la
expresión de estos según el ambiente en el que hemos vivido
(genética y epigenética): por ejemplo, si tenemos antecedentes
familiares de menopausia temprana o de menopausia tardía o si
hemos sido fumadoras o no. Sea lo que sea, por ahora no hay dieta ni
«píldora mágica» que pueda retrasarla.
Sí es cierto que es un campo de estudio del que seguro que oiremos
hablar en las próximas décadas, porque hay investigaciones muy
prometedoras en torno a la longevidad, las células madre ováricas o
incluso los efectos de las reimplantaciones de tejido ovárico. Sin
embargo, antes de que comiencen a aplicarse, además de demostrar
su eficacia, se debe garantizar que estas técnicas son seguras para
nosotras.
Además, independientemente de lo que diga la evidencia científica
hasta el momento, ¿has pensado en lo que significa retrasar la
menopausia cuando esta llega de manera fisiológica y saludable?
¿Te imaginas a una niña pensando en cómo puede retrasar la
pubertad y alargar la infancia?
De hecho, piénsalo un momento: ¿se puede alargar la infancia?
Quizás la primera menstruación puede llegar a los nueve o a los
quince años, pero ¿crees que la menstruación (o el desarrollo del
pecho) es el único elemento significativo de esta etapa? ¿Y qué pasa
con todos los cambios psicológicos que acompañan a la pubertad?
No nos olvidemos de que la pubertad viene acompañada de una serie
de procesos que no solo nos cambian físicamente, sino que también
transforman nuestra manera de ver el mundo y nos encaminan hacia
la mujer que somos ahora. La pubertad supone la caída de un velo: el
velo de la inocencia de la infancia. ¿Crees que se es más niña con
quince o dieciséis años porque aún no se menstrúe? Traslademos
ahora todo este argumento al climaterio y a la resistencia que
socialmente tenemos contra él.
El cuento de Julia. Una metáfora del climaterio
Julia es una niña alegre y muy divertida.
Le encanta ir al colegio cada día y, aunque no todas las clases
le gustan, disfruta de su rutina y, sobre todo, disfruta
infinitamente de los recreos. Le encanta desayunar en familia,
que sus padres la mimen y divertirse con sus compañeros de
clase. Tiene muchas amigas y amigos con los que juega, ríe y
comparte. Es feliz y por momentos le gustaría que el tiempo se
parase, porque tiene todo lo que quiere. Para ella su vida es
absolutamente perfecta.
Hoy ha tenido una conversación con su madre que la ha
dejado muy preocupada. Eso que le han contado desde pequeña
sobre que las niñas en algún momento entran en la pubertad y
menstrúan puede sucederle a ella en cualquier momento, ya que
va a cumplir once años. Y aunque siente que nada ha cambiado
en su cuerpo, su madre lleva tiempo recordándole que el
momento se acerca.
Esta mañana su tía le ha regalado un libro sobre el ciclo
menstrual, y cuanto más lo hojea, más se angustia (cambios
físicos, cambios psicológicos…) y piensa: «Pero ¡dejaré de ser la
de siempre! A mí me gusta jugar con Lorenzo a ver quién salta
más alto, o con Berta a ver quién es más rápida. ¡No quiero
crecer! No quiero dejar de ir al colegio, ni de jugar con mis
amigas y amigos, quiero estar así siempre… Siempre…
¡SIEMPRE!».
Entonces Julia tiene una excelente idea: «Quizás si lo aprendo
TODO sobre el ciclo menstrual, la pubertad y la menarquia pueda
retrasar ese momento unos años o, quién sabe, ¡quizás consiga
retrasarlo para siempre!».
Entonces comienza a leer, leer y leer. «Volverse una experta
es muy duro.» Pero su motivación es tan grande que devora
todos los libros que encuentra en la biblioteca del colegio.
Un día, a la hora del recreo, su amiga Valentina le cuenta
mientras juegan que esa noche se ha despertado y la cama
estaba manchada, y que se ha asustado mucho porque no sabía
que la menstruación también podía ser marrón.
«¡Valentina ya tiene la regla! ¡No!», piensa Julia.
En cuanto Valentina explica ese suceso, Alicia admite que ella
ya lleva dos ciclos menstruando, que mancha muy poquito, pero
que su tía, que es ginecóloga, le ha dicho que aún no son reglas
regulares y que no se preocupe.
«Madre mía, ¡primero Valentina y ahora Alicia!» Julia percibe
una sensación de frío por la espalda al darse cuenta de que, por
más que estudia y estudia, no consigue dar con la clave que
retrase por completo su pubertad. Ha leído que el hecho de
comer menos y perder peso podría prorrogar su menstruación,
pero ella no solo quiere retrasarla: en el fondo quiere congelar
el tiempo y que su infancia dure para siempre.
«¿Es eso posible, o entrar en la pubertad es inevitable? ¿Por
qué tenemos que crecer? ¿Por qué las cosas tienen que cambiar
si son perfectas tal y como son? ¿Por qué no puedo ser pequeña
siempre, llevar el pelo despeinado y las rodillas raspadas, seguir
jugando en el recreo o ir a comer a casa de mi abuela todos los
viernes? A mí me gusta cómo soy, me gusta cómo es mi vida,
me gustan mis amigos.
No quiero cambiar nada. No quiero crecer.»
El climaterio es una etapa de cambio, y los cambios siempre vienen
acompañados de incertidumbre. A lo largo de los años que componen
esta etapa experimentamos alteraciones en el cuerpo y en las
emociones. Algunas mujeres llevan muy mal estos cambios y para
otras son una bendición. Si somos de las que se resisten a los
vaivenes, seguramente esta etapa nos resulte un poco convulsa. Para
algunas mujeres estos cambios pueden ser la señal que esperaban
para tomar las riendas de la situación y cuidarse más, pero para otras
pueden resultar una incomodidad manifiesta ante la que aparezcan
viejas inseguridades que dañen la autoestima.
La despedida de la menstruación es diferente para cada mujer.
Cuando se han vivido menorragias (reglas muy abundantes) o
dismenorreas (dolor menstrual intenso y hasta incapacitante), la
menopausia puede suponer un gran alivio. Para otras mujeres, en
cambio, la menstruación implicaba un momento muy personal durante
el cual poder bajar el ritmo y mimarse.
Dependiendo de cómo sea o haya sido nuestra experiencia menstrual
viviremos el duelo por haber dejado atrás esta etapa de una forma o
de otra. Un duelo que para algunas mujeres está más relacionado con
la toma de conciencia del paso del tiempo que con la propia
menstruación.
El estigma de la menopausia: una mina de oro para la
industria
La inseguridad femenina como ingrediente
La industria de la belleza es uno de los mecanismos más efectivos
que el sistema ha puesto en marcha para mantener controlado ese
poder femenino adulto e indómito que se despiertacon el climaterio.
Esta industria basa sus beneficios en un pilar fundamental: hacernos
sentir inseguras y mejorables. Así, a través de sus feroces campañas
de marketing nos prometen dos imposibles: el primero, parar la huella
del paso del tiempo; y el segundo, encajar eternamente en el canon
de belleza establecido. Eso es imposible, porque el canon de belleza
establecido para las mujeres no evoluciona con la edad, y cuantos
más años cumplimos, más nos alejamos de ese ideal (que incluso
siendo jóvenes es difícil de alcanzar): esa piel tersa e inmaculada,
ese aspecto eternamente joven, ese pelo perfecto libre de canas, ese
cuerpo delgado (normalmente por debajo de lo saludable) pero con
curvas (a pesar de la delgadez demandada), etcétera. Básicamente lo
que vemos todos los días y a todas horas en revistas, redes sociales,
carteles publicitarios o en la televisión.
 No estamos acostumbrados a ver cuerpos sin tratar en
pantalla. Estamos acostumbrados a ver solo cuerpos que han
sido entrenados. A las mujeres nos han lavado el cerebro, toda la
vida, para que odiemos nuestro cuerpo. Es un hecho: todo lo que
nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos y todo lo que
está mal en nosotras.
Emma Thompson en su discurso en la Berlinale de 2022
En su libro El mito de la belleza, Naomi Wolf escribe que las mujeres
ya no somos controlables de la misma forma en que lo fuimos en el
pasado. Hoy en día vivimos en la era de la información y ahora
estamos mucho más informadas que antes sobre cualquier aspecto
de la vida femenina, pero el sistema ha conseguido que nos
cuestionemos a nosotras mismas, para minar nuestra confianza y
detener en seco nuestra evolución personal, nuestra fortaleza o, dicho
de otro modo, aquello que se desarrolla como fruto de nuestra
experiencia. De este modo han conseguido que dirijamos la atención
a nuestras debilidades, es decir, a lo que nos falta o a lo que ya no
somos.
Cuando ponemos en duda quiénes somos en realidad estamos
iniciando un camino peligroso que nos hace muy vulnerables y que
nos destruye poco a poco la autoestima que hemos ido construyendo
con los años. Cuando ponemos en duda quiénes somos en realidad
iniciamos un camino que nos lleva a la irrelevancia y a la invisibilidad.
Y esto es realmente grave, porque en el momento en el que
perdemos la confianza en nosotras mismas soltamos el poder
que nos da la experiencia e intercambiamos sabiduría por miedo.
 Tratar de alcanzar un ideal poco realista de belleza perpetua
nos oprime y encorseta. Este ideal opera indistintamente en
ámbitos como el trabajo, la sexualidad, la cultura y, por
supuesto, la esfera privada, dando lugar a formas de violencia
continuadas hacia todas aquellas que no responden a los
cánones heteropatriarcales impuestos por el sistema normativo y
capitalista. También nos enfrenta a las mujeres entre nosotras:
las mujeres mayores son consideradas más experimentadas y
sabias, y las jóvenes, de alguna manera, les tienen miedo. Las
mujeres mayores temen a las mujeres más jóvenes debido a su
juventud e inocencia. Esto crea un ambiente tóxico que no
permite que las mujeres se reúnan y vivan armoniosamente esta
etapa.
Naomi Wolf en El mito de la belleza
La sobremedicación durante el climaterio
Curiosamente, el doctor Joseph-Jacques Gardanne, quien, como
comentamos en el capítulo anterior, comenzó a utilizar el término
menopausia en 1816, definía también esta etapa como «la edad
crítica». Desde ese momento hasta la actualidad comenzaron a
aparecer numerosos textos sobre menopausia y climaterio que han
contribuido a crear un estigma sobre esta etapa vital.
A partir de los años cincuenta, el discurso comenzó a cambiar y
surgió una corriente científica decidida a medicalizar ese proceso, es
decir, a medicar a mujeres sanas. Empezó una carrera desenfrenada
para «detener la menopausia», ya que esta se consideraba una
enfermedad hormonodeficiente femenina, evitable y curable mediante
la terapia hormonal sustitutiva (THS). El miedo a desarrollar
osteoporosis o problemas cardiovasculares y el deseo de retrasar la
vejez llevó a muchas mujeres y médicos a confiar en este tratamiento.
Años después comenzaron a aparecer estudios que indicaban que,
en mujeres con predisposición a desarrollar cáncer de mama o de
útero, el riesgo aumentaba con la ingesta de esta terapia basada en
estrógenos.
No es ninguna novedad que la salud femenina está
sobremedicalizada —ya lo estaba en los años cincuenta y sigue
siendo así en la actualidad— y no hay que ser muy sabia para darse
cuenta de que está íntimamente relacionada con los intereses de la
industria farmacéutica y tecnológica. La sobremedicalización es,
por definición, el acto de convertir en enfermedades los
procesos naturales y que la investigación se base casi
exclusivamente en la farmacología, por lo que se reduce a ir
directamente a tapar el síntoma, dejando a un lado las dimensiones
sociales y políticas que acompañan de forma inherente la salud de las
personas.
 En 1947 se plantean las primeras alarmas sobre el riesgo de
cáncer por el uso de estrógenos (American Journal Of Obstetrics
and Gynecology), y en 1966 un primer estudio desmiente las
bondades protectoras de la terapia. A pesar de ello, el mismo año
un ginecólogo llamado Robert Wilson escribe el libro Feminine
Forever («Femenina para siempre»), subvencionado por
diferentes laboratorios, que constituye una publicidad irresistible
que provoca que en 1975, solo en Estados Unidos, seis millones
de mujeres menopáusicas recurran a la THS. El reclamo, aparte
de sugerir que las mujeres menopáusicas ya no somos
femeninas, mezcla los conceptos de salud, belleza y juventud, en
una sociedad que invisibiliza a las mujeres maduras y que realza
la belleza como la mejor cualidad que una mujer puede tener.
Silvia Espinosa López en «Una historia para no olvidar: la terapia hormonal sustitutiva»
Se desconoce el número de mujeres sanas que han podido ser
víctimas por haber consumido THS en dosis altas y continuadas, pero
a finales de los años noventa se destapó el fraude de esta terapia
gracias a dos estudios con mujeres posmenopáusicas en la población
general, a las que se siguió durante más de dos años. Estos estudios
se financiaron con dinero público para evitar conflictos de intereses
con la industria farmacéutica, como sí había ocurrido en estudios
anteriores. Se llamaron HERS I y HERS II y se llevaron a cabo con
mujeres que ya habían padecido problemas cardiovasculares y a las
que se administró placebo y terapia hormonal con estrógenos y
progestágenos (es decir, TSH). Este estudio estaba planificado para
evaluar el efecto en cada grupo de mujeres durante cuatro años y
medio, pero tuvo que suspenderse en la mitad de tiempo debido al
aumento de fenómenos trombóticos (es decir, trastornos que implican
la formación de coágulos en el sistema circulatorio) y a un incremento
de mortalidad por infartos de miocardio entre las mujeres que tomaron
THS, en mayor número que entre las que tomaron el placebo. La
promesa de que este tratamiento podría mejorar los problemas
cardiovasculares quedó desmentida en 2002 con el HERS II.
Unos años antes, a principios de los noventa, la cardióloga Bernadine
Healy impulsó un proyecto pionero hasta la fecha, llamado Women’s
Health Initiative, en el Instituto Nacional de Salud (NIH), la principal
agencia del Gobierno de Estados Unidos responsable de la
investigación biomédica y de salud pública. Este proyecto ha
conseguido derrumbar los mitos sobre la THS y contribuir al
desarrollo de la ciencia médica, teniendo en cuenta precisamente las
necesidades y los intereses de las mujeres, alejándose del tradicional
enfoque patológico orientado al síntoma de años anteriores. ¡Y quién
sabe si también salvará vidas!
Hoy en día no se prescribe la THS a la población general de mujeres
sanas, ni con las mismas dosis que antes. Únicamente se recomienda
de manera individualizada y estrechamente supervisada por un
especialista que controla los posibles riesgos: tumores que pueden
desarrollarse por la acción

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