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ÍNDICE Portada Sinopsis Portadilla Dedicatoria Prólogo Introducción Un recorrido desde la desvinculación absoluta hasta la necesidad de resignificación del término 1. Transición hacia una nueva revolución hormonal invisible ¿Qué tienen en común una orca o una elefanta y una humana? Un recorrido por la historia del término desde la Antigüedad hasta nuestros días Hablemos con propiedad: ¿qué es menopausia y qué es climaterio? Tipos de climaterio Aspectos socioculturales de dejar atrás la menstruación Ensalada proteica de rúcula, edamame y aguacate Crema detox de chirivías y alcachofas Untable de almendras y açai Zumo protector de mucosas 2. Del desconcierto al empoderamiento ¿Puede retrasarse la menopausia? El estigma de la menopausia: una mina de oro para la industria El autocuidado como estrategia de salud Revuelto de setas shiitake y maitake con salmón salvaje ahumado Ensalada fresca de tofu ahumado a la plancha Crema de zanahoria, lentejas rojas y jengibre Salteado verde de brócoli, edamame y mijo 3. Evolución hormonal. Yo cambio, mi cuerpo cambia ¿Qué le está pasando a tu cuerpo? Paté de boniato Paté de shiitake Crema de calabacín y albahaca Tabulé sin gluten 4. El cuidado de la salud ósea Los huesos, mucho más que nuestro sostén Porridge de amaranto con albaricoque, melocotón y frambuesas Porridge de quinoa con cacao puro, canela y plátano Nutrientes esenciales para los huesos El estilo de vida, la clave del autocuidado Ensalada de arroz salvaje con setas maitake Hummus de guisantes 5. Abordar el climaterio con perspectiva naturista El papel de las plantas y los fitoestrógenos Terapias alternativas La importancia del estilo de vida El cuidado natural de la vulva y la vagina Aceite aromático de salvia Mascarilla capilar de fenogreco Mascarilla de aceite para hidratar el cabello con las primeras canas Sales estimulantes de baño (o ducha) 6. La microbiota: la acción de las bacterias durante el climaterio El papel de la microbiota en el climaterio Diez hábitos y rutinas para cuidar la microbiota cuando más lo necesites Ensalada prebiótica de patata enfriada Zumo probiótico de melón y hierbabuena Zumo depurativo y probiótico de kale Poke bowl con tamari o salsa de soja Y a partir de ahora, ¿qué? La vitalidad. La necesidad de reaprender a manejar la energía Un repaso de las claves que debes tener en cuenta de hoy en adelante Y aquí nos soltamos de la mano Bibliografía Agradecimientos Créditos Gracias por adquirir este eBook Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura ¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos! Primeros capítulos Fragmentos de próximas publicaciones Clubs de lectura con los autores Concursos, sorteos y promociones Participa en presentaciones de libros Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales: Explora Descubre Comparte https://www.planetadelibros.com/?b=ebook https://www.planetadelibros.com/formregistro?b=ebook https://www.planetadelibros.com/formregistro?b=ebook https://www.facebook.com/Planetadelibros https://twitter.com/Planetadelibros https://www.instagram.com/planetadelibros https://www.youtube.com/user/planetadelibros https://www.linkedin.com/company/planetadelibros SINOPSIS A partir de los 45 años las mujeres nos adentramos en una nueva etapa de la vida. Este periodo, que recibe el nombre de climaterio, se caracteriza por la transformación hormonal, física y emocional. Así como en la pubertad nuestro cuerpo hizo todo un proceso de transición hacia la primera menstruación, en el climaterio se prepara para traspasar y dejar atrás la última. Pero la menopausia no debería generarnos miedo ni incertidumbre, y en modo alguno estar vinculada a la vejez. Para que podamos vivir esta fase desde la serenidad que da el pleno conocimiento, Marta León nos muestra los cambios biológicos que experimentamos, junto con los cuidados esenciales que debemos proporcionarnos y las necesidades alimenticias que nos conviene cubrir, años antes de iniciar este periodo vital, para que podamos transitarlo cuando llegue de la mejor manera posible. Con todo ello contribuye, y contribuimos nosotras mismas, a algo tan urgente como básico: dar visibilidad al climaterio, descubrir lo que esta etapa trae para nosotras y aceptar como propia esta nueva revolución hormonal. Incluye 24 recetas ideales para el climaterio. A todas mis pacientes, que con sus casos me inspiran para ser mejor profesional y divulgadora cada día PRÓLOGO Por la doctora Miriam Al Adib Mendiri Ginecóloga y escritora Conocí hace unos años a Marta por medio de las redes sociales. Coincidimos en algunos eventos virtuales como ponentes, hicimos algunos directos en Instagram y finalmente nos desvirtualizamos en Barcelona cuando presenté allí mi primer libro. Ambas compartimos la forma de entender la salud femenina, y por eso, a pesar de la distancia, hemos mantenido el contacto, hasta el punto de que cuando regresé a Barcelona quise que fuera ella la que presentara mis nuevos libros, y ahora Marta ha querido que yo participara en el prólogo del suyo. ¡Qué honor! Admiro no solo su trabajo, sino también la gran mujer que es: de una amabilidad y un trato exquisitos, con las ideas muy claras, y que siempre deja entrever su generosidad y su pasión por ayudar a las mujeres a mejorar su salud con la alimentación, el autoconocimiento y los autocuidados. Aparte de su labor divulgativa en redes sociales, cursos, ponencias y talleres, ya nos atrapó con su primer libro, todo un exitazo, y ahora vuelve a hacerlo con esta necesaria obra para las mujeres mayores de cuarenta años; el libro con el que ella soñaba desde que escribió el anterior, ya que no pudo dedicarle a la menopausia todo el espacio que cree que merecía. A lo largo de sus páginas no solo nos habla de alimentación, sino que también nos invita a la reflexión, nos ayuda a conocernos mejor, a romper con los estereotipos, a desmitificar la idea de menopausia como sinónimo de ocaso de la feminidad. Gracias a su larga experiencia trabajando con mujeres, tiene muy claros todos los mitos y tabúes que hay que desterrar: con ella de la mano vas a poder resignificar la menopausia, ¡toda una revolución! Te quedará claro que la menopausia no es pulsar un botón y que, de un día para otro, la vida entre en su ocaso. ¡Para nada! Con la edad vamos siendo más conscientes de que hay días de todos los colores posibles; los hay buenos, malos, neutros, tal como es la vida misma, pero desde la última menstruación todavía nos quedan muchos colores, un larguísimo camino por andar. Nos queda mucho por aprender, por vivir, por sentir…, y, sobre todo, mucho por disfrutar de la vida. INTRODUCCIÓN Bienvenida a este libro. Para mí es un placer saber que estás al otro lado de estas páginas, porque esto significa que este tema no solo te interesa, sino que en el fondo también te resistes a quedarte con la escueta información sobre menopausia que nos llega. Y esa es precisamente la motivación que me ha hecho escribir este libro. A las pocas semanas de publicar mi anterior trabajo, Alimentación y salud femenina. Cuida tus hormonas comiendo rico, comencé a soñar con este libro, y en la consulta cada vez más mujeres me pedían que ampliara el contenido sobre el climaterio, ya que en mi libro anterior solo trataba este tema en el último capítulo, dedicado a la «última regla». Así que me propuse un objetivo para este manuscrito que hoy lees: ayudar a cambiar la concepción de la palabra menopausia —un término con el que no nos identificamos— y contribuir a convertirla en un concepto integrativo para que a partir de los cuarenta años lo sintamos como propio. Lo hemos conseguido con la palabra menstruación, que antes apenas se pronunciaba fuera del entorno ginecológico y que ahora está perdiendo cada vez más la connotación negativa y obscena a la que una vez fue relegada. Un recorrido desde la desvinculación absoluta hasta la necesidad de resignificación del término menopausia Enmi sueño, este libro contribuía a desvincular el concepto de menopausia del de vejez. Los tiempos han cambiado y, debido al aumento de la esperanza de vida femenina —ahora, en España, por ejemplo, es de ochenta y siete años—, la menopausia se merece tener un espacio diferente en la sociedad. Ya no se da en el ocaso de la vida, sino más bien en el ecuador, en torno a los cincuenta años. Sin embargo, a pesar de ese cambio, seguimos asociando este término con el de vejez y lo relegamos a la invisibilidad y al tabú. Párate a pensar un momento en cómo concibes esta etapa de la vida femenina: cómo se ha hablado de la menopausia en tu casa, en tu lugar de trabajo o en tu círculo de amigas y amigos. ¿La has mencionado? ¿Has comentado con tu círculo más íntimo experiencias sobre la menopausia, ya sean propias o de otras mujeres, alguna vez? En muchos casos ni siquiera tiene un lugar en el imaginario colectivo, lo que nos envía un mensaje muy claro: la menopausia es invisible y solo le atañe a quien la vive (y en el momento en el que se vive). Hoy en día este término sigue encontrando un contexto muy hostil para existir, ya que, además de estar muy denostado y carecer de referentes, viene acompañado de la desazón de la «pérdida de juventud». No importa que no quieras tener hijos en este momento: saber que a partir de entonces tu fertilidad quedará disminuida puede dar cierta sensación de nostalgia, porque una cosa es no querer (seguimos siendo el sujeto activo de la oración) y otra muy distinta es no poder. Además, la constante apología de la juventud con la que nos bombardea la industria de la belleza tampoco ayuda. Esta industria, que mueve miles de millones al año, fundamenta la totalidad de sus beneficios en fomentar nuestras inseguridades. Cuanta menos autoestima tengamos, más fácil será inocular el deseo de cambiar lo que somos, y aquí han encontrado un filón con las mujeres mayores de cuarenta años, que son quienes más consumen este tipo de productos. Retocar esto de aquí o reafirmar aquello de allá para conseguir un cuerpo normativo es una constante que, a pesar de las crisis, sigue creciendo año tras año. Esta perversa forma oculta de marketing no podría funcionar sin la ayuda de los medios de comunicación, el cine o cualquier plataforma en la que veamos mujeres. Si echamos un vistazo a las carteleras de cine, a los programas de televisión o a los telediarios, ¿a cuántas mujeres mayores de cuarenta encontramos? ¿Y mayores de cincuenta? ¿Por qué pasada esa edad desaparecemos del mapa? No solo es que no hablemos del climaterio, sino que ni siquiera permitimos que haya referentes de esas edades, y las que consiguen quedarse no aparentan la edad que tienen «gracias a los retoques de este u otro cirujano plástico». ¿Serías capaz de nombrar tres películas o series en las que aparezca algún personaje que esté pasando por el climaterio? Cuando comencé a recopilar información sobre este tema, hace más de una década, para mis talleres y charlas sobre salud femenina, me di cuenta de que esta etapa es casi invisible para la sociedad y de que, más allá de los signos que todas conocemos y que empeoran nuestra vida (sofocos, disminución de la libido, aumento de peso…), casi no sabemos nada de lo que esta fase vital nos aporta. Observé que habíamos perdido completamente la «propiedad» de las palabras climaterio y menopausia; palabras que nos pertenecen a las mujeres y de las que, desgraciadamente, nos sentimos completamente desvinculadas. Una amiga mía suele decir que cuando las influencers entren en la etapa de la menopausia todo esto cambiará y que en los medios se comenzará a hablar más sobre ello. Ojalá que así sea y que podamos recuperarlas, porque solo nosotras podemos hacerlo. La sociedad en la que vivimos apenas le da espacio de reflexión, a pesar de que solo en España más de once millones y medio de mujeres estén pasando ahora mismo por esta fase de transición hormonal. ¿Qué pasaría si fuéramos nosotras las que le diéramos ese espacio de reflexión? Te lo digo: sería la revolución. Llevo trabajando con mujeres más de una década y puedo decirte que, una vez que cumplimos los cuarenta o los cuarenta y cinco años, una de las palabras que más horror suscita en mi consulta es menopausia. Cuando somos conscientes por primera vez de que ya estamos en esta nueva etapa, muchas veces surge el enfado, la frustración, la sensación de impotencia o de duelo y tristeza. Y, en ocasiones, también de curiosidad, aunque para eso hemos tenido que estar en contacto con las experiencias de otras mujeres. Y tú, ¿qué piensas cuando oyes la palabra menopausia? ¿Te animas a que juntas, poco a poco, vayamos cambiando la percepción de este término y aprendiendo más sobre él? Y, sobre todo, ¿te animas a comer rico mientras lo hacemos? Pasa la página, que comenzamos la aventura. Bienvenida de nuevo. CAPÍTULO 1 Transición hacia una nueva revolución hormonal invisible La primera vez que oí a José Luis Sampedro decir la frase «El tiempo no es oro; el tiempo es vida» reflexioné sobre ese constante cambio, esa perpetua evolución que vivimos sin darnos cuenta. Si te fijas, la primera parte de la frase nos dice que el tiempo no tiene el mismo valor que el oro, ya que el oro no es perecedero (se puede preservar) y tiene un valor más o menos estable en los mercados. El tiempo, por el contrario, se agota cada día que pasa y es más valioso porque cada día que vivimos nos queda menos. Es más, no podemos comprar tiempo con el oro. La segunda parte de esta cita, «el tiempo es vida», es la que más me gusta, porque me trae a la mente el regalo que constantemente nos da el tiempo y que ni con todo el oro del mundo podríamos comprar: la experiencia. El tiempo nos facilita un intercambio sencillo: nosotras vemos pasar el tiempo mientras vivimos nuestra vida y, a cambio, la vida nos regala experiencia y sabiduría. Tras cada arruga hay un aprendizaje; tras cada cicatriz hay una historia; tras cada año hay una estela de altos y bajos vitales que conforman la persona que somos ahora. No serías quien eres si no hubieras pasado por todas las facilidades y las dificultades que te han traído al momento presente en el que sostienes este libro. No somos las mismas que hace diez o veinte años: somos mucho mejores, gracias al regalo que nos ha dado el tiempo. No obstante, en el caso de las mujeres este gran valor que nos regala el tiempo parece invisibilizado. Únicamente prestamos atención a la «pérdida de la belleza» con el paso del tiempo —y, bueno, esto es muy relativo, porque no perdemos belleza con los años, sino juventud — y centramos nuestro pensamiento en lo que nos falta, en lo que ya no será. Esta etapa que, en definitiva, concebimos desde la escasez, no nos deja ver la gran ventaja evolutiva que nos da el tiempo. ¿Te preguntas cuál es? La respuesta la encontramos en la naturaleza, y en especial en las mamíferas longevas (humanas o no humanas). ¿Qué tienen en común una orca o una elefanta y una humana? ¿Te has fijado alguna vez en que hay muy pocos animales que sigan vivos después de su etapa reproductiva? Normalmente la vida mamífera está centrada en la reproducción y la perpetuación de las especies, o al menos así nos lo contaron en el colegio. Generalmente el periodo de tiempo que transcurre desde que una mamífera nace hasta su «pubertad» es muy corto, y en cuanto deja de poder reproducirse su esperanza de vida se reduce bastante. Sin embargo, esto no es así en el caso de los seres humanos (y de alguna que otra especie mamífera marina como la orca, que también puede vivir décadas después de su última reproducción). En nuestro caso, el de las mujeres mamíferas humanas, el periodo de tiempo que transcurre desde que dejamos de ser fértiles hasta que finaliza nuestra esperanza de vida es de 30-45 años. ¿No crees que es cuando menos curioso que seamos de las pocas especies terrestres que tienen esta capacidad? ¿Sabes qué otra especie también la tiene? La elefanta. Quizás no lo sabías, pero las elefantas, aunque no tienenuna menopausia clara, son muy longevas (su esperanza de vida puede alcanzar los ochenta años) y pueden llegar a vivir hasta diecisiete años más después de su etapa fértil. Cuando estaba escribiendo este libro debatía con Pau Oller — profesor y amigo— sobre este tema y filosofábamos sobre qué ventaja evolutiva puede tener que la especie humana perdure más allá del propósito reproductivo de los mamíferos. Hablamos sobre una hipótesis que atribuye este hecho a la gran disponibilidad energética y a la mejora de la calidad de vida que tenemos en nuestra época. Es cierto que la esperanza de vida de las mujeres ha aumentado si la comparamos con otras épocas, pero si esta fuera la única explicación esto también debería ocurrir con otras especies de mamíferos, como, por ejemplo, las perras, que pasaron de ser salvajes a vivir con los humanos en casas con comida, cariño y cuidados veterinarios, y a pesar de ello no existe la menopausia canina. Hay otra hipótesis, llamada «la hipótesis de la abuela», que respalda la importancia del papel de las hembras mayores en algunas especies en lo que se refiere al bienestar y a la supervivencia del grupo. Por ejemplo, en el caso de las elefantas se ha observado que la presencia de una estructura matriarcal en la que las abuelas tienen un papel activo de ayuda a la sociedad pone en evidencia una reproducción mejorada de las hijas (las hijas elefantas dejan pasar más tiempo de recuperación física entre cría y cría) y una tasa más alta de supervivencia de las crías. Sin embargo, todavía faltan datos cuantitativos específicos que prueben la hipótesis de la abuela en especies longevas. ¿Es posible que vivir décadas después de nuestra edad reproductiva en el fondo suponga una ventaja evolutiva? ¿Qué pasaría si mirásemos más allá y pensáramos en lo que significa para nuestra especie humana que las mujeres pasemos por el climaterio? Puede ser que el hecho de dejar de menstruar —y de emplear la energía en engendrar— décadas antes de que se cumpla nuestra esperanza de vida nos traiga una nueva posibilidad: la de invertir de nuevo la energía en la comunidad y no tanto en nuestro núcleo más estrecho. Cuando atravesamos el climaterio, en la mayoría de los casos los hijos ya no son bebés (quizás sigan siendo niños, pero ya no requerirán el mismo nivel de atención que antes) y nuestro propósito vital ha cobrado otras dimensiones, e incluso puede ser que haya cambiado completamente si lo comparamos con el que teníamos una década o dos antes. También puede que incluso tengamos una mejor posición social, mayor libertad financiera, más experiencia laboral y, sobre todo, mucho más bagaje vital. Podemos usar ese conocimiento sobre la vida al servicio de nuestro bienestar y placer —puesto que, cuanto más nos conocemos, más fácil es moldear poco a poco la vida que queremos— y al servicio de la comunidad. Los años nos quitan elasticidad en los tejidos, pero a cambio nos dan mucha mucha sabiduría. Un recorrido por la historia del término desde la Antigüedad hasta nuestros días La menopausia es un hecho conocido desde tiempos remotos. Según algunos historiadores, se encuentran referencias de este fenómeno en papiros egipcios, en los que las mujeres posmenopáusicas se señalaban como mujeres «blancas», en contraposición con las mujeres «rojas», que eran las que aún menstruaban. También en la Biblia aparece una alusión al climaterio en el Génesis 18, 11: «Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres». Aecio de Amida, médico brillante y escritor bizantino, ya escribió hacia el año 500 a. C. que la sangre menstrual cesaba a los cincuenta años, e incluso Hipócrates y Aristóteles también dejaron por escrito que los ciclos menstruales finalizaban alrededor de los cincuenta años, por lo que realmente esta edad lleva considerándose desde tiempos remotos como el umbral natural de la menopausia, aunque la esperanza de vida fuera menor a la de nuestros días. La civilización pagana relacionó la menopausia con la espiritualidad de forma similar a como lo hicieron la tradición hebrea, la judeocristiana e incluso las culturas latinoamericanas precolombinas. De hecho, en algunas culturas se consideraba que cuando las mujeres dejábamos de menstruar podíamos adquirir otros papeles en la comunidad (consejo de sabias, chamanas, guías espirituales, transmisoras de los legados o líderes de la comunidad). Durante la Edad Media, la menopausia fue ignorada e incluso relacionada con supersticiones en las que las mujeres no salíamos muy bien paradas. No volvió a hablarse de ella hasta el siglo XVIII, concretamente el año 1710, cuando Simon Daniel Titius publicó una tesis en la Universidad de Magdeburgo titulada «Cessation Menstruorum». De igual manera, otros médicos de la época, como John Freind o John Fothergill, la estudiaron y establecieron la edad en torno a los cincuenta años como fecha de inicio de la menopausia en el cuerpo femenino, coincidiendo con los médicos de la Antigüedad. Cabe resaltar que en esos años la menopausia no se estudiaba como tal y que las escasas prácticas médicas que abordaban la salud femenina se centraban casi exclusivamente en tratar de retrasar el envejecimiento, ya que el estatus de la mujer dependía más de su atractivo que de otros determinantes sociales. Posteriormente, no fue hasta después de la Revolución francesa cuando comenzaron a registrarse investigaciones relacionadas con los trastornos menopáusicos, que en aquel momento se interpretaban como una expresión de enfermedad fruto de la tensión social que recaía principalmente en las mujeres. El término menopausia apareció en 1816, con Joseph-Jacques Gardanne, que empezó a utilizar la palabra ménespause, que posteriormente pasó a ser ménopause. Encontramos su origen etimológico en el griego: μηνóς («mes») y παûσις («cesación»). El término climaterio deriva de la palabra griega κλιμακτńρ («escalón»), que también significa «periodo crítico». Un mito de la menopausia es pensar que de repente se pierde nuestra feminidad y que hemos dejado de ser mujeres o tan mujeres, junto con la tendencia a tratar este momento natural como una enfermedad. No es una enfermedad, sino una etapa más en la vida. Al haber un cambio hormonal importante hay mujeres que lo acusan más que otras, pero de igual forma que la adolescencia no es una enfermedad en ningún caso, a pesar de haber una guerra hormonal tremenda, la menopausia tampoco lo es. Ana Hurtado, actriz española Hablemos con propiedad: ¿qué es menopausia y qué es climaterio? Aunque comúnmente hablamos de menopausia cuando nos referimos a los últimos años menstruales, realmente la menopausia natural se define en ginecología como el último año de la menstruación. Por este motivo, solo sabremos que hemos llegado a la menopausia una vez que hayamos pasado un año completo sin menstruar (es decir, en amenorrea). Sin embargo, lo que muchas mujeres desconocen es que nuestras hormonas nos darán muchas pistas de que este momento va a llegar años antes de que el ciclo menstrual se detenga, y continuarán haciéndolo años después. A esta etapa no se la llama menopausia, sino climaterio, y es nuestra segunda pubertad. Se conoce como climaterio el periodo de tiempo en el que se producen todas estas manifestaciones físicas y emocionales. Esta etapa se compone de tres momentos importantes: perimenopausia, menopausia y posmenopausia. Es importante tener en cuenta que estas fases no llegan de un día para otro: al igual que nuestro cuerpo hizo todo un proceso de transición en la pubertad hacia la primera menstruación, con el climaterio estamos acercándonos a la última. Seguro que recuerdas cómo, cuando tenías diez o doce años, comenzaron lentamente a sobrevenir los cambios: empezaron a aparecer vello, granitos o incluso acné, el crecimiento se ralentizó, viste cómo te crecían los pechos, el cuerpo te cambió y, aunque ahora quizás ya no lo recuerdes, tu mundo emocional también se convulsionó. Esta segunda pubertad tampoco aparece derepente, sino que comienza a manifestarse años antes de la última regla. De hecho, se estima que comienza entre los cuarenta y los cuarenta y tres años y que puede durar hasta los sesenta y cinco años, aproximadamente. Es importante que nos familiaricemos con el término climaterio, ya que nos acompañará en esta transformación hormonal, física y emocional durante años; antes, durante y después de la menopausia. La perimenopausia es el periodo de tiempo previo y posterior a la menopausia en el que comienzan a sucederse todos los cambios hormonales que han hecho famosa esta etapa. Eso no quiere decir que todas pasemos por las mismas manifestaciones, porque cada climaterio es único, pero sí es cierto que es la época más convulsa. Suele aparecer en torno a los cuarenta y seis años, dependiendo de cada mujer, y puede durar hasta un año después del cese de la menstruación. En la siguiente imagen verás más claramente las distintas fases que atravesamos a lo largo de esta etapa vital. IMPORTANTE Si comenzamos a experimentar alteraciones en nuestra experiencia menstrual durante más de tres ciclos consecutivos antes de los cuarenta y cinco años es recomendable que acudamos a nuestra ginecóloga de confianza para revisar qué puede estar ocurriendo y descartar una menopausia precoz o una insuficiencia ovárica prematura. ¿Puede una prueba decirme si ya soy una mujer climatérica? Absolutamente no. Ninguna prueba por sí sola puede decirnos que ya hemos entrado en esta etapa. Piensa que un análisis de sangre nos ofrece la foto de un momento, no la realidad absoluta. Para hacer un buen diagnóstico de cualquier patología, desequilibrio hormonal o incluso etapa vital deben coincidir las pruebas analíticas, los reconocimientos físicos y la historia clínica, por lo que si recientemente te has hecho un análisis de sangre y, por ejemplo, tus niveles de FSH están elevados, o tu AMH es baja, pero tu experiencia menstrual no muestra cambios e incluso percibes la ovulación cada ciclo, no tiene por qué significar que tu menstruación va a desaparecer. Sí que habrá que contextualizar el porqué de esa alteración. Fases de transición al climaterio Premenopausia (antes del climaterio) Perimenopausia Menopausia Posmenopausia Ciclo menstrual Ciclos menstruales regulares (no se aprecian Comienzan a aparecer diferencias con respecto a la El primer año que pasamos en amenorrea, Ausencia completa de ovulación y de menstruación. cambios significativos en la duración del ciclo). duración habitual (al principio pueden ser ciclos más cortos y luego ciclos más largos, de incluso 60 días). es decir, sin menstruar. Fertilidad Seguimos en edad fértil, por lo que sigue siendo posible el embarazo. Nuestra reserva ovárica es baja. Los cambios hormonales hacen difícil, pero no imposible, que nos quedemos embarazadas. Aunque en este tiempo no menstruamos, se recomienda seguir cuidando nuestra fertilidad si no queremos tener hijos. No hay posibilidad de embarazo. Edad en que se inicia esta etapa (NOTA: todas las edades son orientativas) La premenopausia hace alusión a un periodo inespecífico a partir de los 40 años, previo al climaterio, y al inicio de sus signos. Suele durar unos cuatro años, desde los 45-49 años hasta un año después de la menopausia. La edad media se sitúa en torno a los 50 años. Desde la menopausia hasta los 60-65 años, dependiendo de cada mujer. Cambios en las analíticas La hormona antimülleriana (AMH) comienza a disminuir a partir de los 35- 38 años. AMH muy baja. La hormona foliculoestimulante (FSH) se eleva entre el segundo y el cuarto día del ciclo. FSH elevada entre el segundo y el cuarto día del ciclo. La prolactina disminuye. Estrógenos y progesterona disminuyen y aumenta el colesterol total, el colesterol-LDL y los triglicéridos. Amenorrea. Sangrado menstrual Sangrado menstrual ligeramente diferente (menos o más abundante). Cambios notorios en el patrón de sangrado (menstruaciones más cortas o largas). Temperatura basal Cambios en la temperatura basal a lo largo del ciclo menstrual, que indican que se ha producido la ovulación. Alteraciones en la gráfica de temperatura basal propias de ciclos anovulatorios. No hay fluctuaciones en la temperatura a lo largo de las semanas. Cambios metabólicos Tiroides: a partir de los 40 años el número de casos de hipotiroidismo diagnosticados aumenta. Es recomendable comenzar a hacer controles periódicos, aunque no se detecten síntomas evidentes. Disminución del gasto energético. Pérdida de masa muscular y aumento de grasa visceral en la zona abdominal. Resistencia a la insulina: existe una correlación entre la deficiencia de estrógenos y la disfunción metabólica, lo que contribuye al desarrollo de la diabetes tipo 2 y la obesidad. El descenso de los estrógenos produce un aumento de las células encargadas de almacenar la energía en forma de grasa (adipocitos), así como cambios en la distribución de la grasa. Si los estrógenos disminuyen, la grasa se almacena en el abdomen en lugar de en caderas y pechos. Flujo vaginal Durante la ovulación percibimos un flujo ovulatorio con aspecto similar a la clara de huevo cruda. Dificultades para percibir el flujo ovulatorio (hay ciclos en los que se aprecia y otros en los que no). Sensación de «braguita seca» todo el mes y sequedad durante el coito. A medida que disminuyen los niveles de estrógenos en sangre, los tejidos de la vagina y de la uretra se hacen más finos y secos. Esto puede producir sequedad, irritación vaginal o incluso dolor durante el coito. Sueño Durante la transición a la menopausia algunas mujeres comienzan a tener problemas para dormir o descansar profundamente, independientemente de los sudores nocturnos y de convivir con la sensación de cansancio desde por la mañana. Sistema circulatorio Puede subir la tensión arterial. Posible aparición de varices. Sistema inmunitario Comienzan a producirse niveles más altos de citocinas inflamatorias circulantes, como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF- alfa). Ambos son signos de inflamación. Los niveles bajos de estrógenos parecen estar asociados con un sistema inmunitario más débil. La respuesta inmunitaria a la infección es más lenta cuando existe deficiencia de estrógenos. Esta se asocia con reducciones en el número de linfocitos, citoquinas y mediadores celulares involucrados en la respuesta inflamatoria. Cambios sensoriales Cambios en el gusto y en el olfato (mayor capacidad sensitiva). Mayor sensibilidad al dolor. La mejor noticia acerca de la menopausia es que estamos en una época, ahora más que nunca en la historia, en la que la mujer vive lo suficiente como para experimentarla. Estelle Fuchs, autora del libro La segunda edad En la época victoriana se consideraba a las mujeres como seres exclusivamente procreadores. Si has leído un poco de historia habrás comprobado que la capacidad de engendrar y parir nos ha relegado a un papel en el que tenemos pocos derechos y muchos deberes a lo largo de todas las épocas. Y, sin embargo, el hecho de que los años reproductivos ocupen menos de la mitad de la vida de las mujeres ya nos indica que somos mucho más que seres vivos con capacidad reproductora. Si nuestra esperanza de vida hoy en día es de aproximadamente ochenta y cinco años y la vida fértil femenina tiene una duración de aproximadamente treinta y cinco o cuarenta años, estaremos muchos más años sin menstruar que haciéndolo. Imagen representativa de lo que ocupa en nuestra vida cada una de las etapas vitales. Es curioso observar que, a pesar de que el climaterio aparece en el ecuador de la vida, cuando buscamos información sobre esta etapa encontramos infinidad de imágenes y textos que nos dan a entender que este periodo vital es prácticamente nuestro ocaso como mujeres. Esto es una prueba evidente del desconocimiento y de la falta de testimonios de la edad climatérica (testimonios más allá de los sofocos, que nos hablen de experiencias vitales de plenitud para poder entraren esta fase con aceptación y conciencia), que aún necesitamos recoger. Parece que tenemos que transitar por esta fase vital para darnos cuenta por fin de que el climaterio es un momento de cambio, no de vejez. Podemos observar también diferencias en cuanto a la concepción de la menopausia entre la visión biomédica y la visión antropológica. Según la biomedicina, la menopausia es un proceso patológico, una enfermedad deficitaria y un factor de riesgo para contraer enfermedades crónicas cardiovasculares u osteoporosis que implica un creciente proceso de medicalización. Por el contrario, la antropología considera la menopausia como un proceso construido culturalmente según el contexto histórico y social. A pesar de ser un proceso biológico, el significado que adquiere la menopausia es cultural y depende de los conceptos culturales de feminidad, envejecimiento y percepciones médicas. M. Larrosa Domínguez, R. Tejada Musté y M. A. Martorell Poveda en «Influencia de la cultura en la menopausia: revisión de literatura» Una mujer, como promedio, deja de menstruar a los 50-52 años, aunque la llegada del climaterio dependerá de sus genes, su peso, su estilo de vida (por ejemplo, si ha sido fumadora o no) y su región geográfica. PERIMENOPAUSIA Y ANTICONCEPCIÓN Aunque hay menos probabilidades de quedarnos embarazadas (de forma natural y sin tratamiento de fertilidad) después de los cuarenta y cinco años, todavía es posible, especialmente si tenemos ciclos menstruales regulares y mantenemos relaciones sexuales con penetración y eyaculación de forma habitual. Si este es tu caso y quedarte embarazada no entra en tus planes, lo más recomendable es seguir usando alguna forma de anticoncepción hasta la posmenopausia, ya que una vez que se alcanza ya no es posible el embarazo. Si todavía usas algún método anticonceptivo hormonal, como la píldora, los inyectables, el anillo vaginal o el parche anticonceptivo, y no sabes hasta cuándo seguir usándolo, lo mejor es que lo consultes con tu médico o tu enfermera para saber cuándo dejarlo. Tipos de climaterio Climaterio natural Como venimos diciendo, el climaterio natural no sucede de un día para otro, sino que comienza con pequeños cambios sutiles a partir de los 40-45 años, que con la perimenopausia se van poniendo cada vez más de manifiesto hasta que los ciclos menstruales se vuelven erráticos y finalmente nuestra regla desaparece. Si llevamos nuestros niveles de hormonas a una gráfica para poder ver el patrón que siguen las fluctuaciones de estrógenos y progesterona en la premenopausia y la perimenopausia veremos algo así: Representación gráfica inspirada en el libro Perimenopause Power. Una curiosidad: ¿sabías que las mujeres latinas y asiáticas son quienes primero perciben las manifestaciones de la perimenopausia? Según la revista británica Climacteric, aproximadamente a la edad promedio de 48,6 años para las primeras, mientras que para las segundas se producen entre los 42,1 y los 49,5 años. ¿Por qué se elevan los niveles de FSH en las mujeres que se adentran en el climaterio? A medida que disminuye la reserva de folículos en los ovarios (también llamada reserva ovárica) se va produciendo una cantidad menor de estrógenos. Cuando el cerebro lo detecta comienza a enviar más FSH para estimular los pocos folículos que hay. Por este motivo, normalmente en torno a los cincuenta años en las analíticas hormonales suelen aparecer niveles de FSH muy altos y niveles de estrógenos bajos, como puedes observar en la representación gráfica. Fuente: Burger, H. G. «Physiology and endocrinology of the menopause». Medicine. 2006; 34(1): pp. 27-30. ¿Cuándo debemos consultar a nuestro profesional sanitario de confianza? Debemos consultar a un profesional sanitario ante cualquier sangrado anormal, aunque es cierto que puede resultar difícil distinguir si el sangrado vaginal es anormal o no, o si se produce como parte de la entrada al climaterio. El sangrado vaginal irregular puede ser una parte normal de la perimenopausia o puede estar anunciándonos un problema. Por ello, debemos consultar siempre que: Tengamos sangrado menstrual con más frecuencia que cada tres semanas. El sangrado menstrual sea muy abundante, incluso excesivo para lo que entra dentro de nuestra normalidad. Aparezcan manchas de color marrón o rojizo entre una regla y la siguiente. Tengamos cualquier sangrado vaginal un año después de la menopausia (incluso si es solo una mancha de sangre marrón que no requiere compresa ni salvaslip). Climaterio quirúrgico Sucede como consecuencia de la extirpación de los dos ovarios (ovariectomía) antes de la menopausia fisiológica, independientemente de si se extirpa o no el útero (histerectomía). Este tipo de climaterio aparece después de la necesidad imperativa de extirpar los ovarios con el fin de frenar patologías como, por ejemplo, el cáncer. Cuando se nos realiza una ovariectomía bilateral antes de la menopausia, nuestro cuerpo recibe un impacto tremendo, ya que pasamos de tener ovarios a no tenerlos en unas pocas horas (de antes a después de la intervención quirúrgica). Esto, evidentemente, va acompañado de la pérdida de nuestra capacidad natural de producir estrógenos, y como consecuencia de ello experimentamos de forma adelantada los cambios asociados a la ausencia de estas hormonas de manera casi inmediata. Desde el punto de vista endocrinológico se sabe que los valores de estrógenos (en concreto de estradiol) circulantes descienden bruscamente a los pocos días de la operación, y a los 6-8 meses se estabilizan en las tasas mínimas, que son de alrededor de 16-20 pg/ml. Se ha demostrado un incremento rápido en los valores de la FSH y la hormona luteinizante (LH) tras la ovariectomía, mayores y más precoces para la FSH. Seis semanas después de la intervención, los valores de FSH y LH se incrementan y el estradiol desciende y alcanza valores propios del estado posmenopáusico. Dado que el climaterio quirúrgico es una forma de climaterio con consecuencias más bruscas e importantes que el natural, esta intervención debe llevarse a cabo acompañada de medicación especializada e individualizada, como por ejemplo el tratamiento hormonal sustitutivo, o tratamientos alternativos en el caso de que exista una enfermedad tromboembólica o tras el diagnóstico de un cáncer hormonodependiente, hasta la edad en que es más frecuente la menopausia (alrededor de los cincuenta años). Con esto se pretende minimizar la caída brusca de los estrógenos y sus consecuencias, proteger los huesos de la osteoporosis y evitar alteraciones vasculares a largo plazo. IMPORTANTE En el ámbito emocional, la pérdida de la función ovárica antes de tiempo puede ser causa de depresión en algunas mujeres; no solo por el impacto bioquímico que tienen los cambios drásticos en los niveles hormonales, sino también por el duelo que supone. De ahí la importancia de incluir la psicoterapia como parte del tratamiento integral. ¿Podemos seguir teniendo ciclos menstruales si no tenemos útero? Si nos han extirpado el útero pero conservamos nuestros ovarios quizás pueda ser difícil saber cuándo comenzará la menopausia. Mientras haya ovarios sigue habiendo ovulación, pero al no conservar el útero ya no menstruaremos (recuerda que la menstruación es la consecuencia del engrosamiento del tejido uterino, que luego se desprende y se elimina, liberando también sangre). La perimenopausia llega cuando se producen alteraciones en la ovulación (ovarios), así que hasta que esto no suceda — tengamos útero o no— no habremos entrado en esta etapa. Ahora bien, si empezamos a notar algunos de los síntomas asociados a la menopausia, puede ser que esté disminuyendo la actividad hormonal en los ovarios y que nuestros niveles de estrógenos en sangre estén comenzando a descender. Esta es la teoría. Ahora bien, si, por el contrario, presentas síntomas molestos de perimenopausia después de una histerectomía, habla con tu médico o con tu enfermera para que te ayuden a determinar qué puede estar pasando. Histerectomíaparcial. Se conservan los ovarios y el cuello del útero (aún hay ovulación, que puede ser detectada con las tiras de LH, y puede percibirse flujo tipo clara de huevo en la braguita, pero no menstruación). Histerectomía total. Se extrae el útero y también el cuello del útero, aunque quedan los ovarios, y la ovulación puede detectarse con las tiras de LH. Por cierto, ¿sabías que la histerectomía ha sido (y es) una de la intervenciones quirúrgicas más frecuentes en ginecología y que el 75% se realizan en mujeres menores de cincuenta años? Climaterio inducido por fármacos Este tipo de climaterio químico o inducido se produce como consecuencia del tratamiento con medicamentos encargados de bloquear el efecto de los estrógenos en el cuerpo. En él, las manifestaciones asociadas a la menopausia se producen abruptamente en pocos días por la disminución brusca de los estrógenos, al igual que ocurre con el climaterio quirúrgico. Sin embargo, a diferencia de en este, los ovarios siguen estando presentes y no necesariamente han dejado de trabajar, como ocurre en la menopausia natural. Este tipo de climaterio también se produce sin la transición previa que experimentamos las mujeres de manera natural; es decir, en este caso no hay perimenopausia ni adaptación previa a los nuevos niveles de estrógenos, y quienes la experimentan pasan a sufrir todos los síntomas de la menopausia de golpe: sofocos, sudores nocturnos, aumento de peso, disminución de la libido y alteración del sueño. Estos síntomas tan repentinos, junto con la pérdida brusca de la menstruación, en ocasiones pueden ir acompañados de estrés emocional (estado anímico bajo, ansiedad, irritabilidad, miedos o cambios de humor). La terapia psicológica es siempre una estupenda idea, no solo para brindarnos herramientas emocionales ante las dificultades que se nos presentan en la vida, sino también para ayudarnos a sobrellevar mejor los posibles altibajos de autoestima o de autoconcepto que puedan aparecer en el climaterio. La disminución drástica en los niveles de estrógenos afecta a la manera en que el cuerpo produce noradrenalina y serotonina, dos sustancias que cuando están alteradas pueden provocar cambios de humor. Insuficiencia ovárica precoz (IOP) También llamada fallo ovárico prematuro (FOP), hipogonadismo hipergonadotrófico o menopausia precoz, consiste en la desaparición de la función ovárica y de la menstruación a una edad más temprana de lo habitual. Hablamos de menopausia precoz si esta ocurre antes de los cuarenta años. Según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), una de cada cien mujeres menores de cuarenta años y una de cada mil antes de los treinta años tienen IOP. Nuestro organismo, de manera fisiológica, inicia la depleción de los folículos ováricos (es decir, un descenso de la actividad ovárica) a partir de los 35-37 años, lo cual ocasiona una disminución de su calidad y de su cantidad. Por esta razón, a partir de esa edad se observa una caída del marcador de reserva ovárica más conocido: la hormona antimülleriana. En mujeres con IOP, esta depleción se produce más rápidamente y se observa una reserva ovárica especialmente baja, lo cual lleva a producir menos cantidad de estrógenos y fuerza al cerebro a enviar cantidades cada vez mayores de FSH (por encima de 40 mUI/mL), con las que se pretende estimular los folículos que sí están activos y producir la ovulación. A pesar del rotundo progreso que hemos observado en el campo de la endocrinología reproductiva durante las últimas tres décadas, nuestra comprensión de la gran cantidad de mecanismos que causan la insuficiencia ovárica prematura sigue siendo insuficiente en la ▶ ▶ ▶ ▶ ▶ actualidad. Las causas más comunes de menopausia precoz son las siguientes: Fallo ovárico prematuro de origen idiopático o desconocido, es decir, que nuestros ovarios no responden como sería normal a nuestra edad sin motivo conocido. Desafortunadamente, esta es la causa más común de todas (en torno al 80%-90% de las veces). Cirugía en la que se hayan extirpado parcial o totalmente los ovarios, quizás debido a la aparición de un quiste que tuvo que extraerse años antes. Antecedentes familiares. ¿Tu madre y tu abuela materna llegaron a la menopausia a edades muy tempranas? Es más común que la IOP aparezca en mujeres con antecedentes familiares o con desequilibrios en la ovulación desde edades muy tempranas (por ejemplo, en mujeres que nunca llegan a menstruar en la adolescencia). Enfermedades autoinmunes, como por ejemplo hipotiroidismo de Hashimoto, insuficiencia suprarrenal (o enfermedad de Addison) o incluso artritis reumatoide. En los trastornos autoinmunes, el sistema inmunitario se altera y puede atacar nuestros propios tejidos. Por el efecto de un virus (paperas, varicela o infección por citomegalovirus), bacteria (tuberculosis o Shigella) o parásito (malaria), aunque es extremadamente raro. ▶ ▶ ▶ Alteraciones genéticas. Anomalías en el cromosoma sexual femenino (el cromosoma X) u otros genes que afectan a la función de las hormonas sexuales pueden causar IOP. De estos, el más común es el síndrome de Turner, en el que uno de los cromosomas X está ausente. La IOP también se asocia con algunos trastornos poco comunes que tienden a aparecer en familias, como el síndrome del X frágil y la galactosemia. Tratamientos oncológicos con quimioterapia o radioterapia. Uso continuado de productos tóxicos, como disolventes o pesticidas, o consumo durante años de gran cantidad de drogas, tabaco o incluso alcohol (esto último es menos común pero también posible). NOTA La reserva ovárica es la capacidad funcional de los ovarios de una mujer en un momento determinado. Este fenómeno reproductivo se puede evaluar mediante parámetros hormonales, clínicos y ecográficos. Hace unos años la reserva ovárica se estudiaba únicamente para reconocer la respuesta de las pacientes a los tratamientos de reproducción asistida, pero en la última década se ha empezado a valorar en otras situaciones, como una posible insuficiencia ovárica prematura o la existencia de antecedentes de menopausia precoz en la familia. ¿Cómo saber si lo que te ocurre es menopausia precoz? ■ ■ La desaparición de la menstruación, o amenorrea, durante un largo periodo de tiempo es uno de los primeros síntomas de la menopausia precoz, si bien es cierto que no todas las amenorreas señalan que haya una insuficiencia ovárica prematura. Si observas que tus reglas son irregulares, tienes cambios en el volumen de sangrado o en la duración del periodo o llevas más de cuatro meses con amenorrea sin causa aparente, lo más aconsejable es que solicites un estudio ginecológico y un análisis hormonal completo. De esta forma podrás comprobar si tus niveles de estradiol están muy bajos y si la concentración de la FSH es muy alta, dos de las características —aunque no las únicas— que pueden indicar una menopausia precoz. El diagnóstico debe confirmarse tras haber estudiado otras hormonas: ß-hCG (gonadotropina coriónica humana ß), LH y prolactina. Es importante que te hagas una prueba del cariotipo e, idealmente, estudios moleculares. Si el diagnóstico confirma que, efectivamente, es una IOP, lo mejor es repetir las pruebas en el siguiente ciclo, es decir, un mes después, para corroborarlo. Signos que pueden avisarte de un fallo ovárico prematuro Alteraciones bioquímicas (FSH > 40 mUI/mL, LH >25mUI/ml, estradiol <50 pg/ml y prolactina baja). Dolor al mantener relaciones sexuales (dispareunia), antes ausente. ■ ■ ■ ■ ■ ■ ■ ■ ■ ■ Marcadores tiroideos alterados (TSH, anticuerpos antiperoxidasa tiroidea y antitiroglobulina). Marcadores de insuficiencia adrenal (anticuerpos antiadrenal y anti 21-hidroxilasa). Insomnio o alteraciones del sueño. Problemas urinarios, como incontinencia e irritabilidad de la vejiga. Sequedad vaginal, de mucosas o de la piel. Sofocos y sudores nocturnos. Altibajos emocionales. Cambios de peso. Cansancio o fatiga extrema. Disminución del deseo sexual. El abordaje de una menopausia inesperada, ya sea porcausa quirúrgica, farmacológica o por una insuficiencia ovárica prematura, debe hacerse de manera integral, ya que en un porcentaje alto de los casos esta retirada de la menstruación llega antes de lo que la naturaleza tenía previsto para nosotras, y en muchos casos antes de que hayamos decidido tener hijos. Por lo tanto, el apoyo emocional en este tipo de circunstancias es esencial, puesto que este diagnóstico siempre trae consigo mucho estrés emocional. Sentirnos confusas, en estado de shock, deprimidas, frustradas o muy enfadadas es absolutamente normal y legítimo; tenemos todo el derecho a sentirnos así. No obstante, este diagnóstico no debe paralizarnos: dentro de los cambios que debemos comenzar a incluir en nuestro estilo de vida también está el apoyo psicológico de nuestra familia y amigos (nuestra tribu) o profesional. Insuficiencia ovárica prematura y fertilidad Si hemos recibido un diagnóstico de IOP pero todavía tenemos menstruación y ovulación (es decir, folículos activos), quizás debamos reflexionar sobre nuestro deseo de maternidad, aunque no queramos tener hijos en un presente inmediato, ya que la depleción folicular continuará y nuestra reserva ovárica hoy será mejor que dentro de seis meses o un año. Ante esta situación, algunas mujeres deciden vitrificar o congelar sus óvulos, pensando en la posibilidad de un futuro embarazo. Consecuencias de una menopausia temprana Sea por el motivo que sea (quirúrgico, farmacológico o por insuficiencia ovárica prematura), dejar atrás las fluctuaciones hormonales y, sobre todo, la influencia que tienen los estrógenos en el organismo antes de tiempo tiene consecuencias desagradables. Un déficit de estrógenos temprano empeora la salud ósea, cardiovascular (aumentando el riesgo de infartos e ictus), inmunitaria e incluso neurológica. Por ello, prácticamente todas las guías de menopausia publicadas por las distintas asociaciones científicas están de acuerdo en que hay que acompañar estos procesos hasta los cincuenta y dos años con alimentación fitoestrogénica y antiinflamatoria, suplementación, ejercicio físico regular, apoyo emocional, cambios en el estilo de vida e incluso terapia hormonal con estrógenos y progestágenos (siempre y cuando su administración no suponga un problema). Aspectos socioculturales de dejar atrás la menstruación Nuestra generación sigue habitando en una era en la que el culto a la belleza femenina está por delante de todo lo demás. Puedes cantar bien, interpretar perfectamente, hablar fluidamente en público o ser una estupenda experta en tu área, pero si eres guapa tendrás más éxito. ¿Por qué? Porque la sociedad nos deja muy clarito desde pequeñas que ser guapa es más importante que todas las demás cosas que hagas bien. En nuestra sociedad, cuando se habla del climaterio siempre se menciona que es un proceso fisiológico y no patológico, pero lo cierto es que si profundizamos un poco podemos observar que existe una visión patológica y negativa generalizada de esta etapa y una intención manifiesta de que hay que medicalizarla. La llegada de la menopausia se asocia fuertemente a la pérdida y al envejecimiento (y, amiga, el envejecimiento femenino es imperdonable). En el contexto sociocultural de la sociedad occidental, la pérdida de la juventud en el caso de las mujeres está indivisiblemente asociada a la disminución del atractivo sexual, lo cual sutilmente nos coloca en un lugar diferente, ya que si no somos seres sexualizables nuestro estatus social no será el mismo. Dependiendo de nuestro sector de actividad y del universo en el que nos movamos, hacernos mayores puede poner en riesgo todo lo que hemos conseguido hasta entonces. En el cine se ve muy claramente: ¿cuántas mujeres mayores de cincuenta conoces que interpreten papeles protagonistas? Desgraciadamente, muy pocas, y no porque no existan historias interesantes que merezcan ser contadas, sino porque el papel de la mujer como símbolo en la esfera pública disminuye —o desaparece— a medida que va cumpliendo años, y dependiendo del sector esto ocurre antes o después. Cuando estaba escribiendo este libro vi una entrevista que la actriz Meryl Streep concedió en el programa de la BBC The Graham Norton Show. Fue en el año 2015 y en ella confesaba que, en cuanto cumplió cuarenta años, en menos de un año recibió tres ofertas para interpretar el papel de bruja, y bromeaba con el hecho de que quizás eso era una señal de cómo Hollywood ve a las mujeres cuando cumplen los cuarenta. ¿Crees que estos mensajes más o menos sutiles no nos afectan emocionalmente? Según un artículo publicado en 2016 en la revista Matronas Profesión, «el duelo de la pérdida de la juventud está relacionado con un incremento de los estados de ansiedad y depresión en mujeres premenopáusicas, por miedo a un futuro desconocido y por la presión social a la que están sometidas». Cuando reflexionamos sobre cómo percibimos las mujeres la llegada a esta etapa no debemos olvidarnos de a quién le hacemos esa pregunta y cuál es su contexto, ya que la experiencia y el bienestar psicoemocional al entrar en la menopausia dependen del contexto social y de la representación que el climaterio tiene en nuestro rincón del mundo. Por ejemplo, hay sociedades en las que se percibe la menstruación como algo impuro o incluso como un estigma social, en las que el hecho de dejar de menstruar es evidentemente positivo: en primer lugar, para las propias mujeres, ya que desaparece el riesgo de un nuevo embarazo no deseado, pero también por cómo son vistas socialmente. En la India, según se relató en un informe técnico elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1981, las mujeres de la casta de los rajput cuando menstrúan viven encerradas, ya que se consideran impuras, y durante los años fértiles solo pueden relacionarse con los hombres para procrear. Eso cambia cuando llegan al climaterio. Ante esta realidad, la menopausia se muestra como un momento liberador y de ascenso social. En Micronesia, las mujeres ulithi solo están capacitadas y autorizadas para practicar la hechicería y la magia cuando llegan a la etapa del climaterio. En las culturas en las que dejar de menstruar supone una liberación, a veces se observa también que el envejecimiento aporta una connotación positiva, puesto que simboliza sabiduría, y a partir de ese momento las ancianas son respetadas y el cumplir años aumenta su estatus social, por no hablar de la ventaja económica que supone no tener que comprar productos de higiene íntima femenina. A lo largo de este libro profundizaremos en lo que el climaterio implica en nosotras y haremos un recorrido por las herramientas que pueden ayudarnos a transitar este momento vital de la mejor manera posible. La información es poder, y el propósito de este libro es que aprendamos a conocer mejor todo lo que el climaterio ha venido a enseñarnos para poder desmitificar esta etapa. * Ensalada proteica de rúcula, edamame y aguacate 15 minutos INGREDIENTES [4 personas] 300 g de rúcula o berros 100 g de edamame cocido 1 aguacate 1 cebolla morada 150 g de bolitas de mozzarella (si te sientan mal puedes sustituirlas por queso vegetal o sin lactosa) 100 g de tomates cherry 1 limón 80 ml de aceite de oliva virgen extra Sal ¡MANOS A LA OBRA! Cortamos la cebolla muy picada y la dejamos en remojo durante 15 minutos en zumo de limón, para que pierda la fuerza. A continuación cortamos también los tomates cherry y el aguacate por la mitad. Disponemos el resto de los ingredientes en una ensaladera y añadimos la vinagreta y, finalmente, la cebolla con el limón en el que estaba macerada, aceite y sal. BENEFICIOS Esta receta contiene alimentos que aportan vitamina E (aceite de oliva virgen extra y aguacate); calcio (rúcula, edamame, mozzarella), que es fundamental para los huesos; y fibra (todas las verduras), para el buen funcionamiento del tránsito intestinal. Esta ensalada, además, nos aporta proteínas y vitaminas A, B, C, D y K. Crema detox de chirivías y alcachofas 20-25 minutosINGREDIENTES [4 personas] 1 l de caldo de verduras 1 cebolla o chalota 1 puerro de tamaño mediano 100 g de chirivías 250 g de alcachofas frescas 1 cucharadita de cúrcuma 2 cucharaditas de miso Pimienta recién molida El zumo de ½ limón Aceite de oliva virgen Sal Un puñadito de semillas de calabaza ¡MANOS A LA OBRA! Lavamos bien el puerro, retirando la parte más fibrosa, y lo cortamos en rodajas finas. A continuación pelamos la cebolla y la cortamos en juliana. Ponemos una cazuela a fuego medio y añadimos aceite de oliva. Cuando esté caliente, agregamos la cebolla, junto con el puerro cortado, y los rehogamos. Mientras tanto pelamos las chirivías y las cortamos en tacos uniformes. Después preparamos las alcachofas retirando el tallo y las hojas exteriores, así como las puntas. Una vez que tengamos los corazones, las cortamos en cuartos, las rociamos con el zumo de limón y las reservamos. En cuanto la cebolla esté * transparente, agregamos las chirivías y las alcachofas. Rehogamos durante unos minutos y añadimos el caldo. Dejamos que se cocine, con la olla tapada, durante 15 minutos o hasta que las verduras estén tiernas. Una vez que apaguemos el fuego, retiramos un poco de caldo en un cuenco pequeño y le agregamos las dos cucharaditas de miso, la cúrcuma y la pimienta, agitando hasta que quede bien disuelto, y volvemos a añadirlo a la cazuela para que se mezcle con el resto de las verduras. Luego trituramos las verduras con una batidora eléctrica o un robot de cocina. Posteriormente tendremos que colar la crema con un colador chino para dejarla bien fina, ya que la alcachofa es muy fibrosa. Una vez colada, servimos la crema en cuencos individuales con un puñadito de semillas de calabaza. BENEFICIOS Esta receta es baja en calorías, antioxidante y antiinflamatoria (por su contenido en cinarósidos y flavonoides) y es rica, también, en fibra, vitaminas (A, B, C y E) y minerales (potasio, calcio, magnesio y fósforo). Puede ser una buena elección cuando tenemos el colesterol alto, ya que sus principios amargos contribuyen a la protección del hígado y de la vesícula biliar. Untable de almendras y açai 30 minutos INGREDIENTES [2 personas] 200 g de almendras crudas 2 dátiles medjoul 1 cucharada sopera de açai en polvo ¡MANOS A LA OBRA! Dejamos en remojo las almendras durante 12 horas y, tras descartar el agua del remojo, las enjuagamos bien y retiramos la piel. Para preparar esta receta necesitaremos un procesador de alimentos o un robot de cocina. Introducimos todos los ingredientes en el vaso mezclador y batimos durante unos 20 minutos, hasta que obtengamos la consistencia que queramos. Una vez lista, servimos y ¡a disfrutar! * Zumo protector de mucosas 10 minutos INGREDIENTES [1 persona] 2 zanahorias grandes 1 pepino 1 cucharada sopera de espino amarillo en polvo (o un vaso de chupito de zumo concentrado de espino amarillo, en caso de obtenerlo líquido) ¡MANOS A LA OBRA! Si tenemos un extractor de jugo que separa la pulpa del zumo, introducimos los alimentos previamente cortados y pelados por el extremo correspondiente y a continuación añadimos en el vaso la cucharada con el polvo o el chupito de espino amarillo. Si, por el contrario, utilizamos una batidora tipo blender, lo haremos de una forma algo distinta: añadimos los ingredientes con un poco de agua, trituramos durante un par de minutos, hasta que el zumo esté libre de grumos y, si lo vemos necesario, colamos la pulpa. NOTA Como veremos a lo largo del libro, el espino amarillo es un fruto rico en vitaminas antioxidantes, sobre todo A y C, que fortalece nuestro sistema inmunitario y nos protege la piel y, sobre todo, las mucosas (el tejido interno del sistema gastrointestinal, la vagina, el útero o los ojos). CAPÍTULO 2 Del desconcierto al empoderamiento A los veinte no tienes experiencia; luego la consigues, pero ya no tienes veinte. A los treinta piensas que no puedes pararte a tener hijos. A los cuarenta piensas que por qué no te has parado. A los cincuenta corres el riesgo de volverte invisible. […] Es muy difícil ser mujer a los veinte, a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta, e intuyo que también a los cien. Ana Milán en su discurso en la gala de Premios a la Mujer 10 de 2020 El climaterio es una etapa por la que pasamos todas las mujeres — absolutamente todas—, independientemente de si hemos sido madres o no. Es una fase nueva que nos transforma por dentro y por fuera, que nos hace transitar por sus distintas capas (premenopausia, perimenopausia y posmenopausia) y que, como ocurre con todas las etapas nuevas de la vida, está llena de incertidumbre. Esto es así porque la entrada al climaterio nos sitúa arquetípicamente en otro papel en el mundo, un papel muy poderoso pero al que quizás no estamos tan acostumbradas. El sistema en el que vivimos nos valora por la belleza, la amabilidad, la capacidad de aceptar con una sonrisa las acometidas de la vida. Las fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual forman parte de la bioquímica responsable de ponernos y quitarnos el velo de realidad que nos hace aceptar o enfrentarnos simbólicamente al sistema y a los papeles que nos otorga. Seguramente en algunos momentos del ciclo o de la vida te has visto más resignada ante ciertas situaciones y en otros más rebelde. La llegada del climaterio lo pone todo patas arriba. Entra como un elefante en una cacharrería a desmontarlo todo, a reordenarlo todo, a hacer que nos lo cuestionemos todo. Quizás por ello el patriarcado no le tiene especial cariño a esta etapa de la vida femenina. Para la sociedad capitalista dejamos de ser la mujer hipersexualizada en fase folicular perpetua, objeto de deseo, inocente, siempre sonriente y complaciente para convertirnos en mujeres experimentadas y con las cosas mucho más claras. Cuando entramos en el climaterio encarnamos un arquetipo mucho menos dócil y complaciente, uno que sabe muy bien lo que quiere y lo que no acepta bajo ningún concepto. El arquetipo de la mujer climatérica es el arquetipo de la mentora. Una mentora de vida que con su experiencia ayuda a la comunidad a no volver a cometer los mismos errores y nos sitúa a todos en la vanguardia del conocimiento. Quizás leído así pueda sonar como algo muy grande, pero para que una sociedad del conocimiento avance —y, además, sea igualitaria en derechos y libertades—, debe aprovechar la energía innovadora e incombustible de la juventud y la sabiduría del climaterio. Si no, seremos una sociedad con poca memoria histórica y fácilmente manipulable. El climaterio es transformador porque nos trae lecciones de altísimo valor. Para empezar, nos ofrece la posibilidad de romper con el personaje con el que nos hemos identificado siempre (la mujer bella, la mujer joven, la eterna aprendiz, la inocente, la Lolita…), y el vacío que deja este personaje cuando se desvanece nos conecta con una incertidumbre muy incómoda: «¿Y ahora quién soy?». El conocimiento y la sabiduría otorgan poder Y, a veces, ser conscientes de nuestro propio poder asusta, ya que supone destapar un velo que nos hace comenzar a ver las cosas de otra manera. Y, claro, actuar con coherencia bajo esta nueva verdad —que, una vez que la vemos, ya no podemos ignorar— no siempre es cómodo. Esta nueva conciencia adquirida, cuando va acompañada de unas buenas dosis de autoestima, tiene un alto impacto en el entorno que nos rodea, y en ocasiones hasta puede poner en riesgo el statu quo que mantiene las cosas como están. No es de extrañar que muchas mujeres en esta etapa de la vida cambiemos de trabajo, de pareja o incluso emprendamos aventuras que nunca antes nos atrevimos a llevar a cabo. Una entrada consciente en el climaterio pone en riesgo todo aquello que no funciona a nuestro alrededor, sobre todo lo que sabemos que no va bien pero aun así lo dejamos estar. Esta etapa nos conecta con la magnificencia de lo femenino adulto y la certeza —y también la seguridad— que surge tras abrazar nuestro propio poder, que ya no necesita seguir las reglas establecidas porquesiente una autovaloración única, fruto del tiempo, de la biología femenina y, por supuesto, de la experiencia. No me identifico con mi físico, no me identifico con el número de kilos que aparecen en la báscula, ni con el color que está adquiriendo mi cabello; no me identifico con aquella mujer que ahora veo en el espejo, no me identifico con nada de esto en lo que me estoy convirtiendo… El primer impulso que observo en mi consulta cuando el climaterio se acerca es el de querer conocerlo muy bien para intentar retrasarlo. Hay que tener cuidado con esto, porque esconde una verdad amarga: la no aceptación de la propia evolución del paso del tiempo. Quizás alguna vez lo has pensado. Quizás todas lo hemos pensado alguna vez: ¿podemos retrasar la menopausia? ¿Puede retrasarse la menopausia? Seguro que te has hecho esta pregunta alguna vez. Quizás hasta hayas buscado la respuesta en Google. Pero siento decirte que a estas alturas de la película no podemos hacer mucho, al menos con lo que sabemos hoy en día sobre el tema. Años atrás sí que hubiésemos podido influir en la llegada del climaterio, por ejemplo, cambiando nuestros hábitos de vida por unos que no hubieran acelerado tanto nuestro envejecimiento celular (evitar el tabaco, gestionar mejor el estrés, mantener una alimentación antiinflamatoria, vivir en un entorno con baja contaminación, etcétera), aunque es posible que cuando sí teníamos margen de acción lo desconociéramos o que el concepto del climaterio no nos interesase mucho. La llegada de la menopausia la determinan nuestros genes y la expresión de estos según el ambiente en el que hemos vivido (genética y epigenética): por ejemplo, si tenemos antecedentes familiares de menopausia temprana o de menopausia tardía o si hemos sido fumadoras o no. Sea lo que sea, por ahora no hay dieta ni «píldora mágica» que pueda retrasarla. Sí es cierto que es un campo de estudio del que seguro que oiremos hablar en las próximas décadas, porque hay investigaciones muy prometedoras en torno a la longevidad, las células madre ováricas o incluso los efectos de las reimplantaciones de tejido ovárico. Sin embargo, antes de que comiencen a aplicarse, además de demostrar su eficacia, se debe garantizar que estas técnicas son seguras para nosotras. Además, independientemente de lo que diga la evidencia científica hasta el momento, ¿has pensado en lo que significa retrasar la menopausia cuando esta llega de manera fisiológica y saludable? ¿Te imaginas a una niña pensando en cómo puede retrasar la pubertad y alargar la infancia? De hecho, piénsalo un momento: ¿se puede alargar la infancia? Quizás la primera menstruación puede llegar a los nueve o a los quince años, pero ¿crees que la menstruación (o el desarrollo del pecho) es el único elemento significativo de esta etapa? ¿Y qué pasa con todos los cambios psicológicos que acompañan a la pubertad? No nos olvidemos de que la pubertad viene acompañada de una serie de procesos que no solo nos cambian físicamente, sino que también transforman nuestra manera de ver el mundo y nos encaminan hacia la mujer que somos ahora. La pubertad supone la caída de un velo: el velo de la inocencia de la infancia. ¿Crees que se es más niña con quince o dieciséis años porque aún no se menstrúe? Traslademos ahora todo este argumento al climaterio y a la resistencia que socialmente tenemos contra él. El cuento de Julia. Una metáfora del climaterio Julia es una niña alegre y muy divertida. Le encanta ir al colegio cada día y, aunque no todas las clases le gustan, disfruta de su rutina y, sobre todo, disfruta infinitamente de los recreos. Le encanta desayunar en familia, que sus padres la mimen y divertirse con sus compañeros de clase. Tiene muchas amigas y amigos con los que juega, ríe y comparte. Es feliz y por momentos le gustaría que el tiempo se parase, porque tiene todo lo que quiere. Para ella su vida es absolutamente perfecta. Hoy ha tenido una conversación con su madre que la ha dejado muy preocupada. Eso que le han contado desde pequeña sobre que las niñas en algún momento entran en la pubertad y menstrúan puede sucederle a ella en cualquier momento, ya que va a cumplir once años. Y aunque siente que nada ha cambiado en su cuerpo, su madre lleva tiempo recordándole que el momento se acerca. Esta mañana su tía le ha regalado un libro sobre el ciclo menstrual, y cuanto más lo hojea, más se angustia (cambios físicos, cambios psicológicos…) y piensa: «Pero ¡dejaré de ser la de siempre! A mí me gusta jugar con Lorenzo a ver quién salta más alto, o con Berta a ver quién es más rápida. ¡No quiero crecer! No quiero dejar de ir al colegio, ni de jugar con mis amigas y amigos, quiero estar así siempre… Siempre… ¡SIEMPRE!». Entonces Julia tiene una excelente idea: «Quizás si lo aprendo TODO sobre el ciclo menstrual, la pubertad y la menarquia pueda retrasar ese momento unos años o, quién sabe, ¡quizás consiga retrasarlo para siempre!». Entonces comienza a leer, leer y leer. «Volverse una experta es muy duro.» Pero su motivación es tan grande que devora todos los libros que encuentra en la biblioteca del colegio. Un día, a la hora del recreo, su amiga Valentina le cuenta mientras juegan que esa noche se ha despertado y la cama estaba manchada, y que se ha asustado mucho porque no sabía que la menstruación también podía ser marrón. «¡Valentina ya tiene la regla! ¡No!», piensa Julia. En cuanto Valentina explica ese suceso, Alicia admite que ella ya lleva dos ciclos menstruando, que mancha muy poquito, pero que su tía, que es ginecóloga, le ha dicho que aún no son reglas regulares y que no se preocupe. «Madre mía, ¡primero Valentina y ahora Alicia!» Julia percibe una sensación de frío por la espalda al darse cuenta de que, por más que estudia y estudia, no consigue dar con la clave que retrase por completo su pubertad. Ha leído que el hecho de comer menos y perder peso podría prorrogar su menstruación, pero ella no solo quiere retrasarla: en el fondo quiere congelar el tiempo y que su infancia dure para siempre. «¿Es eso posible, o entrar en la pubertad es inevitable? ¿Por qué tenemos que crecer? ¿Por qué las cosas tienen que cambiar si son perfectas tal y como son? ¿Por qué no puedo ser pequeña siempre, llevar el pelo despeinado y las rodillas raspadas, seguir jugando en el recreo o ir a comer a casa de mi abuela todos los viernes? A mí me gusta cómo soy, me gusta cómo es mi vida, me gustan mis amigos. No quiero cambiar nada. No quiero crecer.» El climaterio es una etapa de cambio, y los cambios siempre vienen acompañados de incertidumbre. A lo largo de los años que componen esta etapa experimentamos alteraciones en el cuerpo y en las emociones. Algunas mujeres llevan muy mal estos cambios y para otras son una bendición. Si somos de las que se resisten a los vaivenes, seguramente esta etapa nos resulte un poco convulsa. Para algunas mujeres estos cambios pueden ser la señal que esperaban para tomar las riendas de la situación y cuidarse más, pero para otras pueden resultar una incomodidad manifiesta ante la que aparezcan viejas inseguridades que dañen la autoestima. La despedida de la menstruación es diferente para cada mujer. Cuando se han vivido menorragias (reglas muy abundantes) o dismenorreas (dolor menstrual intenso y hasta incapacitante), la menopausia puede suponer un gran alivio. Para otras mujeres, en cambio, la menstruación implicaba un momento muy personal durante el cual poder bajar el ritmo y mimarse. Dependiendo de cómo sea o haya sido nuestra experiencia menstrual viviremos el duelo por haber dejado atrás esta etapa de una forma o de otra. Un duelo que para algunas mujeres está más relacionado con la toma de conciencia del paso del tiempo que con la propia menstruación. El estigma de la menopausia: una mina de oro para la industria La inseguridad femenina como ingrediente La industria de la belleza es uno de los mecanismos más efectivos que el sistema ha puesto en marcha para mantener controlado ese poder femenino adulto e indómito que se despiertacon el climaterio. Esta industria basa sus beneficios en un pilar fundamental: hacernos sentir inseguras y mejorables. Así, a través de sus feroces campañas de marketing nos prometen dos imposibles: el primero, parar la huella del paso del tiempo; y el segundo, encajar eternamente en el canon de belleza establecido. Eso es imposible, porque el canon de belleza establecido para las mujeres no evoluciona con la edad, y cuantos más años cumplimos, más nos alejamos de ese ideal (que incluso siendo jóvenes es difícil de alcanzar): esa piel tersa e inmaculada, ese aspecto eternamente joven, ese pelo perfecto libre de canas, ese cuerpo delgado (normalmente por debajo de lo saludable) pero con curvas (a pesar de la delgadez demandada), etcétera. Básicamente lo que vemos todos los días y a todas horas en revistas, redes sociales, carteles publicitarios o en la televisión. No estamos acostumbrados a ver cuerpos sin tratar en pantalla. Estamos acostumbrados a ver solo cuerpos que han sido entrenados. A las mujeres nos han lavado el cerebro, toda la vida, para que odiemos nuestro cuerpo. Es un hecho: todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos y todo lo que está mal en nosotras. Emma Thompson en su discurso en la Berlinale de 2022 En su libro El mito de la belleza, Naomi Wolf escribe que las mujeres ya no somos controlables de la misma forma en que lo fuimos en el pasado. Hoy en día vivimos en la era de la información y ahora estamos mucho más informadas que antes sobre cualquier aspecto de la vida femenina, pero el sistema ha conseguido que nos cuestionemos a nosotras mismas, para minar nuestra confianza y detener en seco nuestra evolución personal, nuestra fortaleza o, dicho de otro modo, aquello que se desarrolla como fruto de nuestra experiencia. De este modo han conseguido que dirijamos la atención a nuestras debilidades, es decir, a lo que nos falta o a lo que ya no somos. Cuando ponemos en duda quiénes somos en realidad estamos iniciando un camino peligroso que nos hace muy vulnerables y que nos destruye poco a poco la autoestima que hemos ido construyendo con los años. Cuando ponemos en duda quiénes somos en realidad iniciamos un camino que nos lleva a la irrelevancia y a la invisibilidad. Y esto es realmente grave, porque en el momento en el que perdemos la confianza en nosotras mismas soltamos el poder que nos da la experiencia e intercambiamos sabiduría por miedo. Tratar de alcanzar un ideal poco realista de belleza perpetua nos oprime y encorseta. Este ideal opera indistintamente en ámbitos como el trabajo, la sexualidad, la cultura y, por supuesto, la esfera privada, dando lugar a formas de violencia continuadas hacia todas aquellas que no responden a los cánones heteropatriarcales impuestos por el sistema normativo y capitalista. También nos enfrenta a las mujeres entre nosotras: las mujeres mayores son consideradas más experimentadas y sabias, y las jóvenes, de alguna manera, les tienen miedo. Las mujeres mayores temen a las mujeres más jóvenes debido a su juventud e inocencia. Esto crea un ambiente tóxico que no permite que las mujeres se reúnan y vivan armoniosamente esta etapa. Naomi Wolf en El mito de la belleza La sobremedicación durante el climaterio Curiosamente, el doctor Joseph-Jacques Gardanne, quien, como comentamos en el capítulo anterior, comenzó a utilizar el término menopausia en 1816, definía también esta etapa como «la edad crítica». Desde ese momento hasta la actualidad comenzaron a aparecer numerosos textos sobre menopausia y climaterio que han contribuido a crear un estigma sobre esta etapa vital. A partir de los años cincuenta, el discurso comenzó a cambiar y surgió una corriente científica decidida a medicalizar ese proceso, es decir, a medicar a mujeres sanas. Empezó una carrera desenfrenada para «detener la menopausia», ya que esta se consideraba una enfermedad hormonodeficiente femenina, evitable y curable mediante la terapia hormonal sustitutiva (THS). El miedo a desarrollar osteoporosis o problemas cardiovasculares y el deseo de retrasar la vejez llevó a muchas mujeres y médicos a confiar en este tratamiento. Años después comenzaron a aparecer estudios que indicaban que, en mujeres con predisposición a desarrollar cáncer de mama o de útero, el riesgo aumentaba con la ingesta de esta terapia basada en estrógenos. No es ninguna novedad que la salud femenina está sobremedicalizada —ya lo estaba en los años cincuenta y sigue siendo así en la actualidad— y no hay que ser muy sabia para darse cuenta de que está íntimamente relacionada con los intereses de la industria farmacéutica y tecnológica. La sobremedicalización es, por definición, el acto de convertir en enfermedades los procesos naturales y que la investigación se base casi exclusivamente en la farmacología, por lo que se reduce a ir directamente a tapar el síntoma, dejando a un lado las dimensiones sociales y políticas que acompañan de forma inherente la salud de las personas. En 1947 se plantean las primeras alarmas sobre el riesgo de cáncer por el uso de estrógenos (American Journal Of Obstetrics and Gynecology), y en 1966 un primer estudio desmiente las bondades protectoras de la terapia. A pesar de ello, el mismo año un ginecólogo llamado Robert Wilson escribe el libro Feminine Forever («Femenina para siempre»), subvencionado por diferentes laboratorios, que constituye una publicidad irresistible que provoca que en 1975, solo en Estados Unidos, seis millones de mujeres menopáusicas recurran a la THS. El reclamo, aparte de sugerir que las mujeres menopáusicas ya no somos femeninas, mezcla los conceptos de salud, belleza y juventud, en una sociedad que invisibiliza a las mujeres maduras y que realza la belleza como la mejor cualidad que una mujer puede tener. Silvia Espinosa López en «Una historia para no olvidar: la terapia hormonal sustitutiva» Se desconoce el número de mujeres sanas que han podido ser víctimas por haber consumido THS en dosis altas y continuadas, pero a finales de los años noventa se destapó el fraude de esta terapia gracias a dos estudios con mujeres posmenopáusicas en la población general, a las que se siguió durante más de dos años. Estos estudios se financiaron con dinero público para evitar conflictos de intereses con la industria farmacéutica, como sí había ocurrido en estudios anteriores. Se llamaron HERS I y HERS II y se llevaron a cabo con mujeres que ya habían padecido problemas cardiovasculares y a las que se administró placebo y terapia hormonal con estrógenos y progestágenos (es decir, TSH). Este estudio estaba planificado para evaluar el efecto en cada grupo de mujeres durante cuatro años y medio, pero tuvo que suspenderse en la mitad de tiempo debido al aumento de fenómenos trombóticos (es decir, trastornos que implican la formación de coágulos en el sistema circulatorio) y a un incremento de mortalidad por infartos de miocardio entre las mujeres que tomaron THS, en mayor número que entre las que tomaron el placebo. La promesa de que este tratamiento podría mejorar los problemas cardiovasculares quedó desmentida en 2002 con el HERS II. Unos años antes, a principios de los noventa, la cardióloga Bernadine Healy impulsó un proyecto pionero hasta la fecha, llamado Women’s Health Initiative, en el Instituto Nacional de Salud (NIH), la principal agencia del Gobierno de Estados Unidos responsable de la investigación biomédica y de salud pública. Este proyecto ha conseguido derrumbar los mitos sobre la THS y contribuir al desarrollo de la ciencia médica, teniendo en cuenta precisamente las necesidades y los intereses de las mujeres, alejándose del tradicional enfoque patológico orientado al síntoma de años anteriores. ¡Y quién sabe si también salvará vidas! Hoy en día no se prescribe la THS a la población general de mujeres sanas, ni con las mismas dosis que antes. Únicamente se recomienda de manera individualizada y estrechamente supervisada por un especialista que controla los posibles riesgos: tumores que pueden desarrollarse por la acción
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