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SÍGUENOS EN @megustaleerebooks @megustaleer @megustaleer @megustaleer https://www.www.megustaleer.com https://www.facebook.com/megustaleerebooks https://www.facebook.com/megustaleerES/ https://twitter.com/megustaleer https://instagram.com/megustaleer/ Agradecimientos No voy a mentir. Podría dedicar un libro entero a todo lo que tengo que agradecer hasta el día de hoy, a cada una de las personas y cosas que me han llevado a este preciso momento, al momento de escribir estas páginas. Quien haya participado del proceso o incluso quien haya escrito un libro sabe que no es nada fácil. Las primeras gracias, por supuesto, son para mi madre, que a la vez ha sido mi padre y mi todo, por enseñarme los valores que me han hecho crecer, simplemente avanzar sin mirar atrás. A mi mano derecha, mi hermana, que ahora sabe de nutrición casi igual que yo, quien no ha dudado en ningún momento en ayudarme; gracias a ella, este libro ha sido mucho más llevadero. A mi otro hermano, que desde el día uno me ha empujado a emprender y crear mi propia «marca», una de esas personas que te impulsan a alcanzar tus metas. A Vicky, que ahora es mi socia, amiga, casi una hermana. Gracias por existir en mi vida y por ser un ser humano de esos que deberían clonarse. Y aquí doy también las gracias a Dani, por ser un ejemplo a seguir y una amiga incondicional. A la Nutri Family, porque la carrera de Nutrición no habría sido la misma sin ellas, y porque hemos aprendido un montón unas de otras. A Alex, mi entrenador, gracias por la ayuda que me has prestado desde el día que te conocí; has sido una pieza fundamental en cada uno de mis logros aquí en España. A todo el equipo de Adidas Runners, por motivarme para que me supere cada vez más a la hora de correr y en cualquier aspecto relacionado con el deporte. Gracias a ti que me estás leyendo, que de una manera u otra me has apoyado en lo que me apasiona, que has creído en mí; espero que lo sigas haciendo después de leer este libro. Quisiera darte un abrazo enorme y agradecerte que hayas confiado en mí. A mis pacientes, porque cada uno me ha enseñado una cosa diferente, porque gracias a ellos he adquirido experiencia; son la principal fuente de inspiración que me llevó a escribir este libro. A España, por darme la oportunidad de crecer como profesional sin sentirme fuera de lugar ni fuera de mi hogar en ningún momento. A mis amigos, por supuesto, por hacer que el poco tiempo libre del que disponía mientras escribía fuera divertido y que al menos me relajara un poco. Por último y no menos importante, gracias a Duke, mi perro, por resignarse a dormir y a no hacer nada más que verme escribir durante horas, por darme esa alegría diaria, por enseñarme el amor incondicional. Introducción Cuanto más sabes de algún tema en específico, más te das cuenta de cuánto no sabes. Desde que trabajo en el mundo de la nutrición, hace ya siete años, no hay ni un solo día que no oiga algo completamente absurdo sobre la alimentación. Por eso he escrito este libro, con la esperanza de que te anime a tomarte un tiempo para pensar y ser más crítico. La vida moderna nos bombardea con demasiada información, y tomarse unos momentos de tranquilidad para procesar la gran cantidad a la que estamos sometidos todos los días es quizá la mejor arma que tenemos cuando se trata de luchar contra algunos contenidos alarmantes que se publican en internet. La escala de grises de la nutrición Quiero que quede claro desde el principio que este no es el típico libro que te dice qué dieta debes seguir o cuál es la solución más rápida y fácil para hacer ejercicio y comer sano. Dar consejos basados en la experiencia y en la ciencia, y teniendo en cuenta que en cuestiones de nutrición existe toda una escala de grises, es complicado. Sin embargo, eso es lo que voy a hacer, ya que, como nutricionista, me paso los días tratando de ofrecer precisamente eso. Te hablaré de las tendencias alimentarias que existen hoy en día, siempre partiendo de una base científica y con un objetivo práctico, para que decidas si debes adoptarlas o no. La clave es aceptar la variedad de respuestas a una misma pregunta. Sé que los libros de cocina con recetas son divertidos y que las guías que te enseñan paso a paso a comer saludable son herramientas muy útiles para adentrarte en el mundo de la nutrición, y también reconozco que los libros de ciencia pueden ser pesados. Por eso quiero ofrecerte algo nuevo: traducirte lo que dice la investigación para que la nutrición no te resulte difícil, de manera que puedas aplicarla en tu día a día. Quiero empoderarte. Sí, a ti, a ti que empiezas a comer bien y a hacer ejercicio, quiero empoderarte. A ti que haces deporte pero sabes poco de nutrición, quiero empoderarte. A ti que ya no sabes qué hacer para perder grasa, quiero empoderarte. Quiero empoderarte para que tomes tú tus decisiones respecto a los alimentos, los suplementos y los hábitos que quieras tener, a partir de una sólida base de conocimiento. Cuando la nutrición es más ficción que ciencia La nutrición puede parecer una ciencia muy complicada y confusa, y con mucha razón: todos los días se publican titulares en internet que aseguran que «tal alimento es malo para la salud», y añaden: «Nuevo estudio». De hecho, si llevamos a cabo una revisión exhaustiva de la prensa internacional en relación con un mismo alimento, podemos encontrar artículos que afirman que cura el cáncer y artículos que aseguran que lo causa. Al parecer, cuanto más extremista y básica es la información, más vende. Por eso, la estrategia de marketing de causar miedo en la población con respecto a ciertos alimentos contribuye a que la pseudociencia triunfe. Y lo que no se logra entender es que tener miedo a los alimentos no es la base para una relación saludable con la comida. Es muy simple: Los conceptos básicos de una buena nutrición son alimentación saludable, ejercicio, actividad, descanso, cero estrés y bienestar mental. El problema es que todo esto suena aburrido y, por consiguiente, no es popular ni vende. Y por si fuera poco, el increíble acceso «gratuito» a la información ha provocado que los estudios de calidad se tomen menos en cuenta y se consideren meras opiniones y anécdotas, por lo que el sentido de la «verdad» se pierde en medio de tantas teorías, creencias y campañas de marketing que circulan por internet. Para ser capaces de analizar cuanto aparece en la red, una de las habilidades más importantes que podemos desarrollar es la de «ver» la información buena y filtrar la mala. Y eso, en nutrición, definitivamente no es nada fácil, puesto que es una de las ciencias más polémicas. Por esta razón, en este libro te voy a enseñar a manejar toda esa información. Te proporcionaré unos sólidos conceptos básicos y no tan básicos sobre alimentación, ejercicio y salud mental, para mí, un pilar fundamental si quieres llevar un estilo de vida saludable. Quiero darte herramientas para que defiendas tu cuerpo y tu mente, para que te protejas frente a esos pensamientos que vienen a la cabeza cuando te expones de forma exagerada a los influencers del fitness y te invade el miedo: «¿Debería estar comiendo menos carbohidratos?», «¿Debería estar haciendo la dieta cetogénica para ver resultados?», «¿Será que mi problema son las calorías?», etc. Y yo me pregunto: ¿cómo es que el simple acto de comer y hacer ejercicio se ha convertido en algo tan complicado y que todo el mundo juzga?, ¿por qué la mayoría de la gente piensa que lo puede hacer mejor? Lo cierto es que entre todo esto no existe una verdad absoluta. Regálame un poco de tu tiempo. Te hablaré sobre esta fascinante ciencia y te enseñaré cómo aprovechar tu capacidad de decisión y conocimiento para encontrar una dieta sostenible que sea adecuada para ti. No olvides que la nutrición va mucho más allá del simple acto de comer. Y si bien es cierto que puede ayudar a evitar o paliar enfermedades, también es cierto que puede causar estrés, frustración, insatisfacción corporal y una lucha interna,sobre todo cuando no se lleva bien y va asociada a un lenguaje referente a las dietas muy cerrado. La comida es una cosa maravillosa: une a las personas, sirve para celebrar ocasiones especiales; asociamos muchos de nuestros sentimientos a la comida e incluso los queremos aplacar comiendo, y un solo olor puede provocar instantáneamente oleadas de nostalgia. Por eso nuestra relación con la alimentación es de vital importancia. Mi sugerencia... Los alimentos están para ser disfrutados, así que ¡a disfrutar! 1 Principios básicos de la nutrición Antes de empezar a entrenar tu alimentación, es necesario que tengas algunas nociones básicas sobre nutrición, la ciencia que estudia lo que ocurre en tu organismo cuando te alimentas. Cada alimento que ingerimos está compuesto por «nutrientes», es decir, sustancias que permiten a la célula realizar sus funciones vitales. Estos nutrientes se clasifican en dos grupos: – Macronutrientes: sustancias que se encuentran en mayor cantidad en los alimentos, por lo que se miden en gramos. Son las proteínas, los carbohidratos y las grasas. – Micronutrientes: sustancias que se encuentran en menor cantidad en los alimentos, por lo que se suelen medir en miligramos. Son las vitaminas y los minerales. Proteínas La proteína es un nutriente vital que se descompone cuando lo consumimos para producir nuevas proteínas y otras moléculas complejas que el cuerpo necesita. La usamos para facilitar diversas reacciones químicas que mantienen nuestro cuerpo funcionando, para construir tejidos y músculo y para formar moléculas, como enzimas, hormonas e incluso nuestro propio ADN. La proteína es como una casa de ladrillo. Los ladrillos son los llamados «aminoácidos». Los humanos tenemos 21 tipos de ladrillos, que se combinan de diferentes maneras para formar diferentes tipos de casas. Es decir, cuando comemos una pechuga de pollo, por ejemplo, nuestro cuerpo descompone la proteína de este alimento liberando así los distintos tipos de aminoácidos que contiene, para luego ensamblarlos en diferentes secuencias de modo que produzcan cualquier proteína que el cuerpo necesita. De los 21 aminoácidos que tenemos, algunos son más vitales que otros, y a estos los llamamos «esenciales». Pero ¿a qué me refiero con «vitales»? Pues a que nuestro cuerpo no es capaz de sintetizarlos porque en algún punto de nuestra historia evolutiva perdió la habilidad para producirlos. Sin embargo, los necesita para llevar a cabo diversas funciones vitales, lo cual significa que la única manera de obtenerlos es a través de los alimentos.[1] – Los 9 aminoácidos esenciales son lisina, leucina, isoleucina, histidina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano y valina. – Los aminoácidos no esenciales son arginina (aunque la degradamos casi en su totalidad para formar urea), alanina, asparagina, aspartato, cisteína, glutamato, glutamina, glicina, prolina, serina y tirosina. PROTEÍNA DE CALIDAD La calidad de la proteína depende de cómo combines y varíes tus alimentos durante todo el día. Pero ¿qué hace que la proteína sea de calidad? La digestibilidad, es decir, la cantidad de proteína que tu cuerpo puede romper, digerir y absorber. Las proteínas que reciben puntuaciones cercanas al 100 % son las más digeribles, y los porcentajes más bajos indican que son menos digeribles, lo que significa que tu cuerpo no puede utilizarlas con tanta facilidad. – El contenido de aminoácidos. Si tiene los 9 aminoácidos esenciales que tu cuerpo no produce, se considera proteína de alta calidad, la llamada «proteína completa», ya sea de origen animal o vegetal. – La disponibilidad de los aminoácidos para poder utilizarlos en todas las funciones que lo necesite. Mi sugerencia... Combina diferentes proteínas en una o varias comidas durante el día y obtendrás una proteína completa aunque los alimentos que ingieras contengan pocos aminoácidos esenciales. Muchos alimentos de origen vegetal tienen algún aminoácido limitante, es decir, que se encuentra en cantidades muy bajas. Sin embargo, puedes combinar varias proteínas durante el día (no necesariamente en la misma comida) y de esa manera ingerirás la cantidad suficiente de los diversos aminoácidos. Grasas En el pasado existía la falsa creencia de que, si querías perder grasa corporal, no podías comer grasa, y además se creía que era el grupo causante de la obesidad y de una serie de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, etc. Sin embargo, la grasa ha dejado de ser nuestra enemiga y en muchas dietas se la considera nuestra mejor aliada. Aun así, la gente todavía tiene miedo a tomar grasas porque son muy altas en calorías y por consiguiente hay que limitar mucho las raciones. Aquí es donde mi cabeza explota, porque he llegado a oír recomendaciones de consumir cuatro cacahuetes diarios como máximo para la pérdida de grasa corporal o para estar sano... Sinceramente, si tengo que comerme esa cantidad para tener salud, prefiero que me entierren de una vez. Hay que reconocer que se habla muchísimo de este grupo de alimentos sin saber realmente las funciones que cumple en nuestro organismo. Se cree que forman grasa en nuestro cuerpo y se ignora que son igual de imprescindibles que los otros grupos de alimentos. Pero ¿para qué sirven las grasas? Así como son utilizadas como almacenamiento de energía, las grasas son necesarias para la absorción de vitaminas como la A, D, E y K, ayudan a la construcción y reparación de los tejidos nerviosos, contribuyen a mantener la piel y las uñas sanas, son imprescindibles para el funcionamiento del sistema reproductivo de la mujer, forman la base de las membranas de nuestro cuerpo y sujetan y protegen órganos internos como los riñones. ¿GRASAS SATURADAS O INSATURADAS? Dependiendo de sus enlaces a nivel bioquímico, las grasas se clasifican en: – Saturadas – Insaturadas – Monoinsaturadas – Poliinsaturadas – Grasas trans Desde un punto de vista científico, se debería limitar o disminuir el consumo de grasas saturadas y, por el contrario, optar por las insaturadas como principal fuente de grasa. Veamos en qué alimentos se encuentran: ¿MITO O REALIDAD? EL ACEITE DE COCO ES MUY SALUDABLE Primero recalcar que no hay suficiente evidencia científica respecto a que el aceite de coco ayuda a perder peso o grasa corporal. La mayoría de los beneficios que se adjudican a este alimento carecen de base científica, y además se trata de una grasa saturada, por lo que no se debería ingerir en grandes cantidades, sobre todo si toman grasas saturadas de otros alimentos. Para cocinar o como condimento, el aceite de oliva virgen extra es la elección más adecuada en una alimentación saludable, pero si te gusta el sabor del aceite de coco, sobre todo para repostería, puedes incluirlo en porciones pequeñas. A pesar de que lo ideal sería que las grasas que consumimos fueran en su mayoría insaturadas, muchos investigadores han decidido quitar el foco de las grasas saturadas como enemigo para nuestra salud y dejar de contar las cantidades exactas que se consumen a diario. Mi sugerencia... En vez de preocuparte por si consumes demasiadas grasas poco saludables, aprende a elegir entre ellas y aumenta la ingesta de grasas saludables. GRASAS TRANS Y hablando de las grasas, aquí viene lo más importante: todos los científicos están de acuerdo en afirmar que las grasas trans son poco saludables. Se sabe que no son lo mejor para nuestra salud debido a que pueden incrementar los triglicéridos en sangre y el riesgo de padecer enfermedades del corazón. Lo relativamente positivo es que en la industria alimentaria se han disminuido las cantidades de grasas trans de los productos (se pueden identificar en la lista de ingredientes como aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados). Lo más habitual es que estas grasas se encuentren en la bollería industrial, las galletas, etc. OMEGA- 3 El Omega-3 pertenece al grupo de los ácidos grasos poliinsaturados, y como se trata de unácido graso esencial (es decir, que nuestro cuerpo no puede producir), solo lo podemos obtener a través de la alimentación. Hay 3 tipos de Omega-3: – EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico): nuestro cuerpo puede utilizar estos dos tipos de Omega-3 de manera muy eficiente. Por tanto, son los que aportan mayores beneficios para la salud. – ALA (ácido alfa-linolénico): es un tipo de ácido graso que puede convertirse en EPA y DHA en nuestro organismo, pero no suele ser de manera muy eficiente, o al menos no en grandes cantidades. ¿Cuánto Omega-3 necesitamos? Me parece muy curioso que uno de los suplementos más comprados por mis pacientes sea el Omega-3 y que cuando pregunto en consulta «¿Por qué lo consumes?», ¿Te lo recetó algún sanitario?», las respuestas sean muy parecidas a estas: «Porque todo el mundo lo toma», «Porque oí que era sano», «Porque no como tanto pescado» y, por supuesto, «Solo pedí el más barato en la farmacia». Es normal que haya tanta confusión, porque en redes sociales veo que lo recomiendan constantemente, hasta las fashion bloggers, pero sin conocer los detalles importantes de este ácido graso. En términos de cantidad recomendada, ronda los 1.000-3.000 mg diarios, pero cada organismo o institución indica diferentes dosis. De todos modos, como hay tanto vacío a nivel de evidencia, las conclusiones no son definitivas. Por lo tanto: • Si eres omnívoro, lo ideal es que tomes pescado graso al menos 1-2 veces por semana y que no superes las 4 raciones, debido a que muchos de estos pescados, como el pez espada o el atún, a veces contienen altos niveles de mercurio. • Si eres vegetariano o vegano, el asunto se complica, aunque no es para nada alarmante. Sabemos que si el consumo de grasas de origen vegetal, y por tanto la ingesta de alimentos ricos en ALA, es suficiente, cubriríamos nuestras necesidades de Omega-3 gracias a la conversión de ALA en EPA y DHA. Pero como ya he mencionado, no resulta tan fácil, ya que las cantidades de ácidos grasos utilizados para realizar esta ruta metabólica es mínima, por lo que no aseguramos que las cantidades de Omega-3 sean altas ni sabemos si es la cantidad recomendada, ya que este parámetro no está establecido. Dicho esto, la recomendación es mantener un buen balance entre Omega-3 y Omega-6 (todavía no se conoce la ratio recomendada, pero lo ideal es que haya más Omega-3 que Omega-6) y aumentar la ingesta de ALA proveniente de plantas, como semillas y algunos frutos secos, que pueden ayudar a mantener este equilibrio. • En embarazadas, ancianos o incluso deportistas de alto rendimiento o lesionados, no descartaría el uso de suplementación con DHA y EPA provenientes de aceites marinos (microalgas). Beneficios de tomar Omega-3: – Puede ser antiinflamatorio, lo cual ayuda a reducir el riesgo de padecer las enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, hiperinsulinismo, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, etc.). – La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) afirma que el DHA contribuye al buen funcionamiento del cerebro y de la vista. – Durante el embarazo y la lactancia, el DHA puede favorecer el desarrollo óptimo del cerebro del bebé. – Algunos estudios concluyen que el consumo de EPA y DHA es beneficioso para mejorar la función cognitiva de adultos en edad avanzada. Sin embargo, según otras investigaciones, es el que ofrece menos resultados concluyentes. – Contribuye a la salud cardiovascular. Esta es la razón por la que el Omega-3 se ha hecho tan famoso. Aun así, es necesario seguir investigando, ya que la cantidad mínima que se debe consumir para evitar enfermedades cardiovasculares no está del todo clara. Además, una reciente revisión de 2018 con más de 77.000 participantes concluyó que la suplementación con aceite de pescado no aportaba ningún beneficio a la salud cardiovascular, aunque, ojo, estamos hablando de la suplementación, no de la alimentación. OMEGA-6 El Omega-6 o ácido linoleico es también un ácido graso esencial del grupo de los poliinsaturados. No es necesario promover su ingesta porque se encuentra en los alimentos de consumo habitual, como por ejemplo los aceites vegetales, los huevos, la ternera o el pollo. De todos modos, es curioso que las grasas, como grupo de alimentos, estén tan olvidadas, tanto porque la cantidad que tomamos sea insuficiente como porque sea exagerada, como por ejemplo cuando aliñamos una ensalada con aceite de oliva. Si te limitas a pensar que consumir todo lo que sea «alto en grasa» o mucha grasa no es lo recomendable porque «estás a dieta», estarás privándote de lo que te aporta mayor saciedad y variedad en tu alimentación, lo que suele derivar en atracones, ansiedad o antojos muy recurrentes. ¿MITO O REALIDAD? ES MEJOR TOMAR PRODUCTOS CERO O BAJOS EN GRASAS Hace varios años, la industria alimentaria aprovechó el boom de «la grasa es nuestro enemigo» para desarrollar productos bajos en grasa o 0 % grasa. Sin embargo, la grasa que contienen la mayoría de estos productos no es perjudicial para la salud e incluso sacia más, por lo que no se debería alterar la composición. Además, para compensar la falta de este macronutriente y conservar el sabor del producto, los fabricantes añaden azúcares y edulcorantes, de modo que un producto que originalmente tenía pocos ingredientes y una buena cantidad de nutrientes acaba por no aportar casi nada desde el punto de vista de una alimentación saludable. Carbohidratos Vamos por el grupo de alimentos más temido, más tratado y más polémico: los benditos carbohidratos. Y es que... ¿alguna vez te has parado a pensar, más allá de si engordan o no engordan, qué son los carbohidratos? Los carbohidratos o hidratos de carbono son moléculas compuestas de carbón, hidrógeno y átomos de oxígeno. Se dividen en dos grupos principales: simples y complejos. – Los carbohidratos simples teóricamente son estructuras menos complejas y pequeñas, de modo que se digieren de manera más rápida y por eso son los más temidos cuando se habla de alimentación. Se clasifican en: • Monosacáridos: «mono» significa uno y «sacárido» es el nombre científico del azúcar, es decir, un monosacárido es un «azúcar simple». El más común y de todos conocido es la glucosa, pero también está la fructosa (el azúcar de la fruta), la dextrosa y la galactosa. • Disacáridos: «di» significa dos, de modo que un disacárido es la unión de dos azúcares simples, por ejemplo, la fructosa y la glucosa, que forman la sacarosa (el azúcar de mesa, el azúcar de caña, la miel), o la glucosa y la galactosa, que forman la lactosa (el azúcar de la leche). – Los carbohidratos complejos, como su nombre indica, son estructuras más complejas y de absorción y digestión más lenta. Se clasifican en: • Oligosacáridos: están formados por la unión de varios monosacáridos. Se encuentran en las verduras, el tomate y el plátano. • Polisacáridos: son los llamados «complejos», ya que están formados por una cadena de 10 o más monosacáridos (moléculas de glucosa, fructosa). Entre ellos se encuentran: Glucógeno: es la principal reserva o forma de almacenamiento de la glucosa (azúcar) en las células. Cada vez que comemos carbohidratos, nuestro cuerpo lo utiliza como energía, y lo que no utiliza lo almacena en forma de glucógeno, ya sea en el hígado y/o en el músculo. Por cada gramo de glucógeno que almacenamos, acumulamos 3 gramos de agua, es decir, aumentamos la cantidad de agua de nuestro cuerpo, y eso no es malo, pero de aquí viene la explicación de por qué se pierde más peso en las dietas bajas en carbohidratos: porque cada vez que tu glucógeno se descompone, se pierde o se elimina, pierdes también agua, y por lo tanto disminuye el peso corporal. Almidón: se almacena en las plantas a partir de la glucosa y está presente en el pan, cereales, pasta, legumbres, patata, etc. Aproximadamente el 50 % de nuestro consumo de carbohidratos es en forma de almidón. Fibra: corresponde a las partes comestibles de las plantas que no se absorben en el tracto gastrointestinalhumano, debido a que el intestino no tiene las enzimas para descomponer estos polisacáridos. Sin embargo, habrás oído (y cien años de investigación lo demuestran) que proporcionan muchos beneficios a la salud. Según los últimos estudios,[2] ayudan a reducir el peso corporal, el colesterol en sangre y el riesgo de padecer enfermedades importantes como la diabetes tipo 2, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares, por lo que contribuyen a disminuir la tasa de mortalidad. ¿PARA QUÉ USAMOS LA INSULINA? Cuando hablamos de la insulina, a menudo relacionamos esta hormona con el consumo excesivo de azúcares simples o bien con los llamados «picos de insulina» o con la prediabetes. Sin embargo, la producción de insulina es importante para regular diversas funciones de nuestro organismo, por ejemplo: – Permitir que las células utilicen la glucosa como energía. – Enviar señales al hipotálamo para que mande menos neuropéptido Y, el neurotransmisor responsable de que el apetito disminuya o desaparezca, a la vez que incrementa el metabolismo. – Estimular la liberación de leptina, la hormona encargada de proporcionar sensación de saciedad (por ejemplo, al consumir carbohidratos por la noche), a la vez que aumenta el metabolismo e inhibe la producción del neuropéptido Y. Durante el ejercicio, nuestro cuerpo produce insulina para que las células del músculo usen como energía nutrientes como por ejemplo la grasa. Ahora bien, cuando el consumo de carbohidratos es muy elevado, sobre todo si es recurrente y de manera aislada (es decir, sin acompañarlos con alimentos que pueden retrasar su absorción, como las verduras, las grasas o las proteínas), y además son carbohidratos bajos en fibra y altos en azúcares, y se suman otros factores como el sedentarismo, con el tiempo se puede ocasionar una resistencia a la insulina, lo que provocará un aumento de peso corporal. Por supuesto, estamos hablando de grasa corporal, ya que la glucosa que no podemos utilizar (porque hay demasiada) se convierte en grasa y se almacena. Este exceso de grasa corporal normalmente se aloja en el abdomen, por lo que aumenta el riesgo de padecer diabetes, hipertensión y otras enfermedades crónicas no transmisibles. EL ÍNDICE GLUCÉMICO Probablemente has oído hablar del índice glucémico de los alimentos. La gente le tiene miedo porque cuando decimos que un alimento es alto en índice glucémico lo asocia a que es alto en azúcares, y eso equivale a decir que es el demonio. Sin embargo, no es más que una «propiedad de los carbohidratos que refleja el incremento potencial de la glucosa en sangre cuando se consume cierto alimento con carbohidratos disponibles».[3] En otras palabras: expresa cómo reacciona el azúcar en sangre ante la ingesta de una cantidad determinada de carbohidratos. Por ejemplo, la Coca-Cola tiene un índice glucémico más alto que la avena cocida porque el azúcar en sangre aumenta más al beber Coca-Cola que al tomar avena. Aquí tienes una tabla con el índice glucémico de algunos alimentos: Fuente: International table of glycemix index and glycemic load values: 2008. El detalle de esta clasificación es que normalmente nosotros no comemos estos alimentos de manera aislada, sino que casi siempre los combinamos con otros alimentos (avena cocida con frutas y yogur, pasta con atún, tomate y aceite de oliva, etc.) y nuestro cuerpo reacciona de manera diferente. La respuesta individual de cada uno al tomar un alimento que contiene carbohidratos se denomina respuesta glucémica, y viene determinada por factores externos e internos, lo cual hace que incluso en una misma persona varíe: – Factores internos: composición corporal (grasa corporal y masa muscular), genética, actividad de las enzimas digestivas, microbiota intestinal, respuesta hormonal. – Factores externos: cantidad de ejercicio (por ejemplo, una persona entrenada metaboliza los carbohidratos de manera muy diferente a una persona sedentaria), tipo de ejercicio, preparación de los alimentos (cocido, triturado, al horno, frito), combinación de alimentos (carbohidratos con alimentos altos en fibra, con grasas, etc.), organización de las ingestas (el timing). Mi sugerencia... No des tanta importancia al índice glucémico de un alimento porque el contexto en que lo ingieras determinará tu respuesta glucémica. Además, piensa que tu respuesta glucémica puede variar un 43% cada día. De todas maneras, en relación con el ejercicio, el consumo de carbohidratos simples (altos en índice glucémico) durante los entrenamientos prolongados puede ser una buena ayuda para el rendimiento deportivo, aunque esto lo hablaremos más adelante. CARBOHIDRATOS Y EJERCICIO La relación entre el consumo de carbohidratos y la actividad física es un tema que ha levantado mucha polémica. Digan lo que digan, este grupo de alimentos tiene un papel muy importante en la provisión de energía y en el rendimiento, ya que es el combustible predominante durante el ejercicio de alta intensidad, y aquí entramos en una cuestión de fisiología. La glucosa es el único carbohidrato que puede ser oxidado en el músculo. Por eso, durante una carrera de 21 kilómetros, los avituallamientos o lo que te recomiendan que tomes son geles con glucosa (azúcar), para seguir proporcionando energía a tus músculos y continuar corriendo, y no fructosa o galactosa, que el hígado debe convertir en glucosa antes de ser oxidadas, conversión que ocurre de manera muy lenta. El glucógeno muscular y la glucosa en sangre pueden proporcionar más de 32 kilocalorías por minuto durante el ejercicio de muy alta intensidad, y pueden agotarse por completo después de un ejercicio intenso y prolongado. De hecho, cuando tus reservas de glucógeno están muy bajas es cuando sientes «el muro»: sensación de fatiga, cansancio, incluso mareos y ganas de terminar. En estos casos, dependiendo del deporte que hagas, la grasa no puede ser utilizada exclusivamente como combustible, porque los músculos necesitan una cantidad de carbohidratos para funcionar bien. ¿MITO O REALIDAD? LOS CARBOHIDRATOS ENGORDAN ¿Cuántas veces has leído o escuchado que para la pérdida de grasa corporal tienes que evitar los carbohidratos? Supongo que demasiadas, y yo también. No obstante, tanto la experiencia –por mi parte y de muchísimos nutricionistas– como numerosas investigaciones de calidad han demostrado que, en una dieta, el porcentaje de carbohidratos o grasas o proteína no tiene relevancia alguna para la pérdida de grasa corporal. Y es que ver un grupo de alimentos como el enemigo es vivir con los ojos tapados, porque la ganancia de grasa corporal es un proceso mucho más complejo. Son muchos los factores que determinan el balance energético, ya sean biológicos, psicológicos o sociales, y solo algunos son controlables, lo cual hace que la pérdida de peso sea increíblemente difícil. Las temidas calorías CASO REAL La primera vez que vino Susana a mi consulta, pude detectar con solo tres preguntas que el motivo de su visita era un miedo y una obsesión por el conteo de calorías. Años de dietas restrictivas, junto con una insatisfacción corporal crónica, habían derivado en una obsesión con los alimentos y con el falso mito de «come menos y ejercítate más» para perder grasa corporal, y la única manera de conseguirlo era contando calorías diariamente. Susana me mostró los cuadros en Excel que había llenado todos los días, todas las semanas del mes, para controlar exactamente qué estaba comiendo y saber si se estaba excediendo y tenía que pasar más tiempo en el gimnasio quemando esas calorías consumidas. Una caloría no es más que la unidad que describe la energía que necesitamos para realizar nuestras funciones vitales, para crecer, para mantenernos, para ejercitarnos, para vivir. «Caloría» es un concepto que nos han enseñado o inculcado desde muy jóvenes, y la verdad es que nos han enseñado más a temer las calorías que a tener buenos hábitos de alimentación en general. Se habla de calorías en todas partes, en las etiquetas de los alimentos, en los gimnasios,en los restaurantes, en aplicaciones, en los relojes inteligentes..., por lo que es imposible no obsesionarse con ellas. Las calorías que aparecen en la información nutricional de los alimentos son en realidad kilocalorías (1.000 calorías), pero en este libro yo te hablaré de «calorías», que es el término más habitual. ¿CUÁNTAS CALORÍAS DIARIAS NECESITO INGERIR? Muchos científicos han desarrollado diferentes fórmulas para conocer los requerimientos de calorías diarias de cada persona según ciertos datos. Pero la verdad es que no somos unas máquinas perfectas: a pesar de que las calorías que necesitamos diariamente van a depender de nuestro sexo, edad, peso corporal, estatura y actividad física, datos que tenemos disponibles, hay otros datos que no podemos controlar. Uno de ellos es el porcentaje de masa muscular y grasa corporal. Hoy día existen fórmulas para conocer los requerimientos calóricos diarios en los que intervienen estos dos valores y fórmulas para estimar el porcentaje de masa muscular y de grasa corporal de un individuo. Sin embargo, cada una de ellas puede dar un valor completamente diferente. Entonces, mi pregunta es ¿qué fórmula utilizo si quiero calcular mi composición corporal, de cara a conocer las calorías exactas que necesito? También influye el factor de actividad diaria. Por ejemplo, aunque una persona me diga que realiza un entrenamiento de crossfit equis veces por semana y que da tantos pasos semanales, no puedo saber específicamente si un día decidió pasar más tiempo limpiando la casa y paseando el perro, y por consiguiente desconozco si su requerimiento de calorías diarias es mayor. En relación con el ejercicio, la energía se utiliza dependiendo del entrenamiento que se realice, es decir, cuando la glucosa se descompone, se genera energía en forma de ATP, la cual va a ser utilizada para la contracción del músculo en el ejercicio. Pero ¿cómo podemos saber exactamente cuánta energía (calorías) vamos a necesitar para ese entrenamiento por cada contracción muscular? Es casi imposible. ¿MITO O REALIDAD? DA IGUAL DE DÓNDE PROVENGAN LAS CALORÍAS, SIMPLEMENTE NO TE EXCEDAS Claramente esto no es así. Pensar de esta manera sugiere que la procedencia de tus calorías y los nutrientes que te aporten da igual porque lo que quieres es no aumentar de peso corporal. Sin embargo, tener en cuenta de dónde provienen tus calorías es muy importante, porque 100 calorías procedentes de frutos secos (alimentos densos en nutrientes) tienen mucho más que ofrecer que 100 calorías de un bote de Nutella, que es vacío a nivel nutricional. Y es así por el simple hecho de que el concepto de salud se pierde cuando nos enfocamos únicamente hacia las calorías, porque al final lo que se busca es que esas calorías ingeridas te puedan satisfacer tanto física como mentalmente. Lo que ocurre con las calorías es que suponemos que todas son iguales y que todos los cuerpos responden igual ante ellas. Si bien es cierto que para lograr objetivos de composición corporal como pérdida de grasa o ganancia muscular he de tener en cuenta el déficit calórico o una dieta hipercalórica, no puedo enfocarme únicamente en este sentido. También debo considerar el estilo de vida de la persona, desde sus horas de descanso, su actividad diaria, su entrenamiento, su grado de estrés, su condición mental o su relación con la comida, su genética, su historia con la alimentación, y si estuviéramos lo suficientemente avanzados como para conocerla, hasta la microbiota intestinal. ¿ES IMPORTANTE A QUÉ HORA CONSUMES TUS CALORÍAS? CASO REAL Recuerdo cuando pasé el cuestionario de consumo de alimentos a Susana y me aseguró que jamás comía después de las ocho de la tarde, ni siquiera esos días que se dormía a la una de la madrugada y muerta de hambre. Su explicación era que no quería que toda esa comida se convirtiera en grasa, porque, según ella, es lo que ocurre con todo lo que comes a partir de las ocho de la tarde. Susana no es la única que tiene esta preocupación. Lo raro es que, dependiendo del país en el que estemos y del pseudocientífico de turno, van cambiando las horas y los grupos de alimentos que debes evitar. La idea de que la comida engorda más a partir de cierta hora del día se basa en el estudio de la crononutrición, que explica que nuestras células tienen un ritmo circadiano, es decir, que poseemos un reloj biológico. El estudio demuestra que nuestro reloj biológico determina el mejor momento para que ocurra determinado proceso metabólico en un marco de 24 horas, de modo que metabolizamos mejor ciertos alimentos a ciertas horas del día. La lógica apunta a que como nos vamos a dormir o estamos medianamente en reposo después de cenar, las calorías que ingerimos no se quemarán y por lo tanto se convertirán en grasa. Sin embargo, hasta la fecha, la evidencia científica indica que nuestra tasa metabólica aumenta cuando estamos en la fase REM del sueño. Además, nuestro cuerpo suele trabajar en la reparación de tejidos y de ganancia muscular mientras dormimos por la noche, lo que confirma que nuestro metabolismo no está completamente en reposo, siempre y cuando seas una persona activa. No existe evidencia científica concluyente que demuestre cuál es la mejor hora para comer ni para evitar ciertos grupos de alimentos. ¿MITO O REALIDAD? LAS CALORÍAS NEGATIVAS AYUDAN A PERDER PESO El concepto de calorías negativas surge de la idea de que algunos alimentos aportan menos calorías de las que se gastan a la hora de absorberlos y digerirlos. La explicación se encuentra en el efecto térmico de los alimentos, es decir, las calorías que utiliza tu cuerpo durante el proceso de digestión. En este sentido, el efecto térmico de las proteínas es mayor que el de las grasas o los carbohidratos, puesto que oxidan un 5-15 % de las calorías ingeridas. Veamos un ejemplo: media taza de pepino tiene 8 calorías, pero como para metabolizarlo y digerirlo se utilizan 0,4 calorías, aunque este alimento sea muy bajo en calorías, todavía cuentan como positivas. Una dieta para pérdida de peso a base únicamente de alimentos que aporten calorías negativas comportará, como es lógico, una pérdida de peso corporal, sobre todo por el elevado déficit calórico diario, aunque no aportará suficientes nutrientes. APPS PARA CONTAR CALORÍAS Sinceramente, ni apoyo ni promuevo el cómputo de calorías entre mis pacientes. Lamentándolo mucho, hoy en día existen muchas aplicaciones para móviles que nos ayudan al conteo de calorías (FatSecret, MyFitnessPal, Samsung Health), y si bien es cierto que pueden ser una gran ayuda para tener una idea y ser conscientes de cuántas calorías consumimos aproximadamente, también es cierto que pueden fomentar una obsesión hacia la alimentación. Un estudio de 2017 demostró que el 73 % de los participantes que utilizaron MyFitnessPal percibieron la aplicación como una herramienta que podía contribuir a un desorden alimentario, e incluso presentaban síntomas de un trastorno alimentario. Esto no quiere decir que esta aplicación o todas las de este tipo estén causando trastornos alimentarios en la población, sin embargo, utilizarlas a diario por mucho tiempo puede volverse obsesivo y frustrante. Una de las contraindicaciones de estas aplicaciones es que, si te fijas un objetivo de composición corporal, en especial una dieta baja en calorías para la pérdida de grasa corporal, puede llegar a ser frustrante no alcanzar el objetivo que esta aplicación sugiere para un tiempo determinado. Además se puede perder de vista el panorama completo de comida saludable, debido a que estás tan enfocado a consumir una cantidad específica de macronutrientes y calorías que anulas las señales de hambre y saciedad y dejas de preocuparte por la calidad de los alimentos. Mi sugerencia... Si estás utilizando una aplicación para contar tus calorías, piensa si tu relación con la comida es realmente saludable. ¿Eres flexible con la aplicación? ¿O dependes de ella y la chequeas varias veces al día para ver cuántas calorías llevas y cuántastienes que quitarte o añadirte? Si dependes de la aplicación, te recomiendo que la dejes a un lado e intentes ser más consciente de tus sensaciones tanto de apetito como de saciedad. TEST DE AUTOEVALUACIÓN Después de haber leído este capítulo, ya conoces la base de la nutrición. Pero esto solo es el inicio, porque ahora comienza lo bueno. Así que para que sepas en qué punto te encuentras en cuanto a hábitos alimentarios y cuál es tu postura ante las modas y la sobreinformación que hay en internet, te sugiero que hagas el siguiente test. Se trata de elegir una opción de cada columna: ☐ Hago ejercicio para poder quemar las calorías que como. ☐ Hago ejercicio porque quiero verme de una manera concreta. ☐ Cada vez que tengo planificado ir a entrenar y falto, me siento fatal. ☐ Solo estoy pendiente de cuál es la nueva dieta que te ayuda a perder grasa. ☐ Siempre he consumido suplementos; me parecen muy necesarios. ☐ Si quieres estar sano, tienes que comer «limpio» y solo comida real. ☐ Hago ejercicio para sentirme mejor, reducir el estrés, relajarme, sentirme más activo/a. ☐ Hago ejercicio para ver lo que mi cuerpo es capaz de hacer y mejorar. ☐ Si no puedo ir a entrenar un día no me amargo, aunque lo tuviera planificado. ☐ Soy muy crítica a la hora de leer sobre una nueva dieta que ofrece miles de beneficios. ☐ Tomo suplementos como una alternativa o un extra, sobre todo si tengo algún déficit. ☐ Si quieres estar sano, la alimentación no lo es todo; intervienen muchos otros factores, incluida la salud mental. Cuenta el número de casillas que has escogido de cada columna (la de la izquierda y la de la derecha). Como puedes ver, la mentalidad de la izquierda representa todo aquello de lo que quiero que te alejes, y es difícil porque vivimos con una cultura de dieta desde que somos pequeños. Por lo tanto, si has elegido más casillas de la columna izquierda que de la derecha, mi objetivo es que, al finalizar este libro, puedas volver a realizar este ejercicio y que la mayoría de las opciones que marques (por no decir todas) sean las de la columna derecha. 2 La pelea entre las dietas de moda Dentro de la ciencia hay raramente teorías compitiendo, sino simples hipótesis que buscan evidencias. THE ANGRY CHEF La dieta perfecta no existe Es muy común que acudan a mi consulta personas con un nivel de autoexigencia muy elevado y que, dependiendo de los conocimientos que tengan, lo que hayan leído y aprendido, y por supuesto lo que esté de moda, definan su alimentación como buena o mala, porque no existe un equilibrio, porque no hemos sido educados en la flexibilidad, y es normal que seamos tan críticos con nosotros mismos. Sin embargo, cuando se trata de la alimentación, este tipo de comportamiento puede ser bastante delicado. Ni existe una dieta perfecta para todo el mundo ni la inclusión o exclusión de ciertos alimentos nos define como personas saludables. La dieta perfecta es un concepto que nos han vendido desde hace muchos años y en el que está involucrada la industria alimentaria. Se basa en la idea de que, si quieres seguir una alimentación perfecta, debes comprar y consumir los productos que, según el año, te ofrecen como la mejor alternativa para tener la mejor salud y, por supuesto, el mejor físico. Día tras día, tanto en las redes sociales como en la vida real, estamos expuestos a críticas sobre cómo deberíamos comer y a comparaciones con personas que aparentemente comen todos los días «perfecto». Por lo tanto, es muy fácil que acabemos culpándonos y que creamos que no tenemos fuerza de voluntad, al ver que otros sí la tienen. Mi sugerencia... Que una dieta esté de moda no significa que tengas que hacerla como todo el mundo. Si te apetece probarla no pasa nada, pero que sepas que tampoco pasa nada si no te puedes adaptar a ella. ¿QUÉ DIETA ES LA MÁS ADECUADA? No existe una definición estándar de alimentación ni de dieta perfecta. Se trata de buscar aquella a la cual te puedas adherir y que sea sostenible por mucho tiempo. Hoy en día, el concepto de equilibrio causa demasiada polémica cuando se habla de dietas, porque unos afirman que el consumo de alimentos ricos en azúcares (ultraprocesados) es innecesario y no se debería fomentar, y otros defienden el consumo de estos alimentos porque los consideran parte del disfrute de la vida. Yo opino que ninguna de las ideas anteriores es del todo cierta, sobre todo porque creo más en un balance, y en que la nutrición va mucho más allá del simple hecho de comer, porque a pesar de que la alimentación ayuda a evitar o combatir enfermedades, también es cierto que puede generar estrés, frustración, insatisfacción, y un desequilibrio a nivel mental. El concepto de equilibrio o balance lo concibo en el sentido de que te permitas comer los alimentos que disfrutes, pero a la vez que reconozcas que vas a pasar por etapas donde exista hambre emocional, donde te aburras de ciertas comidas, donde el estrés se apodere de ti, y un sinfín de razones más que impedirán que tus hábitos o conductas alimentarias sean lineales. Lo que sí es cierto es que, al final, el balance difiere de uno a otro, por lo que no se puede aplicar a todo el mundo la misma estrategia. TEST DE HÁBITOS SALUDABLES Cuando hablamos de «hábitos saludables», nos referimos al conjunto de acciones a tener en cuenta para lograr un bienestar físico y mental. Así que, para empezar este capítulo de la mejor manera, me gustaría que marcaras los hábitos que ya tienes incorporados en tu rutina diaria: ☐ Te centras en lo que debes añadir a tu alimentación (frutas, verduras, semillas, legumbres, hortalizas, frutos secos) y no en todo lo que tienes que eliminar o en lo que está «prohibido». ☐ Le das variedad a tu alimentación (diferentes preparaciones, colores, grupos de alimentos). ☐ Comes alimentos que disfrutas y no te obligas a comer ciertos alimentos solo porque están catalogados como muy saludables. ☐ Haces ejercicio (incluido de fuerza o entrenamiento funcional). ☐ Mantienes una actividad diaria (caminas, bajas y subes escaleras, etc.). ☐ Duermes 6-8 horas sin interrupción, es decir, disfrutas de un buen descanso. ☐ Eres consciente de que un estrés prolongado puede afectar tu salud, y por consiguiente intentas reducirlo. ☐ Tienes una buena relación con la comida y la alimentación no es la prioridad número uno en tu vida. Cuantas más casillas hayas marcado, más te habrás acercado a un bienestar mental y físico. De todas maneras no te preocupes, porque esto no es un examen. Aunque me gusta que hagas este test para que seas consciente de lo que estás haciendo bien, así como de lo que puede estar fallando para llevar unos hábitos saludables. Durante las diferentes etapas de tu vida, no siempre estarán marcadas las 8 casillas, ya sea debido al estrés, al trabajo, a la universidad, a los niños, a situaciones personales, etc. Lo importante es que siempre las tengas en cuenta, o al menos presente, para volver a incorporarlas en tu vida. Así que ¡vamos a por ello! Ayuno intermitente y pérdida de grasa corporal A partir de 2018, una de las preguntas que más recibo tanto en las redes sociales como en reuniones, y básicamente en todas partes, es la siguiente: ¿qué piensas del ayuno intermitente? Y es tan pero tan difícil contestar esta pregunta y a la vez dar una respuesta satisfactoria y convincente, que por esta misma razón me urgía dejarla por escrito, explicándola de la mejor manera posible y basándome tanto en ciencia como en experiencia. Un poco de historia... Aunque el ayuno intermitente es una dieta de moda, los períodos de abstinencia voluntaria de alimentos y bebidas (es decir, el ayuno intermitente propiamente dicho) lo han practicado desde la antigüedad pueblos de todo el mundo. De hecho, los libros sobre etnología (ciencia que estudia las culturas en todos sus aspectos) describen una gran variedad de formas y maneras de practicar el ayuno. Desde hace siglos, hombres y mujeres ayunan por razones religiosas, como por ejemplo durante el conocido Ramadán.Los judíos celebran el Yom Kipur o «día de la Expiación», durante el cual se abstienen de comer y beber, incluso agua, desde antes de la puesta del sol hasta la puesta del sol del día siguiente. También muchos cristianos ayunan y oran durante 40 días en Cuaresma o periódicamente a lo largo del año, cuando es necesario reforzar la disciplina espiritual. Los ayunos también se han utilizado como estrategia para expresar puntos de vista sociales y políticos. El gran Mahatma Gandhi, por ejemplo, ayunó varias veces para protestar contra el gobierno británico de la India. Y como todo en esta vida de culto a la dieta y a la estética, el ayuno intermitente también acabó aplicándose a la pérdida de peso. Empezó a ser popular en el año 2012, a raíz de la publicación del libro The Fast Diet, de un médico llamado Michael Mosley, y de The Obesity Code, en 2016, del doctor Jason Fung, que tuvo un éxito increíble y a quien sigue toda una secta que solo apoya este patrón de alimentación (lo siento, pero es que no tolero este tipo de fanatismo hacia una dieta en concreto, como si fuera la poseedora de la solución mágica y todos estuviéramos fabricados con el mismo ADN y la misma maquinaria). A decir verdad, hay casi dos docenas de libros que promueven distintos patrones de ayuno intermitente, cada uno a su manera y estilo, cada uno ofreciendo o afirmando que aporta cientos de beneficios a la salud. ¿QUÉ ES EL AYUNO INTERMITENTE? Es una estrategia que intercala ciclos de alimentación y ayuno durante períodos específicos de tiempo. Esto quiere decir que, durante horas o incluso durante uno o varios días, no se consumen alimentos ni bebidas con calorías. Le sigue una ventana de tiempo determinada donde se puede comer, aunque, dependiendo del tipo de ayuno y de objetivo, se limitan o no las calorías o los grupos de alimentos. El objetivo es desencadenar una cascada de adaptaciones fisiológicas que pueden ayudar a mejorar tu salud y composición corporal. Y ahora que tenemos cierta idea sobre la historia y sobre el concepto de ayuno intermitente, veamos cuál es su relación con la pérdida de grasa corporal. La teoría que apoya esta estrategia se basa en que cuando nuestro cuerpo pasa más de unas cuantas horas sin comer, por ejemplo, 10 o 14 horas, el organismo tiene que utilizar sus reservas para obtener la energía necesaria para sobrevivir. Se supone que las primeras 24-48 horas de ayuno se consume la glucosa (el azúcar en sangre circulante y almacenada) y se empieza la movilización de triglicéridos del tejido adiposo (o sea, de la grasa que tienes almacenada) para convertirse en glicerol y ser utilizada como energía en procesos posteriores. Esto quiere decir que por un lado mejora la captación de grasas por parte de los tejidos donde se utilizan las grasas como combustible primario en vez de los carbohidratos (glucógeno), y por otro lado que se genera glucosa a partir de la grasa almacenada, y todo esto obliga a nuestro cuerpo a adaptarse con el fin de oxidar más grasa para sobrevivir. Lo curioso de este método es lo simple que puede llegar a ser en comparación con otro tipo de dietas, que te obligan a reducir mucho la ingesta de algún grupo de alimentos. Además tienes diferentes opciones de ayuno intermitente, de modo que puedes escoger la que más se adapte a ti: ¿QUÉ DICE LA CIENCIA? Los diferentes científicos que apoyan al cien por cien este patrón de alimentación afirman que aporta beneficios como: – Regular la glucosa en sangre. – Aumentar la energía. – Aumentar la producción de la hormona de crecimiento (que estimula el crecimiento muscular y la lipólisis). – Reducir el nivel de colesterol y triglicéridos en sangre. – Reducir la presión arterial. – Promover la longevidad y la salud cerebral, por ejemplo preservando la memoria. – Promover la pérdida de peso y grasa corporal. – Aliviar la inflamación crónica. Después de leer todo esto, ¿quién no quiere hacer ayuno intermitente? Pero, como todo lo que se vende, es demasiado bueno para ser verdad, ya que, si hablamos de ciencia, hay mucho espacio para el escepticismo por varias razones: 1. La mayoría de las investigaciones se han realizado en animales. Sabemos que se han demostrado los beneficios del ayuno intermitente en ratas y en otros mamíferos, pero no podemos traducir los resultados a los humanos sin llevar a cabo las pruebas adecuadas. 2. Los estudios en humanos son muy pequeños, la mayoría sobre una muestra de menos de 40 participantes, y el mayor de unos 100 participantes. 3. Las investigaciones realizadas hasta ahora abarcan períodos de tiempo cortos, no superiores a 6 meses. Llevar a cabo estudios a largo plazo con grandes muestras que controlen una estrategia en concreto de ayuno intermitente es todo un reto. 4. Es muy difícil realizar un metaanálisis que involucre un solo tipo de ayuno intermitente y determinar a partir de este cuál es el más efectivo, ya que los estudios varían según el número de horas e incluso de días de ayuno. 5. La restricción calórica es diferente en cada estudio, y la ingesta determinada de grupos de alimentos también cambia. Todas estas razones suenan muy bien y muy lógicas, y aunque la evidencia científica en animales es fuerte, te hablaré a continuación de los estudios realizados en humanos, ya que, al fin y al cabo, eso es lo que somos, ¿no? Para resumir un poco y no exponer toda la biblia de estudios que existen hasta hoy, mencionaré los más importantes. Ten en cuenta que casi todos se basan en la comparación con una dieta hipocalórica lineal, es decir, una alimentación baja en calorías todos los días de la semana. Estudios realizados en humanos – Un estudio aleatorizado de 2011 de 6 meses de duración evaluó una dieta hipocalórica lineal versus el ayuno intermitente en 89 mujeres adultas con sobrepeso u obesas. El tipo de ayuno aplicado fue la estrategia 5:2, donde se mantuvo 2 días por semana una restricción de calorías del 75 %. Resultado: la pérdida de peso en ambos grupos fue similar. – Según una revisión de ensayos de 2015 que evaluaron múltiples métodos de ayuno intermitente en humanos, 11 de 13 estudios mostraron una pérdida de peso estadísticamente significativa con el ayuno intermitente. – En una revisión de 2016 que duró 6 meses y donde se evaluaron 980 sujetos, se demostró que la pérdida de peso era similar tanto en ayuno intermitente como en restricción calórica lineal, y que las concentraciones de glucosa e insulina en sangre eran similares en ambos grupos, es decir, los beneficios no fueron mayores en el caso del ayuno intermitente. – En 2018 se realizó otro estudio (metaanálisis) de 12 semanas de duración, que incluía adultos con sobrepeso y obesidad, en el que se comparaba un ayuno intermitente de <800 calorías durante al menos 1 día a la semana y como máximo 6. Resultado: no hubo diferencia en relación a la pérdida de grasa corporal comparándola con la restricción calórica lineal. Y esto es simplemente un resumen de los estudios más importantes que existen hasta ahora, y es que la investigación sigue sin aportar resultados concluyentes. Las últimas revisiones de calidad han demostrado que la razón por la que las personas que ayunan generalmente logran ver resultados es por la cantidad total de calorías ingeridas, ya que suelen ser menores, y no porque el ayuno incremente el metabolismo o aumente la pérdida de grasa corporal en comparación con otras dietas. Así pues, no está nada claro que esta estrategia sea superior a otro tipo de dietas para lograr una pérdida de grasa, disminución del apetito o cambios metabólicos, y es que para confirmarlo y zanjar el debate se necesitan estudios de alta calidad. Esto no quiere decir que desaconseje completamente el ayuno intermitente, porque sin duda puede ser una buena estrategia para algunas personas, y yo misma la he aplicado a diferentes pacientes, sobre todo deportistas. Pero no se trata de que yo te diga si es buena o no, se trata de que dispongas de toda la información posible para que tú mismo seas capaz de discernirsi eres un buen candidato para realizar esta dieta. DESVENTAJAS DEL AYUNO INTERMITENTE – Puede ralentizar el metabolismo, ya que reducir la ingesta con demasiada severidad puede llevar al cuerpo a responder con adaptaciones fisiológicas que inhiban la pérdida de grasa y la ganancia muscular, y por tanto que la tasa metabólica sea cada vez menor. Esta reacción es un mecanismo de las hormonas, que dan señales de alerta a nuestro cuerpo para frenar ciertos procesos que no son prioridad, y uno de ellos es la pérdida de grasa. –Las tasas de abandono son bastante altas, ya que es una estrategia que no ha sido estudiada a largo plazo, de modo que no podemos confirmar que sea sostenible por mucho tiempo. –Se pueden experimentar dolores de cabeza, fatiga, hambre y bajos niveles de energía en los días de ayuno. –Puede resultar complicado a nivel social, dado que el patrón de alimentación del ayuno intermitente es muy diferente del habitual y puede alterar tu bienestar mental y generar obsesión y frustración por estar planificando constantemente los eventos sociales en torno a tus horas de comida, o no comiendo porque no coinciden con tu ventana de alimentación. –Puede alterar las señales de hambre y de saciedad, y estas existen por una razón. –Puede llevar a la sobrealimentación, si durante los períodos de no ayuno se aprovecha para ingerir todo lo que a uno le pase por la mente y más. –Pueden aparecer problemas de digestión, sobre todo porque no todo el mundo es capaz de consumir las calorías que necesita en tan pocas horas o en tan solo 2-3 ingestas. Puede ocasionar indigestiones, distensión abdominal, inflamación del tracto gastrointestinal, cólicos e incluso estreñimiento, en cuyo caso las personas con colon irritable serían las más perjudicadas. –Para personas con diabetes que deben tener una ingesta de alimentos cada cierto tiempo, el ayuno intermitente tal vez no sea una buena idea; al menos debería supervisarlo un profesional de la salud. –Por último y muy importante, una recomendación personal: para personas que sufren o han sufrido un trastorno de alimentación, o tienen una relación poco saludable con la comida, es la estrategia menos aconsejable. CASO REAL Berta, una chica de 28 años, llevaba más de 8 meses realizando ayuno intermitente con el método 16:8 (16 horas de ayuno, 8 horas para comer) y practicaba crossfit 6 veces por semana. Refería sensación de cansancio, bajo rendimiento en el entrenamiento, aparición de antojos y, sobre todo, ningún tipo de avance o progreso en cuanto a composición corporal en los últimos meses. Me dispuse a hacer el recuento calórico de sus ingestas a partir de los siguientes datos: Comida: 2 hamburguesas de pollo, pimientos asados, brócoli. Cena: brotes verdes, aguacate (1/2 pieza), atún (2 latitas), tomate, salmón (100 g), espárragos trigueros. Total: 800 kcal A continuación calculé las calorías diarias que debía consumir y estimé que eran unas 2.100 kcal. Es decir, que durante 8 meses Berta había restringido sus necesidades calóricas hasta un 40%. ¿Por qué crees que la composición corporal de Berta no evoluciona? ¿Por qué no hay una pérdida de grasa corporal a pesar de estar realizando ayuno intermitente y una dieta muy baja en calorías? La respuesta te la daré en el capítulo 3, cuando te hable con mayor profundidad sobre las dietas hipocalóricas. CANDIDATOS PARA EL AYUNO INTERMITENTE Ahora que ya sabes cuáles pueden ser las desventajas de realizar ayuno intermitente, te indicaré para quién puede ser una buena opción, dadas sus características: – Personas con apetito reducido que están acostumbradas a realizar como máximo 3 comidas al día y que no sufren episodios de ansiedad a causa de los alimentos. –Personas que prefieren saltarse el desayuno y llegan sin mucho apetito a la comida. –Personas que tienen hábitos saludables, tanto en lo que se refiere a ejercicio, descanso, alimentación, como a salud mental. –Personas activas que estén en la última fase de pérdida de grasa corporal y que requieran un cambio en el patrón alimentario para que continúe la disminución del porcentaje de grasa. TEST PARA CANDIDATOS AL AYUNO INTERMITENTE Antes de concluir este capítulo, quisiera que me respondieras las siguientes preguntas eligiendo una o varias respuestas, sobre todo si en algún momento te has planteado hacer ayuno intermitente: 1. ¿Por qué quieres hacer ayuno intermitente? a) Por desesperación, para bajar de peso. b) Porque sientes que puede adaptarse a tu estilo de vida y puedes soportarlo de manera temporal para lograr objetivos más exigentes. 2. Si es una manera de seguir logrando objetivos de pérdida de grasa: a) ¿Practicas ejercicio? b) ¿Haces entrenamiento de fuerza? c) ¿Duermes bien? d) ¿Dedicas tiempo para ti, sobre todo para relajarte? e) ¿Caminas, te mantienes activo/a? 3. En cuanto a tu relación con la comida: a) ¿Es un poco tormentosa? b) ¿Se ha convertido en lo más importante, hasta el punto de que te pasas el día pensando en ella? 4. ¿Tienes diabetes, hiperinsulinismo o sufres alguna patología similar? a) Sí. b) No. 5. ¿Tienes problemas para conciliar el sueño? a) Sí. b) No. 6. ¿Tienes buenos hábitos alimenticios? a) Sí. b) No. Respuestas: 1. Si has contestado a), te lo suplico: no hagas ayuno intermitente. Si tu respuesta es b), ¡adelante! 2. Si no has implementado alguna de las opciones, te sugiero que lo hagas antes de intentar a toda costa esta estrategia. 3. Si has elegido alguna, te lo ruego: déjalo correr, esta estrategia no es para ti. 4. En caso afirmativo, es preferible que consultes con un nutricionista que tenga conocimientos sobre ayuno intermitente. 5. En caso afirmativo, el método 16:8 o incluso el de 14 horas de ayuno puede ayudarte a conciliar antes el sueño. 6. Si has elegido la a), el ayuno intermitente puede ser buena opción para seguir logrando objetivos de pérdida de grasa corporal. No te lo recomiendo si todavía no sabes cómo comer bien ni si la alimentación te genera muchísimas inquietudes; para eso tienes un montón de libros que te pueden ayudar, como el de Victoria Lozada, La buena nutrición, o el de Gabriela Uriarte, Sin dieta para siempre. TIPS PARA INICIAR UN AYUNO INTERMITENTE No, no te voy a proponer un menú de ayuno intermitente, porque ya sabes que no es esa mi intención. Pero sí quiero compartir algunos tips, por si estás pensando en hacer esta dieta por primera vez: • Empieza desde lo sencillo y avanza de manera gradual. Puedes comenzar con 14 horas de ayuno, esto quiere decir que la cena sería a las 20.00 y la primera comida del día siguiente a las 10.00. Si crees que puedes aguantar el apetito un poco más, intenta cenar a las 20.00 y pasar la primera comida del día siguiente a las 12.00; así estarías haciendo el método 16:8. • Sé flexible. En otras palabras, si no lo conseguiste con 14 o 16 horas, no pasa nada. • Si quieres, toma infusiones de té durante las horas de ayuno. • Entrena durante las horas de ayuno. Puedes hacerlo sin problema, pero trata de incluir carbohidratos complejos en la última comida, y además te recomiendo que tu primera ingesta sea justo después de entrenar. • En tus comidas incluye los 3 grupos de alimentos (proteínas, carbohidratos y grasas) y al menos 2 raciones de fruta y verdura; así te asegurarás de que el consumo de nutrientes sea suficiente. • Procura comer despacio, y te sugiero que, si puedes, antes de la primera ingesta bebas un vaso de agua y tomes un plato de vegetales antes de empezar con el resto de la comida; de esta manera lograrás regular tu azúcar en sangre, y además podrás controlar la velocidad en la que comes. Mi sugerencia... El ayuno intermitente no es una pastilla mágica. Tampoco es la mejor forma de comer ni la mejor dieta. Es una estrategia más para la pérdida de grasa corporal, sobre todo porque consumes menos calorías. Por lo tanto, si te funciona o crees que lo puedes hacer sin tener que sufrir, perfecto. Pero no es una estrategia para todo el mundo, y no pasa nada si no es tu tipo de dieta; no pasa nadasi no puedes hacerla porque sufrirías mucho. Ten en cuenta que, al fin y al cabo, es una moda más. Entrenamiento en ayunas Y ya que estamos hablando de ayuno, quiero abordar otro tema que estuvo muy de moda y sigue siendo objeto de duda de muchos: el entrenamiento en ayunas. Aunque pensamos que el entrenamiento en ayunas se inventó o se dio a conocer hace unos años, se trata de una estrategia que, como muchas otras, ha sido utilizada desde hace mucho tiempo, sobre todo por ciclistas, maratonistas y triatletas, con el objetivo de aumentar la utilización de grasas durante el ejercicio. La idea es realizar un ayuno de al menos 12 horas, con el propósito de que los niveles de glucógeno sean lo suficientemente bajos para que, cuando se realice el entrenamiento, el cuerpo deje de utilizarlo como combustible principal y use las grasas, de tal modo que provoque tanto una mayor pérdida de grasa corporal como un mejor rendimiento gracias a la flexibilidad metabólica, que te explicaré más adelante. CASO REAL Hace ya cuatro años que decidí abordar el tema del entrenamiento en ayunas en mi trabajo de fin de máster, para el que conté con la colaboración de dos corredores populares. Antes del experimento, ambos realizaron una carrera de 10 kilómetros y se les tomaron las medidas antropométricas, como peso, pliegues corporales, perímetros y diámetros, así como varios test de carrera para medir variables metabólicas y de rendimiento como la economía de carrera, el lactato sanguíneo y la velocidad. El experimento, que consistía en que uno de ellos entrenara en ayunas y el otro no, duró 6 semanas y culminó con otra carrera de 10 kilómetros. Lo curioso es que los resultados obtenidos apuntaban en el mismo sentido que la evidencia científica: la disminución del peso y de la grasa corporal en ambos era similar, pero se habían producido cambios realmente positivos en los umbrales de competición, es decir, mejoras que, en la carrera de 10 kilómetros, permitieron correr a mayor velocidad al atleta que había entrenado 6 semanas en ayunas. Por supuesto, mis conclusiones fueron que este tipo de estrategia puede ofrecer una mejora en el rendimiento de carrera. ¿QUÉ DICE LA CIENCIA? Como todo tema que genera polémica, existe muchísima evidencia científica respecto al entrenamiento en ayunas, pero cuando resumimos los estudios de calidad, tenemos una visión más objetiva de los beneficios reales que comporta: – Pérdida de grasa corporal: las investigaciones hablan sobre resultados positivos en cuanto a mejora en la tasa de oxidación de grasas, aumento de las enzimas que están involucradas en la lipólisis, disminución de triglicéridos intramusculares (grasa), aumento de las hormonas que estimulan la lipólisis. En cuanto a pérdida de grasa corporal, excepto uno o dos estudios, ninguno indica que exista un beneficio directo, es decir, no hay investigaciones que demuestren que realizar este tipo de estrategia aumenta la pérdida de grasa corporal. Y la sencilla razón es que, por más movilización de grasas que haya durante el entrenamiento en ayunas, el cuerpo no puede utilizar todos estos ácidos grasos como energía, por lo que son nuevamente almacenados en forma de grasa, debido a que la intensidad de ejercicio recomendada para esta estrategia no requiere mucha energía, por ejemplo un HIIT (entrenamiento interválico de alta intensidad). De hecho, en una última revisión de 2008, se eligieron 99 estudios, de los cuales fueron seleccionados 22 por cumplir los criterios de calidad, y no se encontró que el entrenamiento en ayunas reportara beneficio alguno al metabolismo del tejido graso (adiposo) en relación con la pérdida de grasa corporal. –Rendimiento: se trata de una estrategia a considerar, sobre todo en entrenamientos aeróbicos, dado que el bajo nivel de glucógeno después de un período de ayuno permite que el cuerpo efectúe adaptaciones fisiológicas que mejoran el rendimiento en las competiciones. Sin embargo, a pesar de que la teoría siempre tiene su lógica, los estudios que relacionan el entrenamiento en ayunas y el rendimiento por ahora son pocos, y si bien algunos demuestran una mejoría, otros no. Cuando hablo de las adaptaciones fisiológicas que se pueden dar cuando se realiza este tipo de entrenamiento de manera periódica, me refiero a que el músculo produce más células y estas ayudan a producir más energía, y por tanto eres más eficiente durante el ejercicio. Por otra parte, si además de ayunar evitamos el consumo de carbohidratos en la última ingesta (prescindimos de este grupo de alimentos en la comida previa al entrenamiento), podemos aumentar la dependencia de la grasa como combustible durante el ejercicio. De hecho, la grasa es una fuente de combustible abundante, aunque no es la más eficiente para realizar ejercicios de alta intensidad o de fuerza. El entrenamiento en ayunas no es la panacea, pero un ejercicio cardiovascular en ayunas te puede activar por la mañana, reducir el estrés y hasta mejorar la motilidad intestinal. DESVENTAJAS DEL ENTRENAMIENTO EN AYUNAS Hay que tener en cuenta ciertos aspectos negativos a la hora de hacer el ejercicio en ayunas, sobre todo si se realiza a diario y no se controla la intensidad: – Puede ocasionar una pérdida de masa muscular. – Debilita la función del sistema inmune. – Reduce la capacidad del cuerpo para tolerar y absorber los carbohidratos, romperlos, almacenarlos en el músculo y transportarlos. Esta desventaja es la más importante, porque significa que, a pesar de que aumentar la capacidad de utilizar grasa durante el ejercicio es muy beneficioso, las grasas no son una fuente de combustible tan eficiente, específicamente en entrenamientos de alta intensidad como el crossfit, el boxeo, el entrenamiento de fuerza o las competiciones. –Si practicamos el entrenamiento en ayunas todos los días por mucho tiempo, el nivel de cortisol puede verse elevado de manera crónica, lo que comporta una serie de consecuencias tanto para la salud como, sobre todo, para la composición corporal, debido a que esta hormona puede inhibir la pérdida de grasa corporal. Mi sugerencia... Si quieres entrenar en ayunas: 1. Procura que el entrenamiento sea un ejercicio cardiovascular de baja a moderada intensidad, como caminar a paso rápido o trote lento. Y sobre todo que dure menos de 60 minutos. Los entrenadores recomiendan una intensidad en torno al 65 % de tu frecuencia cardíaca (FC) máxima.[4] 2. Asegúrate de haber incluido al menos una ración de hidratos de carbono en la cena del día anterior. 3. Después del entrenamiento toma la comida que toque, ya sean carbohidratos como proteína de calidad (no te asustes, te explicaré por qué en el capítulo 3). 4. No olvides hidratarte. A pesar de no ingerir nada, la hidratación es fundamental para evitar, entre otros síntomas, los calambres. En mi opinión, la estrategia del entrenamiento en ayunas ha sido mal entendida, porque si bien es cierto que se pueden obtener resultados positivos en el rendimiento deportivo (tiempo de carrera, velocidad y eficiencia), los beneficios que se buscan en cuanto a pérdida de grasa corporal no se obtienen cuando el individuo todavía no tiene una base fisiológica adaptada al ejercicio, o lo que es lo mismo: cuando una persona empieza a incluir la actividad física en su rutina. Dieta cetogénica y pérdida de grasa corporal He aquí un tema del que tenía que hablar obligatoriamente debido a la cantidad de publicaciones, artículos, médicos, libros y personas con muy poca formación nutricional que están recomendando esta dieta a toda la población sin ningún tipo de filtro. En 2017 la dieta cetogénica logró ser la dieta más buscada en Google, y desde entonces no hay semana que yo no reciba una pregunta relacionada con esta estrategia. Estoy segura de que la mitad de las personas que lean este libro habrá hecho alguna vez en su vida una dieta baja en carbohidratos, ya sea guiadas por un profesional de la salud, como por un farmacéutico, por el instructor del gimnasio, por la chica que tiene un montónde seguidores en las redes sociales o simplemente por su propia iniciativa. Sin embargo, no todas las dietas bajas en carbohidratos son iguales: la Atkins, por ejemplo, enfatiza la proteína y limita las grasas, y al final la restricción calórica es tan grande que la pérdida de peso se da con bastante rapidez. Un poco de historia... La dieta cetogénica nació como un tratamiento para la epilepsia a raíz de unos estudios que se llevaron a cabo en Francia en 1911, pero no fue hasta 1972, cuando Robert Atkins publicó su primer libro, que comenzó el boom de la dieta sin carbohidratos como una solución maravillosa para la pérdida de peso. En su libro, Atkins explica que durante las primeras semanas la dieta se centra en comer grasas y muy pocos carbohidratos para inducir a una cetosis, estado en el que tu grasa se oxida con la máxima eficiencia y la mínima privación (seguro). ¿QUÉ ES LA DIETA CETOGÉNICA? La dieta cetogénica es una estrategia que consiste en reducir la ingesta de carbohidratos hasta un 10 % de las calorías totales o en consumir 20-50 gramos al día. Además se suelen eliminar alimentos como los granos, el arroz, las patatas, las batatas, la leche, la quinoa, los cereales e incluso las frutas, y aumentar la ingesta de grasas. El objetivo de priorizar la restricción de carbohidratos es desencadenar la cetosis, un estado metabólico en el que el cuerpo reduce la secreción de insulina y empieza a utilizar las grasas como combustible principal. Vamos por partes. Normalmente, cuando ingerimos un carbohidrato de cualquier tipo, nuestro cuerpo lo descompone en glucosa. Cuando los niveles de glucosa en sangre aumentan, nuestro páncreas secreta insulina, la hormona que permite que nuestras células tomen la glucosa y la utilicen como energía o la almacenen para que esa energía se utilice más adelante (es un proceso normal y necesario). Cuando esa glucosa es muy baja, se produce la cetosis: las reservas de grasa se descomponen en cetonas, que se utilizan como una fuente alternativa de energía incluso para el cerebro y los tejidos. Al final estamos manipulando nuestro cuerpo para que no tenga más remedio que quemar grasa para obtener combustible. Y en la teoría esto no suena nada mal, pero en la práctica no se sostiene por diferentes razones. En la vida real, la mayoría de la gente suele hacer una dieta cetogénica a su manera, es decir, reduce al máximo el consumo de carbohidratos pero no aumenta las grasas, y toma cantidades exageradas de proteína, por lo que la producción de cetonas no es la misma, o incluso hay una restricción calórica muy fuerte, lo que ocasiona que la pérdida de peso corporal sea muy rápida y no muy saludable. BENEFICIOS DE LA DIETA CETOGÉNICA – La pérdida de peso es para muchos el beneficio más interesante: como consecuencia de restringir un grupo de alimentos, el consumo de calorías totales disminuye, es decir, se sigue una dieta hipocalórica. –Disminución de los antojos y el hambre: la teoría apunta a que el efecto saciante se debe a la ingesta de proteína, aunque también a las cetonas, ya que pueden aumentar los niveles de las hormonas que controlan el apetito. –Puede ser beneficiosa para personas que padecen diabetes tipo 2, ya que puede reducir la hemoglobina glicosilada y mejorar la sensibilidad a la insulina. DESVENTAJAS DE LA DIETA CETOGÉNICA – Posible pérdida de masa muscular. En este punto, la ingesta de proteínas va a ser importante, pero también el entrenamiento, la genética y la restricción calórica. A menudo, la persona que inicia una dieta cetogénica no incluye entrenamiento de fuerza sino, al contrario, realiza un ejercicio de moderada a baja intensidad conocido como «cardio», y con la supresión de apetito que se genera al cabo de unos días, el «come menos y adelgaza más» se transforma en un déficit calórico muy agresivo, que ocasiona una pérdida de masa muscular. –Deficiencias de vitaminas y minerales e incluso en la salud intestinal. Lo positivo de estas dietas es que se eliminan los azúcares y las harinas refinadas, aunque también se reducen o eliminan los granos, los carbohidratos integrales y las frutas, que nos aportan gran cantidad de nutrientes, entre ellos la fibra, que nos ayuda a tener una microbiota intestinal saludable. –Estreñimiento. Es el efecto secundario más común, consecuencia de restringir tanto los carbohidratos. Dado que la cantidad de fibra proveniente de frutas, granos y cereales integrales suele ser bastante baja, casi el 60 % de las personas que realizan esta estrategia suelen experimentar este tipo de molestias. Además, a causa del alto consumo de vegetales sin almidón, las cantidades de fibra insoluble provocan a veces una mala absorción de los nutrientes. –Es posible que aparezcan síntomas como la fatiga, el mal humor, la irritabilidad y los dolores de cabeza mientras el cuerpo se adapta a la restricción de carbohidratos. –Puede haber un impacto en los niveles hormonales, nuevamente por la restricción de calorías, ya que el cortisol en sangre (la hormona del estrés) puede aumentar a largo plazo. Como consecuencia se inhibirá la pérdida de grasa corporal, pero también la ganancia muscular. –A largo plazo, resulta insostenible mantener una alimentación tan severa en cuanto a restricción de un grupo de alimentos. Y a pesar de ser una estrategia con un objetivo concreto, es casi imposible prolongarla mucho tiempo sin que perjudique a la salud mental y aumenten los períodos de ansiedad y de antojos al terminarla. ¿QUÉ DICE LA CIENCIA? Ahora llegamos a la parte interesante. Hay un estudio, publicado en 2017, que analiza los efectos de la dieta cetogénica en la composición corporal frente a los de una dieta occidental. Para llevar a cabo la investigación, 25 hombres realizaron entrenamiento de fuerza durante 10 semanas, y se dividieron en dos grupos según su alimentación. Los resultados de este estudio fueron los siguientes: – Los que realizaron una dieta cetogénica perdieron el doble de grasa corporal y tuvieron una mayor ganancia muscular en comparación con el otro grupo. –El aumento de fuerza en ambos grupos fue similar. –El nivel de testosterona subió en el grupo de dieta cetogénica. Cuando yo observo este estudio, lo primero que me viene a la cabeza es el típico titular que aparece en los medios de comunicación: «La dieta cetogénica es tu solución para perder grasa, ganar músculo y vivir feliz». Pero ¿cuál es la realidad?: – Fisiológicamente hablando, es muy complicado que se den estos dos cambios de composición corporal, como son la ganancia muscular y la pérdida de grasa, cuando solo se entrenaba 3 veces por semana y con un déficit calórico. Más aún, la ganancia muscular sería la más complicada de lograr, sobre todo cuando estamos hablando de personas entrenadas. –El estudio no proporciona datos antropométricos como pliegues o perímetros. Únicamente indica que hay una pérdida de grasa corporal según el peso y la estatura, valores que sin duda son insuficientes. –Es obvio que existe un conflicto de intereses, ya que el autor principal de este estudio, Jacob Wilson, no solo fue examinado por la comunidad científica en 2018 por presentar datos catalogados como «imposibles», sino que además es vendedor de productos para dietas cetogénicas. Y Jeff Volek, otro de los investigadores de este estudio, está afiliado a la dieta Atkins; su web se llama «El arte y la ciencia de la dieta baja en carbohidratos». Pues bien, en la comunidad científica hay muchos estudios por el estilo. Por eso hay que tener presente que no todos los resultados positivos son definitivamente de calidad. Si sigues una dieta cetogénica, es evidente que puedes perder peso, pero se debe a que eliminas una fuente de energía muy importante, los carbohidratos, lo que equivale a hacer una dieta baja en calorías, con la consiguiente pérdida de grasa corporal. Sin embargo, la mayoría de los estudios, por no decir todos, se realizan a partir de muestras pequeñas y en períodos cortos de tiempo, ya que es imposible investigar a largo plazo
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