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Enfermedad por IgG4
Daniel Erlij Opazo
SECCIÓN 3 | Capítulo 12
En medicina, existen entidades que han sido calificadas como “los grandes simuladores”, en 
relación a las numerosas y variadas manifestaciones multisistémicas que imitan a otras patologías. 
Históricamente la sífilis se ha llevado el primer lugar en esta denominación, seguida de cerca por la 
tuberculosis, el lupus eritematoso sistémico, la sarcoidosis y algunas neoplasias. Sin embargo, hace 
ya varios años, se sumó a esta lista la enfermedad relacionada a IgG4 (ER-IgG4), con una enorme 
cantidad de publicaciones que hacen referencia a las múltiples caras de la enfermedad, destacando 
la frecuente similitud con neoplasias, especialmente tumores sólidos. Si bien en 1961 se describió 
esta entidad en un escenario de pancreatitis con hipergammaglobulinemia, recién en el año 2001, en 
Japón, se asoció específicamente a la inmunoglobulina G subclase 4 (IgG4). A pesar de ello, no fue 
hasta el año 2011 en un consenso realizado en Boston, donde se definieron los criterios y la denomi-
nación de lo que hoy conocemos como ER-IgG4. El conocimiento de esta nueva enfermedad, permitió 
englobar numerosas patologías de etiología antes desconocida, cada una de ellas con nombre propio 
(por ejemplo la tiroiditis de Riedel), como parte de las diversas expresiones de la ER-IgG4. 
Fisiopatología
La ER-IgG4 es una enfermedad fibroinflamatoria crónica sistémica. Su nombre sugiere un vínculo 
entre la IgG4 y las manifestaciones clínicas, pero ¿cuál es realmente el rol de dicha inmunoglobulina 
en la enfermedad? La IgG4 constituye menos del 5% de la IgG total en personas sanas, siendo la 
subclase menos numerosa. Al igual que con la IgE, su producción es controlada por células T Helper 
2 (Th2) y no tiene la capacidad para activar efectivamente la vía clásica del complemento, razón por 
la cual, su rol en la respuesta inmune se considera marginal. El aumento de sus niveles en la ER-IgG4 
es representación de un proceso fibroinflamatorio relacionado a una respuesta Th2 y Treg (linfocitos 
T reguladores), por lo tanto, la IgG4 es un marcador de la enfermedad y no tiene un rol patogénico, 
más aún cuando es sabido que no tiene la capacidad para unirse a las células epiteliales de los órganos 
involucrados. La respuesta Th2, vía interleukina 4, 5 y 13 genera un aumento en eosinófilos tanto en 
sangre como en tejidos, además de elevación de IgE. La respuesta Treg, a través de interleukina 10, 
genera una proliferación policlonal linfoplasmocitaria con aumento de la producción de IgG4 y, a 
través de TGF-β (factor de crecimiento transformante β), una proliferación de fibroblastos y la gene-
ración de fibrosis. Es así como la ER-IgG4 puede asociarse a fenómenos inflamatorios localizados que 
muchas veces se manifiestan como “pseudotumores” o “tumores inflamatorios”, aspecto clave que 
explica su capacidad para simular diversas neoplasias. Así mismo, su potencial fibrogénico la hace ser 
parte del diagnóstico diferencial de fibrosis retroperitoneal u otros cuadros similares.
Histopatología
La comprensión del fenómeno fisiopatológico permite entender los hallazgos histológicos, en 
relación al infiltrado linfoplasmocitario en el tejido, el cual debe ser policlonal, pues no se trata de 
un fenómeno neoplásico, diferencia fundamental con patologías como los linfomas. La inmunohis-
toquímica evidenciará positividad para IgG4 en los plasmocitos, siendo significativo cuando, del total 
de plasmocitos positivos para IgG, más del 40% lo son específicamente para IgG4. Por otro lado, el 
fenómeno fibrótico tendrá a la biopsia un patrón característico de fibrosis “arremolinada” o “estori-
forme” (Figura 1).

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