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2 Rafael Penadés y Cristóbal Gastó EL TRATAMIENTO DE REHABILITACIÓN NEUROCOGNITIVA EN LA ESQUIZOFRENIA Herder www.herdereditorial.com 3 http://www.herdereditorial.com Diseño de la cubierta: Claudio Bado Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez © 2009, Rafael Penadés y Cristóbal Gastó © 2010, Herder Editorial, S.L., Barcelona 1ª edición digital, 2014 ISBN DIGITAL: 978-84-254-3040-4 Depósito legal: B-19979-2014 La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente. Herder www.herdereditorial.com 4 http://www.herdereditorial.com Portada Editores Prólogo a la edición española Déficits neurocognitivos y psicosis Jorge L. Tizón Prólogo Til Wykes PRIMERA PARTE. Fundamentos teóricos 1. Historia y definición de la rehabilitación neurocognitiva Concepción social de la rehabilitación Concepción del cerebro y su funcionamiento Desarrollo de las técnicas de rehabilitación neuropsicológica Las técnicas de rehabilitación psicosocial en los trastornos mentales Hacia una definición de rehabilitación neuro-cognitiva para los trastornos psiquiátricos Referencias bibliográficas 2. Las alteraciones neurocognitivas en la esquizofrenia La neurocognición en la concepción de la esquizofrenia Modelo neurospicológico de la esquizofrenia Presencia, relevancia y gravedad de las alteraciones cognitivas Perfil de alteraciones neurocognitivas en la esquizofrenia Atención Memoria Funciones ejecutivas Repercusión de las alteraciones neurocognitivas La cognición social Referencias bibliográficas 3. Mecanismos de recuperación neurocognitiva ¿Restauración o compensación? Restauración de la función dañada Compensación de la función perdida Optimización de las funciones residuales La gimnasia cerebral Mecanismos de recuperación del daño cerebral Un nuevo marco para la psiquiatría Estudios de neuroimagen Referencias bibliográficas 4. Modelos de rehabilitación neurocognitiva Necesidad de modelos teóricos Modelos de rehabilitación neurocognitiva Modelo procesos específicos 5 Modelo evaluativo Modelo prostético Modelo procesal Modelo neuro-cognitivo-conductual El paradigma cognitivo del procesamiento de la información Modelo de capacidad limitada Distribución ineficaz de los recursos del sistema Fallo en la modulación del nivel de activación Dificultad en el automatismo Modelo del umbral de activación Modelo de Brenner: neurocognición y funcionamiento social Modelo de Wykes y Reeder: la metacognición Referencias bibliográficas SEGUNDA PARTE. Evaluación y tratamiento neurocognitivo 5. Evaluación neuropsicológica Objetivos de la evaluación Evaluación neurocognitiva La iniciativa MATRICS Velocidad de procesamiento Atención/vigilancia Memoria de trabajo Aprendizaje verbal Aprendizaje visual Razonamiento y solución de problemas Cognición social La iniciativa CNTRICS Establecer el déficit neurocognitivo Valoración cognitiva y comportamental Estilo cognitivo Visual/verbal Nivelador/agudizador Impulsividad/reflexividad Explorador/focalizador Estilo comportamental Estilo de afrontamiento Estilo de ejecución Funcionamiento psicosocial Factores personales Idoneidad de la intervención Referencias bibliográficas 6. Estrategias y técnicas de intervención Estrategias de instrucción en la rehabilitación Técnicas de condicionamiento operante Moldeamiento Encadenamiento Aprendizaje sin errores Scaffolding o andamiaje Intervención en los problemas de atención Intervención en los problemas de memoria Práctica de ejercicios de memorización Entrenamiento mnemotécnico Entrenamiento en estrategias cognitivas 6 Estrategias de codificación Estrategias de consolidación Estrategias de recuperación Entrenamiento en memoria prospectiva Entrenamiento en metamemoria Intervención en los problemas ejecutivos Creación de estrategias metacognitivas Técnica de solución de problemas Autoinstrucciones Entrenamiento en consecución de metas Entrenamiento en la presión del tiempo Creación de esquemas para tareas rutinarias Creación de esquemas para tareas no rutinarias Referencias bibliográficas 7. Programas integrados de rehabilitación Terapia Psicológica Integrada (IPT) Terapia de Mejora Cognitiva (CET) Entrenamiento del Proceso Atencional (APT) Programa Frontal Ejecutivo (F/E) Modelo Educativo y Neuropsicológico de Rehabilitación (NEAR) Referencias bibliográficas 8. Eficacia de la rehabilitación neurocognitiva Desde Kraepelin hasta 1992: escasez de estudios Desde los estudios de laboratorio a los estudios clínicos Eficacia y relevancia clínica: los metanálisis Efectividad y factores de predicción Referencias bibliográficas TERCERA PARTE. Programa individualizado de rehabilitación neurocognitiva 9. Protocolo individualizado para el tratamiento de rehabilitación neurocognitiva Fundamentos del programa Formulación de caso único El tratamiento neurocognitivo en el proceso global de rehabilitación ¿Qué funciones rehabilitar? ¿Qué técnicas utilizar? Referencias bibliográficas 10. Casos prácticos Caso 1: Gabriel Descripción del caso Evaluación Diagnóstico neurocognitivo Formulación del caso Protocolo de tratamiento Caso 2: Francisca Descripción del caso Evaluación Diagnóstico neurocognitivo Formulación del caso Protocolo de tratamiento Caso 3: Sonia Descripción del caso 7 Evaluación Diagnóstico neurocognitivo Formulación del caso Protocolo de tratamiento Caso 4: Simón Descripción del caso Evaluación Diagnóstico neurocognitivo Formulación del caso Protocolo de tratamiento 8 Índice de ilustraciones Tabla 1. Elementos básicos del TANC («Tratamiento adaptado a las necesidades del paciente y su familia en la comunidad») en el caso de los pacientes con psicosis (derivada de Tizón 2007, 2008) Tabla 1.1. Diferentes significados del concepto «remedio» Tabla 1.2. Principios directores de la rehabilitación neuropsicológica (Prigatano, 1999) Figura 1.1. Localización frenológica de Gall Figura 1.2. Representación gráfica de las unidades funcionales de Luria Figura 2.1. Modelo de neurodesarrollo adaptado de Keshavan (1997) Tabla 2.1. Prevalencia de los síntomas en muestras de pacientes esquizofrénicos Tabla 2.2. Relación de áreas cerebrales relacionadas con las alteraciones neurocognitivas Tabla 2.3. Gravedad de las alteraciones neurocognitivas en la esquizofrenia Figura 2.2. Modelo adaptado de Green et al. (2000) Tabla 3.1. Nuevo marco conceptual para la psiquiatría propuesto por Kandel (1998) Figura 3.1. Tarea de control durante la realización del SPECT mediante la inyección de 99m Tc-HMPAO Figura 3.2. Tarea de neuroactivación con la prueba de la Torre de Londres durante la realización del SPECT mediante la inyección de 99m Tc-HMPAO Figura 3.3. Índice de activación antes y después de la intervención neurocognitiva (Penadés et al. 2002b) Figura 4.1. Modelo de procesamiento de la información Tabla 4.1. Esquizofrenia y procesamiento de la información Figura 4.2. Modelo del umbral de activación de Spaulding (2003) Figura 4.3. Modelo de los bucles o «círculos viciosos» de Brenner et al. (1992) Tabla 4.2. Tabla de correlaciones entre las variables cognitivas en rehabilitación (Penadés et al. 2003) Tabla 4.3. Tabla de correlaciones entre las variables cognitivas y funcionales en rehabilitación (Penadés et al. 2003) Figura 4.4. Modelo de Wykes y Reeder (2005) Tabla 5.1. Selección de tests según diferentes dominios cognitivos Tabla 5.2. Batería de Consenso de la iniciativa MATRICS Tabla 5.3. Relación de constructos cognitivos propuestos por CNTRICS Tabla 5.4. Pasos para la realización de la evaluación neurocognitiva Figura 5.1. Predicción del funcionamiento social a partir de la neurocognición (adaptado de Green, 1996 y McGurk & Melter, 2003) Figura 5.2. Áreas de evaluación para la rehabilitación neurocognitiva Figura 6.1. El proceso de andamiaje en la teoría de Vygotsky Tabla 6.1. Indicaciones para la rehabilitación de la atención Figura 6.2. Propuesta de los principalesmodelos de memoria a partir de Tulving & Schater (1990) y Squire (1992) 9 Tabla 6.2. Ejemplo aplicación técnica de desvanecimiento de pistas Figura 7.1. Programa de módulos IPT (Roder et al., 1996) Tabla 7.1. Módulos de la Terapia Psicológica Integrada (IPT) de Roder et al. (1996) Tabla 7.2. Componentes del programa APT (Sohlberg et al., 1994) Tabla 7.3. Módulo de flexibilidad cognitiva del programa Frontal/Ejecutivo (F/E) Figura 8.1. Gráfico de publicaciones sobre tratamiento o rehabilitación del déficit cognitivo en la esquizofrenia, modificado de Wykes et al. (2001) Figura 8.2. Test de clasificación de tarjetas de Wisconsin (adaptado de Heaton, 1981) Tabla 8.1. Estudios incluidos en el metanálisis de Roder et al. (2006) Tabla 8.2. Estudios incluidos en el metanálisis de McGurk et al. (2007) y la media del tamaño del efecto para neurocognición, síntomas y funcionamiento social Figura 8.3. Gráfico con los resultados (media del tamaño del efecto) de los diferentes metanálisis sobre rehabilitación neurocognitiva Figura 9.1. Evaluación y formulación del tratamiento neurocognitivo Diagrama 1. Consideraciones para la aplicación del tratamiento neurocognitivo Diagrama 2. El tratamiento neurocognitivo en el contexto de la rehabilitación Diagrama 3. Fases de la rehabilitación neurocognitiva Diagrama 4. La rehabilitación de la capacidad de atención Diagrama 5. La rehabilitación de la memoria Diagrama 6. La rehabilitación de la función ejecutiva Figura 10.1. Evaluación y formulación del caso Gabriel Figura 10.2. Evaluación y formulación del caso Francisca Figura 10.3. Evaluación y formulación del caso Sonia Figura 10.4. Evaluación y formulación del caso Simón 10 Nacemos débiles, necesitamos ser fuertes, y al nacer carecemos de todo y se nos debe proteger; nacemos torpes y nos es esencial conseguir la inteligencia. Todo cuanto no tenemos en nuestro nacimiento y que necesitamos de mayores, nos es dado por medio de la educación. (Jean-Jacques Rousseau, Emilio o De la educación, 1762) Dedicado a Emili y a Maria. 11 Editores Rafael Penadés Rubio Doctor en Psicología Especialista senior del Servicio de Psicología Clínica Instituto Clínico de Neurociencias del Hospital Clínico de Barcelona Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) Cristóbal Gastó Ferrer Catedrático de Psiquiatría Departamento Psiquiatría y Psicobiología clínica Facultad de Medicina, Universidad de Barcelona Consultor del Servicio de Psiquiatría Instituto Clínico de Neurociencias del Hospital Clínico de Barcelona Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) 12 Prólogo a la edición española Déficits neurocognitivos y psicosis Jorge L. Tizón Desde que comenzamos esta colección sobre Psicopatología y Psicoterapia de las Psicosis (3P), hemos intentado que su perspectiva fuera tanto interdisciplinaria, con volúmenes dirigidos a las diversas profesiones de los servicios asistenciales, como interparadigmática, con volúmenes o libros basados en los diversos paradigmas o matrices científicas mediante los cuales se orientan hoy el estudio y los intentos de ayuda a los pacientes con psicosis. Pensábamos que ello era imprescindible para realizar un enfoque integral y biopsicosocial de las psicosis. Por tanto, en esta colección no podían faltar libros o volúmenes basados en una perspectiva biopsicológica, es decir, en la confluencia entre ambas ciencias (biología y psicología) dentro de una perspectiva más amplia, más integral, más biopsicosocial. Hoy en día parece admitido por todos que los pacientes con psicosis, a nivel individual, padecen al menos tres tipos de déficits: emocionales, cognitivos y neurológicos. Eso no significa que se puedan separar unos y otros déficits o dificultades, lo que implicaría trasnochados planteamientos de dualismo o de paralelismo ontológico. Sin embargo, el campo es lo suficientemente amplio y complejo como para que sea imposible integrar siempre las aportaciones de las tres grandes ciencias de base de la medicina (biología, psicología y socio-antropología) en cada enfoque o tema de la psicosis y de esta colección. Por eso, habiéndonos movido habitualmente en el campo de lo psicológico y psicosocial, nos interesaba demostrar que esa tendencia no era otra forma de reduccionismo, en este caso psicologista, que ya venimos criticando desde 1978. Es decir, que nuestra especialización en la colección, ese forzado «paralelismo heurístico», deseábamos ya de entrada que no se confundiera con una perspectiva dualista o psicologista del tema. De ahí que estemos interesados en publicar obras que permitan estudiar y tratar los complejos entramados biopsicológicos y psicobiológicos de las psicosis, de los que hoy ya poseemos pruebas fehacientes. 13 En efecto, hoy nadie puede negar, como decíamos, la importancia de los déficits y problemas cognitivos en las psicosis, al menos a nivel de las funciones de memoria, atención y ejecución. Es difícil soslayar hoy la premisa, inicialmente psicologista, de que esos déficits poseen una base psicológica, es decir se basan en procesamientos psicológicos inadecuados. Sin embargo, tal vez de una forma menos reduccionista, habría que tener en cuenta que también existen bases biológicas para tales dificultades de procesamiento. Hoy incluso puede hablarse de «defectos neurológicos microestructurales en las psicosis», mucho más observados, descritos y sistematizados que hace una o dos docenas de años (Schore, 1994; Eisenberg, 1995, 1999; Andreasen, 1997; Kendler, 2005; Kandel, 2007; Feder et al. 2009; etcétera). De ahí la importancia de integrar una perspectiva cognitiva y una perspectiva neurológica de las psicosis para una visión holística o integral del problema. De la perspectiva cognitiva llevamos ya traducidos numerosos trabajos, y les seguirán otros más. De la perspectiva estrictamente neurológica, tan sólo habían aparecido algunos trabajos incluidos en volúmenes previos, como el de Rishovd en el libro de Johannessen et al., Evolución de las psicosis. Por eso nos parece especialmente indicada la publicación de la presente obra, con una perspectiva neurocognitiva, dentro de la colección 3P, y más proviniendo de autores españoles de reconocido prestigio universitario, pero vinculados con la clínica y la investigación puntera en estos campos. En el volumen de Johannessen et al. (2008), Rishovd (2006) nos recordaba que los procedimientos cognitivos para el tratamiento de las psicosis pueden agruparse en dos conjuntos: rehabilitación cognitiva de contenidos y rehabilitación cognitiva de procesos. Hasta ahora, hemos puesto al alcance del lector hispanoparlante varios trabajos sobre el tratamiento o la rehabilitación de los síntomas y contenidos psicóticos y, en especial, para el tratamiento de los síntomas «en positivo». Los libros de Read, Mosher y Bentall (2005), de Martindale et al. (2009) y de Thorsen et al.(2010) son una muestra de ello, a los que seguirán próximamente trabajos de Morrison y de otros destacados autores de esa orientación teórica y de la investigación a partir de sus modelos y técnicas. Por eso pensamos que es especialmente útil introducir desde ahora un volumen que nos acerque al estudio y a las posibilidades de una aproximación a los procesos cognitivos. De ahí el interés que para nosotros posee el texto de Penadés y Gastó, El tratamiento de rehabilitación neurocognitiva en la esquizofrenia, que aquí presentamos. Con ello, además, mantenemos la línea integradora, que no ecléctica, que defendemos para esta 14 colección y, en general, para la aproximación actualizada a las psicosis, a pesar de que esas aproximaciones integradas y no sectarias sean, hoy por hoy, excepcionales en los medios científicos no sólo hispanoparlantes, sino incluso anglosajones. El paciente que sufre una psicosis no pierde únicamente capacidades relacionales, sociales, emocionalesy cognitivas, sino también sinapsis, espinas dendríticas, otras conexiones intercelulares, neuronas, etcétera, además de padecer alteraciones bioquímicas. Y todo ello con localizaciones cerebrales predominantes, hoy bien conocidas y estudiadas: hipocampo, cavum septum, amígdala, ganglios basales, giro temporal superior, cuerpo calloso, lóbulo temporal, tálamo, vías límbico-cerebelosas… (Andreasen, 1997; Schore, 1994). Todavía es pronto para decidir si todas esas alteraciones neuronales son anteriores al trastorno, a los largos años de desviaciones en el neurodesarrollo y en el desarrollo psicosocial que preceden al primer episodio diagnosticado, o más bien son un resultado de esas graves y complejas desviaciones del neurodesarrollo y del desarrollo de las relaciones sociales adultas. Como tampoco sabemos con seguridad si tales alteraciones microestructurales son específicas de las psicosis o más bien poseen una base común con las producidas por el sufrimiento mental y/o el aislamiento social extremo. Que hay alteraciones microestructurales neurológicas y en el neurodesarrollo parece hoy innegable. De ahí que, ya inicialmente, en nuestra perspectiva del tratamiento integral de las psicosis y de las psicosis incipientes, hubiéramos incluido de entrada la necesidad de la aproximación neurocognitiva a sus déficits, y no sólo la necesidad de la psicoterapia, como recoge la tabla 1 (derivada de nuestros trabajos de 2007 y 2008). Como recuerda Til Wykes en su prólogo a este volumen, durante muchos años el pesimismo terapéutico ha presidido el enfoque de las ayudas a las personas diagnosticadas de esquizofrenia y, por lo tanto, su futuro. Pero estos pacientes necesitan también tener una vida personal, trabajo y unas relaciones sociales lo más satisfactorias posibles, como lo desean para ellos sus terapeutas y cuidadores. Hasta ahora, la posibilidad de permanecer integrado en un trabajo reglado, en algunos casos necesariamente en un «trabajo protegido», ha mostrado ser el recurso terapéutico fundamental para ayudar a las personas con psicosis y con esquizofrenia. No siempre se logra, y menos en los países del sur de Europa y en Estados Unidos, entre otras razones, por la inexistencia de dichos recursos. Otro motivo es, en segundo lugar, el hecho de que no somos capaces de impedir a tiempo su deterioro biopsicosocial (y, dentro de él, el 15 deterioro neurológico y cognitivo), ni tampoco de rehabilitarlos una vez establecido aquél. En concreto, la rehabilitación neurológica y cognitiva resulta uno de los campos más dificultosos de cambiar y en los que menos énfasis se había hecho hasta ahora, tanto en la investigación como en la clínica. Además, en la medida en que los procesos cognitivos y neurocognitivos no resultan modificados de forma claramente favorable por los fármacos y ni siquiera por los neurolépticos, siempre ha faltado financiación para este tipo de investigación no biológica sobre las psicosis. En términos generales, se han invertido muchos más medios en probar y difundir supuestos neurolépticos socializantes, o «enfocados a los síntomas en negativo», que a investigar las deficiencias neurocognitivas que se hallan en la base de tales síntomas «en negativo» y de los protocolos o guías clínicas para su tratamiento. Hasta el extremo de que hoy parece más fácil (en realidad, menos difícil) controlar o reducir los «síntomas en positivo» por vías farmacológicas o no-farmacológicas, que evitar los síntomas residuales o contribuir de forma eficiente a su rehabilitación. Un resultado aparatoso es que el pronóstico de los trastornos psicóticos y la historia natural de los mismos, como nos recuerda Til Wykes o nos explicaban Read y sus colaboradores (2005), no han cambiado de forma sustancial en las seis últimas décadas, a pesar de las mejorías asistenciales conseguidas gracias a la introducción de los neurolépticos.1 Tabla 1. Elementos básicos del TANC («Tratamiento adaptado a las necesidades del paciente y su familia en la comunidad») en el caso de los pacientes con psicosis (derivada de Tizón 2007, 2008) 1. Es imprescindible el tratamiento o ayuda psicológica al grupo familiar (y microsocial) o, al menos, la realización de entrevistas familiares periódicas «higienizadoras» y «de contención». 2. Es preciso plantearse desde el principio la posibilidad de utilizar técnicas grupales, tanto con la familia y la familia extensa como con el grupo microsocial y elementos de la «red social». 3. Hay que explorar, valorar e integrar las ayudas a través de la red social y para la reconstitución (adaptada) de dicha red y de los «niveles extrapersonales para la contención», en especial de las relaciones laborales o escolares. 4. Hay que poner en común desde el principio el apoyo de un psiquiatra, el lugar del eventual ingreso, y quién y cuándo dará la indicación de ingresar. 16 5. El uso de psicofármacos ha de realizarse priorizando los tratamientos psicológicos (por lo tanto, de forma muy diferente a la habitual en muchos países «del norte»), en especial en los primeros «episodios». 6. En todas las fases de la psicosis es imprescindible el tratamiento psicológico individual (de diversos tipos y con una adaptación del tipo de tratamiento al paciente concreto). 7. Hay que explorar y realizar el tratamiento o la rehabilitación de los déficits neurocognitivos, relacionales y sociales concretos del paciente, a partir de una imprescindible integración de los modelos biopsicosociales, neurocognitivos y de la vulnerabilidad-estrés. 8. Los terapeutas necesitan espacios de elaboración sistemáticos y periódicos (para la contención de sus propias ansiedades). Algunos investigadores hoy casi olvidados, como Vygotsky y Luria (1969), a quienes los autores rinden un merecido homenaje en este libro, desarrollaron la idea «antirreduccionista» y «dinamicista» según la cual hay que entender la función cerebral como un «sistema funcional» más que como una propiedad localizada. Su neurología y neuropsicología, tan apoyada en Huglings Jackson ‒en quien, no lo olvidemos, también se apoyó Freud (Freeman, 1969)‒, parte de dos ideas sumamente dinámicas, no precisamente «psicodinámicas», pero sí «neurodinámicas»: que una zona del cerebro puede estar implicada en diferentes funciones y que cada función cerebral o neurológica básica implica siempre diferentes zonas cerebrales. Evidentemente, este tipo de neurología y neuropsicología entra en conflicto con muchos de los modelos, neurológicamente muy elementales, que basan las psicosis en un «desequilibrio neuroquímico», en una alteración de la distribución de la dopamina, o de cualquier otro neurotransmisor, en diferentes áreas del cerebro. Siguiendo los postulados de la neuropsicología, de la cual venimos hablando, en la realización de cualquier actividad psicológica y neuropsicológica intervienen siempre diversas subunidades o subsistemas funcionales cerebrales. De ahí que sea tan difícil, hoy por hoy, detener determinadas manifestaciones de un funcionamiento neuropsicológico inadecuado (por ejemplo, la alucinación, y no digamos, una delusión o delirio), sin afectar zonas y funciones distintas y a menudo distantes, como las que se hallan en la base del funcionamiento de la atención, la memoria, los componentes emocionales de la relación, las capacidades de 17 adaptación social, etcétera. Desgraciadamente, también en este campo de la medicina, como en la cirugía, las guerras que asolaron Europa y el mundo durante el último siglo han desempeñado un papel de impulso al desarrollo. La proliferación de lesionados cerebrales que produjeron las dos guerras mundiales desencadenadas por los europeos durante el siglo xx impulsó el desarrollo de equipos clínicos, instituciones y equipos de investigación orientados al estudio de los mismos, como los centros neurológicos de Frankfurt, Oxford y Edimburgo. Otro impulso decisivo para la investigación básica y clínica en este ámbito proviene del desarrollo del programa de Yehuda Ben-Yishay en Tel Aviv tras la Guerra del Yom Kippur,en 1973. Lo importante es que esa acumulación de «efectos colaterales de las guerras» iba a coincidir en el tiempo con el desarrollo de uno de los más grandes cambios en la asistencia psiquiátrica que se han puesto en marcha en la edad contemporánea. Es el cambio al que he llamado «la tercera reforma psiquiátrica» (Tizón, 2007, 2008, 2009): el movimiento para la desinstitucionalización de los pacientes con psicosis, para la reatribución de sus derechos como ciudadanos y, con ello, el desarrollo de la psiquiatría comunitaria. En la medida en que la psiquiatría comunitaria se ha convertido en el enfoque supuestamente dominante en el mundo desarrollado, en la medida en que han disminuido los inconvenientes, déficits y pérdidas biopsicosociales producidos por el internamiento forzado, por el hospitalismo, los equipos psicológicos y psiquiátricos más esforzados se han visto enfrentados a las dificultades para disminuir esos déficits o defectos, para rehabilitarlos. Con ello, no ha quedado más remedio que aplicar nuevos modelos para la investigación en este campo, tanto en investigación básica, como en investigación aplicada, clínica. Es lo que Liberman y sus colaboradores hicieron poniendo en marcha sus «módulos de entrenamiento en habilidades para las competencias sociales» (Liberman et al., 1988), como nos recuerdan Penadés y Gastó en este volumen. Efectivamente, ahora sabemos que las dificultades para ejercitar sus competencias sociales en los pacientes con psicosis provienen no sólo de problemas sociales o de problemas emocionales, sino que, en una importante medida, tienen que ver con la presencia de alteraciones neurocognitivas. Por eso se hace hoy imprescindible pensar en técnicas de rehabilitación neurocognitiva como parte de la rehabilitación psicosocial, un planteamiento que ha recibido un impulso decisivo con el auge de las investigaciones neurológicas y cognitivas más recientes, como las de la psicología cognitiva 18 contemporánea, los tratamientos cognitivo-conductuales, la neuropsicología y las técnicas de neuroimagen o las técnicas neuroquirúrgicas no invasivas… De ahí que nuestros autores lleguen a afirmar que «la introducción de las técnicas de rehabilitación neurocognitiva es el más reciente peldaño en la historia de las técnicas de la rehabilitación psiquiátrica», añadiendo, además, que «no se trata de un nuevo modelo de rehabilitación, sino de un tratamiento psicológico utilizado en el contexto de la rehabilitación psicosocial». Todo ello significa ver la mejoría o rehabilitación neurocognitiva como un paso intermedio para mejorar el funcionamiento psicosocial. En efecto, las modernas técnicas de exploración neurológica parecen apuntalar algo que ya enseñaron sus primeros usos en el campo de los trastornos mentales, mostrando los cambios funcionales producidos en el cerebro mediante la psicoterapia (Green, 2003). En ese sentido, hoy existen suficientes datos para pensar que una mejoría psicológica en el funcionamiento emocional y social implica y está apoyada por cambios neurológicos microestructurales (Schore, 1994; Feder et al., 2009), algo que ya defendíamos los aficionados a la música y al valor de su cultivo como mediación terapéutica (Brun, 2009). Pero es que dichos efectos han quedado apuntalados por investigaciones como las de Pantev et al. (1998), cuando mostraron mediante métodos de magneto-encefalografía que los músicos profesionales poseían una representación cortical para la escala musical un 25% mayor que la población general, hallazgos más tarde ampliados a ese nivel somatosensorial por ejemplo por estudios como los de Merzenich et al. (1993) y Rauschecker (2001). Pero para utilizar estos avances en el ámbito de las técnicas rehabilitadoras, es imprescindible que éstas posean un cierto poder de generalización, es decir, que para mejorar las habilidades o competencias sociales no sea necesario rehabilitar una por una todas sus microfunciones y unidades elementales funcionales básicas. El modelo metacognitivo de Wykes y Reeder (2005) proporciona un sustento teórico para explotar y explicar estas posibilidades de generalización. Es decir, que de la mano de la neuropsicología y la neurocognición, hay también datos, modelos y experiencias que nos han de impulsar a abandonar el pesimismo terapéutico que ha presidido nuestras aproximaciones, por ejemplo, a los pacientes con psicosis más crónicas o más «defectuales». Con la consecuencia evidente de que, con dichas técnicas, ayudamos a los pacientes al menos en tres niveles interrelacionados: 1) mediante los resultados operativos de las propias técnicas neurocognitivas, 2) mediante el aporte de estímulos sensoriales que las mismas utilizan, y administrados, además, en una 19 relación de cuidado, y 3) mediante el aporte de esperanza y confianza que proporciona el tener al lado un terapeuta con el suficiente entusiasmo como para practicar dichas técnicas y no ceder al pesimismo terapéutico, ni siquiera en los pacientes y momentos más «defectuales». En realidad, hoy por hoy, y también en estos ámbitos como en otros muchos de la psicoterapia de las psicosis, lo que aún es claramente «defectual» son nuestras técnicas y sistemas para ayudar a estos pacientes, aunque cada vez vislumbramos más y mejores medios para hacerlo. Pero es que además, en una perspectiva más ambiciosa, tal vez el desarrollo de dichas técnicas pueda proporcionarnos datos y claves para el diagnóstico y tratamiento precoces de las psicosis incipientes y de los sujetos en riesgo de psicosis. 20 Referencias bibliográficas Andreasen, N. C., «Linking mind and brain in the study of mental illnesses: a project for a scientific psychopathology», en Science 275, 1997, págs. 1586-1593. Bloch Thorsen, G.-R., Grönnestad, T., Öxnevad, A. L., Trabajo familiar y multifamiliar en las psicosis: una guía para profesionales, Barcelona, Herder, 2010. Brun, A., Mediaciones terapéuticas y psicosis infantil, Barcelona, Herder, 2009. 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Wykes, T., Reeder, C., Cognitive Remediation Therapy: Theory and Practice, Hove, Routledge, 2005. Jorge L. Tizón Neuropsiquiatra, psicólogo, psicoanalista, Director del equipo de Prevención en Salud Mental – EAPPP (Equip d’Atenció Precoç als Pacients en risc de Psicosi). Institut Català de la Salut 22 Prólogo Til Wykes Durante muchos años el pesimismo terapéutico ha presidido el futuro de las personas diagnosticadas de esquizofrenia. Entre las aspiraciones de recuperación de estos pacientes se incluye el tener un trabajo, unas relaciones interpersonales satisfactorias y una vida social normalizada. Aunque disponemos de herramientas terapéuticas para ayudarles a conseguir sus objetivos, la verdad es que nuestros programas de rehabilitación han resultado insuficientes para que la mayoría de los pacientes alcance este tipo de mejoras. Durante mucho tiempo la mayor parte de la atención terapéutica ha estado centrada en los síntomas más evidentes, los delirios y las alucinaciones, y los tratamientos se han conformado principalmente desde el dominio farmacológico. A través del tiempo se han ido consiguiendo mejoras en el control de los síntomas positivos, pero muchos pacientes seguían presentando síntomas residuales y/o un pobre pronóstico en su recuperación. La aparición de los nuevos fármacos antipsicóticos generó un optimismo efímero respecto a la mejora de los síntomas. Pero estos fármacos, al igual que sus viejos homólogos, tenían efectos secundarios y también se mostraban inadecuados para ayudar a los pacientes a alcanzar sus metas de recuperación. De hecho, el pronóstico sobre el funcionamiento social para las personas con un diagnóstico de esquizofrenia prácticamente no ha cambiado en las últimas cinco décadas. Darse cuenta de los pobres resultados que se obtenían en la rehabilitación llevó un período considerable de tiempo y sólo resultó claro tras el cambio de servicios que se ofrecían desde las instituciones tutelares (manicomio) al cuidado de los pacientes en la propia comunidad. Los servicios sociales y sanitarios empezaron a notar que los pacientes necesitaban mucho apoyo para manejarse bien o, de lo contrario, se volvían más sintomáticos. Los investigadores tardaron un poco más de tiempo en fijarse en los mismos problemas y sólo recientemente se ha demostrado que el coste del cuidado de estos pacientes está asociado a un factor determinante que limita los esfuerzos de la rehabilitación: las alteraciones cognitivas. Este factor se ha asociado al coste de los tratamientos sanitarios y sociales (Wykes et al. 2003) y es también un factor de 23 predicción de los resultados a largo plazo. Las alteraciones cognitivas se habían descrito en la esquizofrenia desde el trabajo inicial de Kraepelin y Bleuler, aunque, como se indica en este libro, se conceptualizaron como una característica inmutable que estaba presente ya antes del inicio del trastorno, durante los episodios psicóticos y también después de que los síntomas principales hayan disminuido. Estas alteraciones se extienden a lo largo de diferentes dominios cognitivos incluyendo memoria, atención y función ejecutiva (que facilita la creación de planes y el uso de otras habilidades cognitivas). En la década de 1990, además de la descripción de las alteraciones cognitivas en la esquizofrenia se reconoció que éstas afectaban incluso a los resultados de los mejores sistemas y programas de rehabilitación. Dado que se pensaba que estas dificultades cognitivas eran inmutables, esto no hizo sino aumentar el pesimismo terapéutico. Pero los clínicos no se quedaron satisfechos frente a este estado de las cosas. Quisieron saber qué podían hacer, qué modificaciones se requería realizar en sus programas de rehabilitación. Además, se formularon otras preguntas. ¿Existen tratamientos para ayudar a los pacientes con diagnóstico de esquizofrenia y problemas cognitivos? ¿Cómo deberían escoger el mejor tratamiento? Además de mejorar la cognición, ¿servirán estos tratamientos para incrementar las oportunidades de mejorar socialmente o tener un trabajo? ¿Fomentarán la recuperación? Este libro proporciona alguna de las respuestas a esta miríada de preguntas. Ha sido escrito por dos académicos y clínicos comprometidos que tienen experiencia tanto en la práctica clínica diaria como en la evaluación de los tratamientos más vanguardistas. Saben de qué información necesita disponer el personal de rehabilitación y también cuál precisan los investigadores. Realizan una contribución al área muy seria, revisando tanto el marco teórico como los tratamientos actuales para el déficit cognitivo. Describen las diferentes formas actuales de tratamiento y sugieren los caminos por los que estos tratamientos pueden ser integrados en la práctica clínica diaria mediante unas útiles guías de tratamiento. Su enfoque directo en la planificación del tratamiento muestra su conocimiento clínico que ayuda a hacer el libro más accesible a todos aquellos que se ven en la necesidad de elegir al tener que escoger uno de entre la multitud de posibles caminos en la rehabilitación. Lo que destaca es que este libro incrementará el optimismo terapéutico del personal clínico: un rasgo fundamental para cualquier servicio de rehabilitación. Proporciona un 24 eslabón terapéutico que puede ser integrado en los planes generales de tratamiento para mejorar sus resultados. Pero lo más importante es que proporciona a los usuarios de nuestros servicios la esperanza necesaria de que una nueva barrera para su recuperación puede ser superada. Til Wykes Catedrática de Psicología Clínica y Rehabilitación. Institute of Psychiatry, King’s College, Londres 25 PRIMERA PARTE Fundamentos teóricos 26 1. Historia y definición de la rehabilitación neurocognitiva La historia de la rehabilitación neurocognitiva aparece íntimamente ligada a tres factores interdependientes: la concepción filosófico-social que de la rehabilitación se ha mantenido en cada período histórico, la concepción vigente sobre el cerebro y su funcionamiento y el desarrollo de las técnicas de rehabilitación. Si no se atendiese conjuntamente a cada uno de los tres factores, podríamos presentar una visión sesgada, presentista y anacrónica que nos alejaría de los auténticos determinantes históricos del tema en cuestión (Berrios, 2006). No se puede obviar que, más allá de la concepción científica de las técnicas de rehabilitación que se tenga, son los modelos de salud y las circunstancias sociales imperantes en cada época las que definen qué se entiende por rehabilitación,qué cantidad de recursos se destinarán a ella y cuál va a ser la disponibilidad de dichas técnicas para las personas afectadas. 27 Concepción social de la rehabilitación La actitud social frente a las personas que presentan discapacidades no ha sido siempre la misma. En las sociedades primitivas las personas con algún déficit físico solían ser apartadas del grupo. Incluso aquellas que presentaban deformidades eran sacrificadas o dejadas a su suerte, lo que significaba una muerte más o menos segura. Sin embargo, el cambio de vida nómada a sociedades recolectoras, la división social del trabajo y el florecimiento de las antiguas civilizaciones conllevó un relajamiento en la urgencia por el alimento y una conciencia mayor del grupo social. Estos cambios suponen un giro en la visión de los miembros del propio grupo, incluso aunque éstos presentasen determinadas discapacidades o enfermedades. En todo caso, y respecto al tema que nos ocupa, las discapacidades mentales, parece que en las sociedades primitivas eran mejor toleradas que las físicas puesto que se relacionaban con aspectos mágicos y religiosos (Harris, 1985). De la época del antiguo Egipto se conservan papiros en donde se hace referencia a las intervenciones adecuadas para pacientes que habían sufrido algún tipo de parálisis producto de una fractura craneal o de la columna vertebral (Faiad, 2006). Aunque la trepanación había sido practicada regularmente en las sociedades andinas precolombinas, la cultura del antiguo Egipto es la primera en dejar constancia escrita (Finger, 1994). Se sabe que practicaban la trepanación como un método de tratamiento del trauma cerebral, aunque este tratamiento estaba reservado principalmente a los componentes de la familia del faraón (Filer, 1995). En la Atenas de Pericles (499-429 a. C.), considerada la época de máximo esplendor de la civilización helenística, se empezó a ofrecer tratamiento a los pacientes con lesiones físicas (León-Carrión, 1997). Aquellos afectados que presentaban problemas mentales, especialmente si habían sido causados por alguna herida de guerra, recibían un tratamiento que estaba basado fundamentalmente en ritos religiosos. Sin embargo, no hay que olvidar que, tanto en la antigua Grecia como en la antigua Roma, estos tratamientos estaban reservados a las clases acomodadas y estaban vetados a la mayoría de la población: campesinos, mercaderes, esclavos, etcétera. Así, aunque existían algunos medios para tratar las discapacidades, estos medios estaban reservados para unos pocos (Finger, 1994). Si nos trasladamos a la Edad Media, reconocemos algunos avances positivos como la aparición de facultades de medicina y de los primeros hospitales. Sin embargo, se acentúa esta desigualdad en el acceso a los tratamientos y 28 además empeoran las cosas para las personas con problemas mentales y discapacidades físicas. Las personas que presentan alteraciones mentales no sólo no se beneficiarán de estos adelantos sino que comenzarán a ser mal vistas por el grupo social. Como ha señalado González-Duro (1994), este período histórico en Europa está dominado por determinadas doctrinas religiosas que conducen a las personas con problemas mentales a la exclusión social, debido a que su condición se considera un castigo divino, una posesión demoníaca, o el resultado de la magia y la brujería. A las personas con alteraciones mentales se les prohíbe el matrimonio, recibir los sacramentos, hacer testamento o gozar de cualquier tipo de derecho legal. No hay que olvidar que es el tiempo de la Inquisición y la caza de brujas. Para aquellas personas que no han acabado en un tribunal del Santo Oficio, el tratamiento de sus problemas mentales se reduce a ser escondidos de los demás, a menudo esto supone una reclusión en casa de por vida, para en el mejor de los casos quedar al cuidado de sus familiares. Algunas familias pudientes pueden acceder a algún tipo de asistencia en los conventos o monasterios religiosos o incluso en alguna casa hospital, aunque estos centros no son más que espacios para la exclusión social sin ningún objetivo médico o rehabilitador. Si el paciente se comporta de forma violenta no hay ningún impedimento para recluirlo en una institución penitenciaria en donde acabará encadenado de por vida. Estas actitudes medievales de la sociedad respecto de las personas que presentan alteraciones mentales no cambiarán definitivamente hasta entrado el siglo xviii. Sin embargo, antes de la llegada de la Ilustración podemos encontrar algunos acontecimientos relevantes. Ruano (1993) describe dos sucesos que supondrán un cambio en la concepción de la rehabilitación: «la Ley de los pobres» y la obra de Vicente de Paúl. En 1601 en Inglaterra se aprobó la denominada «Ley de los pobres», según la cual las autoridades locales están obligadas a dar asistencia a los enfermos sin medios y a los necesitados de ayuda. Esta ley puede ser considerada como el primer precedente legislativo en este sentido. En Francia, Vicente de Paúl crea en 1617 una institución para proteger a los niños con algún tipo de disminución o con necesidad de mendigar. Es la primera institución en el mundo destinada a proporcionar ayuda a personas discapacitadas. Este importante hecho, tiene una consecuencia histórica añadida. A diferencia de lo ocurrido en Inglaterra, la hermandad de Vicente de Paúl convierte la rehabilitación en un tema de caridad sin reconocerle el aspecto de derecho legal. Es a partir del siglo xviii, al calor de las ideas de la Ilustración que se expanden desde 29 Francia e Inglaterra, cuando los ciudadanos empiezan a aceptar que las personas con lesiones o defectos físicos o psíquicos no son diferentes de los demás y gozan de los mismos derechos. Se difunden las ideas del tratamiento moral de Pinel en los enfermos mentales, se crea el Hôtel des Invalides para la rehabilitación física de los soldados y se comienza a pensar que algunas personas con discapacidades pueden llegar a llevar una vida normal si se les ayuda convenientemente. Sin embargo, las ideas ilustradas dieron lugar a concepciones diferentes. Algunas, que desembocaron en el liberalismo posterior, defienden el reconocimiento de los derechos de las personas con discapacidades pero no sienten que la República deba prestarles ayuda. A partir de la Revolución Francesa tienen lugar debates respecto a las reformas en el campo de la salud, sobre si el control de los hospitales debería recaer en los médicos, sobre la presencia de monjas enfermeras y sobre cómo debían ser dirigidos y financiados los hospitales (Weiner, 1993). Así, se produce una polaridad en la forma de entender el tratamiento y la rehabilitación de personas con discapacidades físicas o psíquicas, bien como un derecho legal del que debe encargarse la administración, o bien una iniciativa que es mejor delegar en instituciones privadas o en la caridad de los ciudadanos. Esta polaridad ha subsistido en muchos países de la sociedad occidental hasta nuestros días. El siglo xix es el de la aparición de las denominadas reformas psiquiátricas. En Estados Unidos se gestó el movimiento de «higiene mental» que comenzaba a poner énfasis en los determinantes sociales de la discapacidad asociada a los trastornos mentales. Por otro lado, se producen iniciativas como la de «Puertas Abiertas» (Open Door) en Inglaterra, donde se plantea que el manicomio debe estar situado en la periferia de las ciudades, sin límites vigilados, introduciéndose el trabajo como modalidad terapéutica. Esto llevará al proceso de desinstitucionalización y al nacimiento de la denominada Psiquiatría Comunitaria. La concepción del trabajo como medida terapéutica en aquel momento es sinónimo de producción de tipo industrial, pero también de normalidad y cotidianeidad. Se planteaba en términos de utilitarismo social, esto es de aporte al bien común, lo que ha dejado una tradición en rehabilitación aún vigente hoy en día. Fue el movimiento precursor de la Psiquiatría Comunitaria. Ya en el siglo xx y tras la Segunda Guerra Mundial seconstruyen los nuevos estados de bienestar en los que cada Estado va a tomar una iniciativa activa en la atención a los problemas psiquiátricos con implicaciones legislativas. Además, años después de la guerra, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos 30 internacionales, van a recalcar la importancia de la salud mental, asignando a la rehabilitación un papel importante (Gastó et al., 2000). En este período, Inglaterra crea el Servicio Nacional de Salud Mental, incluyendo las prestaciones de este tipo en el Seguro de Salud. A principios de la década de los cincuenta, el psiquiatra británico Maxwell Jones propone una nueva concepción psiquiátrica que se propone transformar la institución psiquiátrica en Comunidad Terapéutica. En líneas generales, la comunidad terapéutica, establece que debe haber una libertad de comunicación en todos los niveles, analizar los intercambios institucionales en términos de dinámicas grupales, generar espacios de sociabilidad (salidas grupales, teatro, etcétera) y propone la asamblea comunitaria como un órgano de gestión de la institución psiquiátrica. El modelo de Jones logra aplicarse en Inglaterra y otros países centrales con cierto éxito, a tal punto que la OMS, recomendó en 1953, que todos los hospitales psiquiátricos se transformen en comunidades terapéuticas. Sin embargo, grandes sombras se abrieron sobre este movimiento como el problema de los «sin techo», el fenómeno de «la puerta giratoria», los denominados nuevos crónicos y la dificultad de transferir los recursos comunitarios al hospital. Por otro lado, el empuje del psicoanálisis, la psiquiatría biológica y los éxitos de la psicofarmacología pusieron en cuestión algunas de las ideas de este movimiento comunitario. En último lugar, cabe destacar la influencia que tuvo la promulgación de la «Ley Kennedy» en Estados Unidos en 1963 por la que se creaban los servicios de salud mental. Dicha ley ejerció una gran influencia en Europa en la promoción de servicios de salud mental y sobre todo en el debate sobre la concreción de muchas de las ideas que había generado la reforma psiquiátrica (Gastó et al., 2000). Podemos afirmar que desde ese momento de finales del siglo xx, la atención, tratamiento y rehabilitación de las alteraciones mentales ha quedado establecida en la legislación de la mayoría de países occidentales en mayor o menor medida como la entendemos hoy en día. 31 Concepción del cerebro y su funcionamiento Como se ha señalado anteriormente, las prácticas de tratamiento y rehabilitación de las discapacidades y alteraciones psíquicas han estado determinadas en cada época por la concepción vigente sobre el cerebro y su funcionamiento. Un breve recorrido por la historia nos revela que el cerebro no siempre ha sido considerado como el órgano fundamental de la neurocognición y no siempre se le han atribuido las mismas funciones. Dicho recorrido histórico ha sido comparado a una escalera con muchos escalones, cada uno de los cuales ha llevado a diferentes estancias en donde residen los conceptos (León- Carrión, 1997). Mientras algunos de estos conceptos han permanecido en dichas estancias durante siglos, otros sólo han permanecido por un período corto de tiempo. Siguiendo a León-Carrión (1997) por su «escalera» de la historia nos encontramos con los primeros escalones que conducen a una estancia donde residió la polémica sobre los órganos en donde se creía que residía el alma: el corazón y el cerebro. El famoso Galeno, en el siglo ii a. C., ya apuntaba a los ventrículos cerebrales como los responsables de los procesos neurocognitivos. Sin embargo, la disputa más duradera fue entre platónicos, que situaban el alma en el cerebro, y aristotélicos que lo hacían en el corazón. Paracelso en siglo xvi todavía mantenía que era en el corazón donde residía el alma, aunque también atribuía al cerebro la razón y algunas de las enfermedades mentales. En este contexto de disputa irán apareciendo sucesivamente evidencias anatómicas y funcionales que acabarán decidiendo el debate a favor del cerebro, como por ejemplo la obra de Vesalio en el siglo xvi que por primera vez sometió el cerebro a un estudio minucioso. Sin embargo, fue Descartes quien más contribuyó a situar el alma en el cerebro, concretamente en la glándula pineal, aunque para ello no utilizara más que su famoso método filosófico. Posteriormente, y a partir de la importante obra Cerebri anatome de Thomas Willis publicada en 1664 ya no es fácil volver a encontrarnos con esta polémica (León-Carrión, 1995). Una vez establecido el cerebro como el órgano que interpreta la conciencia, siguiendo escalera arriba, llegamos a la estancia donde se sitúa otra polémica de visiones antagónicas: localizacionismo versus antilocalizacionismo. Por un lado encontramos a aquellos que sostienen que el cerebro se estructura en partes diferenciadas en donde se localizan las diferentes funciones neurocognitivas. Del otro lado, se postula que no es posible identificar zonas concretas que correspondan a funciones concretas de forma 32 biunívoca. Franz Gall es frecuentemente citado como el fundador de la frenología, que podemos definir como la ciencia que intenta descubrir las características psicológicas a partir de las formas del cráneo. Es por tanto el fundador de la posición que denominamos localizacionismo. Cabe destacar que Gall, ya a caballo entre el siglo xviii y xix, fundamenta sus hipótesis siempre con una gran cantidad de datos extraídos de la anatomía, la patología y la neurología médica. Se ganó por ello una buena reputación de empirista. El propio Comte calificó su trabajo como el único serio de la psicología del pasado (Carpintero, 1987). Su postulado principal defiende que cada facultad psicológica depende de un locus o región cerebral concreta. Construye una especie de mapas cerebrales con la ubicación de las funciones psicológicas que tuvieron una gran influencia en el pensamiento de la época e influyó decisivamente en épocas posteriores (figura 1.1). Sin embargo, como suele ocurrir habitualmente, Gall no fue tan radical como muchos de sus seguidores. Nunca pensó que la inteligencia pudiese estar controlada por una región específica del cerebro, lo que trató de destacar es el hecho de que la corteza cerebral es un sistema con diferentes funciones. De hecho, defendía la idea de que el entendimiento no se controla únicamente desde un órgano, como el instinto tampoco podía residir en un único órgano. Entre sus aportaciones relevantes incluimos la división básica entre sustancia blanca y sustancia gris, el conocimiento de las vías nerviosas convergentes y divergentes y la importancia de los lóbulos frontales (León-Carrión, 1991). No obstante, es a partir de las aportaciones de Paul Broca cuando la postura localizacionista recibe un impulso definitivo. En el mes de abril de 1861, y ante la Sociedad Antropológica de París, Broca exhibe el cerebro de un paciente llamado Monsieur Leborgne, que había sufrido graves trastornos del habla. En su autopsia había encontrado una lesión en el tercio posterior de la circunvolución frontal del hemisferio izquierdo. Broca sugiere a partir de este descubrimiento que cada circunvolución cerebral tiene unas funciones propias y que las funciones neurocognitivas no dependen de todo el cerebro sino que pueden ser localizadas en zonas concretas. La primera gran prueba es la localización del área de la articulación del lenguaje cuya lesión produce la conocida afasia de Broca. Diez años después, con la aportación de Wernicke el localizacionismo vivió un momento irrepetible. Wernicke describía un caso en 1874 en que la afección del tercio posterior de la circunvolución temporal superior del hemisferio izquierdo producía alteraciones en la comprensión del habla. Reclama haber encontrado la zona de comprensión del lenguaje cuya lesión produce la denominada afasia de Wernicke. La 33 descripción de dos partes del cerebro completamente aisladas, cuya afección conduce a la alteración de funciones específicasparecía evidencia suficiente para consolidar el paradigma del localizacionismo. John Huglings Jackson, con sus trabajos comenzados en los años sesenta del siglo xix, fue uno de los primeros neurólogos que cuestionó duramente el localizacionismo radical que en la sociedad científica habían inspirado los hallazgos de Broca y Wernicke. De acuerdo con Jackson, la localización del «síntoma» (la alteración neurocognitiva) que trae consigo la afección de un área limitada del sistema nervioso central de ninguna manera puede identificarse con la localización de la función. La función puede estar situada en el sistema nervioso central de una forma mucho más complicada y tener una organización cerebral completamente distinta. Jackson propuso una jerarquía de los componentes del sistema nervioso que gobiernan la actividad. En dicha jerarquía existen redes neuronales más simples y otras más complejas que ocuparían un lugar más elevado en la escala evolutiva. Así, la disposición de las redes neuronales que realizan procesos complejos como el aprendizaje, la atención, la memoria, la percepción, o el lenguaje tienen una localización extensa en el cerebro, mientras que las redes que realizan funciones más simples, y filogenéticamente más antiguas, tienen una localización más concreta. Jackson había demostrado que cuando existe una lesión focal ésta nunca lleva a una desaparición completa de la función, sino más bien a una desorganización de la misma (Luria, 1969). Por tanto, concluye que la localización de un déficit después del daño cerebral no es equivalente a la localización de las funciones superiores en un cerebro intacto. Se ha tardado más de cien años en comprobar estas tesis que actualmente pueden ser testadas gracias al avance que han experimentado las técnicas de neuroimagen cerebral. Aún hoy en día los trabajos de Jackson suponen un gran estímulo para la creación de modelos teóricos sobre los mecanismos de rehabilitación (Kennard y Swash, 1989). La rehabilitación de las funciones superiores es posible porque, comparadas con funciones menos organizadas (por ejemplo, funciones motoras), las funciones superiores no están tan organizadas y predeterminadas. Consecuentemente, presentan un mayor grado de maleabilidad y los mecanismos de readaptación son más probables, a diferencia de las funciones menos organizadas que son más rígidas y no son susceptibles de readaptación. En resumen, el trabajo de Jackson da como buenos la mayoría de datos del localizacionismo aunque rechaza sus aspectos más simplistas. Así, propone una visión más comprehensiva del funcionamiento neurocognitivo que permite 34 explicar los fenómenos más complejos (por ejemplo, memoria) de forma diferente a los más simples (por ejemplo, funciones motoras). Hemos llegado hasta este punto de la escalera de la historia de la rehabilitación cognitiva guiados de la mano del profesor León-Carrión. Sin embargo, nos vamos a atrever a seguir por nuestra cuenta unos escalones más allá. De esta forma, y no muchos escalones arriba, afortunadamente encontramos una nueva estancia que explorar. Es la que alberga la polémica en torno a los conceptos función y estructura. Esta polémica será relevante en el campo de la rehabilitación neurocognitiva. Dependiendo de la posición teórica en que nos situemos entenderemos la rehabilitación de forma muy diferente, o bien destinada a la recuperación funcional, o bien a la recuperación estructural o a ambas a la vez, como más adelante intentaremos justificar. Aunque Jackson ya había abierto nuestra visión del funcionamiento neurocognitivo al concepto de función, dando una visión algo más compleja, es el psicólogo ruso Lev Semenovich Vygotsky quien conducirá la polémica estructura-función hacia el polo funcional. Para Vygotsky, desde una perspectiva experimentalista pero también dialéctica, el psiquismo es obviamente una función del cerebro aunque dicha función está fuertemente regulada por la historia social. Destaca que el cerebro humano a través del lenguaje es capaz de interiorizar las relaciones cerebro-ambiente del individuo y además de otros individuos al asimilar la historia social. Así, sin oponerse a las posiciones más localizacionistas y organicistas, resalta la importancia de los factores ambientales. Por una parte, las teorías localizacionistas estrictas consideran que el cerebro está totalmente parcelado y cada función reside en una sola de estas parcelas. Del otro lado, las teorías antilocalizacionistas sostenían que el cerebro era una masa homogénea, no diferenciada, sin posibilidad de especialización. Sin embargo, Vygotsky rechaza que estas dos posturas puedan contemplar el fruto de un desarrollo dialéctico a través de la historia social. Vygotsky propone que el sustrato fisiológico de las actividades superiores es el sistema nervioso, pero señala que este sustrato está dotado de sistemas flexibles de relaciones, ya que la organización funcional de las zonas cerebrales no es estática, sino que cambia a lo largo del desarrollo individual. Por tanto, los factores que influyen en el desarrollo, como las experiencias de aprendizaje y los hábitos de comportamiento ejercen una influencia sobre la estructura cerebral en las diferentes etapas del desarrollo individual. A su vez, los determinantes de la estructura cerebral que va adquiriendo la persona a lo largo de su desarrollo determinarán también el tipo de experiencias y aprendizajes que realice. Desde 35 el punto de vista de la rehabilitación la posibilidad de someter a una persona a un proceso de aprendizaje para remediar un daño cerebral de tipo estructural o funcional resulta un corolario lógico y posible. De hecho, Vygotsky ha sido inspirador de muchos programas de reeducación para los trastornos de aprendizaje siendo un pionero de la pedagogía terapéutica y de la rehabilitación neurocognitiva. Definitivamente, la aportación más importante en este punto es, sin duda alguna, la realizada por Alexander R. Luria mediado el siglo xx. Su aportación es más científica que la de sus predecesores, en cuanto que argumenta sus postulados con datos anatómicos, fisiológicos y neurocognitivos. Este autor está muy influido por la psicología soviética aunque su aportación va mucho más allá y está considerado como el padre de la neuropsicología moderna, habiendo sido capaz de integrar lo mejor tanto de la neurología como de la psicología europea. Hay que tener en cuenta su amplia formación ya que tras estudiar psicología consiguió graduarse en medicina para poder trabajar con los enfermos de daño cerebral. Siempre le interesaron diferentes campos y llegó a ostentar, entre otros cargos, el de secretario de la Sociedad Psicoanalítica Rusa, aunque muy pronto se distanció de los postulados psicoanalíticos (León, 1982). Aun así, hemos de reconocer que su mayor influencia le viene sobre todo de Vygotsky y también de Leontiev, otro psicólogo ruso de gran relevancia. Leontiev enfatizó que las conquistas del desarrollo filogenético de los humanos no están morfológicamente fijadas ni se transmiten hereditariamente, a diferencia de los otros animales, sino que se transmiten mediante la cultura. Luria (1969) desarrolló la teoría sistémico-dinámica, según la cual hay que entender la función más bien como un sistema funcional. Una zona del cerebro puede estar implicada en el desarrollo de diferentes funciones, y, además, la ejecución de una función implica siempre diferentes zonas cerebrales. En la realización de cualquier actividad psicológica superior, no es sólo una zona concreta del cerebro la que interviene, sino que cada uno de los distintos bloques funcionales que componen el cerebro participan de dicha tarea según su especialización. Luria (1962) describió tres grandes unidades funcionales cuya participación conjunta es importante y necesaria en toda actividad mental (figura 1.2). La primera unidad funcional es la que regula el tono y la vigilia, que es fundamental para que se desarrolle cualquier tipo de actividad cortical. Esta unidad funcional depende del troncoencéfaloy otras estructuras subcorticales como la formación reticular. La segunda unidad es la que obtiene, procesa y almacena información del 36 mundo exterior. Depende de las regiones corticales posteriores como las regiones occipital, temporal y parietal. Está constituida por neuronas de la corteza cerebral, de seis capas, caracterizadas por su alta especificidad, ya que se dedican al procesamiento casi exclusivo de información visual, auditiva o sensorial general respectivamente. Por último, Luria describe una unidad de programación, regulación y verificación de la actividad mental. Su funcionamiento está regido por los lóbulos frontales aunque pueden ser consideradas diferentes áreas funcionales que están fuertemente jerarquizadas. Así, podemos encontrar áreas motoras, áreas de integración con los circuitos basales subcorticales y áreas ejecutivas. Esta unidad funcional desempeña un papel decisivo en la formación de propósitos y planes, en la resolución de problemas, en la abstracción, el juicio moral y en la regulación y control de las formas más complejas de conducta humana. Por último, hemos de destacar que Luria, además de formular esta importante teoría sobre el funcionamiento neurocognitivo, formuló las bases teóricas generales de la neuropsicología, especialmente respecto a la evaluación sindrómica cualitativa, creando instrumentos clínicos de medición y una metodología de evaluación que aún sigue vigente en gran parte, gracias al trabajo de Christensen (1974). Por ello, se considera que inició un período de avance científico-tecnológico sin precedentes. A partir de Luria, los avances son más dependientes de las mejoras científico-tecnológicas (en los procedimientos de evaluación, en las técnicas de neuroimagen, en la psicología cognitiva, etcétera), que de los avances teórico-conceptuales. 37 Desarrollo de las técnicas de rehabilitación neuropsicológica Probablemente la historia de la rehabilitación neuropsicológica es tan antigua como la neuropsicología misma. No se conoce con seguridad cuándo y cómo fueron los primeros intentos de aplicar técnicas de rehabilitación neurocognitiva en personas con daño cerebral adquirido. Probablemente, los primeros pasos se realizaron en el área del lenguaje. Pero como en otros muchos procedimientos médicos, el desarrollo completo de las técnicas de rehabilitación cognitiva llegó, de una forma u otra, de la mano de las grandes contiendas bélicas de la humanidad. El origen moderno de las técnicas neurocognitivas lo podemos encontrar en Paul Broca, quien en uno de sus artículos donde describía la localización cerebral del lenguaje ya presentó en 1865 un programa de rehabilitación para un paciente adulto que era incapaz de leer palabras en voz alta (Berker et al., 1986). Broca describe en el artículo un programa de rehabilitación donde intenta aplicar un método muy similar a lo que hoy conocemos por encadenamiento. Así, empieza enseñando al paciente a leer letras secuencialmente, luego sílabas y finalmente le instruye a combinar las sílabas en palabras. Broca enseña que el programa fue efectivo hasta cierto punto, ya que el paciente fue capaz de leer letras y sílabas pero fracasó completamente al intentar leer palabras de más de una sílaba. Es interesante destacar que, en las conclusiones del trabajo, Broca señala que el paciente había hecho este aprendizaje mediante un proceso esencialmente diferente del que el paciente utilizó cuando siendo joven empezó a leer. Como ha señalado Boake (2003), Broca al utilizar este programa de rehabilitación no estaba sentando un precedente. Estaba más bien siguiendo una tradición francesa de médicos como Édouard Séguin que, desde 1800, habían empezado a aplicar técnicas pioneras para mejorar las funciones neurocognitivas en niños con problemas de desarrollo. Howard y Hatfield (1987) recogen en su revisión diferentes casos de estos médicos franceses que a lo largo del siglo xix y principios del xx, desarrollaron programas para mejorar las habilidades de comunicación en pacientes con afasia. Sin embargo, los mayores avances en el campo de las técnicas de rehabilitación tuvieron lugar durante la Primera Guerra Mundial, momento en que se crearon por primera vez centros especializados en rehabilitación del daño cerebral. Probablemente, el mayor desarrollo se produjo en Alemania y Austria donde se crearon diferentes centros para el cuidado y rehabilitación de los soldados heridos en combate. Por ejemplo, el 38 Centro de Frankfurt incluía una zona de hospitalización, un programa residencial, una unidad de evaluación psicológica y un taller de rehabilitación para actividades laborales (Poser et al., 1996). Kurt Goldstein y Walther Poppelreuter son dos representantes conocidos de este período en que fueron directores de los centros de Colonia y Frankfurt. Goldstein teorizó mucho sobre el uso de las habilidades conservadas para sustituir aquellas que están alteradas. Se ha señalado que Goldstein fue el precursor de este acercamiento de compensación a la rehabilitación en el campo de la rehabilitación del lenguaje (Boake, 1989). Desafortunadamente, al finalizar la gran guerra el campo de la rehabilitación de pacientes con daño cerebral sufrió un importante estancamiento. Fue en el contexto de la Segunda Guerra Mundial cuando el campo de la rehabilitación neurocognitiva vuelve a experimentar un desarrollo espectacular. Cabe destacar, por encima de todos, al psicólogo ruso Alexander R. Luria. Cuando la Unión Soviética entró en la Segunda Guerra Mundial, Luria fue destinado a un hospital especial de veteranos (Luria, 1979). La experiencia de Luria con los soldados con daño cerebral causado por proyectiles fue la base de su teoría de los sistemas funcionales. Luria extendió la aplicación de las técnicas de rehabilitación más allá de la patología del lenguaje. Así, aparte de aplicar las técnicas al uso para la afasia, comenzó a aplicar diferentes procedimientos de rehabilitación para los trastornos de la percepción visual, planificación motora y funciones ejecutivas (Christensen y Castano, 1996). Luria enfatizó especialmente la importancia de la evaluación neuropsicológica individual para determinar las características particulares de las disfunciones neurocognitivas que ha producido el daño cerebral. También resalta la importancia de realizar una rehabilitación hecha a medida teniendo en cuenta no sólo las alteraciones neurocognitivas sino también las características de personalidad premórbidas y la variable motivación. No deja de insistir en sus escritos sobre la importancia de la práctica masiva durante el proceso de rehabilitación después del daño cerebral. Por otro lado, también en el Reino Unido se crearon centros durante la Segunda Guerra Mundial para la rehabilitación de soldados que habían sufrido heridas de bala en el cerebro; destacaron los centros de Oxford y Edimburgo (Boake, 2003). W. R. Russell, neurólogo del centro de Oxford, hizo interesantes aportaciones utilizando técnicas de evaluación psicométrica. Entre otros hallazgos cabe destacar el valor de la duración de la amnesia postraumática para poder determinar el impacto del daño cerebral sobre el funcionamiento cotidiano. En Edimburgo, el psicólogo Oliver Zangwill, traductor de 39 algunas obras de Luria al inglés, adapta las técnicas del alemán Goldstein y las somete a estudios de seguimiento. Le preocupa el tema de la recuperación espontánea y el hecho de que los pacientes, a pesar de mejorar mucho, siguen presentando alteraciones importantes tras la rehabilitación. Otro tema importante es su propuesta de intervención, que debe estar basada en dos enfoques complementarios. Uno es el entrenamiento directo de la función alterada y el otro es el enfoque de sustitución o compensación mediante otras habilidades preservadas. A diferencia de lo que ocurrió en la Primera Guerra Mundial, el período que siguió al armisticio de la Segunda Guerra Mundial significó una proliferación de centros de rehabilitación a escala mundial, con la incorporación de médicos rehabilitadores,neuropsicólogos, neurólogos, psicólogos clínicos, logopedas y terapeutas ocupacionales. Posiblemente inspirados en el modelo británico, en Estados Unidos también se crearon una serie de centros de rehabilitación del daño cerebral para ofrecer tratamiento médico y servicios especializados de rehabilitación a los soldados con lesiones cerebrales. Un antecedente en la historia de la rehabilitación neuropsicológica en Estados Unidos es el psicólogo Shepherd Franz, que en los años veinte del siglo xx empezó a aplicar programas de rehabilitación, que él llamaba de «reeducación» (Boake, 1991). También fue un pionero en la aplicación de métodos cuantitativos de evaluación de las funciones neurocognitivas. Franz observó que los aprendizajes nuevos se realizaban de forma más lenta y que la cantidad de tiempo que se necesitaba para reeducar personas con disfunciones cerebrales variaba considerablemente. Este hecho le llevó a la aplicación sistemática de pruebas neuropsicológicas en este tipo de pacientes, con el objetivo de evaluar si la aplicación de programas de rehabilitación conducía a mejoras generalizables de las funciones entrenadas. Su discípulo Karl S. Lashley publicó en 1929 el libro Brain Mechanisms and Intelligence en que resume parte del trabajo de su maestro y formula dos ideas muy influyentes en el campo de la rehabilitación, la cuantificación del déficit y la aplicación individualizada de los programas de rehabilitación. Lashley, seguidor de Jackson y Luria, fue un defensor de la rehabilitación basada en el perfil neuropsicológico concreto de cada paciente. Había formulado previamente su «Ley de la acción de masa» según la cual el grado de retraso o disfunción en la ejecución de una habilidad previamente aprendida es proporcional a la magnitud de las lesiones. Trabajando con ratas llegó a establecer esta proporción mediante coeficientes de correlación de 0,85 lo que supone un tercio de la varianza total. La pérdida parcial o total de una función 40 superior puede estar reflejando diferentes mecanismos. Un corolario a este punto es que los pacientes con disfunciones cerebrales pueden necesitar diferentes esfuerzos rehabilitadores dependiendo de la naturaleza de sus síntomas y de los mecanismos subyacentes relacionados. El desarrollo de técnicas especializadas de rehabilitación del daño cerebral recibe otro impulso crucial coincidiendo de nuevo con una importante contienda bélica. Se trata de la Guerra de Yom Kippur en 1973. El psicólogo neoyorquino Yehuda Ben-Yishay desarrolló un programa de tratamiento en Tel Aviv que incluía actividades durante todo el día. Se realizaba un trabajo con pequeños grupos de veteranos con lesiones cerebrales que comprendían ejercicios neurocognitivos, psicoterapia y actividades comunitarias durante varios meses (Ben-Yishay et al., 1978). Yehuda Ben-Yishay y su colega Leonard Diller, del Rusk Institute of Rehabilitation Medicine y la Universidad de Nueva York, han sido pioneros en la aplicación de conceptos procedentes de la neuropsicología y la psicología clínica al campo de la rehabilitación de pacientes con daño cerebral adquirido. Ambos han inspirado la práctica totalidad de programas de rehabilitación actuales en Estados Unidos y su modelo ha sido replicado en muchas partes del mundo. Además de la aplicación de métodos de evaluación e intervención procedentes de la psicología clínica, hacen especial énfasis en la intervención grupal, dado que en dicha intervención se produce una interacción entre los participantes que resulta beneficiosa especialmente con pacientes con daño en el lóbulo frontal. 41 Las técnicas de rehabilitación psicosocial en los trastornos mentales A pesar de que la rehabilitación neuropsicológica es hoy en día una realidad en el campo del daño cerebral adquirido, su aplicación en la salud mental es todavía incipiente. La rehabilitación psicosocial de los trastornos mentales tiene una historia independiente del de la rehabilitación neuropsicológica, por lo que parece conveniente analizar cómo han llegado a converger. Actualmente existe cierto consenso sobre los objetivos y las técnicas en el campo de la rehabilitación psicosocial aplicada a los trastornos mentales. Este consenso se concreta en asegurar que la persona que sufre un trastorno psiquiátrico posea los recursos físicos, emocionales, sociales e intelectuales suficientes para poder vivir, aprender y trabajar en la comunidad con la menor cantidad de apoyo posible por parte de los profesionales (Anthony, 1979). En cuanto a las técnicas empleadas, existen dos grandes grupos: el aprendizaje de determinadas habilidades necesarias para el funcionamiento en la comunidad y el desarrollo de recursos ambientales y comunitarios (Liberman y Evans, 1985). Sin embargo, esto no ha sido siempre así, ya que diferentes técnicas y objetivos de la rehabilitación van apareciendo y desapareciendo regularmente en los mismos dispositivos. El conjunto de técnicas actuales se ha ido gestando a partir de diferentes hitos históricos de los que podemos destacar cinco: la era del tratamiento moral, el auge de la terapia laboral, la aparición de la corriente de psiquiatría comunitaria, la aparición de asociaciones y centros sociales y, por último, el desarrollo de técnicas efectivas de intervención basadas en el entrenamiento de habilidades (Anthony y Liberman, 1986). En el siglo xx apareció un movimiento reformista que reclamaba un trato más humano para los enfermos mentales que todavía estaban confinados en aquellos manicomios que en su mayoría no eran más que ergástulos insalubres. El tratamiento moral, cuyo pionero fue el francés Pinel, instaba a tratar a los enfermos de forma que el trato hacia ellos fuese el mismo que si todavía se hallaran en plenitud de sus facultades mentales y físicas, procurando hacer su situación lo más confortable posible. El tratamiento moral enfatizó la necesidad de una evaluación individual de cada enfermo teniendo en cuenta no sólo sus síntomas sino también sus capacidades sociales, de ocio y laborales. El tratamiento moral reconoció la importancia terapéutica que puede tener la actividad estructurada realizada por los enfermos. De aquella época nos ha quedado la 42 idea de realizar actividades estructuradas como parte de la rehabilitación, de que el enfermo haga algo diferente. El segundo hito se sitúa ya en el siglo xx, cuando tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos se creó una legislación que extendía la aplicación de los servicios de rehabilitación laboral, que hasta entonces estaban reservados a los excombatientes, a las personas con trastornos psiquiátricos. El descubrimiento de que estas técnicas de rehabilitación habían resultado efectivas con las personas con retraso o deficiencias intelectuales, hasta el punto de permitirles conseguir un trabajo, produjo el impulso necesario para aplicarlas también con enfermos psiquiátricos. Aunque actualmente los programas de rehabilitación intentan incluir tanto aspectos de ocio como de participación en la comunidad, el aspecto de rehabilitación laboral sigue siendo un componente importante, que es el legado de este período histórico. El tercer hito importante ocurre entre los años cincuenta y sesenta del siglo xx, tanto en Estados Unidos como en la mayoría de países europeos, y es la aparición del movimiento de psiquiatría comunitaria. El movimiento de salud mental comunitaria propone básicamente un nuevo concepto: ayudar a las personas con trastornos mentales graves a mantenerse en la comunidad de la mejor manera posible. Desafortunadamente, con el movimiento de desinstitucionalización, la mayoría de centros de salud mental comunitaria fracasaban con los pacientes psiquiátricos más graves, probablemente porque no se poseía la tecnología necesaria para intervenir sobre el grado de competencia social de los pacientes que apareció mucho después (Liberman et al., 1975). Este período nos ha legado un objetivo en la rehabilitación psicosocial y es enfatizar que los pacientes sean tratados, en la medida de lo posible,
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