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Respuestas agudas del sistema cardiovascular al ejercicio

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Respuestas agudas del sistema cardiovascular al ejercicio 
El ejercicio es una actividad que implica una demanda 
incrementada de oxígeno y energía por parte de los 
músculos. El sistema cardiovascular, compuesto por el 
corazón y los vasos sanguíneos, desempeña un papel 
crucial en la satisfacción de esta demanda durante el 
ejercicio. Las respuestas agudas del sistema cardiovascular 
al ejercicio son fundamentales para garantizar que los 
músculos reciban el oxígeno y los nutrientes necesarios 
para funcionar de manera eficiente. 
Cuando una persona comienza a ejercitarse, su frecuencia 
cardíaca aumenta en respuesta a la demanda de oxígeno 
de los músculos activos. El corazón bombea más sangre 
por minuto para llevar más oxígeno y nutrientes a los 
músculos. Además, el volumen sistólico, que es la cantidad 
de sangre expulsada por el corazón en cada latido, 
aumenta. Estos ajustes permiten un mayor suministro de 
sangre a los músculos activos. 
 
 
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Además, durante el ejercicio, los vasos sanguíneos se 
dilatan en los músculos activos para aumentar el flujo 
sanguíneo local. Esto se logra a través de la liberación de 
sustancias químicas, como el óxido nítrico, que relajan las 
paredes de los vasos sanguíneos. Al mismo tiempo, los 
vasos sanguíneos en las áreas no esenciales para el 
ejercicio, como el sistema digestivo, pueden contraerse 
para redirigir el flujo sanguíneo hacia los músculos activos. 
La presión arterial también aumenta en respuesta al 
ejercicio, lo que garantiza que la sangre sea bombeada de 
manera efectiva a través de todo el sistema cardiovascular. 
La presión arterial sistólica, que es la presión cuando el 
corazón se contrae, aumenta más que la presión arterial 
diastólica, que es la presión cuando el corazón está en 
reposo. 
En resumen, las respuestas agudas del sistema 
cardiovascular al ejercicio incluyen el aumento de la 
frecuencia cardíaca, el aumento del volumen sistólico, la 
dilatación de los vasos sanguíneos en los músculos activos 
 
 
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y el aumento de la presión arterial sistólica. Estos ajustes 
permiten un mayor flujo de sangre y oxígeno a los 
músculos activos y son esenciales para mantener la 
homeostasis durante el ejercicio.

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