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Chlamydophila pneumoniae, Chlamydophila psitacci (psitacosis) y Chlamydia trachomatis (tracoma, linfogranulona venéreo y otras infecciones genitales) Gerald I. Byrne Biología básica Las clamidias son diferentes. En la tercera edición del texto sobre patogénesis bacteriana de Wilson y colaboradore.[1] los autores se esfuerzan por explicar que las razones principales para que las bacterias estén en el foco de la salud pública en el siglo XXI son su capacidad para desarrollar resistencia a los antibióticos, la de adquirir genes de otras bacterias y por lo tanto acumular nuevos rasgos de virulencia y la de emerger como patógenos oportunistas como resultado de la disminución de la capacidad del hospedero en el combate contra microbios que, por otra parte, son inocuos. De hecho, estos argumentos son válidos para muchas enfermedades infecciosas, pero, sin lugar a dudas, no se aplican a las clamidias, pese a que estos patógenos bacterianos están entre los más prevalentes en todo el planeta. La resistencia a los antibióticos no es todavía un problema con las clamidias, aunque siempre se deberá estar vigilantes porque el arsenal de clases efectivas de medicamentos es limitado y las infecciones crónicas son muy difíciles de erradicar con las terapias estándar por razones distintas al desarrollo de verdadera resistencia genética. Sin duda, hasta ahora, estos patógenos han permanecido plenamente susceptibles a los medicamentos desde la era de la tetraciclina y la eritromicina hasta los azálidos de acción prolongada. Todas las clamidias tienen genomas muy similares que codifican aproximadamente para 1.000 proteínas y la mayoría de los mismos genes están presentes no solo en todas las cepas, sino que su orden es el mismo en el genoma de cada una de ellas. Este hecho es un argumento fuerte en el sentido de que, en absoluto, no ocurre transferencia a las clamidias de genes de otras bacterias. Además, ha sido problemático incluso el desarrollo de sistemas experimentales de transferencia de genes a clamidias. Este campo especializado de investigación ha estado lleno de comienzos y detenciones, con signos promisorios seguidos de largos períodos de silencio, y hasta el presente no se dispone de un sistema manejable de transferencia de genes para estudiar la virulencia y la patogénesis de las clamidias. Por consiguiente, el intercambio de genes no es algo que las clamidias hagan o incluso estén forzadas a hacer. Finalmente, las clamidias pueden ser cualquier cosa pero no son oportunistas. Algunas de las descripciones más tempranasy acertadas que se han registrado de una enfermedad infecciosa son la del tracoma en jeroglíficos en un texto del antiguo Egipto escrito hace unos 3.500 años, y un comentario escrito, de la dinastía Chang en China, acerca de la enfermedad ocular, que tiene más de 3.000 años.[2] Las clamidias continúan siendo un problema mundial serio de salud reproductiva femenina pese a enormes adelantos en la tamización y el tratamiento. En los Estados Unidos Chlamydia trachomatis es sin duda la enfermedad infecciosa informada más a menudo, y frecuencias similares de informes se ven en todas partes alrededor del mundo. ¿Cómo es que las clamidias, un género bacteriano que no posee ninguno de los rasgos asociados con las tendencias clásicas para tener éxito como patógeno, han estado siendo exitosas como causa de enfermedad humana desde que evolucionó el género Homo sapiens? Obviamente, las clamidias se las han arreglado de otra manera. El propósito primordial de este capítulo es el de suministrar información acerca de las clamidias y las enfermedades infecciosas que causan, pero también dar un contexto para entender un poco lo que hace a las clamidias tan peculiares e importantes, porque bien vale la pena entenderlo como un paradigma de patogénesis bacteriana. ¿Qué son las clamidias? Aspectos básicos Las clamidias son un grupo muy relacionado de patógenos bacterianos intracelulares obligados que comparten un conjunto único de atributos de crecimiento dentro de las células. Estos organismos están relacionados solo distantemente con todos los otros procariotas con base en datos de la secuencia del ARNr 16S, y sugieren que las paraclamidias y las clamidias intracelulares divergieron de un ancestro procariota común hace aproximadamente mil millones de años en la era Proterozoica.[3] Esto corresponde a unos dos mil millones de años después de haber aparecido los procariotas en la Tierra pero, después de todo, las clamidias requirieron un eucariota para surgir. Ha habido alguna polémica sobre si el orden único Chlamydiales y la familia única Chlamydiaceae se debieran dividir en dos géneros con base primordialmente en diferencias de la secuencia del ARNr 16S, o se los debiera agrupar en el género único Chlamydia. El consenso entre los expertos es que los organismos de esta familia pertenecen a un género único debido a su alto grado de sintenia del genoma (o sea, de similitud en el orden de los genes), lo novedoso de su estilo de vida y hábitat intracelulares y sus atributos biológicos unificadores.[4] En la literatura se puede encontrar un nuevo género, Chlamydophila, pero es más apropiado dividir el género único Chlamydia en nueve especies, seis de las cuales (C. pecorum, C. felis, C. abortus, C. caviae, C. suis y C. muridarum) solo raramente, si es que alguna vez, causan enfermedad humana; las otras tres (C. psittaci, C. pneumoniae y C. trachomatis) son patógenos humanos significativos. En la figura 175-1 se presenta el árbol taxonómico de la familia de las clamidias y en la tabla 175-1 se pueden ver las especies y cepas comunes que causan enfermedad humana. Las infecciones oculares y genitales causadas por C. trachomatis, patógeno exclusivamente humano, están entre las enfermedades infecciosas mundiales mejor estudiadas y más prevalentes y a ellas se les dedicará la mayor parte de este capítulo. Chlamydia pneumoniae, patógeno respiratorio adquirido en la comunidad, por lo general no se diagnostica ni se trata. La asociación de C. pneumoniae con varias enfermedades crónicas, principalmente aterosclerosis y ciertos tipos de asma, es controversial con respecto a la causalidad, y la investigación de este patógeno sigue siendo muy activa. Chlamydia psittaci, patógeno de numerosas especies de aves, es una verdadera infección zoonótica humana por lo general asociada con una historia que incluye la exposición a aves o sus cadáveres o excrementos concentrados. Las infecciones humanas por C. psittaci no son comunes pero pueden ser debilitantes e incluso tener consecuencias fatales. Figura 175-1. Árbol taxonómico del género Chlamydia, adaptado de Stephens.[4] Chlamydia trachomatis, C. pneumoniae y C. psittaci causan enfermedad en seres humanos. Ciclo de desarrollo de las clamidias. El rasgo compartido por todas las clamidias es su ciclo intracelular que se caracteriza por la alternación ordenada de dos formas de desarrollo. Se debe completar dicho ciclo para que sean exitosos el crecimiento y la transmisión del patógeno. El cuerpo elemental de las clamidias (EB, por la sigla en inglés de elementary body) está especializado para la transmisión entre hospederos y para la invasión de las células de un hospedero dado. Esta forma de las clamidias está dotada de las propiedades necesarias para invadir las células hospederas susceptibles. Las células epiteliales son el tipo celular predilecto de la mayoría de las cepas y especies de clamidias, especialmente de C. trachomatis, pero los fagocitos mononucleares pueden sostener las infecciones productivas por C. psittaci, las biovariedades de C. trachomatis del linfogranulomavenéreo y a C. pneumoniae. Las infecciones debidas a C. trachomatis presentan rasgos de tropismo tisular (por ejemplo: las serovariedades A, B, Ba y C se asocian con el tracoma endémico, una enfermedad ocular clásica que implica la invasión del epitelio conjuntival), mientras que las serovariedades genitales clásicas de C. trachomatis (D-K) invaden en mujeres células epiteliales del cuello uterino, el endometrio y las trompas, y en hombres, células epiteliales de la uretra. No se conocen con certeza diferencias específicas de cepa que reflejen el tropismo tisular, aunque la capacidad para producir triptofano a partir de indol es característica de los aislamientos genitales pero no de los del tracoma. [5] Puede que esta observación no explique las diferencias entre las clamidias en cuanto a la invasión específica de células o tejidos del hospedero, pero sí ayuda a entender cómo las cepas genitales de C. trachomatis interaccionan con otra flora genital (fuente de indol) y obvian una respuesta inmune potente mediada por Th-1, la inducción mediada por el interferón gamma de la enzima que degrada el triptofano, la indolamina 2,3-dioxigenasa. Se ha dedicado mucho esfuerzo a la identificación de las invasinas de clamidias pero gran parte de la literatura al respecto es confusa y contradictoria. La mayoría de las cepas de clamidia pueden invadir con éxito una amplia gama de líneas celulares cultivadas, epiteliales y de fibroblastos, pero las condiciones que se usan para optimizar el crecimiento en cultivos celulares no se dan in vivo por lo que los requerimientos para la toma de las clamidias por las células siguen siendo un misterio sin resolver. Las clamidias entran a la célula hospedera en una vesícula que secuestra el patógeno alejándolo del contacto directo con el citoplasma de la célula hospedera. A semejanza de los patógenos Gramnegativos, las clamidias tienen un sistema de secreción de tipo III y al parecer para la toma productiva por la célula hospedera se requieren la participación de dicho aparato y al menos una proteína efectora secretada.[6] El sistema de secreción tipo III de las clamidias también puede tener funciones importantes en remodelar la membrana de la vesícula y en secretar efectores que alteran la fisiología de la célula hospedera a medida que avanza el ciclo de la infección intracelular. El cuerpo elemental de las clamidias es clásicamente el indicado para la transición entre hospederos y de una a otra célula hospedera. No solamente está especializado para la etapa de invasión per se, sino que también está diseñado para la estabilidad. Las clamidias producen dos proteínas de tipo histona que se unen al genoma y lo compactan en una forma inactiva. La superficie del cuerpo elemental, aunque se parece a las bacterias gramnegativas en que tiene una envoltura interna y otra externa y un lipopolisacárido en la hoja más exterior de la membrana externa, también tiene sus propios rasgos únicos de los cuales no son menos destacables la ausencia de peptidoglicano y la presencia de un conjunto de proteínas de envoltura muy enriquecidas en cisteína que forman una superficie compacta muy rígida y estable. El cuerpo elemental de las clamidias no comparte la enorme estabilidad estructural de los esporos bacterianos, pero por ser metabólicamente inerte es lo suficientemente estable para que las clamidias pasen con éxito de un hospedero a otro y de una célula a otra dentro de un hospedero dado. Tipo de clamidia Designación de las cepas Modo de transmisión Manifestaciones de la enfermedad C. psittaci Genovariedades A-F, E/B, M56, WC. Contacto con aves infectadas. Neumonía grave con diseminación sistémica (corazón, hígado, tracto gastrointestinal). C. pneumoniae Aislamientos casi clonales. De persona a persona por gotitas. Enfermedad respiratoria leve o grave; implicada en enfermedades crónicas como la enfermedad arterial coronaria y el asma. C. trachomatis Serovariedades A, B, Ba, C. De persona a persona (ojo a mano a ojo) o por fómites. El tracoma endémico progresa de la conjuntivitis aguda inflamatoria a las deformidades palpebrales por cicatrización, triquiasis, abrasión corneal y ceguera. C. trachomatis Serovariedades D-K. Contacto sexual. Uretritis en hombres con complicaciones raras (epididimitis, síndrome de Reiter). Cervicitis en mujeres con complicaciones de salud reproductiva (enfermedad inflamatoria pélvica, infertilidad por factor tubario, embarazo ectópico). C. trachomatis Serovariedades D-K. Enfermedad neonatal. Conjuntivitis y neumonía. C. trachomatis Serovariedades L1-L3. Linfogranuloma venéreo (enfermedad de transmisión sexual). Diseminación al sistema linfático en las regiones endémicas; proctocolitis en hombres que tienen sexo con hombres en el mundo industrializado. Tabla 175-1. Enfermedades humanas por Chlamydia spp. Una vez que una célula hospedera susceptible toma un cuerpo elemental, se produce una transición notoria dentro de la vesícula que lo contiene. Las proteínas de tipo histona no siguen asociadas con el genoma, empieza la transcripción activa, se pierde la rigidez estructural de la envoltura externa y el organismo se transforma en una estructura metabólicamente activa llamada cuerpo reticulado. Este último crece y se divide por fisión binaria como otras bacterias, y aunque la forma madura de las clamidias no contiene peptidoglicano, su genoma posee todos los genes necesarios para producirl.[7] y este polímero puede jugar un papel transitorio en las clamidias formando septos durante la división como lo evidencia la acción de los antibióticos beta-lactámicos que previenen reversiblemente la división del cuerpo reticulado. Sin embargo, los cuerpos reticulados hacen más que propagarse durante la fase de crecimiento de las clamidias. Ellos se asocian con la cara interna de la vesícula que contiene el patógeno e inician la modificación de dicha vesícula de tal modo que se evita la fusión al lisosoma y una variedad de vías de tráfico vesicular del hospedero alteran los patrones de localización de tal modo que ellos se fusionan con la vacuola parasitófora en crecimiento, que ahora se llama inclusión. Una familia de proteínas de las clamidias denominadas colectivamente Incs se inserta en la membrana de la inclusión, probablemente por la vía del aparato de secreción de tipo III, y sirven para cumplir muchas de estas actividades de remodelación de la célula hospedera.[8] Otras proteínas de las clamidias se secretan hacia el citoplasma de lo que resulta la modulación de la fisiología de la célula hospedera que va desde alteración en la actividad de apoptosis hasta cambios en el repertorio de expresión de la proteína de la membrana citoplasmática. Toda esta actividad tiene lugar a medida que aumenta el número de cuerpos reticulados dentro de la inclusión. En algún punto durante este proceso los cuerpos reticulados reciben señales que les hacen iniciar un programa de desarrollo para convertirse en cuerpos elementales. Una vez ocurrido esto, se liberan los cuerpos elementales, bien sea por destrucción de la célula hospedera o por extrusión de la inclusión. Obviamente, estos ciclos de infecciones productivas repetidas, aunque bien caracterizados en modelos de cultivos celulares (figura 175-2) de infección por clamidia, no continúan indefinidamente in vivo. La infección productiva requiere condiciones ambientales que favorezcan el crecimiento de la clamidia, y las respuestas innatas y adquiridas del hospedero tienen impacto sobre la calidad del ambiente alrededor de las células hospederas infectadas y dentro de ellas. En las figura 175-3 y 175-4 se muestran inclusiones maduras de clamidia. El ciclo de desarrollo puede lentificarse o detenersepor las respuestas estimuladas por la activación por citocinas en las células hospederas (esto es lo que algunas veces se llama persistencia (figura 175-2), que se demuestra con facilidad en los cultivos celulares, pero que solo se infiere in vivo). El resultado neto de toda esta actividad puede variar dependiendo de la miríada de respuestas del hospedero y del patógeno que definen los encuentros individuales con las clamidias. La infección aguda se puede resolver con manifestaciones de enfermedad o sin ellas. Dicha infección puede evolucionar hacia una infección más crónica, con secuelas de larga duración que se desarrollan en semanas, meses o incluso años. Además, los pormenores del desenlace de los encuentros iniciales con clamidias pueden influir en la naturaleza de los encuentros ulteriores. Probablemente esto se manifiesta de manera más notoria en las formas de tracoma que causan ceguera, pero también es importante para las infecciones del tracto genital causadas por C. trachomatis. Figura 175-3. Imagen inmunofluorescente de una inclusión de Chlamydia trachomatis teñida con un anticuerpo que reconoce la proteína principal de su membrana externa (MOMP, por la sigla en inglés de major outer membrane protein), tomada dos días después de la infección de células HeLa en cultivo. Cada inclusión puede contener hasta 1.000 células de clamidia. Figura 175-4. Microfotografía electrónica de transmisión de una inclusión de Chlamydia trachomatis tomada dos días después de la infección de células HeLa. Se pueden ver la membrana de la inclusión, los cuerpos elementales que se tiñen densamente y los cuerpos reticulados más grandes, en replicación. Figura 175-2. Ciclo generalizado de desarrollo de las clamidias, definido por estudios en cultivos celulares y que se presume ocurre también in vivo. Para la transmisión se requiere la producción de los cuerpos elementales (EB) infecciosos. Para la replicación se requiere la diferenciación intracelular a cuerpos reticulados (RB), pero estos no son infecciosos. El crecimiento persistente no ha sido bien caracterizado in vivo. Genética del hospedero y su impacto sobre la gravedad de la enfermedad. Se sabe que, como grupo, las clamidias son en gran medida similares la una a la otra, independientemente de si se está comparando diferentes cepas genitales de C. trachomatis o diferentes especies de Chlamydia. Sin duda, hay suficientes diferencias genéticas entre, por ejemplo, C. psittaci y C. trachomatis para explicar las principales variaciones de estos dos patógenos en lo concerniente a la enfermedad. Pero, dado el alto nivel de similitud genética de este género, mucha parte del potencial para las variaciones en la gravedad de la enfermedad es un reflejo de diferencias en el hospedero, en especial para consecuencias como quién se enceguece por tracoma y quién escapa indemne; o quién queda estéril por la infección por una clamidia transmitida sexualmente y quién se recupera sin sufrir enfermedad importante del tracto genital alto. Las genómicas de los hospederos divergen más que las de las clamidias y está quedando claro por estudios que usan modelos animales bien caracterizados desde el punto de vista genético que las respuestas cualitativa y cuantitativa del hospedero a la infección se definen genéticamente, son susceptibles de ser investigadas y son importantes para entender el desenlace de la infección y el nivel de gravedad del cuadro que se desarrolla. Los modelos en ratones de linfogranuloma venéreo (LGV) sistémic.[9] y de infección por C. psittaci[10] han implicado a una familia de GTP-asas inducidas por interferón gamma como determinantes de susceptibilidad y resistencia y trabajos más recientes han demostrado que las complicaciones genitales altas por C. muridarum en ratones son controladas por la genética del hospedero (comunicación personal de los doctores Yin Su e IsaoMiyairi). Nuestro entendimiento de la genética del hospedero y de su impacto sobre la gravedad de la enfermedad es aún muy escaso, pero esta es un área de investigación que se explotará para mejorar la prevención de la enfermedad y la salud reproductiva y para aportar mejores estrategias de manejo de la enfermedad. AGENTES Y ENFERMEDADES Chlamydia psittaci y psitacosis (ornitosis) Historia. Hay informes, aunque son raros, de transmisión zoonótica de varias especies de clamidias de animales a seres humanos, más notoriamente de C. abortus de ovejas o cabras infectadas a mujeres embarazadas.[11] Jacob Ritter en Suiza describió inicialmente en forma certera la psitacosis. Asoció la enfermedad con propietarios de pájaros, especialmente de papagayos y pinzones.[12] Morange fue el primero que aplicó el término psitacosis en su estudio de papagayos enfermos. En 1929-1930 ocurrió una pandemia humana de psitacosis. Este brote incluyó centenares de casos y motivó un auge de investigación que llevó al aislamiento del patógeno por Bedson en Inglaterra, Kromwede en los Estados Unidos y Levinthal en Alemania.[13] Poco después se reconoció que la transmisión de C. psittaci a las personas ocurría después de contacto con palomas, pavos, patos y una variedad de otras especies de aves. En la era preantibiótica la psitacosis era fatal en 15%-20% de los casos.[14] Epidemiología. Se han obtenido aislamientos de C. psittaci de numerosos tipos de aves que abarcan al menos 465 especies de 30 órdenes diferentes.[15] cada una con el potencial de transmitir la infección a seres humanos, por lo que un término más apropiado para la psitacosis es probablemente ornitosis. Se ha reconocido un número de genotipos de C. psittaci. Un sistema de clasificación se basa en el reconocimiento de las cepas por medio de un panel de anticuerpos monoclonales.[16] pero estos reactivos no están disponibles comercialmente por lo que la identificación de cepas por tipificación del gen de la proteína principal de la membrana externa (ompA) se usa para distinguir nueve genovariedades de C. psittaci (A-F, E/B, M56 y WC). Este método de identificación de cepas ha dado una designación similar a la de los métodos de identificación basados en serovariedades.[15] Los brotes más francos desde los años 1960 han ocurrido en la industria avícola pero el verdadero número de infecciones puede estar muy subestimado mundialmente por dos circunstancias: lo inadecuado de las pruebas diagnósticas disponibles y las dificultades para lograr un diagnóstico diferencial de las infecciones respiratorias no caracterizadas. En muchos países la psitacosis es una enfermedad que se debe notificar. El número de casos informados varía de uno a otro país y de un año a otro. En 1996 se informaron 353 casos en el Reino Unido. En 2004 Australia informó 239 casos, España solamente uno y Estados Unidos, 11.[15] La definición de un caso se basa en la presentación clínica confirmada por el aislamiento del agente a partir de las secreciones respiratorias, o por los cambios en las respuestas serológicas usando la fijación del complemento o la prueba de microinmunofluorescencia (MIF) (un aumento cuádruple de la IgG o un título de IgM de 16 o más). Casi siempre la psitacosis se asocia con historia de exposición a aves y se transmite por la vía respiratoria por contacto directo con secreciones infectivas de las mucosas, excretas o cadáveres de aves infectadas. Estas pueden ser portadoras asintomáticas o estar obviamente enfermas. Se ha informado transmisión de una persona a otra.[17] pero esto es raro por lo que no es necesario aislar al paciente. Enfermedad clínica. Se ha considerado que la psitacosis es una enfermedad ocupacional y, aunque el riesgo es más alto paralos expuestos a animales infectados, también son posibles las exposiciones ecológicas (por ejemplo, de palomas infectadas en las ciudades), pero probablemente son, en gran medida, subreportadas.[14] La presentación clínica de la psitacosis es muy variable. Por lo general hay un período de incubación de una a dos semanas después de la exposición, y el cuadro clínico inicial puede ser inespecífico desde subclínico hasta una enfermedad respiratoria alta de tipo viral, con fiebre y malestar. La forma clásica en más de la mitad de los pacientes sintomáticos es la de una neumonía atípica caracterizada por tos no productiva, fiebre, cefalea y radiografía de tórax anormal con infiltrados densos unilaterales o bilaterales. La auscultación pulmonar a menudo revela estertores. También se puede observar hepatomegalia en más de 50% de los casos sintomáticos. El pulmón es el órgano afectado con mayor frecuencia, paro la infección se puede diseminar causando complicaciones cardíacas (se han informado pericarditis, miocarditis y endocarditis). Los casos diseminados son por lo general de mal pronóstico. Ocurren, pero son raras, las complicaciones hepáticas y neurológicas. La psitacosis puede ser fatal (desde menos de 1% hasta 20%), pero un tratamiento oportuno reduce mucho el riesgo de muerte. Diagnóstico de laboratorio. Las pruebas de laboratorio disponibles usualmente no apoyan un diagnóstico claro con iniciación oportuna de la terapia.[14] No hay en la actualidad una prueba comercialmente disponible que haya sido estandarizada para sensibilidad y especificidad. En gran medida, la detección de C. psittaci está restringida a unos pocos laboratorios especializados. El cultivo en células sigue siendo la prueba más específica pero solo se puede hacer en laboratorios con amplia experiencia. Además, la experiencia con el uso de cultivos celulares para identificar otras infecciones humanas por clamidia ha demostrado que son muy insensibles en comparación con pruebas confiables de amplificación de ácidos nucleicos.[18] Se ha usado una diversidad de pruebas serológicas (por ejemplo, CFA, MIF) para documentar la exposición y, con base en la elevación de los títulos de IgG o IgM, la infección activa, pero se considera que estas pruebas son de confiabilidad limitada.[14] Las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT, por la sigla en inglés de nucleic acids amplification tests), aunque todavía no están disponibles en el comercio, ya se las está usando y validando en laboratorios especializados. Este procedimiento de diagnóstico será el de elección cuando se haya hecho la validación apropiada. Tratamiento y prevención. El tratamiento recomendado para la psitacosis es la doxiciclina (100 mg por vía oral cada 12 horas) o el clorhidrato de tetraciclina (500 mg por vía oral cada 6 horas). Se lo debe continuar por 10-14 días. Alternativamente, son efectivas la eritromicina y la azitromicina, 250- 500 mg diarios por 7 días.[15] Se han usado las quinolonas, pero no se han hecho estudios de su eficacia.[15] El tratamiento de las aves infectadas y la cuarentena de las importadas ayudarían a prevenir la psitacosis como riesgo ocupacional de los individuos aficionados a ellas. En la actualidad se somete a cuarentena a las aves importadas para prevenir la enfermedad Newcasttle pero no la psitacosis.[19] Chlamydia pneumoniae, infecciones respiratorias y complicaciones crónicas Epidemiología. Chlamydia pneumoniae, un agente adquirido en la comunidad, causa infecciones respiratorias cuya gravedad fluctúa desde enfermedad leve del tracto respiratorio superior hasta bronquitis, sinusitis y neumonía.[20] Aunque las infecciones causadas por C. pneumoniae son de reconocimiento relativamente reciente (hacia 1990), la seroepidemiología sugiere que la exposición al patógeno era tan común a principios de los años 1960 como lo es en la actualidad. Por consiguiente, C. pneumoniae no es un patógeno emergente sino uno que ha sido reconocido en época reciente.[21] La evidencia genética sí sugiere que este patógeno se ha expandido en épocas relativamente recientes puesto que los aislamientos de C. pneumoniae de diversas localizaciones geográficas son prácticamente idénticos desde el punto de vista genético. El concepto actual es que los seres humanos se infectaron originalmente como una zoonosis y que C. pneumoniae se adaptó a ellos por decadencia de genes y pérdida de plásmidos hasta el punto en que la norma es la transmisión interhumana.[22] Mucho se ha hablado de un papel de C. pneumoniae en varias enfermedades crónicas, incluyendo la enfermedad cardíaca coronaria.[23] [24] Hay mucha evidencia en apoyo de la observación de que este patógeno está asociado con la aterosclerosis y presente en las lesiones de la misma.[25] y con el asma, pero no se ha demostrado la causalida.[26] y algunos estudios no han podido probar la presencia del organismo en pacientes con enfermedad de las arterias coronarias.[27] Para lograr datos concluyentes sobre un papel de C. pneumoniae en enfermedades crónicas, tales como la aterosclerosis y el asma, serán necesarios estudios longitudinales en gran escala basados en poblaciones, que establezcan la historia natural de la infección y el espectro de enfermedades por este patógeno. Enfermedad clínica. Se piensa que C. pneumoniae se transmite de una a otra persona por la vía respiratoria. Datos de epidemiología serológica poblacional sugieren que la exposición empieza primero en la niñez y a los 50 años de edad la mayoría de las personas muestran evidencia de haber estado expuestas. El dogma actual es que ocurren muchas exposiciones durante la vida de una persona. No hay un conjunto de signos y síntomas que sean exclusivos de la infección respiratoria por C. pneumoniae, y las manifestaciones clínicas pueden variar desde ausentes hasta graves. Se piensa que la gravedad depende de la edad y que los adultos mayores tienen más alta probabilidad de sufrir un cuadro respiratorio grave. La infección respiratoria alta a menudo se resuelve sin necesidad de intervención y la neumonía atípica es la enfermedad respiratoria grave más frecuente. Con base en la evaluación serológica se piensa que la neumonía debida a C. pneumoniae representa hasta 10% de las neumonías atípicas, pero hay que interpretar estos datos con cautela puesto que más del 70% de la población ya se ha convertido serológicamente a los 50 años. Otras causas de neumonía atípica incluyen Mycoplasma pneumoniae, Legionella pneumophila y diversas infecciones virales. Se carece de pruebas diagnósticas confiables (vide infra) para identificar C. pneumoniae como causa de enfermedad respiratoria aguda, lo que limita la utilización de regímenes terapéuticos apropiados. Hay abundancia de datos epidemiológicos (véase antes para referencias) alusivos a asociaciones entre C. pneumoniae y enfermedades crónicas, incluyendo enfermedades cardiovasculares y asma. Hay rasgos específicos en la biología de este patógeno que son compatibles con su participación en el desarrollo, el avance y la inestabilidad de los ateromas.[28] [29] pero, dada la naturaleza inflamatoria de esta enfermedad.[30] es posible que varios microbios, productos microbianos u otros mediadores inflamatorios puedan jugar un papel como factores de riesgo asociados con el desarrollo de la enfermedad de las arterias coronarias.[31] [32] La participación de C. pneumoniae en las enfermedades crónicas seguirá siendo con razón un área de investigación experimental hasta que sean refutadas o establecidas las relaciones causales definitivas y haya estrategias efectivas de manejo. Diagnóstico de laboratorio. Para valorarverdaderamente el papel de C. pneumoniae en las enfermedades agudas y crónicas, una primera etapa importante es validar y estandarizar pruebas de diagnóstico que identifiquen confiablemente la presencia del patógeno en el tejido enfermo. Un problema actual que enfrentan los microbiólogos clínicos y los médicos es que se está usando una variedad de pruebas, que los resultados de diferentes laboratorios pueden ser muy variables y que no se dispone de un “estándar de oro”.[33] Ahora se desestimulan muchas de las definiciones originales basadas en serología de las enfermedades aguda (IgG +) y crónica (IgA +), de acuerdo con un panel conjunto de recomendación de Estados Unidos (Centers for Disease Control [CDC]) y Canadá (Laboratory Centre for Disease Control [LCDC]).[33] Solamente cuatro de las 18 pruebas disponibles de amplificación de ácidos nucleicos cumplen criterios de validación y se propone que el cultivo requiere para confirmación propagar el aislamiento o emplear una prueba basada en ácidos nucleicos. Es crítico establecer criterios diagnósticos rigurosos para la identificación confiable de C. pneumoniae; sin embargo, las recomendaciones conjuntas CDC/LCDC aún no han sido implementadas en forma consistente. Tratamiento. Aún no se han establecido regímenes estándar de tratamiento para las infecciones respiratorias por C. pneumoniae, pero se informa que el tratamiento con tetraciclina o eritromicina (2 gramos diarios por 10-14 días) es efectivo, aunque puede ser necesario volver a tratar. Los azálidos de acción prolongada (por ejemplo, la azitromicina) también son efectivos.[34] El principal problema al tratar las infecciones respiratorias por C. pneumoniae es la identificación apropiada de este microorganismo como agente causal. Como ya se dijo, serán útiles mejores pruebas de diagnóstico. La falla de los ensayos de prevención secundaria con antibióticos (principalmente usando azálidos de acción prolongada) para mejorar la tasa de supervivencia y otros desenlaces significativos en pacientes con enfermedad cardíaca evidencia que el uso de antibióticos no está indicado para esta condición clínica.[35] Chlamydia trachomatis Chlamydia trachomatis es uno de los patógenos humanos más prevalentes sobre la Tierra. No se asocia con mortalidad significativa como sí lo hacen, por ejemplo, la malaria o la tuberculosis, pero en números escuetos de personas infectadas y en morbilidad sustancial entre una subpoblación de los afectados, las infecciones por C. trachomatis están entre los líderes globales en infligir daño por infección en el género humano. Tracoma En todo el mundo, el tracoma es la causa infecciosa más común de ceguera y constituye la octava causa más común de enfermedad enceguecedora.[36] La carga del tracoma es enorme para el individuo y para la comunidad tanto en términos de morbilidad como de costos económicos. Están en marcha esfuerzos para erradicar el tracoma de aquí a 2020 mediante una combinación de intervenciones que incluyen la cirugía, los programas de tratamiento masivo con antibióticos, la mejor higiene facial y la mejoría ambiental (SAFE, por la sigla en inglés de surgery, antibiotic treatment, facial hygiene, environmental improvement), enfocados en países donde la enfermedad es endémica, bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es alentador que haya ocurrido la eliminación del tracoma de algunas áreas que antes eran endémicas, principalmente por mejoras en las condiciones socioeconómicas, pero el reto será la eliminación del tracoma para 2020.[37] Epidemiología. Se calcula en la actualidad que 40 millones de personas están infectadas con las cuatro serovariedades de C. trachomatis (A, B, Ba, C) asociadas con el tracoma endémico (tabla 175-1). [36] [37] De estos, 1,3 millones ya están ciegos; 1,8 millones tienen visión deficiente y 8,2 millones tienen deformidades de los párpados (triquiasis) que, sin cirugía, llevarán finalmente a la ceguera. El tracoma es endémico en más de 50 países incluyendo México, Brasil, la mayoría de los países africanos, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán, India, China, la mayor parte de Asia Suroriental y los pueblos aborígenes de Australia.[36] Esta enfermedad es una de las que están asociadas con la pobreza, el no acceso o el acceso limitado a agua limpia y el mal saneamiento global de la comunidad. El tracoma se transmite de una a otra persona por contacto directo, por fómites y mecánicamente por las moscas que chupan en los ojos. La enfermedad tiende a formar acúmulos en las unidades familiares de las regiones endémicas; los niños y las mujeres soportan la mayor carga de la infección activa y de las secuelas crónicas, respectivamente. Enfermedad clínica. El tracoma es una enfermedad que tiene un fuerte componente inmunopatológico. La forma activa se ve más a menudo en niños pequeños, y la cicatrización conjuntival se evidencia durante la vida adulta. Esta puede llevar a deformidad del párpado (entropión) por la cual las pestañas raspan la superficie ocular (triquiasis). En último término la abrasión continua de la córnea lleva a la opacidad por el aflujo y la proliferación de fibroblastos (pannus). El avance del tracoma desde folicular (TF) e intenso (TI) pasando por la cicatrización (TS, por el inglés scarring) y la triquiasis (TT) se usan como un sistema de grados basado en la OMS.[36] [37] que aporta información epidemiológica de utilidad en las comunidades endémicas. Es más probable que la etapa muy inflamatoria de la enfermedad folicular e intensa contenga los cuerpos elementales infecciosos por lo que los niños con infección activa son los principales reservorios de la infección. El progreso de la enfermedad activa a la crónica puede tardar años y se piensa que implica principalmente episodios repetidos de infección. Prácticamente todos los individuos de las comunidades endémicas están expuestos al patógeno desde etapas tempranas de la vida pero solo una porción progresa a las formas cegadoras de la enfermedad; la probabilidad de desarrollar consecuencias graves de la enfermedad puede depender de otros factores: el número de reexposiciones quizás acoplado a determinantes genéticos de susceptibilidad, aún no definidos, o incluso la presencia ulterior de infecciones por bacterias no relacionadas.[38] Diagnóstico de laboratorio. El diagnóstico clínico se hace fácil y certeramente en las áreas muy endémicas. Hay sistemas de clasificación que distinguen entre el tracoma activo/inflamatorio (TI, TF) y el tracoma cicatricial o tardío (TS, TT). Se han usado diversos métodos para verificar el diagnóstico clínico incluyendo cultivo para clamidia, tinción inmunofluorescente de raspados y más recientemente pruebas basadas en ácidos nucleicos. Estas últimas son en la actualidad las preferidas por su estandarización, alto nivel de especificidad, sensibilidad y facilidad para llevarlas a cabo.[39] Pueden surgir dificultades para establecer con certeza el diagnóstico en las áreas de baja endemicidad. El uso de los criterios clínicos es menos confiable en estas poblaciones y se prefiere el diagnóstico de laboratorio mediante las pruebas establecidas de amplificación de ácidos nucleicos. Tratamiento y prevención. El tratamiento de la infección ocular aguda por C. trachomatis se puede hacer con antibióticos tópicos u orales. La OMS ha publicado una estrategia más cabal para la eliminación global del tracoma de aquí a 2020 (GET2020, por la sigla en inglés de global elimination of trachoma) que prescribe combinar la cirugía para las deformidadespalpebrales, antibióticos para regiones endémicas enteras, limpieza facial y mejor higiene ambiental. Tal programa ha sido puesto en práctica en varias áreas endémicas con resultados mixtos.[36] [37] Es verdad que se ha eliminado exitosamente el tracoma de muchas áreas que antes eran endémicas. En todos los casos en que esto ha ocurrido la eliminación de la enfermedad estuvo precedida por mejorías considerables en el estatus socioeconómico de la población. Hay la esperanza de eliminar el tracoma del planeta pero no será tarea fácil. Infección urogenital Epidemiología. Las infecciones genitales causadas por las serovariedades D-K de C. trachomatis están entre las más prevalentes en todo el mundo. Aunque se desconocen la incidencia y prevalencia globales de este patógeno de transmisión sexual (STI, por la sigla en inglés de sexually transmitted infection), se calcula que ocurren mundialmente 100 millones de casos nuevos.[18] Estas son infecciones de personas con actividad sexual, y el riesgo más alto lo tienen las de 16-24 años. El uso del condón reduce el riesgo y la frecuencia alta de cambio de compañeros sexuales lo aumenta. A menudo las infecciones agudas son asintomáticas y, por lo tanto, a menos que haya un programa poblacional de tamización, pueden pasar inadvertidas. Esto es preocupante para la salud reproductiva de las mujeres porque las infecciones asintomáticas del tracto genital bajo pueden avanzar hasta el desarrollo de secuelas infortunadas.[40] Las infecciones por C. trachomatis son de distribución cosmopolita y aunque durante casi dos décadas ha habido programas efectivos de tamización y tratamiento dirigidos a mujeres jóvenes, los informes de casos han aumentado en la pasada década a pesar de los esfuerzos continuados de control.[41] Este aumento puede reflejar simplemente mejores métodos de tamización más bien que un incremento verdadero de la carga de enfermedad.[42] pero se ha informado un mayor número de infecciones repetidas.[43] Por consiguiente, un inconveniente imprevisto del tratamiento rápido incluye la mayor susceptibilidad a la reinfección como resultado de inmunidad natural disminuida.[44] Es obvio que la tamización y el tratamiento continúan siendo beneficiosos puesto que la incidencia y prevalencia de las complicaciones en mujeres siguen disminuyendo en las áreas donde se están adelantando programas de control. Persiste la preocupación por el mantenimiento de reservorios de este microorganismo en individuos con actividad sexual, por la perspectiva de tasas elevadas de reinfección debido a la detención de la inmunidad, y por las mujeres que puedan estar predispuestas a desarrollar complicaciones de la infección genital alta a pesar de tratamiento rápido y repetido. Enfermedad clínica. En los hombres, C. trachomatis es una causa importante de uretritis.[45] Las consecuencias de la infección fluctúan desde asintomática hasta uretritis aguda. El período prodrómico puede variar de siete a 21 días. Los síntomas incluyen disuria y una secreción uretral blancuzca. Raramente se asocia la infección con epididimitis aguda, proctitis leve y síndrome de Reiter (uretritis, conjuntivitis y artritis). La infección por clamidia en hombres no se asocia con prostatitis ni es un factor de infertilidad masculina.[45] La infección genital por C. trachomatis en mujeres, que se manifiesta inicialmente como cervicitis sintomática o asintomática, puede llevar a enfermedad inflamatoria pélvica, infertilidad, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico.[46] Chlamydia trachomatis es uno de los varios patógenos que pueden causar en mujeres complicaciones del tracto genital alto, pero es la más significativa por el hecho de ser una enfermedad infecciosa bacteriana común reportable en el mundo desarrollado y porque causa una proporción mayor de complicaciones del tracto genital alto que Neisseria gonorrhoeae, Mycoplasma genitalium o los gérmenes responsables de vaginosis bacteriana. Las manifestaciones de enfermedad del tracto genital alto incluyen el daño de las cilias que recubren el interior de las trompas de Falopio, el bloqueo o cierre de dichas trompas o la formación de adherencias en los órganos pélvicos.[46] Mucha parte del daño resulta de la inflamación aguda y crónica y del desarrollo de una respuesta inmune adquirida; la inmunidad detenida que mantiene este patógeno en la población también puede ayudar a prevenir las consecuencias graves de la enfermedad. Diagnóstico de laboratorio. Las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT) se usan prácticamente en todo el mundo para el diagnóstico de las infecciones del tracto genital por C. trachomatis. Las mejores de estas pruebas se enfocan en el ARN de la clamidia y las más efectivas se han formulado para eliminar el molesto problema de los inhibidores en la muestra clínica con lo que se redujo considerablemente la variabilidad de uno a otro laboratorio.[47] La muestra clínica preferida en las mujeres son los escobillones vaginales, mientras que en los hombres se prefieren las muestras de la primera porción de la orina.[47] La siguiente etapa en el desarrollo de pruebas diagnósticas para clamidia es la de las pruebas rápidas (para hacerlas en centros de atención primaria), con lo que se reduciría considerablemente el tiempo entre la identificación de una infección por clamidia y la iniciación del tratamiento. Infortunadamente, hasta ahora las pruebas de diagnóstico rápido no han sido confiables. Tratamiento y prevención. Los azálidos de acción prolongada (por ejemplo, la azitromicina), una clase de los macrólidos, son el tratamiento preferido para las infecciones no complicadas del tracto genitourinario. Un tratamiento de dosis única (1 gramo) es tan efectivo como un curso de tetraciclinas 2 veces al día. La azitromicina no ha sido aprobada para usarla durante el embarazo; en un número limitado de estudios clínicos no se han informado problemas de toxicidad, pero los datos existentes son muy limitados para evaluar la seguridad. La eritromicina (500 mg, 4 veces al día por 7 días) es la opción terapéutica recomendada durante el embarazo. El tratamiento de las infecciones complicadas por clamidia plantea más problemas, en especial para los casos de enfermedad del tracto genital alto que pueden requerir terapia dirigida contra otros posibles microbios, tales como Neisseria gonorrhoeae y anaerobios. En estos casos el tratamiento se debe hacer empíricamente. Es importante hacer seguimiento y tratamiento de los contactos para limitar las reinfecciones y la diseminación de la infección a otros compañeros sexuales. Las prácticas sexuales seguras, incluyendo el uso del condón, reducen mucho la probabilidad de adquirir la infección. La prevención es importante para reducir las complicaciones en mujeres y porque las infecciones genitales por clamidia son un factor de riesgo para adquirir VIH. Infección neonatal. La identificación original de C. trachomatis en enfermedad ocular neonatal la hizo Linder en 1911. En ese entonces se reconoció el paso de la enfermedad de la madre al hijo por el canal del parto infectado y que los compañeros sexuales también parecían alojar el patógeno. Este trabajo original presagió la descripción de la clamidia como un patógeno bacteriano intracelular, pero solo con el trabajo de Beem y Sazon a finales de los años 1970 se entendió ampliamente el papel de las cepas genitales de C. trachomatis en infecciones neonatales.[48] Se calcula en la actualidad que más de 100.000 bebés se exponen cada año en los Estados Unidos a C. trachomatis y este dato representa una proporción pequeña de los casos alrededor del mundo. Muchosde estos infantes desarrollan conjuntivitis, neumonía o ambas durante los primeros meses de vida. Chlamydia trachomatis se puede replicar en las células del epitelio conjuntival del neonato infectado y estimular un infiltrado de leucocitos con predominio de polimorfonucleares desde cinco hasta 14 días después de la infección. Dejada sin tratamiento, la conjuntivitis se resuelve espontáneamente en unos pocos meses, pero en raras ocasiones puede ocurrir neovascularización de la córnea. Es sumamente raro que se pierda la visión. Si se hace el tratamiento no se desarrollan secuelas oculares. La neumonía neonatal por C. trachomatis por lo general aparece dentro de la octava semana de vida. Se caracteriza por secreción nasal, respiración rápida y una tos entrecortada con la respiración (tos en staccato). En las radiografías de tórax se observan infiltrados, por lo general bilaterales e intersticiales. La enfermedad no tratada puede persistir con eosinofilia periférica, hipoxemia arterial leve e inmunoglobulinas séricas elevadas. La mayoría de los infantes afectados, sin embargo, están afebriles y solo moderadamente enfermos. A menudo un episodio de conjuntivitis precede a la enfermedad pulmonar. También puede ocurrir otitis media. Es importante distinguir la conjuntivitis neonatal por C. trachomatis de la causada por bacterias piógenas (N. gonorrhoeae pero también Streptococcus pneumoniae y Haemophilus spp.). El citomegalovirus (CMV) puede producir una neumonía intersticial de presentación similar a la causada por C. trachomatis, pero la enfermedad por CMV a menudo resulta de transfusiones de donantes CMV positivos y afecta a otros sistemas orgánicos. Otras infecciones por virus respiratorios (como el virus respiratorio sincitial) producen fiebre, pero no eosinofilia. Las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos pueden ser efectivas para el diagnóstico de conjuntivitis y enfermedad respiratoria neonatales por C. trachomatis, pero no han sido evaluadas extensamente y las recomendaciones actuales piden el cultivo del patógeno en líneas celulares eucariotas.[48] No se recomienda el tratamiento tópico con antibióticos para la conjuntivitis neonatal por C. trachomatis debido a que con él no se elimina la infección nasofaríngea. Se recomienda la eritromicina oral (50 mg/kg/día en 4 dosis por 14 días) tanto para la conjuntivitis como para la neumonía neonatales por C. trachomatis. También puede ser efectivo un curso corto de azitromicina (una dosis diaria de 20 mg/kg por 3 días), pero esto se basa en un solo estudio.[48] Son frecuentes los problemas de adherencia y de tolerancia a el medicamento. Linfogranuloma venéreo. El linfogranuloma venéreo (LGV) es una infección transmitida por vía sexual causada por las serovariedades L1-L3 de C. trachomatis. Estas serovariedades se asocian con frecuencia a infecciones sistémicas probablemente debido a su tropismo único por el sistema linfático y a su capacidad de replicarse dentro de las células del sistema fagocítico mononuclear.[49] Históricamente, el LGV ha sido endémico en África, el Caribe y partes de Asia y adopta clásicamente la forma bubónica de la enfermedad con afectación de los ganglios linfáticos inguinales. Al principio la enfermedad se presenta como una lesión primaria en el sitio de la inoculación, que puede pasar inadvertida. A esta lesión le sigue, días o semanas después, una adenopatía sensible inguinal o femoral, unilateral o bilateral. Si no se trata, la enfermedad puede progresar a la etapa crónica granulomatosa con obstrucción de linfáticos, fístulas, estenosis y desfiguración. Más recientemente, se ha documentado LGV en Europa, Norteamérica y Australia en hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres (MSM, por la sigla en inglés de men who have sex with men). Estos acúmulos de brotes de LGV se asocian con comportamientos de alto riesgo y con infecciones por VIH pero sin inmunosupresión y se presentan como proctocolitis más bien que la forma bubónica clásica de la enfermedad.[49] Hasta la fecha se han informado varios miles de casos de proctitis por LGV desde 2003 en poblaciones de MSM de alto riesgo. Los pacientes se presentan con proctocolitis moderada a grave, secreción mucopurulenta y dolor rectal. Con frecuencia tienen fiebre, pérdida de peso y letargia. Generalmente la anatomía patológica muestra rasgos inflamatorios inespecíficos con una respuesta inflamatoria crónica intensa. Es improbable que el LGV en esta población constituya una infección oportunista. Los estudios no han podido detectar un reservorio asintomático significativo de LGV en la población general.[49] Se ha identificado repetidamente una cepa variante de LGV (denominada L2b) como el principal agente causal, aunque al parecer esta cepa ha estado circulando al menos desde fines de los años 1970. El diagnóstico de laboratorio se hace mejor con una de las pruebas recomendadas de amplificación de ácidos nucleicos en material de un frotis anal. El tratamiento recomendado en la actualidad para el LGV es la doxiciclina 100 mg por vía oral, 2 veces al día por 21 días, o la eritromicina 500 mg por vía oral 4 veces al día, por 21 días. Se ha sugerido como alternativa la azitromicina 1 gramo por vía oral, 1 vez a la semana por 3 semanas, pero no hay suficientes datos clínicos. 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