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CIENCIA PARA EL DESARROLLO HUMANO 
18,19 y 20 de Mayo de 2016 
 
 
Augusto Serrano López 
 
 
 
Justificación del programa de Epistemología 
 
Si pretendemos entender la Epistemología como Crítica de la Razón Científica, 
mal haríamos con volver a las andadas y reflexionar sobre la ciencia cual si se tratara 
de una actividad aislada y particular de científicos, algo “neutral” casi fuera de este 
mundo. 
Porque las ciencias, todas ellas, surgen y se desarrollan in medias res, como 
actividades inmersas en la gran red de relaciones de la vida humana. Pero, si, además, 
constituyen como en nuestros días los saberes más adelantados y potentes de que se 
dispone al punto de que se pretende determinar desde ellas como método o como 
excusa la suerte de nuestras vidas, entonces la Epistemología no puede dejar de ser 
Epistemología Política, si quiere ser verdadera Crítica de la Razón Científica. 
El gobernante podrá decir a la gente que actúa desde el sano sentido común, 
pero deja que su ministro de economía asegure que actúa casi obligado por lo que la 
ciencia manda hacer en ese momento, el ministro de salud dirá que los recortes en 
salud pública se han calculado matemáticamente buscando el punto óptimo, el ministro 
de energía asegurará que se ha calculado científicamente el nulo impacto que tendrán 
las exploraciones en el mar en busca del petróleo y así, una tras otra de las medidas 
que se van tomado vendrán adobadas por la supuesta mediación científica como 
justificación muchas veces de los mayores disparates. 
Si esta postura epistémica es necesaria en todo tiempo, es imprescindible 
mantenerla en estos tiempos de crisis severa, ante todo, porque está afectando a lo que 
más nos ha costado realizar y en lo que a más gente nos va la vida: está deshilvanando 
ese tejido social que llamamos el “espacio público”, antesala del tan soñado “estado 
de bienestar”. Y está afectando decisivamente a las universidades públicas, 
instituciones encargadas de la transmisión y desarrollo de las ciencias. 
Es desde esta pública Universidad Complutense de Madrid y desde su actual 
circunstancia, desde donde intentaremos reflexionar sobre la ciencia, sobre su alcance 
y sobre sus límites. 
 
 
 
	
  
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I. DESARROLLO HUMANO 
 
1. Desarrollo, evolución, progreso, crecimiento, cambio, devenir, 
despliegue, ¡qué riqueza de términos para poder expresar la marcha de las 
cosas hacia adelante, hacia el futuro! 
 Riqueza verbal que se suele traducir a veces en sinonimias 
incorrectas y en algarabía conceptual cuando se trata de identificar y definir 
con propiedad asuntos tan diferentes como la “evolución biológica”, el 
“progreso técnico”, el “devenir de las costumbres”, el “cambio político”, el 
“cambio climático”, “despliegue del mapa” y el “desarrollo humano”. 
 Dado que esta confusión campea por muchas instituciones 
académicas y por muchas agencias de las Naciones Unidas encargadas de 
temas y esferas de la realidad mundial acerca del desarrollo humano, 
conviene poner algo de orden en este tema. 
¿Qué es lo que identifica y, por tanto, diferencia al desarrollo cuando 
es humano? 
Nada de lo que haga el ser humano que hagan también, aunque no 
sea totalmente igual, los otros seres vivos (animales y plantas) puede 
calificarse de desarrollo humano propiamente dicho. La diferencia estriba 
en la diferencia específica: lo que radical y no sólo modalmente nos hace 
diferentes de los otros seres vivos. 
Compartimos mucho con los demás seres vivos: nacemos, crecemos, 
morimos, metabolizamos, cambiamos, nos adaptamos y muchas cosas más 
entre las que, después de lo que las ciencias y la larga experiencia nos 
dicen, no podemos excluir ni el pensamiento ni la memoria, ni la 
organización colectiva ni la asunción de estrategias para la supervivencia y 
quién sabe si también compartimos, aunque se manifiesten de diversa 
manera, desde la risa a la ironía y desde la mentira a la proyección y la 
visión de futuro más o menos larga y perspicaz. Más difícil es aceptar que 
todos, animales y humanos, poseamos la capacidad de la fantasía, esto es, 
del pensamiento que imagina e inventa universos inéditos y aún imposibles 
y, además, los comunica de generación en generación. 
Podemos dudar de todo esto y de mucho más, pero nuestra larga 
andadura y experiencia por la historia nos permite afirmar que hay cosas 
que no compartimos, porque sólo los seres humanos las hemos logrado 
realizar, sin nada parecido en el resto del reino animal. 
	
  
3	
  
	
  
 Lo dijo Aristóteles: somos específicamente diferentes porque somos 
seres políticos. 
Hemos construido la polis, “la ciudad”, el Estado: “la ciudad” que no 
sólo son las calles y las casas que hasta cierto punto un hormiguero o un 
panal podrían replicar. La ciudad como orden de convivencia totalmente 
artificial, al punto que sólo aparece, si se construye sobre y contra los 
órdenes naturales de nuestra ascendencia animal: disolviendo o 
subordinando los elementos del orden familiar y del orden tribal y 
roturando y subordinando el espacio físico (el campo) al orden ciudadano, 
al orden político. 
Pero, si es “la ciudad” lo que comienza a diferenciarnos como 
especie homo, entonces habrá que ver cómo evoluciona y cambia la ciudad 
en el tiempo para ver cómo se desarrolla el ser humano. Cómo se despliega 
esa diferencia específica, cómo cambia, cómo genera cualidades y 
emergencias ese potencial político humano a través del tiempo y qué 
dimensiones de ese potencial cabe señalar como “desarrollo humano” y qué 
otras no. 
Porque no todo el potencial que despliega el ser político (el zoon 
politikon) y sólo por ser despliegue de su potencial cabrá entenderlo y 
aceptarlo como desarrollo humano. Veremos que hay potencialidades que, 
al desplegarse y realizarse, lejos de desarrollar lo específicamente humano 
(la ciudadanía, por ejemplo), lo deterioran y aún lo aniquilan. 
 
 
 
 
2. Frente al futuro cabe hacer muy diferentes proyecciones acerca de 
la sociedad humana, pero hay una proyección que se puede hacer con poco 
riesgo. Se trata de la suerte que va a correr una configuración social en la 
que se jugará el futuro el ser humano: la ciudad. 
 
 
 
 
 
 
 
	
  
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Partimos de la definición de ciudad (Estado) que da Platón y que 
lleva a su madurez Ernst Tugenhat. Uno y otro dejan ver que, con la 
ciudad, se trata de una actividad común que puede constituirse desde el 
poder (la decisión de uno o de sólo algunos) o desde la simetría y la 
igualdad de los ciudadanos. 
“Hermes preguntó a Zeus si la política y la justicia debería distribuirlas de forma 
diferenciada como las demás artes, pero Zeus le contestó que no, sino que había 
que distribuirlas “entre todos, que cada uno tenga su parte en estas virtudes, ya 
que, si sólo las tuvieran algunos, las ciudades no podrían subsistir” (Platón, 
Protágoras, 322b). 
Asumimos con Ernst Tugenhat que son dos las formas desde las que 
constituir el Estado: desde el poder o desde la justicia. 
Tugendhat dice que “la creencia en los derechos humanos…es la única 
justificación definitiva posible de legitimidad de una convivencia entre los seres 
humanos”1, pero que esta convicción presupone la igualdad normativa entre 
todos los seres humanos: “no hay legitimidad sin igualdad” 2 La igualdad de que 
aquí se habla no es un asunto moral: “Se trata de una estructura antropológica 
fundamental, o sea, “de una alternativa fundamental dentro de la teoría de la 
acción”3. 
“La justicia parece por lo tanto tener su origen junto con la igualdad, en ser la 
alternativa al poder unilateral dentro de una actividad común. Así llegaríamos 
a una explicación del origen de la perspectiva de igualdad a partir de la 
estructura de la acción común”4 
“La relación simétrica (es decir igual) dentro de una acción compartida entre 
varios me parece ser la base, y la razón para ello es que esto es la única 
alternativa a una acción determinada por el poder unilateral”5… 
“La simetríano es un invento, sino aquello que realmente queda como 
alternativa al poder unilateral”6. 
 
Pues bien, dejando para después esta alternativa, diremos que ha 
habido cambios naturales y sociales rotundos, han aparecido y 
desaparecido montañas e islas, imperios y reinos, pero, desde que apareció 
la ciudad como modo de convivencia humana, ha sido esta configuración 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
1	
  TUGENDHAT,	
  E.	
  	
  2009, Igualdad en el Derecho y la Moral. Ed. J. Padilla. E. Plaza y Valdés. 
 Madrid;	
  pág.	
  27.	
  
2	
  	
  Ibid.,	
  págs.	
  28	
  y	
  ss.	
  
3	
  Ibid.,	
  pág.	
  31.	
  
4	
  Ibid.,	
  pág.	
  33.	
  
5	
  Ibid.,	
  pág.	
  38.	
  
6	
  Ibid.,	
  pág.	
  39.	
  
	
  
5	
  
	
  
social la que ha permanecido con más continuidad y, a pesar de los muchos 
cambios por los que ha pasado, con más señas de identidad. 
Unas ciudades se construyeron sobre las ruinas de las otras como si 
el locus elegido tuviera algo de trascendental. Algunas desaparecieron 
aterradas definitivamente como la antigua Troya o la Tarsis de la Biblia. 
Pero ahí está aún desde hace milenios Cádiz dando alojamiento a las 
personas, como lo están Jerusalem o Roma, Atenas o Beijin, Jericó, Fayún, 
Lárnaca, Varanasi o Damasco. Ciudades que han conocido todo lo 
imaginable, pero que siguen diciéndonos que el futuro de la humanidad 
pasa casi irremediablemente por la configuración de la vida humana en las 
ciudades. 
Porque ha sido desde la ciudad desde donde se ha configurado y a la 
que se ha subordinado el resto del quehacer humano, comenzando por la 
subordinación del campo a la ciudad y siguiendo por la subordinación de 
todos los demás espacios, físicos y políticos. En la ciudad nacieron la 
filosofía y las ciencias, las bellas artes y la literatura, en ellas se elaboraron 
los códigos legales y desde ellas partieron los grandes viajes de exploración 
y roturación del planeta. 
La ciudad es y ha sido el lugar de atracción de los seres humanos 
que, migrantes desde su nacimiento como especie homo, caminan y 
caminan hasta dar con la ciudad soñada o hasta crearla, si no la encuentran. 
La ciudad, espacio, ámbito de convivencia que, en realidad y aunque 
sucediera sin proponérselo, ha resultado ser espacio de supervivencia y de 
seguridad y, para muchos, de bienestar. 
La ciudad, pues, como obra totalmente humana, construida 
ciertamente sobre el suelo físico y dependiente de los elementos naturales 
(aguas, vientos, bosques, alturas), pero abstraída en cierto modo a esos 
mismos elementos, en la medida en la que se procura subordinarlos a los 
fines ciudadanos por medio de la ingeniería que lleva y trae las aguas por 
canales y acueductos, que se ampara del viento o se aprovecha de él por los 
molinos, protegiéndose del sol y de la lluvia por medio de la vivienda y, 
ante todo, generando el excedente por medio de la división social del 
trabajo y generando con ello el tiempo sobrante necesario para el ocio sin el 
que ni la literatura ni la filosofía ni las ciencias ni las bellas artes ni la 
tecnología habrían podido desplegarse como lo han hecho. 
Si para dar cuenta y razón de las cosas conviene poner la vista sobre 
la relación fundamental que preside y anima un proceso (Marx dixit), 
	
  
6	
  
	
  
entonces se podría decir que, para descubrir y entender la senda del 
desarrollo humano a través del tiempo, no hay forma que más y mejor nos 
lo posibilite que el estudio y el devenir de la ciudad. Y, puestos a precisar 
al interior de esa red de relaciones de ciudadanía que es la ciudad, diríamos 
que es el ámbito público, el espacio público, el núcleo donde la ciudad 
exhibe su verdadera cara. 
Fue en aquel momento histórico, con la conformación de la vida 
ciudadana y la simultanea práctica de la agricultura y la ganadería, en el 
que la humanidad inició lo que podríamos llamar la superación de la 
inmediatez al comenzar a reproducir sus propios medios de vida y, 
mediante la coordinación de la división del trabajo, generar el excedente 
necesario para que entrara el futuro a formar parte de su horizonte vital. Y 
fue en aquel momento inicial de la superación de la inmediatez donde se 
inició la larga senda del verdadero desarrollo humano. 	
  
 
 
3. Y ya dentro de la ciudad, repetimos, lo nodal de la ciudad lo 
constituye “lo público”: no hay ciudad, si no existe lo público, lo común a 
todos, el conjunto de dimensiones transversales a todos los ciudadanos por 
igual que hacen, de la diversidad y de la individualidad, unidad, 
colectividad y comunidad. Las dimensiones que generan simetría humana. 
Comunidad que exige, entre otras cosas, ordenamiento, medio común de 
comunicación, acuerdos, coordinación de la división social del trabajo, 
ámbitos de encuentro, corresponsabilidades y transparencia en la acción 
pública y trascendencia en el tiempo, por tanto, generación de excedente7. 
Para entender esto, no hace falta recurrir a la fantasía, pues la historia 
ya nos ha dado suficientes formas de concebir y realizar las más diversas 
formas de ciudad. Si dejamos de lado las concepciones que de la “ciudad 
ideal” se han producido (Hipodamo, Vitruvio, San Agustín, Leonardo da 
Vinci, Herrera, Thomas Morus, F.Bacon, las Leyes de Indias, etc.), vemos 
que ha habido y hay tan diversas realizaciones de ciudades (y de Estados) 
como la Babilonia de la antigüedad y la Córdoba musulmana, la Roma del 
imperio y el Londres victoriano, la New York o la Calcuta actuales en 
todas las que cabe señalar ese núcleo común constituyente más o menos 
definido y más o menos potente y la multitud de relaciones concomitantes 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
7	
  Véase	
  ARENDT,	
  H.	
  2011.:	
  La	
  condición	
  humana.	
  Paidos.Madrid.	
  	
  
	
  
7	
  
	
  
que muchas veces han fortalecido al núcleo para darle esplendor o lo han 
amenazado hasta hacerlo desaparecer. 
El siglo XX nos ha mostrado otro tipo de ciudad y de Estado. Quizás 
debido a las grandes catástrofes, guerras y magnicidios por los que pasó 
toda la humanidad en tan breve tiempo y a los peligros tan novedosos y tan 
potentes experimentados, salió esa humanidad asustada de sí misma y 
dispuesta a corregir su marcha proclamando la Declaración Universal de 
los Derechos Humanos que posteriormente se asumieron en casi todas las 
Constituciones Nacionales de los Estados Democráticos de Derecho, 
generando así un nuevo núcleo público constituyente , un nuevo “espacio 
público” capaz de alumbrar el “Estado de Bienestar”, esto es, una nueva 
urdimbre social basada en esos Derechos Humanos que obliga a los 
Estados Democráticos de Derecho a cumplir con la simetría humana de la 
que habla la Declaración Universal: espacio público donde se distribuye la 
riqueza producida por toda la sociedad y elimina la exclusión social: es el 
espacio de la justicia. 
Es como si por fin se hiciera realidad lo que Platón teóricamente 
exigía de toda ciudad-estado como condición de posibilidad: el imperio de 
la justicia8. Justicia que hoy entendemos como acceso de todos por igual a 
la riqueza social: riqueza producida como conocimiento (acceso a la 
enseñanza pública), como salud (acceso a la salud pública), como 
seguridad (acceso a la seguridad pública), como protección discriminada 
(acceso a la protección de la niñez, de la tercera edad y de las minusvalías), 
como tiempo disponible (acceso a la recreación y al tiempo libre). Espacio 
público de máxima complejidad al consistir en la densa red de relaciones 
de los ciudadanos entre sí y de ellos con el medio natural. 
Cuando en Europa se destacala ciudad modelo del año, se suele 
ponderar, ante todo, el estado de lo público que va de los servicios 
públicos de energía, agua, vías de comunicación, transporte público, 
hospedaje, distracción y recreación, al acceso a la educación, a la salud y 
a la seguridad, posibilidades de despliegue de la iniciativa privada, sin 
dejar de lado el cuidado de las áreas verdes, el estado de contaminación 
atmosférica y las redes de comunicación a que tienen acceso los 
ciudadanos y, en grado eminente, el grado de participación ciudadana en 
los destinos de la ciudad. Sin decirlo explícitamente, así se está 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
8	
  Decimos	
  “teóricamente”	
  y	
  no	
  olvidamos	
  que	
  en	
  tiempo	
  de	
  Platón	
  “todos”	
  los	
  ciudadanos	
  no	
  eran	
  
	
  	
  todos	
  	
  los	
  habitantes	
  de	
  la	
  ciudad.	
  
	
  
8	
  
	
  
exhibiendo el grado de distribución de la riqueza que lleva a cabo la 
ciudad. Por ello, el cuidado y el respeto de lo público es algo que se debe 
enseñar desde la más tierna edad, cual expresión de la verdadera 
solidaridad ciudadana.	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
II. DESARROLLO CIENTÍFICO	
  
	
  
	
  
1. Aquí se trata de hablar de ciencia para el desarrollo humano, es 
decir, conocimiento lo más certero posible de la realidad social, para 
conocerla y otear con fiabilidad su tendencia, sus alcances y posibilidades.	
  
Será, pues, ciencia de lo complejo.	
  
Pero ya nos lo dijeron hace tiempo: “Los fenómenos no traen escrito 
en la frente lo que son”. “No hay coincidencia directa entre esencia y 
apariencia. Si la hubiera, saldría sobrando la ciencia” (Carlos Marx). Por 
eso, “hay que salvar los fenómenos” (Platón).	
  
Por pertenecer al pasado los autores de estas tres citas, podría 
pensarse que son simples consejos epistémicos que las ciencias modernas 
habrían hecho muy suyos y los habrían seguido razonablemente, pero el 
derrotero de las ciencias modernas ha sido tan disperso, heterogéneo y 
discontinuo que no deben extrañarnos las tendencias y las prácticas que se 
impusieron como dominantes.	
  
 El paradigma o modo dominante de actuar en ciencia, eso que E. 
Morin ha llamado el Gran Paradigma de Occidente9, ha pretendido ir a 
“salvar” los fenómenos sociales como si fuesen esencialmente simples; 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
9	
   “En	
  el	
   curso	
  de	
   la	
  historia	
  occidental	
   y	
   a	
   través	
  de	
   los	
  desarrollos	
  múltiples	
   y	
  unidos	
  de	
   la	
  
técnica,	
   el	
   capitalismo,	
   la	
   industria,	
   la	
   burocracia,	
   la	
   vida	
   urbana,	
   se	
   estableció	
   algo	
  
paradigmáticamente	
  común	
  entre	
  los	
  principios	
  de	
  organización	
  de	
  la	
  ciencia,	
  los	
  principios	
  de	
  
organización	
  de	
   la	
   economía,	
   los	
   principios	
   de	
  organización	
  de	
   la	
   sociedad,	
   los	
   principios	
   de	
  
organización	
   del	
   Estado-­‐Nación.	
   Este	
   rasgo	
   común	
   aparece	
   en	
   el	
   tratamiento	
   de	
   lo	
   real	
  
(reducción/disyunción),	
  la	
  misma	
  ocultación	
  mutua	
  del	
  sujeto	
  por	
  el	
  objeto	
  y	
  del	
  objeto	
  por	
  el	
  
sujeto,	
  la	
  misma	
  reducción	
  	
  al	
  orden,	
  a	
  la	
  medición,	
  al	
  cálculo,	
  en	
  detrimento	
  de	
  las	
  cualidades,	
  
las	
   totalidades,	
   las	
   unidades	
   complejas,	
   la	
  misma	
   especialización	
   y	
   jerarquización,	
   el	
  mismo	
  
pragmatismo,	
   el	
  mismo	
   empirismo,	
   el	
  mismo	
  manipulacionismo,	
   la	
  misma	
   tecnologización	
   y	
  
tecnocratización,	
  la	
  misma	
  racionalización	
  bajo	
  la	
  égida	
  de	
  la	
  razón,	
  la	
  misma	
  disociación	
  entre	
  
lo	
  humano	
  y	
  lo	
  natural,	
  la	
  misma	
  transformación	
  en	
  objeto	
  cerrado	
  de	
  todo	
  lo	
  que	
  es	
  captado	
  
por	
  el	
  concepto,	
  el	
  instrumento,	
  la	
  máquina,	
  el	
  programa”	
  (Morin,	
  E.	
  1992:	
  El	
  Método.	
  Vol.	
  IV.	
  
Cátedra.	
  Madrid;	
  pág.228).	
  	
  
	
  
9	
  
	
  
como si su “verdad” radicara en elementos simples, en leyes simples, en 
principios simples. Y no se olvide que por “salvar” los fenómenos Platón 
entendió la tarea de dar cuenta y razón de ellos.	
  
Pero lo simple no existe en la realidad, en ningún tipo de realidad, 
cuánto menos en la realidad social. Lo simple, es siempre lo simplificado; 
es fruto del proceso de abstracción que el ser humano lleva a cabo.	
  
 Cualquier fenómeno, si es real, es complejo10.	
  
Al no traer escrito en la frente lo que los fenómenos son, el sano 
sentido común estará lejos de poder dan cuenta y razón de ellos, por lo que 
la ciencia, como saber extraordinario y más fiable, será el modo idóneo de 
proceder en este menester.	
  
Pero, ¿qué ciencia? ¿La ciencia de lo simple?	
  
Hemos de entender que ha de ser ciencia de lo complejo, tarea para 
la que no nos han preparado en los procesos académicos tradicionales, 
aunque podremos encontrar en la ya larga andadura científica perlas 
teóricas y metodológicas escondidas que no fueron incorporadas al 
paradigma dominante, pero que resultan útiles para entender lo 
indeterminado, lo aparentemente caótico, lo contradictorio y lo complejo.	
  
	
  
2. La Crítica de la Razón Científica lleva a límite las prácticas 
científicas oficiales (las del paradigma dominante) y las menos oficiales 
(muchas de ellas pujando por entrar en el juego de las teorías, otras 
intentando que se las deje oír), para ver lo que de ellas podemos esperar.	
  
Al hacerlo, saca a luz la serie de postulados muchos de ellos ocultos 
que predeterminan los modos de ver y de mirar, de ponderar y de desechar, 
de analizar y de dar por fiables las prácticas científicas, sus modelos y 
teorías. Los saca a luz, en la medida en la que logra exhibir el grado de 
determinación que tienen.	
  
No importa aquí discernir si es la práctica científica la que 
predetermina las concepciones del mundo o a la inversa. Podría suceder, y 
es muy posible que así suceda, que ambas formas mutuamente se fomentan. 
Pero aquí partiremos de la idea siguiente: hay ideas transversales a todas 
las ciencias de una época que predeterminan el quehacer científico, ideas 
que, a su vez, son hijas de su tiempo, fruto de los contextos de la vida 
social, productos de contextos multidimensionales.	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
10	
  La	
  complejidad	
  está	
  en	
  la	
  base:	
  “En	
  la	
  base	
  misma	
  triunfa	
  la	
  complejidad”(	
  Morin,E.	
  O.c.;	
  
pág.	
  177).	
  
	
  
10	
  
	
  
Teniendo esto como referencia, autores como Edgar Morin y otros 
han tratado de poner de relieve esos modos generales de pensar en un 
momento dado; formas del pensamiento que colorean todas las formas del 
pensamiento de una época y no sólo las del pensamiento científico por lo 
que merecen el término alemán de Weltanschauung o concepción del 
mundo.	
  
La época moderna levanta el vuelo valientemente criticando las ideas 
tradicionales del Medievo y del paradigma dominante en las universidades. 
Comienza rompiendo con la idea del universo cerrado, finito y geocéntrico 
con Copérnico, Ticko Brahe, Kepler, Giordano Bruno, Galileo y Descartes, 
cifra en la cantidad y en la matemática (en la geometría) el modo más 
fiable de hablar de las cosas y terminatriturando realidades en la idea de 
que el análisis llevado a cabo hasta sus últimas consecuencias es el método 
que nos dará cuenta y razón del funcionamiento de todo mecanismo, al 
exhibir una tras otras de manera clara y distinta sus elementos y piezas 
constituyentes. Quizás sea el reloj de las torres de las catedrales el modelo 
que sirvió de base a la metáfora del mecanicismo.	
  
Los indudables éxitos obtenidos por este procedimiento no tardan en 
imponerse como modelo, como “el método” científico por antonomasia. Al 
culminar este nuevo modo de ver las cosas en la Mecánica celeste de 
Newton, hasta el mismo E. Kant se siente obligado a sugerir que toda 
disciplina, ¡hasta la misma Metafísica!11, den hacer lo propio y tratar de 
seguir sus pasos.	
  
Así se logran imponer en todas las disciplinas con pretensión de 
cientificidad ideas como la infinitud ( universo infinito de Giordano Bruno 
y las otras infinitudes de ahí derivadas), lo absoluto ( el mecanismo 
cósmico newtoniano que pone cono puntos de apoyo arquimédico al 
espacio y al tiempo absolutos), la simplicidad ( exigida por Descartes como 
fruto del análisis triturador), la individualidad (pedida por la irrupción del 
individuo burgués cual afirmación capitalista del nuevo empresario), la 
necesidad (mediante la creencia en la exactitud y exhaustividad del 
lenguaje matemático). Ideas que poco a poco todo lo cubren y que se 
justifican a través de los éxitos obtenidos en las ciencias y las tecnologías 
modernas.	
  
Nuestro mundo actual, el mundo globalizado del siglo XXI es fruto 
de estos modos de pensar y de actuar.	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
11	
  KANT,	
  I.:	
  Kritik	
  der	
  reinen	
  Vernunft.	
  Vorrede	
  (a	
  la	
  segunda	
  edición).F.	
  Meiner.	
  Würzburg	
  1965;	
  pág.	
  23.	
  
	
  
11	
  
	
  
Hasta aquí hemos llegado. Somos lo que de nosotros hemos hecho. 
Ahí están los resultados:	
  
-hemos vivido como si los recursos fuesen infinitos (recordemos las 
ideas del “progreso indefinido”, el “crecimiento indefinido”) y que, con la 
mediación de las ciencias modernas, la humanidad podría lograr lo que se 
propusiera);	
  
-hemos actuado como si las cosas tuviesen sentido aisladamente, sin 
la red de relaciones en que están inmersas (recordemos el desprecio que la 
industria moderna ha tenido con el medio vital produciendo efectos nocivos 
sin cesar para lograr grandes plusvalías);	
  
-hemos actuado como si este sistema fuese no ya el mejor de los 
posibles sistemas, sino que fuese necesario, esto es, como si no hubiese 
alternativas (véanse los trabajos y esfuerzos derrochados por las ciencias 
supeditadas al gran capital tratando de minimizar o ningunear las 
advertencias del Club de Roma y las de muchos pensadores preocupados 
por la suerte del planeta);	
  
-Hemos trabajado en las ciencias como si el sujeto fuese un estorbo 
para alcanzar el conocimiento fiable y como si los llamados “datos fríos” 
tuviesen significado por sí mismos. Ciencias humanas (ciencias sociales) 
alejadas unas de otras entre sí y des-terradas todas ellas al limbo de las más 
peregrinas abstracciones y, por ello, alejadas de las ciencias naturales (las 
que nos hablan de la Madre Tierra, del universo y, a la postre de nosotros 
mismos como seres vivientes y pensantes) y, por los modos de 
desarrollarse y enseñarse en las universidades, alejadas de los reales 
problemas de la humanidad. Ciencias naturales des-pobladas del sujeto que 
las hace y, por ello, como si fuesen inservibles para muchos menesteres 
humanos y todo ello, como tributo a un rigor y a una supuesta objetividad 
que pretende exhibirse en su afán de matematización absoluta cual si la 
realidad, para hacerse ver, hubiese de pasar necesariamente por la criba del 
cálculo, olvidando que, si bien la matemática es útil y en muchos casos 
necesaria, no se puede dejar de lado la cualidad y mucho menos la relación 
so pena de no estar hablando del mundo real; cualidad y relación que son 
tan reales como la cantidad y han de poder mostrarse con tanto o más rigor 
que la cantidad.12	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
12	
  “Ninguna ciencia ha querido conocer la categoría más objetiva del conocimiento: la del que 
conoce. Ninguna ciencia natural ha querido conocer su origen cultural, Ninguna ciencia física 
ha querido reconocer su naturaleza humana. El gran corte entre las ciencias de la naturaleza y 
las ciencias del hombre oculta a la vez la realidad física de las segundas, la realidad social de las 
	
  
12	
  
	
  
Pero, se dirá: se han logrado muchísimos resultados muchos de ellos 
de óptima calidad y muchos de ellos imprescindibles ya para la vida y aún 
para la buena vida. ¡Quién, en su buen juicio, puede renegar de los 
antibióticos, de las vacunas, del teléfono, de la aviación, de la agroindustria 
ni de muchos otros por el estilo!	
  
De acuerdo. Esas cosas se han logrado y comienzan a ser ya parte del 
bien común de la humanidad (aún no de todos). Pero resulta que la acción 
directa de estas formas de pensar, de producir y de transformar ha causado 
efectos indirectos (¿exterioridades?) de enormes consecuencias 
(contaminación, depredación, cambio climático, exclusión social, 
empobrecimiento de numerosos países, producción de armas de 
destrucción masiva, peligros planetarios, etc.).	
  
La pregunta es la siguiente: ¿cabe recoger lo mejor de la larga y ya 
milenaria marcha de las ciencias y liberarlas de sus empecinamientos 
ideológicos, míticos y religiosos para transformar la sociedad con sentido 
de futuro y solidaridad?	
  
Para ello, habría que recurrir a saberes que esas mismas ciencias han 
ido descubriendo, pero que no parece que se hayan tenido siempre en 
cuenta.	
  
-Hoy comenzamos a tener conciencia de que esta Tierra que 
habitamos es finita (no va a crecer en volumen) y lo son sus recursos y lo 
somos nosotros los seres humanos que, por mucho que crezcan nuestros 
saberes y nuestras experiencias, nunca llegaremos a superar la limitación.	
  
-Hoy comenzamos a percibir que la naturaleza y todo lo que en ella 
hay es relativo, esto es, relacional y, por ello, las relaciones no son simples 
adornos fenomenales, sino relaciones constituyentes.	
  
-Hoy ya sabemos o creemos saber que todo lo real, precisamente por 
su relacional constitución, es complejo. Eso quiere decir que la realidad 
cambia y en sus cambios va generando emergencias que no hay modo de 
derivarlas de estados anteriores. Que el mundo se está haciendo y, con él, 
nosotros mismos.	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
primeras. Topamos con la omnipotencia de un principio de disyunción: condena a las ciencias 
humanas a la inconsistencia extra-física y condena a las ciencias naturales a la inconsistencia de 
su realidad social. Como dice muy justamente von Foerster: ‘la existencia de las ciencias 
llamadas sociales indica la negativa a permitir que las otras cienciassean sociales’ ( y yo a 
permitir que las ciencias sociales sean físicas” (Morin, E.1993: El Método. vol. I. Cátedra, 
Madrid; pág. 24). 
 
	
  
	
  
13	
  
	
  
-Hoy sabemos que no hay estados físicos ni sociales que sean 
rotundamente necesarios, esto es, que sean así y no puedan ser de otra 
manera. Vivimos y somos en un mundo contingente: por eso hay 
alternativas.	
  
-Hoy sabemos que no hay ciencia exacta ni ciencia acabada en el 
sentido de que sea un saber sin grieta alguna. Ni la misma engreída 
matemática lo es, cuanto menos las disciplinas científicas que, para 
dominar sus campos, se sirven de ella.	
  
-Hoy sabemos que la ciencia la hacen siempre los sujetos. Que no 
hay modo de evadir al sujeto que hace ciencia, de donde la buscada 
“objetividad” se ha de logar, si se logra, con el sujeto y con sus 
repercusiones inevitables sobre los resultados.	
  
Pero hemos llegado a un estado mundial de complejidad social que 
no nos basta con el sentido común y con la experiencia ordinaria, por 
mucho que tengamos que apoyarnos día a día en ellos.	
  
Necesitamos de la mediación de las ciencias y de las tecnologías para 
salir adelante airosamente.	
  
Si para superar el modo de pensar medieval la modernidad tuvo que 
recurrir a ideas como la infinitud, lo absoluto, la objetividad, la exactitud, 
la simplificación y otras ideas que fueron transversales y por ello limpiaron 
el universo de entonces de los residuos del pasado (sin por ello desechar ni 
despreciar logros de la antigüedad que siguen ahí validados), nuestro 
mundo y sus problemas y desafíos exigen una nueva revolución en las 
ciencias con nuevas ideas transversales que a todas las fecunden e 
impulsen.	
  
El nuevo paradigma viene exigido no tanto por las prácticas 
académicas de las universidades (anquilosadas en las viejas rutinas), cuanto 
por los hechos brutos que en este momento gravitan sobre la humanidad. 	
  
En muy poco tiempo (en menos de cien años) ha tenido lugar:: 
-la segunda revolución industrial, trastocando los modos de 
 producción, distribución, cambio y consumo; 
-dos guerras planetarias e innumerables guerras regionales; 
-la llegada del hombre a la luna, rompiendo así los límites del natural 
 habitat humano; 
-el crecimiento exponencial de la población mundial; 
-el crecimiento exponencial de la producción de bienes a través de 
 los procesos de automación creciente; 
	
  
14	
  
	
  
-la aparición de los antibióticos, ampliando la expectativa de vida de 
 las poblaciones; 
-la crisis ecológica, producida por la intervención ciega y 
 desmedida de los seres humanos; 
-las grandes crisis económicas del 30 y de los 70, como efecto 
 de unos modos de reproducción que dejan su suerte al mercado; 
-el uso de la energía nuclear que nos sitúa ante fuerzas que superan la 
 escala humana y que, de hecho, no dominamos (“somos los 
 guardianes de la bomba”, J.P.Sartre); 
-la experiencia del socialismo de Estado, su estruendosa caída y la 
 desilusión frente a las alternativas; 
-el surgimiento de nuevos fundamentalismos, fuerzas y formas 
 agresivas y regresivas que se creían superadas; 
-la revolución de las comunicaciones que permite la información en 
 tiempo real simultáneo; 
-la tercera revolución industrial o la entrada al desempleo masivo 
 estructural; 
-la apertura planetaria de las relaciones sociales (globalización) o el 
 inicio de una etapa de fenómenos de repercusión planetaria. 
Y, como consecuencia de todo esto, es decir, como fruto de aquellos 
efectos indirectos de la acción directa, han tenido también lugar efectos 
indirectos en la conciencia social. Ha surgido: 
-la conciencia (social) del límite (aunque sólo sea al nivel primario 
 de “esto no puede seguir así”) y el descrédito de las teorías del 
 Crecimiento Indefinido; 
-la conciencia de la relatividad no sólo cósmica, sino también 
 social entendida la relatividad no como simple perspectivismo, sino 
 como conexión universal de todo con todo: como relacionalidad 
 universal y, por ende, como responsabilidad. Es la idea de que 
 somos parte de la “aldea global” y que debemos tener en cuenta la 
 repercusión de nuestras acciones (“efecto mariposa”); 
-la conciencia de la complejidad, como ruptura con el paradigma 
 simplificador y dicotómico de la “Modernidad imperante”; 
 complejidad que trata de recoger la gran riqueza del mundo, desde la 
 variedad biológica a la variedad y diferenciación cultural –de dónde 
 la exigencia de respeto al otro y a lo otro, porque la diferencia 
 cultural (¡la no-fundamentalista!) es riqueza; 
	
  
15	
  
	
  
-la conciencia de la contingencia, como oposición a los postulados 
	
  de	
  universos	
  cerrados	
  y	
  unilaterales.	
  No	
  hay	
  pues	
  una	
  historia	
  única	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  ni	
  hemos	
  arribado	
  al	
  “fin	
  de	
  la	
  historia”. Hay alternativas, las cosas 
 pueden ser de otra manera; 
-la exigencia creciente de la participación ciudadana directa, en 
 tanto principios como el de la subsidiariedad la hagan posible. 
 Participación que se basa en la crítica (¡no en el rechazo!) de las 
 formas democráticas actuales de delegación de la propia voluntad a 
 través del voto. Es la vuelta del sujeto, no como “capital humano”, 
 ni como “recurso humano”, sino como sujeto de pleno derecho; 
-la conciencia aún difusa, pero poco a poco abriéndose camino de 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  que lo posible desde el punto de vista del largo plazo sólo lo será si 
 es posible junto a otros posibles, esto es, si es composible. O dicho 
 con otras palabras y ya refiriéndonos al tema del desarrollo humano: 
 la supervivencia de nuestra especie pasa necesariamente por la 
 convivencia inteligente y solidaria de los seres humanos entre sí y de 
 ellos con la naturaleza. 
He ahí las nuevas ideas transversales: relatividad, limitación, 
 contingencia, subjetividad, complejidad y composibilidad. 
 
 
 
 
III. CIENCIA PARA EL DESARROLLO HUMANO 
 
 
 
1. Estas ideas transversales son eminentemente críticas. Es desde 
ellas desde donde las ciencias pueden emprender nuevos caminos para el 
desarrollo humano. Desarrollo científico como postulado de un nuevo 
paradigma impulsado por estas ideas que lleve a conseguir vías de 
desarrollo humano y no simple crecimiento económico o progreso 
tecnológico. 
Es desde estas ideas como horizonte de sentido que aparecen las 
verdaderas características del desarrollo humano: desarrollo humano desde 
cuyo concepto se pueden valorar los “planes y proyectos de desarrollo” 
impulsados por las agencias internacionales y por las Naciones Unidas. 
	
  
16	
  
	
  
El año 2007 publicaba yo un artículo en la revista panameña de la 
OEA con el título “Ciencia para el desarrollo humano” donde criticaba esos 
planes y señalaba que ninguno de ellos merecía el nombre de “plan de 
desarrollo”, porque “el desarrollo no es cosa de mínimos, sino de 
superación creciente de lo mínimo” y esos planes, mejor o peor diseñados, 
mejor o peor realizados eran planes de pura supervivencia; planes con los 
que los gobiernos nacionales del primer mundo y las agencias de las 
Naciones Unidas se sentían cómodos para calmar sus conciencias a la vista 
de la inmensa injusticia que ellos mismos estaban cometiendo con los 
países que pretendían desarrollar. 
Naciones Unidas,en un impulso de buena voluntad, elaboró el año 
2000 lo que llamó “Objetivos de Desarrollo del Milenio” y no queriendo 
dejar la propuesta en abstracto, se señalaron “8 objetivos del milenio”. Lo 
suscribieron 189 países y pusieron como meta el año 2015 para lograrlos. 
Podríamos pensar que lo hicieron científicamente, esto es, elaborado por 
científicos de las más diversas disciplinas (¿los famosos expertos?) y 
siguiendo posiblemente las teorías dominantes de la economía neoclásica, 
las teorías fabriles de la gestión y, por qué no, los lineamientos del Marco 
Lógico que últimamente han orientado casi todo lo que se ha emprendido 
estos últimos veinte años en proyectos de desarrollo. 
Ocho objetivos (creo que sin sujeto a la vista) diferentes, cada uno 
con sentido propio y sin la más mínima relación entre ellos. Ocho objetivos 
que deberían llevarse a cabo en cualquier lugar donde se necesitaran ( 
comida donde hubiera hambre, escuelas donde hubiera ignorancia, 
medicinas donde hubiera enfermedades no atendidas, cuidado del medio 
ambiente donde hubiera depredación, etc.). Así, como lluvia caída del cielo 
generosamente sobre muchos países pobres. Países tratados como menores 
de edad, que se consideraban de gobiernos corruptos y enredados en 
guerras internas, esto es, países aún no totalmente incorporados al ámbito 
de las democracias tipo occidental. 
No es pensable que nadie en Naciones Unidas, ningún experto de los 
que abundan y muy bien pagados ignorara lo que siguiendo la orientación 
del FMI y del Banco Mundial y de la FAO estaban haciendo o consintiendo 
en esos países receptores y “beneficiarios” de la ayuda al desarrollo. No 
podían ignorar que las mejores tierras de África, por ejemplo, estaban ya en 
manos de los países del primer mundo. Que esas tierras producían alimento 
para el primer mundo. Que los recursos naturales se esfumaban sin dejar ni 
	
  
17	
  
	
  
rastro de ellos en forma de compensaciones. Que, en fin y eso sí lo sabían, 
en esos países el Estado brillaba por su ausencia y faltaba, por tanto, la 
plataforma jurídica y política capaz de ofrecer el piso donde cada uno de 
esos objetivos encontrara el fundamento y la durabilidad necesaria para 
tener éxito. Eran países donde la corrupción gubernamental era notoria. 
Ahí, en ese terreno y en esas circunstancias se quería realizar el 
“Plan de Desarrollo del Milenio”. 
¿Qué faltaba ahí, además de que los ocho objetivos eran objetivos de 
mínimos, de supervivencia y no de desarrollo humano? 
No se quería erradicar la pobreza, sino sólo la extrema pobreza. ¿Por 
qué? 
No se quería incorporar a las poblaciones al conocimiento de verdad, 
sino sólo al nivel de primaria, ¿Por qué? 
No se quería generar sistemas de salud universal, sino sólo que 
bajara en algún porciento la mortalidad infantil y la materna. ¿Por qué? 
Se quería cuidar el medio ambiente en países de muy baja 
industrialización. ¿Por qué? 
Y, ante todo: ¿Se pensó acaso en la estrecha RELACIÓN que hay 
entre todos y cada uno de ellos? ¿Se pensó en la interdependencia que hay 
entre ellos? Y, por sólo quedarnos aquí con dos ejemplos de los ocho: 
¿cómo lograr hacer descender la mortalidad infantil en un país, sin darle la 
cobertura estatal adecuada, esto es, sin incluir a toda la población en un 
sistema público de salud? Porque, “En el Otro Mundo no hay casas firmes, 
no hay cloacas, no hay agua corriente, no hay hospitales ni escuelas que 
curen o que enseñen, no hay trabajos dignos, no hay Estado protector, no 
hay futuro”13 . ¿Cómo acabar con el hambre en países que no producen lo 
suficiente para sí mismos, sin antes prohibir que países como Inglaterra, 
Usa, China y otros dejen de comprar millones de hectáreas de las tierras 
más fértiles de aquellos países pobres; tierras que ahora producen para los 
países ricos mientras el hambre campea a su alrededor? 
Podríamos decir lo mismo de los otros seis objetivos. Les falta 
coherencia y falta, ya se ve, una idea de desarrollo humano a la base. 
Se ha derrochado en conocimiento científico para calcular y para 
detectar hasta por satélite dónde están esas tierras fértiles en África, para 
calcular problemas de escasez en el futuro, para calcular sociológicamente 
posibles levantamientos de la población con hambre y se han calculado 
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
13	
  CAPARRÓS, M. 2015: El Hambre. Anagrama. Barcelona; pág. 116)	
  
	
  
18	
  
	
  
matemáticamente los posibles riesgos y beneficios, pero esa ciencia no ha 
dado para más. Por ejemplo: para ver que sin un espacio político público de 
cobertura total cualquier proyecto cae en un vacío social. 
¿Por qué faltan objetivos como éste: la construcción de un espacio 
público al interior de un Estado Democrático de Derecho donde luego se 
puedan iniciar proyectos que se relacionen con reales posibilidades y se den 
mutuamente apoyo y continuidad, que sean realmente composibles? Ahí 
radica la posible sostenibilidad de nuestros proyectos y de nuestras obras. 
 
 
IV. ESPACIO PÚBLICO 
 
 
Hablamos, pues, del núcleo político donde se exhibe el grado de 
desarrollo humano logrado por una sociedad: la red de relaciones de 
máxima complejidad donde se entretejen nuestras vidas. 
A esa red se le puede llamar la esfera de lo público, el ámbito de lo 
público, lo común a todos, lo que es de todos, la dimensión pública y hasta 
se le podría llamar como a veces se oye decir, el ámbito de las políticas 
públicas, o, a la romana, la cosa pública (la res publica), pero le vamos a 
llamar Espacio Público, como el “lugar” donde se genera simetría humana 
por ser el lugar donde la riqueza producida por toda una sociedad se 
distribuye en forma de servicios iguales para todos: en forma de educación, 
en forma de atención a la salud, en forma de seguridad ciudadana, en forma 
de participación en los destinos del común, etc. Lugar o espacio que 
comprende lo físico público (calles, parques, plazas, etc.) y lo político 
público simultáneamente. Lugar, por tanto, que vertebra todas esas 
dimensiones de modo que unas potencien y fortalezcan a las otras. 
Hablar, pues, de espacio público como lugar de realización de 
simetría humana y de justicia, es tanto como hablar de la obra humana de 
máxima complejidad y riqueza, constituida por la red de redes más rica que 
el ser humano haya podido considerar, ya que, además de la red de 
relaciones sociales, incluiría también necesariamente la red de relaciones 
con la madre Tierra y, por supuesto, con las generaciones futuras. 
Pero el espacio es “público” si y sólo si va acompañado de las notas 
que lo definen que, además de significar aquello que es de todo el pueblo, 
	
  
19	
  
	
  
lo común a todos, perteneciente o relativo al pueblo, trae consigo desde los 
romanos el sentido de notorio, patente, manifiesto, visto o sabido por todos. 
El espacio público lo es, si es en su estructura y en su 
funcionamiento totalmente transparente. Es ahí donde la política se lleva a 
cabo como en plaza pública, a la vista, conocimiento y, a ser posible, 
consenso de todos o, al menos y después de haber discutido y razonado en 
libertad, opinión de las mayorías. La corrupción no es compatible con lo 
público. 
La otra característica de lo público es la trascendencia. Lo público 
hay que cuidarlo mucho, porque es no es lo mío ni lo tuyo, sino “lo 
nuestro” en la medida en la que nos lo encontramos al venir al mundo, está 
pensado y está hecho para nosotros, pero también para los nuestros que 
vendrán. Ha de trascender, por tanto, a nuestras vidas: ha de ser (¡mírese 
por donde aparece el término!) sostenible. “Pero tal mundo común sólo 
puede sobrevivir al paso de las generaciones en la medida en que aparezca 
en público” (H. Ahrend). 
Generar, inventar si no lo hay, ampliar y potenciarsi lo hay el 
espacio público en todos los países es la única forma de comenzar a 
superar y solventar los grandes problemas de la humanidad (la pobreza, el 
hambre, la ignorancia, la desigualdad, la inseguridad, la miseria, etc.) que 
ahora se exhiben cual temas aislados los unos de los otros, pero que forman 
parte de un todo inseparable. Construir espacio público es generar 
ciudadanía es generar simetría, justicia, bienestar.

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