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Sintoísmo

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Sintoísmo
Sintoísmo (del japonés shinto, 'el camino de los dioses'), religión surgida y profesada mayoritariamente en Japón, en cuya cultura e historia desempeñó un papel fundamental. El sintoísmo, que alcanzó un grado de identificación con el pueblo japonés similar al del hinduismo con el indio, constituyó un resorte fundamental en la formación de las estructuras familiares y sociales básicas de este país, así como en la configuración del cuerpo ideológico que permitió su desarrollo como moderno Estado nacional. Su fuerte influencia se debió, en parte, a una notable capacidad para coexistir de forma armónica con otras religiones, especialmente con el budismo.
	
	
	CREENCIAS Y PRÁCTICAS
El sintoísmo es una religión politeísta. Su panteón está integrado por numerosos kami (dioses o espíritus), que personifican a fuerzas de la naturaleza (montañas, ríos, fenómenos naturales, lugares de especial significado). En la cúspide se encontraría la suprema diosa del Sol, Amaterasu. También se rinde culto a los antepasados y a determinados estadistas y hombres notables, que pueden llegar a ser kami. De hecho, los emperadores japoneses fueron reconocidos como dioses vivientes. Un kami podría ser definido, de un modo impreciso y vago, como un espíritu o como una apariencia de existencia que posee su propia identidad y fuerza vital (tama). Japón es tradicionalmente conocido como “la tierra de los ocho millones de kami”. La principal práctica del sintoísmo consiste en adorar, aplacar la ira del espíritu o, simplemente, establecer una cierta relación con el kami.
El sintoísmo surgió como una religión más dirigida hacia la práctica que hacia la formación de un conjunto de credos. Aún en la actualidad ha conservado esa característica esencia. Dos son los principales tipos de prácticas: el honrar al kami por medio de oraciones y ofrendas, y el aplacar su cólera por medio de la limpieza de las impurezas personales.
Las ofrendas de productos alimenticios (especialmente arroz, sake, pescado, verduras y frutas) y el ofrecimiento simbólico de ramas de pino, atadas con cintas de papel blanco, constituían generalmente el rasgo distintivo de las ceremonias más importantes. Éstas estaban asociadas con los ciclos estacionales y reflejaban la profunda relación del sintoísmo con las sociedades agrarias. Las distintas etapas de la vida humana también estaban marcadas por ceremonias: la primera visita de un bebé a su kami tutelar al poco tiempo de su nacimiento; el Shichi-go-san (siete-cinco-tres), que se celebraba el 15 de noviembre y en el que los niños de cinco años de edad y las niñas de tres y siete años, visitaban los santuarios para orar por la buena salud; y el rito tradicional del matrimonio. Cualquier persona que emprendiera un nuevo negocio podía solicitar en un santuario una oración para pedir por el futuro éxito de su empresa. La festividad anual de los santuarios (Rei-sai) se caracteriza por ser un multitudinario desfile en el que un santuario o relicario portátil (el mikoshi) es portado sobre los hombros alrededor del templo, ceremonial que es acompañado por cantos.
Tradicionalmente, los sintoístas otorgaban una especial importancia a la limpieza y la pureza; sentían un gran respeto por la muerte, las enfermedades y la sangre, en tanto que cualquier rasgo de inmundicia era susceptible de desagradar al kami. Para purgar todo este tipo específico de contaminaciones se servían de ritos muy elaborados que recibían el nombre de kegare. La sangre, aunque fuera de un animal cazado, debía mantenerse lejos de los santuarios. Durante su ciclo menstrual, las mujeres tenían prohibido acceder al interior de los santuarios y acercarse a determinadas montañas sagradas, restricciones que también afectaban a los enfermos que sufrieran heridas y a personas de luto reciente. El método de purificación más utilizado era el de la limpieza (misogi), compuesto por una serie de actos que incluían desde el cotidiano lavado de dientes y manos antes de los actos cultuales, hasta el permanecer de pie y desnudo bajo una cascada. Se pensaba que muchos kami habrían nacido del misogi del ancestral dios Izanagi, mientras éste se purificaba después de haber visitado el infierno; esta leyenda muestra la enorme importancia que tenía la purificación para la religión sintoísta. Casi tan importante como la pureza del cuerpo era la del corazón. En la lista de los crímenes, los peores eran aquellos que dañaban a las sociedades agrarias, como el derribar los diques que dividían los arrozales. Los corazones puros se distinguían por su sinceridad, y a éstos se les consideraba como los más favorecidos por el kami.
La primigenia organización del sintoísmo estuvo fundamentada en grupos relacionados con santuarios locales. Cualquier forma natural o material era apropiada para adorar al kami: pequeños altares familiares, estatuas en la orilla de los caminos o grandes y complejos santuarios. Los primeros lugares sagrados fueron parajes naturales de notable belleza, que normalmente eran cercados con una cuerda de paja trenzada o una verja de madera (torii). Sólo con posterioridad las construcciones hechas por la mano del hombre pasaron a ser también santuarios sintoístas. Por lo general, en ellos había un objeto (una espada, un espejo o una piedra) que servía para representar el cuerpo del kami: en el caso de algunos dioses de las montañas, se consideraba toda la montaña sagrada como su cuerpo. La organización denominada Asociación de Santuarios Sintoístas aglutina a los miembros de la moderna jerarquía sintoísta. Entre los santuarios más prestigiosos se encuentran los de Ise y Yasukuni (en Tokio, que honra a los japoneses muertos en acción de guerra). No existe una jerarquía unitaria en el seno de la religión sintoísta y el sacerdocio generalmente se transmite de padres a hijos.
	
	
	TEXTOS SAGRADOS
El sintoísmo no es una religión revelada a través de determinados escritos que se consideren de inspiración divina. Los textos sagrados de esta creencia son los que describen sus prácticas, generalmente en forma de historias. Las míticas crónicas Kojiki (Relación de cuestiones antiguas, compilada en el 712 d.C.) y Nihon Shoki o Nihongi (Crónicas de Japón, 720 d.C.), describen la genealogía de los dioses desde que Japón fuera creado por la primera pareja, Izanagi e Izanami. Estos libros, que también proporcionan el árbol genealógico de los emperadores a partir de la diosa del Sol, Amaterasu, debieron ser recopilados para legitimar el derecho divino de la familia imperial japonesa. También existen compendios de ceremonias y de oraciones antiguas (norito) que sirven para la liturgia y como libros de textos rituales. El Engi Shiki (Procedimientos del Engi Era, 905-927) es una recopilación de reglamentos gubernamentales, detalles de los ritos en los santuarios, kegare y otros importantes asuntos de la religión sintoísta como la mayor parte de norito. En virtud de todo ello, el Engi Shiki está considerado un texto sagrado. Los llamados Cinco Libros del Sintoísmo (Shinto Gobusho) fueron recopilados por sacerdotes durante el siglo XIII, agrupando distintas fuentes de información; sólo los sacerdotes de más edad tenían autorización para leerlos.
	
	
	HISTORIA
La religión sintoísta surgió en Japón durante el periodo de su historia denominado Yayoi (c. 300 a.C.-300 d.C.) a partir de un proceso sincrético del chamanismo autóctono, el animismo y las distintas creencias populares. Sencilla en exceso, desorganizada y formada por ideas muy generales como para desarrollar una estructura de pensamiento único, sólo alcanzó renombre y se consolidó de forma independiente a partir de finales del siglo VI para diferenciarse de las nuevas creencias (budismo, taoísmo y confucianismo) procedentes de las vecinas China y Corea. Al mismo tiempo que se enfrentaba al desafío que significaban esas otras religiones, mucho más complejas y sofisticadas, el sintoísmo también se vio involucrado en el progresivo proceso de consolidación del gobierno dirigido por la familia imperial. A raíz de esto,los kami tutelares de los clanes más importantes de ujigami se transformaron en deidades nacionales, organizados en un panteón que reflejaba las relaciones políticas existentes. Alrededor del año 645 el sintoísmo comenzó su periodo de sistematización, por lo que el Estado hizo donaciones oficiales a los santuarios más importantes (alrededor de 3.000 en el siglo X). Algunos conceptos y modos de culto tuvieron a los propios del budismo como modelo y, posteriormente, los fundamentos históricos fueron extraídos de las ya citadas crónicas del Kojiki y del Nihon Shoki.
Desde que se introdujo en Japón en el 538, el budismo se convirtió en la religión de origen extranjero más importante del país. A partir del siglo VIII los japoneses realizaron una peculiar conciliación del budismo y del sintoísmo, considerando que los kami eran bodhisattva o reencarnaciones de Buda. Este hecho vino propiciado por una supuesta revelación efectuada por Amaterasu en el santuario de Ise en el año 743, en la que la misma diosa afirmó ser un aspecto de Vairocana, la forma suprema de los Budas cósmicos. Desde entonces, los templos budistas fueron construidos en el interior de los recintos dedicados por los sintoístas a la adoración y a los sacerdotes budistas les fueron confiados algunos santuarios sintoístas. El sintoísmo se mantuvo puro y al margen de estas interrelaciones con el budismo sólo en los centros religiosos más venerables, tales como el de Ise. Pero por lo general, y debido a dichas influencias exteriores, la síntesis con el budismo prosperó con éxito y el sintoísmo adoptó nuevas ideas e incluso incorporó el lenguaje escrito para proporcionarse una mayor identidad como religión. Intelectualmente, fue racionalizado con esquemas teóricos generalmente arbitrarios, como el del culto Ryobu Sinto (Aspecto Dual Sintoísta) que identificaba a Amaterasu y Vairocana. Otra manifestación de este sincretismo fueron los yamabushi (sacerdotes de las montañas) errantes, quienes atendían y guiaban al pueblo con una mezcla de ritos budistas y sintoístas.
En el siglo XIII, las más importantes familias sacerdotales de Ise y Kioto, desarrollaron doctrinas que disociaban en forma explícita el sintoísmo del budismo. La llamada Watarai (en honor a una de estas familias), enfatizaba la importancia de un kami-naturaleza universal, un espíritu creador que yace bajo todas las cosas, incluso de los Budas. Yoshida Kanemoto, descendiente de otra de estas familias, sistematizó las doctrinas sintoístas y declaró que esta religión formaba la base de todos los demás cultos, incluido el budismo. Su escuela, denominada igualmente Yoshida, pasó a ser muy importante desde 1603, año en que el título de sogún comenzó a ser ejercido por la dinastía Tokugawa. Estos movimientos no tuvieron gran impacto en el sincretismo dominante en aquel momento, aunque el Kokugaku (aprendizaje nacional) y las escuelas que surgieron a finales del siglo XVII, fueron inspiradas por Yoshida para renovar la tradición nacional. Combinaban una idea patriótica para mejorar el gobierno y limpiarlo de la influencia extranjera cada vez más creciente, con una escrupulosa investigación filológica que recobrara el significado de antiguos textos como el Kojiki. En este último aspecto, deben ser mencionados los Comentarios sobre Kojiki, cuyos 44 volúmenes fueron escritos entre 1764 y 1798 por Motoori Norinaga. Fomentaron la fe en la ideología sintoísta Fukko, que ayudó a aumentar el activismo nacionalista como respuesta a la invasión desde el Pacífico occidental. Sus creencias se basaban en que los japoneses, como exclusivos hijos del Sol, estaban excepcionalmente dotados para dirigir el mundo.
La doctrina Fukko se convirtió en el nuevo credo oficial del Estado tras la Restauración Meiji que puso fin al sogunado Tokugawa en 1868. El sintoísmo y el budismo fueron separados por un decreto promulgado en ese mismo año y todas las efigies budistas fueron sacadas de los santuarios sintoístas; de la misma manera, todos los vestigios del budismo fueron retirados de la casa familiar imperial. Los sacerdotes se convirtieron en funcionarios del Estado y los ministros religiosos pasaron a depender de las detalladas instrucciones doctrinales y rituales del nuevo sistema de sintoísmo imperial. Estas reformas fueron realizadas en los santuarios más importantes. En general, las prácticas folclóricas sintoístas no fueron alteradas y se permitió a algunas ramificaciones religiosas marginales, que databan del periodo Edo (1600-1868), continuar con sus prácticas, pero bajo la dirección del sintoísmo estatal.
En 1932, como consecuencia de este proceso de politización, el sintoísmo pasó a depender del Ministerio de Educación, que declaró que los santuarios sintoístas eran instituciones religiosas y no estaban destinados a fomentar el patriotismo. El sintoísmo imperial se transformó en portavoz del régimen militar durante la década de 1930. Tras finalizar en 1945 la II Guerra Mundial con la derrota de Japón, el sintoísmo estatal fue anulado. Muchos santuarios se reorganizaron en 1946, formando una organización autónoma, la Asociación de Santuarios Sintoístas, a la cual pertenecen todos aquellos que cuentan con el apoyo de donaciones privadas. Los ritos que practicaba el emperador como rituales de Estado vieron modificado su sentido y fueron considerados tan sólo como ritos privados de la familia imperial. El sintoísmo resurgió tras la contienda con la aparición, tanto en Japón como fuera del país, de más de 80 sectas. En la actualidad sigue ocupando un lugar primordial en la cultura y en las formas de vida japonesas.

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