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Guía n1 Lenguaje IV Medio

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Colegio San José de Puerto Montt 
Departamento de Lenguaje y Comunicación 
2020 
 
Guía de aprendizaje: Tradición y cambio 
 
Nombre alumna 
Curso Fecha: 
Puntaje: Faltas Ortográficas: Nota: 
Inicio: Término: 
Instrucciones: 
OBJETIVOS: 
- Analizar e interpretar textos literarios de carácter reflexivo-argumentativo (ensayos, crónicas de opinión, 
columnas de opinión, etcétera) de autores chilenos y latinoamericanos de los siglos XIX y XX, con autonomía. 
 
- Identificar, definir y comparar las configuraciones (estructuras) típicas o ideales de los textos expositivos- 
argumentativos, en particular respecto de las secuencias discursivas que incorporan: narrativa, descriptiva, 
explicativa, dialógica y argumentativa, con autonomía. 
 
- Escribir textos expositivos- argumentativos sobre los temas o lecturas propuestos para el nivel, con autonomía. 
CONTENIDOS: 
• Argumentación, novela de anticipación, debates, ensayo. 
 
 
Cada 3 faltas ortográficas se descontará un punto 
. 
I. Revisión literaria 
A. El ensayo argumentativo 
 ¿En qué consiste? 
En “exponer el análisis de una problemática a partir de la complementación o el contraste de diversas 
fuentes, en función de ejes temáticos específicos. Esta comparación puede realizarse en distintos niveles. (...) 
pueden vincularse posicionamientos teóricos diferentes en torno a un fenómeno o a una problemática; o 
bien pueden establecerse relaciones entre textos, esto es, entre dos o más fuentes bibliográficas específicas” 
(Zunino y Muraca, 2012, p.62). 
El ensayo académico posee –claramente- una dimensión argumentativa, porque el autor construye una 
versión del tema que aborda, pues estructura el texto en función de una tesis, organiza la información de 
modo tal que esta quede respaldada y sea válida y –a lo largo de ese proceso- emite juicios, es decir, 
argumenta. 
Por otro lado, el registro que utiliza este género exige el uso de un vocabulario culto formal y el claro 
predominio de la tercera persona, como estrategia del enunciador para producir un efecto de objetividad. 
 Estructura 
1. La introducción o exordio 
Tiene como función anticipar el texto que se desarrollará. De esta manera, se generan expectativas en el 
lector y se orienta la lectura. Para esto, se presenta el tema general que se abordará y el aspecto específico 
en que se centrará el análisis. 
Los párrafos que más se adecuan al propósito de esta parte son los de enumeración, de síntesis y de frases 
breves. 
2. El desarrollo o cuerpo 
Esta es la parte central del trabajo. Se divide en parágrafos de acuerdo con los ejes en que se organiza el 
análisis. 
En cada párrafo se presenta el aspecto que se analizará y, luego, se exponen los argumentos. Esto implica 
que, aparte de enunciarlos, estos sean respaldados con la bibliografía. La idea es que haya confrontación o 
complementación de las fuentes. 
Los argumentos pueden ser presentados independientes de los contraargumentos, en un solo párrafo 
(dependiendo de la naturaleza de ellos y de la extensión del ensayo); luego, en otro, solo los 
contrargumentos, en correlación con su respectivo argumento; o bien, argumento-contrargumento. Lo 
fundamental es que la línea argumentativa sea clara y diferenciada, en congruencia con la tesis y que estén 
tales aspectos vinculados en la conclusión. Eso le dará coherencia al texto. 
Enriquece el ensayo si se plantean relaciones entre conceptos, teorías y/o autores, así como también si se 
incluyen precisiones y distinciones conceptuales que permitan darle más profundidad, claridad y fuerza a la 
línea argumentativa. Para ello, se utiliza la definición, ejemplificación o inclusión de citas. En el caso de estas, 
el autor emplea estrategias de ‘delegación de la responsabilidad enunciativa’, como la reformulación del 
texto fuente por medio del estilo indirecto o la reproducción de la fuente por medio de la cita en estilo 
directo. Ha de recurrirse, para estos efectos, a verbos que se refieren a la enunciación, tales como “afirmar”, 
“sostener”, “plantear”, o bien, a construcciones preposicionales: “según Scheler”, “para Rousseau”. En 
cualquier caso, las afirmaciones que se hacen en relación con las posturas de los autores requieren 
justificación, esto es, que se presenten con claridad las razones que permiten formularlas y que tengan 
relación con el tema y con los argumentos. 
Por lo anterior, el tipo de párrafos más apropiados son los argumentativos y expositivos, los de comparación-
contraste, de causa y efecto, de planteamiento y solución de problema, así como los de desarrollo de un 
concepto. 
3. La conclusión 
Esta sintetiza el análisis realizado mediante una breve exposición para, así, retomar el problema planteado en 
la introducción y abordar las diferentes respuestas encontradas. 
También, dependiendo de la naturaleza y extensión del ensayo, pueden evaluarse los aportes teóricos 
analizados y su posible impacto en el tema o área abordada, así como las propuestas de trabajos futuros o 
nuevas líneas de investigación. 
Los párrafos que convienen aquí son los de oraciones breves, de síntesis y de interrogantes. 
4. Las referencias bibliográficas 
Las fuentes deben presentarse en un listado alfabético, al final del ensayo o texto, con el subtítulo 
“Bibliografía”. 
Las formas de indicar las referencias bibliográficas varían según las convenciones estipuladas en el sistema 
que elija (APA, ISO, Chicago, Harvard, etc.) 
 
 
B. Secuencia discursiva 
I. LA NARRACIÓN 
Una secuencia narrativa es aquella que expone un suceso o un conjunto de sucesos estructurados en un 
transcurso temporal determinado. 
Elementos de la narración 
1. El narrador → es la voz que cuenta la historia. Proporciona una perspectiva homogéneaa todo lo que 
cuenta y procura en todo momento ser verosímil. Existen numerosos tiposde voz narrativa, aunque suelen 
reducirse a: 
participantes o en 1a persona (protagonistas y testigos). 
no participantes o en 3a persona (omniscientes u objetivos). 
2. Los personajes → son los protagonistas del suceso. Se suelen dividir entre protagonistas y secundarios. El 
escritor E. M. Forster los dividía en personajes planos (no evolutivos) y redondos (evolutivos). También se 
puede hablar de tipos o personajes tipológicos (aquellos personajes planos que representan ideas: el bueno, 
el malo, el envidioso, el rijoso, el cornudo, etc.) y de caracteres (el personaje redondo, con personalidad 
propia). En otro orden de cosas, los personajes pueden ser protagonistas o secundarios. 
3. El tiempo y el espacio → sin ellos no existe acción posible. Pueden ser desde muy complejos hasta muy 
esquemáticos, pero siempre están presentes. En la narración literaria, contribuyen a la caracterización de los 
personajes. 
II. LA DESCRIPCIÓN 
La descripción es la secuencia textual que se caracteriza por decir “como son” las cosas. Según el diccionario 
describir es “representar a personas o cosas por medio del lenguaje, refiriendo o explicando sus distintas 
partes, cualidades o circunstancias”. Si en la narración el hecho clave de su definición era la noción de acción 
o suceso, en la definición del texto descriptivo es la noción de cualidad. Lo más corriente es que la secuencia 
descriptiva se integre en textos más complejos. 
Tipos de descripción 
Según su función y dependiendo de la intención y del tipo de adjetivación utilizada en un texto descriptivo, 
podemos señalar diversos tipos de descripción: 
 la descripción objetiva → en la cual prima el distanciamiento; es característica de los textos técnicos o 
científicos (diccionarios, enciclopedias, libros de texto, etc.). El ejemplo más clásico de descripción objetiva es 
la definición. Se caracteriza por el uso de adjetivos especificativos (no ornamentales) y de sustantivos 
precisos, concretos, nocionales más que generales, con frecuenciade carácter técnico y termino lógico 
científico (neologismos). El tipo de formas verbales propias de la descripción objetiva es el presente de 
indicativo con valor gnómico (genérico o intemporal). 
 la descripción subjetiva o literaria→ la adjetivación utilizada es explicativa (se hace uso de epítetos o 
adjetivos ornamentales) con connotaciones psicológicas concretas (ironía, sarcasmo, desprecio, burla, elogio, 
entusiasmo, etc.). Del mismo modo sucederá con los sustantivos, cuya intención es más la de transmitir 
sensaciones o impresiones que la de precisar información. Los vocablos escogidos para la descripción tendrán 
una intención evocadora, emocional. Las formas verbales tienden a utilizar una perspectiva de pasado 
(pretérito imperfecto de indicativo) aunque el presente de indicativo puede aparecer también en este tipo de 
descripción. 
Según el objeto descrito, se pueden señalar otros tipos de descripción: 
 el retrato: se denomina de este modo a la descripción de personas. Existen tres tipos fundamentales según 
la descripción se fije en aspectos psicológicos o contenga matices deformantes. 
1.la prosopografía → es la descripción física de una persona. 
2.la etopeya → es una descripción en la que se combinan rasgos físicos y morales de la persona que tratamos 
de describir. 
3.la caricatura → es una descripción deformante de una persona, en la cual exageramos con finalidad 
degradatoria o burlesca los rasgos fundamentales del objeto de nuestra descripción. 
 el paisaje: se denomina de este modo a la descripción de espacios (naturales, urbanos, etc), sobre todo 
dentro de textos narrativos. Se habla de paisaje cuando la función de la descripción es dar una imagen física 
del lugar que pretende describirse. 
 la descripción del mundo psíquico o descripción impresionista: la intención de la descripción no es tanto 
explicar los rasgos identificadores del objeto descrito como crear una impresión general del mismo en la 
mente del lector. Se trata de descripciones cuyos objetos suelen ser sensaciones o ambientes espaciales y/o 
temporales (v.g. la descripción de una plaza o de un mercado, la descripción del dolor o de la angustia, etc.). 
La descripción impresionista suele abundar en enumeraciones de elementos y en adjetivación sensorial, 
incluso con tendencia a lo caótico. 
 la descripción de acciones: es una forma de narración destinada a mostrar con enorme detalle una acción; 
se trata, así pues, de una forma derivada del texto narrativo. Cuando la descripción de la acción se configura 
como un cuadro completo de un espacio complejo recibe el nombre técnico de hipotiposis. 
III. LA EXPOSICIÓN-EXPLICACIÓN 
El modelo textual que vamos a estudiar es el que se conoce con el nombre de exposición o explicación. Si la 
función de la argumentación es la de convencer, en el caso de los textos expositivos lo que se busca por parte 
del emisor es simplemente la de mostrar y desarrollar una información disponible sobre un determinado 
tema. Cuando se habla de explicación o de texto explicativo debe añadirse a esta definición un matiz más: el 
desarrollo de la información tiene por objeto hacer un tema o una idea más comprensible para el receptor del 
texto. En resumidas cuentas, llamaremos exposición-explicación a todo texto cuyo objetivo principal es 
expresar información o ideas con la intención de mostrar y de expli8car o hacer más comprensibles dichas 
informaciones. 
Se trata, por tanto, de un tipo de textos muy habitual en nuestra vida cotidiana, especialmente en el ámbito 
escolar, donde cualquier escrito suele tener precisamente la función de desarrollar un tema con el fin de 
hacerlo comprensible. Así, pues, ejemplos de texto expositivo-explicativos serán los libros de texto, los 
manuales escolares, los tratados sobre temas científicos, las monografías, los artículos de revistas 
especializadas o de divulgación técnica o científica, las conferencias, las exposiciones orales de cualquier tema 
en un aula, los documentales televisivos, las entradas de un diccionario enciclopédico, etc. 
Las distintas variantes de la secuencia expositiva 
Dentro de un texto expositivo podemos encontrar distintas formas de enfocar el proceso de cuestionamiento 
y resolución. Se suelen señalar las siguientes: las estructuras de descripción definición, pregunta-respuesta, 
problema-solución, causa-consecuencia, enumeración y comparación-contraste. 
• Descripción-definición → es la estructura que se da cuando se hace una definición de un concepto. 
• Pregunta-respuesta → cada vez que para realizar una aclaración de una idea o concepto formulamos una 
pregunta y le damos respuesta estaremos utilizando este tipo de estructura. 
• Problema-solución → se enuncia una idea que se considera compleja y, acto seguido, se le da respuesta o 
explicación. 
• Causa-consecuencia → se establece un tema y se plantean los elementos o hechos que lo causan o sus 
consecuencias. 
• enumeración → es una estructura muy corriente en la que se enumeran los diferentes aspectos que están 
ligados a una idea. 
• comparación-contraste → para aclarar una noción se acude a otras semejantes y distintas, dando su 
descripción por las relaciones que contrae con las demás. 
Debe tenerse en cuenta que en un mismo texto expositivo-explicativo pueden aparecer mezclados varios de 
estos procedimientos o estructuras. 
IV. LA ARGUMENTACIÓN 
Entre los usos habituales que los hablantes hacemos del lenguaje ocupa un lugar preeminente el que se dirige 
a convencer a los demás de nuestras opiniones. Prácticamente en todo acto lingüístico los hablantes estamos 
intentando que nuestros interlocutores actúen de una determinada manera. Las estructuras textuales que 
utilizamos para conseguir este fin son las que reciben el nombre de argumentativas. 
Así, pues, la argumentación es el tipo de texto cuyo objetivo es convencer a una persona (o a varias) de que 
actúe o piense conforme a nuestros deseos o convicciones. 
Existen distintos modos o estrategias para obligar a los demás a cambiar de opinión sobre un tema, pero no 
todas ellas constituyen argumentaciones textuales. Algunos autores, por ello, distinguen los conceptos 
“convencer” de “persuadir”. Según estos autores, lo propio de la argumentación es convencer a los demás de 
nuestras ideas haciendo uso de razones, argumentos, ejemplos que muestren que nuestra posición es la 
preferible. Está claro, sin embargo, que, además de utilizar estos medios, podemos hacer uso de otras 
técnicas o estrategias que pueden obligar a los demás a actuar o pensar como nosotros (amenazas, 
coacciones, prevaricaciones, extorsiones, sobornos...). Estas técnicas pueden ser muy persuasivas, pero no 
implican necesariamente que el interlocutor se convenza de nuestra opinión. 
Por consiguiente, cuando hablemos de la argumentación lo haremos refiriéndonos tan solo a todas aquellas 
estrategias que están dirigidas a convencer (no a persuadir) a un auditorio, es decir, que están dirigidas a 
modificar el juicio de ese auditorio, a conseguir su adhesión a nuestras ideas o a que admita una determinada 
situación. El objetivo que persigue cualquier texto argumentativo es, por tanto, defender o atacar una 
determinada idea con el fin de fortalecer nuestra posición sobre nuestra propia opinión sobre ella. 
Según esta definición, son textos y situaciones argumentativos todos los siguientes: un debate, una tertulia, 
un artículo editorial en un periódico, un artículo de opinión, una carta al director, un discurso parlamentario, 
un alegato en un tribunal, un anuncio publicitario, etc. 
A. Tipos básicos de argumentos: 
 los basados en la causa o la consecuencia → La mayoría de los argumentos son variantes de este. Los 
argumentos de causa o consecuencia justifican su conclusión dando una causa de la misma. Su formulación es 
la siguiente: El evento A (es causa, consecuencia, provoca, determina, se produce a causa de, se debe a, se da 
porque, etc.)el evento B. La fuerza del argumento dependerá, pues, del valor que demos a las causas o 
consecuencias planteadas). 
 los basados en la definición → las propiedades de la definición de un término o la enunciación de un 
principio social, político o ideológico de valor universal justifican nuestra conclusión. 
 los basados en la analogía o en la comparación → para sustentar una idea se acude a otros casos 
semejantes o análogos. A estos argumentos se los llama también ejemplos. 
 los basados en la autoridad → para sustentar una idea se recurre a la opinión de personalidades de peso en 
el asunto que se trata (científicos, filósofos, políticos...). 
B. Tipos fundamentales de falacia 
 el ataque personal → se trata de refutar una opinión atacando la credibilidad de la persona que la defiende 
(en lugar de la idea que este defiende). Se basa en la difamación. 
 el prestigio de la forma → se trata de apoyar una afirmación basándose en algo que se asocia con 
vibraciones positivas, sin embargo, no existe relación de causa-efecto entre la premisa y la conclusión. 
 la referencia a la simpatía → se trata de apoyar una afirmación a partir de otra que se acepta porque se 
centra en algo que la mayoría siente como bello o agradable. Se basa en la demagogia. 
 la falsa autoridad → se trata de apoyar una afirmación con las palabras de una persona popular que no 
tiene ninguna autoridad en lo que estamos defendiendo. 
 la apelación a la ignorancia → se trata de justificar una actitud o afirmación a partir del desconocimiento o 
ignorancia respecto a la misma. 
 la razón del más fuerte → se trata de realizar una afirmación sin más, amparándose en nuestra convicción 
firme y decidida. En cierto modo, se trata de una variante del “ir de farol”. 
 la llamada a la compasión → consiste en amparar una opinión bajo la capa de la pena. Dirigirse a las 
emociones es un recurso habitual entre los oradores de masas. 
EL TIPO DEL INDIO AMERICANO 
La vergüenza del mestizo 
Una de las razones que dictan la repugnancia criolla a confesar el indio en nuestra sangre, uno de los orígenes 
de nuestro miedo de decirnos lealmente mestizos, es la llamada "fealdad del indio". Se la tiene como verdad 
sin vuelta, se la ha aceptado como tres y dos son cinco. Corre parejas con las otras frases en plomada. "El 
indio es perezoso" y "el indio es malo". 
Cuando los profesores de ciencias naturales enseñan los órdenes o las familias, y cuando los de dibujo hacen 
copiar las bestiecitas a los niños, parten del concepto racional de la diferencia, que viene a ser el mismo 
aplicable a las razas humanas: el molusco no tiene la manera de belleza del pez; el pez luce una sacada de 
otros elementos que el reptil-y el reptil señorea una hermosura radicalmente opuesta a la del ave, etc., etc. 
Debía haberse enseñado a los niños nuestros la belleza diferenciada y también la opuesta de las razas. El ojo 
largo y estrecho consigue ser bello en el mongol, en tanto que en el caucásico envilece un poco el rostro; el 
color amarillento, que va de la paja a la badana, acentúa la delicadeza de la cara china, mientras que en la 
europea dice no más que cierta miseria sanguínea; el cabello crespo que en el caucásico es una especie de 
corona gloriosa de la cabeza, en el mestizo se hace sospechoso de mulataje y le preferimos la mecha 
aplastada del indio. 
En vez de educarle de esta manera al niño nuestro el mirar y el interpretar, nuestros maestros renegados les 
han enseñado un tipo único de belleza, el caucásico, fuera del cual no hay apelación, una belleza fijada para 
los siglos por la raza griega a través de Fidias. 
En cada atributo de la hermosura que los maestros nos enseñan, nos dan exactamente el repudio de un rasgo 
nuestro; en cada sumando de la gracia que nos hacen alabar nos sugieren la vergüenza de una condición de 
nuestros huesos o de nuestra piel. Así se forman hombres y mujeres con asco de su propia envoltura 
corporal; así se suministra la sensación de inferioridad de la cual se envenena invisiblemente nuestra raza, y 
así se vuelve viles a nuestras gentes sugiriéndoles que la huida hacia el otro tipo es la única salvación. 
La belleza del indio 
El indio es feo dentro de su tipo en la misma relación en que lo es el europeo común dentro del suyo. 
Imaginemos una Venus maya, o mejor imaginemos el tipo de caballero Aguila del Museo de México como el 
de un Apolo tolteca, que eso es. Pongamos ahora mejilla contra mejilla con él a los hombres de la meseta de 
Anahuac. Cumplamos prueba idéntica con el Apolo del Belbedere del Louvre y alleguémosles a los franceses 
actuales que se creen sus herederos legítimos. Las cifras de los sub-Apolos y las de los sub-caballeros águilas 
serán iguales; tan poco frecuente en la belleza cabal en cualquier raza. 
Alguno alegará que la comparación está viciada porque el punto de arranque son dos rostros sin paridad; uno 
redondamente perfecto y otro de discutible perfección. No hay tal; ambos enseñorean en el mismo filo 
absoluto de la belleza viril. Se dirá que a pesar de esta prueba un poco estadística las dos razas producen una 
impresión de conjunto bastante diversa: la francesa regala el ojo y la azteca lo disgusta. 
La ilusión de ventaja la pone solamente el color; oscurézcase un poco en la imaginación ese blanco sonrosado 
y entonces se verá la verdad de las dos cabezas, que aquí como en muchas cosas, la línea domina la 
coloración. 
Me leía yo sonriendo una geografía francesa en el capítulo sobre las razas. La descripción de la blanca 
correspondía a una especie de dictado que hubiese hecho el mismo Fidias sobre su Júpiter: nariz que baja 
recta de la frente a su remate, ojos noblemente espaciosos, boca mediana y de labios delicados, cabello en 
rizos grandes: Júpiter, padre de los dioses. Yo me acordaba de la naricilla remangada, tantas veces japonesa, 
que me encuentro todos los días, de las bocas grandes y vulgares, de los cabellos flojos que hacen gastar 
tanta electricidad para su ondulación y de la talla mediocre del francés común. 
El falso tipo de Fidias 
Se sabe cómo trabajaba Fidias: cogió unos cuantos rasgos, los mejores éxitos de la carne griega -aquí una 
frente ejemplar, allá un mentón sólido y fino, más allá un aire noble, atribuible al dios- unió estas líneas 
realistas con líneas enteramente intelectuales, y como lo inventado fue más que lo copiado de veras, el 
llamado tipo griego que aceptamos fue en su origen una especie de modelo del género humano, de súper-
Adán posible dentro de la raza caucásica, pero en ningún caso realizado ni por griego ni por romano. 
El procedimiento puede llamarse magistral. El hombre de Fidias, puro intento de escultura de los dioses y 
proyecto de la configuración del rostro humano futuro, pasaría a ser, por la vanidad de la raza blanca, el 
verídico hombre europeo. 
Pienso en el resultado probable del método si aplicásemos la magna receta a nuestras razas aborígenes. El 
escultor de buena voluntad, reuniendo no más de cien ejemplares indios podría sacar las facciones y las 
cualidades que se van a enumerar "groso modo". 
El indio piel roja nos prestaría su gran talla, su cuerpo magníficamente lanzado de rey cazador o de rey 
soldado sin ningún atolladero de grasa en vientre ni espaldas, musculado dentro de una gran esbeltez del pie 
a la frente. Los mayas proporcionarían su cráneo extraño, no hallado en otra parte, que es ancho contenedor 
de una frente desatada en una banda pálida y casi blanca que va de la sien a la sien; entregarían unos 
maxilares fortísimos y sin brutalidad que lo mismo pudiesen ser los de Mussolini -"quijadas de mascador de 
hierro"-. El indio quechua ofrecería para templar la acometividad del cráneo sus ojos dulces por excelencia, 
salidos de una raza cuya historia de mil años da más regusto de leche que de sangre. Esos ojos miran a través 
de una especie de óleo negro, de espejo embetunado con siete óleos de bondad y de paciencia humana,y 
muestran unas timideces conmovidas y conmovedoras de venado criollo, advirtiendo que la dulzura de este 
ojo negro no es banal como la del ojo azul de caucásico, sino profunda, como cavada del seno a la cuenca. 
Corre de la nariz a la sien este ojo quechua, parecido a una gruesa gota vertida en lámina inclinada, y lo 
festonea una ceja bella como la árabe, más larga aún y que engaña aumentando mañosamente la longitud de 
la pupila. 
Yo me sé muy bien que la nariz cuesta hallarla en un orden de fineza, porque generalmente bolivianos y 
colombianos la llevan de aletas gruesas y anchas; pero hay la otra, la del aguileño maya, muy sensible, según 
la raza sensual que gusta de los perfumes. La boca también anda demasiado espesa en algunos grupos 
inferiores de los bajíos, donde el cuerpo se aplasta con las atmósferas o se hincha en los barriales genésicos; 
pero al igual que la nariz prima de la árabe, se la encuentra de labios delgados como la hoja del maíz, de una 
delgadez cortada y cortadora que es de las más expresivas para la gracia maliciosa y los rictus del dolor. Suele 
caer hacia los lados esta boca india con el desdén que ven esas razas que se saben dignas como cualquiera 
otra por talentos y virtudes y que han sido "humilladas y ofendidas" infinitamente; caen los extremos de esas 
bocas con más melancolía que amargura, y se levantan bruscamente en la risa burlona, dando una sorpresa a 
los que creen al indio tumbado en una animalidad triste. 
He querido proporcionar a los maestros de nuestros niños estos detalles rápidos para que intenten y para que 
logren arrancarles a éstos la vergüenza de su tipo mestizo, que consciente o inconsciente le han dado. Pero 
este alegato por el cuerpo indio va a continuar otro día, porque es cosa larga de decir y asunto de más interés 
del que le damos. 
Nápoles, junio 1932 
 
 
 
 
 
En: Recados para América. Textos de Gabriela Mistral. Mario Céspedes, comp. Santiago de Chile: 
Revista Pluma y Pincel/Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz., 1978. 
i. Desarrollen las siguientes preguntas En hoja aparte 
1. Escriban un párrafo de tres líneas como máximo que sintetice el tema y la posición de la autora 
sobre este. 
2. ¿En qué año se escribió este texto? ¿Cómo influye la época en la visión que tiene la autora sobre el 
tema? 
3. ¿Qué visión tiene la autora respecto de los profesores y profesoras? 
4. ¿Qué características tiene la educación que reciben los niños aludidos en el ensayo? 
5. ¿Cuál fue el propósito de la autora para escribir su texto? Fundamenten aludiendo a la información 
de la lectura. 
 
II. Lean el siguiente fragmento y escriban una breve comparación, analizando las visiones de los autores 
respecto de la figura del indio. En hoja aparte 
 “El mexicano condena en bloque toda su tradición, que es un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en 
el que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. Por eso la tesis hispanista, que nos hace descender de 
Cortés con exclusión de la Malinche, es el patrimonio de unos cuantos extravagantes —que ni siquiera son 
blancos puros—. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por 
criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención. El mexicano no quiere ser 
ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino 
como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo. Esta actitud no se 
manifiesta nada más en nuestra vida diaria, sino en el curso de nuestra historia, que en ciertos momentos ha 
sido encarnizada voluntad de desarraigo. Es pasmoso que un país con un pasado tan vivo, profundamente 
tradicional, atado a sus raíces, rico en antigüedad legendaria si pobre en historia moderna, sólo se conciba 
como negación de su origen”. 
(Paz, 1981) 
EL COMENTARIO CRÍTICO DE UNA LECTURA 
ACTIVIDAD EVALUADA INDIVIDUAL 
A partir de la lectura individual del texto “El tipo del indio americano”, redacta un comentario crítico (texto 
argumentativo) que responda a la pregunta ¿Está vigente hoy la tesis de Gabriela Mistral respecto de la 
belleza? En hoja aparte 
COMPRESIÓN LECTORA 
TEXTO 1 
EL PACHUCO Y OTROS EXTREMOS 
 
A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular intransferible y 
precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El descubrimiento de nosotros mismos se 
manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: 
la de nuestra conciencia. Comienza el autor describiendo al mexicano autóctono y al mexicano 
norteamericano o pachuco. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y adultos pueden 
trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego o trabajo. En cambio, el adolescente, 
vacilante entre la infancia y la juventud, queda suspendido un instante ante la infinita riqueza del mundo. El 
adolescente se asombra de ser. Y al pasmo, sucede la reflexión: inclinado sobre el río de su conciencia se 
pregunta si ese rostro que aflora lentamente del fondo, deformado por el agua, es el suyo. Prosigue Paz, 
haciendo una analogía entre la búsqueda de identidad de un pueblo y la etapa de la adolescencia. La 
singularidad de ser- pura sensación en el niño- se transforma en problema y pregunta, en conciencia 
interrogante. 
A los pueblos en trance de crecimiento les ocurre algo parecido. Su ser se manifiesta como interrogación: 
¿qué somos y cómo realizaremos eso que somos? Todo pueblo antes de poder entregarse a un hacer 
concreto de su identidad debe “despertar”, pasando por una etapa de reflexión . Despertar a la historia 
significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al 
hacer. Lo importante para el escritor no son las respuestas ni la verdad de ellas, sino la posibilidad de 
interrogarse para encontrarse. “Cuando soñamos que soñamos, está próximo el despertar”, dice Novalis. No 
importa, pues, que las respuestas que demos a nuestras preguntas sean luego corregidas por el tiempo; 
también el adolescente ignora las futuras trasformaciones de ese rostro que ve en el agua: indescifrable a 
primera vista, como una piedra sagrada cubierta de incisiones y signos, la máscara del viejo es la historia de 
unas facciones amorfas, que un día emergieron confusas, extraídas en vilo por una mirada absorta. Si bien es 
importante, el hacer la frase de reflexión para despertar a la conciencia de ser es inevitable. Por virtud de esa 
mirada las facciones se hicieron rostro y, más tarde, máscara, significación, historia. 
Debiéramos, si escuchamos a Paz, revisar el quehacer de un pueblo: su arte, sus comidas, sus 
manifestaciones populares para encontrarnos con rasgos de su identidad. Lo que nos puede distinguir del 
resto de los pueblos no es la siempre dudosa originalidad de nuestro carácter –fruto, quizá de las 
circunstancias siempre cambiantes-, sino la de nuestras creaciones. Pensaba que una obra de arte o una 
acción concreta definen más al mexicano –no solamente en tanto que lo expresan, sino en cuanto, al 
expresarlo, lo recrean- que la más penetrante de las descripciones. Por lo ya expuesto el poeta duda en algún 
instante acerca de la utilidad del reflexionar sobre la identidad. Mi pregunta, como las de los otros, se me 
aparecía, así como un pretexto de mi miedo a enfrentarme con la realidad; y todas las especulaciones sobre 
el pretendido carácter de los mexicanos, hábiles subterfugios de nuestra impotencia creadora. 
Finalmente, y volviendo con la analogía de la etapa de la adolescencia, Paz expresa que es natural debido a lo 
vivido por el pueblo mexicano, enfrentar una etapa de reflexión. 
Pero, así como el adolescente no puede olvidarse de sí mismo –pues apenas lo consigue deja de serlo- 
nosotros no podemos sustraernos a la necesidad de interrogarnosy contemplarnos. No quiero decir que el 
mexicano sea por naturaleza crítico, sino que atraviesa una etapa reflexiva. Es natural que después de la fase 
explosiva de la Revolución, el mexicano se recoja a sí mismo, y, por un momento, se contemple. 
Se cierra esta parte introductoria del ensayo apostando a que en un futuro ya se habrá pasado a una etapa en 
la que las preguntas relevantes para este momento no tendrán mayor importancia. Las preguntas que todos 
nos hacemos ahora probablemente resulten incomprensibles dentro de cincuenta años. Nuevas 
circunstancias tal vez produzcan acciones nuevas. 
Octavio Paz, El laberinto de la soledad. 
Santiago, Fondo de cultura económica, Chile S.A., 1994. 
(Texto intervenido) 
TEXTO 2 
MI RELIGIÓN 
Me escribe un amigo desde Chile diciéndome que se ha encontrado allí con algunos que, refiriéndose a mis 
escritos, le han dicho: “Y bien, en resumidas cuentas, ¿cuál es la religión de este señor Unamuno?” Pregunta 
análoga se me ha dirigido aquí varias veces. Y voy a ver si consigo no contestarla, cosa que no pretendo, sino 
plantear algo mejor, el sentido de tal pregunta. 
En el orden de la pura especulación filosófica, es una precipitación el pedirle a uno soluciones dadas, siempre 
que haya hecho adelantar el planteamiento de un problema. Cuando se lleva mal un largo cálculo, el borrar lo 
hecho y empezar de nuevo significa un no pequeño progreso. Cuando una casa amenaza ruina o se hace 
completamente inhabitable, lo que procede es derribarla, y no hay que pedir se edifique otra sobre ella. 
Cabe, sí, edificar la nueva con materiales de la vieja, pero es derribando antes ésta. Entretanto, puede la 
gente albergarse en una barraca, si no tiene otra casa, o dormir a campo raso. 
Y es preciso no perder de vista que, para la práctica de nuestra vida, rara vez tenemos que esperar a las 
soluciones científicas definitivas. Los hombres han vivido y viven sobre hipótesis y explicaciones muy 
deleznables, y aun sin ellas. Para castigar al delincuente no se pusieron de acuerdo sobre si éste tenía o no 
libre albedrío, como para estornudar no reflexiona uno sobre el daño que puede hacerle el pequeño 
obstáculo en la garganta que le obliga al estornudo. 
 
(…) Y me pasaré la vida luchando con el misterio y aun sin esperanza de penetrarlo, porque esa lucha es mi 
alimento y es mi consuelo. Sí, mi consuelo. Me he acostumbrado a sacar esperanza de la desesperación 
misma. Y no griten ¡Paradoja! los mentecatos y los superficiales. 
Y lo más de mi labor ha sido siempre inquietar a mis prójimos, removerles el poso del corazón, angustiarlos, si 
puedo. Lo dije ya en mi Vida de Don Quijote y Sancho, que es mi más extensa confesión a este respecto. Que 
busquen ellos, como yo busco; que luchen, como lucho yo, y entre todos algún pelo de secreto arrancaremos 
a Dios, y, por lo menos, esa lucha nos hará más hombres, hombres de más espíritu. 
(…) Y como el hombre es terco y no suele querer enterarse y acostumbra después que se le ha sermoneado 
cuatro horas a volver a las andadas, los preguntones, si leen esto, volverán a preguntarme: "Bueno; pero ¿qué 
soluciones traes?" Y yo, para concluir, les diré que, si quieren soluciones, acudan a la tienda de enfrente, 
porque en la mía no se vende semejante artículo. Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean, piensen 
y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos. Yo he buscado 
siempre agitar, y, a lo sumo, sugerir, más que instruir. Si yo vendo pan, no es pan, sino levadura o fermento. 
Miguel de Unamuno 
 
I. Contesta las preguntas sobre el ensayo “El Pachuco y otros extremos” de Octavio Paz. En hoja aparte. 
a) ¿En qué etapa de la vida de los seres humanos se manifiesta la idea de que somos “particulares y 
únicos”? 
b) ¿Cómo se manifiesta este acto de tomar conciencia de la propia singularidad? 
c) ¿Qué función cumple el juego y el trabajo en la vida de los niños y los adultos? 
d) El autor del ensayo, ¿con qué compara lo que les ocurre a los adolescentes? 
e) Según el ensayo, ¿qué significa “despertar a la historia”? Explica. 
f) Explica con tus palabras la siguiente cita del ensayo: “Pensaba que una obra de arte o una acción 
concreta definen más al mexicano –no solamente en tanto que lo expresan, sino en cuanto al 
expresarlo lo recrean”. 
II. Responde de acuerdo al ensayo de Miguel de Unamuno, “Mi religión”. En hoja aparte 
a) ¿Qué quiere decir Unamuno al afirmar: “no pretendo sino plantear algo mejor, el sentido de tal 
pregunta”? 
b) ¿Qué es lo que nos hace ser hombres de más espíritu? 
 
c) ¿Por qué afirma que él no vende pan, sino levadura o fermento?

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