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2 Anthony P. Morrison, Julia C. Renton, Paul French y Richard P. Bentall ¿CREES QUE ESTÁS LOCO? PIÉNSALO DOS VECES RECURSOS PARA LA TERAPIA COGNITIVA DE LA PSICOSIS Traducción de Miquel Codony Bodas Herder www.herdereditorial.com 3 http://www.herdereditorial.com Título original: Think You’re Crazy? Think Again. A Resource Book for Cognitive Therapy for Psychosis Traducción: Miquel Codony Bodas Diseño de la cubierta: Claudio Bado Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez © 2008, Psychology Press, miembro de Taylor & Francis Group © 2010, Herder Editorial, S.L., Barcelona 1ª edición digital, 2014 ISBN DIGITAL: 978-84-254-3039-8 Depósito legal: B-13774-2014 La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente. Herder www.herdereditorial.com 4 http://www.herdereditorial.com A Soph y Lula, por su contribución masiva a mi propio bienestar. Anthony Morrison A Lawrie, Thomas y Oliver, con amor y agradecimiento. Julia C. Renton A Delia, Chloe, Nadia y Ben, con mucho amor. Paul French A Aisling, Keeva y Flintan. Richard P. Bentall 5 Índice Editores Prólogo a la edición española ¿Es posible la autoayuda en las psicosis? Jorge L. Tizón Agradecimientos y una nota de introducción 1. ¿Qué es la psicosis? ¿Qué es la psicosis? ¿Importa el diagnóstico? 2. ¿Son anormales mis experiencias? ¿Cuál es la frecuencia de los diagnósticos psiquiátricos como el de esquizofrenia? ¿Con qué frecuencia se oyen voces? ¿De dónde vienen las voces? ¿Por qué algunas personas se sienten perturbadas por sus voces? ¿Es frecuente sentirse paranoico? ¿Con qué frecuencia se tiene otro tipo de creencias inusuales? ¿De dónde vienen las creencias delirantes? ¿Por qué algunas personas se sienten perturbadas por sus creencias inusuales? ¿Son anormales mis propias experiencias? ¿Debería buscar ayuda? 3. ¿Seré siempre así? 4. ¿Qué me está pasando? Descomponer los problemas para entenderlos: el método de la terapia cognitiva Las experiencias de Calvin ¿Cómo me siento? Entonces, ¿qué papel desempeña el pensamiento? Ideas (o cómo interpretamos los acontecimientos) ¿Cómo podemos identificar los pensamientos automáticos? Comportamientos 5. Evaluando sus pensamientos Evaluando la preocupación por los acontecimientos que han sucedido 6 Preocupación por las voces Evaluando la preocupación por el contenido de las voces Evaluando su preocupación por lo que las voces le ordenan Evaluando los efectos sobre los sentimientos Formando su propia opinión alternativa o equilibrada La opinión alternativa equilibrada de Calvin 6. Evaluando sus pensamientos mediante la modificación de su conducta ¿Qué quiere descubrir? Experimentos Experimentos conductuales 7. Estrategias de afrontamiento útiles y perjudiciales Afrontar la psicosis Afrontar el estigma asociado con los problemas de salud mental Afrontar la vida cotidiana Estrategias de afrontamiento alternativas 8. Sintiéndose bien con uno mismo ¿Por qué persisten las creencias? Identificando las creencias básicas Evaluando creencias básicas Ficha de creencias básicas 9. Manteniéndose bien Aplicación práctica Firma de recaída Formulación La formulación de Cath Su formulación 10. Uso de medicamentos Algunos antecedentes Fármacos antipsicóticos: los hechos Algunos mitos sobre el tratamiento antipsicótico Comprendiendo los efectos de su medicación: obtener información Averiguando si sus medicamentos están ayudándole Manteniendo su tratamiento farmacológico Decidiendo abandonar los medicamentos 11. La recuperación 7 El camino de Calvin hacia la recuperación El camino de Cath hacia la recuperación Su camino hacia la recuperación 12. ¿Quién puede ayudarme? Otras páginas de interés Referencias bibliográficas Formularios Índice temático 8 Editores Anthony P. Morrison es profesor en la Clínica Psicológica de la universidad de Manchester y director asociado de los Servicios de Intervención Precoz de Bolton, Salford y Trafford Mental Health Trust. Julia C. Renton es psicóloga clínica consultora en Bedfordshire and Luton Mental Health and Social Care Partnership Trust. Paul French es investigador en terapias cognitivas en la universidad de Manchester y director asociado de los Servicios de Intervención Precoz de Bolton, Salfort y Trafford Mental Health Trust. Richard P. Bentall es profesor de Psicología Clínica en la universidad de Bangor. 9 Prólogo a la edición española ¿Es posible la autoayuda en las psicosis? Jorge L. Tizón Expresada así, la pregunta puede parecer una mera cuestión retórica o incluso una perogrullada. Rápidamente, podrá aducirse que por supuesto que en las psicosis eso es posible, como en cualquier otra situación humana. Desde la perspectiva psicodinámica- psicoanalítica se recordará que, siguiendo la tradición de Bion y Rosenfeld, es fundamental considerar que en cada paciente con psicosis existen aspectos o partes tanto «sanos» como «enfermos». Sin embargo, ese reconocimiento teórico generalizado no suele plasmarse en las prácticas técnicas ni en el día a día del tratamiento de los pacientes con psicosis: ambos campos siguen estando dominados por actitudes muy asimétricas y distantes, cuando no directamente «profesorales», controladoras, antidemocráticas y sectarias: es como si –teniendo en cuenta las indudables limitaciones cognitivas y relacionales que poco a poco van invadiendo a estos pacientes si no median activos e intensos tratamientos– se diera por supuesto que ellos no pueden hacerse cargo ni de sus vidas ni, mucho menos, de su trastorno. Y evidentemente, la psicosis supone una afectación de esas capacidades, pero ¿la experiencia clínica cuidadosa o los estudios realizados apoyan esa falta de consideración de los pacientes, esa no inclusión de sus opciones, de sus opiniones y de ellos mismos como sujetos en los planes y técnicas terapéuticas? Otra cosa diferente es que, cuando hablamos de «autoayuda en los trastornos mentales» lo hagamos pensando que eso evita el contacto y la ayuda con otras personas, con otros sujetos y, entre ellos, con los profesionales. Esa deformación de lo que es «autoayuda», que a menudo se confunde con «auto-curación» o con «rechazo narcisista de la ayuda de los otros» o «de los profesionales» ha llevado a los autores de este volumen a recordarnos que prefieren no enfocarlo como un libro de «autoayuda». Rechazan su uso en ese sentido deformado que la «autoayuda» ha ido recibiendo entre nosotros, y postulan este volumen como una herramienta que ayude a los afectados que 10 están haciendo una terapia con un profesional de la salud mental con una formación adecuada. El tema posee una profundidad sociológica y clínica en la cual no podemos entrar aquí. En efecto, puede que parte de las reacciones de rechazo de la psiquiatría y la psicoterapia oficiales, habituales o dominantes, provenga de una reacción especular ante las actitudes aún tan sumamente asimétricas, cuando no dogmáticas y altaneras, por parte de esas disciplinas para los pacientes con psicosis. Por ende, porque se trata de actitudes aún mucho menos sostenibles y defendibles en un mundo dominado por Internet y los medios de comunicación (e incomunicación) de masas. ¿O es que aún nos creemos que los pacientes y sus familias no acuden a Internet en busca de las explicaciones que nuestros dispositivos de salud mental no quieren, no pueden o no saben darles? En ese sentido, si bien en Internet existen algunos «sitios» muy adecuados para tales consultas – varios de ellos citados en este libro–, la red de comunicaciones mundial se halla asimismo infestada de artículos, informaciones y explicaciones carentes de la mínima seriedad, rigor y cuidado para estos pacientes y sus familias. De ahí que concentrar en un libro aportaciones concretas para los enfermos de psicosis de cuatro profesionales y terapeutas con amplio reconocimiento en estos ámbitos posee un más que indudable valor.Porque, a otro nivel, todavía muchos psiquiatras, libros de psiquiatría e informaciones psiquiátricas se muestran de forma auténtica transidos por una visión de esos pacientes que procede de otros tiempos y ámbitos: de las experiencias con las instituciones para pacientes con psicosis más descompensadas. Aún hoy estos pacientes deben ingresar en instituciones enormemente medicalizadas y basadas en la más radical asimetría asistencial que conocemos en el campo de los cuidados de la salud: los servicios de psiquiatría de hospital general y los de psiquiatría de hospitales monográficos. La asimetría es tan patente como que algunos de los pacientes, para ingresar, tienen que ser desprovistos incluso de algunos de sus derechos básicos como ciudadanos. Se trata de una realidad que sigue siendo indispensable en algunos ingresos, que han de hacerse en contra de la voluntad del paciente, por supuesto. El problema mayor es que luego buena parte de la pragmática de la institución y de sus profesionales mantenga en muchos otros ámbitos del cuidado de estos pacientes esas tendencias a la asimetría relacional y al control, más que al intercambio relacional o a la ayuda psicoterapéutica, como muy bien explicaban las narraciones incluidas en el libro de Hardcastle y colaboradores y en algún otro, publicados en esta misma colección. Otra consecuencia es que cada vez haya más voces 11 psiquiátricas exigiendo el «tratamiento ambulatorio involuntario»… sin aclarar, por ejemplo, que están hablando, en pura metonimia, del «tratamiento farmacológico», como si todos aquellos no hospitalarios de las psicosis, o al menos los principales, fueran los farmacológicos (cuestión más que dudosa). Y, además, como si la aceptación mínimamente estable de un tratamiento con neurolépticos actualmente pudiera hacerse sin la colaboración de técnicas psicoterapéuticas. Esas actitudes técnicas y profesionales, tan partidarias de la asimetría paciente/terapeuta y de los tratamientos involuntarios o poco psicológicamente motivados, han de ser discutidas hoy desde numerosos puntos de vista: político- democráticos, técnicos, teóricos, humanos… Los técnicos deberíamos mejorar nuestra sensibilidad y nuestras técnicas de trabajo para conseguir que los tratamientos que juzgamos necesarios para un paciente y su familia puedan ser aceptados por ellos como sujetos y como personas. La realidad es que en tal aceptación debería hallarse implícita la consideración del paciente completo. Y la única forma en que podemos lograrlo es apoyándonos en las partes sanas de la personalidad de los pacientes y en los elementos resilientes bien patentes de ellos mismos y de sus familias y grupos sociales, a menudo desbordados ante el impacto psicosocial desestructurante que supone la psicosis. No olvidemos que, como antes decíamos, muchos de los pacientes que actualmente muestran los síntomas de una psicosis aguda, consultan Internet y navegan por la red comunicacional, a veces, más horas al día de lo que sería recomendable. No olvidemos tampoco que muchos de esos pacientes han pasado los últimos meses o años anteriores a que su trastorno sea diagnosticado, incluso viajando por el mundo real (no digital) y realizando proyectos para empresas transnacionales, o yendo en migraciones de meses y años, atravesando países, culturas y situaciones totalmente extrañas para ellos. En ocasiones, han podido hacerlo así durante años, a pesar de su psicosis; y me estoy refiriendo a personas concretas, conocidas y tratadas por sus psicosis en algunos de nuestros dispositivos. Debería resultar evidente para nosotros la existencia de esas partes sanas, de esas capacidades de afrontamiento y resiliencia, para que hayan conseguido mantener esa vida autónoma incluso en situaciones tan estresantes durante meses y años. Es decir: que incluso en la situación de psicosis aguda y subaguda persisten capacidades y posibilidades resilientes bien patentes. A esa parte de la personalidad de los pacientes o posibles pacientes va dirigido este libro. No a la persona que aún protagoniza los libros de la psiquiatría más oficialista, los 12 manuales de las técnicas e instituciones de la psiquiatría clásica y/o incluso la imaginería popular, sino a los pacientes que, antes o después del primer episodio de psicosis aguda, han vivido años y seguirán viviendo decenios con esas tendencias ambivalentes dentro de ellos: a la integración y a la desintegración, al contacto y al aislamiento, a la mentalización y a la desmentalización... Hemos de considerar que la única forma de atender esas tendencias patológicas son las que les proporcionamos desde fuera, ¿les damos unas técnicas supuestamente preparadas para hacerlo? Evidentemente no, y ése es el punto de partida de este libro. Si abandonamos la seudoseguridad de las teorías y técnicas hasta ahora frecuentemente desplegadas para «tratar» las psicosis y tratar acerca de ellas, tenemos mucho que aprender de los métodos de contención y resiliencia que esos pacientes y sus familias se aplican durante años. Pero para ello, deberíamos forzarnos a un cambio de perspectiva teórico-técnica que no todos podemos o deseamos realizar: abandonar el pesimismo terapéutico que ha regido en nuestra aproximación a esos trastornos (posiblemente influido por el modo de nuestras instituciones para tratarlos, así como por el hecho de que comenzamos a tratarlos años o decenios después de que el trastorno haya comenzado); abandonar las actitudes antidemocráticas, excesivamente asimétricas o autoritarias en las aproximaciones profesional-consultante, salvo en contadas situaciones de urgencia y puntuales; replantearnos el tipo y organización de nuestras instituciones actuales para atenderlos, tanto hospitalarias como extrahospitalarias, a menudo estereotipos de acartonamiento, inmovilismo y totalitarismo donde los haya… Por ejemplo, ya es hora de que esas instituciones tan medicalizadas y jerarquizadas que hemos creado durante el siglo xx dejen de seguir llamándose y construyéndose como hospitales y en hospitales: «servicios de internamiento hospitalarios», «hospitales psiquiátricos» (cuando son residencias biológicamente asistidas), «hospitales de día» (cuando son o deberían ser instituciones para tratamientos psicosociales intensivos), etcétera. Porque seguimos llamándolas así incluso cuando los tratamientos que aplican son fundamentalmente psicológicos y psicosociales, como en muchos de los mejores «hospitales de día»… Parece evidente que, salvo en el caso de unidades superespecializadas para un número seleccionado de sujetos con gran componente biológico en su situación patológica, las instituciones psiquiátricas hospitalarias que hoy siguen dominando la asistencia deberían ser sustituidas paso a paso por servicios comunitarios psicosocialmente integrados (proactivos y orientados a la detección y 13 atención precoces, a la ayuda a las familias y a los grupos sociales con riesgo de psicosis), por residencias para crisis, por residencias «a medio camino» y alojamientos asistidos, etcétera. Ésa es la «cuarta reforma de la atención psiquiátrica», que hoy considero cada vez más urgente poner en marcha y en la cual, posiblemente, los sistemas biológicos de tratamiento han de cumplir una función, pero mucho menos dominante y excluyente de la que poseen en la actualidad. Por supuesto que, en esa alternativa, la perspectiva biológica de la psiquiatría –y las empresas que la fabrican– deberán aceptar estar integradas en el conjunto de actividades y equipos comunitarios, integradores de lo biológico, lo psicológico y lo social, para la atención a este tipo de pacientes (y a sus familias). Desde esa perspectiva alternativa, han escrito Morrison, Renton, French y Bentall el libro que el lector tiene entre sus manos: para dar herramientas, medios de comprensión, afrontamiento y resiliencia al propio paciente y a su familia. Un trabajo que creo que es cada vez más útil. Un trabajo que no es nuevo, puesto que allá por los años setenta del siglo xx intenté contribuir al mismo cuandome atreví a escribir un libro con esos objetivos.1 Pero el volumen que el lector tiene entre sus manos posee un enfoque diferente, desde luego: mucho más práctico al tiempo que más actualizado y orientado, además, por una de las perspectivas de la psicología actual más avanzada en la defensa de otra consideración para las psicosis: la perspectiva o paradigma cognitivo-conductual. Más de un clínico o autor, tanto de orientación psicoanalítica o psicodinámica como incluso del mismo modo de pensar teórico de los autores, podría tachar esta obra de «superficial, en exceso optimista, hipomaníaco o (incluso) peligroso»… Cierto que algunos pacientes con psicosis tal vez tomen alguna de sus páginas e indicaciones de forma que pueda favorecer el trastorno o hasta de manera que dificulte la relación con sus terapeutas. Es un peligro real, como en muchos otros libros de divulgación y manuales de autoayuda o como el mismo Internet. Pero, nuevamente, tal vez parte de esos temores se hallan aún demasiado lastrados por una perspectiva muy asimétrica con respecto a las capacidades mentales y de juicio de la realidad de los pacientes con psicosis y, sobre todo, por una perspectiva individualista de su tratamiento, no basada en auténticos equipos integrados que usen los medios comunitarios para ayudar a estos pacientes. Algunas de esas críticas parten quizás de una perspectiva científica que considera las psicosis tan sólo como «enfermedades genéticas del cerebro» y no como trastornos profundos de la vivencia y de las relaciones 14 del sujeto. A menudo, los libros y trabajos que proporcionan técnicas y herramientas para que el sujeto pueda hacerse cargo al menos de una parte de sus enfermedades o trastornos, y más en el ámbito del trastorno mental, son criticados desde diversas perspectivas, con la idea de que pueden facilitar que la información o las recomendaciones contenidas en los mismos alimenten la delusión,2 el autoengaño y los mecanismos de defensa psicóticos. Pero si contamos con equipos integrales, interprofesionales e interparadigmáticos, bien en contacto con la comunidad, tal vez esos profesionales y equipos pueden contrarrestar (o ayudar a hacerlo) incluso el englobamiento o la utilización de estas propuestas por la parte psicótica de la personalidad de los lectores –suponiendo que, previamente, antes, tal dinámica haya desbordado sus partes sanas, sus capacidades de juicio y resiliencia. Por otra parte, para los profesionales y técnicos potencialmente lectores, si parten de esa otra perspectiva o de esas posibilidades, un libro como el aquí se presenta puede cobrar incluso nuevos sentidos: por ejemplo, podría ser utilizado por otros miembros de los equipos comunitarios o de la propia comunidad para ayudar a las personas afectadas… Aunque de entrada, esta posibilidad resulte extraña o poco probable, y más en algunos países como el nuestro, cuyos servicios se hallan en exceso centrados en los fármacos y en perspectivas biológicas… Pero otras perspectivas son posibles, otros mundos son posibles. Máxime por el optimismo y la frescura con que escriben Morrison, Renton, French y Bentall, haciéndonos acompañar a Calvin y Cath en sus experiencias, sentimientos, pensamientos, delusiones y alucinaciones, y formas de afrontar y contenerlas… Optimismo, frescura y utopía no son sinónimos de ingenuidad y peligro, como a menudo tenemos tendencia a sentir (o incluso a creer). Ciertamente, un paciente que haya leído este libro puede negar o denegar más la «enfermedad» y, posiblemente, preguntará y dudará de más afirmaciones y prescripciones de algunos de sus cuidadores, lo cual puede resultar negativo para su tratamiento, desde luego. Pero tal vez, sobre todo, se opondrá más fundamentadamente a una psiquiatría anencefálica, a una psiquiatría sin consideración del sujeto, y eso significará más problemas para las descripciones y sentencias dogmáticas que hoy dominan la psiquiatría «oficial». La capacidad de autonomía, pensamiento y actitudes autónomas es uno de los componentes de la definición de salud integral, casi desde cualquier perspectiva actualizada. ¿En virtud de qué «apriorismos» teóricos y pragmáticos hemos de pensar 15 que ese aspecto de la salud no es aplicable a la capacidad que el propio paciente con psicosis posee (o no) para comprender partes de su propio trastorno e incluso para afrontarlas? Una perspectiva biologista o incluso sociologista tal vez pueda descuidar ese elemento de la salud y esa necesidad de que el paciente se haga cargo, en la medida de lo posible, de su trastorno. Una perspectiva psicoterapéutica y una perspectiva integradora, nunca. Jorge L. Tizón Neuropsiquiatra, psicólogo, psicoanalista, director del equipo de Prevención en Salud Mental EAPPP (Equip d’Atenció Precoç als Pacients en risc de Psicosi). Institut Català de la Salut 16 Agradecimientos y una nota de introducción Gran parte de este libro tiene una deuda con el trabajo realizado por muchos clínicos e investigadores. Especialmente, nos gustaría expresar nuestro agradecimiento a Tim Beck por desarrollar la terapia cognitiva en primer lugar, y a Dennis Greenberger y Christine Padesky por escribir El control de tu estado de ánimo, que supone una herramienta especialmente útil tanto para terapeutas cognitivos como para pacientes y que, en verdad, ha servido de inspiración para este libro. También nos gustaría expresar nuestro agradecimiento a nuestros colegas en los campos de la terapia cognitiva y la psicosis, cuyo número es demasiado grande para mencionarlos individualmente. Para acabar, agradecemos a los usuarios de nuestros servicios y a sus familias la gran cantidad de información que nos han proporcionado a lo largo de los años respecto a los mejores métodos para conseguir que nuestro enfoque sea alcanzable. Esperamos que este texto esté a la altura de la ayuda que nos prestaron y haga que la terapia cognitiva sea más accesible para las personas que sufren angustiosas experiencias psicóticas. Su propósito no es ser un libro de autoayuda, sino una herramienta que ayude a los afectados cuando reciben terapia cognitiva de un profesional de la salud mental con una formación adecuada. Eso no quiere decir que esta publicación no deba ser leída por aquellas personas que no estén recibiendo terapia, pero es más probable que resulte de utilidad si hay alguien que las aconseje y que las guíe a través de los capítulos. 17 1. ¿Qué es la psicosis? Calvin es un joven de veintiséis años. Desde los dieciocho, a menudo cuando no hay nadie a su alrededor, oye voces que sólo él puede escuchar. La mayoría de las veces, esas voces parecen proceder de algún lugar cercano situado a su izquierda, pero en otras ocasiones parece que el origen esté justo detrás de su frente. Pueden aparecer en cualquier momento del día, aunque lo más frecuente es a última hora de la tarde o al anochecer. A veces pasan hasta diez días sin que las oiga, pero en otras ocasiones le atormentan durante horas. Su volumen y su claridad también varían, oscilan desde un leve balbuceo de difícil comprensión hasta una voz tan clara como la de alguien que estuviera sentado justo a su lado. Ha intentado buscar diversas explicaciones al porqué de esas voces. En algunas ocasiones culpa a Dios o al diablo, en otras (normalmente después de una de sus reuniones habituales con su psiquiatra o con el profesional comunitario de enfermería psiquiátrica) intenta aceptar que algo funciona mal en su cerebro, aunque esa explicación nunca le convence por completo. Siguiendo el consejo de su médico, ha tratado de no hacer caso a las voces, pero con frecuencia le resulta imposible. Cuando éstas son muy angustiantes procura enfrentarse a ellas volviendo a su piso, tumbándose en la cama, poniéndose los auriculares y escuchando música con el volumen elevado. Las voces no siempre le han alterado tanto. De hecho, cuando aparecieron por primera vez eran bastante reconfortantes. Le hablaban de la terrible época de su infancia durante la cual sufrió abusos sexuales, le decíanque no había sido culpa suya y que no tenía nada de lo que avergonzarse. Siendo vagamente consciente de lo poco corriente de su experiencia, guardó silencio acerca de esto. Las voces hacían su aparición siempre que se sentía especialmente infeliz y le levantaban el ánimo. Sin embargo, todo cambió cuando, a los veintidós años, Calvin se peleó con un empleador que se había metido con él utilizando insultos racistas. Después de meses de tormento, cedió al final a la provocación, arremetió contra el hombre y lo golpeó. En consecuencia, éste llamó a la policía. Al ser interrogado, Calvin habló abiertamente de las voces por primera vez y sin pensarlo bien con el médico de la 18 policía, que había sido llamado a la comisaría para examinarlo. Debido a ello, fue «detenido en contra de su voluntad» según el artículo 22 de la Mental Health Act (Ley de Salud Mental), y se le obligó a recibir medicación antipsicótica. Fue una experiencia horrible. Tras rechazar el tratamiento, el personal de enfermería lo inmovilizó y le administró una dolorosa inyección en la nalga. El incidente fue muy traumático y le recordó algunas de sus experiencias anteriores, especialmente la violencia y los abusos a que se había visto sometido durante su vida en un hogar de acogida. Después de su estancia en el hospital, las voces de Calvin se volvieron cada vez más críticas. Hablaban de él de forma negativa o le criticaban directamente. Durante los últimos años ha tomado la medicación de forma intermitente. No obstante, hace unos meses y debido a las frecuentes visitas de su enfermera psiquiátrica comunitaria, Calvin ha tomado el medicamento con regularidad. Tiene sentimientos encontrados respecto al tratamiento, porque, por un lado, no está del todo seguro si quiere que las voces desaparezcan (curiosamente, a menudo se siente aburrido y solo después de períodos prolongados sin ellas) y, por otro, porque cuando toma los fármacos, se siente muy aletargado, desmotivado y emocionalmente aplastado. A muchos usuarios de los servicios de salud mental, a sus familias y a los profesionales que se ocupan de ellos, las experiencias de Calvin les resultarán muy familiares. Pese a esta familiaridad, también pueden parecer las desconcertantes pruebas de una mente que ha perdido contacto con la realidad. Es bastante frecuente que las personas que oyen voces se sientan amenazadas por ellas y teman estar deslizándose por una pendiente que sólo puede acabar en la locura absoluta. De hecho, en ocasiones Calvin se ha preguntado si está sufriendo un lento deterioro y se ha comparado con un anciano tío suyo al que, hace algunos años, vio derivar hacia la demencia y, al final, hacia la muerte. Los amigos y los familiares de Calvin también sienten temor por lo que le deparará el futuro. A su madre le preocupa, en especial, que pueda volverse violento e incontrolable; con frecuencia ve en la televisión muchos casos de pacientes psiquiátricos que atacan a otras personas, e incluso llegan a asesinar a desconocidos. En este sentido, el personal psiquiátrico que se ha ocupado de Calvin durante estos años no siempre ha sido de ayuda. Algunos de los psiquiatras a quienes ha visitado le han dicho que sufre «esquizofrenia», y otros que tiene una «psicosis paranoide», pero 19 ninguno le ha explicado el significado de estos términos. El hecho de que diferentes psiquiatras no parezcan estar completamente de acuerdo entre sí ha alimentado sus dudas acerca del tratamiento propuesto. Para aumentar más su confusión acerca de este tema, Calvin es consciente de que otras personas que han recibido estos mismos diagnósticos parecen tener problemas muy diferentes a los suyos. Cath es una mujer de cuarenta y un años con dos hijos adultos, que ha estado en contacto con los servicios de salud mental durante más de la mitad de su vida. Sus problemas comenzaron hace veintidós años, justo después del nacimiento de Steven, su primer hijo, cuando empezó a creer que los servicios sociales la estaban espiando. Se negaba a abandonar su domicilio porque temía que planearan quitarle al niño. Al final, su pánico remitió y dos años después nació su hija Claire. Después del segundo nacimiento, todos los temores de Cath reaparecieron y se volvieron más intensos que nunca. Convencida de que los trabajadores sociales la espiaban a través de las ventanas de su casa, e incluso a través del televisor, corrió las cortinas y se negó a salir al exterior para que no le arrebataran a sus hijos. Ni siquiera cogía el teléfono. Cuando una enfermera del distrito fue a su casa para comprobar el estado de los niños y ella le prohibió la entrada, se llamó a un psiquiatra y, finalmente, Cath fue ingresada en un servicio de psiquiatría. No sorprende que esa experiencia sirviera para reforzar los temores de Cath. Ninguno de los intentos de su esposo o del personal de enfermería por tranquilizarla pareció ayudarla. Los problemas de Cath han persistido a lo largo de los años y actualmente cree que la policía trabaja en colaboración con los servicios sociales locales para procesarla. Está convencida de que, en las raras ocasiones en las que abandona el domicilio, los policías entran en su casa y reordenan objetos –adornos y pequeñas piezas del mobiliario– como recordatorio de que está siendo vigilada. Durante las pocas veces que sale, Cath va cabizbaja, mira hacia el suelo y cuenta mentalmente para evitar que agentes de policía y trabajadores sociales lean sus pensamientos. Después de más de dos décadas con estos problemas, la relación de Cath y su marido está peor que nunca. A menudo, él le reprocha que no fuera una buena madre y que él tuviera que llevar la carga de criar a sus hijos. También le dice que, ante todo, debería sentirse agradecida de que él se casara con ella (el matrimonio se 20 celebró de forma apresurada, tras descubrir que Cath estaba embarazada). Como si quisieran confirmar la mala opinión sobre ella, Steven y Claire no se esfuerzan por ocultar cuán difícil les resulta verla, y a pesar de vivir en la misma población, la visitan, como mucho, una vez al mes. Al igual que Calvin, Cath ha recibido varios diagnósticos, entre los cuales se incluyen el de «psicosis puerperal» (el diagnóstico que recibió tras el nacimiento de Steven), «depresión psicótica» y «esquizofrenia paranoide». Está aún más convencida que Calvin de que los profesionales psiquiátricos no comprenden realmente lo que le ha sucedido, y la falta de una explicación convincente a sus problemas ha alentado su creencia de ser víctima de algún tipo de conspiración. 21 ¿Qué es la psicosis? Se han utilizado muchas etiquetas (por ejemplo «esquizofrenia», «paranoia» y «psicosis») para describir los tipos de problemas sufridos por Calvin, Cath y los millones de personas en el mundo que padecen un cuadro parecido al suyo. Un problema que tienen muchos afectados que reciben atención psiquiátrica es que no existe una fuente de información fácilmente accesible que les permita obtener una explicación de estos términos o saber qué pueden esperar de su tratamiento psiquiátrico. A pesar de que en Internet existen algunos sitios útiles, la mayoría de ellos son difíciles de leer y, en ocasiones, algunos de ellos parecen contradecirse. Hay muy pocos libros que proporcionen información sobre la enfermedad mental presentada de una forma clara. Si tienen suerte, los pacientes pueden dar con un psiquiatra, un psicólogo o un profesional de enfermería psiquiátrica que dedique algo de tiempo a hablar sobre sus experiencias, pero los sobrecargados servicios de psiquiatría no siempre proporcionan este tipo de ayuda. Ésta es una de las razones por las que hemos redactado este libro. Puede resultar útil que empecemos por destacar que las diferentes etiquetas que emplean los profesionales de la salud mental al hablar de las dificultades de sus pacientes han sido objeto de una evolución histórica, a medida que distintos psiquiatras y psicólogos se han esforzado por hallar la manera de describir los síntomas de sus pacientes. Consecuentemente,cuando el personal de la salud mental utiliza diferentes términos (por ejemplo, cuando una enfermera se refiere a un paciente diciendo que sufre de «psicosis» y otra lo califica como «esquizofrenia»), en general no pretende hacer referencia a cosas diferentes. Por ello no debería darse una importancia excesiva a los términos que utilizan psiquiatras, psicólogos y enfermeras respecto a sus pacientes (aunque diferentes profesionales pueden no estar de acuerdo en cuáles son las causas de las dificultades de los pacientes, como comentaremos en secciones posteriores del libro). El término más amplio que se utiliza para describir el tipo de problemas experimentado por Calvin y Cath es psicosis (o «trastorno psicótico»). Psicosis quiere decir, simplemente, un tipo de problema en que el paciente parece estar, al menos en cierta medida, fuera de contacto con la realidad. El motivo por el que se considera que el afectado se encuentra así puede ser que tenga percepciones inusuales (por ejemplo, que oiga voces, como le sucede a Calvin) y/o que tenga creencias que a los demás les parecen extrañas o injustificadas (las más frecuentes son la creencia aterradora en la 22 existencia de algún tipo de conspiración malévola, como le ocurre a Cath). Los pacientes con psicosis también pueden sufrir otras dificultades emocionales (por ejemplo, tener problemas para enfrentarse con las exigencias de la vida cotidiana, o estar muy deprimidos). Asimismo, experimentan con frecuencia cambios en la manera en que se perciben a ellos mismos y al mundo que los rodea, preocupándose muchísimo por ideas inusuales que pueden provocar su retraimiento. No obstante, normalmente son las experiencias y las creencias inusuales las que dan lugar a que se describa al paciente como psicótico. Llegados a este punto, resultará útil introducir dos términos que los profesionales de la salud mental emplean para describir los síntomas principales de la psicosis. Calvin oía voces de personas que no estaban realmente presentes. Este tipo de experiencia, que (como veremos más adelante) es sorprendentemente habitual, es conocido como alucinación. El tipo de alucinación más frecuente es la auditiva-verbal, igual que la de Calvin. Sin embargo, con menor frecuencia, los individuos viven alucinaciones visuales (ver cosas que no están realmente presentes, como por ejemplo el caso de un hombre joven que creía que podía ver al diablo), alucinaciones táctiles (por ejemplo, la sensación de ser tocado cuando no hay nadie más presente) y alucinaciones olfativas (olores que nadie más puede detectar). Los psiquiatras y los psicólogos utilizan el término delirio para describir creencias sostenidas firmemente incluso frente a evidencias significativas en su contra, y que a prácticamente todos los demás les parecen increíbles o incluso extravagantes y ridículas. El tipo más habitual de delirio es el paranoide o de persecución. Los individuos con este tipo de creencias, como, por ejemplo, Cath, temen ser víctimas de algún tipo de conspiración. Sin embargo, hay otros tipos de convicciones inusuales que también hacen que los afectados busquen ayuda psiquiátrica; por ejemplo, pueden creer que tienen poderes sobrenaturales o una riqueza enorme (llevándoles a hacer cosas de las que luego se arrepienten) o sentir que son culpables de crímenes imposibles. Un aspecto importante que nos gustaría mencionar es que, en general, las creencias inusuales están vinculadas a la vida de los afectados. Normalmente, las personas con convicciones que a los demás les parecen extravagantes o irracionales tienen buenos motivos para mantenerlas. Por lo visto, eso no quiere decir que dichas creencias sean un reflejo exacto de la realidad. 23 ¿Importa el diagnóstico? Aunque entre los profesionales de la salud mental existe un consenso general sobre el significado amplio del término «psicosis», la situación se complica un poco cuando se hace referencia a etiquetas diagnósticas más específicas. A pesar de los intentos de psiquiatras y psicólogos de definir con precisión los diagnósticos (por ejemplo, en manuales que tratan de concretar los síntomas asociados con cada cuadro clínico), sigue existiendo una falta de consenso sobre la cantidad de trastornos psiquiátricos diferentes que existen y sobre cuál es la mejor manera de etiquetarlos. Un término utilizado frecuentemente para describir las condiciones psicóticas es esquizofrenia. Normalmente, la persona que recibe un diagnóstico de esquizofrenia tiene alucinaciones y/o delirios, pero también otros problemas. Por ejemplo, puede sufrir una falta de motivación, sentirse emocionalmente aplastado y tratar de evitar al máximo el contacto con los demás. También puede tener problemas para hablar con claridad, especialmente en situaciones de alteración emocional. A pesar de que las personas con un diagnóstico de esquizofrenia tienden a ser muy infelices, no suelen darse estos diagnósticos cuando el problema principal experimentado por el individuo tiene que ver con el estado de ánimo (sentimientos). Si predominan los problemas de estado de ánimo suelen utilizarse los conceptos depresión maníaca o trastorno bipolar (ambos poseen el mismo significado). Las personas que reciben estos diagnósticos pueden atravesar períodos de depresión extrema y fases en que se sienten maníacos (excesivamente eufóricos, además de irritados y asustadizos). No obstante, los individuos que reciben un diagnóstico de depresión maníaca/trastorno bipolar también pueden tener experiencias psicóticas (alucinaciones y delirios), especialmente cuando están maníacas. Dado que muchas personas experimentan una combinación de dificultades que no parecen ser claramente esquizofrénicas ni tampoco maníaco-depresivas, y dado que algunos psiquiatras y psicólogos tienen dudas sobre la naturaleza de ambas condiciones como entidades distintas, a menudo se utiliza el diagnóstico de trastorno esquizoafectivo para hacer referencia a pacientes que tienen tanto síntomas psicóticos constantes como problemas persistentes del estado de ánimo. Por lo general, se utiliza el término paranoia para referirse a personas con creencias paranoides o de persecución y sin ningún otro tipo de experiencia psicótica. Ante estas 24 circunstancias, muchos psiquiatras contemporáneos prefieren emplear el término trastorno delirante. Para aumentar la confusión, a veces se usa el diagnóstico esquizofrenia paranoide si las personas presentan muchos síntomas y los más intensos son los temores paranoides. Lo que deben comprender los pacientes y sus amigos y familiares es que, en psiquiatría, los diagnósticos tienen una importancia mucho menor que en medicina general. Diagnósticos psiquiátricos como «esquizofrenia» o «paranoia» no describen enfermedades completamente diferentes entre sí como sucede con diagnósticos como «insuficiencia cardíaca» o «diabetes». Por la falta de consenso que existe en relación con los límites diagnósticos, y dado que las dificultades que tienen los pacientes pueden cambiar a lo largo del tiempo, es muy habitual que los individuos reciban un primer diagnóstico y un segundo e incluso un tercero, cuando, meses o años después, aparece otro médico. Por este motivo, los psiquiatras, psicólogos y enfermeras que ayudan a personas con psicosis deberían tratar de evaluar y comprender la combinación única de problemas que experimenta cada paciente. Mediante este enfoque resulta más sencillo comprender el origen de los problemas de los pacientes y, es de esperar, diseñar intervenciones que cubran sus necesidades.3 25 2. ¿Son anormales mis experiencias? En este capítulo explicaremos cómo las experiencias psicóticas se plantean dentro de un rango en que también se sitúa la actividad normal y sana.4 Mostraremos que no existe una línea divisoria clara entre «cordura» y enfermedad psiquiátrica. Esta observación es importante porque establece que las personas con problemas psiquiátricos no son muy diferentes del resto. De hecho, como comprobaremos en capítulos posteriores, muchas de las dificultadesque experimentan las personas con perturbaciones psiquiátricas pueden ser consideradas variantes extremas de características a las que todos somos propensos. Como vimos en el capítulo anterior, Calvin es un joven de veintiséis años que oye voces desde los dieciocho años. Al principio esas voces le proporcionaban una experiencia positiva, le ofrecían apoyo y consejo, pero comenzaron a volverse negativas después de que Calvin, en contra de su voluntad, fuera ingresado en un hospital cuando tenía veintidós años. Lo medicaron sin su consentimiento y actualmente explica que después de ese incidente, las voces se volvieron críticas y negativas. Fue en aquella ocasión cuando los médicos le dijeron por primera vez que sufría de esquizofrenia. 26 ¿Cuál es la frecuencia de los diagnósticos psiquiátricos como el de esquizofrenia? Como ya comentamos, tanto Calvin como Cath fueron diagnosticados de esquizofrenia. Muchas personas con experiencias similares han recibido este diagnóstico u otros parecidos de sus doctores. Según la opinión médica convencional, la esquizofrenia es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes y llega a afectar aproximadamente al 1% de la población en algún momento de su vida. Eso significa que, sólo en el Reino Unido, en torno a 600.000 personas recibirán un diagnóstico de esquizofrenia (la cifra correspondiente en Estados Unidos se sitúa justo por debajo de los tres millones). Las tasas correspondientes a otros trastornos psicóticos son similares, el trastorno bipolar (o la depresión maníaca) afecta hasta al 2% de la población (es decir, a más de un millón de personas en el Reino Unido y a unos seis millones en Estados Unidos) y el trastorno esquizoafectivo afecta a alrededor del 0,5% (es decir, a unas 300.000 personas en el Reino Unido y a 1,5 millones en Estados Unidos). Esto significa que, si se suman otros trastornos psicóticos como la depresión psicótica o el trastorno delirante, más de dos millones de personas en el Reino Unido sufrirán una enfermedad psicótica que los llevará a buscar ayuda en los servicios de salud mental. 27 ¿Con qué frecuencia se oyen voces? La semana pasada Calvin caminaba por la calle y oyó una voz que decía «No debería permitírsele salir. Alguien debería ir a buscarle». Cuando miró alrededor no había nadie. Ayer, cuando veía la televisión, oyó una voz que le decía que el presentador de las noticias estaba hablando de él. Cambió de canal para ver Top of the Pops y la voz dijo «La canción que suena trata de ti». De hecho, la experiencia de Calvin de oír voces cuando no hay nadie a su alrededor (o, al menos, cuando nadie parece estar diciendo las palabras que oye) es bastante frecuente. A veces las voces parecen provenir de los vecinos, de la televisión o de la radio, de personas que pasan por la calle o incluso de fantasmas. En otras ocasiones, puede parecer que surgen del aire, que vienen de detrás, que atraviesan paredes o provienen hasta de altavoces. A menudo, parecen muy reales y, en ocasiones, su volumen puede ser muy elevado. Pueden gritar o, al contrario, susurrar. Las voces pueden decir todo tipo de cosas. A veces, su mensaje no resulta molesto e incluso puede ser positivo o comprensivo, pero a algunas personas estas voces les provocan ansiedad o les resultan amenazadoras o abusivas. Si usted oye voces que no le resultan molestas, no existe ningún motivo para considerarlas problemáticas. Sin embargo, la sola experiencia de oírlas hace que algunos se sientan preocupados. Otras veces, puede parecer que las voces hablan del oyente, llegando a describir lo que está haciendo o pensando. Este tipo de experiencia puede resultar muy confusa porque cuesta comprender cómo es posible que las voces sepan detalles tan personales. Si son groseras o abusivas pueden causar molestias especiales. En ocasiones pronuncian obscenidades o piden a quien las escucha que haga cosas terribles. Existe cierto grado de evidencia de que las voces son un fenómeno psicológico normal que casi todos podemos experimentar en determinadas circunstancias. Las alucinaciones pueden ser inducidas por drogas (como el cannabis, el LSD o la cocaína) o por la abstinencia alcohólica después de un período prolongado de consumo intenso. Existen algunos acontecimientos vitales estresantes concretos como, por ejemplo, el duelo, que parecen causar la experimentación de alucinaciones (ver personas u oír voces). Un estudio, por ejemplo, detectó que más del 80% de las personas mayores que habían perdido a su pareja habían experimentado una alucinación visual o auditiva 28 (creyeron que veían u oían a su pareja) durante el mes posterior a la muerte.5 Los estudios sugieren que entre el 10% y el 25% de la población general ha tenido una experiencia alucinatoria al menos en una ocasión. Un estudio reciente sobre una población de 1.000 individuos sin antecedentes psiquiátricos observó que el 16% había oído voces, cifra que implica que en torno a diez millones de personas en el Reino Unido y 47 millones en Estados Unidos han oído voces. Un importante estudio norteamericano basado en entrevistas a 17.000 personas6 observó que entre el 4% y el 5% de la población general había experimentado alucinaciones durante un período de un año, lo que significa que son unos tres millones de personas en el Reino Unido (y casi 15 millones en Estados Unidos) que oyen voces cada año. Los investigadores que han analizado la aparición de voces en estudiantes universitarios han observado que una minoría significativa (37% a 39%) declara haber tenido este tipo de experiencia, y que están relacionadas con problemas de salud mental. Un estudio observó que el 71% de los 375 estudiantes entrevistados declararon haber tenido alucinaciones verbales breves en estado despierto.7 El trabajo de Marius Romme, un psiquiatra social danés, respalda estos hallazgos. Observó que el 39% de las 173 personas con alucinaciones auditivas que respondió a un llamado a través de la televisión no recibía atención psiquiátrica.8 Tomados en conjunto, estos resultados sugieren que el hecho de oír voces es una experiencia mucho más habitual de lo que los médicos suelen suponer y que no conduce forzosamente a necesitar atención psiquiátrica. 29 ¿De dónde vienen las voces? Calvin empezó a oír voces a los dieciocho años. Precisamente en aquella época había comenzado a recordar un episodio de abusos sexuales sufrido durante su infancia. Esos recuerdos le resultaban muy perturbadores y tenía problemas para dormir. Al intentar conciliar el sueño y con la esperanza de sentirse más tranquilo durante el día, empezó a fumar grandes cantidades de cannabis. Cuando las voces hicieron su aparición descubrió que éstas querían apoyarlo diciéndole cosas como «estarás bien» y «no fue culpa tuya». Pensó que las voces podían pertenecer a amigos sobrenaturales que trataban de protegerlo. Ciertos factores parecen asociarse con el inicio de la experiencia de oír voces,9 y algunos estaban presentes en el caso de Calvin: — La experiencia reciente de un duelo. — La experiencia de abusos sexuales durante la infancia o durante la vida adulta. — La experiencia de otros tipos de trauma grave (como, por ejemplo, ser víctima de agresiones físicas, combates o secuestros). — El confinamiento solitario. — La privación de sueño. — El consumo de determinadas drogas (como el speed, la cocaína, el cannabis o el LSD). — Una temperatura muy elevada u otra enfermedad física. — Encontrarse en la frontera entre el sueño y la vigilia. Marius Romme describió que la mayoría de los pacientes que había visitado habían empezado a oír voces después de experimentar un acontecimiento traumático, y sugiere que el hecho de oír voces puede formar parte de un proceso de afrontamiento. Sin duda, ésta es una manera de entender el desarrollo de las voces que oía Calvin. Aunque resulte difícil de creer, a veces las voces que nadie más puede oír pueden ser interpretaciones erróneas de otros sonidos. También pueden ser la interpretación falsa de los propios pensamientos, y parececomo si una persona estuviera hablando en voz alta. Eso no significa que el sonido de la voz tenga que ser similar al de la propia voz. Podrían parecerse al recuerdo de la voz de alguna otra persona. Ser una voz masculina, femenina 30 o incluso infantil. La manera más sencilla de entender esto es pensar en los sueños. En nuestros sueños podemos oír las voces de otras personas mientras hablan. También existen otros ejemplos de sonidos que podemos recordar o experimentar vívidamente: el recuerdo de otras personas mientras hablan, cuando imaginamos deliberadamente una conversación con alguien a quien conocemos bien o cuando somos incapaces de apartar de nuestras mentes una canción que hemos escuchado en la radio. Estos ejemplos demuestran que, en determinadas situaciones, podemos ser capaces de experimentar nuestros propios pensamientos como si fueran la voz de otra persona. Al parecer, la probabilidad de que esto suceda es mayor en determinadas circunstancias, como después de episodios de insomnio, la exposición a fuentes de estrés o por efecto de las drogas. Existen muchos hallazgos científicos que respaldan esta explicación. Por ejemplo, los escáneres cerebrales han mostrado que cuando las personas están oyendo voces existe actividad en las regiones cerebrales que normalmente controlan el habla.10 Otros estudios han mostrado que los músculos del habla se mueven cuando las personas oyen voces, de una manera muy similar a la que tiene lugar cuando hablamos con nosotros mismos o pensamos en palabras (este fenómeno se denomina subvocalización y es similar al que se produce cuando leemos o rezamos en silencio). Finalmente, algunos estudios científicos sugieren que la subvocalización deliberada (cuando, por ejemplo, uno cuenta para sí mismo, recita una poesía, resuelve crucigramas, etcétera) interfiere con las voces, frecuentemente hasta las impide. Por lo tanto, parece que a menudo las voces consisten en un «discurso interno» (o en nuestros propios pensamientos) y que se vivencian como si procedieran de alguien o algo diferente. 31 ¿Por qué algunas personas se sienten perturbadas por sus voces? Calvin sólo comenzó a sentirse perturbado por sus voces cuando lo ingresaron en un hospital y lo obligaron a tomar medicamentos. En ese momento, las voces pasaron de ser comprensivas a ser abusivas y críticas, decían cosas como «está loco», «nunca saldrá del hospital» y «alguien debería darle una buena paliza». Empezó a preocuparle que, en realidad, las voces fueran las de vecinos suyos o de otros pacientes del centro y que tuvieran la intención de hacerle daño debido a su origen racial. A pesar de que muchas personas oyen voces y no se sienten inquietas en absoluto por ellas, llegando incluso a valorar esta experiencia, otras se sienten totalmente trastornadas. Es posible que sea el resultado de un cambio en las circunstancias vitales o de un aumento del estrés. El caso de Calvin puede haber sido éste, ya que ser ingresado en un hospital psiquiátrico puede resultar una experiencia muy atemorizante. Es fácil entender que si se oyen voces que parecen proceder de alguien poderoso o de alguien que pretende hacernos daño, la experiencia puede resultar muy perturbadora (no sorprende que Calvin se sintiera intranquilizado al creer que sus vecinos tenían la intención de causarle algún daño). Algunas personas se sienten preocupadas por el contenido del mensaje de las voces (las voces que Calvin oía eran claramente amenazadoras), mientras que otras personas se inquietan porque las voces les distraen mucho y les impiden hacer cosas como concentrarse, mantener una conversación o conciliar el sueño. El motivo por el que experiencias como la de oír voces puedan resultar perturbadoras se analizará más detalladamente en capítulos posteriores. 32 ¿Es frecuente sentirse paranoico? Hemos visto que Cath es una mujer de cuarenta y un años con dos hijos adultos que ha estado en contacto con los servicios psiquiátricos durante los veintidós años trascurridos desde el nacimiento de su primer hijo. En aquel momento creía que los servicios sociales se dedicaban a espiarla para obtener información y quitarle la custodia de su hijo. Aunque afrontó y superó ese episodio, con el nacimiento de su hija Claire dos años más tarde sus creencias reaparecieron. Los problemas de Cath se han mantenido a lo largo de los años y actualmente cree que la policía colabora con los servicios sociales planeando someterla a un proceso judicial. Piensa que entran en su casa cuando ella sale y que cambian las cosas de lugar para recordarle que la vigilan. Como resultado de ello raramente sale de su casa. Las ideas o creencias que un médico denominaría «delirios» también son un síntoma muy frecuente de la esquizofrenia; el tipo más habitual es el delirio de persecución o las creencias paranoides –que tienen lugar cuando las personas creen que alguien está tratando de hacerles daño de modo deliberado–. Alrededor del 60% de las personas con un diagnóstico de esquizofrenia tienen este tipo de convicciones. Esta clase de creencias también es notablemente frecuente en la población general.11 Por ejemplo, las investigaciones han mostrado que en torno al 25% de los individuos sin antecedentes de utilización de los servicios de salud mental piensa que alguien les persigue (esto representaría aproximadamente 15 millones de personas en el Reino Unido y 74 millones en Estados Unidos) y alrededor del 10% tienen pensamientos acerca de la existencia de una conspiración en su contra (en torno a seis millones de personas en el Reino Unido y a 30 millones en Estados Unidos). Evidentemente, la mayoría de las personas experimenta de vez en cuando, sin motivo, sentimientos moderados de no gustar a otros; por ejemplo, al entrar en una habitación llena de desconocidos. 33 ¿Con qué frecuencia se tiene otro tipo de creencias inusuales? En ocasiones a Calvin le preocupa que la gente en la televisión o en la radio esté hablando de él. Existen muchos otros tipos de creencias inusuales. Entre las personas diagnosticadas de esquizofrenia los más frecuentes son los delirios de referencia, en los que las personas sienten que otra gente, la televisión o la radio, las revistas o los periódicos están hablando de ellas (observado en torno al 70% de los pacientes). Los delirios de control, en los que las personas creen que sus acciones son controladas por alguien o algo (como por ejemplo Dios, el diablo, extraterrestres u otros individuos), también son frecuentes y se observan en alrededor del 50% de los pacientes. Otras creencias inusuales comunes incluyen el pensar que los propios pensamientos son emitidos, que los pensamientos son introducidos en el propio cerebro desde el exterior, o la convicción de que uno ha sido elegido para realizar una misión, o que es especial por algún motivo concreto. En un estudio realizado en 60.000 adultos británicos, se observó que las creencias en fenómenos no científicos o parapsicológicos eran frecuentes.12 Por ejemplo, el 50% de las personas objetos de ensayo expresó su creencia en la transferencia de pensamientos entre dos personas (telepatía) y el 25% creía en los fantasmas. Otras investigaciones han demostrado que entre el 30% y el 80% de las personas creen, hasta cierto punto, en algunas ideas que los médicos suelen etiquetar de delirantes. Así, en un estudio13 se observó que el 42% de las personas cree que otros están haciendo insinuaciones acerca de ellas (unos 25 millones en el Reino Unido y 136 millones en Estados Unidos) y que el 5% piensa que la televisión o las revistas contienen mensajes especiales dirigidos personalmente a ellos (alrededor de tres millones de personas en el Reino Unido y 15 millones en Estados Unidos). 34 ¿De dónde vienen las creencias delirantes? Probablemente, tanto el estrés como la cultura y el sistema general de creencias de una persona desempeñen un papel en el desarrollo de las creencias inusuales. Por ejemplo, es improbable que alguien que no ha recibido una educación religiosa llegue a preocuparsepor la posibilidad de que el diablo le controle, o que alguien que nunca ha creído en la vida extraterrestre se preocupe por la posibilidad de que haya seres desconocidos enviando pensamientos a su cerebro. Los psicólogos han demostrado que, en contra de la convicción popular, los delirios no son mantenidos con una certidumbre absoluta y que éstos varían en términos de la perturbación que provocan, del tiempo que las personas dedican a pensar en ellos y del esfuerzo realizado para enfrentarse con estos pensamientos.14 También se ha investigado que los pacientes que experimentan creencias delirantes tienden a precipitarse en sus conclusiones y tienen un estilo de razonamiento que se caracteriza por la rapidez y el exceso de confianza; 15 dicho de otra manera, las personas con creencias inusuales toman las decisiones relacionadas con las causas de los acontecimientos de manera muy rápida y a menudo se aferran a la primera explicación que se les ocurre de un asunto. Se ha observado que las creencias paranoides, especialmente, pueden producirse cuando la gente culpa a otras personas de las experiencias vitales negativas,16 y se cree que este estilo de razonamiento puede contribuir a protegerles de una baja autoestima (si culpas a otra persona cuando algo te sale mal, no tienes que culparte a ti mismo). En el caso de Cath, es posible que sus temores acerca de sus hijos puedan haberla llevado a sentir que merecía ser castigada de alguna manera. Tal vez el culpar a la policía y a los servicios sociales por todo lo malo que le sucede actualmente evite, de alguna manera, la necesidad de culparse a ella misma (protegiendo así su autoestima). También puede ser que estuviera atribuyéndole significado a una coincidencia, como por ejemplo al hecho de haber recibido una carta de los servicios sociales en el momento que un helicóptero sobrevolaba su casa, asumiendo que existía una conspiración que involucraba a la policía y a los servicios sociales sólo porque esto fue lo primero que se le ocurrió. Mientras otras personas podrían haber descartado esta idea por poco realista, su estilo de pensamiento podría hacer que se aferrara a esta explicación. 35 ¿Por qué algunas personas se sienten perturbadas por sus creencias inusuales? En un estudio sobre ideas inusuales,17 se observó que no era el contenido de las creencias el que permitía distinguir entre los pacientes ingresados en un servicio de psiquiatría y los miembros de la población general, sino el grado de certidumbre (hasta qué punto creían que sus convicciones eran ciertas), malestar y preocupación (hasta qué punto no podían evitar pensar en ello). Este dato sugiere que es el modo como estos pensamientos son interpretados, más que los pensamientos propiamente dichos, lo que distingue a los pacientes psicóticos de la población general. Dicho de otra manera, cuanto mayor sea la atención que las personas presten a los pensamientos inusuales, mayor será su seguridad de que éstos deben ser ciertos, y cuanto mayor sea la significación que les atribuyan, mayor será la probabilidad de que se sientan angustiados y busquen ayuda psiquiátrica. En el caso de Cath, ella creía, con una certeza próxima del 90%, que los servicios sociales y la policía trataban de procesarla judicialmente y dedicaba gran cantidad de tiempo a darle vueltas a estas ideas; como resultado, se sentía angustiada casi siempre. Probablemente, si pudiera pensar en estas fantasías considerándolas improbables y consiguiera expulsarlas de su mente, su sufrimiento sería mucho menor. En capítulos posteriores examinaremos de qué manera podría terminar desarrollando habilidades que la ayudaran a alcanzar este objetivo. 36 ¿Son anormales mis propias experiencias? En este y posteriores capítulos del libro le pediremos que realice algunos ejercicios que pueden ayudarle con cualquier problema psicótico que haya estado experimentando. ¿Tiene alguna experiencia similar a las que se han descrito en este capítulo? En caso afirmativo, ¿cuáles son? ¿Cree que son comunes? Base su decisión en la información que se ha presentado en este capítulo. Sus experiencias o creencias Porcentaje de la población con experiencias similares Cantidad de personas con esta experiencia en el Reino Unido (con una población total cercana a los 60 millones de personas) Cuando empezó a tener estas experiencias, ¿había algún factor (quizás señalado por otras personas) asociado con su inicio? Marque todas las casillas que correspondan. ☐ Fallecimiento de una persona querida ☐ Abusos sexuales durante la infancia ☐ Abusos sexuales durante la vida adulta ☐ Agresiones físicas durante la infancia ☐ Agresiones físicas durante la vida adulta ☐ Abuso emocional o bullying intensos ☐ Situaciones de combate o secuestro ☐ Confinamiento solitario o aislamiento social ☐ Privación de sueño ☐ Consumo de drogas (como por ejemplo speed, cocaína, cannabis, éxtasis) ☐ Consumo de sustancias alucinógenas (como por ejemplo setas mágicas o LSD) ☐ Una temperatura muy elevada u otras enfermedades físicas 37 ¿Debería buscar ayuda? Parece lógico pensar que, si las experiencias inusuales son tan comunes como parece sugerir la evidencia comentada, muchas personas con este tipo de experiencias se las arreglan perfectamente sin necesidad de buscar ayuda. Las siguientes preguntas pueden ayudarle a decidir si quiere buscar ayuda para sus experiencias. 1. ¿Cómo me siento? Si las experiencias provocan que se sienta ansioso, enfadado, triste o angustiado, puede merecer la pena reflexionar acerca de lo que le ha estado sucediendo y valorar si desea buscar algún tipo de ayuda para sus problemas. Por otro lado, puede decidir tomar medidas para solucionar sus problemas usted mismo. 2. ¿Soy capaz de hacer las cosas que deseo hacer? Si existe algo que le gustaría realizar, como por ejemplo visitar a sus amigos, salir, ir a comprar o buscar trabajo, y la preocupación por sus experiencias está impidiendo que las lleve a cabo; en ese caso merece la pena valorar la posibilidad de adoptar algún tipo de iniciativa. 3. ¿Mis relaciones cercanas están siendo afectadas? Si sus experiencias inusuales y su sufrimiento provocan problemas en sus relaciones interpersonales importantes, enfrentarse con esas vivencias puede tener efectos positivos. 4. ¿Se ve mi sueño afectado? Al tratar de conciliar el sueño por la noche, ¿determinadas preocupaciones no cesan de dar vueltas en su cabeza haciendo que se sienta inquieto e incapaz de calmarse? ¿Se despierta temprano y le resulta imposible conciliar el sueño de nuevo debido a las inquietudes que le rondan? 5. Respecto a mi estado físico, ¿me siento anormal o me gustaría sentirme de manera diferente? ¿Se siente más cansado que normalmente? ¿Experimenta palpitaciones, dolores de cabeza, náuseas, «mariposas» en el estómago, incapacidad para concentrarse, se siente tembloroso, etcétera, pero no se le ocurre ninguna causa física? Este tipo de experiencias puede indicar que tiene preocupaciones, incluso si no es consciente de ellas. 6. ¿Han comenzado otras personas a señalar que me comporto de manera distinta a la habitual? Si otras personas de su confianza han empezado a señalar que su comportamiento, reacciones o estado de ánimo parecen diferentes a los habituales, puede merecer la pena comprobar si tiene alguna preocupación que pueda explicar estas diferencias. 38 3. ¿Seré siempre así? En ocasiones, Cath piensa en su vida y tiene la sensación de haber sufrido sus problemas desde siempre. Después de veintidós años de sentirse atemorizada casi constantemente, le resulta difícil recordar la época anterior al nacimiento de Steven y Claire, cuando era capaz de disfrutar de las cosas sencillas de la vida, como visitar a sus amigos o ir al pub con su marido. Cuando piensa en el futuro muy pocas cosas la ilusionan y sólo imagina los próximos años en los que su protección y su seguridad dependerán de un hombre al que hace tiempo ha dejado de amar y que, a su vez, parece haber dejado de quererla. Su pesimismo acercadel futuro está vinculado a sus creencias sobre lo que le ha sucedido. Después de todo, piensa, si sus torturadores la han perseguido durante más de veinte años es probable que no dejen de hacerlo nunca. Calvin también se siente pesimista acerca del futuro, aunque por motivos muy diferentes. A pesar de que sólo ha recibido atención psiquiátrica durante cuatro años, igual que le sucede a Cath le cuesta recordar la época anterior a su enfermedad. A diferencia de Cath, ha comenzado a aceptar progresivamente la explicación sobre sus dificultades que le dan médicos y enfermeras. Ellos han tratado de convencerle, insistentemente, de que sufre una enfermedad del cerebro. El problema de Calvin es que tanto médicos como enfermeras parecen ser muy pesimistas en lo que respecta a su enfermedad. De hecho, en una ocasión su psiquiatra le explicó (con un tono amable: era evidente que opinaba que lo mejor era que Calvin tuviera expectativas poco realistas) que debería aceptar la naturaleza de la esquizofrenia como enfermedad para toda la vida, que nadie se recuperaba de ella por completo y que debería asumir sus limitaciones y hacerse a la idea de que necesitaría tomar su medicación durante el resto de su existencia. Este hecho no sería tan negativo si la medicación sólo tuviera efectos positivos. No obstante, como vimos en el capítulo anterior, cuando tomaba la medicación Calvin solía sentirse desmotivado y falto de emociones. 39 La idea de que la psicosis es una enfermedad para toda la vida tiene su origen en los inicios de la psiquiatría y sigue siendo aceptada por muchos profesionales de la salud mental contemporáneos. De hecho, Emil Kraepelin, el primer psiquiatra del siglo xix que introdujo el concepto de esquizofrenia, opinaba que la enfermedad era degenerativa; dicho de otro modo, que casi todos los pacientes empeorarían a lo largo del tiempo.18 Un motivo por el que algunos profesionales de la salud mental siguen manteniendo esta visión pesimista es que se les enseñó a pensar así durante sus años de formación. Otro motivo es que tienden a recordar a aquellos pacientes con dificultades más persistentes que, por lo tanto, necesitaron un tratamiento continuado. Los afectados que experimentaron episodios breves y desaparecieron de la consulta, sin necesidad de ayuda adicional, pueden ser olvidados rápidamente. Para entender el curso probable que seguirá una persona aquejada de síntomas psicóticos, lo mejor es echar un vistazo a algunos estudios. De hecho, existen muy pocos estudios que hayan explorado lo que le sucede a los individuos con psicosis a lo largo de períodos muy prolongados, sobre todo por la enorme dificultad que conlleva la realización de estas investigaciones. No obstante, todos los que se han efectuado han llegado a las mismas conclusiones generales: 1. El desenlace (cómo conviven los individuos con la enfermedad a lo largo del tiempo) resulta ser un concepto muy difícil de definir. Esto es así porque algunas personas lo llevan bien, otras, en cambio, mal. Por ejemplo, los síntomas de algunas personas desaparecen paulatinamente, mientras que los de otras siguen (desenlace sintomático); hay afectados capaces de afrontar un empleo mientras que otros no (desenlace laboral); y algunas personas consiguen conservar redes de amistades mientras que otras se van quedando socialmente aisladas de manera progresiva (desenlace social). Un aspecto muy importante es que estos tipos de desenlaces diferentes no parecen tener demasiada relación entre ellos. Es decir, una mujer puede recuperarse por completo de sus síntomas pero sentirse incapaz de ir a trabajar, mientras que otra puede ser capaz de conservar una vida social y una carrera profesional y, por ejemplo, seguir oyendo voces. 2. El desenlace es tremendamente variable, no importa cuál sea el diagnóstico. Por ejemplo, determinadas personas se recuperan por completo de sus síntomas, mientras que otras siguen estando afectadas durante largos lapsos de tiempo. Una regla general es que alrededor de una tercera parte de los pacientes de Europa y Norteamérica parecen sanar enteramente, mientras que uno de cada cuatro sigue estando enfermo. El resto de pacientes (en torno a una tercera parte) tiene desenlaces intermedios, ya sea porque experimentan síntomas leves durante mucho tiempo o porque viven episodios sintomáticos graves ocasionales, pero están libres de síntomas priotariamente. Dado que muchas de las personas que pertenecen a este último grupo son capaces de afrontar eficazmente las exigencias de la vida cotidiana, es razonable afirmar que más de la mitad de los pacientes que buscan ayuda psiquiátrica para su psicosis se sienten razonablemente felices durante largos períodos de sus vidas. 3. Una recuperación completa puede producirse muchos años después del inicio de los problemas. Un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud que examinó a pacientes 15 y 25 años después del inicio de su enfermedad observó que muchos de ellos que seguían estando enfermos 15 años después del comienzo de su trastorno se habían recuperado al final del período de 25 años. 40 4. Sorprendentemente, cuando se han realizado comparaciones entre pacientes que viven en países no industrializados (por ejemplo, Nigeria o la China rural) y pacientes procedentes de países industrializados (por ejemplo, el Reino Unido o Estados Unidos), en general se ha observado que se recupera una cantidad mayor de pacientes en los países no industrializados. La explicación de este hecho ha sido objeto de una discusión acalorada, pero muchos psicólogos y psiquiatras creen que el motivo es que los pacientes que viven en países no industrializados experimentan una menor intensidad de estrés, están menos discriminados (por lo que luego están en mejor situación para volver a sus vidas) o tienen sociedades y familias que les proporcionan un grado de apoyo mayor. Al final, Calvin tuvo la suerte de encontrar a un nuevo psiquiatra, el doctor Skinner, que parecía estar informado de los últimos avances científicos y que se tomó el tiempo debido para explicarlos en un lenguaje que Calvin pudiera comprender. En el fondo, este intercambio fue suscitado por el propio paciente, que se dio cuenta de que el hecho de visitar a un nuevo médico por primera vez representaba una oportunidad ideal para preguntar algunas cuestiones que llevaban preocupándole algún tiempo. Antes de entrar en la consulta estaba muy nervioso y le preocupaba que el doctor le riñera por formular preguntas. Sin embargo, estaba tan decidido a obtener respuestas que hizo apuntes en un papel para estar seguro de no olvidarse de nada. Así las cosas, el médico no podría haber sido más amable. Al darse cuenta de la gran ansiedad de Calvin, trató de tranquilizarlo inmediatamente. Le explicó que intentaría dar respuesta a todas las preguntas que pudiera en el cuarto de hora de que disponían, pero que si necesitaba más tiempo le ofrecería una cita especial. El mero hecho de que el doctor se tomara tantas molestias ya hizo que Calvin se sintiera valorado. Cuando Calvin le narró que se sentía atemorizado por lo que pudiera sucederle en el futuro, el doctor sonrió con complicidad y le habló de los estudios a largo plazo que se habían realizado. Le explicó que debía ser optimista sobre el futuro y señaló que, hasta el momento, había conseguido afrontar muy bien algunas experiencias inquietantes. Calvin accedió a visitar al doctor en una segunda ocasión, como éste había sugerido, y en la que tratarían de pensar en un modo de aumentar al máximo las posibilidades de su recuperación completa. A medida que se alejaba de la consulta, Calvin se sintió mejor de lo que nunca se había sentido desde la primera vez que enfermara. Se sentía preparado para influir sobre su propio futuro y optimista sobre lo que probablemente le deparaban los años por venir. 41 42 4. ¿Qué me está pasando? Cath recibió una carta del Departamento de la Seguridad Social que trataba sobre su pensión por discapacidad. En ese escrito, le pedían que acudieraa una cita para asegurar la continuidad de los pagos y le daban fecha y hora. Cuando salió de casa para presentarse a la cita se sentía muy ansiosa. En el camino empezó a intranquilizarse por la posibilidad de que los helicópteros que oía volar por encima de ella estuvieran intentando leer su mente para obtener información sobre sus relaciones personales. Le preocupaba que trataran de usar cualquier información en su contra en un eventual juicio. Debido a ello, su ansiedad aumentó mucho y empezó a tener palpitaciones, lo que la inquietó aún más porque creía que podían deberse a las ondas de radio emitidas desde el helicóptero. Cath fijó la vista en la acera y empezó a contar las baldosas, pensando que eso bloquearía la vigilancia del helicóptero. Llegó al camino principal al mismo tiempo que un coche de policía la adelantaba, y en ese momento estaba tan convencida de que éste formaba parte del mismo plan que dio media vuelta y regresó a su casa, mirando al suelo y contando baldosas durante todo el camino de vuelta. Debido a lo sucedido en aquella ocasión no contestó ninguna de las tres cartas siguientes del Departamiento de la Seguridad Social. A raíz de su incapacidad para asistir a las citas o responder a las cartas, Cath recibió un escrito que anunciaba la interrupción de algunos de sus subsidios. Creyó que la reducción de sus ingresos era el resultado de una conspiración entre la policía y los servicios sociales, que pretendían castigarla por crímenes cometidos en su juventud. Los incidentes del tipo descrito arriba son bastante frecuentes en las vidas de las personas con psicosis. Si usted ha estado sufriendo el tipo de problemas que hemos expuesto en los últimos tres capítulos es posible que haya vivido experiencias similares a las de Cath. Tal vez se haya sentido aterrorizado por alguna combinación de acontecimientos que le ha hecho sentir amenazado. A lo mejor, al igual que le sucedió a Cath, su experiencia le 43 ha llevado a adoptar un curso de acción que sólo ha servido para acrecentar sus problemas. En este capítulo exploraremos cómo se producen estos incidentes. Consecuentemente, empecemos considerando qué le estaba sucediendo a Cath siguiendo el procedimiento que adoptaría un psicoterapeuta: ¿Qué le sucedió realmente a Cath? El diagrama de la página anterior trata de ilustrar qué sucedió. El incidente comenzó cuando Cath salió de casa para acudir a la cita en el Departamiento de la Seguridad Social por la que ya se sentía ansiosa. Víctima de la ansiedad, Cath examinaba su entorno buscando posibles fuentes de peligro. Al oír el helicóptero interpretó que la policía y los servicios sociales estaban espiándola. Le preocupaba que pudieran ser capaces de leer su mente y para evitarlo fijó la vista en el pavimento y se puso a contar las baldosas. Desgraciadamente, eso comportó que Cath dejara de ver lo que sucedía alrededor y, por consiguiente, fue incapaz de darse cuenta de cualquier cosa que estuviera en contradicción con sus temores (como por ejemplo que, de hecho, el helicóptero estaba sobrevolando el centro de la ciudad, situado a cierta distancia). Debido a su preocupación la ansiedad de Cath aumentó y, por ello, empezó a experimentar palpitaciones. No se dio cuenta de que se debían a la ansiedad, sino que asumió que eran provocadas por el equipo de vigilancia que, según creía, viajaba en el helicóptero. En consecuencia, sus palpitaciones parecieron confirmar sus temores y aumentaron su miedo, de manera que regresó a su hogar sin llegar a descubrir si el hecho de haber 44 asistido a su cita hubiera comportado que se produjera algún acontecimiento negativo. Después de este incidente los subsidios de Cath fueron reducidos. En conclusión, ella interpretó este episodio como una prueba adicional que reforzaba su creencia en una conspiración en su contra por parte de la policía y de los servicios sociales. 45 Descomponer los problemas para entenderlos: el método de la terapia cognitiva Todos nuestros problemas están compuestos por una determinada cantidad de factores. Cuando se produce algún acontecimiento que desencadena un sentimiento negativo suele dar lugar a la siguiente secuencia. 1. Sucede un acontecimiento y tratamos de entenderlo. 2. Pensamientos. Éstos son los pensamientos que se nos ocurren después de un acontecimiento. Por ejemplo, pensamos en qué dice sobre nosotros el asunto reciente, en qué estarán pensando los demás o en cuáles son las posibles consecuencias que imaginamos. 3. Sentimientos. Afectan a la manera en que nos sentimos en nuestro fuero interno: tristes, preocupados, enfadados o asustados. 4. Comportamientos. Influyen en aquello que hacemos como resultado de nuestros sentimientos, de algo que ha sucedido o de un pensamiento que hemos tenido. Puede ser algo que hacemos físicamente, como ir cabizbajo y no mirar a los demás, o algo que realizamos interiormente, como cantar para nosotros mismos o intentar no pensar en algo inquietante. Además, nuestras reacciones frente a acontecimientos afectarán a nuestro entorno, como sucedió en el ejemplo de Cath: no acudió al Departamento de la Seguridad Social y posteriormente se interrumpió su subsidio. Estos cambios en nuestro entorno pueden provocar modificaciones en el modo como pensamos el mundo. Estos factores tienen relación entre sí y se afectan recíprocamente. Al comprender estos vínculos y cómo se relacionan los factores podemos comenzar a comprender cómo pequeñas modificaciones de un aspecto repercuten en otras áreas de nuestra experiencia. Si todo sale bien, deberíamos ser capaces de mejorar todos los aspectos de nuestras dificultades concentrando nuestros esfuerzos en uno o dos de los factores. Éste suele ser el enfoque de la terapia cognitiva. La terapia cognitiva, cuyos principios fueron desarrollados por el doctor Aaron T. Beck en Estados Unidos, implica la exploración de los vínculos entre acontecimientos, pensamientos, sentimientos y conductas para comprobar si estas relaciones son susceptibles de ser modificadas de algún modo que ayude a reducir el sufrimiento y mejore la calidad de vida. Los estudios científicos han demostrado que nuestra manera de comprender (pensar) o atribuir significado a nuestros problemas tiene un efecto en nuestra forma de sentir (emoción), actuar frente a y afrontar, los mismos (comportamiento).19 Este modelo puede aplicarse al tipo de problemas que describimos 46 en los capítulos previos20 y la terapia cognitiva basada en este modelo ha tenido éxito al ser utilizada para ayudar a personas con experiencias psicóticas angustiosas como oír voces y tener creencias inusuales.21 Imagine que en un momento problemático de su vida empezó a tener una experiencia inusual (por ejemplo, oír voces) que no le había pasado antes. Si, debido a esta vivencia, usted creyó que otras personas estaban tratando de perjudicarle, pudo haber sentido temor, tensión y otros síntomas de ansiedad como, por ejemplo, palpitaciones. Podría incluso haber renunciado a salir de casa para intentar preservar su seguridad. Si usted pensó, en cambio, que las voces eran una experiencia normal que indicaba tal vez que había estado sometido a una cantidad elevada de estrés, es probable que su ansiedad fuera mucho menor. Por ello podría haber experimentado menos tensión y haber estado más preparado para seguir llevando a cabo todas sus actividades habituales. El principio general es que nuestra manera de pensar en los acontecimientos o en una experiencia influye en lo que sentimos (nuestro estado de ánimo) y cómo actuamos (nuestro comportamiento). A su vez, esto puede afectar a nuestro entorno haciendo, por ejemplo, que renunciemos a salir de casa y perdamos el contacto con nuestras amistades, reduciendo así la cantidad de gente a nuestro alrededor que podría ayudarnos a afrontar nuestras dificultades. Estas áreas de actividad, a su vez, siguen afectándose entre ellas. Por ejemplo, si nuestro estado de ánimo es bajo influye en el modo como pensamos. Si un día nos sentimos muy deprimidos podríamos
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