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104351318-EL-CORAZON-DE-LA-PSICOLOGIA

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EL CORAZÓN DE LA PSICOLOGÍA“…salpicado con humor. La lectura de este libro fue para mí un placer y una experiencia 
luminosa.”
Dr. Arnold Lazarus, Distinguido Profesor Emérito 
de Psicología, Universidad Rutgers.
“El Dr. Paul muestra notables conocimientos 
y el Dr. Chapunoff despliega una maravillosa 
introspección y sensibilidad. Este es un libro 
superior, penetrante, informativo, profundo, 
pero de lectura fácil y fascinante. Contiene 
importante información para todas las 
personas.”
Dr. Myron Gessner, Profesor Asociado de 
Psiquiatría de Niños y Adolescentes, Universidad 
Robert Wood Johnson, Facultad de Medicina.
“Un libro humano, accesible, y con mucha 
compasión. Focaliza en el corazón de confl ictos 
psicológicos por los que todos hemos 
atravesado.”
Dr. Peter Nathan, Profesor Emérito de Psicología, 
Universidad de Iowa.
“Escuche las conversaciones de amplio espectro 
de dos eminentes profesionales del campo 
de la salud sobre los misterios de la mente…
qué conduce a la gente a la tristeza, la avaricia, 
y a todo tipo de confl ictos, incluyendo el 
asesinato…”
“Encontrará explicaciones entendibles y 
humanas de hechos que las justifi can y 
conducen al sentido del valor individual y la 
salud mental. Una bienvenida adición para 
cualquier biblioteca.”
Dr. Carol Goodheart. Presidente de la American 
Psychological Association 2010.
Dr. Eduardo Chapunoff 
Jefe de Cardiología
Nombrado por el Customers’ Research 
Council of America, “Uno de los 
Cardiólogos Topes de Estados Unidos”
Autor de 10 libros
Dr. Howard Paul
Psicólogo Clínico
Profesor Universitario
Reconocido Internacionalmente
EDUARDO CHAPUNOFF, M
D, FACP, FACC
HOW
ARD PAUL, PhD, ABPP, FAClinP
Dr. Arnold Lazarus, Distinguido Profesor Emérito
de Psicología, Universidad Rutgers.
Dr. Myron Gessner, Profesor Asociado de 
Psiquiatría de Niños y Adolescentes, Universidad 
Robert Wood Johnson, Facultad de Medicina.
Dr. Peter Nathan, Profesor Emérito de Psicología, 
Universidad de Iowa.
Dr. Carol Goodheart. Presidente de la American 
Psychological Association 2010.
`
`
EL CORAZÓN DE 
LA PSICOLOGÍA
DESCIFRANDO LOS MISTERIOS DE LA MENTE
HOWARD PAUL, PhD, ABPP, FAClinP 
EDUARDO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC
Prólogo por el Dr. Arnold A. Lazarus
Distinguido Profesor Emérito de Psicología, Universidad Rutgers
AuthorHouse™
1663 Liberty Drive
Bloomington, IN 47403
www.authorhouse.com
Teléfono: 1-800-839-8640
©2012 HOWARD PAUL, PhD, ABPP, FAClinP and 
EDUARDO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC. 
Los nombres y las características que identifican a las personas en este libro han 
sido alteradas para proteger su identidad y mantener la confidencialidad.
Todos los derechos están reservados.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, guardada en un sistema de recuperación 
o trasmitida por cualquier método o medio sin la autorización escrita de los autores.
Publicado por Author House
ISBN: 978-1-4685-6026-8 (sc)
ISBN: 978-1-4685-6025-1 (hc)
ISBN: 978-1-4685-6024-4 (e)
Este libro está impreso con papel libre de ácido.
Debido a la naturaleza dinámica del Internet, cualquier dirección de web o lazos 
contenidos en este libro pueden haber cambiado desde la publicación de esta 
obra y no ser más válidos. Las opiniones expresadas en este trabajo pertenecen 
a los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista del publicador, 
el cual declara que no tiene ninguna responsabilidad por su contenido.
La fotografía de la tapa del libro es una cortesía de Michael Davenpot.
5/23/2012
Librería del Congreso - Número de Control: 2012904136
v
Pró lo go
Hay mucho que se aprende leyendo este libro. Consiste en una serie 
de conversaciones entre el Dr. Eduardo Chapunoff, un cardiólogo 
altamente capacitado cuyo inquisitivo intelecto va mucho más allá de 
la medicina, y el Dr. Howard Paul, un psicólogo clínico de grandes 
conocimientos y experiencia. El Dr. Chapunoff indaga sobre la conducta 
de los seres humanos y explora el significado de muchos conflictos de 
la mente sobre los cuales nunca nos hemos detenido a pensar. El Dr. 
Paul le otorga brillo y claridad a sus respuestas, las que son sencillas y 
accesibles. Las discusiones que sostienen los autores, invitan a pensar 
en profundidad.
Si usted revisa la lista de los títulos de las conversaciones, tendrá una 
idea de los territorios interesantes e importantes que estos doctores 
han tratado. Algunos ejemplos son los siguientes: ¿Cómo se explica 
la crueldad humana, qué hay detrás de los trastornos obsesivos-
compulsivos, la rabia descontrolada, los celos, la tristeza, la ansiedad, la 
culpa, la avaricia, la estima propia, la terquedad, las actitudes ofensivas 
y agresivas hacia otras personas, y la codependencia, entre otros ?
El libro contiene toques humorísticos que se añaden al goce de su 
lectura.
Es digno de notar que el Dr. Chapunoff relata casos auténticos que 
ha observado y de los que se originan sus preguntas, y el Dr. Paul 
distingue entre aquellos que tienen una explicación científica y otros 
cuyas respuestas son especulativas.
Puedo afirmar que he disfrutado la lectura de este manuscrito y que 
también significó para mí, una experiencia luminosa.
Dr. Arnold A. Lazarus, Distinguido Profesor Emérito de Psicología, 
Universidad Rutgers. 
Presidente, Instituto Lazarus, Skillman, New Jersey.
vii
C on t en ido
Prólogo v
Los Autores viii
Introducción xi
LAS CONVERSACIONES
El carácter controversial de la tristeza 1. 1
La rabia descontrolada 2. 8
Los celos 23. 1
Un método para tu locura 34. 4
La salud mental del psicoterapeuta 45. 9
El conflicto entre la sinceridad y la discreción 66. 2
Un problema serio con un hijo homosexual 77. 3
El desorden obsesivo-compulsivo y su base de ansiedad 88. 3
La crueldad humana 99. 8
La culpa, la religión y un juramento comprometedor 1110. 6
El matrimonio: ¿Es algo bueno para ti, o no? 1211. 4
La personalidad: ¿De qué se trata, realmente? 1412. 0
La violación y el incesto 1513. 1
El síndrome de estrés postraumático 1614. 0
La avaricia y el síndrome de Bernard Madoff 1615. 8
La castración no-quirúrgica 1716. 7
La estima propia y la importancia de no perderla 1817. 5
El narcicismo: yo, yo, y yo… 1918. 7
El suicidio: Escape final 2019. 4
La terquedad 2120. 3
Los periles de la pornografía 2221. 1
La codependencia 2322. 2
El bravucón y sus malos tratos 2423. 1
El desorden de atención deficiente e hiperactividad 2524. 2
La violencia doméstica 2625. 7
La anorexia 2826. 0
Educa a tus hijos correctamente 2827. 6
El futuro de nuestra salud mental 2928. 9
Para el lector 3029. 9
viii
L os Au to re s
El Dr. Howard A. Paul es profesor de psiquiatría de la Universidad de 
Medicina y Odontología de New Jersey-Facultad de Medicina Robert 
Wood Johnson, y supervisor en la Escuela para Graduados de Psicología 
Aplicada y Profesional, Universidad Rutgers, New Brunswick, New 
Jersey.
Obtuvo un doctorado en psicología clínica en la Universidad Rutgers, 
y completó su internado en el Instituto Americano para Estudios 
Mentales.
El Dr. Paul ha sido certificado por el Board Norteamericano de Psicología 
Profesional y es un fellow de la Academia de Psicología Clínica. En la 
actualidad es el editor de críticas y revisiones de libros para la revista 
médica Child & Family Behavior Therapy. Es un maestro terapeuta 
entrenado en los campos de la psicología clínica y escolar así también 
como en neuropsicología y medicina de conducta. Provee supervisión 
clínica a internos y residentes de psicología y psiquiatría. Mantiene una 
práctica privada de psicoterapia y por los últimos 45 años ha escrito más 
de 100 artículos.
ix
El Dr. Eduardo Chapunoff es el Jefe de Cardiología del Doctor’s Medical 
Center y sus seis facilidades localizadas en Miami, Florida. Es graduado 
de la Universidad de Buenos Aires y completó su entrenamiento de 
posgraduado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami. Es un 
diplomado del Board de Medicina Interna y del Board de Enfermedades 
Cardiovasculares, fellow del American College of Physicians y fellowdel 
American College of Cardiology. Fue Profesor Asociado de Medicina en 
la Universidad de Miami desde 1985 hasta 1997.
El Dr. Chapunoff es el autor de varios libros, todos publicados en inglés y 
español: El Sexo y el Paciente Cardiaco, Contestando sus Preguntas Sobre 
Padecimientos Cardiacos y el Sexo, La Obesidad Mórbida: ¿Permitirá 
Usted que le Quite la Vida? Cómo Evitar el Caerse Muerto: Una Guía para 
la Prevención de 201 Causas de Muerte Súbita o Rápida. Ha sido incluído 
en los registros biográficos de Marquis Who is Who Publication Board, 
Personalidades de Norteamérica, Líderes Comunitarios de Estados 
Unidos (American Biographical Institute) y Quién es Quién Entre 
los Intelectuales Internacionales, (International Biographical Centre, 
Cambridge, Inglaterra). Fué nombrado El Hombre Internacional del 
Año 1991-1992 por el International Biographical Centre, Cambridge, 
Inglaterra. El Customers’ Research Council of America (El Consejo de 
Investigación de los Consumidores de Norteamérica) seleccionó al Dr. 
Eduardo Chapunoff como uno de los Cardiólogos Topes de Estados 
Unidos (One of America’s Top Cardiologists).
xi
In t ro duc c ión
Los m i s t e r i o s de l a men te y l a s p regun ta s que gene ran .
Francisco era un paciente octogenario que admití a la Unidad de 
Cuidados Intensivos por un infarto masivo de miocardio. Falleció. Un 
par de minutos después de haber sido declarado muerto, su segunda 
esposa y el hijo de un primer matrimonio, un hombre como de 50 años, 
entraron en la habitación donde yacía el cadáver y comenzaron a gritarse 
mutuamente. Cada uno luchaba por retener el dedo 4to (el anular) de 
una de sus manos que tenía un anillo de oro y diamante. Durante el 
enfrentamiento, la mano y el brazo del finado, tironeado por ambos 
contendientes, se movía para arriba y para abajo, y de adelante hacia 
atrás, tan agitadamente, que el difunto daba la impresión de estar vivo y 
de haberse añadido a la lucha de los otros dos. Una enfermera detuvo el 
combate y nunca supe lo que pasó con el anillo. Y eso no importa. Lo que 
sí me importó, fue la conducta de estas dos personas: ¿De qué material 
estaba construída sus mentes para haber actuado de esa manera, no 
respetando el cuerpo del esposo y padre?
Pero no todo el mundo reacciona negativamente a eventos trágicos. 
Una vez traté una paciente británica de más de 80 años, inteligente y 
educada. Había estado en Londres durante el bombardeo devastador de 
los nazis en la segunda guerra mundial. Me dijo: “Yo tuve una hermosa 
experiencia en Londres mientras las bombas destruían la ciudad.” Le 
pregunté: “No entiendo. ¿Cómo pudo ver hermoso un lugar en donde 
la gente era aniquilada y destrozada por el bombardeo?” Contestó: “La 
experiencia fue hermosa porque nunca vi a los seres humanos ayudándose 
tanto unos a los otros mientras enfrentaban extremo peligro, corriendo el 
riesgo de perder la vida. Fue muy hermoso, por cierto, ver tanto sacrificio 
y abnegación.”
Usted puede apreciar las reacciones tan dispares que experimentan 
las personas con sus emociones. Esta mujer me dió la impresión de 
xii
haber disfrutado, no la destrucción y muerte a su alrededor, obviamente, 
sino el hecho de haber podido asistir a personas con heridas terribles y 
compartir momentos heroicos con sus compatriotas.
Las cicatrices de la piel son permanentes, si un cirujano plástico no 
las remueve con el bisturí. Las emocionales tienen el mismo destino, 
a menos que un psicólogo las corrija y así evite sus efectos nocivos y 
a menudo, destructivos. Las cicatrices psicológicas varían de tamaño 
y matiz: pueden ser pequeñas o enormes, tolerables o intolerables, y 
evocar amargura, tristeza, desengaño, dolor, frustración, odio, y otras 
reacciones preocupantes, incluyendo el suicidio.
Durante muchos años de práctica médica, observé los gestos, argumentos, 
acciones, la manera de pensar y de sentir de muchos individuos, lo cual 
resultó en una densa colección de signos de interrogación.
También alterné con todo tipo de pacientes: intelectuales, policías, 
agentes anti-terroristas que inactivan bombas y explosivos de todo tipo, 
artistas, médicos, políticos, psicólogos, ingenieros, abogados, espías 
profesionales de la CIA, plomeros, obreros de la construcción, choferes 
taximetreros, limpiadores de ventanas de los edificios más altos de New 
York, miembros de familias mafiosas, negociantes de drogas, hombres 
y mujeres pobres como las ratas, y otros con tanto dinero que no sabían 
en qué gastarlo.
No recuerdo a ninguno de estos individuos que no tuviera algún tipo 
de trastorno emocional o conducta disfuncional.
También traté numerosos veteranos de Estados Unidos de la Segunda 
Guerra Mundial, las guerras de Corea, Vietnam, y más recientemente, la 
del Golfo, en Iraq. El relato de esas experiencias demandaría volúmenes. 
Sólo mencionaré algunos episodios: la invasión de Normandía (el día D), 
la vida y la muerte en campos de concentración, los duelos de combate 
aéreo, el miedo de la tripulación de un submarino que se estremecía 
con las bombas que explotaban muy cerca, peleas cuerpo a cuerpo 
luchando con bayoneta y machete, la sobrevivencia de soldados perdidos 
y hambrientos en las junglas del sudeste de Asia. Debían almorzar 
insectos o el jugo de una víbora que era succionado con sus labios de la 
parte media del cuerpo del reptil. Pero primero había que encontrar la 
víbora y matarla.
xiii
Muchos de estos veteranos sufrían de un síndrome de estrés postraumático 
(SEPT) y en algunos, la enfermedad condujo a la incapacidad mental 
total y permanente.
Vivimos en un mundo difícil. No dudo en llamarlo un mundo loco. Con 
frecuencia se observa gran violencia, mentes enojadas y destructivas. 
Abundan los avaros, los ladrones y corruptos en corporaciones y 
gobiernos. La mayor parte de los seres humanos poseen pensamientos 
erróneos, disturbios emocionales o conductas disfuncionales. Algunos 
están peor que otros pero un cierto grado de disturbio emocional o 
mental is casi universal. Aún personas que parecen normales sufren de 
conflictos, no siempre confesados o identificados.
Hay gente casada que no sabe cómo alcanzar armonía y felicidad, y 
menos que menos, sosiego espiritual. Muchos tienen que enfrentar 
los problemas de relaciones matrimoniales o extra-matrimoniales, 
de sus padres, hijos, la rivalidad de los hermanos, celos, dificultades 
económicas, desempleo, pérdida de sus propiedades, bancarrotas, 
enfermedades serias, accidentes con alto grado de discapacidad física, 
batallas legales, contiendas con compañeros de trabajo, supervisores o 
subordinados… y ¿cómo podría olvidarme de algo tan importante? … 
¡su vida sexual!
Cuando usted vea las preguntas que presento en este libro, le será obvio 
que no estoy interesado en los “hechos y realidades” de las personas 
afectadas. Todos sabemos que un mentiroso es un mentiroso, que un 
ladrón es un ladrón y que un violador sexual es exactamente eso.
Lo que a menudo no sabemos, y lo a mí me interesa saber, siempre que 
sea posible, es por qué y cómo estas conductas anormales ocurren. 
¿Qué sucedió en la mente de los afectados para que llegaran a ser tan 
retorcidas, tan perversas o pervertidas? ¿Qué ocurrió en sus vidas? 
¿Fueron sus familias, la sociedad que los vió crecer, problemas sociales 
y culturales los que afectaron sus neuronas cerebrales o simplemente 
nacieron con genes tóxicos o dislocados? También presenciamos 
la disfuncionalidad y el sufrimiento de gente noble, cuyos padres 
carecieron del conocimiento, la habilidad o la motivación suficiente para 
criar y educar a sus hijos. Y naturalmente, cometieron errores, algunos 
de ellos, serios. Gente buena tiene todo tipo de conflictos personales, 
xiv
interpersonales, íntimos y familiares que generan emociones insalubres, 
expresadas o reprimidas.
En honor a la verdad, mis preguntas al psicólogo en este libro son la 
reflexión de mi ignorancia y no de mis conocimientos. Siendo yo el que 
hizo las preguntas,simplemente significa que no sabía las respuestas. Si 
las hubiera conocido, mis diálogos con un experto en psicología y el libro 
que usted está leyendo, no existirían. A través del tiempo acumulé tantas 
preguntas que no supe contestar, que gradualmente adquirieron la forma 
y el tamaño de una pirámide egipcia. Estoy comparando la punta de una 
pirámide con mi deseo de entender la mente humana. A menudo me vi 
trepando la pirámide sin poder llegar a su cima. Me recuerda la historia 
mitológica de Sísifo. Para refrescar su memoria, Sísifo fue condenado 
por los dioses a empujar una bola gigante y pesada hacia la punta de una 
montaña. Cuando estaba por alcanzarla, la bola volvía rodando a la base 
de la montaña y Sísifo estaba condenado a empujarla hacia arriba de la 
misma manera, una y otra vez, eternamente.
La historia de Sísifo es mitológica, pero la mía no lo es. Recientemente, 
decidí buscar un experto psicólogo que pudiera contestar mis preguntas y 
aclarar, dentro de lo posible, las actitudes desconcertantes del ser humano. 
El doctor Howard Paul aceptó esa responsibilidad. Es un experimentado 
psicólogo clínico, profesor de la facultad de Medicina y supervisor de 
psicólogos y psiquiatras. Es internacionalmente renombrado y alcanzó 
prominencia por sus logros académicos y la publicación de un gran 
número de artículos científicos y revisión de libros. Tiene cuarenta y 
cinco años de experiencia en práctica privada y ha ejercido considerable 
influencia en sus pacientes, colegas, estudiantes, y la sociedad en general. 
Durante décadas ha entrevistado miles de pacientes, enfrentando 
situaciones y complicaciones, casi todas manejables, pero difíciles de 
tratar. Él nos explicará porqué y cómo las emociones negativas ocurren. 
Nos dirá cual es la mejor forma de prevenirlas o tratarlas de manera 
positiva.
Yo lo invito a leer los comentarios del Profesor Paul y que piense sobre 
ellos. No los lea rápidamente. Tómese su tiempo. Él emplea frases 
metafóricas que enseñan lecciones útiles. Sus amigos o los que lo han 
tratado, las llaman los “Howardismos”. Muchos de ellos, aunque no 
todos, son de su creación. Aquí les muestro algunos que compartió 
conmigo:
xv
No es una buena idea poner su dedo adentro de un sacapunta •	
de lápices que está funcionando.
Si no quiere arruinar su día, comience no pensando que lo •	
que usted desea no se va a realizar.
El tigre más enorme que la gente enfrenta es el temor que •	
su defectuoso caudal emocional será descubierto y que éste 
lo devorará.
Hay problemas grandes, medianos y pequeños. La mayoría •	
de los problemas que la gente define como grandes no son 
más que pequeños problemas que causan disgusto.
Si usted no sabe adonde va, asegúrese que llegará a su •	
destinatario.
Los humanos somos criaturas de hábitos, no de •	
conocimiento.
Si la gente supiera cual es la mejor conducta a seguir, los •	
psicoterapeutas estarían todos desempleados.
Nunca hable, a menos que un par de oídos quieran •	
escucharlo.
La mente es un lugar peligroso. Nunca la visite sin •	
compañía.
En este libro, el Doctor Paul compartirá con nosotros la experiencia 
de toda una vida de estudio y observación, sus conocimientos y 
sabiduría.
Únase a mí en este viaje exploratorio. Indagaremos sobre el origen 
de sentimientos, pensamientos y conductas erróneas, aberrantes, o 
irracionales.
Correremos (o trataremos de correr), el velo que oculta estos disturbios 
para lograr, en cierta medida, un mejor entendimiento de los misterios 
que preocupan, y a veces abruman, la mente de los seres humanos.
Dr. Eduardo Chapunoff
L A S CON V ER S ACIONES
1
1
El c a rá c t e r c on t rove r s ia l d e l a t r i s t eza
A lguna s rea cc i one s emoc i ona l e s son d i f í c i l e s de exp l i ca r.
Chapunoff: Eran las 22 horas. Mi esposa Cristina estaba en la sala de 
estar (living room) y yo acostado en mi dormitorio. Al lado mío yacía 
Duke, mi amado perrito Yorkie, de diez años de edad. No se había 
sentido bien en los últimos días y lo trataba un veterinario. Súbitamente, 
lo noté inmóvil y pensé que estaba durmiendo. Pero entonces observé sus 
hermosos ojos, abiertos pero sin expresión, y concluí que había muerto. 
Con la velocidad de un rayo, comencé su resucitación cardiopulmonar 
pero sólo obtuve un sonido respiratorio agonal. Sus ojitos permanecían 
abiertos y me miraba como diciéndome: “Papito, ya no existo. Me he ido 
para siempre. Debes aceptarlo. ¡Yo te amo y siempre te amaré!”.
Mi sufrimiento y la intensidad de mi tristeza alcanzaron niveles 
desgarradores. Creí que no podría tolerarlos. Pensé que si me hubieran 
hundido un hierro candente en un ojo, no hubiera experimentado tanto 
dolor. Pero aquí viene el punto que deseo señalar: Cuando mis padres 
fallecieron, yo lloré bastante, pero menos de lo que lo hice después de la 
muerte de mi mascota. Como yo amaba a mis padres intensamente, me 
sentí perplejo por la forma que reaccioné, y también culpable.
Howard ¿pudieras decirme qué sucede en las profundidades de nuestras 
almas, (o por lo menos de mi alma) que pudiera explicar porqué la 
expresión de sufrimiento emocional que experimenté por el deceso 
de mi animalito fue bastante más intensa que la que sentí cuando mis 
padres murieron?
Paul: Eduardo, te ofrezco mi más sentido pésame por esa pérdida. 
Es muy cierto que el lazo afectivo entre una persona y su mascota 
puede llegar a ser muy intenso y su muerte sea una tragedia. Los lazos 
emocionales que desarrollan los humanos varían de persona a persona. 
Su calidad e intensidad son influenciados por las tempranas experiencias 
2
HOWAR D PAUL , PhD, A BPP, FACl inP and EDUAR DO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC
de nuestras vidas y la calidad de los vínculos afectivos establecidos con 
nuestros padres.
Muchos estados psicopatológicos emanan de defectos generados por estos 
tempranos vínculos y mucho de la habilidad para formar y mantener 
esos vínculos derivan de actitudes positivas y de apoyo de los padres.
Para aquellos que pudieran estar interesados, un psiquiatra británico, 
Edward Mostyn Bowlby (1907-1990), es considerado uno de los más 
destacados profesionales en el estudio de los “lazos emocionales”. Él 
sostuvo que un infante requiere tener una relación importante por lo 
menos con una persona que lo cuide para que su desarrollo social y 
emocional ocurra normalmente. También pensó que futuras relaciones 
dependen de la solidez de estos tempranos vínculos. La teoría de los 
vínculos emocionales se aplicó a los seres humanos, pero pienso que 
también puede aplicarse a la relación entre una persona y un objeto 
amado, especialmente una mascota.
Los lazos emocionales sólidos son la base de nuestra fuerza interior 
para la temprana exploración del mundo en el que vivimos, y en última 
instancia, influencian nuestras emociones, pensamientos y lo que 
anticipamos y esperamos de nuestras futuras relaciones.
Si tuvimos la fortuna de haber tenido vínculos positivos en nuestra 
infancia y relaciones de calidad en nuestra vida adulta, la sensación 
de pérdida y disgusto cuando deja de existir un ser querido, puede, 
normalmente, ser muy intensa. Con vínculos fuertes siempre deseamos 
estar cerca del ser amado y lo extrañamos profundamente cuando cesa 
de existir.
Ahora bien, mientras la pérdida es dolorosa, también es adaptable. Es un 
momento de alta vulnerabilidad y la probabilidad de generar conductas 
de menor capacidad de adaptación es más grande.
Las tempranas experiencias con las personas que nos crían y educan, 
impactan mucho nuestras memorias, pensamientos, creencias, 
conductas y emociones. La experiencia de nuestros tempranos vínculos 
emocionales crea lo que se ha llamado “el modelo interno de futuras 
relaciones sociales”. Esto, naturalmente, se modifica con el tiempo y las 
vivencias individuales.
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
3
Chapunoff: De acuerdo a lo que estás diciendo, Howard, uno debería 
lógicamente concluir que los vínculos emocionales de la temprana vida 
con laspersonas que nos cuidan, cuando no son adecuados, representan 
un preludio o anticipación de futuras disfunciones psicológicas.
Paul: ¡Correcto! Mary Dinsmore Salter Ainsworth (1913-1999), una 
psicóloga Canadiense, expandió el trabajo de Bowlby e identificó las 
fallas de distintos tipos de los lazos emocionales. Los clasificó como 
“seguros” e “inseguros”. Los niños que se desarrollan con estos últimos (y 
los adultos en los que se transforman), tienden a evitar situaciones de la 
vida que implican ciertos desafíos, son ambivalentes, ofrecen resistencia 
o desarrollan vínculos desorganizados.
Cuando los padres hacen lo posible para convencer a los niños que 
no lloren y los estimulan exageradamente a ser independientes y no 
reaccionar a situaciones estresantes, éstos tratan de evitar situaciones 
que deberían enfrentar.
Como terapeuta de la conducta a menudo trabajo con padres que 
reaccionan excesivamente al estrés, e inadvertidamente refuerzan 
conductas disfuncionales. No reaccionar a una situación estresante o 
reaccionar desmedidamente, puede crear problemas.
Los niños que tienen padres no expresivos y que se comunican 
pobremente, tienden a tener dificultades compartiendo o expresando 
calor humano con otras personas y sufren de pobre estima propia.
A veces los padres responden apropiadamente al estrés pero no son 
consistentes y no tratan a la situación estresante con el respeto que ésta 
se merece. Estos padres se inclinan a responder solamente después que 
el niño ha amplificado su respuesta estresante. No proveen una base 
segura para las emociones del niño y esto conduce a un incremento 
del estrés durante una separación, lo cual se asocia con ambivalencia, 
resentimiento, y un distanciamiento afectivo cuando los padres retornan 
al hogar.
Estos niños buscan el contacto con los padres pero responden con 
disgusto cuando ese contacto ocurre, no son fácilmente calmados por 
otras personas y típicamente sufren de ansiedad, ya que carecen de la 
seguridad que los padres no se ausentarán nuevamente.
4
HOWAR D PAUL , PhD, A BPP, FACl inP and EDUAR DO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC
En los modelos de vínculos o lazos afectivos desorganizados, los 
padres a menudo se atemorizan al observar el estrés del niño y esto 
puede resultar en actitudes negativas y confusión. Los niños muestran 
conductas ambivalentes tales como el alejarse de los padres o acercarse 
a ellos.
Es evidente que el vínculo tan positivo que tuviste hacia tus padres tiene 
mucho que ver con la profundidad del sufrimiento que experimentaste 
con la pérdida de tu animalito.
En el proceso de tu propia “individuación”, estableciste la independencia 
de tus padres. Esta “individuación” no aminora de ninguna forma el amor 
hacia tus padres, pero estableció una distancia emocional adaptativa 
entre tú y ellos.
Con una mascota esta “individuación” no existe, ya que somos sus 
eternos compañeros y los cuidamos sin reservas.
Hay un viejo adagio que ha sido confirmado por estudios de investigación: 
“Si tú realmente deseas que alguno guste de ti, permite que te hagan un 
favor”. Con los animalitos siempre nos estamos haciendo favores y ellos 
hacen lo propio, incrementando el lazo de amor que nos une a ellos.
Para el resto de mis comentarios, tendré que ponerme el sombrero de 
psicoterapeuta cognitivo: Cuando somos niños, si tenemos un accidente, 
como el caernos de una bicicleta que resulta en una abrasión del codo, 
si llamamos a nuestra madre y le decimos: “Mamá, me caí y tengo 
una pequeña molesta en mi codo”, probablemente ella no le otorgará 
importancia al incidente. Pronto aprendemos que si decimos: “Mamá, 
me caí de la bicicleta y el dolor de mi codo me está matando…” tendremos 
más probabilidades de que ella nos prestará más atención.
Existe una fuerza inexorable que nos enseña a utilizar un lenguaje 
amplificado cuando hablamos de situaciones muy estresantes. Tú, 
obviamente, eres un hombre que utiliza el lenguaje positivamente y con 
un cierto estilo, y te refieres a tu dolor como “desgarrador e intolerable”. 
Es precisamente el lenguaje que nosotros usamos lo que determina la 
intensidad de la reacción emocional. 
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
5
Chapunoff: Howard, ¿pudieras explicarme cuál fue el origen de mi 
sentido de culpabilidad?
Paul: Tú te sentiste culpable por la intensidad de tu reacción hacia 
tu mascota la cual excedió la que tuviste por tus padres. En un nivel 
subconsciente estás diciendo que no debías haber tenido sentimientos 
más fuertes hacia tu perrito que el expresado a tus padres. Esto hizo que 
te enojaras contigo mismo. Ese enojo se tradujo en culpa.
Chapunoff: El conocer psicología, obviamente, marca una gran 
diferencia. Un sentido de culpa así como otras situaciones emocionales, 
yo presumo, se agravan cuando uno no sabe porqué y cómo ocurren.
Paul: ¡Exactamente! Tú demandabas de ti mismo que el amor hacia tus 
padres nunca debería ser superado. Eso se transformó en un hábito, 
lo cual garantiza su ubicación en el subconsciente. Tu habilidad para 
confrontar esto con una mente adulta se compromete si no sabes contra 
quién estás argumentando.
Los padres, sin importar cuánto los amamos, y si ellos van a ejecutar 
su rol paterno correctamente, deben en algún momento decir “NO”. 
Las mascotas se dan el lujo de prácticamente no decirnos nunca “NO”, 
y muy rara vez nos desengañan. Aún si entendemos eso claramente, el 
amor incondicional hacia los padres, es un asunto más complicado que 
el tratar un perrito. Rara vez tenemos un conflicto con él. Las mascotas 
usualmente no nos dicen qué debemos hacer, y si lo hacen, manejan la 
situación como si fuera un pedido, no una demanda.
Eduardo, me agradaría concluir esta discusión notando que hay una 
continuidad de sentimientos que comienza en alegría y termina en 
tristeza y que es normal y necesaria. Es solamente cuando dejamos 
atrás la alegría y no nos invade la pena que desarrollamos pensamientos 
distorsionados.
Es imposible, en los tiempos que vivimos, evitar esas distorsiones. Esa es 
la razón que explica porqué, cuando sufrimos un dolor, necesitamos ser 
diligentes para evitar su amplificación y que no exceda un determinado 
límite.
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Ningún pensamiento distorsionado puede transformar algo malo 
en algo bueno. Sin embargo, se requiere muy poco para transformar 
algo malo en algo peor.
La tristeza es dolorosa y a nadie le gusta sufrir. Mucha gente piensa que 
el dolor emocional hay que evitarlo a toda costa.
Una manera sencilla de reducir el dolor es, infortunadamente, enojarse 
con otras personas o con uno mismo. Cuando tú dijiste que tu dolor 
era intolerable, estabas, subconscientemente, diciéndote a ti mismo que 
habías excedido tu límite de tolerancia.
Los seres humanos no pueden vivir demasiados años sin experimentar 
la pérdida de un ser querido. Una de las opciones disponibles para 
recuperarse de ese tipo de dolor, es completar el proceso de duelo y 
encasillarlo en un marco diferente para que pueda ser superado.
Tu dolor fue muy real, pero no fue razonable de tu parte transformarlo 
en una competencia para ver si ganaba el dolor hacia tus padres o el 
amor hacia tu perrito. También quiero sugerir que tu selección de 
palabras amplificó tu estrés. Menciono esto no para criticarte, sino para 
explicarte cómo podemos agravar aún más, un dolor intenso.
Chapunoff: Howard, ésta ha sido la primer pregunta que te presenté y 
ya he aprendido mucho. La mayoría de las personas nunca consultan a 
un psicólogo y acarrean conflictos sin resolver.
De tus lúcidas explicaciones, aprendí lo siguiente:
Lo importante que son los vínculos afectivos y emocionales 1) 
que nos unen a nuestros padres y las personas encargadas de 
nuestra crianza, y la diferencia que existe para la salud mental 
el tener lazos emocionales correctos o deficientes, organizados 
o desorganizados.
El sufrimiento es inevitable cuando existen vínculos de calidad y2) 
bondad superior. Cuanto mejor son, mayor será el dolor cuando 
el ser querido cesa de existir. Los que no llegan a entender este 
concepto y no logran un cierto estado de adaptación a su dolor, 
están destinados a sufrir un desconsuelo permanente.
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
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El proceso de 3) “individuación” que se adquiere tratando a padres 
queridos lleva a una cierta independencia de sentimientos que no 
existe con una mascota. Los padres son compañeros “ frecuentes”. 
Los animalitos caseros son compañeros “constantes”.
Tú me has ayudado mucho, y aunque la tristeza por haber perdido a Duke 
continuará, ya no tengo la culpa por haber expresado mis sentimientos 
más intensamente por mi perrito que por mis padres.
El sufrimiento es normal, es una realidad inevitable en el curso de 
nuestras vidas y es fundamental que entendamos eso claramente. Por 
otra parte, el sentido de culpa es una intrusión que nos impone una 
pesada carga, difícil de sobrellevar.
El sufrimiento nos causa tristeza, pero la culpa nos hace sentir miserables. 
Te agradezco mucho que me hayas librado de ella.
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2
L a rab ia d e s c on t ro lada
Una ba l a d i spa rada que no t i ene un b l an co p rede c i b l e .
Chapunoff: Enrique tenía 53 años, y fue referido a mí por un internista 
debido a una marcada elevación de su presión arterial, la cual no cedía 
con el uso de varias medicinas antihipertensivas.
Hay distintas razones que explican la falta de mejoría de la hipertensión 
cuando se la trata adecuadamente. Una de ellas es el enojo, lo que 
llamamos en criollo “el encabronamiento”.
Y Enrique lo almacenaba en grandes cantidades. Hablaba de esto 
incesantemente. La expresión de sus ojos, sus labios apretados, la camisa 
húmeda por excesiva sudoración, el pulso acelerado, y naturalmente, su 
presión arterial, todos reflejaban su severo estrés. Se había divorciado de 
su primera esposa y en el proceso perdió dos millones de dólares. Volvió 
a casarse y esta vez tuvo un matrimonio feliz. Exitosas inversiones le 
hicieron ganar un par de millones de dólares nuevamente.
Sin embargo, el odio que sentía hacia su primera esposa era tan intenso 
que no le permitía disfrutar su nueva vida. Vivía atormentado por la 
destrucción emocional y material causada por su previo matrimonio. 
Tampoco ayudaba el hecho que su ex-esposa lo había substituído por su 
mejor amigo. Su vida anímica la definía como “deplorable”. Le aconsejé 
que consultara un psicoterapeuta, ya que su elevada presión arterial no 
se normalizaría solamente con medicinas antihipertensivas. Necesitaba 
despojarse de la rabia que lo consumía. De no hacerlo, corría peligro de 
sufrir un accidente cerebrovascular o un ataque cardiaco. Se mudó lejos 
después de mi examen y nunca volví a verlo.
Lo que quisiera saber, Howard, es qué tipo de terapia psicológica, 
con drogas, o lo que aplique, tú le darías a una persona que, como 
Enrique, sufre de rabia descontrolada. ¿Cuál es el futuro de casos como 
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éste? ¿Responden bien al tratamiento del psicoterapeuta? ¿Qué tipo 
de respuesta se puede esperar de ellos? ¿Cambian sus pensamientos, 
sentimientos y actitudes, o su rabia es incurable? ¿Es posible erradicar el 
odio y la rabia descontrolada, y desarrollar una armonía espiritual que 
conduzca a un estado de paz interior y la capacidad para armonizar y 
convivir con uno mismo y el resto del mundo?
Paul: Eduardo, tus preguntas son esenciales. Casi todas las emociones 
humanas son entendidas mejor si se desmenuzan hasta alcanzar la forma 
más simple posible. La rabia es un magnífico ejemplo. Durante el primer 
año de vida, cuando tenemos hambre, lloramos. Generalmente, una 
persona se encarga de darnos alimento. Si te acuerdas de mi discusión 
sobre la tristeza, cuando los padres o los encargados de criarnos 
no son consistentes o no expresan el interés suficiente en nosotros, 
ocurren deficiencias en los vínculos afectivos. Los infantes afortunados 
están rodeados de personas que se interesan en ellos y atienden sus 
necesidades.
Más o menos al año de edad, comenzamos a desarrollar el lenguaje y 
es el punto de partida desde el cual comenzamos nuestro temprano 
entendimiento de cómo este mundo realmente funciona. La mayoría de 
nosotros pensamos que vivimos en un mundo maravilloso. Logramos lo 
que pedimos y cuando eso no ocurre, protestamos y nos prestan solícita 
atención. ¡Cómo nos gusta eso! Pero este nirvana no dura eternamente, 
y cuando demandamos algo más de lo que debemos, oímos un nuevo 
extraño sonido que nos desagrada: ¡NO!
Esta simple palabra de dos letras representa un desafío a nuestra 
sensibilidad y un conflicto con nuestro naciente modelo de un mundo 
en el cual logramos lo que deseamos, ya sea pidiéndolo cordial o 
demandantemente. El deseo de volver a un mundo de belleza pretérita 
en el cual se nos complacía con tanta devoción, comienza a crecer y 
culmina en un estado conocido como “Los Terribles Dos”, que representa 
una declaración de guerra contra los padres. 
Chapunoff: Howard, por favor, recuerda que este libro será leído por 
gente de diferentes culturas, quienes pudieran no estar familiarizados 
con “Los Terribles Dos”. ¿Podrías explicar este concepto un poco más 
para que se entienda mejor?
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Paul: Sí, Eduardo: “Los Terribles Dos” se refiere a una fase del desarrollo 
infantil que ocurre más o menos a los dos años de edad. Es cuando los 
niños tratan el retorno a la edad dorada que los precedió, cuando hacían 
lo que deseaban y con un grito o gesto demandante lograban la respuesta 
paternal (o maternal) que querían.
Pero en ese momento crítico de su evolución y aprendizaje, los padres 
deben asumir la difícil responsabilidad de educarlos y comunicar a sus 
niños nociones de importancia fundamental para que ellos encuentren 
y ejerciten ideas y actitudes balanceadas en su vida futura. Hay tres de 
ellas que son fundamentales:
No siempre podemos obtener lo que queremos.1) 
Eso no es tan terrible, y2) 
Podemos ser felices o estar satisfechos sin tener lo que 3) 
deseamos.
Todos nosotros tratamos por el resto de nuestras vidas de superar “Los 
Terribles Dos”. Cuando una persona se enoja, desde el punto de vista 
evolutivo, retorna a “Los Terribles Dos”. La mayor parte de los adultos 
resienten esta noción. Sin embargo, cuanto tú piensas en ella, su valor y 
autenticidad son evidentes. Cuando perdemos los estribos cometemos 
dos errores cognitivos: O decimos que “lo que es, no puede ser”, o 
“lo que no es, debe ser”. Ninguno de estos conceptos es lógico ya que 
“lo que es, puede ser”. Es una tontería decir que “algo no puede ser” 
cuando existe en la realidad.
Chapunoff: Los estados de enojos son extremadamente comunes y a 
menudo se aceptan socialmente. Artistas, políticos, ejecutivos, atletas, 
y la gente de cualquier profesión o actividad, utilizan abundantes 
expresiones de rabia que son celebradas por el público. Algunos las 
emplean como si fueran armas guerreras. Eso lo hacen, típicamente, 
los dictadores.
Paul: Eduardo, estuviste muy acertado con lo que acabas de decir. 
Vivimos en una sociedad muy peculiar en donde la rabia es celebrada 
y la tristeza no inspira respeto. Esta idea, infortunadamente, trasciende 
diferentes culturas y se observa en la mayor parte del mundo. La rabia 
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
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es vista como una fuente de fuerza y de poder más que lo que es, un 
elemento destructivo que genera rigidez, mentes con focalizaciones 
escuálidas, pobres perspectivas, y conductas estereotipadas que intentan 
responder a la ausencia de conclusiones lógicas.
Y ahora, relataré algo que me ocurrió hace tiempo: Cuando era un 
estudiante en la escuela secundaria pertenecía a un team de esgrima. 
Había un adolescente que, con mala intención, pisaba los pies de los 
competidores al comenzar el duelo. Esto contrariaba a los muchachos, 
quienes perdían el control; élaprovechaba la situación para enojarlos, 
y ganaba la partida. Realmente, este tío no era un extraordinario 
esgrimista, pero sabía utilizar la provocación de rabia en otros para 
extraer su propio beneficio.
Chapunoff: ¿Puede ser que una persona enojada esté convencida que 
impondrá mejor su punto de vista desplegando un episodio dramático 
de rabia?
Paul: Los seres humanos, característicamente, repiten lo que ellos saben 
que no dará resultado, simplemente por creer que cuando uno grita más 
ruidosamente y por más tiempo, logrará su cometido.
Muchas culturas alaban el machismo, cuya base fundamental es a 
menudo la rabia con una asociada lista de demandas.
Chapunoff: ¿Cuál es el verdadero origen de la rabia? Me agradaría saber 
cómo funcionan los pasos iniciales del proceso que evoluciona hasta 
concretarse en un disgusto de dimensiones olímpicas.
Paul: La rabia se genera por creencias distorsionadas cuando pensamos 
que todo siempre resultará de la manera que nosotros queremos. En 
realidad, el principio del proceso que genera rabia es simple. Cada vez 
que un individuo se enoja, está incorrectamente diciéndose a sí mismo 
que la única manera posible de pensar o hacer algo, es la que él/ella cree, 
sin ninguna consideración por la opinión de otros. Hay una enorme 
diferencia entre decir “lo que a mí me agradaría” o “lo que yo creo más 
conveniente es…” y “lo que debe hacerse…”.
La transformación de lo que “me agradaría” a “lo que debe” hacerse es 
el proceso de formación de la rabia.
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Si tú aceptas esta noción, entenderás que el proceso que terapeúticamente 
debe emplearse para revertir la rabia consiste en enseñarle al afectado a 
suprimir “Los Terribles Dos” y que comprenda que en esta vida las cosas 
NO tienen que ocurrir siempre como nosotros lo deseamos.
Chapunoff: Tú pareces sugerir que un individuo enojado verbaliza su 
rabia de una manera imperativa.
Paul: ¡Exactamente! Hay palabras y expresiones que representan los 
llamados “imperativos categóricos”, los cuales incluyen “debo”, “debería”, 
“tengo que”, o cualquier otra palabra que implica una demanda. Estas 
palabras generan enojo. Si tú lo piensas cuidadosamente, ninguna de 
ellas es lógica. Lo único que deberíamos considerar imperativo y que no 
tiene solución, es la muerte. Esas palabras demandantes transforman el 
significado de otras, tales como “lo que me agradaría hacer”…
Infortunadamente, términos que exigen y demandan en nuestra sociedad 
y vocabulario, abundan.
Chapunoff: Uno tiene la impresión que cada vez que una palabra 
demandante es pronunciada transporta con ella una gota de veneno. 
¿Me equivoco?
Paul: No, Eduardo, no te equivocas. Para comprender el impacto de 
términos que expresan demandas, es bueno traer a colación los Diez 
Mandamientos. No estoy usando esta analogía para introducir una 
discusión de religión, sino para hacer una comparación que nos sea 
útil.
Si tú le preguntas a ciertas personas “¿Cómo Dios ve el incumplimiento de 
los Diez Mandamientos?” Típicamente contestarán que Dios reaccionará 
con rabia y disgusto. Si luego dices: “¿Cómo llamas a las personas que no 
cumplen los Mandamientos?“ universalmente te contestarán “pecadores”, 
o “gente mala e indigna”. Si a continuación preguntamos: “¿Qué le sucede 
a los pecadores?”
La respuesta característica será: “Hay que castigarlos y enviarlos al 
Infierno.”
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
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Como puedes apreciar, todas las respuestas usan términos imperativos, 
demandantes y exigentes.
A menudo recuerdo a mis pacientes que Dios puede hacer mandamientos 
pero los humanos deberían limitarse a ofrecer sugerencias.
Los imperativos o declaraciones demandantes, conducen a la rabia, la 
acumulación de veneno, si tú quieres, de la persona que los emitió. Y 
esto se asocia con el convencimiento que el individuo que no cumplió 
al pie de la letra con el imperativo que se le emitió, debe ser considerada 
inadecuada, indeseable, o mala.
No sólo el demandante cree, total y firmemente, que la otra persona es 
inaceptable, sino que merece ser castigada de alguna manera.
Chapunoff: Los individuos enojados que demandan tanto de otros 
despliegan una gran capacidad para crear una atmósfera de descontento 
generando mala disposición y antagonismo.
Paul: ¡Así es! Lo siguiente es uno de los problemas asociados con el uso 
de términos demandantes. Si yo te digo: “¡Tú debes hacer esto!” una voz 
en tu cerebro contestará: “¡No quiero hacerlo!” . Las demandas crean 
oposición y resistencia.
Esto aplica especialmente a médicos que dan directivas a sus pacientes y 
no entienden porqué los enfermos no siguen sus instrucciones. La gente 
reacciona con distintos grados de resistencia. Ésta puede ser pequeña 
o enorme. Algunos recurren a su propio sentido común y transforman 
su resistencia aceptando el dictamen del galeno. Sin embargo, cuanto 
más se demanda de una persona, más frecuentemente ella se revelará. 
Cuando la rebelión estalla, ignora el contenido de lo que se le ha dicho, 
aunque éste sea razonable o prudente.
Chapunoff: ¿Cómo se conduce el demandante con el factor 
“responsabilidad”? ¿Tiende a culpar al recipiente de la demanda y culparla 
si algo no resulta como lo desea? ¿Ocurre una especie de transferencia 
de responsabilidades?
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Paul: Sí, es eso lo que sucede. Una de las complicaciones del demandar 
es que si yo demando algo de ti, estoy automáticamente descargando 
mi responsabilidad.
Pero la realidad es otra: El que tiene un deseo, posee la 
responsabilidad.
Si yo quiero que hagas algo y demando que lo lleves a cabo, yo tengo 
la responsabilidad de que lo que pido se concrete.
La responsabilidad es un producto interesante, en el sentido de que sólo 
debe asumirse y pocas veces puede otorgarse.
Chapunoff: Presumo que cuando tú dices que la responsabilidad 
infrecuentemente puede delegarse, te estás refiriendo a la disciplina 
militar. En este tipo de organización, el que recibe la orden es responsable 
de su ejecución y no está supuesto a resistirla.
Paul: Eduardo, presumes correctamente. Hay circumstancias en donde 
la responsabilidad puede ser exigida. Son ejemplos la disciplina militar, 
policíaca, y las corporaciones e instituciones educacionales. En estos 
lugares, las órdenes son constantemente emitidas y existe la percepción 
de que la responsabilidad puede ser otorgada. Aquí siempre hay personas 
que tienen suficiente autoridad sobre ti, para obligarte a que tú hagas lo 
que te dicen, y generalmente, vas a tener que cumplir la orden. A pesar 
de ese cumplimiento, siempre tendrás una resistencia interior. De ahí 
surgen el “descontento y la rebelión en las tropas” que se ha observado 
tantas veces.
Para resumir lo anterior: La demanda conduce a la oposición y 
resistencia y también, a una percepción errónea sobre quien debe asumir 
la responsabilidad. Cuando la demanda no asegura su cumplimiento, 
crea rabia y la persona demandante pierde respeto por la otra y desea 
castigarla de alguna manera.
El mensaje de la rabia es “tú no sirves”. Su finalidad es el dolor que 
debe ser causado a la otra persona. La rabia incontrolable generalmente 
se la identifica con gritos, patadas, arrojando cosas, o siendo cruel y 
agresivo. Pero se puede estar muy enojado pasivamente. La rabia puede 
internalizarse y de ahí ser dirigida hacia otras personas o uno mismo.
EL COR A ZÓN DE L A P SICOLOGÍA
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Hace años había un show de televisión en donde habia un personaje 
al que el público llamaba Ming El Cruel, llamado Flash Gordon. Este 
tipo era la personificación de la rabia. Ming tenía muchos admiradores. 
El problema era que nadie podía decirle NO a nada de lo que él decía. 
Te trataba bien si no lo contradecías y era considerado un excelente 
animador, pero creía que siempre tenía razón. Si pedía algo, había que 
complacerlo al instante. Los que no lo complacían,se transformaban 
en sus peores enemigos, y trataba de vengarse de ellos de la peor 
manera posible. Sé que en alguna parte futura de nuestro libro quieres 
explorar la crueldad humana. Esta conversación servirá de base para 
esa discusión.
No todas las personas enojadas actúan exactamente como Ming El 
Cruel, pero hay muchos que tienen esas características y despliegan sus 
enojos sin misericordia o compasión por nada ni por nadie.
Discutimos brevemente el factor “responsabilidad” y la manera que 
el enojado la percibe. Yo practico a menudo terapia marital y deseo 
presentarte un prototipo de la transferencia de responsabilidad a la 
que me acabo de referir. Los Fault tenían ocho años de matrimonio. El 
marido, Motmya, era un hombre pasivo que evitaba conflictos a toda 
costa. Bajo presión tendía a retirarse y recluirse.
Su esposa, Itzyoura, poseía la personalidad opuesta: Era demandante, 
muy verbal, e infortunadamente, estaba siempre enojada con su 
esposo.
Durante la primera entrevista, produjo una lista larga de insatisfacciones 
y quejas sobre la conducta de su marido. Le pregunté: “¿Qué es lo que la 
haría feliz?” Me contestó: “¡El cumplimiento de mi marido de las cosas 
que le pido!”
Indagué: “¿De quién usted cree que es la responsabilidad de cumplir con 
esas demandas?”
Su respuesta fue cortante: “¡La responsabilidad es de mi esposo!” Le 
expliqué que desde que era ella la que deseaba un series de cosas, era 
su responsabilidad el tratar de concretarlas. Se enojó conmigo. Creía 
estar totalmente justificada en tratar mal a su esposo por no cumplir con 
sus demandas y que podía gritarle todo lo que quisiera para expresarle 
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su disgusto y frustración. La noción que ella era responsable por hacer 
todo lo posible para facilitarle a su marido el cumplimiento de sus 
deseos, era simplemente inconcevible.
Con el desarrollo de nuestra terapia, gradualmente comprendió que 
algunas de sus demandas no eran razonables, y que su responsibilidad 
en lograrlas era de importancia crucial. A él le recomendamos ser 
más asertivo y le enseñamos ejercicios para mejorar su habilidad de 
comunicación. Mejoraron mucho su matrimonio.
Recientemente, traté a una mujer muy atractiva de un poco más de 
veinte años. Había sufrido numerosos accidentes de auto y lo que se 
conoce como el “síndrome de la rabia en la carretera”.
Mientras ella manejaba su auto, si alguno cometía un error 
automovilístico, se acercaba a ellos para insultarlos, sonaba su bocina 
repetidamente y agitaba su puño cerrado. Se ubicaba delante de ellos y 
frenaba bruscamente para que la chocaran de atrás. Sabía que la persona 
que estrellaba su auto por la retaguardia sería culpada del accidente. Esto 
le otorgaba gran placer y se sentía vindicada.
También disfrutaba la multa que debía pagar la otra persona y los 
puntos que penalizaban la licencia de conducir. Tuvo tantos accidentes 
provocados que un juez ordenó un tratamiento psicológico y esa fue 
la razón para que yo la viera como paciente. En su evaluación, estaba 
claro que su mente tenía ideas defectuosas. Creía que los que manejan 
en la calle o carretera deberían detectar su presencia, mostrarle infinito 
respeto, y evitar cualquier movimiento que disturbara la conducción de 
su automóvil. No entendía que no todas las personas que manejan autos 
son impecables, y equivocadamente creía que el conductor debe ser muy 
bueno y si no lo es, ella tiene el derecho de castigarlo.
Mi terapia cognitiva consistió en la corrección de sus erróneas creencias, 
el hacerle entender que en este mundo hay que convivir con gente que no 
conduce bien, personas que tienen problemas personales de todo tipo, 
y se distraen, y que muchas personas que ocupan las carreteras tienen 
enfermedad mental o física y que ella no debería esperar perfecciones en 
los conductores. Mejoró mucho y logró el control de su conducta.
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Volviendo a tus preguntas sobre Enrique, creo que ayudaría añadir algo 
de información sobre la reactividad del sistema autonómico.
El sistema nervioso autonómico tiene dos componentes importantes: 
el sistema autonómico simpático (SAS) y el sistema autonómico 
parasimpático (SAP). Este último (SAP) es el sistema de la calma, la 
comodidad, y los pensamientos positivos.
La activación del SAS, por el contrario, produce temor y enojo. Todas 
las emociones tienen dos componentes básicos: uno es el fisiológico 
basado en la activación del sistema simpático y el segundo está mediado 
por un proceso cognitivo que determina la expresión de la activación 
simpática.
Todos tenemos un SAS (sistema autonómico simpático) pero funciona de 
manera muy diferente en distintas personas. Algunas son más reactivas 
que otras. Enrique parece ser un individuo con un sistema autonómico 
simpático muy reactivo. El balance entre la reactividad del sistema 
simpático y del parasimpático resulta en el “temperamento”.
Hay gente que tiene dificultad para cambiar su expresión parasimpática. 
Son resistentes a la provocación, reaccionan muy lentamente para sentirse 
enojados y, típicamente, no sienten miedo ni se enojan fácilmente. Por 
contraste, hay otros altamente reactivos que activan su sistema simpático 
muy rápidamente.
Los dos sistemas, el simpático y el parasimpático producen en sus 
terminales nerviosas trasmisores neuroquímicos que determinarán 
si la reacción de la persona será predominantemente de miedo o 
predominantemente de enojo.
Ahora bien, independientemente de la reacción de los sistemas simpático 
y parasimpático, en última instancia, son nuestras creencias las que 
modifican y crean la expresión final de nuestra activación.
Mucha gente está familiarizada con el concepto de “fight or flight” (luchar 
o salir corriendo) y entiende que luchar significa enojo o rabia y el salir 
corriendo equivale a miedo.
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La gente puede ser educada para desarrollar técnicas de relajación que 
disminuyan la activacion simpática y aumenten el tono parasimpático. 
Estas técnicas, aisladamente, no son suficientes. Un tratamiento más 
robusto se logra con la combinación de estrategias de relajación con 
aplicaciones cognitivas. Estas últimas consisten en enseñarle al 
paciente conductas más racionales, maduras y realistas.
Chapunoff: ¿Qué piensas de drogas para controlar la rabia? ¿Recurres 
a estas medicinas frecuentemente?
Paul: La mayoría de los casos de rabia no requieren drogas y los 
pacientes mejoran con psicoterapia. Pero para individuos con tonos 
simpáticos altamente reactivos, los beta bloqueadores pueden ser útiles. 
Antidepresivos, ciertos neurolépticos y, en algunos casos, medicinas 
que se usan para tratar convulsiones son empleadas para reducir la 
irritación cerebral y domar las reacciones de rabia descontrolada. En 
líneas generales, la terapia cognitiva da resultado.
La rabia lleva a una fijación mental, rigidez y a una conducta estereotipada 
y es el engrudo que nos mantiene pegados a todo lo que deberíamos 
dejar atrás.
En el caso de Enrique, debido a los riesgos asociados con su presión 
arterial incontrolada, algún tipo de intervención farmacológica está 
indicada. Su psicoterapia consistiría en enseñarle metodos cognitivos, 
o sea, pensamientos y conductas que reemplacen sus conceptos 
erróneos por otros correctos. Enrique nunca supo superar sus “Terribles 
Dos” y aceptar el hecho que cosas feas ocurren y que en esta vida, lo 
que deseamos no siempre se concreta. Nunca aceptó la realidad de su 
primer divorcio, y aún cuando perdió mucho dinero, esto no debería 
haber sido tan devastador emocionalmente. Nunca entendió que estas 
malas situaciones pueden corregirse con suficiente tiempo, paciencia, 
y actitudes positivas. Con respecto a tu pregunta: ¿Puede Enrique ser 
ayudado psicológicamente? La respuesta es un claro SÍ. Sin embargo, 
él debe tener la motivación necesariapara sobreponerse a su intensa 
reactividad emocional.
La parte más sencilla del tratamiento es hacerle entender que sus ideas 
no son realistas y son la causa de su profundo enojo y sufrimiento. Lo 
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difícil es lograr que ensaye lo suficiente para crear un nuevo sistema de 
pensamiento.
Esto nos conduce a lo que llamamos “hábito”. En alguna parte de nuestro 
libro mencioné algo que repetiré ahora:
Los humanos somos criaturas de hábito, no de conocimiento. 
Nosotros, a veces sabemos qué debemos hacer pero no logramos 
llevarlo a cabo porque no hemos transformado un conocimiento en 
costumbre o hábito.
Enrique debe dedicar el tiempo necesario para crear y robustecer una 
nueva reacción cognitiva. Ese es el fundamento de su terapia.
Chapunoff: Howard, nos has explicado de manera muy didáctica 
los mecanismos de la rabia descontrolada y su tratamiento, ya sea 
psicológicamente con terapia cognitiva, o cuando se aplican medicinas 
psicotrópicas, beta-bloqueadores, drogas para convulsiones o 
antidepresivos y algunos medicamentos neurolépticos. Esta opciones 
terapeúticas no se aplican con la frecuencia que requieren. He visto 
un número de individuos con rabia descontrolada quienes nunca 
consultaron a un psicoterapeuta. Uno de estos fue un médico. Me invitó 
a mí y a otros a una cena. Llegué a su domicilio y toqué el timbre. Una 
asistente dijo: “Pase, doctor”.
Y entré. ¿Qué vi?... Al médico arrodillado en el suelo arriba de su esposa 
a la que le estaba propinando puñetazos en la cara y otras partes del 
cuerpo. La mujer lloraba y gritaba desesperadamente. Yo evité que la 
pobre señora sufriera daños adicionales. El médico se fue calmando, 
sobre todo cuando vió que otros invitados estaban presenciando su 
actuación. Fue una escena patética. Me sentí nauseado y mareado. Salí 
de la casa buscando aire fresco, me abracé al primer árbol que encontré 
y comencé a vomitar. ¡Estaba tan estresado por el espectáculo tan 
repulsivo que había presenciado!
Años más tarde supe que los ataques violentos a su mujer habían 
continuado. Amigos de este matrimonio me informaron que el 
violento médico nunca aceptó una evaluación y tratamiento por un 
psicoterapista.
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Otra historia: Hace unos años, viendo un partido de fútbol de la Liga de 
España, vi a un jugador propinando una violenta patada a un jugador del 
equipo opuesto mientras estaba en el suelo. Lo suspendieron por varios 
partidos y pagó una multa de 10.000 Euros. Volvió a jugar en el mismo 
equipo. Meses más tarde, tuvo otra agresion física hacia otro jugador. 
O sea, no había aprendido nada de su primera experiencia. ¿Recibió 
algún tipo de tratamiento después del primer incidente? No lo creo. La 
postergación o demora para el tratamiento de la rabia descontrolada 
puede terminar en tragedia.
Uno de los problemas básicos que tienen las personas con esta conducta 
anormal es la falta de aceptación de su condición y su rechazo para 
recibir un tratamiento profesional. Infortunadamente, lo propio sucede 
con otros trastornos mentales.
Hay también complicaciones físicas que resultan de la rabia, ya sea 
controlada, reprimida, o incontrolada. Estas personas sufren una 
mayor incidencia de infartos de miocardio, falla cardiaca congestiva, 
accidentes cerebro-vasculares, y muerte súbita. Yo firmemente le sugiero 
a las personas que sufren de rabia descontrolada que soliciten ayuda a 
un psicoterapeuta y a un cardiólogo, casi simultáneamente.
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L os c e lo s
La rab i a i n te rna l i zada que t e rm ina en ro tundo f ra ca so .
Chapunoff: En el transcurso de mi vida, tuve la oportunidad de observar 
un número de situaciones de celos. Siempre me dieron la clara impresión 
de ser problemas graves.
He sido testigo de episodes de celos en el marco de relaciones 
matrimoniales y conflictos fraternales. También he presenciado ataques 
de celos en artistas, políticos, profesionales, deportistas, y en todo tipo 
de conflictos humanos que permiten su tóxico despliegue.
El común denominador en los casos de celos que observé fue la siniestra 
enemistad y el final destructivo que estos retorcidos sentimientos 
causaron.
Caso 1: Juan y Rosa tienen veinte años de matrimonio. Él es un ejecutivo 
bancario con muy alto cargo, ha tenido éxito profesional, es intelectual y 
emocionalmente equilibrado y disfruta, o mejor dicho, trata de disfrutar, 
su notable potencia sexual.
Su esposa es intelectualmente muy simple, y él la describió como “un 
pescado frío” durante la intimidad sexual. La madre de Juan los visita y 
los dos se sientan en un sofá del living room. Él cariñosamente pasa su 
brazo por el hombro de su madre y escucha un grito de su esposa: “¿Qué 
estás haciendo con tu madre?”.
Otro incidente: Juan y su señora invitan a una pareja amiga a cenar en 
el hogar. Alicia, la mujer huéspeda, toca el violín y Juan hace lo propio. 
Pensaban interpretar juntos un dúo. Cuando Alicia intentó abrir el 
estuche de su violín, Rosa lo cerró bruscamente y gritó: “Aquí nadie 
va a tocar el violín…”. La cena y el resto de la visita fueron muy tensas 
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y cargadas de nubarrones. Juan consumió “galones de Maalox” para 
controlar la tremenda acidez que el disgusto le había ocasionado.
Caso 2: Un psiquiatra de 70 años confiesa a su hermano de 65 que por 
muchos años (en realidad, desde la infancia) lo odió, admitiendo que 
no había ninguna acción por parte del hermano menor que hubiera 
podido justificar ese sentimiento. Explicó que el origen del problema 
fue la preferencia que el padre de ambos mostró por el hijo menor. Todo 
su entrenamiento en psiquiatría de adultos y luego de niños, resultó 
inútil para solucionar su conflicto. También experimentó celos cuando 
el hermano menor tuvo más éxito profesional, económico y en otros 
aspectos de su vida personal.
Caso 3: María y Ricardo tenían un matrimonio de diez años y dos niños. 
Él era un hombre ejemplar, dedicado por entero a su famlia, de buen 
carácter, inteligente, y responsable en su trabajo. Nunca descuidó a su 
esposa y sus hijos, llegaba diariamente a su hogar a la hora debida y todo 
lo que hacía, era correcto. Sus suegros reconocieron que su hija estaba 
casada con el “hombre ideal”.
Pero había un problema. Un gran problema. María sufría de celos 
mórbidos. Revolvía los bolsillos del saco y los pantalones de su marido, 
buscando por recibos de moteles imaginarios y de relaciones extra-
maritales que no existían. Lo llamaba constantemente a su oficina porque 
tenía celos de todas las empleadas. Temía que “una de esas mujeres” 
podría “robarle” su marido. Diariamente, ella le preguntaba en detalle 
con cuántas mujeres había compartido su labor y a qué mujeres había 
visto en el gimnasio cuando practicaba su rutina.
Ricardo era un amigo mío y una vez me dijo: “Eduardo, si continúo 
casado con mi esposa, siento que moriré de un ataque cardiaco por el 
estrés que me causa. ¡Mi situación es inaguantable!”
La pareja consultó un psicoterapeuta, quien no pudo corregir los celos 
mórbidos de María. Después de doce años de matrimonio ocurrió el 
divorcio por iniciativa de Ricardo. La separación le causó a ella severa 
depresión.
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Howard, ¿pudieras decirme cómo, cuándo y dónde los celos comienzan 
y porqué? Sabemos mejor como terminan, lo que frecuentemente es en 
desastre y la desintegración de la relación.
Cuando te consulta una persona celosa o la “víctima” de una persona 
celosa, ¿cómo enfocas la terapia y cuáles son generalmente los resultados 
de tu gestión?
Paul: Eduardo, los celos son un tópico que bien continúa nuestra 
discusión previa sobre la rabia, aunque en este caso los celos son rabia 
dirigida hace adentro y que se manifiestan por demandas crónicas no 
razonables hacia otras personas. Afectan la percepción individual del 
celoso hacia símismo de una manera destructiva.
Para contestar tus preguntas sobre celos, creo que es preferible introducir 
y luego discutir tópicos que aparentemente no tienen relación. Creo que 
es importante entender ciertos conceptos para enlazarlos en el momento 
preciso y apreciar su posible relación.
Comencé por decirte que los celos representan un proceso de rabia. 
Es fácil ver como una persona celosa fácilmente se enoja con otros. En 
realidad, el individuo celoso está crónicamente enojado consigo mismo 
manteniendo un estado continuo de inadaptación.
Quiero asimismo introducir una perspectiva evolutiva remarcando 
como la conducta de nuestros padres y su interacción con nosotros crea 
inseguridades. Modelos negativos de interacción con los padres son 
aprendidos e internalizados. Estos se transforman en hábitos que se 
mantienen a través de los años y se robustecen con el tiempo.
Es importante entender que los hábitos operan en un nivel subconsciente. 
Generalmente no estamos conscientemente advertidos que estos hábitos 
internalizados están funcionando activamente, pero son cruciales en 
determinar nuestras respuestas y conductas emocionales.
En tu caso 2 describiste al psiquiatra de 70 años quien mantuvo una 
intensa rivalidad con su hermano menor a lo largo de su vida, a pesar de 
haberse sometido a un entrenamiento no sólo de psiquiatría de adultos 
sino también de psiquiatría de niños.
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Comenzaré a elaborar con este caso, ya que es más sencillo ver una 
situación de celos que tiene su origen en la infancia, ya que los celos 
tienen raíces profundas que crecen y se fijan fuertemente en los primeros 
años de la vida.
Imagina que durante tus primeros cinco años de existencia, sólo poseías 
a tus padres y fuiste el recipiente de todas sus atenciones y regalos. Te 
dicen que pronto vas a tener un hermanito o hermanita y la familia 
pensó que eso te haría feliz.
Moviendo ahora mi palanca de cambio a otra posición: Imagina que 
tus padres han ganado la lotería y que por un período de cinco años, 
te prodigaron substanciales beneficios. Un buen día (no tan bueno, 
realmente), te dicen que desde ese momento en adelante, recibirás la 
mitad de lo anterior porque la otra mitad será entregada a tu hermano.
La mayor parte de la gente no se sentiría muy dichoso con esta nueva 
situación. El nuevo hermano representa una entidad con la que habrá que 
compartir muchas cosas. Esto genera más preocupación que felicidad. 
La intención de los padres, sin duda, fue el de ser justos y favorecer a los 
dos hermanos, pero…
Chapunoff: …pero sin querer crearon una rivalidad patológica.
Paul: ¡Exactamente! La rivalidad es un eufemismo para describir un 
fenómeno basado en los celos. Esta rivalidad y sus celos acompañantes 
crecen simultáneamente. Nuestra defensa depende de nuestro sentido 
de seguridad interior y nuestra capacidad de adaptación al nuevo 
sistema.
Si tenemos la fortuna de tener padres que nos quieren, seamos o no 
buenos alumnos, y excusen los defectos de nuestra conducta y nos 
indican que su amor hacia nosotros no disminuirá con nuestras fallas, es 
como adquirir un magnífico seguro que nos protege contra los celos.
Chapunoff: He visto lo suficiente de padres que felicitan a sus niños 
cuando obtienen buenas notas en la escuela y los critican severamente 
cuando sus calificaciones son malas o no aprueban sus exámenes. Estos 
niños parecían estar confundidos.
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Paul: Infortunadamente, muchos padres son deficientes en transmitirle 
a sus hijos el valor del amor incondicional y los valores intrínsicos de 
un ser humano. Mucha gente cree que se la juzga exclusivamente de 
acuerdo a sus logros. Durante la niñez, si creemos que somos tan buenos 
como nuestro último éxito, también podríamos creer que si alguna otra 
persona demuestra más talento, belleza, inteligencia o cualquier otro 
atributo, eso significaría que esa persona es superior a nosotros. O sea, es 
como decir: “tu eres mejor que yo”, lo que significa “yo no valgo tanto”.
Muchos niños creen que ellos deben ser mejor que otros chicos 
simplemente para ser considerados “adecuados”. Si yo debo ser mejor 
que tú, cada cosa que tú haces bien representará una amenaza para mí. 
Estoy seguro que el psiquiatra que mencionaste se sintió amenazado 
cada vez que su hermano logró éxitos en su vida de cualquier tipo. Para 
él, el problema no consistía en el triunfo de su hermano sino que él se 
sentía inferior a su hermano.
Esta clase de situación inadecuada es la base de muchas patologías 
mentales.
Si recuerdas mis sentencias previas sobre la rabia y el enojo, “yo debo”, 
“yo debería”, “yo tengo que”, son palabras que construyen rabia. El enojo 
nace de nuestra pretensión que todo lo que queremos debe transformarse 
en realidad. El estado de celos tiene una estructura de rabia, de enojo. 
Las palabras demandantes y lo que ellas implican se introvierten. En 
lenguaje callejero diríamos: la bronca va por dentro. Detrás de los celos 
existe un estado de inseguridad y un daño a la asertividad.
Los celosos no se ven a sí mismos como lo bueno que ellos quisieran ser 
y demandan su propia perfección (o algo que se le parezca), y si fallan o 
son opacificados por el brillo de otros, su ineptitud será expuesta, y ello 
conducirá a una erosión de su propio valor, creando temor y focalizada 
obsesión.
Chapunoff: Howard, de lo que tú estás diciendo uno debería 
razonablemente concluir que la persona celosa libera su rabia en dos 
direcciones. Llamaría a esto “la rabia bidireccional”, o sea, rabia dirigida 
a sí mismo y rabia que apunta a otra persona.
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Paul: Eduardo, es así como lo has dicho. Noté previamente que si yo 
estoy enojado contigo tendré pensamientos negativos y derogatorios 
sobre ti. De la misma manera, si estoy enojado conmigo mismo, los 
pensamientos negativos y derogatorios son iguales, pero esta vez, estarán 
dirigidos hacia mí.
Chapunoff: Esto no suena muy optimista ¿No es cierto?
Paul: ¡No, para nada! Detrás de los celos hay un enojo insidioso que 
perpetúa y fortifica los pensamientos negativos dirigidos en contra de 
uno mismo. Así como la rabia hacia afuera comienza con la focalización 
de una demanda externa, la rabia hacia adentro se focaliza en una 
demanda interior: “yo debo” en lugar de “tú debes”.
Si yo demando algo de ti, aunque tú me complazcas, siempre tendrás un 
grado de resistencia y oposición que quizá nunca demostrarás.
Chapunoff: Howard, cuando una persona sufre de celos, ¿es consciente 
de sus sentimientos y el hecho que está perjudicándose a sí mismo/a y 
a otra persona?
Paul: Cuando una persona demanda algo de otra, está transfiriendo su 
responsabilidad. Cuando se trata de una auto-demanda, el individuo 
asume la responsabilidad. A pesar de eso, la resistencia y oposición aún 
existen y generan una energía negativa que conduce al bloqueo y a la 
procrastinación.
Chapunoff: ¿Cómo maneja el cerebro el bloqueo y la procrastinación?
Paul: Para superar la propia reactividad interna negativa y la resistencia, 
la gente condensa sus energías y las dirige en la dirección equivocada 
poniéndose obsesivos, mentalmente angostos y con una pérdida 
significante de perspectiva.
Chapunoff: Yo siempre tuve la impresión en todos los casos de celos que 
observé que los afectados habían perdido perspectiva. Una pérdida de 
perspectiva es como perder la brújula del sentido común. Me dieron la 
impresión de ser cosmonautas flotando en el espacio sin estar vestidos 
con el equipo requerido.
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Paul: Es cierto, Eduardo, estoy de acuerdo con esa comparación. No 
hay duda que en los casos de celos que presentaste, todos ellos perdieron 
perspectiva y sobrefocalizaron su deseo de controlar sus esposos para 
reducir sus temores y ansiedad. Cuando una demanda se exterioriza y 
falla, crearabia. Cuando una demanda se interioriza (celos) crea rabia 
también. En el primer caso, el enojo es hacia otra persona. En los celos, 
el enojo es con uno mismo. Extrañamente, si yo me impuse demandas 
a mí mismo y no tuvieron resultado, tendré la impresión de valer muy 
poco como persona.
Chapunoff: Este sentimiento de valer poco, debe ser uno de los peores 
enfrentamientos que un individuo tiene contra sí mismo.
Paul: Sí, lo es. Mucha gente cree que si alguno descubre sus “íntimos 
pensamientos”, ellos no valen nada y eso sería catastrófico. Especialmente 
con los celos, junto a la sensación de ser inadecuado, viene la creencia 
que todos son mejores que tú, no en una sola cosa, sino en todo y de un 
extremo al otro.
Chapunoff: Parece lógico pensar que una persona que sufre de celos 
también padece de ansiedad y otras disfunciones emocionales.
Paul: Sí, existen a menudo disfunciones emocionales y de conducta 
asociadas con los celos. Algunos padecen de ansiedad severa, otros 
tratan de combatir su ansiedad y la molestia de su incompetencia, 
tratando de controlar obsesivamente el mundo que los rodea, de manera 
que el secreto oculto de sus terrible ineptitud nunca será descubierto. 
Lamentablemente, el individuo celoso no puede ver la realidad de su 
conducta, lo que hace que las inseguridades que tanto quiere ocultar, 
sean obvias para todo el mundo.
Chapunoff: La gente enojada parece tener una energía reprimida lista 
para explotar y ser liberada en cualquier momento. Me recuerdan a un 
tipo que tiene un fusil automático con un dedo nervioso apretando un 
gatillo que pudiera activarlo en cualquier momento.
Paul: Tienes razón. Eso es exactamente lo que ocurre. Si yo estoy enojado 
contigo, quiero atacarte. Puedo hacerlo abierta o disimuladamente. Si 
por otra parte estoy enojado conmigo mismo, trataré de escapar de 
alguna forma, o pudiera decidir atacar a mí mismo o a cualquiera que 
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me rodea. Con los celos, la gente ataca a la persona que ellos temen 
serán los que divulgarán sus inseguridades y así resultarán descubiertos. 
Lamentablemente, esta persona es frecuentemente un miembro cercano 
de la familia, tal como un hermano/a, o esposo/a.
Para entender las emociones de la gente, es importante pensar de manera 
básica.
Chapunoff: Y eso ¿cómo lo haces?
Paul: Nuestro sistema emocional comienza tan pronto como empezamos 
a desarrollar el lenguaje y se consolida cuando comenzamos a atender 
el jardín de infantes. Crecemos, pero, cuidado, a veces nuestro sistema 
emocional no crece como debería y se desarrolla con daños estructurales. 
Un pequeño relato: Yo frecuentemente doy conferencias en el Centro de 
Salud Mental de la Facultad de Medicina de New Jersey, en donde soy 
profesor en el departamento de psiquiatría. La audiencia consiste de 
psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales. Les pregunto: “¿Quién 
de ustedes disfruta trabajando con niños?” Sólo el 25 por ciento levanta 
sus manos. Luego pregunto: “¿Quiénes prefieren trabajar solamente con 
adultos?” El 75 por ciento responde positivamente. Gentilmente bromeo 
con estos últimos diciéndoles que, les brindo mis condolencias, ya que 
cualquiera sea la edad de los pacientes, siempre estarán trabajando con 
niños.
Chapunoff: Al comienzo de esta conversación tú mencionaste que la 
interacción negativa entre padres e hijos es capaz de conducir a grandes 
defectos en sus emociones y conducta. ¿Cuál es tu opinión sobre la 
influencia negativa de los padres en la evolución defectuosa del carácter 
de sus hijos?
Paul: Existe una noción popular que los psicólogos culpan a los padres 
por las disfunciones emotivas y de conducta de sus niños. Quiero 
aclarar que yo no sostengo esa posición ni culpo a los padres. Pienso 
que los padres se equivocan porque actúan de acuerdo a lo que ellos 
aprendieron de sus progenitores. A menudo digo que no hay villanos, 
sino víctimas.
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Chapunoff: He visto un número de veces que el pobre desarrollo 
emocional de un padre es un preludio que anuncia un defectuoso 
desarrollo emocional del hijo.
Paul: Eso es cierto, aunque no siempre sucede: Hay casos en los que 
los padres no pueden ser implicados en la transmisión a los hijos de 
mensajes defectuosos y a veces, los hijos asumen incorrectamente que 
los padres son la causa de sus disfunciones.
Los padres generalmente actúan como sus padres actuaron con ellos. 
Nuestro temprano entendimiento del mundo que representa la base del 
carácter que vamos a desarrollar, es aprendido a una temprana edad y 
se fija en la mente, transformándolo en un hábito.
Me estoy refiriendo a estos asuntos, ya que representan el punto de 
origen de tu pregunta sobre los celos.
Los seres humanos somos criaturas de hábito, no de conocimiento, ya 
lo he mencionado en otras conversaciones que tuvimos. Como bien lo 
viste en el ejemplo del psiquiatra al que nos referimos previamente, él 
claramente sabía lo que estaba haciendo y también que estaba equivocado, 
pero careció de la habilidad para poner en práctica sus conocimientos. 
La gente actúa mejor cuando adquiere buenos hábitos. Conductas 
deficientes resultan del aprendizaje de hábitos incorrectos. Una vez que 
un hábito está formado, la gente generalmente piensa equivocadamente. 
El conversar sobre estas deficiencias puede aclarar y cambiar las cosas, 
pero eso sólo rara vez sucede.
Un hábito se define como algo que hemos hecho muchas veces y tan 
frecuentemente que no nos percatamos que lo estamos ejecutando.
El hábito opera a un nivel automático. Es el nivel del subconciente. 
Aquellos que no han sido tratados con terapia cognitiva, típicamente, 
no están advertidos de los libretos emocionales que llevan en su 
subconsciente. Si tú le preguntas a una persona: “¿Usted sabe por qué 
camina?” “¿Usted se percata que su cerebro está ordenando a sus pies que 
se muevan?” . La respuesta será: “No”.
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La gente entiende que el caminar es un hábito y que sus pies siguen 
las órdenes del cerebro, pero al mismo tiempo ellos no piensan en ese 
proceso cuando caminan.
Las personas comúnmente no oyen sus propias voces, mentalmente 
hablando, me refiero. En cuanto a las emociones se refiere, no captamos 
los mensajes que nos enviamos a nosotros mismos y que determinan 
nuestras respuestas emocionales.
Retornemos ahora a tus tres ejemplos: Describiste a Rosa con dificultades 
en su vida íntima, muy celosa y controladora. Es muy probable que 
ella, en un momento temprano de su vida, se convenció a sí misma 
que no era lo suficientemente adecuada, y pudo haber ocultado su 
defectuosa personalidad, pero al mismo tiempo trató de probar que no 
era inadecuada o incompetente.
El sexo, en lugar de ser una expresión de amor, probablemente llegó 
a ser algo que ella creyó que no podía ejecutar bien, y que no era lo 
suficientemente hábil para realizarlo exitosamente, y trató de evitarlo 
suprimiendo sensaciones.
Chapunoff: En otras palabras, temía dar la impresión de ser inadecuada 
durante el acto sexual y eso la condujo a comportarse como “un pescado 
frío”, de acuerdo a la descripción de su marido. ¿Correcto?
Paul: Sin duda. Hay muchas razones que explican porqué ciertas 
personas temen los momentos íntimos y son incapaces de tolerar 
genuinas y espontáneas expresiones emocionales, especialmente durante 
la actividad sexual. Yo apostaría que la opinión negativa de sí misma jugó 
un papel importante en la supresión de sus emociones y sentimientos.
Tu segundo ejemplo sobre Rosa nos ayuda a entender más aún la forma 
intensa con la que se sintió amenazada cuando Juan, su marido, ubicó 
su brazo alrededor del hombro de la madre para expresarle afecto. El 
sólo pensar que Juan pudiera querer más a su madre que a ella fue 
devastador. Su demanda interna de que Juan debía siempre tener más 
devoción hacia ella que hacia ningún

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