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REEDUCACIÓN AUDITIVA PARA EL ÉXITO ESCOLAR Y EL BIENESTAR EMOCIONAL - Guy Berard

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GUY BÉRARD
REEDUCACIÓN
AUDITIVA
Para el éxito escolar
y el bienestar emocional
Traducido por
Víctor Estalayo
BIBLIOTECA NUEVA
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Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de
reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta
obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual.
La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). 
El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el
respeto de los citados derechos.
Cubierta: A. Imbert
Título original: Audition égale comportement, Maisonneuve, 1982
© Guy Bérard
© Traducción de Víctor Estalayo
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid
Almagro, 38
28010 Madrid (España)
ISBN: 978-84-16089-13-0
Edición digital, 2014
1 Esposa del autor. [N.del T.].
A Nicole1
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Índice
P .......................................................................... 13
P       ............................... 15
I ......................................................................... 17
C .—E  ................................................... 19
1. Las informaciones sonoras ..................................... 19
2. El sistema anatómico y su funcionamiento ........... 20
2.1. El oído externo ............................................... 21
2.2. El oído medio ................................................. 21
2.3. El oído interno ............................................... 22
3. Fallos del sistema auditivo ...................................... 22
4. Evaluación de la audición ....................................... 23
C II.—E    ................ 27
C III.—C      ............ 31
1. Qué material utilizar ............................................... 33
1.1. La sala ............................................................. 33
1.2. El audiómetro ................................................ 34
1.3. Métodos de respuesta del paciente ............... 34
1.4. El operador ..................................................... 35
1.5. La asistencia ................................................... 36
2. Qué anomalías buscar ............................................. 37
2.1. Problema del tiempo de respuesta ............... 37
2.2. Errores ............................................................ 39
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8 Índice
2.3. Fatiga .............................................................. 40
2.4. Audición dolorosa .......................................... 40
2.5. Falta de selectividad ...................................... 41
2.6. Distorsiones .................................................... 43
2.7. Problema de lateralidad ................................ 44
2.8. Aspecto temperamental de las respuestas .... 45
C IV.—E      -
 ............................................................................. 47
1. Incidencia decisiva de la audición en la conducta ... 47
1.1. Influencia general del ambiente y del estado 
de salud en la personalidad ........................... 47
1.2. Consecuencias de una audición defectuosa 
en el niño ........................................................ 50
2. Perturbaciones que causan las anomalías auditivas 
en el marco de la dislexia ........................................ 55
2.1. Problemas del tiempo de respuesta .............. 55
2.2. Errores ............................................................ 56
2.3. Fatiga .............................................................. 56
2.4. Audición dolorosa .......................................... 56
2.5. Selectividad auditiva ...................................... 59
2.6. Distorsiones auditivas .................................... 60
2.7. Lateralidad auditiva ....................................... 63
2.8. Aspecto temperamental de las respuestas .... 70
C V.—T      
  - ............................................ 71
C VI.—A   ......................................... 77
C VII.—I      -
    ............................................................... 81
1. Desventaja auditiva compensada por la inteligen-
cia y la voluntad ....................................................... 81
2. Distorsiones de un tipo particular .......................... 83
2.1. Hiperaudición relativa ................................... 83
2.2. Descubrimiento de la curva 2-8 .................... 87
3. Incidencia directa de la audición en el comporta-
miento ....................................................................... 93
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Índice 9
C VIII.—E      .... 97
1. Los tratamientos clásicos ........................................ 97
2. La reeducación auditiva .......................................... 98
2.1. Principios ....................................................... 98
2.2. Técnica ........................................................... 101
C IX.—D   ........................... 105
1. Método ...................................................................... 105
2. Comportamiento durante las veinte sesiones ........ 106
3. El plazo de tres meses ............................................. 115
C ............................................................................ 117
C  ........................................................................ 119
I. Dislexia ..................................................................... 121
II. Autismo .................................................................... 155
III. Depresión. Tendencia al suicidio ............................ 175
D  .................................................................. 201
E     ....................................... 203
B ........................................................................... 207
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Presentación
He tenido la suerte de conocer de cerca a profesores
ilustres y a personas de una gran humanidad. Sin em-
bargo, la personalidad de un genio tan singular como el
doctor Guy Bérard me ha dejado una huella especialí-
sima en la mente y en el corazón.
El encuentro con el doctor Bérard ha sido una de las
experiencias más apasionantes de mi vida. Le conocí
personalmente cuando vino al hotel de Annecy a reco-
germe para llevarme a su preciosa villa en un llamativo
automóvil deportivo. También eran deportivos su porte,
su talante y sus movimientos. Por eso, fue mayúscula mi
sorpresa al conocer la edad de aquel cuerpo y de aque-
lla mente tan jóvenes. Me acogió con tanta simpatía y
sencillez, que perdí enseguida la tensión ante la pers-
pectiva de convertirme por unos días en el único discí-
pulo de un gran investigador.
Apenas nos acomodamos en el coche, comenzó a
transmitirme sus conocimientos con claridad y sencillez.
Sus valores, sus sentimientos, su sentido de la honesti-
dad profesional, traducido al lema de la máxima efica-
cia con el mínimo coste para los pacientes, su simpatía
y sus fascinantes datos biográficos convirtieron mi
aprendizaje de aquellos días en una apasionante aven-
tura. Hasta su conclusión, el doctor Bérard no dejó de
enseñarme ni un segundo, ni siquiera en la carretera, en
los restaurantes o en nuestra excursión alrededor del
lago de la capital de la Alta Saboya.
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14 Guy Bérard
Así fue como conocíel origen de su interés creciente
por la otorrinología, en la que se especializó en la uni-
versidad de Lyon después de muchos años de práctica de
la medicina y la cirugía generales. Con ingenio, tenaci-
dad y entusiasmo, logró sobreponerse al diagnóstico de
una pérdida progresiva de la audición y cambiar el pro-
nóstico fatalista de una sordera total e inevitable por la
satisfacción de librarse de insoportables acúfenos y lle-
gar a edad avanzada con una agudeza y calidad auditi-
vas envidiables.
Treinta años de investigación clínica dieron al doctor
Bérard la ocasión de descubrir la incidencia de numero-
sas anomalías auditivas, cuya existencia suelen ignorar los
interesados, en la vida escolar, de relación y emocional,
como las deficiencias en la comprensión oral por la lenti-
tud del procesamiento de los sonidos, la pobre lateralidad
auditiva, la falta de uniformidad debida al diferente nivel
de agudeza auditiva en los dos oídos y en frecuencias pró-
ximas en cada uno de ellos, la dislexia, la tartamudez, la
expresión oral defectuosa, las dificultades escolares, las
alergias, las depresiones, las tendencias suicidas, la agre-
sividad, etc. Su genialidad se plasmó en el diseño de un
programa de reeducación auditiva y del audiokinetrón,
aparato electrónico necesario para realizarlo.
Espero que esta traducción satisfaga a los padres y
educadores que deseen acceder a la exposición que hace
el mismo doctor Bérard sobre la complejidad de la vía au-
ditiva y la necesidad de una excelente calidad de la audi-
ción para lograr el éxito escolar y el equilibrio emocional.
V E
Profesor del Método Bérard
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Prólogo del autor 
a la edición española
Don Víctor Estalayo ha tenido la extrema amabilidad
de asumir el inmenso trabajo que representa la traduc-
ción al español de mi obra Audición igual a comporta-
miento.
Su traducción es de una fidelidad absoluta; por eso,
junto con el agradecimiento, quiero hacerle llegar mis
más sinceras felicitaciones.
Este preámbulo me conduce a exponer un rápido pa-
norama histórico de la evolución de mi método.
Desde que comenzaron en 1962 mis actividades de re-
educación de la audición de mis pacientes, centradas pri-
mero en los trastornos puramente auditivos y, luego,
también en los problemas de comportamiento que, en
determinadas circunstancias, podrían derivarse de ellos,
como la dislexia, los estados depresivos o las tendencias
suicidas, el autismo, etc., las cosas han evolucionado.
Durante los años precedentes al cierre de mi consulta
en 1990, aprovechando todas las nuevas posibilidades
proporcionadas por la evolución de la electrónica, he he-
cho realizar las modificaciones necesarias para facilitar
la utilización de mi aparato, el audiokinetrón, pero pre-
servando la calidad de sus prestaciones.
El objetivo fundamental era poder transmitir la idea
misma de mi método utilizando el material creado con
esa finalidad.
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16 Guy Bérard
1 Asociación Intenacional de los Practicantes del método Bérard.
Eso me llevó a dedicarme a su enseñanza, primero en
Francia y, después, en Estados Unidos; por un efecto de
bola de nieve, ha dado como resultado la actual presen-
cia en el mundo de unos 400 centros que utilizan mi mé-
todo en Australia, Bélgica, Canadá, Corea, EEUU, Es-
paña, Francia, Grecia, Holanda, Hong-kong, la India,
Israel, Italia, Malasia, México, Sudáfrica, Suecia, Suiza,
Turquía y el Reino Unido.
Debido a mi edad bastante avanzada, con el fin de
evitar al máximo las desviaciones de este método, que ya
tienen tendencia a manifestarse y que no podrían dejar
de agravarse tras mi desaparición, he aceptado que se
cree en Bélgica una asociación denominada The Inter-
national Association of Bérard Practitioners1, IABP, cuya
misión es preservar la rectitud de la línea que he trazado
en beneficio:
— de los pacientes tratados,
— del método mismo
— y, por consiguiente, de los que lo practiquen.
Además, después de comprobar sus conocimientos y
su aptitud, he nombrado a algunos profesores encarga-
dos de proseguir mi enseñanza.
De este selecto equipo forma parte Víctor Estalayo,
que ha promovido esta edición, a la que auguro una gran
difusión para bien de tantos niños y adultos de lengua
española que necesitan ayuda para tener éxito en la es-
cuela o para resolver sus problemas emocionales.
D G B
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Introducción
Esta obra deriva de una misma comprobación reali-
zada en más de 8.000 pacientes durante 20 años de ejer-
cicio de la otorrinología en Francia.
El comportamiento del ser humano está condicio-
nado en gran parte por su forma de oír. En otras pala-
bras, existe un paralelismo casi constante entre:
— la calidad exacta de la percepción del mundo so-
noro exterior, por una parte, y, por otra,
— la forma de ser, de actuar, de reaccionar.
Comencé a notar esa correlación perturbadora al
ocuparme más en particular de ciertos niños disléxicos
cuyas dificultades escolares eran provocadas por disfun-
ciones auditivas.
Lo que, al principio, no fue más que una hipótesis se-
ductora, se convirtió poco a poco en certeza a mis ojos.
Luego, la verifiqué al extender mi campo de investiga-
ción a los demás niños y a los adultos.
La investigación sistemática de las anomalías de la
audición, incluso mínimas, y el estudio comparativo de
las fichas de mis enfermos han permitido evidenciar una
simultaneidad casi permanente entre:
— por un lado, ciertos procesos de respuestas en las
pruebas y algunas características audiométricas de los
gráficos obtenidos y,
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18 Guy Bérard
— por otro lado, determinados comportamientos de
los pacientes.
Más interesante aún era la previsible conclusión que
cabía esperar de ese descubrimiento; pues, en la mayor
parte de los casos, la mejoría de los problemas auditivos
o su curación iba aparejada a una modificación de la
conducta del paciente, pudiendo llegar hasta la curación
definitiva de trastornos importantes.
¿No estábamos ante una vía nueva? En la medida en
que se establecía una permanente correlación ¿no era
posible tratar por el oído patologías que, hasta entonces,
se consideraban dependientes de la quimioterapia o de
métodos psicoterapéuticos?
La prueba de los resultados prácticos ha confirmado
la teoría.
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C 
El oído
El oído es el órgano que permite al ser humano cap-
tar las informaciones sonoras provenientes del exterior y
transmitirlas al cerebro.
Examinemos de manera esquemática los elementos
anatómicos y fisiológicos de esa función:
1. Las informaciones sonoras.
2. El sistema anatómico y su funcionamiento.
3. Fallos del sistema auditivo.
1. L  
Son esencialmente fenómenos vibratorios de la at-
mósfera, una de cuyas características principales es el
número de vibraciones emitidas por segundo, que se
llama «frecuencia», cuya unidad es el hercio, que se abre-
via en Hz; 5 Hz significa cinco vibraciones por segundo.
El número de frecuencias existentes es inconmensu-
rable, pues va de cero al infinito. Se agrupan general-
mente en tres grandes categorías:
A) Los infrasonidos, de frecuencia inferior a las fre-
cuencias audibles para el oído humano.
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20 Guy Bérard
B) Los ultrasonidos, de frecuencia superior a lo que
puede percibir un ser humano normal, por encima de
unos 20.000 Hz.
C) Las tonalidades intermedias, situadas entre los
dos.
Nos vamos a ocupar exclusivamente de las frecuen-
cias «audibles».
El espectro sonoro percibido por el hombre varía de
un individuo a otro. Eliminaremos los casos excepcio-
nales para ceñirnos a la zona percibida más corriente-
mente, la que corresponde a las frecuencias de la con-
versación. Se sitúa entre 125 y 8.000 Hz.
2. E     
Este sistema está constituido por los tres elementos
siguientes:
— el oído externo,
— el oído medio y
— el oído interno.
Oído externo Oídomedio
Oído interno Cerebro
Huesecillos
Caracol
Tímpano
Pabellón
Trompa de Eustaquio
Conducto auditivo externo
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El oído 21
2.1. El oído externo
Está compuesto por el pabellón, que capta los soni-
dos, y por el conducto auditivo externo, que los guía ha-
cia el tímpano, el cual los recepta.
2.2. El oído medio
El tímpano separa al oído externo del medio. Es una
membrana flácida en su parte inferior, cuya parte supe-
rior está fijada en el martillo, primer eslabón de la ca-
dena de tres huesecillos: martillo-yunque-estribo.
Esos tres huesecillos, situados en una cavidad denomi-
nada caja del tímpano, forman un sistema articulado. El úl-
timo elemento, el estribo, es un pistón que penetra en un
orificio, llamado ventana oval, que pone a las vibraciones
en contacto directo con el oído interno o caracol.
El tímpano es una membrana y, como tal, tiene que
hallarse en un estado preciso para poder vibrar en ópti-
mas condiciones: se debe ejercer la misma presión atmos-
férica sobre las dos caras.
Vemos en el diagrama que la cara del tímpano orien-
tada hacia el conducto auditivo externo, o sea, hacia el
exterior, está en contacto directo con la presión atmos-
férica. Las modificaciones de esa presión, por instantá-
neas, potentes o débiles que sean, repercuten inmediata-
mente sobre la cara externa.
La cara interna, en cambio, constituye una de las pa-
redes de una caja casi completamente cerrada; en su
parte inferior, se abre un orificio.
Dicho orificio es una de las extremidades de un tu-
bito denominado trompa de Eustaquio. La otra extremi-
dad de ese conducto se halla en el fondo de la laringe, de
donde, gracias a la abertura de la boca y la nariz, el aire
exterior puede llegar hasta la caja del tímpano y resta-
blecer así, en el lado interno de la membrana timpánica,
el equilibrio de las presiones necesario para un funcio-
namiento satisfactorio.
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22 Guy Bérard
2.3. El oído interno
El caracol es un órgano muy complejo, del que se co-
mienzan a descifrar los enigmas, pero cuyo funciona-
miento exacto aún no se ha dilucidado perfectamente.
Su misión es recibir las vibraciones sonoras y trans-
formarlas en lo que llamaremos una energía nerviosa. Es
el órgano de la «percepción», en oposición al oído medio,
cuya función es la «transmisión». La energía emitida por
el caracol se confía entonces al nervio auditivo, cuya mi-
sión es transportar la información hasta la zona cerebral
correspondiente, que se encarga de la descodificación.
3. F   
Veamos someramente en el diagrama los obstáculos
que pueden perturbar el recorrido del sonido desde el pa-
bellón de la oreja hasta su descodificación final.
La vibración es un fenómeno físico; su alteración de-
penderá en gran parte de problemas mecánicos.
¿Está el conducto auditivo externo obstruido parcial o
totalmente? Un tapón de cerumen, la introducción de un
cuerpo extraño, como un poco de algodón, miga de pan,
piedrecitas, bolitas, minas de lápiz o un grano de trigo que
comienza a germinar basta para detener a los decibelios, lo
mismo que pasa con un eccema del conducto, un furún-
culo, una otitis externa, un pólipo u otras malformaciones.
El tímpano puede estar perforado, espesado o ecce-
matoso; su movilidad puede verse alterada por la pre-
sencia de líquido o de pus en la caja del oído medio, por
un funcionamiento defectuoso de la trompa de Eusta-
quio que impida el restablecimiento del equilibrio entre
las presión externa e interna.
Las articulaciones de los huesecillos pueden estar
bloqueadas por otitis anteriores; la presencia de tejido
escleroso perturba su movilidad y, a veces, causa su des-
aparición; ciertas afecciones hereditarias sueldan el pis-
tón-estribo a su cilindro.
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El oído 23
Toda alteración del oído medio puede ocasionar una
transmisión defectuosa de una parte de los sonidos su-
ministrados.
Todos esos obstáculos mecánicos al paso de un sonido
permiten entrever soluciones del mismo orden con
grandes posibilidades de éxito:
— liberación de los conductos auditivos mediante
abluciones o curas locales;
— reparación de los tímpanos dañados;
— tratamientos médicos, por cura termal o trata-
mientos quirúrgicos en las disfunciones del oído me-
dio.
Desde hace varios años, se han logrado progresos
considerables, se han obtenido éxitos espectaculares en
el campo de la cirugía de la sordera o cofocirugía.
En cambio, los problemas resultan mucho más gra-
ves cuando se aborda el oído interno.
¿Está afectado el caracol por antecedentes heredita-
rios, por una afección circulatoria o viral, por una agre-
sión medicamentosa? El pronóstico es entonces más
sombrío y se restringen las posibilidades de que los soni-
dos vuelvan a llegar al cerebro en perfectas condiciones.
Igualmente, la sección accidental del nervio auditivo
se traducirá en pérdida total y, por desgracia, definitiva
de la audición en el lado afectado. En otros casos muy
raros, la compresión de ese mismo nervio por un tumor
quístico, si se diagnostica suficientemente pronto, puede
tener una solución quirúrgica satisfactoria.
Mencionemos también la destrucción patológica o
traumática de las células auditivas cerebrales.
4. E   
Para saber cómo oye una persona, hay que practicar
una audiometría.
Vamos a recordar aquí las principales pruebas que se
realizan para descubrir una sordera más o menos avan-
zada en el marco de la medicina tradicional, basadas en
nuestro conocimiento actual:
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24 Guy Bérard
— Audiograma tonal y vocal.
— Timpanograma: estudio por presión del funciona-
miento de la membrana timpánica.
— Electrococleograma: estudio de los impulsos eléc-
tricos que suministra la cóclea.
— Bekésy: audiometría semiautomática de la totali-
dad de las frecuencias con ayuda de un equipo regulado
por una pera.
— Sisi-test: comprobación de la intolerancia dolo-
rosa a diversas tonalidades.
— Peep-show: audiometría que se practica con niños
de tres a cuatro años mediante un sistema de juguetes
(el tren).
— Potenciales auditivos evocados: control electrónico
cerebral de la percepción de las emisiones que suminis-
tra el caracol.
El estudio de los resultados obtenidos, contrastados
con los del interrogatorio y los de otros exámenes somáti-
cos, radiológicos y de laboratorio, permite establecer el
porcentaje cuantitativo de la pérdida auditiva, localizar la
sede de la lesión y orientar en consecuencia al paciente ha-
cia una solución quirúrgica, medicamentosa o protésica.
Estos exámenes son de una importancia considera-
ble, pues se estima que atañen actualmente al 5 o al 10
por 100 de la población francesa.
Estudiaremos, claro está, la audición en su aspecto
puramente cuantitativo, pero nuestro propósito supera
ese marco, pues pretende ante todo profundizar al má-
ximo en su aspecto cualitativo.
No se trata en modo alguno de una oposición entre
esos dos aspectos, que son más bien complementarios.
En un individuo con un cociente auditivo clásico del 100
por 100, pueden darse numerosos defectos que falseen
su percepción del ambiente sonoro. El cociente auditivo
oficial se establece en función de la audición verificada
únicamente en tres frecuencias:
— 500 Hz
— 1.000 Hz
— 2.000 Hz
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El oído 25
sin tener en cuenta otras tonalidades; una media de 15 dB en
esas tres frecuencias da un cociente auditivo de 100 por 100.
Salta a la vista inmediatamente el paralelismo con los
problemas de la visión.
Entre los dos extremos absolutos de una agudeza vi-
sual perfecta y de la ceguera total, el ojo puede presen-
tar numerosas anomalías: miopía, astigmatismo, presbi-
cia, hipermetropía, estrabismo divergente o convergente,
etcétera, que alteran la apreciación exacta de las imáge-
nes que se presenten. El individuo afectado por una de
esas alteraciones, aunque sea mínima, ve «algo distinto»
de la realidad. Todo el mundo está de acuerdoen poner
remedio a esa situación, por ejemplo, mediante lentes
correctoras.
Forma parte de las costumbres y no encuentra ni opo-
sición ni discusión. Si un niño se ve obligado a colocar la
nariz a pocos centímetros del libro que lee, se deduce que
ve mal, se le lleva al oftalmólogo y éste prescribe las ga-
fas apropiadas; el niño las aceptará rápidamente y, así, su
vida escolar resultará más fácil.
¿Por qué lo que nadie discute en el caso de la vista es
ignorado, muy discutido o rechazado sistemáticamente
cuando se trata del oído?
La respuesta más simple es que, en este caso, ya no
hay evidencia. La percepción visual atañe a objetos fijos
o móviles pero permanentes, comparables de un indivi-
duo a otro durante el tiempo que se necesite:
—¿Ves esto?
—Sí, lo veo bien.
O, al revés:
—No; me cuesta verlo…
Así que se puede examinar el grado de percepción de
un objeto estable durante todo el tiempo que haga falta,
pues las coordenadas son fijas.
No ocurre lo mismo cuando se aborda el problema de
la audición. Salvo en casos muy particulares, como el de
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26 Guy Bérard
los ruidos de máquinas con un volumen constante de so-
nido, la característica esencial de los sonidos que llegan
a nuestros oídos es que son fugaces, fluctuantes, modu-
lados sin cesar. Por tanto, no puede darse entre dos per-
sonas ningún diálogo preciso acerca de la percepción
que cada una de ellas haya podido tener del mismo
ruido. ¿Era más fuerte? ¿Más grave? No puede estable-
cerse ninguna comparación, pues ya hace tiempo que
cesó el sonido percibido y ha sido reemplazado por una
multitud de otros.
El problema es, pues, infinitamente más complejo,
menos apreciable en la vida corriente y no se le puede
objetivar sino mediante exámenes sistemáticos.
Esta noción de una audición diferente de un indivi-
duo a otro no salta pues a la vista, si se me permite de-
cirlo así.
Para saber CÓMO oye realmente un individuo, nuestro
estudio se centrará al máximo en el examen audio-
métrico tonal que, aparte del simple diapasón, es el 
más comúnmente utilizado desde hace muchísimos años.
La práctica de este examen no se ve limitada más que
por la edad del paciente. Se puede considerar que, con
la única condición de un nivel intelectual aceptable, el
examen de un niño de cinco años en adelante da indica-
ciones válidas, que permiten una aproximación global al
problema; esa aproximación se profundiza con los años
para alcanzar su plenitud hacia los diez años de edad.
Vamos, por supuesto, a exponer muchas cosas de so-
bra conocidas, hablando de nociones muy elementales.
Rogamos al lector iniciado que nos disculpe. Nos parece,
sin embargo, indispensable para plantear bien el pro-
blema desde el principio y hacer posible el acceso a otros
puntos más secretos.
Asimismo, esta exposición podrá parecer muy téc-
nica, con un planteamiento muy complicado para los no
iniciados. Les rogamos que tengan la paciencia de leerla,
pues es el diccionario que permite la comprensión de las
hipótesis que constituyen el fondo de nuestra obra.
Binder1.pdf 25 12/4/10 12:12:51
C II
Examen audiométrico tonal clásico
En una sala silenciosa el operador coloca los audífo-
nos sobre los oídos del paciente después de haber com-
probado, claro está, que estén vacíos los conductos au-
ditivos externos. Se sitúa en la misma pieza o en otra
contigua separada por un cristal. Hace llegar, primero a
un oído y después al otro, una serie de sonidos, comen-
zando por una tonalidad grave que produzca 125 vibra-
ciones por segundo, 125 hercios (que simplificaremos 
en 125 Hz) pasando a continuación a 250 Hz, 1.000 Hz,
etcétera, hasta llegar finalmente a 8.000 Hz.
En cada una de esas tonalidades se comprueba cuál
es la intensidad mínima que percibe el paciente.
En los gráficos las cifras de las tonalidades están co-
locadas en la abscisa, es decir, en la línea horizontal,
mientras que las intensidades, expresadas en decibelios
(abreviado: dB) se hallan en la ordenada o línea verti-
cal. Por cada respuesta del paciente se anota un punto
en la intersección de las dos líneas, indicando la tonali-
dad mínima apreciada en cada una de las sucesivas fre-
cuencias.
Luego, se unen con una línea los puntos señalados y
se obtiene el diagrama del oído examinado.
Después, se sigue el mismo procedimiento con el otro
oído.
Binder1.pdf 26 12/4/10 12:12:51
28 Guy Bérard
En concreto, se explica cuidadosamente al paciente
que, cuando perciba un sonido, debe indicárselo al ope-
rador conforme a las instrucciones que haya recibido; és-
tas varían según los métodos y los aparatos.
La respuesta se dará conforme a una de las siguien-
tes modalidades:
• oralmente, con un «sí» o un «no»;
• o, también oralmente, de forma más elaborada: «sí,
creo que sí», «espere; vuelva a empezar», «no estoy
seguro…»;
• con un gesto de la mano o de la cabeza;
• mediante la presión de una pera: «sí» al presionar,
«no» al soltar.
Con la misma pera, se puede regular la emisión so-
nora.
En el gráfico así obtenido, la línea representa, pues,
la frontera entre lo que percibe el oído, materializado
por la línea misma y por todo lo que se sitúa por debajo
de ella, y lo que no percibe, que se halla por encima.
Véase este caso típico, preciso y simplista, destinado
a familiarizar al lector profano con el diagrama auditivo.
En el Gráfico 1 el umbral auditivo del oído derecho
se sitúa en 10 dB en todas las frecuencias; es decir, no
puede percibir ningún sonido de una intensidad inferior
a 10 dB; los demás los percibe con tanta mayor intensi-
dad, cuanto más importante sea la cantidad de decibe-
lios emitidos.
10
0
10
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0
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8.
00
0
Gráfico 1. Oído derecho Gráfico 2. Oído izquierdo
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Examen audiométrico tonal clásico 29
Habitualmente, los test se realizan con una intensi-
dad máxima de 100 dB.
El oído izquierdo (Gráfico 2) es más débil, pues la po-
tencia sonora emitida debe alcanzar los 15 dB para que
el individuo comience a percibir el sonido. Abordamos
ya aquí la noción de anomalía; según los criterios clási-
cos, esta persona no sufre de sordera, pues su audición
alcanza el 100 por 100 en ambos oídos. Sin embargo, oye
de manera cuantitativamente diferente por la derecha
que por la izquierda.
El examen audiométrico tonal prosigue colocando un
vibrador en cada mastoides para informar directamente
al oído interno, con el fin de ayudar a precisar dónde se
halla una eventual lesión. Pero, como lo hemos indicado
al comienzo de este texto, no insistiremos en ello, pues
nos conduciría hacia pruebas más complejas, que se sal-
drían del marco que nos hemos prefijado.
Citaremos, no obstante, una tercera prueba efectuada
con ese mismo vibrador, colocado esta vez sobre la frente
en posición mediana. Nos revela qué oído recibe priori-
tariamente la información en cada frecuencia. Este test
lleva el nombre de Weber y, más adelante, tendrá un in-
terés primordial para nosotros.
Estas pruebas son muy apropiadas mientras nos inte-
resen exclusivamente los problemas de sordera; en caso
de necesidad, las demás investigaciones que se han citado
antes podrán completar el diagnóstico de la lesión y de
su emplazamiento e indicar lo que conviene hacer.
Binder1.pdf 28 12/4/10 12:12:51
Binder1.pdf 29 12/4/10 12:12:51
C III
Cómo se debe realizar la audiometría
El audiograma y las otras pruebas, que se han tratado
en el capítulo precedente, suministran una evaluación
cuantitativa que, con una simplificación máxima, nos
conducirá a las nociones clásicas, esquemáticas, de sor-
dera del 10 por 100, 20 por 100, 30 por 100, etc., sin nin-
gún detalle superfluo.
¿Qué ocurre en realidad?
El individuo se halla desde su nacimiento —e, in-
cluso, probablemente antes, como piensan algunos— en
un ambientesonoro continuo 24 horas sobre 24. Des-
pués de atravesar ese flujo constante de emisiones sono-
ras las vías del oído externo, luego, del medio y, por úl-
timo, del interno, llega de forma muy precisa a los
centros de la percepción auditiva cerebral y puede que
también a otras zonas. Pero ¡no vayamos tan deprisa!
¿Qué aporta al individuo esta continua información
sonora?
A lo largo de su desarrollo, tal vez aún antes de su na-
cimiento, le proporciona el aprendizaje de su ambiente
por el conocimiento, y, luego, el reconocimiento de cier-
tos sonidos en relación con las necesidades o los temo-
res: voces que acarician o reprenden, ruidos anormales
que le hacen sobresaltarse; también, más adelante, la
comprensión de los fonemas, que le mueve a intentar re-
Binder1.pdf 30 12/4/10 12:12:51
32 Guy Bérard
producirlos, y nociones musicales elementales, que an-
taño se transmitían con las canciones de cuna. De forma
muy progresiva, se va perfeccionando ese aprendizaje,
ese condicionamiento sonoro, con la adquisición de un
vocabulario cada vez más elaborado, que desemboca en
la palabra auténtica, y la expansión hacia un lenguaje
más elevado, hacia la música pasiva (escuchada), la ac-
tiva (cantada) luego y, finalmente, la instrumental.
¿En qué estado llega la información sonora al cerebro?
Desviémonos de nuevo hacia el campo visual. Tome-
mos a varios individuos dotados de una vista perfecta en
sentido estricto. Hagámosles mirar, en condiciones de
iluminación del todo idénticas, una serie de objetos, de
imágenes, de textos impresos. La descripción de lo que
disciernen muestra bien a las claras que la percepción
que tienen todos es la misma.
Si sustituimos a varios de esos individuos por otros
que sufran de miopía, astigmatismo, daltonismo o de
cualquier otra alteración óptica no corregida, está pro-
bado, y a nadie se le ocurrirá negarlo, que unos y otros
ven las cosas de forma diversa. Es inútil insistir en esa
evidencia, si no es para recordar que la permanencia de
la imagen permite el estudio inmediato y fácil de las
coincidencias o desigualdades sin necesidad de instru-
mentos o pruebas complejas.
Volvamos ahora al campo auditivo.
¿Quién puede informarnos sobre lo que percibe un de-
terminado individuo o cómo lo percibe en comparación
con otro? Nada ni nadie a corto plazo, debido al carácter
esencialmente efímero de las informaciones sonoras.
¿Qué hacer, pues, si se sospecha que, además de la
sordera, hay en el oído otras anomalías que pueden cau-
sar alteraciones en el conocimiento de los sonidos exte-
riores?
Pues bien, el examen audiométrico orientado hacia
esa búsqueda podrá suministrarnos gran cantidad de in-
formación, con tal de que se busque, claro está. Si bien
el espectro sonoro percibido por el hombre, variable de
un individuo a otro, se escalona entre las frecuencias
de 15 y 20.000 Hz, hemos decidido limitarnos al arco
Binder1.pdf 31 12/4/10 12:12:51
Cómo se debe realizar la audiometría 33
de 125-8.000 Hz, que corresponde a las frecuencias de la
conversación y de lo esencial de la vida corriente.
Hemos comprobado, por otra parte, que las afeccio-
nes que tratamos, corresponden a trastornos de la audi-
ción relativos a las frecuencias comprendidas entre 125
y 8.000 Hz.
1. Q  
1.1. La sala
Naturalmente debe estar insonorizada con el fin de
evitar que la audición del individuo se vea perturbada
por los ruidos provenientes del exterior. Nos ha parecido,
sin embargo, que la insonorización no debe llevarse
hasta el límite, por una razón psico-fisiológica: el pa-
ciente, ya un poco ansioso ante la idea del examen que
va a sufrir, se hallaría en un ambiente donde todo resul-
taría acústicamente anormal. En particular,
— la voz del operador se percibe de forma diferente
debido a la ausencia misma de todo el contexto de los
ruidos habituales;
— los estímulos sonoros emitidos por el aparato los
percibirá el sistema auditivo de tal forma, que nos dirán
cómo los percibe en ese contexto anormal y no cómo se
perciben en la vida ordinaria. Ahora bien, lo que desea-
mos conocer, es precisamente lo que ocurre en la vida or-
dinaria.
Se han realizado experimentos con objeto de aislar de
forma absoluta a un individuo en un local totalmente in-
sonorizado. Éste percibía entonces las emisiones sonoras
de su cuerpo: ruidos intestinales, latidos del corazón, cir-
culación sanguínea intra-auricular; su propia voz le pare-
cía extraña, desconocida y sentía una especie de angustia.
Es cierto que un examen audiométrico realizado en tales
condiciones puede dar una idea aproximada de lo que se
escucha, pero, de ninguna manera, de lo que ocurre en las
circunstancias habituales de la vida.
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34 Guy Bérard
1.2. El audiómetro
Es indispensable que tenga un sistema complejo de
mandos, que permitan detectar los errores voluntarios o
involuntarios del individuo, para estar en condiciones de
corregir sus fallos, por un lado, y para estudiar, por otro
lado, la calidad de sus respuestas, como veremos más
adelante.
1.3. Métodos de respuesta del paciente
Hemos eliminado de una vez por todas la técnica de las
respuestas que se dan con ayuda de una pera, que produce
una señal sonora o luminosa, las respuestas mediante ges-
tos de la cabeza o de la mano, así como las frases dema-
siado largas. Todos esos métodos generan errores.
1.3.1. «La pera»
Cuando, durante un examen un poco apresurado, se
ve uno llevado a mandar al paciente mensajes sonoros a
un ritmo rápido, es posible que, cuando tenga dificultad
para percibir algún sonido, apriete o suelte la pera a des-
tiempo, sin que el operador pueda darse cuenta del error.
1.3.2. «Los gestos con el dedo»
Hemos visto con frecuencia que el paciente, que se
esfuerza por escuchar un sonido apenas perceptible, alza
el índice cuando acaba de interrumpirse el sonido y, ante
nuestro asombro, nos dice: «Espere, estoy tratando de
comprobar si lo escucho.» Si hubiéramos dado la res-
puesta del dedo como afirmativa, el punto anotado ha-
bría sido falso.
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Cómo se debe realizar la audiometría 35
1.3.3. «Los movimientos de cabeza»
Movimientos verticales para el «sí» y horizontales
para el «no». Podemos afirmar que son una fuente cons-
tante de confusión; el paciente suele repetir el signo ver-
tical afirmativo según va disminuyendo la intensidad del
sonido emitido, aun después del momento preciso en
que ya no se percibe.
Es, pues, imposible obtener, con estos métodos ges-
tuales, lo que deseamos: un audiograma preciso. Es
cierto que esta opinión contradice el parecer de nume-
rosos audiometristas que aplican los métodos que nos-
otros rechazamos. Pero esas técnicas explican en gran
parte el hecho de que dos audiogramas relativos a la
misma persona, realizados por dos operadores distintos,
rara vez son superponibles y pueden incluso presentar
importantes diferencias. Claro que sus consecuencias
son mínimas cuando no se pretende más que la evalua-
ción global de una hipoacusia.
Por nuestra parte, pedimos al sujeto con gran insis-
tencia que responda oralmente «sí», «no», «no sé». Esas
respuestas no dejan lugar a dudas y pueden ser objeto de
una verificación inmediata en caso de incertidumbre.
1.4. El operador
Es absolutamente primordial que el audiometrista dé
pruebas de una excelente psicología, si quiere lograr su
objetivo, que es el de conocer cómo reacciona ante los
sonidos la persona que tiene delante.
En primer lugar, debe explicar pacientemente, con la
mayor claridad posible, en qué va a consistir el examen.
Tiene que permanecer sonriente para inspirar tranquili-
dad, de modo que el niño tenga la impresión de partici-
par en un juego más que en un duro examen y que el
adulto esté menos angustiado ante la idea del veredicto
suspendido sobre su cabeza. Es, en efecto, muy sor-
prendente comprobar hasta qué punto las personas de
Binder1.pdf 34 12/4/10 12:12:52
36 Guy Bérard
cualquier edad se sienten preocupadas y, a veces, trau-
matizadas por esta clasede exámenes y por el temor ob-
sesivo de cometer errores.
Cuando el operador compruebe que se produce un
error, debe informar al paciente y explicarle bien que dis-
pone de medios para detectar los errores. Si éstos per-
sisten, anotará además del gráfico audiométrico obte-
nido, las anomalías que compruebe; de ellas volveremos
a hablar más adelante.
1.5. La asistencia
Desde hace mucho tiempo, hemos adoptado la cos-
tumbre de hacer que un miembro de la familia, proge-
nitor o cónyuge, esté presente durante todo el examen,
desde la fase de las explicaciones iniciales hasta el final.
Aunque este método suprime la aureola y el secreto del
examen especializado, presenta, en cambio, ventajas in-
negables.
A esa persona se le exige que se mantenga quieta y en
silencio total para no molestar al paciente, pero se le se-
ñalan con el dedo las anomalías flagrantes en las res-
puestas (cualitativas o cuantitativas) así podrá compren-
der mejor las explicaciones que se le den, mientras que,
con frecuencia, el gráfico no es para ella más que un
simple diagrama.
Los padres toman conciencia de que su hijo necesita
una cura por un motivo muy real. En el caso de los adul-
tos, el acompañante reconoce así con más facilidad la
necesidad:
— de una operación quirúrgica,
— de llevar una prótesis,
— de proseguir con un tratamiento médico prolon-
gado, aun sin un resultado positivo inmediato;
— de una eventual reeducación auditiva
— y, sobre todo, la de adaptar la forma de hablar al
enfermo a las características de su audición.
Binder1.pdf 35 12/4/10 12:12:52
Cómo se debe realizar la audiometría 37
Hay, además, otro punto positivo: el acompañante
puede comprobar, con ocasión de los controles realiza-
dos en las mismas condiciones, la mejoría conseguida
gracias al tratamiento.
Cuando el examen esté a punto de comenzar, el pa-
ciente habrá comprendido bien su mecanismo:
— debe señalar con un «sí» el estímulo sonoro tan
pronto como lo perciba
— y debe indicar inmediatamente con un «no» la
desaparición o corte del sonido.
2. Q  
De momento, tratamos de descubrir ocho categorías
de anomalías. Pero, sin duda, la lista no es definitiva. Es
probable que, más adelante, se puedan detectar otras.
2.1. Problema del tiempo de respuesta
En un individuo normal, el «sí», que indica la per-
cepción del sonido, y el «no», que informa de su inte-
rrupción, se producen en un lapso de tiempo aproxi-
mado de uno a dos segundos.
2.1.1. «Respuestas demasiado lentas»
Principalmente en los niños, se puede observar un
tiempo de latencia que alcanza los dos, tres, cuatro o
cinco segundos. Cuando, durante un examen, compro-
bamos esa lentitud en las respuestas (hay que señalar
que cinco segundos es raro, pero no excepcional) pre-
guntamos al niño si ha comprendido bien lo que espe-
ramos de él. Éste siempre responde:
—Sí, señor; digo «sí» cuando lo oiga y «no» cuando
ya no lo oiga.
Binder1.pdf 36 12/4/10 12:12:52
38 Guy Bérard
Prosigue el examen y se comprueba el mismo retraso.
Se puede plantear la siguiente cuestión: ¿dónde se si-
túa anatómica y fisiológicamente el retraso en este cir-
cuito de emisión-respuesta? Es secundario en la medida
en que, en este capítulo, lo único que nos interesa es el
tiempo que transcurre entre la emisión del sonido y la
respuesta verbal del paciente, y no su localización.
El retraso resulta una molestia todavía más conside-
rable cuando, en lugar de un solo sonido, se transmiten
al sujeto frases complejas, compuestas por una multitud
de grupos de sonidos: de fonemas.
2.1.2. «Respuestas demasiado apresuradas»
Eliminamos desde el comienzo las respuestas apre-
suradas, que se pueden observar en un niño ansioso por
verse libre del examen, de carácter impulsivo o deseoso
de singularizarse y de llamar la atención. La caracterís-
tica fundamental de esos casos es la presencia constante
de errores y hay que clasificarlos en la categoría del as-
pecto temperamental de las respuestas.
Por otra parte, atribuiremos un interés muy particu-
lar a una categoría de respuestas prácticamente instan-
táneas, cuya rapidez parece casi premonitoria; el «sí» y
el «no» llegan en el momento preciso en que se emite o
se corta el sonido, por muchas precauciones que se to-
men para que el paciente no pueda ver ni el más mínimo
movimiento de las manos del operador.
Esa anomalía en las respuestas se halla siempre aso-
ciada a síntomas clínicos idénticos; además, es curioso
comprobar que estos individuos suelen parecer poco in-
teresados en el examen audiométrico. Parecen distraí-
dos, miran en torno a sí, juegan con los dedos, pero
nunca cometen un solo error, a pesar de las argucias que
emplee el operador.
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Cómo se debe realizar la audiometría 39
2.1.3. «Remanencia»
En otros casos, la información sonora se percibe nor-
malmente en el momento de la emisión, pero su corte no
parece instantáneo. Los exámenes realizados en estos su-
jetos son particularmente arduos, si se desea tener un
gráfico de una precisión absoluta.
El paciente nunca indica con un «no» rotundo que se
ha interrumpido el sonido, sino siempre con una frase y
una duda: «No sé si es su aparato o si el sonido anterior
se me ha quedado en el oído.»
El mismo fenómeno se repite en todas las demás fre-
cuencias.
Los audiometristas han comprobado que esa anoma-
lía, independiente de cualquier trastorno fisiológico, se
suele dar en los intelectuales, que tratan de razonar sus
sensaciones en lugar de indicarlas con sencillez.
2.2. Errores
Ciertos exámenes audiométricos son bastante labo-
riosos y extenuantes para el operador y probablemente
también para el paciente, pues les exigen una mayor
atención y se prolongan mucho más de lo necesario. Se
trata de exámenes en los que las respuestas que se dan
son erróneas.
Es fácil descubrir esos errores: basta volver sobre los
resultados obtenidos en el primer examen sistemático,
realizándolo otra vez de manera desordenada, para evi-
tar que el sujeto actúe de forma automática, por ejem-
plo, respondiendo sistemáticamente «sí» a los dos pri-
meros estímulos y «no» al tercero.
Cuando se comprueben varios fallos, conviene expli-
car de nuevo al paciente, con claridad, lo que se espera
de él y mostrarle de qué manera se equivoca. Si las res-
puestas obtenidas siguen presentando tales anomalías,
se toma nota de ellas.
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40 Guy Bérard
2.3. Fatiga
En general, el examen audiométrico se desarrolla de
cabo a rabo de manera uniforme. El tiempo de res-
puesta, rápido o lento, permanece idéntico de principio
a fin. Otras veces, ese ritmo se vuelve progresivamente
más lento a lo largo del examen al mismo tiempo que va
disminuyendo la tonalidad de las respuestas (la voz se
vuelve átona) y aumenta el número de errores. Es como
si el paciente se fatigara escuchando o esforzándose en
responder correctamente.
Algunos exámenes audiométricos terminan a veces
en un franco y profundo sueño, si no se esfuerza uno por
estimular al paciente.
2.4. Audición dolorosa
En una audición normal, cualquiera que sea la fre-
cuencia que se compruebe, el aumento progresivo de la
intensidad emitida (de 20 dB hasta 100 ó 110 dB, que es
la máxima que se alcanza con los audiómetros habitua-
les) hará que el sujeto responda: «Es cada vez más
fuerte», indicando que es muy fuerte en proximidad de
los 100 dB. Si, con ayuda de un equipo apropiado, se
llega a 130 dB, el paciente comenzará a hacer muecas de
desagrado y, a los 140 dB, indicará que es doloroso.
Otros pacientes, pueden indicar que «es muy fuerte»
mucho antes (desde los 40 dB) al mismo tiempo que
fruncen el ceño. Un aumento de intensidad de 5 dB pro-
voca una rápida y rotunda respuesta: «Me hace daño.»
Si se sigue aumentando la intensidad, se obligará al pa-
ciente a deshacerse bruscamente de los auriculares. La
elasticidad, la tolerancia normal de la audición, en lugar
de superar los 100 dB, se halla reducida a unos 50 dB (y,
a veces, en casos extremos, hasta mucho menos). Así
ocurreque no comienzan a oír el sonido hasta los 60 dB,
pero, a los 80, les resulta insoportable.
Binder1.pdf 39 12/4/10 12:12:52
Cómo se debe realizar la audiometría 41
Esa intolerancia suelen tenerla en frecuencias agudas
algunos individuos que presentan una caída de la audi-
ción en esas mismas frecuencias. Sin embargo, se puede
hallar también en otros cuyo audiograma es perfecto; se
llama reclutamiento.
Para una mayor comprensión, vamos a comparar
esta noción con lo que le pasa a un individuo que sufra,
por ejemplo, de una limitación en la movilidad de la ar-
ticulación del codo.
Un codo normal puede doblarse o extenderse en un
ángulo de unos 130 grados. A consecuencia de una frac-
tura, su capacidad de movilidad puede reducirse a 40
grados; en algunos casos, esa limitación se deberá sólo
al bloqueo mecánico de un callo óseo. En otras personas,
esa imposibilidad material estará acompañada por un
dolor tanto más fuerte, cuanto más acentuado sea el in-
tento de flexión. En fin, una tercera categoría de perso-
nas podrá lograr la extensión máxima sin tener que rea-
lizar un esfuerzo físico especial. Pero ese gesto irá
acompañado de un fenómeno doloroso, que puede ser
muy acentuado.
En estos últimos pacientes los exámenes radiológicos
no muestran ninguna anomalía. Sin embargo, el codo
está enfermo y no puede dar a sus dueños los servicios
que podrían esperar de él.
La falta de tolerancia de ciertos oídos a variaciones
más o menos acentuadas de la intensidad sonora se
puede comparar con lo que acabamos de describir en el
caso del codo.
2.5. Falta de selectividad
Tras comprobar si el paciente domina la noción de
«sonido agudo» y de «sonido grave», poniéndole a
prueba repetidas veces en las dos frecuencias extremas
de 125 Hz y 8.000 Hz, se le hace escuchar, con una in-
tensidad media de 50 dB, una sucesión de sonidos de fre-
cuencia progresivamente descendente: 8.000, 6.000,
4.000, etc., hasta 125 Hz.
Binder1.pdf 40 12/4/10 12:12:52
42 Guy Bérard
Se pide al paciente que indique cada vez si el sonido
percibido es «más grave» o «más agudo» que el prece-
dente. Luego, se remonta por toda la gama de frecuen-
cias desde 125 Hz hasta 8.000 Hz. Con bastante fre-
cuencia las informaciones que da el paciente son exactas;
pero, a veces, las respuestas que se obtienen pueden ser
asombrosas: las menos llamativas son las de muchos pa-
cientes que estiman que 6.000 Hz es una tonalidad más
aguda que 8.000 Hz, para señalar luego sin errores el
descenso progresivo de los tonos a medida que se avanza
hacia 4.000, 3.000, etc.
Pero, con bastante frecuencia, se da toda una gama
de respuestas falsas escalonadas en un gran número de
frecuencias, que, como hemos comprobado repetidas ve-
ces, pueden hallarse entre 8.000 y 1.000 Hz; el paciente
anuncia imperturbable: «más alto… todavía más alto»
cada vez que se baja la tonalidad, para quedar mudo al
paso de 1.000 a 500 Hz.
Ante nuestro asombro y nuestra pregunta frente a ese
silencio, la respuesta llega muy clara y apenas creíble:
«Es el mismo sonido.»
En otros casos los errores ocurren siempre en las
mismas frecuencias, por ejemplo, entre 8.000 y 4.000;
luego, respuestas exactas entre 4.000 y 2.000; a conti-
nuación, nuevos errores entre 2.000, 1.500 y 1.000 y, en
fin, respuestas correctas de 1.000 a 125 Hz.
Cuando se vuelve a empezar desde 125 Hz para subir
hacia 8.000 Hz, se repiten los mismos fallos en las zonas
que aparecían alteradas al descender.
Por supuesto, cuando se comprueban tales fanta-
sías, comienza uno a preguntarse con perplejidad si el
individuo habrá comprendido bien o si responde lo
que se le ocurre. La solución no está ahí, pues el
mismo examen, realizado varias veces y en fechas di-
ferentes, conduce a los mismos errores en las mismas
frecuencias.
Entonces, se anotan los resultados obtenidos, que
muestran que el paciente oye de veras lo que dice que
percibe, pero que, en realidad, está muy alejado de lo se
ha transmitido a sus oídos.
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Cómo se debe realizar la audiometría 43
Lo que acabamos de exponer se refiere a la prueba
realizada sólo en un oído, por ejemplo, el derecho.
Luego, se pasa al izquierdo, pero las sorpresas no
han acabado, pues pueden presentarse todas las posibi-
lidades:
— pueden comprobarse exactamente las mismas
anomalías que en el oído derecho;
— o se notan errores que se refieren a zonas sonoras
diferentes a las comprobadas en el derecho, a veces del
todo opuestas: las tonalidades que parecían ascendentes
en el derecho, parece que descienden en el izquierdo y
viceversa;
— o bien, se obtienen respuestas perfectas y, en tal
caso, es bastante habitual que el paciente, sin que se le
haya preguntado nada en absoluto, señale: «¿Sabe us-
ted? ¡No escucho lo mismo con los dos oídos!»
2.6. Distorsiones
Una audición perfecta se traduce en el gráfico audio-
métrico en una línea recta horizontal, que significa que
el individuo escucha las tonalidades de todas las fre-
cuencias con la misma intensidad, si el operador las ha
emitido con una fuerza uniforme.
Si golpeamos todas las notas de un piano de iz-
quierda a derecha con la misma fuerza física —es decir,
si emitimos sonidos de tonalidad ascendente, pero de la
misma intensidad sonora— se deben oír todos esos so-
nidos con la misma fuerza. El «do» no debe parecer más
fuerte que el «mi bemol» de la octava superior ni que el
«fa sostenido» de la octava inferior.
Ejemplo de una audición perfecta: el gráfico núm. 3.
El sujeto en cuestión comienza a percibir los sonidos
desde la intensidad de 10 dB.
Si se le hace llegar la misma sucesión de sonidos,
pero esta vez con una intensidad de 50 dB, señalará los
cambios de tonalidad, pero precisará que la intensidad
permanece uniforme.
Binder1.pdf 42 12/4/10 12:12:52
44 Guy Bérard
En cambio, en el Gráfico 4 se comprueba la presen-
cia de una línea quebrada, con una excelente audición
en las frecuencias 1.000, 1.500 y 6.000 Hz, en contraste
con respuestas menos satisfactorias en 250, 500, 2.000,
3.000, 4.000 y 8.000 Hz. Eso significa que las tres pri-
meras se perciben a un nivel sonoro superior a las otras
seis.
Si se transmiten a ese oído una serie de sonidos con
una intensidad uniforme de 10 dB, la respuesta será
«no» en todas las frecuencias menos en 1.000, 1.500 
y 6.000 Hz y, si la intensidad aumenta, el paciente seña-
lará cada vez la diferencia de fuerza en su percepción.
Es de imaginar desde ahora toda la diversidad de grá-
ficos que pueden presentarse en ambos oídos con las
diez frecuencias que se suelen comprobar; más adelante
veremos toda la riqueza de las informaciones que puede
aportar al audiometrista el estudio de esos gráficos.
La importancia que atribuimos a ese tipo de anoma-
lía explica, en parte, nuestra exigencia en cuanto a la pre-
cisión indispensable del examen audiométrico. Hay que
señalar toda diferencia de nivel, aunque sea mínima, en-
tre dos frecuencias contiguas, pues puede bastar para
modificar el diagnóstico.
2.7. Problema de lateralidad
Nos referimos aquí a un examen clásico: el test de
Weber. Pero vamos a pedirle algo diferente de lo que ge-
neralmente se espera de él.
10
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
12
5
25
0
50
0
1.
00
0
1.
50
0
2.
00
0
3.
00
0
4.
00
0
6.
00
0
8.
00
0
10
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
12
5
25
0
50
0
1.
00
0
1.
50
0
2.
00
0
3.
00
0
4.
00
0
6.
00
0
8.
00
0
Gráfico 3. Gráfico 4.
Binder1.pdf 43 12/4/10 12:12:52
Cómo se debe realizar la audiometría 45
Se transmiten las diferentes tonalidades que van de
500 a 4.000 Hz, desde la mediana exacta del hueso fron-
tal; el paciente indica cuál le parece que es el lugar de
procedencia de esas frecuencias. Se puede comprobar
toda clase de respuestas; al paciente le puede parecer que
todo proviene de la derecha, de la izquierda o del medio,
de atrás o «de todas partes». Y puede, incluso, ser dife-
rente en cada sonido.
Esas respuestas se registran en la ficha y luego vere-
mos qué enseñanzas se pueden extraer de ellas.
2.8.Aspecto temperamental de las respuestas
Esta noción es interesante, sobre todo cuando se trata
de examinar a un niño; la forma de responder da con fre-
cuencia una idea muy precisa del comportamiento habi-
tual del individuo; es una regla prácticamente constante.
Los padres, presentes en el examen audiométrico, con-
firman casi siempre la exactitud de las comprobaciones
que se hacen.
Se pueden reconocer varios tipos, aunque no hay una
barrera neta entre ellos.
A) Existen niños interesados o, incluso, apasionados
por el examen. El hecho de tener auriculares «como un
aviador», los aparatos con tantos botones delante de los
ojos, la colaboración activa en un juego (pues se trata
exactamente de un juego, como les indicamos al co-
mienzo del examen) las felicitaciones que reciben
cuando dan las respuestas correctamente, todo contri-
buye a que algunos pongan mucho interés y pidan que
se repita el sonido que acaba de emitirse, para estar se-
guros de no cometer un error.
Esos audiogramas son de una gran satisfacción tanto
para el operador como para el niño y sus padres. En au-
sencia de toda anomalía en el gráfico, coinciden siempre
con una forma de ser en la vida corriente: son niños que
se interesan por todo lo que ocurre a su alrededor y que
tienen sed de aprender.
Binder1.pdf 44 12/4/10 12:12:52
46 Guy Bérard
B) Otra categoría la constituyen los pillos, que, desde
que se les señala un primer error, ya no intentan res-
ponder correctamente, sino sólo hallar el truco que per-
mite al operador cazarlos. Observan el juego de los de-
dos de éste más de lo que utilizan sus oídos; tratan de
abreviar el examen. Los padres confirman que ocurre lo
mismo en la vida diaria; son niños que buscan todos los
atajos posibles para evitarse tareas penosas, aunque,
como en la montaña, esos atajos se revelan a veces más
arduos y menos satisfactorios que la vía normal.
Los exámenes de ese tipo pueden ser bastante duros,
si se quiere obtener un audiograma realmente veraz.
C) Otros niños no parecen interesados por lo que se
está haciendo. Responden lo que sea, de cualquier ma-
nera; no les importa el examen. Parece que se mofan
tanto de las felicitaciones por las respuestas buenas,
como de las suaves reprimendas por las fantasías dema-
siado flagrantes. Suelen jugar con los dedos o con el ca-
ble de los auriculares, balancean las piernas, miran al-
ternativamente a sus padres, al operador y a los botones.
Hay que pedirles una y otra vez que presten atención a
la prueba que se está realizando.
También en este caso, los padres confirman que es
muy parecido a lo que pasa en la escuela y en casa.
D) Otros se pasan de listos y discuten las observa-
ciones: «Sí, señor; estoy seguro de que oía», cuando no
se ha emitido sonido alguno. Se dan importancia du-
rante el examen como hacen en la vida corriente.
Esta enumeración no es exhaustiva, claro está; po-
drían señalarse otros muchos detalles.
Lo que nos parece importante es la cantidad de datos
que se obtienen así, en un período corto de tiempo, so-
bre la personalidad de un niño.
Binder1.pdf 45 12/4/10 12:12:52
C IV
Enseñanzas que se desprenden 
del examen audiométrico
1. I       
Desde el principio hemos anunciado que:
«Todo hace pensar que el comportamiento del ser hu-
mano está condicionado en gran parte por su forma de oír.»
1.1. Influencia general del ambiente y del estado 
de salud en la personalidad
Tomemos a un individuo cualquiera que viva su exis-
tencia familiar, social y profesional con una peculiar per-
sonalidad física, psíquica e intelectual. Su comporta-
miento mostrará un perfil determinado en función de los
datos de esa individualidad.
Si alteramos uno de los elementos de su personali-
dad, si, en el campo familiar se produce la desaparición
de un ser querido o un acontecimiento feliz; o bien, si en
su ambiente profesional, se produce un ascenso o un re-
troceso, su comportamiento se modificará en el acto: se
alterará o mejorará según las circunstancias.
Los que le rodean serán los primeros en comprobar
los efectos:
Binder1.pdf 46 12/4/10 12:12:52
48 Guy Bérard
—Fulano ya no es el mismo…
Y, sin embargo, es el mismo de antes; globalmente, es
el mismo individuo, pero las circunstancias de su vida
han cambiado la forma de expresar su personalidad.
Visto desde el exterior, ya no es el mismo hombre; por
otra parte, en su fuero interno, se sentirá diferente, más
expansivo o más triste según las circunstancias.
Esto parecerá todavía más evidente si consideramos
ese fenómeno desde la perspectiva de un problema pu-
ramente físico. La persona que padece un dolor cons-
tante, aunque tenga una intensidad mínima, reaccionará
en consecuencia. Si la gente no aprecia ninguna lesión,
comprobará pura y simplemente que ya no es «el de an-
tes».
Si, por ejemplo, esa persona padece un dolor articu-
lar cualquiera y si está acostumbrada a practicar depor-
tes, ya no podrá entregarse a sus ejercicios favoritos y
adaptará su existencia a esa situación. Ya no será la
misma persona, ni para su entorno ni para sí misma.
Un individuo que sufra de gastralgia, también verá
modificado su comportamiento: se volverá triste e irri-
table, buscará la soledad. Tampoco él será el mismo,
aunque su porte exterior y su contexto socio-familiar ha-
yan permanecido idénticos.
Todo lo anterior es tan evidente que el lector puede
quejarse de que le hagamos perder el tiempo tratando de
aclararle dudas que no tiene.
Sin embargo, prosigamos con nuestro razonamiento:
esa evidencia se percibe con la misma facilidad si esa
persona sufre una alteración en la vista en un momento
de su vida. Al principio, le acarreará una serie de pe-
queños inconvenientes: fatiga al conducir el automóvil,
dolores de cabeza al leer, aprensión a la luz demasiado
fuerte o a la penumbra, etc. Luego, descubrirá la difi-
cultad de ver tan bien como antes. Si le tratan la defi-
ciencia visual como es debido, nuestro buen hombre ten-
drá que llevar gafas, para volver a ser el mismo de antes.
Pero ya no será exactamente el mismo, pues tendrá ade-
más las lentes sobre la nariz.
Binder1.pdf 47 12/4/10 12:12:52
Enseñanzas que se desprenden del examen… 49
Por el contrario, si esos problemas de percepción vi-
sual se manifiestan muy pronto, desde la infancia, sue-
len asumirse enseguida, como hemos señalado arriba, y
las gafas se convierten en parte integrante de la perso-
nalidad física, psíquica y social de ese niño.
Nos hallamos ya en el corazón del problema.
¿Y qué pasa con la audición?
Comencemos por algunas generalidades antes de en-
trar en detalles.
Tomemos a un individuo típico, cuyas coordenadas
permanezcan estables salvo la audición que, siendo per-
fecta al principio, se pudiera modificar experimental-
mente.
Si, en un caso extremo, le volvemos totalmente sordo,
no hace falta ser un genio para afirmar que todo su com-
portamiento se trastornará radicalmente desde entonces
y no ofenderemos al lector desarrollando un tema tan
evidente.
Vamos más bien a imaginar lo que puede derivarse de
una modificación de menor importancia, que elegiremos
en un campo distinto al de las hipoacusias o ligeras pér-
didas de agudeza auditiva.
Un ejemplo sencillo para comenzar. Supongamos que
nuestro sujeto sufre de audición dolorosa en las fre-
cuencias agudas, a partir de una intensidad de 40 deci-
belios desde una frecuencia de 2.000 Hz.
¿Qué ocurrirá? Naturalmente, temerá a esos sonidos,
pues a nadie le gusta sufrir. Se esforzará por evitar oír-
los. Pero ¿quién puede emitir sonidos correspondientes
a las frecuencias y las intensidades en cuestión? El aba-
nico es amplio: abarcará a ciertas personas cuya voz es
particularmente penetrante; algunas emisiones musica-
les, los gritos de los pregoneros en la calle, multitud de
sonidos en los locales ruidosos, los chillidos de los niños,
etcétera. La lista de los sonidos traumatizantes se alarga
de día en día en nuestra sociedad.
Es fácil imaginar lo que va a pasar con la existencia
de la personaque padezca ese inconveniente, si ha te-
nido la mala suerte de haberse casado con una soprano,
cuando, al volver de trabajar como capataz en una fá-
Binder1.pdf 48 12/4/10 12:12:52
50 Guy Bérard
brica metalúrgica, llega al hogar para ser acogido por
una esposa que da el do de pecho a cada rato y por ado-
rables críos que emiten gritos estridentes, mientras el
hermano mayor escucha un disco en su cadena musical.
Es exagerado, dirán ustedes. Pues no; y muchas per-
sonas se reconocerán en ese retrato-robot.
No hace falta esforzarse para imaginar las conse-
cuencias sociales, familiares, profesionales, que acarrea-
rá rápidamente a nuestro personaje su nuevo estado. Irá
angustiado a su ruidosa fábrica, volverá con aprensión
al hogar; huyendo de todos los lugares colmados de de-
cibelios, se encerrará poco a poco en sí mismo lejos de
la sociedad, que se dará prisa en ponerle la etiqueta de
anormal o asocial, a no ser que le cuelgue el sambenito
del diagnóstico de una u otra psicosis. Sin duda alguna,
ese desgraciado se habrá convertido en asocial y es igual-
mente evidente que ninguna cura medicamentosa ni nin-
guna psicoterapia podrá hacer nada por él mientras un
examen audiométrico bien realizado no identifique el
problema y mientras no se resuelva éste.
1.2. Consecuencias de una audición defectuosa 
en el niño
Después de esta visión de conjunto, examinemos más
en detalle las posibles consecuencias de defectos auditi-
vos distintos de las sorderas o de hipoacusias de menor
intensidad.
Nos referiremos en gran parte al niño por la sencilla
razón de que éste, desde los primeros meses de edad,
está a la escucha en el ambiente sonoro donde siempre
se halla inmerso, sobre todo durante el aprendizaje del
habla. Cada anomalía en la percepción verbal tendrá
como consecuencia, claro está, una reproducción falsa.
Al llegar a la edad escolar comenzarán las dificultades
más serias, pues, aunque los inconvenientes hayan sido
mínimos en casa, donde las pronunciaciones fantasiosas
y la lentitud en comprender o responder hacen gracia (y
los padres repiten una palabra mal comprendida sin es-
Binder1.pdf 49 12/4/10 12:12:52
Enseñanzas que se desprenden del examen… 51
catimar el tiempo que haga falta), cuando el niño se ha-
lle sumergido en el baño de la sociedad, las cosas se van
a complicar. En efecto, la maestra hablará a un ritmo
normal y empleará sin cesar palabras nuevas y descono-
cidas, que él tendrá que repetir, anotar y grabar en la me-
moria.
Imaginemos, por ejemplo, lo que le pasará a un niño
que tenga una mala lateralidad auditiva, problema que
hemos mencionado más arriba y que desarrollaremos
en detalle más adelante; a grandes rasgos, le causará in-
versiones en la percepción de ciertas letras o grupos de
letras (por ejemplo, se le dice «OS» y el niño puede en-
tender «SO»; o bien «LAS», que puede percibir como
«SAL»).
Se comprenderá entonces que el niño, al escuchar las
explicaciones de la maestra, tendrá que ordenar como es
debido, de forma inconsciente pero permanente, los fo-
nemas que perciba, si quiere captar cada palabra en su
conjunto. Luego, deberá colocar cada palabra en su si-
tio, en medio de las otras, y, hasta que no se «oiga» la
frase, no podrá intervenir la inteligencia, para captar su
sentido y el mensaje que encierra.
Ese chico tendrá algunas desventajas con respecto a
sus compañeros. La primera es que necesita más tiempo
que ellos para comprender; además, ese trabajo suple-
mentario le producirá una mayor fatiga. A pesar de su
buena voluntad, no podrá seguir una hora entera de
clase; logrará mantener durante uno o dos cuartos de
hora la atención, que luego disminuirá poco a poco. Asi-
mismo, le parecerá muy largo el trimestre escolar y el en-
tusiasmo inicial, suscitado por las palabras de ánimo de
los padres, cederá pronto su lugar a la apatía o a la re-
belión según su temperamento.
¿Cuáles serán las consecuencias?
En el peor de los casos (por fortuna, del todo excep-
cional) si los padres y los maestros pierden el interés por
este asunto, el niño quedará abandonado a su suerte, se
arrastrará en la cola de la clase, castigado una y otra vez,
tratando de descollar de forma muy distinta y, en gene-
ral, poco recomendable:
Binder1.pdf 50 12/4/10 12:12:52
52 Guy Bérard
— se volverá pendenciero o alborotador;
— podrá cometer pequeños hurtos y mentirá para
ocultar sus errores;
— repetirá varios cursos y, finalmente, le expulsarán
del colegio… en una palabra, toda su existencia corre un
gran riesgo de sufrir las consecuencias.
En la mayoría de los casos, los padres y los profeso-
res coinciden en que «algo está fallando» y unen sus
fuerzas para hallar la clave del problema:
— ¿Se esfuerza el chico en el trabajo?
— ¿Comprende lo que espera de él cada cual?
— ¿Sí? Entonces ¿qué le pasa?
Ponen en marcha una investigación. Ante todo, bus-
can una causa patológica. Acuden al médico general, a
los laboratorios, al oftalmólogo… Tratan las anomalías
que se hayan podido comprobar, pero, a pesar de todo,
no se consigue ninguna mejoría.
Entonces confían el niño a un psicólogo escolar que,
para ayudar a los padres, tratará de reunir todos los da-
tos referentes a los problemas de relación y hará al niño
todos los test que contribuyan a examinar su perfil psi-
cológico e intelectual. Esos test muestran siempre una
deficiencia en uno u otro sector, puesto que el niño, efec-
tivamente, no es normal. Provisto de los datos recogidos
de esa manera, el psicólogo prescribirá al niño, según los
casos, sesiones de psicoterapia o de logopedia, foniatría
o reeducación de la DISLEXIA.
¡Ya salió a relucir la palabreja!
—Sí, señora; su hijo es disléxico…
Y ya tenemos a la pobre madre lanzada a la caza de
información sobre esa nueva epidemia. Las comadres
(nos referimos a las madres de niños disléxicos) la acon-
sejan según su propia experiencia. Las librerías y los ar-
tículos de gran difusión suministran una serie de expli-
caciones variadas y de teorías, a veces, terriblemente
complejas, que acaban por traumatizarla. Afortunada
Binder1.pdf 51 12/4/10 12:12:52
Enseñanzas que se desprenden del examen… 53
1 En líneas generales, la palabra «dislexia» se emplea para referirse
a un niño que tiene dificultades escolares.
será si una voz pérfida no sugiere que ella misma o su
marido pueden ser los responsables. En ese caso, ade-
más de la dislexia, se instala en casa un clima de sospe-
cha recíproca, que poco hace por arreglar el cuadro1.
¿Y el oído? ¿Qué ha sido del oído en todo esto?
¿Cómo es posible que no se haya pensado, que no se
haya querido pensar o, simplemente, que se haya olvi-
dado pensar que el niño debe comprender primero una
pregunta antes de poder contestarla correctamente y
que, para comprenderla, hace falta que la oiga tal cual se
le ha hecho, sin tener que realizar un esfuerzo perma-
nente para tratar de percibir las palabras exactas?
Así pues, hasta que no se haya colocado esta piedra
angular del diagnóstico, todo el edificio se tambalea.
Y, mientras la integridad auditiva permanezca deficiente,
todos los test darán unos resultados falsos, como pasa-
ría con los test visuales de un niño que tenga una mio-
pía de seis dioptrías, si se le quitan las gafas.
Durante años hemos llevado a cabo sistemáticamente
la siguiente experiencia con niños que nos habían con-
fiado a causa de sus dificultades escolares. Antes de
abordar el examen audiométrico, realizamos una serie
de pruebas simples: los test del árbol, del hombre, de la
familia, de Wisc, etc., con el fin de hallar la edad men-
tal, el coeficiente intelectual (CI) y el perfil psicológico.
A continuación, hacemos el examen otorrinológico,
luego, la audiometría y el tratamiento, que en función de
los datos obtenidos, puede ser médico, quirúrgico o de
reeducación de la audición (de éste se volverá a hablar
más adelante).
Acabado el tratamiento, se comprueban los resulta-
dos obtenidos mediante un nuevo examen audiométrico
de control y, desde el día siguiente, se somete al niño a
test idénticos alos anteriores (cuyo significado él ignora,
claro está). Al principio, nos daban siempre la sorpresa
(que, luego, se convertiría en confirmación) de compro-
Binder1.pdf 52 12/4/10 12:12:52
54 Guy Bérard
bar que, una vez normalizada la audición, la edad men-
tal y el CI habían mejorado una media de 1 a 2 años y
de 10 a 15 puntos respectivamente, comparados con los
resultados de los test realizados antes del comienzo del
tratamiento. ¿Qué quiere decir?
Seguro que, en diez días, los niños no se habían
vuelto más inteligentes de repente, pero su nueva audi-
ción, ya normal, les permitía obtener el máximo de sus
posibilidades intelectuales.
Sólo en ese momento, cuando se comprueba que la
audición es normal, se pueden realizar todos los test que
se desee para valorar el CI, la edad mental y el perfil psi-
cológico. Entonces cobran todo su valor, todo su signifi-
cado, los resultados obtenidos: las conclusiones que se
saquen a continuación tienen un fundamento sólido, lo
que, de ningún modo, es el caso, si el niño oye «mal»
cuando se le pasan los test.
¿Quiere decir que la dislexia no existe y que todo se
debe al oído? ¡Evidentemente que no! Pero nos parece
primordial realizar ante todo el estudio de cualquier de-
ficiencia auditiva, aunque sea mínima, en un niño que
presente dificultades escolares, y tratar esa deficiencia
antes que nada. En efecto, son extremadamente raros,
por no decir inexistentes, los casos de los niños disléxi-
cos en los que un examen concienzudo y minucioso de
la audición no revela la presencia de una o varias ano-
malías.
Nos han hecho examinar de forma anónima (es decir,
sin conocer a los individuos examinados) a grupos de
alumnos de una misma clase y a niños de una misma fa-
milia, omitiendo todo examen somático o todo interro-
gatorio que nos pudieran condicionar. La acumulación
de resultados concordantes ha demostrado de forma ab-
solutamente irrefutable que todos los niños que obtienen
con regularidad las mejores notas de la clase y son el or-
gullo de su familia están dotados de una audición, que
no presenta ninguna anomalía auditiva de importancia.
Es cierto que hemos hallado niños que, oyendo lige-
ramente mal, estaban a la cabeza de su clase, pero, en
esos casos concretos, sus padres y profesores señalaban
Binder1.pdf 53 12/4/10 12:12:52
Enseñanzas que se desprenden del examen… 55
que esos niños excepcionales tenían unas ganas de tra-
bajar y unos horarios de estudio netamente superiores a
la media, lo que les permitía compensar su deficiencia
auditiva, como, en la práctica de cualquier deporte, un
entrenamiento intensivo y una voluntad sin desfalleci-
miento ayudan a compensar cierta inferioridad física.
Abordemos ahora en detalle, todavía en el sector in-
fantil y en el marco de la dislexia, las perturbaciones que
causa cada una de las ocho anomalías citadas más
arriba.
2. P      
     
2.1. Problemas del tiempo de respuesta
Si un niño tarda tres segundos en controlar un solo
sonido aislado, en inmejorables condiciones de calma y
de atención, es fácil imaginar lo que ocurrirá en clase
cuando desfilen palabras desconocidas a un ritmo que le
parecerá vertiginoso. Un esfuerzo de voluntad conside-
rable le permite almacenar las informaciones recibidas
durante cierto tiempo, para recuperarlas consciente-
mente; pero se ve superado por los acontecimientos y en-
tonces le sobrevienen la fatiga, los errores y las llamadas
de atención:
—Ya ves que puedes hacerlo bien cuando te lo pro-
pones, pues la primera página está perfecta. Ahora,
en cambio, te tomas el trabajo a la ligera. Acabas
de cometer una falta en una palabra que habías es-
crito correctamente en la página anterior.
¿Qué puede contestar el niño al profesor?
Nada, ya que no tiene la clave. Tampoco la tiene éste,
por otra parte.
Binder1.pdf 54 12/4/10 12:12:52
56 Guy Bérard
2.2. Errores
Generan un proceso casi idéntico al anterior, sólo que
las faltas y la incomprensión se manifiestan a la primera
y su frecuencia se mantiene constante. El niño escribe lo
que oye, ni más ni menos, desde el principio al fin de un
dictado. De modo que, ineludiblemente, se repiten las mis-
mas faltas de ortografía en las mismas palabras. Toda su
fuerza de voluntad está abocada al fracaso desde el prin-
cipio; luego no se manifiesta ningún empeoramiento.
2.3. Fatiga
Este problema acarrea consecuencias idénticas a las
del grupo 2.1.
2.4. Audición dolorosa
Como hemos indicado más arriba, se da siempre en las
frecuencias agudas y suele aparecer a partir de 4.000 Hz,
pero, alguna vez la hemos comprobado desde los 1.500 Hz.
¿Qué consecuencias tendrá en el niño? Afecta ante
todo a sus relaciones con los demás. El niño busca pre-
ferentemente los lugares tranquilos, pero, sobre todo, se-
lecciona sin pensarlo a sus interlocutores. Prefiere la
compañía de los adultos a la de los niños y, entre los
adultos, se siente más a gusto en los ambientes masculi-
nos que en los femeninos, cuyas voces son más agudas.
—Lo tiene fácil —se dirá— puede elegir; no tendrá
consecuencias.
Ya lo creo que sí. Excluyendo todo otro criterio ¿por
qué teme más un niño la enseñanza de una maestra que
la de un maestro? ¿Y por qué sus resultados escolares
son siempre mejores en la asignatura que enseña éste?
No tendrán que insistir mucho para obtener la respuesta:
Binder1.pdf 55 12/4/10 12:12:52
Enseñanzas que se desprenden del examen… 57
—Porque no me agrada la voz de mi maestra.
¿Cómo va a agradarle si le produce dolor? Esa res-
puesta nos la dan siempre, sistemáticamente, cuando el
examen audiométrico revela una audición dolorosa.
Tomemos, entre los numerosos casos registrados, un
ejemplo muy típico que ocurrió hace una decena de años.
Un psicólogo nos manda para un examen auditivo
(previo al comienzo de sus propios tratamientos) a un
niño de diez años que había llegado a su consulta por
problemas escolares y de relación con los demás. Acom-
pañan al chico su padre y su madre. Apenas comienzan
nuestras preguntas, notamos, sin darle mucha impor-
tancia, que el niño se siente más unido a su padre. Re-
sulta que las respuestas que da éste, suscitan la sonrisa
y la aprobación de su hijo, quien, en cambio, frunce el
ceño, pone objeciones o se encoge de hombros siempre
que es su madre la que responde. Se llega al colmo,
cuando preguntamos a qué edad tuvo la primera otitis.
Cuando la madre responde: «a los dos años», el niño se
ríe burlonamente y replica en tono categórico: «no; que
tenía un año».
El examen somático transcurre sin incidentes; luego,
entramos en otra sala para hacer la audiometría en com-
pañía del padre, quien nos comenta al pasar:
—¿Sabe usted? Esto mismo ocurre en casa: siempre
andan a la greña.
Comienza el examen audiométrico y el niño responde
perfectamente bien en las sucesivas frecuencias de 125,
250, 500, 1.000 y 1.500 Hz, acometidas cada una con una
intensidad de 40 dB, que iba disminuyendo hasta el ni-
vel más bajo de percepción del niño.
En la frecuencia de 2.000 Hz, antes de tener tiempo
de esbozar el menor gesto, el niño se quita bruscamente
los auriculares y los tira al suelo gritando:
—¡Me hacen daño! ¡Me ha dado un calambre!
Binder1.pdf 56 12/4/10 12:12:52
58 Guy Bérard
Quince días antes, había sufrido yo mismo un acci-
dente idéntico con otro aparato, recibiendo en la cabeza
una descarga eléctrica muy violenta, que me había de-
jado algunos instantes en penoso estado.
Aunque eso no podía ocurrir con un audiómetro, pre-
ferimos asegurarnos de que no había que temer ningún
peligro y, muy prudentemente como es de imaginar, nos
colocamos los auriculares sobre nuestros oídos para rei-
niciar el examen, listos para detenernos al menor inci-
dente. Al llegar a la frecuencia de 2.000 Hz, comenzamos
precavidos con 5 dB y aumentamos progresivamente la
potencia hasta 100 dB. No ocurrió nada. Tranquilizamos
entonces al niño y reanudamos el examen, teniendo la
precaución de empezar sólo con 5 dB y de ir aumen-
tando la

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