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Este año sí! Cumple tus buenos propósitos de una vez por todas - Elisabeth G Iborra

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ÍNDICE
 
 
 
Portada
1. Introducción
2. Encuentra pareja, mejora tu relación o corta definitivamente
3. Pierde peso
4. Ponte en forma
5. Encuentra trabajo o mejora en el que tienes
6. Deja de fumar
7. Cuídate
Créditos
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1. INTRODUCCIÓN
 
 
 
¡ESTE AÑO SÍ!
 
A finales de cada año, los niños les escriben sus deseos a los Reyes Magos o a Santa
Claus. Los que somos más mayorcitos hacemos algo parecido: elaboramos una lista de
buenos propósitos, como acabar con malas costumbres o vicios y ponerse manos a la
obra con objetivos más loables, que nos acerquen un poquito a la felicidad, a una mejor
versión de nosotros mismos. A veces no esperamos al año nuevo, cualquier fecha es
válida para hacer borrón y cuenta nueva: nuestro cumpleaños, el día de la vuelta al
trabajo después de vacaciones, el nacimiento de un hijo... El problema es que, a
diferencia de los niños con sus regalos, de nada sirve que hayamos sido buenos el año
anterior. Se trata de que seamos firmes y constantes a partir de ese momento, de que le
echemos voluntad.
Curiosa costumbre ésta de los buenos propósitos, ¿no? Pues en realidad no tanto,
porque, desde que la humanidad es humanidad, ya en la primera civilización
mesopotámica se hacían rituales de cara al año nuevo, precisamente con esa idea de
establecer una fecha concreta para volver a empezar libres de pecados. Otra fecha de
referencia unida a un ritual de purificación es la celebración de San Juan, en cuyas
hogueras se quema lo que queremos dejar atrás para quedar limpios y, así, conseguir
nuestros deseos de cara al futuro. Y ¿la Navidad? No es otra cosa que la cristianización
de las fiestas que se celebraban para el solsticio de invierno, otra época de recapitulación
y reflexión.
Sin embargo, nuestros deseos son diferentes a los de nuestros antepasados, al menos
en el mundo (supuestamente) desarrollado, que es donde nos podemos permitir el lujo de
desear por encima de nuestras necesidades básicas. Tú le preguntas a un africano qué
desea y te dirá que agua y comida, y si te lo pregunta él a ti, le dirás que adelgazar y
dejar de beber. Paradojas de la vida. Pero si nos atenemos a nuestra incierta vida
occidental, la lista de los deseos es bastante más prosaica que la de un ugandés.
Ambicionamos dejar de fumar, encontrar pareja, encontrar trabajo, estar en forma y/o
adelgazar, cuidar más nuestra salud y bienestar... En definitiva, tener una vida más
saludable y plena en todos los aspectos.
 
 
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1.1. Analicemos
La cuestión es: ¿por qué nos hacemos esos propósitos? Será porque algo no nos está
funcionando, porque sabemos que algo no nos conviene o nos hace daño. Pero ¿es
casual, nos cae del cielo, nos han forzado a estar así? Como advierte Alex Escot,
terapeuta, coach y experto en programación neurolingüística, «el problema real de
muchas personas es que no asumen ningún tipo de responsabilidad sobre sus acciones,
creen en su buena y mala suerte, creen que el azar es el único responsable de la situación
en la que se encuentran, y mientras éste siga siendo su paradigma no hay, ni habrá,
ninguna solución para sus problemas».
Y claro, si crees que todo depende del destino o de agentes externos, poca potestad
tendrás tú para cambiar lo que no te beneficia o, directamente, te perjudica. ¡Estás
expuesto a las inclemencias externas!
Escot te conmina a tomar las riendas: «Es necesario tomar conciencia de la
responsabilidad que tienen nuestras propias decisiones en relación con las situaciones en
las que nos encontramos. Nosotros, paso a paso, hemos avanzado hasta el lugar en el
que estamos, y sólo nosotros podemos tomar la decisión de cambiar la vida en la que
vivimos».
Sólo a partir del reconocimiento de que eres tú quien no lo está llevando
precisamente bien, estarás en posición de saber qué es lo que necesitas cambiar y
proponerte esos objetivos de forma honesta contigo mismo y realista con tu carácter y
tus tiempos.
El terapeuta contempla tres pasos para definir esos objetivos:
 
• El primer paso para cualquier cambio es «comprender la responsabilidad que
tenemos en relación con la situación en la que nos encontramos. Descubrir qué
motivó las decisiones que nos llevaron a ella, intentando recordar por qué dimos
esos pasos y no otros». ¿Por qué empezaste a fumar o a comer
compulsivamente? ¿Por estrés, ansiedad, inseguridad? ¡Pues por ahí hay que
atacar para que no lo vuelvas a necesitar!
• El segundo paso es decidir qué es lo que queremos. «Muchas personas quieren
cambiar, pero no definen qué es lo que quieren y entonces nunca llegan a ninguna
parte. Es imposible llegar si no sabemos adónde vamos.» ¿Por qué crees que la
gente alcanza sus metas? Porque sabe cuáles son, como mínimo.
• Y el tercer paso es «realizar las acciones necesarias para llegar hasta ahí. En este
punto es donde la mayoría de las personas fallan porque empiezan a realizar
acciones sin ningún tipo de orden, sienten que están haciendo “cosas”, pero no
obtienen resultados, poco a poco se desmotivan y finalmente olvidan su
propósito».
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Ahí es donde no queremos acabar. Y para evitarlo no basta con echarle voluntad,
sino que son necesarias «una estrategia y una serie de herramientas facilitadoras y
recursos que nos ayuden a alcanzar nuestro objetivo. En definitiva, nos hace falta un
plan de acción», alienta Escot. Sí, como si fueras tu propio jefe. Que es lo que eres,
vamos. Y para eso estás leyendo este libro.
De hecho, a fin de que puedas definir bien esos objetivos, una vez que tienes claro lo
que quieres, la psicóloga Eva Valcárcel te sugiere tener en cuenta los siguientes puntos
básicos a la hora de redactarlos:
 
1. Establece metas realistas: no pretendas perder veinte kilos en dos semanas.
2. Establece submetas: el Everest no se sube del tirón. Plantéate objetivos pequeños
y divide el trayecto en etapas.
3. Conócete a ti mismo: ¿cuáles son tus puntos fuertes? Refuérzalos. Y ¿los débiles?
Evítalos.
4. El refuerzo positivo o recompensa: lo más difícil es permanecer en el empeño.
Para ello, concédete premios a medida que vas cumpliendo etapas, premios que
no sean cosas cotidianas: comprar zapatos, una escapada a Ámsterdam, ir a un
concierto.
5. Apóyate en el entorno: haz público tu propósito y pide ayuda a tus seres queridos,
eso creará un compromiso.
6. Echa mano de símbolos: busca una fecha significativa (primeros de año, tu
cumpleaños, un aniversario) y lleva contigo algo que te recuerde tu propósito: una
pulsera, una alarma diaria en el móvil, lo que sea.
 
Sí, lo que sea, lo importante realmente es que te autoconvenzas, te autosugestiones y
te autoengañes si hace falta con tal de cumplir tus retos. La mayoría de los expertos
consultados opina que «si de verdad quieres, puedes», siempre. De lo contrario, es que
no lo deseabas tanto y tus demás prioridades están por encima de esa meta y, por tanto,
recaerás o dejarás de buscarla a la primera tentación consistente. Así que intenta
relacionar tus prioridades, para que unas refuercen a las otras y te motiven. Por ejemplo,
si quieres adelgazar y quieres tener pareja, proponte ponerte en forma como medio para
que te sea más fácil encontrar pareja, que, seguramente, es lo que más te puede empujar
hacia delante. Más que nada porque el amor es el motor que mueve el mundo, ¿por qué
no te iba a mover a ti? Y así, con todo, búscate razones, excusas, motivos, y
recuérdatelos siempre que vayasa desfallecer. Reléete este libro, que de místico no tiene
nada; es absolutamente práctico y escrito por dos periodistas que se han pasado la vida
haciéndose propósitos y parten de la experiencia (frustrada o no, que de todo se
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aprende). Y apóyate en los conocimientos que adquieras para obtener lo que desees.
¡Este año sí! ¡Este año lo conseguimos!
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2. ENCUENTRA PAREJA, MEJORA TU RELACIÓN O
CORTA DEFINITIVAMENTE
 
 
 
El proceso siempre empieza con una reflexión y termina con una serie de acciones. De nada sirve cambiar
internamente si no realizamos las acciones adecuadas para el cambio.
 
ALEX ESCOT
 
 
Quizás este año te hayas propuesto una vez más, o por primera vez, buscar pareja de
manera proactiva. No eres el único, tranquilo, seguramente vas a encontrar a gran
cantidad de personas que empiezan justamente en enero a apuntarse a las webs de
contactos por Internet, no en vano éstas aumentan su actividad ¡hasta un 80 por ciento
con respecto a otros meses! Y en España existen alrededor de ocho millones de singles.
¿No me digas que no confías en conocer al menos a uno con el que encajes? Tienes una
ventaja halagüeña, y es que, como ya advertía el filósofo griego Platón, «el dios del amor
vive en un estado de necesidad», y sigue llevando razón miles de años después. Toda
para él. Necesitamos el amor como el comer o el beber (agua), según la antropóloga
Helen Fisher. Todos queremos amar y que nos amen, aunque en algunos momentos más
que en otros y unas personas con más ansia o necesidad que otras.
En función de esas necesidades, de las experiencias vitales de cada cual, de nuestra
escala de prioridades y de valores, del entorno en el que crezcamos y/o maduremos, de
los conceptos del amor y de las relaciones que nos inculquen, de cómo seamos capaces
de modificarlos por cuenta propia, del azar y las circunstancias y de cantidad de factores
más establecemos entre nosotros tipos de relaciones muy dispares. Tanto que con cada
potencial pareja se construyen unos vínculos sentimentales absolutamente diferentes a los
de la anterior.
Eso si entra en los planes de la persona la posibilidad de cambiar de pareja, puesto
que muchas confían en quedarse con la misma para toda la vida. Y todo es posible,
poniendo toda la voluntad y los recursos al alcance de ambos para recuperar el amor que
los unió. Y para eso también vamos a intentar dar pistas aquí.
 
 
2.1. Partiendo de unos mínimos
El experto en programación neurolingüística, coach y terapeuta Alex Escot asevera que
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una persona que quiere mejorar sus relaciones «lo primero que debe hacer es detectar
sus propios errores, debe intentar ser objetiva y descubrir cuál es su responsabilidad real
en los fracasos que ha vivido. Puede ser que exista una excesiva dependencia de los
hombres, que no respete los tiempos o el espacio, que imponga un modelo de relación
predeterminada según su ideal...».
A continuación, prosigue Escot, «debe identificar qué es lo que realmente quiere de
una relación y para ello debe saber cuál es la experiencia que quiere vivir, qué es lo que
quiere sentir, lo que quiere compartir. Es en este momento en el que puede empezar a
trazar su plan de acción. El punto de partida es la situación en la que se encuentra, y el
objetivo, la experiencia que quiere vivir y el recorrido hasta llegar ahí son todas las
acciones que debe realizar en ella misma para transformarse en la persona que sí puede
alcanzar su objetivo. Es positivo aquí preguntarle si se enamoraría de sí misma, y los
motivos por los que no se enamoraría son los distintos elementos del plan de acción».
Por ejemplo, si te ves gordo/a, el plan de acción incluirá acudir a un dietista.
Todo lo anterior tiene mucho sentido puesto que es imposible establecer una relación
de calidad si antes no tenemos un buen conocimiento de nosotros mismos y una
autoestima lo suficientemente fuerte como para no necesitar a nadie y, por lo tanto, no
buscar a quien sea a la desesperada. Porque eso podría abocarnos a conformarnos con
cualquiera como animal de compañía. Y estaremos de acuerdo en que no cualquiera es
válido para compartir la vida ni todo lo que podemos darle. Así que tenemos que escoger
bien. Consejo número uno y probablemente el mejor: nunca bajes el listón a menos que
sea estrictamente inevitable en último término. Si tú tienes unas prioridades en cuanto a
lo que quieres en tu vida y a tu lado, si sabes que hay ciertos defectos que te resultan
intolerables en la pareja, como que sea celosa, o agresiva, o machista, o mala persona
con los demás o con los animales, no desprecies esos criterios, porque seguramente
estarás perdiendo el tiempo. Si te gustan rubias y la chavala es morena, pero es un
encanto, o si te gustan delgados y le sobra un poco de tripa cervecera, sí se lo puedes
perdonar si te compensa el resto de sus cualidades. Pero tus principios básicos no los
pisotees porque te estás perdiendo el respeto a ti mismo/a, y si tú no te respetas, no
esperes que el otro te respete, ni mucho menos que te quiera.
 
 
2.2. El anuncio perfecto para venderte
Decimos todo esto porque debes partir de esa base para elaborar el anuncio que vas a
publicar en los portales de contactos con el fin de atraer a las personas que más se
pueden acercar a tu perfil ideal. Te conviene ser sincero con lo que ya has aceptado que
deseas, para que no te entre gente que no quiera mínimamente lo mismo o parecido,
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pues sólo te llevarías decepciones. Por ejemplo, si quieres una relación seria, no des la
impresión de ser una loba sexual, aunque lo seas (ojo, aplausos), pero espérate a que te
quieran conocer por lo que eres y no por lo que sepas hacer en la cama, que será
contraproducente para tus objetivos amorosos. Eso sí, si lo que quieres es sólo sexo,
elige bien los portales y sé también transparente: si le dices a una mujer que buscas novia
sólo para conseguir llevártela al huerto, se sentirá engañada, embaucada, frustrada y, o
bien necesitará vengarse por el dolor que le has causado, o bien te montará una merecida
escena por infravalorarla, como si las mujeres no fueran capaces de tener sexo sin amor
y aún fuera necesario engañarlas con promesas de amor como a sus abuelas. Hay redes,
como Badoo, donde los hombres y las mujeres se exponen físicamente y buscan de
forma activa a través del chat sexo tan fácil como intercambiar un par de frases y quedar
para ir al lío. Así que, en vez de molestarte en fastidiarle la vida a alguien que busca
enamorarse, céntrate en los que quieren pasarlo bien sin compromiso.
Por todo ello es necesario tener bien definido lo que se quiere realmente, para no irse
hacia el extremo contrario, así como conocerse a uno mismo. Si no te conoces a ti
mismo/a, siendo consciente de tus cualidades, de tus limitaciones, de esos defectillos que
no consigues pulir del todo o que, mira, te gustan porque forman parte de tu personalidad
y no le hacen daño a nadie, si no sabes cómo describirte, acabarás haciendo el ridículo. Y
destacando muy poco de la media.
No hay nada menos atrayente que un anuncio anodino en el que te describes como
una persona «normal», a la que le resulta «muy difícil hablar de sí misma», lo típico de
«mejor atrévete y lo compruebas por ti misma», seguido, cómo no, del «soy buena
gente, amigo de mis amigos, y quiero una chica normal que me llene». Error tras error.
Analicémoslo, por partes.
 
 
2.3. ¿Qué es normal? ¿Qué es raro?
Lo que para ti es normal para otro puede ser objeto de estudio psiquiátrico. ¿A ti te
parece normal definirte como normal? Define normal. ¿Te refieres a normal como
sinónimo de habitual o mayoritario? Entonces, ¿te gusta ser del montón? ¿No hay nada
que destaque de ti sobre los demás especialmente? ¿En serio? ¿Qué características se
supone que lleva intrínseco el adjetivo normal para que llame la atención de la persona
que lee tu anuncio? ¿Por qué crees que se va a molestar en conocerte a ti teniendo otras
personas que se describen de una manera mucho más precisa y que demuestran mejor
concepto de sí mismas?Si no tienes ese autoconcepto, claro que te va a resultar muy difícil describirte a ti
mismo. Es que no te conoces, no sabes por dónde empezar ni cómo acabar. Por eso
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pones «normal» y acabas antes. Pero así no vas a atraer a nadie interesante. Y luego,
encima, escribes eso de «atrévete a comprobarlo por ti misma». ¡Pedazo de reto,
conocer a alguien del montón, la aventura del mes! Que a lo mejor sí que alguna busca
un chaval normalito que sea trabajador para que la mantenga y buen amigo de sus
amigos (quién no lo es), o alguno busca una chavala normalita que no destaque para que
no le entren otros hombres y no tenga muchas posibilidades de dejarlo plantado. Pero
entonces no te quejes de que esa persona no colma tus expectativas, porque eres tú quien
ha rebajado el listón poniendo el tuyo mismo bajo mínimos.
Si buscas pareja, es para dar lo mejor de ti, y si no estás con alguien que realmente te
remueva por dentro, no te va a apetecer nada dar, salvo que te conformes porque
prefieres eso a la soledad. El riesgo de estar con alguien por no estar solo está claro: es
una relación abocada al fracaso porque no hay amor, sino necesidad. Necesidad de que
alguien te reciba al llegar a casa, o te escuche cuando estás deprimido, o te cuide cuando
estás malo. Mas eso no es amor, eso lo puedes tener perfectamente viviendo con tu
madre o con unos amigos.
Señala el psicoanalista Erich Fromm en su libro El arte de amar que «el amor infantil
sigue el principio: “Amo porque me aman”. El amor maduro obedece al principio: “Me
aman porque amo”. El amor inmaduro dice: “Te amo porque te necesito”. El amor
maduro dice: “Te necesito porque te amo”».
O sea que, si quieres amor del bueno, del de las películas (ejem, no veas demasiadas
romanticonas de Hollywood mientras estés buscando pareja, porque irás buscando el
flechazo y pensando en boda a todas las citas, con el consiguiente chasco), un amor
adulto, tienes que presentarte siempre de forma sincera y mostrando tu personalidad real,
sin ampararte en generalidades ambiguas, y ¡tu físico! Tienes muchas más posibilidades
de que visiten tu perfil si pones fotos, porque a todos nos gusta saber qué hay detrás de
ese anuncio, y a todos nos entra la otra persona por la imagen. A lo mejor nadie puede
saber si le vas a atraer, pero sí que puede saber si jamás le podrías atraer. Y tiempo que
os ahorráis los dos.
 
 
2.4. Ser realista y auténtico da confianza
Quieras que no, cuando comienzas a chatear con alguien y hay sintonía, te haces
ilusiones de que físicamente te atraiga, y si no has sido honesto al colgar tu foto, la
decepción puede ser peor que si hubieras puesto una en la que, simplemente, salías
perjudicado. No hay nada que cabree más que ir a una cita a ciegas y no reconocer al
otro porque la foto que tenía colgada era de hace diez años, con quince kilos menos y
con pelo. El otro piensa: «¿Si me ha engañado en esto, que sabía que lo iba a descubrir
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más temprano que tarde, cómo puedo confiar en nada más de lo que me haya contado o
de lo que me cuente?».
Tendrás suerte si no se larga. Es más, aunque no se largue, tú, que sabes que le has
atraído con engañifas, no te sentirás nada seguro de ti mismo, con lo cual transmitirás esa
inseguridad, esa agitación interior, esos nervios por reparar lo irreparable y demostrar que
mereces una oportunidad, y estropearás la cita. Dinero, esfuerzo, tiempo e ilusiones
perdidos por ambas partes.
En resumen: foto realista y reciente, varias a poder ser. Si eres poco agraciado, no
pasa nada, siempre hay un roto para un descosido; hay gente en este mundo que no es
tan superficial como para fijarse sólo en la belleza exterior. Claro que sé realista también
en tus pretensiones. Es como si vas a ver un desfile de modelos y al terminar te vas al
backstage a pedirle salir a Naomi Campbell o a Jon Kortajarena. Pues tienes pocos
números, a menos que seas Jon Kortajarena pidiéndole salir a Naomi Campbell. Ganarás
bastante más si apuntas a objetivos a tu alcance cuando mandas mensajes privados o
señales de humo, y, al entrar en tu perfil, leen un buen anuncio, sin faltas de ortografía
(pásale el corrector de Word, ¡por Dios!), con gracia, original, que llame la atención sobre
los demás, sin ser fingido ni impostado; que saque lo mejor de ti mismo, pero
reconociendo algún defectillo en plan «soy cabezota, pero lo utilizo a mi favor para
conseguir siempre lo que me propongo» para que no parezca que lo ha escrito tu abuela.
Si te gusta alguien, estudia bien su perfil y su anuncio, y mándale un mensaje
personalizado, donde se note que te interesas por su persona y que no le mandas un
correo electrónico estándar a todas, en masa. No hagas chorradas de niños pequeños en
plan enviarle un correo donde sólo ponga: «Hola». Sentirá que le estás haciendo perder
el tiempo y que tienes poco que aportarle, puesto que esperas que tome la iniciativa. Ya
que te pones, pregúntale cosas, intenta averiguar más de su personalidad y de sus
hobbies para ver qué tenéis en común de forma que puedas sugerir una cita o una
invitación a algo que suene casual. Hablando de hobbies, intenta sorprender con algo
diferente, a casi todos nos gusta leer, viajar, hacer o ver deporte, eso entra dentro de lo
«normal». Provocarás más su curiosidad si cuentas que te gusta hacer maquetas, cuidar
bonsáis o hacer caricaturas, por poner algún ejemplo. No te inventes nada, pero si tienes
alguna peculiaridad, que seguro que la tienes, sácala ahí a relucir.
 
2.4.1. Para la primera cita, sé tú mismo
Cuando consigas que ese acercamiento a través de Internet sea suficiente y requiera otro
paso más, intercambia los teléfonos para whatsappear e incluso escucharos las voces, así
iréis perdiendo el miedo escénico los dos y cogiendo confianza para quedar sin que os
coman los nervios. Porque, al no haber visto nunca al otro, la idealización se incrementa
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y te hace poner muchas más expectativas que si te hubieras citado con alguien que
conociste en un bar o en el gimnasio. Por eso los psicólogos recomiendan no alargar
demasiado la fase virtual, y, a los cuatro o cinco días como máximo, si hay buen rollo,
quedar para verse las caras y desvirtualizarse, quitándole hierro al asunto.
 
2.4.2. No te arregles, ve de ti misma
Si no sabes qué ponerte ni cómo actuar, ponte tu ropa comodín, esa con la que siempre
te sientes a gusto, que te proporciona comodidad y seguridad. Si vas disfrazada, vas a
estar más tiempo pendiente de que no se te mueva nada de su sitio que de la persona que
tienes enfrente. No vayas con taconazos si quedáis para ir a la piscina o al monte, ni
vayas como si fueras de escalada para cenar en un restaurante chic, huelga decirlo, ¿no?
Pues no, no te pienses. Peores cosas se han visto.
Todo lo anterior es igualmente válido tanto para ellos como para ellas, porque
consideramos que ahora mismo tanto hombres como mujeres adoptan los mismos roles
en las relaciones y los intercambian. Pero hay algo que sólo suele atañer a las chicas, y es
el maquillaje. Si en la foto sales pintada como un coche, en fin, seguramente el otro ya se
espera que acudas así, y si le has gustado así, le seguirás gustando así. Pero si en la foto
salías natural, no te maquilles como una cabaretera o similares profesiones porque muy
probablemente le gustabas natural y le puede provocar rechazo. A la mayoría de los
hombres les disgusta una mujer muy pintada porque no ven a la que está debajo, sienten
que hay demasiado artificio... y tienen miedo de cómo será cuando se levante de la cama
y la vean con todo el rímel y el pote corrido. Tú misma no te quieres ver en esa tesitura,
¿verdad? Pues piensa que, si le atraes sin maquillar, ya le gustarás de todas las maneras
posibles.
 
INDUMENTARIA PARA UNA PRIMERA CITA DE UNA NOCHE
 
Según el experto en asesoramiento de imagen Gerard Solé, es importante saber dónde será la cita, y da unas
claves que pueden ayudarte en casi cualquier situación:
 
1. Prendas bien estructuradas por la parte de arriba (marcando los hombros).
2. Como tienen la mayoríade las mujeres, si eres hombre, te conviene contar con un fondo de armario
masculino, para entender qué prendas pueden ayudarte a mostrar una mejor imagen a la hora de conocer
a alguien.
 
Prendas superiores:
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• Trench
• Americana
• Abrigo
• Parka
• Cazadora denim
• Cazadora
 
3. Opta por materiales como el cuero, la lana o el algodón; el primero aporta fuerza, algo de agresividad a tu
look y puede ayudar a marcar bien tu figura. En cuanto al segundo y al tercero, aportan suavidad,
naturalidad y ganas de contacto (son tejidos agradables al tacto).
4. Para los hombres con sobrepeso: nada de abalorios (detalles que son puramente ornamentales), bolsillos
cargo o tapetas en los bolsillos.
5. Consejos que pueden reforzarte:
• Las camisetas de cuello de pico o las camisas abiertas (dos botones) aportan delgadez y altura.
• Las combinaciones de oscuro a los lados y claro en el centro adelgazan.
• Fíjate en los estilos de los mitos del cine.
• Estrena ropa interior.
• Calzado limpio.
 
6. Barbaridades que no puedes hacer:
• Disfrazarte de algo que no eres.
• Aplicarte mucho perfume.
• Depilarte las cejas como Cristiano Ronaldo.
• Llevar muchas joyas y muy sonoras.
• Ponerte calcetines de deporte, ya sean blancos o negros.
• Ir con una camiseta de tu equipo favorito de fútbol.
 
2.4.3. El contenido de la conversación
Primordial: ¡no mientas! Nunca. No intentes aparentar ser lo que no eres. Si no eres rico,
no vayas de adinerado, porque en dos semanas más tendrás que empezar a demostrar tu
ritmo de vida habitual y sentirá que la intentabas seducir por tu poder adquisitivo, como
si fuera una fulana. Y tú tampoco querrás a una mujer que quiera estar contigo porque se
lo pagas todo, ¿verdad? Si eres impaciente, no digas que tienes una paciencia infinita,
eres impaciente y te pone nerviosa esperar, punto, no pasa nada, intentas entretenerte
con el móvil, pero te parece una falta de respeto. Así te evitas que llegue tarde y, si lo
hace, ya sabe a qué atenerse. Lo mejor es que seas tú mismo y la otra persona también,
de forma que, si encajáis, sea fácil reconocerlo y sentirse a gusto. Muchas veces nos
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perdemos a alguien maravilloso porque actuamos como creemos que le gustaría que
fuéramos, cuando justo a esa persona lo que le gusta es la gente que es como nosotros
somos de verdad en nuestro fuero interno. Fingir sólo nos alejará de la gente semejante y
nos atraerá a la gente con la que no pegamos ni con cola.
 
 
2.5. Cómo bordar una cita y no morir en el intento
Sin nervios, para empezar. Con la calma, no te va la vida en ello, es sólo una persona,
también va al baño y se suena los mocos. Se trata de pensar que vas a conocer a alguien,
pero no sabes para qué. Si tienes un montón de suerte, podría ser el amor de tu vida.
Pero, si eso fuera tan sencillo de encontrar, haría tiempo que vivirías con él en una casa
con jardín y con los niños. Enamorarse es casi un acontecimiento cósmico en el que se
unen todos los astros, así que, por el momento, espera a ver qué te provoca esa persona,
porque igual te atrae lo suficiente como para un intercambio sexual, pero luego no os
apetece veros más, o igual os hacéis grandes amigos, pero no existe ni el menor feeling
sexual. No puedes ir con la mente cerrada únicamente a encontrar pareja, como si las
personas sólo valieran para eso y nada más.
Cualquiera te recomendaría que no comieras mucho, que bebieras con moderación,
que no pidieras platos con ajo, picante, cebolla, pepino o esos alimentos que repiten o
sientan muy pesados. En fin, haz lo que te plazca. A lo mejor, por pecar de fina para que
no piense que eres una zampabollos, te pides una ensaladita y una cerveza sin alcohol, y
resulta que el tipo es supersibarita y no soporta que una mujer no disfrute comiendo un
chuletón y brindando con un buen vino con él. Cada vez se oye a más hombres
reconocer que, si una mujer va de remilgada por la vida, ya no vuelven a quedar con ella.
Y muchas mujeres también sibaritas admiten que, si salen con un hombre y no entiende
de vinos o no le gustan más que la cerveza o los cubatas, ya pierden todo el interés,
porque conlleva una cultura gastronómica que les parece imprescindible compartir a
partir de ciertas edades para disfrutar de una vida en común. Así que nunca sabes. Lo
mejor es echarle sentido común y no cebarte en un wok tipo bufé y agarrarte una
borrachera tal que acabéis ciegos. Pero, si los dos sois así, pues ya tenéis otro punto en
común.
 
 
2.6. La primera noche no
Otra tontería. Supuestamente, desde la época de nuestras abuelas, está muy mal visto
acostarse con un hombre la primera noche que salís juntos. Hay que hacerse valer,
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aconsejan. Muchos hombres, anclados en la mentalidad de sus abuelos, en efecto, si la
chica se lo pone fácil a la primera, ya no quieren verla más (después de hacerlo, claro)
porque piensan que es una fresca que se liará con cualquiera. Bien, ahí está en ti elegir:
¿quieres a tu lado a un hombre que tenga esa mentalidad? ¿No te afecta ese doble rasero
de que él sí pueda hacerlo y se considere un macho, pero tú no, porque serías una ligera
de cascos? Pues adelante, finge aunque tengas ganas de rematar la noche en la cama y
vete a tu casa sola y casta. Es un criterio de selección como otro cualquiera: si se acuesta
contigo y a la mañana siguiente se comporta como un ser humano evolucionado,
cariñoso, feliz y agradecido por haber compartido vuestra intimidad juntos, casi tienes
garantizado que no te juzgará como si vivieras en el siglo XIX, ni en el sexo ni en ningún
otro ámbito, como el de ser libre para salir con tus amigas sin que sospeche que te vas a
liar con otro, por ejemplo. Si luego a ti te ha gustado y te vuelve a llamar, o le llamas tú
tranquilamente, ya estupendo. Lo que no puedes hacer es simular que eres una mojigata
y luego esperar que el otro cambie y se modernice cuando ya te sueltes la melena,
porque sentirá que le has embaucado para cazarle. Sí, y tú, hombretón, tampoco vayas
de que no te has metido nada en tu vida ni has hecho el cafre con tus amigos porque
bastará que los vea una vez para enterarse de cómo te las gastas. Si lo has hecho, no
hace falta que confieses el primer día, pero tampoco seas hipócrita y lo critiques con toda
tu vehemencia.
 
 
2.7. Solos los dos
Es decir, no vayas con amigos para evitarte un chasco incómodo, ni estés todo el rato
mirando el móvil y hablando por Whatsapp o por Facebook, ni mucho menos lleves el
fantasma de tu ex; déjalo enterrado, porque lo que provoca es terror a pensar que vas a
estar todo el rato comparando o que tienes un trauma que no te lo curas ni con
retrovirales. Para no meter la gamba, lo mejor es preguntar y conversar, no hablar como
un loro para rellenar los silencios. A los silencios no les pasa nada, el silencio está muy
denostado, pero es necesario. Pregunta, escucha, responde comentando tu experiencia o
una opinión según sea oportuno, y sigue el diálogo. Parece una perogrullada, pero hay
gran cantidad de gente que no es que no escuche, es que ni siquiera te oye, porque está
todo el rato parloteando como un comercial, vendiéndose como si fuera un producto que
tienes que comprar porque está de saldo. Desesperada, vamos. Y ¿crees realmente que a
alguien le resulta atractivo un loro desesperado? Bueno, sí, a otro desesperado. Y os
saldrán niños desesperaditos.
 
 
19
2.8. En Internet hay para todos los gustos
Si eres incapaz de llegar hasta este punto porque tienes miedo a fracasar, al rechazo, a no
gustar, a no llegar nunca a nada, a que nadie te pueda querer, etcétera, quizá deberías
empezar por una buena terapia que te ayude a superar tus inseguridades y tus miedos,
para poder relacionarte con los demás como sueñas, en lugar de quedarte encerrado en
casa escondiéndote tras la pantalla de un ordenador. Pero, aun así, no pienses que no
tienes probabilidades de encontrar a la horma de tu zapato, porque, a lo mejor, tras otra
pantalla, se oculta otra persona que justo se siente igual que tú, conlos mismos temores
y zozobras, y si os lo contáis, os sentiréis comprendidos y conseguiréis crearos vuestro
microcosmos de pareja. Por eso es importante ser sincero, y no ir de latin lover cuando
en realidad te da pánico enfrentarte a la situación de tener que seducir a alguien.
 
 
2.9. Ligar en el trabajo... si no te queda más remedio
Según un estudio que sacaba a relucir el programa Anda ya, de los 40 Principales, la
mayoría de las parejas españolas se crean en el trabajo y tienen más probabilidades que
el resto de que la historia funcione. Para conseguir algo serio hay que invertir mucho
tiempo en hablar con la persona que nos interesa y, claro, las ocho horas de trabajo daba
tiempo para conocerse a fondo, y más si haces horas extras. Como les argumentaba una
entrevistada: «Trabajábamos juntos y, claro, el roce hace el cariño». En palabras del
terapeuta de pareja Antonio Bolinches, «los compañeros de trabajo son el principal
colectivo implicado en los enamoramientos alternativos y las infidelidades porque, a
veces, se comparte con ellos más tiempo y afinidades que con la propia pareja. Por
tanto, es comprensible que surjan relaciones amorosas que no siempre son fáciles de
gestionar, porque se funden y confunden los distintos papeles y eso puede herir
susceptibilidades».
En efecto, no sabemos si es buena idea, pero está claro que, cuando la química entra
por la puerta, la lógica sale por la ventana. Muy probablemente, en el trabajo deberías
centrarte en trabajar, y más ahora, tal y como está la coyuntura actual, que te despiden
aun duplicándoles los beneficios. Si encima se los haces perder porque estás en la inopia,
o todo el día pendiente de adónde va y con quién habla el objeto de tu amor, luchando
por coincidir con ella en el ascensor, estás poniendo la carta de despido encima de la
mesa. Y no te quiero decir nada si encima la persigues y la consigues, acabáis saliendo
juntos y os convertís en el pasatiempo de toda la plantilla, aburrida como un hongo, o
envidiosa como una bruja fea, deseando meter baza para que el culebrón les haga la
jornada laboral más emocionante. Pueden perfectamente cargarse tu relación laboral y la
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sentimental, si no se la carga la propia rutina, porque pasarte veinticuatro horas al día sin
librarte ni un momento de la persona amada te puede llevar a aborrecerla.
Se le llama pérdida del espacio vital, de esos ratos para ti misma, para no estar
perfecta sin miedo a que te vea el careto mañanero premenstrual; de las ganas de salir del
curro para verle, que, evidentemente, se pierden porque lo tienes enfrente full time. Y
como discutas, ¿dónde te metes? ¿Cómo lo disimulas? ¿Cómo desconectas antes de
llegar a casa y hablar sobre el problema reposadamente? Si no tendrás tiempo para
pensar ni del trabajo al hogar porque ¡volveréis juntos! Ante todo, como advierten en la
web de contactos Parship, «no mezcles los problemas de pareja con los problemas
laborales. Lo que pase en casa ahí debe quedarse, así como lo que pase en la oficina».
Bien, anteponiendo todos los inconvenientes, vamos a intentar que sea lo más fácil
posible y a aprovechar los pros si es que te has enamorado en la oficina y ya es
inevitable, teniendo en cuenta que, según la encuesta de Parship, «un 60 por ciento de
los españoles se muestra abierto a iniciar una relación seria con un compañero de trabajo
en el caso de que exista atracción. Es destacable la diferencia de opiniones de los
españoles respecto a nuestros vecinos europeos: en Austria, Alemania, Suiza y Reino
Unido tan sólo una media del 35 por ciento de los encuestados diría sí a comprometerse
en una relación con alguien de su entorno laboral».
Así que para qué vamos a negar la realidad, mejor le sacamos partido: si hacéis más
horas que un reloj, la ventaja es que pasaréis mucho tiempo juntos aunque apenas estéis
por casa, y desde luego, no os dará tiempo a echaros de menos. Incluso podéis fomentar
el morbillo con la mirada, rozándoos sensual y disimuladamente al pasar uno al lado del
otro, calcularlo todo para encontraros en el ascensor a solas, soltaros comentarios
obscenos por lo bajini con el riesgo de que os oigan, de forma que cuando lleguéis a
vuestro nido de amor tengáis los preliminares más que superados. Si conseguís no
mezclar para nada las esferas del amor y del trabajo, podréis sentiros especialmente
unidos porque al menos os comprenderéis mutuamente en cuanto a los problemas del
otro, sus preocupaciones por la empresa... y os evitaréis discusiones absurdas derivadas
de la falta de entendimiento del trabajo del otro. Esa complicidad no la tienen tantas
parejas, así que aprovechadla tanto en el seno de la relación como en el trabajo, donde,
al conoceros tanto, podéis formar un buen equipo complementario y mejorar la
productividad, de forma que la empresa, si se entera, incluso esté satisfecha con vuestra
unión.
Decimos «si se entera», que no debería, porque la premisa básica es la discreción,
especialmente al principio, antes de que la relación se consolide, porque no sabes adónde
puede llegar y puedes sufrir las consecuencias en vano. Intentad no dar que hablar, no
mandaros correos electrónicos comprometedores, que nadie sabe si pueden estar siendo
interceptados por los informáticos, e intentad que no se den cuenta los compañeros ni
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mucho menos los jefes... Como señalan en Parship: «Trata a tu pareja como al resto de
los compañeros para evitar que puedan hablar de favoritismo. Este punto es
especialmente importante si la persona en cuestión es un superior».
Esto es un lío mayor, porque, primero, el que está en una posición inferior siempre
será sometido al juicio, por el resto de los compañeros, de que está intentando medrar a
fuerza de intercambios sexuales. Así que el superior debe evitar tener ni el menor trato de
favor, como ser más flexible con su pareja o no amonestarla por sus errores igual que a
los demás. Y el subordinado debe evitar fardar de que tiene información privilegiada por
salir con el jefe. Evitad los agravios comparativos por ambas partes, vamos. Y evitad
también abusar de la confianza de ser pareja para exigirle al subordinado más que a los
demás, por ejemplo, pedirle que trabaje un domingo para adelantar. ¡Si quiere trabajar él,
que lo haga, pero que no fuerce al otro a currar gratis por ser su pareja!
Segundo, como apunta Antonio Bolinches: «cuando existe entre los implicados una
relación jerarquizada, se crean entre ellos fantasmas sobre la verdadera naturaleza del
sentimiento que a veces el subordinado confunde con la admiración o con la expectativa
de beneficiarse de la jerarquía de la pareja». Que no tiene nada que ver que él sea tu jefe
con que sea mejor profesional ni mejor persona, cada uno es bueno a su manera, y, lo
que es más, ¿cuántos jefes hay que tienen bastante menos formación o habilidades y
dependen de la pericia de sus empleados? Vamos, que no te acompleje su cargo.
Y, tercero, si rompéis, hay muchas posibilidades de que el superior ejerza su
autoridad y se quite de en medio al subordinado con una simple firma. Una ruptura
siempre es dolorosa, pero esta puede ser de las peores, porque no vas a poder procesarla
sin tu ex de testigo, olvidarle va a ser casi imposible, y encima, puedes quedarte sin amor
y sin empleo a la vez. Tendríais que acabar de muy buen rollo y ser los dos muy
racionales para que ninguno sufra efectos colaterales ni se quede anclado durante años en
esa relación acabada con alguien a quien ha de ver cada día. Parship añade: «En el caso
de que la relación no funcione, evita hablar mal de la otra persona con los demás
compañeros. A pesar de lo que haya pasado en el terreno personal, vuestra relación
laboral debe mantenerse inalterable. Especialmente si el affaire es con un jefe».
 
 
2.10. Los tres primeros meses después de la primera cita
Puesto que tú ya te conoces a ti mismo, o deberías, lo interesante es conocer al que
tienes enfrente. Toda la información que recabes te servirá para hacer un análisis
objetivo de su persona, para poder saber si tegusta y te conviene de verdad o no, y si
sois compatibles o jamás podréis salir juntos de casa. Y necesitarás saber qué le gusta
para satisfacerle y proponerle planes. De lo contrario, no acertarás nunca.
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Ahora bien, no pretendas así, a bote pronto, proponérselo todo y hacerlo todo
juntos como si no tuvieras vida propia y hubieras estado todo el tiempo esperando a
tener pareja para disfrutar. Intenta no convertirte en una lapa o en una espía, y respeta
por favor los turnos; no es tu madre, te responderá cuando pueda y, entonces, le
responderás tú. No estamos hablando de estrategias, sino de la lógica de las
comunicaciones. Tampoco llamas cien veces a una empresa a ver si te han cogido para
su selección de personal, ¿verdad? Pues lo mismo, a esperar a ver si eres su prioridad o
no. Y si ves que no lo eres, pues hasta luego.
Pero tampoco seas radical. Simplemente, ágil interpretando las señales. Si no
hay señales, si pasa de ti, no le vayas detrás, por dignidad. Si hay señales, pero no son
las que tú desearías, intenta entender si es que no hay mucho interés o es que es su
manera de expresarlo. Puedes preguntarle directamente de buen rollo, sin parecer una
paranoica (porque esto suele ser más típico de las mujeres, qué le vamos a hacer, aunque
cada vez menos), y comentarle que te sientes insegura porque no entiendes sus pasos.
No hace falta correr, todo a su tiempo; no se puede empezar teniendo toda la
confianza, seguramente habrá temas que sea más acertado tratar cuando ya haya cierta
intimidad entre vosotros, o quizás uno tenga menos tabúes para hablarlo que el otro, sin
que eso tenga por qué suponer un problema: se dice y basta. A esperar a que surjan en su
momento.
Tu ex no existe. Se esfumó en el momento en el que cortaste con él. A lo mejor, y
de soslayo, puedes comentar algo que venga al caso y que no sea un agravio comparativo
ni una crítica que le pueda llevar a pensar que acabaste como el rosario de la aurora y
que, por tanto, con el siguiente te podría pasar lo mismo. Le puedes crear inseguridades
o ganas de salir corriendo.
No te calles, sé tú mismo, di lo que quieres, no esperes a que el otro lo decida todo
por ti ni a ver qué opina él para opinar tú en consecuencia, porque tardará poco en
descubrir que le mentiste para gustarle. Como si no le pudieras gustar siendo y pensando
diferente.
Eso no significa que te pongas vehemente y le anules; cada uno es cómo es, y se
trata de ir descubriéndolo. Hay que practicar la asertividad, claro, decir lo que se quiere y
lo que no, pero tampoco en plan autoritario, como si no hubiera un punto intermedio
para encontraros y hacer algo juntos. Si él quiere ir a comer y tú, a la playa, id un ratito a
la playa, luego a comer y luego volvéis a la playa, en vez de ir cinco horas seguidas a la
playa y matarlo de hambre. Por poner un ejemplo.
A lo mejor es conveniente conoceros bien mutuamente antes de presentarle a
toda tu familia y amigos para que le den el visto bueno. Si no tienes muy claro si se lo
darán, es que no estás muy convencido de que te guste a ti, si no, la presentarías con
orgullo... Pero a su debido tiempo, y sin prisas, que la relación la lleváis vosotros, y los
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vínculos que se crean con terceros sólo son losas si finalmente la relación no funciona y
tenéis que dar explicaciones a medio mundo. ¡Que surja natural!
No es necesario que dejes de ir con tus amigos por tener pareja. Como si los
hubieras estado usando mientras no tenías nadie con quien compartir tu intimidad. Los
amigos son el gran soporte de cualquier persona porque siempre van a estar ahí, y si
tienes una crisis o rompes, serán los que vengan a recogerte. Es más, seguramente te
dará menos miedo cortar si te va mal sabiendo que tienes tu red de amigos de siempre,
que si sabes que te verás sola y tienes que volver a hacer amistades como si estuvieras de
nuevo en parvulitos.
Líbrenos Dios de los rápidos «te quiero». Si te dice que te quiere a los dos días,
huye. De verdad, sin dilación, corre lo más lejos que puedas porque se trata de una
persona enamorada del amor que está buscando pareja desesperadamente, sea quien sea.
Incluso si os da un flechazo mutuo por milagro de Cupido, huye porque a los dos días es
imposible querer a nadie, salvo a un hijo recién nacido. Vale que le gustes, vale que te
encante, vale que os atraigáis, vale que te desee tanto que no pueda parar de buscarte
sexualmente, vale que tengas ganas de verle; pero un «te quiero» se hace esperar, como
mínimo, hasta que lo tienes cien por cien seguro y no puedes impedir que salga de tu
boca.
 
 
2.11. Ingredientes básicos para que una relación funcione
Dicen que no existen manuales de instrucciones para saber cómo llevar una relación,
pero sí que hay un libro que se ha convertido en la gran referencia mundial para todos los
que quieren saber amar de una forma mínimamente madura. Si no lo has leído, ya estás
tardando, pero aquí te vamos a rescatar algunos párrafos imprescindibles. Lo hemos
mencionado antes, pero lo recuperamos aquí. Se trata de El arte de amar, del
psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista Erich Fromm, y parte de la base de
que uno debe haber «superado la dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de
explotar a los demás, o de acumular, y ha adquirido fe en sus propios poderes humanos y
coraje para confiar en su capacidad para alcanzar el logro de sus fines. En la misma
medida en que carece de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por tanto, de amar».
También implica cierta responsabilidad para con uno mismo y con el otro. Ahora
bien, alerta Fromm: «la responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y
posesividad, si no fuera por un tercer componente del amor, el respeto. Respeto no
significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra
(respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su
individualidad única. Respetar significa preocuparse de que la otra persona crezca y se
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desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación.
Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es
propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con
ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es obvio que
el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin
muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie. El respeto sólo existe sobre la base de
la libertad: “L’amour est l’enfant de la liberté”, dice una vieja canción francesa; el amor
es hijo de la libertad, nunca de la dominación».
Ni de la comodidad, como les ocurre a muchos que, en cuanto encuentran pareja, ya
se duermen en los laureles y se dejan crecer a lo ancho y se descuidan y descuidan a su
pareja porque creen que ya la tienen segura para siempre. Fromm los amonesta: «El
amor es una actividad; si amo, estoy en un constante estado de preocupación activa por
la persona amada, pero no sólo por ella. Porque seré incapaz de relacionarme
activamente con la persona amada si soy perezoso, si no estoy en un constante estado de
conciencia, alerta y actividad. El dormir es la única situación apropiada para la
inactividad; en el estado de vigilia no debe haber lugar para ella. La situación paradójica
de multitud de individuos hoy en día es que están semidormidos durante el día, y
semidespiertos cuando duermen o cuando quieren dormir. Estar plenamente despierto es
la condición para no aburrirnos o aburrir a los demás; y sin duda no estar o no ser
aburrido es una de las condiciones fundamentales para amar. Ser activo en el
pensamiento, en el sentimiento, con los ojos y los oídos, durante todo el día, evitar la
pereza interior, ya sea que ésta signifique mantenerse receptivo, acumular o meramente
perder el tiempo, es condición indispensable para la práctica del arte de amar».
Lo resume, en palabras más sencillas y actuales, Alejandra Vallejo Nájera, psicóloga e
investigadora que explicaen el documental El sexo de los dinosaurios los tres
ingredientes para que el amor funcione: «Estimulación física, erótica; la conexión
afectiva, dar y recibir afecto en el mismo plano sin necesidad de poseer al otro, y la
conexión intelectual, que es la que más dura en el tiempo».
 
 
2.12. Más vale comunicar que cortar
Para el psicólogo Antonio Bolinches, «el modelo de pareja que mejor funciona es el
complementario, y yo lo defino como aquel que está formado por dos personas que
deciden juntar sus vidas para compartir sus plenitudes. Por tanto la mejor manera de
hacer que tu pareja quiera estar a tu lado es que la relación le permita sentir que puede
ser él mismo y que las diferencias que puedan existir entre vosotros resultan
enriquecedoras para ambos».
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Pero la cuestión es cómo comunicarse en el día a día y en momentos críticos, puesto
que hay gente que no sabe decirse las cosas cotidianamente y se las va guardando hasta
que estalla y la monta tan grande que parece no haber marcha atrás. «Ése es un tema
muy complejo, pero lo fundamental para mantener una buena comunicación en la pareja,
tanto en las fases de estabilidad como en las épocas de crisis, es relacionarse con el otro
sin fingimientos y desde nuestra parte más madura. Para conseguirlo puede servir de guía
el “Decálogo para la felicidad de la pareja” de mi libro Amor al segundo intento, gracias
al cual es posible evitar la aparición de los tres grandes enemigos de la pareja, que son: la
rutina, la saturación y la incomunicación.» Te lo reproducimos aquí tal cual para tu
interés, y puedes aprendértelo como si fueran los Diez Mandamientos.
 
«DECÁLOGO PARA LA FELICIDAD DE LA PAREJA
 
 1. Sé sincero desde la sensatez.
 2. Piensa que lo que sucede entre dos nunca es responsabilidad de uno solo.
 3. Piensa que el egoísmo del otro sólo se puede detectar desde el egoísmo propio.
 4. No te esfuerces para que te entienda, sino para entenderle.
 5. No confundas una pareja para siempre con estar siempre con la pareja.
 6. No confundas la estabilidad con la rutina.
 7. Recuerda que la pareja funciona mejor con refuerzos que con esfuerzos.
 8. Recuerda que la pareja no puede funcionar sólo con sexo, pero tampoco sin sexo.
 9. Procura tener presente que convivir implica conceder.
10. Recuerda que la pareja que dura es la que madura.»
 
Si todo esto no lo pones muy en práctica, o sí, pero llega un momento crítico en el
que tenéis que discutir de algo grave, aquí van unos puntos clave para comunicaros sin
que llegue la sangre al río, es decir, sin llegar a la crisis superlativa.
 
• No se trata de una batalla campal en la que alguien tiene que salir vencedor;
es tu pareja, no un político. El orgullo déjatelo en la calle antes de subir a casa
para hablar. La idea es buscar una solución y reforzar los vínculos, encontrar
puntos en común, no dejarle a la altura del betún y quedar por encima.
• Sabes que, por más que le grites a un guiri, no te va a entender mejor,
¿verdad? Pues con tu compañero, lo mismo. Si consigues no chillar, ni que se te
desfigure la cara de la rabia ni mucho menos que se te vayan las manos, ni para
dar un toque en el hombro, habrás demostrado grandes síntomas de madurez. Un
punto.
• Se trata de una conversación dialogada. No de dos monólogos. Uno habla, el
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otro escucha y le contesta en función de eso, no a su bola, soltando sin venir a
cuento lo que venía reteniendo en la memoria hasta que el ruido del otro cesase.
Todo a su debido tiempo, todo se puede decir, pero hay que escuchar, no oír
como de fondo.
• Empatiza, por Dios, que es la persona que más conoces de forma íntima y te
deberías poner en su lugar automáticamente y no ver sólo lo que a ti te preocupa.
Si no entiendes algo, díselo tranquilamente, sin rencor ni retintín, pregúntale,
pídele que te ayude a comprender su comportamiento, pero con cariño, no como
si estuviera loco.
• Ni tú eres perfecta ni él tampoco. Pero los dos tenéis vuestras virtudes, por algo
os enamorasteis, ¿no? No estaría de más recordarlo en vez de verlo de repente
como un ogro y ponerte a la defensiva, como si tú no tuvieras nada que
reconocer también. En todas las relaciones ambos tienen una parte de
responsabilidad en lo que sucede. Tú no eres la víctima, créenos.
• Seguramente el otro tiene razón en algo, igual que tú. Se trata de ser capaces
de llegar a ese punto medio, y si hay que ceder, y todavía compensa, se cede.
Que no se trata de un campo de batalla. «Ni para ti ni para mí» es el lema.
• A lo mejor no es la solución definitiva y hay que ir puliendo los extremos,
pero... por algún sitio hay que empezar. Y es mejor partir desde una solución
mediana que dejarlo pasar hasta que ya no tenga solución. Si os queréis dar
tiempo para intentarlo, hay tiempo de sobra.
• Como no estáis en una batalla, no necesitáis aliados ni otros soldados al lado
que os amparen. Vuestras posturas las podéis defender solos, no hace falta que
metáis a los niños de por medio, es más, deberíais prohibiros usarlos como arma
arrojadiza o como escudo, ni que llaméis a vuestras madres para que vengan a
salvar a sus hijitos. Que sois adultos con cierta madurez emocional, ¿no?
• Las cenas de parejas, mejor que transcurran en paz y no las convirtáis en una
lucha entre hombres y mujeres, amargándole el polvo a la otra pareja que acudía
tan tranquila con su botellita de vino.
• Si la pareja en cuestión ha conseguido superar una crisis, no es necesario que
les preguntéis cómo y sigáis su patrón a pies juntillas. A lo mejor sus
caracteres y sus problemas son diferentes, y su fórmula no os funciona. Tendréis
que buscar la vuestra, y ahí, seguramente, está la gracia y el aprendizaje.
• Si podéis, mantened las formas, el amor, el respeto, la confianza y la lealtad
que os teníais al principio en todo momento. Es mucho mejor que herir al otro
para sentir que has quedado por encima, que tenías razón y que eres mejor.
Porque, si tienes la necesidad de sentir que eres mejor que tu pareja, estás fatal
de lo tuyo, tu inseguridad te impedirá amar de verdad a nadie y te mereces que te
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dejen.
 
 
2.13. Cuando el tsunami de la crisis lo asuela todo
Si los consejos anteriores no han funcionado en sucesivas ocasiones y no habéis logrado
alcanzar un acuerdo o dar con la solución correcta, es posible que os planteéis dejarlo
definitivamente. Es normal, no te preocupes. Aún quedan esperanzas.
Es más, aun sin demasiadas discusiones, como nadie nace enseñado y tampoco es
tan fácil amar como preconizaba Erich Fromm, es muy probable que hayas logrado que
tu relación se prolongara bastante, pero, de repente, normalmente entre los cuatro y los
siete años, sientas que se ha perdido la pasión, que falta esa chispa que os hacía disfrutar
juntos, que la rutina se ha apoderado de vuestra existencia y apenas hacéis actividades
juntos. Pero no porque no os queráis ni porque haya terceras personas ni interés por
conocerlas, sino que más bien seguís deseando estar juntos, recuperar la emoción y las
ganas de compartir.
No pasa nada, simplemente habéis pasado la etapa del enamoramiento, que es un
proceso químico que dura lo justo para engendrar un niño y criarlo hasta que sea
independiente y pueda manejarse por sí mismo, según expertos antropólogos, sexólogos
y neurobiólogos. Y ahora os toca pasar a la etapa del amor-apego, o dejarlo y empezar
de cero esperando otro enamoramiento... y así sucesivamente ad infinítum.
En esa tesitura, lo que les suele ocurrir a las parejas que quieren salvar su amor es
que esperan a las vacaciones para tener tiempo de estar juntos y conversar. Pero, claro,
pasar de apenas hablar a tener que estar en presencia del otro las veinticuatro horas sin
nada más que hacer que tomar el sol y mojitos pues a veces aún crispa más la
convivencia. No en vano después de las vacaciones es cuando más demandas de
separación registran los juzgados. Se impone un plan de choque anticrisis.
Hoy en día existe la opción de los terapeutas de pareja, que, si no sabes muy bien
cómo afrontar los problemas y la falta decomunicación que os afecta, puede ayudaros a
hablar y a comprenderos mutuamente, con respeto y sin malinterpretar lo que el otro no
sabe explicar correctamente, pero tú necesitas saber.
Tanto con asesoramiento de un profesional —mejor si es un psicólogo y sexólogo
especializado en terapia de parejas— como si decidís resolverlo a solas, intentad buscar
tiempo en común sin la familia alrededor, para reconoceros, preguntarle al otro por sus
inquietudes, sus sueños, sus sentimientos y frustraciones; para indagar en temas que hace
años que no habláis con el fin de saber cómo ha evolucionado su forma de pensar.
Comentar el periódico o un libro puede ser una buena manera de sacar temas de
conversación que os acerquen, que permitan restablecer las bases de la comunicación
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que antes fluía.
Como dice la psicóloga Eva Valcárcel, del Instituto de Psicología de Barcelona, para
comunicarse no se deben dar las cosas por sentado: «Tu pareja no tiene telepatía.
Esfuérzate para confirmar que tu pareja entiende lo que quieres decir sin faltar al
respeto». Eso es lo último, porque, si no, estás poniendo la alfombra para que ella te lo
pierda a ti. Y ahí sí que no hay retorno. No hace falta ofender, más bien al contrario,
alabar las cualidades que te siguen gustando de él, pero sin dejar de comentar las cosas
que te molestan, con sosiego, sin reproches ni rencores. Por eso Valcárcel recomienda
también «practicar la asertividad: la capacidad para expresar opiniones y emociones de
forma adecuada». Se trata de defender tu punto de vista tranquilamente, sin imponerlo,
pero con firmeza: si no te gusta una actitud o no quieres hacer algo, di «no»; no te hagas
pasar a ti mismo por donde no quieres pasar, porque acabarás guardándole rencor al otro
cuando él ni siquiera se había enterado de lo que querías de verdad. Y no puedes hacer
responsable al otro de lo que tú no eres contigo mismo.
Si te respetas a ti mismo y te aceptas tal cual eres, es más probable que también
respetes y aceptes al otro como es sin intentar cambiarlo. Porque nadie tiene derecho a
cambiar a nadie ni a pedirle a nadie que cambie por nadie. Las personas sólo cambiamos
si sentimos la necesidad de ello, y única y exclusivamente por nosotras mismas y nuestra
conveniencia. Si tú le pides a tu pareja que cambie por ti, probablemente lo intentará de
cara a ti, pero en su fuero interno seguirá siendo quien es y, tarde o temprano, saltará de
nuevo su verdadero yo. De ahí viene el dicho de que la cabra tira al monte. Y si deja de
tirar al monte, será porque a ella le convenga más quedarse en el establo con el rebaño.
No porque tú lo quieras. Es más: por mucho que tú cambies y evoluciones de manera
que beneficie a la relación, no puedes exigirle al otro que cambie a tu ritmo. O le aceptas
o lo dejas, pero cambiar tú porque tú quieres no te da superioridad moral para
condicionar al otro y juzgarle. Si quiere, cambiará, cuando lo considere necesario.
Si los dos estáis de acuerdo en evolucionar y mejorar cosas juntos y de cada uno
para conducir la relación a mejor puerto, podéis seguir los consejos de Eva Valcárcel:
«Divertíos juntos. Reservad actividades de ocio en el día a día, tiempo para vosotros.
Reserva un hotel en tu propia ciudad, ten sexo fuera de la cama, mandaos mensajes
picantes... pero recordad que cada uno debe tener su propio espacio y que no es
necesario compartirlo todo». No, para nada. De hecho, si te pasas todo el tiempo con el
otro y tu vida se limita a ir de casa al trabajo sin hacer nada más ni con ningún amigo,
¿de qué vais a hablar cuando os encontréis en el sofá? ¿Qué tendrás que contarle que sea
mínimamente interesante aparte de los problemas del trabajo o los domésticos?
Por cierto, el estudio La igualdad en el hogar, del Instituto de Investigación en
Ciencias Sociales Nova, en Noruega, país donde la igualdad es un hecho, revela que,
cuanto más equitativa es la repartición de las tareas domésticas entre una pareja, más
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posibilidades hay de que se acaben divorciando. Según Thomas Hansen, coautor de la
encuesta, «cuanto más ayuda un hombre en el hogar, más alto es el riesgo de divorcio»,
en concreto, un 50 por ciento más alto que los hogares donde la mujer es ama de casa y
el hombre apenas colabora. En otras palabras, mujer, más te vale servirle como buena
ama de casa para que no te deje por darle la chapa con la igualdad doméstica.
No, es broma, algunos estudios hay que tomárselos con humor. A no ser que tengas
vocación de maruja jarrón, si en tu caso uno de los conflictos viene causado por el mal
reparto de las tareas del hogar, que ya de por sí suelen recaer siempre sobre la mujer
aunque ésta trabaje fuera y cuide también a los niños, la psicóloga da un consejo
realmente muy útil: «Pon una señora de hacer las faenas de la casa en tu vida». En las
parejas jóvenes, esa sensación de las mujeres de que tienen que ser superwomen capaces
de llevarlo todo para adelante, mientras ellos como mucho hacen la cena, suele frustrarlas
lo suficiente como para minar su amor y acabar mandándolo todo al carajo para vivir
solas y limpiarse sólo lo suyo. Así que más vale prevenir antes de llegar a esta triste
situación, porque no es que no quieran a sus novios, sino que se hartan de ser sus
esclavas.
Si eres hombre: Hola, ¿qué tal? Ella es igual que tú y no tiene por qué hacer de tu
mamá a estas edades. De nada. Te acabamos de salvar de perder una novia por vago.
Que, de veras, a ella no le gusta más limpiar los baños que a ti, simplemente, necesita
sentarse en una taza que le dé más confianza que la del bar de fritos de la esquina para
no coger infecciones en su propio cuarto de baño.
 
 
2.14. Tengo pareja, pero quiero cortar
A estas alturas de la vida ya nos hemos dado cuenta de que el amor no suele durar para
toda la vida y, de repente, te das cuenta de que esa persona que antes para ti lo era todo
ahora no es más que un hermano, o un auténtico desconocido con el que ya no
compartes nada, ni interés por ello. Si ya habéis intentado salvar lo vuestro y no ha
habido manera, antes de pasar años perdiendo la vida en ello, aguantando ahí sin apenas
intercambio, bloqueándole al otro las posibilidades de ser feliz y boicoteándotelas a ti
mismo, lo mejor es meditarlo, tomar una determinación y romper lo antes posible para
no hurgar más en la herida. Pero qué duro es decirle a alguien que ya no le quieres y que
prefieres estar solo que mal acompañado, o que te has dado cuenta de que quieres
conocer a otras personas. Si ya la has conocido, cortar no será tan complicado porque
tendrás un aliciente importante que es pasear con ella por la calle sin miedo a que te
pillen in fraganti. Pero aun así... ¿Cómo se lo dices?, ¿cuándo es el momento más
oportuno?, ¿dónde?
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2.14.1. Díselo directamente y con sinceridad
Si puedes aguantar, no se lo sueltes en plena temporada de exámenes o antes de unas
oposiciones, o después de invitarte a una semana de vacaciones en el Caribe gastándose
un dineral. El lugar, a poder ser, que sea uno por el que no pase cada día, para que no se
acuerde de ti a diario, e intentando no chafarle sus sitios preferidos, como el restaurante
donde te llevó la primera vez o la única playa donde puede hacer surf en su ciudad.
Por lo demás, poner paños calientes sólo servirá para dejarle con incertidumbres a las
que se agarrará cuando esté mal queriendo autoconvencerse de que aún hay un resquicio
de esperanza para volver. Si le dices que necesitas un tiempo, que no estás segura,
cuando lo tienes más que claro, que le quieres, pero no podéis estar juntos, que se
merece algo mejor... le estarás subestimando, como si no fuera capaz de superar el dolor
de estar sin ti. Lo superará, y cuanto antes le dejes asimilarlo del todo, mejor. Si tienes
que decirle que ya sólo le quieres como amigo o como un hermano, díselo del tirón, no
alargues su agonía meses pensando que, si tanto le quieres, por qué ya no quieres estar
con él, pues al final le va a doler igual o peor por no haber sido claro desde el primer
instante.
Si retrasasel momento de la verdad, es para no quedar tú como el malo de la
película, incluso puedes llegar a provocar con tus acciones que sea ella quien lo deje,
harta de tus desprecios. Antonio Bolinches da la clave: «La mejor manera de romper con
la pareja sin sentirte culpable y evitando que sufra demasiado es plantear la crisis de
forma madura y reflexiva o haciendo que sea ella la que se desenamore de ti. Para
lograrlo sólo hace falta dejar de ofrecer al otro las recompensas y los beneficios que la
relación comportaba». Es decir, no es necesario ensañarte ni hurgar en heridas, sino,
simplemente, demostrar que ya no te sale quererla.
Está claro que no le quieres hacer daño, pero también que se lo vas a hacer, así que
sé valiente y coge el toro por los cuernos antes de que alguien los ponga de verdad. Es
mejor partir con cierto cariño y con la cabeza bien alta por no haber caído en el odio y en
la infidelidad que acabar un amor con mal sabor de boca, con la sensación de que esa
persona no es la que conocíamos porque nos ha fallado en lo más básico: el respeto y la
confianza.
Intenta evitar los dos errores que más ha visto Bolinches en su dilatada carrera como
terapeuta: «Los dos principales son el deseo de venganza reactiva de quien se siente
abandonado, y el sentimiento de culpa compensatorio de quien abandona que, en
muchos casos, le lleva a compensar económicamente de forma desproporcionada. La
única manera de evitar ambas cosas es gestionar la crisis de forma madura y dialogante
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para favorecer que las dos partes tengan claro que es mejor una buena separación que
una mala convivencia».
 
2.14.2. Prohibido ser vuestros mutuos paños de lágrimas
Si conseguís acabar de buenas maneras, sin reproches, ni gritos ni insultos, sin intentar
sacarle al otro hasta la cera de los oídos para hacer velas y comercializarlas, lo mejor será
estar un tiempo prudencial sin hablar, sin verse, sin recurrir al otro en los momentos de
debilidad o de soledad, porque le estarías dando falsas esperanzas o caerías en el
ridículo. Si no funcionó la primera vez, no funcionará la segunda, exactamente por los
mismos motivos. Hay que pasar el período de duelo, incluso el que deja al otro, para
volver a estar bien con uno mismo y listo para amar de nuevo. Pero, si recurrimos al ex
para sobrellevar los momentos tristes, tiramos del vínculo emocional más cómodo, pero,
justo por ello, más desgastado. Cuando ya ambos estéis reestablecidos y felices, quizá sí
sea posible retomar la amistad sin más implicaciones. Pero antes... mejor no hacerse los
fuertes como si pasar de ex a amigos fuera un juego de niños.
 
2.14.3. El duelo hay que pasarlo
Deje quien deje, durante un tiempo será necesario hacer limpieza anímica. Es como si
tuvieras una casa cerrada a los demás durante mucho tiempo y, de repente, necesitas
abrirla, pero no la tienes preparada para las visitas. Debes limpiar la casa y ventilarla
antes de dejar entrar a alguien nuevo, aunque sea para un rollo esporádico, porque
durante un tiempo indeterminado, que depende de muchos factores, vas a ir como un
elefante por una cacharrería, arrastrando por delante todo el que se cruce en tu camino.
O bien te engancharás emocionalmente al primero que pase para sustituir al anterior y
evitar así el dolor, pero ya te decimos que un clavo no saca otro clavo, sino que lo mete
más para adentro, dejando ahí la herida profunda para siempre. Así que calma y espera
un poco para volver a estar disponible para el mercado.
Lo primero que vas a necesitar es acostumbrarte a estar solo. A hacer actividades
como cuando estabas sola y salías con tus amigas o ibas a aeróbic, o de excursión los
fines de semana... Si cometiste el grave error de alejarte de tu gente por el mero hecho
de tener pareja (ay, calamar, ¡que sea la última vez!), ahora te encontrarás aislada y sin
un círculo de amigos que te sostenga cuando te sientas frágil y sola. Así que llámalos, si
no hubo mal rollo, o, en tal caso, busca otros amigos nuevos. Apúntate al gimnasio, a
clases de algún idioma o algún curso que te sirva, búscate nuevos hobbies que no sean
en solitario. Aunque tampoco está mal estar solo; puedes dedicarte a leer libros, ir al cine
solo, viajar solo, etcétera. Mientras no te dé por drogarte y alcoholizarte solo para ahogar
las penas y acabes dándola... Porque ahí no tendrías sólo un problema sentimental
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pasajero, sino uno global y de difícil remedio.
Es decir, no se trata de encerrarse en la propia concha y olvidar acallando a la
memoria. La cuestión es salir de casa, porque te airea la mente y te permite conocer
gente nueva que te saque de tu ostracismo. Sobre todo, se trata de estar entretenido con
pensamientos y sensaciones positivas y estimulantes, en lugar de regodearte en tu
sufrimiento y darle vueltas a la relación ya pasada. O sea, diviértete. Y cuando veas lo
bien que te lo pasas de nuevo y le cojas el gusto a estar solo, no te preocupes, que ya
aparecerá alguien atraído por tu buena onda que te volverá a enamorar y te pondrá a
prueba para ver si has aprendido cómo tienes que llevar una relación de pareja sin
perderte a ti mismo por el camino. Suerte.
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3. PIERDE PESO
 
 
 
¿Te sobran unos kilos? Bienvenido al club: el 36 por ciento de los españoles padece
sobrepeso, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Y el 20 por ciento ha
realizado alguna dieta recientemente, acorde con la Agencia Española de Seguridad
Alimentaria y Nutrición. La buena noticia es que probablemente no hay ningún otro tema
tan estudiado en la sociedad occidental como la pérdida de peso. Existen literalmente
cientos de estudios que aportan su granito de arena a la tarea de rebajar la cifra que
marca tu báscula. Nosotros los hemos leído por ti y los hemos condensado en breves
bocados que, estos sí, debes devorar para conseguir tu objetivo.
 
 
3.1. Márcate plazos
¿Estás decidido a empezar una dieta? Estupendo, pero tómatelo con calma. Si tus
expectativas a la hora de empezar una dieta son muy altas, puedes llegar a sufrir el
temido «efecto rebote» (también llamado «efecto yoyó»: perder kilos de forma muy
rápida, para recuperarlos a la misma velocidad). Según una investigación de la University
of Washington (Estados Unidos), los participantes en su estudio que adelgazaron en poco
tiempo sufrieron más fluctuaciones en su peso que aquellos que planificaron su dieta de
una forma gradual. ¿Los motivos? Según los científicos, albergar grandes esperanzas
puede llevarnos a decepcionarnos antes y así perder la confianza necesaria para continuar
con la dieta. Para evitar que te suceda eso, lo primero que tienes que hacer es coger un
calendario y marcarte un plazo corto y realista. Es decir, no pretendas perder diez kilos
en un mes, porque te frustrarás, ni quince en seis meses, porque te cansarás de la dieta.
Lo mejor es un término medio. Por ejemplo, bajar un kilo y medio por semana durante
un mes. Cuando al cabo de ese periodo hayas perdido seis kilos, tendrás la motivación
suficiente para elaborar un nuevo plan para el siguiente mes. Según un estudio llevado a
cabo por la American Society of Bariatric Physicians, «marcarse plazos hace ver que el
éxito es posible y refuerza el deseo de continuar».
Y hablando de motivación, procura pesarte todas las semanas el mismo día y a la
misma hora (nada más despertarse es lo ideal) con tal de registrar tus progresos. Una
investigación llevada a cabo por el American College of Sports Medicine Health &
Fitness Journal reveló que tres de cada cuatro personas cumplen sus propósitos con
éxito si se pesan regularmente. Aplícate el cuento y lleva un registro semanal de tus
progresos.
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3.2. Toma buena nota
Una vez que has marcado tu plazo en el calendario, toca acudir al supermercado. Pero ni
se te ocurra hacerlo sin elaborar antes un plan de ataque. Haz una lista de los alimentos
que necesitas y atente a ella, sin importar las ofertas que veas, por mucho que la segunda
tableta de chocolate te salga a mitad de precio. Ah, y no se te ocurra ir al mercado con
hambre.Si haces la compra con el estómago vacío, acabarás comprando de más y
sufrirás la tentación de llenar el carro con alimentos de consumo inmediato que (a
excepción de la fruta) no suelen ser amigos de tus buenos propósitos. Asimismo, procura
acudir al mercado a menudo y no hagas una supercompra para toda la semana: escoge
sólo aquello que vas a comerte los dos siguientes días. Así evitarás la tentación de comer
más de la cuenta o de picar entre horas.
Llevar contigo esa lista de la compra además te ayudará a no comprar por impulsos.
Sí, vale, cuando uno es impulsivo es precisamente porque no piensa lo que hace dos
veces. Pero trata de hacerlo. A tenor de un estudio publicado en el Journal of
Personality and Social Psychology, la impulsividad es la razón más habitual que
esgrimen aquellos que se han saltado su dieta.
Al llegar a casa, reordena tu nevera. Ten en cuenta que la forma en que colocas los
alimentos puede afectar a tu manera de comer. Para ayudar a tu dieta, coloca la fruta y la
verdura en el estante superior. Según un estudio de la Cornell University (Reino Unido)
tienes casi el triple de posibilidades de comer algo saludable si está situado a la altura de
los ojos cuando abres el frigorífico.
Así, con la lista de la compra llena de alimentos saludables y todos ellos ordenados en
la nevera, ¿cuál es el siguiente paso? Coge una libreta y un bolígrafo (o crea un
documento en tu móvil) y tenlos siempre a mano. A partir de ahora apuntarás cada
alimento que tomes detallando la cantidad. Por ejemplo: desayuno: una taza de té verde,
un vaso de zumo de naranja natural y dos tostadas de pan integral con 150 gramos de
pechuga de pavo. De esta forma, al ser consciente de todo lo que comes, te controlarás
más. De hecho, según un estudio reciente, las personas que utilizan este método pierden
al mes un kilo y medio más en su dieta.
 
 
3.3. Vete a dormir a la misma hora
La mejor noticia de todas: dormir adelgaza. Al menos, mientras lo hagas bien; esto
significa que debes irte a la cama y levantarte siempre a las mismas horas. Según un
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estudio japonés que abarcó tres años de investigaciones, la gente que no regula sus horas
de descanso tiene más tendencia a engordar ya que los patrones de sueño errático afectan
a las hormonas que regulan el apetito. Pero ¿cuántas horas deberías dormir? Una
investigación realizada por la Wake Forest University (Estados Unidos) asegura que el
número de horas ideal es seis y media. ¿Te parece mucho o poco? En cualquier caso,
mejor pasarte de dormilón que quedarte corto. Según un informe del American Journal
of Clinical Nutrition, la gente que duerme una media de menos de cinco horas diarias
suele ingerir casi 300 calorías diarias más que quienes duermen ocho horas por noche.
Además debes cenar al menos dos antes de irte a dormir, pues cuanto más tarde se
cena, más se engorda, asevera un estudio publicado por la revista Obesity. Y cuando te
metas en la cama, apaga el radiador. Una investigación de la University College London
(Reino Unido) demostró que, si la calefacción está muy alta, no quemamos la grasa
acumulada.
 
 
3.4. ¡Desayuna!
Y una vez que te has levantado, ni se te ocurra saltarte el desayuno. ¿Recuerdas aquello
que decía tu madre de que es la comida más importante del día? Pues los científicos le
dan la razón: según un estudio del American Journal of Clinical Nutrition, el 49 por
ciento de la gente que se salta el desayuno padece sobrepeso. Ten en cuenta que después
de las horas de sueño tu metabolismo necesita carburante. De lo contrario no se pondrá
en marcha y, por tanto, es imposible que empiece a quemar calorías. Todos los expertos
en nutrición coinciden en que la clave para una dieta saludable es no estar más de tres o
cuatro horas sin ingerir alimentos (despierto, claro, no se te ocurra guardar un bocata en
el cajón de la mesita de noche). Otro estudio, éste publicado en el Journal of the
Academy of Nutrition and Dietetics, afirma que la gente que sigue una dieta pierde casi
cuatro kilos más si hace cinco comidas al día en lugar de sólo tres. Es decir, menos
comida, pero más a menudo. Así te aseguras de mantener tu metabolismo siempre en
marcha. Además, un desayuno repleto de proteínas (huevos, quesos bajos en grasas y
carnes magras) no solo te dará energía para encarar el día, también te ayudará a
adelgazar. ¿No te lo crees? Pues presta atención: investigadores de la Virginia
Commonwealth University (Estados Unidos) hicieron un seguimiento durante ocho
meses a un grupo de personas obesas. La dieta que seguían estaba formada por un
potente desayuno de alrededor de 600 calorías, pero seguido de un almuerzo ligero y una
cena frugal. El resultado fue que al cabo de los ocho meses todos los participantes en el
estudio habían perdido un mínimo de 18 kilos. Lo que en otras palabras viene a afirmar
aquel dicho popular: «Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un
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mendigo».
 
 
3.5. No diseñes una dieta muy restrictiva
Acorde con la famosa pirámide alimentaria diseñada por los nutricionistas a mediados de
la década de 1990, una dieta saludable debe estar compuesta por un 40 por ciento de
hidratos, un 30 por ciento de proteína y otro 30 por ciento de grasa. Pero cuando
hablamos de grasa no nos referimos a bollería industrial y gominolas, sino a pescado
azul, aceite de oliva y frutos secos. Sí, ya sabemos que tradicionalmente los frutos secos
son lo primero que se tacha de la lista de la compra en muchas dietas. Sin embargo,
puedes comerlos mientras mantengas en mente una palabra clave: moderación. De
hecho, un estudio de la University of Miami (Estados Unidos) ha demostrado que las
dietas muy restrictivas no acostumbran a funcionar. ¿La razón? Puramente mental.
Según los investigadores, «la prohibición total de ciertos alimentos nos hace más
propensos a cometer errores y pensar que los necesitamos». Esto significa que el estrés
de no probar el azúcar nos provoca que terminemos por atiborrarnos de alimentos
azucarados. ¿Que cómo lo puedes evitar? Fácil: permítete un capricho una vez a la
semana. Pero sólo uno. Por ejemplo, cena lo que te apetezca los sábados. Siempre con
moderación o echarás por tierra el sacrificio del resto de la semana. Recuerda que sólo
hay una forma de perder peso: consumir menos calorías de las que quemas
normalmente. Por eso, si un día cometes algún pecado, no te ofusques, ni te castigues ni
digas: «De perdidos al río, me voy a comer medio litro de helado». Para compensar, haz
al menos las siguientes cinco comidas saludables.
Insistimos: come poco, pero come a menudo. Resulta que tener el estómago vacío
puede llevarte a engullir lo que no debes, a tenor de un estudio de la Yale University
(Estados Unidos). Por lo visto, cuanto más hambriento estás, más difícil te resulta
resistirte a alimentos de alto nivel calórico, como hamburguesas, patatas fritas o pizzas.
Esto se debe a que los niveles de azúcar de tu cuerpo están muy bajos. Por eso, no
esperes a estar hambriento para comer y procura mantener estables tus niveles de azúcar
tomando una pieza de fruta a media mañana y a la hora de la merienda.
 
LA DIETA PERFECTA
 
Aquí tienes un ejemplo de cómo debería ser tu dieta.
 
Desayuno: una pieza de fruta o un zumo, cereales con leche semidesnatada y un huevo duro. O cambia los
cereales por una tostada de pan integral con tomate y aceite de oliva.
Media mañana: una pieza de fruta o un yogur desnatado o un sándwich de fiambre de pavo.
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Comida: verduras crudas o cocidas combinadas con carbohidratos y proteína. Por ejemplo, carne blanca
con arroz integral y brócoli. De postre, una pieza de fruta.
Merienda: un vaso de leche semidesnatada con cereales o una tostada integral con una taza de té.
Cena: la misma combinación que durante la comida, pero en menos cantidad. Cambia la proteína del pollo
por un pescado a la plancha o una tortilla. De postre, un yogur desnatado o una pieza de fruta.
Y no olvides beber dos litros de agua al día para estar hidratado y depurado. Olvídate de esas dietas que

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