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628 E C O L O G Í A M I C R O B I A N A Y M I C R O B I O L O G Í A A M B I E N T A L plantea también demandas sin precedentes sobre la capacidad computacional necesaria para llevar a cabo los análisis de las secuencias. De hecho, serán necesarios grandes avances en la eficiencia y la capacidad de almacenamiento de los ordenado- res para seguir el ritmo del volumen de los datos metagenómi- cos en el futuro. Algunos ejemplos de genómica ambiental La genómica ambiental puede detectar genes nuevos en orga- nismos conocidos y genes conocidos en organismos nuevos. Además, muchos de los fragmentos de las secuencias metage- nómicas presentan motivos en el DNA que indican que codi- fican proteínas, pero estas proteínas no tienen homólogos conocidos en las bases de datos públicas existentes, y no tie- nen ninguna relación filogenética aparente con especies cono- cidas. Es lo que se conoce como genes «huérfanos» (en inglés hacen un juego de palabras con las siglas de pauta de lectura abierta, ORF, y les llaman «ORFan genes»). En el estudio del mar de los Sargazos mencionado antes, se encontraron genes que codifican proteínas que actúan en metabolismos conoci- dos, insertados ocasionalmente en genomas de organismos de los que previamente se desconocía que llevaran a cabo dichos metabolismos. Por ejemplo, el descubrimiento de genes rela- cionados con los que codifican la amoniaco-monooxigenasa, una enzima fundamental de las bacterias oxidantes del amo- niaco (Tabla 18.3; Secciones 13.10, 14.13 y 16.6) en un frag- mento de DNA que contenía también genes arqueanos sugería la posible existencia de arqueas oxidantes de amoniaco. Más tarde, los microbiólogos consiguieron aislar arqueas nitrifican- tes de un ambiente marino (Nitrosopumilus maritimus, Sec- ciones 13.10 y 16.6). En un segundo ejemplo del estudio del mar de los Sarga- zos, se encontraron genes que codifican la proteorrodopsina, la bomba protónica fotorregulada presente en algunas pro- teobacterias y relacionada con la bacteriorrodopsina de los halófilos extremos ( Sección 16.1), en varios linajes filoge- néticos nuevos de Bacteria. El gen para la proteorrodopsina se había descubierto anteriormente en un grupo sin cultivar de Gammaproteobacteria marinas mediante la clonación y la secuenciación de grandes fragmentos de DNA aislados de agua del océano. Desde entonces, diversos análisis metagenó- micos han puesto de manifiesto que la proteorrodopsina es una proteína ampliamente distribuida, y se encuentra tanto entre las arqueas marinas como entre las bacterias de agua dulce. Estos descubrimientos señalaron la importancia de la luz en la fisiología y ecología de estos organismos, y sugirieron nuevas estrategias para enriquecerlos y aislarlos en el laboratorio. En la actualidad, la proteorrodopsina se ha identificado en varios microorganismos cultivados (incluidas Alfa-, Beta- y Gam- maproteobacteria, especies de Bacteroidetes y dinoflagelados marinos eucariotas) y está asociada principalmente con fun- ciones bioenergéticas. Los métodos genómicos también han revelado variaciones en genes asociados con un solo filotipo; es decir, en cepas que contienen genes de rRNA idénticos o casi idénticos. Por ejem- plo, en estudios con Prochlorococcus, la cianobacteria (fotó- trofo oxigénico) más abundante del océano ( Sección 14.3), en la comparación de las secuencias genómicas de cepas cul- tivadas con genes de Prochlorococcus obtenidos a partir de especie (Figura 18.18). Para «reensamblar» genomas o fragmen- tos genómicos prácticamente completos a partir de DNA meta- genómico es importante evaluar si todos los genes necesarios para un organismo vivo están presentes (como todos los tRNA y rRNA estables necesarios) y por tanto podemos diagnosti- car un genoma completo. Además, es igualmente importante una evaluación de la abundancia relativa de genes que codifican funciones específicas, pues los cambios de abundancia sugie- ren interacciones entre especies o una respuesta común a una variable ambiental concreta. Por ejemplo, si se recupera un gran número de genes de la ruta de fijación de nitrógeno, esto suge- riría que el ambiente muestreado tenía una limitación de NH 4 +, NO 3 – y otras formas de nitrógeno fijado, lo cual favorecería la selección de bacterias fijadoras de nitrógeno. En la Figura 18.18 se compara el método de genómica ambiental con el análisis de genes individuales de las comunidades microbianas. Nuevas técnicas de metagenómica En un estudio metagenómico con procariotas realizado en el mar de los Sargazos (una región pobre en nutrientes del océano Atlántico, cerca de las Bermudas), se descubrió una gran diver- sidad. Este estudio se basaba en el análisis de datos de casi mil millones de pares de bases procedentes de una biblioteca de DNA plasmídico de clonación al azar ( Sección 6.2) obtenida a partir de agua superficial. Los resultados sugerían que había presentes al menos 1.800 especies bacterianas y arqueanas, entre las que se contaban 148 filotipos desconocidos hasta el momento y muchos genes nuevos. Muchas de estas especies se habían pasado por alto previamente en los análisis de la comu- nidad basados en rRNA, ya que la baja sensibilidad de detec- ción que se obtiene al secuenciar las genotecas a menudo pasa por alto especies minoritarias (Figura 18.16), y también por- que no todos los genes de rRNA 16S que había en la comuni- dad microbiana del mar de los Sargazos se pudo amplificar con los cebadores usados para la amplificación por PCR. Obvia- mente, los genes que no se pueden amplificar no son detecta- dos en los análisis de la comunidad. La metagenómica sortea este problema al secuenciar el DNA sin amplificarlo previa- mente mediante PCR de genes específicos (Tabla 18.3). De este modo, se secuencian los genes ya sean amplificados por PCR o no. Aunque mil millones de pares de bases de secuencia es un conjunto enorme de datos individuales que costó más de un millón de dólares con la tecnología disponible en el momento, fue insuficiente para describir la totalidad de la diversidad de las especies microbianas en la muestra del mar de los Sarga- zos. De hecho, un mililitro de agua de mar contiene aproxi- madamente cinco billones (1012) de pares de bases de DNA genómico bacteriano (suponiendo un tamaño medio de los genomas de cinco millones de pares de bases, y una densidad de un millón de células), y por tanto sería necesario un esfuerzo de secuenciación cinco mil veces mayor solamente para cubrir, de media, cada par de bases una vez. Aun con la tecnología actual, que nos permite generar unos ochocientos mil millones de pares de bases de secuencia en diez días (Figura 18.16), no se ha secuenciado completamente ningún ambiente. Además, esta increíble capacidad de secuenciación, que permite reali- zar análisis metagenómicos tanto de los componentes abun- dantes como de los minoritarios en un hábitat determinado, https://booksmedicos.org booksmedicos.org Botón1:
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