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ANALISIS LITERARIO EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

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Análisis literario del libro “El hombre en busca de sentido” 
“El hombre en busca de sentido” no se reduce a la narración de un episodio autobiográfico, se trata de 
un análisis psicológico del ser humano al enfrentar situaciones por demás adversas, que en el relato son 
enfrentadas por los judíos en los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial.
En septiembre de 1942 él y su familia fueron enviados a los campos de concentración, en donde 
murieron su esposa, padres y su hermano. Frankl fue destinado al campo de concentración de 
Theresienstadt, en donde ofreció sus servicios como médico y psiquiatra, trabajando en terapia 
individual y de grupo, en colaboración con otros de sus colegas deportados. Estuvo prisionero en 
campos de concentración alemanes, en Auschwitz y en Dachau, de 1942 a 1945. En ellos perdió todo lo 
que se le puede quitar a un prisionero, «salvo la última de las libertades humanas: el derecho a decidir la
actitud que uno quiere asumir ante cualquier circunstancia, a obrar según nuestra forma de ver las 
cosas». 
Durante los primeros meses después de su liberación se dedicó a organizar su vida, buscó información 
sobre el paradero de su esposa y demás familiares, quienes habían sido enviados a otros campos de 
concentración. En febrero de 1946 fue nombrado jefe del Departamento de neuro-psiquiatría de la 
Policlínica de Viena. Para noviembre de 1945 había rehecho su manuscrito que le fue arrebatado por los 
nazis. Este libro es el que conocemos en español con el título de "Psicoanálisis y Existencialismo". Antes 
de navidad de 1945 dictó a tres secretarias, durante nueve días, el testimonio de sus experiencias en los 
campos de concentración, que sería el libro "Un psicólogo en el campo de concentración", actualmente 
se le conoce como "El hombre en busca de sentido". 
La temática gira en torno a la tesis de que incluso en las condiciones más extremas de deshumanización 
y sufrimiento, el hombre debe y puede encontrar una razón para vivir, basada en su dimensión 
espiritual. A lo largo de todo el relato, no se puede evitar tener presente la cita de Nietzsche que dice 
“Quien tiene un por qué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”. 
Frankl divide este análisis en tres fases; internamiento en el campo, la vida en el campo y después de la 
liberación. Cada una de estas fases se caracteriza por sentimientos y sensaciones que tenían los 
prisioneros en común. Al final del libro, presenta la logoterapia, la cual es una teoría que se centra en el 
sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre. 
Internamiento en el campo
En esta fase los prisioneros pasaban por un estado de shock, y posterior negación. Después, entraban en
un estado de horro que los hacía abandonar sin resistencia alguna toda su historia de vida, y a la vez de 
todas sus pertenencias, quedándose solamente con una existencia desnuda, que al parecer era lo único 
que tenían. La existencia desnuda es la experiencia del sentimiento profundo del ser, del ser despojado 
de tiempo, de espacio, de todo lo que le rodeaba en el pasado. Es el hecho de tenerse a sí mismo, al 
verdadero yo, al que se le ha despojado de todo, menos aquello que ha vivido. Porque, como señala casi
al final del libro, haber sido es también una forma de ser, quizás la forma más segura de ser. La 
existencia desnuda es, de otra forma, un “Siddhartha” forzado, torturado y oprimido, un individuo que 
conserva los tres tesoros de los que no nos pueden despojar nunca: su presente, su pasado y su 
profundo ser, donde reside su capacidad de elección y libertad interior. Los prisioneros ”desnudos” se 
muestran tal y como son, con todo lo que esto acarrea; cierto instinto de supervivencia y efímera 
felicidad provocada por pequeños y básicos placeres a la vez que un compañerismo capaz de poder con 
el hambre de dos días y una profunda religiosidad. Las horrendas circunstancias de trabajo forzado con 
un solo pedazo de pan y una ración pequeña de sopa diaria los hacían perder el miedo a la muerte. Todo
lo que antiguamente les parecía malo y fuera de normas aquí estaba permitido. El asesinato, la tortura, 
el maltrato y el castigo intencionados. Frankl afirmó que: “ante una situación anormal, la reacción 
anormal constituye una conducta normal.” En la primera fase del internamiento, cuenta Frankl, que 
compañeros suyos optaban por el suicidio tirándose a las alambradas. No temían a la muerte, si no se 
mataban ellos, los matarían los oficiales nazis. La vida no tenía sentido. Para ellos la única razón para 
vivir era salvarse, y sus probabilidades de vida eran tan escasas que sobrevivían sólo los que tenían la 
esperanza de cumplir sus sueños.
La vida en el campo
En esta etapa los sentimientos y sensaciones comienzan a evolucionar aparece la mutilación del sentir 
que se va convirtiendo en un aprehender a vivir. La apatía invade los pensamientos de los prisioneros, el
bajo interés en el entorno y en el otro se hacen vigentes. El sentimiento de humillación e indignación 
provocadas por la injusticia, le robaba los pocos deseos de supervivencia. Todos los esfuerzos se 
concentraban en una única tarea; conservar sus vidas y las vidas de los camaradas amigos. Cuando los 
prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas brotaban de lo más íntimo y sincero que cabe imaginar. 
Pero a la vez trataban de sonreír con un extraño sentido del humor. 
El humor existía como paliativo del dolor, los ayudaba a hacer un poco más alegre una situación la cual 
no era agradable. Frankl llama a esta sensación el arte de vivir, el reírse de todo lo posible y así intentar 
distanciar el horror y sobreponerse a él. El humor es una especie de arma humana en contra del 
sufrimiento. Como menciona Baruch Spinoza “El sentimiento que se convierte en sufrimiento, deja de 
serlo cuando nos formamos una idea clara y precisa del mismo”.
Frankl decía que aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo. Decía 
también que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de 
nosotros. Todo lo que no acaba con nosotros nos hace mucho más fuerte. El tener una esperanza 
aunque fuera mínima los ayudaba a sobrevivir, por ejemplo el amor por un ser querido y el deseo de 
estar en una situación mejor. 
El amor a la vida, a la esperanza de algo mejor, a la libertad, a la felicidad, al hombre, a Dios, es la meta 
última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Es, por lo tanto, y en última instancia, donde reside 
su sentido de la vida. Esta es la visión que da Frankl en el libro. Él se aferra a la imagen de su amada 
mujer y esto lo empuja a continuar la lucha de supervivencia en el campo. El volver a verla es la meta 
que él otorga a su existencia. A pesar de no saber si ella seguía con vida, él tenía esperanzas y deseos de 
librar los obstáculos, ya que su meta es el amor, un amor capaz de trascender todo el sufrimiento.
Después de la liberación 
En esta fase, los prisioneros son liberados pero no sienten la libertad, tienen el temor de estar soñando y
una inseguridad constante acechaba sus mentes. Después llega otra sensación, una desilusión de la 
confrontación de la realidad frente a los sueños mantenidos durante el cautiverio en los campos. 
Muchas personas murieron en los campos, por ende muchas familias quedaron separadas. Frankl 
expone un ejemplo de esto:
Se presenta un ex-prisionero que analiza la vuelta a casa, a una casa que muchas veces estaba ya vacía; 
la vuelta a una vida que, como la casa, carecía ya de todo lo que el hombre creía recordar que la llenaba;
una vuelta difícil en la que valores como el perdón, el sentido de la vida y el rechazo absoluto al mal 
ayudan al individuo a luchar contra la instintiva venganza, a la vez que lograr la fortaleza interior 
suficiente para vivir: “habíamos perdido la capacidad de alegrarnos y lentamente teníamos que volver a 
aprenderla”;”después de soportar aquellos increíbles sufrimientos, uno ya no tenía nada que temer, 
salvo a su Dios.
La Logoterapia 
La visión del ser humano que distingue el Análisis Existencial frankliano incluye conceptos 
fenomenológico-antropológicos como la libertad, la responsabilidad, la capacidad de auto-
distanciamiento y auto-trascendencia, el valor único del ser persona, la incondicionalidad del sentido de 
la vida, la multidimensionalidad del ser y la consciencia como órgano del sentido. 
La Logoterapia como la aplicación clínica del Análisis Existencial se puede describir como una forma de 
psicoterapia cuya motivación final es aplicable a la existencia concreta de la persona, en su contexto 
global, orientada a la solución, para beneficio de la persona y de la comunidad y por lo tanto centrada 
en el sentido. Por esta visión y sus conceptos, la Logoterapia es considerada una forma de psicoterapia 
“existencial-humanista”. Es una teoría que se centra en el sentido de la existencia humana y en la 
búsqueda de ese sentido por parte del hombre; de acuerdo a ésta, la primera fuerza motivadora del 
hombre es la lucha por encontrarle esa razón de ser a su propia vida.
Es también conocida a nivel mundial como la Tercera Escuela de Psicoterapia Vienesa después del 
Psicoanálisis y la Psicología Individual. Su concepto de la “voluntad de sentido” como motivación central 
de la persona resalta las áreas sanas de la personalidad capaces de sanar, disminuir o apartar los 
síntomas patológicos para crear una nueva organización de la experiencia y conductas individuales 
orientadas hacia el sentido. Con ello hace frente a la escuela freudiana con su “voluntad de placer” y el 
psicoanálisis, así como a la “voluntad del poder” de la psicología individual adleriana, en palabras de 
Frankl “la logoterapia no supone ni una crítica ni un complemento a éstas, sino solamente una 
alternativa”.
Frankl en este pequeño apéndice sobre la logoterapia, critica al psicoanálisis por su pan determinismo, 
por creer que el paciente no es nada más que una máquina cerebral dañada. El autor de la logoterapia 
defiende, en contraste, que el hombre, aunque pierda su capacidad para resultar útil, siempre conserva 
la dignidad de ser humano. Así crea la psiquiatría re humanizada, aquella que, detrás de la enfermedad, 
ve al ser humano que la padece.
Según Frankl, y a diferencia de Sartre, nosotros no inventamos nuestro sentido, nos limitamos a 
descubrirlo. Cuando el individuo malogra esa voluntad de sentido, hablamos, en logoterapia, de 
frustración existencial, que puede llevar a una neurosis noógena, aquella que no nace de los conflictos 
entre impulsos e instintos, sino más bien de los conflictos morales, espirituales o existenciales. También 
es cierto que no todos los conflictos conforman un perfil de neurosis, ya que, según afirma Frankl, cierta 
dosis de tensión (entre lo que somos y lo que deseamos ser, entre lo logrado y lo que queda por 
conseguir) es necesaria en el espíritu del hombre para despertar el estado de latencia de su voluntad de 
sentido, ese in equilibrio espiritual que él denomina noodinámica.
Cuando se carece totalmente de sentido para vivir hablamos de vacío existencial. El individuo, al no 
tener razones propias para su vida, se aferra al conformismo (hago lo que los otros hacen) o el 
totalitarismo (hago lo que los otros quieren que haga).
En la logoterapia como técnica, Frankl se centra en el aspecto del placer, del que dice que es un efecto y 
no un fin. Y con esto deriva a lo que él llama “intención paradójica”. Para explicarlo parte del problema 
humano: el miedo provoca lo que uno teme y la intención excesiva (híper intención) paraliza la 
consecución de aquello que se desea con todas las fuerzas. Ante este conflicto plantea una solución, que
empieza por reírse de uno mismo, de las fobias o de las fijaciones de cada uno, engañando a su propia 
psique para lograr el efecto que quiere lograr (y que ha fingido ante sí mismo detestarlo)
Sus técnicas más destacadas y conocidas son: la intención paradójica, la derreflexión, el 
autodistanciamiento, la modificación de actitudes y el diálogo socrático. En la intención paradójica, el 
terapeuta induce al paciente a intentar voluntariamente aquello que trata de evadir de manera ansiosa; 
el resultado suele ser la desaparición del síntoma. En la derreflexión, se anima al consultante a olvidarse 
de su padecimiento para superar la tendencia a la preocupación y a la hiperreflexión. En el 
autodistanciamiento, el "compañero existencial" -como se le llama al cliente o paciente- aprende a verse
a sí mismo más allá de su padecimiento, con la posibilidad de separar a su neurosis para así apelar a la 
propia voluntad de sentido para -mediante la fuerza de oposición del logos- dirigirse a él. En la 
modificación de actitudes se hace énfasis en comportamientos claves a practicar mediante una cierta 
disciplina para más tarde dejar de atender a las actitudes dañinas y poder ver a las nuevas, como 
motivadores del cambio. Y en el diálogo socrático, se usa el estilo de la mayéutica para guiar a la 
persona hacia el autoconocimiento y la precisión de su responsabilidad en sus acciones.
La logoterapia se vale en alta medida del Psicodrama, una dramatización realizada por el paciente, 
pensado que su vida se acaba en ese preciso momento. De esta dramatización surgen planteos 
usualmente conocidos como "lo que cambiaría si tuviera una segunda oportunidad". Esos cambios serán
puestos en práctica por el paciente para lograr alcanzar su propio "logos" o sentido de su vida.
El Trabajo como posibilidad de sentido
Frankl, si bien fue un notable filósofo, ante todo fue una persona eminentemente práctica. Quizás por 
esto considere a los valores creativos (vinculados al hacer, al trabajo) como los primordiales para 
encontrar el sentido de la vida. El hombre, al ser responsable (capacitado para responder) encuentra su 
realización concreta en el trabajo. El trabajo representa el espacio en el que la persona: única, 
irrepetible y finita, encuentra su vinculación con la comunidad. Allí la existencia singular cobra sentido y 
valor. Más allá del trabajo específico importa la obra. "No, es por tanto, una profesión determinada la 
que da a el hombre la posibilidad de realizarse. En este sentido, podemos decir que ninguna profesión 
hace al hombre feliz".
Ciertamente nos encontramos con personas que explican sus frustraciones y padecimientos en la 
imposibilidad del ejercicio o estudio de una profesión. Sin embargo, para Frankl, esto es una forma de 
tergiversar el valor de la obra. No es la profesión la que hace al hombre insatisfecho sino la manera de 
ejercerla. Desde la originalidad y creatividad de cada existencia, cualquier trabajo (aún el más mecánico 
y monótono) recibe ese algo personal y específico de cada uno. La profesión o aún la tarea a realizar son
el simple marco de posibilidades de realizar una obra personal. La tarea se ve trascendida por ese 
"toque" humano. "Llegamos a la conclusión de que lo que hace de la vida algo insustituible e 
irremplazable, algo único, algo que sólo se vive una vez, depende del hombre mismo, depende de quien 
lo haga y de cómo lo haga, no de lo que se haga".
Muchas veces, el vínculo natural que existe entre el hombre y su trabajo, en cuyo ámbito encuentra la 
posibilidad de realizar su existencia singular mediante valores creativos, se encuentra desvirtuado. 
Condiciones de trabajo indigno de la condición humana hacen que el hombre deba llevar esta 
realización al campo del trabajo libre, voluntario, recreativo. Y más aún: desempleado es diferente a 
desocupado. El hombre siempre encuentra un espacio para realizar una tarea. 
Frankl plantea que se comprende el valor existencial del trabajo cuando se pierde. Allí surge la "neurosis
de la desocupación", caracterizada por un estado de peligrosa apatía. Al decir de Frankl: "Estos hombres 
van sintiéndose cadavez más incapaces de estrechar la mano que se alarga hacia ellos brindándoles 
ayuda para salir del pozo en que están metidos". La vaciedad del tiempo, de la acción laboral, se 
transforma en vacío interior, de sentido. También aquí se cae en la trampa de justificar fracasos y 
errores ya que todo remite a esta situación: •"si tuviera trabajo...". Son personas que nada se exigen a sí
mismas y que no toleran las exigencias de los demás. El estar desempleados los exonera de tener una 
vida responsable, de dar cuenta de sus actos, de asumir una actitud activa. En cambio, existe otro "tipo" 
de desocupado. Son aquellos que "...saben emplear racionalmente el tiempo excesivo que disponen y 
dan, con ello, una plenitud de contenido a su conciencia, a su tiempo y a su vida. Han comprendido que 
el sentido de la vida del hombre no se reduce en modo alguno, al trabajo profesional, que puede 
quedarse sin trabajo sin que por eso se vea obligado a reconocer que su existencia carece de todo 
sentido". Es aquél capaz de mantenerse libre, sin caer ni en la apatía ni en la depresión. Gente que 
encuentra actividades fuera de las típicamente profesionales: trabajan como voluntarios en centros de 
ayuda comunitaria, merenderos, acuden a charlas, leen, se dedican a tareas hogareñas, están más con 
sus hijos, cuidan a las plantas, etc. Son los que en un plazo determinado vuelven a conseguir un trabajo. 
El logoterapeuta checo Stanislav Kratochvil describe dos orientaciones extremas de los valores: unas es 
piramidal y la otra horizontal. En la estructura piramidal, un valor está en la cima y es dominante, 
mientras que otros son menos importantes. El hombre que vive sólo para su trabajo es un claro ejemplo.
¿Qué pasará cuando se jubile?, o en el peor de los casos pierda el trabajo?
Estas personas que viven alrededor de un núcleo central corren el riesgo de perderlo y colapsar su 
existencia. El individuo con una orientación horizontal de valores tiene varias áreas significativas que 
coexisten. Si se desmorona una, encuentra otras laterales en las cuales apoyarse y no cae en una 
situación de vacío existencial. Si un valor se pierde, muchos permanecen. "Los valores horizontales son 
un seguro contra una vida vacía". Es tarea de prevención terapéutica ampliar el círculo de intereses y 
reorientarlos horizontalmente Es esta reorientación la que permite percibir posibilidades más amplias 
de sentido.
Coaching Ontológico
Es una disciplina que aporta una manera diferente de interpretar a los seres humanos, su modo de 
relacionarse, de actuar y de alcanzar los objetivos que se proponen para sí mismos, para sus empresas y 
para la sociedad. Uno de los postulados que lo caracterizan es que el lenguaje no sólo describe la 
realidad, sino que por medio de él se genera la realidad. El Coaching Ontológico es una dinámica de 
transformación mediante la cual las personas y organizaciones revisan, desarrollan y optimizan sus 
formas de estar siendo en el mundo. Se presenta como una conversación que crea una nueva cultura y 
no como una técnica dentro de la cultura subyacente.
En un proceso de Coaching Ontológico el crecimiento ocurre en el dominio del ser, a través de un 
aprendizaje transformacional que cuestiona con respeto los modos tradicionales de percibir e 
interpretar, donde las personas y los equipos interrumpen sus patrones de conducta y comportamiento 
habituales, para comenzar a operar con mayor creatividad, protagonismo y proactividad; generando 
competencias emocionales, del hacer, del pensar y de la comunicación. 
Es un proceso fundamentalmente liberador del sufrimiento y de las creencias condicionantes que 
limitan al ser humano. Lo conecta con sus recursos y con su capacidad de intervenir, logrando mayor 
bienestar y efectividad en el logro de los resultados que le importan. Desarrolla la actitud y la aptitud 
para generar nuevas ideas, para crear nuevas posibilidades, para descubrir nuevos significados, para 
inventar nuevos caminos, para encontrar nuevas conexiones, ya sea en el nivel individual o en el social. 
Logoterapia Organizacional
En la empresa actual, se está empezando a hablar de un resurgimiento del nivel de la espiritualidad, es 
decir, se comienza a recordar lo obvio, que las personas, para poder desarrollar un buen nivel de trabajo
en su quehacer diario, necesitan encontrar un espacio para su desarrollo espiritual. Al respecto se han 
desarrollado gran cantidad de investigaciones en los últimos años (Reeve, Duchon y Plowman5, Markow 
y Klenke, Bradley y King, Milliman, Czaplewski, y Ferguson), las cuales han llevado a relacionar la 
espiritualidad con variables de diferentes tipos tales como el liderazgo, el trabajo en equipo y el 
rendimiento, entre otras. Krishnakumar y Neck (2002) dividen las visiones acerca de la espiritualidad en 
las organizaciones en tres tipos: las visiones del origen intrínseco, las basadas en la religión y las 
existencialistas. Las visiones del origen intrínseco, hacen referencia a que la espiritualidad viene de la 
“profundidad” del ser humano, de su “conciencia interior” y su característica principal es que consideran
que la espiritualidad va más allá de las fronteras de la religión organizada. Las visiones fundamentadas 
en la religión, son aquellas basadas en una religión particular, definiendo religión como “creencias, 
acciones e instituciones que asume la creencia en entidades sobrenaturales, con poderes personales o 
de acción o procesos dotados de propósito moral”. Estas visiones se enmarcan por tanto en los rituales, 
pautas de comportamiento y creencias acerca del trabajo de cada religión. Por último las visiones 
fundamentadas en el existencialismo, están conectadas a temas tales como el hallazgo de sentido y 
significado en lo que hacemos. Estas visiones responden a preguntas tales como “¿Por qué hago este 
trabajo?, ¿Cuál es el significado del trabajo que hago?, ¿A dónde me lleva esto?, ¿Hay una razón para mi 
existencia y la de la organización? Partiendo de este tipo de visiones se podría pensar ¿Cómo establecer
una posición frente a la organización y desarrollar una herramienta tal que permita desde un punto de 
vista práctico desarrollar estrategias para introducir lo existencial en la empresa? La respuesta a esta 
pregunta está en la generación de una aplicación de la logoterapia al ámbito de la organización, es decir 
una “Logoterapia Organizacional”.
Frankl dice que “…mientras los valores creadores o su realización ocupan el primer plano en la vida del 
hombre, el campo de su realización concreta, coincide, en general, con el del trabajo profesional”. Aquí 
es muy claro que el trabajo por sí mismo ofrece posibilidades de sentido al permitir la realización de 
valores de creación es decir, al dar espacios para el hallazgo de sentido a través del fruto de la acción. 
Pero además existe otro tipo de valores, los valores de experiencia. Frankl (1990) dice: ”…vivir, 
encontrarse, y amar (que corresponde al la capacidad de disfrutar) pueden dar un sentido a la vida – 
hablamos entonces de valores experimentales…”.
En el trabajo, dado que es de naturaleza social, se tiene la oportunidad de experimentar muchas veces el
encuentro, lo cual permite compenetrar con el otro, se tiene la oportunidad de amar, no sólo al otro, 
sino a una causa o a un ideal. De vivir experiencias significativas en general. Por último, Frankl habla de 
los valores de actitud cuando dice “sin embargo, la capacidad de soportar, en última instancia, no es 
nada más que la capacidad de realizar lo que designamos como valores actitudinales…”. Son, también, 
muchas las situaciones en las cuales, a través del trabajo, se debe enfrentarnos el sufrimiento humano, 
tanto el propio como el ajeno. Situaciones en las cuales uno se ve frustrado, incapacitado, reducido por 
alguna condición particular ya sea del nivel de la relación con el otro, del medio o de la tarea en sí 
misma; estas situaciones capacitanpara desarrollar los valores de actitud al superar las dificultades 
haciendo uso del “poder desafiante del espíritu”.

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