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un mundo que ganar

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1. Ficha bibliográfica 
Autor: Geoff Eley 
Título: Un Mundo que Ganar: Historia de la Izquierda en Europa (1850-2000) 
Editorial: Crítica, Barcelona 
Año de edición: 2002 
ISBN: 84-8432-451-6 
Nº páginas: 683 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Francisco Parras Dalia 
2 
 
2. Comentario sobre el autor 
“Éste es el libro de un “sesentayochero”. Quería defender la importancia 
positiva de lo que sucedió en 1968 y la coyuntura inmediatamente superior”. Esta 
confesión de Geoff Eley es vital para comprender su obra y en especial este libro en 
cuestión. 
1
 
Geoff Eley nació en el año 1949 en Reino Unido, y él mismo se declara hijo del 
Estado del Bienestar que se fortaleció durante la posguerra. A lo largo de su extensa 
bibliografía ha dedicado su estudio a cuestiones como las peculiaridades de la historia 
alemana, la importancia del nacionalismo en el fascismo y el nazismo, la historia de las 
izquierdas y reflexiones sobre la historiografía en la última mitad del siglo XX. Es un 
historiador de ideología marxista principalmente preocupado en lo social, y que se 
declara admirador de los historiadores británicos de la escuela marxista. El autor resalta 
la importancia de relacionar las experiencias personales y políticas con el trabajo 
historiográfico de cada uno. Eley ve fundamental esta labor para resaltar las distintas 
transformaciones en clave intelectual, política y moral que vivieron él y sus distintos 
coetáneos. “En primer lugar, a lo largo de los años me he visto influido por una 
heterogeneidad confusa a través de la cual ciertos cambios políticos extremadamente 
importantes han dejado huella en mi forma de pensar”… “Me ha impresionado 
igualmente la accidentada relación que se ha ido produciendo posteriormente entre 
desviaciones políticas y la manera de enfocar mi trabajo histórico”. 2 
Geoff Eley relata que cuando regresó a Inglaterra en 1984, en el contexto de la 
huelga minera, vislumbró que el mundo había cambiado, habiendo perdido la batalla el 
Estado del bienestar ante el creciente Neoliberalismo. “Todavía puedo llorar por toda la 
pérdida que esto entrañaba, por los sacrificios inútiles y las decisiones desacertadas, 
por el anónimo heroísmo cotidiano así como por los actos más obvios de valor, por los 
crímenes perpetrados en nombre de la virtud así como por los cometidos contra ella, 
por las diferencias entre la promesa y lo logrado, por los movimientos, las 
comunidades y las culturas que se edificaron con gran esfuerzo durante generaciones y 
cuyas bases han desaparecido. 
3
 
Son esos héroes cotidianos a los que alude, los protagonistas de las 
introducciones a las cuatro partes del libro. Ya que a través de sus vidas se puede 
observar los grandes cambios producidos a lo largo del siglo XX, relatados con un gran 
interés y pasión por Eley. 
 
 
 
 
 
 
1 Eley, G. Un mundo que Ganar: Historia de la izquierda en Europa (1850-2000), Barcelona, 
Crítica, 2002, p. X 
2 Eley, G. “El mundo profano e imperfecto de la historiografía”, Historia Social, Nº 69, 2011, 
p. (30) 
3 Eley, G. Idem, p. XX 
3 
 
3. Finalidad de la obra y Temas tratados en ella 
Una de las principales hipótesis del autor al realizar el estudio de la historia de 
las izquierdas desde 1850 hasta el año 2000, es su relación con los avances 
democráticos. Para Eley, la izquierda es la que asienta los fundamentos de la 
democracia europea, promoviendo valores sociales de igualdad. “En Europa, la 
democracia no fue el resultado de la evolución natural ni de la prosperidad económica. 
Desde luego, no apareció como consecuencia inevitable del individualismo o del 
mercado. Avanzó porque masas de personas se organizaron colectivamente para 
exigirla.”4 
Otra de las novedades de este libro es la importancia que le da el autor a los 
movimientos sociales extraparlamentarios de izquierda más minoritarios, para él 
fundamentales para los avances democráticos. Debido a que cree que la izquierda es 
mucho más que la tradición socialista y comunista. Además, dedica una especial 
atención a la historia feminista para reivindicar sus logros democráticos y como fuerza 
importante para el futuro de la izquierda y la definitiva igualdad de sexos. 
Por último, el autor intenta en la última parte del libro analizar el futuro de la 
izquierda y sus posibilidades en los avances democráticos, con la intención de despertar 
al socialismo y poner en valor a los nuevos movimientos sociales que pueden empujar 
hacia la democracia. 
 
Socializando la democracia, preparando el futuro 
En la primera parte del libro, Eley, manifiesta la importancia de los nuevos 
regímenes constitucionales de 1860 para el avance del socialismo. 
El autor habla de la importancia de la industrialización que provocó la formación 
de la clase obrera, y cambió por completo el panorama socioeconómico. El socialismo 
quería atraer a la clase obrera, pero se encontraba con problemas estratégicos debido a 
la desigualdad de industrialización entre los distintos países y regiones. Otra 
problemática al intentar atraerse al obrerismo y forjar una identidad obrera eran las 
distintas lealtades de los obreros a ciertos paternalismos o religiones, más las diferencias 
de trabajo entre los propios obreros. Por lo que el autor concluye que “la capacidad del 
socialismo para armonizar distintos intereses siempre fue insuficiente”.5 
Respecto a la cuestión de porqué en algunos países europeos el socialismo tenía 
mayor fuerza, el autor expone que “la legalidad, una constitución parlamentaria que 
funcionara bien y el democrático derecho al voto eran tan capacitadoras como la 
industrialización.”. 6 
En cuanto a la radicalización del socialismo, el autor resalta que dependió de la 
relación de estos partidos con el Estado y la respuesta de éste a la ascensión de aquellos. 
Allí donde la tradición parlamentaria era antigua como en GB o donde el Estado 
respaldaba las libertades civiles y el arbitraje liberal, como en los países nórdicos, los 
movimientos obreros estaban a favor del reformismo. En cambio, donde se carecía de 
 
4 Eley, G. Idem, p. 6 
5
 Eley, G. Idem, p. 14 
6 Eley, G. Idem, p. 70 
4 
 
representación parlamentaria o el Estado se comportaba de forma represiva, la 
militancia obrera se volvía más radical. 
Durante los años 1890-1907 en varios países se logra un incremento del 
sufragio, pudiendo acudir los obreros a las urnas. Lo que se tradujo en un crecimiento 
electoralista para los partidos socialistas que empezaban a entrar en los parlamentos. 
Todos los socialistas creían ciegamente en el fatalismo histórico. Por ello, no 
mostraron interés en el campesinado ante su previsible desaparición. Siendo éste, como 
señala Eley, uno de los grandes errores de los socialistas. “Como confirmó el siglo XX, 
la polarización de las dos clases no se produjo y el campesinado europeo tardó casi un 
siglo en desaparecer. Por lo tanto, abandonar a los campesinos a los oponentes fue un 
gran error socialista.” 7 Por otro lado, el autor lamenta el pasotismo de la izquierda en 
lo referente a los derechos de las mujeres, otorgándoles el papel de simples educadoras 
de los hijos socialistas para la lucha futura. 
 
Guerra y Revolución 
En la segunda parte del libro, el autor analiza los turbulentos años desde 1914 
hasta 1923, en los que se vivieron la Gran Guerra e importantes revoluciones que 
supusieron importantes cambios en el panorama europeo y las izquierdas. 
Por un lado, el nacionalismo entra con fuerza en varios partidos socialistas 
europeos, enterrando el antiguo internacionalismo, ante la prontitud de la Guerra. Como 
es el caso del SPD alemán que ambicionaba obtener reformas tras su apoyo a la guerra, 
“Estamos defendiendo a la Patria con el fin de conquistarla”.8 
La guerra inició la división de las izquierdas entre aquellossocialistas de 
derechas nacionalistas y de izquierdas. Lo que el autor llamó “La ruptura de la Guerra”. 
El descontento popular por la Guerra fue “in crescendo”, provocando numerosas 
oleadas de huelgas revolucionarias, que supuso la toma del poder por los bolcheviques 
rusos para implantar el socialismo. Estas huelgas y descontento popular conllevaron en 
numerosos países a importantes mejoras constitucionales como la reducción de la 
jornada laboral a ocho horas. Estas mejoras llegaron por la colaboración de los 
socialistas con el Estado y por el miedo a revoluciones como la bolchevique. 
Tras la Guerra, el autor concluye que los dirigentes de los partidos socialistas se 
distanciaron de sus bases, y en consecuencia produciéndose la división del socialismo 
con los nuevos partidos comunistas que ingresaban en la III Internacional. 
Para las mujeres, la guerra supuso un importante cambio, ya que muchas se 
incorporaron a trabajar en las fábricas y asumieron nuevas responsabilidades. En 
algunos países europeos consiguen el derecho al voto, pero no su independencia 
económica. El autor señala que la izquierda volvió a fallar al validar modelos 
conservadores y de respetabilidad, en lugar de cambiarlos, como en su posición ante la 
mujer. 
 
7
 Eley, G. Idem, p. 98 
8 Eley, G. Idem, p. 132 
5 
 
Pero si algo logra la izquierda socialista en este periodo es instaurarse en la 
Nación. Algunos partidos socialistas como en Alemania llegan a formar Gobierno. Pero 
a su mismo tiempo, el entrar en la maquinaria del Estado supuso el abandono de las 
expectativas revolucionarias, dando mayor relevancia a la reforma que a la construcción 
del socialismo. 
Estabilización y Guerra de Posiciones 
A estallar la Guerra, el autor destaca como algo esencial, la creación de los 
frentes nacionales en el interior de los países. Estos frentes unían a comunistas, 
socialistas y demócratas cristianos en la lucha antifascista. La solidaridad que 
acompañó a la creación de estos movimientos y los sentimientos de fraternidad 
sembraron esperanzas en el pueblo. Tras la victoria la población demandaba y tenía 
grandes esperanzas en que se produjeran grandes cambios radicales.
9
 
Pero después de que el antifascismo facilitara la aceptación de la izquierda y el 
comunismo en Occidente, la guerra fría volvió a eliminarla. La política exterior de 
Occidente demonizó al comunismo como instrumento de la URSS y lo identificó de 
nuevo con la deslealtad a la nación y el enemigo interior. “Si el Plan Marshall aseguró 
la democracia para el capitalismo, entonces la política soviética aseguró en el Este el 
socialismo para Stalin.”10 
Pero se consiguieron importantes avances en Occidente, puesto que los nuevos 
ordenamientos incluyeron el derecho el voto para la mujer, la propiedad pública, una 
economía mixta y planificada. Los movimientos obreros se integraron en esta vida 
activa del Estado por medio del reconocimiento de los sindicatos, la ampliación de 
libertades civiles, y avances sociales. Estableciéndose el corporativismo, en el que el 
Estado obtenía el nuevo papel de supervisar este acuerdo social (sindicato-patronal) a 
gran escala y el keynesianismo acabó por fin con el desempleo masivo. Produciendo un 
sistema de capitalismo reformado. De esta forma, los socialdemócratas encontraron 
esperanzas dentro del mismo sistema capitalista y no fuera de él mediante una 
revolución o el fatalismo histórico, confiando a través de él continuar por el progreso. 
 
Futuro Imperfecto 
Geoff Eley señala 1968 como una importante fecha de cambio en la izquierda. 
Ya que nace una nueva izquierda en los movimientos extraparlamentarios que renuncia 
a todos los valores de la izquierda tradicional y las conductas morales de la sociedad. 
“Quiero ser huérfano” era uno de sus lemas. Era una nueva izquierda de cultura 
colectiva de las sentadas y manifestaciones, debates incesantes y la colectivización del 
espacio privado. También destaca la llamada segunda ola del feminismo en la que las 
mujeres para reivindicar sus derechos hicieron uso del escándalo y la desobediencia. 
Pero donde centra su mayor análisis en esta parte del libro es en el declive de la 
clase obrera. Este declive producido por la desindustrialización y la conquista del poder 
de las políticas neoliberales protagonizadas por Thatcher y Reagan. Estas nuevas 
políticas hacen perder peso a los sindicatos que quedaron muy debilitados. 
 
9
 Eley, G. Idem, p. 288-289 
10 Eley, G. Idem, p. 310 
6 
 
Este nuevo mundo que se avecinaba, dividió a la clase obrera, rompiendo la 
filiación de clase. Los partidos socialistas que centraban su estrategia en el mundo 
obrero, evolucionarán ante el nuevo orden social que se estaba formando lleno de 
diversidad y diferenciación. Por lo que destaca que la clase obrera no muere, se 
transforma en los nuevos empleos no manuales del sector servicios. “Lo viejo se estaba 
muriendo, pero lo nuevo aún tenía que nacer”11 
Por último, el autor destaca que el progreso y la democracia se situaron en los 
distintos movimientos extraparlamentarios como los pacifistas, la liberación gay, 
feminismo o los asuntos raciales. 
 
4. Metodología y Fuentes 
Para llevar a cabo la dificultosa y amplia labor de tratar la historia de las 
izquierdas desde 1850 a la entrada al siglo XXI, el autor utiliza una metodología 
comparativa entre todos los países europeos para sacar conclusiones en sus semejanzas 
y diferencias. Esta es uno de los grandes logros de su libro, puesto que no sólo se centra 
en los países europeos más importantes como Gran Bretaña, Alemania o Francia, sino 
que estudiara una mayor amalgama de países de la Europa occidental y oriental y de 
esta forma el análisis es más rico y completo. La relación que emplea entre las nuevas 
fuerzas de izquierdas y las tradicionales será vital para sus conclusiones finales. 
El autor utiliza continuamente un tono muy personalista, plasmando sus ideales 
y opiniones ante los distintos acontecimientos. En la introducción de cada una de las 
cuartas partes en las que está dividido el libro nos cuenta el relato biográfico de 
personas de izquierdas que participaron en la lucha activa por la democracia, 
humanizando así su relato. 
 Eley, acompaña sus análisis y conclusiones con la utilización de técnicas 
cuantitativas como es el caso de los cuadros estadísticos, en los que compara las fechas 
de fundaciones de los partidos socialistas en los distintos países, los resultados 
electoralistas de dichos partidos y de los comunistas… 
Todo ello acompañado por el tratamiento de numerosas fuentes y bibliografía 
que ocupan unas doscientas páginas de su libro junto a notas y referencias. Estas fuentes 
y bibliografía van desde apartados específicos como el feminismo, o la historia de las 
izquierdas de determinados países a algunos manuales de una historia más general. Por 
lo que el autor se apoya en una base documental importante que da mayor valor a su 
discurso. 
 
 
 
 
 
 
11 Eley, G. Idem, p. 400 
7 
 
5. Conclusiones 
Eley concluye que fueron cuatro las grandes etapas en las que se produjeron 
importantes cambios democráticos en Europa. Estos años serían 1860 con la 
implantación en la mayor parte de Europa de constituciones liberales, los turbulentos 
años revolucionarios de 1914-1923 en los que se produjo la división del socialismo, los 
nuevos ordenamientos políticos surgidos tras la Guerra en 1945 y las revoluciones de 
1989 que acabaron con el Estado soviético. 
Y es que para él la historia es un proceso de “continuidad y cambio”, 
produciéndose sólo los más importantes avances en periodos de desorden y 
turbulencias, a menudo de forma violenta. Pues como define Walter Benjamin “el ángel 
de la historia es empujado hacia un futuro invisiblepor una fuerza irrefrenable, una 
tempestad que sopla desde el Paraíso. Esta tempestad es lo que llamamos progreso”.12 
Por otro lado, Eley destaca que a partir del “68”, el impulso democrático ya no 
se encontraría en los partidos socialistas que se habían acomodado en el sistema 
capitalista o en el comunismo que quedó desacreditado tras la “Primavera de Praga”. 
Sino que este impulso se hallaría en los nuevos movimientos extraparlamentarios, al 
margen de partidos políticos y asociaciones obreras, de jóvenes que soñaban con un 
mundo mejor y que querían romper con las conductas tradicionales. 
El autor alude a la crisis y estancamiento (no la muerte) del socialismo actual, 
tras el triunfo de las políticas neoliberales. Unos socialistas que han perdido toda la 
esperanza en el keynesianismo y el corporativismo y que busca reinventarse. 
Eley destaca que el socialismo se quedó corto en su defensa de la democracia en 
ciertos frentes importantes como el género y la raza. Pero a pesar de ello, cree que los 
valores socialistas siguen siendo el mejor punto de partida posible para evitar que la 
justicia social caiga en el olvido bajo el manto capitalista. 
Y en el último párrafo, casi en un grito de desesperación y esperanzador alude a 
que esas palabras sobre las que se estructura su libro (democracia, socialismo, libertad) 
no dejen de tener significado, y así no caerán en el olvido ni se deslegitimará la lucha de 
numerosas vidas anónimas que contribuyeron a un mundo mejor. 
6. Crítica personal 
Un mundo que ganar es un libro que habla principalmente de la lucha 
democrática, de los grandes esfuerzos de tantas personas por alcanzar un mundo más 
igualitario y justo. Geoff Eley narra los distintos acontecimientos con gran pasión, sin 
esconder sus inclinaciones políticas marxistas, desde un punto de vista muy 
personalista. Cualquier lector de este libro llegará a la conclusión de que Geoff Eley 
tenía una necesidad voraz de realizar este trabajo, ya que el autor muestra una constante 
preocupación por la amenaza que se cierne sobre determinados logros democráticos a 
puertas del siglo XXI. Se muestra muy crítico con muchas de las decisiones de la 
izquierda y sobre todo del socialismo. En su opinión, el socialismo no aprovechó al 
máximo las distintas coyunturas políticas para conseguir aún mayores logros 
democráticos y acabó conformándose a finales de siglo XX con una democracia 
limitada al capitalismo. 
 
12 Eley, G. Idem, p. XIX 
8 
 
En mi opinión, el autor introduce tres importantes cuestiones o dilemas, de la 
que muchos historiadores de izquierdas comparten y difieren. En primer lugar, Eley 
asocia el avance democrático con la izquierda como ya señalamos. En este punto 
coinciden varios autores como George Novack, “fuera de los Estados Unidos, el 
sufragio universal fue en todas partes conquistado o concedido, después de una 
campaña desarrollada por el movimiento obrero en lugar de por la burguesía 
liberal”.13 En cambio, Arthur Rosengerg concreta que los progresos democráticos en 
sociedades liberales se consiguieron por asociaciones obreras, pero en sociedades 
feudales se lograron tras la alianza entre las masas proletarias y la burguesía. El 
socialismo fue el que se movilizó para ir consiguiendo avances en este sentido, siendo la 
fuerza propulsora que consiguió el sufragio para los trabajadores y avances en 
libertades políticas y civiles. Aunque esta democracia pasó por varias fases y acaba 
triunfando una democracia más liberal. Para Novack, la democracia liberal resistirá 
mientras se siga creyendo en la validez de sus defensas ideológicas y se perpetúe un 
status quo con las masas. Y es que considero apropiado afirmar que la burguesía y las 
clases dominantes intentaron limitar la democracia y limitar las exigencias de 
participación, a base de ciertas concesiones que perpetuasen su condición privilegiada, 
lo que Noam Chomsky llamó miedo a la democracia. Eley, a pesar de este 
reconocimiento a la labor de los socialistas, la vanguardia de la izquierda, habla de sus 
“insuficiencias” en lo relativo a la lucha por la emancipación de las mujeres, cuestiones 
como la raza, la sexualidad o el colonialismo. Por esto, el autor señala en rojo el año 
1968, que fue en la que estas cuestiones empezaron a entrar en el imaginario de las 
izquierdas europeas, naciendo un nuevo tipo de movimientos sociales que tomarían las 
riendas de la democracia. 
El segundo punto sería la asociación del avance democrático a la turbulencia y el 
desorden. El autor alude a que las crisis económicas y políticas son grandes 
oportunidades para conseguir avances democráticos. “Además de la búsqueda de la 
justicia, esas crisis entrañan mucha bajeza, violencia, crueldad y pérdida de vidas. 
Pero, a pesar de ello, abren un espacio esencial para la intensificación de la 
democracia. Son esenciales para la ampliación de las condiciones y capacidades 
políticas que permiten garantizar el bienestar humano”.14 En cambio, Gabriel Tortella 
difiere al señalar que sólo el progreso puede dar lugar la democracia, no la turbulencia. 
“La democracia conlleva un régimen económico, el Estado del Bienestar, que sólo es 
alcanzable en sociedades con un alto nivel de riqueza. Sólo en estas sociedades, cuya 
capacidad productiva permite cubrir con creces las necesidades básicas de sus 
miembros, puede funcionar satisfactoriamente la democracia.”15 Esta postura se acerca 
más a una ideología liberal en la que se apuesta por un cierto grado de industrialización 
y de progreso para efectuar una transición suave hacia políticas democráticas. Todo lo 
contrario a lo que piensa un autor marxista como Arthur Rosenberg: “No viene una 
transformación del régimen político cuando un país tiene un desarrollo social y 
económico especial, sino solamente cuando existe una contradicción entre el orden 
político y las fuerzas propulsoras de la sociedad”.16Gregory Lubbert, más cercano 
también a la postura de Eley, insiste en que “el incremento de la prosperidad no detuvo 
el crecimiento del conflicto de clases: lo acompañó… Ya que la prosperidad llegó tras 
 
13 Novack, G. Democracia y Revolución, Barcelona, Fontamara, 1977, p. 157 
14 Eley, G. Idem, p. XII 
15 Tortella, G. La revolución del siglo XX, Madrid, Santillana, 2000, p. 385 
16
 Rosenberg, A. Democracia y socialismo: Aporte a la historia política de los últimos 150 años, 
Buenos Aires, Editorial Claridad, 1938, pp. (248-270) 
9 
 
los pactos sociales, no los causó.
17
 Gabriel Tortella, cree en la idea de la inevitabilidad 
de la llegada de la socialdemocracia al marco Estatal, aunque no se hubiera producido la 
Gran Guerra. En cambio Eley especifica: “Que quede bien claro; la democracia no se 
da ni se concede. Requiere conflicto. A mi modo de ver, fue necesaria una coyuntura de 
crisis o turbulencia para que pudiera avanzar la democracia, debido a que las clases 
dominantes en una situación de control siempre tienen mayores facilidades para 
limitarla, y una situación de crisis es una oportunidad para el cambio y el avance. 
Aunque es cierto que se corría el riesgo de que en estos periodos de inestabilidad 
política o económica, se produjera una mayor recesión de la democracia como ocurrió 
tras el triunfo de muchos movimientos fascistas. Sin embargo, una vez logrado estos 
avances democráticos, su perpetuidad estará ligada a una situación de progreso 
económico y social, que fortalezca el nuevo marco democrático. 
La tercera idea a destacar del libro de miras hacia el futuro, es para Eley la 
necesidad de una unión de fuerzas entre la vieja moderada izquierda y la nueva 
izquierda extraparlamentaria para conseguir una democracia más participativa y justa. 
“Ambos elementos fueron cruciales para el ímpetu necesario de la democracia: no sólo 
las virtudes sobrias y moderadoras de lospartidos parlamentarios, sino también la 
combatividad ilimitada y exuberante, partidaria de la acción directa, de las bases 
indisciplinadas. La eficacia de un elemento presuponía el dinamismo del otro.”18Ya 
que a su modo de ver, los socialistas nunca pudieron alcanzar sólo sus objetivos. Siendo 
más necesaria esa alianza en la actualidad, ya que los socialistas parecen haber olvidado 
toda vocación transformadora y han perdido gran parte de su identidad por réditos 
electorales, acomodándose en el sistema. Sheri Berman y Donald Sassoon coinciden en 
que “en las décadas recientes el movimiento socialdemócrata europeo se ha convertido 
en una sombra de lo que fue”.19 Pero estos dos autores socialdemócratas fueron muy 
crítico por la importancia dada por Eley a los movimientos extraparlamentarios, ya que 
para ellos estos movimientos sólo obstaculizaban que se acordaran importantes 
reformas nacionales, siendo movimientos incoherentes que no podían ser alternativa por 
sus medidas utópicas y caóticas.
20
 Pero Eley reivindica el importante papel de estos 
grupos que impulsaban a los partidos y hacían una gran labor de reclutamiento y de 
transmisión de las ideas socialistas. Para el autor, hubiera sido imposible el triunfo 
socialista sin la aparición de estos grupos locales, ya que para él la innovación 
democrática fue “fruto del exceso” y no contar con estos grupos extraparlamentarios 
para una historia de la izquierda sería como “aplaudir con una sola mano”.21 
En mi opinión, es evidente que Eley dedica un gran número, quizás excesivo, de 
páginas a estos movimientos minoritarios porque él vivió con emoción el surgimiento 
de esa nueva izquierda que quería revitalizar a la acomodada izquierda tradicional, y 
que creía en otra democracia distinta a la liberal, y en otras actividades políticas al 
margen del marco parlamentario. Pero estoy de acuerdo con él en que estos grupos 
extraparlamentarios han sido importantísimos para el progreso de la izquierda y que una 
historia de las izquierdas sin ellos sería incompleta. Y sobre todo, creo que de cara al 
futuro estos grupos extraparlamentarios aún tienen mucho que decir y que aportar. Ya 
que a pesar de la cultura postmoderna actual en la que ciertos ideales van perdiendo 
 
17 Lubbert, G. Liberalismo, fascismo o socialdemocracia, Zaragoza, prensa universitaria 
Zaragoza, 1997, p. 544 
18 Eley, G. Idem, p. XIII 
19 Tortella, G. “Política y economía en la revolución del siglo XX, Revista de Libros, 01-04-2008 
20
 Eley, G. Idem, p. XIII 
21 Eley, G. Idem, p. XIV 
10 
 
valor, todavía nos encontramos casos como en España, en la que la gente se movilizó en 
las plazas de las distintas ciudades por el 15 M contra lo que creían un sistema político 
desfasado. Y una prueba de la importancia de estos movimientos, fue la incursión del 
grupo político Podemos, proveniente del 15M, y que en una época de crisis como 
apuntaba Eley, ha sido capaz de conseguir grandes apoyos al obtener 69 escaños en las 
Elecciones Generales de 2015 y sobre todo de revitalizar la política española y cambiar 
las estrategias la comunicación de partidos más acomodados en el sistema 
parlamentario. 
En cuanto a aspectos negativos del libro, se podría señalar que trata poco el 
estudio de las relaciones entre los partidos de izquierdas de distintos países europeos, y 
las distintas internacionales obreras. Pero es más que justo decir que un mundo que 
ganar, debería ser un libro de lectura obligatoria por todos aquellos interesados en los 
avances democráticos y en la evolución de la izquierda europea en la época 
contemporánea.

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