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Teología y Vida, Vol. XXXVI (1995), pp. 51-69 Juan Noemi Callejas Profesor de la Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile Teología dogmática y teología pastoral Referirse al tema "Teología dogmática y teología pastoral", como se me ha pedi- do lo haga en este seminario, confronta con un problema semántico inmediato suscitado por la misma formulación empleada. Si nos atenemos estrictamente a los términos se trata de una adjetivación doble que se hace de la teología, Ahora bien, ni el adjetivo "dogmática" como tampoco el de "pastoral" tienen un significado unívoco, sino que ambos han sido sometidos a un cuestionamiento que ha conducido a que actualmente se prefiera hablar de teología sistemática y práctica más que de teología dogmática y pastoral. En el caso del adjetivo "dogmático", para nadie constituye un misterio el signifi- cado peyorativo con que éste es usado en el lenguaje corriente. Este ha llegado a ser recepcionado, en la edición de 1984, por el "Diccionario de la Real Academia"; "in- flexible, que mantiene sus opiniones como verdades inconcusas". Ya con anterioridad a esta fecha se impone, en muchos centros de enseñanza teológica, designar como teolo- gía sistemática los cursos y materias que previamente se consideraban pertenecían a la teología dogmática (1). En el caso del adjetivo "pastoral", también se ha generado una ambigüedad y este término se ha hecho portador igualmente de un significado peyorativo, aunque esta vez la degradación operada sea constatable sólo a nivel del discurso de los especialistas que recoge lo que han sido los avatares de la teología pastoral. Sobre este punto valga la pena recordar que ya en lo que suelen considerarse como los orígenes de la pastoral, como una determinada disciplina teológica, es decir, a fines del siglo XVI se constata una doble nomenclatura. Por una parte tenemos la obra de 1. Molanus, Theologiae practicae compendium, de 1585, y la de P. Binsfeld, que aparece en 1591, y se titula Enchiridion theologiae pastoralis. Ahora bien, sin pretender un balance pormenorizado de lo que ha sido el desarrollo posterior de esta disciplina, es posible distinguir dos acepciones fundamentales de la misma. Una pragmática y clerical, que privilegia el (1) Este cambio de vocabulario parecería estar condicionado, negativamente. por un afán de superar el estéril fixismo de la dogmática neoescolástica. y. positivamente. comporta el introducirse de una denominación ya usual en el ámbito protestante. Conf. E. Schott. Art. Systematische Theologie II Geschichte im deutschen Sprachgebiet im 19.und 20. lh., en Die Religion in der Geschichte und Gegenwart VI. 586-595. 52 JUAN NOEMI C. adjetivo "pastoral", y una más crítica y reactiva contra la anterior, que prefiere el adjetivo "práctica". Esta doble acepción o corriente queda muy bien graficada en dos autores: Stephan Rautenstrauch y A. Graf. S. Rautenstrauch fue un canonista benedictino que en 1774 logró, mediante un decreto de la emperatriz María Teresa de Austria y en su calidad de decano de la Facultad de Teología de Viena, imponer una reforma de los estudios eclesiásticos, la cual introducía la teología pastoral como disciplina obligatoria en el último año de estudios que debía rendir el futuro sacerdote. Ahora bien, esta nueva disciplina era "más bien una pragmática, una doctrina de la vocación para servidores de la religión bienquistos al Estado", que como también anota Paul Zulehner estaba expuesta a la manipulación ideológica: "La fuerza de gravedad de la acomodación teórica al statu quo de una praxis eclesial convierte facilísimamente la teología práctica en una 'justifi- cación teológica' de la praxis existente y de sus estructuras" (2). En el mismo sentido comenta C. Floristán: "Sólo la persona del pastor o sacerdote encargado de la cura de almas era objeto de estudio de la recién nacida teología pastoral. La teología pastoral nació con un sentido pragmático, no teológico, centrada clericalmente en la enseñanza de los deberes del pastor de almas, considerado entonces funcionario espiritual del Estado" (3). F. J. Calvo por su parte constata que de facto esta teología pastoral fue instrumentalizada por la ideología "josefinista": "El marcado rasgo josefinista de los primeros teólogos pastorales fue exagerado por sus continuadores. A distancia de pocos años, aparecen una serie de manuales de teología pastoral, marcados por el espíritu del proyecto de Rautenstrauch, que en aras de la Ilustración acentúan la obediencia de los clérigos a los príncipes" (4). Anton Graf constituye un antípoda de Rautenstrauch, y programa una teología práctica a otro nivel epistemológico. Graf, miembro de la escuela de Tubinga, publicó en 1841 una "Kritische Darstellung des gegenwartigen Zustandes der praktischen Theologie" ("Exposición crítica de la situación actual de la teología práctica"), espe- cialmente atenta a la dimensión eclesial y escatológica del teologizar: "Según A. Graf, la teología práctica debe estudiar todos los factores, eclesiales o no, que influyen en la edificación de la Iglesia. Afirma que la Iglesia debe tener una conciencia científica de sí misma, en cuanto que se edifica en el futuro. Para comprender la teología práctica es necesario reflexionar sobre la Iglesia desde tres ángulos diferentes: a) su pasado, descri- to por la teología histórica y las ciencias bíblicas; b) su esencia presente, sobre la que reflexionan la dogmática y la moral; c) su autoconstrucción en el futuro, tarea propia de la teología práctica ... La teología práctica no nace, según A. Graf, del interés práctico que tiene la teología, sino de la consideración fundamental sobre la Iglesia al edificarse a sí misma. Con esto se rechaza la identificación de la teología práctica con un mero pragmatismo y se afirma su carácter científico. A. Graf cambia el nombre de teología (2) P. Zulehner, Art. Teología Práctica, en Diccionario de conceptos teológicos (P. Eicher Editor) 11, Barcelona 1990. 530-531. (3) C. Floristán, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral. Salamanca 1991. (4) F. J. Calvo, Art. Teología pastoral, en Conceptos fundamentales de pastoral (Editores C. Floristán- J.J. Tamayo), Madrid 1983,719. TEOLOGIA DOGMATICA y TEOLOGIA PASTORAL 53 pastoral por el de teología práctica, para hacer ver que el sujeto o agente de la acción apostólica es la Iglesia y no exclusivamente el sacerdote como pastor" (5). Una vez reseñado el significado peyorativo que actualmente tienen los términos dogmática y pastoral, surge la pregunta sobre la conveniencia o no de usarlos como adjetivos de la teología. Pretender resolver esta pregunta con un mero cambio por otros, sin hacerse cargo de aquello que genera y es la causa que en el lenguaje corriente dogmático signifique inflexible y no fundamentado, o que en el más especializado pastoral fuese equivalente a pragmático y clerical, sería un expediente tan cómodo como fútil. Las palabras no se desvirtúan porque sí. El empeorar de su significado, eso quiere decir peyorativo, no es fortuito, sino que es reflejo de un existir histórico. Ahora bien, sin pretender competir con lo que pueda ser el resultado de una retrospectiva filológica pormenorizada, me atrevo a proponer la siguiente hipótesis: la teología es auténticamente dogmática en la medida que es evangélica y es realmente pastoral en la medida que es escatológica. Formulado lo mismo negativamente: el significado peyora- tivo de dogmática está condicionado por un olvido o alienación de la teología de su carácter evangélico; el significado peyorativo de pastoral está condicionado por un olvido o alienación de la teología de su carácter escatológico. Para explicar la primera premisa de nuestra hipótesis, es decir, que la teología es auténticamente dogmática en la medida que es evangélica, nos apoyamos en el incisivo estudio hecho por Walter Kasper sobre "la pregunta acerca de la relación entre evange- lio y dogma" (6). Tomando como punto de partida "la pretensión de Lutero", que no consiste en el postuladode un cristianismo adogmático sino en una comprensión de la Iglesia como creatura verbi (7), Kasper contextualiza históricamente y complementa teológicamente la que suele considerarse la clásica definición católica de dogma (8), pero que, en realidad, no constituye "una definición teológica acabada" (9). El análisis histórico de la palabra dogma, desde su uso neotestamentario, pasando por el de la patrística oriental y latina, al que se hace en la alta escolástica, y al más polémico que desata la lucha interconfesional al surgir la modernidad, para llegar al que el magisterio hace hasta la mitad de este siglo, conduce a una constatación o "estado de cosas sorprendente": la utilización del término dogma en el sentido que lo utiliza el Vaticano I es de reciente data en el vocabulario teológico, siglo XVIII, y todavía más reciente en del magisterial, siglo XIX. Este uso está determinado por un contexto (5) De este modo, C. Floristán (o.a.c., 112) resume el análisis más detallado que hace H. Schuster del planteamiento de Graf en Die Geschichte der Pastoraltheologie, en Handbuch der Pastoraltheologie l. Friburgo 1964, pp. 56-62. (6) W. Kasper, Dogma unter dem Wort Gottes, Maguncia 1965, 12. De este libro existe traducción cas- tellana (Dogma y palabra. Bilbao 1968). Aquí nos remitimos al texto original. Puede verse también el artículo "Dogma-Evolución de los dogmas" del mismo Kasper en Diccionario de conceptos teológicos 1 (P. Eicher-Editor), Barcelona 1989, pp. 262-275. (7) O.a.c., 14-18. (8) Se trata de la descripción del "fidei obiectum" que propone el Vaticano 1: "Porro fide divina et catholica ea omnia credenda sunt, quae in verbo Dei scripto vel tradito continentur et ab ecclesia sive solemni iudicio sive ordinario et universali magisterio tanquem divinitus revelara credenda proponuntur". (9) O.a.c., 28. 54 JUAN NOEMI C. polémico antiprotestante y antimoderno (10). Para Kasper, estamos en presencia de un estrechamiento, de un tránsito "desde un concepto más amplio a uno más restringido de dogma" (11), "desde una fundamentación de contenido teológico (inhaltlich- theologisch) a una de tipo jurídico-formal" (12). Condicionado por un afán polémico objetivizante, se prescinde de la dimensión subjetiva que comporta el creer, de la concreta "apropiación y recepción que tiene lugar en la Iglesia" de aquello que se cree; se aísla, desvirtuando su significado global, el contenido de la fe en cuanto formulación hecha del sujeto que la formula. La complementación teológica positiva que Kasper hace al concepto de dogma que se impone en el Concilio Vaticano I se establece, precisamente, en consideración del nexo fundamental que se da entre dogma y evangelio, del carácter evangélico que le compete a una concepción global y no estrechada polémicamente de dogma. Dejando atrás tanto la identificación que hace la ortodoxia protestante entre evangelio y Escritu- ra, como la propensión del catolicismo moderno para identificar sin más evangelio y dogma (13), descartando, sin embargo, una contraposición entre evangelio y dogma como propone el liberalismo teológico, Kasper entiende por evangelio un aconteci- miento histórico que no se agota en el pasado, sino concierne al presente y al futuro del misterio de Jesucristo que acontece en la Iglesia: "El evangelio es más bien la fuerza del Señor resucitado en y sobre la Iglesia por medio de su palabra viva. El evangelio no es ninguna cantidad pretérita, sino una fuerza presente que se expresa de manera siem- pre nueva en la confesión y testimonio de la Iglesia,' pero que no se agota en la misma" (14). Consecuentemente con lo anterior se entiende la esencia y función del dogma en relación y dependencia del evangelio: "El dogma es una manera como se atestigua en la Iglesia el evangelio de la venida escatológica de Cristo. Un dogma es el acontecer provisorio de la verdad escatológica y definitiva de Cristo" (15). Como conclusión de su investigación Kasper anota: "La pregunta sobre la rela- ción de evangelio y dogma plantea un aflictivo problema a la Iglesia actual y a la teología moderna. El dogma aparece, a menudo, como zapato chino para un diálogo abierto entre las confesiones y entre Iglesia y mundo. En atención a estas dificultades han tratado los capítulos anteriores de probar que el concepto católico de dogma puede estar abierto, cuando no se apega a la comprensión unilateral de una tradición relativa- mente reciente que surgió de un pensar defensivo que se ha adueñado cada vez más de la Iglesia durante la modernidad. El dogma debe entenderse como un concepto con una función dinámica, como resultado y apertura de un encuentro de la Iglesia con el evangelio, como expresión y hacer posible el amor eclesial" (16). (10) Conf. o.a.c., 37. (11) O.a.c., 38. Recuerda a este respecto como el sentido introducido por Felipe Neri Chrismann en el vocabulario teológico ("Quod dogmafidei nil aliud sit, quam doctrina et veritas divinitus revelata. quae publico Ecclessiae iudicio fide divina credendo ita proponitur. ut contraria ab Ecclesia tanquam haeretica doctrina damnetur") en un inicio fue criticada y llegó a ser condenada por minimalista, conf. o.a.c., 36. (12) O.a.c., 42. (13) O.a.c., 18-19. (14) O.a.c., 24. (15) O.a.c., 128. (16) O.a.c., 139. TEOLOGIA DOGMATlCA y TEOLOGIA PASTORAL 55 Tenemos pues que, de acuerdo al análisis de Kasper, el concepto católico de dogma, cuando no se objetiva polémicamente en atención unilateral a lo que es el contenido de la fe (jides quae), sino que asume la dimensión subjetiva (jides qua) que le confiere el estatuto integralmente teológico de verdad de salvación, entonces implica una apertura, queda abierto. Ahora bien, esta apertura no comporta un desvanecimiento o evacuación de la dimensión objetiva del dogma en la subjetividad de cada individuo creyente, sino que tiene su condición de posibilidad objetiva en la aceptación de la persona de Jesús como el único subsistente y permanente evangelio de Dios. Es preci- samente en este dato fundante donde tiene su punto de partida el documento teológicamente más sólido que nos propone el magisterio después del Vaticano U sobre el significado de la evangelización. En Evangelii Nuntiandi, Pablo VI establece una identificación primera y radical que debe regir toda evangelización: "Jesús mismo, Evangelio de Dios" (17). Afirmar que la teología es realmente dogmática en la medida que es evangélica comporta, pues, hacerse cargo del horizonte más amplio y personalizante que se esta- blece entre la persona misma de Jesús y la del creyente. Este horizonte no es un más allá del dogma, sino que constituye su misma condición de posibilidad y lo constituye radical y dinámicamente en su in-esse desde el punto de vista teológico. El enunciado dogmático se sostiene sólo como vehículo de un acontecimiento entre el creyente y la persona de Jesús, que es la "cosa" que lo origina y termina. Actus autem credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem (Tomás de Aquino S. Th. u-u q.l a.2 ad 2). Ante el horror a la subjetividad que ha dominado al catolicismo durante la moder- nidad, ante su propensión a cosificarse polémicamente en fórmulas antiprotestantes y antimodernas es preciso reconocer e insistir que precisamente el obiectum fidei radical del cristianismo no es una lista determinada de premisas lógicas, sino la misma persona de Jesucristo. De la persona de Jesús reconocido en la fe como el Cristo, como el único Evangelio subsistente y eterno de Dios, depende el acontecimiento salvífica fundan te del cual quieren dar testimonio los dogmas. El dogma no substituye al evangelio sino que representa una actualización histórica del mismo. Consecuentemente, la teología dogmática no es la búsqueda de inteligencia de afirmaciones abstractas, sino que se articula en dependencia de la persona concreta de Jesucristo .como evangelio subsisten- te, como verdad salvífica y personalizante del creyente a través de la historia. Consideremos ahora la segunda parte de la hipótesis propuesta: la teología es realmentepastoral en la medida que es escatológica. La afirmación explicita, a mi pa- recer, un punto clave del planteo de A. Oraf por una parte y nos permite, por otra, asumir el aporte, quizá el más significativo, de la teología pastoral de K. Rahner. Para Oraf lo específico de la teología práctica es la "autoconstrucción de la Iglesia en el futuro" (18). Con razón se ha reseñado el carácter eclesiológico que tiene (17) Evangelii Nuntiandi 7. Al respecto me permito remitir a dos comentarios míos: "Evangelización de la cultura". Presupuestos, en Teología y Vida XIX (1978) 73-83, e "Inculturación del evangelio". Recepción teológico-crítica de una propuesta de Santo Domingo, en Teología y Vida XXXIV (1993) 315-325. (18) "Selbsterbauung de Kirche in die Zukunf'. A. Graf, Kristische Darstellung des gegenwiirtigen Zustandes der praktischen Theologie, Tubinga 1841, 5. 56 JUAN NOEMI C. la teología práctica en la intuición de Graf (19). Sin embargo, en ello no reside lo definitorio de su teología práctica, ya que, a juicio del teólogo de Tubinga, el carácter ec1esiológico debería ser una nota común de todas las disciplinas que conforman la teología. La diferencia específica entre las diversas disciplinas teológicas está determi- nada por una óptica que se articula a partir del pasado, del presente y del futuro de la Iglesia, según se trate de la teología bíblica, la dogmática (que Graf llama también teórica) y la práctica respectivamente. Es precisamente esta referencia a la Iglesia "en el futuro" como algo propio de la teología práctica la gran novedad que introduce Graf. Esta innovación contrasta con una situación en la cual predominan en la teología católi- ca jerarcologías que se proponen como ec1esiologías, pero comportan, más bien, una fetichización de la Iglesia: "Los teólogos de la restauración en el siglo XIX entendieron la Iglesia repetidamente como el poder de orden último, el más alto y englobante contra las fuerzas caóticas del tiempo. De esta manera no comprendieron ni explicaron la Iglesia desde su centro propio y radical, desde la reconciliación en Jesucristo. Con esta deformación, empero, la Iglesia asume el carácter de un signo mítico de salvación, de ídolo" (20). Para estas ec1esiologías la pastoral no puede ser más que una pragmática que se propone a subordinados, un recetario que no apela a la inteligencia sino a la obsecuencia y que aunque se revista de piedad carece de fuero realmente teológico. La insignificancia teológica del pragmatismo y la piadosería, sin embargo, no es la peor consecuencia de una teología pastoral que absolutiza la realidad presente de la Iglesia y abstrae de su dimensión futura; todavía peor es el peligro de que tal teología degenere en mera ideología, es decir, en la absolutización ramplona y acrítica de determinadas estructuras de poder vigentes en un momento determinado. El caso de Rautenstrauch es palmario, ya que diseña una teología pastoral al servicio de los príncipes y la empera- triz. No es, sin embargo, un caso aislado como lo muestran las teologías pastorales de J. Amberger y M. Berger (21) que pretenden completar el proyecto de Graf pero se desentienden de la dimensión escatológica del mismo. En realidad, el josefinismo no es la única ideología posible a la cual someterse, sino que como lo señala K. Lehmann "la unilateral autoafirmación juridicista (Verrechtlichung) de las estructuras eclesia- les" (22) que predomina en las ec1esiologías católicas decimonónicas constituye una de las "causas para malentender el cristianismo como ideología" (23). El horizonte escatológico no es sólo requisito para que la teología práctica no se pervierta como sanción ideológica del orden y el poder establecidos, sino que constitu- ye la misma condición de posibilidad de una tal teología. No estamos aquí confrontados (19) Así lo hacen H. Schuster, Die Geschichte der Pastoraltheologie, en Handbuch der Pastoraltheologie 1, Friburgo 1964, 56-62 Y C. Floristán, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, Salamanca 1991, 111-112. (20) P. Hünermann, "Erlóse uns von dem Bósen". Theologische Refiexion auf das Bóse und die Erlósung von Bósen, en Theologische Quartalschrift 162 (1982) 328. (21) J. Amberger, Pastoraltheologie, 3 Tomos, Regensburg 1950-1957 y M. Benger, Pastoraltheologie, Regensburg 1961. Para una reseña de las mismas ver pp. 63-69 de la obra de H. Schuster citada en la nota 19. (22) Die Herausforderung der Kirche durch die Ideologien, en Handbuch der Pastoraltheologie /l /2, Friburgo 1966, p. 152. (23) Die Herausforderung der Kirche durch die Ideologien, en Handbuch der Pastoraltheologie /l/2, Friburgo 1966, p. 150. TEOLOOIA DOOMATICA y TEOLOOIA PASTORAL 57 ante la vigencia de una mera "reserva escatológica" a la que es preciso atender, sino requeridos por una "fundamentación escatológica" de la cual depende el estatuto teológico de una teología práctica. Sin ella es imposible superar el inmediatismo de una pragmática que se obnubila con una praxis, ya sea como una arché o un te los, es decir, que se encandila ante algo que se hace o algo que se quisiera hacer. Para que se dé una teología práctica es preciso descosificar la praxis tanto como principio o fin pretendido, superar tanto la pragmática como el pragmatismo (24). No se trata ni de dar una san- ción inmediata a una determinada praxis eclesial presente ni tampoco de proponer otra praxis alternativa sustentable con un cómodo recurso a la "reserva escatológica". A mi parecer, la fundamentación escatológica que requiere la teología práctica comporta un esfuerzo de inteligencia del quehacer presente de la Iglesia que sea capaz de validarse teóricamente en base al futuro de la misma. Se trata de una tarea muy compleja, pues lo comprometido es una mediación entre el presente y el futuro, entre el "ya" y el "todavía no" de la realidad del "reino de Dios" en la Iglesia peregrina y esto no sólo a un nivel entitativo y de principios, sino en el concreto operar histórico de la Iglesia. Se trata de ir más allá de la contraposición genérica entre presencia y futuro del reino de Dios, de utilizarla unilateralmente como recurso para simplemente absolutizar o relativizar determinadas concreciones del acon- tecer eclesial. Fundamentación escatológica de la teología práctica no se debe confundir con un ejercicio "farisaico" (25) que cuantifica para oponer lo permanente y lo dese- (24) Según Graf, "la teología práctica no se da porque en la teología predomine un interés práctico sino que tal teología y tal interés existen porque la Iglesia es una realidad que se auto construye" (Kristische Darstellu[?n .... 143). H. Schuster comenta este planteo de Graf de la manera siguiente: "Con esta consecuente concepción eclesiológica de nuestra disciplina, Graf supera a su maestro Drey. Graf ha reconocido que tanto la 'teología teórica' (es decir, y de acuerdo al planteo de Graf, la dogmática y la moral) como también la 'práctica' consideran cada una un aspecto de la Iglesia, los cuales sólo pueden ser integrados gracias a una estricta reflexión teológica, es decir, en definiti- va por medio de una reflexión teórica. La diferenciación de dos terrenos en la teología, uno teórico y otro práctico, sólo es legítima en la medida que en la teología teórica domina el interés teórico y en la práctica el práctico, pero no porque se dé un terreno exclusivo para cada interés que excluya el otro. La teología práctica por lo tanto no puede dejar de ser teórica. Sólo así puede ella ser llamada con propiedad una ciencia teológica" (Die Geschichte der Pastoraltheologie, en Handbuch der Pastoraltheo/(i[?ie l. Friburgo 1964, 58). (25) Este adjetivo lo recojo del uso que del mismo hace Aníbal Edwards: "Una deformación hermenéutica -que podemos tildar de 'farisaica' cuando se convierte en actitud de vida- tiende a centrar su atención exclusivamente en lo doctrinal, para 'fijarlo' en la medida de lo posible, en encuadres claros y distintos. Esta tendencia despoja, simultáneamente, de toda importancia esencial, el ámbito pastoraldel magisterio. Esta posición olvida que la esencia humana es compuesta, de manera que la parte espiritual de esta esencia es no menos histórica que la parte corpórea. Asimis- mo, lo que compete a la afirmación corpórea de la unidad humana es no menos imprescindible a la esencia humana entera, que lo espiritual. De manera que ni lo doctrinal está exento de corporeidad en la vida humana, ni lo corpóreo -hasta su determinación más transitoria- está exento de una interior vertebración doctrinal. La deformación hermenéutica de esta tendencia radica en el olvido de esta mutua compenetración en la unidad humana". Edwards concluye su penetrante reflexión señalando de modo positivo que: "Lo pastoral corresponde a una determinación cognoscitiva temáti- ca, de las formas de vida histórica, en las que entronca la identidad humana y cristiana en América Latina. En otras palabras: lo pastoral considera la misma realidad humana y cristiana en su perspec- tiva dinámica. Es decir, como proyecto de vida histórica, como tarea por realizar". El entronque histórico de lo doctrinal y lo pastoral. El concepto teológico del Episcopado Latinoamericano acerca del Magisterio Colegiado, en el Documento de Puebla, en Stromata 39 (1983) 379 y 390 respectiva- mente. 58 JUAN NüEMI C. chable en la Iglesia peregrina. Es más bien asunción integradora de la sacramentalidad de la Iglesia pero no de manera estática sino dinámicamente. En la actualidad para mediar operativamente entre el "ya" y el "todavía no" del "reino de Dios" en la Iglesia peregrinante, es decir, para llevar a cabo la compleja tarea de la teología práctica o pastoral, resulta decisivo referirse al proyecto rahneriano de una teología pastoral que vertebra los cinco volúmenes del Handbuch der Pastoral- theologie (26). En continuidad con el planteo de Graf, Rahner concibe la teología pastoral desde una perspectiva eclesial y escatológica a la vez. Se trata de reflexionar sobre "la auto- rrealización de la Iglesia" ("Selbstvollzug der Kirche") en su "presencia escatológica": "la teología práctica quiere reflexionar la cada vez actual autorrealización de la Igle- sia". Se trata de pensar "esta Iglesia", la Iglesia no como realidad atemporal sino en su "presencia escatológica". Para la teología pastoral "la validez escatológica de lo en sí mismo contingente e histórico tiene un significado fundamental" (27). Hasta aquí, po- dría decirse, que Rahner no hace más que parafrasear a Graf. Sin embargo, como bien lo explicita H. Schuster, el asumir como "punto de vista formal de la teología práctica el condicionamiento de la autorrealización de la Iglesia por la situación presente" impone un "análisis e interpretación de la situación presente" como camino insoslaya- ble para llevar a cabo la tarea de la teología pastoral (28). El mismo Rahner se confron- ta con el "análisis del presente como situación de la autorrealización de la Iglesia" (29), y define la teología pastoral "como la ciencia teológica que, a partir de una reflexión e interpretación teológica de la situación dada y actual de la Iglesia, reflexiona en vista de la actual realización (la dada y debida) de la Iglesia" (30). Tenemos, pues, que el "análisis teológico del presente" es una pieza clave en la concepción rahneriana de una teología pastoral o práctica. En tal análisis se decide tanto el nivel teórico como la incidencia práctica de la teología pastoral (31). No corresponde, aquí y ahora, explayar- nos sobre el alcance y los límites de la propuesta rahneriana (32), baste recalcar que para Rahner la "fundamentación escatológica" de la teología práctica (33), la mediación (26) Publicados en Friburgo entre 1964-1972 y de los cuales no existe traducción castellana. Una muy buena síntesis de la intuición rahneriana que se despliega en el Handbuch del Pastoraltheologie es la que hace B. Seveso en su artículo "Teología pastoral", en Diccionario Teológico Interdisciplinar 1, Salamanca 1982, 90-93. (27) Grundlegung der Pastoraltheologie a1s prakstischer Theo10gie, en Handbuch der Pastoraltheologie l. Friburgo 1964, 117-148. (28) Wesen und Aufgabe der Pastoraltheologie als praktischer Theologie, en Handbuch der Pastoraltheologie 1, Friburgo 1964, 98-100. (29) Handbuch der Pastoraltheologie II /1. Friburgo 1966, 181-187. (30) Handbuch der Pastoraltheologie V. Friburgo 1972, 394. (31) B. Seveso, Art., Teología pastoral, en Diccionario Teológico Interdisciplinar 1, Salamanca 1982, 90-91, ve, con razón, en este análisis el "núcleo" y la "formalidad específica" de la propuesta rahneriana. (32) Para una contextualización de la misma me permito remitir a 10 que señalo en: Interpretación teológica del presente, en Anales de la Facultad de Teología 26 (1975) 9-22. (33) Para Rahner la "autocomprensión más profunda" de la teología pastoral en la actualidad depende de una autocomprensión escatológica de la teología como tal: "En la medida que la teología es vista esencialmente como teología de la promesa y de la esperanza, como una teología del futuro ... , entonces la teología práctica adquiere una valoración nueva en el contexto de toda la teología", en Handbuch der Pastoraltheologie V. Friburgo 1972, 393. TEOLOGIA DOGMATICA y TEOLOGIA PASTORAL 59 que le corresponde a la teología pastoral entre el "ya" y el "todavía no" debe precipitar y concretizarse en un "análisis teológico de la situación presente" (34). La emergencia de una interpretación teológica del presente histórico, como tarea fundamental y determinante del estatuto escatológico-práctico de la teología pastoral, adquirirá una importancia capital y tendrá una repercusión enorme no sólo para la teología pastoral sino para la teología en general, al menos en el ámbito católico, a partir de la década de los años setenta. Ello, sin embargo, no se debe a la repercusión del planteo de Rahner y del manual que inspira, sino a un documento magisterial, a una "Constitución pastoral" del C. Vaticano 11que se propone "escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del evangelio" (35). La "Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual" constituye, sin duda, el hito más importante en el desarrollo de la teología pastoral durante este siglo. Ella comporta, como lo explicita la primera parte de la nota que explica su título (36), una comprensión de la pastoral que descarta el pragmatismo. Positivamente, confronta con un ensayo de interpretación teológica de una situación histórica determinada y concreta que se fundamenta inmediatamente en la habitudo ecclesiae ad mundum (37) y mediatamente en la índole escatológica de la misma Iglesia. En realidad, aceptado el requerimiento de articular la realidad de la Iglesia en su dimensión ad extra, es decir, en referencia al mundo y el hombre contemporáneos, se irá tomando conciencia que ello implica asumir un desafío eclesiológico determinado escatológicamente. La refe- rencia ad extra, al mundo, implica explicitar la relatividad ad intra de la Iglesia con respecto al "reino de Dios". El enfoque escatológico del Vaticano II puede sintetizarse como el de una visión histórico-trascendental de la Iglesia, el mundo y el hombre. El concepto de "reino de Dios" es el eje que centra esta visión. Tanto la realidad de la Iglesia, el mundo, como la del hombre se definen en relación al "reino de Dios", son relativos al designio escatológico englobante de Dios, que es su reinado. Esta relatividad no sólo se enuncia puntualmente, sino que se articula linealmente. El reino de Dios es el sentido y fin del hombre como designio sobre la historia de la humanidad y de cada hombre. En la vocación universal de la humanidad al "reino de Dios", Iglesia y mundo se conjugan como realidades dinámicas, interdependientes entre sí y depen- dientes y relativas al eschaton. Es decir, hombre, Iglesia y mundo no designan realida- des puntuales que se conciben estáticamente en dependencia de un parámetro abstracto de trascendencia, sino que el reino de Dios es la intencionalidad trascendental que permite interpretar una situación históricadeterminada como momento de una historia sellada por un designio salvífica (38). (34) No debe, pues, extrañar el lugar que se le da en el Tomo V del Handbuch, que es un "diccionario de la teología pastoral", al tema "Analyse der Gegenwartsituation", ver pp. 159-164. (35) Gaudium et Spes 4, l. (36) "La constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy, aunque consta de dos parles, tiene intrínseca unidad. Se llama constitución 'pastoral' porque, apoyada en principios doctrinales, quiere expresar la actitud de la Iglesia ante el mundo y el hombre contemporáneos. Por ello, ni en la primera parte falta intención pastoral, ni en la segunda intención doctrinal". (37) En el Vaticano II "la pastoral se entiende como el compromiso de la Iglesia entera en relación al mundo y los hombres de hoy", O. Ruiz Arenas, Art. Teología fundamental y pastoral, en Dicciona- rio de Teología Fundamental (Eds. R. Latourelle-R. Fisichella), Madrid 1992, 1465. (38) Este planteo resume lo que expongo más detalladamente en ¿Es la esperanza cristiana liberadora?, Santiago 1990, 125-140. 60 JUAN NOEMI C. Excede los límites de esta ponencia en detenernos en una evaluación pormeno- rizada del planteo "pastoral" de Caudium et Spes, ni tampoco explayarnos en la gran resonancia y repercusión que el mismo tendrá, sobre todo en Latinoamérica (39). Me limito a reseñar tres puntos críticos que me parece indispensable considerar y discutir, si queremos hacernos realmente cargo del desafío pastoral que hace el Vaticano 11a la teología. Pastoral y mundanidad: El carácter pastoral de Caudium et Spes brota de la explícita intención de mediar entre Iglesia y mundo. No sólo el título, "Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual", sino que también el proemio, explicita tal propósi- to. Aunque se dé por sentada la dualidad o polaridad, Iglesia-mundo, sin embargo, con ella no se pretende sancionar un dualismo, sino que se reacciona contra una "distinción de planos" irreconciliables, como se decía entonces, y se pretende superar una ramplo- na dicotomía entre ambos. Se habla de Iglesia y mundo no como realidades contradicto- rias sino distintas que se establecen históricamente en referencia a un único futuro, lo cual determina una íntima relación en el presente. Este es el punto de partida explícito de Caudium et Spes. Supuesta la dualidad, con lo que se parte es la insistencia en un nexo básico: la Iglesia "se experimenta real e íntimamente unida" (C.S., 1) con el mun- do. La "experiencia" de esta "conjunción" fundamental entre ambos no anula la polari- dad Iglesia-mundo, sólo la relativiza escatológicamente: la Iglesia tiene ante sí al mun- do hasta que éste "llegue a la consumación" (C.S., 2). En el presente esto origina una relación salvífica y de servicio de la Iglesia con respecto al mundo (C.S., 3). El nexo fundamental entre Iglesia y mundo se explicita en el proemio a ni~el operativo o funcional tomando como referente o sujeto de tal operación a la Iglesia. Se trata de "exponer cómo se entiende la presencia y acción de la Iglesia en el mundo actual" (C.S., 2). De esta manera lo pastoral se visualiza como el nexo operativo de la Iglesia con respecto al mundo que permite una superación de un dualismo y cuya condición de posibilidad reside en el "reino de Dios" como síntesis futura entre ambos y tiene como antecedente y parámetro unívoco de realización el acontecimiento del reino en Jesucristo. Pastoral es, positiva y simultáneamente, prolepsis del reino y me- moria de "la obra misma de Cristo" que se actualiza operativamente como salvación y servicio. Negativamente se delimita y excluye el mero enjuiciamiento del mundo y un auto servirse de la Iglesia que no "ambicione" el reino de Dios. Así 10 señalan las palabras conclusivas del proemio: Nulla ambitione terrestri movetur Ecclesia, sed unum tantum intendit: nempe, Spiritus Paracliti ductu, opus ipsius continuare Christi, qui in mundum venit ut testimonium perhiberet veritate, ut salvaret non ut iudicaret, ut ministratet, non ut sibi ministraretur (G.S., 3). Tenemos, pues, que mundo, en la óptica de Caudium et Spes, es el referente de- terminante de la acción pastoral de la Iglesia. Podría decirse que la eclesiología ad ex- tra que pretende este documento es una eclesiología ad mundum, que la relación (39) El Libro de C. Floristán, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral. Salamanca 1991, trae una reseña del desarrollo de la teología pastoral posconciliar (ver pp. 156-171), pero desgracia- damente sus referencias al planteo mismo del Vaticano II son puntuales y éste no se aborda in ex- tenso como un todo. TEOLOGrA DOGMA TIC A y TEOLOGrA PASTORAL 6r operativa de salvación y servicio que le concierne a la Iglesia y constituye la pastoral encuentra en el mundo su objeto propio. Este planteo, como lo he señalado otras veces, ciertamente refleja una actitud más positiva ante la modernidad (40), sin embargo, no logra asumir plenamente el desafío que representa la mundanidad para una eclesiología extrovertida (41) y consecuentemente para una teología pastoral. En realidad, Gaudium et Spes, aunque ya no considera al mundo como referente o polo meramente negativo, persiste en una consideración del mismo como una realidad pasiva y extrínseca. Conse- cuentemente la "actitud de la Iglesia ante el mundo", que según la nota explicativa de Gaudium et Spes es constitutiva de su índole pastoral, se articula unilateralmente desde la Iglesia al mundo, como si éste fuese una mera condición externa de la realidad eclesial. Aunque se reconoce la "ayuda que la Iglesia recibe del mundo" (42), esto permanece como un reconocimiento puntual que no se integra suficientemente ni me- nos interioriza. La positividad de lo mundano se concede como una ocurrencia más bien accidental pero no se asume radicalmente, y persiste un pudor, o tal vez narci- sismo, para reconocer derechamente la mundanidad de la Iglesia y hacerse cargo de la misma. Ello se debe, a mi parecer, más que a una delimitación metodológica, referirse al mundo desde la Iglesia y no al revés, a un desencuentro más profundo. Entre modernidad y mundanidad no se establece una conveniencia condicionada extrínsecamente, por un factor externo, como sería la reacción más o menos generaliza- da de la Iglesia ante el surgimiento y desarrollo de la razón moderna. Tal reacción condiciona el desencuentro entre iglesia y mundo pero no es la causa que explica la secularidad de la razón moderna en sí misma, sólo la refuerza. La mundanidad de la razón moderna se explica per se y no per aliud. Entre lo moderno y lo mundano o se- cular se establece un nexo más íntimo y profundo que desconcierta a la conciencia espontáneamente religiosa. Tal desconcierto parece estar en la base de la propensión más 'o menos crónica por parte de la Iglesia para apresurarse en descalificar anteceden- temente dicho nexo antes que delimitarlo y delimitarse críticamente ante el mismo. La razón moderna es mundana porque se articula en base al postulado de un sujeto autónomo. El vehemente llamado de Kant a servirse del "propio entendimiento" y liberarse de tutores extraños al mismo (43) tiene como trasfondo una autoafirmación del sujeto en y desde su profanidad, desde el in-esse de su mundanidad. Moderno es el sujeto que en y desde su entendimiento se atreve a pensar la realidad por sí mismo, el (40) Conf. "La Iglesia interpelada por la razón moderna", en La Iglesia interpelada (Sociedad Chilena de Teología), Santiago 1993, 11-48. (41) Con razón escribe S. Dianich: "Sin duda la eclesiología de una Iglesia extrovertida llega a formas de entender el misterio más amplias y completas que las del pasado, nacidas de una eclesiología entendida, sobre todo, como defensa de la Iglesia frente a la agresividad del mundo moderno, como legitimación y profundización de su estructura interna", Iglesia extrovertida. Investigación sobre el cambio de la eclesiología contemporánea. Salamanca 1991, 11. (42) "La Iglesia reconoce agradecida que, tanto en el conjuntode su comunidad como en cada uno de sus hijos. recibe ayuda variada de parte de los hombres de toda clase o condición. Porque todo lo que promueve la comunidad humana en el orden de la familia, de la cultura, de la vida económico- social, de la vida política, así nacional como internacional, proporciona no pequeña ayuda, según el plan divino, también a la comunidad eclesial, ya que ésta depende asimismo de las realidades externas. Más aún, la Iglesia confiesa que han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía de provecho la oposición y aún la persecución de sus contrarios", G.S. 44. (43) Conf. ¿Qué es la ilustración?, en 1. Kant, Filosofía de la historia, Buenos Aires 1958,57 Y ss. 62 JUAN NOEMI C. que atisba la realidad bajo la nomía que es posible establecer a partir de sí mismo. De esta manera la revolución copernicana se interioriza epistemológicamente y se introdu- ce una inversión en la polaridad elemental de cualquier enfoque religioso, el cual no sólo presupone junto a lo profano lo sacro, sino que le atribuye a éste una hetero- geneidad fundan te, una primacía a la vez óntica y noética precisamente en cuanto otro y heterogéneo a la esfera profana o secular. La secularidad de la razón moderna reside en el erigirse de lo profano como instancia razonable autónomamente y sin recurrir a lo sacro como condición de posibilidad de inteligencia de lo profano. Esta inversión epistemológica, descrita magistralmente por A. Koyré y H. Blumenberg (44), significa una conversión de la razón a la profanidad por sí misma y una inteligencia del mundo desde sí mismo. Ella ha sido el motor de un proceso que perdura hasta el día de hoy y comporta una valoración de la profanidad en sí misma y por sí misma, lo cual constitu- ye, a mi juicio, el gran desafío que le ha planteado y le sigue planteando la razón moderna a la Iglesia. Ante este desafío, sin referirnos a los extremos que representan la ceguera de los fundamentalismos fideístas y el encandilamiento de ciertas "teologías de la secula- rización" (45), la Iglesia ha logrado diseñar una pauta básica que permite diferenciar entre secularización y secularismo (46), es la postulada por Gaudium et Spes como cri- terio de discernimiento de una "justa autonomía de las realidades terrenas" (G.S., 36). En todo caso el criterio que se señala no sólo es generalísimo (47), sino que se estable- ce desde fuera y sin asumir desde dentro el desafío de una razón autonomizada. No se logra, al menos en este caso, esa intima coniunctione que se predica entre gaudium et spes, luctus et angor (G.S. 1) de los hombres de este tiempo y "la alegría y esperanza, el dolor y la angustia" de la Iglesia. El problema al que confronta Gaudium et Spes es sumamente complejo y el interiorizarse en él mismo tiene como un primer requisito el asumirlo como propio. Estoy de acuerdo con Antonio Bentué cuando afirma que "el proceso de secularización deriva en el secularismo cultural" (48), pero creo que, reconociendo esta realidad como un dato histórico, ella no se da como destino unívoco y fatal de la razón secular porque autonomizada, sino que para evaluarlo íntegra y pertinentemente es preciso adentrarse, interiorizarse y establecer desde dentro y no forensemente lo que sea su justicia. El que para articular un discurso razonable sobre "la justa autonomía de las realidades terrenas" se cumpla con este requisito no constituye ninguna exigencia indebida a la Iglesia, sino que, bajo el sabio principio de la gran escolástica gratia (44) Baste aquí remitir a From the close world 10 the infinite universe, Baltimore 1957, del primero y a Die kopernikanische Wende, de Blumenberg publicada en Frankfurt 1965, como los básicos de estos autores. (45) Conf. una buena reseña de las mismas en el artículo Secularizacióñ de P. Vanzan, en Diccionario Teológico Interdisciplinar IV, Salamanca 1983,271-286. (46) Conf. A. Bentué, Teología y cultura secularista, en Teología y Cultura (Sociedad Chilena de Teolo- gía), Santiago 1992, 33 Y ss. (47) Negativamente se rechaza una autonomía que signifique "que la realidad creada no depende de Dios" (C.S. 36); positivamente "que, según el designio y voluntad divina, responda al auténtico bien del género humano y constituya para el hombre, sea como individuo, sea como miembro de la sociedad, un enriquecimiento o un complemento de su íntegra vocación" (C.S. 35). (48) O.a.c.34. 62 JUAN NOEMI C. que atisba la realidad bajo la nomía que es posible establecer a partir de sí mismo. De esta manera la revolución copernicana se interioriza epistemológicamente y se introdu- ce una inversión en la polaridad elemental de cualquier enfoque religioso, el cual no sólo presupone junto a lo profano lo sacro, sino que le atribuye a éste una hetero- geneidad fundan te, una primacía a la vez óntica y noética precisamente en cuanto otro y heterogéneo a la esfera profana o secular. La secularidad de la razón moderna reside en el erigirse de lo profano como instancia razonable autónomamente y sin recurrir a lo sacro como condición de posibilidad de inteligencia de lo profano. Esta inversión epistemológica, descrita magistralmente por A. Koyré y H. Blumenberg (44), significa una conversión de la razón a la profanidad por sí misma y una inteligencia del mundo desde sí mismo. Ella ha sido el motor de un proceso que perdura hasta el día de hoy y comporta una valoración de la profanidad en sí misma y por sí misma, lo cual constitu- ye, a mi juicio, el gran desafío que le ha planteado y le sigue planteando la razón moderna a la Iglesia. Ante este desafío, sin referirnos a los extremos que representan la ceguera de los fundamentalismos fideístas y el encandilamiento de ciertas "teologías de la secula- rización" (45), la Iglesia ha logrado diseñar una pauta básica que permite diferenciar entre secularización y secularismo (46), es la postulada por Gaudium et Spes como cri- terio de discernimiento de una "justa autonomía de las realidades terrenas" (G.S., 36). En todo caso el criterio que se señala no sólo es generalísimo (47), sino que se estable- ce desde fuera y sin asumir desde dentro el desafío de una razón autonomizada. No se logra, al menos en este caso, esa intima coniunctione que se predica entre gaudium et spes, luctus et angor (G.s. 1) de los hombres de este tiempo y "la alegría y esperanza, el dolor y la angustia" de la Iglesia. El problema al que confronta Gaudium et Spes es sumamente complejo y el interiorizarse en él mismo tiene como un primer requisito el asumirlo como propio. Estoy de acuerdo con Antonio Bentué cuando afirma que "el proceso de secularización deriva en el secularismo cultural" (48), pero creo que, reconociendo esta realidad como un dato histórico, ella no se da como destino unívoco y fatal de la razón secular porque autonomizada, sino que para evaluarlo íntegra y pertinentemente es preciso adentrarse, interiorizarse y establecer desde dentro y no forensemente lo que sea su justicia. El que para articular un discurso razonable sobre "la justa autonomía de las realidades terrenas" se cumpla con este requisito no constituye ninguna exigencia indebida a la Iglesia, sino que, bajo el sabio principio de la gran escolástica gratia (44) Baste aquí remitir a From the close world to the infinite universe, Baltimore 1957, del primero y a Die kopernikanische Wende, de Blumenberg publicada en Frankfurt 1965, como los básicos de estos autores. (45) Conf. una buena reseña de las mismas en el artículo Secularizacióñ de P. Vanzan, en Diccionario Teológico lnterdisciplinar IV, Salamanca 1983,271-286. (46) Conf. A. Bentué, Teología y cultura secularista, en Teología y Cultura (Sociedad Chilena de Teolo- gía), Santiago 1992, 33 Y ss. (47) Negativamente se rechaza una autonomía que signifique "que la realidad creada no depende de Dios" (C.S. 36); positivamente "que, según el designio y voluntad divina, responda al auténtico bien del género humano y constituya para el hombre, sea como individuo, sea como miembro de la sociedad, un enriquecimiento o un complemento de suíntegra vocación" (C.S. 35). (48) O.a.c.34. TEOLOGIA DOGMA TICA y TEOLOGIA PASTORAL 63 supponit naturam et perficit illam, debería impeler a hacer suya la interpelación de la razón autonomizada de la modernidad. Parecería que, ya desde hace demasiado tiempo, la Iglesia proyectara fuera de sí, en el mundo, lo que en realidad es una elemental exigencia sobre sí misma como comunidad de fe. No es, sin embargo, el mundo el que supone la Iglesia sino ésta a aquél como creación de Dios, y sin el reflejo reconocimiento y asunción de este supues- to todo servicio y salvación que se proponga se volatiliza en el vacío porque se ha disociado del substrato en el que debería incidir. Como de hecho sucede con las reitera- das e indiferenciadas condenaciones del secularismo cultural que además saben a mistificación cuando se hacen sin que la Iglesia asuma refleja y críticamente su propia secularidad. Pastoral y política: Los cuatro volúmenes que conforman la "Teología Pastoral" de Paul Zulehner (49) se inician con un sugerente análisis de la pintura hecha por un monje hace casi mil años en la isla de Reichenau. El cuadro es un comentario gráfico de la sanación del leproso que narra Mt 8, 1-4 (l/s. Mc 1,40-45; Lc 5, 12-16); es tan hermoso y conmovedor que, así como me he atrevido a confesar que no conozco mejor cristología que la escrita por Juan Sebastián Bach en el Credo de su Misa en si (50), me atrevería a decir que estamos ante una obra maestra de teología pastoral. El artista representa a Jesús descendiendo del monte, que inclinado, y con la mirada fija, toca al leproso con su mano derecha, mientras en la izquierda sostiene, o más bien retiene apegado a su cuerpo, un rollo de la ley. A Jesús lo siguen Pedro y Juan y aquél mira a Jesús y a los dedos de su propia mano derecha que antepone a sil rostro; más atrás sigue la muchedumbre. El cuadro conforma una diagonal de personajes descendientes hacia el leproso que se encuentra en un ángulo inferior. No se trata aquí de parafrasear el comentario de Zulehner, me limito a rescatar un aspecto que en el comentario del teólogo de Viena permanece implícito, y es, a mi parecer, decisivo. El cuadro no es sólo una descripción de la praxis pastoral de Jesús que debe regir la de la Iglesia, sino que tiene la virtud de poner en evidencia la insoslayable dimensión política de ambas. Anteriormente hemos sintetizado el enfoque pastoral del Vaticano 11como "nexo operativo de la Iglesia con respecto al mundo que ... tiene como antecedente y paráme- tro unívoco de realización el acontecimiento del reino en Jesucristo". Ahora bien, en cuanto manifestación del ser de la Iglesia, la acción pastoral de ésta es inevitable e inmediatamente ejercicio de poder, y en este sentido tiene una insoslayable dimensión política. La misma historia de la teología pastoral es un testimonio negativo de esta dimensión política, en cuanto que al no haber sido explícita y críticamente considerada como una realidad inevitable de la pastoral, se re introduce subrepticiamente y reaparece como un fantasma que pena ideológicamente. Tal dimensión tampoco se aborda con decisión en Gaudium et Spes, más bien constituye una "laguna" (51), como lo ha puesto (49) Conf. Paul M. Zulehner, Pastoraltheologie I-IV, Düsseldorf 1989-1990. (50) Conf., LaJe en busca de inteligencia, Santiago 1993, 175. (51) "Se puede deplorar una visión de la salvación que no integra suficientemente el momento político de la fe cristiana", R. Winling, La teología del siglo XX, La teología contemporánea (1945-1980), Salamanca, 1987, 148. ":)¡W30NNVnrt9 TEOLOGIA DOGMA TIC A y TEOLOGIA PASTORAL 65 de manifiesto la discusión posconciliar en torno a la escatología del Vaticano 11(52). También en el debate en torno al tema del laico ha emergido el problema de lo político como una cuestión todavía pendiente. El gran aporte del Vaticano 11al tema del laico reside en su propuesta eclesiológica de comunión que ha evidenciado el reduccionismo y la distorsión que significa establecer una jerarquización en el ser-cristiano que no sea la que determina la caridad. Ha quedado en claro que la jerarquía de la Iglesia es correlativa a una diversidad de ministerios y no a una gradación en el ser-cristiano, que, por contrario, existe una igualdad fundamental entre todos los bautizados. Ahora bien, al parecer, la dificultad real para profundizar y superar la aporía con la que se topa en la actualidad la teología del laicado no es tanto teórica, dado que los principios de una eclesiología de comunión ya han sido explicitados por el Vaticano 11.La dificultad es más bien de índole práctica, pues confronta con el problema del ejercicio del poder en la Iglesia yen este sentido tiene consecuencias políticas inevitables (53). Ser y.poder no son realidades disociables. "Poder ... es la capacidad de ser" (54) y esto también tiene vigencia al interior de la Iglesia. Una redefinición del ser-Iglesia como el que propone el Vaticano 11condiciona necesariamente una redefinición del poder en la Iglesia, sin la cual queda condenada a aparecer como un discurso abstracto e incomprensible y, aún más, sospechoso de ser ideológico. Volvamos nuevamente la mirada a la pintura del siglo XI. Ella es tan expresiva e ilustrativa del decidido y simultáneo carácter pastoral y político del actuar de Jesús, como del cuestionamiento que éste provoca en Pedro. Mientras Jesús mira tierna y fijamente al leproso, la mirada de Pedro denota, más bien, desconcierto. Mientras el accionar de los brazos de Jesús es doblemente unívoco al tocar con el derecho la cabeza del leproso y retener en la izquierda la ley, los brazos de Pedro se vuelven sobre sí mismo y su mano derecha se antepone a sus ojos, como si se preguntara ¿Cómo hacerlo así? La pregunta permanece. Pedro representa a la Iglesia como sujeto de acción pastoral y política, que reconoce en el actuar de Jesús su modelo y parámetro. Ahora bien, la acción de Jesús no significa desconocimiento o negación del poder, todo lo contrario, significa, más bien, una redefinición del poder por el servicio a otro. Jesús actúa con poder (Mc 1,22 y II s) y no niega su exousía (Mc 11,28-33 y II s), ésta es la que permite superar la ley dada por Moisés a la "gracia y la verdad" que El ejerce (Jn 1, 17). En la imagen esto se grafica no sólo en cuanto Jesús aparece como sujeto de poder al retener la ley mosaica en su mano izquierda, sino que además el rollo de la ley, con su fisonomía fálica, reafirma iconográficamente a Jesús como sujeto que actúa en reconocimiento explícito de su potencia, de la dimensión política de su actuar pastoral. ¿Cómo hacerlo así, como Jesús, hoy día? Esta sigue siendo la pregunta fundamental de la teología pastoral y su respuesta seguirá siendo manca si no se explicita también políticamente tanto teórica como prácticamente. (52) Conf. J. Noemi, "Sobre la dimensión política de la escatología cristiana. Una aproximación teológico-fundamental", en Teología y Vida 34 (1993) 145-152. (53) Como bien lo pone de manifiesto la relectura que hace de la eclesiología del Vaticano II D. Wiederkehr, Ekklesiologie und Kirchen-Innenpolitik, en Fides quarens intellectum. Beitrage zur Fundamentaltheologie (Eds. M. Kessler, W. Pannenberg, H. J. Pottmeyer), Tubinga 1992,251-267. (54) Así B. Wehe, Ueber das Wesen und den rechten Gebrauch der Macht, citado en R. Vergara, "La humanización del poder ¿un sin sentido?", en Philosophica 8 (1985) 76. 66 JUAN NOEMI C. Pastoral y praxis: El auge que experimentará la reflexión teológica en Latinoamérica con posterioridad al Concilio Vaticano II está en deuda directa con el programa pastoral de Gaudium et Spes, tal como éste es recepcionado por los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín. Se tratará de atender e "interpretar los signos de los tiempos" tal como éstos se perfilan en América Latina (55). En este contexto surgen como claves dos términos; el de liberación para superar una idea abstracta y deshistorizada de redención, y el de praxis como referente fontal del quehacer teológico.La teología en cuanto tal se define como "reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la fe" (56). De esta manera el desafío pastoral del Vaticano II se acoge más que como problema puntual de una determinada disciplina teológica, la teología pastoral, como un sine qua non de cualquier teología responsable del futuro y del presente en Latinoamérica (57). Sin desconocer el gran aporte que representa la llamada teología de la liberación, uno de sus límites más serios proviene de una utilización acrítica del concepto de praxis que, al menos inicialmente, recepciona del marxismo. Sobre este punto reflexionamos un grupo de amigos en un seminario realizado en 1972, en pleno auge y entusiasmo desatado por el programa teológico entonces recién propuesto por Gustavo Gutié- rrez (58). Lo que entonces concluíamos, después de revisar también los planteos de Marx, Metz y Moltmann sobre este tema, parecería no haber perdido vigencia sino, más bien, haber sido confirmado por los acontecimientos. A pesar de la raigambre filosófica de la categoría de praxis, Gutiérrez no la usa en el sentido técnico preciso que ha alcanzado en el lenguaje filosófico. Con esta palabra quiere subrayar "los aspectos existenciales y activos" de la experiencia humana y cris- tiana contraponiéndolos a los aspectos puramente cognoscitivos, contemplativos y doctrinales. En su obra, la mayor parte de las veces, puede reemplazarse 'praxis' por 'acción' y nada cambia radicalmente. Cuando se enfatiza que la praxis es el punto de partida de la reflexión teológica se quiere afirmar un programa de ejercicio teológico que parta de las preguntas y problemas que nacen de la Iglesia por su inserción en el quehacer histórico latinoamericano, como contrapunto a la teología meramente especu- lativa que se queda en la inteligencia y sistematización del dato dogmático. El aporte principal de Gutiérrez sería el arraigar la reflexión teológica en el suelo de los problemas que agitan hoy la conciencia latinoamericana. Pero el ejercicio teológico consiguiente no se diferencia mucho del tradicional. Los interrogantes son tratados a la luz de la Escritura, la historia de los dogmas, la historia de la Iglesia, las declaraciones del magisterio. Cuando se trata de 'iluminar' los problemas desde la fe, hay un salto hacia el saber acumulado de la Iglesia y se pierde la relación íntima con el punto de partida. Es como si la praxis histórica quedara exterior a la teología: es su punto de partida, pretende ser su punto de llegada, pero no está presente en el quehacer teológico propiamente tal. (55) Para una análisis más pormenorizado me permito remitir a lo que expongo en !A fe en busca de in- teligencia, Santiago 1993,212-218. (56) G, Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, Lima 1971, 31. (57) No se trata, ciertamente, de una exclusividad de los teólogos latinoamericanos, sino de una toma de conciencia generalizada como bien lo señala C. Dumont, "De trois dimensions retrouvées en theologie. Eschatologie, Orthopraxie, Hermenéutique", en Nouvelle Revue Theologique 92 (1970) 561-591. (58) F. Castillo, J. Noemi, J. Arteaga, Eduardo Rodríguez, Teoría y praxis en la teología de la libera- ción, en Teología y Vida 15 (1974) 3.38. TEOLOGIA DOGMA TICA y TEOLOGIA PASTORAL 67 Pero todavía hay otro problema. Si revisamos la estructura del libro y los ejem- plos de ejercicio teológico, vemos que desde una opción ético-política, que se considera más coherente con el mensaje evangélico, se critica a la Iglesia no revolucionaria como aliada de los opresores. Los contenidos de su predicación son denunciados como alienantes y legitimadores de una situación de explotación. La mediación teológica queda reducida a criticar estos contenidos desde una relectura de la Escritura o la Tradición, resultando de esta crítica nuevas formulaciones que hacen coherente la op- ción cristiana con el compromiso revolucionario. A este modo de pensar subyace la asunción acrítica de una determinada praxis revolucionaria latinoamericana como la positiva desde el punto de vista cristiano, y, por lo tanto, como punto de partida de una reflexión teológica. Parece suponerse que esa praxis revolucionaria es la depositaria del sentido de la historia y que puede ser deter- minada como punto de partida sin requerir una mayor explicitación. El resultado de esta manera de pensar, que no asume realmente los condicionamientos del problema teoría- praxis, es que la teología que brota de allí viene a ser una crítica de otras praxis o de otras teorías y una justificación ideológica de la praxis elegida como punto de partida. No aparece claro cómo esta teología de la liberación se pueda constituir en instancia crítica de la misma praxis histórica revolucionaria que es su punto de partida. En el fondo, la praxis histórica es tomada como punto de arranque del teologizar, pero no objeto de reflexión crítica. Por esta vía la teología de la liberación puede recaer en una nueva teoría 'reflejo' que legitima una praxis ya dada y objetivada, y como tal cumplir el papel de una ideología, que a su vez genere una praxis fetichizada o ideológica y no una praxis revolucionaria. Tenemos, pues, que las lagunas y deficiencias que surgen del uso que la teología de la liberación hace de teoría y praxis no sólo están condicionadas por una insuficiente consideración de los antecedentes filosóficos del problema que imposibilitan el adecua- do planteo dialéctico del mismo. Hay todavía un factor, en definitiva más determinante, y es el que planteábamos entre las interrogantes a la teología política: supuesta una confrontación teoría-praxis a nivel filosófico, que reconoce su significado fundamental como horizonte de comprensión de la racionalidad moderno-contemporánea, se precisa todavía una articulación teológica del mismo, o como decíamos, una interiorización radical y real de teoría-praxis al círculo hermenéutico teológico. Como dijimos, no basta querer referir la fe a una praxis. Una significación fundamental de tal referencia sólo se da en la medida en que la fe se determina dialécticamente en su positividad teórica (59). Ahora bien, el diagnóstico anterior no resulta obsoleto. La "positividad teórica" de la que necesita dar prueba una teología realmente pastoral en América Latina supone superar tanto un inmediatismo pragmático que parece ser crónico entre nosotros como una inmediatez acrítica que se ha acentuado y parecerían favorecer ciertas instancias de la misma institución eclesial en el presente. Nos topamos, por una parte, con una doble falencia histórica que no deberíamos seguir desconociendo y mucho menos magnificando como si fuese una ganancia. Me refiero al déficit contemplativo y reflexi- vo de nuestra Iglesia, que se manifiesta en la carencia de una tradición monástica y (59) O.a.c., 37-38. 68 JUAN NOEMI C. filosófica consolidada entre nosotros (60). Este lastre histórico resulta todavía más one- roso en una situación como la actual, en la cual no sólo se ha disociado de facto la vocación eclesial del teólogo de la vocación teológica de la Iglesia (61), sino que se insinúa una "deriva antiteológica", en la cual lo pastoral de la teología confinaría a ésta (60) Conf. la retrospectiva histórica con respecto a lo primero de M. de Elizalde. "La vida monástica y contemplativa en Hispanoamérica", en Cuadernos Monásticos 92 (1990) 39-60; con respecto a lo segundo me permito remitir a lo que expongo en "Teología en Latinoamérica", en Teología y Vida 31 (1990) 337-343. (61) Ciertamente el teólogo tiene una vocación eclesial insoslayable. ya que la teología tiene como sujeto propio y adecuado no al individuo considerado separadamente sino a la comunidad de los creyentes en Jesucristo. "Sobre la vocación eclesial del teólogo" tenemos un reciente documento de la Con- gregación para la doctrina de la fe del 20 de mayo de 1990. Para captar, sin embargo, en toda su dimensión y profundidad "la misión de la teología en la Iglesia", como se nos propone en este documento, debemos atender también a unarealidad antecedente todavía más fundamental. Se trata de la vocación teológica que le concierne a la Iglesia. La vocación eclesial del teólogo depende de la vocación teológica de la Iglesia y ésta es la que le proporciona su horizonte más definitivo y su dinamismo más íntimo. En realidad, la vocación teológica de la Iglesia está denotada en la misma palabra Iglesia. Ekklesía en griego remite a kaléo, llamar, y se emparenta con klesis, que quiere decir llamado o vocación. Iglesia designa la comunidad de los llamados, de los convocados por Dios en Jesucristo. Como lo recuerda el Concilio Vaticano n, la Iglesia se debe, como a su fuente de origen, a un designio de Dios- Padre que "quiso convocar a los creyentes en Cristo en una Iglesia santa -credentes in Christum convocare statuit in sancta ecclesia" (L.G. 2). El mismo Concilio recuerda que ella tiene en el "reinado" de ese mismo Dios su misión presente y consumación futura (L.G. 5). La Iglesia se origina, pues, de un llamado divino, de esa convocación dirigida a todo hombre hecha por Dios en Jesús, y su fin, el establecimiento escatológico del reino de Dios, constituye su vocación. Tal es su pasado y futuro, de ellos deriva en el presente una advocación fundamental y permanente a Dios. La Iglesia se encuentra en la historia abocada a Dios no de cualquier manera, sino que así como la convocación hecha por Dios es en Jesús, así también ella debe abocarse en cada tiempo a Dios en Jesús, es decir, abocarse a Dios como evangelio, como buena noticia de Aquel que se ha comprome- tido a salvar lo que ha creado. El Dios de Jesús es evangelio, es logos de salvación que no anula el logos creacional al cual puede acceder el hombre por la razón, sino que lo asume y perfecciona, ya que en el mismo logos que es Jesús es donde todo ha sido creado y redimido por Dios. En este contexto el in ecclesia propio del quehacer teológico se perfila no más en una estática tan cómoda como estéril de lo ya dicho y establecido sino como el dinamismo más íntimo del peregri- nar escatológico al "reino de Dios" que es la Iglesia. Juan Pablo n les recordaba recientemente a los miembros de la Comisión teológica internacional: "Es evidente que el trabajo de los teólogos no se debe limitar, para decirlo así, a la repetición de las fórmulas dogmáticas, sino que es necesario que él ayude a la Iglesia a un conocimiento siempre mayor del misterio de Cristo" (Ad sodales Como Int. Theol. 26.10.79, en A.A.S. 71 (1979) 1431). No es ciertamente por un mero afán de novedad que el obispo de Roma les pide a los teólogos el no ser repetidores. Ello deriva precisamente de una recta comprensión del ser en la Iglesia que le concierne a la teología, de una comprensión teológica y no meramente sociológica de la vocación eclesüil del teólogo. El in ecclesia como lugar propio de la teología no condiciona una estática espa- cial, ya que más que el ámbito en el cual se sitúa un sujeto particular, remite al mismo sujeto comunitario, a la Iglesia como sujeto dinámico de la teología, a esa peregrina de Jesús que camina a la casa del Padre. In ecclesia ad Deum. Si no se considera la vocación teológica de la Iglesia como elemento determinante del mismo ser Iglesia se corre el riesgo de que el ejercicio teológico en la Iglesia se desfigure y pervierta en sanción ideológica de la institución o fatua y estéril adulación del magisterio. In ecclesia quia ad Deum. De la vocación teológica de la Iglesia, de su íntimo ser ad Deum deriva un dinamismo que precisa- mente por no desentenderse del concreto substrato eclesial lo tensa escatológicamente y de modo permanente. Ello no significa que la teología se sobreponga a la realidad concreta y visible eclesial sino que la proyecta de acuerdo a la promesa del Espíritu que la sostiene y vivifica. Quia in ecclesia ad Deum. La vocación teológica de la Iglesia es lo que permite captar el servicio y el carisma teológico en la Iglesia, en su misión y dinamismo más propio, busca de inteligencia de la fe no como alternativa a la razón sino como santificación de la misma. TEOLOGIA DOGMATICA y TEOLOGIA PASTORAL 69 a ser una versione soft delta vecchia teologia del magisterio (62), es decir, la colofonía de una eclesiología tan acrítica como ensimismada. Lo que necesitamos es, más bien, una teología que articule el acontecimiento salvífica de Jesús en su concreto excentricismo eclesiológico, como lo intuye el anónimo monje de Reichenau, como se atrevió a asumirlo el Vaticano 11 y permanece, después de treinta años, como tarea pendiente. (62) P. Sequen, "L'istituzione teologica nella chiesa", en Teologia 19 (1993) 217.
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