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Desarrollo positivo adolescente - María Elena Garassini

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Desarrollo positivo adolescente
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Desarrollo positivo adolescente
María Elena Garassini
 
 
 
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Desarrollo positivo adolescente
D. R. ©2020 por
Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S.
ISBN libro impreso: 978-958-8993-58-4
ISBN versión electrónica: 978-958-8993-59-1
Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S.
Carrera 12A No 79 - 03/05
E-mail: info.colombia@manualmoderno.com
Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en
sistema alguno de tarjetas perforadas o transmitida por otro medio –electrónico, mecánico, fotocopiador,
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permission in writing from the publisher.
 
 
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5
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Contenido
Acerca de la autora
Prólogo
Introducción
Empezando con lo que está bien... hablemos de nuestras fortalezas y de las fortalezas
de los adolescentes
La Adolescencia
La adolescencia: un reto para todos Cambios biológicos, psicológicos, sociales y
espirituales
Características físicas, psicológicas, sociales y espirituales de los adolescentes
Desarrollo físico
Desarrollo cognitivo
Desarrollo moral
Desarrollo de autoestima y concepto de sí mismo
El adolescente y la trascendencia
La espiritualidad como fortaleza del carácter en la Teoría del Bienestar de la
psicología positiva
Desarrollo espiritual del adolescente
Relación del adolescente con los otros
Psicología positiva
Las fortalezas del carácter
Emociones positivas
Fortalezas en los adolescentes
Emociones positivas en la adolescencia
La Resiliencia
Resiliencia en adolescentes
El modelo del Desarrollo positivo adolescente
La Competencia
La Confianza
6
La Conexión
El Carácter
Cuidado/Compasión
Contribución
Activos externos (del entorno)
Activos internos (del adolescente)
Buenas prácticas en Desarrollo positivo adolescente
Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
7
Índice de contenido
Preliminares
Acerca de la autora
Prólogo
Introducción
Empezando con lo que está bien
La Adolescencia
La adolescencia: un reto para todos Cambios biológicos, psicológicos,
sociales y espirituales
Características físicas, psicológicas, sociales y espirituales de los
adolescentes
Desarrollo físico
Desarrollo cognitivo
Desarrollo moral
Desarrollo de autoestima y concepto de sí mismo
El adolescente y la trascendencia
La espiritualidad como fortaleza del carácter en la Teoría del Bienestar de
la psicología positiva
Desarrollo espiritual del adolescente
Relación del adolescente con los otros
Psicología positiva
Las fortalezas del carácter
Emociones positivas
Fortalezas en los adolescentes
Emociones positivas en la adolescencia
La Resiliencia
Resiliencia en adolescentes
El modelo del Desarrollo positivo adolescente
La Competencia
La Confianza
La Conexión
El Carácter
Cuidado/Compasión
Contribución
Activos externos (del entorno)
8
Activos internos (del adolescente)
Buenas prácticas en Desarrollo positivo adolescente
Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
9
Acerca de la autora
Doctorado en Psicología en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Doctorado en Didáctica y Organización de Instituciones Educativas en la Universidad
de Sevilla (US).
Licenciada en Psicología en la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magíster en
Psicología del Desarrollo Humano en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Diploma en Alta Dirección de Universidades de la Universidad de Nebrija (UN).
Programa de Formación en Terapia Familiar y de Pareja: Intervenciones y Estrategias
en PROFAM Caracas en alianza con Center for Couples and Family Development,
Florida, USA.
Diplomado en vida y obra de M. K. Gandhi en la Universidad Metropolitana (UM),
Venezuela.
Programa de Formación en Non Violent Conflict Resolution en el Gandhi Institute en
Rochester, USA.
Miembro del Colegio Colombiano de Psicólogos (COLPSIC) y de la Federación de
Psicólogos de Venezuela (FPV).
Miembro de la Sociedad Venezolana de Psicología Positiva (SOVEPPOS) y del
Board del International Positive Psychology Association (IPPA).
Miembro del Grupo de Investigación Resilio de la Pontificia Universidad Javeriana.
Profesora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la Corporación Universitaria
Iberoamericana y la Universidad UNICA.
Conferencista y consultora internacional con temas de desarrollo humano, bienestar,
fortalezas del carácter y comunicación conciliadora.
10
Autora y compiladora de varios libros: “La felicidad duradera”, “Psicología Positiva
en acción: empezar con lo que está bien”, “Las fortalezas del venezolano, aportes de
la Psicología Positiva al bienestar en el trabajo”, “Cómo acompañar a mi hijo
adolescente desde sus fortalezas” y “Psicología positiva y comunicación no violenta”.
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Prólogo
La adolescencia es “la cenicienta de la cultura”. Esta eufemística afirmación nace de
la certeza histórica de cómo la comprensión de la adolescencia fue abandonada por
siglos hasta nuestros días. Ella de verdad se descubre avanzada la primera mitad del
siglo XX; y aun cuando personalidades como Margaret Mead trataron de eliminarla
de un plumazo, otras disciplinas de la misma sociología y obviamente de la
psicología -el psicoanálisis llegó tardíamente- entraron a rescatarla.
Hoy tenemos suficiente conocimiento de los adolescentes como para tratar de
ayudarlos y adentrarnos en su mundo, respetándolo y considerándolo como la
importante etapa que es: un intermediario estructural entre la niñez y la adultez. Le
hemos podido dar carta de ciudadanía a la adolescencia y definirla, sin temor a
equivocarnos, como una etapa definitiva del desarrollo humano, distinta a la niñez y a
la adultez, y que se rige por reglas de juego propias.
Pero, aun así, los adultos la desconocemos. Y nos preguntamos por qué. Nuestras
propias investigaciones nos han demostrado que la adolescencia se reprime en la
adultez, así como se reprime la niñez, y esto hace que los adultos no solo olvidemos
que fuimos adolescentes, con todos los agregados que esto implica, sino que los
rechacemos y los consideremos como de otra dimensión, simplemente porque nos
recuerdan lo que no queremos aceptar que fuimos, ya que lo hemos reprimido.
En este escrito enjundioso de María Elena Garassini echamos de menos la visión
psicoanalítica que nos ha servido de referencia para nuestras primeras afirmaciones,
pero nos atendremos a sus propias palabras de “el aporte principal de este libro es la
comprensión de la complejidad de las características y los retos de cada adolescente y
la posibilidad, como adultos significativos, de crear oportunidades para que todos
vivencien la contribución como el elemento central del tránsito por la adolescencia.
Este es el aspecto fundamental del modelo del Desarrollo positivo adolescente”.
Ya con una noción más sociológica del asunto, no nos cabe duda de que estamos
inmersos en una gran cultura adolescencial, en donde no está cerrada la identidad, en
donde se exacerba el individualismo narcisista, en donde prima lo egoísta, se excluye
al tercero humano siendo fácilmente reemplazado por una mascota, en donde las
relaciones interpersonales son frágiles y pasajeras y donde desaparecieron, para bien
o para mal, todos los referentes de nuestra cultura de la modernidad.
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La oferta de una ayuda que comprenda el conocimiento de la adolescencia por
parte de los adultos, la aceptación incluyente de sus procesos y la contención que
nace de tratar de aceptarlos como son, que de alguna manera propone esta obra, es
otro bálsamo más para tratar de ayudar a estos “enanos gigantes” que no caben al
parecer en ninguna parte, más aún, tratándose de millennials o adolescentes de la
posmodernidad.La propuesta de generar un modelo empático que permita que el adolescente use
sus fortalezas de carácter en un planteamiento metodológico y técnico de la
psicología positiva, buscando el bienestar y la felicidad a toda costa, mandato
impuesto por nuestra cultura en democracia, es además de atractiva altamente
necesaria en este momento en que estamos viendo la escalada de autodestructividad y
de “instinto de muerte” que campea en nuestro mundo.
Esperamos que esta obra incida e influya, ante todo en los maestros y sus
escuelas, a ayudar a nuestro adolescente a adquirir esa resiliencia necesaria para
manejar la realidad maravillosa, pero bastante dura, que plantea esta sociedad
consumista y su tecnología desbocada.
 
Guillermo Carvajal
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Introducción
Durante mucho tiempo me ha parecido que la etapa adolescente es uno de los temas
más fascinantes. Esos años son la mejor década de la vida (...) Es un estado del cual
surgen algunas de las malas, pero muchas más de las buenas cualidades de la vida y
de la mente.
(Hall, 1904, pp. 351)
Ser normal durante el periodo adolescente es en sí mismo anormal.
(Freud, A. 1958, p. 267)
Las citas de estos dos autores, leídas en forma conjunta, representan la conjugación
del pensamiento moderno sobre la adolescencia como una etapa del desarrollo de
complejo análisis. En ella se concentra la posibilidad de lograr el potencial, marcado
por la búsqueda de identidad, que implica diferenciación e integración, razón por la
cual ser normal, o hacer lo que los adultos piensan, es definitivamente anormal.
Como psicóloga y experta en temas de Desarrollo Humano debo agradecer la
profundización en dos marcos conceptuales, la Psicología Positiva liderizada por
Martin Seligman y el Desarrollo positivo adolescente propuesto por Richard Lerner y
su equipo de investigación.
En los múltiples procesos de formación y atención individual y grupal en los
cuales he estado involucrada en la última década, el tema de la adolescencia y la
preocupación de los adultos significativos que con ellos convivimos, como padres y
docentes, son el tema central para potenciar o no el desarrollo personal de ambos. Las
expectativas y a la vez los estereotipos que tenemos sobre los adolescentes
determinan la forma en que los evaluamos y nos relacionamos con ellos. La
Psicología Positiva (PP), como un modelo del Bienestar, presenta cinco elementos
(Emociones Positivas, Compromiso, Relaciones Interpersonales, Significado y
Logros), y un eje transversal: las fortalezas del carácter, brinda un marco de
referencia donde el individuo y su potenciación personal, sumado a su capacidad de
relacionarse con los otros, marcan su desarrollo (Seligman, 2011). Considerando el
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aspecto relacional y en palabras de uno de los fundadores de la PP, Christopher
Peterson, en el desarrollo humano, los otros importan. Y cuando hablamos de
adolescentes, que están en la cristalización de su identidad, requiriendo ser primero
diferentes, sobre todo a los mas cercanos y a la autoridad (sus padres y maestros),
para después decidir en que quieren ser iguales o diferentes a ellos, debemos
entenderlos, ya que ellos, los adolescentes, son los otros que importan mucho. Es
decir, me potencio yo, como adulto significativo y tolerante a las diferencias y desde
allí me relaciono con el otro, el adolescente. El otro que es igual y también diferente
a mí.
Por otra parte, la propuesta del Desarrollo positivo adolescente que de ahora en
adelante llamaremos DPA, creada por Lerner y su equipo en la Universidad de Tufts
en Boston, crea un excelente marco de referencia para entender a los adolescentes
desde una mirada diferente a la vieja creencia del déficit, donde los adolescentes
carecen de... La propuesta del DPA nos invita a acompañar a los adolescentes
creando oportunidades para que desarrollen competencias para abordar los retos de
ese momento vital. Nos invita a conocer sus potencialidades para generar
oportunidades que los ayuden, desde sus diferencias, a experimentar la contribución a
sus entornos.
Es decir, cuando interactuamos con los adolescentes nos debemos centrar en sus
competencias y fortalezas para brindarles oportunidades de participación desde sus
posibilidades, para que les demostremos que también nos importan sus capacidades y
no solo sus carencias. Nos importa el otro que es igual y también diferente a mí.
Este contrapunteo sobre el yo y el otro en los seres humanos, entre los adultos y
los adolescentes, seres relacionales, que vivimos en familias, compartimos en equipos
deportivos o culturales, en instituciones educativas, en comunidades, en países, en
regiones... en fin, que tenemos múltiples facetas de nuestra identidad y de la identidad
de los otros, nos puede ayudar a pensar que la diversidad es la normalidad... que ser
diferentes en algunos aspectos y ser iguales en otros es normal y hasta es bueno.
¿Piensas que la diversidad es la normalidad? ¿Te gustaría que todos los
adolescentes fuesen iguales, que todos tuvieran las características que consideras
positivas? ¿O valoras su diversidad? ¿Te gustaría que todos tus hijos adolescentes
tuvieran las mismas características? ¿Quizás así sería más armoniosa tu vida
familiar? ¿Quisieras que tus alumnos adolescentes fueran iguales? ¿Tal vez que
fueran como fuiste tú?
¿Será que nos educaron para entender y valorar que la diversidad es la
normalidad? ¿Recuerdas algunas frases de tus padres, tus maestros u otros adultos
significativos en tu vida que te hicieran valorar la diversidad? ¿O por el contrario,
puedes evocar frases que no toleraban las diferencias? ¿Qué palabras, frases o
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dichos recuerdas sobre los adolescentes? ¿Utilizas algunos con frecuencia? ¿Fuiste
un niño, adolescente o joven promedio haciendo siempre lo esperado, siendo normal
en todo, o eras muy bueno en algunas cosas, promedio o normal en otras y quizás
muy malo en algunas, y eso estaba bien? ¿Te promovían el esfuerzo personal o solo
te valoraban el alcanzar estereotipos sociales de éxito?
Una revisión profunda de nuestro concepto y manejo de la adolescencia,
normalidad y diversidad, puede ser muy útil para iniciar la lectura de este libro y
permitirnos cuestionar, complementar, afianzar o disentir nuestras creencias sobre los
adolescentes. Por otra parte, la profundización en el marco conceptual de DPA brinda
herramientas para conocer las potencialidades de los adolescentes y crear
oportunidades para su uso, que permitan a todos los jóvenes a realizar contribuciones
a sus entornos para que puedan vivenciar, en forma paralela, el desarrollo propio y el
ajeno.
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Empezando con lo que está bien...
hablemos de nuestras fortalezas y de las
fortalezas de los adolescentes
Si los seres humanos quieren entender, incluso valorar, que la diversidad es la
normalidad, es necesario conocer las diferencias en las características positivas de las
personas, entonces es indispensable profundizar en el tema de las fortalezas del
carácter.
Siendo las fortalezas del carácter, el eje transversal de la Psicología Positiva,
conocerlas a través de su propuesta es de suma utilidad porque son la base del
autoconocimiento y las posibilidades de autopotenciación o florecimiento humano.
Para cada individuo el conocimiento de las propias fortalezas y las de los
adolescentes con los que interactúan puede convertirse en la estrategia relacional
central para la convivencia.
Con este objetivo la Teoría del Bienestar de Psicología Positiva PERMA tiene
como eje transversal las Fortalezas del Carácter y los investigadores (Peterson y
Seligman, 2004), después de la compilación y conceptualización, crearon un
instrumento para que cada individuo pueda evaluar sus fortalezas y obtener su perfil
entrando a la página web www.authenthichappiness.org, localizando los cuestionarios
y haciendo click en el que dice: cuestionario VIA de fortalezas del carácter. Al
contestar una serie de preguntas, marcando la valoración ante una serie de
planteamientos, seleccionando que tan parecida es la persona a cada uno de ellos, al
finalizar,se despliega el perfil de fortalezas. Aparecen, según las repuestas, las 24
fortalezas de la persona desde las más desarrolladas hasta las menos. De igual forma,
uno de los apartados de este libro que presentará el estudio sobre las fortalezas del
carácter como eje transversal de la psicología Positiva, permitirá al lector profundizar
en las mismas. Este mismo cuestionario puede ser utilizado por adolescentes y
adultos. En este sentido, invitar a los adolescentes a realizarlo y diseñar variedad de
actividades para valorar e intercambiar sobre las diferencias y semejanzas entre los
perfiles y como promover su uso para que cada uno pueda trabajar conscientemente
en la mejor versión de si mismo, es un excelente recurso para padres, docentes,
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http://www.authenthichappiness.org
líderes comunitarios y cualquier grupo humano donde los adolescentes sean
partícipes.
La aproximación a las fortalezas y su impacto en las personas es una temática
central en los procesos de formación en psicología positiva. Los investigadores y
facilitadores de múltiples procesos de formación con adultos en variados contextos
como organizaciones, instituciones educativas, familias, comunidades, permiten
recoger importantes aprendizajes. (Garassini, Catalá y Aquique, 2012).
La disertación sobre la normalidad de la diversidad es un punto de actualidad
que, en este momento histórico, es la bandera de diferentes grupos para la aceptación
de lo que es minoría y debe complementarse con aquello que es único, tal como el
perfil de fortalezas del carácter de cada individuo. Los programas en psicología
positiva, desarrollados en todo el mundo, son una excelente oportunidad para que sus
participantes tengan la vivencia de esta diversidad en los aspectos positivos y
virtuosos de cada persona, que son sus perfiles de fortalezas, una permuta de acuerdo
con las características personales positivas que cada persona tiene más desarrolladas.
Todos los perfiles son buenos, no hay uno mejor que otro, además es maravilloso,
interesante y hasta divertido que las personas sean tan diferentes en lo bueno.
Muchos adultos en su proceso de formación en psicología positiva se preocupan
por las fortalezas que tienen menos desarrolladas. Con frecuencia se lamentan y
preocupan reconociendo que el autocontrol, el perdón o la humildad es su fortaleza
menos desarrollada, sucediendo además que otras personas en los grupos, de forma
empática, reconocen que ellas tampoco las tienen desarrolladas. Al preguntar si algún
otro de los participantes tiene esa misma fortaleza entre sus cinco primeras,
frecuentemente alguno, tímidamente, señala que si. Estas dinámicas de intercambio
sobre los perfiles de fortalezas en grupos humanos permiten vivenciar la importancia
y utilidad de la diversidad, donde una misma característica permite el desarrollo de
comportamientos de ayuda, empatía, solidaridad, incluso compasión. El papel
histórico de la psicología positiva planteado por Martín Seligman en su discurso
inaugural como presidente de la APA en 1998, donde señaló que el rol de la
Psicología no debía ser solo reparar lo que está roto sino alimentar lo mejor de cada
persona, podría ser complementado agregando, reconociendo y valorando la
diversidad en nuestras fortalezas y los aportes que cada individuo puede hacer con
ellas.
En los procesos de formación con adolescentes es muy significativo el
reconocimiento o toma de consciencia de sus fortalezas y las de sus adultos
significativos (padres, docentes, líderes comunitarios, nacionales o universales) y los
aprendizajes derivados de la comparación de sus perfiles y las probabilidades de
apoyarse entre ellos con perfiles complementarios.
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En las experiencias en talleres y programas de formación con adolescentes
reportadas por el equipo de Lerner, en la Universidad de Tufts (Lerner et al., 2012) y
las realizadas por el nuestro en el proyecto de atención a adolescentes en alianza entre
la UNIMET y UNICEF (Garassini, Catalá y Aquique, 2012), un aspecto interesante
de las actividades realizadas corrobora que una de las experiencias más importantes
para los adolescentes es pedirles que reconozcan las fortalezas de sus padres y de sus
docentes, tareas que emprendían con rápida y entusiasta facilidad, reconociendo
fortalezas tales como: amor al conocimiento, amabilidad, cuidado, amor. Una de las
fortalezas que muchos de los adolescentes apreciaban altamente en sus adultos
significativos era el uso del humor como fortaleza del carácter en combinación con
las anteriores. Cuando, en la realización de los proyectos con adolescentes, nos
reuníamos con los docentes y con los padres y docentes fue sorpresivo para ellos, que
sus adolescentes reconocieran en ellos tantas fortalezas. No pensaban que los
adolescentes reconocieran fortalezas en ellos ya que se comunicaban muy poco.
¿Te ha sucedido lo mismo con los adolescentes con los que interactúas?
¿No te comunican sus fortalezas ni te señalan las tuyas?
Esto nos motivó a proponer ideas para seguir desarrollando estrategias que
promuevan el desarrollo positivo de los adolescentes, que lejos de ser solo un
problema para atender, son un recurso para potenciar, para pulir, para darles voz ante
su esencia y su sentir, que es profundamente compasivo... compasivo?... pues sí.
¿Piensas que los adolescentes son compasivos?
En uno de los programas de formación, en el seguimiento que hicimos de las
fortalezas más desarrolladas por los adolescentes, encontramos las siguientes: humor,
agradecimiento, creatividad, solidaridad y justicia (Garassini, Catalá y Aquique,
2012). Además de obtener esta información nos propusimos hacer dos cosas: la
primera fue conocer la percepción sobre las fortalezas de los adolescentes, para ello
encuestamos a adultos de las comunidades a las cuales pertenecían los adolescentes
para que nos señalaran cuáles eran sus fortalezas, los resultados fueron muy
interesantes por la variedad de los mismos, unas personas señalaban que los
adolescentes si tenían fortalezas como: energía, alegría y vitalidad, otros que no
tenían ninguna, otros que enfocaban su repuestas solo evocando malas experiencias
con adolescentes y otros que respondían que dependía de cada adolescente.
En fin, la conclusión... mucho por hacer para cambiar el estereotipo negativo del
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adolescente a otro que lo considere como una persona con capacidades diversas a la
cual se le deben brindar oportunidades para poder contribuir. La contribución de los
adolescentes, desde sus fortalezas, a sus diferentes entornos es el norte y nuestro lema
como promotores del Desarrollo positivo adolescente. En consecuencia, las otras
actividades que realizamos en el proyecto con las comunidades, tuvieron el objetivo
de dar a conocer las fortalezas que encontramos de los adolescentes. Una de ellas fue
pintar, con los adolescentes de las comunidades, un mural, en el frente de sus
escuelas, donde se mostraran las fortalezas encontradas y la otra fue tener reuniones
con los padres y los docentes para conversar sobre ellas.
¿Qué podemos hacer desde nuestras familias, escuelas, comunidades y redes
sociales para valorar las fortalezas de los adolescentes?
El proyecto llamado «Promoción Positiva de la Adolescencia», del cual he
extraído las historias de los párrafos anteriores, se insertó dentro del Plan Acción del
Programa País 2009-2013, específicamente en el componente denominado por
UNICEF (2009) «Más protección, menos violencia», y el subcomponente
«Desarrollo del adolescente», al reforzar a los propios adolescentes, la escuela y la
comunidad como redes de protección, mediante el descubrimiento, uso y promoción
de sus fortalezas, apoyo a la resiliencia y difusión de una imagen positiva. De igual
forma se incluyó dentro del componente «Más inclusión, menos disparidad» y el
subcomponente «Información para la acción», puesto que se generaría información,
documentación y difusión de buenas prácticas que pueden ser replicadas en otros
contextos de intervención. Con esto se pretendió que las y los adolescentes nosolo
fueran influenciados por este proyecto que realizábamos con ellos y los adultos
significativos de sus comunidades, sino que se convirtieran en agentes de cambio, en
protagonistas capaces de liderar acciones para transformar su medio, es decir, que
generaran un efecto mariposa, tanto en sus familias como en su comunidad.
Un reporte completo de este proyecto realizado durante dos años por UNICEF en alianza con la
Universidad Metropolitana, con adolescentes y sus adultos significativos, en dos comunidades
caraqueñas, esta disponible en https://www.UNICEF.org/venezuela/spanish/Adolescentes_cuentan.pdf
Con estas anécdotas lo que quiero ilustrar es que nos es más fácil sentirnos,
reconocernos, empatizar y compartir con los que tienen nuestras mismas
características que con aquellos que son, piensan, actúan o sienten diferente... pero la
diversidad es necesaria y útil para contrastar, para apoyarnos, para comprendernos y
hasta para retarnos. En el manejo con los adolescentes reconocer la diversidad en sus
fortalezas y potencialidades puede convertirse en el puente para la comunicación con
ellos y para la realización de actividades donde ellos puedan contribuir desde sus
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https://www.UNICEF.org/venezuela/spanish/Adolescentes_cuentan.pdf
potencialidades.
Empezar por reconocer y valorar nuestras diferencias en cuanto a nuestras
fortalezas constituye un excelente ejercicio para iniciar el proceso de valoración de la
diversidad. Te invito también a que motives a las personas con las que convives
(otros adultos y adolescentes) a que realicen el cuestionario de fortalezas del carácter
y puedan discutirlo y valorarlo juntos y así disfrutar y compartir sus fortalezas más
desarrolladas y apoyarse y complementarse en las menos desarrolladas. Es posible
que compartas algunas fortalezas comunes con otros en tus cinco principales, también
es posible que alguna de ellas sea igual a alguna de las menos desarrolladas del otro y
así podrás ofrecerle ayuda. En fin, será un espacio maravilloso para entender la
diversidad y la utilidad de la complementariedad iniciando la tarea con personas
cercanas a ti.
El libro ofrece un primer capítulo sobre la adolescencia donde se presenta su
historia como una construcción social que ha variado en el tiempo y, posteriormente,
las características de la adolescencia en las diferentes esferas del desarrollo humano.
Como segundo capítulo, un apartado sobre la psicología positiva como marco de
referencia general sobre la ciencia del bienestar cuyo norte es la producción de
conocimiento científico sobre el florecimiento humano.
El tercer y cuarto capítulo hacen referencia a dos elementos centrales del
desarrollo humano destacados por la psicología positiva: las Emociones Positivas y
las Fortalezas del Carácter. En ambos se presenta una introducción general al tema y
un compendio de las investigaciones realizadas con adolescentes.
Como quinto capítulo se incluye el tema de la Resiliencia como un concepto
central nacido en el estudio de personas, familias, comunidades y hasta países que
han superado situaciones adversas, aprendiendo de ellas y saliendo fortalecidos.
También se incorporan investigaciones sobre los hallazgos de este tema con
adolescentes.
Como sexto capítulo se presenta el marco conceptual del Desarrollo positivo
adolescente que ofrece una propuesta para entender la adolescencia como una etapa
del ciclo vital, donde descubrirse y contribuir debería ser el norte y, por ende, crear
oportunidades para que eso suceda, es el aporte de los adultos significativos, la
familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en general para que cada
adolescente pueda convertirse en la mejor versión de sí mismo.
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La Adolescencia
Polo (2009) en su trabajo titulado Resiliencia: factores protectores en adolescentes
de 14 a 16 años, realiza una excelente introducción al tema de la adolescencia
planteando la misma, como una construcción cultural.
Al respecto nos señala que al referirnos a cualquier periodo de la vida estamos
hablando, no tanto de categorías naturales, dictadas por la biología, definidas por
rasgos universales e inmutables, sino más bien de categorías sociales, dotadas de
significado por una cultura y sociedad particular, razón por la cual las etapas
evolutivas en el ser humano pueden ser consideradas como invenciones culturales.
Polo (2009), citando a Wartofsky (1983) y Levi y Schmitt (1995) nos plantea que
la adolescencia y la juventud constituyen un producto generado socialmente que en
ningún lugar ni periodo histórico puede definirse con base en criterios puramente
biológicos, psicológicos o jurídicos. Por otro lado, la obra de Ariés (1960 cp. Polo,
2009) sobre la infancia marcó un hito en este tipo de aproximación y ha sido fuente
tanto de estímulo como de polémica.
Como antecedentes históricos encontramos en la Atenas y en la Roma de antes
de nuestra era, instituciones diseñadas para la educación de adolescentes tanto para
los muchachos como para las muchachas. En Atenas encontramos la efebía, una
institución cívico-militar que ofrecía un periodo de aprendizaje y preparación para la
vida colectiva “ritmada por una disciplina severa, con comidas frías, ausencia de
servidores y vigilancia del territorio (Schnapp, 1995, cp. Polo, 2009). La efebía
perdió con el tiempo su carácter militar para enfatizar sus fines educativos. Surgió así
la noción de paideia vinculada a las ideas de eros, amistad y reforma. En relación con
las muchachas, la cultura griega también contaba con ritos de iniciación femenina e
instituciones en las que las jóvenes practicaban actividades adaptadas a su condición,
tales como la danza, la poesía o la gimnasia. Estas instituciones griegas relacionadas
con la adolescencia y la juventud han legado un conjunto de representaciones de este
periodo de la vida que todavía permanecen: la juventud y el amor erótico, las ansias
de saber y los deseos de reforma y belleza (Feixa, 1998, citado por Polo, 2009).
De forma semejante, el mundo romano antiguo también se ocupó de desarrollar
marcos sociales que marcaban la transición entre la infancia y la vida adulta. Existía
la ceremonia en la que los jóvenes varones, entre quince y dieciséis años, se
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despojaban de los “signos de la infancia” –la bulla o amuleto que llevaban en el
cuello contra el mal desde el nacimiento y la toga praetexia o toga adornada de
púrpura– y vestían la toga viril, una toga blanca que era la vestimenta cotidiana de los
ciudadanos. A continuación, el joven acudía al Foro, acto con el que se intentaba
señalar su incorporación a los asuntos públicos (Fraschetti, 1995, citado por Polo,
2009). Años más tarde, en la misma sociedad romana, los jóvenes vieron retrasada su
incorporación plena a la vida adulta. Esta se conseguía solo después de los 25 años,
con lo cual la adolescencia tomó un carácter, cercano al actual, de fase de
“subordinación, marginación, limitación de derechos y de recursos, de incapacidad de
actuar como adultos” (Lutte, 1992, citado por Polo, 2009). Por su parte, el rito de
iniciación de las muchachas era el matrimonio, tal como correspondía a su función
social de esposas y madres. Así, una vez alcanzada la pubertad, las vírgenes ofrecían
sus muñecas a los dioses familiares y vestían la túnica recta el día anterior a su
matrimonio (Fraschetti, 1995, citado por Polo, 2009).
En la Edad Media y Moderna nos encontramos con una vaga identificación y
definición de la categoría de edad que llamamos adolescencia-juventud. Sin embargo
existían clasificaciones que establecían diferencias entre la infantia hasta los 7 años,
la pueritia, entre 7 y 14 y la adolescentia, entre 14 y 21 años.
Aunque en los documentos de la antigüedad, entre estos los de Grecia, Roma y
China, se menciona un periodo intermedio entre la niñez y la adultez, la adolescencia
prolongada como un periodo independiente del desarrollo es mucho más reciente y,
en general, se limita a las naciones industrializadas debido a la formación para el
trabajo en forma diversificada y en institucionesformales. En los siglos XVIII, XIX y
a principios del XX, cuando la mano de obra no calificada tenía gran demanda, los
jóvenes que podían trabajar se convertían en adultos y se integraban muy pronto a la
vida de los mayores. Pero, terminada la Primera Guerra Mundial, el avance
tecnológico y el cambio social rápido obligaron a los jóvenes a permanecer más
tiempo en la escuela y esto los hizo depender financiera y psicológicamente de sus
padres. Así, la industrialización conformó lo que conocemos hoy como adolescencia.
Los adolescentes son muy sensibles a la sociedad que los rodea: a sus reglas no
escritas, sus valores, sus tensiones políticas y económicas. Trazan planes y se hacen
expectativas respecto de su futuro, y estas dependen en parte del ambiente cultural e
histórico en el que viven. Por ejemplo, los adolescentes cuya niñez transcurre en un
periodo de expansión económica, cuando abunda el empleo y el ingreso familiar es
elevado, esperan encontrar condiciones similares cuando entran en el mercado
laboral. Confían en que su nivel de vida sea, al menos, semejante al de sus padres y
no estarán preparados para aceptar uno más bajo en caso de que las condiciones
económicas empeoren cuando inicien la adultez.
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Según Vinaccia, Quiceno y Moreno (2007) cuando los adolescentes perciben que
no pueden enfrentar sus problemas de forma eficaz, su comportamiento puede tener
efectos negativos no solo en su propia vida, también en el funcionamiento de sus
familias y de la sociedad. Por lo tanto, es importante tener en cuenta las relaciones
entre los estilos de afrontamiento y otros factores como la clase social, el estrés
previo, la edad, origen étnico o el género que directa o indirectamente influenciarán y
modularán su calidad de vida, dependiendo de la forma como perciba las situaciones
(Ortigosa, Quiles y Méndez, 2003, citado por Vinaccia, Quiceno y Moreno, 2007).
Según Polo (2009) si queremos entender a los adolescentes y lo que es la
adolescencia, conviene conocer el nicho cultural (el ambiente social) en el que viven
hoy en día. Un factor es la segregación por edades que puede tener efectos
negativos. Al separarlos de los niños más pequeños se priva a los adolescentes de la
oportunidad de guiar y orientar a quienes son menos conocedores, salvo por los
breves periodos que dedican al cuidado de sus hermanos menores o a trabajar como
niñeras o consejeros en un campamento. La separación del mundo adulto significa
que pierden la oportunidad de ser aprendices, es decir de trabajar con personas
mayores y más experimentadas. A veces, durante largas horas, se les separa a diario
de las principales actividades, costumbres y responsabilidades de la sociedad, con
excepción del poco tiempo que dedican a ayudar a sus progenitores en los quehaceres
domésticos o que trabajan en empleos de medio tiempo.
La dependencia económica prolongada es otra característica de la adolescencia.
En una sociedad como la nuestra, los adolescentes necesitan el apoyo financiero de
sus padres mientras obtienen la formación profesional necesaria para los empleos que
exigen habilidades tecnológicas complejas. Para quienes no logran una buena
educación, los puestos de bajo nivel disponibles para ellos no suelen interesarles ni
ser atractivos desde el punto de vista económico. En uno y otro caso, el adolescente a
menudo se siente frustrado y descontento con su lugar en el mundo.
Los medios masivos también tienen efectos específicos en los adolescentes.
Como hemos visto una y otra vez, las teorías del desarrollo humano recalcan la
importancia de un ambiente sensible y que brinde apoyo emotivo. Sin importar su
edad, los individuos aprenden mejor cuando actúan en el entorno, cuando perciben las
consecuencias de sus actos y tiene la fuerza para generar un cambio. Pero no es
posible modificar los sucesos que transmiten la televisión y otros medios. Al parecer
los adolescentes, con el rápido desarrollo de sus capacidades físicas y cognoscitivas,
son particularmente vulnerables al papel pasivo de consumidores de estos medios.
Aceptan la tragedia y la brutalidad sin rebelarse; quizá hasta aprenden a desear una
estimulación excesiva.
La adolescencia es como un segundo nacimiento que se realiza progresivamente.
24
Hay que quitar poco a poco la protección familiar, como se ha quitado la placenta
protectora. Quitar la infancia, hacer desaparecer al niño que hay en nosotros,
constituye una mutación. Esto causa, por momentos, la impresión de morir. Y va
rápido, a veces muy rápido. La naturaleza trabaja según su propio ritmo (Polo, 2009).
Las condiciones económicas y culturales pueden hacer de la adolescencia un
preludio brutalmente corto de la independencia o prolongar la dependencia de la
familia, pudiendo representar una fuente importante de estrés psicológico durante la
adolescencia. Así, en los cincuenta, los adolescentes solían recurrir a los adultos en
busca de respuestas a sus múltiples preguntas acerca de la vida y de cómo ganarse el
sustento. Pero cuando los jóvenes de los sesenta buscaban figuras de autoridad, se
encontraban con incertidumbre y valores antagónicos, lo mismo con lo que les
parecía hipocresía y egoísmo. Muchos pensaban que el orden social estaba
derrumbándose, situación que favoreció el consumo de drogas, la promiscuidad
sexual y la deserción escolar. Algunos nunca se recuperaron ni siquiera como adultos,
aunque muchos lograron por lo menos aprovechar la experiencia y en su adolescencia
se conocieron mejor a sí mismos y sus valores. En la actualidad, con la globalización,
la aparición de la moneda electrónica y la transdisciplinariedad, los retos de los
adolescentes y los adultos que los acompañan implican la creación de un nuevo
concepto de desarrollo, prosperidad, vida en familia y en comunidad.
En suma, ahora los investigadores comprenden que el contexto social e histórico
del desarrollo es tan importante para la etapa de la adolescencia como las diferencias
individuales (Jessor, 1993, citado por Polo, 2009). De la misma manera que los niños,
los adolescentes alcanzan la mayoría de edad en un nicho cultural que influye en
todos los aspectos de su vida, desde las novedades y las modas hasta la economía y
las oportunidades educacionales, desde el tiempo libre y la salud hasta la nutrición. El
nicho cultural define lo que es la adolescencia.
En la cultura moderna la adolescencia abarca un periodo de por lo menos, 10
años. Tanto su inicio como su final suelen ser poco precisos. Es común que el niño
comience a comportarse como adolescente antes que empiecen a aparecer los
cambios físicos. ¿Y cómo podemos definir el momento exacto en que se convierte en
adulto? Quizá el mejor indicador sea la madurez emocional, y no criterios más obvios
como terminar los estudios, ganarse el sustento, casarse o procrear. Baldwin (1986
citado por Polo, 2009) afirma que, sin embargo, resulta difícil definir la madurez
emocional.
A pesar de las opiniones contradictorias concernientes a sus límites, todos
coinciden en que el prolongado periodo de transición entre la niñez y la adolescencia
es un fenómeno moderno que se observa, sobre todo, en las naciones desarrolladas.
Tradicionalmente ha sido una etapa mucho más corta, y lo sigue siendo en las
25
sociedades menos desarrolladas, en las que los jóvenes pasan por una ceremonia
simbólica, un cambio de nombre o un desafío físico en la pubertad. A estos rituales se
les llama ritos de transición. A veces los sigue una etapa de aprendizaje durante uno o
dos años, y a los 16 o 17 años, el joven alcanza la adultez plena sin reservas. Esa
transformación mas o menos rápida es posible porque en las sociedades menos
complejas se dominan las habilidades necesarias para la vida adulta sin una
instrucción prolongada. Con todo, la necesidad de un periodo de transición se
reconoce en todas partes; ninguna sociedad exige al niño convertirse en adulto de la
noche a la mañana ni se niega a reconocer la conquista de la adultez.
La precisión actual de las edades entre las cuales está comprendida laadolescencia varía de acuerdo con los distintos autores y las características que toman
en cuenta para clasificarla. Según Arnett (2008), la adolescencia se divide en
adolescencia temprana, entre los 10 y los 14 años y adolescencia tardía, de los 15 a
los 18 años. Por otro lado, los jóvenes entre 18 y 25 años son clasificados como
adultos emergentes. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud [OMS] (2014)
considera como adolescentes a los jóvenes entre 10 y 19 años de edad. UNCEF
(2011), una de las fuentes más actuales y modernas utilizada como referencia al
hablar de infancia y adolescencia también la considera como el periodo que va desde
los 10 hasta los 19 años. Considerando además dos subperiodos dentro de esta, que
son adolescencia temprana (10-14 años) y adolescencia tardía (15-19 años).
Desde el punto de vista legal y citando dos países latinoamericanos, en ambos se
coincide en considerar la adolescencia como el periodo entre los 12 y los 18 años de
edad. En Colombia, el Departamento Nacional de Planeación en el apartado sobre
Infancia y Adolescencia de acuerdo con la Ley 1098 (2006) y sin perjuicio de lo
establecido en el artículo 34 del Código Civil, se entiende por niño o niña, a la
persona entre los 0 y los 12 años de edad, y por adolescente a la persona entre los 13
y los 18 años de edad, los cuales son sujetos titulares de derecho. En Venezuela “se
entiende por niño o niña toda persona con menos de doce años de edad. Se entiende
por adolescente toda persona con doce años o más y menos de dieciocho años de
edad”. (Art. 2 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes,
LOPNNA, 2007).
La adolescencia: un reto para todos Cambios biológicos, psicológicos,
sociales y espirituales
La adolescencia es un momento evolutivo donde ocurren muchos y repentinos
cambios a la vez, que no solo afectan a los adolescentes sino a todos aquellos que los
rodean (padres y educadores principalmente, pero también a la sociedad). Esta serie
26
de cambios y de incertidumbres genera incomprensión, temor y dudas y hacen de esta
etapa una de las más temidas por padres, educadores y posiblemente por terapeutas
(Pereira, 2011).
Por otra parte, hablar de la adolescencia en el siglo XXI obliga a considerar el
recorrido histórico de su conceptualización desarrollado en los párrafos anteriores y
responsablemente señalar que la adolescencia debe ser el periodo de las
“oportunidades”, el momento para descubrir los potenciales y aprovechar el
torbellino biológico para generar un desarrollo positivo.
El juicio que hacemos sobre la adolescencia tiene un cargado componente social
sobre las expectativas, los estereotipos, la normalidad o anormalidad. Continúa la
lectura de este libro pensando ¿Qué es la adolescencia para ti?
Si buscamos en un libro de psicología del desarrollo, la adolescencia es definida
como una transición del desarrollo, la cual implica cambios físicos, cognitivos,
emocionales y sociales que va a asumir diferentes formas dependiendo del entorno
social, cultural y económico en que se encuentre el individuo (Larson y Wilson,
citado por Papalia, Olds y Feldman, 2009).
Hall (1904), considerado como el fundador del estudio académico de la
adolescencia, publicó en 1904 dos volúmenes del primer libro de texto sobre la
adolescencia, titulado Adolescencia: su psicología y sus relaciones con la fisiología,
la antropología, la sociología, el sexo, la delincuencia, la religión y la educación. Si
bien sus estudios en la actualidad son obsoletos, Hall fue el primero en remarcar la
importancia y el interés sobre los adolescentes (Arnett, 2008).
Según Arnett (2008) uno de los planteamientos más debatidos de Hall, es su
afirmación, que la adolescencia es una época de tormenta y estrés. Hall describía
que la tormenta y estrés se podían observar en el aumento de tres problemas
destacados durante el periodo adolescente: conflictos con los padres, trastornos del
estado de ánimo y conductas de riesgo (drogadicción y delincuencia).
A partir de esta perspectiva, muchos teóricos se declararon defensores de este
punto de vista como es el caso de Ana Freud y Erick Erickson, quienes también
afirmaban que la adolescencia era un periodo de crisis y disturbio.
Por otro lado, también existieron algunos detractores de esta postura como es el
caso de Margaret Mead (1928, citado por Arnett, 2008), quien en su libro
Adolescencia y cultura en Samoa, refutó la afirmación de Hall de que la tendencia a
la tormenta y estrés en la adolescencia no era algo universal y biológico, al describir
cómo en la cultura samoana la adolescencia no era ni estresante ni caótica. Estudios
realizados en décadas recientes también brindaron apoyo para modificar la visión de
la adolescencia como un periodo conflictivo y de dificultades generalizadas (Arnett,
2008). Coleman (1990, citado por Lerner et al., 2005) utilizando datos de
27
investigaciones precedentes, logró constatar que la psicopatología presente en esta
etapa no era mayor que la de otras etapas del ciclo vital.
No obstante, a pesar de las actuales evidencias empíricas que cuestionan el seguir
considerando solo la imagen dramática y caótica del adolescente, la representación
social predominante en nuestra sociedad sigue manteniendo tintes oscuros. Esto
puede deberse a varias razones: el desfase temporal que existe desde el momento en
que surge una idea hasta que esta llega a popularizarse, problemas que se inician,
pero que no son únicos de la adolescencia (consumo de drogas y problemas
alimenticios) que generan gran preocupación social, o finalmente la creación de la
visión dramática de la adolescencia a causa de los medios de comunicación (Lerner et
al., 2005).
Perinat (2003) nos invita a comprender mejor el fenómeno de la adolescencia en
vista de una reciprocidad de actuación constructiva con los adolescentes. Este merece
una aproximación que abarca el fenómeno biológico (irrupción de la pubertad) y su
variado reconocimiento social (donde participan la etnia, familia, escuela y
amistades). Desde el punto de vista sociológico debemos considerar la organización
familiar, la organización de las instituciones educativas y el modo de producción
económico de cada comunidad para comprender la transición a la edad adulta que se
espera del adolescente.
Específicamente, en las instituciones educativas es necesario revisar las rutinas,
el trato y el control hacia los adolescentes para cumplir la función socializadora e
instruccional que se plantea cada centro, como signos de su concepción del
adolescente/alumno y que va a ser complemento, contraste o continuidad de lo que se
presente en el núcleo familiar (generalmente en un momento ecológico de
redefinición de roles).
La vigencia del abordaje del ser humano y particularmente el adolescente en
forma integral, consiste en entender que el bienestar de una persona abarca varios
dominios, tal como expresa el concepto actual de salud de la Organización Mundial
de la Salud que plantea que la salud es la situación armónica de equilibrio dinámico
(pues se modifica constantemente sin caer en el desequilibrio), e inestable (pues se
suceden situaciones placenteras y displacenteras en las distintas áreas, que van
cambiando aun en un mismo día) de las esferas física, mental, espiritual y social del
ser humano.
Si bien todas las esferas del ser humano: biológica, psicológica, social y
espiritual, son importantes, queremos destacar la importancia otorgada actualmente a
la espiritualidad ya que se entiende el valor de esta (al igual que las otras) en la salud.
Esta nueva postura busca transformar el paradigma actual de salud/enfermedad,
abordando la sanación y el bienestar de forma mucho más integral. La consideración
28
de enseñanzas espirituales que implican autoconocimiento, disciplina personal y
conexión con el entorno en los adolescentes, promueve un trabajo interno. Se
proponen estilos de vida, actitudes y experiencias que conllevan al despertar
espiritual.
El tema de la conciencia sobre sus fortalezas de caráctery el uso de las mismas,
para sus logros personales y para ponerlas al servicio de otros, es de alta relevancia
para el desarrollo pleno en la adolescencia.
Un dato importante es que los adolescentes en América Latina conforman el 30%
de la población total. Para muchos autores y organizaciones internacionales el
comportamiento adolescente sigue constituyendo una preocupación de la salud
pública, por el número creciente de embarazos, por los matrimonios o uniones libres
a temprana edad, por participar en la actividad laboral, por estar involucrados en la
explotación sexual, por razones de abandono familiar, por ser partícipes directos e
indirectos de la violencia y el maltrato en todos sus niveles y por la adquisición de
enfermedades de transmisión sexual como el VIH/Sida, entre otros (Maddaleno,
Morello e Infante-Espínola, 2003; CEPAL y UNICEF, 2007; IIN, 2004; ONU, 2006,
citados por Vinaccia, Quiceno y Moreno, 2007).
Según Cardozo y Alderete (2009) en los últimos años se produjeron avances
importantes en la transformación de los enfoques sobre adolescencia y juventud, entre
ellos, el reconocimiento de que los jóvenes tienen derecho a la ciudadanía y esta se
constituye a partir de ser considerados “sujetos de derechos” con todo lo que ello
implica: la ciudadanía se define en la práctica, en el hacer, en la medida que
contribuye a potenciar el sentimiento de pertenencia. En esta línea de análisis,
Krauskopf (2000) sostiene que la participación juvenil es primordial para el
desarrollo de la resiliencia, al igual que la comprensión de las características de este
fenómeno en las juventudes contemporáneas.
Para Vinaccia, Quiceno y Moreno (2007) los adolescentes latinoamericanos
tienen alta capacidad de resiliencia ya que, desde la más temprana infancia, se ven
enfrentados de alguna manera a situaciones no propias para su edad, con todos los
retos y desafíos personales que esto podría haberles implicado y, paralelamente, con
todos los riesgos para su salud física y mental y no obstante logran rehacer sus vidas
y seguir luchando.
Considerar al adolescente en sus esferas psicológica, social, física y espiritual
aunado a sus capacidades de resiliencia, e interactuar con ellos principalmente desde
la familia y la escuela (ámbitos primarios de socialización), requiere tener un marco
de referencia que nos ayude a promover el bienestar y el desarrollo positivo en esta
etapa del ciclo vital.
29
Características físicas, psicológicas, sociales y espirituales de los
adolescentes
La vigencia del abordaje del ser humano y particularmente del adolescente en forma
integral, consiste en entender que el bienestar de una persona abarca varios dominios
tal como lo expresó la OMS (2014, p. 1) en 1946, cuando definió la salud como el
“estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional social y no
solamente la ausencia de afecciones o enfermedad”. Todas estas esferas: biológica,
psicológica, social y espiritual van a pasar por profundos cambios durante la
adolescencia. A continuación presentamos un compendio de autores que nos permiten
acercarnos al desarrollo de los adolescentes en las diferentes esferas. Haremos un
particular énfasis en la espiritualidad como área de desarrollo en general y en los
adolescentes en particular, por la novedad que representa su abordaje desde la
psicología y el desarrollo humano.
Desarrollo físico
En la pubertad, el cuerpo infantil atraviesa una “revolución biológica” la cual cambia
por completo la anatomía, la fisiología y la apariencia física del adolescente,
capacitando su cuerpo para la futura reproducción. Algunos de los cambios son el
crecimiento físico, aumento de peso, cambios en las proporciones, la maduración de
los órganos sexuales y la aparición de las características primarias y secundarias tanto
en mujeres como varones (Arnett, 2008).
Según Polo (2009) desde el punto de vista fisiológico, la adolescencia nos
recuerda el periodo fetal y los dos primeros años de vida en cuanto a que es un
periodo de cambios biológicos muy rápidos. Sin embargo, el adolescente experimenta
el placer y el dolor de observar el proceso: contempla con sentimientos alternos de
fascinación, deleite y horror el crecimiento de su cuerpo. Sorprendido, avergonzado e
inseguro, se compara sin cesar con otros y revisa su autoimagen. Hombres y mujeres
vigilan con ansiedad su desarrollo –o falta de este– y basan sus juicios lo mismo en
conocimientos que en información errónea. Se comparan con los ideales
predominantes de sexo; de hecho, para ellos es un problema importantísimo tratar de
conciliar las diferencias entre lo real y lo ideal. Su ajuste dependerá en gran medida
de cómo reaccionan los progenitores ante los cambios físicos de su hijo. Estos
cambios biológicos pueden resultar confusos e incómodos tanto para el/la adolescente
como para las personas que lo rodean (Valero, 2010, citado por Polo, 2009).
Ambos sexos presentan gran variabilidad en el periodo en que aparecen los
cambios hormonales asociados con el comienzo de la adolescencia. Como veremos
30
más adelante, hay niños “de maduración temprana” y “de maduración tardía”, y el
momento que se da la maduración influye mucho en el ajuste. Las hormonas
“masculinas” y “femeninas” se encuentran en ambos sexos, pero los varones
empiezan a producir mayor cantidad de andrógenos –la más importante es la
testosterona– y las mujeres mayor número de estrógenos y de progesterona, Tanner
(1978).
Cada hormona influye en un grupo específico de objetivos o receptores. Así, la
secreción de testosterona produce el crecimiento del pene, el ensanchamiento de los
hombros y la aparición de vello en la zona genital y en la cara. Por la acción del
estrógeno, el útero y los senos crecen y las caderas se ensanchan. Las células
receptoras son sensibles a cantidades muy pequeñas de las hormonas apropiadas, aún
cuando se encuentren en concentraciones como la de una pizca de azúcar disuelta en
una alberca, Tanner (1978).
Las glándulas endocrinas segregan un equilibrio delicado y complejo de
hormonas. Mantener el balance es función de dos áreas del cerebro: el hipotálamo y
la hipófisis. El hipotálamo es la parte del cerebro que da inicio al crecimiento y, con
el tiempo, a la capacidad reproductora durante la adolescencia. La hipófisis, situada
por debajo del cerebro, segrega varias clases de hormonas, entre ellas la del
crecimiento –que regula el crecimiento global del cuerpo– y también algunas
hormonas tróficas secundarias. Estas últimas estimulan y regulan el funcionamiento
de otras glándulas, entre ellas las sexuales: los testículos en el varón y los ovarios en
la mujer. En el hombre, las glándulas sexuales secretan andrógenos y producen
espermatozoides; en la mujer, secretan estrógenos y controlan la ovulación. Las
hormonas segregadas por la hipófisis y por las glándulas sexuales tienen efectos
emocionales y físicos en el adolescente, aunque los primeros no son siempre tan
profundos.
La pubertad es la obtención de la madurez sexual y la capacidad de procrear. En
las mujeres, su inicio se caracteriza por el primer periodo menstrual, o menarquia,
aunque, contrario a la opinión popular, la primera ovulación puede ocurrir al menos
un año más tarde. En los hombres se caracteriza por la emisión de semen que
contiene espermatozoides viables, (Tanner, 1978).
En otros tiempos la pubertad se presentaba más tarde. Por ejemplo, en la década
de 1880 la edad promedio era de 15 años y medio para las mujeres, y la transición
sexual de la adolescencia a la adultez se daba poco después.
En Estados Unidos y en otras naciones industrializadas, hoy suele transcurrir un
intervalo de varios años entre la obtención de la madurez biológica y la transición
social a la adultez.
31
Las neurociencias y el cerebro adolescente
Los aportes de las neurociencias resultan muy significativos para explicar el
repertorio conductual de los adolescentes y generar estrategias de acompañamiento y
apoyo más efectivas en este periodo característico del ciclo vital, con un juicio menoscrítico y más comprensivo hacia ellos.
Según Almario (2016), citando los últimos estudios del National Institute of
Health, en la última década se ha producido gran cantidad de información sobre el
desarrollo, sus hallazgos son muy significativos en cuanto a que nuestros cerebros
tardan mucho más tiempo en desarrollarse de lo que se creía, culminando el proceso
alrededor de los 23 años. Estos descubrimientos otorgan un valor relevante a la
adolescencia y la juventud temprana; el cerebro inicia su maduración desde la parte
posterior y continúa paulatinamente hacia la zona frontal, desde las funciones más
básicas hasta las funciones más avanzadas como la ideación, el raciocinio, la
voluntad. El proceso de sinapsis juega un rol protagónico debido a que las
mayormente utilizadas, crean conexiones cada vez más fuertes y las menos utilizadas
empiezan a marchitarse, fenómeno conocido como poda neuronal. A su vez el cuerpo
calloso, estructura que comunica el hemisferio izquierdo y el derecho, se fortalece. El
hipocampo, depósito de memoria, establece vínculos cada vez más fuertes con la
corteza prefrontal facilitando la integración de experiencias previas a los nuevos
retos. Esta característica biológica hace que la infancia, adolescencia y juventud
temprana sean periodos ideales para la exploración aprovechando la curiosidad y
energía que los caracteriza, y a la vez el momento del aprendizaje y la ejercitación,
para el logro de capacidades que se mantendrán a lo largo de la vida.
Almario (2016) concluye que los nuevos aportes de las neurociencias permiten
señalar que el cerebro de los adolescentes es un cerebro en pleno desarrollo que, por
un lado, no tiene todas las funciones desarrolladas y por eso actúa en forma
desadaptada o incompleta; y por el otro, y desde una mirada positiva, el cerebro
adolescente es perfecto para las exigencias que implica la independencia y la
exploración que demanda socialmente este periodo vital de transición hacia la
adultez. Citando a Steinberg y Casey (2005) y sus hallazgos sobre el cerebro
adolescente señala que si la adolescencia fuese un manojo de rasgos disfuncionales
(torpeza, prisa, etc.) cómo es que logramos sobrevivir y no extinguirnos. Cierra
planteando que esos no son los únicos, ni los rasgos de los adolescentes que más
resaltan, pero si los que más molestan a los adultos.
Apoyando también estos planteamientos, Moratalla (2011) nos confirma que las
investigaciones apoyadas en imágenes han permitido verificar la actividad del cerebro
a medida que se experimentan diversas situaciones y experiencias, pudiendo llegar a
32
los hallazgos que se describen a continuación:
El cerebro alcanza su máximo tamaño al final de la infancia, luego continúa
transformándose a nivel de estructura gracias al proceso de maduración que va
ocurriendo por áreas, siguiendo un proceso ordenado que comienza a nivel de la
nuca, desde el tallo cerebral y va avanzando hacia la frente, hasta la corteza
prefrontal.
Físicamente, en principio el cerebro está formado solo por materia gris, a medida
que madura va convirtiéndose en materia blanca, gracias a un proceso de
mielinización.
Durante la adolescencia el cerebro se reordena, unas áreas crecen y se
desarrollan, otras se reducen mediante una especie de poda natural de las
ramificaciones que eliminan lo superfluo, y otras se reorganizan a medida que ocurre
el proceso de mielinización. Esto indica la existencia de plasticidad cerebral durante
esta etapa del ciclo vital y no solo durante la niñez. Es así como entre los ocho y los
18 años la sustancia gris se va convirtiendo progresivamente en sustancia blanca
como un patrón universal de desarrollo arquitectónico y funcional. Al mismo tiempo
se perfeccionan las facultades cognitivas.
La última zona en madurar es la corteza prefrontal, implicada en el control de los
impulsos, el juicio y la toma de decisiones. Según los resultados de estas
investigaciones, se evidencian diferencias de acuerdo al género, explicadas por las
hormonas de la pubertad que se producen en edades y concentraciones diferentes, así
como en distintas formas: cíclica en las mujeres y contínua en los varones, lo que
origina que en las mujeres maduren más rápidamente las regiones de la corteza
prefrontal que procesan el lenguaje, el control del riesgo, la agresividad y la
impulsividad, que en el caso de los varones. De esta manera se evidencia, a nivel de
imágenes, la rápida evolución a la que está sujeto para permitir el paso del cerebro
infantil al cerebro joven, lo que conlleva cambios a nivel socio-emocional y
cognitivo.
En esta etapa del ciclo vital se produce la transición desde la dependencia del
núcleo familiar hacia la independencia, a través de las relaciones interpersonales y
sociales. Se altera el mundo afectivo personal, es una etapa en la que los sistemas que
integran las emociones en las decisiones aún están madurando, lo cual explica
algunas conductas impulsivas y de toma de riesgo de los adolescentes.
Además, se establecen los circuitos que permiten la memoria autobiográfica, que
resulta fundamental para la construcción de la propia identidad y los lleva a la
búsqueda de: ¿quién soy? ¿cómo soy?, siendo sensibles a los matices emocionales de
aprobación, aceptación o rechazo, especialmente de sus pares.
Lo vivido y también lo conocido, van configurando la memoria propia, la
33
autobiográfica. Los recuerdos positivos resisten mejor el paso del tiempo y participan
intensamente en la construcción de la personalidad ya que nos apoyamos en ellos
para tejer nuestra identidad, y para definir la coherencia de lo que elegimos y a lo que
aspiramos (Moratalla, 2011).
En las mujeres, los conflictos de relación son generadores de estrés, el cual drena
en largas conversaciones entre amigas con las que comparten su intimidad, activando
la liberación de dopamina (hormona de la felicidad) y de oxitocina (hormona de la
confianza). Por su parte, los varones muestran menos interés por el trato social,
reduciéndolo a los deportes y al sexo. Estos se muestran competitivos y
autosuficientes, apareciendo en ocasiones ciertas conductas temerarias con más
expectativas en los beneficios que en los riesgos (Polo, 2009).
La plasticidad cerebral permite que la educación y las propias experiencias
influyan, moldeen y regulen la conducta adolescente. De esta manera lo plantean los
investigadores de la Universidad de Navarra cuando afirman que las experiencias de
exploración que brindemos a los adolescentes son fundamentales, porque la onda de
maduración puede seguir su dirección y ritmo natural o cambiar al recibir el impacto
de las experiencias con diferentes personas, situaciones y conductas atípicas.
Desarrollo cognitivo
En cuanto al desarrollo cognitivo del adolescente, la teoría más influyente fue la de
Jean Piaget (1896-1980). Piaget (1972) describió cuatro estadios por los que pasa el
pensamiento de los niños y adolescentes mientras crecen: a) sensoriomotor, b)
preoperacional, c) operaciones concretas, y d) operaciones formales. Los adolescentes
se encuentran en estadio de operaciones formales, el cual empieza alrededor de los 11
años y culmina entre los 15 y los 20 años. En esta etapa el razonamiento es más
abstracto que en las etapas anteriores y se fundamenta sobre la lógica formal. Los
jóvenes son capaces de generar hipótesis múltiples y proposiciones abstractas; su
pensamiento es más complejo y pueden pensar acerca de sus propios pensamientos
(metacognición) (Arnett, 2008; Furnham, 2012).
Durante el pensamiento formal, modalidad de procesamiento intelectual
abstracta, especulativa e independiente del ambiente y de las circunstancias
inmediatas, se consideran las posibilidades y se compara la realidad con cosas que
pudieran ser o no. A diferencia de los niños que se contentan con hechos concretos y
observables, el adolescente muestra una inclinación creciente a considerar todo como
mera variación de lo que podría ser. El pensamiento de las operaciones formales
exige la capacidad de formular, probar y evaluar hipótesis.Requiere manipular no
solo lo conocido y verificable, también las cosas contrarias a los hechos (Polo, 2009).
34
Los adolescentes muestran asimismo una capacidad cada día mayor para planear
y prever. El pensamiento operacional formal puede entonces definirse como un
proceso de segundo orden. Si bien el pensamiento de primer orden consiste en
descubrir y examinar las relaciones entre objetos, el de segundo orden consiste en
reflexionar sobre nuestros pensamientos, buscar los nexos entre las relaciones y
transitar entre la realidad y la posibilidad.
Existen tres cualidades notables del pensamiento del adolescente (Polo, 2009):
La capacidad de combinar las variables relevantes para hallar la solución de un
problema.
La capacidad de proponer conjeturas sobre el efecto que una variable tendrá sobre
otra.
La capacidad de combinar y separar las variables en forma hipotético-deductiva.
En general se acepta que no todos los individuos logran dominar el pensamiento
operacional formal. Mas aún, los adolescentes y los adultos que lo alcanzan no
siempre lo utilizan de manera constante. Por ejemplo, en situaciones nuevas y ante
problemas desconocidos la gente tiende a retroceder a un razonamiento más concreto.
Al parecer es indispensable cierto grado de inteligencia para el pensamiento de las
operaciones formales. Intervienen, además, los factores culturales y socioeconómicos,
en especial la escolaridad. La observación de que no todos dominan el pensamiento
operacional formal ha llevado a algunos psicólogos a proponer que se le considere
una extensión de las operaciones concretas más que una etapa independiente. Piaget
(1972) incluso admitió la posibilidad de que así fuera. No obstante, insistió en que los
elementos de este tipo de pensamiento son imprescindibles para estudiar ciencias y
matemáticas avanzadas.
No todos los teóricos del desarrollo aceptan la idea piagetana de cambios
cualitativos drásticos en la capacidad cognoscitiva. Algunos afirman que la transición
es mucho más gradual, con fluctuaciones entre el pensamiento de las operaciones
formales y otras modalidades cognoscitivas anteriores.
El desarrollo cognoscitivo es un proceso contínuo y es posible que incluso los
niños pequeños posean habilidades operacionales formales latentes. Algunos niños
pueden manejar el pensamiento abstracto. Es factible que el mejor dominio de las
habilidades lingüísticas y la mayor experiencia con el mundo expliquen la aparición
de estas capacidades en el adolescente y no las nuevas habilidades cognoscitivas
(Polo, 2009).
Un aspecto importante del pensamiento de las operaciones formales es la
capacidad para analizar los procesos del pensamiento propios. Los adolescentes lo
hacen con mucha frecuencia; además de conocerse a sí mismos, conocen a los demás.
35
Al tomar en cuenta la idea de los otros, en combinación con la inquietud de los
adolescentes por su propia “metamorfosis”, se origina una clase especial de
egocentrismo. Suponen que los demás están tan fascinados con su personalidad como
ellos. A veces, no distinguen sus preocupaciones de las de los otros. Tienden pues, a
sacar conclusiones precipitadas sobre las reacciones de quienes los rodean y a
suponer que adoptaran la misma actitud de complacencia o de crítica que ellos.
En suma, la adolescencia a veces es una experiencia intelectualmente
intoxicadora. El adolescente dirige hacia su interior los nuevos poderes del
pensamiento para examinar mejor su yo y también hacia un mundo exterior que de
repente se ha vuelto mucho más complicado (Polo, 2009).
La adolescencia además, es el momento clave de desarrollo de la metacognición
(reflexión sobre los procesos cognitivos íntimos), la diversidad de facetas de la
inteligencia planteadas por Gardner (inteligencias múltiples) y Goleman (inteligencia
emocional) y la presencia de lo narrativo como elemento primordial de expresión de
las cogniciones. Una de las tareas del adolescente, o por lo menos eso pensamos los
testarudos adultos, es aprender a seleccionar (Perinat, 2003). Este elemento reviste
una consideración especial en la socialización y debe ser “aprovechado” por padres y
docentes para generar profusas disertaciones que expandan esa capacidad y los hagan
a ellos y a los adultos que los rodean más tolerantes y compasivos hacia el mundo y
hacia sí mismos.
Confirmando estos hallazgos, Polo (2009) señala que durante la adolescencia hay
una expansión de la capacidad y el estilo de pensamiento que aumenta la conciencia
del individuo, su imaginación, su juicio e intuición. Estas mejores habilidades
conducen a una rápida acumulación de conocimientos que extienden el rango de
problemas y cuestiones que enriquecen y complican su vida. En esta etapa, el
desarrollo cognoscitivo se caracteriza por un pensamiento abstracto y el uso de la
metacognición. Ambos aspectos ejercen un profundo influjo en el alcance y el
contenido de los pensamientos del adolescente y en su capacidad para emitir juicios
morales.
Por su parte Arnett (2008) señala que a medida que los niños crecen y alcanzan
niveles cognitivos superiores, adquieren la capacidad de razonar de manera más
compleja sobre temas morales. Aumentan sus tendencias hacia la empatía y el
altruismo. Son capaces de asumir la perspectiva de otra persona, resolver problemas
sociales, lidiar con relaciones interpersonales y verse a sí mismos como seres
sociales.
Desarrollo moral
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Según Polo (2009) conforme avanza hacia la adultez, el adolescente se ve obligado a
enfrentar algunos aspectos de la moral que no había encontrado antes. Ahora que
puede tener relaciones sexuales, por ejemplo, deberá decidir lo que significa el sexo
para él y cuándo y con quién tendrá relaciones. Debe evaluar las conductas y las
actitudes de compañeros que posiblemente consuman drogas o formen parte de
pandillas. Deberá decidir si se esforzará por tener un buen aprovechamiento
académico, si acepta integrarse a una sociedad para la cual el éxito equivale a riqueza
y poder, si la religión será o no importante para él. En consecuencia, el adolescente
comienza a examinar las cuestiones más generales que definirán su vida como adulto.
Algunas de sus decisiones, entre estas las que conciernen al sexo, tiene consecuencias
complejas e incluso pueden poner en peligro su vida. Por lo visto, lleva tiempo
desarrollar la capacidad para emitir un juicio moral respecto de las conductas que
ponen en peligro la vida.
El pensamiento del adolescente cambia dentro del contexto de su incipiente
sentido moral. Están motivados a evitar el castigo, orientarse a la obediencia y
respetar los estereotipos éticos convencionales. En situaciones ordinarias, pueden
permanecer toda la vida en este nivel de “ley y orden”, sobre todo si no tiene motivo
alguno para ir más allá; en muchas situaciones de la vida cotidiana, este nivel de
pensamiento funciona siempre y cuando evite problemas en la sociedad. Tal vez
nunca lleguen a las etapas finales del desarrollo moral, en las cuales se piensa que la
moral se basa en un contrato social y en principios éticos personales.
¿Puede aprenderse el pensamiento moral más avanzado?
Kohlberg y otros, establecieron un curso experimental de formación moral para
niños y adolescentes de diversas clases sociales. Los resultados, aun tratándose de
delincuentes juveniles, indican que es posible enseñar, en efecto, niveles más
elevados de juicio moral.
Lawrence Kohlberg (1958-1992) describió tres niveles del razonamiento moral
estrechamente vinculados con la teoría piagetiana: a) nivel I: moral preconvencional,
b) nivel II: moral convencional, y c) nivel III: moral posconvencional. Estos niveles
están compuestos por dos estadios por nivel, siendo el estadio superior la
representación de un nivel de complejidad mayor. En la adolescencia se espera que
los jóvenes hayan alcanzado el nivel II, moral convencional (estadios 3 y 4), en el
cual las personas han internalizado las normas de las figuras de autoridad. A su vez,
en este nivel las personas se preocupan por la aprobación social, por lasautoridades y
por el bienestar de los otros y la sociedad (Papalia, Olds y Feldman, 2009).
Sin embargo, no es del todo claro que los juicios morales de nivel elevado
favorezcan una conducta moral superior; hasta ahora se han efectuado muy pocas
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investigaciones sobre la relación entre ambos.
Desarrollo de autoestima y concepto de sí mismo
De acuerdo con Harrocks (1993, citado por Vásquez, 2008, p. 26) “la actividad
principal y más importante de la adolescencia es construir, reconstruir e integrar un
conjunto de conceptos de sí mismo”. La familia, el docente, la escuela y la
comunidad son factores que juegan un papel importante en la construcción de ese
concepto de sí mismo y de la autoestima (Marcano, 1989, citado por Vásquez, 2008).
Según Polo (2009) el adolescente se sirve del conflicto y la rebeldía para alcanzar
la autonomía y la independencia de sus padres. Desde mediados de los sesenta, sobre
todo, los medios masivos se han concentrado en la “brecha generacional”, y en los
turbulentos conflictos entre padres e hijos. Las historias basadas en este tema pueden
ser dramáticas e interesantes, pero no se dispone de suficientes pruebas que las
respalden. Aunque la distancia emocional entre el adolescente y sus padres suele
aumentar durante la adolescencia temprana, esta tendencia no por fuerza genera
rebeldía ni rechazo de los valores familiares.
Es necesario considerar las definiciones de la autonomía que recalcan la libertad
de la influencia de los padres. La independencia ha de tener en cuenta el influjo
permanente que ellos ejercen durante la adolescencia y después de esta. John Hill
(1987, citado por Polo, 2009) propone un método interesante para estudiar la
búsqueda de independencia en esta etapa. Considera que la autonomía debería
definirse como autorregulación. La independencia implica la capacidad de hacer
juicios por uno mismo y regular la conducta personal, lo cual se refleja en
expresiones como “Piensa por ti mismo”. Muchos adolescentes aprenden a hacerlo.
Reconsideran las reglas, los valores y los límites que experimentaron de niños en la
casa y en la escuela. Algunas veces encuentran mucha resistencia en sus padres, y
esto puede producir conflictos. Pero por lo regular sus progenitores resuelven el
proceso junto con ellos, disminuyendo en lo posible las áreas de conflicto y
ayudándoles a aprender un pensamiento independiente y una conducta
autorreguladora, Hill (1987, citado por Polo, 2009).
Convertirse en adulto es, desde luego, una transformación gradual. Exige ser al
mismo tiempo independiente e interdependiente (dependencia recíproca). Las
relaciones sociales son interdependientes como se observa, por ejemplo, en el lugar
de trabajo. Los jefes necesitan a sus subalternos para producir y los subalternos a sus
jefes para que administren la empresa. En conclusión, la interdependencia supone
compromisos a largo plazo y apegos interpersonales, Gilligan (1985).
Cuando se habla de autoestima, nos referimos al sentido general de valía o amor
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que tiene una persona hacia sí misma; la autoestima es un concepto distinto del
autoconcepto, la autoimagen y el autoconocimiento, los cuales en ocasiones pueden
ser confundidos entre sí (Vásquez, 2008).
Por su parte, (Shaffer y Kipp, 2007) consideran la autoestima como el juicio
valorativo del autoconcepto, los adolescentes tienden a centrarse cada vez más en
torno a sus relaciones interpersonales, valorándolas dentro de distintos contextos o
dominios (con los padres, maestros y pares) que para unos pueden resultar más
importantes que para otros en la percepción de la autoestima global.
Estudios longitudinales en adolescentes arrojaron que la autoestima tiende a
disminuirse en la adolescencia temprana y aumenta en la adolescencia tardía y en la
adultez emergente. Así mismo, otros estudios concluyeron que en la adolescencia, las
jóvenes tienden a enfatizar la apariencia como la base de la autoestima, en
comparación con los muchachos (Arnett, 2008).
Para Erickson (1968, citado por Arnett, 2008, p. 515) la identidad es un
“concepto coherente del yo formado por metas, valores y creencias con los cuales la
persona está sólidamente comprometida”. El mismo autor plantea que el problema o
la “crisis” central en la adolescencia es la identidad frente a la confusión de la
identidad. La resolución saludable de este problema consiste en que el adolescente
establezca en un sentido claro, quién es él/ella y cuál es el lugar que ocupa en el
mundo. Por otro lado, el camino menos saludable es aquel en el que el adolescente no
es capaz de formar una identidad estable y segura (Erickson, 1974). El quinto estadio
de los ocho en los que Erikson divide el desarrollo psicosocial, coincide
aproximadamente con la adolescencia, una etapa en la que el individuo se mueve
entre dos polos: identidad vs. confusión de la identidad, mientras trata de definir
quién es, cómo es y hacia dónde va.
Para poder responder a todas las interrogantes que se plantea el/la adolescente
sobre su identidad y el rol que debe cumplir, son tres los aspectos fundamentales que
lo ayudaran: el aspecto vocacional, el sexual y el ideológico (Cifuentes, 2004). Otros
autores contemplan estas tres y otras más. La identidad vocacional contempla todo
aquello que tiene que ver con la elección laboral de la persona, la identidad religiosa,
asociada con las creencias espirituales, la identidad sexual, a la inclinación
heterosexual, homosexual o bisexual; la identidad de género, referida al grado de
femineidad o masculinidad de la persona, identidad cultural, al grado de afinidad con
su herencia cultural e identidad física, asociada con la imagen corporal del individuo.
Por su parte, Kail y Cavanaugh (2006) plantean que los adolescentes en búsqueda
de su identidad manifiestan varias características específicas de pensamiento, como lo
son: Audiencia imaginaria fenómeno que los hace creer que están siempre siendo
observados por sus compañeros; Egocentrismo o ensimismamiento, lo que los
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mantiene absortos en sus pensamientos y sentimientos, y los hace crear su propia
Fábula Personal, que no es más que el convencimiento de que sus experiencias y
sentimientos son únicos y singulares. Tal característica favorece una Ilusión de
Invulnerabilidad, es decir, la seguridad de que las desgracias o accidentes solo pueden
ocurrirle a otros.
La fantasía del expósito se relaciona con la fábula personal. Los adolescentes
están convencidos de que sus padres tienen muchas deficiencias. No aciertan a
imaginar como dos personas tan comunes y limitadas pudieron haber procreado una
persona tan sensible y especial: a “mi”. Como esto no es posible desde luego, el
adolescente debe ser un hijo adoptivo o expósito. Pero por fortuna, el egocentrismo
normalmente empieza a desaparecer entre los 15 y los 16 años, a medida que se dan
cuenta de que la gente no le presta mucha atención y que también ellos están sujetos a
las leyes naturales como cualquier otra persona (Polo, 2009).
Estas características del pensamiento van de la mano con los hallazgos de las
neurociencias y explican la importancia que representa para los jóvenes las relaciones
sociales, así como las dificultades para controlar la impulsividad y medir las
consecuencias de sus actos; siendo un periodo del ciclo vital en el que son señalados
de “inmaduros”, sin ver el lado positivo que los acompaña y el potencial que existe
para moldear y regular su conducta, favoreciendo el desarrollo de su identidad gracias
a la demostrada plasticidad cerebral, que promete grandes posibilidades bajo las
influencias de un entorno nutritivo, enriquecedor y protector (Kail y Cavanaugh,
2006).
El adolescente y la trascendencia
Suárez (2013) nos plantea que espiritualidad y religión son términos que a menudo
han sido usados de manera intercambiable, ambos son conceptos distintos, aunque
estrechamente relacionados. Existe relación entre ambas, que puede señalarse
distinguiendo que la religión fluye de la espiritualidad y expresa una realidad
subjetiva interna, corporal,

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