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EUNSa Editorial de la Universidad Nacional de Salta El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas Análisis de las condiciones académico-institucionales Constanza Ruiz-Danegger EUNSa Editorial de la Universidad Nacional de Salta El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas Análisis de las condiciones académico-institucionales Constanza Ruiz-Danegger El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas EUNSa Editorial de la Universidad Nacional de Salta El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas: Análisis de las condiciones académico-institucionales Constanza Ruiz-Danegger Prólogo de María Clotilde Yapur Fecha de catalogación: 05/06/2007 El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas: Analisis de las condiciones academico-institucionales. by Constanza Ruiz-Danegger © Universidad Nacional de Salta Buenos Aires 177, 4400 Salta Capital, Argentina Tel. 54 + 387-4325745/749 – Fax 54 + 387-4325745 seu@unsa.edu.ar www.editorial.unsa.edu.ar EUNSa - Editorial de la Universidad Nacional de Salta Dirección: Sergio Carbajal, Secretario de Extensión Universitaria (a cargo). Coordinación: Rodolfo Rohrberg. Registro: Oscar Darío Barrios. Primera edición: Junio de 2007. Cubierta: Adrián Rodríguez. Ilustración de la cubierta: Anotaciones originales de G. N. Lewis relativas a la teoría electrónica del enlace químico. ISBN 978-987-9381-89-2 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Autora y editor agradecen el respeto a la propiedad intelectual. Ruiz-Danegger, Constanza El primer año en una Facultad de Ciencias Químicas: Análisis de las condiciones académico-institucionales — 1ª edición. Salta: Universidad Nacional de Salta, 2007. Internet. ISBN 978-987-9381-89-2 1. Educación Superior. I. Título CDD 378 A mi madre y a mi padre Indice Prólogo .............................................................................................................................. xiii Introducción ................................................................................................................... xix Primera parte: Planteo del problema y metodología ................................................3 Capítulo 1: Condiciones académico-institucionales y primer año universita- rio .......................................................................................................................................... 5 El modelo ecológico de investigación didáctica, 10. La naturaleza del aula, 11. Tareas académicas, 12. Actividad, 16. Demandas de aprendizaje, 17. Los formatos de tareas académicas como analizadores de lo tradicional, 19. Las funciones que se asigna al primer año universitario, 22. Capítulo 2: Enfoque y metodología .......................................................................... 27 Enfoque interpretativo y modelo ecológico de investigación didáctica, 28. Metodología, 32. Diseño, 32. Flexibilidad y toma de decisiones, 33. Muestreo, 36. Recolección de datos, 37. Observación participante, 37. Observación no participante, 41. Entrevistas en profundidad, 42. Tipos de material empírico recolectado, 44. Análisis de datos y triangulación, 46. Segunda parte: �a�� �ondi�ione�� a�ad�mi�o�in��titu�ionale�� y lo�� e��tudiante�� de�a�� �ondi�ione�� a�ad�mi�o�in��titu�ionale�� y lo�� e��tudiante�� de primer año ...............................................................................................................................53 Capítulo 3: Tradiciones académicas y formatos .................................................. 55 Las tradiciones académicas de la enseñanza universitaria, 55. Los actores y los escenarios, 61. Los alumnos, 61. Los docentes, 61. Los escenarios, 62. Las condiciones académico-institucionales y la organización de las tareas académicas, 63. El cronograma como analizador de lo cotidiano, 64. Los formatos de estructuras de tareas académicas tradicionales, 69. Una interpretación sobre las valoraciones implícitas de la institución respecto a los formatos de tareas académicas, 70. Homogeneización, 70. Fragmentación, 71. Linealidad, 74. No se recapitula, 75. Premura, 75. Capítulo 4: El contrato con la institución, las expectativas de los ingresantes y la adaptación ................................................................................................................ 79 Contrato(s) y responsabilidad(es), 79. Expectativas e imágenes de los ingresantes 88. La adaptación a la institución, 91. Ter�era parte: �a�� per��pe�ti�a�� de lo�� e��tudiante�� y lo�� �ormato�� de tarea���a�� per��pe�ti�a�� de lo�� e��tudiante�� y lo�� �ormato�� de tarea�� a�ad�mi�a�� .............................................................................................................................99 Capítulo 5: Estudiantes y perspectivas ..................................................................101 Los guiones y la comprensión situacional, 101. Tipos de alumnos y perfiles de actuación académica (y para-académica), 103. Objetivos de los estudiantes, 105. Dedicación, 106. “Base”, 107. Los alumnos óptimos, 107. Los alumnos constantes, 113, Los alumnos inconstantes, 120. Los alumnos inconstantes preocupados, 121. Los alumnos inconstantes despreocupados, 127. Algunas conclusiones, 129. Capítulo 6: Los formatos de tareas académicas y la teoría .............................133 La clase teórica como formato de tareas académicas, 133. Patrones de distribución de los participantes, 135. Recursos y fuentes de información, 141. Roles y responsabilidades, 144. Reglas de propiedad, 151. Capítulo 7: Los formatos de tareas académicas y la práctica ........................157 “Resolución de problemas”, 158. Las clases teórico-prácticas, 159. Las clases prácticas de problemas, 163. Experimentación, 167. Las clases prácticas de laboratorio, 167. Capítulo 8: Las clases de apoyo como condiciones académico-instituciona- les ........................................................................................................................................183 Los horarios de consulta, 183. Las clases de los profesores particulares, 191. Conclusiones ...................................................................................................................213 a) Condiciones y valoraciones académico-institucionales, 213. Los formatos de tareas académicas, 213. El cronograma, 215. b) Las perspectivas de los estudiantes, 217. Sobre la importancia relativa de las clases y de los contenidos, 217. Sobre los docentes, 219. c) Contrato de estudios, 220. Supuestos sobre las responsabilidades de los estudiantes, 220. Autocontrato de estudios, 220. Renegociaciones de los contratos, 221. d) El primer año como un largo examen de ingreso, 221. Nivelar vs. seleccionar, 222. La aparición de contextos para-académicos de enseñanza y aprendizaje, 223. Responsabilidades institucionales, 224. Referencias bibliográficas ...........................................................................................227 Con el retorno al estado de derecho a fines de1983, las universi- dades públicas argentinas son conmovidas por intensos procesos de cambio. Se pueden distinguir al menos dos períodos: uno, entre 1984 y 1994 y otro, entre 1995 hasta el presente. De suyo, el fun- cionamiento republicano de las instituciones implica una activa movilización tanto en el interior como en el contexto con el que interactúan las universidades. La primera etapa postdictadura está signada por el funciona- miento institucional y por la imperiosa necesidad de actualizar las estructuras. Una de las novedades es instalar los estudios de posgrado, en ese momento denominado cuarto nivel como conti- nuidad del tercero –el universitario. También se difunde un nuevo discurso que enfatiza la evaluación y la calidad. Simultáneamen- te se gestionan préstamos internacionales destinados específica- mente a la mejora de las universidades. Un proyecto financiado por el Banco Mundialque se considera emblemático es el cono- cido como 06 (Arg\BIRF\ PNUD\1993), que trata precisamente de instalar la evaluación como estrategia de mejoramiento de la cali- dad universitaria. La evaluación constituye el tema principal al final de los ochen- ta y comienzo de los noventa. El título de un conocido artículo de Sonia Álvarez, “Combates y debates sobre la evaluación de la ca- Prólogo P ró logo xiv lidad en la Argentina”1, refleja el tono y el color de la movilización política y académica en el interior de las universidades. El segundo período se inicia en 1995 cuando se sanciona la Ley de Educación Superior Nº 24.521, cuyos rasgos principales, entre otros, son la presentación de la educación superior con dos moda- lidades, la educación superior no universitaria y la universitaria, así como las diversas gestiones: nacional, provincial y privada. Se trata de una ley reglamentarista que define el marco normativo de la educación superior en la Argentina. Nos interesa destacar la Sección 3, Evaluación y Acreditación, en cuyo articulado se esta- blece la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acredi- tación Universitaria (CONEAU). En la Universidad Nacional de Tucumán se registra el mismo proceso previo descrito brevemente. En diciembre de 1995 se reforma el Estatuto Universitario a los efectos de adecuarlo a la Ley 24.521, y en el mismo mes el Honorable Consejo Superior de- signa una comisión especial responsable del diseño del proceso de evaluación institucional interno, establecido en el Art. 44 de la mencionada ley. Creemos importante citar parcialmente di- cho artículo: “las instituciones universitarias deberán asegurar el funcionamiento de instancias internas de evaluación institucio- nal, que tendrán por objeto analizar los logros y dificultades en el cumplimiento de sus funciones, así como sugerir medidas para su mejoramiento”. Podemos afirmar que este marco es propicio para generar estudios que tengan a la universidad como su objeto. La evaluación conlleva un tipo de investigación educativa destinada a la toma de decisiones. En este ambiente y clima universitarios se ubica el trabajo de Constanza Ruiz-Danegger. En efecto, la investigación titulada “El primer año en una Facultad de Ciencias: Análisis de las condicio- nes académico-institucionales” se gesta por esos años, durante los cuales la indagación acerca de la institución, de su organización, del rendimiento, de la oferta, del financiamiento, constituyen pro- pósitos cruciales en vista de la autoevaluación institucional. 1. S. Álvarez (1996). Combates y debates sobre la evaluación de la calidad en la Argentina. En: Pensamiento Universitario, 4(4/5), 3-17. P ró logo xv El tema de la investigación —las condiciones académico-ins- titucionales del primer año— menciona un problema crónico de nuestras universidades, el referido al desgranamiento y al rendi- miento de ese año de estudio. La oportunidad y pertinencia de la tesis de maestría es evidente. Es importante tener presente que los estudios e investigaciones sobre la universidad no son frecuentes en los noventa. La propor- ción de los proyectos y programas de investigación referidos a la universidad es muy baja en los comienzos de la década pasada. No se pierda de vista que los eventos académicos en torno a este tema comienzan a desarrollarse lentamente. El Primer Encuentro Interuniversitario sobre Evaluación de Calidad se realiza en 1991, sede Universidad Nacional de Salta. Los encuentros continúan en 1992 y 1993, y las reuniones se suceden con frecuencia. Los en- cuentros sobre La universidad como objeto de investigación, organi- zados originariamente por la Universidad de Buenos Aires y luego por distintas universidades nacionales, van a constituir el espacio necesario para el debate de trabajos y ponencias. En suma, la in- vestigación educativa en la universidad está legitimada por la eva- luación institucional y por la formulación de políticas de mejora. Desde el campo de las Ciencias de la Educación, el retorno a la democracia implica una activa actualización disciplinaria. La discusión teórica y epistemológica está en el orden del día. Los paradigmas de la investigación educativa, especialemente en los campos de la Didáctica y el currículo, integran la agenda de las décadas finiseculares. En esa atmósfera de fuerte perfeccionamiento, a través de los circuitos de formación de posgrado y de diseño de proyectos de in- vestigación, se difunden los paradigmas, perspectivas o lógicas de investigación que incluyen lo cualitativo en sus múltiples varian- tes: estudios etnográficos, estudio de casos, enfoques históricos y de la vida cotidiana, observaciones y entrevistas en profundidad. La difusión de estas nuevas tendencias impacta fuertemente el discurso académico y amplía la empiria. En ese horizonte se dibu- ja el aula, en particular el aula universitaria. P ró logo xvi El trabajo de Constanza Ruiz-Danegger encara el estudio del aula universitaria; ella actúa como observadora participante. El ingreso a ese campo no es fácil. Los profesores pueden sentirse controlados y evaluados, pero no es sobre ellos donde se detiene la mirada. La intención de la investigadora es indagar la perspec- tiva de los estudiantes, intentar develar esa perspectiva sobre el supuesto de que el/la alumno/a es interpretativo. La opción me- todológica la lleva a ingresar plenamente en el aula. En efecto, su rol es de observadora participante. Actúa como una alumna de primer año, acompañando todas las actividades establecidas for- mal e implícitamente a los estudiantes. La metodología escogida por la tesista es típicamente cualitativa, en particular etnográfica clásica. En sus propias palabras: “se intentó reconstruir las inter- pretaciones de los actores que configuran las percepciones y sus actuaciones, articulándolas en una teoría plausible de ser contras- tada de múltiples modos y a partir de allí reconocer los patrones de conducta de los participantes”. El trabajo investigativo es minucioso y los interrogantes o hipó- tesis son cuidadosamente contrastados con diferentes materiales; por ejemplo, la perspectiva de la institución confrontada con la de los estudiantes, la brecha entre currículo prescripto y currículo en acción; la fisura entre el discurso y lo actuado. Desde luego, la investigación comienza cuando todavía no se utilizaban en el país los programas informáticos para asistir los estudios cualitativos. El trabajo que presentamos en esta perspec- tiva es artesanal; la reconstrucción de los significados de los ac- tores fue manual. Quizás por ello del captar lo obvio resulta una narración fascinante. Es verdad que lo obvio, lo ordinario, lo que vemos todos los días, es el objeto de indagación etnográfica. El de- velamiento es transformar “lo ordinario” en extraordinario y eso aquí se logra plenamente. Lo obvio que estudia Ruiz-Danegger se condensa en los disposi- tivos, esos recursos que son objeto de análisis y cuyas significacio- nes son reconstruidas. Los dispositivos son los formatos de clases: teórica, práctica, laboratorio, problemas; el cronograma, el simple cronograma pegado en las paredes de las aulas indica cuán frag- P ró logo xvii mentado es el proceso de enseñar y aprender. También se estu- dia el circuito de los profesores “particulares”, que constituye una “universidad paralela” que rodea a la Facultad estudiada. Por último, la información concerniente a la perspectiva de los estudiantes permite categorizarlos del siguiente modo: óptimos, constantes, inconstantes preocupados e inconstantes despreo- cupados, categorización a la que se llega mediante las relaciones entre tres variables: objetivos, dedicación y aprendizajes básicos (llamados por los docentes “la base” con la que llegan los estudian- tes). Esta “base” incluye el capital cultural y el capital disciplinario, éste último obtenido a lo largo de la escuela secundaria. El estudio es relevante por el tema,la metodología utilizada y los resultados. Un gran logro, entre muchos, es problematizar lo obvio y establecer conocimientos fundados sobre el primer año. La investigación muestra la sustantividad del primer año de es- tudios universitarios. ¿Se trata de un año de transición entre el secundario y la universidad? ¿Se trata de un ingreso a la universi- dad, a sus códigos, a su vida cotidiana, al conocimiento y práctica científicos? ¿Se trata de transmitir y fortalecer las bases científicas del posterior éxito académico? ¿Se trata de combinar adaptación al medio universitario con aprendizajes académicos? ¿Se trata de la iniciación en la carrera elegida? Según como se responda estas preguntas, será la organización del escenario y la formulación de los guiones académicos El trabajo de Constanza Ruiz-Danegger aporta informaciones y conclusiones relevantes para cambiar, in- novar o transformar el primer año de estudios universitarios. María Clotilde Yapur Introducción Decidí embarcarme en este estudio después de analizar esta- dísticas sobre los índices de fracaso del primer año en la Facultad de Ciencias Químicas de una universidad argentina. Como los de otras con gran afluencia de ingresantes señalaban temas críticos: ¿por qué fracasan los alumnos después de su contacto inicial con la institución universitaria, más concretamente después de las pri- meras evaluaciones? ¿El éxito puede (o debe) interpretarse en tér- minos de aprendizaje? ¿Qué habría que entender por aprendizaje en este caso? Mi formación de base es la pedagogía. Como desde el principio me planteé tener en cuenta la especificidad del dominio concerni- do, la investigación incluiría el extraño encanto de mi conversión en una extranjera que debería aprender a sobrevivir, a convivir, a hablar en una determinada tribu del conocimiento: la de los químicos. Una vez consultados los expertos emprendí la aventura; con el pertrecho de unos cuadernos, la tabla de Mendeleiev, una calculadora y ropa de trabajo crucé la frontera y me interné en el territorio. Allí el desafío se volvió más animado aún. Tenía un plan de trabajo inicial cuyo foco teórico era la comprensión del campo a través de la noción de estrategias de aprendizaje para dar cuenta de las mediaciones entre la cognición y el comportamiento acadé- mico, la enseñanza y el aprendizaje. Pronto este primer esquema debió dejar paso a la consideración de la globalidad del fenómeno desde una perspectiva más propiamente didáctica. Intro duc ción xx Era necesario, en primer lugar, construir un esquema del es- cenario, describir los modos característicos de actuación de los nativos y los aprendices y captar los significados que los eventos del aula guardaban para ellos. Los intereses iniciales, como sue- le suceder en la investigación etnográfica sensu stricto, fueron pa- sando por los tamices de la pertinencia respecto a las categorías emergentes del trabajo en el campo y esto implicó un timonazo a los planteos preliminares y el abandono del eje de análisis “apren- dizaje”. No estudié qué o cómo aprendieron los alumnos de primer año y tampoco cómo realicé mi propio proceso de aprendizaje de la Química (que, todo hay que decirlo, tuvo como finalidad prin- cipal aprender “el lenguaje del campo”). El objeto del trabajo que se presenta aquí es la comprensión de las condiciones académico- institucionales de las aulas de Química de primer año. La construí desde la perspectiva empírica de las percepciones de los estudian- tes, aunque también a partir de ejes teóricos. En otras palabras, es- tudié los significados construidos por los estudiantes de primer año sobre lo que significa ser alumno universitario de Química. Mi cuaderno de notas de campo fue fiel testigo e íntimo interlo- cutor de la maduración del proceso en las sucesivas tomas de deci- siones, las idas y venidas en torno al acercamiento entre lo teórico y lo empírico, los peregrinos proyectos, las consultas, reflexiones y un amplio etcétera. Robaré unas palabras a J. Guitton: el monstruo se gestó lentamente. Comencé a delinear categorías de análisis a partir de la didáctica y la psicología cognitiva en su acercamiento a los fenómenos microsociales que configuran la vida del aula e hice pasar las pistas más promisorias por el filtro de la didáctica específica de la disciplina-objeto, la Química. Si bien preferí man- tenerme dentro de los límites de las hipótesis y los marcos más aceptados en cada campo, me moví con libertad en la construc- ción y expresión de la teoría emergente del campo en función de las metáforas que resultaban más fuertemente explicativas de los eventos en estudio. De ello derivó la necesidad de reajustar cons- tructos y fijar la significación que adjudicaría a ciertos términos de uso ambiguo en la literatura. Intro duc ción xxi Abordé el fenómeno de la enmarañada realidad de las aulas pre- cisamente en el nudo de su complejidad: en cuanto son sistemas culturales. Interesó en primer lugar desentrañar las condiciones académico-institucionales como trama de significaciones institui- da y concretada en supuestos y prácticas tradicionales. En base a una amplia plataforma de personal implicación en el campo inten- té deconstruir supuestos que, a fuerza de ocultos, se muestran po- derosamente persistentes en la universidad, y con ese marco pude hipotetizar el universo de sentidos que construyen los alumnos en su interacción con las condiciones académico-institucionales del aula, con sus contradicciones, tensiones y sobreentendidos. Emergió que la institución universitaria utilizó la solución de homogeneizar la enseñanza en función de la fragmentación desde la división tradicional entre la teoría y la práctica. El cro- nograma conjugó prescripciones de las tradiciones académicas, condicionantes materiales y recursos humanos en un programa de enseñanza; se concretó en la distribución de los contenidos en distintos formatos de tareas académicas. Para los estudiantes, el cronograma fijó además los plazos de la adaptación y las posibi- lidades de utilizar estrategias de aprendizaje relacionadas con los extremos de aprendizaje asociativo o constructivo. La exigüidad del tiempo disponible dio lugar a la premura y, en relación con ello, la presentación de los contenidos sin relación con las ideas previas de los estudiantes constituyó un patrón regular. Se reconoció diversos subgrupos de estudiantes: óptimos, cons- tantes, inconstantes preocupados e inconstantes despreocupados, según sus objetivos, dedicación y base —es decir, sus aprendiza- jes previos de naturaleza cognitiva o social. En general el interés de los alumnos por estudiar utilizando un enfoque profundo de aprendizaje se desplazó hacia otros más estratégicos y se soslayó el interés que mostraban inicialmente por la experimentación, ca- racterística de los alumnos que se inscriben en esta Facultad. Por otra parte las valoraciones de los estudiantes sobre los for- matos de tareas académicas no se identifican con las de la ins- titución. A las clases teóricas acudió establemente una minoría de alumnos caracterizada por su interés por la comprensión. Una Intro duc ción xxii mayoría de alumnos necesitó de apoyos como condición para se- guir en carrera, dados los plazos de la evaluación periódica y su falta de base. Mientras algunos estudiantes pudieron valerse con los recursos de enseñanza que ofrece la institución, otros acudie- ron de modo más o menos estable a “profesores particulares”, para aprender tanto algoritmos para resolver problemas como otras re- glas de comportamiento adaptativo. La experiencia de realizar investigación interpretativa desde el rol inicial de alumna regular fue inmejorable para captar el punto de vista que pretendía. Constituyó realmente una aventura y me- reció la pena aunque, como toda navegación en mares profundos, conoció tiempos de borrasca. Tuve ladicha de encontrar óptimos tutores y compañeros, a bordo y en tierra: cada cual orientó en lo que estuvo de su parte y sin ellos no hubiera sido posible realizar ni terminar este estudio. Este escrito abunda en comillas (¡todo un defecto al decir de un amigo sincero!). Las que han sobrevivido están en torno a ex- presiones muy empleadas y típicas en el campo que estudié, como necesaria forma de expresión en un informe que combina —sin fusionar— las voces de diversos marcos teóricos y de muchas per- sonas concretas con la mía. Deseo agradecer vivamente que María Clotilde Yapur y Juana A. de Morán me hayan dirigido en esta tesis. Mi gratitud se extiende además a los docentes de las cátedras que me permitieron realizar este estudio en sus aulas y a mis compañeros durante el trabajo de campo: los estudiantes de primer año que amable y volunta- riamente accedieron a ser mis conejitos de Indias y que además se preocuparon porque “la investigación marchara bien”; a los cole- gas de la Universidad Nacional de Tucumán y de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino que me alentaron con sinceri- dad y a quienes debo múltiples ayudas: mencionaré en particular a Jorge Abbate, Leonor Colombo de Cudmani, María Ana Danna de Medina, María del Carmen Gil Moreno, Pedro W. Lobo y Marta A. Pesa; a los bibliotecarios con los que traté y de quienes inten- té aprender; a Augusto Pérez Lindo, que me animó y enriqueció mis primeros borradores; al Consejo de Investigaciones de la Uni- Intro duc ción xxiii versidad Nacional de Tucumán y al CONICET, que apoyaron mi primer proyecto de investigación del que es fruto este trabajo; a la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Salta por posibilitar esta publicación. Y a mi queridísima fami- lia que me apoyó de todas las sorprendentes y naturales formas que enseña el cariño. Allí habló el Infante Arnaldos bien oiréis lo que dirá: — Por tu vida, el marinero, dígasme ora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: — Yo no canto mi canción sino a quien conmigo va. Romance español anónimo, siglo XVI Primera parte Planteo del problema y metodología «La pregunta es, por supuesto, hasta qué punto este experimento [de enseñanza] ha tenido éxito. Mi punto de vista —que, sin embar- go, no comparten la mayoría de los que trabajaron con los estudian- tes— es pesimista. No creo haber obtenido gran éxito en lo que res- pecta a ellos. Cuando recuerdo el modo en que éstos manipulaban los problemas en los exámenes, pienso que el sistema es un fracaso. Por supuesto, mis amigos me indican que hubo una o dos docenas de estudiantes que —muy sorprendentemente— comprendieron casi todo el contenido en todas las lecciones y que fueron muy activos trabajando con el material y preocupándose con animación e interés por muchos tópicos. Estos individuos tienen actualmente, creo, una base de primera línea en física —y son, después de todo, aquellos a quienes quería llegar. Pero entonces “El poder de la instrucción es, en general, poco eficaz, excepto en las felices disposiciones en que es casi superfluo” (Gibbons [s.d.]).» »De todos modos, no quería dejar ningún estudiante completa- mente atrasado, como quizás lo hice [...]. Pienso [...] que la solución a este problema no es otra que darse cuenta que la enseñanza sólo puede realizarse cuando hay una relación individual directa entre un estudiante y un buen profesor, situación en la cual el estudiante discute las ideas, piensa en las cosas y habla sobre ellas. Es impo- sible aprender simplemente asistiendo a una clase, o simplemente resolviendo los problemas asignados. Pero en los actuales momentos tenemos tantos estudiantes a quienes enseñar que tenemos que en- contrar un sustituto de lo ideal» (Feynman, 1972 [s.p.]). ¿Cuáles son las condiciones académico-institucionales del aula de Química en un primer año universitario? ¿En qué medida condi- cionan las percepciones y la actuación de los estudiantes? ¿Cuáles son los significados consolidados en el campo sobre las condicio- nes para el aprendizaje de la Química? ¿En qué medida estas sig- nificaciones pueden afectar la comprensión de los estudiantes? Si, como indican numerosas investigaciones, las conductas de apren- dizaje tienen un valor adaptativo en relación con las demandas de tarea, ¿cómo interactúan las condiciones de instrucción que se crean con las características de los estudiantes? La adaptación de los estudiantes a las condiciones académico-institucionales, ¿qué significa en relación con el cumplimiento de los cometidos de la enseñanza? Estas preguntas han sido en realidad reconstruidas después de un largo periplo en el que se navegó tanto la vida de las aulas que constituyeron el objeto de estudio como un anchuroso y revuelto mar teórico. El reconocimiento del campo de estudio y de la pertinencia de variadas perspectivas de análisis fue perfilando el entramado de una teoría emergente en función de la cual se ha elaborado el presente informe. El interés por la consideración de las características peculia- res del aula como sistema social y cultural ha llevado a configurar Capítulo 1 Condiciones académico-institucionales y primer año universitario El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 6 un modelo teórico que considera el aula como una unidad eco- conductual en el que se construyen significados, y a realizar una aproximación desde la perspectiva naturalista (Doyle, 1977, 1979, 1986a, 1986b, 1995; Doyle y Carter, 1984). Se puede hacer una primera definición del objeto de estudio utilizando lo más característico del enfoque que nos brinda este marco teórico: se examina aulas de ciencias de primer año univer- sitario en sus condiciones ecológicas. Esto es, teniendo en cuenta la índole, la naturaleza1 propia del fenómeno. Dentro de sus limi- taciones2 el modelo ecológico de Doyle en su concepción guarda relaciones de isomorfismo importante con el sistema real al que se aplica. Es conveniente avanzar sobre algunos términos clave para lle- gar a una definición más depurada del objeto de estudio, los even- tos de aula en tanto condiciones académico-institucionales (vg. Doyle, 1979, 1995)3. La unión de los términos “institucional” y “aca- démico” amerita ser explicada ya que en adelante los utilizaremos siempre como un término compuesto. 1. Esta es la primera acepción que Moliner (1986) propone para “condi- ción”. 2. Se critica a los modelos ecológicos (y al de Doyle) el olvido de los ele- mentos que configuran el contenido del curriculum como condicionantes- de la vida del aula, así como la separación entre la dimensión descriptiva y la precriptiva (cf. Contreras Domingo, 1990; Pérez Gómez, 1994). Desde sus primeras formulaciones este enfoque despertó un enorme interés heurístico en relación con los estudios sobre la vida en el aula. Las sucesivas oleadas de críticas parecen haber tenido el valor de inducir a este autor a depurar el modelo a lo largo de sus escritos. Después de muchos años de estudio Doyle declara que «en suma, la investigación sobre tareas y estructuras de tareas está empezando a proveer conocimientos útiles sobre el destino del curricu- lum en las clases» (1995: 9). 3. Utilizamos la expresión “eventos de aula” (classroom events) en traducción directa; “evento” no se usará con las connotaciones de “hecho extraordina- rio” que la palabra puede cobrar en español, sino que se refiere precisamente a sucesos, fenómenos, situaciones cotidianas en cuanto tales. También la utilizaremos en el sentido de Doyle, para evitar el uso de la tradicional ter- minoloía “enseñanza-aprendizaje”: en primer lugar porque el término es dis- cutible (cf. Camilloni, 1996) y porque además qué tipo de relación hay entre enseñanza y aprendizaje no es objeto de este estudio. C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 7 Se considerará primero de qué manera lo institucional está pre-sente en los eventos de aula. Este enfoque podría derivar en otros múltiples, en función del modelo de institución que se tenga como referente. Frigerio y Poggi (1992a) referirse a las instituciones edu- cativas, como es el caso, requiere tener presente la especificidad que las define, es decir la dimensión pedagógico-didáctica que las enmarca y les da sentido. Dicha dimensión hace referencia a su finalidad: como en todas las demás instituciones sociales, se pro- ducen enseñanzas y aprendizajes; pero las instituciones educati- vas están diseñadas específicamente para brindar enseñanza y, se espera, producir al menos ciertos aprendizajes. Hecha esta aclaración se podría comenzar a nombrar las condiciones institucionales sin más. Agregar “académicas” tie- ne varios sentidos. El primero, que remite al uso habitual del término4, especifica el nivel de escolarización al que se alude: el del nivel superior, y más específicamente el universitario, con sus seculares funciones (docencia, investigación, exten- sión)5. En relación con este sentido, aparecerá la categoría de lo para-académico6 para designar al sistema no universitario de clases de los “profesores particulares”. Se agrega también la determinación de la dimensión de lo universitario a la que se alude, ya que no todo en la universidad es, sin más, académico: 4. “Académico” se aplica a los estudios o títulos cursados u obtenidos en centros de enseñanza superior (Moliner, 1986). Del uso, que se aplicaría de modo característico a lo que Becher (1993) llama “profesión académica” , se puede inferir que “los académicos” son, de modo eminente, los profesores universitarios. 5. Cabe destacar que Doyle también usa el adjetivo “académico” en sentido amplio como sinónimo de “escolar” y propio de la educación formal en su globalidad, a nuestro entender. Es común encontrar en sus escritos que co- mienza la reconceptualización de fenómenos didácticos con el recurso de aplicarles otra denominación. El uso que se dará en este informe al adjetivo “académico” responde al habitual. 6. Moliner (1986): “para-” es una forma del prefijo pará, que expresa a la vez las ideas de ajeno o exterior y próximo. En este caso indica que se trata de contextos que, aunque no se relacionen formalmente de ninguna manera con el sistema universitario, parecen estar estrechamente relacionados con éste de otras varias formas. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 8 sólo se estudiará aspectos de la dimensión pedagógico-didác- tica en aulas universitarias. Los múltiples sentidos en los que estas aulas están condicio- nadas dentro de sus marcos más globales de actividad imponen realizar otro recorte, ya que esta misma afirmación puede tener diversas interpretaciones válidas, según se preste atención a la di- versidad de componentes del sistema, al juego de sus relaciones internas, se las considere como subsistemas de otros más amplios o en sus conexiones con otros subsistemas por ejemplo. Como dimensiones a explorar en este sentido hemos adoptado dos que propone Quiroz (1992): las tradiciones académicas y las condicio- nes materiales de la enseñanza, reformuladas en función del funda- mento teórico más general que presta el modelo de investigación didáctica de Doyle. El trabajo sobre el reconocimiento de los patrones típicos den- tro de las clases estudiadas y de la documentación curricular per- mitió detectar formatos tradicionales de la enseñanza universitaria, como disposiciones determinadas (condicionadas) de los recursos y los contenidos de la enseñanza. Se usará el análisis del construc- to “formatos” para dar cuenta de los condicionamientos tradicio- nales sobre los eventos de aula; ver al respecto el capítulo 3. A la vez que son condicionados, los eventos de aula condicionan, de modo especular, las actuaciones tanto de los docentes como de los alumnos; las condiciones académico-institucionales “se en- cuentran”7 en el aula, imprimiendo límites y posibilidades a sus interpretaciones y a su acción, sobre la situación y sobre los con- tenidos. El recorte consiste aquí en considerar de qué manera las tradiciones académicas y las condiciones materiales en las que se desarrolla la enseñanza implican renegociaciones y adaptaciones por parte de los alumnos; a qué perspectivas dan lugar y cuáles son las significaciones que los alumnos de primer año construyen 7. El inglés to encounter que utilizan Doyle y Carter (1984) es más expresi- vo que su traducción al español: tanto los docentes como los alumnos no tan sólo “encuentran” (hallan, descubren) las características prescritas de los eventos de aula, sino que “se encuentran” (tropiezan, se encuentran) con ellas. C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 9 sobre los eventos de aula. Es decir que las condiciones académi- co-institucionales serán consideradas desde la perspectiva de los alumnos, que es muy distinta de la de los docentes o los investiga- dores de laboratorio (cf. Entwistle, 1988). Hasta aquí se ha hecho hincapié en la consideración de las con- diciones académico-institucionales para examinar la naturaleza del aula en cuanto escenario pasible de ser estudiado como nicho ecológico. Cabría pensar que dicho estudio tendrá que ser descrip- tivo, pero Moliner (1986) recoge otros dos usos de la palabra con- diciones, en plural, relacionadas con la noción de condicionalidad, que dirigen la atención hacia la relación de la índole del fenómeno que se observa con sus derivaciones. “Condiciones” dice, por un lado, el estado en el que se encuentra algo con respecto a otra cosa; en ese sentido se habla de que algo está en “buenas” o “malas” condiciones con respecto a una finali- dad. El análisis desde esta perspectiva implicaría la consideración de la noción de Fenstermacher (1989)8 sobre la “buena enseñanza” en sentido moral y epistemológico. Este tema por demás intere- sante escapa el presente estudio, ya que significa poner en rela- ción las condiciones reales de la enseñanza con su pertinencia y su adecuación según la lógica disciplinar y didáctica respecto a los contenidos y su aprendizaje efectivo por parte de los alumnos. Por otra parte, siempre según Moliner (1986), para los hablan- tes del español “condiciones” son también los requisitos que esti- pula un contrato. La noción de contrato como metáfora es rica en matices y de hecho es utilizada ampliamente para modelizar el sentido de las relaciones humanas en diversas áreas, incluida la relación didáctica. La metáfora es aplicable a la situación en la que se encuentran los alumnos al ingresar a una situación prescrita y reglada como la que ofrecen las aulas universitarias de primer año: la institución y cada uno de los alumnos celebran un tácito contra- to, como compromiso de mutuo acuerdo sobre sus obligaciones y derechos. Compromiso que, como todo contrato, puede cumplirse 8. Que retoma como base de su análisis Litwin (1996,1997) a propósito del estudio de las “configuraciones didácticas” (y “no didácticas”) de la enseñan- za en el nivel superior. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 10 de hecho o no, por cualquiera de las partes en acuerdo. Se revisará esta noción en el capítulo 4. Desde distintos foros de expertos se señala la necesidad de do- tar de validez ecológica a las investigaciones sobre los eventos de aula (cf. vg. Benlloch, 1993; Bennett, 1998; Entwistle, 1988). Un tipo de validez que sólo se puede alcanzar investigando en las condi- ciones naturales en las que se desenvuelven los procesos, es decir, haciendo investigación en el aula. Esto está en relación con el em- pleo de metodologías cualitativas de investigación y con el exa- men de los currículos en acción o en movimiento y del desarrollo curricular. Se verá a continuación más de cerca algunos rasgos definitorios del modelo ecológico de investigación didáctica de Doyle. El modelo ecológico de investigación didáctica Bennett(1998) considera que Doyle es representante del para- digma del proceso-proceso o del proceso de mediación. Según el paradigma mediacional de investigación didáctica el apren- dizaje no es producto de la enseñanza, sino que es un proceso mediado y condicionado de tal manera que las variaciones de los resultados de aprendizaje se consideran función de las actividades mediadoras em- pleadas por los estudiantes durante el proceso de aprendizaje. Queda claro que el comportamiento del profesor, los materiales y estrategias de instrucción no causan el aprendizaje del alumno sino que condicio- nan los resultados sólo en la medida en que activan respuestas cog- nitivas. No se puede dejar de tener en cuenta, asimismo, que en las instituciones educativas y en la vida del aula tanto el profesor como el alumno son, efectivamente, activos constructores de conocimiento y comportamientos; no como individuos aislados, sino como miem- bros de una institución cuya intencionalidad y organización crea un clima de intercambio o genera roles o patrones de comportamiento individual, grupal o colectivo. Un modelo ecológico de funcionamiento didáctico tiene la virtud de poner de relieve que el intercambio acadé- mico no puede ser cabalmente entendido a menos que se interprete desde la consideración del contexto en el que se desenvuelve la tríada didáctica y sus complejas mediaciones. C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 11 Como paradigma de investigación implica una perspectiva na- turalista, ya que el objeto de estudio son las redes significativas de influjo que configuran la vida real del aula (Pérez Gómez, 1989). Al estudiar desde una perspectiva etnográfica escenarios univer- sitarios de ciencias de primer año se intenta desentrañar los sig- nificados que los actores construyen sobre los significados que se asignan, por ejemplo, a ser alumno universitario, a las reglas tácitas de buen comportamiento y de simulación en la clase, a la importancia relativa de los contenidos y del trabajo cognitivo de los estudiantes. El paradigma ecológico ha desarrollado una perspectiva con- ceptual que caracteriza la vida del aula en términos de intercam- bios socio-culturales y plantea su investigación desde enfoques metodológicos situacionales y cualitativos. Asume los principa- les supuestos del paradigma mediacional, pero los integra en un análisis más complejo de los mecanismos, factores y sistemas que producen el sentido e intensidad del flujo de los acontecimientos en el aula. La naturaleza del aula «Un aula es un escenario de conducta, esto es, una unidad ecoló- gica de conducta, compuesta por segmentos que rodean y regulan la conducta. Un segmento como una prueba de ortografía, una lección escrita o un tiempo de estudio, puede ser descripto en términos de varios elementos o lo que Burnett (1973) llama escena coordinada, que incluye: »1. Sus límites temporales o duración. »2. El milieu9 físico, esto es, la forma del sitio donde ocurre, el nu- mero y tipos de participantes, la distribución de los participantes en el espacio disponible y los recursos u objetos disponibles a los parti- cipantes. »3. El formato de conducta o programa de acción de los partici- pantes. »4. El contenido focal o asunto del segmento» (Doyle, 1986a: 397). 9. En francés en el original. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 12 La naturaleza del entorno (environment) del aula se podría ca- racterizar con las siguientes notas (Doyle, 1986a): multidimensio- nalidad: se dan una gran cantidad de eventos y tareas; simulta- neidad: muchas cosas suceden al mismo tiempo; inmediatez: los eventos son de rápida sucesión; impredicibilidad: los eventos de aula a menudo toman rumbos inesperados; publicidad: las aulas son lugares públicos y sus eventos, especialmente los que involu- cran al docente, frecuentemente tienen como testigos a muchos estudiantes; historia: las clases tienen lugar varios días por semana durante varios meses, y en ellas se acumula un conjunto común de experiencias, rutinas y normas que sostienen la conducción de las actividades. Doyle considera que la vida social del aula está condicionada por dos subsistemas del sistema ecológico, interdependientes pero con relativa autonomía: La estructura de tareas académicas: el sistema de activida- des que concretan el curriculum en acción; Las estructuras sociales de participación: sistemas de nor- mas y patrones culturales explícitos o tácitos que rigen los intercambios y las relaciones sociales en el grupo de aula. Desde la década de los ’70 se insiste de modo creciente en las propiedades distintivas de las aulas como contextos y en los problemas que estos contextos plantean a docentes y alumnos. Abundantes investigaciones se han centrado en las estructuras de demanda de los entornos de aula y en sus consecuencias para la comprensión de las tareas de la enseñanza. Desde la perspectiva de Doyle (1986b) el curriculum existe en las aulas bajo la forma de tareas académicas que los docentes asignan a los estudiantes para cumplir con los contenidos. Tareas académicas El concepto de tareas académicas de Doyle proporciona una vi- sión conjunta de los sucesos en la clase asociados a los rendimien- tos y a una manera de entender el contexto de la clase tal como lo viven los alumnos (Doyle, 1979). • • C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 13 Según este autor una tarea consiste en: un producto, tal como respuestas a un conjunto de pre- guntas en un examen o un ensayo original; operaciones para producir el producto, por ejemplo copiar palabras de una lista, recordar palabras a partir de ins- trucciones dadas previamente, aplicar una regla; recursos, tales como directivas para usar las anotaciones de una lección previa, consultar a un libro de texto, no hablar con otros estudiantes o no usar ejemplos dados en clase; el significado del peso (weight) de una tarea en el siste- ma de contabilidad de la clase; por ejemplo, un ejercicio podría contar como una calificación diaria, mientras un ensayo podría contar como el 15% de la calificación para varias semanas de trabajo (Doyle, 1986b). El concepto de tarea, en otras palabras, atiende a los cuatro as- pectos clave del trabajo escolar que los estudiantes deben realizar en la clase: un estado-meta o producto final a ser conseguido, un espacio-problema o un conjunto de condiciones o recursos dispon- bles para cumplir la tarea, las operaciones cognitivas involucradas en la compaginación y uso de los recursos para conseguir el estado meta, y la importancia del trabajo a ser realizado (Doyle 1986b). Conviene detenerse aquí: dentro de la consideración de las ta- reas académicas que se observaron y sobre las que fueron recoelc- tados múltiples testimonios en el campo, interesa poner el foco en la tipicidad de su formato en tanto se trata de patrones reiterados, en los recursos que proveen a los estudiantes en cuanto condiciones, y en las demandas de tareas académcias desde la(s) perspectiva(s) de los estudiantes. Así, los medios y acciones de los docentes son comprendidos como intentos de compaginar y usar los recursos para cumplir las tareas de los fines educativos a ser conseguidos en un escenario social complejo y condicionado desde el punto de vista académi- co-institucional. • • • • El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 14 «Esta concepción de la enseñanza significa que las clases son el contexto donde los estudiantes encuentran eventos curriculares, es decir, ocasiones en las que ellos deben actuar con respecto a algún contenido. Estos eventos pueden ser pensados como “textos” escri- tos, orales y comportamentales que deben ser interpretados y actua- dos. »Los maestros “idean” los eventos curriculares para lograr uno o más efectos en los estudiantes. En este sentido, los maestros son los hacedores del curriculum, que guíana los estudiantes a través de los textos, modelan las interpretaciones que están permitidas en la clase [...] y, fundamentalmente, definen las tareas que los estudiantes de- ben lograr con respecto a esos textos» (Doyle, 1995: 9). Pero los docentes se encuentran con los estudiantes en grupos, con gran frecuencia durante extensos períodos de tiempo, para conseguir propósitos que no necesariamente coinciden con los intereses inmediatos de los participantes. En un sentido general y normativo la vigilancia es dominante y, para todos los propósitos prácticos, los grupos están formados arbitrariamente. A la hora de referirnos a la negociación —explícita o implícita— de los au- tocontratos de estudio de los alumnos, se deberá recordar estas características. Existen distintos niveles para describir las tareas académicas: «Está la tarea tal como el docente la posee en su mente, la tarea tal como el docente la anuncia inicialmente a los estudiantes, la ta- rea tal como es eventualmente negociada en la interacción docen- te-alumno y la tarea como es comprendida por cada estudiante a la luz de sus conocimientos previos, intereses y expectativas» (Doyle, 1986a10). Las tareas académicas, en fin, como actividades que constituyen la unidad básica de la organización, contienen la sustancia de los eventos de aula para los estudiantes y proveen un contexto que guía tanto su atención y el procesamiento de la información tanto como sus actitudes hacia la participación y la cooperación (Doyle, 1986a). 10. Traducción de D. Mazza (1993). C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 15 En este estudio se prefiere usar el término formatos de tareas académicas para referirnos a los tipos estandarizados en los que se pueden clasificar las tareas académicas. Además de las razones de la especificidad de este constructo, no sería conveniente hablar meramente de “tipología de tareas” como sinónimo de “tipología de los patrones de enseñanza” que se encontró, ya que el mismo Doyle utiliza esta expresión con otro sentido: «Usualmente se construyen tipologías de tareas alrededor del pre- sunto proceso cognitivo o de las operaciones que se requieren para lograrlas. Doyle (1983), por ejemplo, hizo una distinción de las tareas que implican: »a) la memoria o la reproducción o reconocimiento de informa- ción encontrada previamente (por ejemplo, pruebas de pronuncia- ción); »b) rutinas o algoritmos que generen respuestas en forma segura (por ejem- plo, ejercicios aritméticos o de gramática); »c) comprensión, incluyendo el reconocimiento de las versiones transformadas de un texto, seleccionando los procedimientos apro- piados para resolver problemas complejos, y haciendo inferencias o predicciones a partir de la información dada (por ejemplo, solucio- nando problemas semánticos en matemáticas, realizando experi- mentos científicos, o leyendo comprensivamente un nuevo pasaje)» (1995: 8-9; las cursivas son nuestras). Las tareas académicas se analizan mediante segmentos que re- presentan unidades naturales de acción organizada. En principio se presta atención a los cambios en a) los patrones de distribu- ción de los participantes (vg., pequeños grupos vs. presentaciones a toda la clase), b) los recursos usados o fuentes de información (vg. libros vs. filmaciones), c) los roles y las responsabilidades que implican las acciones y eventos (vg., respuestas orales vs. trabajos escritos en base a un libro de texto), y d) las reglas de propiedad, es decir las clases de conductas que son permitidas o desaprobadas (vg. hablar durante los recreos vs. el silencio durante el tiempo de trabajo sentados11 (seatwork) (Doyle, 1986: 397). 11. Íd. nota 10. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 16 Actividad «El concepto de “actividad”, derivado de la literatura sobre psi- cología ecológica, designa segmentos identificables del tiempo de la clase [...]. Se refiere a los patrones de comportamiento evidente de docentes y estudiantes en las clases» (Doyle, 197912). Según Mazza (1993) el elemento clave en una actividad es el programa de acción de los participantes, es decir un vector o tra- yectoria que guía tanto los eventos y como a los participantes en el transcurso de la clase; por ejemplo, la secuencia o estructura de conductas apropiadas y la dirección y momentum13 de la acción para la situación. Los programas de acción son en parte sociales y tienen que ver con estructuras de participación: quién habla, a quién, cómo son los cambios en la conversación y qué participantes tienen que hablar. Al mismo tiempo, un programa de acción es sustantivo o curricular en la medida que implica una habilidad para llevar a cabo la operación de la tarea. Para participar en una discusión, por ejemplo, el estudiante no sólo tiene que saber cómo ganar su turno sino también cuál es la respuesta a la pregunta. Las tareas dan sentido a las actividades. Pero, ¿para quién tie- nen sentido?, ¿qué sentidos distintos puede cobrar la misma acti- vidad? Los alumnos, en la interpretación que hacen del sentido de las actividades y de las demandas de aprendizaje que representan, ¿se identifican con los objetivos que se plantean —en forma implí- cita o explícita— los docentes y, por delegación, la institución? Las tareas académicas crean estructuras de participación en cuanto definen el contexto como programa de acción del docen- te y de las tareas de los estudiantes (student’s tasks) (Doyle, 1986; Doyle y Carter, 1984). Los alumnos no son, en esta concepción, en manera alguna simples receptores pasivos: 12. Íd. nota 10. 13. Recordemos que Doyle sigue haciendo referencia a la metáfora de los vectores de fuerzas que actúan en un campo; preferimos no traducir con Mazza por el término físico “momento”, que en español tiene connotacio- nes de temporalidad. C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 17 «Al mismo tiempo, los estudiantes contribuyen a la autoría de los eventos curriculares como participantes de los mismos. Proveyen- do información, haciendo preguntas y participando de los eventos en la clase, los estudiantes dan forma a lo que el curriculum viene a significar. Es más, el significado que ellos sacan de sus experiencias en esos eventos depende de los marcos que aportan a la situación» (Doyle, 1995: 9). Demandas de aprendizaje Pérez Gómez (1989) reconoce tres tipos de demandas que se derivan de la necesidad de navegar en la vida en el aula: «Aprendizaje de indicadores de situación y construcción de esque- mas personales de interpretación estrechamente vinculados a la situa- ción. En el aula, lo primero que requiere un comportamiento eficaz es ubicarse con sentido. Es decir, detectar los indicadores que defi- nen una situación y sus posibilidades de evolución, interpretar las demandas de la misma y decidir la orientación del propio comporta- miento. Si el clima de intercambios es complejo y fluido, la exigencia de esquemas es flexible y comprensivo de interpretación y de agili- dad en la captación de indicadores de los cambios de situación es prioritaria a todo aprendizaje. »Aprender a seleccionar las estrategias de procesamiento del mate- rial académico requerido en función de la peculiar forma de defimir la estructura de tareas. ¿Se pide memorizar, aplicar reglas, buscar problemas, formular hipótesis, diseñar proyectos, experimentar mé- todos, relacionar conocimientos, resolver problemas concretos, abs- tractos...? Cada una de esas formas diferentes de definir las demandas requiere la utilización de distintas estrategias de procesamiento de la información por parte del alumno, y como consecuencia, procesos y resultados de aprendizaje también diversos. El aprendizaje requiere algo más que la capacidad de procesas el contenido de una discipli- na, requiere también reconocer el modo de procesamiento adecuado a las demandas de las tareas. [...]. »Aprendizaje de estrategias decomportamiento cognitivo y social que permitan la navegación con éxito a través de las demandas de la vida del aula. Es evidente que el alumno busca la solución satisfacto- El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 18 ria de las demandas múltiples que la vida del aula le requiere y como tales demandas no siempre son convergentes ni incluso compatibles ha de desarrollar y experimentar diferentes estrategias para sortear obstáculos, salvar contradicciones y conseguir el éxito social y acadé- mico requerido para la fundamentación de su autoconcepto» (Pérez Gómez, 1989: 132; las cursivas son nuestras). Llama la atención en la insistencia de Doyle en torno a la de- finición de las tareas académicas en términos de demandas a los estudiantes, ya que su modelo postula, en efecto, que la evaluación es el eje estructurante de la vida académica, (al menos) desde la perspectiva de los alumnos. En ese contexto las demandas signi- fican riesgo y ambigüedad, de los cuales los alumnos tratan de es- capar de distintas maneras; en ocasiones en desmedro del tácito objetivo fundamental de la enseñanza, es decir el aprendizaje de los contenidos disciplinares. «El aula es un sistema complejo de relaciones e intercambios en el que la información surge de múltiples fuentes y fluye en diversas direcciones. Esta diversidad y pluralidad de fuentes y la abundancia de información generada requiere el desarrollo de capacidades y es- quemas de interpretación. El alumno como individuo dentro de un grupo se presenta a un intercambio académico rodeado de ambigüe- dad y riesgo. Reducir el riesgo y la ambigüedad y resolverse con éxito en el intercambio académico serán los motores de su comportamien- to y la base para comprender su actuación en el aula» (Pérez Gómez, 1989). El modelo podría aplicarse en cualquier aula pero con mayor énfasis, si cabe, durante el período de ingreso a unas condiciones académico-institucionales desconocidas, que configuran una eta- pa especial y privilegiada de adaptación a la institución universi- taria y a sus reglas de juego. Se puede acordar con Claxton (1994) que cuando alguien se encuentra en una situación nueva en la que la mejor manera de actuar no se ve clara de inmediato, un enfoque consiste en aplicar estrategias de aprendizaje a esa situación con la esperanza de comprenderla o dominarla. Pero el aprendizaje no C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 19 es siempre la respuesta más inteligente. A veces tiene más sentido declinar la invitación al aprendizaje y escapar de esa situación, evi- tarla o defenderse de ella de alguna otra manera. «El éxito académico llega a situarse como el centro de la vida del aula hasta tal extremo que frecuentemente el alumno aprende y de- sarrolla estrategias para compensar su ignorancia. Un alumno puede alcanzar exitosos intercambios de actuaciones-calificaciones uti- lizando estrategias que en realidad corto-circuitan los pretendidos procesos de aprendizaje. Manifiestan un comportamiento aparente- mente exitoso que no descansa en una comprensión real del conteni- do. Se aprenden rutinas, fórmulas de simulación, de exhibición de los indicadores de éxito sin la posesión real de los procesos y elementos subyacentes. En definitiva, estrategias variadas para rodear las de- mandas» (Pérez Gómez, 1989: 132). Dadas las características de ambigüedad y riesgo de la vida del aula, una de las maneras de participación de los alumnos es la ne- gociación, directamente con los maestros (Doyle, 1995) o de ma- nera indirecta mediante malas conductas (misbehaviors), que ejer- cen presión sobre la conducta del docente (Doyle, 1986a). Como tendencia se observa que los docentes a veces responden a estas presiones excluyendo de las clases las tareas que implican deman- das cognitivas de mayor alto nivel, o revisando o simplificando las demandas de la tarea, definiendo especificaciones claramente, en- fatizando los procedimientos para completar las consignas, prove- yendo sugerencias y recursos o ajustando el sistema de puntajes. Los cambios introducidos por la negociación pueden interferir en los objetivos iniciales y desplazan la atención de los alumnos des- de el significado y las operaciones de significación del contenido, hacia la obtención de respuestas correctas y el completamiento del trabajo (cf. Doyle, 1995: 9). Los formatos de tareas académicas como analizadores de lo tradicional Se examinará entonces los formatos típicos de la enseñanza uni- versitaria de ciencias que fueron detectados en el caso estudiado. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 20 El constructo “formatos de tareas académicas” complementa al de “tareas académicas” de Doyle (1979, 1986). Con el término “formatos” se desea indicar que existen formas (relativamente) desnudas de contenido, que se reproducen a manera de patrones o plantillas; diseños predeterminados y estables que su- ponen una disposición determinada de los recursos de la enseñanza. Su vacuidad es relativa, ya que, indirectamente, imprimen posibili- dades y limitaciones a la enseñanza, y en ese sentido condicionan el contenido. Formato14 remite al vocabulario de los sistemas informáticos y la estandarización, legitimado por el uso de los hablantes: existen formatos estándar de productos determinados por convenios, se dice que algo va a ser formateado según tales normas, etc. En este caso, los conocimientos serían formateados como contenidos di- dácticos por las tareas académicas de la enseñanza. Los conoci- mientos, al adquirir la conformación de comunicación propia de un formato determinado, se configuran como contenidos didác- ticos. Nuestra idea de formatos de tareas académicas pretende subra- yar precisamente, por un lado la condición prescrita de las prácti- cas, que condiciona las variaciones posibles de las estructuras de tareas académicas, dentro de las tradiciones académicas acepta- das, y por otro la condición textual de las formas de la enseñanza, que condicionan los aprendizajes posibles. El constructo formato involucra la razón de la distinción que queda de manifiesto en la tipología de las clases que se observan. A la luz de esta noción es posible indagar sobre qué es lo que hace diferente, por ejemplo, una clase teórica de una clase práctica de problemas o un horario de consulta sobre el mismo contenido dis- ciplinar. Las características peculiares de la matriz que formatea los contenido confiere condiciones a la enseñanza: posibilidades 14. La palabra “formato” no es un neologismo en español; Moliner lo defi- ne como “tamaño y forma de un libro o cuaderno”. Sí existe un uso nuevo, recogido en los diccionarios de inglés-español: format como sustantivo se construye sobre la acepción básica de arrangement y to format es “formatear” (Oxford University, 1996). C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 21 y límites. Se puede considerar que los formatos tradicionales son expre- sión de teorías sociales (Feldman, 1995) acerca de la enseñanza en la universidad ya que son compartidas tácitamente por la comuni- dad académica e incluso se encuentran validadas en los documen- tos curriculares de máxima representatividad institucional. Los mismos formatos son elaborados y actuados de variadas formas por los docentes, de forma personal, y en esa medida los condicionan, pero los formatos no son determinados personalmente por ellos15: los docentes suelen ser sus depositarios y transmisores. Los formatos de tareas académicas que estudiamos resultan tí- picos en dos sentidos: Respecto al conjunto de clases del caso estudiado. Hay una homogeneización de las clases: está prescripto, desde la promulgación del plan de estudios, la reglamentación y el programa oficial, y las publicaciones didácticas produ- cidas desde el consenso del colectivo de la cátedra, qué y cómo se enseña. Respecto a las tradiciones académicas dela enseñanza en la universidad16. 15. «Si subdividimos la dimensión burocrática del rol docente en dos com- ponentes, nos encontramos con que —por un lado y en tanto empleados— los docentes estamos sujetos a un conjunto de reglas, cuya adecuación a una “lógica académica” no siempre vemos con claridad, y por otro lado, en tanto participantes del gobierno de la universidad, somos principales res- ponsables de esas reglas, aún cuando sus consecuencias escapen muchas veces a nuestro control» (Caldelari, a. FORUn, 2; cf. también Leal de Man y Yapur, 1997). 16. En particular parecieran ser formatos típicos de la enseñanza de las ciencias (“duras”), y no ser privativo del escenario que estudiamos. Esta afir- mación fue contrastada a) en diálogo con docentes universitarios “de cien- cias” (especialmente química y física) en reuniones regionales y nacionales; b) en la revisión de resúmenes de investigaciones sobre aulas universitarias “de ciencias” producidas por docentes universitarios (cf. vg. Angelini et al., 1996; Donati et al., 1995; Pliego et al., 1998). • • El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 22 Las funciones que se asigna al primer año universitario Ahora bien, las aulas en estudio tuvieron la particularidad de ser aulas de primer año. Se supone que los alumnos que ingresan a la universidad se en- cuentran en condiciones tales que pueden emprender el aprendi- zaje de la ciencia genuina y aprender a ser científicos. El supuesto se basa en que las escuelas, según Gardner (1993), tales como las conocemos y sean cuales fueran sus responsabilidades no cogni- tivas, intentan presentar tres clases de conocimiento a través de disciplinas: «1. Sofisticación notacional. Sobre la base de la suposición de que los alumnos que ingresan ya han dominado los sistemas simbólicos de primer orden, la labor aquí es dominar los principales códigos es- critos de la cultura y aprendizaje y dominarlos de modo eficaz. [...]. »2. Conceptos dentro de la disciplina. Cada disciplina que ha ex- perimentado un desarrollo considerable ha acumulado una conste- lación de conceptos importantes, estructuras, ideas clave y ejemplos, que a menudo tienen cierta similitud con los conceptos empleados en la sociedad laica, pero las definiciones y los usos están prescritos explícitamente dentro de la disciplina. El joven alumno de biología necesita comprender la evolución, el gen, y las clasificaciones taxo- nómicas; el alumno de física tiene que dominar la gravedad, el mag- netismo y las leyes de la termodinámica; el alumno de ciencias socia- les precisa una comprensión técnica de las revoluciones políticas, del gobierno constitucional y de la balanza de pagos o del poder. [...]. »3. Formas de exposición y de razonamiento en el interior de la dis- ciplina. Las disciplinas difieren unas de otras no sólo en temas eviden- tes y conceptos centrales sino también en cuanto a los modos en que los expertos disciplinares formulan y abordan los problemas. [...]. Aun- que en tales “formas epistémicas” rara vez la instrucción es explícita y el modelado de procedimientos puede ser sólo aproximado, es esencial para los alumnos valorar las clases y condiciones diferentes de conoci- miento a través de las diversas disciplinas» (Gardner, 1993: 138). Ya el solo listado de los contenidos científicos que Gardner pre- senta como objetivos de los niveles inferiores del sistema educativo C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 23 da que pensar; estos amplios objetivos con respecto a la enseñan- za de las disciplinas científicas son todavía los de la ciencia escolar (Gaskell, 1992). La tradición asigna además a la enseñanza univer- sitaria la responsabilidad de transmitir la ciencia auténtica a las generaciones sucesivas, incluyendo una dinámica de producción de conocimientos que le es inherente: la enseñanza universitaria, al menos en el modelo de universidad de mayor consenso interna- cional, es concebida como una función que se retroalimenta con las de investigación y extensión (cf. Leal de Man y Yapur, 1997). Mientras tanto los docentes de ciencias de primer año se en- cuentran ante el difícil reto de compatibilizar y llevar a la práctica diferentes tareas en relación con los alumnos17: Nivelar. Se desplaza al primer año, y especialmente al pri- mer cuatrimestre, la responsabilidad de poner a los estu- diantes en condiciones de aprender la ciencia, supliendo vacíos de aprendizaje del nivel anterior del sistema edu- cativo. Enseñar los contenidos de los planes de estudio aproba- dos por instancias superiores de decisión. Seleccionar. De manera no menos implícita que real, los docentes que atienden a los alumnos que ingresan en el nivel universitario, en Facultades que no tienen examen de ingreso, llevan a cabo, de modo más o menos conscien- te, una decantación de los alumnos por medio de la asig- nación de calificaciones. A estas tres funciones de las que la institución universitaria res- ponsabiliza al docente de primer año se puede agregar otra: in- troducir, iniciar a los estudiantes en la vida, el lenguaje, los usos y costumbres de una determinada comunidad académica (cf. Be- cher, 1993). Estas tareas al parecer son contradictorias. La oposición de los términos “nivelación” y “selección”, por ejemplo podría explicarse con la noción de contrato paradójico que enuncian Frigerio, Poggi y Tiramonti: 17. Augusto Pérez Lindo, comunicación personal. • • • El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 24 «La escuela es una institución atravesada permanentemente por dos tendencias, una reproductivista, conservadora, que tiende a per- petuar un orden; y una tendencia innovadora, transformadora, que se propone modificar ese orden» (1992b : 22). Un examen atento de lo dicho hasta aquí permite inferir que el objeto de este estudio es una dimensión en l a qu e se presenta la tendencia reproductivista en la institución universitaria: la no ción de formatos típicos da cuenta de las tendencias tradicionales y de fenómenos aparentemente obvios y que “siempre fueron así.” A las razones antedichas, que condujeron a hacer el particular re- corte que significa este trabajo, se suma el interés por desentrañar lo que está ahí como evidente y que todos saben, pero que, quiérase o no, se presenta como contradictorio y problemático en la vida en las aulas. La autora de este estudio fue testigo del esfuerzo de los colec- tivos de docentes en las cátedras y de los docentes en su trabajo a brazo partido en el escenario de las aulas por intentar compa- tibilizar las responsabilidades con las que se encuentran y de las que son responsables, por ir más allá de lo prescripto y aceptado tradicionalmente para intentar nuevas estrategias de enseñanza, reflexionar en reuniones de cátedra, realizar innovaciones de en- vergadura en los programas, un año tras otro. Al mismo tiempo llamó la atención la fuerza de las respuestas de los actores, insis- tente una y otra vez en la consideración de sólo los formatos que se podrían considerar tradicionales, como fuerza centrífuga que concentra las significaciones de lo institucional-académico; y una especie de silencio, no buscado pero real, dentro de las significa- ciones que los alumnos construyen sobre los eventos de aula re- lacionados con la innovación. Los porqués de la cuestión siguen abiertos, aunque a la luz de la construcción teórica que se intenta es posible ensayar algunas respuestas hipotéticas. Esta exploración se realizará desde tres puntos de vista: a. De las normas institucionales. A partir de documentos curriculares y el análisis del cronograma como analizador de lo cotidiano, se describirá l as características generales C ondic ion e s acad émic o- inst itucional e s y pr im er año univ ersit ar io 25 de las prácticas y se deducirá la lógica de la institución res- pecto a los atributos de la enseñanza. b. De la vida del aula. A partir delas percepciones de los ac- tores (entrevistas en profundidad) y registros de observa- ción. Se prestará especial atención a las categorías asig- nadas por las percepciones de los estudiantes respecto de las prescripciones de la institución, a través de sus perfiles de actuación académica. Este apartado considerará tan- to la clasificación de las clases vigente entre los alumnos como los recorridos o circuitos de enseñanza y estudio que éstos recorren. c. De supuestos, creencias y sobreentendidos18 que subya- cen en los significados que los actores asignan a los even- tos de aula y sus formatos típicos. Corresponde revisar también aquí la aparición del contexto para-académico de enseñanza y estudio de la química constituido por las clases de los profesores particulares, en cuanto (se postula que) forma parte de las exigencias implícitas de la insti- tución, al menos para un grupo mayoritario de alumnos ingresantes. Antes de exponer los resultados del análisis se presenta el enfo- que y metodología que utilizamos en este trabajo, en consonancia con el marco conceptual. 18. El constructo “curriculum oculto” se corresponde, en parte, con esta perspectiva de análisis. A fuerza de ser invocado se ha vuelto equívoco aun- que continúa siendo sumamente sugestivo. Mientras siguen las discusiones al respecto preferimos ubicar explícitamente la línea de este estudio en este sentido en el “segundo nivel de crítica” según Gimeno Sacristán y Pérez Gó- mez (1989), que se corresponde con lo que se podría llamar crítica humanís- tica de la escuela y la enseñanza. «Es la crítica desde un ángulo psicológico a una enseñanza que está al servicio de la propagación de una cultura abs- tracta, sin sentido para los que la tienen que asimilar, que se justificaría por los intereses de los propios especialistas en la materia o porque es necesaria para preparar a los sujetos como miembros útiles de una sociedad» . Conve- nimos con los autores en que no se trata del nivel más radical de crítica (en el que encontraríamos por ejemplo a autores como Apple, Bernstein o Giroux, con un diferente nivel de análisis). Capítulo 2 Enfoque y metodología Como ya quedó dicho, este estudio tiene como objeto el aula universitaria de ciencias de primer año. Convendrá especificar en- tonces algunas particularidades del enfoque metodológico elegido para la investigación, que guarda relación de correspondencia con una concepción determinada sobre la naturaleza del aula como objeto de análisis. Luque (1997) afirma que «por convención, quizás no lo suficien- temente estudiada», circula entre los investigadores la idea de que el acercamiento a la realidad puede responder a enfoques de ca- rácter experimental, solamente cuantitativos, o bien a marcos de referencia cualitativos, con enfoques participativos, etnográficos o críticos. Para los primeros, la realidad del aula es tomada en consi- deración e interpretada a partir de un conjunto de técnicas, cuya razón de ser es medir, observar y registrar acontecimientos. En po- sición de contraste con esta perspectiva se hallaría una corriente de investigación que parte de considerar la problemática del aula en su interacción con condiciones socio-históricas. La realidad del aula dejaría de estar centrada en sus componentes para privilegiar un elemento en particular: la práctica educativa, con lo cual se lo- graría, a modo de síntesis crítica, detener la atención de la inves- tigación no sólo sobre los sujetos sino también sobre los procesos de apropiación de conocimientos. El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 28 «Esta mirada [cualitativa] se desenvuelve en dos direcciones. a) La forma en que se desarrolla la práctica cotidiana escolar, es decir, el modo de reproducción de los procesos sociales al interior de la ins- titución, y b) la forma en que diferentes trabajadores de la educación se apropian de este espacio» (Luque, 1997). Más allá de unos pocos trabajos, sigue diciendo Luque (1997), no se encuentra evidencia documental que muestre que la reali- dad del aula está siendo investigada en nuestro país. Sólo el 2% de las investigaciones desarrolladas en la Argentina en la década 1987-1997 se ha ocupado del aula como campo1. Y de ellos aproxi- madamente el 60% responden al primero de los modelos presen- tados, de corte cuantitativo. Enfoque interpretativo y modelo ecológico de investigación didáctica Para describir el enfoque que sigue esta investigación se utiliza- rá de modo preferente la expresión “enfoque interpretativo” (Eric- kson, 1989), por tres razones: a) es más inclusiva que muchas de las demás (por ejemplo “etnografía” o “estudio de casos”); b) evita la connotación de definir a estos enfoques como esencialmente no cualitativos, pues hay cierta cuantificación que suele emplearse en el trabajo; c) apunta al aspecto clave de semejanza: el interés se centra en el significado humano en la vida social y en su dilucida- ción y exposición por parte del investigador. Se adoptan asimismo las categorías básicas del modelo ecoló- gico de Doyle para el análisis de las condiciones académico-insti- tucionales. El mismo autor define así los principios característicos de los modelos interpretativos de investigación del aula: 1. Un concepto de causalidad recíproca en la relaciones de aula. Un creciente cuerpo de evidencia indica que los estudiantes im- pactan significativamente en la determinación de las oportunida- des de respuesta que ellos mismos reciben de los roles que se les 1. Este porcentaje fue estimado teniendo en cuenta unos 1200 trabajos. Enfo qu e y m eto do logí a 29 adjudica en el grupo de clase, y en la conducta del profesor. 2. Un enfoque de procesamiento de la información de las estra- tegias mediacionales que usan los estudiantes para navegar en los entornos de aula. Los registros de la conducta en el aula sencilla- mente no son suficientes para explicar, excepto en un nivel muy elemental, cómo ocurren los efectos de la enseñanza. 3. Una perspectiva diferencial para el análisis de los efectos en el aula. La práctica de intentar determinar los efectos de la enseñan- za analizando el rendimiento de una clase fracasa cuando los pro- fesores dan instrucción directa a estudiantes individuales y ante la posibilidad de interacciones entre las condiciones de instrucción y las características de los estudiantes. Por otra parte, el análisis del rendimiento puede ser útil para propósitos de política gene- ral, pero enmascara información que puede ser especialmente útil para comprender las aulas. Hay que forjar, por tanto, herramientas conceptuales que den cuenta de las diferencias y relaciones entre ti- pos de estudiantes y tipos de clases. 4. Un enfoque sistémico de los entornos naturales de aula. Las aulas son entornos complejos que permanecen durante períodos relativamente largos de tiempo. Como resultado se da una inte- rrelación entre los componentes de la clase al punto de que los cambios en un nivel tienen consecuencias para los demás compo- nentes del sistema. Los experimentos a corto plazo o las observa- ciones breves o de dimensiones arbitrariamente seleccionadas de los procesos de aula no son suficientes para capturar la riqueza de los eventos de aula, y las interpretaciones y recomendaciones ba- sadas en tales análisis son en extremo precarias (cf. Doyle, 1979). El marco de trabajo ecológico de investigación didáctica según el modelo de Doyle (1979) consta de tres dimensiones básicas: Una perspectiva vigorosamente naturalista. La investiga- ción naturalista enfatiza primariamente la riqueza de de- talles a partir de descripciones formuladas sobre la base de una extensa experiencia no estructurada en el aula. La meta es permitir que la realidad del aula impacte sobre la subjetividad del investigador hasta que las categorías para la descripción sean determinadas por los mismos • El pr im er año en una Facult ad d e Ci enci as Q uímicas 30 fenómenos de aula.
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