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El Evangelio y las Epístolas de Juan WELDON VIERTEL Prefacio Capítulo 1: Introducción al Evangelio de Juan Capítulo 2: La Manifestación de Jesús Como el Mesías --- Juan 1:19—3:36 Capítulo 3: Cristo Como la Fuente de Vida --- Juan 4:1—6:7 Capítulo 4: Jesús Como Maestro de los Judíos --- Juan 7:1—8:59 Capítulo 5: Jesús Como la Luz del Mundo --- Juan 9:1-41 Capítulo 6: La Hora de Jesús se Acerca --- Juan 11:45—14:14 Capítulo 7: El Discurso de Despedida de Jesús --- Juan 14:15—17:26 Capítulo 8: El Sufrimiento del Mesías --- Juan 18:1—19:42 Capítulo 9: La Resurrección de Jesús y la Comisión --- Juan 20:1—21:25 Capítulo 10: Primera parte --- INTRODUCCIÓN A 1 JUAN --- Paternidad literaria Capítulo 11: El Significado de Ser Hijo --- 1 Juan 2:28—5:21 Capítulo 12: 2 Y 3 JUAN --- Introducción a 2 Juan --- Paternidad literaria PREFACIO El Evangelio de Juan se recomienda frecuentemente a los nuevos cristianos debido al lenguaje sencillo que se usa para establecer que Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador del hombre. Aunque gran parte del Evangelio puede ser entendido por los que se inician en la fe cristiana, las enseñanzas son profundas y desafían las mentes de los estudiantes maduros. Juan presenta doctrina compleja y lógica en lenguaje sencillo. Frecuentemente se deja a un lado el Evangelio de Juan en un cúmulo teológico limitado, y se estudia la vida de Cristo en los Sinópticos. Sin embargo, el cuarto Evangelio y los Sinópticos difieren grandemente en su presentación de la vida de Cristo, por lo que es necesario también un estudio del Evangelio de Juan. Los Sinópticos enfocan la humanidad de Jesús y sus actividades milagrosas con el fin de contestar las preguntas sobre sí era el Mesías de Dios. El Evangelio de Juan comienza con la declaración de que el hombre Jesús tenía existencia divina antes de su encarnación. Los pocos milagros que se presentan en el Evangelio de Juan son empleados para apoyar la afirmación de que Jesús descendió del cielo, era uno con el Padre y regresaría a él. Son incluidos para fortalecer la fe del creyente en el Hijo de Dios. El Evangelio de Juan está basado en un núcleo histórico de material, pero el propósito del autor no fue presentar una cronología de la vida de Cristo. Hay numerosas diferencias entre el marco histórico de Juan y el de los Sinópticos. Aunque no se han resuelto muchas de estas diferencias, el valor del cuarto Evangelio no se ha debilitado. Una evaluación del Evangelio debe basarse en el propósito del autor. El escribió para mostrar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, a fin de que aquellos que lean sus escritos puedan creer y que "tengan vida en su nombre" (Jn. 20:31). Bajo la dirección del Espíritu Santo, el autor logró efectivamente su propósito. Las Epístolas de Juan se estudian en relación con el Evangelio, debido a su similitud de contenido. El Evangelio fue escrito para guiar al lector a la fe, y las Epístolas fueron escritas para instruirle sobre cómo vivir la vida cristiana. Todo cristiano que tiene una comprensión adecuada del Evangelio y las Epístolas de Juan debe poder experimentar la vida abundante y permanecer en ella. Este libro debe utilizarse junto con la Biblia. Cualquier estudiante que intente entender las enseñanzas de Juan o de Jesús, estudiando sólo el libro, no tendrá éxito. Para el uso más efectivo de esta obra los estudiantes deben leer los versículos indicados de las Escrituras por los sub-temas antes de leer las explicaciones. Luego, debe leerse otra vez el pasaje de la Escritura que está designado, para asegurarse de que su significado sea entendido. Weldon E. Viertel *** 1 INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO DE JUAN El Evangelio de Juan ha sido descrito como el libro bíblico más fácil, pero a la vez el más difícil de entender. El griego de Juan es sencillo en estilo, sin embargo, nunca es inseguro. De acuerdo con C. K. Barrett, no es "ni mal griego (de acuerdo con las normas clásicas) ni buen griego". El estilo emplea repetición, pero nunca resulta monótono; es impresionante y claro. Durante los últimos cincuenta años el Evangelio de Juan ha sido objeto de examen crítico y especulación extensiva de estudiosos que han procurado resolver problemas juaninos. Algunos eruditos han sostenido que la primera Epístola tiene un fondo judaico, mientras que otros afirman que su fondo es griego. El hecho de que el autor tuviese conocimiento de costumbres judías, incluyendo actividades y geografía, da la impresión de que fue escrito por un judío para judíos. Por otra parte, el uso por parte de Juan de los términos luz, vida y verdad parece tener afinidad con pensamientos filosóficos; en la literatura helenística (griega) aparecen expresiones semejantes. El problema de la relación del cuarto Evangelio con los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) también ha atraído mucha atención. Un vistazo a cada uno revela, desde un principio, que existen grandes diferencias. Por ejemplo, Juan comienza con el lenguaje más abstracto de la existencia del Verbo con Dios y su encarnación. Mateo y Lucas comienzan con la experiencia concreta del nacimiento del Hijo. El cuarto Evangelio tiene pocos eventos de los descritos en los Sinópticos. Se da mucha más atención al elemento didáctico, y éste es rico en simbolismo. También han surgido preguntas respecto a la identidad del autor y de los receptores. Tradicionalmente, se ha tomado al apóstol Juan como el autor. Sin embargo, últimamente se han hecho muchas objeciones respecto a la paternidad literaria de Juan y se han hecho varias sugerencias en cuanto a quién sea el autor. No se ha intentado delinear completamente las diferentes opiniones en este libro, ya que hay obras de introducción al Nuevo Testamento y secciones introductorias a comentarios que contienen la discusión de teorías recientes. Sin embargo, se dará la opinión tradicional respecto a la paternidad literaria. Además, se describirá brevemente un posible panorama ambiental del autor y de los receptores antes de presentar las teorías alternativas. La opinión tradicional respecto a la paternidad literaria y los receptores Aunque Ireneo escribió casi un siglo después del origen del cuarto Evangelio, su declaración no se debe tomar a la ligera. Respecto al cuarto Evangelio, Ireneo dijo: "Entonces Juan, el discípulo del Señor, quien también se reclinó en su seno, él mismo produjo su Evangelio mientas vivía en Efeso, en Asia." Eusebio (ca. 310) basó las siguientes declaraciones en el testimonio de Ireneo: "El discípulo amado de Jesús, Juan el apóstol y evangelista, aún sobreviviendo, gobernó a las iglesias en Asia después de su regreso del exilio en la isla, y la muerte de Domiciano." Eusebio se refirió a las declaraciones de Ireneo, las cuales nos informan que el apóstol Juan continuó viviendo en Efeso y trabajando en la iglesia fundada por Pablo hasta el tiempo de Trajano. La autoridad de Ireneo está basada en Policarpo, quien afirmó que había sido "instruido por los apóstoles y había tenido intercambio familiar con muchos de los que habían visto a Cristo, y también había sido nombrado obispo por los apóstoles en Asia, en la iglesia en Esmirna, a quien también hemos visto en nuestra juventud, porque él vivió por muchos años. . ." Si las declaraciones de Ireneo respecto a sus relaciones con Policarpo y la relación de Policarpo con Juan son correctas, el testimonio de Ireneo da un fuerte fundamento a la tradición de la paternidad literaria de Juan. Aunque ha habido dudas respecto a Ireneo de parte de algunos, los argumentos en contra de la validez de sus declaraciones no son convincentes. A través de Ireneo, nos enteramos de que la paternidad literaria del cuarto Evangelio fue atribuida al apóstol Juan. En los últimos años de su ministerio, Juan trabajó en Asia y publicó el Evangelio en Efeso. Puesto que el reinado de Domiciano continuó hasta 96 d. de J.C. y Trajano fue hecho emperador en 98 d. de J.C., el apóstol Juan debió haber vivido hasta casi el final del siglo I. El pudo haber escrito su Evangelioen cualquier período entre 60 y 100 d. de J.C. Generalmente aquellos que sostienen que Juan es el autor, prefieren una fecha del final de su ministerio. Probablemente fue escrito entre 85 y 95 d. de J.C. Evidencia interna que sostiene la paternidad literaria de Juan Aunque el autor no menciona su nombre, sí se incluye a sí mismo como un testigo ocular: ". . .y vimos su gloria,. . ." (1:14). Juan 19:35 también parece referirse a un testigo ocular: "Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero. . ." Juan 21:24 dice: "Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas. . ."; ha sido refutado por aquellos que rechazan la paternidad literaria de Juan, basándose en que este versículo es una adición editorial y no parte de la obra original. Sin embargo, no hay evidencia para sostener esta opinión. Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos son mencionados en Juan 21:2 como compañeros de Pedro en el mar de Galilea. Uno de los discípulos que habló a Pedro es identificado como ". . . aquel discípulo a quien Jesús amaba. . ." (21:7). En 21:20 este discípulo también es identificado como "el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?" El pronombre demostrativo "éste", en 21:24, parece referirse al discípulo amado de Jesús, y ese discípulo dijo que era el autor del cuarto Evangelio. El discípulo amado parece haber sido un asociado íntimo de Pedro. De acuerdo con los Evangelios sinópticos, Pedro, Juan y Jacobo formaban un círculo íntimo que acompañaba a Jesús en ocasiones especiales. Puesto que el discípulo amado no era Pedro, lo más probable es que fuera uno de los hijos de Zebedeo. A Jacobo lo habían matado en 44 d. de J.C.; sin embargo, no hay evidencia firme de que Juan haya muerto antes del reinado de Trajano. Cuando Jesús estaba en la cruz, encomendó el cuidado de su madre "al discípulo que amaba". Se ha objetado la idea en cuanto a que Jesús haya mostrado amor especial a algunos discípulos en particular. Sin embargo, al comprender el significado que le da Juan al amor, reduce la fuerza de esa objeción. De acuerdo con 1 Juan, el amor de Dios no enfatiza lo digno del discípulo, más bien la profundidad del amor que llevó a Jesús a que muriese por el hombre pecador. Aparentemente, Juan fue el último de los doce discípulos de Jesús que probara la muerte. Ea frase descriptiva puede haberse aplicado al discípulo anciano cuya larga vida mostraba el amor de Dios hacia el siervo inmerecedor de ello. El escritor del cuarto Evangelio mostró conocimiento acertado y detallado de la vida judía antes de la caída de Jerusalén. El conocía los escrúpulos ritualistas de los judíos y los ritos de purificación (2:6; 7:37; 8:12) y los reglamentos respecto a la pascua (18:28; 19:31-42). También se daba cuenta de la actitud de los judíos con respecto a los samaritanos (4:9) y del desprecio de los palestinos hacia los judíos de la Dispersión (8:35). Conocía Jerusalén, el nombre hebreo del estanque cerca de la puerta de las ovejas y el hecho de que tenía cinco pórticos. En los Sinópticos faltan algunos detalles geográficos dados en este Evangelio: dos Betanias (Betábara, 1:28; 12:1), Enón junto a Salím (3:23), Tiberias como un nombre alternativo para el mar de Galilea (6:1) y Sicar, cerca de Siquem (4:5). Aunque han surgido preguntas respecto a las diferencias entre Juan y los Sinópticos en cuanto a la última cena y la hora de la crucifixión de Jesús, el cuarto Evangelio parece tener un núcleo genuino de tradiciones históricas. Se debe reconocer, sin embargo, que Juan escribió para mostrar que el Hijo de Dios y Salvador del hombre fue una persona históricamente real y no con el fin de establecer una cronología de eventos históricos. En algunos lugares de su narración la información histórica estuvo sujeta a un propósito teológico, el que fue declarado en términos simbólicos en vez de históricos. Ocurren diferencias entre Juan y los Sinópticos en los relatos acerca de Juan el Bautista, la purificación del templo, la cronología del ministerio de nuestro Señor, los milagros y el método de enseñanza de nuestro Señor. Estas diferencias no significan que el cuarto Evangelio debe ser descartado como no histórico, ni deben ser usadas para juzgar a los Sinópticos como no acertados. Incidentes relatados en el cuarto Evangelio suplementan los relatos en los Sinópticos, y la falta de acuerdo cronológico puede ser explicada con el hecho de que el propósito teológico de Juan era de mayor importancia que su información histórica. Se ha dudado de la paternidad literaria de Juan en base a las evidencias helenísticas del Evangelio. Los eruditos que han encontrado en Juan afinidades fuertes con los conceptos religiosos del mundo helenístico contemporáneo se han preguntado si el pescador galileo pudo haber sido el autor o no. Hay cuatro factores que se deben considerar con respecto a esta dificultad: 1. Los materiales de Qumrán producidos en Judea han revelado que existían en Palestina algunas de las supuestas características helenísticas. 2. Si el Evangelio fue escrito aproximadamente en 90 d. de J.C., Juan habría conocido el ambiente helenístico de Efeso por veinte años o más, después de salir de Jerusalén; no era probable que Juan hubiera permanecido en Jerusalén después de la Guerra Judía (66-70 d. de J.C.). 3. El ambiente de Efeso requería que el Evangelio fuese expresado, hasta cierto punto, en pensamiento helenístico si hubiese de ser comunicado a judíos y gentiles en aquel centro cultural heleniza-do. 4. Si los lectores no eran gentiles, eran judíos de la Dispersión, que estaban más influidos por el helenismo que los judíos palestinos. Condiciones históricas en Efeso Los judíos y el Evangelio El cuarto Evangelio revela un sentimiento en contra del judaísmo. Este hecho, sin embargo, no excluye la posibilidad de que los lectores fuesen judíos de la Dispersión. Los judaizantes (aquellos creyentes en Cristo que insistían en guardar la ley de Moisés) eran identificados principalmente con Jerusalén. Aunque los judíos de la Dispersión hubieran compartido las simpatías nacionalistas de los judaizantes hasta cierto punto, su apoyo al judaismo no hubiera sido tan dogmático. Aquellos que interfirieron en el ministerio de Pablo venían de Jerusalén e incitaron al nacionalismo a los judíos. Sus perturbaciones amenazaban la unidad de las iglesias y finalmente, los judaizantes se separaron y formaron sus propias iglesias. Es de esperarse que Juan, al combatir este problema, hubiera intentado mostrar que Jesús había cumplido la ley mosaica, de la cual eran tan celosos los judaizantes. Como resultado del concilio de Jerusalén y de la obra de Pablo, el cristianismo había sido liberado del yugo del legalismo farisaico. El peligro de que se pudiese disuadir a los cristianos judíos a volverse a una observación legalista de la ley siguió siendo una amenaza. Una de las cuestiones principales en la iglesia primitiva era la relación del cristianismo con el Antiguo Testamento. Esta cuestión tuvo que ser tratada por todos los escritores neotestamentanos, y continúa hoy siendo una cuestión que la iglesia enfrenta. Juan no fue el único que presentó el cristianismo en su relación con la ley de Moisés y en su distinción de ella. Los gentiles, tanto como los judíos, estaban interesados con este problema. Condiciones en Efeso En su segundo viaje misionero, a Pablo se le había prohibido predicar la palabra en Asia (Hch. 16:6). Después de ministrar en Macedonia y Acaya llegó a Efeso, en su camino de regreso a Siria, "y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos" (Hch. 18:19). Puesto que realizaba un viaje importante a Jerusalén llevando una ofrenda de las iglesias gentiles, Pablo no pudo demorarse en Efeso aunque los judíos le hicieron tal petición. Un judío, llamado Apolos y nacido en Alejandría, llegó a Efeso e instruyó a la gente en el camino del Señor (Hch. 18:24, 25). Puesto que su comprensión del cristianismo erainadecuada, Aquila y Priscila lo instruyeron mejor. Más tarde, Pablo regresó a Efeso y descubrió que ciertos discípulos que habían sido bautizados con el bautismo de Juan, no habían oído del Espíritu Santo (Hch. 19:1 sigs.). Pablo les informó que "Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo" (Hch. 19:4). Los discípulos efesios fueron bautizados y recibieron al Espíritu Santo, lo cual fue evidenciado porque hablaron en lenguas y profetizaron. Después, Pablo entró en la sinagoga judía y habló por tres meses sobre el tema del reino de Dios. Algunos de los judíos rechazaron la enseñanza de Pablo y criticaron el cristianismo ante las multitudes (quizá los gentiles). Lucas toma nota de que Pablo continuó enseñando por dos años más y ambos, los judíos y los griegos de Asia, escucharon la palabra del Señor Jesucristo. El evangelio tuvo tal impacto en Efeso que aquellos que estaban involucrados en la idolatría y brujería fueron afectados económicamente. El platero Demetrio presentó cargos en contra de Pablo, testificando que no sólo en Efeso sino en ciudades circunvecinas de Asia se estaban alejando de los dioses paganos y estaban aceptando el cristianismo debido a la enseñanza de Pablo. Incitó a una rebelión masiva porque la adoración pagana a Diana había sido amenazada. El relato de Hechos fue escrito veinte o treinta años antes que el Evangelio de Juan. Aunque, quizá, las condiciones hubiesen cambiado, es probable que la cultura y la iglesia conservaban algunas de las mismas características. La iglesia se componía tanto de judíos como de gentiles. Muchos se habían convertido de la adoración pagana y de la superstición. La iglesia había sido influida en una fecha temprana por Apolos, quien fue un judío alejandrino. Puesto que Alejandría era el hogar del filósofo Filón, la educación de Apolos pudo haber incluido una mezcla de conceptos judíos y filosofía griega. Los pensadores del primer siglo de Alejandría, Jerusalén, Efeso y Atenas se enfrentaban con la naturaleza de la realidad última y de cómo la "Causa no causada" de Aristóteles se relacionaba con el universo material. Algunos griegos concluyeron que la existencia material es imperfecta y, por lo tanto, maligna. Los judíos creían que Dios es santo y está alejado del hombre, que es pecador. El Dios trascendente había dado al hombre la ley de Moisés para guiarle y los ángeles, como siervos del Dios trascendente, para ministrar a las necesidades físicas y espirituales del hombre. El Evangelio de Juan dice que el Dios santo se relaciona con la existencia material a través de su Hijo Jesucristo, quien es el Creador del mundo material y quien se relacionó con su obra de creación, al tomar la forma de un cuerpo material y al vivir con el hombre. Influencia gnóstica en Efeso. Una tradición de Policarpo indica que el apóstol Juan fue a un baño en Efeso, y al ver a Cerinto allí, salió corriendo sin bañarse y exclamó: "Huyamos por si el baño se derrumba, mientras que Cerinto, un enemigo de la Verdad, está adentro."6 Poco se sabe de Cerinto, excepto la breve información que Ireneo nos da de él. Parece haber sido un gnóstico primitivo quien fue activo en Asia Menor por el año 100 d. de J.C. Ireneo dice que fue educado en la sabiduría de los egipcios. Epifanio lo describió como un cristiano judío y gnóstico herético quien fue adversario de Pablo y luego de Juan. Quizá su información se basó en Ireneo, quien siguió su relato breve de Cerinto con una descripción de aquellos que eran llamados Ebionitas, "cuyas opiniones con respecto al Señor son similares a las de Cerinto y Carpócra-tes." Robert M. Grant, en Gnosticism and Early Christianity ("Gnosticismo y cristianismo primitivos") opina que el judaismo heterodoxo, probablemente, tuviera factores que dieron origen al gnosticismo. Concluyó que el gnosticismo surgió de los escombros de las esperanzas apocalípticas de los judíos. Otros reconocen el factor judío, pero también toman en consideración otros elementos que mantienen que el gnosticismo era un espíritu que surgió del espíritu general del sincretismo. La literatura gnóstica, que se ha preservado, refleja la influencia del apocalipticismo judaístico, de la filosofía griega, de la astrología babilónica, de la cosmogonía egipcia (visión del universo), del dualismo persa y del cristianismo. Aunque se sabe poco de Cerinto, parece haber enseñado las siguientes doctrinas: 1. El mundo no fue hecho por el Dios principal, sino por un cierto poder lejanamente separado de él. 1. 2. Jesús fue el hijo natural de José y María; sin embargo, fue más justo, prudente y sabio que otros hombres. 2. En el bautismo de Jesús, descendió sobre él el Cristo en la apariencia de la paloma, dándole poder milagroso (la opinión adopcionista). 3. A la muerte de Jesús, Cristo partió de él, y fue sólo el Jesús humano que sufrió y resucitó. 4. 5. El Cristo no puede sufrir y debe permanecer impasible (incapaz de sufrir) puesto que es un ser espiritual. Se puede ver fácilmente que el Prólogo de Juan (Introducción) respecto a la encarnación del Verbo, se oponía a las doctrinas de Cerinto. El gnosticismo intentó resolver el problema de cómo el Dios supremo, si es bueno, pudo crear al mundo que es pecaminoso. Los gnósticos concluyeron que el Dios supremo está muy alejado del hombre y no puede ser conocido. Precediendo la venida de Cristo, el judaísmo había alcanzado la misma conclusión de que el "Altísimo" o "Anciano de días" estaba muy lejos del hombre y del mundo del pecado. Los cristianos, tanto como los gnósticos, tuvieron conflicto con las preguntas de cómo creó Dios al hombre, por qué hay mal en el mundo y cómo el hombre ha de ser rescatado del mundo maligno y reunido entonces con el Dios supremo. La respuesta cristiana a estas preguntas es Jesucristo el Hijo de Dios, quien se hizo carne y vivió entre los hombres. A través de su muerte y resurrección. Cristo venció al príncipe de este mundo e hizo posible la liberación para todos aquellos que son nacidos del Espíritu por la fe. La respuesta cristiana difiere significativamente de la respuesta gnóstica. Rudolf Bultmann señaló que ambos, Pablo y Juan, estuvieron dentro de un ambiente de helenismo, el cual estaba saturado con gnosticismo, y que ambos usaron cierto grado de terminología dualista.7 Se encuentra terminología dualista en la antítesis de "verdad—mentira" (Jn. 8:44), "luz—tinieblas" (Jn. 1:5; 8:12), "terrenal—celestial" (Jn. 3:12) y en la palabra "mundo", la que se usa tanto para expresar el amor de Dios hacia el hombre como para denunciar el dominio del pecado (Jn. 3:16; 17:16). Algunos eruditos afirman que el gnosticismo se desarrolló en el siglo II y no pudo haber influido en la terminología de Juan. En el pasado, algunos eruditos sostuvieron que la terminología gnóstica en Juan comprueba que el Evangelio fue escrito en el siglo II. Otra posible conclusión con respecto a las similitudes en la terminología cristiana y la gnóstica es que ambas tuvieron sus orígenes comunes en la terminología teológica de aquel día. El gnosticismo más desarrollado del siglo II tuvo una existencia primitiva en el siglo I. Los cristianos usaban terminología similar a la de los gnósticos al dar respuestas a problemas comunes; sin embargo, el contenido del mensaje cristiano es significativamente diferente del de los gnósticos. *** El propósito del Evangelio El autor declaró que escribió el Evangelio "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn. 20:31). Esta declaración expresa el propósito primordial de una fe evangelizadora. Aquellos que creyeron en Jesús como el Mesías no comprendieron su verdadera naturaleza y cuál era la herencia de ellos en él. El Cristo es el Hijo de Dios, el Rey ungido. Donald Guthrie llama la atención al hecho de que sólo en el cuarto Evangelio está el título "Mesías" preservado en la forma transliterada.8 Este título se usa para describir aJesús en el comienzo del Evangelio, indicando que el autor tenía la intención de que sus lectores comprendiesen el carácter mesiánico de Jesús. Cristo admitió que era Rey ante Pilato, por quien fue condenado a ser crucificado como Rey de los Judíos. Clemente de Alejandría describió el escrito de Juan como un Evangelio espiritual, implicando que el propósito de Juan fue el de sacar a luz el lado divino de su sujeto. Con referencia al reino, Juan distinguió entre el de este mundo y el de Dios, el cual se lleva a cabo por el Espíritu. El propósito de Juan era alejar a sus lectores de la dependencia de la ley y de la especulación gnóstica a "el camino, la verdad y la vida." La relación de Juan con los Sinópticos Con excepción de la historia de la pasión (semana de la crucifixión), únicamente cinco narraciones del cuarto Evangelio se encuentran en los Sinópticos. El tema especial del Evangelio de Juan es muy difícil de armonizar con los relatos sinópticos. Mientras que los Sinópticos contienen dichos expresivos y parábolas de Jesús, Juan incluye discursos largos que parecen reflejar la teología desarrollada de la iglesia hacia el final del siglo I. Muchos eruditos han concluido que el autor usó los Evangelios de Marcos y Lucas, los cuales fueron escritos por cristianos que no fueron apóstoles; sin embargo, poco material en Juan es paralelo con los materiales en los Sinópticos. Si el cuarto Evangelio fue dependiente o no de los Sinópticos es asunto que continúa siendo disputado. El material común de los Evangelios puede ser atribuido a la tradición oral. Hay acuerdo general en que el autor del cuarto Evangelio presuponía que los lectores conociesen las tradiciones sinópticas. Puesto que incluye una gran cantidad de material que no está en los Sinópticos, los escritos de Juan parecen ser suplementarios a ellos. Algunos de los temas importantes en los Sinópticos que faltan en Juan son el reíalo del nacimiento virginal, el bautismo, la tentación y la transfiguración de Jesús, la curación de endemoniados y leprosos, las parábolas, la institución de la Cena y la agonía en el huerto de Getsemaní. Es posible que el autor presupusiera que sus lectores ya conocían estos eventos. Muchos eruditos han explicado estas omisiones a base de razones teológicas. C. K. Barrett sugiere que Juan tomó las narraciones de los Evangelios sinópticos, las apartó de su contexto las entretejió en el marco teológico de su Evangelio.' Cree que el deseo de Juan era salvaguardar el significado verdadero de las narraciones, así pues, las despojó de su individualidad histórica para evitar que se malinterpretasen. La teoría de que Juan presupuso que sus lectores ya conocían los eventos en los Sinópticos, es más aceptable que concluir que escribió principal- mente para suplementarios; sin embargo, el nuevo material que Juan introdujo, sí suplementa el material sinóptico. *** El Prólogo Juan 1:1-18 La relación del Verbo con Dios y con el mundo (1:1-5) Una pregunta significativa en el día de Juan sigue siendo importante para el hombre contemporáneo: ¿Cómo se relaciona Dios, quien es espiritual, con el mundo, que es material? Juan contestó esta pregunta al señalar las doctrinas de la creación y de la encarnación. Ambas, la obra de Dios en la creación y su presencia con el hombre en forma carnal, son la obra de su Hijo. Dios se da a conocer o se comunica con el hombre a través del Verbo, el cual era con Dios y era Dios en esencia (v. 1). El uso de "Verbo" enfatiza la calidad reveladora del descenso de Dios en carne humana en la persona del Hijo. El habla es esencial para la humanidad, puesto que las relaciones personales se establecen a través de las palabras. Se conoce el ser interior del hombre a través de la comunicación verbal. El ser invisible de Dios fue revelado a través de su Verbo, el cual se hi/o visible al tomar para sí un cuerpo carnal. Al escoger el término "Verbo" para describir al Hijo de Dios, es obvio que Juan tenia en mente Génesis 1:1 sigs. El comenzó un paso antes de la creación como es descrita en Génesis. Juan hizo una declaración respecto a la naturaleza de Dios, quien creó, y luego procedió a contar acerca de la obra de Dios. La doctrina del Verbo está basada en Génesis 1:3: "Y dijo Dios,. . . y fue la luz." La palabra hablada de Dios es vista como un poder divino, el cual hizo que viniera a ser la existencia creada. El salmista ya había declarado esta doctrina cuando dijo: "Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. . . Porque él dijo, y fue hecho" (Sal. 33:6-9). No solamente era un término rico en antecedentes hebraicos, sino que también fue usado por los griegos para referirse a los pensamientos interiores y a la expresión exterior del pensa- miento en el habla. En un marco deísta la palabra "Verbo" se usaba para referirse a la au torre velación de Dios. Los filósofos estoicos sostenían que lagos (verbo) era el principio racional del universo. El filósofo judío Filón de Alejandría había traído el concepto griego al judaísmo. Usó el término logas para referirse a personas en el Antiguo Testamento y para describir el concepto proyectado del Dios trascendente. En el concepto de Juan, el Verbo es el poder de Dios, el pensamiento interior de Dios que tiene significado y propósito para la vida y el ser personal del Hijo de Dios, quien es Dios pero tiene existencia separada del Padre. Dios habló, y el poder de su palabra trajo la creación a existencia. El Verbo, como el pensamiento interior de Dios, trae significado y propósito a la vida, y así trae propósito a la existencia física creada por Dios. Aparte del Verbo, la existencia física carece de significado y propósito; por lo tanto, está sin vida (v. 4). El Verbo, como fuente de vida, da luz al hombre. La luz permite que el hombre vea hacia dónde va. Sin luz el hombre tropieza y no puede encontrar el camino hacia su destino. El Verbo, como luz, brilla en las tinieblas; o sea, se convierte en el guía hacia el significado verdadero de la vida para el hombre que ha estado tropezando en la oscuridad. Bajo el poder y el control de Satanás, el hombre es engañado y cegado en cuanto a su verdadero destino. Aunque Satanás puede engañar al hombre y distraerlo del significado verdadero de la vida, él no puede evitar que la luz dé dirección al hombre encadenado en sus pecados. Las tinieblas no pueden vencer a la luz. La relación del Verbo con Juan el Bautista (1:6-8) El autor parece tener en mente Isaías 40—53 tanto como Génesis 1. La venida de Dios al hombre, en el poder y en la revelación del Verbo, había de ser precedida por un profeta enviado por Dios para preparar el camino (v. 6). Juan fue la voz de un profeta en el desierto que llamó a las personas a que se preparasen para la venida de su Dios (Is. 40:3 sigs.)- La presencia de Dios se había alejado de su pueblo debido al pecado. Él regreso de la presencia de Dios había de ser precedido por la conversión del hombre a la justicia y su preparación para tener comunión con él. El que fue enviado para anunciar el regreso de Dios a su pueblo no debía ser confundido con aquel por quien Dios se había de manifestar (v. 7). El había de anunciar o dar testimonio de la luz venidera a fin de que el hombre la conociera y creyera en él. Por siglos, la gran esperanza de Israel había sido el regreso del favor de Dios, expresado a su pueblo a través del Mesías (el Ungido). En vez de enfatizar el poder militar del Mesías, quien daría victoria a los judíos sobre sus enemigos, Juan dio testimonio de la luz que daría dirección y significado al hombre pecador. La relación del Verbo con el hombre (1:9-13) La luz verdadera, la cual entró al mundo para libertar al hombre de las tinieblas que lo tenían cautivo, no fue reconocida por aquellos a quienes él había creado (vv. 9, 10). La liberación de las tinieblas no es el logro del hombre sino la obra de la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Isaías había dicho que toda carne es como el pasto y como la flor del campoque se marchita y se desvanece, pero Dios es eterno. El significado verdadero del hombre no se encuentra en sí mismo, sino en su relación con Dios. La luz vino al mundo para iluminar esta verdad, pero el hombre, que fue hecho por Dios, falló en reconocer que su propósito verdadero en la vida residía en su relación con Dios y no en su relación con las cosas creadas. La palabra "mundo" tiene diferentes significados en Juan. Se refiere a la existencia creada incluyendo al hombre, a éste en rebelión contra Dios y al hombre como creado por Dios. El versículo 10 enfatiza que el Verbo había venido como luz al mundo, pero que el hombre quien fue hecho por el Verbo no lo conoció. Puesto que el Verbo creó al hombre, éste le pertenece, pero no todos aquellos a quienes él creó lo reciben (v. 11.) El resultado del ministerio de Jesús fue que el mundo no lo reconoció; sin embargo, aquellos que sí lo reconocieron y le recibieron, fueron hechos hijos de Dios. Debido al pecado, el hombre no es por naturaleza hijo de Dios, aunque sí es posesión de Dios por derecho de creación. Aquellos que recibieron la luz son libertados del control del pecado y les es dado el derecho de ser hechos hijos de Dios (v. 12). El recibir a Cristo y el ser hecho hijo de Dios viene por medio de creer en su nombre (v. 12). La respuesta propia al Verbo como el pensamiento racional de Dios estableciendo el propósito y significado de la vida es el creer. Creer en el Verbo significa ser guiado y controlado por él en vez de ser controlado por las tinieblas. Recibir al Verbo por creer en él es experimentar el nacimiento espiritual (v. 13). Llegar a ser hijo de Dios no es por nacimiento físico —"no de sangre" (v. 13). Por la sangre, los judíos eran descendientes de Abraham, y así pues, dijeron ser hijos de Dios. De acuerdo con los Sinópticos, Juan el Bautista había advertido que la pretensión judía de ser descendientes de Abraham era inválida, puesto que "yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras" (Mt. 3:9). Tampoco puede el hombre llegar a ser hijo de Dios a través de sus propios esfuerzos —"ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (v. 13). Llegar a ser hijos de Dios depende de su voluntad y obra, no de la racionalidad del hombre ni de sus logros personales. La encarnación del Verbo (1:14-18) El autor discutió previamente la relación del Verbo con Dios y con el hombre. Faltaba que él diera una declaración más específica acerca de la encarnación del Verbo. La carne distingue al hombre de Dios. La carne trae consigo la idea de la naturaleza material, tanto como dependiente, del hombre. Dios es espiritual tanto como independiente. Que el Verbo se hiciese carne significaba que recibiría existencia física y estaría limitado a un papel de dependencia; sin embargo, el Verbo nació como carne —hombre— pero "fue lleno de gracia y de verdad". Vino a morar en la forma de carne humana a fin de permanecer en medio de la humanidad. De acuerdo con el Antiguo Testamento, Israel comprendía que Dios estaba en medio de ellos cuando su presencia llenaba el templo. En el Verbo, la gloria de Dios nuevamente estaba en medio de su pueblo. La presencia de Dios en el Verbo significaba que su gracia (favor no merecido) y verdad (el camino correcto para vivir con verdadero significado en la vida) estaban presentes para libertar al hombre de su enemigo —las tinieblas. La encarnación del Verbo hizo visible la gloria, gracia y verdad del Padre —"y vimos su gloría" (v. 14). Juan el Bautista cumplió la predicción del Antiguo Testamento de que una voz en el desierto prepararía el camino para el Señor que vendría. El que expresaba el testimonio del Antiguo Testamento reconocía que aquel a quien anunciaba era de rango superior al de él y al del Antiguo Testamento. Isaías 40:3 sigs., habla de la voz de uno que llama a la gente a prepararse para la revelación de la gloria del Señor. Puesto que la gloria del Señor fue vista en el Verbo, el Verbo nacido del Padre era mayor que el testigo que preparaba la manifestación de su gloria. Jesús como el Verbo encarnado tenía mayor autoridad que la ley del Antiguo Testamento. La superioridad del Verbo también es atestiguada por experiencia —"porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia" (v. 16). La vida cristiana se basa en todos los aspectos en la gracia —"y gracia sobre gracia" (v. 16). Los judíos creían que la voluntad de Dios para su pueblo se expresaba en la ley dada por Moisés (v. 17). La ley no estaba basada en la gracia de Dios sino en la acción del hombre. Puesto que "toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita" (Is. 40:6, 7), la ley no era adecuada para proveer las necesidades del hombre. El hombre necesitaba la ayuda de Dios (gracia) y la verdad que vendría a través de Jesucristo. La seguridad del hombre de conocer la verdad, la cual es el propósito de Dios para el hombre y para la liberación del mismo, viene por medio del Hijo quien estuvo en el seno del Padre y quien fue declarado por Dios al hombre (v. 18). La ley enseñaba que Dios es invisible y que es peligroso verlo. El Hijo unigénito de Dios manifestó al Padre, quien es la última verdad y la fuente de toda verdad; así pues, gracia y verdad vinieron a través de Jesucristo. *** 2 LA MANIFESTACIÓN DE JESÚS COMO EL MESÍAS Juan 1:19—3:36 Introducción Después de definir a Jesús como el Verbo divino quien existió eternamente con el Padre y asumió carne humana, el autor enfocó su atención en el reconocimiento humano de quién era Jesús. Juan el Bautista enfatizó que su misión era presentar a Cristo, pero que él mismo no había de ser identificado como el Cristo. El describió a Jesús como el "Cordero de Dios" y el "Hijo de Dios". Andrés declaró a su hermano Pedro que Jesús era el Mesías. Natanael lo reconoció como Rabí, Hijo de Dios y Rey de Israel. En los Sinópticos tanto como en el Evangelio de Juan, Jesús se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre. Juan también usó "el Hijo unigénito de Dios". Ante la mujer samaritana, Jesús se identificó como el Mesías. Los diferentes títulos del Antiguo Testamento que describían al esperado libertador del pueblo de Dios fueron aplicados a Jesús, y únicamente en él estuvieron unificados y atribuidos a una sola persona histórica los distintos conceptos. El testimonio de Juan el Bautista 1:19-34 Juan niega que él es el Cristo (1:19-28) El propósito de Juan era presentar la evidencia de que Jesús es el Hijo de Dios, el Rey ungido. Lucas nos dice que todo Israel estaba "en expectativa" por la venida de Cristo (Le. 3:15). Puesto que la voz de la profecía había estado silenciosa por varios siglos, la aparición de Juan el Bautista en el desierto usando la ropa de profeta y comiendo la dieta de profeta, les hizo pensar en que Elías había vuelto. El profeta Malaquías había dicho: "He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres." (Mal. 4:5, 6a). De acuerdo con Mateo 17:12, Jesús identificó a Juan el Bautista con Elías, pero Juan el Bautista negó que él fuera Elías en Juan 1:21. Algunos eruditos han concluido que el cuarto Evangelio fue escrito para contrarrestar una veneración excesiva hacia Juan el Bautista. Parece ser más probable que el designio del autor fuera el de enfatizar la disminución de importancia de Juan y el aumento de importancia de Cristo. La aparición de Juan produjo mucho entusiasmo, y la gente se aprestó para seguirlo. El cuarto Evangelio muestra cómo la lealtad a Juan el Bautista fue transferida a Cristo, quien fue presentado por el Bautista como alguien que había existido antes que él y, por lo tanto, era mayor que él. El relato del autor acerca de Juan el Bautista presupone que los lectores conocían los Sinópticos. No da una descripción cronológica de lo que sucedió sino una interpretación del significado de los eventos. Los judíos, el título usadopor Juan para el judaísmo y sus líderes oficiales, mandaron a sacerdotes y levitas, quienes actuaban como policías del templo, para preguntar sobre la identidad de Juan el Bautista (v. 19). El propósito del autor parece haber sido el de presentar el conflicto entre Jesús y el judaísmo el cual se centraba en Jerusalén. El autor ya había dicho que el Verbo había venido a los suyos (los judíos) pero que no había sido recibido ni reconocido por ellos. Juan el Bautista negó que él era el Cristo, y dio testimonio de Uno que estaba entre los judíos pero que no era reconocido por ellos. Para cuando el Evangelio fue escrito, los cristianos judíos se habían separado totalmente del judaísmo. Aparentemente se especulaba que Juan el Bautista era el Mesías. El negó enfáticamente que él fuera el Mesías o Elías. Había la creencia, basada en Deuteronomio 18:15, 18, que aparecería un profeta para instruir al pueblo en los mandamientos del Señor y para volverlo a la justicia que los prepararía para la venida del Señor. Juan también negó que él fuera tal profeta. Quizá la razón de que sean enfatizadas las negaciones de Juan en el cuarto Evangelio es porque Jesús mismo es presentado como el Maestro y Salvador quien haría volver a la gente de su pecado. Hacer que la gente se vuelva a la justicia no puede ser el logro del hombre, sino que tiene que ser la obra del Verbo quien es el Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (v. 14). Como Maestro, Jesús es verdad; como Salvador, Jesús es gracia divina, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Puesto que Jesús llenó el papel de profeta y rabí e instruyó a la gente en el camino del Señor, Juan el Bautista no podía ser ni Elías ni "el profeta" (v. 21). El Bautista sí cumplió el papel de la "voz que clama en el desierto" que preparó el camino para la venida del Señor (v. 23; Is. 40:3). Esta preparación involucraba el anunciar que el tiempo había llegado y el señalar a Jesús como el Cristo quien era mayor que Juan (v. 27), y que había existido antes que él (v. 30). Para cumplir esta misión, Juan el Bautista tuvo que redirigir la atención que él estaba recibiendo hacia aquel que había venido después de él. La misión de Juan requería que él menguara a fin cié que Jesús como el Cristo pudiera crecer. Los representantes de los fariseos trataron insistentemente de averiguar acerca de la obra de Juan el Bautista. El hecho de que le preguntaron por qué bautizaba, puesto que él no era el Cristo ni Elías, implica que se esperaba que el Mesías, Elías o el profeta bautizara. El bautismo había surgido en el judaísmo como un ritual de purificación requerido de prosélitos para su admisión en el judaísmo. El bautismo de Juan difería del bautismo de prosélitos en que Juan requería que tanto los judíos como los gentiles fuesen bautizados. El bautismo también pudo haber sido un acto de auto-dedicación a Dios. De acuerdo con los Sinópticos, Juan ligó el rito del bautismo con el reino venidero de Dios. El bautismo simbolizaba la preparación indicada para el esperado día de Jehová. Puesto que Juan negó que él fuera una de las tres personas asociadas con el día del Señor venidero, sus inquisidores naturalmente le preguntaron por qué bautizaba (v. 25). Juan contestó que su bautismo prefiguraba el bautismo del Mesías y del profeta. Juan contestó que él bautizaba con agua. Los Sinópticos nos han enseñado a esperar la declaración que sigue, que aquel que vendría después de él bautizaría con el Espíritu Santo. Sin embargo, no se hace esta declaración hasta el versículo 33. En su lugar, el Bautista cambió el enfoque de atención de su obra bautismal al Cristo a quien los fariseos y sus emisarios no habían aceptado (v. 26). De acuerdo con el autor del cuarto Evangelio, el propósito de Juan el Bautista al bautizar era revelar a Jesús como el Cristo; así pues, es lógico su cambio de atención del bautismo de agua a Aquel más grande que él, cuyas sandalias él no era digno de desatar. En comparación al Mesías, Juan no era digno ni siquiera de servirle como esclavo. 30 Juan identifica al Mesías (1:29-34) Al acercarse Jesús, Juan lo identificó como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (v. 29). Diariamente eran sacrificados dos corderos como ofrendas quemadas en preparación para la reunión de los sacerdotes (representantes del pueblo) con el Señor (Ex. 29:38-42). Cristo, como el Cordero, es el sacrificio por el cual las personas se preparan para encontrarse con Dios. De acuerdo con Isaías 53, el Siervo de Dios recibió aflicción y sufrió por nuestras transgresiones. Fue llevado como un cordero al matadero (cf. vv. 4-7). Puesto que las naciones reconocieron que el Siervo de Dios recibió aflicción por causa de ellas (Is. 52:13— 53:12), Juan el Bautista describió a Cristo como el Cordero de Dios quien cargaría el pecado del mundo. Jesús es el Mesías, pero también es el Siervo Sufriente quien llegó a ser una ofrenda por el pecado para permitir al hombre injusto llegar ante el Dios santo. El cuarto Evangelio enfatiza que el Hijo de Dios no fue reconocido por los líderes del judaísmo. Esta falta resultó del hecho de que Jesús no cumplía las expectativas que ellos tenían de un Mesías político y victorioso. Al contrario, Jesús fue descrito como el Siervo despreciado de Isaías 53 quien no sería atractivo a los hombres, debido a su humilde papel de sufrimiento y servicio. El sacrificio del Cordero no era únicamente para los judíos sino para todo el mundo. Aunque Jesús, como el Mesías, no fue atractivo a los líderes del judaísmo porque enseñaba que habría de morir en la cruz, Juan enfatizó que Jesús era superior a él. Juan el Bautista, así como los líderes del judaísmo, no podía identificar a Jesús como el Mesías por su apariencia física ni por su posición política ni social. Puesto que el propósito de Juan fue manifestar al Mesías a Israel, era necesaria la revelación divina para informar a Juan que aquel sobre quien descendiera el Espíritu en ocasión de su bautismo era el que bautizaría con el Espíritu Santo (v. 33). Cuando David fue ungido con aceite en público, como señal de que él era el rey de Israel, el Espíritu del Señor vino sobre él (1 S. 16:13). Se usaba el aceite en la ceremonia pública para dedicar a una persona al servicio de Dios. En el tiempo de Juan, el bautismo era una ceremonia pública de dedicación. Al ser bautizado Jesús, Juan presenció el descenso del Espíritu del cielo en forma de una paloma (v. 32). Este evento no dejó ninguna duda de que Jesús era el Mesías escogido. En el tiempo de David, el Espíritu descendía únicamente sobre los dirigentes de Israel para permitirles servir a Dios. En el nuevo reino, el Rey daría el Espíritu Santo a todos aquellos que nacen en el reino para servir a Dios; así que Cristo bautizaría con el Espíritu Santo. A David le fue prometido que el trono de su reino sería establecido para siempre y que el rey escogido sería un hijo de Dios (2 S. 7:13, 14). Juan el Bautista dio testimonio de que aquel sobre quien él había visto descender el Espíritu Santo era el Hijo de Dios (v. 34). El testimonio de los discípulos 1:35-51 El relato del llamamiento de los discípulos difiere del de los Sinópticos. En los Sinópticos, los discípulos fueron llamados a ser apóstoles que anunciarían que el reino de Dios había llegado. En el cuarto Evangelio se da importancia a la instrucción, así que el énfasis está sobre Jesús como un rabí que llama a sus discípulos a asociarse con él. Juan el Bautista señaló a sus propios discípulos al Cristo (v. 36). El cuarto Evangelio se caracteriza por un énfasis sobre la enseñanza en la cual permanecen los discípulos con su rabí (maestro) Jesús, en vez de los detalles cronológicos de los Sinópticos. Cuando Juan señaló a sus discípulos a Cristo, dos de ellos lo siguieron (v. 37). Ellos contestaron la pregunta de Jesús concerniente a qué era lo que buscaban al dirigirse a él como rabí y al preguntarle dónde vivía. La implicación de su pregunta era que ellos planeaban visitarle en ocasiones posteriores para escucharmás de sus enseñanzas. Jesús los invitó a que fuesen a ver dónde vivía, y en respuesta, ellos fueron a morar con él. Era costumbre que los discípulos moraran con su maestro. La invitación de Jesús a los seguidores de Juan de ver en dónde vivía era una invitación a que fueran sus discípulos. El autor dio al evento una relación histórica al referirse a una hora específica: las cuatro de la tarde (la décima hora—v. 39). Uno de los seguidores de Juan, quien escuchó a Jesús hablar, fue Andrés (v. 40). Aunque Juan el Bautista había hablando a sus discípulos de Jesús como el Cordero de Dios, Andrés identificó a Jesús como el Mesías ante Simón, su hermano (v. 41). De acuerdo con los Sinópticos, una voz celestial en el bautismo de Jesús citó el pasaje mesiánico de Salmos 2:7 y el pasaje del Siervo Sufriente en Isaías 42:1, así identificó al Mesías como el Siervo Sufriente. De acuerdo con el cuarto Evangelio, esta identidad se produjo por la referencia de Juan a Jesús como el Cordero de Dios por el reconocimiento de Andrés en llamar a Jesús el Mesías. Es interesante que el autor del cuarto Evangelio usó la forma transliterada de la palabra "Mesías" del Antiguo Testamento y le dio la traducción griega de ésta como "Cristo" (v. 41). La forma de esta declaración puede indicar que el autor estaba escribiendo a los judíos de la dispersión quienes conocían la doctrina del Mesías pero que estaban más familiarizados con el lenguaje griego que con el hebreo. El poder sobrenatural de Jesús de conocer al hombre es enfatizado al dar un nombre nuevo a Simón. Cefas es la palabra aramea para "piedra" y Pedro es la palabra griega para la misma (v. 42). Simón sería una piedra de construcción en la obra del reino. En los Sinópticos, se dio el nombre de Pedro en respuesta a la confesión de Simón a Jesús al decirle que era el Mesías (cf. Mr. 8:29 y paralelos). Esta confesión vino mucho más tarde en el ministerio de Jesús en el relato de los Sinópticos que en el cuarto Evangelio. El Evangelio de Juan no da ninguna información de la imposición sobre los discípulos de mantener en secreto el haber reconocido a Jesús como el Cristo. La diferencia entre los Sinópticos y el cuarto Evangelio puede explicarse por el propósito de Juan de enfatizar el tema y de interpretar las enseñanzas en vez de dar un relato cronológico. Aparentemente, la gente ya estaba familiarizada con los eventos de los Sinópticos. El deseo de Juan era dar interpretaciones teológicas a las enseñanzas acerca de Jesús. Después del llamamiento de tres o posiblemente cuatro de los discípulos en Judea, Jesús salió para Galilea donde encontró a Felipe y le mandó a que le siguiese como su discípulo (v. 43). El nombre de Felipe era griego, pero esto no niega que fuera judío. Su hogar era el pueblo muy helenizado de Betsaida, que se encontraba en la orilla nordeste del mar de Galilea. Felipe encontró a Natanael, un judío del pueblo cercano, Cana de Galilea. Natanael es una palabra semítica que significa "Dios da". Natanael fue invitado a ver a "aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas. . ." (v. 45), aunque no hay ninguna referencia mesiánica que sea específica en el Pentateuco. La Ley de Moisés y los Profetas son una referencia al Antiguo Testamento. Nuestros libros históricos que tienen referencias mesiánicas fueron los que estaban clasificados en la Biblia judía como parte de los Profetas. Puesto que Felipe asoció a Jesús con el pueblo desconocido de Nazaret, el cual no está mencionado en el Antiguo Testamento, y con la poco conocida familia de José, la respuesta de Natanael fue: "¿De Nazaret puede salir algo de bueno?" En vez de discutir con Natanael, Felipe le invitó a que él mismo fuese a ver a Jesús. Al acercarse Natanael, Jesús reveló un conocimiento sobrenatural de su carácter. Natanael fue descrito como un verdadero israelita, o sea uno que escucharía con entendimiento y obediencia el Antiguo Testamento, el cual habla de Jesús como el Mesías. Fue descrito como una persona sin pretensión o engaño, pero que era directa al expresar sus opiniones. Natanael se sorprendió al ver que Jesús ya lo conocía. La respuesta de Jesús de que él lo había conocido cuando aún estaba bajo la higuera puede haber estado relacionada con un evento que demostró la falta de pretensión de Natanael (v. 48). En respuesta reconoció a Jesús como rabí e Hijo de Dios. Ya se ha señalado que el Mesías davídico prometido sería el Hijo de Dios (v. 49). Jesús respondió que la creencia de Natanael, hasta este punto, estaba basada en el milagro de conocimiento sobrena- tural (v. 50). Natanael vería cosas mayores que este milagro. Aprendería un significado más profundo del título "Hijo de Dios" que el que contenía la referencia a David como hijo de Dios. Natanael se daría cuenta de que la presencia celestial de Dios estaba siendo manifestada en Jesús así como fue manifestada a Jacob cuando los ángeles ascendieron y descendieron de la escalera (v. 51). La presencia de Dios estaba siendo conocida a través del Hijo del Hombre quien, de acuerdo con Daniel 7:13, es un ser celestial. El reino del Hijo del Hombre está en este mundo pero trasciende el mundo puesto que la presencia de Dios está manifestada en el Rey. *** El significado simbólico del primer milagro 2:1-12 El interés de Juan en los milagros no se centraba en los detalles, sino en el significado simbólico o interpretación teológica de los eventos. El autor se refirió a los milagros como señales (2:1 f, 18, 23; 3:2; 4:54; 6:2, etc.). En el Evangelio de Juan, la palabra "señal" es una anticipación simbólica o forma de mostrar una realidad mayor que el evento milagroso mostrado en un nivel físico. El cuarto Evangelio ve los milagros como señales que revelan a Jesús corno el Cristo quien estaba invadiendo el reino del mal y venciendo a Satanás en su propio terreno. Juan declaró que el propósito de su Evangelio era "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (20:31). Juan presentó los milagros como señales para aumentar la fe de los seguidores de Jesús. Los milagros eran eventos históricos pero iban más allá del orden natural. Para Juan el significado mayor se encontraba en la interpretación teológica descubierta a través de los ojos de la fe. El elemento sobrenatural no puede ser comprendido a través de la experiencia de los sentidos sino que debe ser interpretado teológicamente. La revelación divina viene a través de una acción de orden sobrenatural en lo histórico. El hombre tiene que responder a la revelación divina a través de la fe. El propósito de Juan al incluir la conversión del agua en vino en las bodas en Cana fue registrar la reacción de los discípulos: "sus discípulos creyeron en él" (v. 11). El autor dio al milagro un fondo histórico al referirse al tiempo (el tercer día) y al lugar (Cana). Las personas identificadas como participantes en la fiesta de bodas fueron: Jesús, sus discípulos, su madre, los siervos, el maestro de ceremonias y el novio. Cuando el abastecimiento de vino se agotó, la madre de Jesús fue a él con el problema. Jesús se dirigió a su madre como "mujer" en el versículo 4. También se refirió a ella en la misma forma cuando estuvo en la cruz. Esta forma de dirigirse llama la atención a la gran distinción que había entre María y su hijo. Aunque Jesús era su hijo, ella no tenía ningún derecho sobre él porque su naturaleza sobrenatural lo exaltaba más allá de las relaciones humanas. Jesús respondió que la hora, cuando el hombre podría esperar ver la manifestación de la gloria divina, aún no había llegado (v. 4). María no se sintió insultada por la respuesta de su hijo, sino que pidió a los siervos que lo obedecieran (v. 5). En los rituales judíos de purificación se usaban seis tinajas que representaban la total observancia ceremonial del judaísmo (v. 6). Jesús pidió a los siervos que llenasen las tinajas con agua, y que después sacasen algo de la misma y se la diesen al maestro de ceremonias de la fiesta (v. 7). Después de haberprobado el agua que se había convertido en vino, él, el gobernador, se maravilló de que el novio no hubiera seguido la tradición de servir el mejor vino primero, en vez de hacerlo al final (vv. 9, 10). (Los que ya se habrían embriagado no se darían cuenta de que se estuviera sirviendo un vino inferior.) Juan comenta que este milagro de convertir el agua de purificación en vino nuevo manifestó la gloria de Jesús y despertó una respuesta de fe de parte de sus discípulos (v. 11). Quizá Juan tenía en la mente la declaración en Mateo 9:17 que el vino nuevo no se puede poner en odres viejos. En tal declaración, Jesús comparó sus enseñanzas con vino nuevo. Estas no se podían contener dentro de las formas tradicionales del judaísmo. En la enseñanza paralela (Jn. 2:6), el agua que representaba la purificación judía fue cambiada en vino nuevo, el cual representaba todo lo que Cristo había venido a hacer. La calidad superior del vino provisto por Jesús fue contrastada con el ceremonialismo inferior judío. Aunque la hora de manifestar su gloria no había llegado, el milagro daba una manifestación parcial y preliminar a los discípulos para que ellos pudieran creer (v. 11). La creencia en Jesús como el Mesías estaba basada en la experiencia de ver lo que Jesús hacía, tanto como en el cumplimiento de las predicciones del Antiguo Testamento. El versículo 12 es una declaración de transición. Dice que Jesús, su familia y sus discípulos fueron a Capernaúm por algunos días. La purificación del templo 2:13-25 La conversión del agua en vino reveló que las enseñanzas y la obra de Jesús eran superiores a las de los judíos. Su decisión de purificar el templo reveló que su autoridad era superior a la de los líderes religiosos judíos. El evento sucedió durante el tiempo de la pascua, la cual era la más importante celebración pública de los judíos. Miles de judíos hacían el peregrinaje a Jerusalén para la pascua. Durante esta celebración cumbre del judaísmo se llevaban a cabo actividades comerciales deshonestas en el terreno del templo. En estas festividades religiosas se enfatizaba la ejecución legal de los rituales, en vez de la relación con Dios. Juan colocó la purificación del templo al comienzo del ministerio de Jesús en contraste con los Sinópticos, los cuales la colocaron al final de su ministerio público. No es seguro si se referían a distintas purificaciones o si los distintos intereses teológicos causaron que se pusieran en lugares opuestos. Quizá Juan la ubicara al principio porque reforzaba su propósito de enseñar a sus lectores la autoridad que Jesús el Hijo de Dios había recibido. Los escritores sinópticos la pusieron al final como una culminación al ministerio de Jesús. Juan, primeramente, dijo quién era Jesús y usó eventos históricos para apoyar sus enseñanzas. El tema de los Sinópticos se eníoca en descubrir quién era Jesús y su conflicto con los judíos. Este conflicto llegó a su punto culminante cuando Jesús purificó el templo. Jesús se quedó sumamente consternado al entrar en el templo, quizá al atrio de los gentiles y halló bueyes, ovejas y palomas que estaban en venta allí mismo, más cambiadores de monedas que se estaban aprovechando de los peregrinos. Se requería de todo varón adulto judío que pagara un impuesto al templo por la cantidad de medio siclo. Necesitaban cambiar las monedas más grandes por más pequeñas y el cambio romano no era aceptable puesto que tenía la imagen del César. La función de los cambiadores de monedas era cambiar el dinero de los peregrinos por la única clase de moneda aceptada por las autoridades del templo. Aunque un arancel moderado de dos a cuatro por ciento era aceptable por este servicio, la avaricia de los cambiadores de monedas frecuentemente hacía que ellos cobraran el veinticinco por ciento. Puesto que era inconveniente para los peregrinos traer animales para el sacrificio, compraban animales dentro de los atrios del templo. Los sacerdotes servían como inspectores oficiales para asegurarse de que los anímales no tuviesen mancha. Si un animal era comprado fuera del templo, el comprador estaba en peligro de que el inspector rechazara dicho animal. Los animales aprobados y vendidos dentro del templo eran mucho más caros. En vez de mostrar interés cariñoso hacia los peregrinos que venían con toda sinceridad para adorar, los líderes religiosos estaban sacando tremendas ganancias de estos negocios. Jesús hizo un látigo o azote de cuerdas y echó fuera las ovejas y los bueyes del área del templo (v. 15). El pasaje indica que también sacó a todos los hombres que tenían sus negocios en el templo. No dice si usó el látigo con los hombres, pero sí volteó las mesas de los cambiadores de monedas y mandó a aquellos que vendían palomas que se alejaran inmediatamente con su mercancía. Jesús se opuso al uso de la casa de su Padre como un mercado (v. 16). Los discípulos expresaron la importancia de las acciones de Jesús con una cita de Salmos 69:9 (v. 17). Los judíos respondieron inmediatamente con una demanda de ver una señal que probara su autoridad para interrumpir las acciones comerciales en el templo (v. 18). Jesús dijo que la señal sería la destrucción de "este templo, y en tres días lo levantaré" (v. 19). Los judíos pensaron que Jesús se refería al edificio del templo el cual Herodes había comenzado a construir más o menos en 20 a. de J.C. pero que no se había terminado. Los "cuarenta y seis años" mencionados en el versículo 20 sitúan la purificación del templo alrededor de 27 d. de J.C. El hecho de que los judíos pudiesen pensar únicamente en la estructura del edificio del templo simbolizaba la superficialidad de su religión. Juan explica que Jesús hablaba del templo de su cuerpo el cual sería levantado en tres días. En realidad, no se dio ninguna señal de autoridad, pero su resurrección por el poder de Dios probó que la vida y el ministerio de Jesús fueron aprobados por Dios. Cuando Jesús fue muerto en la cruz, los judíos concluyeron que Dios lo había rechazado. La resurrección invirtió la conclusión y mostró que Dios aprobó a su Hijo y rechazó las decisiones del Sanedrín y de Pilato quienes lo habían condenado. Aparentemente, los discípulos no entendieron la señal hasta después de su resurrección (v. 22). Al hablar de su cuerpo como un templo, Jesús se refería a la permanencia singular del Padre en el Hijo. El Verbo, que era Dios, habitaba en el cuerpo carnal el cual llegó a ser el único verdadero templo. Sería destruido por la muerte y levantado en tres días. Los discípulos comprendieron pocas de sus enseñanzas hasta su resurrección (v. 22). Se hace referencia a los milagros o señales los cuales hizo Jesús mientras estaba en Jerusalén durante la pascua, pero ninguno es descrito (v. 23). Muchos creyeron como resultado de ver estas señales; esto fue lo que atrajo a Nicodemo a Jesús (Jn. 3:2). Aunque la confrontación de Jesús con los dirigentes del templo y sus señales lo hicieron un héroe popular entre las masas, él sabía que no podía confiar en la fe superficial de ellos (vv. 23, 24). Jesús no se engañó por las entusiastas acciones externas de los hombres porque conocía su inconstancia, (v. 25) La instrucción de Jesús a Nicodemo 3:1-21 Se identifica a Nicodemo como un fariseo y un principal entre los judíos. Como fariseo, era celoso de la ley. Su identificación como un principal del pueblo indica que era un miembro del Sanedrín. Durante la conversación, Jesús hizo referencia al hecho de que era maestro de Israel (v. 10). Nicodemo vino a Jesús por la noche (quizá por su deseo de guardar su visita en secreto) (v. 2). La interpretación teológica que implicó el autor es que Nicodemo vino de la oscuridad a la presencia de la luz verdadera. Al usar el plural, Nicodemo probablemente representara a aquellos que creyeron en Jesús debido a las señales que hizo: "sabemos" (v. 2). Antes de que Nicodemo dijera la razón por la cual había venido, Jesús tomó la iniciativa en la conversación y le informó que si quería ver el reino de Dios tenía que nacer de arriba. Los fariseoscreían que Dios restauraría el reino a Israel cuando la ley fuese guardada perfectamente por lo menos un día. Ellos pensaban en un reino político con fronteras geográficas que pudieran ver. Jesús habló de la necesidad de nacer de arriba para ver el reino de Dios, porque el reino de Dios reemplaza los reinos del hombre en esta tierra (cf. 18:36), por lo tanto, es imposible verlo como el hombre ve los reinos de esta tierra. El reine de Dios es el gobierno y reinado de Dios en la vida de sus siervos. El ser nacido de arriba significa ser nacido del Espíritu, que es la permanencia de Dios en la vida de un creyente con el fin de controlarle y darle poder como un siervo del reino. Tal nuevo nacimiento significa entrar al reino (v. 5). Antes de que la presencia de Dios pueda permanecer en el corazón del hombre en la persona del Espíritu, la vida tiene que ser limpiada de pecado y purificada: Nacida "de agua" (v. 5). Quizá el nacer de agua se refiere al bautismo, el cual es un símbolo de ser limpiado del pecado. Nicodemo no pudo entender el significado de nacer de nuevo, de arriba. El entendía que Jesús estaba diciendo que tenía que nacer de nuevo, pero lo interpretaba como un segundo nacimiento físico (v. 4). Jesús explicó que estaba hablando de un nacimiento espiritual y no de un nacimiento carnal. El nacimiento de Nicodemo a la nación judía no era aceptable para el reino de Dios. Es fácil entender mal la enseñanza de ser nacido de arriba si se piensa que el reino de Dios será establecido por esfuerzos en guardar la ley. Jesús contrastó el orden carnal, de este mundo, con el orden espiritual, de arriba. La entrada al reino requiere un nacimiento del Espíritu (v. 6). Ambas, las palabras hebreas y griegas para espíritu pueden ser traducidas como aliento o viento. Jesús ilustró el misterio del nacimiento espiritual al referirse al viento que no se puede ver pero sí oír y sentir (v. 8). Puesto que no se puede ver, una persona no sabe de dónde viene, ni a dónde va; sin embargo, no duda de la realidad del viento debido a que lo oye y lo siente. De igual manera, quizá el hombre no pueda entender al Espíritu, pero puede conocer la actividad en su vida por el efecto que produce en él. Fue necesario que Jesús enseñara al maestro de Israel, quien no entendía la naturaleza espiritual del remo de Dios (v. 10). Puesto que los dirigentes del judaísmo no habían experimentado un nacimiento espiritual, ellos no podían dar un testimonio de algo que no conocían ni habían visto (v. 11). Otra vez se hace referencia al hecho de que los judíos no recibieron el testimonio de Jesús. Jesús hablaba de un reino al que se entraba por el Espíritu. Su testimonio no concordaba con el concepto de los líderes judíos acerca del reino. Comenzando con el versículo 11, Jesús ya no estaba dirigiéndose a un individuo sino a un grupo. Puesto que las experiencias sensoriales del hombre son designadas para captar cosas materiales o terrestres, la realidad celestial o no sensorial tiene que ser explicada con ilustraciones terrenales. El nacimiento y el soplo del viento fueron usados simbólicamente para señalar a Cristo y la actividad de Dios en él. El hombre terrestre no ha ascendido al cielo, así que no puede conocer directamente a Dios quien es trascendente. El Hijo del Hombre, quien estuvo con el "Anciano de días" en el cielo, había descendido desde el cielo a la tierra (cf. Dn. 7:13 sig.). Puesto que el Hijo del Hombre conocía al Padre en una experiencia espiritual y había entrado a la experiencia terrenal del nombre, estaba calificado para comunicar las enseñanzas celestiales (v. 13). En su cuerpo terrenal las cosas celestiales se hicieron visibles. Sin embargo, su vida terrenal sería temporal porque tenía que ser suspendido de una cruz entre el cielo y la tierra, como la serpiente en el desierto, y sería resucitado para ascender nuevamente al cielo (v. 14). La comparación no es entre la naturaleza de una serpiente y Cristo sino entre el levantamiento en un estandarte o en una cruz. La serpiente puesta en un estandarte en medio de Israel recordaba a la gente su impotencia y su necesidad de Dios. Al poner la vista en la cruz se puede ver a Dios proveyendo salvación a través de su Hijo. Quien mira a la cruz y cree en el Hijo del Hombre tiene vida eterna (v. 15). La vida eterna se menciona por primera vez después de las únicas referencias en el Evangelio al reino de Dios (3:3, 5). La vida eterna en "Juan se asemeja al 'reino de Dios' en los Evangelios sinópticos". El versículo 16 es el favorito de muchas personas. Juan estaba, hasta entonces, describiendo lo que había hecho el Hijo divino por el hombre, al descender del cielo y ser levantado en una cruz. Este versículo da la razón y el propósito de sus acciones. La razón por qué él vino al mundo y dio su vida en la cruz fue por el inmerecido amor de Dios hacia la gente pecaminosa del mundo. La encarnación del Hijo y su crucifixión son los regalos de Dios al hombre pecador, pero las dádivas se hacen efectivas únicamente en las vidas de aquellos que creen en él. El propósito de la dádiva de Dios era librar al hombre de la muerte, a fin de que pudiera tener vida eterna. Puesto que el hombre es creado por Dios, su existencia depende de su relación con él. El hombre pecador que se separa de Dios se destruye a sí mismo. El hombre no puede existir separado de su Creador porque es una criatura dependiente. Su orgullo pecaminoso y su egoísmo, que lo hacen creer que puede vivir independientemente, son los que lo llevan a la destrucción. Aquellos que creen que la vida únicamente se halla en el Hijo del Hombre tienen vida eterna. De acuerdo con Sofonías 1:14-16, el día del Señor o la venida del Señor habría de ser un tiempo de juicio aterrador. Ese día significaría castigo no únicamente para los israelitas sino también para los injustos de todas las naciones. Joel predicó que sería un día de destrucción para los enemigos de Dios pero un día de esperanza para su pueblo (Jl. 3:13-18). Juan explicó que la venida del Hijo de Dios no era el día de juicio sino el día de salvación (v. 17). El mundo —el hombre pecador en contra de Dios— merecía ser juzgado, pero el inmerecido amor de Dios ofrecía al mundo perdón y libertad a través de su Hijo. Quien responde creyendo en él no es juzgado, pero quien rechaza la oferta de la gracia de Dios es juzgado o condenado (v. 18). Aunque Dios envió a su Hijo en una misión de amor para salvar al hombre pecador, el rechazo de ese amor tendría el efecto de juicio. El rechazo determina la sentencia de condenación que será dada en el juicio final. El hombre pecador ya está bajo la condenación de Dios. Su única esperanza es ser redimido por la gracia de Dios. Su rechazo de esa gracia sella su condición en condenación; así que quien cree en él no es condenado, pero quien no cree ya ha sido condenado (v. 18). El hombre ya está en las tinieblas. Si ama los hechos pecaminosos hasta el punto de rechazar la luz o el camino de la justicia que Dios ha enviado a este mundo, él continuará bajo la condenación (v. 19). La verdad es la revelación traída por Jesús y revelada en él. La vida del cristiano tiene que conformarse a esa revelación —"el que practica la verdad viene a la luz" (v. 21). El que practica la verdad vive en acuerdo con los propósitos de Dios y se hace evidente que todo lo que ha hecho ha sido a través de Dios. El segundo testimonio de Juan 3:22-36 Después de la purificación del templo y de la conversación con Nicodemo y con aquellos que se unieron a él, Jesús y sus discípulos salieron de Jerusalén y se fueron al distrito circunvecino. Sólo Juan menciona que Jesús bautizó (v. 22). Modificó la declaración en 4:2, al señalar que los discípulos de Jesús eran los que realmente estaban bautizando. El énfasis del autor era demostrar que, aunque Jesús y Juan el Bautista estaban haciendo la misma obra, el significado de su trabajo era distinto. Las actividades bautismales de Juan estaban relacionadas íntimamente con el ritual judío de la purificación (v. 25). Aun en la actividaddel bautismo, Jesús estaba reemplazando a Juan: "y todos vienen a él. . ." (v. 26). El autor especificó que las actividades simultáneas del Bautista y de Jesús sólo se llevaron a cabo al principio del ministerio de Jesús, antes de que Juan fuese encarcelado (v. 24). Los discípulos de Juan el Bautista estaban preocupados al ver que la mayoría de los seguidores, que antes habían recibido el mensaje de Juan, estaban ahora siguiendo a Jesús (v. 26). Juan informó a sus discípulos que este cambio indicaba la superioridad de Jesús y debía ser interpretado como la voluntad de Dios (v. 27). Juan mismo había testificado que él no era el Cristo, sino que había sido enviado para preparar el camino para él (v. 28). Juan usó la relación del padrino de bodas con el novio como una ilustración de su propia relación con Cristo (v. 29). El padrino gustosamente prepara el camino para el novio y se regocija con la buena fortuna del mismo. Juan vino para preparar el camino para Cristo. Aunque Juan guió las etapas iniciales, Cristo era el camino del Nuevo Israel. Juan pudo regocijarse mucho cuando Cristo lo reemplazó como el líder del nuevo movimiento. La razón del aumento de Cristo y de la disminución de Juan implica más que la habilidad humana. Cristo es de arriba: así que está sobre todos los que son de la tierra (v. 31). El Hijo del Hombre es el gobernador supremo de la humanidad. Juan había visto descender al Espíritu, en forma de paloma, y había recibido la divina revelación de que Jesús es el Hijo de Dios. Puesto que él es el Hijo de Dios, quien ha visto y oído al Padre, puede dar testimonio en cuanto a él, pero el judaísmo rechazó su testimonio (v. 32). A través del cuarto Evangelio, el énfasis está puesto en el rechazo de los líderes judíos en aceptar el testimonio de Cristo como el Hijo de Dios. El hombre que acepta el testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios testifica que Dios es verdadero, porque Dios también ha dado testimonio a través de su Espíritu de que Jesús es su Hijo (v. 33). Puesto que Cristo es el enviado de Dios quien ha recibido al Espíritu sin limitaciones, sus palabras son la Palabra de Dios (v. 34). En el Antiguo Testamento, los profetas podían hablar la Palabra de Dios cuando habían recibido el Espíritu de profecía. Puesto que el Espíritu vino para morar con Jesús, todas sus palabras eran a través del Espíritu. El aceptar el testimonio de Cristo significa certificar la verdad de Dios. Un padre probablemente no dejaría sus posesiones y asuntos en las manos de un hijo desobediente y descarriado, pero sí lo haría con un hijo obediente y amado. El Padre celestial ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos (v. 35). El Hijo tiene completa autoridad para actuar en el nombre del Padre. El creer en la palabra del Hijo, que su venida fue la suprema revelación del amor de Dios y de salvación, trae vida eterna. Aquel que rechaza al Hijo y desobedece sus palabras está rechazando a Dios y rebelándose en contra de la Palabra de Dios; de ese modo, él está bajo la condenación de Dios (v. 36). *** 3 CRISTO COMO LA FUENTE DE VIDA Juan 4:1—6:7 Introducción Jesús se describió como el camino, la verdad y la vida. El es el único camino por el cual los hombres son reconciliados con el Padre. Como la verdad, revela la naturaleza y la voluntad del Padre. Es la voluntad del Padre que el hombre crea en el Verbo quien tiene vida en sí mismo y puede dar vida a todos aquellos que van a él con fe. Juan enfatizó que Cristo es la fuente de vida eterna. La fuente de vida espiritual 4:1-42 El viaje de Jesús por Samaria (4:1-16) Puesto que la hora en que Jesús tuviera que sufrir en la cruz aún no había llegado, él se apartó cuando se dio cuenta de que los fariseos sabían que había bautizado a más discípulos que Juan (v. 1). La popularidad de Jesús, que iba aumentando, traería mayor oposición de los fariseos debido a celos. El autor clarificó quién estaba bautizando al señalar que no era Jesús sino sus discípulos (v. 2). La ruta más directa de Judea a Galilea era a través de Samaria (vv. 3, 4). Aunque existía odio entre los judíos y samaritanos, los judíos podían pasar por aquella tierra cuando iban de Galilea a una fiesta en Jerusalén y al hacerlo el viaje se podía cubrir en tres días. Tanto Samaria como Judea estaban bajo el gobierno romano. El rey Omri, de Israel, compró una colina por dos talentos de plata, construyó una ciudad allí y le dio por nombre Samaria (1 R. 16:24). La convirtió en la capital de Israel alrededor de 870 a. de J.C. y siguió siendo la capital hasta la caída del Reino del norte, en 722 a. de J. C. Los asirios conquistadores trajeron muchos extranjeros quienes se casaron con los israelitas de Samaria. La separación de los judíos de los extranjeros fue requerida durante las reformas religiosas bajo Esdras y la reconstrucción de los muros bajo el liderazgo de Nehemías aproximadamente en 450 a. de J.C. Puesto que los samaritanos se habían casado con extranjeros, los judíos dejaron de asociarse con ellos (cf. Neh. 6:13). Esta acción forzó a los samaritanos a establecer su propio lugar de adoración. De acuerdo con Josefo, existía un templo samaritano en el monte Gerizim alrededor de 332 a. de J.C. La separación de los dos pueblos y la exclusión de los samaritanos de la adoración en Jerusalén resultaron en sentimientos hostiles entre los judíos y los samaritanos. Cada uno decía que su lugar de adoración era superior al otro. Samaria llegó a ser el nombre del territorio que rodeaba la ciudad. El pozo de Jacob se encontraba cerca de un pueblo que se llamaba Sicar en el distrito de Samaria. Este nombre no se menciona en el Antiguo Testamento, pero el lugar ha sido identificado con Askar moderna, que está cerca de Siquem. El interés de Juan en el pozo de Jacob residía en su relación simbólica con el Antiguo Testamento y el judaísmo. Jesús y sus discípulos llegaron al pozo a mediodía, y él permaneció al lado del pozo mientras que los discípulos fueron a la ciudad para comprar alimentos. La conversación de Jesús con la mujer samaritana (4:7-26) Una mujer de la región de Samaria llegó a mediodía para sacar agua. Generalmente las mujeres llegaban a la hora más fresca del día. Jesús inició la conversación al pedirle agua (v. 7). La conversación rompió tres tradiciones: 1. un hombre respetable generalmente no hablaría a una mujer en público, especialmente si la mujer era de mala fama; 2. los judíos no tenían ningún trato con los samaritanos; 3. un judío no tomaría de un vaso de una mujer samaritana. Ella era considerada impura, y en ese caso mancharía los recipientes que tocara. La mujer le recordó a Jesús las tradiciones que prohibían que ellos conversaran y que ella le diera agua (v. 9). Ella concluyó que Jesús simplemente era un viajero cansado y sediento. Para corregir este malentendido, Jesús cambió el tema al agua de vida que él podía dar (v. 10). El agua de vida se refería a la dádiva del Espíritu Santo (cf. 7:39). En vez de estar hablando con un viajero desvalido, la mujer de Samaria estaba hablando con el Hijo de Dios quien le podía dar mucho más que agua para la vida física. La mujer continuó entendiendo mal a Jesús e igualó el agua de vida con el agua del pozo de Jacob (v. 11). En el Oriente, donde el agua era escasa, su importancia para la vida era ampliamente reconocida. La mujer supuso que Jesús estaba hablando del agua corriente de un manantial cuando él habló del agua de vida. El propósito de la conversación se hace aparente en el versículo doce en el cual la grandeza de Jacob, quien representa al judaísmo, es comparada con la grandeza de Jesús. Para la mujer, Jacob había sido mucho más grande que el hombre con quien ella hablaba. El pozo cavado por Jacob había dado mucha agua para dar vida a muchas generaciones. Jesús empezó a aclarar el malentendido al señalar que el agua del pozo de Jacob se tenía que beber todos los días, pero que el agua de que él hablaba no era agua ordinaria (w. 13, 14). La superioridad del agua que Jesús ofrecía residía en que un trago de
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