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Gonzales Nieves, Isabel Cristina - Estudios de Derecho y Economía

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ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES
ESTUDIOS DE
DERECHO Y
ECONOMÍA
Heliasta
2
ESTUDIOS DE
DERECHO Y ECONOMÍA
Bajalibros.com
ISBN:978-987-34-0464-1
©2008, Editorial Heliasta S.R.L.
Distribuidores exclusivos:
Editorial Heliasta S.R.L.
Juncal 3451
(C1425AYT), Buenos Aires, Argentina
Tel. y Fax (54-11) 4804-0472
editorial@heliasta.com.ar || www.heliasta.com.ar
3
MECANISMO DE MERCADO
LA FUNCIÓN EMPRESARIAL
El empresario es un hombre que actúa de acuerdo con los cambios que
tienen lugar en los mercados. Es la fuerza impulsora para la distribución de
los recursos de manera que correspondan a los deseos de los consumidores;
por tanto, el mercado tenderá a eliminar del papel de empresario a todo
aquel que no entienda su función y aceptará a todos aquellos capaces de
prever mejor la futura demanda de los consumidores. La oportunidad de
ganancia aparecerá cuando los precios de los productos en el mercado de
bienes y servicios no estén ajustados a los precios de los recursos en los
mercados de factores de producción; en otras palabras, algo se vende a dos
precios distintos en los dos mercados debido a la imperfecta comunicación
entre ellos; en el mercado de factores de producción ese algo aparece como
un complejo de materias primas y en el mercado de productos, como un
bien de consumo. El empresario nota esa divergencia de precios antes que
otros, pues en el momento de decidir la producción los precios de los bienes
no existen aún, y el empresario verá que los precios de los bienes no estarán
totalmente ajustados a los precios actuales de las materias primas. La
incertidumbre se cierne sobre la actividad empresarial, ya que la producción
necesita tiempo. Los beneficios empresariales proceden de esa falta de
ajuste en el mercado (productos-factores) y de que el éxito consiste en darse
cuenta de esos desajustes, es decir de que estima los precios futuros con
más aproximación a la exactitud que otras personas. En resumen, la
función empresarial es la acción vista en su perspectiva especulativa, pero
en realidad representa un juego en el cual existe una oportunidad de
beneficio. El empresario, entonces, es el que contratará en el mercado de
factores de producción a un precio más bajo que el precio que se formará
para los bienes de consumo.
4
LA EMPRESA
Son organizaciones de distinta magnitud que tienen como fin explotar las
economías de escala en la producción. Deben obtener fondos y, además,
organizar el proceso de producción.
Existen economías de escala cuando el costo de producción disminuye
cuanto mayor es el volumen de producción. En cuanto a la función de
obtención de recursos, cabe mencionar que hoy en día, la mayoría de los
fondos destinados a la producción provienen de los beneficios que obtienen
las empresas o de préstamos procedentes de un gran número de ahorristas,
es así como una enorme cantidad de fondos es un gran número de personas
que ni siquiera se conocen y se reúnen en una empresa para la conclusión
de un proyecto en común. Otra razón por la que existen las empresas es la
necesidad de dirección. El directivo es la persona que organiza la
producción, introduce nuevas ideas o productos o procesos, toma las
decisiones y es responsable de los éxitos o fracasos.
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LA NATURALEZA DE LA FUNCIÓN EMPRESARIAL
Un mercado que conste exclusivamente de individuos que actúan
economizando y maximizando no da lugar al proceso de mercado.
Para que surja este proceso se requiere de la función empresarial, la
acción individual correspondiente a la eficiencia en la toma de decisiones.
Una multitud de individuos en los que cada uno hace una elección en
relación con fines y medios determinados, no puede sin elementos externos
generar el proceso de mercado.
La noción de mercado surge como un conjunto de individuos dotados de
capacidad y acción económica y que cada uno de los cuales toma sus
decisiones sobre una serie dada de fines y medios.
La acción del hombre implica tipos de acciones adoptadas por el ser
humano para mejorar. El sistema propicia la tendencia a perseguir fines
eficientemente, una vez que los fines y medios se han identificado con
claridad. También es necesario el impulso y la perspicacia para precisar los
fines a abrazar y los medios disponibles.
El elemento empresarial hace que la acción del hombre sea algo activo,
creador en vez de algo pasivo y mecánico.
Una vez que se percibe la atención que el que ha de tomar decisiones
presta a todo nuevo fin posible y a todo medio nuevo, se hace posible
explicar la pauta de cambio de las decisiones individuales como resultado de
un proceso generado en el aprendizaje de estructuras de fines y medios.
Las pautas cambiantes de los fines y medios en las sucesivas decisiones
son posiblemente el resultado de un proceso de experiencias en que el afán
del sujeto por nuevas informaciones genera una secuencia cambiante de
decisiones.
El empresario es entonces el hombre que actúa de acuerdo con los
cambios que tienen lugar en el mercado.
La función empresarial es entonces la fuerza que impulsa la distribución
de los recursos de manera que coincida con los deseos de los consumidores.
La retribución del empresario que es el beneficio es una teoría de
arbitrajes. La oportunidad de ganancia surge cuando los precios de los
bienes en los mercados de productos no se ajustan a los precios de los
recursos en los mercados de factores.
El empresario nota esas diferencias antes que cualquier otra persona.
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Podemos decir, entonces, que la incertidumbre cierne siempre a la función
empresarial.
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ECONOMÍAS NO PLANIFICADAS. ECONOMÍAS PLANIFICADAS
Muchos creen conveniente crear de antemano un plan para la economía
que atribuya a los individuos los papeles que mejor se ajusten a sus
capacidades y que persigan objetivos comunes para beneficios de todos.
Pero, la única alternativa parece ser la selva económica, en que las
personas, se moverían más por el propio interés que por la prosperidad o los
fines comunes.
El régimen de mercado es superior precisamente por no exigir acuerdo
sobre qué fines deben perseguirse. La pauta de actividad que se origina en
el mercado no es creación de ningún plan. No hay en ella finalidad ni
propósito, pues es consecuencias de que muchas personas atiendan a sus
fines y propósitos particulares. El mayor beneficio de este orden es que
permite a los individuos convivir y servirse mutuamente, aunque no
puedan ponerse de acuerdo en los fines últimos de la actividad económica.
Es que cuanto mayores son las diferencias de necesidades y fines de cada
uno, es más probable que se beneficien con las transacciones, lo único que
se precisa para que todas las partes se beneficien es que se ajusten a
determinadas normas por todos aceptadas, normas de recto
comportamiento. Que se respete la propiedad de los bienes y la forma de su
intercambio, y sobre todo que los contratos sean ley entre las partes.
De esta forma los individuos cooperan entre sí. Y a través del dinero
pueden cooperar individuos que ni siquiera se conocen. Los fines entonces
se coordinan aun no siendo idénticos. La importancia de la fuerza del
mercado está en que los individuos cooperen entre sí aunque no participen
de fines comunes y convertir a aquellos que en otro caso serían enemigos
en la lucha por los mismos recursos, en interlocutores.
El juego del intercambio es creador de riqueza cuyo resultado depende de
una mezcla de suerte y capacidad. Las reglas deben ser iguales para todos.
Hace falta entonces una red de comunicación, que es la red de precios.
La ganancia de cada jugador del mercado dependerá de la firmeza con
que otros deseen el producto, y esto se reflejará en el precio.
El sistema de precios no sólo permite a los individuos utilizar las fuentes
más amplias de información, sino también comparar la escasez de muchos
productos distintos y la firmeza de muchos tipos diferentes de demanda. En
consecuencia, el sistema de precios asegura que los bienes se produzcan de
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la manera más eficaz y menos costosa posible.
En una economía planificada,la organización modelada conscientemente
es decir, la economía planificada tiene que ser de alcance limitado. La
dirección consciente puede hacer muy bien unas cuantas cosas, pero no
puede coordinar toda la información necesaria para manejar todo a la vez.
El vasto sistema económico no puede alcanzar todos los objetivos que
satisface habitualmente el orden espontáneo del mercado.
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EVOLUCIÓN DEL MECANISMO DE MERCADO, EFICIENCIA
Y EQUILIBRIO COMPETITIVO
El orden espontáneo que el mercado genera es un ámbito donde las
personas someten su conducta a las normas relativas de la propiedad, están
contra el fraude y respetan los pactos.
El funcionamiento de la sociedad industrial avanza sobre la base de un
sistema de comunicación sutil que llamamos mercado, y resulta ser un
mecanismo más eficaz para ordenar la información dispersa que ningún
otro ideado deliberadamente por el hombre.
La mayoría de las economías del mundo han evolucionado sin que su
planificación interfiriera mucho en el pensamiento consciente. Muchos
creen más conveniente crear de antemano un plan para la economía que
atribuya a los individuos los papeles que mejor se ajustan a sus capacidades
y que persigan objetivos comunes para beneficio de todos.
La mejor alternativa posible parece ser la selva económica, donde las
personas se moverían más por su propio interés que por la prosperidad o los
fines comunes.
La economía planificada se construye con fines inteligentemente
ordenados, economías de escala, industrias comunitarias, y de esa forma
dan prioridad a objetivos económicos y sociales apremiantes. El régimen de
mercado no exige acuerdo sobre los fines a perseguir. Permite convivir a
muchas personas con objetivos e ideales diferentes, porque sirviendo a sus
propios intereses cada uno adelantará las aspiraciones de otros con
intereses distintos.
La pauta de actividad que se genera en el mercado no sigue ningún plan.
Y es así como muchas personas atienden a sus finalidades y propósitos
particulares. El mercado no está dirigido por ninguna escala de valores ni
jerarquías de objetivos. Y su mayor beneficio es que permite a los
individuos convivir y servirse mutuamente aunque no puedan ponerse de
acuerdo en lo que respecta a los fines últimos.
Cuanto mayores son las diferencias de necesidades y fines de cada uno,
tanto más problable sería que se beneficien con las transacciones. Para que
esto se dé, se necesita que se respeten y se acepten normas sobre la
propiedad de los bienes y la manera en que se podrá intercambiar el
consentimiento.
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Siendo millones los integrantes del mercado, es posible que comerciemos
con personas que no conocemos mediante un intermediario que es el
dinero. Notaremos entonces que muchos fines se coordinan aun no siendo
idénticos.
Esta fuerza del mercado permite que las personas cooperen aunque no
participen de fines comunes, y convierte en interlocutores a quienes
lucharían por los mismos recursos.
La humanidad se ve hoy enlazada por la actividad comercial y la
búsqueda por parte de las personas de satisfacer sus necesidades
particulares. Lo que une a las personas son relaciones de medios que
permiten conciliar objetivos diversos para que esas personas puedan
obtener beneficios en los acuerdos.
El mercado
Es un juego de intercambio, un juego creador de riqueza, cuyo resultado
depende de la suerte y habilidad. Primero no se sabe qué fines se seguirán y
qué beneficio se obtendrá. Lo que sí se puede es fijar las reglas para que se
den oportunidades idénticas a todos, para que cada uno pueda obtener
ventajas.
Es necesario una red de comunicación, ya que los que intervienen no se
conocen; esta red es la de precios. La ganancia depende del precio a que se
pueden vender los productos, y este precio nos reflejará la firmeza con que
los otros desean el producto.
Los precios dicen a los partícipes del mercado qué necesidades tienen los
demás y hasta qué punto quieren verlas satisfechas.
Esta red de comunicación permite aprovechar las oportunidades
temporales y conciliar fines individuales sujetos al tiempo y al espacio.
Supera al sistema centralizado, ya que es difícil que la información llegue en
forma rápida a la autoridad central.
Otra función de este sistema de precios es que nos permite comparar la
escasez de muchos productos distintos y la firmeza de muchos tipos
diferentes de demanda; asegura así que los bienes se produzcan de manera
eficaz y de la forma menos costosa posible.
El mercado logra el máximo no dependiendo de que la gente trabaje duro,
sino de que ofrezca lo que otros deseen, interfiriendo lo menos posible en
los deseos de terceros y en el lugar y tiempo justos para satisfacer a los
consumidores.
La realidad indica que los precios informan a los productores de cuanto
trabajo y capacidad merece la pena poner en un producto, y siempre que
esto no se entienda resultará imposible entender la función del mercado.
La remuneración que ofrece el mercado no discrimina entre capacidad y
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suerte porque permite tener el producto justo en el tiempo justo.
Los precios y la competencia
Al dirigirse los recursos hacia su mejor empleo, la participación del total
que obtenga cada individuo se habrá ganado al menor costo posible. El
horizonte de posibilidades coincide con un óptimo de Pareto. No es posible
reorganizar la producción sin que un consumidor obtenga más cantidad de
un artículo, y sin que otro se vea privado del disfrute de algún otro bien.
Está combinación de suerte y habilidad constituirá un verdadero máximo.
Las recompensas quedan entonces desligadas del mérito en el juego de
mercado.
La competencia en la economía libre
La competencia entre los productores y también entre los consumidores
es otra parte importante del mercado, asegura que la información se
transmita a los otros a través de los precios y se actúe en consecuencia.
Muchas de las ventajas de la competencia no se deben exactamente a que
sea perfecta. El modelo de la competencia perfecta descansa en
fundamentos inexistentes, excepto en casos excepcionales. El criterio de
que un gran número de productores pueden ofrecer un bien o un servicio al
mismo costo y que ninguno puede establecer el precio, y que si aumenta el
precio perdería sus clientes o que si lo bajase sufriría las represalias de sus
competidores. Por tanto, los precios serían los más bajos posibles y apenas
lucrativos, esto suscita críticas por antieconómico.
En realidad esta situación es improbable, y además altera la idea de
competencia, la cual es una actividad y no una situación estática. El
problema económico surge porque algo cambia. El estudio de la economía
es el de cómo se hacen los ajustes en un mundo cambiante, y detener el
tiempo en un instante no da ninguna explicación satisfactoria.
En el caso de la competencia perfecta, nadie tiene un conocimiento
perfecto de sus mercados, y por eso confiamos en el método de los precios
aunque no sea perfecto; por tanto, nada se resuelve suponiendo que todos
saben todo, lo importante es usar la mayor parte del conocimiento.
El equilibrio competitivo elimina la misión principal de la competencia,
que es descubrir; no podemos decir cómo reaccionará el consumidor ante
una opción hasta que tal opción se le presente. Tampoco es probable que
todo producto sea homogéneo, es decir, que los consumidores elijan con
indiferencia la oferta. La función de la competencia es diferenciar a los
productores, convencer a los compradores de que uno es mejor que los
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competidores.
La competencia es una forma de descubrimiento. Es una actividad, un
procedimiento para descubrir gustos y preferencias de los partícipes del
orden de mercado y las diversas combinaciones de factores que permitirán
satisfacer tales demandas al menor costo posible. Los oferentes no viven en
un mundo de realidades conocidas sobre lo que comprarán los
consumidores o qué otros métodos de producción servirán mejor. En la
competencia lo que mueve a los productores es buscar nuevas zonas de
demanda, esto es la función empresarial, la que ofrecenuevas
oportunidades de satisfacción. El empresario exitoso obtendrá una
recompensa por haber sido el primero en el mercado, que llevará a otros a
emularlo originando una oferta mayor. Es decir, buscarán el producto más
valioso al menor costo posible. Y el beneficio estimulará a descubrir nuevas
oportunidades desconocidas hasta ahora y encontrar así la oportunidad de
lucro.
El equilibrio económico
En el mercado el conocimiento es personal y disperso, por eso no pueden
ser conocidas las condiciones de oferta y demanda. Los factores variables
del momento hacen imposible cualquier otra explicación estática del
equilibrio. Parte de la información que haya de descubrir un proveedor para
saber cuánto debe producir de un producto y a qué precio ha de venderlo
dependerá de los planes de otras personas. Sus competidores harán
también sus propuestas para explotar mercados semejantes.
La teoría del equilibrio supone que la economía es estática, que se ha
detenido y que seguirá siendo como es.
Pero la perfecta previsión de lo que sucederá está lejos de la realidad, ya
que las personas están a merced de los variables planes de los otros.
El equilibrio tiene sentido en el caso de que un solo individuo sepa cuáles
serán sus planes y sus diversos objetivos se encuentren en armonía. Pero
esto en la sociedad en su conjunto no puede producirse. El equilibrio puede
utilizarse de forma vaga. No hay duda de que los actos y planes de los
individuos partícipes del mercado tienden a conciliarse con el paso del
tiempo. Si hay un equilibrio, éste es dinámico, es decir, varía pero sigue un
curso. Sabiendo que el mercado no es estático, que no pueden predecirse
las reacciones de las personas a los cambios y que lo que hay es tendencia al
equilibrio en variación constante, podemos decir que este complejo proceso
no puede ser detenido, encauzado ni sometido a ningún plan.
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EXTERNALIDADES
Las economías internas son aquellas circunstancias que favorecen el
abastecimiento de la producción y que se originan en el ámbito propio de
cada empresa en particular, por ejemplo, las ventajas resultantes del
máximo aprovechamiento de las condiciones de indivisibilidad y
especialización que pueden caracterizar al proceso de elaboración. Y las
economías externas son aquellas que, originándose en el medio económico
general, tienden a favorecer la posición de todas las empresas
pertenecientes a una determinada actividad, como las que resultan del
perfeccionamiento de la producción y desabastecimiento de ésta, como es el
mejoramiento de empresas que surten a otras.
Las deseconomías internas son todas aquellas circunstancias que afectan
la producción y la estructura de costos de una empresa en particular, por
ejemplo, las que derivan del propio crecimiento de la empresa y que se
atribuyen especialmente a la disponibilidad limitada de capacidades
organizativas y directivas.
Las deseconomías externas son circunstancias que surgen de un sector
determinado de la actividad económica general, como es el crecimiento
económico general, que si bien traen una serie de ventajas para muchas
industrias y sectores de la producción también acarrean problemas, como el
abastecimiento de materiales, problemas de transporte o, por ejemplo, de
provisión de energía.
Las economías internas y externas tienden a compensar con exceso a
largo plazo a las deseconomías internas y externas, ya que los costos
unitarios de la empresa o de la industria tenderán a disminuir. Pero, en
cambio, si las segundas exceden a las primeras, los costos unitarios
tenderán a subir. Y si unas y otras se compensan, tales costos tenderán a
permanecer relativamente estables.
Fallos de mercado
Arthur Pigou afirmó que los costos privados de una actividad, los que
recaen sobre los agentes particulares, podrán divergir de sus costos sociales,
es decir, los que recaen sobre dichos agentes y el resto de la sociedad.
Llamaba deseconomías externas a la diferencia entre el costo social y el
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costo privado, y economías externas a la diferencia entre beneficios sociales
y costos sociales.
Cada individuo toma decisiones sobre la base de costos y beneficios
privados que siguen su acción. No toma en cuenta los efectos externos de
sus acciones. Sin embargo, la regla de Pareto determina que sólo se alcanza
un máximo de eficiencia social en la asignación de recursos cuando todas y
cada una de las actividades de la sociedad alcanzan el nivel en que el
beneficio marginal social se iguala al costo marginal social. Por lo que
Arthur Pigou concluye que cuando los costos privados y sociales o los
beneficios privados y sociales fueran distintos, la toma de decisiones por
agentes privados a través del mercado llevaría a una mala asignación de
recursos; debido a esto, la administración debería intervenir para corregir
las externalidades que no son otra cosa que fallos del mercado.
Entonces, la administración debe participar para corregir las
externalidades con impuestos y subsidios o con controles y otras medidas
de carácter correctivo, para alcanzar así la eficiencia social. Sobre la base
entonces del análisis de la existencia de costos y beneficios sociales, se ha
justificado la intervención de la administración en campos como controles
en materia de contaminación ambiental, en la ordenación del territorio y su
urbanización, en subsidios a líneas ferroviarias, o en el salvamento de
empresas en quiebra.
Ronald Coase propone frente a este problema una política distinta. Y
sugiere que donde no hay impedimentos para la transacción o contratación
entre el productor y consumidor de una externalidad no es necesaria la
intervención de la administración. Al aparecer una solución pactada, la
externalidad se internaliza.
Analiza también que el problema de los costos sociales no nace de la
externalidad en sí, sino de los impedimentos en forma de altos costos de
transacción e indefinición de derechos de apropiación que impiden una
solución consensuada.
El uso de impuestos y subsidios para ambas partes, productor y receptor
de la externalidad, es normalmente complicada y cara, y no corrige
eficientemente el fallo de mercado. Debe buscarse la solución basada en la
propiedad privada y no en la propiedad común.
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SISTEMA DE BANCA CENTRAL
¿ES NECESARIO UN BANCO CENTRAL?
INTRODUCCIÓN
La necesidad de contar con instituciones monetarias que controlen el
dinero y el crédito se plasma en un sistema de Banco Central. El problema
está en tener un sistema liberal o no, autónomo o dependiente.
En el presente trabajo analizaremos la evolución histórica del Banco de
Inglaterra, modelo durante años en el establecimiento de los Bancos
Centrales. Veremos el sistema de la Reserva Federal, la evolución de la
Banca Argentina, como la conformación de la Unión Monetaria y Bancaria
Europea. Haremos referencia al caso especial del Sistema Monetario y
bancario de la isla de Hong Kong.
Nos plantearemos los efectos del control político, la materialización de la
autonomía y los problemas inflacionarios que dan paso a la intervención
estatal para solucionar los fallos monetarios y la importancia del marco legal
y la transparencia en el sistema financiero y bancario. Nos cuestionaremos
pues la conveniencia o no de un sistema de Banca Central.
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PRIMERA PARTE
PERÍODO 1735-1815. PROCESO DE INFLACIÓN
Pese a la suspensión en 1797 –Restriction Act, 1797– de la obligación del
Banco de Inglaterra de redimir sus billetes por oro, la hacienda de guerra no
produjo grandes efectos en los precios ni en los tipos de cambio exterior
hasta 1800. El proceso inflacionario fue de tal suavidad que dificultó el
diagnóstico, en particular el reconocimiento de la presencia de dos
circunstancias concretas:
Una gran parte del gasto de guerra se destinaba a la financiación de los
ejércitos aliados e ingleses que actuaban en el continente.
Las exportaciones e importaciones inglesas sufrieron interferencias.
El Estado gravaba, con la introducción de un impuesto sobre la renta y de
otras formas, para mantener reducidos los anticipos inflacionariosde la
banca. Pero la tergiversación del gobierno en cuanto a las sumas recibidas
fue la causa de acusar al Banco de Inglaterra de todo lo desagradable. Si en
algo fue culpable de la inflación, sería en la política de préstamos
(descuento) al público, préstamos inevitablemente aumentados por la
financiación con déficit del gobierno mismo. Pero el banco racionó esas
operaciones cuando el gobierno recurría intensamente a él.
El banco hubiera podido practicar una política más restrictiva, si hubiera
perturbado el ritmo de producción de la época de guerra. El banco tuvo una
actitud pasiva frente a los excesos, quiebras por especulación y el boom
agrícola.
Existieron dos posiciones; los bullonists, que probaban y condenaban la
inflación y hacían responsable al Banco Central, y los antibullonists, que
negaban la inflación o la justificaban e imputaban la responsabilidad del
aumento y las desfavorables condiciones del intercambio internacional a
cuestiones diferentes del Banco Central.
Prevaleció la primera postura, que consiguió imponer sus puntos al
célebre Bullion Report.[1]
El informe Cunliffe Comittee, que en 1818 recomendó la vuelta al oro a
Inglaterra, no aportó mucho conocimiento que ya no conocieran los
retractores del Bullion Report.
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El problema del patrón
Veinte años de papel no redimible y los cambios económicos hicieron que
decidir una política monetaria fuera más difícil. Hasta la restricción de 1797
Inglaterra se basaba en un patrón oro. En 1816 se adoptó nuevamente, y
luego se reanudaron los pagos en especie, según la paridad de anteguerra.
[2]
Ricardo recomendaba que el metal no debía entrar en circulación y que el
Banco Central debía retenerlo para redimir sus billetes y no acuñarlo, sino
en lingotes; se recogió realmente en el Resumption Act de 1819, la
circulación monetaria sería en dinero papel, pero para pagos
internacionales convertibles en lingotes.
La reanudación del patrón oro se encontró con una situación depresiva,
los precios habían descendido hasta un 30%, y las perspectivas agrícolas
habían descendido, eran desfavorables. La economía inglesa en 1818
entraba en ese período de inestabilidad, como consecuencia de la
Revolución Industrial, que modificó los fundamentos de la industria y el
comercio.
El proceso se consolidó de nuevo de 1830 a 1840, con la inversión en la
construcción del ferrocarril. Es evidente que la reanudación de la anterior
política monetaria tuvo efectos restrictivos; por eso, los partidarios de la
restauración recomendada en el Bullion Report no tenían muchos motivos
para celebrar los resultados últimos; por tanto criticaban a sus
contrincantes al afirmar que la caída del nivel de precios en la década de
1820 era la reanudación mal gestionada por el Banco Central del patrón oro
y por haber elevado el oro y provocar una crisis internacional.
Lo erróneo de esta tesis está en no considerar los factores monetarios.
Por lo demás, la discusión se orienta contra los defensores del patrón oro
automático hasta la coyuntura alta de 1830-5. Hasta que otros problemas –
el oro ruso, australiano, californiano– alteraron la situación monetaria y el
humor de los economistas a partir de 1850, cambia la Ley de Peel
nuevamente.
La reforma bancaria
Las operaciones bancarias se tienen que separar del control de la
moneda” (Bank Charter Act, 1844, Peel). Se impuso así un plan que se
podría llamar 100/100 de reservas para los billetes de banco. Se debió a una
corriente de opinión de 1836-39, pero luego resultó inaccesible, porque sólo
veían la mala gestión de los bancos emisores. Mientras los depósitos cuyo
uso se restringía a un sector público eran prácticamente invisibles, billetes y
18
certificados circulaban ampliamente y su emisión era una iniquidad
bancaria (Enquity of Banking, 1797).
Evolución del proceso
Hacia 1800 existían, además del Banco de Inglaterra, varios bancos
privados, sociedades, S.A. Para 1826 se produjo el auge de la banca del
depósito. Fuera de la metrópli, la industria y el comercio contaban con el
servicio de bancos locales y las sucursales del Banco de Inglaterra a partir de
1826 y los servicios de prestamistas. Los bancos locales, aunque trabajaban
con depósitos, financiaban a sus clientes mediante billetes de banco,
pagaderos en moneda metálica o billetes del Banco de Inglaterra emitidos al
descontar los efectos comerciales recibidos. Para cubrir esos billetes
mantenían reservas no estipuladas por la ley. Esta práctica fue objeto de
limitaciones por las leyes de Peel de 1844 y 45 –emisión de billetes por la
banca privada–.
Para muchos autores el billete de banco nacido en el descuento de un
efecto mercantil siguió siendo la columna vertebral de la teoría de la banca
privada. Había también otra práctica común en Inglaterra: fuera de Londres
las letras de cambio que circulaban de mano en mano, a menudo sin
interés, hacían que fueran elementos de la oferta total de dinero. Los
banqueros de Londres actuaban como corresponsales de los bancos locales.
El London Clearing House era una institución asentada. La última instancia
era el Banco de Inglaterra como prestamista.[3]
El Banco Central se cerraba en el mutismo y sus explicaciones eran
superficiales, limitándose a decir que curaba sus propios negocios, frente a
la no aceptación de la idea de control de la economía. En 1782, 1792, 1811,
1825, el gobierno se vio obligado a actuar emitiendo certificados a los
comerciantes y el Banco Central los descontaba; la práctica de los directores
del Banco de Inglaterra estaba por encima de lo que se ha creído.
A partir de 1815 el Banco de Inglaterra empezó a configurar su política
permanente para tiempos de paz mediante un proceso de ensayo y error. La
exposición del gobernador J. Horaley Palmer ante el Comité Parlamentario
del Banco de Inglaterra nos suministra dos perspectivas.
Regla de Palmer –regla empírica–: manda mantener las operaciones
activas del banco, para que no se produzcan cambios en la circulación más
que por el flujo o salida de oro, o del país, con lo que la circulación se
comportará como si fuera puramente metálica. Esta regla anticipaba la Ley
de Peel.
La respuesta a la pregunta 678: Palmer admite que el curso desfavorable
de los intercambios exteriores es señal de una expansión indebida del
crédito y afirma que el Banco Central puede evitar o detener la salida de oro
19
aumentando sus tipos; este aumento disminuirá los préstamos e implicará
un menor volumen de transacción, de la ocupación y descenso de precios.
Esto aumentará las exportaciones y disminuirá la importación,
invirtiendo la balanza de pagos y los tipos de cambio. Esta proposición se
convirtió en el fundamento de la teoría clásica de la banca central.[4]
También se descubrió el efecto a corto plazo del aumento de los tipos
bancarios, a saber, que traerá fondos a corto plazo del extranjero (Thorton,
Henry Enquity into the nature and effects of paper credit of Great Britain,
1802). Los directores del Banco de Inglaterra parecen haberse dado cuenta
que había una estrecha relación entre los tipos bancarios y los de
intercambio exterior.
Pero la explicación que da el banco respecto de la correlación es que
durante el imperio indiscutido del patrón oro, los movimientos de este
metal eran un índice sensible de las condiciones económicas generales.
20
CUESTIONES FUNDAMENTALES.
OPINIONES DE AUTORES DESTACADOS DE LA ÉPOCA
El metalismo teórico
La gran mayoría de los autores destacados de la época, Thorton, Ricardo,
Señor, Fullarton, J. S. Mill, Marx, definían el dinero como una mercancía
elegida como medio de cambio, de medida de valor. Roscher expresa la
opinión dominante de la época, al decir que las teorías falsas del dinero se
pueden dividir en dos grupos, las que sostienen que el dinero es más que
una mercancía más vendible y las que sostienen que el dinero es menos que
eso. Esta actitud hace, sin más, de estos autores unos metalistas teóricos.
Hemos de tener en cuenta varios hechos; en primer lugar, no todos los
autores aceptaron la teoría metalistatan explícitamente, como Fullarton,
que sólo considera dinero la acuñación de pleno valor no fraccionaria y, por
encima de todos, Marx. Otros autores, como Thorton, la utilizaban más
implícitamente. En segundo lugar, la mayoría la incluía en la categoría de
papel no redimible del Estado, pero esto no habla en contra de su
proposición, pues el concepto de papel moneda se puede construir de tal
modo que quede dentro de una definición de dinero. Ricardo, en su obra
Principios de economía política, construye el concepto de papel moneda
como dinero cuyo costo se puede considerar un derecho de monedaje.
Tampoco se puede sostener que Ricardo no puede haber sido metalista,
porque proponía un sistema monetario, basado en que los billetes de banco
fuesen convertibles no en monedas sino en lingotes de oro.
“No es necesario que el papel moneda sea convertible en especie para
asegurar su valor, sólo es necesario que su cantidad sea regulada según el
valor del metal adoptado como patrón monetario.”[5]
Y pensaba “que el dinero que circula se encuentra en su estado más
perfecto cuando consiste exclusivamente en papel moneda de igual valor
que el oro que se supone representa”[6].
La idea esencial era conseguir que el valor de la unidad monetaria
fluctuara siempre según las variaciones del valor del oro. En tercer lugar, la
tendencia de asimilar los billetes de banco al papel moneda. Al presentar su
ley, sir Robert Peel definió el concepto de dinero de modo que influyera la
moneda acuñada del reino y los billetes bancarios a los que llamó moneda
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papel. Esto no significa que los medios de pago crediticios se consideraran
dinero, aunque no debían haberlo sido. Era un papel moneda que había
usurpado ilegítimamente esa naturaleza y ahora debía comportarse como si
fuera legítimamente moneda de oro (Ley de Peel).
J. S. Mill excluyó los billetes bancarios, porque se apartó de Ricardo. Éste,
Señor, Mill y Marx, construyeron los fenómenos del dinero partiendo del
caso del dinero metálico de pleno valor, y otras veces evitaban sus malas
consecuencias mediante expedientes constructivos ad hoc.
El problema central de la teoría monetaria fue el del valor del dinero. Los
autores hablaban laxamente de precios en general o de la escala de los
precios, pero no se puede decir que hayan hecho más de barruntar la idea,
la cual por lo demás ha sido rechazada por Ricardo.
Por esta razón, su demostración de que los certificados y billetes
bancarios se depreciaron durante las guerras napoleónicas se basa en el
premio conseguido por el metal; la misma explicación tiene el hecho de que
al tratar los aspectos monetarios del comercio exterior, Ricardo compare
precios de mercancías concretas en el mercado nacional y en el extranjero,
pese a que él y otros autores podrían haber pensado que los precios
representan valores más generales. Los principales clásicos resolvieron el
problema de este valor aplicándole su teoría general del valor.
Por eso distinguieron un valor natural o normal de largo plazo del dinero
y un valor de equilibrio de corto plazo. El primero se determinaba por el
costo de producción de los metales preciosos. “El oro y la plata, lo mismo
que las demás mercancías, poseen un valor que depende únicamente de la
cantidad de trabajo necesario para producirlos y llevarlos al mercado”[7]. Y
el último, por la oferta y la demanda. “La cantidad de dinero que puede
emplearse en un país depende de su valor... El dinero nunca puede ser tan
abundante que llegue a ser excesivo, pues al disminuir su valor, se aumenta
en la misma proporción su cantidad, y al disminuir la cantidad aumenta su
valor.”[8]
Sin duda, hay que tener presente que por la gran duración del oro, la
existencia total del metal no varía y que por lo tanto el esquema de
equilibrio a largo plazo es mayor que en el de las demás mercancías.
22
DISCUSIONES SOBRE LA INFLACIÓN Y LA RESTAURACIÓN
DEL PATRÓN ORO
El decreto que suspendió el pago en efectivo o metálico de los billetes de
banco, del Banco de Inglaterra (1797), fue una medida preventiva, tomada
en respuesta a una crisis y al posible asedio del banco por el público.
Durante varios años los préstamos tomados por el Estado no produjeron
efectos muy visibles. Pero cuando los precios empezaron a subir y a bajar la
cotización de la divisa, se desencadenó un torrente de artículos cuyo tema
probatorio era que la emisión excesiva de billetes no redimibles constituían
la causa de aquellos males.
Desde su exposición ante los dos Committees of Secrecy (1797), hasta sus
dos conferencias sobre el Bullion Report de 1811, Thorton definió el
tratamiento de la rapidez de circulación como “la cantidad variable que
fluctúa con el estado de confianza, o sea su esencia con las condiciones
económicas generales” (Paper Credit, cap. 3). A este redescubrimiento
relacionado con Catillon se le prestó poca atención. Inserta en un marco
científico de ideas la relación entre el dinero, los precios y el interés.
También tiene en cuenta los aspectos monetarios del comercio
internacional,.
Thorton mostró ser un destacado maestro en el arte del diagnóstico
económico. Los demás bullonists o defensores de la política encarnada por
el Bullion Report, consistente en restaurar lo antes posible los pagos en
especie monetaria por parte del Banco de Inglaterra, no se pueden poner
junto con Thorton, porque sus opiniones no coinciden. Las tesis de éstos
eran en sustancia muy sencillas; que el premio que beneficia al metal era
prueba de la depreciación de los billetes de banco, era poco más que una
definición, y que ese premio era más alto y más desfavorables los cambios.
Y más altos los precios de lo que habrían sido, ceteris paribus, se hubiera
tenido una circulación fiduciaria estrictamente determinada por la
redimibilidad del papel, o sea, si la emisión hubiera sido más reducida.
La condena de una emisión de billetes de mayor envergadura que aquella
cantidad cuya redención es posible supone, naturalmente, la tesis de que
esta última situación es la condición normal o ideal de la moneda.
Consiguientemente, todos estos bullonists son metalistas teóricos y
prácticos. Por eso no implica que profesaran una teoría cuantitativa estricta
23
(Thorton).
El éxito fue de la línea Wheatley-Ricardo. En una inflación tan suave
como fue en este período, una cosecha o una coyuntura alta o una crisis
podrían dominar momentáneamente la situación de los precios, reduciendo
temporalmente la influencia inflacionaria a dimensiones insignificantes. El
analista debe ver los datos mes a mes. Tooke lo hizo con éxito, lo cual
debería haber servido para invalidar la teoría de Ricardo, en su aplicación a
la situación entonces dominante. Pero Tooke atacó la teoría de Ricardo en
general, pero no estaba a la altura de la empresa.
En el Inquiry de 1844, intenta resumir su pensamiento. En la duodécima
conclusión declara que los precios de las mercancías no dependen de la
cantidad de circulante, sino que el circulante es consecuencia de los precios.
En la conclusión trece, ofrece su teoría de los precios generales. La cantidad
de dinero sobre cuya base razona Ricardo no es un dato útil. Lo que influye
en los precios es el gasto, se financie como se financie. El gasto para el
consumo o inversión de las economías familiares ocupa una posición de
particular importancia. El factor fundamentalmente determinante consiste
en los varios ingresos del Estado, en los capítulos de rentas, de tierra,
beneficios, sueldos y salarios. Llegamos así al planteamiento basado en la
renta.
Es imaginable el goce con el cual Ricardo habría echado a su hacha el
fundamento de Tooke, hasta mostrar que aquellos ingresos no son sino el
producto de la cantidad de dinero por la velocidad de circulación. J. S. Mill
vio insuficiencias en el análisis Wheatley-Ricardo, también percibió
deficiencias en el análisis de Tooke y corrigió sus defectos más salientes. Del
mecanismo monetario del comercio internacional, Mill ha vuelto a
descubrir la línea de Thorton, Say ha sido uno de los primeros en identificaro confundir la velocidad de circulación del dinero con la de los bienes. Say
muestra que tenía conciencia de la variabilidad de la actitud del público en
materia de liquidez, lo que implica que este análisis se puede aducir.
También criticó la vuelta del oro con la paridad de anteguerra, lo cual
muestra que no ha considerado el nivel de los precios como cosa
indiferente.
J. S. Mill acertó al conservar con todas las defensas que le puso al
teorema de que un aumento de dinero aumentará los precios en la misma
proporción; sin embargo, conservó la errónea doctrina ricardiana de que las
variaciones de la cantidad de dinero y del volumen físico del out-put no
tienen nada que ver unas con otras, y no coincidirán nunca, como no sea
por el azar.
Luego de la restauración efectiva de los pagos en oro (1821), muchas
personas experimentaron temores, cuando la gente se dio cuenta de que
entraba en una depresión, en 1815-36, y se reanudó la coyuntura alta en
24
1830, desde 1836 echó toda la culpa a la restauración del oro y el modo que
lo había llevado al Banco de Inglaterra. Los banqueros, financieros y
economistas encontraron en el metal la raíz de todos los males en la
moneda. Criticaron la restauración o la paridad anterior a la guerra.
Ofrecieron remedios que iban de la exclusión del oro de la circulación real, y
la inclusión de la plata, pasando por ciertas anticipaciones del papel moneda
dirigido que estabiliza los precios y la ocupación.
Ricardo fue uno de los precursores que sufrieron como responsables de
las recomendaciones del Bullion Report y la restauración del oro. La
principal justificación de su negativa a compartir la responsabilidad de esta
última medida es la forma en que se llevó a cabo su plan de los lingotes –
Ingot Plan– representado ya por 1811[9].
El plan propuesto por Ricardo en su obra Principios..., en su capítulo 27
dice: “El banco estaría obligado a comprar cualquier cantidad de oro que se
le ofrece, no menor de 20 onzas a 3 libras 17 chelines la onza y a vender
cualquier cantidad que se le demande a 3 libras 17 chelines 10 ½ peniques”.
“Se daría al mismo tiempo la más completa libertad de exportar e importar
toda clase de lingotes metálicos.”
Esto significa sistema de oro integral y libre, sin circulación de monedas
de oro. Así el Banco de Inglaterra necesitaría una reserva menor. Los
autores que achacaban a la depresión la restauración del oro se vieron
obligados a afirmar que la causa de todo mal era el Banco de Inglaterra con
sus compras de oro, causando una deflación internacional.
J. S. Mill en Principios de economía política, Libro III, capítulo Xii,
afirmaba que poder depreciar la moneda es un mal intolerable y se opone a
la estimación monetaria. En su Libro III, capítulo XIII, afirma que otra
falencia en que se apoyan los partidarios del papel inconvertible es la idea
de que el aumento del dinero en circulación acelera la actividad industrial.
Esta idea la lanzó Hume en su ensayo sobre el dinero y ha tenido desde
entonces muchos partidarios, por ejemplo, la escuela monetaria de
Birmingham de la que fue Mr. Attwood su representante.
Y en el mismo Libro, capítulo X desarrolla la sospecha de que los
partidarios del esquema bimetalista desean simplemente deprimir el poder
de compra de la moneda.
Expone así en el capítulo X, “De doble patrón y moneda subsidiaria: El
valor del dinero se halla expuesto a fluctuaciones más frecuentes cuando
ambos metales son moneda legal a una valuación fija, que cuando sólo hay
un patrón exclusivo para la circulación monetaria, ya sea el oro o la plata.
En cuanto al doble patrón, es probable que para casi todos sus partidarios es
mérito principal de este sistema, su tendencia a una especie de
depreciación, ya que hay siempre muchos defensores de todo lo que pueda
representar, franca o encubiertamente una rebaja en el patrón monetario.
25
Algunos, sin embargo, lo hacen influidos por un sistema de apreciación
exagerada de una ventaja que hasta cierto punto es real, la de poder recurrir
para llenar los huecos de la circulación. Parece que las naciones que han
sabido obtener ventajas del patrón doble son aquellas en la que uno solo de
los metales es moneda legal, pero también acuñan el otro al cual se le
permite circular con el valor que el mercado le asigne. Cuando se adopta
este plan, el metal que queda en libertad de comprarse y venderse como un
artículo de comercio es el más costoso de los dos.
La producción de oro disminuyó durante la década de 1840; cuando el
oro ruso, y luego el australiano y californiano, cambiaron la situación, se
debatieron sus efectos en la década del 50 al 60. El nuevo oro estaba
teniendo influencia en los precios, pero era más dudoso que nunca que esa
influencia contrarrestada como lo estaba por el flujo de oro hacia la India,
China y otros países y por el aumento de la producción de bienes, fuera lo
suficientemente intensa para aumentar en medida apreciable los precios
ingleses. El análisis económico ganó en esta fase.
En general se disfrutó de la prosperidad, pero no faltaron discrepancias, y
algunos empezaron a pensar en el patrón plata como remedio a la inflación
del oro.
El experimento bimetalista se estaba realizando en Francia, que contaba
con un sistema bimetálico de piso con una paridad 1:15½. Al bajar el oro
empezó a fluir a la circulación
Y las reservas francesas se desplazaban a la plata. Chevalier hizo célebre
la expresión “efecto paracaídas” para designar el efecto del bimetalismo en
esas circunstancias; absorber el metal monetario en depreciación y liberar el
que sube estabilizando el valor de la unidad monetaria, al menos mientras
el segundo metal no quede desplazado.
Los economistas no entendieron este efecto. Ricardo observó este
mecanismo en sus principios por el cual decía que el patrón será unas veces
de oro y otras de plata. Pero no vio en ello más que ese inconveniente cuyo
remedio sería muy deseable. El primer economista que ha desarrollado la
teoría completa del patrón bimetal ha sido Walras.
Frutos de la controversia sobre la Ley de Peel
Las dos escuelas bancaria (Tooke, Fullarton, Gilbert) y monetaria
(Torrens, Overstone) cuyas controversias se basaban en un acuerdo básico,
ni una ni otra contaban con reformadores radicales. Ambas eran hostiles a
la gestión o dirección de la moneda y a cualquier control consistente de la
banca y del crédito. Esta actitud es evidente en el caso de la escuela
bancaria, la cual combatió la Ley de Peel, sin ofrecer ningún método de
control, pero también vale para la escuela monetaria que deseaba regular la
26
emisión de billetes precisamente para que el sistema monetario fuera
automático y las operaciones bancarias, las centrales precisamente,
pudieran ser enteramente libres. Ambas sostenían resueltamente el patrón
oro y, en particular, la regulación de los intercambios internacionales por
los movimientos de oro.
Si pasamos por alto los argumentos de naturaleza puramente técnica,
objeciones del grupo bancario a la Ley de Peel y apoyos a ella por parte del
grupo monetario, no parece que quede mucho desacuerdo entre uno y otro.
Los bancarios afirmaban que, dadas las condiciones y la práctica bancaria
inglesa y una dirección adecuada del Banco de Inglaterra, bastaba la
convertibilidad de los billetes para garantizar toda la estabilidad monetaria
de que es capaz un sistema capitalista. Aunque esto no sea verdad, tampoco
tendría utilidad al regular meramente la emisión de billetes, pues también
los depósitos plantearían el mismo sistema.
Los monetaristas decían, por su parte, que no es posible asegurar la
convertibilidad de los billetes sin restricciones especiales puestas a su
emisión. Los billetes del banco de Inglaterra se trataban o deberían tratarse
como meros certificados oro no como instrumentos de crédito de la
naturaleza de los depósitos o efectos comerciales sino como moneda
acuñada o el metal que representaban, como moneda última de reserva.
Sólo Torrens creía que la cantidad de depósitos que los bancos pueden
crear con sus créditosestá íntimamente relacionada con la existencia de una
cantidad de moneda acuñada más billetes. Afirmó que la regulación de la
emisión de éstos apartaría también algo a la regulación de la creación de los
depósitos, pero prescindiendo de esto se aprecia enseguida el acuerdo de las
dos escuelas acerca de la importancia de la convertibilidad de los billetes.
La Ley de Peel no interfirió con la evolución de las prácticas bancarias de
la banca central Inglesa. Los cambios producidos en la actitud del Banco de
Inglaterra respecto de sus clientes y del mercado crediticio, la creciente
importancia de las cuentas de los bancos, en el total de sus depósitos y otros
rasgos más de la historia financiera Inglesa posterior a la ley de Peel han
tenido más importancia que los efectos de dicha ley en la política bancaria.
27
EL DEBATE ENTRE LOS TEÓRICOS DE LA BANCA LIBRE
Y EL BANCO CENTRAL
Comenzando primero con el análisis de la polémica doctrinal entre los
partidarios del Banco Central y de la banca libre, es ante todo preciso poner
de manifiesto, en contra de lo que a veces se ha creído, que tal polémica no
es enteramente coincidente con la que se efectúa en el siglo xix entre los
teóricos de la denominada “escuela bancaria” (banking school), en contra
de aquellos de la denominada “escuela monetaria” (currency school). En
efecto, aunque muchos de los defensores de la libertad bancaria
fundamentaran sus razones en los falaces y defectuosos argumentos
inflacionistas de la “escuela bancaria”, y la mayoría de los teóricos de la
“escuela monetaria” pretendieran lograr sus objetivos de solvencia
financiera y estabilidad económica mediante la creación de un Banco
Central que pusiera coto a los abusos, existieron, ya desde un principio,
solventes teóricos de la “escuela monetaria” que siempre consideraron
imposible y utópico pensar que el Banco Central no fuera a empeorar aún
más los problemas, y que fueron conscientes de que la mejor manera de
poner coto a la creación de medios fiduciarios y de lograr la estabilidad
monetaria era a través de un sistema de banca libre sometido, al igual que el
resto de los agentes económicos, a los principios tradicionales del derecho
civil y mercantil.
Por otro lado y paradójicamente, la mayoría de los defensores de los
postulados de la “escuela bancaria” terminaron aceptando con agrado el
establecimiento de un Banco Central que, como prestamista de última
instancia, venía a garantizar y perpetuar los privilegios expansionistas de
una banca privada que, cada vez con más ahínco, pretendía evadirse de sus
compromisos y dedicarse al lucrativo “negocio” de crear dinero fiduciario a
través de la expansión crediticia sin tener que preocuparse excesivamente
por los problemas de liquidez gracias al respaldo que suponía el
establecimiento de un Banco Central.
Es importante resaltar el hecho de que la mayoría de los teóricos de la
“escuela monetaria” aun acertando en la mayoría de sus aportaciones
teóricas, fueron no obstante incapaces de apreciar que los mismos defectos
que correctamente atribuyeron a la libertad de emisión de dinero fiduciario
en forma de billetes por parte de los bancos, íntegramente se reproducían
28
de forma idéntica, sólo que de manera más oculta y solapada y por tanto
más peligrosa, en relación con el “negocio” de concesión de créditos de
forma expansiva con cargo a los depósitos a la vista de los bancos. Y
además, estos teóricos erraron proponiendo como política más adecuada el
establecimiento de una legislación que tan sólo acabara con la libertad de
emisión de billetes sin respaldo, así como la constitución de un Banco
Central para defender los principios monetarios más solventes. Solamente
Ludwig von Mises, siguiendo la tradición de Cernuschi, Hübner y
Michaelis, fue capaz de darse cuenta de que la prescripción a favor del
Banco Central de los teóricos de la “escuela monetaria” era errónea, y que la
mejor y única manera de lograr los solventes principios monetarios de la
escuela era a través de un sistema de banca libre sometido sin privilegios al
derecho privado. Este fracaso de la mayoría de los teóricos de la “escuela
monetaria” fue fatal, pues no sólo motivó que la Ley de Peel de 1844, a
pesar de sus buenas intenciones, olvidara eliminar, como sí hizo en relación
con los billetes de banco, la creación de crédito fiduciario, sino que, además,
y en última instancia, respaldó la creación de un sistema de banca central
que, posteriormente, y sobre todo por culpa de la negativa influencia de
teóricos de la “escuela bancaria” como Marshall y Keynes, terminó siendo
utilizado con el respaldo de las erróneas teorías de estos prestigiosos
economistas, para justificar e impulsar unas políticas de descontrol
monetario y desmán financiero mucho peores que aquellas a las que
originariamente se pretendía poner remedio.
 
La evolución del sistema bancario y el Banco Central
El Banco Central no es un producto natural del desarrollo del sistema
bancario, sino que, por el contrario, aparece coactivamente impuesto desde
fuera como resultado de la acción gubernamental dando lugar, como
consecuencia de una serie de accidentes históricos, a todo un sistema
monetario y financiero muy distinto del que habría surgido
espontáneamente de haberse mantenido un sistema de banca libre
sometido sin privilegios al derecho privado y no intervenido ni coaccionado
gubernamentalmente a través del Banco Central.
Y es que el sistema de Banco Central no es sino el lógico e inevitable
resultado de la introducción paulatina y subrepticia por parte de los
banqueros privados, y en histórica complicidad con los gobiernos, del
sistema bancario basado en la reserva fraccionaria. Y en este campo, es
esencial no caer en la trampa intelectual en la que caen la mayoría de los
teóricos defensores del sistema de banca libre, y que, salvo la honrosa
excepción de Mises y pocos más, no se dan cuenta de que la única manera
29
de lograr un verdadero sistema de banca libre es restableciendo el principio
jurídico según el cual es preciso mantener en reserva el ciento por ciento de
las cantidades de dinero recibidas en forma de depósitos a la vista.
Se trata, en última instancia, de aplicar al campo bancario y monetario
esa idea seminal de Hayek de acuerdo con la cual, siempre que se viola una
regla tradicional de conducta, bien sea a través de la coacción institucional
del gobierno, o mediante la concesión por parte de éste de privilegios
especiales a ciertas personas o entidades, siempre, antes o después, habrán
de aparecer consecuencias dañinas y no deseadas en grave perjuicio del
espontáneo proceso social de cooperación. La norma tradicional de
conducta que se viola en el caso del negocio bancario es el principio del
derecho de acuerdo con el cual en el contrato de depósito de dinero
fungible, la tradicional obligación de custodia, que es un elemento esencial
en todo depósito no fungible, se materializa en la exigencia de que, en todo
momento, se mantenga una reserva del ciento por ciento de la cantidad de
dinero fungible recibida en depósito, de manera que todo acto de
disposición de ese dinero, y en concreto la concesión de créditos con cargo a
éste, supone una violación de ese principio y, en suma, un acto ilegítimo de
apropiación indebida. A lo largo de la historia, los banqueros pronto
empezaron a estar tentados de violar la mencionada norma tradicional de
conducta, usando en su propio beneficio el dinero de sus depositantes. Esto
sucedió, en un primer momento, de una manera vergonzante y secreta,
pues todavía se tenía por parte de los banqueros la conciencia de un mal
proceder; y sólo posteriormente los banqueros consiguen que la violación
del principio tradicional del derecho se efectúe de una manera abierta y
legal, cuando felizmente obtienen del gobierno el privilegio para utilizar en
su propio beneficio el dinero de sus depositantes (generalmente en la forma
de créditos muchas veces concedidos en un primer momento al propio
gobierno).
De esta manera, se inicia la relación de complicidady la coalición de
intereses que ya es tradicional que exista entre gobiernos y bancos, y que
explica a la perfección las relaciones de íntima “comprensión” y
“cooperación” que existen entre ambos tipos de instituciones y que hoy en
día se aprecian con pequeñas diferencias de matiz en todos los países
occidentales en casi todas las instancias. Y es que los banqueros pronto se
dieron cuenta de que la violación del principio tradicional del derecho
mencionado daba lugar a una actividad financiera altamente lucrativa para
ellos, pero que en todo caso exigía la existencia de un prestamista de última
instancia, o Banco Central, que proporcionase la necesaria liquidez en unos
momentos de apuro, que la experiencia demostraba que siempre llegaban
de forma recurrente.
30
El sistema bancario de reserva fraccionaria, el Banco Central
y la teoría de los ciclos económicos
Las nefastas consecuencias sociales de este privilegio que se ha
concedido a los banqueros (pero no a ningún otro individuo o entidad) no
fueron, sin embargo, perfectamente comprendidas hasta el desarrollo, por
parte de Mises y Hayek, de la denominada Teoría Austríaca del Ciclo
Económico. En suma, lo que los teóricos de la Escuela Austríaca han puesto
de manifiesto es que empeñarse en perseguir el objetivo teóricamente
imposible (desde el punto de vista jurídico-contractual y técnico-
económico) de ofrecer un contrato que simultáneamente combine las
mejores características de los fondos de inversión (y en especial la que
consiste en la posibilidad de obtener interés de los “depósitos” realizados)
con el contrato tradicional de depósito (que por definición ha de permitir su
retirada a su valor nominal en cualquier momento) tarde o temprano, pero
siempre de manera inexorable, ha de producir unos inevitables ajustes
espontáneos, en forma, en un primer momento, de expansiones
incontroladas de la oferta monetaria, inflación, mala asignación
generalizada de los recursos productivos a nivel microeconómico y, en
última instancia, recesión, liquidación de los errores inducidos por la
expansión crediticia en la estructura productiva y paro masivo.
Es preciso darse cuenta de que el privilegio concedido a la banca de poder
ejercer su actividad con un coeficiente de reserva fraccionario implica un
evidente atentado en contra de una correcta definición y defensa de los
derechos de propiedad de los depositantes por parte de las autoridades
gubernamentales.
Esto inevitablemente genera, como siempre que no se definen
adecuadamente derechos de propiedad, un típico efecto de “tragedia de los
bienes comunales”, en virtud del cual los bancos son especialmente
proclives a tratar de adelantarse y expansionar antes y más que sus
competidores su correspondiente base crediticia. Por ello, el sistema
bancario basado en la reserva fraccionaria tiende siempre a la expansión
más o menos incontrolada, incluso aunque se encuentre controlado por un
Banco Central que, al revés de lo que normalmente ha ocurrido hasta
ahora, se preocupe seriamente de controlarla y ponerle límites.
El sistema monetario y bancario en una sociedad libre
En suma, el principal defecto de la mayoría de los teóricos defensores de
la banca libre es el de no darse cuenta de que ha de ser teóricamente
consustancial a su propuesta la exigencia del ciento por ciento de
31
coeficiente de reserva y, en concreto, no haber apreciado que todos los
defectos que los defensores del Banco Central señalan al sistema de banca
libre pierden virtualidad y desaparecen por completo si éste se lleva a cabo
sobre la base de los principios tradicionales del derecho. O, expresado de
otra forma y en palabras de Mises, de lo que se trata es de someter a los
bancos a los principios tradicionales del derecho civil y mercantil, según los
cuales cada individuo y cada empresa ha de cumplir sus obligaciones de
acuerdo con la literalidad estricta de lo establecido en cada contrato.
Este error está muy generalizado y afecta, en especial, a la interesante y
amplia literatura que ha venido desarrollándose a partir del gran eco que
supuso la publicación del libro de Hayek sobre La desnacionalización del
dinero, así como por la importante crisis económica y financiera que se
produjo a finales de los años setenta. El comentario más importante que
tengo que hacer a toda esta literatura es que en ella, y salvo contadas
excepciones, en muchas ocasiones se aprovecha la defensa del sistema de
banca libre, para caer en las veleidades teóricas propias de la antigua
“escuela bancaria” cuyos erróneos principios teóricos ya fueron puestos de
manifiesto hace mucho tiempo. Además, en toda esta literatura, encabezada
por las obras de White, Selgin y Dowd, entre otros, se olvida que, como
hemos venido argumentando, la única manera de acabar con el Banco
Central y sus excesos es eliminando el privilegio de reserva fraccionaria del
que actualmente se aprovechan los banqueros privados.
Y es que, si quiere defenderse un sistema financiero y monetario
verdaderamente estable para el próximo siglo, que inmunice en la medida
de lo humanamente posible de crisis y recesiones a nuestras economías,
será preciso establecer:
1) la completa libertad de elección de moneda;
2) el sistema de libertad bancaria;
3) lo más importante, que todos los agentes implicados en el sistema de
libertad bancaria estén sometidos y cumplan, en general, las normas y
principios tradicionales del derecho y, en particular, el principio de acuerdo
con el cual nadie, ni siquiera los banqueros, debe gozar del privilegio de
prestar aquello que le ha sido depositado a la vista (es decir, un sistema
bancario con un coeficiente del ciento por ciento de reserva).
Implicaciones de la teoría en la relación
con el sistema monetario europeo
Aunque las anteriores prescripciones de política económica puedan
parecer utópicas y muy alejadas de los problemas prácticos que nos acosan,
especialmente en relación con el diseño y dirección de un sistema
32
monetario europeo, éstas gozan de la virtualidad de indicar en todo
momento, al menos, cuál es la dirección adecuada que debe tomar su
reforma, así como los peligros que es preciso evitar. Así, parece claro que
deberemos huir tanto de un sistema de monopolistas monedas nacionales
que “compitan” entre sí en un entorno caótico, de tipos de cambio flexibles,
como de ir hacia la creación de un Banco Central europeo descontrolado e
inflacionario que impida la competencia entre monedas en un amplio
espacio económico, no afronte los retos de la reforma bancaria, no garantice
una estabilidad monetaria al menos tan grande como la de la moneda
nacional más estable en cada momento histórico y suponga, en suma, un
obstáculo definitivo para efectuar ulteriores reformas en la buena dirección.
Quizás el modelo más practicable y adecuado a corto y medio plazo sea, por
tanto, el de introducir en toda Europa una completa libertad de elección de
monedas públicas y privadas de dentro y fuera de la Comunidad, ligando,
como se ha intentado hasta ahora, las monedas nacionales que por razones
de costumbre histórica sigan utilizándose en un sistema de tipos de cambio
fijos que discipline el comportamiento de la política monetaria de cada país
al de aquel que la ejerza, en cada momento histórico, con mayor solvencia y
estabilidad.
De esta manera al menos quedaría abierta la puerta para que en el futuro
algún Estado-nación de la cee siempre tenga la posibilidad de avanzar en las
tres líneas de reforma monetaria y bancaria indicadas, forzando con ello a
seguir en la buena dirección su liderazgo monetario al resto de sus socios de
la Comunidad.
Y si se sigue por la senda de establecer un Banco Central europeo, hemos
de señalar que las críticas que, en todo caso, puedan efectuarse a la futura
moneda única europea han de centrarse en todos aquellos aspectos que
tiendan a configurar una moneda que al menos no sea tan sólida y estable
como la que hasta ahora se ha comportado históricamente mejor (el
marco). Debe, por tanto, huirse de toda flexibilización de los llamadoscriterios de convergencia y apostar dogmáticamente por unas instituciones
monetarias europeas que tengan por objeto único e inalienable la
estabilidad (si es posible absoluta) del nivel general de precios.
De esta manera podría reproducirse en Europa un sistema monetario
muy cercano al ideal del patrón oro puro, que ha sido la moneda única
mundial libremente elegida por el mercado durante extensos períodos de
los últimos siglos, culminándose así el establecimiento de un marco de libre
cambio europeo, libre de las interferencias y manipulaciones monetarias de
cada país miembro y que por fin obligaría a que los países con estructuras
más rígidas (como es el caso de España) efectuasen las reformas
flexibilizadoras que necesitan para competir en un entorno en el que el
recurso a una política monetaria nacional inflacionista para acomodar las
33
rigideces estructurales ya no sea posible.
Es evidente que el trabajo definitivo sobre teoría monetaria y bancaria, a
la luz de la histórica polémica que está teniendo lugar entre los partidarios
de la banca libre y del Banco Central, aún está por hacerse.
Tras la histórica caída teórica y real del socialismo, el principal desafío
teórico al que se enfrentan tanto los economistas profesionales como los
amantes de la libertad de cara al próximo siglo, consistirá en luchar con
todas sus fuerzas tanto en contra de la institución de la banca central, como
en contra del mantenimiento del privilegio del que actualmente gozan
aquellos que ejercen la actividad bancaria privada, tal y como ésta se
entiende hoy.
 
34
RESERVA FEDERAL
Introducción
 Reserva Federal, Banco Central de Estados Unidos. El Banco Central de
un país sirve de banquero para el resto de los bancos y para el gobierno;
también es el órgano responsable de la emisión de dinero, regula la política
monetaria y supervisa el funcionamiento del sistema bancario del país. En
los Estados Unidos estas funciones las desarrollan los directivos del sistema
de la Reserva Federal: la Junta de Gobernadores, con sede en la ciudad de
Washington, y los directores de los doce bancos de la Reserva Federal,
distribuidos por todo el país.
Casi todo el poder de la Reserva Federal se concentra en la Junta de
Gobernadores, que asume todos los aspectos relativos a la regulación del
sistema bancario y al control de la cantidad de dinero en circulación, así
como de la política de la Reserva. Como la Junta no es un órgano operativo,
la aplicación de las políticas que dicta está en manos de los doce bancos
federales, cuyas acciones son propiedad de los bancos comerciales que
pertenecen al sistema de la Reserva Federal. Sin embargo, en este caso la
propiedad de las acciones no implica el control de los bancos; la Junta de
Gobernadores y los directores de los bancos de la Reserva dictan las
políticas a seguir en función de los intereses del país y no de los intereses de
las entidades privadas.
El sistema de regulación del sistema bancario estadounidense es muy
complejo; en algunos casos las tareas que lleva a cabo la Reserva Federal las
pone en práctica con otras instituciones públicas; por ejemplo, en caso de
fusiones o para controlar a los bancos comerciales privados, la Reserva
Federal actúa en colaboración con el Organismo Controlador del Dinero y
con la Corporación Aseguradora de los Depósitos Federales. La política
monetaria, es decir, el control de la cantidad de dinero en circulación,
depende en exclusiva de la Reserva Federal, que actúa con total
independencia del poder político.
Historia
Durante los cincuenta años anteriores a la creación de la Reserva Federal
35
en 1914, el crecimiento económico se veía con frecuencia frenado por
recurrentes crisis económicas que solían venir acompañadas de una crisis
del sistema monetario. El sistema bancario estadounidense era incapaz de
responder con flexibilidad a los ciclos económicos.
La Ley de la Banca Nacional (1864) dividió el sistema bancario en tres
grupos: los bancos de la Reserva Central (el primero se creó en Nueva York
y en 1887 se crearon dos más en Chicago y Saint Louis), los bancos de la
Reserva (en otras 16 ciudades) y los bancos nacionales. Todos los bancos
nacionales tenían que mantener cierto porcentaje de sus depósitos en
reservas, pero parte de estas reservas se podían depositar en los bancos de
la Reserva. Cuando los bancos nacionales necesitaban más dinero para
atender la demanda de liquidez de sus clientes, podían acudir a los bancos
de la Reserva, que a su vez podían acudir a los bancos de la Reserva Central.
Cualquier fallo en esta pirámide acarrearía el colapso de todo el sistema
monetario, ya que por encima de los bancos de la Reserva Central era
imposible crear más liquidez, por lo que se producía una suspensión de
pagos. Crisis bancarias de esta índole ocurrieron en 1873, 1883, 1893 y
1907. Esta última llevó a la creación de una institución pública controlada
por las dos cámaras parlamentarias, la Comisión Monetaria Nacional, que
promulgó la Ley de la Reserva Federal en 1913, mediante la cual se creaba
un sistema bancario flexible y descentralizado.
Control monetario
La Reserva Federal controla todas las variables financieras del país. Los
dos instrumentos de control principales son las operaciones de mercado
abierto y la variación del coeficiente exigido de reservas. Las operaciones de
mercado abierto consisten en la compraventa de deuda pública. Por
ejemplo, cuando la cantidad de dinero en circulación crece más despacio de
lo que la Reserva Federal estima oportuno, se procede a comprar deuda
pública, poniendo así dinero en circulación que permite al sistema bancario
contar con un mayor número de depósitos, parte fundamental de la oferta
monetaria. De forma análoga, si la cantidad de dinero en circulación es
excesiva, la Reserva Federal llevará a cabo una política monetaria
restrictiva, vendiendo deuda pública en el mercado abierto. Esta venta
reducirá la cantidad de reservas bancarias y, por tanto, la capacidad de los
bancos para prestar dinero.
Aunque las operaciones de mercado abierto son el instrumento más
flexible y más utilizado para desarrollar la política monetaria, se pueden
conseguir los mismos objetivos variando el coeficiente exigido de reservas,
es decir, el porcentaje de los depósitos que deben depositar los bancos
comerciales en forma de reservas en los bancos de la Reserva Federal.
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Cuando se incrementa este porcentaje, los bancos no pueden crear tanto
dinero como antes porque una mayor proporción de sus activos debe
inmovilizarse en reservas; lo contrario ocurre cuando se disminuye el
coeficiente.
La Reserva Federal también puede controlar la oferta monetaria variando
la tasa de descuento. Cuando los bancos comerciales necesitan más dinero y
piden prestado a los bancos de la Reserva Federal, una mayor tasa de
descuento encarecerá estos préstamos, por lo que los bancos reducirán su
demanda de dinero. La variación de la tasa de descuento puede utilizarse al
mismo tiempo que se realizan operaciones de mercado abierto. También
puede servir para obtener señales monetarias de las condiciones
económicas que imperan en el mercado.
La Reserva Federal sólo controla de forma selectiva la compra-venta de
títulos valores, imponiendo un margen legal para la compra de activos
financieros, es decir, un porcentaje mínimo que debe depositar el
comprador de títulos valores. Este requisito legal surgió a partir de la Gran
Depresión, y pretende evitar la especulación en el mercado de valores.
La Ley de Control Crediticio de 1969 autoriza al presidente a conceder
poderes adicionales a la Reserva Federal. En 1980 se aplicó esta ley para
permitir a la Reserva Federal el control de los créditos al consumo.
Efectos de las políticas de la Reserva Federal 
Los economistas piensan que las políticas de la Reserva Federal tienen a
largo plazo efectos positivos y negativos: en primer lugar, las decisiones de
la Reserva Federal a veces han aumentado, en vez de disminuir, la
inestabilidad económica; en segundo lugar, el intento de ajustarcon total
precisión la oferta monetaria no resulta productivo y puede llegar a ser una
circunstancia muy desestabilizadora; en tercer lugar, a largo plazo, las
políticas restrictivas del crecimiento de la cantidad de dinero pueden llegar a
reducir la tasa de inflación; por último, algunos problemas no pueden ser
resueltos por la Reserva Federal, como ocurrió, por ejemplo, con la crisis del
petróleo. Muchos economistas afirman que la Reserva Federal fue en parte
responsable de la Gran Depresión de la década de 1930. Por otro lado, la
estabilidad de precios de finales de la década de 1950 y de la de 1960 se
debió en parte a la efectividad de la política monetaria de la Reserva Federal.
Las críticas aumentaron durante las décadas de 1970 y 1980, cuando las
autoridades monetarias parecían incapaces de frenar el incremento de la
inflación y de los tipos de interés. A mediados de la década de 1980, muchos
economistas pensaban que la política antiinflacionista de la Reserva Federal
era bastante eficaz.
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Relaciones con el gobierno
Hay quien considera a la Reserva Federal como una cuarta rama del
poder porque se ha convertido en un poderoso grupo político que no debe
someterse a controles exteriores. La Junta de Gobernadores es
independiente, por ley, del Poder Ejecutivo con un mandato superior al del
presidente. Sin embargo, en la práctica la Reserva diseña su política
monetaria de acuerdo con los objetivos políticos y financieros establecidos
por el Poder Ejecutivo.
La relación con el Congreso es más compleja. Por un lado, el Banco
Central es, sin duda, una institución creada por el Congreso, por lo que la
duración del mandato de la Junta de Gobernadores y su larga existencia
dependen de éste. Por otro lado, la autofinanciación de la Reserva Federal
otorga a ésta una gran independencia, sustrayendo al Congreso uno de sus
principales instrumentos de control: el presupuesto. Así, la Reserva Federal
queda libre de presiones políticas, pero debe responder ante el Congreso y
explicar su política monetaria.
La transparencia
Más en concreto, y no hace tantos años, los observadores se enteraban de
las decisiones del Comité Federal de Mercado Abierto (fomc) a través de las
variaciones apreciables en las operaciones de la jornada al día en fondos
federales; esto es, por señales que sólo percibían los profesionales con
capacidad suficiente para leer de manera precisa los datos más técnicos.
Con el tiempo, esas señales fueron haciéndose más claras, de forma que al
final quienes siguen el mercado de cerca cuentan con una amplia
información sobre las decisiones adoptadas por el Fed.
Dicho de otra forma, a medida que el funcionamiento de los mercados se
transformó, en analogía a los instrumentos financieros y a los agregados
monetarios, el pasado lastre de las incertidumbres, léase si se prefiere
riesgo, fue haciéndose cada vez más soportable. Y de manera lógica, el valor
de la transparencia pasó a apreciarse más y más. En palabras directas, los
mercados financieros trabajan actualmente con mayor eficiencia, porque
los actores no tienen que derrochar los ingentes esfuerzos de antes en el
intento continuo de inferir cuál es la trama de la política monetaria a partir
de las indicaciones difusas del día al día, con la particularidad adicional de
que esa mayor transparencia no ha significado ninguna restricción en la
libertad de que disponemos al objeto de ajustar la política monetaria en la
dirección que corresponda.
En definitiva, en los últimos años, hemos alcanzado un mejor balance, a
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mi juicio, en el trade off transparencia/instrumentación de la política
monetaria. Y consecuentemente, hoy nos movemos con mucha claridad en
nuestras decisiones políticas; incluyendo la información sobre los riesgos
más amenazadores de cara al futuro. En esa dirección, hace un lustro que
venimos publicando la transcripción completa de las reuniones del Sistema
de la Reserva Federal en sus respectivos doce distritos dentro del sistema. Y
espero que en los próximos tiempos podamos seguir con esas mismas
pautas de política informativa, si bien apreciando siempre en qué medida la
apertura informativa permite optimizar la instrumentación de la política
monetaria. Como resultado de todo ello, el Fed se muestra muy explícito en
sus objetivos finales –estabilidad de precios y máxima posibilidad de
crecimiento–, debiendo aclarar que cuando hablo de precios no me refiero a
una cifra concreta del Índice de Precios al Consumo, pues me resulta difícil
hacer una precisión exacta de lo que significa un nivel que garantice la
estabilidad general. A mi juicio, lo que debe tenerse como meta es un
entorno en el cual la inflación sea baja y estable a lo largo del tiempo, sin
entrar en demasiadas especificaciones.
En definitiva, los registros históricos nos muestran que la transparencia
ha contribuido a mejorar el funcionamiento de los mercados, y también a
hacer mayor nuestra credibilidad por parte del público. Pero esa apertura es
bastante más que un instrumento útil en la configuración de la economía:
es toda una obligación del Banco Central en la sociedad democrática y libre
en que vivimos. Por ello, los líderes de este país (ee.uu.) decidieron darnos
al Sistema toda la responsabilidad en la configuración e instrumentación de
la política monetaria, como cuerpo independiente que somos. Tal
característica, unida ahora a la transparencia de nuestras actividades, es lo
que nos hace realmente creíbles a los ciudadanos, y lo que nos permite
ayudarlos para que ellos mismos juzguen si nuestra tarea está a la altura de
lo que ellos piensan que debe ser.
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SEGUNDA PARTE
EVOLUCIÓN BANCARIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA
Las primeras instituciones bancarias
Banco Provincia
En 1822, y dada la prosperidad, se creó una comisión para redactar el
estatuto rector de las operaciones del banco, y su posterior aprobación se
realizó el 23 de febrero de 1822. Este estatuto imponía el descuento de
letras, pagarés y obligaciones a plazo como el primer objetivo del banco.
Autorizaba a recibir depósitos, encargarse de cobranzas particulares, emitir
billetes pagaderos al portador, y establecía órganos y asamblea de
accionistas. Los principales lineamientos estatutarios que animaban las
operaciones crediticias eran análogos a los que sustentaba el acta del Banco
de Inglaterra; así se intentaba reproducir la organización de ese banco.
El banco no se adecuaba a las costumbres locales ni a los requerimientos
de la actividad agrícolo-ganadera, además de las limitaciones de la emisión
monetaria. El 21 de junio el Congreso Nacional aprobó la constitución del
banco. Y se prohíbe por veinte años la constitución de otro banco similar. Se
dan una serie de privilegios, como la exención de los títulos de toda
contribución fiscal.
El banco fracasó por una emisión excesiva y los intentos de establecer el
Banco Nación. Se llegó a una situación sin salida, y luego fue absorbido por
el Banco Nacional en 1824.
Banco Nacional
Surgió a partir de 1824. El 28 de enero de 1826 se creó el Banco Nacional
de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía el uso del escudo
nacional. El banco no sería de propiedad pública sino que pertenecería a sus
accionistas, que lo gobernarían mediante una asamblea y una junta
directiva. De cualquier forma el avance estatal dio por tierra la autonomía.
Las vicisitudes que caracterizaron al Banco desde su nacimiento no se
agotaban en la accidentada fusión con el Banco de la Provincia de Buenos
Aires sino que se atendía a su solidez económica y a la independencia de
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criterios que gozaba.
La facultad de emitir –art. 61 de la Ley de Creación– le permitía volcar a
la circulación billetes pagaderos a la vista y al portador bajo las precauciones
que la Junta de Directores acordase. Y el art. 62 facultaba al gobierno
durante el primer año la cantidad y valor de los billetes a emitir. Ordenó por
decreto del 13 de marzo de 1826 que el banco en ningún caso pondrá en
circulación billetes en cantidad mayor que los valores reales que posea. Los
billetes

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