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ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES ESTUDIOS DE DERECHO Y ECONOMÍA Heliasta 2 ESTUDIOS DE DERECHO Y ECONOMÍA Bajalibros.com ISBN:978-987-34-0464-1 ©2008, Editorial Heliasta S.R.L. Distribuidores exclusivos: Editorial Heliasta S.R.L. Juncal 3451 (C1425AYT), Buenos Aires, Argentina Tel. y Fax (54-11) 4804-0472 editorial@heliasta.com.ar || www.heliasta.com.ar 3 MECANISMO DE MERCADO LA FUNCIÓN EMPRESARIAL El empresario es un hombre que actúa de acuerdo con los cambios que tienen lugar en los mercados. Es la fuerza impulsora para la distribución de los recursos de manera que correspondan a los deseos de los consumidores; por tanto, el mercado tenderá a eliminar del papel de empresario a todo aquel que no entienda su función y aceptará a todos aquellos capaces de prever mejor la futura demanda de los consumidores. La oportunidad de ganancia aparecerá cuando los precios de los productos en el mercado de bienes y servicios no estén ajustados a los precios de los recursos en los mercados de factores de producción; en otras palabras, algo se vende a dos precios distintos en los dos mercados debido a la imperfecta comunicación entre ellos; en el mercado de factores de producción ese algo aparece como un complejo de materias primas y en el mercado de productos, como un bien de consumo. El empresario nota esa divergencia de precios antes que otros, pues en el momento de decidir la producción los precios de los bienes no existen aún, y el empresario verá que los precios de los bienes no estarán totalmente ajustados a los precios actuales de las materias primas. La incertidumbre se cierne sobre la actividad empresarial, ya que la producción necesita tiempo. Los beneficios empresariales proceden de esa falta de ajuste en el mercado (productos-factores) y de que el éxito consiste en darse cuenta de esos desajustes, es decir de que estima los precios futuros con más aproximación a la exactitud que otras personas. En resumen, la función empresarial es la acción vista en su perspectiva especulativa, pero en realidad representa un juego en el cual existe una oportunidad de beneficio. El empresario, entonces, es el que contratará en el mercado de factores de producción a un precio más bajo que el precio que se formará para los bienes de consumo. 4 LA EMPRESA Son organizaciones de distinta magnitud que tienen como fin explotar las economías de escala en la producción. Deben obtener fondos y, además, organizar el proceso de producción. Existen economías de escala cuando el costo de producción disminuye cuanto mayor es el volumen de producción. En cuanto a la función de obtención de recursos, cabe mencionar que hoy en día, la mayoría de los fondos destinados a la producción provienen de los beneficios que obtienen las empresas o de préstamos procedentes de un gran número de ahorristas, es así como una enorme cantidad de fondos es un gran número de personas que ni siquiera se conocen y se reúnen en una empresa para la conclusión de un proyecto en común. Otra razón por la que existen las empresas es la necesidad de dirección. El directivo es la persona que organiza la producción, introduce nuevas ideas o productos o procesos, toma las decisiones y es responsable de los éxitos o fracasos. 5 LA NATURALEZA DE LA FUNCIÓN EMPRESARIAL Un mercado que conste exclusivamente de individuos que actúan economizando y maximizando no da lugar al proceso de mercado. Para que surja este proceso se requiere de la función empresarial, la acción individual correspondiente a la eficiencia en la toma de decisiones. Una multitud de individuos en los que cada uno hace una elección en relación con fines y medios determinados, no puede sin elementos externos generar el proceso de mercado. La noción de mercado surge como un conjunto de individuos dotados de capacidad y acción económica y que cada uno de los cuales toma sus decisiones sobre una serie dada de fines y medios. La acción del hombre implica tipos de acciones adoptadas por el ser humano para mejorar. El sistema propicia la tendencia a perseguir fines eficientemente, una vez que los fines y medios se han identificado con claridad. También es necesario el impulso y la perspicacia para precisar los fines a abrazar y los medios disponibles. El elemento empresarial hace que la acción del hombre sea algo activo, creador en vez de algo pasivo y mecánico. Una vez que se percibe la atención que el que ha de tomar decisiones presta a todo nuevo fin posible y a todo medio nuevo, se hace posible explicar la pauta de cambio de las decisiones individuales como resultado de un proceso generado en el aprendizaje de estructuras de fines y medios. Las pautas cambiantes de los fines y medios en las sucesivas decisiones son posiblemente el resultado de un proceso de experiencias en que el afán del sujeto por nuevas informaciones genera una secuencia cambiante de decisiones. El empresario es entonces el hombre que actúa de acuerdo con los cambios que tienen lugar en el mercado. La función empresarial es entonces la fuerza que impulsa la distribución de los recursos de manera que coincida con los deseos de los consumidores. La retribución del empresario que es el beneficio es una teoría de arbitrajes. La oportunidad de ganancia surge cuando los precios de los bienes en los mercados de productos no se ajustan a los precios de los recursos en los mercados de factores. El empresario nota esas diferencias antes que cualquier otra persona. 6 Podemos decir, entonces, que la incertidumbre cierne siempre a la función empresarial. 7 ECONOMÍAS NO PLANIFICADAS. ECONOMÍAS PLANIFICADAS Muchos creen conveniente crear de antemano un plan para la economía que atribuya a los individuos los papeles que mejor se ajusten a sus capacidades y que persigan objetivos comunes para beneficios de todos. Pero, la única alternativa parece ser la selva económica, en que las personas, se moverían más por el propio interés que por la prosperidad o los fines comunes. El régimen de mercado es superior precisamente por no exigir acuerdo sobre qué fines deben perseguirse. La pauta de actividad que se origina en el mercado no es creación de ningún plan. No hay en ella finalidad ni propósito, pues es consecuencias de que muchas personas atiendan a sus fines y propósitos particulares. El mayor beneficio de este orden es que permite a los individuos convivir y servirse mutuamente, aunque no puedan ponerse de acuerdo en los fines últimos de la actividad económica. Es que cuanto mayores son las diferencias de necesidades y fines de cada uno, es más probable que se beneficien con las transacciones, lo único que se precisa para que todas las partes se beneficien es que se ajusten a determinadas normas por todos aceptadas, normas de recto comportamiento. Que se respete la propiedad de los bienes y la forma de su intercambio, y sobre todo que los contratos sean ley entre las partes. De esta forma los individuos cooperan entre sí. Y a través del dinero pueden cooperar individuos que ni siquiera se conocen. Los fines entonces se coordinan aun no siendo idénticos. La importancia de la fuerza del mercado está en que los individuos cooperen entre sí aunque no participen de fines comunes y convertir a aquellos que en otro caso serían enemigos en la lucha por los mismos recursos, en interlocutores. El juego del intercambio es creador de riqueza cuyo resultado depende de una mezcla de suerte y capacidad. Las reglas deben ser iguales para todos. Hace falta entonces una red de comunicación, que es la red de precios. La ganancia de cada jugador del mercado dependerá de la firmeza con que otros deseen el producto, y esto se reflejará en el precio. El sistema de precios no sólo permite a los individuos utilizar las fuentes más amplias de información, sino también comparar la escasez de muchos productos distintos y la firmeza de muchos tipos diferentes de demanda. En consecuencia, el sistema de precios asegura que los bienes se produzcan de 8 la manera más eficaz y menos costosa posible. En una economía planificada,la organización modelada conscientemente es decir, la economía planificada tiene que ser de alcance limitado. La dirección consciente puede hacer muy bien unas cuantas cosas, pero no puede coordinar toda la información necesaria para manejar todo a la vez. El vasto sistema económico no puede alcanzar todos los objetivos que satisface habitualmente el orden espontáneo del mercado. 9 EVOLUCIÓN DEL MECANISMO DE MERCADO, EFICIENCIA Y EQUILIBRIO COMPETITIVO El orden espontáneo que el mercado genera es un ámbito donde las personas someten su conducta a las normas relativas de la propiedad, están contra el fraude y respetan los pactos. El funcionamiento de la sociedad industrial avanza sobre la base de un sistema de comunicación sutil que llamamos mercado, y resulta ser un mecanismo más eficaz para ordenar la información dispersa que ningún otro ideado deliberadamente por el hombre. La mayoría de las economías del mundo han evolucionado sin que su planificación interfiriera mucho en el pensamiento consciente. Muchos creen más conveniente crear de antemano un plan para la economía que atribuya a los individuos los papeles que mejor se ajustan a sus capacidades y que persigan objetivos comunes para beneficio de todos. La mejor alternativa posible parece ser la selva económica, donde las personas se moverían más por su propio interés que por la prosperidad o los fines comunes. La economía planificada se construye con fines inteligentemente ordenados, economías de escala, industrias comunitarias, y de esa forma dan prioridad a objetivos económicos y sociales apremiantes. El régimen de mercado no exige acuerdo sobre los fines a perseguir. Permite convivir a muchas personas con objetivos e ideales diferentes, porque sirviendo a sus propios intereses cada uno adelantará las aspiraciones de otros con intereses distintos. La pauta de actividad que se genera en el mercado no sigue ningún plan. Y es así como muchas personas atienden a sus finalidades y propósitos particulares. El mercado no está dirigido por ninguna escala de valores ni jerarquías de objetivos. Y su mayor beneficio es que permite a los individuos convivir y servirse mutuamente aunque no puedan ponerse de acuerdo en lo que respecta a los fines últimos. Cuanto mayores son las diferencias de necesidades y fines de cada uno, tanto más problable sería que se beneficien con las transacciones. Para que esto se dé, se necesita que se respeten y se acepten normas sobre la propiedad de los bienes y la manera en que se podrá intercambiar el consentimiento. 10 Siendo millones los integrantes del mercado, es posible que comerciemos con personas que no conocemos mediante un intermediario que es el dinero. Notaremos entonces que muchos fines se coordinan aun no siendo idénticos. Esta fuerza del mercado permite que las personas cooperen aunque no participen de fines comunes, y convierte en interlocutores a quienes lucharían por los mismos recursos. La humanidad se ve hoy enlazada por la actividad comercial y la búsqueda por parte de las personas de satisfacer sus necesidades particulares. Lo que une a las personas son relaciones de medios que permiten conciliar objetivos diversos para que esas personas puedan obtener beneficios en los acuerdos. El mercado Es un juego de intercambio, un juego creador de riqueza, cuyo resultado depende de la suerte y habilidad. Primero no se sabe qué fines se seguirán y qué beneficio se obtendrá. Lo que sí se puede es fijar las reglas para que se den oportunidades idénticas a todos, para que cada uno pueda obtener ventajas. Es necesario una red de comunicación, ya que los que intervienen no se conocen; esta red es la de precios. La ganancia depende del precio a que se pueden vender los productos, y este precio nos reflejará la firmeza con que los otros desean el producto. Los precios dicen a los partícipes del mercado qué necesidades tienen los demás y hasta qué punto quieren verlas satisfechas. Esta red de comunicación permite aprovechar las oportunidades temporales y conciliar fines individuales sujetos al tiempo y al espacio. Supera al sistema centralizado, ya que es difícil que la información llegue en forma rápida a la autoridad central. Otra función de este sistema de precios es que nos permite comparar la escasez de muchos productos distintos y la firmeza de muchos tipos diferentes de demanda; asegura así que los bienes se produzcan de manera eficaz y de la forma menos costosa posible. El mercado logra el máximo no dependiendo de que la gente trabaje duro, sino de que ofrezca lo que otros deseen, interfiriendo lo menos posible en los deseos de terceros y en el lugar y tiempo justos para satisfacer a los consumidores. La realidad indica que los precios informan a los productores de cuanto trabajo y capacidad merece la pena poner en un producto, y siempre que esto no se entienda resultará imposible entender la función del mercado. La remuneración que ofrece el mercado no discrimina entre capacidad y 11 suerte porque permite tener el producto justo en el tiempo justo. Los precios y la competencia Al dirigirse los recursos hacia su mejor empleo, la participación del total que obtenga cada individuo se habrá ganado al menor costo posible. El horizonte de posibilidades coincide con un óptimo de Pareto. No es posible reorganizar la producción sin que un consumidor obtenga más cantidad de un artículo, y sin que otro se vea privado del disfrute de algún otro bien. Está combinación de suerte y habilidad constituirá un verdadero máximo. Las recompensas quedan entonces desligadas del mérito en el juego de mercado. La competencia en la economía libre La competencia entre los productores y también entre los consumidores es otra parte importante del mercado, asegura que la información se transmita a los otros a través de los precios y se actúe en consecuencia. Muchas de las ventajas de la competencia no se deben exactamente a que sea perfecta. El modelo de la competencia perfecta descansa en fundamentos inexistentes, excepto en casos excepcionales. El criterio de que un gran número de productores pueden ofrecer un bien o un servicio al mismo costo y que ninguno puede establecer el precio, y que si aumenta el precio perdería sus clientes o que si lo bajase sufriría las represalias de sus competidores. Por tanto, los precios serían los más bajos posibles y apenas lucrativos, esto suscita críticas por antieconómico. En realidad esta situación es improbable, y además altera la idea de competencia, la cual es una actividad y no una situación estática. El problema económico surge porque algo cambia. El estudio de la economía es el de cómo se hacen los ajustes en un mundo cambiante, y detener el tiempo en un instante no da ninguna explicación satisfactoria. En el caso de la competencia perfecta, nadie tiene un conocimiento perfecto de sus mercados, y por eso confiamos en el método de los precios aunque no sea perfecto; por tanto, nada se resuelve suponiendo que todos saben todo, lo importante es usar la mayor parte del conocimiento. El equilibrio competitivo elimina la misión principal de la competencia, que es descubrir; no podemos decir cómo reaccionará el consumidor ante una opción hasta que tal opción se le presente. Tampoco es probable que todo producto sea homogéneo, es decir, que los consumidores elijan con indiferencia la oferta. La función de la competencia es diferenciar a los productores, convencer a los compradores de que uno es mejor que los 12 competidores. La competencia es una forma de descubrimiento. Es una actividad, un procedimiento para descubrir gustos y preferencias de los partícipes del orden de mercado y las diversas combinaciones de factores que permitirán satisfacer tales demandas al menor costo posible. Los oferentes no viven en un mundo de realidades conocidas sobre lo que comprarán los consumidores o qué otros métodos de producción servirán mejor. En la competencia lo que mueve a los productores es buscar nuevas zonas de demanda, esto es la función empresarial, la que ofrecenuevas oportunidades de satisfacción. El empresario exitoso obtendrá una recompensa por haber sido el primero en el mercado, que llevará a otros a emularlo originando una oferta mayor. Es decir, buscarán el producto más valioso al menor costo posible. Y el beneficio estimulará a descubrir nuevas oportunidades desconocidas hasta ahora y encontrar así la oportunidad de lucro. El equilibrio económico En el mercado el conocimiento es personal y disperso, por eso no pueden ser conocidas las condiciones de oferta y demanda. Los factores variables del momento hacen imposible cualquier otra explicación estática del equilibrio. Parte de la información que haya de descubrir un proveedor para saber cuánto debe producir de un producto y a qué precio ha de venderlo dependerá de los planes de otras personas. Sus competidores harán también sus propuestas para explotar mercados semejantes. La teoría del equilibrio supone que la economía es estática, que se ha detenido y que seguirá siendo como es. Pero la perfecta previsión de lo que sucederá está lejos de la realidad, ya que las personas están a merced de los variables planes de los otros. El equilibrio tiene sentido en el caso de que un solo individuo sepa cuáles serán sus planes y sus diversos objetivos se encuentren en armonía. Pero esto en la sociedad en su conjunto no puede producirse. El equilibrio puede utilizarse de forma vaga. No hay duda de que los actos y planes de los individuos partícipes del mercado tienden a conciliarse con el paso del tiempo. Si hay un equilibrio, éste es dinámico, es decir, varía pero sigue un curso. Sabiendo que el mercado no es estático, que no pueden predecirse las reacciones de las personas a los cambios y que lo que hay es tendencia al equilibrio en variación constante, podemos decir que este complejo proceso no puede ser detenido, encauzado ni sometido a ningún plan. 13 EXTERNALIDADES Las economías internas son aquellas circunstancias que favorecen el abastecimiento de la producción y que se originan en el ámbito propio de cada empresa en particular, por ejemplo, las ventajas resultantes del máximo aprovechamiento de las condiciones de indivisibilidad y especialización que pueden caracterizar al proceso de elaboración. Y las economías externas son aquellas que, originándose en el medio económico general, tienden a favorecer la posición de todas las empresas pertenecientes a una determinada actividad, como las que resultan del perfeccionamiento de la producción y desabastecimiento de ésta, como es el mejoramiento de empresas que surten a otras. Las deseconomías internas son todas aquellas circunstancias que afectan la producción y la estructura de costos de una empresa en particular, por ejemplo, las que derivan del propio crecimiento de la empresa y que se atribuyen especialmente a la disponibilidad limitada de capacidades organizativas y directivas. Las deseconomías externas son circunstancias que surgen de un sector determinado de la actividad económica general, como es el crecimiento económico general, que si bien traen una serie de ventajas para muchas industrias y sectores de la producción también acarrean problemas, como el abastecimiento de materiales, problemas de transporte o, por ejemplo, de provisión de energía. Las economías internas y externas tienden a compensar con exceso a largo plazo a las deseconomías internas y externas, ya que los costos unitarios de la empresa o de la industria tenderán a disminuir. Pero, en cambio, si las segundas exceden a las primeras, los costos unitarios tenderán a subir. Y si unas y otras se compensan, tales costos tenderán a permanecer relativamente estables. Fallos de mercado Arthur Pigou afirmó que los costos privados de una actividad, los que recaen sobre los agentes particulares, podrán divergir de sus costos sociales, es decir, los que recaen sobre dichos agentes y el resto de la sociedad. Llamaba deseconomías externas a la diferencia entre el costo social y el 14 costo privado, y economías externas a la diferencia entre beneficios sociales y costos sociales. Cada individuo toma decisiones sobre la base de costos y beneficios privados que siguen su acción. No toma en cuenta los efectos externos de sus acciones. Sin embargo, la regla de Pareto determina que sólo se alcanza un máximo de eficiencia social en la asignación de recursos cuando todas y cada una de las actividades de la sociedad alcanzan el nivel en que el beneficio marginal social se iguala al costo marginal social. Por lo que Arthur Pigou concluye que cuando los costos privados y sociales o los beneficios privados y sociales fueran distintos, la toma de decisiones por agentes privados a través del mercado llevaría a una mala asignación de recursos; debido a esto, la administración debería intervenir para corregir las externalidades que no son otra cosa que fallos del mercado. Entonces, la administración debe participar para corregir las externalidades con impuestos y subsidios o con controles y otras medidas de carácter correctivo, para alcanzar así la eficiencia social. Sobre la base entonces del análisis de la existencia de costos y beneficios sociales, se ha justificado la intervención de la administración en campos como controles en materia de contaminación ambiental, en la ordenación del territorio y su urbanización, en subsidios a líneas ferroviarias, o en el salvamento de empresas en quiebra. Ronald Coase propone frente a este problema una política distinta. Y sugiere que donde no hay impedimentos para la transacción o contratación entre el productor y consumidor de una externalidad no es necesaria la intervención de la administración. Al aparecer una solución pactada, la externalidad se internaliza. Analiza también que el problema de los costos sociales no nace de la externalidad en sí, sino de los impedimentos en forma de altos costos de transacción e indefinición de derechos de apropiación que impiden una solución consensuada. El uso de impuestos y subsidios para ambas partes, productor y receptor de la externalidad, es normalmente complicada y cara, y no corrige eficientemente el fallo de mercado. Debe buscarse la solución basada en la propiedad privada y no en la propiedad común. 15 SISTEMA DE BANCA CENTRAL ¿ES NECESARIO UN BANCO CENTRAL? INTRODUCCIÓN La necesidad de contar con instituciones monetarias que controlen el dinero y el crédito se plasma en un sistema de Banco Central. El problema está en tener un sistema liberal o no, autónomo o dependiente. En el presente trabajo analizaremos la evolución histórica del Banco de Inglaterra, modelo durante años en el establecimiento de los Bancos Centrales. Veremos el sistema de la Reserva Federal, la evolución de la Banca Argentina, como la conformación de la Unión Monetaria y Bancaria Europea. Haremos referencia al caso especial del Sistema Monetario y bancario de la isla de Hong Kong. Nos plantearemos los efectos del control político, la materialización de la autonomía y los problemas inflacionarios que dan paso a la intervención estatal para solucionar los fallos monetarios y la importancia del marco legal y la transparencia en el sistema financiero y bancario. Nos cuestionaremos pues la conveniencia o no de un sistema de Banca Central. 16 PRIMERA PARTE PERÍODO 1735-1815. PROCESO DE INFLACIÓN Pese a la suspensión en 1797 –Restriction Act, 1797– de la obligación del Banco de Inglaterra de redimir sus billetes por oro, la hacienda de guerra no produjo grandes efectos en los precios ni en los tipos de cambio exterior hasta 1800. El proceso inflacionario fue de tal suavidad que dificultó el diagnóstico, en particular el reconocimiento de la presencia de dos circunstancias concretas: Una gran parte del gasto de guerra se destinaba a la financiación de los ejércitos aliados e ingleses que actuaban en el continente. Las exportaciones e importaciones inglesas sufrieron interferencias. El Estado gravaba, con la introducción de un impuesto sobre la renta y de otras formas, para mantener reducidos los anticipos inflacionariosde la banca. Pero la tergiversación del gobierno en cuanto a las sumas recibidas fue la causa de acusar al Banco de Inglaterra de todo lo desagradable. Si en algo fue culpable de la inflación, sería en la política de préstamos (descuento) al público, préstamos inevitablemente aumentados por la financiación con déficit del gobierno mismo. Pero el banco racionó esas operaciones cuando el gobierno recurría intensamente a él. El banco hubiera podido practicar una política más restrictiva, si hubiera perturbado el ritmo de producción de la época de guerra. El banco tuvo una actitud pasiva frente a los excesos, quiebras por especulación y el boom agrícola. Existieron dos posiciones; los bullonists, que probaban y condenaban la inflación y hacían responsable al Banco Central, y los antibullonists, que negaban la inflación o la justificaban e imputaban la responsabilidad del aumento y las desfavorables condiciones del intercambio internacional a cuestiones diferentes del Banco Central. Prevaleció la primera postura, que consiguió imponer sus puntos al célebre Bullion Report.[1] El informe Cunliffe Comittee, que en 1818 recomendó la vuelta al oro a Inglaterra, no aportó mucho conocimiento que ya no conocieran los retractores del Bullion Report. 17 El problema del patrón Veinte años de papel no redimible y los cambios económicos hicieron que decidir una política monetaria fuera más difícil. Hasta la restricción de 1797 Inglaterra se basaba en un patrón oro. En 1816 se adoptó nuevamente, y luego se reanudaron los pagos en especie, según la paridad de anteguerra. [2] Ricardo recomendaba que el metal no debía entrar en circulación y que el Banco Central debía retenerlo para redimir sus billetes y no acuñarlo, sino en lingotes; se recogió realmente en el Resumption Act de 1819, la circulación monetaria sería en dinero papel, pero para pagos internacionales convertibles en lingotes. La reanudación del patrón oro se encontró con una situación depresiva, los precios habían descendido hasta un 30%, y las perspectivas agrícolas habían descendido, eran desfavorables. La economía inglesa en 1818 entraba en ese período de inestabilidad, como consecuencia de la Revolución Industrial, que modificó los fundamentos de la industria y el comercio. El proceso se consolidó de nuevo de 1830 a 1840, con la inversión en la construcción del ferrocarril. Es evidente que la reanudación de la anterior política monetaria tuvo efectos restrictivos; por eso, los partidarios de la restauración recomendada en el Bullion Report no tenían muchos motivos para celebrar los resultados últimos; por tanto criticaban a sus contrincantes al afirmar que la caída del nivel de precios en la década de 1820 era la reanudación mal gestionada por el Banco Central del patrón oro y por haber elevado el oro y provocar una crisis internacional. Lo erróneo de esta tesis está en no considerar los factores monetarios. Por lo demás, la discusión se orienta contra los defensores del patrón oro automático hasta la coyuntura alta de 1830-5. Hasta que otros problemas – el oro ruso, australiano, californiano– alteraron la situación monetaria y el humor de los economistas a partir de 1850, cambia la Ley de Peel nuevamente. La reforma bancaria Las operaciones bancarias se tienen que separar del control de la moneda” (Bank Charter Act, 1844, Peel). Se impuso así un plan que se podría llamar 100/100 de reservas para los billetes de banco. Se debió a una corriente de opinión de 1836-39, pero luego resultó inaccesible, porque sólo veían la mala gestión de los bancos emisores. Mientras los depósitos cuyo uso se restringía a un sector público eran prácticamente invisibles, billetes y 18 certificados circulaban ampliamente y su emisión era una iniquidad bancaria (Enquity of Banking, 1797). Evolución del proceso Hacia 1800 existían, además del Banco de Inglaterra, varios bancos privados, sociedades, S.A. Para 1826 se produjo el auge de la banca del depósito. Fuera de la metrópli, la industria y el comercio contaban con el servicio de bancos locales y las sucursales del Banco de Inglaterra a partir de 1826 y los servicios de prestamistas. Los bancos locales, aunque trabajaban con depósitos, financiaban a sus clientes mediante billetes de banco, pagaderos en moneda metálica o billetes del Banco de Inglaterra emitidos al descontar los efectos comerciales recibidos. Para cubrir esos billetes mantenían reservas no estipuladas por la ley. Esta práctica fue objeto de limitaciones por las leyes de Peel de 1844 y 45 –emisión de billetes por la banca privada–. Para muchos autores el billete de banco nacido en el descuento de un efecto mercantil siguió siendo la columna vertebral de la teoría de la banca privada. Había también otra práctica común en Inglaterra: fuera de Londres las letras de cambio que circulaban de mano en mano, a menudo sin interés, hacían que fueran elementos de la oferta total de dinero. Los banqueros de Londres actuaban como corresponsales de los bancos locales. El London Clearing House era una institución asentada. La última instancia era el Banco de Inglaterra como prestamista.[3] El Banco Central se cerraba en el mutismo y sus explicaciones eran superficiales, limitándose a decir que curaba sus propios negocios, frente a la no aceptación de la idea de control de la economía. En 1782, 1792, 1811, 1825, el gobierno se vio obligado a actuar emitiendo certificados a los comerciantes y el Banco Central los descontaba; la práctica de los directores del Banco de Inglaterra estaba por encima de lo que se ha creído. A partir de 1815 el Banco de Inglaterra empezó a configurar su política permanente para tiempos de paz mediante un proceso de ensayo y error. La exposición del gobernador J. Horaley Palmer ante el Comité Parlamentario del Banco de Inglaterra nos suministra dos perspectivas. Regla de Palmer –regla empírica–: manda mantener las operaciones activas del banco, para que no se produzcan cambios en la circulación más que por el flujo o salida de oro, o del país, con lo que la circulación se comportará como si fuera puramente metálica. Esta regla anticipaba la Ley de Peel. La respuesta a la pregunta 678: Palmer admite que el curso desfavorable de los intercambios exteriores es señal de una expansión indebida del crédito y afirma que el Banco Central puede evitar o detener la salida de oro 19 aumentando sus tipos; este aumento disminuirá los préstamos e implicará un menor volumen de transacción, de la ocupación y descenso de precios. Esto aumentará las exportaciones y disminuirá la importación, invirtiendo la balanza de pagos y los tipos de cambio. Esta proposición se convirtió en el fundamento de la teoría clásica de la banca central.[4] También se descubrió el efecto a corto plazo del aumento de los tipos bancarios, a saber, que traerá fondos a corto plazo del extranjero (Thorton, Henry Enquity into the nature and effects of paper credit of Great Britain, 1802). Los directores del Banco de Inglaterra parecen haberse dado cuenta que había una estrecha relación entre los tipos bancarios y los de intercambio exterior. Pero la explicación que da el banco respecto de la correlación es que durante el imperio indiscutido del patrón oro, los movimientos de este metal eran un índice sensible de las condiciones económicas generales. 20 CUESTIONES FUNDAMENTALES. OPINIONES DE AUTORES DESTACADOS DE LA ÉPOCA El metalismo teórico La gran mayoría de los autores destacados de la época, Thorton, Ricardo, Señor, Fullarton, J. S. Mill, Marx, definían el dinero como una mercancía elegida como medio de cambio, de medida de valor. Roscher expresa la opinión dominante de la época, al decir que las teorías falsas del dinero se pueden dividir en dos grupos, las que sostienen que el dinero es más que una mercancía más vendible y las que sostienen que el dinero es menos que eso. Esta actitud hace, sin más, de estos autores unos metalistas teóricos. Hemos de tener en cuenta varios hechos; en primer lugar, no todos los autores aceptaron la teoría metalistatan explícitamente, como Fullarton, que sólo considera dinero la acuñación de pleno valor no fraccionaria y, por encima de todos, Marx. Otros autores, como Thorton, la utilizaban más implícitamente. En segundo lugar, la mayoría la incluía en la categoría de papel no redimible del Estado, pero esto no habla en contra de su proposición, pues el concepto de papel moneda se puede construir de tal modo que quede dentro de una definición de dinero. Ricardo, en su obra Principios de economía política, construye el concepto de papel moneda como dinero cuyo costo se puede considerar un derecho de monedaje. Tampoco se puede sostener que Ricardo no puede haber sido metalista, porque proponía un sistema monetario, basado en que los billetes de banco fuesen convertibles no en monedas sino en lingotes de oro. “No es necesario que el papel moneda sea convertible en especie para asegurar su valor, sólo es necesario que su cantidad sea regulada según el valor del metal adoptado como patrón monetario.”[5] Y pensaba “que el dinero que circula se encuentra en su estado más perfecto cuando consiste exclusivamente en papel moneda de igual valor que el oro que se supone representa”[6]. La idea esencial era conseguir que el valor de la unidad monetaria fluctuara siempre según las variaciones del valor del oro. En tercer lugar, la tendencia de asimilar los billetes de banco al papel moneda. Al presentar su ley, sir Robert Peel definió el concepto de dinero de modo que influyera la moneda acuñada del reino y los billetes bancarios a los que llamó moneda 21 papel. Esto no significa que los medios de pago crediticios se consideraran dinero, aunque no debían haberlo sido. Era un papel moneda que había usurpado ilegítimamente esa naturaleza y ahora debía comportarse como si fuera legítimamente moneda de oro (Ley de Peel). J. S. Mill excluyó los billetes bancarios, porque se apartó de Ricardo. Éste, Señor, Mill y Marx, construyeron los fenómenos del dinero partiendo del caso del dinero metálico de pleno valor, y otras veces evitaban sus malas consecuencias mediante expedientes constructivos ad hoc. El problema central de la teoría monetaria fue el del valor del dinero. Los autores hablaban laxamente de precios en general o de la escala de los precios, pero no se puede decir que hayan hecho más de barruntar la idea, la cual por lo demás ha sido rechazada por Ricardo. Por esta razón, su demostración de que los certificados y billetes bancarios se depreciaron durante las guerras napoleónicas se basa en el premio conseguido por el metal; la misma explicación tiene el hecho de que al tratar los aspectos monetarios del comercio exterior, Ricardo compare precios de mercancías concretas en el mercado nacional y en el extranjero, pese a que él y otros autores podrían haber pensado que los precios representan valores más generales. Los principales clásicos resolvieron el problema de este valor aplicándole su teoría general del valor. Por eso distinguieron un valor natural o normal de largo plazo del dinero y un valor de equilibrio de corto plazo. El primero se determinaba por el costo de producción de los metales preciosos. “El oro y la plata, lo mismo que las demás mercancías, poseen un valor que depende únicamente de la cantidad de trabajo necesario para producirlos y llevarlos al mercado”[7]. Y el último, por la oferta y la demanda. “La cantidad de dinero que puede emplearse en un país depende de su valor... El dinero nunca puede ser tan abundante que llegue a ser excesivo, pues al disminuir su valor, se aumenta en la misma proporción su cantidad, y al disminuir la cantidad aumenta su valor.”[8] Sin duda, hay que tener presente que por la gran duración del oro, la existencia total del metal no varía y que por lo tanto el esquema de equilibrio a largo plazo es mayor que en el de las demás mercancías. 22 DISCUSIONES SOBRE LA INFLACIÓN Y LA RESTAURACIÓN DEL PATRÓN ORO El decreto que suspendió el pago en efectivo o metálico de los billetes de banco, del Banco de Inglaterra (1797), fue una medida preventiva, tomada en respuesta a una crisis y al posible asedio del banco por el público. Durante varios años los préstamos tomados por el Estado no produjeron efectos muy visibles. Pero cuando los precios empezaron a subir y a bajar la cotización de la divisa, se desencadenó un torrente de artículos cuyo tema probatorio era que la emisión excesiva de billetes no redimibles constituían la causa de aquellos males. Desde su exposición ante los dos Committees of Secrecy (1797), hasta sus dos conferencias sobre el Bullion Report de 1811, Thorton definió el tratamiento de la rapidez de circulación como “la cantidad variable que fluctúa con el estado de confianza, o sea su esencia con las condiciones económicas generales” (Paper Credit, cap. 3). A este redescubrimiento relacionado con Catillon se le prestó poca atención. Inserta en un marco científico de ideas la relación entre el dinero, los precios y el interés. También tiene en cuenta los aspectos monetarios del comercio internacional,. Thorton mostró ser un destacado maestro en el arte del diagnóstico económico. Los demás bullonists o defensores de la política encarnada por el Bullion Report, consistente en restaurar lo antes posible los pagos en especie monetaria por parte del Banco de Inglaterra, no se pueden poner junto con Thorton, porque sus opiniones no coinciden. Las tesis de éstos eran en sustancia muy sencillas; que el premio que beneficia al metal era prueba de la depreciación de los billetes de banco, era poco más que una definición, y que ese premio era más alto y más desfavorables los cambios. Y más altos los precios de lo que habrían sido, ceteris paribus, se hubiera tenido una circulación fiduciaria estrictamente determinada por la redimibilidad del papel, o sea, si la emisión hubiera sido más reducida. La condena de una emisión de billetes de mayor envergadura que aquella cantidad cuya redención es posible supone, naturalmente, la tesis de que esta última situación es la condición normal o ideal de la moneda. Consiguientemente, todos estos bullonists son metalistas teóricos y prácticos. Por eso no implica que profesaran una teoría cuantitativa estricta 23 (Thorton). El éxito fue de la línea Wheatley-Ricardo. En una inflación tan suave como fue en este período, una cosecha o una coyuntura alta o una crisis podrían dominar momentáneamente la situación de los precios, reduciendo temporalmente la influencia inflacionaria a dimensiones insignificantes. El analista debe ver los datos mes a mes. Tooke lo hizo con éxito, lo cual debería haber servido para invalidar la teoría de Ricardo, en su aplicación a la situación entonces dominante. Pero Tooke atacó la teoría de Ricardo en general, pero no estaba a la altura de la empresa. En el Inquiry de 1844, intenta resumir su pensamiento. En la duodécima conclusión declara que los precios de las mercancías no dependen de la cantidad de circulante, sino que el circulante es consecuencia de los precios. En la conclusión trece, ofrece su teoría de los precios generales. La cantidad de dinero sobre cuya base razona Ricardo no es un dato útil. Lo que influye en los precios es el gasto, se financie como se financie. El gasto para el consumo o inversión de las economías familiares ocupa una posición de particular importancia. El factor fundamentalmente determinante consiste en los varios ingresos del Estado, en los capítulos de rentas, de tierra, beneficios, sueldos y salarios. Llegamos así al planteamiento basado en la renta. Es imaginable el goce con el cual Ricardo habría echado a su hacha el fundamento de Tooke, hasta mostrar que aquellos ingresos no son sino el producto de la cantidad de dinero por la velocidad de circulación. J. S. Mill vio insuficiencias en el análisis Wheatley-Ricardo, también percibió deficiencias en el análisis de Tooke y corrigió sus defectos más salientes. Del mecanismo monetario del comercio internacional, Mill ha vuelto a descubrir la línea de Thorton, Say ha sido uno de los primeros en identificaro confundir la velocidad de circulación del dinero con la de los bienes. Say muestra que tenía conciencia de la variabilidad de la actitud del público en materia de liquidez, lo que implica que este análisis se puede aducir. También criticó la vuelta del oro con la paridad de anteguerra, lo cual muestra que no ha considerado el nivel de los precios como cosa indiferente. J. S. Mill acertó al conservar con todas las defensas que le puso al teorema de que un aumento de dinero aumentará los precios en la misma proporción; sin embargo, conservó la errónea doctrina ricardiana de que las variaciones de la cantidad de dinero y del volumen físico del out-put no tienen nada que ver unas con otras, y no coincidirán nunca, como no sea por el azar. Luego de la restauración efectiva de los pagos en oro (1821), muchas personas experimentaron temores, cuando la gente se dio cuenta de que entraba en una depresión, en 1815-36, y se reanudó la coyuntura alta en 24 1830, desde 1836 echó toda la culpa a la restauración del oro y el modo que lo había llevado al Banco de Inglaterra. Los banqueros, financieros y economistas encontraron en el metal la raíz de todos los males en la moneda. Criticaron la restauración o la paridad anterior a la guerra. Ofrecieron remedios que iban de la exclusión del oro de la circulación real, y la inclusión de la plata, pasando por ciertas anticipaciones del papel moneda dirigido que estabiliza los precios y la ocupación. Ricardo fue uno de los precursores que sufrieron como responsables de las recomendaciones del Bullion Report y la restauración del oro. La principal justificación de su negativa a compartir la responsabilidad de esta última medida es la forma en que se llevó a cabo su plan de los lingotes – Ingot Plan– representado ya por 1811[9]. El plan propuesto por Ricardo en su obra Principios..., en su capítulo 27 dice: “El banco estaría obligado a comprar cualquier cantidad de oro que se le ofrece, no menor de 20 onzas a 3 libras 17 chelines la onza y a vender cualquier cantidad que se le demande a 3 libras 17 chelines 10 ½ peniques”. “Se daría al mismo tiempo la más completa libertad de exportar e importar toda clase de lingotes metálicos.” Esto significa sistema de oro integral y libre, sin circulación de monedas de oro. Así el Banco de Inglaterra necesitaría una reserva menor. Los autores que achacaban a la depresión la restauración del oro se vieron obligados a afirmar que la causa de todo mal era el Banco de Inglaterra con sus compras de oro, causando una deflación internacional. J. S. Mill en Principios de economía política, Libro III, capítulo Xii, afirmaba que poder depreciar la moneda es un mal intolerable y se opone a la estimación monetaria. En su Libro III, capítulo XIII, afirma que otra falencia en que se apoyan los partidarios del papel inconvertible es la idea de que el aumento del dinero en circulación acelera la actividad industrial. Esta idea la lanzó Hume en su ensayo sobre el dinero y ha tenido desde entonces muchos partidarios, por ejemplo, la escuela monetaria de Birmingham de la que fue Mr. Attwood su representante. Y en el mismo Libro, capítulo X desarrolla la sospecha de que los partidarios del esquema bimetalista desean simplemente deprimir el poder de compra de la moneda. Expone así en el capítulo X, “De doble patrón y moneda subsidiaria: El valor del dinero se halla expuesto a fluctuaciones más frecuentes cuando ambos metales son moneda legal a una valuación fija, que cuando sólo hay un patrón exclusivo para la circulación monetaria, ya sea el oro o la plata. En cuanto al doble patrón, es probable que para casi todos sus partidarios es mérito principal de este sistema, su tendencia a una especie de depreciación, ya que hay siempre muchos defensores de todo lo que pueda representar, franca o encubiertamente una rebaja en el patrón monetario. 25 Algunos, sin embargo, lo hacen influidos por un sistema de apreciación exagerada de una ventaja que hasta cierto punto es real, la de poder recurrir para llenar los huecos de la circulación. Parece que las naciones que han sabido obtener ventajas del patrón doble son aquellas en la que uno solo de los metales es moneda legal, pero también acuñan el otro al cual se le permite circular con el valor que el mercado le asigne. Cuando se adopta este plan, el metal que queda en libertad de comprarse y venderse como un artículo de comercio es el más costoso de los dos. La producción de oro disminuyó durante la década de 1840; cuando el oro ruso, y luego el australiano y californiano, cambiaron la situación, se debatieron sus efectos en la década del 50 al 60. El nuevo oro estaba teniendo influencia en los precios, pero era más dudoso que nunca que esa influencia contrarrestada como lo estaba por el flujo de oro hacia la India, China y otros países y por el aumento de la producción de bienes, fuera lo suficientemente intensa para aumentar en medida apreciable los precios ingleses. El análisis económico ganó en esta fase. En general se disfrutó de la prosperidad, pero no faltaron discrepancias, y algunos empezaron a pensar en el patrón plata como remedio a la inflación del oro. El experimento bimetalista se estaba realizando en Francia, que contaba con un sistema bimetálico de piso con una paridad 1:15½. Al bajar el oro empezó a fluir a la circulación Y las reservas francesas se desplazaban a la plata. Chevalier hizo célebre la expresión “efecto paracaídas” para designar el efecto del bimetalismo en esas circunstancias; absorber el metal monetario en depreciación y liberar el que sube estabilizando el valor de la unidad monetaria, al menos mientras el segundo metal no quede desplazado. Los economistas no entendieron este efecto. Ricardo observó este mecanismo en sus principios por el cual decía que el patrón será unas veces de oro y otras de plata. Pero no vio en ello más que ese inconveniente cuyo remedio sería muy deseable. El primer economista que ha desarrollado la teoría completa del patrón bimetal ha sido Walras. Frutos de la controversia sobre la Ley de Peel Las dos escuelas bancaria (Tooke, Fullarton, Gilbert) y monetaria (Torrens, Overstone) cuyas controversias se basaban en un acuerdo básico, ni una ni otra contaban con reformadores radicales. Ambas eran hostiles a la gestión o dirección de la moneda y a cualquier control consistente de la banca y del crédito. Esta actitud es evidente en el caso de la escuela bancaria, la cual combatió la Ley de Peel, sin ofrecer ningún método de control, pero también vale para la escuela monetaria que deseaba regular la 26 emisión de billetes precisamente para que el sistema monetario fuera automático y las operaciones bancarias, las centrales precisamente, pudieran ser enteramente libres. Ambas sostenían resueltamente el patrón oro y, en particular, la regulación de los intercambios internacionales por los movimientos de oro. Si pasamos por alto los argumentos de naturaleza puramente técnica, objeciones del grupo bancario a la Ley de Peel y apoyos a ella por parte del grupo monetario, no parece que quede mucho desacuerdo entre uno y otro. Los bancarios afirmaban que, dadas las condiciones y la práctica bancaria inglesa y una dirección adecuada del Banco de Inglaterra, bastaba la convertibilidad de los billetes para garantizar toda la estabilidad monetaria de que es capaz un sistema capitalista. Aunque esto no sea verdad, tampoco tendría utilidad al regular meramente la emisión de billetes, pues también los depósitos plantearían el mismo sistema. Los monetaristas decían, por su parte, que no es posible asegurar la convertibilidad de los billetes sin restricciones especiales puestas a su emisión. Los billetes del banco de Inglaterra se trataban o deberían tratarse como meros certificados oro no como instrumentos de crédito de la naturaleza de los depósitos o efectos comerciales sino como moneda acuñada o el metal que representaban, como moneda última de reserva. Sólo Torrens creía que la cantidad de depósitos que los bancos pueden crear con sus créditosestá íntimamente relacionada con la existencia de una cantidad de moneda acuñada más billetes. Afirmó que la regulación de la emisión de éstos apartaría también algo a la regulación de la creación de los depósitos, pero prescindiendo de esto se aprecia enseguida el acuerdo de las dos escuelas acerca de la importancia de la convertibilidad de los billetes. La Ley de Peel no interfirió con la evolución de las prácticas bancarias de la banca central Inglesa. Los cambios producidos en la actitud del Banco de Inglaterra respecto de sus clientes y del mercado crediticio, la creciente importancia de las cuentas de los bancos, en el total de sus depósitos y otros rasgos más de la historia financiera Inglesa posterior a la ley de Peel han tenido más importancia que los efectos de dicha ley en la política bancaria. 27 EL DEBATE ENTRE LOS TEÓRICOS DE LA BANCA LIBRE Y EL BANCO CENTRAL Comenzando primero con el análisis de la polémica doctrinal entre los partidarios del Banco Central y de la banca libre, es ante todo preciso poner de manifiesto, en contra de lo que a veces se ha creído, que tal polémica no es enteramente coincidente con la que se efectúa en el siglo xix entre los teóricos de la denominada “escuela bancaria” (banking school), en contra de aquellos de la denominada “escuela monetaria” (currency school). En efecto, aunque muchos de los defensores de la libertad bancaria fundamentaran sus razones en los falaces y defectuosos argumentos inflacionistas de la “escuela bancaria”, y la mayoría de los teóricos de la “escuela monetaria” pretendieran lograr sus objetivos de solvencia financiera y estabilidad económica mediante la creación de un Banco Central que pusiera coto a los abusos, existieron, ya desde un principio, solventes teóricos de la “escuela monetaria” que siempre consideraron imposible y utópico pensar que el Banco Central no fuera a empeorar aún más los problemas, y que fueron conscientes de que la mejor manera de poner coto a la creación de medios fiduciarios y de lograr la estabilidad monetaria era a través de un sistema de banca libre sometido, al igual que el resto de los agentes económicos, a los principios tradicionales del derecho civil y mercantil. Por otro lado y paradójicamente, la mayoría de los defensores de los postulados de la “escuela bancaria” terminaron aceptando con agrado el establecimiento de un Banco Central que, como prestamista de última instancia, venía a garantizar y perpetuar los privilegios expansionistas de una banca privada que, cada vez con más ahínco, pretendía evadirse de sus compromisos y dedicarse al lucrativo “negocio” de crear dinero fiduciario a través de la expansión crediticia sin tener que preocuparse excesivamente por los problemas de liquidez gracias al respaldo que suponía el establecimiento de un Banco Central. Es importante resaltar el hecho de que la mayoría de los teóricos de la “escuela monetaria” aun acertando en la mayoría de sus aportaciones teóricas, fueron no obstante incapaces de apreciar que los mismos defectos que correctamente atribuyeron a la libertad de emisión de dinero fiduciario en forma de billetes por parte de los bancos, íntegramente se reproducían 28 de forma idéntica, sólo que de manera más oculta y solapada y por tanto más peligrosa, en relación con el “negocio” de concesión de créditos de forma expansiva con cargo a los depósitos a la vista de los bancos. Y además, estos teóricos erraron proponiendo como política más adecuada el establecimiento de una legislación que tan sólo acabara con la libertad de emisión de billetes sin respaldo, así como la constitución de un Banco Central para defender los principios monetarios más solventes. Solamente Ludwig von Mises, siguiendo la tradición de Cernuschi, Hübner y Michaelis, fue capaz de darse cuenta de que la prescripción a favor del Banco Central de los teóricos de la “escuela monetaria” era errónea, y que la mejor y única manera de lograr los solventes principios monetarios de la escuela era a través de un sistema de banca libre sometido sin privilegios al derecho privado. Este fracaso de la mayoría de los teóricos de la “escuela monetaria” fue fatal, pues no sólo motivó que la Ley de Peel de 1844, a pesar de sus buenas intenciones, olvidara eliminar, como sí hizo en relación con los billetes de banco, la creación de crédito fiduciario, sino que, además, y en última instancia, respaldó la creación de un sistema de banca central que, posteriormente, y sobre todo por culpa de la negativa influencia de teóricos de la “escuela bancaria” como Marshall y Keynes, terminó siendo utilizado con el respaldo de las erróneas teorías de estos prestigiosos economistas, para justificar e impulsar unas políticas de descontrol monetario y desmán financiero mucho peores que aquellas a las que originariamente se pretendía poner remedio. La evolución del sistema bancario y el Banco Central El Banco Central no es un producto natural del desarrollo del sistema bancario, sino que, por el contrario, aparece coactivamente impuesto desde fuera como resultado de la acción gubernamental dando lugar, como consecuencia de una serie de accidentes históricos, a todo un sistema monetario y financiero muy distinto del que habría surgido espontáneamente de haberse mantenido un sistema de banca libre sometido sin privilegios al derecho privado y no intervenido ni coaccionado gubernamentalmente a través del Banco Central. Y es que el sistema de Banco Central no es sino el lógico e inevitable resultado de la introducción paulatina y subrepticia por parte de los banqueros privados, y en histórica complicidad con los gobiernos, del sistema bancario basado en la reserva fraccionaria. Y en este campo, es esencial no caer en la trampa intelectual en la que caen la mayoría de los teóricos defensores del sistema de banca libre, y que, salvo la honrosa excepción de Mises y pocos más, no se dan cuenta de que la única manera 29 de lograr un verdadero sistema de banca libre es restableciendo el principio jurídico según el cual es preciso mantener en reserva el ciento por ciento de las cantidades de dinero recibidas en forma de depósitos a la vista. Se trata, en última instancia, de aplicar al campo bancario y monetario esa idea seminal de Hayek de acuerdo con la cual, siempre que se viola una regla tradicional de conducta, bien sea a través de la coacción institucional del gobierno, o mediante la concesión por parte de éste de privilegios especiales a ciertas personas o entidades, siempre, antes o después, habrán de aparecer consecuencias dañinas y no deseadas en grave perjuicio del espontáneo proceso social de cooperación. La norma tradicional de conducta que se viola en el caso del negocio bancario es el principio del derecho de acuerdo con el cual en el contrato de depósito de dinero fungible, la tradicional obligación de custodia, que es un elemento esencial en todo depósito no fungible, se materializa en la exigencia de que, en todo momento, se mantenga una reserva del ciento por ciento de la cantidad de dinero fungible recibida en depósito, de manera que todo acto de disposición de ese dinero, y en concreto la concesión de créditos con cargo a éste, supone una violación de ese principio y, en suma, un acto ilegítimo de apropiación indebida. A lo largo de la historia, los banqueros pronto empezaron a estar tentados de violar la mencionada norma tradicional de conducta, usando en su propio beneficio el dinero de sus depositantes. Esto sucedió, en un primer momento, de una manera vergonzante y secreta, pues todavía se tenía por parte de los banqueros la conciencia de un mal proceder; y sólo posteriormente los banqueros consiguen que la violación del principio tradicional del derecho se efectúe de una manera abierta y legal, cuando felizmente obtienen del gobierno el privilegio para utilizar en su propio beneficio el dinero de sus depositantes (generalmente en la forma de créditos muchas veces concedidos en un primer momento al propio gobierno). De esta manera, se inicia la relación de complicidady la coalición de intereses que ya es tradicional que exista entre gobiernos y bancos, y que explica a la perfección las relaciones de íntima “comprensión” y “cooperación” que existen entre ambos tipos de instituciones y que hoy en día se aprecian con pequeñas diferencias de matiz en todos los países occidentales en casi todas las instancias. Y es que los banqueros pronto se dieron cuenta de que la violación del principio tradicional del derecho mencionado daba lugar a una actividad financiera altamente lucrativa para ellos, pero que en todo caso exigía la existencia de un prestamista de última instancia, o Banco Central, que proporcionase la necesaria liquidez en unos momentos de apuro, que la experiencia demostraba que siempre llegaban de forma recurrente. 30 El sistema bancario de reserva fraccionaria, el Banco Central y la teoría de los ciclos económicos Las nefastas consecuencias sociales de este privilegio que se ha concedido a los banqueros (pero no a ningún otro individuo o entidad) no fueron, sin embargo, perfectamente comprendidas hasta el desarrollo, por parte de Mises y Hayek, de la denominada Teoría Austríaca del Ciclo Económico. En suma, lo que los teóricos de la Escuela Austríaca han puesto de manifiesto es que empeñarse en perseguir el objetivo teóricamente imposible (desde el punto de vista jurídico-contractual y técnico- económico) de ofrecer un contrato que simultáneamente combine las mejores características de los fondos de inversión (y en especial la que consiste en la posibilidad de obtener interés de los “depósitos” realizados) con el contrato tradicional de depósito (que por definición ha de permitir su retirada a su valor nominal en cualquier momento) tarde o temprano, pero siempre de manera inexorable, ha de producir unos inevitables ajustes espontáneos, en forma, en un primer momento, de expansiones incontroladas de la oferta monetaria, inflación, mala asignación generalizada de los recursos productivos a nivel microeconómico y, en última instancia, recesión, liquidación de los errores inducidos por la expansión crediticia en la estructura productiva y paro masivo. Es preciso darse cuenta de que el privilegio concedido a la banca de poder ejercer su actividad con un coeficiente de reserva fraccionario implica un evidente atentado en contra de una correcta definición y defensa de los derechos de propiedad de los depositantes por parte de las autoridades gubernamentales. Esto inevitablemente genera, como siempre que no se definen adecuadamente derechos de propiedad, un típico efecto de “tragedia de los bienes comunales”, en virtud del cual los bancos son especialmente proclives a tratar de adelantarse y expansionar antes y más que sus competidores su correspondiente base crediticia. Por ello, el sistema bancario basado en la reserva fraccionaria tiende siempre a la expansión más o menos incontrolada, incluso aunque se encuentre controlado por un Banco Central que, al revés de lo que normalmente ha ocurrido hasta ahora, se preocupe seriamente de controlarla y ponerle límites. El sistema monetario y bancario en una sociedad libre En suma, el principal defecto de la mayoría de los teóricos defensores de la banca libre es el de no darse cuenta de que ha de ser teóricamente consustancial a su propuesta la exigencia del ciento por ciento de 31 coeficiente de reserva y, en concreto, no haber apreciado que todos los defectos que los defensores del Banco Central señalan al sistema de banca libre pierden virtualidad y desaparecen por completo si éste se lleva a cabo sobre la base de los principios tradicionales del derecho. O, expresado de otra forma y en palabras de Mises, de lo que se trata es de someter a los bancos a los principios tradicionales del derecho civil y mercantil, según los cuales cada individuo y cada empresa ha de cumplir sus obligaciones de acuerdo con la literalidad estricta de lo establecido en cada contrato. Este error está muy generalizado y afecta, en especial, a la interesante y amplia literatura que ha venido desarrollándose a partir del gran eco que supuso la publicación del libro de Hayek sobre La desnacionalización del dinero, así como por la importante crisis económica y financiera que se produjo a finales de los años setenta. El comentario más importante que tengo que hacer a toda esta literatura es que en ella, y salvo contadas excepciones, en muchas ocasiones se aprovecha la defensa del sistema de banca libre, para caer en las veleidades teóricas propias de la antigua “escuela bancaria” cuyos erróneos principios teóricos ya fueron puestos de manifiesto hace mucho tiempo. Además, en toda esta literatura, encabezada por las obras de White, Selgin y Dowd, entre otros, se olvida que, como hemos venido argumentando, la única manera de acabar con el Banco Central y sus excesos es eliminando el privilegio de reserva fraccionaria del que actualmente se aprovechan los banqueros privados. Y es que, si quiere defenderse un sistema financiero y monetario verdaderamente estable para el próximo siglo, que inmunice en la medida de lo humanamente posible de crisis y recesiones a nuestras economías, será preciso establecer: 1) la completa libertad de elección de moneda; 2) el sistema de libertad bancaria; 3) lo más importante, que todos los agentes implicados en el sistema de libertad bancaria estén sometidos y cumplan, en general, las normas y principios tradicionales del derecho y, en particular, el principio de acuerdo con el cual nadie, ni siquiera los banqueros, debe gozar del privilegio de prestar aquello que le ha sido depositado a la vista (es decir, un sistema bancario con un coeficiente del ciento por ciento de reserva). Implicaciones de la teoría en la relación con el sistema monetario europeo Aunque las anteriores prescripciones de política económica puedan parecer utópicas y muy alejadas de los problemas prácticos que nos acosan, especialmente en relación con el diseño y dirección de un sistema 32 monetario europeo, éstas gozan de la virtualidad de indicar en todo momento, al menos, cuál es la dirección adecuada que debe tomar su reforma, así como los peligros que es preciso evitar. Así, parece claro que deberemos huir tanto de un sistema de monopolistas monedas nacionales que “compitan” entre sí en un entorno caótico, de tipos de cambio flexibles, como de ir hacia la creación de un Banco Central europeo descontrolado e inflacionario que impida la competencia entre monedas en un amplio espacio económico, no afronte los retos de la reforma bancaria, no garantice una estabilidad monetaria al menos tan grande como la de la moneda nacional más estable en cada momento histórico y suponga, en suma, un obstáculo definitivo para efectuar ulteriores reformas en la buena dirección. Quizás el modelo más practicable y adecuado a corto y medio plazo sea, por tanto, el de introducir en toda Europa una completa libertad de elección de monedas públicas y privadas de dentro y fuera de la Comunidad, ligando, como se ha intentado hasta ahora, las monedas nacionales que por razones de costumbre histórica sigan utilizándose en un sistema de tipos de cambio fijos que discipline el comportamiento de la política monetaria de cada país al de aquel que la ejerza, en cada momento histórico, con mayor solvencia y estabilidad. De esta manera al menos quedaría abierta la puerta para que en el futuro algún Estado-nación de la cee siempre tenga la posibilidad de avanzar en las tres líneas de reforma monetaria y bancaria indicadas, forzando con ello a seguir en la buena dirección su liderazgo monetario al resto de sus socios de la Comunidad. Y si se sigue por la senda de establecer un Banco Central europeo, hemos de señalar que las críticas que, en todo caso, puedan efectuarse a la futura moneda única europea han de centrarse en todos aquellos aspectos que tiendan a configurar una moneda que al menos no sea tan sólida y estable como la que hasta ahora se ha comportado históricamente mejor (el marco). Debe, por tanto, huirse de toda flexibilización de los llamadoscriterios de convergencia y apostar dogmáticamente por unas instituciones monetarias europeas que tengan por objeto único e inalienable la estabilidad (si es posible absoluta) del nivel general de precios. De esta manera podría reproducirse en Europa un sistema monetario muy cercano al ideal del patrón oro puro, que ha sido la moneda única mundial libremente elegida por el mercado durante extensos períodos de los últimos siglos, culminándose así el establecimiento de un marco de libre cambio europeo, libre de las interferencias y manipulaciones monetarias de cada país miembro y que por fin obligaría a que los países con estructuras más rígidas (como es el caso de España) efectuasen las reformas flexibilizadoras que necesitan para competir en un entorno en el que el recurso a una política monetaria nacional inflacionista para acomodar las 33 rigideces estructurales ya no sea posible. Es evidente que el trabajo definitivo sobre teoría monetaria y bancaria, a la luz de la histórica polémica que está teniendo lugar entre los partidarios de la banca libre y del Banco Central, aún está por hacerse. Tras la histórica caída teórica y real del socialismo, el principal desafío teórico al que se enfrentan tanto los economistas profesionales como los amantes de la libertad de cara al próximo siglo, consistirá en luchar con todas sus fuerzas tanto en contra de la institución de la banca central, como en contra del mantenimiento del privilegio del que actualmente gozan aquellos que ejercen la actividad bancaria privada, tal y como ésta se entiende hoy. 34 RESERVA FEDERAL Introducción Reserva Federal, Banco Central de Estados Unidos. El Banco Central de un país sirve de banquero para el resto de los bancos y para el gobierno; también es el órgano responsable de la emisión de dinero, regula la política monetaria y supervisa el funcionamiento del sistema bancario del país. En los Estados Unidos estas funciones las desarrollan los directivos del sistema de la Reserva Federal: la Junta de Gobernadores, con sede en la ciudad de Washington, y los directores de los doce bancos de la Reserva Federal, distribuidos por todo el país. Casi todo el poder de la Reserva Federal se concentra en la Junta de Gobernadores, que asume todos los aspectos relativos a la regulación del sistema bancario y al control de la cantidad de dinero en circulación, así como de la política de la Reserva. Como la Junta no es un órgano operativo, la aplicación de las políticas que dicta está en manos de los doce bancos federales, cuyas acciones son propiedad de los bancos comerciales que pertenecen al sistema de la Reserva Federal. Sin embargo, en este caso la propiedad de las acciones no implica el control de los bancos; la Junta de Gobernadores y los directores de los bancos de la Reserva dictan las políticas a seguir en función de los intereses del país y no de los intereses de las entidades privadas. El sistema de regulación del sistema bancario estadounidense es muy complejo; en algunos casos las tareas que lleva a cabo la Reserva Federal las pone en práctica con otras instituciones públicas; por ejemplo, en caso de fusiones o para controlar a los bancos comerciales privados, la Reserva Federal actúa en colaboración con el Organismo Controlador del Dinero y con la Corporación Aseguradora de los Depósitos Federales. La política monetaria, es decir, el control de la cantidad de dinero en circulación, depende en exclusiva de la Reserva Federal, que actúa con total independencia del poder político. Historia Durante los cincuenta años anteriores a la creación de la Reserva Federal 35 en 1914, el crecimiento económico se veía con frecuencia frenado por recurrentes crisis económicas que solían venir acompañadas de una crisis del sistema monetario. El sistema bancario estadounidense era incapaz de responder con flexibilidad a los ciclos económicos. La Ley de la Banca Nacional (1864) dividió el sistema bancario en tres grupos: los bancos de la Reserva Central (el primero se creó en Nueva York y en 1887 se crearon dos más en Chicago y Saint Louis), los bancos de la Reserva (en otras 16 ciudades) y los bancos nacionales. Todos los bancos nacionales tenían que mantener cierto porcentaje de sus depósitos en reservas, pero parte de estas reservas se podían depositar en los bancos de la Reserva. Cuando los bancos nacionales necesitaban más dinero para atender la demanda de liquidez de sus clientes, podían acudir a los bancos de la Reserva, que a su vez podían acudir a los bancos de la Reserva Central. Cualquier fallo en esta pirámide acarrearía el colapso de todo el sistema monetario, ya que por encima de los bancos de la Reserva Central era imposible crear más liquidez, por lo que se producía una suspensión de pagos. Crisis bancarias de esta índole ocurrieron en 1873, 1883, 1893 y 1907. Esta última llevó a la creación de una institución pública controlada por las dos cámaras parlamentarias, la Comisión Monetaria Nacional, que promulgó la Ley de la Reserva Federal en 1913, mediante la cual se creaba un sistema bancario flexible y descentralizado. Control monetario La Reserva Federal controla todas las variables financieras del país. Los dos instrumentos de control principales son las operaciones de mercado abierto y la variación del coeficiente exigido de reservas. Las operaciones de mercado abierto consisten en la compraventa de deuda pública. Por ejemplo, cuando la cantidad de dinero en circulación crece más despacio de lo que la Reserva Federal estima oportuno, se procede a comprar deuda pública, poniendo así dinero en circulación que permite al sistema bancario contar con un mayor número de depósitos, parte fundamental de la oferta monetaria. De forma análoga, si la cantidad de dinero en circulación es excesiva, la Reserva Federal llevará a cabo una política monetaria restrictiva, vendiendo deuda pública en el mercado abierto. Esta venta reducirá la cantidad de reservas bancarias y, por tanto, la capacidad de los bancos para prestar dinero. Aunque las operaciones de mercado abierto son el instrumento más flexible y más utilizado para desarrollar la política monetaria, se pueden conseguir los mismos objetivos variando el coeficiente exigido de reservas, es decir, el porcentaje de los depósitos que deben depositar los bancos comerciales en forma de reservas en los bancos de la Reserva Federal. 36 Cuando se incrementa este porcentaje, los bancos no pueden crear tanto dinero como antes porque una mayor proporción de sus activos debe inmovilizarse en reservas; lo contrario ocurre cuando se disminuye el coeficiente. La Reserva Federal también puede controlar la oferta monetaria variando la tasa de descuento. Cuando los bancos comerciales necesitan más dinero y piden prestado a los bancos de la Reserva Federal, una mayor tasa de descuento encarecerá estos préstamos, por lo que los bancos reducirán su demanda de dinero. La variación de la tasa de descuento puede utilizarse al mismo tiempo que se realizan operaciones de mercado abierto. También puede servir para obtener señales monetarias de las condiciones económicas que imperan en el mercado. La Reserva Federal sólo controla de forma selectiva la compra-venta de títulos valores, imponiendo un margen legal para la compra de activos financieros, es decir, un porcentaje mínimo que debe depositar el comprador de títulos valores. Este requisito legal surgió a partir de la Gran Depresión, y pretende evitar la especulación en el mercado de valores. La Ley de Control Crediticio de 1969 autoriza al presidente a conceder poderes adicionales a la Reserva Federal. En 1980 se aplicó esta ley para permitir a la Reserva Federal el control de los créditos al consumo. Efectos de las políticas de la Reserva Federal Los economistas piensan que las políticas de la Reserva Federal tienen a largo plazo efectos positivos y negativos: en primer lugar, las decisiones de la Reserva Federal a veces han aumentado, en vez de disminuir, la inestabilidad económica; en segundo lugar, el intento de ajustarcon total precisión la oferta monetaria no resulta productivo y puede llegar a ser una circunstancia muy desestabilizadora; en tercer lugar, a largo plazo, las políticas restrictivas del crecimiento de la cantidad de dinero pueden llegar a reducir la tasa de inflación; por último, algunos problemas no pueden ser resueltos por la Reserva Federal, como ocurrió, por ejemplo, con la crisis del petróleo. Muchos economistas afirman que la Reserva Federal fue en parte responsable de la Gran Depresión de la década de 1930. Por otro lado, la estabilidad de precios de finales de la década de 1950 y de la de 1960 se debió en parte a la efectividad de la política monetaria de la Reserva Federal. Las críticas aumentaron durante las décadas de 1970 y 1980, cuando las autoridades monetarias parecían incapaces de frenar el incremento de la inflación y de los tipos de interés. A mediados de la década de 1980, muchos economistas pensaban que la política antiinflacionista de la Reserva Federal era bastante eficaz. 37 Relaciones con el gobierno Hay quien considera a la Reserva Federal como una cuarta rama del poder porque se ha convertido en un poderoso grupo político que no debe someterse a controles exteriores. La Junta de Gobernadores es independiente, por ley, del Poder Ejecutivo con un mandato superior al del presidente. Sin embargo, en la práctica la Reserva diseña su política monetaria de acuerdo con los objetivos políticos y financieros establecidos por el Poder Ejecutivo. La relación con el Congreso es más compleja. Por un lado, el Banco Central es, sin duda, una institución creada por el Congreso, por lo que la duración del mandato de la Junta de Gobernadores y su larga existencia dependen de éste. Por otro lado, la autofinanciación de la Reserva Federal otorga a ésta una gran independencia, sustrayendo al Congreso uno de sus principales instrumentos de control: el presupuesto. Así, la Reserva Federal queda libre de presiones políticas, pero debe responder ante el Congreso y explicar su política monetaria. La transparencia Más en concreto, y no hace tantos años, los observadores se enteraban de las decisiones del Comité Federal de Mercado Abierto (fomc) a través de las variaciones apreciables en las operaciones de la jornada al día en fondos federales; esto es, por señales que sólo percibían los profesionales con capacidad suficiente para leer de manera precisa los datos más técnicos. Con el tiempo, esas señales fueron haciéndose más claras, de forma que al final quienes siguen el mercado de cerca cuentan con una amplia información sobre las decisiones adoptadas por el Fed. Dicho de otra forma, a medida que el funcionamiento de los mercados se transformó, en analogía a los instrumentos financieros y a los agregados monetarios, el pasado lastre de las incertidumbres, léase si se prefiere riesgo, fue haciéndose cada vez más soportable. Y de manera lógica, el valor de la transparencia pasó a apreciarse más y más. En palabras directas, los mercados financieros trabajan actualmente con mayor eficiencia, porque los actores no tienen que derrochar los ingentes esfuerzos de antes en el intento continuo de inferir cuál es la trama de la política monetaria a partir de las indicaciones difusas del día al día, con la particularidad adicional de que esa mayor transparencia no ha significado ninguna restricción en la libertad de que disponemos al objeto de ajustar la política monetaria en la dirección que corresponda. En definitiva, en los últimos años, hemos alcanzado un mejor balance, a 38 mi juicio, en el trade off transparencia/instrumentación de la política monetaria. Y consecuentemente, hoy nos movemos con mucha claridad en nuestras decisiones políticas; incluyendo la información sobre los riesgos más amenazadores de cara al futuro. En esa dirección, hace un lustro que venimos publicando la transcripción completa de las reuniones del Sistema de la Reserva Federal en sus respectivos doce distritos dentro del sistema. Y espero que en los próximos tiempos podamos seguir con esas mismas pautas de política informativa, si bien apreciando siempre en qué medida la apertura informativa permite optimizar la instrumentación de la política monetaria. Como resultado de todo ello, el Fed se muestra muy explícito en sus objetivos finales –estabilidad de precios y máxima posibilidad de crecimiento–, debiendo aclarar que cuando hablo de precios no me refiero a una cifra concreta del Índice de Precios al Consumo, pues me resulta difícil hacer una precisión exacta de lo que significa un nivel que garantice la estabilidad general. A mi juicio, lo que debe tenerse como meta es un entorno en el cual la inflación sea baja y estable a lo largo del tiempo, sin entrar en demasiadas especificaciones. En definitiva, los registros históricos nos muestran que la transparencia ha contribuido a mejorar el funcionamiento de los mercados, y también a hacer mayor nuestra credibilidad por parte del público. Pero esa apertura es bastante más que un instrumento útil en la configuración de la economía: es toda una obligación del Banco Central en la sociedad democrática y libre en que vivimos. Por ello, los líderes de este país (ee.uu.) decidieron darnos al Sistema toda la responsabilidad en la configuración e instrumentación de la política monetaria, como cuerpo independiente que somos. Tal característica, unida ahora a la transparencia de nuestras actividades, es lo que nos hace realmente creíbles a los ciudadanos, y lo que nos permite ayudarlos para que ellos mismos juzguen si nuestra tarea está a la altura de lo que ellos piensan que debe ser. 39 SEGUNDA PARTE EVOLUCIÓN BANCARIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA Las primeras instituciones bancarias Banco Provincia En 1822, y dada la prosperidad, se creó una comisión para redactar el estatuto rector de las operaciones del banco, y su posterior aprobación se realizó el 23 de febrero de 1822. Este estatuto imponía el descuento de letras, pagarés y obligaciones a plazo como el primer objetivo del banco. Autorizaba a recibir depósitos, encargarse de cobranzas particulares, emitir billetes pagaderos al portador, y establecía órganos y asamblea de accionistas. Los principales lineamientos estatutarios que animaban las operaciones crediticias eran análogos a los que sustentaba el acta del Banco de Inglaterra; así se intentaba reproducir la organización de ese banco. El banco no se adecuaba a las costumbres locales ni a los requerimientos de la actividad agrícolo-ganadera, además de las limitaciones de la emisión monetaria. El 21 de junio el Congreso Nacional aprobó la constitución del banco. Y se prohíbe por veinte años la constitución de otro banco similar. Se dan una serie de privilegios, como la exención de los títulos de toda contribución fiscal. El banco fracasó por una emisión excesiva y los intentos de establecer el Banco Nación. Se llegó a una situación sin salida, y luego fue absorbido por el Banco Nacional en 1824. Banco Nacional Surgió a partir de 1824. El 28 de enero de 1826 se creó el Banco Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía el uso del escudo nacional. El banco no sería de propiedad pública sino que pertenecería a sus accionistas, que lo gobernarían mediante una asamblea y una junta directiva. De cualquier forma el avance estatal dio por tierra la autonomía. Las vicisitudes que caracterizaron al Banco desde su nacimiento no se agotaban en la accidentada fusión con el Banco de la Provincia de Buenos Aires sino que se atendía a su solidez económica y a la independencia de 40 criterios que gozaba. La facultad de emitir –art. 61 de la Ley de Creación– le permitía volcar a la circulación billetes pagaderos a la vista y al portador bajo las precauciones que la Junta de Directores acordase. Y el art. 62 facultaba al gobierno durante el primer año la cantidad y valor de los billetes a emitir. Ordenó por decreto del 13 de marzo de 1826 que el banco en ningún caso pondrá en circulación billetes en cantidad mayor que los valores reales que posea. Los billetes
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