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Uno en Cristo

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2/11/23, 17:15 Uno en Cristo
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Uno en Cristo
Por el élder D. Todd Christo�erson
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
Es solo en nuestra lealtad individual a Jesucristo y amor por Él que podemos esperar ser uno.
Como ha observado el presidente Dallin H. Oaks, hoy es Domingo de Ramos, el comienzo de la
Semana Santa, que marca la entrada triunfal del Señor en Jerusalén, Su padecimiento en
Getsemaní y muerte en la cruz apenas unos días después, y Su gloriosa resurrección el domingo de
Pascua de Resurrección. Tomemos la resolución de no olvidar nunca lo que Cristo sobrellevó para
redimirnos1 y no perdamos nunca el inmenso gozo que sentimos de nuevo en Pascua al contemplar
Su victoria sobre la tumba y el don de la resurrección universal.
La noche anterior a los juicios y a la cruci�xión que le aguardaban, Jesús participó con Sus
apóstoles de una cena de Pascua judía. Al �nal de esa Última Cena, en la sagrada oración
intercesora, Jesús rogó a Su Padre con estas palabras: “Padre santo, a [mis apóstoles] que me has
dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”2 .
Luego, con ternura, el Salvador amplió Su ruego para incluir a todos los creyentes:
“Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de
ellos;
“para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en
nosotros”3.
Llegar a ser uno es un tema recurrente en el evangelio de Jesucristo y en la comunicación de Dios
con Sus hijos. Con respecto a la ciudad de Sion de los días de Enoc, se dice que “eran uno en
corazón y voluntad”4. En el Nuevo Testamento se registra sobre los primeros santos de la Iglesia de
Jesucristo primitiva: “… la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma”5.
En nuestra dispensación, el Señor exhortó: “Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos”6.
Entre las razones que el Señor dio por las cuales los primeros santos de Misuri no pudieron
establecer el lugar de Sion se encuentra que “n[o] est[aban] unidos conforme a la unión que
requiere la ley del reino celestial”7.
Donde Dios prevalece en todos los corazones y mentes, se describe a las personas como “uno, hijos
de Cristo”8.
Cuando el Salvador resucitado se apareció a los antiguos pueblos del Libro de Mormón, señaló
con desaprobación que en el pasado había habido disputas entre la gente en cuanto al bautismo y
otros asuntos. Él mandó:
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“… no habrá disputas entre vosotros, como hasta ahora ha habido; ni habrá disputas entre
vosotros concernientes a los puntos de mi doctrina, como hasta aquí las ha habido.
“Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino
es del diablo, que es el padre de la contención”9.
En este mundo extremadamente contencioso, ¿cómo se puede alcanzar la unidad, especialmente en
la Iglesia, donde hemos de tener “un Señor, una fe, un bautismo”10? Pablo nos da la clave:
“Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
“Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo”11.
Somos muy diferentes y a veces muy opuestos en opiniones como para poder llegar a ser uno sobre
cualquier otro fundamento o bajo cualquier otro nombre; solo en Jesucristo podemos llegar a ser
uno en verdad.
Llegar a ser uno en Cristo ocurre en forma individual: cada uno de nosotros comienza por sí
mismo. Somos seres duales de carne y espíritu, y a veces estamos en con�icto en nuestro interior.
Como Pablo expresó:
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
“pero veo otra ley en [los] miembros [de mi cuerpo], que se rebela contra la ley de mi mente, y que
me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”12 .
Jesús también fue un ser de carne y espíritu. Él fue probado; Él entiende; Él puede ayudarnos a
alcanzar la unidad interior13. Por lo tanto, recurriendo a la luz y a la gracia de Cristo, nos
esforzamos por dar a nuestro espíritu —y al Santo Espíritu— dominio sobre lo físico y, cuando
fallamos, Cristo nos da el don del arrepentimiento y la oportunidad de intentarlo de nuevo
mediante Su expiación.
Si cada uno de nosotros, individualmente, se “revist[e]” “de Cristo”, entonces juntos podemos tener
la esperanza de llegar a ser uno, como dijo Pablo: “el cuerpo de Cristo”14. “Revest[irse]” “de
Cristo” ciertamente incluye hacer de Su “primero y grande mandamiento”15 nuestro primer y mayor
compromiso; y si amamos a Dios, guardaremos Sus mandamientos16.
La unidad con nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo aumenta conforme
obedecemos el segundo mandamiento, que se conecta inextricablemente con el primero, de amar a
los demás como a nosotros mismos17. Y supongo que alcanzaríamos una unidad aún más perfecta
entre nosotros si obedeciéramos la expresión más elevada y sagrada del Salvador de ese segundo
mandamiento: amarnos unos a otros no solo como nos amamos a nosotros mismos, sino como É l
nos amó18. En resumen, esto es que “bus[que] cada cual el bienestar de su prójimo, y ha[ga] todas
las cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios”19.
Al explicar cómo se logran la paz y la unidad duraderas, el presidente Marion G. Romney, quien
fue Consejero de la Primera Presidencia, dijo:
“Si una sola persona, al ceder ante Satanás, rebosa de las obras de la carne, la lucha será contra sí
misma. Si dos personas ceden, la lucha será contra sí mismas y además la una contra la otra. Si
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muchas personas ceden, la sociedad [cosecha] el fruto de gran agitación y contención. Si los
gobernantes del país ceden, habrá contención en todo el mundo”.
El presidente Romney continuó: “Así como las obras de la carne tienen aplicación universal, lo
mismo sucede con el Evangelio de paz. Si un hombre lo vive, tendrá paz interior; si dos hombres lo
hacen, tendrán paz dentro de sí, y el uno con el otro. Si los ciudadanos lo viven, la nación tendrá
paz a nivel local. “Y cuando haya bastantes naciones disfrutando del fruto del Espíritu, que puedan
controlar los asuntos del mundo, entonces, y solo entonces, dejaremos de oír resonar los tambores
bélicos y de ver �amear […] las banderas de guerra”. (Véase Alfred Lord Tennyson, “Locksley
Hall”, �e Complete Poetical Works of Tennyson, editado por W. J. Rolfe, Boston, Houghton–Mi�in
Co., 1898, pág. 93, líneas 27–28)”2 0.
Cuando nos “revest[imos]” “de Cristo”, eso hace posible que resolvamos las diferencias, los
desacuerdos y las disputas, o bien que los dejemos a un lado. En la historia de la Iglesia hallamos
un ejemplo un tanto impresionante de cómo superar la división. El élder Brigham Henry Roberts
(comúnmente conocido como B. H. Roberts), nació en Inglaterra en 1857 y sirvió como miembro
del Primer Consejo de los Setenta, aquello que hoy llamamos la Presidencia de los Setenta. El
élder Roberts fue un defensor capaz e infatigable del Evangelio restaurado y de la Iglesia en
algunos desus momentos más difíciles.
No obstante, en 1895, la contención puso en riesgo el servicio del élder Roberts en la Iglesia. B. H.
había sido nombrado delegado para la convención que redactó una constitución para Utah cuando
se convirtió en un estado. Después, decidió convertirse en candidato para el Congreso de los
Estados Unidos, sin embargo, no noti�có ni solicitó permiso de la Primera Presidencia. El
presidente Joseph F. Smith, consejero de la Primera Presidencia, criticó a B. H. por ese error en una
reunión general del sacerdocio. El élder Roberts perdió las elecciones y sintió que esa derrota se
debía en gran parte a las declaraciones del presidente Smith. En algunos discursos políticos y
entrevistas, criticó a los líderes de la Iglesia y se apartó del servicio activo en esta. En una
prolongada reunión en el Templo de Salt Lake con los miembros de la Primera Presidencia y del
Consejo de los Doce, B. H. continuó justi�cándose de manera in�exible. Más tarde, “[e]l presidente
[Wilford] Woodru� […] dio [al élder Roberts] tres semanas para reconsiderar su posición. Si seguía
sin arrepentirse, lo relevarían de los Setenta”2 1.
En una reunión posterior y privada con los apóstoles Heber J. Grant y Francis Lyman, inicialmente
B. H. se mantuvo in�exible, pero, al �nal, el amor y el Santo Espíritu prevalecieron, y se le
llenaron los ojos de lágrimas. Los dos Apóstoles fueron capaces de responder a ciertos desaires y
ofensas que B. H. percibía y que le a�igían, y partieron con una sincera súplica de reconciliación. A
la mañana siguiente, tras larga oración, el élder Roberts envió una nota a los élderes Grant y
Lyman diciéndoles que estaba preparado para volver a reunirse con sus hermanos2 2 .
Cuando más tarde se reunió con la Primera Presidencia, el élder Roberts dijo: “Acudí al Señor y
recibí luz e instrucción a través de Su Espíritu para someterme a la autoridad de Dios”2 3. Motivado
por su amor a Dios, B. H. Roberts continuó siendo un líder de la Iglesia capaz y �el hasta el �nal
de su vida2 4.
Ese ejemplo también nos enseña que la unidad no signi�ca simplemente consentir en que cada uno
haga lo que quiera o actúe del modo en que le plazca. No podemos ser uno a menos que todos
sometamos nuestros esfuerzos ante la causa común. Signi�ca, en palabras de B. H. Roberts,
someterse a la autoridad de Dios. Somos diferentes miembros del cuerpo de Cristo, que cumplen
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diferentes funciones en diferentes momentos: el oído, el ojo, la cabeza, la mano, los pies; no
obstante, todos un solo cuerpo2 5. Por tanto, nuestra meta es “que no haya división en el cuerpo,
sino que todos los miembros se preocupen por igual los unos por los otros”2 6.
La unidad no requiere uniformidad, pero sí requiere armonía. Podemos tener los corazones
entrelazados en amor, ser uno en fe y en doctrina, y aun así vitorear a diferentes equipos, discrepar
en varios asuntos políticos, debatir sobre las metas y la manera correcta de lograrlas, y muchas
otras cosas de ese tipo. No obstante, nunca podemos discrepar ni contender con ira ni desdén unos
con otros. El Salvador dijo:
“Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino
es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que
contiendan con ira unos con otros.
“He aquí, esta no es mi doctrina, agitar con ira el corazón de los hombres, el uno contra el otro;
antes bien mi doctrina es esta, que se acaben tales cosas”2 7.
Hace un año, el presidente Russell M. Nelson nos habló con estas palabras: “Ninguno de nosotros
puede controlar a las naciones, ni las acciones de los demás, ni siquiera las de nuestra propia
familia, pero sí podemos controlarnos a nosotros mismos. Mis queridos hermanos y hermanas, mi
llamado a ustedes hoy es que pongan �n a los con�ictos que se desatan en su corazón, en su hogar
y en su vida. Entierren todas y cada una de las inclinaciones de hacer daño a los demás, sean esas
inclinaciones el mal genio, una lengua a�lada o un rencor contra alguien que les ha hecho daño. El
Salvador nos mandó que volviéramos la otra mejilla [véase 3 Ne� 12:39], que amáramos a nuestros
enemigos y que oráramos por los que nos ultrajan [véase 3 Ne� 12:44]”2 8.
Repito que es solo en nuestra lealtad individual a Jesucristo y amor por Él, y solo mediante ellos
que podemos esperar ser uno: uno en nuestro interior; uno en el hogar; uno en la Iglesia; con el
tiempo, uno en Sion; y, sobre todo, uno con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Vuelvo a los acontecimientos de la Semana Santa y al triunfo �nal de nuestro Redentor. La
resurrección de Jesucristo da testimonio de Su divinidad y de que Él ha vencido todas las cosas. Su
resurrección da testimonio de que, unidos a Él por convenio, nosotros también podemos vencer
todas las cosas y llegar a ser uno. Su resurrección da testimonio de que, por medio de Él, la
inmortalidad y la vida eterna son una realidad.
Esta mañana, doy testimonio de Su resurrección literal y de todo lo que ella implica, en el nombre
de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase Doctrina y Convenios 19:18–19.
2. Véase Juan 17:11.
3. Juan 17:20–21.
4. Moisés 7:18.
5. Hechos 4:32.
6. Doctrina y Convenios 38:27.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/3-ne/12.39?lang=spa#p39
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/3-ne/12.44?lang=spa#p44
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/19.18-19?lang=spa#p18
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/john/17.11?lang=spa#p11
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/john/17.20-21?lang=spa#p20
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/pgp/moses/7.18?lang=spa#p18
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/acts/4.32?lang=spa#p32
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/38.27?lang=spa#p27
2/11/23, 17:15 Uno en Cristo
https://w w w.churchof jesuschrist.org/study/general-conference/2023/04/41christof ferson?lang=spa 5/5
7. Véase Doctrina y Convenios 105:4.
8. 4 Ne� 1:17, cursiva agregada; véase también Mosíah 5:7.
9. 3 Ne� 11:28–29.
10. Efesios 4:5.
11. Gálatas 3:27–28.
12. Véase Romanos 7:22–23.
13. Véase Hebreos 4:15: “… no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras �aquezas, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado”.
14. Véase 1 Corintios 12:12–13, 27.
15. Véase Mateo 22:37–38.
16. Véase Juan 14:15.
17. Véase Mateo 22:39.
18. Véase Juan 15:12.
19. Véase Doctrina y Convenios 82:19.
20. Véase Marion G. Romney, “El precio de la paz”, Liahona, febrero de 1984, pág. 6.
21. Véase Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo III, Valerosa, noble
e independiente, 1893–1955, 2022, págs. 46–51.
22. Véase Santos, tomo III, págs. 51–53.
23. B. H. Roberts, en Santos, tomo III, pág. 47.
24. Resulta curioso que B. H. Roberts haya vuelto a postularse al Congreso en 1898, en esa
ocasión con el consentimiento de la Primera Presidencia, y fuera elegido. No obstante,
dado el profundo prejuicio que había en esa época en contra de la Iglesia y el hecho de
que él practicara el matrimonio plural, la Cámara de Representantes le negó la banca.
Aun así, en las audiencias ante la Cámara acerca de su servicio, B. H. fue un defensor
elocuente y apasionado de la Iglesia y su doctrina (véase Santos, tomo III, págs. 91–95;
Truman G. Madsen, Defender of the Faith, the B. H. Roberts Story, 1980, págs. 241–272).
25. Véase 1 Corintios 12:14–27.
26. 1 Corintios 12:25.
27. 3 Ne� 11:29–30
28. Russell M. Nelson, “El poder del ímpetu espiritual”, Liahona, mayo de 2022, pág. 97;
cursiva en el original.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/105.4?lang=spa#p4
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/4-ne/1.17?lang=spa#p17https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/mosiah/5.7?lang=spa#p7
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/3-ne/11.28-29?lang=spa#p28
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/eph/4.5?lang=spa#p5
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/gal/3.27-28?lang=spa#p27
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/rom/7.22-23?lang=spa#p22
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/heb/4.15?lang=spa#p15
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https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/john/14.15?lang=spa#p15
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/matt/22.39?lang=spa#p39
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/john/15.12?lang=spa#p12
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/82.19?lang=spa#p19
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https://www.churchofjesuschrist.org/study/history/saints-v3/part-1/03-the-path-of-right?lang=spa&para=48-52#p48
https://www.churchofjesuschrist.org/study/history/saints-v3/part-1/03-the-path-of-right?lang=spa&para=57#p57
https://www.churchofjesuschrist.org/study/history/saints-v3/part-1/06-our-wish-and-our-mission?lang=spa&para=21-26#p21
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/1-cor/12.14-27?lang=spa#p14
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/1-cor/12.25?lang=spa#p25
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/3-ne/11.29-30?lang=spa#p29
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2022/04/47nelson?lang=spa

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