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2/11/23, 21:27 De todo corazón
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De todo corazón
Por el élder Dieter F. Uchtdorf
Del Cuórum de los Doce Apóstoles
Si deseamos que el Salvador nos eleve hacia el cielo, entonces nuestro compromiso con Él y Su
evangelio no puede ser casual ni ocasional.
Una ofrenda para Él
Unos días antes de dar Su vida por nosotros, Jesucristo estaba en el templo de Jerusalén
observando a las personas hacer donaciones al arca del templo; “muchos ricos echaban mucho”,
pero entonces “vino una viuda pobre y echó dos blancas”. Era una cantidad tan pequeña que
apenas valdría la pena registrarla.
Sin embargo, ese donativo, en apariencia intrascendente, captó la atención del Salvador. De
hecho, le impresionó tanto que, “llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta
viuda pobre echó más que todos los que han echado al arca,
“porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía,
todo su sustento”1.
Con esta sencilla observación, el Salvador nos enseñó de qué forma se miden en Su reino las
ofrendas, la cual es muy diferente de la manera en que por lo general se miden las cosas. Para el
Señor, el valor del donativo no se midió por el efecto que tuvo en el arca, sino por el efecto que
tuvo en el corazón de la donante.
Al elogiar a esta viuda �el, el Salvador nos dio una norma para medir nuestro discipulado en todas
sus muchas expresiones. Jesús enseñó que nuestra ofrenda puede ser grande o pequeña, pero, de
cualquier manera, debe ser de todo corazón.
Este principio se repite en la súplica del profeta Amalekí del Libro de Mormón: “quisiera que
vinieseis a Cristo, el cual es el Santo de Israel, y participaseis de su salvación y del poder de su
redención. Sí, venid a él y ofrecedle vuestras almas enteras como ofrenda”2 .
Pero ¿cómo es posible esto? Para muchos de nosotros, tal norma de compromiso de ofrecer el alma
entera parece estar fuera de nuestro alcance, porque de por sí sentimos que no damos abasto.
¿Cómo podemos equilibrar las muchas exigencias de la vida con nuestros deseos de ofrecer el alma
entera al Señor?
Tal vez nuestro desafío sea que pensemos que el equilibrio signi�ca dividir nuestro tiempo de forma
equitativa entre intereses contrapuestos. Visto de esa manera, nuestro compromiso con Jesucristo
sería una de las muchas cosas que debemos colocar en nuestras ocupadas agendas; pero quizás se
pueda considerar desde otro punto de vista.
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Equilibrio: Igual que andar en bicicleta
A mi esposa Harriet y a mí nos encanta pasear juntos en bicicleta. Es una manera maravillosa de
hacer algo de ejercicio y también de pasar tiempo juntos. Mientras andamos en bicicleta y, si a mí
no me falta el aire, disfrutamos del hermoso mundo que nos rodea e incluso entablamos una
conversación agradable. Rara vez tenemos que prestar mucha atención a mantener el equilibrio
sobre la bicicleta. Hemos andado tanto tiempo en ella que es algo en lo que ni siquiera pensamos;
se ha convertido en algo normal y natural para nosotros.
Sin embargo, cada vez que veo a alguien aprender a andar en bicicleta por primera vez, me hace
recordar que no es fácil mantener el equilibrio sobre esas dos ruedas angostas. Se requiere tiempo,
práctica, paciencia e incluso caerse una o dos veces.
Sobre todo, aquellos que logran mantener el equilibrio en la bicicleta aprenden estos importantes
consejos:
No miren a los pies.
Miren hacia adelante.
Mantengan la vista en el camino que está frente a ustedes, céntrense en su destino y sigan
pedaleando. Para mantener el equilibrio, lo importante es moverse hacia adelante.
Varios principios similares se aplican cuando se trata de encontrar el equilibrio en nuestra vida
como discípulos de Jesucristo. La forma de distribuir el tiempo y la energía entre muchas tareas
importantes variará de una persona a otra y de una etapa de la vida a otra, pero nuestro objetivo
común y general es seguir el camino de nuestro Maestro, Jesucristo, y regresar a la presencia de
nuestro amado Padre Celestial. Este objetivo debe seguir siendo constante y regular, seamos quien
seamos y pase lo que pase en nuestra vida3.
Elevarse: Igual que hacer volar un avión
Ahora bien, para aquellos que son ávidos ciclistas, comparar el discipulado con andar en bicicleta
puede ser una analogía útil; pero para los que no lo son, no se preocupen, tengo otra analogía con
la que estoy seguro de que todo hombre, mujer y niño podrá identi�carse.
El discipulado, como la mayoría de las cosas en la vida, se puede comparar también con hacer volar
un avión.
¿Se han detenido alguna vez a pensar cuán asombroso es que un enorme avión de pasajeros pueda
realmente despegar del suelo y volar? ¿Qué es lo que hace que estas máquinas voladoras se eleven
elegantemente por el cielo y crucen océanos y continentes?
En pocas palabras, un avión solo vuela cuando el aire se mueve por encima de sus alas. Ese
movimiento crea diferencias en la presión del aire, lo cual eleva el avión. ¿Y cómo se logra que
su�ciente aire se mueva sobre las alas para hacer que se eleve? La respuesta es el empuje hacia
delante.
El aeroplano no gana altura si está parado en la pista. Incluso en un día ventoso, no se genera la
elevación su�ciente a menos que el avión avance, con su�ciente fuerza para contrarrestar las fuerzas
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que lo retienen.
Así como el impulso hacia adelante mantiene una bicicleta equilibrada y recta, avanzar hacia
adelante ayuda a que un avión supere la fuerza de gravedad y la resistencia aerodinámica.
¿Qué signi�ca esto para nosotros como discípulos de Jesucristo? Quiere decir que si deseamos hallar
equilibrio en la vida y si deseamos que el Salvador nos eleve hacia el cielo, entonces nuestro
compromiso con Él y Su evangelio no puede ser casual ni ocasional. Al igual que la viuda de
Jerusalén, debemos ofrecerle nuestra alma entera. Nuestra ofrenda puede ser pequeña, pero debe
provenir de nuestro corazón y alma.
Ser discípulos de Jesucristo no es solo una de las muchas cosas que hacemos. El Salvador es el
poder motivador detrás de todo lo que hacemos. Él no es una parada para descansar en nuestro
viaje. No es una carretera panorámica, ni siquiera un punto de referencia importante en el camino.
Él es “el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por [Jesucristo]”4. Ese es el
Camino y nuestro destino �nal.
El equilibrio y la elevación se producen si “segui[mos] adelante con �rmeza en Cristo, teniendo un
fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres”5.
El sacri�cio y la consagración
¿Y qué sucede con las muchas tareas y responsabilidades que hacen que nuestra vida esté tan
ocupada? Pasar tiempo con los seres queridos, ir a la escuela o prepararse para un empleo, ganarse
la vida, cuidar de la familia y servir en la comunidad, ¿dónde encaja todo? El Salvador nos
tranquiliza de este modo:
“[V]uestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosasos serán añadidas”6.
Sin embargo, eso no quiere decir que sea fácil7; requiere tanto sacri�cio como consagración.
Requiere dejar que algunas cosas desaparezcan y dejar que otras crezcan.
El sacri�cio y la consagración son dos leyes celestiales que hacemos convenio de obedecer en el santo
templo. Estas dos leyes son similares, pero no idénticas. Sacri�car quiere decir renunciar a algo a
favor de algo más valioso. En la antigüedad, el pueblo de Dios sacri�caba los primogénitos de sus
rebaños en honor al Mesías que vendría. A lo largo de la historia, los santos �eles han sacri�cado
deseos personales, comodidades e incluso su vida por el Salvador.
Todos tenemos cosas, grandes y pequeñas, que debemos sacri�car a �n de seguir a Jesucristo más
plenamente8. Nuestros sacri�cios demuestran lo que valoramos realmente. Los sacri�cios son
sagrados y el Señor los honra9.
La consagración es diferente del sacri�cio al menos de una manera importante. Cuando
consagramos algo, no dejamos que se consuma sobre el altar. Más bien, le damos uso en el servicio
del Señor; lo dedicamos a Él y a Sus santos propósitos10. Recibimos los talentos que el Señor nos
ha dado y nos esforzamos por aumentarlos, en gran medida, para llegar así a ser aún más útiles en
la edi�cación del Reino del Señor11.
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A muy pocos de nosotros se nos pedirá alguna vez que sacri�quemos nuestra vida por el Salvador,
pero a todos se nos invita a consagrarle nuestra vida.
Una obra, un gozo, un propósito
A medida que procuramos puri�car nuestra vida y miramos hacia Cristo en todo pensamiento12 ,
todo lo demás comienza a alinearse, y la vida ya no parece ser una lista larga de esfuerzos aislados
que se mantienen en un equilibrio tenue.
Con el tiempo, todo se convierte en una sola obra.
Un gozo.
Un santo propósito.
Es la obra de amar y servir a Dios. Es amar y servir a los hijos de Dios13.
Cuando contemplamos nuestra vida y vemos cien cosas para hacer, nos sentimos abrumados.
Cuando vemos una sola cosa —amar y servir a Dios y a Sus hijos, de cien maneras diferentes—,
entonces podemos trabajar en esas cosas con gozo.
Así es como ofrecemos nuestra alma entera, al sacri�car todo lo que nos impida progresar y al
consagrar el resto al Señor y a Sus propósitos.
Una palabra de aliento y testimonio
Mis queridos hermanos y hermanas y mis queridos amigos, habrá momentos en que deseen poder
hacer más. Su amoroso Padre Celestial conoce su corazón. Él sabe que no pueden hacer todo lo
que su corazón desea hacer, pero ustedes pueden amar y servir a Dios. Pueden esforzarse al máximo
por guardar Sus mandamientos; pueden amar y servir a Sus hijos. Sus esfuerzos puri�can su
corazón y los preparan para un futuro glorioso.
Esto es lo que la viuda del arca del templo parecía entender. Seguramente sabía que su ofrenda no
cambiaría la fortuna de Israel, pero sí podía cambiarla y bendecirla a ella porque, aunque la
ofrenda era pequeña, era todo lo que tenía.
Por ello, mis queridos amigos y amados condiscípulos de Jesucristo, no nos “cans[emos] de hacer lo
bueno, porque est[amos] poniendo los cimientos de una gran obra” y de las cosas pequeñas
proceden las grandes”14.
Testi�co que esto es verdad y además testi�co que Jesucristo es nuestro Maestro, nuestro Redentor y
nuestro único Camino de regreso a nuestro amado Padre Celestial. En el sagrado nombre de
Jesucristo. Amén.
Notas
1. Marcos 12:41–44.
2. Omni 1:26.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/mark/12.41-44?lang=spa#p41
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/omni/1.26?lang=spa#p26
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3. Se invita a nuestros niños y jóvenes a crecer de manera equilibrada a medida que sigan a
Jesucristo, quien de joven “crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y
los hombres” (Lucas 2:52).
4. Juan 14:6.
5. 2 Ne� 31:20.
6. 3 Ne� 13:32–33; véase también Mateo 6:32–33. En la Traducción de José Smith de
Mateo 6:38 se proporciona una perspectiva adicional: “no busquéis las cosas de este
mundo, mas buscad primeramente edi�car el reino de Dios, y establecer su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (en Mateo 6:33, nota a al pie de página).
7. Un ejemplo proviene de nuestro profeta, el presidente Russell M. Nelson. Cuando se
encontraba en la cumbre de su carrera profesional como cardiocirujano, fue llamado
como presidente de estaca. El élder Spencer W. Kimball y el élder LeGrand Richards le
extendieron el llamamiento. Al reconocer las exigencias de su vida profesional, le
dijeron: “Si considera que está demasiado ocupado y que no debe aceptar el
llamamiento, entonces ese es su privilegio”. Él respondió que su decisión de servir o no
cuando se le llamara se había tomado hacía mucho tiempo, cuando él y su esposa
hicieron convenios con el Señor en el templo. “En aquel entonces hicimos la promesa de
‘busca[r] primeramente el reino de Dios y su justicia’ [Mateo 6:33], con�ando en que
todo lo demás nos sería añadido, tal como el Señor prometió” (Russell Marion Nelson,
From Heart to Heart: An Autobiography, 1979, pág. 114).
8. El presidente Nelson habló hace poco de “la necesidad de que cada uno de nosotros
retire, con la ayuda del Salvador, los viejos escombros que hay en nuestra vida […]; los
invito a orar”, dijo él, “para que determinen qué escombros deben retirar de su vida para
ser más dignos” (“Mensaje de bienvenida”, Liahona, mayo de 2021, pág. 7).
9. En las Escrituras leemos que, para Dios, nuestros sacri�cios son más sagrados que
nuestros logros (véase Doctrina y Convenios 117:13). Esa podría ser una de las razones
por las que el Señor valoró las blancas de la viuda más que la contribución de los ricos.
Lo primero fue un sacri�cio, que tuvo un efecto puri�cador en el donante. Lo último,
aunque quizás recaudara más dinero, no fue un sacri�cio, y no produjo ningún cambio
en el donante.
10. A muy pocos de nosotros se nos pedirá alguna vez que sacri�quemos nuestra vida por el
Salvador, pero a todos se nos invita a consagrarle nuestra vida.
11. Véase Mateo 25:14–30.
12. Véase Doctrina y Convenios 6:36.
13. De este modo, vemos en nuestra vida el cumplimiento de la profecía del apóstol Pablo:
“[Dios] reunir[á] todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1:10).
14. Doctrina y Convenios 64:33.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/luke/2.52?lang=spa#p52
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/john/14.6?lang=spa#p6
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/2-ne/31.20?lang=spa#p20
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/bofm/3-ne/13.32-33?lang=spa#p32
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/matt/6.32-33?lang=spa#p32
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/matt/6.33?lang=spa#p33
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2021/04/11nelson?lang=spa
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/117.13?lang=spa#p13
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/matt/25.14-30?lang=spa#p14
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/6.36?lang=spa#p36
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/nt/eph/1.10?lang=spa#p10
https://www.churchofjesuschrist.org/study/scriptures/dc-testament/dc/64.33?lang=spa#p33

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