Logo Studenta

Venciendo el temor la preocupación y la ansiedad

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

VENCIENDO
EL TEMOR
LA PREOCUPACIÓN
Y LA ANSIEDAD
Elyse Fitzpatrick
Co-autora de
“Mujeres Aconsejando a Mujeres”
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org
ISBN 978-1-629462-35-6
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Harvest
House Publishers (990 Owen Loop North, Eugene, OR
97402-9173) para traducir e imprimir este libro al español,
Overcoming Fear, Worry, and Anxiety, by Elyse Fitzpatrick.
Copyright © 2001 por Elyse Fitzpatrick. All Rights Reserved.
Published by Harvest House Publishers, Eugene Oregon
97402.
©      2012 Todos los Derechos Reservados, Publicaciones
Faro de Gracia.
Traducción al español por Cynthia Piñeda Canales.
Diseño de la portada por Small Reflections, artista Greg
Warner
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
almacenada en algún sistema de recuperación de datos que
la pueda reproducir o transmitir en alguna forma o por algún
medio ya sea electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación
o cualquier otro, excepto citas breves en reseñas impresas
sin el permiso previo del editor.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera
© 1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada
1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido
Reconocimientos
Introducción Un Sombrerero Verdaderamente Loco:
Paralizada por el Temor
Capítulo 1 Entendiendo Cómo Funciona el Temor
Capítulo 2 Héroes de la Biblia Que Lucharon Contra el Temor
Capítulo 3 Reemplazando Tus Temores con el Poder de Dios
Capítulo 4 Cuando Sientes Que Estás Perdiendo el Control
Capítulo 5 Temiendo a la Gente Que Nos Rodea
Capítulo 6 El Temor Causado por el Perfeccionismo
Capítulo 7 Dios Realmente Te Cuida
Capítulo 8 La Seguridad de la Soberanía de Dios
Capítulo 9 El Temor Que Resulta En Bendiciones
Capítulo 10 Lo Opuesto al Temor: el Amor
Capítulo 11 Fortaleciéndote En la Gracia
Capítulo 12  El Poder de Dios Se Manifiesta en Mi Debilidad
Apéndice A Cómo Puedes Saber Si Eres Creyente
Apéndice B Filtrando Tus Pensamientos
Apéndice C
Otros Títulos de Publicaciones Faro de Gracia
Reconocimientos
Cada frase de este libro es un mero reflejo de la
misericordia de Dios al rodearme de personas piadosas que
conocen la verdad y saben cómo aplicarla a la vida. Entre
estas personas están Jay E. Adams, George Scipione de The
Institute for Biblical Counseling and Discipleship, el personal
de The National Association of Nouthetic Counselors, The
Biblical Counseling Foundation y The Christian Counseling
and Educational Foundation. Dondequiera que este libro sea
preciso simplemente es por la fusión de lo que he aprendido
de ellos.
Dios también me envió consuelo en amigos que
constantemente oraron por mí y me alentaron.
Primeramente entre estos amigos están Anita Manata,
Donna Turner, Julie Pascoe, Hannah y Barbara Duguid, Jason
y Kristin Barrie, Betsy Smith, Bonnie Graham y Eileen
Scipione de IBCD y la querida gente de North City
Presbyterian Church. Como siempre, el personal de
Evangelical Bible Book Store, particularmente John
Hickernell, quien ha sido una ayuda invaluable. Mi editor,
Steve Miller de Harvest House, es un preciado amigo y ha
sido una fuente constante de aliento.
Los que más se han sacrificado son mi familia y en
particular mi paciente y amoroso esposo, Phil. Gracias,
querido. James, Cody y Jessica, Joel y Ruth y Wesley y
Hayden han esperado pacientemente mientras pasaba
horas encerrada en mi oficina. Queridos, si este libro ayuda
a alguien, ustedes saben que tuvieron parte en él. Y, por
supuesto, otra vez gracias Mamá por toda tu inspiración y tu
útil corrección.
James, Joel, Cody, Wesley y Hayden
Que mis hijos y sus hijos estén llenos
del temor del Señor,
y permanezcan fuertes en la verdad
que los capacitará
para conducirse como hombres.
Introducción
Un Sombrerero
Verdaderamente Loco:
Paralizada por el Temor
El auditorio estaba lleno de los orgullosos padres de los más
prometedores estudiantes de arte dramático del condado.
Tras bambalinas, los miembros de cada grupo de actores
repasaban a toda prisa sus diálogos, preparándose para su
turno de competir.
“Son los próximos,” dijo nuestra maestra, la Sra. Archer.
“Sólo recuerden lo que hemos trabajado y… rómpanse una
pierna.” Todos sonreímos sabiendo que la frase “rómpanse
una pierna” era una manera de hablar en el medio artístico
para decir “buena suerte.” No pensamos que necesitáramos
suerte; habíamos repasado tantas veces esos diálogos que
parecían un acto reflejo para nosotros. Nos sentíamos
confiados — y ¿por qué no? Después de todo, éramos los
mejores. Los cinco, actores y actrices que dramatizábamos
la famosa fiesta para tomar el té de Alicia, salimos al
escenario, la multitud guardó silencio y las luces se
encendieron.
“Me encanta tomar el té,” me dijo Alicia a mí, el Sombrerero
Loco. Mientras ella estaba sentada ahí mirándome,
esperando a que respondiera con mi diálogo, algo
totalmente espantoso sucedió. De repente me sentí que
estaba viendo la escena como un espectador—todo se puso
borroso y parecía como si estuviera perdiendo contacto con
la realidad. En el fondo de mi mente sabía que debía estar
haciendo algo. ¿No había algo que debía decir? Mientras los
segundos que parecían horas pasaban, me desorientada
más y más. Mis manos estaban sudando y mi corazón latía
con fuerza. Sentía que me iba a desmayar. En algún lugar
del fondo de mi mente vagamente escuchaba a mi maestra
susurrar frenéticamente mis diálogos desde fuera del
escenario. ¿Se suponía que debía decir esos diálogos? Ni
siquiera podía recordar cómo hablar. Nada de lo que estaba
pasando a mi alrededor tenía sentido.
“Me encanta tomar el té,” me dijo otra vez Alicia, esta vez
mirándome. Yo quería responder para hacerla feliz, pero
muy dentro de mi corazón no podía entender lo que ella
quería. No sabía quién era yo o qué estaba haciendo ahí con
todas esas luces sobre mí. La audiencia comenzó a
murmurar. Mis compañeros actores y actrices me miraban
con incredulidad. Sólo estaba sentada ahí, al otro extremo
de la mesa, aturdida. ¿Quién era yo… qué me estaba
pasando? En lo único que podía pensar era en cómo
escapar. Así que sólo me puse de pie y deambulé fuera del
escenario. Entonces el resto del elenco, humillados y
furiosos, me siguieron.
Sabes, puedo recordar impresionantemente esa escena a
pesar de que ocurrió hace 30 años. Está congelada en mi
mente con todas las otras grandes humillaciones de mi vida.
Me gustaría decirte que fui tras bambalinas, me recuperé y
rápidamente continué con nuestra presentación, pero ésa
no sería la verdad. No, de hecho, ese fue el fin de mi gran
oportunidad para llegar al “estrellato,” al igual que el fin de
algunas amistades de mi clase de arte dramático. Ese día
me sentí más como un Sombrerero Loco de lo que siempre
hubiera querido.
El temor es increíblemente poderoso, ¿no es cierto? Puede
borrar tu memoria y hacer que tu corazón lata fuerte. De
hecho, te puede paralizar. Puede hacer que un soldado
entrenado se convierta en un niño que llora, tal como el
aterrado soldado de infantería de la película Salvando al
Soldado Ryan. Él sabía que debía levantarse y salvar a su
compañero pero se sintió completamente incapaz de
moverse.
Mientras pasemos tiempo juntas examinando nuestros
temores y ansiedades, voy a compartir más de estos
momentos contigo — tanto de mi propia vida como de la de
otros. Desde las grandes humillaciones hasta las pequeñas
y molestas ansiedades que bailan como espectros alrededor
de los límites de nuestros pensamientos, quiero que sepas
que no estás sola. Sé lo que es permanecer despierta en la
noche con ese sentimiento de aprensión pensando, Las
cosas son demasiado buenas, esto no puede durar, o ¡Las
cosas están tan mal, esto nunca cambiará! Sé lo que es
preocuparse, sentir los músculos de mi cuello tensosy mi
estómago revuelto. He pasado días luchando con el
pensamiento de que todo está al borde del colapso. He
dejado que mi mente recorra cada vericueto—imaginando
que los niños están muertos o que mi esposo ya no me ama
o que tengo alguna terrible enfermedad o…y así sin parar.
En respuesta a estos pensamientos llenos de temor, he
dicho y hecho algunas cosas muy tontas. Algunas de ellas,
en retrospectiva, son en realidad muy chistosas, mientras
que otras han dejado huella de consecuencias tristes. A
propósito voy a compartir contigo muchos de estos
incidentes personales para que puedas ver que todas nos
parecemos en nuestras respuestas emocionales. También
voy a compartir algunas historias de mujeres que he
aconsejado—mujeres como tú y como yo. Lo voy a hacer
porque quiero que sepas que no estás sola.
De hecho, eso es exactamente lo que la Biblia enseña: “No
os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana…”
(1 Corintios 10:13). Los temores que tú y yo enfrentamos
realmente no son del todo únicos; este versículo enseña que
todas estamos casi en el mismo barco. Aunque el enfoque y
la intensidad de nuestros temores puedan ser diferentes,
toda persona que ha vivido ha tenido que luchar con ellos.
Tal vez desde tu perspectiva no parezca de esa forma, pero
incluso ésas que parecen ser las más valientes entre
nosotras han tenido que vencer el temor.
Aquel Que Venció el Temor
Éste no es sólo un libro sobre nuestras luchas y fracasos
comunes. Aunque nos es útil saber que no estamos solas,
me doy cuenta que tener conciencia de ese hecho no nos
ayudará a vencer el problema. Los pasajeros del Titanic
hubieran estado felices de poder tomar la mano de alguien,
pero al final eso no detuvo que el barco se hundiera bajo las
aguas glaciales. No, tal como ellos, nosotras necesitamos a
alguien lo suficientemente fuerte para rescatarnos de la
oscuridad de la noche y del frío aterrador que amenaza con
paralizar nuestras almas. Necesitamos a alguien que sea
más fuerte que nuestros temores.
Jesucristo es ese alguien. Él es el único que conoce
íntimamente todos nuestros pensamientos y temores. Él es
el único capaz de liberarnos. Esto se debe a que Él ha
enfrentado por nosotras el mayor de todos los temores— el
temor a la muerte y a la separación de Dios— y ha salido
victorioso. La Biblia enseña que una razón por la que Él
abandonó el cielo y vino a la tierra fue para “librar a todos
los que por el temor de la muerte estaban durante toda la
vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15).
Nuestros temores son como cadenas alrededor de nuestros
corazones —nos paralizan, atrapan y esclavizan. Pero
Jesucristo tiene la llave que puede abrir y hacer desaparecer
todos tus temores. Él puede hacer esto porque Su amor es
más poderoso que tus temores. Su plan es enseñarte,
alentarte y transformarte en una persona que confíe en Él—
incluso frente a tus preocupaciones y ansiedades más
difíciles. No promete hacerte perfecta aquí en la tierra, pero
sí promete trabajar poderosamente en tu corazón ahora y
finalmente, en el cielo, liberarte por completo de todo
temor.
La promesa de Jesús está disponible para cada creyente. No
supongas que este libro está escrito sólo para personas que
tengan un conocimiento profundo de la Biblia. La clave es
que tú eres una hija de Dios, una que ha recibido a
Jesucristo como su Salvador personal y su Señor.
Si no estás segura si eres cristiana o no, detente ahora y ve
al apéndice A en la parte posterior de este libro. Allí
descubrirás el plan de Dios para hacerte una nueva
persona. Sólo piensa—quizá Dios usará tu lucha con tus
temores para llevarte a Él. No tengas miedo de que Dios te
rechace si no entiendes todo sobre la vida cristiana. Si
sabes que necesitas un Salvador, entonces Él te está
llamando hoy.
El Viaje Hacia la Libertad
Desde el día que me alejé aturdida del escenario hace
muchos años, Dios ha transformado mi vida. He hablado
frente a grandes multitudes y he hecho muchas entrevistas
por radio y televisión. Reconozco que este cambio es
resultado del poderoso trabajo de Dios en mi vida. No te
estoy pidiendo que pongas tu confianza en mí o en mis
palabras. Puedo ver cómo he crecido gracias a la bondad de
Dios en mi vida, pero todavía soy débil de muchas maneras.
Lo que he escrito aquí no lo ofrezco como respuesta a todos
tus problemas, pero te indicará quién sí lo es.
Así que, ¿por qué no comenzar este viaje a través de este
libro pidiéndole a Dios que te ayude a poner tu confianza en
Él? Después de todo, Él es el único que ha conquistado al
temor y a la muerte y es el único que puede transformarte.
Él es El Que Cambia el Corazón y está más interesado en
liberarte de lo que quizá sepas. Así que, inclina tu corazón
ante Él, pon manos a la obra y comencemos nuestro viaje
hacia la libertad.
Capítulo 1
Entendiendo
Cómo Funciona el Temor
“Somos criaturas tan extrañas que es probable que
nos dolamos más con los golpes que nunca caen sobre
nosotros
que con aquéllos que realmente caen.”¹
— Carlos H. Spurgeon
Autor y predicador británico del siglo diecinueve
Había conocido a Kathryn por varios años antes de que
viniera a hablar conmigo. Kathryn parecía una mujer
confiable y trabajadora con una fe firme. Aunque era tímida,
obviamente hacía verdaderos esfuerzos por mantener
amistades en nuestra iglesia y en la comunidad.
Al comenzar nuestro tiempo juntas, me enteré de problemas
en su vida que nunca antes había sospechado. Kathryn me
dijo que se estaba volviendo cada vez más temerosa y que
le preocupaba estar desarrollando agorafobia. Agorafobia es
el nombre que comúnmente se le da a una manera de
responder a la vida que lleva a evitar ciertas actividades o
situaciones. Un agorafóbico busca evitar cosas como
manejar, hacer cola, comprar o asistir a mítines o reuniones
sociales y hasta negarse a salir de casa.
Mientras Kathryn seguía compartiendo su historia conmigo,
vi qué doloroso era para ella admitir que le daba miedo ir de
compras a nuestro centro comercial techado. ¿La razón de
su temor? Temía quedar atrapada muy lejos de una salida y
que esto le produciría náuseas y vómitos. El temor de
Kathryn se había vuelto una soga alrededor de su cuello que
diariamente la apretaba y la mantenía atada más y más
cerca de casa. Kathryn estaba experimentando la verdad de
las palabras de Spurgeon: “nuestros temores infundados
son nuestros principales verdugos.”²
Kathryn sabía que su temor era irracional, sobre todo
porque lo que ella temía—vomitar en el centro comercial—
realmente nunca le había pasado. La culpa empeoraba su
confusión porque sentía que le estaba ocasionando
problemas a la familia y, en particular, a su esposo. También
creía que sus temores irracionales eran pecaminosos, así
que estaba preocupada por su salvación y pensaba que era
una decepción para el Señor.
¿Qué estaba pasando en la vida de Kathryn? ¿Tenía acaso
algún extraño problema místico? ¿Sólo necesitaba orar y
leer más su Biblia? ¿Podía incluso encontrar en la Biblia
respuestas concretas a su problema? ¿Cuál era
exactamente esta emoción que parecía dominarla y de
donde provenían estos sentimientos?
Entendiendo el Lado Físico del Temor
En los próximos capítulos vamos a examinar con
detenimiento el temor, sus causas y sus consecuencias.
Vamos a considerar lo que la Biblia dice de porqué nos
volvemos temerosas y cómo superar nuestros temores. Pero
primero comencemos dando un vistazo al lado físico de esta
emoción.³ Como todas nuestras emociones, el temor se
experimenta tanto en nuestra mente como en nuestro
cuerpo, provocando intensas respuestas físicas.
Físicamente el temor es una reacción que sentimos al
percibir el peligro. Porque Dios nos ama, nos creó con la
habilidad de responder rápidamente al peligro. Aquí está un
ejemplo: Imagina que tu auto se apagó en una vía del tren.
Escuchas un silbido y alzas la vista y ves que un tren se
dirige justo hacia ti. Tan pronto como estos hechosse
registran en tu cerebro, tu cuerpo automáticamente se pone
en “hiperactividad.” Tu cerebro recibe la advertencia de que
el peligro es inminente y le ordena a tu cuerpo que
rápidamente libere varias hormonas, incluyendo adrenalina.
Una vez que estas hormonas son liberadas en el torrente
sanguíneo, de inmediato sucederán ciertos cambios físicos.
Tus músculos se tensarán para prepararte para la acción. Tu
ritmo cardiaco y tu respiración se acelerarán para darte
oxígeno y fuerza extras. Incluso tu visión y tu audición se
agudizarán. Tu pie pisará el pedal del acelerador hasta el
fondo y te moverás más rápido de lo que pensaste que
fuera posible. Todos estos cambios ocurrirán
instantáneamente, en una fracción de segundo.
Siempre que nos enfrentamos al peligro es fácil ver cómo la
gracia de Dios alcanza hasta la forma como fuimos creadas.
Los atributos físicos que nos ayudan a protegernos del
peligro son realmente un buen regalo, ¿o no? El diseño de
Dios de nuestro cuerpo es impresionante, como lo dice el
Salmo 139:14, “porque formidables, maravillosas son tus
obras”. Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas
para que podemos sobrevivir en lo que a veces es un
mundo peligroso.
Te habrás dado cuenta que dije que el temor es una
reacción que sentimos al percibir el peligro. A propósito
definí el temor de esa manera porque algunas veces
nuestras mentes perciben o imaginan un peligro que
realmente no está ahí. Todo el mundo ha experimentado la
sensación de despertar de una pesadilla con el corazón
latiendo rápido y respirando aceleradamente. En estos
momentos, el peligro al que nuestro cuerpo está
reaccionando está completamente en nuestra mente. A
pesar de esto, nuestro cuerpo responde como si
enfrentáramos una amenaza real. Como puedes ver,
nuestras mentes sí afectan nuestros cuerpos de maneras
muy poderosas— y Kathryn admitía esto.
El temor de Kathryn de vomitar en el centro comercial era
irracional. Aunque su temor era infundado, su cuerpo no
podía diferenciar entre las alarmas verdaderas y las falsas.
Sólo respondía de la manera en que se suponía que debía
hacerlo. No importaba que el peligro no se justificara.
Siempre que iba al centro comercial tenía miedo de
experimentar todos los cambios físicos a los que les tenía
temor y esto la hacía sentir náuseas y la convencía de que
probablemente perdería el control y se sentiría
avergonzada. Como ves, realmente tenía miedo de tener
temor.
Nuestros cuerpos no sólo responden al miedo equipándonos
para evitar o atacar el peligro; también hay ocasiones en
que los químicos de nuestro cuerpo actúan en nosotras de
maneras más sutiles. Si estamos ocupadas atendiendo otro
asunto o si estamos acostumbradas a movernos en altos
niveles de estrés, a veces no nos daremos cuenta de lo
cambios que se dan. No sabremos lo que está pasando en
nuestros cuerpos hasta que pase algún incidente que los
haga evidentes.
Disculpe, Mis Ansiedades Se Están Manifestando
Mi esposo Phil y yo vivimos en San Diego, California, una
ciudad en la frontera de Estados Unidos y México. Hemos
hecho muchos viajes a México y siempre me da miedo
cruzar la frontera de México de regreso a Estados Unidos. En
este punto fronterizo, tan cruzado en el mundo, las filas casi
siempre son largas y la espera para llegar al punto de
control es tanto tediosa como angustiosa.
En una ocasión en particular, cuando mi esposo y yo
cruzábamos la frontera de vuelta a los Estados, ambos
recibimos toda una sorpresa. Parte de la rutina que los
oficiales de la Patrulla Fronteriza practican es preguntarles a
los viajeros dos cosas: ¿Cuál es su nacionalidad? y ¿Qué
trae de México? Ambos Phil y yo respondimos
“Norteamericana” a la primera pregunta y entonces yo
respondí “Fruta” a la segunda. ¡No se pueden imaginar
nuestro susto a mi respuesta! La razón era porque no
llevábamos ninguna fruta de México y sabíamos que cruzar
fruta por la frontera era ilegal. Ambos sólo nos quedamos
sentados ahí, horrorizados y sorprendidos, con nuestras
bocas abiertas. Finalmente recuperé mi compostura y dije,
“Quiero decir, nada.” Afortunadamente el oficial
simplemente me miró como si estuviera loca y nos dio la
señal para que pasáramos. Todo el camino a casa Phil me
siguió observando de reojo— ¡creo que pensaba que él
sabía dónde estaba la verdadera fruta!
En este incidente ligeramente divertido, no sabía qué tan
miedosa y estresada me ponía al cruzar la frontera hasta
que mis acciones me hicieron consciente de ello. Este
incidente me abrió los ojos a mi nerviosismo innecesario en
la frontera y también a mi ceguera hacia mi verdadero
estado emocional.
El Círculo Vicioso
El temor no sólo afecta tu cuerpo y tu comportamiento, lo
contrario también es cierto. Si eres una persona con una
predisposición a reaccionar de forma temerosa, será más
probable que experimentes los síntomas físicos del temor si
bebes demasiada cafeína, consumes demasiada azúcar o no
descansas o te ejercitas lo suficiente.⁴
Si por lo general te sientes estresada por tus
responsabilidades o temerosa por tu vida, no te sentirás
cómoda descansando y probablemente no te darás el
tiempo para comer correctamente o ejercitarte. La
incapacidad de relajarte o de dormir profundamente
agudizará tu sensibilidad a la aprensión y al peligro
provocando que se libere más adrenalina en tu cuerpo que,
a su vez, puede causar incluso más problemas de sueño.
Tomar cafeína para vencer la sensación de cansancio y
pereza causada por la falta de sueño simplemente
empeorará el problema.
Desde esta breve perspectiva general, puedes ver con qué
facilidad el temor puede empezar un círculo vicioso de
pensamientos fuera de control, respuestas físicas,
imaginaciones y atención descuidada del cuerpo que sirven
para traer más temor y agudizar las respuestas físicas. Es
fácil ver cómo los resultados del temor pueden crear mayor
temor, llevando a una total esclavitud.
El Temor Es Crónico
Juana, una mujer que luchaba con el miedo crónico,
trabajaba como asistente de enfermera certificada en una
casa de reposo de la zona. Como Kathryn, tenía una fe
sólida en Dios y quería agradarlo. Vino para platicar
conmigo porque estaba teniendo problemas en su trabajo.
Se dio cuenta que cada vez que entraba al cuarto de un
paciente gravemente enfermo, se sentía abrumada por el
terror. Su cuerpo reaccionaba con síntomas como fuertes
latidos, dolor de pecho, falta de aire y debilidad. Le aterraba
desmayarse o atemorizar a su paciente o de alguna manera
lastimarlo. Sentía que estaba fuera de control y pensaba
que podía estarse volviendo loca. Podía decir que realmente
disfrutaba su trabajo pero le daba miedo tener que cambiar
de carrera. De hecho, sus problemas con algunos pacientes
se habían vuelto tan graves que habían provocado
resentimientos con otras enfermeras asistentes y conflictos
con su supervisora.
Mientras analizábamos sus dificultades, dijo que había
tratado de superar sus temores orando cada mañana y
pidiéndole a Dios que la ayudara a no pensar en su miedo.
No estaba consciente de ningún pensamiento de temor que
desencadenara sus sentimientos de pánico; parecía que
sólo salían de la nada.
El temor, como todo lo demás en la vida, puede volverse
crónico. De hecho, se puede convertir en un hábito tan
arraigado que realmente parece que sale de la nada. Las
personas que han experimentado lo que comúnmente se
conoce como ataques de pánico reportan sucesos
repentinos de intensa ansiedad que parecen no tener
ninguna base en sus pensamientos. Esta intensa
experiencia puede parecer tan misteriosa y desconcertante
que el temor a ella fácilmente se puede volver un factor que
controle la vida de quien la padece.
Déjame ilustrarte cómo las respuestas emocionales pueden
volverse crónicas.⁵ Piensa en el proceso de bajar las
escaleras. Cuando usas las escaleras por primera vez estás
consciente de cada escalón y miras con cuidado a dónde
vas para no caerte. Perosi las escaleras se vuelven parte de
tu rutina diaria, rápidamente desarrollarás el hábito de
bajarlas sin pensar. Incluso puedes tener una conversación
o llamar a alguien por tu celular mientras vas de un lado a
otro por los escalones en los cuales una vez tuviste que
concentrarte. Con el tiempo ni siquiera estarás consciente
de ellos. De hecho, si eres deportista, los tomarás de dos en
dos o de tres en tres al mismo tiempo. O incluso podrías
sentarte en el barandal y deslizarte sólo por diversión.
Ahora, si en tu primer intento de bajar las escaleras
hubieras imaginado lo que hubiera sido brincar desde arriba
hasta abajo de un salto, entonces probablemente hubieras
sentido temor y habrías desarrollado sentimientos de
nerviosismo mientras realmente bajabas. Si tu temor
hubiera persistido, podría haberse vuelto crónico. Aunque
en tu mente sabes que tu temor es irracional, aun así,
tendrá un efecto en ti por la manera en que has dejado que
tu imaginación influencie tu percepción.
Ahora, en nuestro proceso de pensamiento, un ataque de
pánico es como brincar del escalón de arriba al de abajo. En
vez de considerar una situación paso por paso (como lo
deberíamos hacer al bajar por las escaleras) rápidamente
saltamos de nuestro pensamiento inicial al pánico
descomunal.
Por ejemplo, Juana se sorprendió cuando recordó que la
primera vez que había experimentado un sentimiento de
pánico había sido cuando trataba de cuidar a su padre que
estaba crónicamente enfermo y era demasiado
demandante. Lo amaba y tenía miedo de desagradarlo o
hacerle daño al darle la medicina equivocada. De joven
respondía con miedo a las situaciones en las que tenía que
cuidar a alguien. Al meditar en su niñez se percató de que
había escogido la enfermería porque disfrutaba ayudar a
otros y todavía albergaba inquietudes por cometer un error
o que los demás la desaprobaran. No estuvo consciente de
sus temores durante sus años de adolescente o
universitaria, pero cuando regresó a cuidar a personas
gravemente enfermas, respondió justo como lo había hecho
de niña. Puedes ver cómo el temor de Juana, aunque
irracional en su situación, tenía su origen en el pensamiento
racional y la experiencia.
Mientras hablábamos, Juana recordó otra situación que
parecía pertinente. Cuando por primera vez fue a trabajar a
la casa de reposo donde le dieron empleo, de repente a uno
de sus pacientes le dio un paro cardíaco. Juana respondió
correctamente y le avisó a su supervisor, pero después
recreó el incidente una y otra vez en su mente. La
perseguían pensamientos como, ¿Y si el hombre hubiera
muerto? ¿Y si el supervisor no lo hubiera podido ayudar?
¿Era yo la responsable de su problema? ¿Cómo podría
alguna vez enfrentar a la familia de un paciente o a mí
misma si el paciente moría? Estas preguntas, y otras como
esas, plagaron sus pensamientos por varios días hasta que
el incidente desapareció de su memoria. No fue sino hasta
que comenzó a luchar con los ataques de pánico junto a la
cama de sus pacientes que fue consciente del poderoso
efecto que esta prematura experiencia había tenido en ella.
Las personas que sufren de ataques de pánico muchas
veces reportan sensaciones similares. Parece que sin
ninguna premeditación o advertencia el cuerpo comienza a
bombear adrenalina. Eso hace que los ataques de pánico y
ciertos tipos de fobias, como el miedo a las alturas o a los
espacios cerrados, sean tan difíciles de entender. La
mayoría de las víctimas no están conscientes de los
pensamientos de predisposición que originan la sensación
de temor. Sólo parecen venir de la nada. Sin embargo, en
vez de ser terriblemente misteriosos, la verdad sobre los
ataques de pánico y los temores es realmente fácil de
entender. Las personas los experimentan porque han
desarrollado un hábito. Cuando se encuentran en una
situación dada, ni siquiera tienen que pensar en sus
temores—sólo reaccionan. La mente trabaja tan rápida y
habitualmente que mentalmente saltan del escalón más
alto hasta el más bajo sin ningún esfuerzo. Esto, a su vez,
los hace pensar que sus emociones están fuera de control o
que se están volviendo locos. Entonces comienzan a tratar
de evitar estas situaciones “fuera de control,” lo que
permite que el hábito se vuelva más y más paralizador.
Algunas personas luchan con los temores en situaciones
sociales. Temen que dirán o harán algo que parecerá tonto y
por eso las evitan. Otros tienen temores a la enfermedad o
a la muerte, mientras que otros tienen el temor de hablar
con extraños o frente a grandes audiencias. Algunas
personas evitan las relaciones íntimas, a pesar de que están
solas y desean estar casadas, sólo porque tienen miedo de
cometer un error o sentirse decepcionados. Existen tantas
formas de temor como situaciones en la vida.
Los Rostros de Nuestros Temores
Como puedes ver, la predisposición de una persona para ser
temerosa puede estar motivada por una combinación de
factores. Primero, parece que algunas personas, por su
personalidad básica, están más inclinadas en esta dirección
que otras. En los próximos capítulos analizaremos con más
detenimiento los factores de nuestra personalidad que nos
hacen temerosas. Algunas personas parecen tener cuerpos
sensibles que reaccionan de manera más extrema al temor
o que están más conscientes de los cambios que ocurren en
sus cuerpos.
La historia personal también juega un papel importante en
la habilidad que una persona tiene para manejar los
problemas de la vida. Si creciste con padres temerosos—
una madre que siempre huía de las dificultades de la vida o
un padre que se ocultaba— entonces probablemente seas
más temerosa. Si creciste en un hogar donde existía un alto
nivel de abuso o deshonra o donde sentías que nunca
podías complacer a nadie, probablemente lucharás. Pero la
historia de tu niñez no es la única historia importante que
tienes. También tienes tus experiencias como adulto, que en
algunos casos son más importantes que las que tuviste de
joven. Por ejemplo, si te costó trabajo conseguir un empleo,
entre más entrevistas sin éxito hayas tenido, más temerosa
te volverás de conocer personas o intentar vender tus
habilidades y, por lo tanto, tendrás más problemas para
conseguir trabajo.
Finalmente, todas somos producto de cómo hemos
respondido a la vida que Dios ha marcado para nosotras.
Algunas de nuestras respuestas pueden haberse dado en un
espíritu de fe, mientras que otras brotaron de la
incredulidad. Como analizaremos en los próximos capítulos,
nuestra relación con el Señor, particularmente nuestro
entendimiento de quién es Él y lo que significa Su Palabra,
harán la diferencia en cómo manejemos las situaciones de
la vida y nuestros temores.
Nuestra Herencia Común
La experiencia humana del temor no es nada nuevo.
Aunque probablemente se discuta más hoy porque vivimos
en la era de la información, el temor ha andado por ahí
desde el principio de los tiempos. A medida que avancemos
en este libro, vamos a examinar a fondo las perspectivas
bíblicas del temor, pero por ahora echemos un vistazo
rápido al primer registro del temor en la Palabra de Dios.
Cuando Dios creó la tierra, la clase de temor del que hemos
estado hablando no existía. En el jardín del Edén, Adán y
Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier
daño. No tenían miedo a los depredadores o a las
enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban
satisfechas. Amaban a su Creador y el trabajo que Él les
había dado. Probablemente ni siquiera sabían que fuera
posible tal cosa como el fin de la vida. No se preocupaban
de lo que traería el mañana. Estaban completamente
seguros, gozosos y llenos de alabanzas para su Señor.
Entonces pasó lo inconcebible: pecaron. Primero Eva y
después Adán cayeron en la trampa de Satanás y
desobedecieron a Dios. El resultado inmediato de su
desobediencia fue el temor y la vergüenza. A continuación
lee cómo describe la Biblia las secuelas de este terribleacontecimiento:
Y oyeron [Adán y Eva] la voz de Jehová Dios que se paseaba
en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles
del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y
tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. —
Génesis 3:8-10
La respuesta inicial de Adán y Eva fue el temor, ¿no es
cierto? Estaban avergonzados y con miedo, así que se
escondieron. Se sintieron vulnerables e incómodos de ser
vistos como estaban: desnudos. Ya no disfrutaban la libertad
y la abierta comunión que habían tenido con Dios. No
querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con
razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los
llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo
servil ante Él. Nosotras no podemos ni imaginar la inmensa
tragedia de su pérdida porque nuestras vidas
constantemente se caracterizan por el miedo; su relación
con su Creador y el uno con el otro nunca sería la misma. El
pecado los devastó por completo... y esta devastación
continúa hoy.
La Clave Que Nos Libera del Temor
Conforme se vaya desarrollando este libro verás cómo el
pecado es un factor importante en nuestros temores.
Imagina que éste puede ser un concepto nuevo o hasta
incómodo para ti. Quizá pienses que hablar de pecado es
condenatorio o cruel. Es cierto que el pecado,
especialmente nuestro propio pecado, es difícil de mirar. Yo
sé que eso es verdad para mí.
Sin embargo, no voy a dirigir tus pensamientos a tu pecado
porque quiera castigarte, condenarte o rechazarte. Voy a
dirigirte ahí porque es ahí, y solamente ahí, donde
descubrirás la verdad que te hará libre. Confío en que el
Espíritu Santo gentilmente te convenza de tu necesidad de
acercarte a tu Salvador y que cuando lo haga, encuentres el
descanso y la ayuda que anhelas.
Mi deseo sincero es que este libro te sirva como una
herramienta para acercarte al que te ama y sólo puede
perdonarte, transformarte y restaurarte. Así que, no tengas
miedo de salir de ese arbusto y examinar profundamente tu
corazón. Puede que sea doloroso por un tiempo, pero por la
gracia de Dios y Su misericordia, valdrá la pena. También
examina profundamente el corazón de Aquél que te ha
amado tanto que caminó hacia las fauces de la muerte y a
las garras de Su enemigo por amor a ti. Amor como ese sólo
exige que confíes en Él. Así que ya sea que tus temores
sean reales o imaginarios—si apenas estás empezando a
entenderlos o estás muy familiarizada con ellos—te puedes
arrojar a la misericordia de Dios, Quien te ama más de lo
que quizá sepas.
Para Una Reflexión Más Profunda
1.      ¿Cómo describirías los tipos de temores que
enfrentas?
2.      ¿Qué tanta influencia tiene en tu vida el “miedo al
temor”?
3.      ¿Cómo ha influido en tu historia (como niña y adulta)
tu predisposición a ser temerosa?
4.      ¿Puedes pensar en algunos cambios que tengas que
hacer a la forma en que cuidas tu cuerpo? ¿Cuáles son
algunas medidas específicas que puedes tomar?
5.      Escribe una oración pidiéndole a Dios que te muestre
tu necesidad de Él y que te conceda la esperanza de que
realmente puedas ser libre.
Capítulo 2
Héroes de la Biblia
Que Lucharon Contra el Temor
“El temor es un enemigo más peligroso
que aquéllos a los que temes...”⁶
—THOMAS WATSON
Autor puritano y pastor
Nosotros los cristianos tendemos a hablar mucho sobre los
héroes de la fe que están en la Biblia. A veces consideramos
superficialmente a las personas cuyas historias se
escribieron para nosotros y pensamos, Son tan valientes.
¿Por qué no puedo ser como ellos? Sus vidas se ven tan
libres del temor, parecen permanecer firmes al enfrentar
circunstancias difíciles. ¿Qué hay de malo en mí? nos
preguntamos. Si soy cristiana ¿por qué lucho con la
ansiedad? ¿Por qué no soy como estos grandes héroes?
Es cierto que Dios ha trabajado poderosamente en las vidas
de las personas a través de las épocas. Hebreos capítulo 11,
que estudiaremos con más detenimiento después, habla
sobre la valiente fe de hombres como Moisés y mujeres
como Sara. Sin embargo, si observamos con más cuidado,
nos daremos cuenta que muchos de estos héroes
experimentaron grandes luchas con el temor en algún
momento. De hecho, fueron estas luchas las que más los
fortalecieron en la vida. El Señor Jesús es el único que nunca
sucumbió al temor pecaminoso aunque fue tentado a
hacerlo de las mismas formas en que nos pasa a nosotras.
Así que si vamos a buscar a los héroes de la fe, nos va a
costar trabajo encontrar a más de uno ...pero éste será
suficiente.
Ejemplos del Temor en la Biblia
En este capítulo vamos a tomar tiempo para extendernos un
poco en la historia del temor o, mejor aún, del temor
pecaminoso en la Biblia. Creo que te sorprenderá y te
consolará saber que muchos de los héroes de la Biblia con
los que estás familiarizada fueron personas como tú:
Lucharon con el temor. En este capítulo no solamente
estudiaremos a algunos de estos individuos, sino que
trataremos de discernir qué los motivó a actuar como lo
hicieron. Comencemos con el libro de los orígenes, Génesis.
El Miedo Original—Adán y Eva
Como ya aprendimos antes, el miedo se introdujo por
primera vez a la experiencia humana en el Jardín. Adán y
Eva disfrutaban de una dulce comunión de confianza con su
Creador y entre ellos. Después pecaron. Fue por su pecado
—su relación rota entre ellos y con Dios—que por primera
vez sintieron las consecuencias del temor: más miedo,
relaciones rotas y vergüenza. Cuando ellos escucharon que
el Señor Dios se acercaba para visitarlos en el Jardín, se
escondieron. Adán tenía miedo de que Dios lo viera como
estaba: expuesto, vulnerable y pecador. El temor de Adán
hacia Dios engendró en su corazón más y más invenciones
impías de su Creador.
Pero incluso antes de que Adán y Eva se ocultaran de Dios,
el miedo jugaba un papel. ¿Qué fue lo que hizo que Eva
desobedeciera así a su Señor? No lo sabemos. Podemos
suponer que tuvo miedo de estarse perdiendo algo que
pudiera ser benéfico. Pudo haber dudado de la sabiduría y
amor de Dios. Pudo haber tenido miedo de necesitar algo
que Dios no le había dado. Es difícil entender porqué se
sintió así, pero la Biblia dice con certeza que fue engañada
(2 Corintios 11:3).
Después de pronunciar el juicio que Adán y Eva merecían,
Dios misericordiosamente los cubrió con pieles de animales.
Entonces los echó del Jardín. Nunca más el hombre
conocería la clase de vida que había conocido; nunca más
estaría completamente libre de vergüenza, pena, timidez y
temor.
Pero, gracias a Dios, ése no es el final de la historia. Como
cristianos, Dios nos está restaurando a la misma comunión y
libertad que Adán y Eva conocieron, primero con Él y
después entre ellos. La muerte de Jesucristo es el medio
que Dios ha usado para derribar la pared de separación
entre nosotros (Romanos 5:1). Aunque nunca tendremos lo
que ellos tuvieron, porque siempre lucharemos con nuestro
pecado, no obstante podemos conocer el gozo y paz
significativos.
Con Temor al Peligro —Abraham
Antes mencioné que hasta los grandes héroes de la Biblia
experimentaron el temor y sus consecuencias. Unos pocos
capítulos después de Adán y Eva conocemos a Abraham, un
hombre que a menudo se pone como ejemplo de uno que
tuvo una gran fe. En ciertos momentos vemos a Abraham
estar al máximo: voluntaria y obedientemente dejando su
país y viajando a una tierra desconocida; levantando el
cuchillo para el sacrificio que le quitaría la vida a su hijo
prometido, Isaac. Sí, realmente hay victorias importantes en
la vida de Abraham, ¿o no?
Pero después vemos otra faceta de él. Tal vez ésta sea la
faceta de Abraham con la que más te identifiques. En dos
ocasiones durante sus viajes, uno a Egipto y otro hacia una
tierra llamada Gerar, Abraham mintió a hombres poderosos
sobre Sara, su hermosa esposa. Él les dijo a estos hombresque era su hermana. ¿Por qué? Porque pensó que si los
reyes de estas tierras la veían y sabían que ella era su
esposa, lo matarían para tomarla para ellos. Para decirlo sin
rodeos, quería salvar su propio pellejo.
Abraham sabía que Sara sería la madre del pueblo escogido
por Dios, pero él ignoró los planes de Dios y a ella la puso
en peligro. Fue sólo por la gracia coercitiva de Dios que no
terminó en un harén.⁷ Por su miedo, pecó contra su esposa,
engañó a los gobernantes, fue una fuente de problemas
para ellos y, sobre todo, deshonró a Dios. ¿Fue lógico el
miedo de Abraham? Sí, probablemente sí. ¿Fue
pecaminoso? Sí, sin duda. ¿Todavía pudo Dios usarlo y
cambiarlo en un hombre de fe? Sí, y Él puede hacer lo
mismo con cualquiera de nosotras.
El Temor Causado por la Duda —Sara
En 1 Pedro a las mujeres se les dice que sigan los pasos de
la esposa de Abraham, Sara. En algunas maneras ella es un
modelo a seguir para las mujeres piadosas: Ella siguió a su
esposo, dejó su hogar y partió a la tierra de la promesa —
una tierra que nunca había visto.
Pero Sara luchaba con sus propios temores. Su esposo le
había dicho sobre la promesa de Dios de darles un hijo y
conforme pasaban los años y ella seguía estéril, se volvió
más y más miedosa. No sólo el tiempo de su reloj biológico
estaba avanzando, sino que ya se había detenido. La Biblia
dice que su vientre “estaba muerto.” Y entonces, con
miedo, decidió tomar el asunto en sus propias manos.
Abraham necesitaba un heredero, ella anhelaba un hijo, así
que se le ocurrió un plan. Ella le dio a su marido su sierva,
Agar, para que la embarazara y se cumpliera la promesa.
¡Qué torbellino de problemas generaron sus acciones! De
hecho, el problema entre los hijos de Israel y los hijos de
Agar, que comenzó con el nacimiento de Ismael, el hijo de
Agar, ha continuado por siglos.
Después, el Señor llegó a visitar a Abraham. “De cierto
volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara
tu mujer tendrá un hijo,” dijo. Sara, que escuchaba detrás
de la puerta de la tienda, se rió. Ésta no fue una risa de
gozo o alegría, fue la risa de la incredulidad y el cinismo. El
Señor confrontó su risa de incredulidad y dijo, “¿Hay para
Dios alguna cosa difícil?” Pero Sara negó que se estuviera
riendo diciendo, “No me reí.” ¿Por qué? Porque tuvo miedo
(Génesis 18:10-15).
Abraham y Sara se muestran en las Escrituras como
ejemplos de personas de fe. ¿Puedes ver cómo, por sí
mismos, en sus propias fuerzas, no fueron tales grandes
ejemplos? ¿Qué, entonces, los hace ejemplos de fe? La
gracia de Dios. Gracia es el favor inmerecido de Dios hacia
Sus hijos a pesar de sus fallas. En el capítulo 11
estudiaremos a conciencia el papel que juega la gracia en
los miedos por vencer, pero por ahora sólo quiero que
vislumbres lo fuerte y amoroso que Dios es. Él obró de
maneras poderosas a través de Abraham y Sara a pesar de
sus debilidades y Él puede hacer lo mismo a través de ti y
de mí.
“No soy lo suficientemente bueno” —Moisés
La historia de Moisés es muy conocida por la mayoría de las
personas. Fue rescatado de ahogarse por la hija del Faraón y
criado en el palacio del Faraón como su hijo. Pero, cuando
Dios comenzó a hablarle de liberar a Su pueblo, Moisés
tomó el asunto en sus propias manos y mató a un egipcio
que oprimía a uno de sus compañeros israelitas. Entonces
Moisés tuvo que huir al desierto para salvar su vida. Los
años pasaron y, con el tiempo, los sueños de Moisés de ser
un libertador se desvanecieron. Después tuvo un encuentro
con una zarza ardiendo. Mientras Dios le esbozaba Su plan
para la liberación de Su pueblo, Moisés más se amedrentó.
Ciertamente era intimidante pensar que debía volver a la
nación más poderosa de la tierra y exigir la libertad de los
esclavos. A medida que Moisés consideraba el llamado de
Dios, su mente se llenó de temores—principalmente los
temores de que no tendría éxito o de que no sería capaz de
terminar la tarea. Considera lo que le dijo a Dios y ve si sus
inquietudes resuenan en tu corazón.
Confía en Dios, No en Ti
Yo verdaderamente me identifico con el temor de Moisés,
¿tú no? No puedo hacer eso...No soy buena hablando en
público... pero si no me creen. ¿Puedes visualizarlo? Yo sí.
De hecho, creo que he tenido ese tipo de conversación con
el Señor. Dios estaba alentando a Moisés siempre. Le
aseguró Su presencia y Su poder para cumplir Su voluntad.
Pero todo lo que Moisés podía ver era su propia
insuficiencia, temor e incredulidad.
Observa que Dios no invirtió tiempo tratando de levantarle a
Moisés la seguridad en sí mismo. Más bien, Dios seguía
recordándole que debía poner su confianza en Él. Siempre
que pasamos tiempo tratando de convencernos de que
realmente somos mejores o más fuertes o más sabias de lo
que sabemos que somos, estamos condenadas al fracaso.
Dios no quiere que crezcamos en la seguridad en nosotras
mismas. Quiere que pongamos toda nuestra confianza en
Él. Después de todo, Él es el único lo suficientemente
poderoso para vencer a los faraones en nuestras vidas.
A medida que Moisés crecía en su confianza en el Señor,
Dios lo usó para lograr una gran liberación. De hecho,
Moisés se conoce hoy como uno de los mayores líderes de la
historia bíblica. Pero eso no fue porque él fuera un hombre
valiente por su cuenta, ¿verdad? Fue sólo por el gran poder
de Dios y Su determinación de cumplir Su propósito. Y lo
que Dios hizo por Moisés, lo puede hacer por ti. Puedes
descansar sabiendo que si Dios te está llamando a hacer
algo, incluso si es sólo ser lo suficientemente valiente para
ir a la iglesia o hablarles a las personas, entonces Su gracia
también será efectiva en tu vida.
La Clase Equivocada del Temor de Dios
Los hijos de Israel habían sido esclavos en Egipto más o
menos por 400 años cuando Moisés los libertó de la
esclavitud y los llevó en un viaje por el desierto que los
llevaría a la Tierra Prometida. Tres meses después, Dios le
dijo a Moisés que le dijera al pueblo que se presentaría a
ellos. Moisés le dijo al pueblo sobre de los límites que
tendrían que respetar porque la presencia de Dios, que
infunde temor reverencial, iba a estar cerca de ellos. Con
mucho gusto aceptaron encontrarse con Dios. Pero cuando
vieron realmente la manifestación de Dios tan cerca, se
llenaron de terror.
Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y
el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo
el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a
Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no
hable Dios con nosotros, para que no muramos”. Y Moisés
respondió al pueblo: “No temáis;....” Entonces el pueblo
estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la
cual estaba Dios. Éxodo 20:18-21
¿No es interesante que Moisés les diga a las personas que
no tengan miedo? La gracia de Dios había obrado
poderosamente en su corazón, ¿no es así? Si usas tu
imaginación, no tendrás mucho problema para entender por
qué los israelitas respondieron de la forma en que lo
hicieron. Sus sentidos estaban saturados con los truenos,
los relámpagos, las ruidosas bocinas, el humo, la tierra
temblando bajo sus pies. Si hubiera sido uno de ellos,
posiblemente me hubiera ido a toda prisa también. Las
personas tenían miedo de Dios y decidieron que sería mejor
dejar que Moisés tratara con Él a solas. Entonces Moisés les
podía dar el reporte a ellos. Este Dios, Jehová, era
demasiado escalofriante e incontrolable para ellos. Como lo
dijo el escritor C. S. Lewis sobre el león Aslan, que
representa a Jesucristo en la serie de libros de Lewis, Las
Crónicas de Narnia, “Él no es un león manso.”⁸ Este miedo
servil que sentían hacia Dios engendraría más miedo,
pecado y el ocultarse de Él. Sería la fuente de múltiples
tristezas y fracasos.
En el capítulo 9 voy a hablar sobre la clase correcta del
temor de Dios—la clase de temor que nos atrae hacia Él en
vez de alejarnos. Lo que llamaremos temorpiadoso se
manda en muchos lugares en la Biblia, como veremos. El
temor piadoso es también uno de los pasos claves para
vencer lo que llamaremos de aquí en adelante temor
pecaminoso. Por favor recuerda que al llamarle a nuestro
miedo pecaminoso, no te estoy condenando. Más bien,
estoy tratando de ayudarte a ver con claridad el plan de
Dios para cambiarte y liberarte. Este cambio comienza con
que reconozcas tu necesidad de un Salvador... y realmente
ninguna de nosotras hacer eso hasta que veamos que todas
somos pecadoras necesitadas del perdón y la gracia.
Ayudarte a ver la pecaminosidad de tu miedo puede parecer
cruel. Después de todo, ¡tal vez crees que no necesites algo
más qué temer! ¿Deberías ahora temer a la ira o a la
desaprobación de Dios? Una de las metas de este libro es
ayudarte a diferenciar entre el temor que es bueno o
piadoso y el temor que es malo o pecaminoso. Quiero
fomentar en ti la buena clase de temor—aprenderás que
esta clase de temor, junto con el amor y la gracia, es el que
romperá las cadenas que te atan tan fuerte hoy. Así que, por
favor, no tengas miedo de considerar tu temor pecaminoso
porque al hacer esto encontrarás la ayuda fuerte y amorosa
que necesitas.
“Temí al Pueblo” —Saúl
Al principio de la historia de la nación de Israel, un hombre
llamado Saúl se convirtió en el primer rey. Desde el principio
la vida de Saúl estuvo marcada por el temor. Cuando el
sacerdote Samuel fue primero a ungir a Saúl como rey,
¿puedes adivinar dónde estaba? ¿Estaba Saúl en oración,
humillándose ante Dios? ¿Estaba sirviendo a pueblo al que
iba a dirigir? No, Samuel encontró a Saúl ocultándose por
miedo entre algunos carros y carretas.
Saúl tenía miedo de hacer lo que Dios lo había llamado a
hacer. Sentía que no estaba a la altura de la tarea.
Ciertamente, asumir una posición de gran responsabilidad
puede ser intimidante. Pero Saúl se había encontrado con
Dios. Samuel también le había dicho a Saúl que esto era
idea de Dios... y aun así Saúl se ocultó. Tal vez como Adán,
neciamente pensó que podía ocultarse de Dios e ignorar Su
plan.
Más tarde, cuando Saúl fue a la guerra contra los enemigos
de Dios, otra vez cedió a su temor pecaminoso. En una
ocasión se impacientó porque Samuel no llegaba para
ofrecer las oraciones y los sacrificios por la victoria del
pueblo en la batalla, así que quebrantó la ley de Dios y él
mismo ofreció los sacrificios. En otra ocasión, cuando se
suponía que tenía que matar a todos los enemigos de Dios,
incluyendo el ganado, desobedeció a Dios porque tuvo
miedo del desagrado de los israelitas. He aquí cómo se
justificó cuando Samuel lo confrontó:
Saúl desobedeció dos veces los mandamientos de Dios
porque temió al pueblo. Al ceder a sus temores, Saúl estaba
representando sus verdaderos pensamientos sobre Dios —si
podía confiar, obedecer o depender de Él. Saúl nunca dijo
que pensaba que Dios era un mentiroso o alguien en quien
no se podía confiar; no, sólo actuó como si así fuera. El
relato de la vida de Saúl es una de las historias más tristes
de toda la Biblia. Al final se suicidio porque temía lo que sus
enemigos le pudieran hacer.
Saúl luchó con muchos tipos de miedo, pero sobre todo con
el temor al hombre. Este miedo es un problema muy común
casi para todos. Es la razón por la que sentimos “mariposas”
en nuestro estómago cuando tenemos que hablar frente a
una multitud. Es la razón por la que nuestras manos sudan y
nuestra boca se seca. Es la razón por la que olvidé mi
diálogo y avergoncé a mis compañeros de clase. El temor al
hombre es un problema común que muchos enfrentan,
incluyendo muchas personas de la Biblia. Tomemos un
momento para ver otro ejemplo que involucra al apóstol
Pedro.
“¿Jesús?... ¡No Conozco al Hombre!” —Pedro
De todos los personajes del Nuevo Testamento, Pedro es con
quien más me identifico. Siempre listo para dar su opinión,
hablar antes de pensar y confiar en su fidelidad, puedo ver
que estamos cortados con la misma tijera. Cometió muchos
errores, pero hubo un incidente en particular que
probablemente nunca dejó de entristecerlo cuando pensaba
en él.
Cada día Jesús se volvía más y más popular entre las
multitudes. Parecía que lo amaban tanto que lo harían su
rey. Por otro lado, los líderes religiosos de Israel estaban
más y más resueltos en su odio y envidia hacia Él. Estaban
decididos a matar a Jesús—todo lo que tenían que hacer era
encontrar la manera.
En la noche que Jesús fue traicionado, Jesús y sus amigos
iban de camino a orar al Huerto de Getsemaní. “Todos
vosotros os escandalizaréis de mí esta noche,” Él dijo.
Pedro, típico de su carácter, protestó, “Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré... aunque me
sea necesario morir contigo, no te negaré,” (Mateo 26:33,
35).
Todos sabemos cómo se desarrolló esta historia, ¿no? Esa
noche Jesús fue arrestado y enviado a la casa del sumo
sacerdote para ser interrogado. Mientras Pedro trataba de
calentarse afuera en el fuego, una pequeña criada lo acusó
de ser uno de los seguidores de Jesús. Vencido por el miedo,
Pedro dijo, “No sé lo que dices.” Más tarde lo vio otra criada
y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno,” pero él
negó otra vez con juramento: “No conozco al hombre.” Poco
después, acercándose los que estaban por ahí, dijeron:
“Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu
manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73). Esta vez
Pedro estaba decidido a detener el cuestionamiento así que
entonces comenzó a maldecir, y a jurar: “No conozco al
hombre” (Mateo 26:74). El miedo de Pedro fue tan fuerte
que lo llevó a negar al Salvador que amaba.
La oscuridad de esa noche y su fracaso sin duda
extendieron su tristeza como una mortaja sobre el corazón
de Pedro por tres días hasta que escuchó sobre la
resurrección. ¿Puedes imaginar el tormento de su alma al
recordar la bondad de su Señor y la vergüenza de sus
horrendas acciones? ¿Puedes imaginar cuántas veces debió
haber repasado sus palabras cobardes en su mente— ¡No
conozco al hombre! ¡No conozco al hombre!? Y después allí
estaba la mirada que se cruzó entre él y Jesús después de la
tercera negación. La Biblia registra este significativo
intercambio de una manera muy simple, “Vuelto el Señor,
miró a Pedro” (Lucas 22:61). Pedro experimentó toda la
fuerza de las consecuencias de su miedo y, si no hubiera
sido por la resurrección, el perdón y la restauración de
Jesús, nunca se habría recuperado. Pero sí se recuperó y fue
a predicar ante miles y a enfrentar la muerte de mártir con
gran valor. ¿Qué pudo cambiar a un hombre miedoso que
maldijo en uno que pudo descansar, confiar y actuar con
gran heroísmo? Sólo una relación con el Dios viviente.
¿Puedes ver cómo somos iguales a Pedro y Saúl? Por un lado
sabemos que Dios es poderoso y está lleno de amor para
nosotras, pero por el otro lado nos encontramos
frecuentemente vencidas por el temor a los que nos rodean.
Parece que en esta área en particular estamos llenas de
contradicciones. Podemos descuidar las oportunidades de
testificar a los demás o preocuparnos más por lo que
nuestros compañeros de trabajo piensen que por lo que
Dios piense. Todos los verdaderos cristianos anhelan tener
vidas que resplandezcan brillantemente ante los demás,
pero cuando se trata de realmente encender la luz, nos
encontramos con frecuencia ocultándonos como Saúl o
negando incluso que conocemos al Señor, como Pedro. Ya
que el temor al hombre es una trampa común y molesta, la
estudiaremos con más detenimiento en el capítulo 5.
De Cobardes Reacios a Héroes Fieles
Como puedes ver, hasta los grandes héroes de la Biblia
como Abraham, Moisés y Pedro no siempre se
caracterizaron por una gran valentía. Ahora, no estoy
diciendo que todo el pueblo de Dios siempre fue vencido por
sus miedos —hay suficientes Danieles, Sadracs, Marías y
Pablos en la Escritura para que sepamos que Dios puede
cambiar corazones y vidas. En eso te puedes gozar. Perotambién puedes tener consuelo en el hecho de que Dios
ama llamar a Él al corazón temeroso. Dios ha obrado en las
vidas de Sus hijos consistentemente a través de la historia:
les ha dado paz en medio de violentas tormentas, valor para
enfrentar enemigos abrumadoramente poderosos y
confianza al enfrentar acusaciones y persecución. Los ha
ayudado a comparecer antes jueces y reyes hostiles. Les ha
dado la audacia sobrenatural para “cerrar la boca de los
leones.” Si Él puede ayudar a Sus hijos en las circunstancias
extraordinariamente difíciles descritas en la Biblia, te puede
dar tranquilidad y gozo para enfrentar las presiones diarias
que amenazan con aplastarte. ¿Por qué Dios se deleita en
ayudarnos a ser hijas fieles, llenas de paz y confianza, hijas
que se apoyan en Su fortaleza? Porque cuando Él cambia
corazones como los nuestros en corazones como el Suyo, Él
recibe alabanza y gloria. Cuando descubrimos que podemos
caminar en paz a través de las situaciones que antes nos
aterrorizaban, nuestros corazones se desbordarán de
gratitud y agradecimiento—y eso trae gozo a Dios. Sólo Él
puede cambiar los corazones que están frecuentemente
abrumados por el temor en corazones dominados por Su
poder y valentía y es Su deleite hacerlo.
Para Una Reflexión Más Profunda
1.      ¿En qué maneras eres como Adán y Eva, Abraham y
Sara, Moisés, los israelitas, Saúl y Pedro?
2.      ¿Cómo te ayuda saber que personas reconocidas de la
Biblia lucharon de la misma forma en que tú lo haces?
3.      ¿Crees que es posible que Dios te cambie como
cambió a otros?
4.      ¿Cuáles son los miedos que tienes sobre la obra de
Dios en tu vida?
5.      ¿Por cuáles cambios puedes orar ahora mismo?
Capítulo 3
Reemplazando Tus Temores
con el Poder de Dios
“La vara de Dios no nos castiga tan severamente
como lo hace la vara de nuestra propia imaginación....”⁹
—Carlos H. Spurgeon
Como gerente de operaciones de una compañía mediana, la
responsabilidad de Gina era supervisar muchas de las
relaciones diarias entre sus empleados y los clientes de su
compañía. Gina había trabajado mucho para alcanzar su
posición de autoridad. Había hecho a un lado su deseo de
tener una familia para obtener su grado de maestría y
seguir con su carrera. Había pulido, a un alto nivel, sus
habilidades para hablar en público. Pero Gina tenía un
problema. Aunque sabía que una buena administración
implicaba delegar y confiar en otros, cada vez le resultaba
más difícil “soltar”. Trabajaba en exceso porque sentía que
no podía confiar en que los demás hicieran lo que ella
quería que hicieran, estaba estresada y se sentía
devaluada. Aunque reconocía que estaba rodeada de
trabajadores capaces, simplemente sentía que no podía
confiar en ellos. Temía que si no supervisaba cada detalle
del negocio la despedirían y eso significaría, a su vez, que
era una fracasada.
Su miedo también hacía que respondiera a la defensiva
cuando alguno de sus subordinados sugería nuevas
maneras de dirigir el negocio. Entonces, cuando le hacían
ver que se ponía a la defensiva, respondía poniéndose más
a la defensiva y enojándose. Aunque tenía muchos amigos
en la compañía, cada vez estaba más aislada porque
cuando sus empleados veían el problema y le hablaban al
respecto, los acusaba de deslealtad e intentaba echarlos.
Con frecuencia en la noche no podía dormir porque se
imaginaba que quizá les era antipática o que la
traicionarían. Su mente imaginaba horrendas ideas de la
vida sin trabajo, la vergüenza de ser despedida o de
volverse una “vagabunda” sin amigos. El problema alcanzó
su punto crítico cuando sus supervisores inmediatos le
dijeron que tenía que cambiar o que sufriría las
consecuencias. Había orado de todo corazón por su
problema, pero parecía que cada vez que se proponía
hacerlo mejor, se encontraba en la sala de descanso de las
mujeres hablando mal de cualquiera que la hubiera criticado
con cualquiera que la escuchara. Las cosas se habían salido
de control y cada vez estaba más y más temerosa de que su
trabajo estuviera en peligro.
Como cristiana, Gina pensó que podía tener algún tipo de
problema espiritual pero no podía descubrir cuál era. ¿Qué
estaba pasando en su vida? ¿Por qué escogía tratar a las
personas, aunque fueran personas que apreciaba y
valoraba, de forma negativa? ¿Había alguna esperanza para
ella?
Gina no es la única persona que ha luchado con el miedo en
su trabajo. Su miedo surgió de su deseo de sentir que tenía
el control. Sentir la necesidad de controlar a otros es algo
con lo cual muchas personas luchan, sobre todo las
personas que son competentes y ambiciosas. Algunas
personas podrían inclinarse más hacia este tipo de miedo
porque desde niños aprendieron que nunca podían confiar
en nadie que no fueran ellos mismos. Otras podrían tener
un alto concepto de sí mismas, pensando que todos los
demás son incapaces. Cualquiera que sea la historia o la
causa, si eres una persona que cae en esta categoría
conoces el estrés y la destrucción que este deseo produce.
En el capítulo 4 vamos a ver con mayor detenimiento los
problemas que enfrenta una persona controladora. Pero por
ahora, sólo digamos que el deseo de tener el control es algo
que se encuentra en las personas de cualquier lugar, en
cualquier nivel económico y esto ocasiona mucho el temor.
Ciertamente la vida sería más fácil si nuestros miedos
permanecieran aislados en ciertas áreas de nuestras vidas,
¿no? Por ejemplo, Gina podría haber estado feliz si hubiera
excluido sus miedos del área de trabajo. Algunos estarían
felices si pudieran ir a la tienda sin tener que enfrentar el
pánico y la ansiedad. Desafortunadamente, el miedo (como
las otras emociones) no es fácil de limitar a un lugar u otro.
Y el pueblo de Dios, como ya hemos visto, es probable que
tenga luchas muy reales con el temor. De hecho hasta los
pastores, y aquéllos en el ministerio, luchan con el temor en
sus púlpitos y en sus relaciones con los miembros de su
iglesia. Considera el ejemplo de Timoteo.
Timoteo fue un joven discípulo de la iglesia primitiva. Hijo
de padre griego y madre judía que se volvió creyente,
Timoteo fue probablemente ganado para Cristo por medio
del ministerio de Pablo. Acompañó a Pablo en un sin número
de obras misioneras y Pablo hablaba muy bien de él. Era
conocido como un hombre de lealtad, sensibilidad y celo.
Pero también fue un hombre que luchó con el temor.
En dos ocasiones diferentes, Pablo específicamente trata la
lucha de Timoteo con el miedo. La primera se menciona en
1 Corintios 16:10, donde Pablo les dice a los cristianos de
Corinto que cuiden de Timoteo viendo que esté “con
tranquilidad.” La segunda aparece en el libro de Segunda de
Timoteo, donde Pablo escribe, “Te aconsejo que avives el
fuego del don de Dios que está en ti...porque no nos ha
dado Dios espíritu de cobardía...” (2 Timoteo 1:6-7 énfasis
añadido).
No es demasiado difícil ver que Timoteo luchaba con el
temor o que Pablo, su amado padre en la fe, estaba
interesado en cómo afectaba esto la vida y el ministerio de
Timoteo. Más adelante en la misma carta, Pablo anima a
Timoteo, “esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2
Timoteo 2:1).
La Presencia de Dios que Cambia la Vida
En este capítulo, analizaremos más de cerca el consejo de
Pablo a Timoteo. Veremos cómo Dios obró en su vida
llenándolo con Su fuerza capacitadora en tres áreas
específicas: poder, amor y disciplina (o dominio propio).
Pablo sabía que Timoteo debía enfocarse en la efectividad
de la presencia de Dios en su vida... y nosotras también. He
aquí lo que Pablo dijo:
Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios
que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no
nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de
amor y de dominio propio.
—2 Timoteo 1:6-7
Pablo quería recordarle a Timoteo lo que Dios le había dado
en Su benignidad. Le había dado el “don de Dios.” Este don
lo equipó para cumplir la voluntadde Dios en su vida.
Bueno, podrías estar pensando, si el apóstol Pablo hubiera
orado específicamente por mí, yo tampoco tendría temor. Es
cierto que ninguna de nosotras tuvimos la experiencia
personal que tuvo Timoteo con el gran apóstol, pero
tenemos algo mucho mejor. Tenemos las oraciones del Hijo
de Dios: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a
los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
Como ves, el Señor Jesús está orando por ti, incluso ahora
mientras lees este libro. Él en Su benignidad te ha dotado
para cumplir el ministerio al que te ha llamado,
exactamente de la misma manera en que dotó al joven
Timoteo. Puede que no seas llamada a un ministerio de
tiempo completo o al liderazgo en la iglesia, pero cualquiera
que sea tu llamado, ya sea ser mamá, estudiante o
ejecutiva de una empresa, Él te ha dado todo lo que
necesitas para cumplirlo.
Con este don el Señor no ha puesto en tu corazón una
actitud de temor o timidez. No, si tú eres cristiana, Él mora
en ti con su Espíritu Santo: Su poder, Su amor, Su disciplina
para tener dominio propio. Por el carácter de Dios que mora
en el creyente, Timoteo, tú y yo podemos cumplir Su
llamado en nuestras vidas.
Examinaremos ahora cómo el poder, amor y dominio propio
luchan contra el temor y cómo podemos avivar de nuevo el
don de Dios en nosotras.
El Poder Dinámico de Dios
Dios le dio a Timoteo el poder o el valor para combatir las
dificultades y los peligros que enfrentaría. Dentro de él tenía
el poder para aguantar las pruebas y para triunfar en las
persecuciones. Tenía este poder porque en él moraba el
Espíritu de poder—el Espíritu de Dios, quien tiene toda
autoridad y poder.
Este poder o capacidad para enfrentar los problemas y las
pruebas es parte del misericordioso don gratuito de Dios
dado a Sus hijos. Es por eso que defender la justicia y la
verdad es algo que cada creyente está llamado a hacer. Así
que, aunque te puedas sentir débil y con miedo, la verdad
es que Aquél que tiene todo el poder ha hecho que Su poder
esté disponible para ti.
Algunas personas enseñan que la manera de vencer el
miedo es confiar en ti misma o desarrollar tu propia auto-
confianza. Pero Dios no quiere que pongas tu confianza en
tus propios poderes o habilidades. ¿Es bastante obvio, no es
cierto, que hasta cuando somos fuertes, no somos lo
suficientemente poderosas? Dios quiere que pongas tu
confianza en Su poder. Pablo les enseñó a los cristianos de
Corinto que su fe tenía que descansar en el poder de Dios (1
Corintios 2:5).
Veamos por un momento qué tan poderoso ya es el Espíritu
de Dios en nuestras vidas:
El Poder de Dios para Vencer el Pecado
El Espíritu Santo mora en todos los hijos de Dios y es lo
suficientemente poderoso para llevar a cabo lo milagroso en
nuestras vidas. Este poder que mora dentro es el que te
permite vencer los temores pecaminosos. Romanos 8:13
enseña que es por este mismo Espíritu que puedes hacer
morir las obras de la carne.¹⁰
Por ti misma, en tu propia fuerza, nunca podrás vencer tu
temor pecaminoso. Esto porque nadie es verdaderamente
capaz de cambiar la inclinación de su propia naturaleza. Es
cierto, podemos hacer cambios externos: podemos perder
peso o aprender a nadar, pero el cambio en el corazón es
algo que sólo el Espíritu Santo puede lograr. El tipo de
cambio que necesitamos— cambio que nos librará de
nuestro pecado—viene de un sólo lugar: el Espíritu Santo.
Pero no te desesperes. Si eres cristiana, Su poder está
disponible para ti hoy.
Venciendo Imaginaciones Temerosas
Mientras conducía por la autopista de camino a la iglesia,
luché con el miedo que muchas abuelas conocemos. Mi hija
estaba por dar a luz a nuestro primer nieto y, en mi
imaginación, moría en el parto. De hecho, no sólo moría,
sino que también nuestro nieto moría con ella y los
imaginaba en un ataúd. No tenía una razón lógica para
tener estos pensamientos porque mi hija y su bebé estaban
bien, pero esta imaginación era real en mi mente, como si
realmente hubiera sucedido. Lloré. Traté de imaginar la vida
después de esta tragedia. ¿Cómo podía seguir? Pensé que
debía regresar a casa porque ciertamente no podía ir a la
iglesia en este estado. Entonces, el Espíritu Santo me
convenció: ¿Qué estaba haciendo? Estaba permitiendo que
mi imaginación me asustara y me aterrorizara. En seguida
supe que lo que estaba haciendo estaba mal, así que le
pedir perdón a Dios. Oré,
Dios, sólo Tú sabes lo que pasará en mi futuro. Tú sostienes
mi vida en Tu mano. Sé que Tú no has prometido que nunca
sufriré perdidas, pero Tú has prometido sostenerme si, en Tu
plan amoroso, tengo que sufrir. Por favor, ayúdame a
gozarme en Ti y a poner toda mi confianza en Ti. Amén.
Después de eso puse música de alabanzas y concentré mis
pensamientos y mi imaginación en adorar y bendecir a Dios.
Ahora estaba lista para ir a la iglesia.
Sabes, el problema con los temores que sólo existen en
nuestra imaginación es que, como no son reales, los
debemos enfrentar a solas. La gracia de Dios no está
disponible para ayudarnos a vencer los problemas
imaginarios que residen sólo en nuestra mente. Él nos
ayudará a hacer morir estos temores imaginarios, pero sólo
en el mundo real es que Su poder es efectivo para
sostenernos en los problemas. Es sólo cuando Él nos llame a
verdaderamente pasar por tiempos difíciles que Su poder
estará presente para protegernos, consolarnos y
fortalecernos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Dios levantó una
familia de cristianos holandeses que ayudaron a esconder a
personas judías del avance del ejército alemán. Esta
sobrecogedora e inspiradora historia de sacrificio y valor se
encuentra en el libro The Hiding Place (El Refugio Secreto)y
fue escrita por la única hija sobreviviente de la familia,
Corrie ten Boom.
De joven, Corrie se enfrentó con sus propios miedos. El bebé
de una vecina murió y Corrie se dio cuenta que era posible
que cualquiera muriera, hasta su propio amado padre. “¡Tú
no puedes morirte! ¡No puedes!” lloró. Así es como ella
describió la respuesta de su padre a su miedo:
Papá se sentó en la orilla de la estrecha cama. “Corrie,”
comenzó con cuidado, “cuando tú y yo vamos a Amsterdam
— ¿cuándo te doy tu boleto?”
Sorbí la nariz unas cuantas veces considerando esto.
“Bueno, justo antes de subir al tren.”
“Exacto. Y nuestro sabio Padre en el cielo también sabe
cuándo vamos a necesitar las cosas. No te adelantes,
Corrie. Cuando llegue el tiempo de que algunos de nosotros
vayamos a morir, mirarás tu corazón y encontrarás la
fortaleza que necesitas— justo a tiempo.”¹¹
¿Puedes ver lo que el padre de Corrie le estaba enseñando?
Cuando Dios te llame a enfrentar algo aterrador, ya sea tu
propia muerte, una tragedia en la familia o alguna
dificultad, entonces, y solamente entonces, Él te dará la
fortaleza para vivirlo. A través de los años he tratado de
recordar que no necesito el “boleto” de la fortaleza y la
gracia de Dios para un tren que todavía no llega o quizá
nunca llegue. El único boleto que necesito es para el tren
que tengo que abordar ahora, y Dios ha prometido darme
ese boleto cuando lo necesite. “No te desampararé ni te
dejaré,” nos ha dicho (Hebreos 13:5). Él estará ahí,
sosteniendo nuestra mano, sin importar lo que haya llegado
a la estación.
El temor que existe en nuestra imaginación es un enemigo
formidable. Pero puede ser eliminado por el Espíritu y la fe.
El gran predicador inglés Carlos Spurgeon una vez predicó
un sermón de los miedos innecesarios. Aquí está una
porción de lo que dijo:
...muchos del pueblo de Dios constantemente están bajo
aprensiones de calamidades que nunca les pasarán y sufren
mucho más por sólo temerlos que por soportarlos si de
hecho les pasaran. En su imaginación hay ríos en su camino
y están ansiosos por saber cómo los cruzarán o atravesarán
nadando. No existen tales ríos, pero se agitan y se
angustian con ellos... estas personastímidas continuamente
están cruzando puentes que solamente existen en sus...
fantasías. Ellos mismos se apuñalan con dagas, se mueren
de hambre en hambrunas imaginarias y hasta se entierran
en tumbas....¹²
Conforme avancemos en este libro veremos cómo el Espíritu
Santo nos puede ayudar a controlar nuestros pensamientos
y a aprender a disciplinar nuestras mentes. Por ahora, sin
embargo, es importante que comencemos a ver cómo
nuestra imaginación pecaminosa alimenta nuestros
temores.
Desarrollando Dominio Propio
En 2 Timoteo 1:6-7, Pablo mencionó tres cosas que Dios le
había dado a Timoteo: poder, amor y disciplina (o dominio
propio). En el capítulo 10 trataremos el amor, así que por
ahora nos enfocaremos en uno de los resultados del poder
del Espíritu: dominio propio.
Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le
había dado la capacidad para disciplinar su mente. La
palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el
Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que
le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener
dominio propio. El punto es que Dios le había dado a
Timoteo la capacidad o la habilidad para tener una mente
disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que
tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la
verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la
verdad sobre nosotras mismas.
¿En qué está enfocada tu mente? Casi todas nosotras
luchamos con temores que pueden llevar a nuestra mente a
revolotear de un desastre a otro. Podemos imaginar el peor
de los escenarios en segundos; nuestros pensamientos
están llenos de imágenes gráficas de enfermedad, muerte,
desastres o problemas. En vez de enfocarnos en la bondad y
en la fortaleza de Dios, nos enfocamos en desastres
inminentes y Dios llegando sólo como una idea de último
momento. Incluso puede ser que los pensamientos que
ocupan tu mente sean tan fuertes que te olvides por
completo de Dios. Es fácil ver que todas necesitamos
cultivar la disciplina para desarrollar una mente sensata.
Las imaginaciones indisciplinadas son la causa del
desaliento y la ansiedad. Cuando me llené de imaginaciones
temerosas sobre mi hija y mi nieto, no estaba disciplinando
mi mente o pensando en la verdad. ¡Mi mente era de todo
salvo tranquila! Una mente sensata es una mente que
puede disfrutar la paz incluso en medio de una gran
tormenta porque está anclada en lo que es realmente
verdadero. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías habló
de esta tranquilidad de la mente: “Tú guardarás en
completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera;
porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3, énfasis añadido).
La Estabilidad de Confiar en Dios
La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya
mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué
significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de
la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra
confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios
crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—
con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza
florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su
amor siempre quiere lo mejor para nosotras. En Su sabiduría
Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene
el poder para producirlo.”¹³ Mientras crezco en mi
entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de
Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas
imaginaciones también crece.
Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque,
por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar
en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán
realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes
traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad
liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que
confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo
opuesto:
Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día
tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto.
Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está
tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que
cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en
dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar.
Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es
una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi
confianza calculada reconozco que es posible que el cajero
intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis
recibos. También sé que existen personas que
frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos
lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza
calculada de que las personas harán lo que deben, pero
también entiendo que las personas pecan y cometen errores
y así intento no ser imprudente.
La Evidencia de la Confiabilidad de Dios
Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega
en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador,
tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin
darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho
eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos
saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la
creación, la historia y nuestra redención que Él es
completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra
confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—
encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando
esto pase, también podremos confiar en los demás como
debemos.
Cuando se trata del enfoque de mi vida, mi tranquilidad, mi
gozo más profundo o mi capacidad de servir al Señor, es
imposible que confíe en alguien más que no sea Él. No sólo
sería tonto que yo confiara de esta manera en los demás,
sino que hacerlo deshonraría a Dios. Una persona comentó,
“No podemos esperar que Dios prospere algo que se
inmiscuya en Su lugar y que demerite Su honor....
[debemos] hacer de Dios el gran objeto de nuestra
confianza, a pesar de que el instrumento humano normal de
ayuda pueda estar al alcance de la mano.”¹⁴
Paz en la Presencia de Dios
Aunque pudiera parecer que tu vida está llena de problemas
y pruebas, hoy puedes comenzar a conocer la paz de Dios.
Aunque hayas pasado por una gran decepción, deslealtad o
amarga desesperación, la paz que Jesucristo da es para
todos Sus hijos. Esta paz es algo de lo que hablaremos
mucho en los próximos capítulos pero, por ahora, medita en
estas palabras de Jesús:
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
—Juan 14:27
Cuando Pablo le recordó a Timoteo que Dios no le había
dado un espíritu de cobardía, tal vez estaba recordando la
clase de miedo que los israelitas tuvieron en el Monte de
Sinaí, cuando le pidieron a Moisés que se encontrara con
Dios por ellos. Pablo estaba animando a Timoteo a no ser
como esas personas que, cuando vieron la cercanía de Dios,
huyeron de miedo. Y Dios nos está llamando a cada una de
nosotras hoy a no huir de Él en temor servil, sino a
acercarnos a Él con corazones humildes y confiados,
dejando que Su paz inunde nuestras almas. Podemos
conocer la gozosa serenidad mientras experimentamos el
dulce cuidado de Su guía paternal, el amor asombroso que
se ve en el sacrificio de Su Hijo y el gran poder
reconfortante de Su Espíritu transformador. Y todo por
confiar en Dios.
Para Una Reflexión Más Profunda
Confiar en Dios es algo por lo que debemos luchar. Como un
Padre amoroso, nos concede el entendimiento suficiente de
Su naturaleza para que podamos ir a Él. Pero crecer en esta
confianza es algo que debemos escoger hacer. Lo podemos
hacer considerando lo que Él ha dicho acerca de Sí mismo y
de aquéllos que confían en Él. Para terminar este capítulo,
date tiempo para meditar, en oración, en los siguientes
versículos:
Más versículos excelentes que puedes estudiar incluyen 1
Crónicas 5:20; 2 Crónicas 13:18; 20:20; Salmos 13:5; 32:10;
37:5; 40:4; 84:12; 112:7; 115:11; Proverbios 28:25; 29:25.
Capítulo 4
Cuando Sientes Que

Continuar navegando