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Verdadero_hombre,_verdadero_Dios_Lucas_Tomo_2_Alberto_Platt

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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA: 
VERDADERO HOMBRE, 
VERDADERO DIOS 
(LUCAS TOMO II) 
Domicilio: Dirección Postal: 
Prol. Reforma 5514 Apartado Postal 78 
72130 Puebla, Pue., México 72000 Puebla, Pue., México 
Teléfonos, 48 39 23 y 48 23 23 FAX 49 59 84 
A menos que se indique lo contrario, todas las citas 
bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera 1960. 
Editado por el personal de 
Ediciones las Américas, A.C. 
Domicilio: Dirección Postal: 
Prol. Reforma 5514 Apartado Postal 78 
72130 Puebla, Pue., México 72000 Puebia, Pue., México 
Teléfonos. 48 39 23 y 48 23 23 FAX 49 59 84 
Primera edición, 1993 
Prohibida la reproducción parcial o total 
© 1993 Ediciones Las Américas, A. C. 
ISBN 968–6529–20–9 
CONTENIDO 
1. El viaje a Jerusalén 
Lucas 12:1–34 
2. Instrucciones diversas del Hijo del Hombre 
Lucas 12:35–14:6 
3. Once parábolas 
Lucas 14:7–15:32 
4. Mayordomía 
Lucas 16:1–13 
5. El Hijo del Hombre y los fariseos 
Lucas 16:14–31 
6. Profecías del Hijo del Hombre 
Lucas 17:1–37 
7. Últimas instrucciones del Hijo del Hombre 
Lucas 18:1–19:27 
8. Ministerio en Jerusalén 
Lucas 19:28–21:4 
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9. Señales antes del fin 
Lucas 21:5–38 
10. El Hijo del Hombre y sus discípulos 
Lucas 22:1–38 
11. Padecimientos del Hijo del Hombre 
Lucas 22:39–23:25 
12. Muerte, resurrección y ascensión del Hijo del Hombre 
Lucas 23:26–24:53 
VERDADERO HOMBRE, 
VERDADERO DIOS 
LUCAS 
ADVENIMIE
NTO DEL 
HIJO DEL 
HOMBRE 
 1:1–2:52 
PREPARACION 
DEL HIJO DEL 
HOMBRE 
 3:1–4:13 
MINISTERIO 
DEL HIJO DEL 
HOMBRE 
 4:14–19:27 
SUFRIMIENT
O Y MUERTE 
DEL HIJO 
DEL 
HOMBRE 
 19:28–23:56 
RESURRECCI
ON Y 
ASCENSION 
DEL HIJO DEL 
HOMBRE 
 24:1–53 
Prólogo 1:1
–4 
Anuncio 1:
5–80 
Dos anuncios 
importantes 
De Juan el 
Bautista 1:5
–25 
Del Hijo del 
Hombre 1:2
6–38 
Dos 
impresionantes 
himnos 
El de 
María 1:39–
56 
El de 
Zacarías 1:5
7–80 
Nacimiento 
2:1–52 
La 
natividad 2:
1–7 
Adoración de 
los 
pastores 2:8
–20 
Adoración de 
Simeón y 
Ministerio de 
Juan el 
Bautista 3:1–20 
Trasfondo 
histórico 3:1–2 
El Mensaje de 
Juan 3:3–14 
La identidad de 
Juan 3:15–17 
Encarcelamiento 
 3:18–20 
El Hijo del 
Hombre 
Bautismo 3:21–
22 
Genealogía 3:23
–38 
Tentación 4:1–
13 
Las piedras en 
pan 4:1–4 
Los reinos de la 
tierra 4:5–8 
Sobre el pináculo 
del templo 4:9–
13 
EN 
GALILEA 4:1
4–9:50 
Rechazo en 
Nazaret 4:14–
30 
Autenticación de 
su 
ministerio 4:3
1–6:11 
Selección de los 
apóstoles 6:12
–49 
Actividades y 
asociados 7:1–
9:50 
EN 
JUDEA 9:51–
19:27 
Rechazado 9:
51–11:54 
Instrucciones en 
el viaje a 
Jerusalén 12:1
–19:27 
Advertencias 1
2:1–12 
Instrucciones 1
2:13–13:35 
Ilustraciones 1
4:1–15:32 
Entrada en 
Jerusalén 19
:28–44 
Purificación del 
templo 19:45
–48 
Su 
autoridad 20:
1–21:4 
Profecías 21:
5–38 
Preludio a su 
muerte 22:1
–23:25 
Preparativos 
22:1–6 
El aposento 
alto 22:7–38 
En el Monte de 
los 
Olivos 22:39
–53 
Con el sumo 
sacerdote 22:
54–71 
Con 
Pilato 23:1–5 
Con 
Herodes 23:6
–12 
Resurrección 
24:1–12 
Ministerio del 
Cristo 
resucitado 24:
13–49 
Con los viajeros a 
Emaús 24:13–
35 
Con los 
discípulos en 
Jeerusalén 24:
36–49 
Ascensión del 
Hijo del 
Hombre 24:49
–53 
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Ana2:21–38 
Niñez 2:39–
52 
Mayordomía 1
6:1–31 
Sus últimos 
pasos 17:1–
19:27 
Con 
Pilato 23:13–
25 
Crucifixión y 
sepultura 23
:26–56 
1 
El viaje a Jerusalén 
Lucas 12:1–34 
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén” (Lucas 13:22) 
Como asentamos en el tomo primero, Lucas tenía el deseo de confirmar en la nueva fe 
cristiana a su amigo Teófilo, oficial griego creyente. Este deseo dio origen al tercer 
evangelio de nuestro Señor Jesucristo así como al libro de los Hechos de los Apóstoles. 
La intención del autor era presentar a Jesucristo como el Hijo del Hombre. Esta frase 
aparece más de veinte veces en el libro, indicando el énfasis del autor en la humanidad 
perfecta de la segunda persona de la Trinidad. En contraste, la frase “Hijo de Dios” enfatiza 
su deidad. 
Como dijimos, Mateo presenta a Cristo como el prometido “Rey de Israel”, Marcos 
como el gran “Siervo de Jehová”, Juan, como el “Hijo de Dios”, mientras que Lucas lo 
considera “Hijo del Hombre”. Este último quiere presentarnos al Hombre perfecto, el único 
que puede rescatar a los hombres imperfectos (19:10). 
JESUCRISTO: 
VERDADERO HOMBRE, 
VERDADERO DIOS. 
A fin de no olvidar la secuencia que sigue el autor humano de este evangelio, conviene 
repasar lo que ya hemos visto. 
BOSQUEJO DEL EVANGELIO DE LUCAS 
 Prefacio 1:1–4 
A. Advenimiento del Hijo del Hombre 1:5–2:5 
B. Preparación del Hijo del Hombre 3:1–4:13 
C. Ministerio del Hijo del Hombre 4:14–19:27 
1. En Galilea 4:14–9:50 
2. En Judea 9:51–19:27 
D. Sufrimiento y muerte del Hijo del Hombre 19:28–23:56 
E. Resurrección y ascensión del Hijo del Hombre 24:1–53 
REPASO DEL TOMO I 
En el primer tomo, la narración de Lucas, el médico amado, nos llevó por el anuncio, 
advenimiento, niñez, preparación, bautismo, genealogía, tentación y ministerio de 
Jesucristo en Galilea y Judea. Estudiamos las señales y enseñanzas que caracterizaron su 
bendito ministerio, las cuales fueron dadas para autenticar que verdaderamente es el Hijo de 
Dios. 
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Observamos el amor y compasión de Cristo por quienes padecían diversas 
enfermedades y dolencias; su poder sobre Satanás y los demonios así como sobre las 
fuerzas de la naturaleza. Conocimos a las personas, hombres y mujeres, que de alguna 
manera estuvieron asociados con el Señor durante su ministerio terrenal y nos conmovimos 
por sus reacciones humanas y asombro al estar en presencia misma de Dios hecho carne. 
Nuestro presente estudio abarcará parte del viaje final de Jesús: “Cuando se cumplió el 
tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lucas 
9:51). Estudiaremos a fondo sus sermones y enseñanzas, lo seguiremos en el último 
recorrido que inició en Galilea, pasando por Judea, hasta terminar en Jerusalén durante la 
fiesta de pascua que coincidió con su crucifixión y muerte. 
Descubriremos las advertencias, instrucciones e ilustraciones del Señor que incluye 
Lucas, todas ellas repletas de aplicaciones para nuestra vida diaria. Asimismo, 
exploraremos los detalles preparatorios a la muerte, crucifixión, sepultura, resurrección y 
ascensión del Hijo del Hombre. 
El brillo de las bellísimas enseñanzas de Cristo no había mermado. La maravilla de sus 
milagros estaba indeleblemente impresa en el corazón de muchísimos. Nadie podía negar el 
impacto que tuvo la vida y ministerio público de Jesucristo. Pero, paradójicamente, crecía 
el rechazo. ¿Cómo era posible? 
Esto se explica porque las profecías lo habían predicho así. Para cumplirlas, el Señor 
hizo maravillas y señales, enseñó que debemos creer en su poder para salvar, así como estar 
conscientes de nuestras responsabilidades espirituales. 
Su predicación demandaba un gran cambio por parte de sus oyentes, porque creyendo 
en él, entrarían al reino de los cielos. A la gente le gustaba lo milagroso, pero rechazaba el 
mensaje. Por su parte, los líderes estaban en su contra, y en su mayoría, la gente lo seguía 
por los milagros que hacía. 
Por supuesto que Dios sabía todo esto desde la eternidad. Su plan siempre había sido 
llevar a su Hijo amado a la cruz del Calvario para beneficiar a los hombres de todas las 
edades. Inexorablemente, Cristo marchabahacia el Gólgota,y Dios utilizó la dureza de los 
judíos para lograr su propósito. Repetimos lo que dijimos anteriormente: el instrumento de 
su muerte fue la incredulidad de los judíos, pero la verdadera razón fue el pecado mío y 
tuyo. 
Con la sombra de la cruz a la vista, y durante el camino a Jerusalén, Cristo siguió su 
ministerio de confrontación y enseñanza. 
EL HIJO DEL HOMBRE INSTRUYE Y AMONESTA 
Otra advertencia contra la hipocresía 12:1–3 
El capítulo 12 prosigue la narración en el mismo ambiente de rechazo. El Señor 
acababa de confrontar a los fariseos y escribas con palabras fuertes. Ellos, por su parte, 
estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por deshacerse de él. Sin duda que una gran 
mayoría de los “millares” (12:1) que lo seguían, iban movidos por la hostilidad de sus 
líderes. 
En presencia de todos, Cristo se dirige primero a sus discípulos con la amonestación: 
“Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (12:1). Los fariseos vivían 
con una máscara puesta, fingiendo una espiritualidad que estaban muy lejos de tener. Lo 
que cubría su disfraz estaba oculto a todos. 
Es cierto que en esta vida difícilmente se logra ver lo que hay detrás de la hipocresía. 
Sin embargo, lo dicho en secreto será revelado: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, 
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hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará 
las intenciones de los corazones” (1 Corintios 4:5). Algún día, los pecados ocultos serán 
proclamados “en las azoteas” (12:3). 
¡PENSEMOS! 
¡Cuidado con fingir el papel de creyente! Los religiosos 
no son los únicos culpables de hipocresía. El mundo está 
lleno de personas que pretenden ser lo que no son. Sin 
embargo, ¡qué triste cuando nos topamos con alguno que se 
dice creyente, pero cuyo cristianismo es de labios para 
afuera! La palabra “hipocresía” viene de dos vocablos que 
dan el significado “detrás de una máscara”. Después de casi 
dos mil años, el fariseísmo sigue vigente. 
Advertencia contra el temer al hombre 12:4–5 
El versículo 4 empieza con una frase maravillosa: “Mas os digo, amigos míos”. 
Precisamente entre los fariseos, que eran sus enemigos, y los “millares”, cuya mayoría 
participaba de la misma oposición, Jesús tenía un grupo de hombres a quienes consideraba 
sus amigos. Usó este término porque para él tenían mucho valor. 
¡QUÉ POSICIÓN MÁS PRIVILEGIADA, 
SER AMIGO DE CRISTO! 
Ahora bien, con un amigo como él, sería ridículo tener miedo de algún hombre. 
También sería incongruente rebajarse a ser hipócrita y tener miedo a ser descubierto. 
Por otro lado, utilizando la misma palabra original (traducida en nuestras versiones de 
las dos maneras, “miedo” y “temor”), Cristo afirma que sí hay alguien de quien debemos 
tener miedo: de ¡Dios! (12:5). A lo mejor suena extraño al lector que aquí se use el término 
“miedo”, porque estamos acostumbrados a oir que debemos “reverenciar” (respetar, 
venerar) al Altísimo basados en 1 Juan 4:18: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto 
amor echa fuera el temor”. Es cierto que por ser hijo de Dios, el creyente tiene una relación 
muy especial con él. Nos ama y le amamos, y por su gracia, no pasaremos por el juicio que 
condenará al incrédulo. 
No obstante, debemos tener cuidado de no diluir la fuerza de esta palabra. Recordemos 
que al fin y al cabo, se refiere nada menos que a Dios. A la par del amor que le tenemos, y 
sabiendo que somos sus hijos, debemos reconocer su majestad. 
La Biblia contiene todo lo que debemos saber de Dios y en especial, lo que no debemos 
olvidar. En el sentido correcto, no debemos descuidar que es “temible”, específicamente en 
lo que se refiere a su justicia. 
Alguien ha dicho que nos encanta “la luz” de Dios, pero olvidamos “sus rayos”. Temo 
que hayamos convertido a Dios en compañero, camarada o colega, y lo hayamos despojado 
de su trono majestuoso. 
¡SI TEMO A DIOS, 
NO DEBO TEMER AL HOMBRE! 
La providencia de Dios 12:6–7 
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El cuidado divino se advierte en la atención que da aun a la más pequeña de sus 
criaturas; no olvida ni a un pajarillo (12:6). Es tan sabio, que hasta conoce el número de 
cabellos que hay en nuestra cabeza. Así es nuestro Dios, y para él no existen hechos 
accidentales ni suerte: todo nos ayuda a bien (Romanos 8:28). 
Lejos de tener miedo de la gente o las circunstancias, el creyente cobra ánimo al saber 
que el Señor controla todo. Así como provee para sus criaturas pequeñas (los pajarillos), y 
con la misma atención que presta a los detalles más minuciosos (enumeración de los 
cabellos), el Padre celestial ofrece cuidar a sus siervos todos los días. 
¡PENSEMOS! 
Deténgase por un momento para adorar a Dios por sus 
beneficios (Salmos 103). Agradézcale la vida, la salud, el 
alimento, el techo y el vestido. No debemos pasar por alto la 
práctica de vivir agradecidos. 
Advertencia contra negar a Cristo 12:8–9 
El deber del hijo de Dios es confesar abiertamente su fe en Cristo. En Lucas 12, sus 
seguidores tuvieron que identificarse con el Hijo del Hombre y hacer frente a los iracundos 
líderes religiosos, a las autoridades civiles paganas y aun a la muchedumbre voluble. No era 
exactamente un ambiente propicio. 
Lo bello es que los fieles de cualquier época, los siervos valientes que lo confiesan sin 
temor, algún día oirán su nombre pronunciado por la voz de Cristo delante de los ángeles. 
Podríamos decir que esta primera parte del pasaje es una promesa. Sin embargo, el otro 
lado de la moneda es que Cristo va a negar a quienes lo hayan negado. En especial, viene a 
la memoria Judas, quien teniendo tantos privilegios, estando expuesto a las mismas 
enseñanzas que los demás apóstoles, y que era igual de responsable que ellos de su 
condición espiritual, ¡lo traicionara! 
Lo mismo se podría decir de otros individuos. El que no acepta lo que Cristo ofrece, en 
realidad niega al Hijo de Dios y tendrá que sufrir las consecuencias de las palabras 
escalofriantes: “será negado delante de los ángeles de Dios” (12:9). 
¡ENTRE MAS PRIVILEGIOS, 
MAYOR RESPONSABILIDAD! 
Advertencia de no blasfemar contra el Espíritu Santo 12:10 
Esta no es la única referencia que se hace a este pecado. El texto de Mateo 12:31, junto 
con el trasfondo del presente capítulo, nos ayudan a entender mejor este pasaje, donde dice 
que entre sus oyentes había quienes atribuían los milagros de Cristo al poder del maligno 
(11:15). 
Tal era la oposición contra el Señor, que consideraban que las obras que beneficiaban al 
pueblo no eran de origen divino, sino de Satanás. Tergiversar lo que es la obra manifiesta 
del Espíritu Santo diciendo que es de Satanás, es blasfemia. Asimismo, es un pecado 
imperdonable contradecir o resistir abierta y deliberadamente la obra del único que nos 
puede llevar a la salvación. Puesto que el Espíritu de Dios es quien efectúa la salvación en 
el hombre, contradecirlo, resistir su influencia o negar su mensaje, constituye una forma de 
blasfemia. 
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Específicamente, el pecado de algunos de los líderes de aquel entonces era atribuir las 
obras de Dios a Satanás. Hoy en día el único pecado imperdonable es rechazar la invitación 
del Espíritu Santo a participar del perdón que Cristo ofrece porque se cierra la puerta a la 
posibilidad de ser salvo. 
¡PENSEMOS! 
La blasfemia contra el Espiritu Santo es cosa seria. En 
esta época en que el satanismo ha alcanzado proporciones 
muy serias, deberíamos dedicarnos a proclamar la verdad de 
Cristo con mayor denuedo, sabiendo que el demonismo esta 
ganando más adeptos cada día. 
La ayuda del Espíritu Santo prometida 12:11–12 
El Señor dice en esta narrativa, que el ministerio del Espíritu Santo es ayudarnos en las 
ocasionés difíciles en que no sabemosqué decir. Para eliminar el miedo que pudieran sentir 
sus discípulos al presentarse en las sinagogas de aquel entonces, Jesús les dijo que siempre 
contarían con su oportuna intervención. 
¡Qué alivio! Y esta promesa no era sólo para ellos. A través de las edades, desde Pedro 
en Pentecostés, pasando por los reformadores y llegando hasta el día de hoy, en los 
tribunales, las calles, el hogar, etc., el creyente puede contar con el auxilio de esa divina 
persona. Convendría que tomáramos nota de esta promesa, grabándola en nuestro corazón, 
y confiando en la obra de Dios en tiempo de necesidad. No debemos tener miedo de 
testificar. 
Ahora bien, ¡su promesa no invalida la necesidad de leer, estudiar y memorizar la 
Palabra de Dios! 
DIOS QUIERE QUE DEPENDAMOS 
DE ÉL EN TODO. 
LA AVARICIA Y LA ANSIEDAD 12:13–34 
La parábola del rico insensato 12:13–21 
Hubo una interrupción en la enseñanza del Señor cuando un hombre vino con una 
pregunta. Por lo regular, una duda válida, relacionada con el tema, es bien recibida por 
cualquier profesor, pero la que hizo en esta ocasión no tenía nada que ver con lo que Cristo 
estaba enseñando. Más bien, refleja la mentalidad, y en gran parte, el estado espiritual de un 
hombre centrado en su propio ego. 
Debido a su avaricia, el hombre en cuestión presentó una queja contra su hermano (que 
probablemente era igual de codicioso). Su petición era que Jesús resolviera el problema. 
Los grandes maestros y rabíes de aquel tiempo acostumbraban intervenir en casos así, 
tratando de dar solución a problemas civiles. Pero el Señor, conociendo la condición 
espiritual del hombre y su avaricia, además de decirle que no tenía la intención de 
convertirse en juez de tales casos, le dio un ejemplo que ilustra lo que espera a los avaros al 
final de su vida. 
Debemos notar que ni siquiera la predicación de Cristo mismo logró capturar la 
atención de todos sus oyentes para ser transformados. Este hombre vino con un problema y 
nada de lo que dijo Cristo hizo que cambiara su forma de vida. 
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De los cuatro evangelistas, sólo Lucas cuenta esta parábola, que ha llegado a ser una de 
las más conocidas. El rico de la historia estaba seguro de que encontraría la felicidad 
adquiriendo más posesiones y riquezas. 
Su filosofía se expresa en la frase: “repósate, come, bebe, regocíjate” (12:19). Su 
egoísmo y ceguera para reconocer de dónde vienen los bienes, se ve en los versículos 18 y 
19: “mis” graneros, “mis” frutos, “mis” bienes, “mi” alma. Apenas acababa de decir esto, 
cuando murió. De nada le sirvieron sus riquezas, porque su tesoro estaba fincado en lo 
terrenal y no lo había destinado a la honra de Dios. 
Queriendo reforzar la enseñanza al hombre que hizo la pregunta, el Señor dijo: “Así es 
el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios” (12:21). La parábola no condena la 
posesión de las cosas materiales, sino la avaricia y la actitud de poner la confianza en ellas 
en vez de en Dios. “Rico para con Dios” quiere decir rico en la fe, que confía en lo que 
Dios dice, que sabe aprovechar la gracia que él ofrece, dándole gracias por todo. 
¡PENSEMOS! 
La avaricia es casi universalmente considerada como 
negativa. ¡Y con qué razón! Analice y escriba en sus propias 
palabras las dos exhortaciones y el testimonio de los 
siguientes versículos: 
 1. Hebreos 13:5 _________________________________ 
 2. 1 Timoteo 6:6 _________________________________ 
 3. Filipenses 4:11________________________________ 
Los quehaceres de la vida 12:22–34 
Lo que el Señor había enseñado en el pasaje anterior no iba dirigido directamente a los 
discípulos, pero no cabe duda que les fue muy útil. A continuación, les da instrucciones 
especialmente a ellos. 
Principia recordándoles que la felicidad del hombre no depende de las posesiones, así 
que no debían afanarse por ellas. Además, les dio tres ilustraciones sencillas pero 
profundas. 
Primero cita a los cuervos, diciendo que “Dios los alimenta” (12:24). Por lo tanto, 
también provee para su pueblo. Asimismo menciona a los lirios. Al igual que las aves, no 
trabajan, pero todos los años, Dios permite que desplieguen hojas nuevas y flores 
abundantes. El creyente no debe dudar de su Dios, de su poder, ni de su deseo de proveer 
para las necesidades de sus hijos. 
Finalmente, dice que afanarse por las cosas materiales es una característica de los 
gentiles e impíos. ¡Qué vergüenza sería que sabiendo todo esto, un creyente viviera como 
pagano! 
“MI DIOS, PUES, SUPLIRÁ TODO LO QUE OS 
FALTA…” 
(FILIPENSES 4:19). 
El hijo de Dios tiene un sistema de valores más alto y noble que el mundo y que guía su 
estilo de vida. “Buscad el reino de Dios” (12:31) significa amar al Señor, confiar en él, 
obedecerlo, acceder gozosamente a su control. Estos ingredientes forman la vida del 
creyente porque desea depositar en el banco de los cielos los valores que perduran, 
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centrándose en lo que tiene mérito eterno (12:33). El resultado de aplicar estos principios, 
es que Dios suple todas las necesidades (12:31). Esta es su garantía. 
Ahora bien, no se debe confundir lo que dice Lucas y Mateo 6:33 con lo que algunos 
predican hoy en día respecto a la prosperidad, tal y como el mundo la entiende, o sea, 
poseer abundancia de bienes. Cuando establecemos prioridades bíblicas y vivimos de 
acuerdo a ellas, tenemos asegurada la provisión de Dios. 
¡PENSEMOS! 
¡Cuidado con los que enseñan que tenemos derecho a 
poseer grandes cantidades de dinero, a gozar de salud total, 
a no padecer enfermedades y a tener una vida sin 
problemas! ¡No es bíblico y, por ende, no es cierto! 
2 
Instrucciones diversas del Hijo del 
Hombre 
Lucas 12:35–14:6 
“Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando…” 
(Lucas 12:37) 
¡FIDELIDAD! 12:35–48 
En los discípulos de Cristo debe haber tal lealtad a su Maestro, que pueden acomodar 
sus prioridades sin problema. Lo que el Señor dice, automáticamente se convierte en la 
pasión de ellos. También es muy importante permanecer fieles, esperando su regreso. 
El pasaje de Lucas 12, tiene que ver con la venida del Rey para establecer el reino en 
forma literal, mismo que se denomina el milenio y se relaciona con el famoso tema 
antiguotestamentario del día del Señor. Según lo que Dios dijo a través de los profetas, ese 
“día”, inesperado para la mayoría incrédula, traerá primeramente el juicio. 
Es evidente que esta ilustración del ladrón (12:39, comp. con 1 Tesalonicenses 5:2) que 
da el Señor, no se refiere al “arrebatamiento”, evento en el que Jesús vendrá en las nubes 
para recibir a su novia, la iglesia, la comunidad de creyentes, suceso que esperamos con 
gran gozo y esperanza. La enseñanza del arrebatamiento o rapto de la iglesia se desarrolla 
con amplitud más adelante en el Nuevo Testamento. 
Habiendo hecho esta aclaración doctrinal en cuanto al futuro, tenemos que reconocer 
que la presente porción enseña acerca de la fidelidad, una cualidad que por cierto, Dios 
exige de su pueblo de cualquier tiempo. 
“SED SEMEJANTES A HOMBRES QUE AGUAR 
DAN A QUE SU SEÑOR REGRESE” 
(Lucas 12:36). 
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De los versículos 42 al 48, el Señor responde a la pregunta de Pedro, aclarando la 
parábola anterior. El versículo 43 introduce un elemento muy importante. “Bienaventurado 
aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”. 
La fidelidad no es una teoría, es una convicción que produce obediencia a la voluntad 
de Dios. Por decirlo así, la fidelidad es la voluntad revelada de Dios convertida en acción 
de corazón, manos, pies, y labios. No es sólo la afirmación de los principios personales 
inventados por el ser humano, sino el producto de interpretar correctamentela Biblia bajo 
la dirección del Espíritu Santo, y que se manifiesta de forma evidente en el creyente. 
INSTRUCCIONES ACERCA DE LAS DIVISIONES Y 
MALOS ENTENDIDOS 12:49–59 
La verdad es que Cristo, por su mensaje de justicia, santidad y por su muerte, dividió a 
la humanidad. El bautismo que menciona en el versículo 50, es una referencia a su muerte. 
La cruz de Cristo traza la línea divisoria de la historia de la humanidad. 
Identificarse con el odiado madero no es atractivo al hombre. No lo fue en tiempos de 
Jesús y no lo es hoy. “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se 
salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). 
No ha de extrañarnos el hecho de que no sea popular entre los inconversos. Cristo 
divide, y así debe ser. ¡Ay del creyente que no se distingue del mundo que lo rodea! 
El capítulo 12 termina con una llamada de atención en cuanto a la capacidad de 
entender las señales. Fácil les era entender las indicaciones en cuanto al ambiente, el clima 
(12:56), etc., pero ignoraban o, peor aún, negaban, las evidencias de la persona de Jesús. 
Las consecuencias de semejante incredulidad son fatales. Lo mismo sucede hoy. Es 
indispensable que el hombre acepte el mensaje de Dios a través de Cristo, recibiéndolo 
como su Salvador mientras su gracia está todavía al alcance. 
¡PENSEMOS! 
¿Qué actitud debe distinguir al creyente que espera el 
retorno de Jesucristo en las nubes? ¿Apatía? 
¿Desesperación? ¿Indiferencia? No. Los creyentes deben 
velar y “estad preparados, porque a la hora que no penséis 
el Hijo del Hombre vendrá” (12:40). 
INSTRUCCIONES ACERCA DEL ARREPENTIMIENTO Y 
SUS FRUTOS 13:1–9 
Jerusalén era una ciudad que significaba mucho para los judíos porque David la había 
convertido en capital del reino, y fue donde Salomón construyó su magnífico templo. Pero 
lo que contaron los mensajeros en Lucas 13 no tenía nada que ver con la gloria de esa 
histórica ciudad. 
En ese entonces, Jerusalén estaba dirigida por los odiados romanos, tanto en lo militar 
como en lo administrativo. Por esos días, gobernaba Poncio Pilato, el cruel perpetrador de 
un sin fin de arbitrariedades que cometió durante sus diez años de gobierno. 
En esta ocasión en especial, algunos vinieron a reportar otra más de sus atrocidades: la 
matanza de los galileos. El antecedente es que ciertos sacrificios que se hacían en el templo, 
requerían que los judíos laicos que traían a los animales, entraran donde se hacía el 
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sacrificio para poner su mano sobre ellos en señal de identificación con la ofrenda 
sacrificada. 
Tal parece que Pilato entró en el templo, y llegando hasta la corte de los sacerdotes con 
un grupo de soldados, mató a un grupo de fieles precisamente en el momento en que ponían 
las manos sobre los animales. La razón no se sabe. Solamente Lucas cuenta el incidente, y 
no da más detalles que los que aparecen en los versículos 1–5. 
De acuerdo a la idea popular existente, cuando sucedían semejantes calamidades, la 
gente las consideraba como prueba de un pecado excepcional que merecía el castigo de 
Dios. Sin embargo, rechazando el concepto popular, Jesús enseñó que la muerte puede 
sobrevenir a cualquier persona y en cualquier hora. No se debía a que los galileos fueran 
más pecaminosos que otros. Además, la gracia de Dios sostiene la vida bajo cualquier 
circunstancia. Lo que conviene es arrepentirse mientras todavía hay oportunidad. De otra 
manera, nos espera un futuro desastroso. 
Cristo siempre buscaba evidencias de arrepentimiento en el pueblo (13:6–9). Aquí se 
refiere a él por medio de la parábola de la higuera. En las Escrituras, ese árbol simboliza a 
la nación de Israel y sin duda, el Señor lo usa así, porque era de esperarse que hubiera 
frutos de arrepentimiento en un pueblo que había estado expuesto a tanta luz. Sin embargo, 
no fue así. 
Ahora bien, algunas de las maravillosas características de nuestro Dios son su gran 
misericordia y paciencia, cualidades que se demuestran en abundancia hacia el pecador. En 
la parábola, se ofrece a la higuera otra oportunidad de producir higos. Sin embargo, llega el 
día en que la paciencia termina. Si no da fruto a pesar de los cuidados especiales del 
viñador, será cortada (13:8–9). 
¡PENSEMOS! 
¡La nación era culpable! Se le había dado bastante luz y 
tiempo para apreciarla, no se había arrepentido, y el tiempo 
se acababa. El principio que contiene la parábola tiene 
aplicación para el día de hoy. Es urgente responder 
positivamente al mensaje de Dios mientras hay oportunidad. 
Nos hace pensar en las palabras de Pablo a los corintios: “He 
aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de 
salvación” (2 Corintios 6:2). 
LUZ + OBEDIENCIA = FRUTO 
EL HIJO DEL HOMBRE INSTRUYE ACERCA DE LA 
HIPOCRESÍA 13:10–17 
Por la frecuencia con que se trata el tema, entendemos que este problema era muy 
común. Nuevamente el Hijo del Hombre se refiere a él un sábado en la sinagoga. A 
propósito, Lucas no vuelve a mencionar la asistencia de Jesús a las sinagogas. Esta es la 
última ocasión que lo hace. 
Aquel día estaba presente una mujer que “andaba encorvada, y en ninguna manera se 
podía enderezar” (13:11). Otra vez es evidente que es la pluma de un médico la que escribe. 
Lo interesante es que atribuye el padecimiento a “un espíritu de enfermedad”, utilizando el 
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mismo término que se aplicaba a las aflicciones causadas por demonios, aunque el médico 
amado sabía que no todas las dolencias eran causadas por ellos. 
Sin embargo, el presente caso sí lo era. Al verla, Jesús de inmediato reconoció la causa 
de su mal, interrumpió su discurso, la llamó y allí mismo la sanó. Sin ningún preámbulo, 
sin pedir ni siquiera una demostración de su fe, ¡la sanó! Como en el caso de los demás, la 
enferma quedó completamente bien. Lucas no menciona la fe de la mujer, lo cual 
demuestra que los milagros que hizo el Señor dependían únicamente de su voluntad, y no 
de la cantidad o calidad de la fe del enfermo. Eso no quiere decir que los individuos no 
tenían fe, sino que todo dependía de Dios, porque él es el origen del milagro. Así lo 
reconoció la mujer y “glorificaba a Dios” (13:13). 
Pero el principal de la sinagoga se enojó. Lo interesante es que con una “indirecta” se 
dirigió al pueblo y no a Jesús, aunque ciertamente su queja era contra él. El Señor sabía 
perfectamente lo que pasaba en su corazón y lo que pensaban los demás. Les señaló su 
hipocresía, notando que se preocupaban de sus animales en sábado, pero no de una mujer 
que también era hija de Abraham, respetable, y muy necesitada. 
Como explicamos, la hipocresía literalmente es “vivir detrás de una máscara”. Equivale 
a practicar las minucias de una religión descuidando su propósito, espíritu, y en especial, lo 
que Dios ha revelado. ¡Esto es pecado! 
INSTRUCCIONES ACERCA DEL REINO 13:18–35 
Ciertas características del reino 13:18–21 
“¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo campararé?” El Señor hace dos 
contrastes. En primer lugar, cita la semilla y el árbol de mostaza, cuyo tamaño había dado 
origen a un proverbio: “tan pequeña como semilla de mostaza”. 
Sin embargo, de algo tan insignificante crece un verdadero árbol, a veces de hasta 10 
metros de altura. El propósito de la ilustración es enfocar el crecimiento y a la vez, las 
condiciones que se dan en el reino. Hay que recordar dos cosas básicas: 
1. La obra es de Dios y, por lo tanto, no puede haber un reino mesiánico a menos que 
primero regrese su Rey. 
2. No hay que forzar esta comparación haciendo que comunique lo que no era intención 
de su autor. 
Aquí Jesús demuestra que, a pesar de gente como el principal de la sinagoga, y otros 
que rechazaban su mensaje, algunos lo aceptaban. El número es reducido y “pequeño”. 
Además, el reinoha atraído a elementos desagradables, los no creyentes representados 
por las aves en la ilustración. En el judaísmo de aquel tiempo, había quienes seguían la 
forma de su religión sin ser creyentes verdaderos. Casi lo mismo se ve en la ilustración de 
la levadura. Por lo regular, en las Escrituras esa sustancia simboliza la maldad. 
Es interesante observar que a través de todas las edades ha habido un desarrollo del mal 
dentro del grupo de personas que acepta la voluntad y control de Dios. Se puede ver ese 
fenómeno en toda la historia de Israel. 
Este comportamiento también es muy evidente en esta época “de la gracia” o “de la 
iglesia”: lo mismo hay creyentes que incrédulos asociados con la iglesia visible. Cuando 
regrese el Rey y establezca su reino mesiánico, el llamado milenio, habrá la misma mezcla. 
Claro que para entrar al reino, todos tendrán que ser creyentes, aunque también ellos 
mismos tendrán hijos incrédulos. Algunos rechazarán el mensaje de Dios, condición que 
conducirá al juicio final de Apocalipsis 20:7–15. 
EL SEÑOR VIENE. 
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URGE PREDICAR EL EVANGELIO. 
Participantes del reino 13:22–35 
Por lo general, los oyentes del Hijo del Hombre pensaban que por ser hijos de Abraham 
tenían garantizado el acceso al reino. El Señor, con su mirada puesta en Jerusalén, donde 
sería llevado a la cruz, y finalmente a la victoriosa tumba vacía, instruye a sus discípulos 
acerca de quiénes entrarán en el reino. 
¿QUIÉNES ENTRARAN EN EL REINO DE DIOS? 
“¿Son pocos los que se salvan?” (13:23) No se sabe quién hizo la pregunta, pero Jesús 
contestó como de costumbre, poniendo énfasis en lo práctico y no en lo teórico. La idea era 
que no debían perder su tiempo discutiendo esto. Más bien, debían asegurarse de su propia 
salvación. El Señor agregó que la puerta no siempre permanecería abierta. 
Los que no la aprovecharan y quedaran fuera, presentarían toda clase de excusas (vea la 
ilustración del padre, v. 25). Pero el haber oído no es suficiente, como tampoco lo es haber 
nacido de Abraham. Por fuerza, uno tiene que creer. Como ya observamos, esta fue una 
sorpresa desagradable para gran número de sus oyentes. 
Pero todavía recibieron un golpe más. ¡Algunos judíos serían excluidos y los gentiles, 
aceptados! Esto no debería sorprenderles, puesto que los profetas antiguos habían dicho lo 
mismo. Cristo enseñó que los únicos participantes del reino venidero, sin importar su 
origen, tendrían que ser creyentes. 
El capítulo termina con una advertencia hecha por los fariseos (13:31). Se entiende que 
tanto ellos como Herodes estaban en contra de Cristo, y todo lo que hacían era para 
oponerse a él. Por su lado, el Señor les responde que no interrumpiría su marcha hacia 
Jerusalén, donde sería muerto (13:33). 
Satanás estaba detrás de las personas o movimientos que procuraban impedir su viaje. 
Fue entonces que el Hijo del Hombre lamentó abiertamente la condición espiritual de 
Jerusalén. 
“¡JERUSALÉN, JERUSALÉN, 
QUE MATAS A LOS PROFETAS…!” 
Esa histórica ciudad tenía fama de haber matado a los mensajeros de Dios, y ahora 
estaba por repetir su audacia, asesinando al hombre que había sido anunciado como el 
Mesías. “He aquí, vuestra casa os es dejada desierta” (13:35). ¡Qué palabras tan tristes! 
INSTRUCCIONES EN CASA DE UN FARISEO 14:1–6 
Se cree que durante los días de la semana, los judíos acostumbraban comer solamente 
dos veces al día. Pero el sábado comían tres veces. La comida principal era inmediatamente 
después del servicio de la mañana, más o menos al mediodía. Era costumbre que los líderes 
de la sinagoga se turnaran para invitar a sus colegas cada semana. En el relato de Lucas 14, 
muchos fariseos, rabíes, etc, se habían reunido para comer en la casa de uno de ellos. 
No se sabe por qué fue invitado Cristo. Es posible que la cultura dictara que el 
gobernante de una comunidad (14:1) tuviera que convidar al religioso visitante. 
Conociendo el parecer de los fariseos, no descartamos la posibilidad de que la invitación 
fuera hecha con mala intención. Algo de eso se nota en la frase “éstos le acechaban” (14:1). 
Otra observación respecto a la cultura judía de aquel primer siglo es que se permitía a la 
gente, aunque no hubieran sido invitados, que se acercara a las fiestas o comidas para 
observar. Debido a ello, no es extraño que un enfermo se encontrara entre los curiosos. 
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¿Sería posible que hubiera ido por iniciativa propia al oir que Jesús estaba presente? Tal 
vez, pero es más probable que los fariseos lo llevaran para poner a prueba a Cristo. 
Este, sabiendo la intención de ellos, inició la conversación en el versículo 3; “¿Es lícito 
sanar en el día de reposo?” A lo mejor ellos no esperaban que la confrontación empezara 
así, sino que desearan atacarlo después. Así que la pregunta de Cristo los desarmó. Si 
hubieran contestado que sí, entonces hubieran aprobado a Cristo. Por otro lado, ¿cómo 
podían contestar que no, en presencia de alguien tan enfermo de hidropesía? Cristo sanó al 
doliente y de nuevo acusó a los fariseos y demás líderes religiosos por su hipocresía. Les 
recordó que aun en sábado, ellos cuidaban muy bien de lo suyo, su familia y animales, pero 
utilizaban el día de reposo como excusa para criticar al Hijo del Hombre por sanar al 
enfermo. El fariseo y sus invitados guardaron silencio. 
Cuando Cristo vio que los presentes estaban atentos, aprovechó el momento para 
enseñar acerca de la humildad, benevolencia e indiferencia. ¡Imagínese! El Señor 
instruyendo a quienes pretendían ser expertos en la ley de Moisés, a los líderes religiosos 
del pueblo, que no obstante, carecían de las cualidades aludidas. 
¡PENSEMOS! 
El viaje de Jesucristo estuvo sembrado de oposición, 
incredulidad e hipocresía. El Señor tuvo que luchar 
constantemente contra sus opositores. Pero en medio de todo 
ello, siempre enseñaba cosas maravillosas. A veces, descorría 
el velo de la eternidad, en otras, escudriñaba hasta el fondo 
las intenciones del corazón de sus interlocutores. Pero en 
todo tiempo, siempre se mantuvo haciendo el bien, sin 
importar cuán dificil fuera la situación. Cristo es nuestro 
ejemplo, sigamos sus pasos. 
3 
Once parábolas 
Lucas 14:7–15:32 
“El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:35) 
El Señor siguió viajando rumbo a la ciudad capital del judaísmo y en el camino, como 
de costumbre, iba enseñando. Cristo fue un maestro que aprovechaba todas las 
oportunidades para instruir a sus seguidores. Tenía un mensaje importantísimo que anunciar 
y el tiempo de que disponía, muy limitado. ¡El Señor quería aprovechar cada minuto! Este 
ejemplo no debe pasar desapercibido al creyente del siglo veinte, porque siguen rigiendo las 
mismas condiciones. 
Estos capítulos incluyen algunos de los personajes que se mencionan en capítulos 
anteriores. Vemos que los fariseos y expertos en la ley judaica seguían hostilizando el 
mensaje de Cristo igual que antes. Asimismo, la muchedumbre ubicua, sedienta y 
hambrienta, deseaba ver más milagros, pero no por ello estaba más dispuesta a creer en su 
Mesías. Naturalmente se encuentran los discípulos, esos creyentes cada vez más instruidos, 
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y por lo tanto, más responsables. El Hijo de Dios tenía algo para cada oyente. Las 
enseñanzas de estos capítulos se centran en el uso de las parábolas. 
PARABOLA DE LOS CONVIDADOS A LAS BODAS 14:7–14 
La humildad 14:7–11 
La costumbre de aquella época era que los invitados a una comida buscaran los puestos 
más honorables. En cambio, Cristo enseña que lo que vale ante Dios es la humildad 
genuina, como Pablo dice en Romanos 12:10: “prefiriéndoos los unos a los otros”. Cuando 
se da la preferencia a uno mismo, las cosas andan mal. El orgullo y superioridad que 
sentían los fariseos,hacía que odiaran al auténticamente humilde Hijo del Hombre. 
“PORQUE CUALQUIERA QUE SE ENALTECE, 
SERÁ HUMILLADO; Y EL QUE SE HUMILLA, 
SERÁ ENALTECIDO” (14:11). 
La benevolencia 14:12–14 
Invitar solamente a los amigos, a los ricos, o a los de alcurnia, niega el auténtico 
espíritu de benevolencia. No obstante, la recompensa de semejante actuación negativa 
viene en esta vida, cuando somos los invitados. Pero si queremos un premio más duradero, 
invitemos a quienes no nos pueden corresponder. 
Ahora bien, la lección de este pasaje es la generosidad hacia los que por sus 
limitaciones no puedan correspondernos. Sin embargo, no enseña que es malo invitar a 
comer a los amigos o a ricos importantes. Tampoco dice que debemos invitar a los pobres 
exclusivamente, ni mucho menos a “todos” los pobres. Hay que recordar que Cristo estaba 
confrontando a la gente que no sabía (o, que no quería admitir que sabía), quién era su 
prójimo (10:29), razón por la cual les dijo la parábola del buen samaritano, diciéndoles que 
nuestro prójimo es la persona necesitada que encontramos en el camino. 
Posteriormente, cuando se desarrolló la doctrina para la iglesia, la clave para aplicar 
este principio fue: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y 
mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Para obtener una comprensión más 
amplia del tema, recomiendo el libro La Responsabilidad Social, de Charles Ryrie, 
publicado por esta editorial. 
PARABOLA DE LA GRAN CENA 14:15–24 
La indiferencia 14:15–24 
“Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios” (14:15), comentó uno de los 
invitados en voz alta. Este dicho, entusiasta y bienintencionado, estaba equivocado, porque 
sin duda, el hombre estaba pensando que todos los presentes estarían en el reino. 
Mediante otra parábola, Jesús enseñó enfáticamente que no sería así. En ella, los 
invitados dieron toda clase de excusas banales para no asistir al convivio que ofrecía un 
hombre. El primero dijo que tenía urgencia de ir a ver algo que había comprado. El segundo 
también había adquirido unos bueyes y tenía que probarlos. El tercero dijo sencillamente 
“no puedo”. Es evidente que en el fondo de las tres reacciones estaba un rotundo “¡no 
quiero!” Debemos notar que no era por ignorancia o por desconocer la oferta. Mas bien, 
decidieron no aceptar por su propia voluntad, demostrando su desprecio por el que los 
invitaba. 
Los judíos reaccionaron en la misma forma al mensaje del Hijo del Hombre. Por eso, él 
hizo extensiva la invitación a otros que no eran judíos: “Vé por los caminos y por los 
vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (14:23). 
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PORQUE…NINGUNO DE AQUELLOS QUE FUERON 
CONVIDADOS, GUSTARÁ MI CENA (14:24). 
¡PENSEMOS! 
¡Las excusas! Muy socorridas cuando queremos evitar 
una confrontación. 
 1. ¿En qué consistió la banalidad de las tres excusas? 
 2. ¿Cuáles son algunas de las que se ofrecen hoy para no 
aceptar el mensaje de Dios? 
 3. ¿Se parecen a las de la parábola? 
Debemos comentar algo acerca de la palabra “fuérzalos”. El término no significa 
coaccionar al estilo de una inquisición. Desafortunadamente, a través de la historia algunos 
han usado así el versículo. La misma palabra se usa en Mateo 14:22 y también en Marcos 
6:45, pero en ambos casos se traduce: “Jesús hizo que”. 
En otras obras literarias del período, se usa en el sentido de “constreñir moral e 
intelectualmente”. En la ilustración de Lucas 14, el hombre envió a un solo siervo, quien 
difícilmente podría haber coaccionado físicamente a quienes andaban en “los caminos y 
vallados”, por lo que más bien podemos identificar al mensajero con el Espíritu Santo. 
¡PENSEMOS! 
En la actualidad, la obra de Cristo sigue siendo 
espiritual, a través del ministerio del Espíritu Santo. En su 
evangelio, Juan describe la manera en que esa divina 
persona actúa en nuestros tiempos: “Os conviene que yo me 
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a 
vosotros; mas si me fuera, os lo enviaré. Y cuando él venga, 
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” 
(Juan 16:7–8). ¡Qué tranquilidad para el creyente! En su ser 
mora el Espíritu Santo enviado por Cristo para consolarle, 
ayudarle, enseñarle y guiarle en los caminos del Señor. 
¡Gracias a Dios por su Espíritu morando en nosotros! 
EL VERDADERO DISCIPULADO 14:25–35 
Después de salir de casa del fariseo, lo siguieron grandes multitudes. En parte porque 
muchos peregrinos iban a Jerusalén a celebrar la pascua. Sin embargo, había entre la 
muchedumbre verdaderos discípulos y seguidores de Jesús. 
Podemos decir que probablemente su auditorio constaba de cuatro grupos: los 
antagonistas, los indiferentes, los que decían ser sus discípulos y los seguidores verdaderos. 
El Señor daba a todos enseñanzas y exhortaciones acerca del discipulado. Por lo 
general, es muy agradable para algunos líderes con magnetismo tener numerosos 
seguidores porque les prodigan adulación. No obstante, la enseñanza del Señor es severa y 
está diseñada para distinguir a los verdaderos discípulos de entre la multitud, cuya idea era 
que Jesucristo venía a establecer un reino político. 
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El que “viene a mí” 14:26 
La frase “viene a mí” es una referencia al que quiere unirse a Cristo en una relación 
íntima de discipulado. El primer punto de la lección “y no aborrece a su padre, y madre, y 
mujer, e hijos…”, señala una verdad improbable, la de hacer lo opuesto de amar, pero no 
tenemos derecho a mitigar la fuerza de la palabra “aborrecer”. Es la misma que se usa en 
otras partes de la Biblia para describir lo que siente Dios hacia el pecado. 
Muchos han buscado la manera de evitar el uso del término, pero no se puede ni se 
debe. Por otro lado, tampoco tenemos derecho a interpretar la palabra en base a las 
emociones de un lector moderno. 
La relación con Cristo tenía y tiene que ser de la más alta prioridad; más aún que la 
relación familiar, o que el aprecio que uno tenga por su propia vida. Es inadmisible que una 
persona o parentesco compita con Cristo por ocupar el lugar de preeminencia en el corazón 
del discípulo. Sin embargo, cuando estamos bien relacionados con Cristo, es decir, si 
tenemos nuestras prioridades bien ordenadas, por fuerza amaremos no solamente a la 
familia, ¡sino a todos! 
Se recordará la exhortación que se hace a los maridos en Efesios 5:25: “Maridos, amad 
a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. La 
idea que aparece en Lucas 14 es que el seguidor del Hijo del Hombre tiene que poseer y 
demostrar una lealtad absoluta a su Señor. En cierto sentido, la frase “viene a mí”, se refiere 
a lo que uno abandona o coloca en segundo lugar de importancia. 
El que “viene en pos de mí” 14:27 
Si la frase anterior indica lo que uno deja al asociarse con Jesús, la presente hace 
hincapié en lo que el discípulo adquiere al unirse a él. En otras palabras, la cruz. Ha habido 
mucha confusión respecto a las palabras “llevar su cruz”. 
Es común que se use para designar la idea de aguantar con paciencia la aflicción, dolor 
o desengaño, diciendo con un suspiro: “¡Es mi cruz!” Nada está más lejos de la verdad. La 
gente de aquel entonces entendía perfectamente bien que quería decir muerte. Los crueles y 
odiados romanos habían perfeccionado el arte salvaje de la crucifixión para asesinar a los 
enemigos del estado, tanto supuestos como verdaderos. 
“EL QUE NO LLEVA SU CRUZ…NO PUEDE 
SER MI DISCÍPULO” (14:27). 
El discípulo de Cristo aborrece su propia vida aun al punto de estar dispuesto a sufrir la 
muerte ignominiosa por lealtad a él. Solamente esa clase y grado de entrega produce un 
discípulo verdadero. 
La construcción de una torre 14:28–30 
El discipulado no es asunto insignificante.La ilustración habla de una torre, algo muy 
especial. Su construcción tampoco se hace de un día para otro. ¡Cuesta mucho! No 
obstante, es obligatorio construir. El propósito de la ilustración no era que sus oyentes 
desistieran de edificar, sino que reconocieran el costo que debían pagar. 
Pero lo más importante es que el discípulo sabe que no tiene los recursos para pagar el 
costo. Con lo que tiene no puede ir más allá del cimiento. Entonces, ¿de dónde viene lo 
necesario para edificar la torre del discipulado? No de lo que tenemos, sino de lo que el 
Señor nos da. 
El rey y la guerra 14:31–33 
La ilustración anterior es de naturaleza positiva porque se trata de una construcción. La 
presente es negativa, porque habla de derribar a un enemigo. De la misma manera que los 
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recursos propios no son suficientes para construir la torre, tampoco lo son para enfrentar a 
un enemigo numeroso. 
El discípulo reclutado debe pelear batalla tras batalla en la guerra espiritual. 
Imprescindible es pelear. Inútil es evitarlo, e imposible ganar con recursos propios. El 
enemigo es más fuerte que uno. Así que es necesario depender de Dios y su protección 
(Efesios 6:10–17). 
¡PENSEMOS! 
Dios ha provisto muchos recursos para que el creyente 
los emplee en la construcción de la torre y para pelear en la 
batalla del discipulado. Aquí están los textos, ¿cuáles son los 
recursos? 
 1. Salmo 119:11__________________________________ 
 2. 1 Juan 4:4_____________________________________ 
 3. 1 Juan 2:1_____________________________________ 
La sal insípida 14:34–35 
Es importante reconocer que el Señor está usando una ilustración, o sea una figura, que 
no va de acuerdo con la naturaleza: “Si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?” 
(14:34). La sal, el mineral, no pierde lo salado. Además no existe un condimento 
denominado “sal no salada”. En otras ocasiones, Jesús también usó esta clase de figura para 
insistir en lo absurdo del punto que ilustraba. 
Un discípulo que no está dispuesto a aceptar los requisitos que Jesús enseñó, viene a ser 
como “sal que no sala”. En la naturaleza eso no sucede. Entonces, la sal es mejor que el 
discípulo incumplido, porque siempre es salada. 
EL DISCÍPULO QUE NO CUMPLE 
CON LAS CONDICIONES ESTIPULADAS, 
SE CONVIERTE EN UN RENEGADO. 
Cristo dijo que no se esperaba eso de los que querían ser sus seguidores. En otras 
palabras, sería una situación totalmente anormal. Aquel “discípulo” tendrá un futuro peor 
que el del pagano (14:35). 
PARABOLAS DE LA GRACIA DE DIOS 15:1–32 
Se ha dicho que la religión es la búsqueda del hombre por encontrar a Dios, mientras 
que en el cristianismo, el Dios de los cielos es quien busca al hombre. Las parábolas del 
capítulo 15 contienen varios aspectos de esa verdad. 
Lo que movió a Jesús a enseñar sobre este tema, fue la presencia acostumbrada de 
publicanos y pecadores (15:1). ¡Esa gente jamás hubiera escuchado una conferencia de los 
fariseos y rabíes! Sin embargo, se da a entender que sentían atracción por Cristo y su 
mensaje. 
Tanto él como ellos, reconocían su condición necesitada y se daban cuenta del 
desprecio de los religiosos, quienes continuaban quejándose de Cristo por su asociación con 
ellos. En vez de sentir regocijo por el mensaje y el mensajero que venía a rescatar a los 
perdidos, lo criticaban por predicar a los despreciados de este mundo. Las parábolas que 
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tratan de la gracia de Dios han llegado a ser de las más conocidas dentro y fuera del 
cristianismo. 
La oveja perdida 15:3–7 
Es importante recalcar que no se debe forzar la interpretación de estas cortas 
ilustraciones. En otras palabras, sería incorrecto introducir un sentido histórico, espiritual o 
místico a cada frase, palabra o idea. 
A través de los siglos, esta parábola ha sufrido así a manos de ciertos intérpretes, pero 
ni la imaginación santificada ni los mejores deseos espirituales pueden añadir nada a lo que 
el Señor dice. El intérprete debe recordar que normalmente, una parábola ilustra un solo 
punto. 
La lección del Señor tiene que ver con la búsqueda intensa de algo perdido y el gozo 
resultante que se experimenta al encontrarlo. En el versículo 7 Jesús deja de hablar en 
parábolas para dirigirse en términos directos a los fariseos. En contraste con sus muraciones 
de que Jesús predicaba a los pecadores, él dijo: 
“HABRÁ MÁS GOZO EN EL CIELO POR UN 
PECADOR QUE SE ARREPIENTE, QUE POR 
NOVENTA Y NUEVE JUSTOS QUE NO 
NECESITAN DE ARREPENTIMIENTO” (15:7). 
En cuanto a la identificación de los “noventa y nueve justos” existe una gran variedad 
de ideas, pero otra vez tenemos que regresar a los principios que rigen la interpretación de 
parábolas. Por ejemplo, no es el propósito de la ilustración identificar específicamente al 
“hombre” del versículo 4, ni a “sus amigos” del versículo 5, distinguiéndolos de los 
“vecinos”. En cuanto a las noventa y nueve ovejas, podemos anotar tres cosas: 
a. Sería normal considerar que estaban bien cuidadas, seguras y no perdidas. 
b. En el fondo, el pastor tenía que estar contento por las noventa y nueve seguras. 
c. Hay “más gozo en el cielo” por el pecador arrepentido, lo que quiere decir que 
cuando menos hay algo de gozo por los demás. 
Recuerde que el propósito de la ilustración es demostrar la gracia de Dios que “busca” y 
el gozo que siente cuando encuentra al perdido. 
La dracma extraviada 15:8–10 
La moneda conocida como dracma era griega, más o menos equivalente al denario de 
los romanos. Por lo regular, se consideraba como pago por un día de trabajo. En la 
ilustración, la mujer pierde una de diez que tenía. Es posible que la cantidad sea la única 
diferencia importante entre la historia de la oveja perdida y ésta. La oveja era una entre cien 
y ésta, una entre diez. El punto es el mismo. Después de la búsqueda, hay gran gozo por 
haber encontrado la moneda. 
Hay un asunto cultural aquí que demuestra la importancia que tenía para la mujer, algo 
que los oyentes debieron sobreentender. Los maridos tenían la costumbre de dar a su esposa 
como regalo de boda una cadena con diez monedas que la mujer se ponía alrededor de la 
cabeza, con los dijes colgando sobre la frente. La estimación por ese artículo es equivalente 
al del anillo de casados. Por lo tanto, para ella era muy preocupante haber perdido una de 
las monedas. Inclusive, algunos dicen que podría reflejar poca fidelidad al esposo. 
Ahora bien, esos factores ayudan a entender la parábola, pero no cambian en nada la 
lección principal, que es la búsqueda cuidadosa y el gozo de encontrar al pecador 
arrepentido. La idea del versículo 10 es igual al versículo 7, con excepción de que en el 10 
se mencionan a los ángeles de Dios. 
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El hijo perdido 15:11–32 
Se ha dicho que la parábola del hijo pródigo es la joya más brillante de todas las 
ilustraciones que el Señor usó. Es la tercera en una lista de parábolas que enseñan la misma 
lección. El lujo de detalles con que se cuenta ésta da a entender que hay enseñanzas 
adicionales. 
Pedir y salir (15:11–16). El más joven de los dos hijos dijo: “Padre, dame la parte de 
los bienes que me corresponde” (15:12). Semejante división de bienes usualmente ocurría 
al morir el testador. No obstante, el hecho de que el padre accediera a su petición, quiere 
decir que no era ajena a la cultura de entonces. 
El hijo tomó lo suyo, salió de casa y se encaminó a un lugar muy distante; lejos de la 
supervisión de su padre, queriendo librarse de las restricciones familiares. En aquella 
“provincia apartada”, cayó bajo malas influencias, mismas que lo condujeron a una 
esclavitud real. 
Por la manera en que malgastó su dinero y consumió sus bienes, se hecha de ver que en 
realidad lefaltaba mucha supervisión. Su situación se fue empeorando y al cabo, sin bienes 
y habiendo “una gran hambre en aquella provincia” (Lucas 15:14), cayó en el colmo del 
oprobio para un judío: apacentar cerdos. 
Su estado era en verdad lamentable, porque su amo lo trataba peor que a los mismos 
cerdos: “Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le 
daba” (15:16). 
El arrepentimiento y el regreso (15:17–21). La frase “Y volviendo en sí” (15:17) es la 
introducción a lo que posiblemente fuera el primer pensamiento honesto de su vida. 
Reconoció dos verdades, la segunda probablemente como consecuencia de la primera. 
1. “¡En verdad estoy muy mal! Aun los jornaleros en casa de mi padre comen, y yo me 
muero del hambre”. 
2. “He pecado contra el cielo y contra mi padre”. 
Claro que el hambre ayudó a que sus ojos se abrieran, y su arrepentimiento fue sincero. 
Se nota que sentía culpa y que cambió de parecer. Mientras que antes de abandonar la 
casa exigía “lo suyo”, ahora deseaba, ser uno de los sirvientes de su padre. Con esa nueva 
determinación regresó a casa. ¡Nunca se imaginó ni en sus mejores sueños, lo que iba a 
encontrar! Su padre no había dejado de amarlo, sino que lo esperaba, y con los brazos 
abiertos. ¡Qué maravilla! 
A pesar de que esta ilustración es maravillosa, no es nada comparada con la magna 
verdad que enseña. Dios, con el amor y gracia que le caracterizan, espera al hombre 
perdido, al que reconoce que es pecador, al que está cargado de vicios, de los mal llamados 
placeres, que en verdad no satisfacen, al descarriado, decepcionado, desanimado, 
desilusionado, despreciado y desafortunado. 
“VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS 
TRABAJADOS Y CARGADOS, Y YO OS HARÉ 
DESCANSAR” (MATEO 11:28). 
Es probable que haya otras lecciones en la ilustración, pero difícilmente podrían superar 
a esta. 
El regocijo y el gemido (15:22–32), ¡Interesantes extremos de emociones! Las dos 
proceden de un solo evento, el retorno del hijo arrepentido. Si el gozo que menciona el 
versículo 7 es admirable, lo que sigue va mucho más allá de lo imaginado. 
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El padre “fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” 
(15:20). Pero ¡aún hay más! Le dio ropa, sandalias, un anillo, hizo una fiesta; todas ellas 
bendiciones que corresponden a un hijo verdadero. ¡Qué provisión más amplia! 
De más está recordar que así es nuestro Dios, porque: “La bendición de Jehová es la 
que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22). 
En medio de aquella sinfonía de amor, también sonó una nota discordante. EL otro hijo, 
el mayor, el que se había quedado, al ver todo lo que se hacía a favor de su hermano, se 
quejó amargamente. Lo interesante es que todo lo que el mayor dijo era cierto. Su actitud 
era de reproche: se había quedado con su padre y lo había servido (15:29), pero no hay 
ninguna indicación de que lo hiciera por amor. 
El padre le extendió una invitación especial (15:28), pero por su resentimiento no quiso 
aceptarla. No cabe duda que aquí Jesús alude a los fariseos. Privilegiados de mil maneras, 
sobre todo porque eran custodios de la ley, al igual que el hijo mayor, estaban resentidos 
porque Jesús recibía con gozo al pecador arrepentido. 
Dos observaciones finales: 
1. Aparentemente, en el relato no sólo hay un hijo perdido, sino dos. El mayor obedecía de 
labios para afuera, pero no se relacionaba bien con su padre. 
2. El padre, por gracia, le extiende una invitación a participar. 
No se sabe si el hijo resentido aceptó o no. Durante su vida, Cristo ofreció a los líderes 
religiosos la misma invitación que a los “publicanos”, pero por su incredulidad y 
obstinación, no la aceptaron y se quedaron fuera de las bendiciones de Dios. 
LAS ONCE PARABOLAS 
Y SUS LECCIONES 
Parábola Pasaje Lecciones 
Los invitados a 
una fiesta 
14:7–11 La humildad 
La invitación a 
un convicio 
14:15–24 La benevolencia 
Los invitados 
apáticos 
14:15–24 La indiferencia 
“El que viene a 
mí” 
14:26 La prioridad de Cristo 
“El que viene en 
pos de mí” 
14:27 Fiel hasta la muerte 
La construcción 
de una torre 
14:28–30 Nada podemos por nosotros mismos 
El rey que va a la 
guerra 
14:31–33 Idem 
La sal insípida 14:34–35 Lo anormal de un discípulo que deja de serlo 
La oveja perdida 15:3–7 Dios muestra su gracia al buscar al perdido 
La dracma 
perdida 
15:8–10 Idem 
El hijo perdido 15:11–32 Idem 
4 
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Mayordomía 
Lucas 16:1–13 
“…No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13) 
Según el relato de Lucas, paso a paso Jesucristo se acercaba a la ciudad de Jerusalén 
para participar en los eventos trágicos y paradójicamente, triunfantes, que le esperaban allí. 
Sin embargo, no sentía pánico, sólo la decisión y entrega total a su misión de comunicar su 
mensaje. Todavía le faltaba impartir algunas lecciones importantes a los discípulos 
verdaderos, quienes considerando el porvenir, tanto a corto como a largo plazo, todavía 
carecían de los principales elementos para continuar con el ministerio que les iba a 
encomendar. 
También faltaban los últimos y, en cierto sentido, decisivos encuentros con los líderes 
religiosos de la nación, aunque las discusiones que habían tenido hasta entonces los habían 
dejado sin excusas. Los enfrentamientos que siguen servirían para confirmar su 
incredulidad, la que al fin culminaría con la entrega del Mesías en manos de Poncio Pilato. 
Los principios que el Señor da a ambos grupos nos proporcionan buenas lecciones. 
Usaremos la palabra “mayordomía” como tema principal del capítulo, aunque no es el 
único que aparece en él. Además, hay otros asuntos subordinados de mucho interés y 
provecho. El Señor emplea dos grandes parábolas para dar esta enseñanza. En este capítulo 
sólo analizaremos la primera. 
Como se ha dicho anteriormente, tenemos que ejercer mucho cuidado al interpretar las 
parábolas. No podemos añadir un sentido místico o espiritual a la intención original del 
Señor. Tampoco es el propósito de las parábolas dar a cada uno de sus elementos un sentido 
especial en la interpretación y aplicación, aunque ciertos aspectos son muy necesarios para 
que la ilustración sea coherente, es decir, para completar el cuadro. Sin embargo, dichos 
elementos no tienen ningún sentido alegórico ni fueron diseñados o insertados para aclarar 
la verdad principal. 
LA PARABOLA DEL MAYORDOMO INJUSTO 16:1–8 
Hay ciertas observaciones pertinentes que debemos hacer y que nos ayudarán a 
entender mejor esta ilustración 
1. Un mayordomo era un especie de gerente o administrador que tenía a su cargo los 
negocios y bienes que alguna persona le había encargado para hacerlos productivos. Hay 
otros ejemplos que menciona la Biblia, como por ejemplo el mayordomo de Abraham, 
quien fue enviado a buscar una esposa para Isaac. “Y dijo Abraham a un criado suyo, el 
más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía…” (Génesis 24:2). 
David también hacía uso de administradores. Primera de Crónicas 28:1 cuenta que, 
entre otros que David reunió en la ciudad de Jerusalén, estaban “los administradores de 
toda la hacienda y posesión del rey y de sus hijos”. Evidentemente, el mayordomo era 
seleccionado de entre los esclavos de más confianza. En la parábola que nos ocupa, parece 
que el mayordomo no era esclavo, sino un empleado, porque cuando lo despidieron no se le 
dio un castigo fuerte o la muerte, como hubiera merecido si lo fuera. 
Posteriormente, Pablo aportó un comentario más acertado cuando describió las 
responsabilidades de un mayordomo: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que 
cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). 
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MAYORDOMÍA Y FIDELIDAD: 
¡CONCEPTOS INSEPARABLES! 
2. Elambiente en el cual se lleva a cabo la enseñanza del capítulo 16 es igual al del 
capítulo anterior. Es decir, los oyentes son los mismos, un grupo mixto de fariseos, 
escribas, publicanos y un buen número de discípulos verdaderos. Bien es cierto que la 
primera parábola de este capítulo se dirige a los seguidores verdaderos, y en contraste con 
el capítulo 15, no se trata de la búsqueda de lo perdido, sino de la vida que deben llevar los 
que han sido hallados. 
3. Cristo no sugiere que el mayordomo de la parábola sea modelo de moralidad. La 
verdad es que era un ladrón, y así lo reconoció su amo. No obstante, el mismo lo alabó por 
su astucia cuando, a punto de perder su empleo, el mayordomo se protegió para el futuro. 
Sí, se portó sabiamente, pero con la astucia de una serpiente, artera y falazmente. 
Comentamos este punto porque algunos intérpretes han acusado a Cristo de proponer y 
apoyar normas de negocios incorrectas porque las menciona en esta parábola. No hay 
absolutamente nada en la ilustración que indique que Jesús o el amo aprobaran el carácter 
del mayordomo, ni que estuvieran complacidos por su comportamiento. 
La historia principia dándonos muy pocos detalles, solamente los indispensables para 
introducir el punto importante. Se identifican dos personajes, no tanto por nombre, sino por 
su descripción; el rico y el mayordomo. También hace referencia a otro u “otros”, con la 
observación indirecta de que “fue acusado” por ellos. Lucas es el único autor 
neotestamentario que usa la palabra griega que se traduce “acusado”, y solamente aquí en 
16:1. Es el término de donde viene la palabra “diablo o acusador”. 
Dicha acusación fue muy seria. Es interesante notar que los casos del hijo pródigo y de 
este mayordomo tienen algo en común. Aunque en la traducción del griego al español se 
nota una diferencia de idea (“desperdiciar” en 15:13 y “disipar” en 16:1), en verdad, no 
había razón para hacer esa distinción, porque en griego es una misma palabra. La idea es 
que ambos, tanto el hijo como el administrador, derrocharon intencionalmente los bienes 
ajenos recibidos. En palabras bien sencillas, el administrador era un ladrón porque tomó lo 
que no era suyo para su uso personal. 
Era inútil que el empleado alegara en su defensa que el desfalco había sido un descuido 
de su parte, porque si hubiera sido así, hubiera tenido alguna forma de defenderse. Además, 
por lo que sigue en la historia, entendemos que las acusaciones estaban bien 
fundamentadas. 
Obviamente, su patrón creyó el informe (v. 2). En seguida viene lo que parece ser una 
pregunta retórica, pero que probablemente era una exclamación. Tal vez la podríamos 
entender mejor si lo parafraseamos a la manera en que hoy diríamos: “¿Cómo es posible?” 
Es una pregunta que resulta más exclamación que interrogación, y no espera recibir 
contestación. Entonces, demandó del administrador que rindiera cuentas a la luz de la 
inminente terminación de su empleo. 
RENDIR CUENTAS ES PARTE INTEGRAL 
DE LA MAYORDOMÍA. 
Habiéndose acostumbrado a la vida fácil, gracias a lo que había estafado a su amo, y 
con la amenaza de perder su empleo, el mayordomo hizo ciertos arreglos y planes. “Cavar 
no puedo; mendigar, me da vergüenza” (16:3). ¡Lo que no le daba vergüenza era el plan 
nefario que formuló y puso en práctica! Por otro lado, no ha de sorprendernos que puesto 
que estaba acostumbrado a robar y estafar, seguiría actuando de la misma manera. 
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Su idea era ajustar las deudas que algunos tenían con su amo reduciéndoles el saldo. En 
sí, se supone que lo que hacía no era ilegal, puesto que siendo mayordomo, tenía todo bajo 
su control, pero es innegable que era irresponsable y, conociendo su motivación, inmoral. 
Otra vez estaba robando a su empleador. 
La parábola da solamente dos casos específicos, probablemente para ejemplificar cómo 
funcionaba el plan. Es interesante observar que el monto del descuento que ofreció fue 
diferente, tal vez basado en el valor del aceite y del trigo, porque desconocemos los precios 
de dichas mercancías en aquel entonces. 
“Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente” (16:8). El dueño de 
los bienes descubrió las malvadas maniobras del mayordomo, quien proyectaba su propio 
pero deshonesto plan de “jubilación”. Lo dicho en el versículo 8 de ninguna manera indica 
que aprobaba el carácter o hechos del defraudador. Más bien, reconoce su astucia. Algunos 
han dicho que el amo también tenía las mismas características, y por eso las reconoció y 
admiró en su ahora ex-mayordomo. Posiblemente sea cierto, pero tal cosa no se expresa en 
la ilustración ni es parte de lo que el Señor enseña. 
Lo que Jesús presenta, es la historia de un hombre que utiliza los principios y filosofia 
del mundo para su beneficio. Al dejarse guiar por ellos, demostró so egoísmo, ya que por 
sobre todas las cosas, buscaba su comodidad. Su manera de actuar en las relaciones 
interpersonales, en los negocios y en la vida en general, refleja esta filosofía mundana. 
No le importaba recurrir a lo ilegal, incorrecto, o inmoral, siempre y cuando 
contribuyera al logro de sus metas. En la parábola se le denomina “el mayordomo malo”, 
pero debe usarse una palabra más fuerte: “mayordomo de injusticia”. A pesar de todo, el 
hombre sabía relacionarse con sus contemporáneos mundanos, quienes compartían su 
misma filosofía y sagacidad. Por otro lado, es triste ver que los hijos de luz muchas veces 
no se relacionan sabiamente con otros hijos de luz. 
¡PENSEMOS! 
Hasta aquí, se han descrito las maniobras ilegales de un 
incrédulo que se rige por las prácticas deshonestas que el 
mundo permite y aun admira, en quienes se enriquecen a 
costa de otros. ¿Qué debe hacer un cristiano cuando observa 
que alguien está cometiendo tales faltas? ¿Debe intervenir 
para corregir el mal o mejor no meterse en problemas? 
INTERPRETACIÓN 16:9–13 
La primera etapa 16:9 
Jesús comienza a centrarse en la lección que quiere comunicar en el versículo 9: “Y yo 
os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os 
reciban en las moradas eternas”. 
Se puede decir que su comentario empieza a contestar la pregunta: “¿Cómo se relaciona 
el creyente con los bienes de este mundo?” La respuesta del Señor abarca las siguientes 
ideas: 
1. El no se opone a los bienes ni a que un creyente los tenga. No se dice que el dinero es 
malo, más bien, “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando 
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:10). 
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Jesucristo usa la frase “riquezas injustas” para hacer hincapié en el carácter terrenal y 
temporal de los bienes, no para referirse a los bienes o dinero ganados por métodos 
incorrectos. 
2. El creyente tiene que usar bien sus posesiones. En primer lugar, lo que uno tiene aquí 
en la tierra (sean talentos, privilegios, dinero, etc.) es un “préstamo” de Dios. Entonces, 
para el hijo de Dios el dinero y los bienes tienen un carácter espiritual, y eso lo obliga a 
invertir sabiamente. 
¿POSESIONES? NO. ¡PRÉSTAMOS! SÍ. 
A propósito de este tema, Cristo no nos dejó sin consejos: “No os hagáis tesoros en la 
tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos 
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni 
hurtan” (Mateo 6:19–20). 
En Lucas 16:9 se explica que es posible ganar amigos utilizando nuestros bienes. Ahora 
bien, no dice que se deben “comprar” amigos, sino “ganar”, lo que significa hacer amigos. 
Contrario a la filosofía egoísta del mayordomo malo, el hijo de Dios tiene que usar lo que 
tiene para el bien de otros. En primer lugar, debe honrar a Dios con lo que él le ha prestado, 
porque para esose lo facilitó. 
Esto se logra cumpliendo con su voluntad revelada en la Biblia respecto al dinero. No 
cabe duda que uno de los pasos iniciales será reconocer el valor que tienen las cosas 
eternas. Vivimos en el mundo por un corto tiempo. Mientras estemos aquí, disfrutemos de 
lo que no muy correctamente denominamos “posesiones”. Sean muchos o pocos, son los 
bienes materiales que Dios nos ha provisto, o mejor dicho, “prestado”, y dejan de ser 
nuestros en el momento en que partimos de esta vida. 
En la explicación de la parábola, el Señor se refiere a esto con la frase: “para que 
cuando éstas falten”. ¡Seguro que faltarán! La muerte nos espera a todos y no va a tardar 
mucho. Entonces, debemos invertir de tal forma que lo gastado aquí, produzca resultados 
allá. 
¡PENSEMOS! 
¿Cómo está empleando lo que el Señor le ha prestado? 
Al fin y al cabo, lo que determina el valor del hombre no es 
la cantidad de bienes que posee, sino la forma en que 
dispone de ellos. 
3. ¿Qué o quiénes nos recibirán en las moradas eternas (16:9)? Hay varias sugerencias: 
Posiblemente se refiere a todas aquellas personas que se han visto beneficiadas por “las 
inversiones espirituales” que el creyente hace en la tierra. Naturalmente ese número se 
tendría que limitar a aquellos que en verdad han sido transformados. Los demás tienen otro 
destino y no estarán en el cielo. A primera vista, esta interpretación parece concordar con 
“hacer amigos” y probablemente por eso es la más popular. 
Sin embargo, a mi parecer, no goza de apoyo bíblico. A pesar de ser un pensamiento 
muy ameno, las Escrituras no hablan de personas, condiscípulos o hermanos en la fe que 
nos darán la bienvenida en el cielo porque hayamos sido de bendición para ellos durante 
nuestra vida terrenal. Basta con recordar que en el cielo, el creyente no será el personaje 
principal. 
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En segundo lugar, ¿será que se refiere a una especie de depósito de buenas obras que 
nos espera en la vida eterna? Esa idea parece armonizar algo con las enseñanzas de “buenas 
obras” y “galardones” (1 Corintios 3:12–14). Si bien es cierto que el creyente tiene que 
depositar su tesoro en el cielo, dudo que sea recibido con un libro de contabilidad en la 
mano. De todos modos, la secuencia de los eventos futuros ya ha sido establecida y es muy 
específica; el juicio de las obras no ocurre en el momento de la muerte. 
En tercer lugar, parece que es mejor considerar que quienes reciben al creyente 
cumplido cuando llega al cielo, son Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las buenas obras, 
que en este caso se refieren al uso correcto de todo lo que Dios nos ha prestado, tienen su 
realización final en Cristo. El dijo en Mateo 25:40: “De cierto os digo que en cuanto lo 
hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. 
4. ¡Qué contraste! El verdadero creyente gozará de un lugar específico y duradero, una 
morada eterna (Juan 14:2–3). El mayordomo con su mira egocéntrica, procura preparar un 
lugar temporal con otros que tienen el mismo carácter deshonesto. Su porvenir no tiene 
muchas garantías, porque depende del hombre pecador y voluble. Peor todavía, el fin de 
todas sus maniobras es un horizonte que desaparece con la muerte. 
La segunda etapa (16:10–12) 
Aquí Cristo introduce una segunda etapa en la explicación de la parábola. La anterior se 
relaciona con el uso del dinero y de los bienes. Ahora, va más a fondo. Su lección tiene que 
ver con la fidelidad. En el caso del mayordomo malo, es muy obvio que este término no se 
le puede aplicar. Veremos lo que dice al creyente verdadero. 
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es 
injusto, también en lo más es injusto” (16:10). Es axiomático que la fidelidad en lo poco 
indica que habrá fidelidad en lo grande. Por consecuencia, si uno es infiel en la adquisición 
y uso de los bienes materiales, lo que literalmente es “lo muy poco”, ¿cómo se le pueden 
confiar las verdades espirituales? 
PENSEMOS! 
Si en los detalles de la vida diaria hay infidelidad, si no se puede confiar en 
un individuo en lo de poca importancia, ¿cómo confiarle los asuntos de mucho 
peso? Si en su negocio emplea los mismos trucos y engaños que usa el mundo, 
¿cómo podriamos encomendarle el cuidado de la iglesia? Si en su hogar da 
rienda suelta a la lengua, cometiendo toda clase de pecados con ella, ¿cómo le 
vamos a entregar el púlpito? Si cuando conduce su vehículo desobedece los 
reglamentos de tránsito, ¿cómo puede exponer la Palabra de Dios? No importa si 
uno aparenta tener cara de santo y hablar como tal; si no anda bien, y es infiel en 
la vida cotidiana, no se le puede confiar lo que tiene verdadera importancia. 
La tercera etapa (16:13) 
“Ningún siervo puede servir a dos señores”, es un principio que todo el mundo entiende 
y que no tiene que repetirse. Por el vocablo que usa en el pasaje, se ve que el Señor tenía en 
mente algo semejante a lo que hoy en día se suele llamar “sirviente de casa”, un esclavo, no 
un empleado. 
Por lo tanto, el que tiene como meta principal acumular riquezas y disfrutar de los 
placeres que el dinero proporciona, por fuerza cae en las garras del materialismo. Es un 
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esclavo que sirve a un solo amo, y no puede servir a otro. No importa lo que haga, no puede 
servir al mismo tiempo a las cosas materiales (bienes) y a lo espiritual (Dios). 
El propósito de Cristo es hacer una llamada de atención a nuestro sistema de valores. En 
otras palabras, Jesús obliga a sus oyentes a reflexionar en la manera en que consideran sus 
bienes. No obstante, hay que recordar que aunque son de este mundo y temporales, ni el 
dinero ni los bienes son malos. 
¡PENSEMOS! 
La manera en que uno valúa o estima los bienes 
terrenales influye para que se conviertan en nuestros amos 
tiranos. La intención del Señor no es poner a ricos contra 
pobres o la abundancia versus las limitaciones, sino indicar 
que todo depende de la actitud que tengamos hacia el dinero. 
Todos, ricos y pobres, tenemos que cuidar este punto. 
Considere su vida y propóngase aplicar la enseñanza de esta 
parábola a ella. 
5 
El Hijo del Hombre y los fariseos 
Lucas 16:14–31 
…Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios 
conoce vuestros corazones… (Lucas 16:15) 
Se recordará que el grupo que escuchaba al Señor en aquella ocasión era una mezcla de 
gente de diversas procedencias y estratos sociales. A pesar de que la anterior parábola iba 
dirigida específicamente a los verdaderos creyentes del grupo (16:1), produjo una reacción 
fuerte y negativa entre los fariseos (16:14) porque ¡eran avaros! (14). ¡Por eso reaccionaron 
así! La verdad contenida en la parábola dio justamente en el blanco o, mejor dicho, en su 
endurecido corazón. 
Por lo general, los fariseos creían que el dinero y los bienes les habían sido dados como 
un premio merecido gracias a que defendían y conservaban la ley. Es probable que 
pensaran que la relativa indigencia de Jesús y sus seguidores indicaba que no gozaban del 
mismo nivel de bendición y honor que ellos. Aunque no dijeron nada en voz alta, tal vez 
hicieron gestos de desprecio hacia Jesús y sus palabras. 
Ciertamente los líderes religiosos no tenían que exteriorizar sus pensamientos para que 
Cristo los supiera, y con ese conocimiento, se dirige una vez más a ellos. Específicamente, 
el error que les señala es que hacían ostentación cuando depositaban sus ofrendas y hacían 
alarde de sus posesiones diciendo que eran una señal de la aprobación y bendición de Dios. 
“LO QUE LOS HOMBRES TIENEN POR SUBLIME, 
DELANTE DE DIOS ES ABOMINACIÓN” 
(16:15). 
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En el fondo, todo lo que hacían los fariseos era una farsa, diseñada para

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