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Viaje de Descubrimiento Derek Thomas

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Viaje de descubrimiento 
Derek Thomas
Impreso ISBN 978-1-946584-09-0
ePub ISBN 978-1-946584-43-4
Mobi ISBN 978-1-946584-42-7
Publicado en ©2017 por Proyecto Nehemías ,
170 Kevina Road, Ellensburg WA 98926
www.proyectonehemias.org
Los libros de Proyecto Nehemías son impresos
y distribuidos en EE.UU. por: JPL Distribution 
3471 Linden Avenue Southeast
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Tel: 877.683.6935
Traducido del libro A Voyage of Discovery 
©2017 por Derek Thomas, publicado por Evangelical Press.
A menos que se indique algo distinto, las citas bíblicas están tomadas de La
Santa Biblia, Nueva Versión Internacional ©1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.
Las citas bíblicas marcadas con RVC están tomadas de La Santa Biblia, Versión
Reina Valera Contemporánea ©2009, 2011 por Sociedades Bíblicas Unidas.
Las citas bíblicas marcadas con RV95 están tomadas de La Santa Biblia, Reina-
Valera ©1995 por Sociedades Bíblicas Unidas.
Las citas bíblicas marcadas con NTV están tomadas de La Santa Biblia, Nueva
Traducción Viviente ©Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos
http://www.proyectonehemias.org/
mailto:orders@jpldistribution.com
reservados.
Las citas bíblicas marcadas con NBLH están tomadas de la Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy ©2005 por The Lockman Foundation.
La transformación a libro digital de este título fue realizada por Nord Compo .
http://www.nordcompo.com/
A 
Ligon y Anne Duncan 
Con gratitud por la pasada década de ministerio juntos
CONTENIDO
Reconocimientos
Prólogo
Prefacio
Introducción
Día 1 - Un hombre piadoso en un mundo impío
Día 2 - Necesidad de ayuda
Día 3 - Jerusalén
Día 4 - Ojos correctos
Día 5 - Si Dios es por nosotros…
Día 6 - Rodeados
Día 7 - Lágrimas santas y risa santa
Day 8 - Edificación duradera
Día 9 - Bendice esta casa
Día 10 - El Señor es justo
Día 11 - Desde lo profundo
Día 12 - Un alma satisfecha
Día 13 - Yo canto de la misericordia del pacto…
Día 14 - Cuando el agua y el aceite se mezclan
Día 15 - La bendición
Notas
Reconocimientos
“Sean agradecidos”, nos insta Pablo (Col 3:15), y aquí
corresponde decir algunas palabras de reconocimiento por
la ayuda de otros. Ningún libro está exento de errores de
gramática y estilo en su primer borrador (¡es decir, al
menos ningún libro mío !), y agradezco la aguda visión de
mi Becario Thornwell, Marshall Brown, y mi secretaria, Ruth
Benett, por sus alegres esfuerzos en mi favor. Cabe
mencionar a aquellos que emplean a estas buenas personas
(¡y a mí!): el Seminario Teológico Reformado. Estoy
profundamente agradecido por la amistad que me brindan
mis colegas y el apoyo de la administración del seminario
que proporciona el tiempo y el incentivo para escribir.
EP Books ha publicado varios de mis libros y estoy
agradecido con ellos por su entusiasmo respecto a esta
ofrenda. Deseo agradecer en particular a Sue Holmes por
sus extraordinarias habilidades como editora.
Solo he llegado a conocer personalmente a Don Whitney
en los últimos años, pero compartimos una carga común por
la “formación espiritual”. Debido a su conocida pericia en
esta área, sus gentiles palabras de respaldo en la portada
de esta edición me dan el incentivo de que voy por buen
camino. Sinclair Ferguson ha sido mi amigo y mentor por
más de treinta años, y aprecio profunda y humildemente su
disposición a asociarse con estas mis palabras. El ministerio
del Dr. Ferguson a ambos lados del Atlántico es elogiado con
justicia, y considero un especial honor que él aceptara
escribir el prólogo.
¿Qué sería de mí sin mi familia? A mi esposa, Rosemary,
y mis dos hijos, Ellen y Owen, les ofrezco un extendido
“abrazo” de gratitud y amor. Junto con mi amoroso Señor,
ustedes son las luces de mi vida.
Estas páginas fueron entregadas originalmente en forma
de sermones en la hora de oración y estudio bíblico de
mitad de semana en la Primera Iglesia Presbiteriana de
Jackson, Mississippi, donde ahora sirvo como Ministro de
Enseñanza. Estoy profundamente agradecido con la
paciente gente de “La Primera”, especialmente con el
ministro principal, el Dr. Ligon Duncan. Ligon es tanto mi
jefe como mi amigo personal, y servir con él en esta bella e
histórica iglesia ha sido el mayor honor de mi vida. A Ligon
y su querida esposa, Anne, les dedico este libro.
Prólogo
H ace algún tiempo me encontré con un conocido al
que no veía hacía varias semanas. De inmediato fue obvio
que había bajado de peso y lucía una figura mucho mejor.
Cuando le comenté al respecto, respondió con entusiasmo:
“Sí, he estado siguiendo una dieta diseñada por la Clínica
Mayo”. Al continuar la conversación, resultó que la dieta
abarcaba un periodo de dos semanas y le proporcionaba un
disciplinado fundamento para que tuviera mejor salud en el
futuro. Ese, desde luego, es —o debe ser— el sentido de una
dieta: proporcionar una reestructuración básica de los
hábitos que, si se mantiene, mejorará la salud, el bienestar,
y nuestro rendimiento general. En este caso, al parecer
había sido muy exitosa, como uno esperaría de una dieta
cuidadosamente investigada y probada por un hospital de
renombre internacional.
En este libro, Thomas Derek nos proporciona el
equivalente espiritual de la Dieta de la Clínica Mayo. En
estas páginas encontrarás un programa de dos semanas
cuidadosamente investigado, diseñado para ayudarte a
reconfigurar y redisciplinar un tiempo diario de estudio
bíblico, meditación y oración.
Tendemos a confiar en programas tales como la Dieta de
la Clínica Mayo porque sabemos que han sido elaborados
por médicos confiables y han sido probados. Aquí ocurre lo
mismo. Derek Thomas es un confiable, ampliamente
respetado y experimentado estudiante de la Escritura y la
vida espiritual, pastor de las ovejas de Cristo, académico,
teólogo, y maestro de estudiantes de teología. Así que aquí
tienen un médico del alma en quien podemos confiar que
nos brinde orientación confiable y sólida sabiduría bíblica.
Pero, más que eso, el programa básico que aquí nos
prescribe el Dr. Thomas —los Cánticos Graduales, Salmos
120-134— ha pasado por la más rigurosa prueba de campo.
Él mismo lo ha probado. Además, ha recibido el uso más
riguroso de parte de innumerables creyentes a lo largo de
tres milenios.
Por sobre todo, este programa fue probado por el
“iniciador… de nuestra fe” (Heb 12:2), Jesús mismo. Él debió
cantarlos desde los doce años, ya fuera camino a Jerusalén,
o durante los días que estuvo allí, haciendo preguntas en el
templo, asombrando a los eruditos judíos con su
conocimiento del Señor y su Palabra. Me parece que la
manera en que el Dr. Lucas registra ese acontecimiento
refleja las maravillosas palabras del Salmo 27:4 y 8:
Una sola cosa le pido al Señor,
y es lo único que persigo:
habitar en la casa del Señor
todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor
y recrearme en su templo…
El corazón me dice: “¡Busca su rostro!”.
Y yo, Señor, tu rostro busco.
Esta es, pues, una invitación a pasar dos semanas en un
ejercicio espiritual que le ha traído innumerables
bendiciones al pueblo de Dios en cada época, y uno que el
mismísimo Señor Jesús comprobó y encontró plenamente
confiable. Al igual que la Dieta de la Clínica Mayo, el
ejercicio requiere compromiso; implica disciplina; incluso
puede haber algo de dolor. Pero de esto puedes estar
seguro, si se me permite parafrasear un poco al apóstol
Pablo: si bien el apetito, la disciplina y el entrenamiento de
la Dieta de la Clínica Mayo tiene cierto valor, este
entrenamiento espiritual ayudará a reconfigurar toda tu vida
y traerá beneficios abundantes y duraderos.
Sinclair B. Ferguson 
Glasgow
Julio 2001
Prefacio
L a gente de EP Books me ha pedido gentilmente que
“revise” este libro, anteriormente titulado Making the Most
of Your Devotional Life , y publicado por primera vez hace
casi una década. He aceptado con gusto, en parte porque
sigo apreciando estos salmos (SalmosGraduales) que
expresan en gran medida lo que constituye nuestra
peregrinación, y en parte porque me da la oportunidad de
renovarlo un poco. De partida, en esta edición he cambiado
la versión bíblica en inglés a la English Standard Version
(ESV), por representar lo mejor del trabajo académico
contemporáneo y la fidelidad al texto de la Escritura. He
modificado el texto aquí o allá, acortando algunas oraciones
a la luz de las actuales tendencias a la prosa más concisa, y
reescribiendo algunas secciones que ahora parecen menos
claras que hace una década.
Desde que escribí estos capítulos, Alec Motyer —uno de
los más brillantes estudiosos del Antiguo Testamento en el
mundo hoy en día— ha publicado su propio comentario
sobre estos salmos, Journey: Psalms for Pilgrim People
(Viaje: salmos para peregrinos)
1
 . La idea de un viaje, desde
luego, se sugiere a partir de la teoría de que estos Salmos
Graduales fueron recopilados para proveer material que
reflejara el viaje (peregrinaje) que hacía el pueblo de Dios
cuando “subía” a Jerusalén para observar las Fiestas del
Señor. El “viaje” como representación de la vida cristiana es
pertinente; pensemos, por ejemplo, en que a los cristianos
de la iglesia primitiva se les denominaba seguidores del
“Camino” (Hch 19:9; 19:23; 22:4; 24:14;24:22); o el clásico
tratamiento de John Bunyan de la vida cristiana, El progreso
del peregrino . Por este motivo, le di un nuevo título a esta
edición actualizada: Viaje de descubrimiento: los altos y
bajos de la vida cristiana . En los Salmos Graduales,
descubrimos tanto la profundidad como la altura de los
caminos de Dios con nosotros; desde la “angustia” del
primer salmo (Sal 120:1), a la bendición del Señor para su
pueblo en el último (Sal 134:3). La vida cristiana es así:
tiene sus altibajos, sus momentos de amargura y gozo,
tristeza y júbilo.
La edición original de este libro estaba dedicada a Ligon
y Anne Duncan. Una década después, sigo siendo bendecido
por trabajar junto a Ligon en la Primera Iglesia Presbiteriana.
No puedo ni comenzar a describir lo que esto significa para
mí en cuanto a bendiciones. Basta con decir que ha sido el
episodio más privilegiado de mi vida: una aventura; no, ¡una
montaña rusa! A ellos les dedico esta última edición con
gratitud de todo corazón.
Derek W. H. Thomas
Jackson, Mississippi
Marzo de 2011
Introducción
L a espiritualidad se ha vuelto popular últimamente, y
no solo en los círculos cristianos. Desde Viaje a las estrellas
a las telenovelas en horario estelar, la espiritualidad ya no
apaga el interés. En esta época posmoderna, nadie se
siente amenazado por la religión personal de otro individuo.
Este moderno aprecio por la espiritualidad, ¿es algo que
debemos recibir con agrado? ¿Es una señal de que, a fin de
cuentas, nuestra época es profundamente religiosa y está
volviendo a Dios? Es religiosa, efectivamente, como ha sido
cualquier época (ya sea que lo haya sabido o no). Pero,
junto con cualquier otra explicación, a menudo es una
expresión de la idolatría del ser humano. Abraham Kuyper,
en las Stone Lectures que impartió en Princeton en 1898,
tenía razón cuando sugería que el contraste fundamental
siempre ha sido, sigue siendo, y será hasta el final,
cristianismo o paganismo, los ídolos o el Dios viviente.
La espiritualidad, como todo lo demás, tiene que ser
evaluada a la luz de la Escritura, lo que Dios ha escrito. La
espiritualidad que no está en conformidad con la Biblia es
meramente una expresión que revela que el corazón
humano está perdido y necesita hallar plenitud en la
salvación bíblica. Para citar las conocidas palabras de
Agustín: “Nos creaste, Señor, para ti; y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”
2
 .
Este libro tiene como propósito retratar la espiritualidad
bíblica tal como la expresan los creyentes en el Dios de la
Biblia. Comprende una colección de quince salmos
adecuadamente agrupados en el canon hebreo. Todos los
salmos de esta colección, del 120 al 134, tienen el mismo
título: “Cántico gradual” o “Cántico de los peregrinos”. Se
han planteado varias teorías para explicar este hecho.
Algunos han observado que los salmos tienen rasgos
poéticos que funcionan casi como “escalones” que suben de
un pensamiento a otro. Otra postura observa que la palabra
“gradual” tiene relación con el verbo hebreo “subir”, que se
usa en Esdras 2:1, por ejemplo, respecto a los exiliados que
suben a Jerusalén. Esto ha dado pie a la idea de que estos
salmos fueron cantados por los exiliados judíos en su
regreso desde Babilonia a su patria. Tres de estos salmos se
atribuyen a David (122, 124, 133), uno a Salomón (127),
pero el resto no se atribuye a ningún autor y pueden datar
de tiempos muy posteriores en la historia del Antiguo
Testamento.
Una postura más general indica que estos salmos no
fueron cantados por los exiliados sino por los judíos de la
diáspora cuando se dirigían a Jerusalén para asistir a las
distintas festividades obligatorias, tales como la Pascua
(marzo/abril), Pentecostés (mayo/junio), o el Día de la
Expiación (septiembre/ octubre). Cientos, posiblemente
miles de personas viajaban juntas a Jerusalén en estas
ocasiones, en una procesión que crecía a medida que
pasaban a través de los distintos pueblos y aldeas antes de
llegar a la ciudad misma. Es interesante pensar que,
mientras iban viajando, ellos cantaban estos salmos, que
proveían alimento para la meditación a medida que
avanzaban. Antes de que se compilara el Salterio tal como
lo tenemos ahora, esta colección de salmos pudo haber
existido como un “himnario” especial creado para una
“ocasión especial”.
Otra postura sugiere que estos salmos pudieron haber
sido cantados en los quince escalones que llevaban desde
un atrio del templo a otro (la palabra “gradual” se usa para
“escalones” o “gradas” en Éx 20:26 y 1R 10:19; comparar
con Neh 3:15; 12:37). Se sugiere que el “ascenso” se debe
entender en un sentido espiritual; el propósito de estos
salmos es transmitir un programa de quince pasos de
progreso meditativo y espiritual de un grado a otro. Parte
del movimiento se discierne de inmediato en ellos, y pueden
funcionar fácilmente como guías para el crecimiento y la
madurez en la fe. La persona “espiritual” (1Co 2:15), como
la llama Pablo, necesita alimento espiritual. Eso
precisamente hacen estos salmos.
La tradición cristiana ofrece muchos ejemplos de intentos
similares de recargar baterías cuando el nivel de energía
amenaza con agotarse. Desde escritos tales como las
Confesiones de Agustín, el Monologion de Anselmo de
Canterbury, Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, o
los escritos principales del prior de la Cartuja, Guigo II, Scala
claustralium 
3
 , abundan las obras que ofrecen la
renovación espiritual a través de una intensa reflexión sobre
la doctrina y/o la experiencia cristiana. En nuestra propia
época, El conocimiento del Dios santo , de James I. Packer,
si bien no fue escrito con este propósito, no obstante, ha
sido usado precisamente de ese modo con considerable
provecho.
Ignacio de Loyola es un ejemplo interesante.
Probablemente él sea uno de los escritores espirituales más
importantes del siglo XVI. Nació alrededor de 1491 en
España, y sirvió brevemente en el ejército del Duque de
Nájera, solo para sufrir una herida en una pierna que lo
obligó a pasar un largo periodo de convalecencia en el
castillo de Loyola. Allí leyó La vida de Cristo , de Ludolfo de
Sajonia, que proyecta imaginativamente al lector hacia la
vida de Jesús de Nazaret. El libro provocó en Loyola el deseo
de una reforma en su propia vida. Su procedimiento de
reforma incluyó un peregrinaje a Jerusalén. Durante este
viaje, Loyola escribió Ejercicios espirituales , donde sugiere
un periodo de cuatro semanas en las que el lector estudia y
medita sobre doctrinas tales como el pecado, la vida de
Cristo, la muerte de Cristo, y la resurrección.
Si existe una consideraciónmás aleccionadora que
cualquier otra para un creyente con mentalidad
espiritual, es que, después de todo lo que Dios ha
hecho por él; después de las abundantes
demostraciones de su gracia, la paciencia y la ternura
de sus instrucciones, la reiterada disciplina de su
pacto, las muestras de amor recibidas, y las lecciones
aprendidas por experiencia; con todo, aún existe en el
corazón un principio, cuya tendencia es hacia un
secreto, perpetuo y alarmante alejamiento de Dios.
Octavius Winslow
Personal Declension and Revival of Religion in the Soul 
4
 .
Libros tales como Ejercicios espirituales de Loyola suelen
contener elementos objetables. Obras similares diseñadas
para integrar a los cristianos decaídos en “la vida más
profunda” contienen doctrina que no es lo bastante
ortodoxa ni clara; a veces las meditaciones son místicas en
el sentido de ser esotéricas y buscar experiencias a
expensas de la verdad. La escritura de tales obras a través
de la historia de la iglesia es un testimonio de que un
proceso estructurado de autoevaluación y reflexión
espiritual ha resultado provechoso para restaurar una
comunión más cercana con Dios.
Consideremos, por ejemplo, los himnos cristianos.
Muchos cristianos han descubierto que meditar en himnos
conocidos conlleva un beneficio particular y distintivo para
la vida espiritual. Muchos himnos (¡y salmos también!)
tratanespecíficamente lo que Richard Baxter llamó “las
enfermedades y achaques del alma”. Son especialmente
útiles para abordar las causas del deterioro espiritual.
Los Salmos Graduales funcionan de un modo muy
similar. Ya sea que haya algo de verdad en las diversas
teorías acerca de su recopilación, estos salmos
efectivamente parecen poseer una particular cualidad que
insta al lector a avanzar y a subir, desde las angustias de
Mésec (Sal 120:5) a la belleza y las alturas de la adoración
en Jerusalén (Sal 122:2) y el gozo de la presencia de Dios
(Sal 134). A lo largo del camino, descubrimos que
contemplan los peligros mientras ascienden a las colinas de
Sión (Sal 121). Más adelante, al contemplar la belleza de
Jerusalén, el escritor del Salmo 125 prorrumpe en una
canción de seguridad:
 
Los que confían en el Señor son como el monte Sión,
que jamás será conmovido, que permanecerá para siempre
(Sal 125:1).
 
En el siguiente salmo de la serie lo encontramos
recordando el poder demostrado en la liberación de la
cautividad que habían experimentado:
 
Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.
El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha
(Sal 126:4-5).
 
Tal como se puede discernir un progreso geográfico, así
también hay valiosas lecciones que aprender: lecciones
acerca del sufrimiento y su lugar en el peregrinaje que
conduce a la ciudad eterna:
 
Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella profundos surcos
(Sal 129:3).
 
El sufrimiento se vuelve aún más profundo:
 
A ti, Señor, elevo mi clamor
desde las profundidades del abismo.
Escucha, Señor, mi voz.
Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante
(Sal. 130:1-2).
 
El aprendizaje de estas lecciones está muy próximo a lo
que aludía Pablo cuando escribió que “participamos
abundantemente en los sufrimientos de Cristo” (2Co 1:5). La
participación en estos sufrimientos (1P 4:13) está en el
centro de nuestro peregrinaje al cielo. Calvino escribió a
modo de comentario sobre un pasaje similar en 1 Pedro: “La
iglesia de Cristo ha sido constituida desde el principio de
manera tal que la cruz ha sido el camino a la victoria, y la
muerte un pasaje a la vida”
5
 . El secreto que debemos
aprender es “esperar al Señor” (Sal 130:5).
Uno de mis objetivos al escribir este libro es proveerles a
los cristianos una guíadistintivamente reformada a la
espiritualidad, un libro que, por un lado, distingala
espiritualidad del misticismo, y, por otro lado, las teologías
ambiguas y eclécticas. La iglesia no solo necesita una
renovación de la espiritualidad, sino una espiritualidad
reformada y bíblica. ¿Pero qué es eso? ¿Podemos identificar
la espiritualidad reformada como algo distinto a la
espiritualidad en general? ¡Sí, podemos! De partida, las
cualidades que identifican y distinguen la fe reformada en
general son igualmente válidas como distintivos en el
ámbito de la piedad y la devoción. ¿Cuáles son esas
cualidades? Son muchas, pero cinco en particular
configuran el carácter esencial de la espiritualidad bíblica.
Primero, la espiritualidad debe ser completamente
teocéntrica. Si Dios —es decir, el Dios que se revela en la
Biblia— no está en el centro de nuestra espiritualidad,
entonces lo que tenemos es un híbrido. Esto significa, en
efecto, lo siguiente: debemos considerarnos naturalmente
corruptos, sin interés en las cosas verdaderas, e inclinados a
aquello que desvirtúa y oscurece al verdadero Dios. La
mente humana es una continua fábrica de ídolos, planteó
Calvino, y tenía razón
6
 . Por naturaleza somos totalmente
depravados, tan adaptados a los caminos pecaminosos que
solo un renacimiento soberano “desde arriba” —para citar
las palabras de Jesús a Nicodemo (Jn 3:31)— puede
encaminarnos en una dirección distinta. Lo que necesitamos
es ser convertidos en “una nueva creación” (2Co 5:17), ser
levantados de la muerte espiritual a la vida espiritual y la
resurrección, en unión con Jesucristo (Ro 6:4-11; Ef 2:1-10).
Esto nos libera de nuestro pasado, de manera que lo que
ahora somos “en Cristo” es radicalmente distinto a lo que
éramos antes “en Adán”. Esta obra soberana de Dios en la
conversión constituye el primer principio de lo que podemos
llamar una visión reformada de la espiritualidad.
Para ser teocéntrico es necesario ser trinitario. Dios es
tres personas y Dios es un solo Señor. Mantener esta
cualidad de “tres en uno” a la vista nos mantendrá en el
centro de la revelación que Dios hace de sí mismo. ¡La
Trinidad no es algún artilugio urdido por la iglesia en
Constantinopla con el fin de ofuscar la mente de todos de
ahí en adelante! De hecho, es el cuidadoso pronunciamiento
de los descubrimientos de la iglesia a medida que examina
el testimonio en múltiples niveles de la Escritura acerca del
ser de Dios. Para citar a Hilario de Poitiers, del siglo IV: “Solo
Dios es un testigo idóneo de sí mismo”, y en este caso, su
testimonio es de tres personas en un Dios. Necesitaremos el
testimonio de la Escritura para las tres personas, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, a fin de conseguir una espiritualidad bien
fundada. Al mismo tiempo, cualquier desviación hacia el
politeísmo nos condenará.
En segundo lugar, la espiritualidad debe estar basada en
la Biblia y ser guiada por la Biblia. La expresión sola
Scriptura , uno de los lemas de la Reforma, insistirá en que
en la espiritualidad, como en cualquier otra cosa, la Biblia
debe definir y controlar. Dios nos da a conocer su voluntad
por medio de su Palabra leída, explicada y entendida . Pablo
podía decir acerca de la Escritura inspirada por Dios que ella
es “útil para enseñar, para reprender, para corregir y para
instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté
enteramente capacitado para toda buena obra” (2Ti 3:16-
17). Una de estas “buenas obras” es el cultivo de la vida y
la vitalidad espiritual, y aquí la Escritura debe informar,
motivar, alentar y modelar. Esto significará, en el nivel más
básico, que los cristianos que desean la renovación
espiritual deben, para citar a Cranmer, “leer, marcar,
aprender y asimilar internamente” lo que la Biblia tiene que
decir.
El “momento de quietud” puede desvirtuarse fácilmente
y convertirse en algo individualista y subjetivo, ignorando
así las demás dimensiones de la vida y la responsabilidad
corporativas. La lectura de los Salmos Graduales, con su
persistente atmósfera de vida comunitaria, corregirá en
buena medida este problema. Pero, como suele ocurrir, el
hecho de que exista una desvirtuación no significa que lacosa sea mala en sí misma. Realmente necesitamos pasar
tiempo a solas con Dios y su Palabra. Una espiritualidad que
falla en poner la Biblia (es decir, la lectura y el estudio de la
Biblia) en el centro mismo falla en apreciar la manera en
que Dios nos habla. Nunca se puede lograr el crecimiento
en la gracia sin someterse seriamente a las Escrituras ni
experimentar el dolor de su efecto correctivo y
transformador sobre la totalidad de nuestra vida.
Tercero, la espiritualidad debe ser bíblicamente realista;
realista en cuanto a lo que se puede y lo que no se puede
alcanzar en este mundo en lo que respecta a nuestra
conformidad a Cristo y su imagen. Esto es lo que
generalmente se denomina santificación. ¿Realista? Sí,
porque en esta área abunda la irrealidad. Es vital para
nuestra cosmovisión como cristianos reconocer que vivimos
en un campo de batalla, rodeados por dentro y por fuera de
enemigos implacables empeñados en destruirnos.
Aquí es vital la parte final de Romanos 7. Tenemos que
considerarnos involucrados en una guerra donde no se
puede obtener la victoria total mientras no lleguemos a la
gloria. La veracidad nos obliga reconocer que, a medida que
progresamos, a menudo también perdemos terreno: la lucha
contra el mundo en el exterior, la carne en el interior, y
contra el diablo que manipula los dos anteriores para
truncar nuestro progreso. Cualquier presunción de haberlo
“alcanzado” será considerada como un puro disparate. Será
importante también un realismo acerca de qué o quiénes
somos: ¡que Romanos 7 sigue a Romanos 6! Eso significa
entender que estamos muertos al pecado y vivos en Cristo;
que hemos sido sepultados y levantados a una nueva vida
en Cristo.
Así como el proceso se verá obstaculizado, también se
verá incentivado al recordar que estamos “en Cristo” en el
sentido de que hemos sido espiritualmente levantados de
los muertos para unirnos al mismísimo Señor Jesús
resucitado y ascendido. Esta verdad nos brindará una
plataforma donde progresar en la santificación porque ahora
podemos hacerlo. Ya no estamos “en Adán”, obstaculizados
por la incapacidad espiritual; estamos “en Cristo”
potenciados por el Espíritu Santo. Esta es la lógica ineludible
de Romanos 8:10-14, donde Pablo razona que, a) estamos
en Cristo (o que Cristo está en nosotros); b) en nosotros
habita el mismo Espíritu que habitó en Cristo; y c) tenemos
la obligación de mortificar el pecado y vestirnos de las
virtudes que reflejan la semejanza de Cristo. Esto nos
protegerá, por una parte, de una visión antinomiana y
perezosa de la santificación, y por otra, de una visión
psicológicamente paralizante de una justicia inalcanzable.
Cuarto, la espiritualidad debe tener un doble enfoque; es
decir, debe enfocarse tanto en este mundo como en el
venidero. Debe tener un doble enfoque por causa del peligro
de un pietismo que pasa por alto o niega la importancia de
la vida vivida en este mundo, y por causa del peligro
igualmente importante de pasar por alto el enfoque de todo
lo que se vive aquí, en cuanto preparación para el mundo
venidero. La espiritualidad reformada se preocupa de
preparar las almas para llevar vidas útiles y productivas en
este mundo, apreciando todo lo que Dios concede en común
con todos los demás que viven en la tierra.
El apreciar la mano creadora y sustentadora de Dios en
todas las cosas, que “toda buena dádiva y todo don
perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre” (Stg
1:17), asegurará que no abandonemos nuestra vocación de
ser “sal” y “luz” en este mundo (Mt 5:13-14). Asimismo,
recordar que en este mundo “no tenemos una ciudad
permanente, sino que buscamos la ciudad venidera” (Heb
13:14), es el enfoque básico del cristianismo del Nuevo
Testamento. Esto no es — como se cataloga tan a menudo
que resulta irritante— pietista, como si “vivir cada día como
si fuera el último”, como expresa Thomas Ken, de algún
modo fuera una equivocación. Más bien así es como debería
ser. Debemos vivir, como le dijo un Canciller puritano a su
aterrado alumno, como los que están “listos para morir”.
Una espiritualidad que no nos prepara para el cielo no tiene
mérito alguno.
Quinto, la espiritualidad debe involucrar un esfuerzo de
parte nuestra así como el poder de parte de Dios. La
relación entre soberanía y responsabilidad dentro de las
expresiones reformadas de Cristianismo a veces ha sido
problemática; se ha enfatizado una u otra en desmedro de
la otra o negándola. El quitarle importancia a la necesidad
del esfuerzo de parte nuestra conduce a la pasividad. El
resultado de ello son las perspectivas de la santificación y el
crecimiento en la gracia que se alcanzan por absorción más
bien que por esfuerzo. Actualmente existen perspectivas de
la meditación en boga que están muy próximas a dicha
postura.
La espiritualidad reformada no dudará en aplicar el tercer
uso de la ley según Calvino: que debemos ser motivados e
impulsados a buscar a Dios con todo el corazón, la mente y
las fuerzas, porque Dios lo dice. Somos culpables si no lo
hacemos. Asimismo, necesitamos la potenciación del
Espíritu Santo para hacerlo. Y aquí la espiritualidad tendrá
en consideración las distintas condiciones posibles del alma
en relación con Dios. Algunos tienen buena salud y otros se
han vuelto atrás —para usar una expresión de Jeremías (Jer
15:6). En cualquier caso (y todo lo que hay en medio en el
espectro del diagnóstico espiritual), el Espíritu Santo debe
venir y capacitarnos para hacer aquellas cosas que
promueven y profundizan nuestra relación con Dios. “Si por
medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del
cuerpo, vivirán” (Ro 8:13). Somos nosotros los que tenemos
que mortificar el pecado; pero al mismo tiempo, es “por
medio del Espíritu”. El hecho de clamar a Dios para que nos
ayude de ninguna manera disminuye nuestra
responsabilidad. Pero sí nos protege de un legalismo que se
arroga los triunfos personales, por una parte, y por otra, de
una mente fracturada que se frustra por lo imposible.
Estos Salmos Graduales siguen proveyendo instrucción
espiritual para los viajeros cansados. Sus lecciones poseen
una calidad intemporal. Hace veinte años, Eugene Peterson
escribió un libro acerca de estos salmos que tituló A Long
Obedience in the Same Direction 
7
 (Una larga obediencia en
la misma dirección). En mi libro yo he intentado abordar los
salmos desde un punto de vista distinto, aunque la
intención general de ambos títulos es el mismo: promover
una visión bíblica del discipulado. A medida que
examinamos estos salmos uno por uno, su fuerza
acumulativa puede cambiar la vida y reformarla. Ellos
apuntan en dirección opuesta a la introspección y el
egocentrismo, hacia el Dios de Sión cuya gloria debe
consumir nuestra visión.
En el juego del golf, una lección esencial es mantener la
mirada en la bola. Aquí una falla trae resultados trágicos y
bochornosos. Asimismo, en estos salmos la lección es
mantener la mirada en el Señor y su gloria (ver Heb 12:2).
Si se toma un salmo al día, ellos nos proveen poco más de
dos semanas para ponernos en forma.
¡Dos semanas! Desde la oscuridad de Cedar en el primer
salmo (120:5; Cedar significa “negro”), somos conducidos a
una noche completamente distinta de adoración en el
templo en el último salmo (134:1).
 
¡Dos semanas! Es una meta que vale la pena.
 
Cada día dedicaremos tiempo a uno de estos salmos. Lee
el salmo, ora a través de él, toma nota de lo que creas que
Dios podría estar enseñándote. Mientras lees el capítulo
para cada día, lleva un registro en un diario. Donald Whitney
ha escrito:
Un diario es uno de los mejores lugares donde
registrar tu progreso en las Disciplinas Espirituales y
para hacerte responsable de tus objetivos…
8
Al final de cada capítulo he incluido algunas preguntas
para “remover las aguas”, por así decirlo. No hay reglas
estrictas, salvo la necesidad de honestidad. Escribir la
manera en que respondemos a la enseñanza deDios puede
remover los afectos como nada más puede hacerlo.
 
Así que ahí está el bosquejo del desafío que te traigo.
 
¿Quieres acompañarme en la búsqueda?
 
Salmo 120
Cántico
de los peregrinos
1
 En mi angustia invoqué al Señor,
y él me respondió.
2
 Señor, líbrame de los labios mentirosos
y de las lenguas embusteras.
 
3
 ¡Ah, lengua embustera!
¿Qué se te habrá de dar?
¿Qué se te habrá de añadir?
4
 ¡Puntiagudas flechas de guerrero,
con ardientes brasas de retama!
 
5
 ¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec,
que he acampado entre las tiendas de Cedar!
6
 ¡Ya es mucho el tiempo que he acampado
entre los que aborrecen la paz!
7
 Yo amo la paz,
pero si hablo de paz, ellos hablan de guerra.
DÍA 1
Un hombre piadoso
en un mundo impío
➢ Comienza leyendo el Salmo 120.
➢ Ora acerca de lo que has leído.
➢  Toma nota de lo que creas que Dios te está
enseñando.
➢ Lee el capítulo.
➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”.
Salmo 120
E l hogar es donde está el corazón. Así reza el dicho.
Hay una palabra en galés, hiraeth , que es casi imposible
de traducir. Significa una intensa añoranzadel hogar, tanto
que puede causar que el sufriente se enferme. Puede haber
un intenso anhelo de los sitios familiares, sonidos y aromas
de lo que la memoria llama “hogar”. Parte de ese “anhelo
del hogar” es evidente en este primer salmo gradual
Jerusalén era el “hogar” del salmista. No es que él
hubiera vivido allí; más bien él anhelaba estar allí. Es
bastante probable que él hubiera hecho peregrinajes a esta
ciudad cuando era muchacho. Fue aquí donde se encontró
con sus hermanos judíos con ocasión de las grandes fiestas
de Israel. Lo que es más importante, Dios mismo había
hecho su “hogar” aquí al venir a morar en el templo. Pero
por algún motivo, el salmista se encuentra tan alejado de
Jerusalén como era posible estar.
Él habla de estar en dos lugares: “Mésec”, que se cree
que estaba en algún lugar en el norte, cerca del Mar Negro
(en lo que hoy llamaríamos las repúblicas bálticas); y hacia
el sur, “entre las tiendas de Cedar” en el desierto árabe (v.
5). Cualquiera que sea su ubicación geográfica exacta,
emocional y espiritualmente él reside entre los paganos: se
siente lejos de Dios y de la reconfortante seguridad de la
comunión cristiana. A diferencia de la sensación de gozo al
comienzo del Salmo 122, aquí el salmista está melancólico:
angustiado por los días de privación y oposición, añora que
vengan días mejores. Lo ha envuelto una melancolía
espiritual. Está cantando sus penas.
De tanto en tanto, la mayoría de los creyentes se
encontrarán sufriendo de depresión espiritual. Cuando las
cosas no resultan según nuestro plan, tendemos a
desanimarnos. Parte de este desasosiego se refleja en el
primer verso de este salmo: aquí tenemos a un hombre en
estado de “angustia” (v. 1; ver el “ay” del v. 5). “El Espíritu
Santo ha exhortado a los fieles”, escribió Juan Calvino en un
comentario sobre el Salmo 47:1-2, “a continuar aplaudiendo
de gozo hasta la venida del Redentor prometido”
9
 . Pero hay
ocasiones cuando nos sentimos incapaces de cumplir con
este sentimiento. Si algo caracteriza a los salmos es su
honestidad. Y este salmo expresa con asombrosa franqueza
cómo se siente el salmista exactamente. De esta forma,
refleja acertadamente la condición de muchos cristianos
que de tanto en tanto se encuentran en circunstancias
similares.
Probablemente no haga falta decir que el Salmo 120 no
es el salmo “favorito” de muchos cristianos. En la superficie,
es demasiado pesimista y sombrío; va en contra de lo que
se nos incita a esperar de nuestra fe a los cristianos
modernos. Las condiciones de privación y angustia no son
centrales en las expresiones modernas del cristianismo. Se
nos enseña que para nuestra fe es esencial cantar “Soy f-e-
l-i-z”. Los cristianos que demuestran seriedad, o peor aún,
melancolía, están llevando una vida espiritualmente
empobrecida. Lo que ellos necesitan, se nos informa, es un
renovado bautismo del Espíritu, un despertar a lo que
realmente es el cristianismo: placeres y prosperidad puros.
Aquellos que difunden tales posturas a veces citan la
Escritura para respaldar lo que dicen. ¿No enseña la Biblia
que podemos esperar recibir “cien veces más ahora en este
tiempo” cosas tales como “casas, hermanos, hermanas,
madres, hijos y terrenos” (Mr 10:30)? Ciertamente hay
cristianos que han tomado estos versos muy literalmente,
difundiendo un evangelio de salud y prosperidad como la
correcta expectativa de cada creyente, y con ello una
expectativa de que los cristianos deberían experimentar una
constante sensación de gozo, el cual se define de manera
más o menos acotada como algo frívolo y exterior.
Los defensores de esta postura de la vida cristiana
olvidan que Jesús añade una precaución: ¡“Con
persecuciones” (Mr 10:30)! Ninguna parte de nuestra
experiencia cristiana en este mundo estará libre de sufrir de
una forma u otra. Cada cristiano debe esperar recibir cosas
que no quiere, y que se le nieguen cosas que anhela.
“Pérdidas y cruces”, para tomar una frase de los puritanos,
es parte de lo que nos toca, independientemente de lo
avanzados que podamos estar en la santidad. Esta fue una
lección que el apóstol Pablo aprendió luego de su primer
viaje misionero: “Es necesario pasar por muchas dificultades
para entrar en el reino de Dios” (Hch 14:22). Y cuando los
cristianos se encuentran contra la pared, enfrentando los
“golpes y flechas de la horrible fortuna”, es comprensible
que expresen una sensación de tristeza cercana a la
desesperación. Una de las lecciones que Jesús nos enseña
en su vida terrenal es que en el Huerto de Getsemaní se
acercó a la desesperación tanto como es posible sin pecar .
Esa intensa gravedad era apropiada a la ocasión, y al
exhibirla, nuestro Señor permite tales sentimientos en la
vida de sus hijos. Negarlos es tanto peligroso como erróneo.
Si algo podemos decir de la Biblia, es que es totalmente
franca respecto a la condición de algunos de sus creyentes
más connotados. Hay momentos cuando los mejores en el
pueblo de Dios están abatidos, cuando lo único que pueden
decir es “¡ay de mí!”. Hay ocasiones cuando la luz del rostro
de Dios parece haberse escondido y el creyente cristiano
tiene que caminar en la oscuridad (Is 40:27; 49:14). El
primero de estos Salmos Graduales intenta identificarse con
este malestar espiritual y ministrar a quienes lo padecen.
Quizá el hecho de que la Biblia reconozca la condición de
forma tan transparenteya es de suyo alentador. Si algo nos
enseña, es que quienes se sienten así no están solos.
Incluso algunos de los gigantes de Dios han conocido
momentos de angustia y desesperación. El salmista se
siente lejos del Señor y toda la situación lo está
derrumbando.
La separación de Dios es algo que este salmo comparte
con otros dos, el Salmo 42 y el 43. Es la sensación de
separación de Dios lo que también allí causó el abatimiento
del salmista: “Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo
solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de Dios.
Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran
celebración” (Sal 42:4). Él había sido uno de los cantores
levíticos del templo, acostumbrado a conducir la
congregación de Israel a través de las puertas del templo en
una gozosa celebración de sus grandes festividades
religiosas. Pero ahora, por algún motivo separado
físicamente de Jerusalén, ya no puede participar de aquellas
jubilosas ocasiones. Añora profundamente aquello que
había sido la cúspide de su experiencia.
El salmista no está solo en estos sentimientos.
Elías conoció la depresión espiritual. Cuando enfrentó a
los profetas de Baal y la ferocidad de Acab y Jezabel, se
encontró demostrando el poder del Dios de Israel mediante
una exhibición pirotécnica de fuego. El sacrificio empapado
de agua se encendió apenas Elías clamó a Dios para que
mostrara su poder (1R 18:21-39). No obstante,al cabo de
algunas horas, lo encontramos sentado bajo un enebro,
totalmente decaído y deseando morir (1R 19:1-19).
Jonás, en circunstancias muy distintas, huye de la
voluntad revelada de Dios. En lugar de ir a Nínive a predicar
un mensaje de perdón y reconciliación, se encontró
tomando un rumbo que lo llevaría exactamente en la
dirección contraria. Cuando, después de que Dios lo atrapa,
Jonás se arrepiente y hace lo que se le ordena, lo
encontramos sentado bajo una calabacera y sintiendo una
profunda lástima por sí mismo. Él dice: “¡Prefiero morir que
seguir viviendo!” (Jon 4:8).
Los dos discípulos en el camino a Emaús, Cleofas y su
compañero (¿su esposa tal vez?), son un buen ejemplo (Lc
24:13-27). Estos dos están haciendo el viaje de once
kilómetros a Emaús luego de haber presenciado la muerte y
la sepultura de Jesucristo. Estaban decepcionados,
deprimidos, al borde de la desesperación. Todas sus
esperanzas se habían caído a pedazos en los sucesos de los
dos o tres días anteriores. Ya se iban a casa, y cada paso del
camino les parecía doloroso y agotador. Incluso se veían
cabizbajos (v. 17).
La vida es así; se trata de expectativas no cumplidas,
repentinas providencias con consecuencias devastadoras e
inexplicables. Uno hace planes a futuro solo para ver que
esos planes se desmoronan por causa de sucesos
imprevistos. “En este mundo afrontarán aflicciones”,
advirtió Jesús (Jn 16:33). Hay una guerra en la cual el
cristiano se encuentra enfrentado a fuerzas hostiles
determinadas a derrumbarlo. Las bajas de esta batalla son
los “caminantesinquietos”. ¡Y al parecer el salmista es uno
de ellos!
¿Cuáles son las causas de esta melancolía espiritual? El
Salmo 120 menciona dos en particular.
1. La oposición del mundo. Ningún cristiano está a salvo de
la malicia del mundo. Por el solo hecho de que los cristianos
viven como viven, alejados de la gratificación mundana del
poder personal, la ganancia y el placer, ellos pueden
esperar que el mundo los odie. Lo que el salmista menciona
aquí, “labios mentirosos” y “lenguas embusteras” (v. 2), no
es más que la respuesta del mundo al sentirse golpeado
cuando el creyente rechaza su estilo de vida. Al construir un
arca, Noé “condenó al mundo” (Heb 11:7). Puede que
nosotros, como el salmista, deseemos paz, pero el mundo
ha declarado la “guerra” (v. 7).
Los cristianos son los soldados-peregrinos del Señor, y no
se logra un avance en el reino de Dios sin oposición. El
puritano inglés John Geree, escribió en un tratado titulado
The Character of an Old English Puritane or Non-conformist
(1646): “Toda su vida la consideró una guerra, en la que
Cristo era su capitán, sus brazos, sus oraciones y lágrimas.
La cruz su estandarte y su lema Vincit qui patitur [el que
sufre vence]”
10
 . Fue este tipo de oposición lo que produjo
en los puritanos tal agudeza de sabiduría y refinamiento en
el discipulado. En el plan global de Dios, la oposición y la
dificultad tienen como fin nuestro “bien” (Ro 8:28).
Esto es lo que Jesús nos dice que esperemos. Los
incrédulos, advierte Jesús, no sabrán nada de la oposición
del mundo: “Si el mundo los aborrece, tengan presente que
antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del
mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes
no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el
mundo. Por eso el mundo los aborrece” (Jn 15:18-19). Ya sea
que la oposición es fría y calculadora, o ferviente y feroz, el
efecto es el mismo.
Los cristianos que rehúsan falsificar datos, robarle a la
empresa, o aprobar los amoríos sexuales del ambiente
laboral moderno pueden esperar ser ridiculizados o incluso
despreciados. Puede que los ascensos se desvíen a favor de
alguien que se adecua a las expectativas del mundo.
Recuerdo a un empresario que, cuando se le pidió que
mostrara su producto en una prestigiosa exhibición en
Londres, accedió pero rehusó abrir su puesto en el Día del
Señor, el día más ajetreado de todos. Aunque algunos lo
admiraron, y otros se confundieron, igualmente hubo
indignación, porque el acto parecía condenar la falta de
principios en los estándares del mundo. Esto es parte de lo
que podemos esperar, y Pedro nos advierte que no nos
sorprendamos cuando de pronto nos sobrevienen pruebas
de este tipo (1P 4:12).
Dios puede mirar furiosamente, reprender
amargamente, y golpear fuertemente, aun donde y
cuando ama profundamente. La mano de Dios estaba
muy en contra de Job, y no obstante su amor, su
corazón, era muy favorable a Job… La mano de Dios
estaba enfadada con David y Jonás, cuando su
corazón estaba muy a favor de ellos. Aquel que
concluya que el corazón de Dios está contra aquellos
que tienen su mano en contra, condenará a la
generación de los justos, a quienes Dios no habría
condenado injustamente.
Thomas Brooks, Precious Remedies against Satan’s Devices 
11
 .
Es interesante que el salmista sea el objeto de pláticas
maliciosas. Así le ocurrió a John Bunyan. Camino a un
servicio montado a caballo bajo una lluvia torrencial, vio a
una muchacha que él percibió que se dirigía al mismo
servicio. Al llevarla en su caballo ciertas personas
chismorrearon, acusando al predicador de conducta
impropia. El cuento lo persiguió durante muchos años y le
causó gran angustia.
Lamentablemente, en la iglesia también encontraremos
cuentistas. Este es uno de los motivos por los que Santiago
nos advierte que la lengua es “un fuego, un mundo de
maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el
cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a
todo el curso de la vida” (Stg 3:6).
Hostilidad es precisamente lo que experimentó Jesús:
una familia que no lo entendía, un gobierno insensible, e
incluso amigos que lo traicionaron. Mentiras y engaños
fueron la causa de su crucifixión. Y es solo este hecho —que
al experimentar la hostilidad del mundo al mismo tiempo
estamos siguiendo las pisadas de nuestro Maestro— lo que
nos fortalece y nos motiva a perseverar.
 
2. La seducción del mundo. Al quejarse de que ha vivido
demasiado tiempo entre los paganos (vv. 5-6), el salmista al
parecer plantea un problema bastante distinto. El mundo es
más que solamente hostil y antagónico hacia el creyente.
Existe un peligro bastante distinto y mucho más sutil: el de
ceder a la seducción del mundo. Uno de los ardides del
diablo es socavar la santidad del creyente comprometiendo
su estilo de vida. Los creyentes deben buscar la santidad,
una conformidad interna y externa a la semejanza de Cristo.
La presión constante del mundo es tal que impide que
ocurra este proceso de cambio, y es probable que el
salmista estuviera consciente de la estampa del mundo
sobre su actual estilo de vida. El efecto santificador de
codearse con otros creyentes le había sido quitado.
El propósito eterno del Dios trino es conformar a su
pueblo a la imagen de Cristo. Nadie lo vio más claramente
que Pedro, quien, habiéndole fallado a Cristo rotundamente
en varias ocasiones, insistía en que los creyentes han sido
escogidos “según la previsión de Dios el Padre, mediante la
obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y
ser redimidos por su sangre” (1P 1:2). A modo de incentivo
él añade que Dios mismo es santo y que debemos ser como
él (v. 15), que Cristo murió para adquirir santidad para
nosotros (vv. 18-19), y que todos debemos enfrentarnos a
Dios como nuestro Juez y rendir cuenta de nuestra vida (v.
17). Vivir una vida mundana frustra el consejo del Dios trino
cuyo propósito es purificarnos y hacernos como su Hijo.
Quizá el salmista está consciente de que las cualidades
distintivas de la santidad están ausentes en su vida. Al
evaluar su actual condición espiritual advierte elementos de
transigencia. Es un tiempo de flaqueza. Él piensa en el gozo
de adorar a Dios en Jerusalén ¡y lo extraña !
Precisa decir de inmediato que esta es una buena señal.
Las personas que no extrañan las cosas espirituales cuando
algúnmotivo u otro los ha obligado a alejarse están en una
mala condición. Si podemos estar ausentes de la adoración
sin un buen motivo y no la extrañamos, estamos en una
peligrosa situación, al borde de la catástrofe. ¿Por qué el
salmista estaba lejos de Jerusalén? Puede que haya tenido
una muy buena razón, pero quizá se había trasladado hasta
allá deliberadamente a causa de algún beneficio mundano.
Tal vez abrigaba la idea de que era lo bastante fuerte para
sobrevivir sin visitas regulares al lugar de adoración. Tal vez,
al igual que algunos cristianos hebreos en el Nuevo
Testamento, el congregarse con otros creyentes era algo
que había comenzado a considerar innecesario (Heb 10:25).
Tales nociones, desde luego, están completamente
equivocadas.
El camino de la recuperación
Cuando nos encontramos en circunstancias similares a las
del salmista, ¿cómo podemos afrontarlas? ¿Qué podemos
hacer para remediar la situación? Al parecer la respuesta
radica en reconocer cinco importantes verdades.
En primer lugar, es importante reconocer que existe un
enemigo . Siempre es fatal subestimar el poder de un
enemigo que está empeñado en destruirnos. El salmista no
estaba cerca de cometer ese error. Su enemigo era
mentiroso, uno que le había declarado la guerra. Ignorar sus
amenazas sería una insensatez. Es una lección que los
cristianos no logran aprender para su propio perjuicio. Es
muy fácil quitarle importancia a la amenaza del mundo, o
del pecado residente, o del mismo diablo. Pretender que las
fuerzas de las tinieblas son intrascendentes puede resultar
ser el medio de nuestra destrucción. Al abordar el pecado
residente, por ejemplo, Pablo asume que hemos reconocido
nuestra necesidad de lidiar con el pecado y que contamos
con los medios para hacerlo cuando exhorta a sus lectores:
“Porque si ustedes viven conforme a ella [la carne], morirán;
pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos
hábitos del cuerpo, vivirán” (Ro 8:13).
Segundo, es igualmente importante reconocer nuestra
incapacidad de vencer a nuestro enemigo . Así como Pablo
incentiva la mortificación por el poder del Espíritu que mora
en nosotros en Romanos 8, así también el salmista se halla
incapaz de luchar. Él está “angustiado” (v. 1). La vida
cristiana nunca es fácil, y los santos a través de las épocas
han confesado su debilidad frente al enemigo. El Nuevo
Testamento advierte al que se crea fuerte que “tenga
cuidado de no caer” (1Co 10:12). Jesús dijo: “No son los
sanos los que necesitan médico sino los enfermos” (Mt
9:12).
Esto nos lleva a una tercera verdad: un reconocimiento
de que la fuente de toda nuestra esperanza radica en el
poder de Dios. Es en el nombre del “Señor” (v. 1) que el
salmista renueva sus fuerzas y la motivación en su
melancolía. Este es precisamente el nombre que había
revivido la fe de Moisés cuando se le pidió que regresara a
Egipto sabiendo que había un precio por su cabeza (Éx
3:15). Hay un himno que incluye estos versos:
 
El brazo de la carne fallará,
No oses confiar en el tuyo
12
 .
George Duffield Jr
1818-1888
 
Es por eso que el salmista comienza con una súplica a
Dios para que venga en su ayuda: “En mi angustia invoqué
al Señor” (v. 1). Puesto que está consciente de su debilidad,
él clama al Señor para que lo salve y lo libre.
En un punto del salmo él confronta a su enemigo y le
advierte sobre las consecuencias de su malicia. Sus
palabras de enemistad bien pueden haber lastimado al
salmista, pero no son nada en comparación con el juicio que
este enemigo recibirá de Dios. El enemigo del salmista ha
usado las palabras como armas, semejantes a “puntiagudas
flechas” y “ardientes brazas” (v. 4; al parecer las raíces de
la “retama” arden bien y producen buenas brasas). Estas
metáforas recogen alusiones de otro lugar del Antiguo
Testamento: “Un mazo, una espada, una aguda saeta, ¡eso
es el falso testigo contra su amigo!” (Pr 25:18); “El perverso
hace planes malvados; en sus labios hay un fuego
devorador” (Pr 16:27). En el juicio, la justicia de Dios se
encargará de que cada cosa se encuentre con su similar: las
flechas se encontrarán con flechas y el fuego con fuego.
Algo parecido encontramos en un salmo anterior:
 
Pero Dios les disparará sus flechas,
y sin aviso caerán heridos.
Su propia lengua será su ruina,
y quien los vea se burlará de ellos
 
(Sal 64:7-8).
 
Esto es lo que hace el salmista, entonces, cuando se
encuentra en dificultades: ¡confronta a su enemigo y le dice
lo que Dios va a hacer! Fue la táctica de David al
enfrentarse a Goliat. Él le dijo: “Tú vienes contra mí con
espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre
del SeñorTodopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a
los que has desafiado” (1S 17:45). Esta fue también la
fuerza que obtuvo Gedeón contra los madianitas:
“¡Desenvainen sus espadas, por el Señor y por Gedeón!”. Es
por esta misma razón que el apóstol Pablo alienta a los
cristianos a ser fuertes “en el Señor y en el poder de su
fuerza” (Ef 6:10, RVC). Es la única forma de confrontar al
enemigo: ¡armados con el poder de Dios!
Al mismo tiempo, el salmista ha recurrido a una
confianza en la soberanía y el poder de Dios. ¿Qué implica
el conocimiento de la soberanía de Dios? Implica muchas
cosas, incluyendo la seguridad de que su propósito no
puede fallar (Is 46:9-10; Dn 4:34-35). ¡Si Dios no es
soberano no puede ser Dios! Fue precisamente esta verdad
lo que ayudó a Job en sus pruebas: “Yo sé bien que tú lo
puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus
planes” (Job 42:2). Incluso las crueles acciones del enemigo
del salmista eran parte del plan y propósito general de Dios,
de lo cual la Biblia da testimonio en las pruebas de Job (Job
2:3), así como en el mayor de todos los crímenes: la muerte
de Cristo mismo (Hch 2:23). La explicación nos la da José,
quien había sufrido en carne propia a manos de las
malvadas intenciones de sus propios hermanos: “Ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en
bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida
de mucha gente” (Gn 50:20).
Desde mi infancia —escribió Jonathan Edwards— mi
mente había estado llena de objeciones contra la
doctrina de la soberanía de Dios… Solía parecerme
una horrible doctrina. Pero recuerdo muy bien el
momento cuando me pareció que estaba convencido,
y totalmente satisfecho, en cuanto a esta soberanía
de Dios… desde entonces, a menudo no solo he
tenido la convicción, sino una deleitable convicción.
Muy a menudo la doctrina me ha parecido
extremadamente agradable, resplandeciente y dulce.
Soberanía absoluta es lo que amo atribuirle a Dios
13
 .
Conocer a Dios como el Rey de nuestras vidas es la
salida de la melancolía espiritual.
La verdad número cuatro es que la oración es la llave
que abre la puerta a la comunión renovada con Dios .
Pareciera que el salmista hubiera conocido la ayuda de Dios
en muchas ocasiones en el pasado. El verso inicial es un
testimonio del beneficio de la oración contestada: “En mi
angustia invoqué al Señor, y él me respondió. Señor,
líbrame…” (vv. 1-2). Su expectativa de la ayuda de Dios
ahora se basa en la experiencia de conocer su ayuda en
ocasiones anteriores. La salida de su desaliento y
pesimismo está en el recurso a la oración. La comunión con
Dios en la oración es el medio por el cual se renueva su
fuerza.
Debemos orar en todo tiempo (1Ts 5:17). Eso significa
que debemos orar en cada momento significativo,
sacándole provecho a cada oportunidad. Este es un consejo
especialmente bueno cuando nos encontramos en algún
tipo de dificultad. Tal como los policías necesitan estar
constantemente en contacto con el cuartel central para que
se conozca su paradero, y a la vez puedan transmitir
información, así también el cristiano necesita estar en
contacto permanente con el Señor. Cuando Nehemías elevó
una oración “como flecha” cuando se le pidió que explicara
su semblante al Rey Artajerjes, su instantáneorecurso a la
oración en ese momento fue el resultado de un hábito de
oración disciplinada (Neh 2:1-4; comparar 1:4). Aquí ocurre
lo mismo. El salmista sabe a partir de ocasiones anteriores
que la “oración funciona”.
Cuando todo parece en contra nuestra
y caemos en la desesperación,
sabemos que hay una puerta abierta,
un oído escuchará nuestra oración
14
 .
La oración es una renovación de la comunión con Dios. Al
verbalizar la condición de nuestra alma ante el Señor, se
nos recuerda que él vino a este mundo en la persona de
Jesucristo. Por medio de la oración se nos recuerda al que
cargó nuestro pecado y a nuestro Sustituto, quien puede
“compadecerse de nuestras debilidades” (Heb 4:15). “Por
haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los
que son tentados” (Heb 2:18).
Al tomar en serio a su enemigo, su necesidad, y el poder
soberano de Dios al cual recurre por medio de la oración, el
salmista encuentra los inicios de su libertad de la depresión
espiritual. El viaje que emprende ahora, un viaje que
seguiremos en estos salmos, es uno que conducirá a la más
grande de las bendiciones espirituales. Hay una salida de la
depresión espiritual y comienza con enfrentar
honestamente nuestra condición actual. Si te encuentras en
circunstancias similares a las del salmista, entonces
comienza por reconocerlo. ¡Haz más que eso! ¡Ve y
cuéntaselo al Señor! ¡Cuéntaselo todo!
Quizá antes de que podamos hacerlo, tenemos que
preguntarnos si extrañamos la presencia de Dios en
nuestras vidas tanto como el salmista. Tal vez primero
tenemos que orar: “Señor, dame sed de ti”. Si un episodio
de depresión espiritual te lleva a hacer una oración como
esa, ¡tendrás motivo para volverte y agradecer a Dios por
ello!
Hay una última verdad: ¡la oración no es respondida!
Más precisamente, es respondida, pero no como uno habría
esperado. Reconocer esto, que Dios nos hace esperar su
bendición, es parte del remedio para la desesperación. El
peregrino permanece en un lugar oscuro al final del salmo,
pero ahora está armado con una renovada resolución. La
oscuridad ha sacado cierta firmeza en el alma. Al decir “no
todavía ”, Dios lo ha fortalecido para las batallas más fieras
de la vida.
PARA TU  DIARIO …
1. ¿Por qué algunos salmos te resultan más atrayentes
que otros? Mientras piensas en esto, considera si tal
vez se ha filtrado un desequilibrio en tu vida porque no
has logrado apreciar la amplitud de la espiritualidad
que expresa el libro de los Salmos.
 
2. ¿Sabes lo que significa estar desalentado? ¿Hay
asuntos específicos que continuamente te desaniman?
¿Cuáles son?
 
3. Si el lema Vincit qui patitur (el que sufre, vence) es
cierto, ¿cómo debería afectar la forma en que ves tu
vida como cristiano?
 
4. ¿Has estado ausente de la adoración corporativa
últimamente?
¿Tienes buenos motivos para esta ausencia? ¿Es una
señal de haber vuelto atrás?
 
Salmo 121
Cántico
de los peregrinos
1
 A las montañas levanto mis ojos;
¿de dónde ha de venir mi ayuda?
2
 Mi ayuda proviene del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
 
3
 No permitirá que tu pie resbale;
jamás duerme el que te cuida.
4
 Jamás duerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
 
5
 El Señor es quien te cuida,
el Señor es tu sombra protectora.
6
 De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
 
7
 El Señor te protegerá;
de todo mal protegerá tu vida.
8
 El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,
desde ahora y para siempre.
DÍA 2
Necesidad de ayuda
➢ Comienza leyendo el Salmo 121.
➢ Ora acerca de lo que has leído.
➢  Toma nota de lo que creas que Dios te está
enseñando.
➢ Lee el capítulo.
➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”.
Salmo 121
I magina un grupo de peregrinos camino a Jerusalén,
ascendiendo la cadena de “montañas” (121:1) que rodean
la antigua ciudad. Estas montañas potencialmente
esconden bandidos y salteadores que roban a las
desprevenidas familias ocupadas en pensamientos de
adoración. En tales momentos, la necesidad primordial es la
confianza en un Señor soberano y protector. Dios vela por
su propio pueblo.
Este salmo nos infunde la seguridad del cuidado del
pacto de Dios en todo tiempo, en cada situación concebible.
Ha resultado ser uno de los salmos favoritos de una gran
cantidad de creyentes a través de las épocas. Se dice que
William Romaine, el predicador del siglo XVIII, amigo de
George Whitefield, ¡leía este salmo todos los días! No cabe
duda de que sus verdades pueden cambiar nuestras vidas.
Al desafiar nuestros temores e incredulidad, este salmo nos
ayuda a enfocarnos en el Señor de una forma nueva. En
estos versos se nos asegura que la compañía divina está a
nuestra mano derecha en cada momento del día.
Los viajes están propensos a ser golpeados por la crisis,
tanto entonces como ahora, y es reconfortante saber que
hay una mano que nos conduce. Las traducciones más
antiguas de las primeras líneas de este salmo parecen
indicar que el salmista hallaba seguridad ocultándose en las
colinas que rodean Jerusalén. Pero sin duda las colinas eran
el problema, no la solución, porque en esos montes
acechaban todo tipo de ladrones y salteadores para saquear
a los peregrinos desprevenidos. Su seguridad se encontraba
en el Señor mismo, quien los protegía de lo que las colinas
pudieran estar escondiendo.
Es la pregunta lastimera, “¿de dónde ha de venir mi
ayuda?”, lo que hace eco en nuestra propia alma (121:1).
Nos recuerda otro salmo, uno que fue escrito en un
momento de gran angustia, y comienza así:
 
Escucha, Señor, mi oración;
llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
respóndeme pronto cuando te llame
 
(Sal 102:1-2).
 
La respuesta a este clamor (uno que aparece más de
cincuenta veces en los Salmos) es un clamor centrado en
Dios: “Mi ayuda proviene del Señor” (121:2). Este también
es un clamor que escuchamos en más de una ocasión:
 
Esperamos confiados en el Señor;
él es nuestro socorro y nuestro escudo
(Sal 33:20).
 
Nuestra ayuda está en el nombre del Señor,
creador del cielo y de la tierra
(Sal 124:8).
 
Esto sugiere la idea de que en este salmo hay dos
“voces”. Por una parte, está el clamor de un creyente
asustadizo e inexperto, temeroso de que su pie resbale,
temeroso del sol del mediodía, de la luna y especialmente
de los ladrones. Por otra parte, está el clamor reconfortante
de una voz más confiada que apunta a verdades acerca de
Dios que tienen un impacto directo sobre tales temores. El
creyente experimentado y más maduro responde a los
clamores temerosos del creyente inexperto y más inmaduro.
Aquel le dice a este último: Confía en Dios, ¡en cada paso
del camino! ¡Aprende a apreciar el tipo de Dios que él es!
La presencia del pacto
El Salmo 121 infunde seguridad desde la perspectiva del
pacto. El nombre “SEÑOR” en mayúsculas se usa en algunas
versiones de la Biblia en español para designar el nombre
específico Jehová (traducido a veces como YHVH, y como
“Yahvé” en otras versiones)
15
 . La mejor forma de pensar en
él podría ser como “Señor del Pacto”, pues fue un nombre
dado en el contexto de la promesa de Dios a Moisés
respecto a un nombre por el cual el pueblo de Dios, esclavo
en Egipto, podría identificarlo. En Éxodo 3, Moisés es
comisionado para volver a Egipto y libertar a sus hermanos
y hermanas de la cautividad. Naturalmente, frente a esta
intimidante tarea Moisés pregunta por un nombre por el
cual el pueblo pueda identificar al Señor. La respuesta es
extraña: “YO SOY EL QUE SOY”, luego abreviado
simplemente a “YO SOY”, es quien los va a libertar (Éx
3:14). La respuesta a la pregunta “¿de dónde ha de venir mi
ayuda?”, ¡es el verbo “ser”! Dios está enseñando algo:
anteriormente en la narración de Éxodo, él le había dicho a
Moisés: “Yo estaré contigo” (Éx 3:12). ¿Qué está diciendo
Dios? Está diciendo lo siguiente: en medio de las pruebas
que vendrán (y habrápruebas), “YO SOY… ¡contigo !”. ¿Qué
podría ser más reconfortante que eso? El nombre que
identifica a Dios para los israelitas es uno que les da la
seguridad de su continua presencia.
Además, Dios le dijo a Moisés: “Diles esto a los
israelitas: ‘El Señor, el Dios de sus antepasados, el
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado
a ustedes’. Éste es mi nombre eterno; éste es mi
nombre por todas las generaciones”
(Éx 3:15).
La relevancia de este nombre se vuelve evidente a
medida que progresa la historia de la redención. De tanto
en tanto, se repite la expresión “yo estaré contigo” (Gn
26:3; 31:3; Jos 1:5; Jue 6:16; 1R 11:38; Is 43:2). A veces la
encontramos en otra forma: “Nunca te dejará ni te
abandonará” (Dt 31:8; cf. Jos 1:5; 1Cr 28:20; 2Cr 15:2; Heb
13:5). En las páginas del Nuevo Testamento encuentra su
cumplimiento en Jesucristo, Emanuel, que significa “Dios
con nosotros” (Mt 1:23).
Es impresionante que Juan, por ejemplo, comenzara su
relato de la vida de Jesús de la forma en que lo hace. Como
judío, Juan sostenía la verdad judía más fundamental acerca
de Dios: que él es uno (Dt 6:4). La Shema , como se llamaba
a esta declaración, constituía la afirmación diaria de cada
judío piadoso. La traducción de la Escritura hebrea vigente
en los tiempos de Juan vertía el nombre divino de Dios como
Kyrios. Es asombroso, pues, que Juan dijera en las primeras
líneas de su Evangelio que Jesús es Kyrios (Jn 1:1). ¡Jesús es
Señor! Jesús es Jehová.
Al perder la percepción de la presencia de Dios el viaje a
Jerusalén se volvía más difícil. Lo que sostuvo al salmista en
las horas de confusión y ansiedad fue una certeza de que
Dios estaba con él.
 
¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra?
¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de
nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo
invocamos?
(Dt. 4:7).
 
Dichosos los que saben aclamarte, Señor,
y caminan a la luz de tu presencia
(Sal. 89:15).
A veces nuestra culpa duele tanto que locamente
queremos hacer algo extraordinario para detener el
dolor. ¿Pero qué exige Dios de nosotros para nuestra
recuperación espiritual? Simple: una renovada
obediencia en sus medios de dar muerte a la carne.
Sus medios son los que se delinean a través de su
Palabra y son conocidos: lectura constante de su
Palabra, oírla en la predicación, y reflexionar sobre
ella; oración ferviente; vigilar atentamente contra la
tentación; y fijar siempre la mente en las cosas de
arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de
Dios.
Kris Lundgaard, Through the Looking Glass 
16
 .
Creador soberano
Dios no solo se identifica como una presencia del pacto; él
es también el “creador del cielo y de la tierra” (121:2). Las
amenazas que surgen en el viaje a Jerusalén surgen en un
mundo que el Señor ha creado y que él sostiene. En este
mundo —no en un mundo imaginario, idealista— Dios reina
supremo y triunfante. Nada en el mundo amenaza su
dominio.
En las abundantes discusiones sobre la relación entre la
ciencia y la religión, especialmente en el ámbito de la edad
de la tierra, es fácil perder de vista las enormes
implicaciones pastorales de la doctrina de la creación. El
poder soberano que crea el universo en toda su complejidad
es el poder que ahora ofrece sustento en las dificultades en
que nos hallamos. En el principio, no había nada aparte de
Dios en toda su gloria insondable. Él le dio ser a todo lo que
existe de la nada (ex nihilo) . El Dios que hizo al hombre lo
sostiene en cada circunstancia. No hay ningún conjunto de
contingencias que amenace a Dios en absoluto.
 
¿Por qué murmuras, Jacob?
¿Por qué refunfuñas, Israel:
“Mi camino está escondido del Señor;
mi Dios ignora mi derecho”?
¿Acaso no lo sabes?
¿Acaso no te has enterado?
El Señor es el Dios eterno,
creador de los confines de la tierra.
No se cansa ni se fatiga,
y su inteligencia es insondable.
Él fortalece al cansado
y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan,
y los muchachos tropiezan y caen;
pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas;
volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán
(Is. 40:27-31).
 
¡El Creador sostiene! ¡El Creador fortalece! ¡El Creador
cuida !
 
Jamás duerme el que te cuida.
Jamás duerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
El Señor es quien te cuida ,
el Señor es tu sombra protectora.
De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. El Señor te protegerá ;
de todo mal protegerá tu vida.
El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,
desde ahora y para siempre.
 
(Sal. 121:3b-8, énfasis añadido).
 
Seis veces dice Dios que nos mantendrá seguros y a
salvo. Cualquiera que sea la amenaza, Dios mantiene a
salvo a su pueblo del pacto, en un sentido personal y
colectivo (121:1-4). Dios protege a los suyos el día entero
de peligros reales e imaginarios (121:5-6). Él cuida “para
siempre” (121:8).
 
 
 
i. Dios nunca pierde el contacto
 
…jamás duerme el que te cuida .
Jamás duerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
(Sal. 121:3-4, énfasis añadido).
 
¿Recuerdas cuando Elías se mofaba de los profetas de
Baal en el Monte Carmelo, sugiriéndoles que quizá su dios
se había dormido? (1R 18:27). ¡Pero el Dios de Israel nunca
duerme! Nunca deja de estar consciente de su pueblo. Está
siempre despierto para nuestras necesidades. Aquel que ha
redimido a Israel no lo va a perder en el camino a casa (Éx
6:8). Saber que el Señor nunca es inaccesible, ni está
“demasiado ocupado” para tratar nuestro caso en
particular, es lo que hace la vida cristiana tan
maravillosamente renovadora. Quizá en el verso 3 el
salmista estaba pensando en la posibilidad de perder pie en
el camino a Jerusalén y caer a un precipicio sin que nadie lo
advirtiera. ¡Pero Dios lo advertiría! Lo que sea que nos
ocurra, podemos estar seguros de la presencia de Dios a lo
largo del viaje a casa.
 
ii. Dios provee refugio a lo largo del camino
 
El Señor es quien te cuida,
el Señor es tu sombra protectora.
De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
(Sal. 121:5-6, énfasis añadido).
 
¿Por qué temer al sol y a la luna? La amenaza de un
golpe de calor por el exceso de sol es un problema serio en
un viaje como este. ¿Pero qué hay con la luna? ¿Podría ser
que aquí los peligros eran más imaginarios que reales?
Sabemos muy bien que a veces nuestra imaginación puede
complicarnos más que la realidad. Imaginamos peligros
inexistentes. La industria cinematográfica ha aprovechado
este temor hasta el extremo, y ha introducido oscuridad y
sombras, ruidos espeluznantes, y expectativas percibidas
que nos pueden hacer temblar de miedo. La luna también
se asociaba, entonces como ahora, con la demencia. Dios
nos protege de aquellas fuerzas que desquician la mente. Él
nos mantiene cuerdos en un mundo demencial.
Dios proveerá el refugio que nos asegurará un viaje a
casa a salvo. Este es el clamor del salmista una y otra vez.
 
Cuídame como a la niña de tus ojos;
escóndeme, bajo la sombra de tus alas
(Sal. 17:8).
 
¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor!
Todo ser humano halla refugio
a la sombra de tus alas
(Sal. 36:7).
 
Ten compasión de mí, oh Dios;
ten compasión de mí, que en ti confío.
A la sombra de tus alas me refugiaré,
hasta que haya pasado el peligro
(Sal. 57:1).
 
iii. Dios nos mantiene a salvo
 
El Señor te protegerá ;
de todo mal protegerá tu vida.
 
El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,
desde ahora y para siempre.
(Sal. 121:7-8, énfasis añadido).
 
¿Has notado que el salmo ha progresado desde los
pequeños pasos (el pie que resbala en el verso 3) a la
totalidad de la vida (las idas y vueltas en el verso 8)? En la
vida entera no hay oposición que pueda aplastarnos
definitivamente.
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por
venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, nicosa
alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor
que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro
Señor
(Rom. 8:38-39).
Se cuenta la historia de un cruce del Atlántico en el siglo
XIX desde Liverpool, Inglaterra, a Nueva York. En medio de
la noche, el barco era sacudido por una fuerte tormenta que
despertó a todas las personas abordo, incluida una pequeña
niña. Muchos habían comenzado a vestirse temiendo lo
peor, pero la niña le preguntó a un camarero que había
entrado a su cuarto: “¿Está papá en la cubierta?”.
“Sí”, fue la respuesta, momento en el que ella volvió a la
cama y se quedó profundamente dormida nuevamente.
Esta es la confianza de todos los que conocen a su Padre
celestial. Él vela por nosotros desde lo alto; y en sus brazos
estamos seguros.
PARA TU  DIARIO …
1. Reflexiona sobre el pacto de Dios y escribe cada
bendición resultante en la que puedas pensar. Dedica un
tiempo a alabar a Dios por estas bendiciones.
 
2. “Al perder la percepción de la presencia de Dios el viaje a
Jerusalén se volvía más difícil”. ¿Cómo se aplica esto a tu
propia vida?
 
3. Piensa en la inmensidad del universo. Recuerda que Dios
lo hizo todo, ¡y te hizo a ti! ¿Cómo deberías responder a
este conocimiento?
 
4. ¿Puedes pensar en algunas de las formas en que Dios te
ha librado de caer últimamente? ¿Qué has hecho para
reconocer esta bondad?
 
Salmo 122
Cántico
de los peregrinos.
De David.
1
 Yo me alegro cuando me dicen:
“Vamos a la casa del Señor”.
2
 ¡Jerusalén, ya nuestros pies
se han plantado ante tus portones!
 
3
 ¡Jerusalén, ciudad edificada
para que en ella todos se congreguen!
4
 A ella suben las tribus,
las tribus del Señor,
para alabar su nombre
conforme a la ordenanza que recibió Israel.
5
 Allí están los tribunales de justicia,
los tribunales de la dinastía de David.
 
6
 Pidamos por la paz de Jerusalén:
“Que vivan en paz los que te aman.
7
 Que haya paz dentro de tus murallas,
seguridad en tus fortalezas”.
8
 Y ahora, por mis hermanos y amigos te digo:
“¡Deseo que tengas paz!”.
9
 Por la casa del Señor nuestro Dios
procuraré tu bienestar.
DÍA 3
Jerusalén
➢ Comienza leyendo el Salmo 122.
➢ Ora acerca de lo que has leído.
➢  Toma nota de lo que creas que Dios te está
enseñando.
➢ Lee el capítulo.
➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”.
Salmo 122
¡Por fin el salmista ha llegado a Jerusalén!
 
¡Jerusalén, ya nuestros pies
se han plantado ante tus portones!
(Sal. 122:2).
 
“La vista jamás será borrada del libro de la memoria”,
escribió un visitante del siglo XX al ver Jerusalén por
primera vez. Recordando algunas palabras de Wordsworth,
continúa: “Espero que en los días venideros esa imagen
‘destelle ante el ojo interior que es la dicha de la soledad’, y
cuando eso suceda, el corazón una vez más se arrobará por
el placer que esto brinda”
17
 .
De esta ciudad se diría:
 
bella colina,
es la alegría de toda la tierra
(Sal. 48:2).
 
Durante el exilio en Babilonia, un escritor pudo exclamar al
ver las ruinas de Jerusalén:
 
Cuantos pasan por el camino
aplauden burlones al verte.
Ante ti, bella Jerusalén, hacen muecas,
y entre silbidos preguntan:
“¿Es ésta la ciudad de belleza perfecta?
¿Es ésta la alegría de toda la tierra?”
(Lm. 2:15).
 
“¡La ciudad de belleza perfecta!”. Mayor afirmación no
puede hacerse.
La ciudad, ¡por fin!
Cuesta imaginar las emociones que se habrán desatado
cuando estos peregrinos llegaron a Jerusalén, la ciudad de
Dios. Para los peregrinos del país, y especialmente de la
diáspora, la vida de la ciudad tenía un grado de entusiasmo
y energía que era totalmente distinto al de la tranquila
existencia de la vida rural. La vida real está en la ciudad,
piensa la gente. En el Antiguo Testamento, eso era más
cierto de lo que podemos imaginar. La presencia divinadel
pacto, que el salmo anterior había anticipado, había de
encontrarse en Jerusalén de un modo particular. ¡El templo
estaba ahí!
Para el creyente del Antiguo Testamento, Jerusalén era el
lugar donde residía Dios. Ningún otro lugar de la tierra podía
atribuirse esta distinción: “El lugar donde el Señor su Dios
decida habitar” (Dt 12:11; comparar 26:2). Jerusalén
(anteriormente la ciudad cananea de Jebús) fue capturada
por David (2S 5:6-10), y después de que Salomón construyó
el templo en su sitio más prominente, la ciudad cobró una
significación espiritual única: “Por la casa del Señor nuestro
Dios procuraré tu bienestar” (Sal 122:9). Esto explica por
qué los creyentes anhelaban estar ahí. Dios había “escogido
a Sión” (Sal 132:13). “Escogió… el monte Sión, al cual amó.
Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra
que cimentó para siempre” (Sal 78:68-69).
Cuando David trajo el arca del pacto desde Silo hasta
Jerusalén (2S 6), se aseguró de que Jerusalén se convirtiera
en la Ciudad de Dios. El arca contenía las Tablas de la Ley
(Dt 10:5; 31:9), y su posición dentro del templo en Jerusalén
era un vívido recordatorio del pacto hecho con Israel en
Sinaí (Éx 25:22). ¡En el corazón mismo de la ciudad de
Jerusalén había un recordatorio de que Dios había hablado !
La significación de Jerusalén no desapareció con la
división de Israel en tiempos de Jeroboam. A pesar de sus
esfuerzos por convertir Dan y Betel en centros de adoración
para el reino del norte, los fieles seguían yendo en masa a
Jerusalén, adonde “suben las tribus, las tribus del Señor,
para alabar su nombre conforme a la ordenanza que recibió
Israel” (Sal 122:4). Como sugiere este salmo, Jerusalén era
el centro de la vida de Israel; aquí era donde se realizaban
los juicios y se impartía justicia (v. 5); aquí era donde se
celebraba la mayoría de las fiestas sagradas; era aquí
donde Dios había hecho su casa. Una oración que habría
podido pronunciar un israelita era: “Una sola cosa le pido al
Señor…: habitar en la casa del Señor todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme
en su templo” (Sal 27:4).
Durante los cuatro siglos desde David a Nabucodonosor,
Jerusalén conoció tiempos de prosperidad, aunque ninguno
llegó a igualar las glorias de los días de Salomón. Hubo un
acontecimiento que sobresalió, un suceso que en algunos
generó la creencia de que la ciudad sería defendida a
cualquier precio. Cuando Senaquerib sitió la ciudad, el
ejército asirio recibió un golpe severo y fatal que lo envió de
vuelta a casa (2R 19:35-37). Algunos llegaron a la
conclusión de que Jerusalén era invencible y se jactaron de
ello (Jer 7:7). La arrogancia —pues no era otra cosa— se
derrumbó rápidamente. Poco después, Jerusalén quedó
sometida primero a Asiria y luego a Babilonia, la que
finalmente asoló la ciudad y envió a sus habitantes al exilio
(2R 25; Jer 52).
Jerusalén y su templo se habían convertido en materia de
superstición. En lugar de confiar en el Señor, la gente había
entregado su corazón a los ladrillos y la argamasa, las
piedras y la madera. Esto era una desviación que Dios sin
duda iba a enderezar. Y cuando llegó la destrucción, la
reacción del pueblo de Dios fue sentirse desolado. Se oyó a
Asaf clamar: “Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu
herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en
ruinas a Jerusalén” (Sal 79:1; cf. 74:5-8). Tales lamentos se
convirtieron en oración: “Te levantarás y tendrás piedad de
Sión, pues ya es tiempo de que la compadezcas. ¡Ha llegado
el momento señalado! Tus siervos sienten cariño por sus
ruinas; los mueven a compasión sus escombros” (Sal
102:13-14); y nuevamente: “Ah, Jerusalén, Jerusalén, si
llegara yo a olvidarte, ¡que la mano derecha se me seque!
Si de ti no me acordara, ni te pusiera por encima de mi
propia alegría, ¡que la lengua se me pegue al paladar!” (Sal
137:5-6).
Pero, ¿cómo deberíamos ver todo esto nosotros ? ¿Cuál
es la relevancia de Jerusalén para nosotros ?
Jerusalén adquiere un significado aún más profundo en el
Nuevo Testamento. Nosotros también estamos fascinados

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