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Viaje de descubrimiento Derek Thomas Impreso ISBN 978-1-946584-09-0 ePub ISBN 978-1-946584-43-4 Mobi ISBN 978-1-946584-42-7 Publicado en ©2017 por Proyecto Nehemías , 170 Kevina Road, Ellensburg WA 98926 www.proyectonehemias.org Los libros de Proyecto Nehemías son impresos y distribuidos en EE.UU. por: JPL Distribution 3471 Linden Avenue Southeast Grand Rapids, MI 49548 E-mail: orders@jpldistribution.com Tel: 877.683.6935 Traducido del libro A Voyage of Discovery ©2017 por Derek Thomas, publicado por Evangelical Press. A menos que se indique algo distinto, las citas bíblicas están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional ©1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc. Las citas bíblicas marcadas con RVC están tomadas de La Santa Biblia, Versión Reina Valera Contemporánea ©2009, 2011 por Sociedades Bíblicas Unidas. Las citas bíblicas marcadas con RV95 están tomadas de La Santa Biblia, Reina- Valera ©1995 por Sociedades Bíblicas Unidas. Las citas bíblicas marcadas con NTV están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente ©Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos http://www.proyectonehemias.org/ mailto:orders@jpldistribution.com reservados. Las citas bíblicas marcadas con NBLH están tomadas de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy ©2005 por The Lockman Foundation. La transformación a libro digital de este título fue realizada por Nord Compo . http://www.nordcompo.com/ A Ligon y Anne Duncan Con gratitud por la pasada década de ministerio juntos CONTENIDO Reconocimientos Prólogo Prefacio Introducción Día 1 - Un hombre piadoso en un mundo impío Día 2 - Necesidad de ayuda Día 3 - Jerusalén Día 4 - Ojos correctos Día 5 - Si Dios es por nosotros… Día 6 - Rodeados Día 7 - Lágrimas santas y risa santa Day 8 - Edificación duradera Día 9 - Bendice esta casa Día 10 - El Señor es justo Día 11 - Desde lo profundo Día 12 - Un alma satisfecha Día 13 - Yo canto de la misericordia del pacto… Día 14 - Cuando el agua y el aceite se mezclan Día 15 - La bendición Notas Reconocimientos “Sean agradecidos”, nos insta Pablo (Col 3:15), y aquí corresponde decir algunas palabras de reconocimiento por la ayuda de otros. Ningún libro está exento de errores de gramática y estilo en su primer borrador (¡es decir, al menos ningún libro mío !), y agradezco la aguda visión de mi Becario Thornwell, Marshall Brown, y mi secretaria, Ruth Benett, por sus alegres esfuerzos en mi favor. Cabe mencionar a aquellos que emplean a estas buenas personas (¡y a mí!): el Seminario Teológico Reformado. Estoy profundamente agradecido por la amistad que me brindan mis colegas y el apoyo de la administración del seminario que proporciona el tiempo y el incentivo para escribir. EP Books ha publicado varios de mis libros y estoy agradecido con ellos por su entusiasmo respecto a esta ofrenda. Deseo agradecer en particular a Sue Holmes por sus extraordinarias habilidades como editora. Solo he llegado a conocer personalmente a Don Whitney en los últimos años, pero compartimos una carga común por la “formación espiritual”. Debido a su conocida pericia en esta área, sus gentiles palabras de respaldo en la portada de esta edición me dan el incentivo de que voy por buen camino. Sinclair Ferguson ha sido mi amigo y mentor por más de treinta años, y aprecio profunda y humildemente su disposición a asociarse con estas mis palabras. El ministerio del Dr. Ferguson a ambos lados del Atlántico es elogiado con justicia, y considero un especial honor que él aceptara escribir el prólogo. ¿Qué sería de mí sin mi familia? A mi esposa, Rosemary, y mis dos hijos, Ellen y Owen, les ofrezco un extendido “abrazo” de gratitud y amor. Junto con mi amoroso Señor, ustedes son las luces de mi vida. Estas páginas fueron entregadas originalmente en forma de sermones en la hora de oración y estudio bíblico de mitad de semana en la Primera Iglesia Presbiteriana de Jackson, Mississippi, donde ahora sirvo como Ministro de Enseñanza. Estoy profundamente agradecido con la paciente gente de “La Primera”, especialmente con el ministro principal, el Dr. Ligon Duncan. Ligon es tanto mi jefe como mi amigo personal, y servir con él en esta bella e histórica iglesia ha sido el mayor honor de mi vida. A Ligon y su querida esposa, Anne, les dedico este libro. Prólogo H ace algún tiempo me encontré con un conocido al que no veía hacía varias semanas. De inmediato fue obvio que había bajado de peso y lucía una figura mucho mejor. Cuando le comenté al respecto, respondió con entusiasmo: “Sí, he estado siguiendo una dieta diseñada por la Clínica Mayo”. Al continuar la conversación, resultó que la dieta abarcaba un periodo de dos semanas y le proporcionaba un disciplinado fundamento para que tuviera mejor salud en el futuro. Ese, desde luego, es —o debe ser— el sentido de una dieta: proporcionar una reestructuración básica de los hábitos que, si se mantiene, mejorará la salud, el bienestar, y nuestro rendimiento general. En este caso, al parecer había sido muy exitosa, como uno esperaría de una dieta cuidadosamente investigada y probada por un hospital de renombre internacional. En este libro, Thomas Derek nos proporciona el equivalente espiritual de la Dieta de la Clínica Mayo. En estas páginas encontrarás un programa de dos semanas cuidadosamente investigado, diseñado para ayudarte a reconfigurar y redisciplinar un tiempo diario de estudio bíblico, meditación y oración. Tendemos a confiar en programas tales como la Dieta de la Clínica Mayo porque sabemos que han sido elaborados por médicos confiables y han sido probados. Aquí ocurre lo mismo. Derek Thomas es un confiable, ampliamente respetado y experimentado estudiante de la Escritura y la vida espiritual, pastor de las ovejas de Cristo, académico, teólogo, y maestro de estudiantes de teología. Así que aquí tienen un médico del alma en quien podemos confiar que nos brinde orientación confiable y sólida sabiduría bíblica. Pero, más que eso, el programa básico que aquí nos prescribe el Dr. Thomas —los Cánticos Graduales, Salmos 120-134— ha pasado por la más rigurosa prueba de campo. Él mismo lo ha probado. Además, ha recibido el uso más riguroso de parte de innumerables creyentes a lo largo de tres milenios. Por sobre todo, este programa fue probado por el “iniciador… de nuestra fe” (Heb 12:2), Jesús mismo. Él debió cantarlos desde los doce años, ya fuera camino a Jerusalén, o durante los días que estuvo allí, haciendo preguntas en el templo, asombrando a los eruditos judíos con su conocimiento del Señor y su Palabra. Me parece que la manera en que el Dr. Lucas registra ese acontecimiento refleja las maravillosas palabras del Salmo 27:4 y 8: Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo… El corazón me dice: “¡Busca su rostro!”. Y yo, Señor, tu rostro busco. Esta es, pues, una invitación a pasar dos semanas en un ejercicio espiritual que le ha traído innumerables bendiciones al pueblo de Dios en cada época, y uno que el mismísimo Señor Jesús comprobó y encontró plenamente confiable. Al igual que la Dieta de la Clínica Mayo, el ejercicio requiere compromiso; implica disciplina; incluso puede haber algo de dolor. Pero de esto puedes estar seguro, si se me permite parafrasear un poco al apóstol Pablo: si bien el apetito, la disciplina y el entrenamiento de la Dieta de la Clínica Mayo tiene cierto valor, este entrenamiento espiritual ayudará a reconfigurar toda tu vida y traerá beneficios abundantes y duraderos. Sinclair B. Ferguson Glasgow Julio 2001 Prefacio L a gente de EP Books me ha pedido gentilmente que “revise” este libro, anteriormente titulado Making the Most of Your Devotional Life , y publicado por primera vez hace casi una década. He aceptado con gusto, en parte porque sigo apreciando estos salmos (SalmosGraduales) que expresan en gran medida lo que constituye nuestra peregrinación, y en parte porque me da la oportunidad de renovarlo un poco. De partida, en esta edición he cambiado la versión bíblica en inglés a la English Standard Version (ESV), por representar lo mejor del trabajo académico contemporáneo y la fidelidad al texto de la Escritura. He modificado el texto aquí o allá, acortando algunas oraciones a la luz de las actuales tendencias a la prosa más concisa, y reescribiendo algunas secciones que ahora parecen menos claras que hace una década. Desde que escribí estos capítulos, Alec Motyer —uno de los más brillantes estudiosos del Antiguo Testamento en el mundo hoy en día— ha publicado su propio comentario sobre estos salmos, Journey: Psalms for Pilgrim People (Viaje: salmos para peregrinos) 1 . La idea de un viaje, desde luego, se sugiere a partir de la teoría de que estos Salmos Graduales fueron recopilados para proveer material que reflejara el viaje (peregrinaje) que hacía el pueblo de Dios cuando “subía” a Jerusalén para observar las Fiestas del Señor. El “viaje” como representación de la vida cristiana es pertinente; pensemos, por ejemplo, en que a los cristianos de la iglesia primitiva se les denominaba seguidores del “Camino” (Hch 19:9; 19:23; 22:4; 24:14;24:22); o el clásico tratamiento de John Bunyan de la vida cristiana, El progreso del peregrino . Por este motivo, le di un nuevo título a esta edición actualizada: Viaje de descubrimiento: los altos y bajos de la vida cristiana . En los Salmos Graduales, descubrimos tanto la profundidad como la altura de los caminos de Dios con nosotros; desde la “angustia” del primer salmo (Sal 120:1), a la bendición del Señor para su pueblo en el último (Sal 134:3). La vida cristiana es así: tiene sus altibajos, sus momentos de amargura y gozo, tristeza y júbilo. La edición original de este libro estaba dedicada a Ligon y Anne Duncan. Una década después, sigo siendo bendecido por trabajar junto a Ligon en la Primera Iglesia Presbiteriana. No puedo ni comenzar a describir lo que esto significa para mí en cuanto a bendiciones. Basta con decir que ha sido el episodio más privilegiado de mi vida: una aventura; no, ¡una montaña rusa! A ellos les dedico esta última edición con gratitud de todo corazón. Derek W. H. Thomas Jackson, Mississippi Marzo de 2011 Introducción L a espiritualidad se ha vuelto popular últimamente, y no solo en los círculos cristianos. Desde Viaje a las estrellas a las telenovelas en horario estelar, la espiritualidad ya no apaga el interés. En esta época posmoderna, nadie se siente amenazado por la religión personal de otro individuo. Este moderno aprecio por la espiritualidad, ¿es algo que debemos recibir con agrado? ¿Es una señal de que, a fin de cuentas, nuestra época es profundamente religiosa y está volviendo a Dios? Es religiosa, efectivamente, como ha sido cualquier época (ya sea que lo haya sabido o no). Pero, junto con cualquier otra explicación, a menudo es una expresión de la idolatría del ser humano. Abraham Kuyper, en las Stone Lectures que impartió en Princeton en 1898, tenía razón cuando sugería que el contraste fundamental siempre ha sido, sigue siendo, y será hasta el final, cristianismo o paganismo, los ídolos o el Dios viviente. La espiritualidad, como todo lo demás, tiene que ser evaluada a la luz de la Escritura, lo que Dios ha escrito. La espiritualidad que no está en conformidad con la Biblia es meramente una expresión que revela que el corazón humano está perdido y necesita hallar plenitud en la salvación bíblica. Para citar las conocidas palabras de Agustín: “Nos creaste, Señor, para ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” 2 . Este libro tiene como propósito retratar la espiritualidad bíblica tal como la expresan los creyentes en el Dios de la Biblia. Comprende una colección de quince salmos adecuadamente agrupados en el canon hebreo. Todos los salmos de esta colección, del 120 al 134, tienen el mismo título: “Cántico gradual” o “Cántico de los peregrinos”. Se han planteado varias teorías para explicar este hecho. Algunos han observado que los salmos tienen rasgos poéticos que funcionan casi como “escalones” que suben de un pensamiento a otro. Otra postura observa que la palabra “gradual” tiene relación con el verbo hebreo “subir”, que se usa en Esdras 2:1, por ejemplo, respecto a los exiliados que suben a Jerusalén. Esto ha dado pie a la idea de que estos salmos fueron cantados por los exiliados judíos en su regreso desde Babilonia a su patria. Tres de estos salmos se atribuyen a David (122, 124, 133), uno a Salomón (127), pero el resto no se atribuye a ningún autor y pueden datar de tiempos muy posteriores en la historia del Antiguo Testamento. Una postura más general indica que estos salmos no fueron cantados por los exiliados sino por los judíos de la diáspora cuando se dirigían a Jerusalén para asistir a las distintas festividades obligatorias, tales como la Pascua (marzo/abril), Pentecostés (mayo/junio), o el Día de la Expiación (septiembre/ octubre). Cientos, posiblemente miles de personas viajaban juntas a Jerusalén en estas ocasiones, en una procesión que crecía a medida que pasaban a través de los distintos pueblos y aldeas antes de llegar a la ciudad misma. Es interesante pensar que, mientras iban viajando, ellos cantaban estos salmos, que proveían alimento para la meditación a medida que avanzaban. Antes de que se compilara el Salterio tal como lo tenemos ahora, esta colección de salmos pudo haber existido como un “himnario” especial creado para una “ocasión especial”. Otra postura sugiere que estos salmos pudieron haber sido cantados en los quince escalones que llevaban desde un atrio del templo a otro (la palabra “gradual” se usa para “escalones” o “gradas” en Éx 20:26 y 1R 10:19; comparar con Neh 3:15; 12:37). Se sugiere que el “ascenso” se debe entender en un sentido espiritual; el propósito de estos salmos es transmitir un programa de quince pasos de progreso meditativo y espiritual de un grado a otro. Parte del movimiento se discierne de inmediato en ellos, y pueden funcionar fácilmente como guías para el crecimiento y la madurez en la fe. La persona “espiritual” (1Co 2:15), como la llama Pablo, necesita alimento espiritual. Eso precisamente hacen estos salmos. La tradición cristiana ofrece muchos ejemplos de intentos similares de recargar baterías cuando el nivel de energía amenaza con agotarse. Desde escritos tales como las Confesiones de Agustín, el Monologion de Anselmo de Canterbury, Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, o los escritos principales del prior de la Cartuja, Guigo II, Scala claustralium 3 , abundan las obras que ofrecen la renovación espiritual a través de una intensa reflexión sobre la doctrina y/o la experiencia cristiana. En nuestra propia época, El conocimiento del Dios santo , de James I. Packer, si bien no fue escrito con este propósito, no obstante, ha sido usado precisamente de ese modo con considerable provecho. Ignacio de Loyola es un ejemplo interesante. Probablemente él sea uno de los escritores espirituales más importantes del siglo XVI. Nació alrededor de 1491 en España, y sirvió brevemente en el ejército del Duque de Nájera, solo para sufrir una herida en una pierna que lo obligó a pasar un largo periodo de convalecencia en el castillo de Loyola. Allí leyó La vida de Cristo , de Ludolfo de Sajonia, que proyecta imaginativamente al lector hacia la vida de Jesús de Nazaret. El libro provocó en Loyola el deseo de una reforma en su propia vida. Su procedimiento de reforma incluyó un peregrinaje a Jerusalén. Durante este viaje, Loyola escribió Ejercicios espirituales , donde sugiere un periodo de cuatro semanas en las que el lector estudia y medita sobre doctrinas tales como el pecado, la vida de Cristo, la muerte de Cristo, y la resurrección. Si existe una consideraciónmás aleccionadora que cualquier otra para un creyente con mentalidad espiritual, es que, después de todo lo que Dios ha hecho por él; después de las abundantes demostraciones de su gracia, la paciencia y la ternura de sus instrucciones, la reiterada disciplina de su pacto, las muestras de amor recibidas, y las lecciones aprendidas por experiencia; con todo, aún existe en el corazón un principio, cuya tendencia es hacia un secreto, perpetuo y alarmante alejamiento de Dios. Octavius Winslow Personal Declension and Revival of Religion in the Soul 4 . Libros tales como Ejercicios espirituales de Loyola suelen contener elementos objetables. Obras similares diseñadas para integrar a los cristianos decaídos en “la vida más profunda” contienen doctrina que no es lo bastante ortodoxa ni clara; a veces las meditaciones son místicas en el sentido de ser esotéricas y buscar experiencias a expensas de la verdad. La escritura de tales obras a través de la historia de la iglesia es un testimonio de que un proceso estructurado de autoevaluación y reflexión espiritual ha resultado provechoso para restaurar una comunión más cercana con Dios. Consideremos, por ejemplo, los himnos cristianos. Muchos cristianos han descubierto que meditar en himnos conocidos conlleva un beneficio particular y distintivo para la vida espiritual. Muchos himnos (¡y salmos también!) tratanespecíficamente lo que Richard Baxter llamó “las enfermedades y achaques del alma”. Son especialmente útiles para abordar las causas del deterioro espiritual. Los Salmos Graduales funcionan de un modo muy similar. Ya sea que haya algo de verdad en las diversas teorías acerca de su recopilación, estos salmos efectivamente parecen poseer una particular cualidad que insta al lector a avanzar y a subir, desde las angustias de Mésec (Sal 120:5) a la belleza y las alturas de la adoración en Jerusalén (Sal 122:2) y el gozo de la presencia de Dios (Sal 134). A lo largo del camino, descubrimos que contemplan los peligros mientras ascienden a las colinas de Sión (Sal 121). Más adelante, al contemplar la belleza de Jerusalén, el escritor del Salmo 125 prorrumpe en una canción de seguridad: Los que confían en el Señor son como el monte Sión, que jamás será conmovido, que permanecerá para siempre (Sal 125:1). En el siguiente salmo de la serie lo encontramos recordando el poder demostrado en la liberación de la cautividad que habían experimentado: Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto. El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha (Sal 126:4-5). Tal como se puede discernir un progreso geográfico, así también hay valiosas lecciones que aprender: lecciones acerca del sufrimiento y su lugar en el peregrinaje que conduce a la ciudad eterna: Sobre la espalda me pasaron el arado, abriéndome en ella profundos surcos (Sal 129:3). El sufrimiento se vuelve aún más profundo: A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo. Escucha, Señor, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante (Sal. 130:1-2). El aprendizaje de estas lecciones está muy próximo a lo que aludía Pablo cuando escribió que “participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo” (2Co 1:5). La participación en estos sufrimientos (1P 4:13) está en el centro de nuestro peregrinaje al cielo. Calvino escribió a modo de comentario sobre un pasaje similar en 1 Pedro: “La iglesia de Cristo ha sido constituida desde el principio de manera tal que la cruz ha sido el camino a la victoria, y la muerte un pasaje a la vida” 5 . El secreto que debemos aprender es “esperar al Señor” (Sal 130:5). Uno de mis objetivos al escribir este libro es proveerles a los cristianos una guíadistintivamente reformada a la espiritualidad, un libro que, por un lado, distingala espiritualidad del misticismo, y, por otro lado, las teologías ambiguas y eclécticas. La iglesia no solo necesita una renovación de la espiritualidad, sino una espiritualidad reformada y bíblica. ¿Pero qué es eso? ¿Podemos identificar la espiritualidad reformada como algo distinto a la espiritualidad en general? ¡Sí, podemos! De partida, las cualidades que identifican y distinguen la fe reformada en general son igualmente válidas como distintivos en el ámbito de la piedad y la devoción. ¿Cuáles son esas cualidades? Son muchas, pero cinco en particular configuran el carácter esencial de la espiritualidad bíblica. Primero, la espiritualidad debe ser completamente teocéntrica. Si Dios —es decir, el Dios que se revela en la Biblia— no está en el centro de nuestra espiritualidad, entonces lo que tenemos es un híbrido. Esto significa, en efecto, lo siguiente: debemos considerarnos naturalmente corruptos, sin interés en las cosas verdaderas, e inclinados a aquello que desvirtúa y oscurece al verdadero Dios. La mente humana es una continua fábrica de ídolos, planteó Calvino, y tenía razón 6 . Por naturaleza somos totalmente depravados, tan adaptados a los caminos pecaminosos que solo un renacimiento soberano “desde arriba” —para citar las palabras de Jesús a Nicodemo (Jn 3:31)— puede encaminarnos en una dirección distinta. Lo que necesitamos es ser convertidos en “una nueva creación” (2Co 5:17), ser levantados de la muerte espiritual a la vida espiritual y la resurrección, en unión con Jesucristo (Ro 6:4-11; Ef 2:1-10). Esto nos libera de nuestro pasado, de manera que lo que ahora somos “en Cristo” es radicalmente distinto a lo que éramos antes “en Adán”. Esta obra soberana de Dios en la conversión constituye el primer principio de lo que podemos llamar una visión reformada de la espiritualidad. Para ser teocéntrico es necesario ser trinitario. Dios es tres personas y Dios es un solo Señor. Mantener esta cualidad de “tres en uno” a la vista nos mantendrá en el centro de la revelación que Dios hace de sí mismo. ¡La Trinidad no es algún artilugio urdido por la iglesia en Constantinopla con el fin de ofuscar la mente de todos de ahí en adelante! De hecho, es el cuidadoso pronunciamiento de los descubrimientos de la iglesia a medida que examina el testimonio en múltiples niveles de la Escritura acerca del ser de Dios. Para citar a Hilario de Poitiers, del siglo IV: “Solo Dios es un testigo idóneo de sí mismo”, y en este caso, su testimonio es de tres personas en un Dios. Necesitaremos el testimonio de la Escritura para las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a fin de conseguir una espiritualidad bien fundada. Al mismo tiempo, cualquier desviación hacia el politeísmo nos condenará. En segundo lugar, la espiritualidad debe estar basada en la Biblia y ser guiada por la Biblia. La expresión sola Scriptura , uno de los lemas de la Reforma, insistirá en que en la espiritualidad, como en cualquier otra cosa, la Biblia debe definir y controlar. Dios nos da a conocer su voluntad por medio de su Palabra leída, explicada y entendida . Pablo podía decir acerca de la Escritura inspirada por Dios que ella es “útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (2Ti 3:16- 17). Una de estas “buenas obras” es el cultivo de la vida y la vitalidad espiritual, y aquí la Escritura debe informar, motivar, alentar y modelar. Esto significará, en el nivel más básico, que los cristianos que desean la renovación espiritual deben, para citar a Cranmer, “leer, marcar, aprender y asimilar internamente” lo que la Biblia tiene que decir. El “momento de quietud” puede desvirtuarse fácilmente y convertirse en algo individualista y subjetivo, ignorando así las demás dimensiones de la vida y la responsabilidad corporativas. La lectura de los Salmos Graduales, con su persistente atmósfera de vida comunitaria, corregirá en buena medida este problema. Pero, como suele ocurrir, el hecho de que exista una desvirtuación no significa que lacosa sea mala en sí misma. Realmente necesitamos pasar tiempo a solas con Dios y su Palabra. Una espiritualidad que falla en poner la Biblia (es decir, la lectura y el estudio de la Biblia) en el centro mismo falla en apreciar la manera en que Dios nos habla. Nunca se puede lograr el crecimiento en la gracia sin someterse seriamente a las Escrituras ni experimentar el dolor de su efecto correctivo y transformador sobre la totalidad de nuestra vida. Tercero, la espiritualidad debe ser bíblicamente realista; realista en cuanto a lo que se puede y lo que no se puede alcanzar en este mundo en lo que respecta a nuestra conformidad a Cristo y su imagen. Esto es lo que generalmente se denomina santificación. ¿Realista? Sí, porque en esta área abunda la irrealidad. Es vital para nuestra cosmovisión como cristianos reconocer que vivimos en un campo de batalla, rodeados por dentro y por fuera de enemigos implacables empeñados en destruirnos. Aquí es vital la parte final de Romanos 7. Tenemos que considerarnos involucrados en una guerra donde no se puede obtener la victoria total mientras no lleguemos a la gloria. La veracidad nos obliga reconocer que, a medida que progresamos, a menudo también perdemos terreno: la lucha contra el mundo en el exterior, la carne en el interior, y contra el diablo que manipula los dos anteriores para truncar nuestro progreso. Cualquier presunción de haberlo “alcanzado” será considerada como un puro disparate. Será importante también un realismo acerca de qué o quiénes somos: ¡que Romanos 7 sigue a Romanos 6! Eso significa entender que estamos muertos al pecado y vivos en Cristo; que hemos sido sepultados y levantados a una nueva vida en Cristo. Así como el proceso se verá obstaculizado, también se verá incentivado al recordar que estamos “en Cristo” en el sentido de que hemos sido espiritualmente levantados de los muertos para unirnos al mismísimo Señor Jesús resucitado y ascendido. Esta verdad nos brindará una plataforma donde progresar en la santificación porque ahora podemos hacerlo. Ya no estamos “en Adán”, obstaculizados por la incapacidad espiritual; estamos “en Cristo” potenciados por el Espíritu Santo. Esta es la lógica ineludible de Romanos 8:10-14, donde Pablo razona que, a) estamos en Cristo (o que Cristo está en nosotros); b) en nosotros habita el mismo Espíritu que habitó en Cristo; y c) tenemos la obligación de mortificar el pecado y vestirnos de las virtudes que reflejan la semejanza de Cristo. Esto nos protegerá, por una parte, de una visión antinomiana y perezosa de la santificación, y por otra, de una visión psicológicamente paralizante de una justicia inalcanzable. Cuarto, la espiritualidad debe tener un doble enfoque; es decir, debe enfocarse tanto en este mundo como en el venidero. Debe tener un doble enfoque por causa del peligro de un pietismo que pasa por alto o niega la importancia de la vida vivida en este mundo, y por causa del peligro igualmente importante de pasar por alto el enfoque de todo lo que se vive aquí, en cuanto preparación para el mundo venidero. La espiritualidad reformada se preocupa de preparar las almas para llevar vidas útiles y productivas en este mundo, apreciando todo lo que Dios concede en común con todos los demás que viven en la tierra. El apreciar la mano creadora y sustentadora de Dios en todas las cosas, que “toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre” (Stg 1:17), asegurará que no abandonemos nuestra vocación de ser “sal” y “luz” en este mundo (Mt 5:13-14). Asimismo, recordar que en este mundo “no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera” (Heb 13:14), es el enfoque básico del cristianismo del Nuevo Testamento. Esto no es — como se cataloga tan a menudo que resulta irritante— pietista, como si “vivir cada día como si fuera el último”, como expresa Thomas Ken, de algún modo fuera una equivocación. Más bien así es como debería ser. Debemos vivir, como le dijo un Canciller puritano a su aterrado alumno, como los que están “listos para morir”. Una espiritualidad que no nos prepara para el cielo no tiene mérito alguno. Quinto, la espiritualidad debe involucrar un esfuerzo de parte nuestra así como el poder de parte de Dios. La relación entre soberanía y responsabilidad dentro de las expresiones reformadas de Cristianismo a veces ha sido problemática; se ha enfatizado una u otra en desmedro de la otra o negándola. El quitarle importancia a la necesidad del esfuerzo de parte nuestra conduce a la pasividad. El resultado de ello son las perspectivas de la santificación y el crecimiento en la gracia que se alcanzan por absorción más bien que por esfuerzo. Actualmente existen perspectivas de la meditación en boga que están muy próximas a dicha postura. La espiritualidad reformada no dudará en aplicar el tercer uso de la ley según Calvino: que debemos ser motivados e impulsados a buscar a Dios con todo el corazón, la mente y las fuerzas, porque Dios lo dice. Somos culpables si no lo hacemos. Asimismo, necesitamos la potenciación del Espíritu Santo para hacerlo. Y aquí la espiritualidad tendrá en consideración las distintas condiciones posibles del alma en relación con Dios. Algunos tienen buena salud y otros se han vuelto atrás —para usar una expresión de Jeremías (Jer 15:6). En cualquier caso (y todo lo que hay en medio en el espectro del diagnóstico espiritual), el Espíritu Santo debe venir y capacitarnos para hacer aquellas cosas que promueven y profundizan nuestra relación con Dios. “Si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Ro 8:13). Somos nosotros los que tenemos que mortificar el pecado; pero al mismo tiempo, es “por medio del Espíritu”. El hecho de clamar a Dios para que nos ayude de ninguna manera disminuye nuestra responsabilidad. Pero sí nos protege de un legalismo que se arroga los triunfos personales, por una parte, y por otra, de una mente fracturada que se frustra por lo imposible. Estos Salmos Graduales siguen proveyendo instrucción espiritual para los viajeros cansados. Sus lecciones poseen una calidad intemporal. Hace veinte años, Eugene Peterson escribió un libro acerca de estos salmos que tituló A Long Obedience in the Same Direction 7 (Una larga obediencia en la misma dirección). En mi libro yo he intentado abordar los salmos desde un punto de vista distinto, aunque la intención general de ambos títulos es el mismo: promover una visión bíblica del discipulado. A medida que examinamos estos salmos uno por uno, su fuerza acumulativa puede cambiar la vida y reformarla. Ellos apuntan en dirección opuesta a la introspección y el egocentrismo, hacia el Dios de Sión cuya gloria debe consumir nuestra visión. En el juego del golf, una lección esencial es mantener la mirada en la bola. Aquí una falla trae resultados trágicos y bochornosos. Asimismo, en estos salmos la lección es mantener la mirada en el Señor y su gloria (ver Heb 12:2). Si se toma un salmo al día, ellos nos proveen poco más de dos semanas para ponernos en forma. ¡Dos semanas! Desde la oscuridad de Cedar en el primer salmo (120:5; Cedar significa “negro”), somos conducidos a una noche completamente distinta de adoración en el templo en el último salmo (134:1). ¡Dos semanas! Es una meta que vale la pena. Cada día dedicaremos tiempo a uno de estos salmos. Lee el salmo, ora a través de él, toma nota de lo que creas que Dios podría estar enseñándote. Mientras lees el capítulo para cada día, lleva un registro en un diario. Donald Whitney ha escrito: Un diario es uno de los mejores lugares donde registrar tu progreso en las Disciplinas Espirituales y para hacerte responsable de tus objetivos… 8 Al final de cada capítulo he incluido algunas preguntas para “remover las aguas”, por así decirlo. No hay reglas estrictas, salvo la necesidad de honestidad. Escribir la manera en que respondemos a la enseñanza deDios puede remover los afectos como nada más puede hacerlo. Así que ahí está el bosquejo del desafío que te traigo. ¿Quieres acompañarme en la búsqueda? Salmo 120 Cántico de los peregrinos 1 En mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió. 2 Señor, líbrame de los labios mentirosos y de las lenguas embusteras. 3 ¡Ah, lengua embustera! ¿Qué se te habrá de dar? ¿Qué se te habrá de añadir? 4 ¡Puntiagudas flechas de guerrero, con ardientes brasas de retama! 5 ¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec, que he acampado entre las tiendas de Cedar! 6 ¡Ya es mucho el tiempo que he acampado entre los que aborrecen la paz! 7 Yo amo la paz, pero si hablo de paz, ellos hablan de guerra. DÍA 1 Un hombre piadoso en un mundo impío ➢ Comienza leyendo el Salmo 120. ➢ Ora acerca de lo que has leído. ➢ Toma nota de lo que creas que Dios te está enseñando. ➢ Lee el capítulo. ➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”. Salmo 120 E l hogar es donde está el corazón. Así reza el dicho. Hay una palabra en galés, hiraeth , que es casi imposible de traducir. Significa una intensa añoranzadel hogar, tanto que puede causar que el sufriente se enferme. Puede haber un intenso anhelo de los sitios familiares, sonidos y aromas de lo que la memoria llama “hogar”. Parte de ese “anhelo del hogar” es evidente en este primer salmo gradual Jerusalén era el “hogar” del salmista. No es que él hubiera vivido allí; más bien él anhelaba estar allí. Es bastante probable que él hubiera hecho peregrinajes a esta ciudad cuando era muchacho. Fue aquí donde se encontró con sus hermanos judíos con ocasión de las grandes fiestas de Israel. Lo que es más importante, Dios mismo había hecho su “hogar” aquí al venir a morar en el templo. Pero por algún motivo, el salmista se encuentra tan alejado de Jerusalén como era posible estar. Él habla de estar en dos lugares: “Mésec”, que se cree que estaba en algún lugar en el norte, cerca del Mar Negro (en lo que hoy llamaríamos las repúblicas bálticas); y hacia el sur, “entre las tiendas de Cedar” en el desierto árabe (v. 5). Cualquiera que sea su ubicación geográfica exacta, emocional y espiritualmente él reside entre los paganos: se siente lejos de Dios y de la reconfortante seguridad de la comunión cristiana. A diferencia de la sensación de gozo al comienzo del Salmo 122, aquí el salmista está melancólico: angustiado por los días de privación y oposición, añora que vengan días mejores. Lo ha envuelto una melancolía espiritual. Está cantando sus penas. De tanto en tanto, la mayoría de los creyentes se encontrarán sufriendo de depresión espiritual. Cuando las cosas no resultan según nuestro plan, tendemos a desanimarnos. Parte de este desasosiego se refleja en el primer verso de este salmo: aquí tenemos a un hombre en estado de “angustia” (v. 1; ver el “ay” del v. 5). “El Espíritu Santo ha exhortado a los fieles”, escribió Juan Calvino en un comentario sobre el Salmo 47:1-2, “a continuar aplaudiendo de gozo hasta la venida del Redentor prometido” 9 . Pero hay ocasiones cuando nos sentimos incapaces de cumplir con este sentimiento. Si algo caracteriza a los salmos es su honestidad. Y este salmo expresa con asombrosa franqueza cómo se siente el salmista exactamente. De esta forma, refleja acertadamente la condición de muchos cristianos que de tanto en tanto se encuentran en circunstancias similares. Probablemente no haga falta decir que el Salmo 120 no es el salmo “favorito” de muchos cristianos. En la superficie, es demasiado pesimista y sombrío; va en contra de lo que se nos incita a esperar de nuestra fe a los cristianos modernos. Las condiciones de privación y angustia no son centrales en las expresiones modernas del cristianismo. Se nos enseña que para nuestra fe es esencial cantar “Soy f-e- l-i-z”. Los cristianos que demuestran seriedad, o peor aún, melancolía, están llevando una vida espiritualmente empobrecida. Lo que ellos necesitan, se nos informa, es un renovado bautismo del Espíritu, un despertar a lo que realmente es el cristianismo: placeres y prosperidad puros. Aquellos que difunden tales posturas a veces citan la Escritura para respaldar lo que dicen. ¿No enseña la Biblia que podemos esperar recibir “cien veces más ahora en este tiempo” cosas tales como “casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos” (Mr 10:30)? Ciertamente hay cristianos que han tomado estos versos muy literalmente, difundiendo un evangelio de salud y prosperidad como la correcta expectativa de cada creyente, y con ello una expectativa de que los cristianos deberían experimentar una constante sensación de gozo, el cual se define de manera más o menos acotada como algo frívolo y exterior. Los defensores de esta postura de la vida cristiana olvidan que Jesús añade una precaución: ¡“Con persecuciones” (Mr 10:30)! Ninguna parte de nuestra experiencia cristiana en este mundo estará libre de sufrir de una forma u otra. Cada cristiano debe esperar recibir cosas que no quiere, y que se le nieguen cosas que anhela. “Pérdidas y cruces”, para tomar una frase de los puritanos, es parte de lo que nos toca, independientemente de lo avanzados que podamos estar en la santidad. Esta fue una lección que el apóstol Pablo aprendió luego de su primer viaje misionero: “Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios” (Hch 14:22). Y cuando los cristianos se encuentran contra la pared, enfrentando los “golpes y flechas de la horrible fortuna”, es comprensible que expresen una sensación de tristeza cercana a la desesperación. Una de las lecciones que Jesús nos enseña en su vida terrenal es que en el Huerto de Getsemaní se acercó a la desesperación tanto como es posible sin pecar . Esa intensa gravedad era apropiada a la ocasión, y al exhibirla, nuestro Señor permite tales sentimientos en la vida de sus hijos. Negarlos es tanto peligroso como erróneo. Si algo podemos decir de la Biblia, es que es totalmente franca respecto a la condición de algunos de sus creyentes más connotados. Hay momentos cuando los mejores en el pueblo de Dios están abatidos, cuando lo único que pueden decir es “¡ay de mí!”. Hay ocasiones cuando la luz del rostro de Dios parece haberse escondido y el creyente cristiano tiene que caminar en la oscuridad (Is 40:27; 49:14). El primero de estos Salmos Graduales intenta identificarse con este malestar espiritual y ministrar a quienes lo padecen. Quizá el hecho de que la Biblia reconozca la condición de forma tan transparenteya es de suyo alentador. Si algo nos enseña, es que quienes se sienten así no están solos. Incluso algunos de los gigantes de Dios han conocido momentos de angustia y desesperación. El salmista se siente lejos del Señor y toda la situación lo está derrumbando. La separación de Dios es algo que este salmo comparte con otros dos, el Salmo 42 y el 43. Es la sensación de separación de Dios lo que también allí causó el abatimiento del salmista: “Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración” (Sal 42:4). Él había sido uno de los cantores levíticos del templo, acostumbrado a conducir la congregación de Israel a través de las puertas del templo en una gozosa celebración de sus grandes festividades religiosas. Pero ahora, por algún motivo separado físicamente de Jerusalén, ya no puede participar de aquellas jubilosas ocasiones. Añora profundamente aquello que había sido la cúspide de su experiencia. El salmista no está solo en estos sentimientos. Elías conoció la depresión espiritual. Cuando enfrentó a los profetas de Baal y la ferocidad de Acab y Jezabel, se encontró demostrando el poder del Dios de Israel mediante una exhibición pirotécnica de fuego. El sacrificio empapado de agua se encendió apenas Elías clamó a Dios para que mostrara su poder (1R 18:21-39). No obstante,al cabo de algunas horas, lo encontramos sentado bajo un enebro, totalmente decaído y deseando morir (1R 19:1-19). Jonás, en circunstancias muy distintas, huye de la voluntad revelada de Dios. En lugar de ir a Nínive a predicar un mensaje de perdón y reconciliación, se encontró tomando un rumbo que lo llevaría exactamente en la dirección contraria. Cuando, después de que Dios lo atrapa, Jonás se arrepiente y hace lo que se le ordena, lo encontramos sentado bajo una calabacera y sintiendo una profunda lástima por sí mismo. Él dice: “¡Prefiero morir que seguir viviendo!” (Jon 4:8). Los dos discípulos en el camino a Emaús, Cleofas y su compañero (¿su esposa tal vez?), son un buen ejemplo (Lc 24:13-27). Estos dos están haciendo el viaje de once kilómetros a Emaús luego de haber presenciado la muerte y la sepultura de Jesucristo. Estaban decepcionados, deprimidos, al borde de la desesperación. Todas sus esperanzas se habían caído a pedazos en los sucesos de los dos o tres días anteriores. Ya se iban a casa, y cada paso del camino les parecía doloroso y agotador. Incluso se veían cabizbajos (v. 17). La vida es así; se trata de expectativas no cumplidas, repentinas providencias con consecuencias devastadoras e inexplicables. Uno hace planes a futuro solo para ver que esos planes se desmoronan por causa de sucesos imprevistos. “En este mundo afrontarán aflicciones”, advirtió Jesús (Jn 16:33). Hay una guerra en la cual el cristiano se encuentra enfrentado a fuerzas hostiles determinadas a derrumbarlo. Las bajas de esta batalla son los “caminantesinquietos”. ¡Y al parecer el salmista es uno de ellos! ¿Cuáles son las causas de esta melancolía espiritual? El Salmo 120 menciona dos en particular. 1. La oposición del mundo. Ningún cristiano está a salvo de la malicia del mundo. Por el solo hecho de que los cristianos viven como viven, alejados de la gratificación mundana del poder personal, la ganancia y el placer, ellos pueden esperar que el mundo los odie. Lo que el salmista menciona aquí, “labios mentirosos” y “lenguas embusteras” (v. 2), no es más que la respuesta del mundo al sentirse golpeado cuando el creyente rechaza su estilo de vida. Al construir un arca, Noé “condenó al mundo” (Heb 11:7). Puede que nosotros, como el salmista, deseemos paz, pero el mundo ha declarado la “guerra” (v. 7). Los cristianos son los soldados-peregrinos del Señor, y no se logra un avance en el reino de Dios sin oposición. El puritano inglés John Geree, escribió en un tratado titulado The Character of an Old English Puritane or Non-conformist (1646): “Toda su vida la consideró una guerra, en la que Cristo era su capitán, sus brazos, sus oraciones y lágrimas. La cruz su estandarte y su lema Vincit qui patitur [el que sufre vence]” 10 . Fue este tipo de oposición lo que produjo en los puritanos tal agudeza de sabiduría y refinamiento en el discipulado. En el plan global de Dios, la oposición y la dificultad tienen como fin nuestro “bien” (Ro 8:28). Esto es lo que Jesús nos dice que esperemos. Los incrédulos, advierte Jesús, no sabrán nada de la oposición del mundo: “Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece” (Jn 15:18-19). Ya sea que la oposición es fría y calculadora, o ferviente y feroz, el efecto es el mismo. Los cristianos que rehúsan falsificar datos, robarle a la empresa, o aprobar los amoríos sexuales del ambiente laboral moderno pueden esperar ser ridiculizados o incluso despreciados. Puede que los ascensos se desvíen a favor de alguien que se adecua a las expectativas del mundo. Recuerdo a un empresario que, cuando se le pidió que mostrara su producto en una prestigiosa exhibición en Londres, accedió pero rehusó abrir su puesto en el Día del Señor, el día más ajetreado de todos. Aunque algunos lo admiraron, y otros se confundieron, igualmente hubo indignación, porque el acto parecía condenar la falta de principios en los estándares del mundo. Esto es parte de lo que podemos esperar, y Pedro nos advierte que no nos sorprendamos cuando de pronto nos sobrevienen pruebas de este tipo (1P 4:12). Dios puede mirar furiosamente, reprender amargamente, y golpear fuertemente, aun donde y cuando ama profundamente. La mano de Dios estaba muy en contra de Job, y no obstante su amor, su corazón, era muy favorable a Job… La mano de Dios estaba enfadada con David y Jonás, cuando su corazón estaba muy a favor de ellos. Aquel que concluya que el corazón de Dios está contra aquellos que tienen su mano en contra, condenará a la generación de los justos, a quienes Dios no habría condenado injustamente. Thomas Brooks, Precious Remedies against Satan’s Devices 11 . Es interesante que el salmista sea el objeto de pláticas maliciosas. Así le ocurrió a John Bunyan. Camino a un servicio montado a caballo bajo una lluvia torrencial, vio a una muchacha que él percibió que se dirigía al mismo servicio. Al llevarla en su caballo ciertas personas chismorrearon, acusando al predicador de conducta impropia. El cuento lo persiguió durante muchos años y le causó gran angustia. Lamentablemente, en la iglesia también encontraremos cuentistas. Este es uno de los motivos por los que Santiago nos advierte que la lengua es “un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida” (Stg 3:6). Hostilidad es precisamente lo que experimentó Jesús: una familia que no lo entendía, un gobierno insensible, e incluso amigos que lo traicionaron. Mentiras y engaños fueron la causa de su crucifixión. Y es solo este hecho —que al experimentar la hostilidad del mundo al mismo tiempo estamos siguiendo las pisadas de nuestro Maestro— lo que nos fortalece y nos motiva a perseverar. 2. La seducción del mundo. Al quejarse de que ha vivido demasiado tiempo entre los paganos (vv. 5-6), el salmista al parecer plantea un problema bastante distinto. El mundo es más que solamente hostil y antagónico hacia el creyente. Existe un peligro bastante distinto y mucho más sutil: el de ceder a la seducción del mundo. Uno de los ardides del diablo es socavar la santidad del creyente comprometiendo su estilo de vida. Los creyentes deben buscar la santidad, una conformidad interna y externa a la semejanza de Cristo. La presión constante del mundo es tal que impide que ocurra este proceso de cambio, y es probable que el salmista estuviera consciente de la estampa del mundo sobre su actual estilo de vida. El efecto santificador de codearse con otros creyentes le había sido quitado. El propósito eterno del Dios trino es conformar a su pueblo a la imagen de Cristo. Nadie lo vio más claramente que Pedro, quien, habiéndole fallado a Cristo rotundamente en varias ocasiones, insistía en que los creyentes han sido escogidos “según la previsión de Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre” (1P 1:2). A modo de incentivo él añade que Dios mismo es santo y que debemos ser como él (v. 15), que Cristo murió para adquirir santidad para nosotros (vv. 18-19), y que todos debemos enfrentarnos a Dios como nuestro Juez y rendir cuenta de nuestra vida (v. 17). Vivir una vida mundana frustra el consejo del Dios trino cuyo propósito es purificarnos y hacernos como su Hijo. Quizá el salmista está consciente de que las cualidades distintivas de la santidad están ausentes en su vida. Al evaluar su actual condición espiritual advierte elementos de transigencia. Es un tiempo de flaqueza. Él piensa en el gozo de adorar a Dios en Jerusalén ¡y lo extraña ! Precisa decir de inmediato que esta es una buena señal. Las personas que no extrañan las cosas espirituales cuando algúnmotivo u otro los ha obligado a alejarse están en una mala condición. Si podemos estar ausentes de la adoración sin un buen motivo y no la extrañamos, estamos en una peligrosa situación, al borde de la catástrofe. ¿Por qué el salmista estaba lejos de Jerusalén? Puede que haya tenido una muy buena razón, pero quizá se había trasladado hasta allá deliberadamente a causa de algún beneficio mundano. Tal vez abrigaba la idea de que era lo bastante fuerte para sobrevivir sin visitas regulares al lugar de adoración. Tal vez, al igual que algunos cristianos hebreos en el Nuevo Testamento, el congregarse con otros creyentes era algo que había comenzado a considerar innecesario (Heb 10:25). Tales nociones, desde luego, están completamente equivocadas. El camino de la recuperación Cuando nos encontramos en circunstancias similares a las del salmista, ¿cómo podemos afrontarlas? ¿Qué podemos hacer para remediar la situación? Al parecer la respuesta radica en reconocer cinco importantes verdades. En primer lugar, es importante reconocer que existe un enemigo . Siempre es fatal subestimar el poder de un enemigo que está empeñado en destruirnos. El salmista no estaba cerca de cometer ese error. Su enemigo era mentiroso, uno que le había declarado la guerra. Ignorar sus amenazas sería una insensatez. Es una lección que los cristianos no logran aprender para su propio perjuicio. Es muy fácil quitarle importancia a la amenaza del mundo, o del pecado residente, o del mismo diablo. Pretender que las fuerzas de las tinieblas son intrascendentes puede resultar ser el medio de nuestra destrucción. Al abordar el pecado residente, por ejemplo, Pablo asume que hemos reconocido nuestra necesidad de lidiar con el pecado y que contamos con los medios para hacerlo cuando exhorta a sus lectores: “Porque si ustedes viven conforme a ella [la carne], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Ro 8:13). Segundo, es igualmente importante reconocer nuestra incapacidad de vencer a nuestro enemigo . Así como Pablo incentiva la mortificación por el poder del Espíritu que mora en nosotros en Romanos 8, así también el salmista se halla incapaz de luchar. Él está “angustiado” (v. 1). La vida cristiana nunca es fácil, y los santos a través de las épocas han confesado su debilidad frente al enemigo. El Nuevo Testamento advierte al que se crea fuerte que “tenga cuidado de no caer” (1Co 10:12). Jesús dijo: “No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos” (Mt 9:12). Esto nos lleva a una tercera verdad: un reconocimiento de que la fuente de toda nuestra esperanza radica en el poder de Dios. Es en el nombre del “Señor” (v. 1) que el salmista renueva sus fuerzas y la motivación en su melancolía. Este es precisamente el nombre que había revivido la fe de Moisés cuando se le pidió que regresara a Egipto sabiendo que había un precio por su cabeza (Éx 3:15). Hay un himno que incluye estos versos: El brazo de la carne fallará, No oses confiar en el tuyo 12 . George Duffield Jr 1818-1888 Es por eso que el salmista comienza con una súplica a Dios para que venga en su ayuda: “En mi angustia invoqué al Señor” (v. 1). Puesto que está consciente de su debilidad, él clama al Señor para que lo salve y lo libre. En un punto del salmo él confronta a su enemigo y le advierte sobre las consecuencias de su malicia. Sus palabras de enemistad bien pueden haber lastimado al salmista, pero no son nada en comparación con el juicio que este enemigo recibirá de Dios. El enemigo del salmista ha usado las palabras como armas, semejantes a “puntiagudas flechas” y “ardientes brazas” (v. 4; al parecer las raíces de la “retama” arden bien y producen buenas brasas). Estas metáforas recogen alusiones de otro lugar del Antiguo Testamento: “Un mazo, una espada, una aguda saeta, ¡eso es el falso testigo contra su amigo!” (Pr 25:18); “El perverso hace planes malvados; en sus labios hay un fuego devorador” (Pr 16:27). En el juicio, la justicia de Dios se encargará de que cada cosa se encuentre con su similar: las flechas se encontrarán con flechas y el fuego con fuego. Algo parecido encontramos en un salmo anterior: Pero Dios les disparará sus flechas, y sin aviso caerán heridos. Su propia lengua será su ruina, y quien los vea se burlará de ellos (Sal 64:7-8). Esto es lo que hace el salmista, entonces, cuando se encuentra en dificultades: ¡confronta a su enemigo y le dice lo que Dios va a hacer! Fue la táctica de David al enfrentarse a Goliat. Él le dijo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SeñorTodopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado” (1S 17:45). Esta fue también la fuerza que obtuvo Gedeón contra los madianitas: “¡Desenvainen sus espadas, por el Señor y por Gedeón!”. Es por esta misma razón que el apóstol Pablo alienta a los cristianos a ser fuertes “en el Señor y en el poder de su fuerza” (Ef 6:10, RVC). Es la única forma de confrontar al enemigo: ¡armados con el poder de Dios! Al mismo tiempo, el salmista ha recurrido a una confianza en la soberanía y el poder de Dios. ¿Qué implica el conocimiento de la soberanía de Dios? Implica muchas cosas, incluyendo la seguridad de que su propósito no puede fallar (Is 46:9-10; Dn 4:34-35). ¡Si Dios no es soberano no puede ser Dios! Fue precisamente esta verdad lo que ayudó a Job en sus pruebas: “Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes” (Job 42:2). Incluso las crueles acciones del enemigo del salmista eran parte del plan y propósito general de Dios, de lo cual la Biblia da testimonio en las pruebas de Job (Job 2:3), así como en el mayor de todos los crímenes: la muerte de Cristo mismo (Hch 2:23). La explicación nos la da José, quien había sufrido en carne propia a manos de las malvadas intenciones de sus propios hermanos: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Gn 50:20). Desde mi infancia —escribió Jonathan Edwards— mi mente había estado llena de objeciones contra la doctrina de la soberanía de Dios… Solía parecerme una horrible doctrina. Pero recuerdo muy bien el momento cuando me pareció que estaba convencido, y totalmente satisfecho, en cuanto a esta soberanía de Dios… desde entonces, a menudo no solo he tenido la convicción, sino una deleitable convicción. Muy a menudo la doctrina me ha parecido extremadamente agradable, resplandeciente y dulce. Soberanía absoluta es lo que amo atribuirle a Dios 13 . Conocer a Dios como el Rey de nuestras vidas es la salida de la melancolía espiritual. La verdad número cuatro es que la oración es la llave que abre la puerta a la comunión renovada con Dios . Pareciera que el salmista hubiera conocido la ayuda de Dios en muchas ocasiones en el pasado. El verso inicial es un testimonio del beneficio de la oración contestada: “En mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió. Señor, líbrame…” (vv. 1-2). Su expectativa de la ayuda de Dios ahora se basa en la experiencia de conocer su ayuda en ocasiones anteriores. La salida de su desaliento y pesimismo está en el recurso a la oración. La comunión con Dios en la oración es el medio por el cual se renueva su fuerza. Debemos orar en todo tiempo (1Ts 5:17). Eso significa que debemos orar en cada momento significativo, sacándole provecho a cada oportunidad. Este es un consejo especialmente bueno cuando nos encontramos en algún tipo de dificultad. Tal como los policías necesitan estar constantemente en contacto con el cuartel central para que se conozca su paradero, y a la vez puedan transmitir información, así también el cristiano necesita estar en contacto permanente con el Señor. Cuando Nehemías elevó una oración “como flecha” cuando se le pidió que explicara su semblante al Rey Artajerjes, su instantáneorecurso a la oración en ese momento fue el resultado de un hábito de oración disciplinada (Neh 2:1-4; comparar 1:4). Aquí ocurre lo mismo. El salmista sabe a partir de ocasiones anteriores que la “oración funciona”. Cuando todo parece en contra nuestra y caemos en la desesperación, sabemos que hay una puerta abierta, un oído escuchará nuestra oración 14 . La oración es una renovación de la comunión con Dios. Al verbalizar la condición de nuestra alma ante el Señor, se nos recuerda que él vino a este mundo en la persona de Jesucristo. Por medio de la oración se nos recuerda al que cargó nuestro pecado y a nuestro Sustituto, quien puede “compadecerse de nuestras debilidades” (Heb 4:15). “Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados” (Heb 2:18). Al tomar en serio a su enemigo, su necesidad, y el poder soberano de Dios al cual recurre por medio de la oración, el salmista encuentra los inicios de su libertad de la depresión espiritual. El viaje que emprende ahora, un viaje que seguiremos en estos salmos, es uno que conducirá a la más grande de las bendiciones espirituales. Hay una salida de la depresión espiritual y comienza con enfrentar honestamente nuestra condición actual. Si te encuentras en circunstancias similares a las del salmista, entonces comienza por reconocerlo. ¡Haz más que eso! ¡Ve y cuéntaselo al Señor! ¡Cuéntaselo todo! Quizá antes de que podamos hacerlo, tenemos que preguntarnos si extrañamos la presencia de Dios en nuestras vidas tanto como el salmista. Tal vez primero tenemos que orar: “Señor, dame sed de ti”. Si un episodio de depresión espiritual te lleva a hacer una oración como esa, ¡tendrás motivo para volverte y agradecer a Dios por ello! Hay una última verdad: ¡la oración no es respondida! Más precisamente, es respondida, pero no como uno habría esperado. Reconocer esto, que Dios nos hace esperar su bendición, es parte del remedio para la desesperación. El peregrino permanece en un lugar oscuro al final del salmo, pero ahora está armado con una renovada resolución. La oscuridad ha sacado cierta firmeza en el alma. Al decir “no todavía ”, Dios lo ha fortalecido para las batallas más fieras de la vida. PARA TU DIARIO … 1. ¿Por qué algunos salmos te resultan más atrayentes que otros? Mientras piensas en esto, considera si tal vez se ha filtrado un desequilibrio en tu vida porque no has logrado apreciar la amplitud de la espiritualidad que expresa el libro de los Salmos. 2. ¿Sabes lo que significa estar desalentado? ¿Hay asuntos específicos que continuamente te desaniman? ¿Cuáles son? 3. Si el lema Vincit qui patitur (el que sufre, vence) es cierto, ¿cómo debería afectar la forma en que ves tu vida como cristiano? 4. ¿Has estado ausente de la adoración corporativa últimamente? ¿Tienes buenos motivos para esta ausencia? ¿Es una señal de haber vuelto atrás? Salmo 121 Cántico de los peregrinos 1 A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? 2 Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. 4 Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. 5 El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. 6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. 7 El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. 8 El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. DÍA 2 Necesidad de ayuda ➢ Comienza leyendo el Salmo 121. ➢ Ora acerca de lo que has leído. ➢ Toma nota de lo que creas que Dios te está enseñando. ➢ Lee el capítulo. ➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”. Salmo 121 I magina un grupo de peregrinos camino a Jerusalén, ascendiendo la cadena de “montañas” (121:1) que rodean la antigua ciudad. Estas montañas potencialmente esconden bandidos y salteadores que roban a las desprevenidas familias ocupadas en pensamientos de adoración. En tales momentos, la necesidad primordial es la confianza en un Señor soberano y protector. Dios vela por su propio pueblo. Este salmo nos infunde la seguridad del cuidado del pacto de Dios en todo tiempo, en cada situación concebible. Ha resultado ser uno de los salmos favoritos de una gran cantidad de creyentes a través de las épocas. Se dice que William Romaine, el predicador del siglo XVIII, amigo de George Whitefield, ¡leía este salmo todos los días! No cabe duda de que sus verdades pueden cambiar nuestras vidas. Al desafiar nuestros temores e incredulidad, este salmo nos ayuda a enfocarnos en el Señor de una forma nueva. En estos versos se nos asegura que la compañía divina está a nuestra mano derecha en cada momento del día. Los viajes están propensos a ser golpeados por la crisis, tanto entonces como ahora, y es reconfortante saber que hay una mano que nos conduce. Las traducciones más antiguas de las primeras líneas de este salmo parecen indicar que el salmista hallaba seguridad ocultándose en las colinas que rodean Jerusalén. Pero sin duda las colinas eran el problema, no la solución, porque en esos montes acechaban todo tipo de ladrones y salteadores para saquear a los peregrinos desprevenidos. Su seguridad se encontraba en el Señor mismo, quien los protegía de lo que las colinas pudieran estar escondiendo. Es la pregunta lastimera, “¿de dónde ha de venir mi ayuda?”, lo que hace eco en nuestra propia alma (121:1). Nos recuerda otro salmo, uno que fue escrito en un momento de gran angustia, y comienza así: Escucha, Señor, mi oración; llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro cuando me encuentro angustiado. Inclina a mí tu oído; respóndeme pronto cuando te llame (Sal 102:1-2). La respuesta a este clamor (uno que aparece más de cincuenta veces en los Salmos) es un clamor centrado en Dios: “Mi ayuda proviene del Señor” (121:2). Este también es un clamor que escuchamos en más de una ocasión: Esperamos confiados en el Señor; él es nuestro socorro y nuestro escudo (Sal 33:20). Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, creador del cielo y de la tierra (Sal 124:8). Esto sugiere la idea de que en este salmo hay dos “voces”. Por una parte, está el clamor de un creyente asustadizo e inexperto, temeroso de que su pie resbale, temeroso del sol del mediodía, de la luna y especialmente de los ladrones. Por otra parte, está el clamor reconfortante de una voz más confiada que apunta a verdades acerca de Dios que tienen un impacto directo sobre tales temores. El creyente experimentado y más maduro responde a los clamores temerosos del creyente inexperto y más inmaduro. Aquel le dice a este último: Confía en Dios, ¡en cada paso del camino! ¡Aprende a apreciar el tipo de Dios que él es! La presencia del pacto El Salmo 121 infunde seguridad desde la perspectiva del pacto. El nombre “SEÑOR” en mayúsculas se usa en algunas versiones de la Biblia en español para designar el nombre específico Jehová (traducido a veces como YHVH, y como “Yahvé” en otras versiones) 15 . La mejor forma de pensar en él podría ser como “Señor del Pacto”, pues fue un nombre dado en el contexto de la promesa de Dios a Moisés respecto a un nombre por el cual el pueblo de Dios, esclavo en Egipto, podría identificarlo. En Éxodo 3, Moisés es comisionado para volver a Egipto y libertar a sus hermanos y hermanas de la cautividad. Naturalmente, frente a esta intimidante tarea Moisés pregunta por un nombre por el cual el pueblo pueda identificar al Señor. La respuesta es extraña: “YO SOY EL QUE SOY”, luego abreviado simplemente a “YO SOY”, es quien los va a libertar (Éx 3:14). La respuesta a la pregunta “¿de dónde ha de venir mi ayuda?”, ¡es el verbo “ser”! Dios está enseñando algo: anteriormente en la narración de Éxodo, él le había dicho a Moisés: “Yo estaré contigo” (Éx 3:12). ¿Qué está diciendo Dios? Está diciendo lo siguiente: en medio de las pruebas que vendrán (y habrápruebas), “YO SOY… ¡contigo !”. ¿Qué podría ser más reconfortante que eso? El nombre que identifica a Dios para los israelitas es uno que les da la seguridad de su continua presencia. Además, Dios le dijo a Moisés: “Diles esto a los israelitas: ‘El Señor, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a ustedes’. Éste es mi nombre eterno; éste es mi nombre por todas las generaciones” (Éx 3:15). La relevancia de este nombre se vuelve evidente a medida que progresa la historia de la redención. De tanto en tanto, se repite la expresión “yo estaré contigo” (Gn 26:3; 31:3; Jos 1:5; Jue 6:16; 1R 11:38; Is 43:2). A veces la encontramos en otra forma: “Nunca te dejará ni te abandonará” (Dt 31:8; cf. Jos 1:5; 1Cr 28:20; 2Cr 15:2; Heb 13:5). En las páginas del Nuevo Testamento encuentra su cumplimiento en Jesucristo, Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt 1:23). Es impresionante que Juan, por ejemplo, comenzara su relato de la vida de Jesús de la forma en que lo hace. Como judío, Juan sostenía la verdad judía más fundamental acerca de Dios: que él es uno (Dt 6:4). La Shema , como se llamaba a esta declaración, constituía la afirmación diaria de cada judío piadoso. La traducción de la Escritura hebrea vigente en los tiempos de Juan vertía el nombre divino de Dios como Kyrios. Es asombroso, pues, que Juan dijera en las primeras líneas de su Evangelio que Jesús es Kyrios (Jn 1:1). ¡Jesús es Señor! Jesús es Jehová. Al perder la percepción de la presencia de Dios el viaje a Jerusalén se volvía más difícil. Lo que sostuvo al salmista en las horas de confusión y ansiedad fue una certeza de que Dios estaba con él. ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? (Dt. 4:7). Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y caminan a la luz de tu presencia (Sal. 89:15). A veces nuestra culpa duele tanto que locamente queremos hacer algo extraordinario para detener el dolor. ¿Pero qué exige Dios de nosotros para nuestra recuperación espiritual? Simple: una renovada obediencia en sus medios de dar muerte a la carne. Sus medios son los que se delinean a través de su Palabra y son conocidos: lectura constante de su Palabra, oírla en la predicación, y reflexionar sobre ella; oración ferviente; vigilar atentamente contra la tentación; y fijar siempre la mente en las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Kris Lundgaard, Through the Looking Glass 16 . Creador soberano Dios no solo se identifica como una presencia del pacto; él es también el “creador del cielo y de la tierra” (121:2). Las amenazas que surgen en el viaje a Jerusalén surgen en un mundo que el Señor ha creado y que él sostiene. En este mundo —no en un mundo imaginario, idealista— Dios reina supremo y triunfante. Nada en el mundo amenaza su dominio. En las abundantes discusiones sobre la relación entre la ciencia y la religión, especialmente en el ámbito de la edad de la tierra, es fácil perder de vista las enormes implicaciones pastorales de la doctrina de la creación. El poder soberano que crea el universo en toda su complejidad es el poder que ahora ofrece sustento en las dificultades en que nos hallamos. En el principio, no había nada aparte de Dios en toda su gloria insondable. Él le dio ser a todo lo que existe de la nada (ex nihilo) . El Dios que hizo al hombre lo sostiene en cada circunstancia. No hay ningún conjunto de contingencias que amenace a Dios en absoluto. ¿Por qué murmuras, Jacob? ¿Por qué refunfuñas, Israel: “Mi camino está escondido del Señor; mi Dios ignora mi derecho”? ¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable. Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán (Is. 40:27-31). ¡El Creador sostiene! ¡El Creador fortalece! ¡El Creador cuida ! Jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. El Señor es quien te cuida , el Señor es tu sombra protectora. De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te protegerá ; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. (Sal. 121:3b-8, énfasis añadido). Seis veces dice Dios que nos mantendrá seguros y a salvo. Cualquiera que sea la amenaza, Dios mantiene a salvo a su pueblo del pacto, en un sentido personal y colectivo (121:1-4). Dios protege a los suyos el día entero de peligros reales e imaginarios (121:5-6). Él cuida “para siempre” (121:8). i. Dios nunca pierde el contacto …jamás duerme el que te cuida . Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. (Sal. 121:3-4, énfasis añadido). ¿Recuerdas cuando Elías se mofaba de los profetas de Baal en el Monte Carmelo, sugiriéndoles que quizá su dios se había dormido? (1R 18:27). ¡Pero el Dios de Israel nunca duerme! Nunca deja de estar consciente de su pueblo. Está siempre despierto para nuestras necesidades. Aquel que ha redimido a Israel no lo va a perder en el camino a casa (Éx 6:8). Saber que el Señor nunca es inaccesible, ni está “demasiado ocupado” para tratar nuestro caso en particular, es lo que hace la vida cristiana tan maravillosamente renovadora. Quizá en el verso 3 el salmista estaba pensando en la posibilidad de perder pie en el camino a Jerusalén y caer a un precipicio sin que nadie lo advirtiera. ¡Pero Dios lo advertiría! Lo que sea que nos ocurra, podemos estar seguros de la presencia de Dios a lo largo del viaje a casa. ii. Dios provee refugio a lo largo del camino El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. (Sal. 121:5-6, énfasis añadido). ¿Por qué temer al sol y a la luna? La amenaza de un golpe de calor por el exceso de sol es un problema serio en un viaje como este. ¿Pero qué hay con la luna? ¿Podría ser que aquí los peligros eran más imaginarios que reales? Sabemos muy bien que a veces nuestra imaginación puede complicarnos más que la realidad. Imaginamos peligros inexistentes. La industria cinematográfica ha aprovechado este temor hasta el extremo, y ha introducido oscuridad y sombras, ruidos espeluznantes, y expectativas percibidas que nos pueden hacer temblar de miedo. La luna también se asociaba, entonces como ahora, con la demencia. Dios nos protege de aquellas fuerzas que desquician la mente. Él nos mantiene cuerdos en un mundo demencial. Dios proveerá el refugio que nos asegurará un viaje a casa a salvo. Este es el clamor del salmista una y otra vez. Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas (Sal. 17:8). ¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas (Sal. 36:7). Ten compasión de mí, oh Dios; ten compasión de mí, que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro (Sal. 57:1). iii. Dios nos mantiene a salvo El Señor te protegerá ; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. (Sal. 121:7-8, énfasis añadido). ¿Has notado que el salmo ha progresado desde los pequeños pasos (el pie que resbala en el verso 3) a la totalidad de la vida (las idas y vueltas en el verso 8)? En la vida entera no hay oposición que pueda aplastarnos definitivamente. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, nicosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor (Rom. 8:38-39). Se cuenta la historia de un cruce del Atlántico en el siglo XIX desde Liverpool, Inglaterra, a Nueva York. En medio de la noche, el barco era sacudido por una fuerte tormenta que despertó a todas las personas abordo, incluida una pequeña niña. Muchos habían comenzado a vestirse temiendo lo peor, pero la niña le preguntó a un camarero que había entrado a su cuarto: “¿Está papá en la cubierta?”. “Sí”, fue la respuesta, momento en el que ella volvió a la cama y se quedó profundamente dormida nuevamente. Esta es la confianza de todos los que conocen a su Padre celestial. Él vela por nosotros desde lo alto; y en sus brazos estamos seguros. PARA TU DIARIO … 1. Reflexiona sobre el pacto de Dios y escribe cada bendición resultante en la que puedas pensar. Dedica un tiempo a alabar a Dios por estas bendiciones. 2. “Al perder la percepción de la presencia de Dios el viaje a Jerusalén se volvía más difícil”. ¿Cómo se aplica esto a tu propia vida? 3. Piensa en la inmensidad del universo. Recuerda que Dios lo hizo todo, ¡y te hizo a ti! ¿Cómo deberías responder a este conocimiento? 4. ¿Puedes pensar en algunas de las formas en que Dios te ha librado de caer últimamente? ¿Qué has hecho para reconocer esta bondad? Salmo 122 Cántico de los peregrinos. De David. 1 Yo me alegro cuando me dicen: “Vamos a la casa del Señor”. 2 ¡Jerusalén, ya nuestros pies se han plantado ante tus portones! 3 ¡Jerusalén, ciudad edificada para que en ella todos se congreguen! 4 A ella suben las tribus, las tribus del Señor, para alabar su nombre conforme a la ordenanza que recibió Israel. 5 Allí están los tribunales de justicia, los tribunales de la dinastía de David. 6 Pidamos por la paz de Jerusalén: “Que vivan en paz los que te aman. 7 Que haya paz dentro de tus murallas, seguridad en tus fortalezas”. 8 Y ahora, por mis hermanos y amigos te digo: “¡Deseo que tengas paz!”. 9 Por la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bienestar. DÍA 3 Jerusalén ➢ Comienza leyendo el Salmo 122. ➢ Ora acerca de lo que has leído. ➢ Toma nota de lo que creas que Dios te está enseñando. ➢ Lee el capítulo. ➢ Responde las preguntas de la sección “Para tu diario”. Salmo 122 ¡Por fin el salmista ha llegado a Jerusalén! ¡Jerusalén, ya nuestros pies se han plantado ante tus portones! (Sal. 122:2). “La vista jamás será borrada del libro de la memoria”, escribió un visitante del siglo XX al ver Jerusalén por primera vez. Recordando algunas palabras de Wordsworth, continúa: “Espero que en los días venideros esa imagen ‘destelle ante el ojo interior que es la dicha de la soledad’, y cuando eso suceda, el corazón una vez más se arrobará por el placer que esto brinda” 17 . De esta ciudad se diría: bella colina, es la alegría de toda la tierra (Sal. 48:2). Durante el exilio en Babilonia, un escritor pudo exclamar al ver las ruinas de Jerusalén: Cuantos pasan por el camino aplauden burlones al verte. Ante ti, bella Jerusalén, hacen muecas, y entre silbidos preguntan: “¿Es ésta la ciudad de belleza perfecta? ¿Es ésta la alegría de toda la tierra?” (Lm. 2:15). “¡La ciudad de belleza perfecta!”. Mayor afirmación no puede hacerse. La ciudad, ¡por fin! Cuesta imaginar las emociones que se habrán desatado cuando estos peregrinos llegaron a Jerusalén, la ciudad de Dios. Para los peregrinos del país, y especialmente de la diáspora, la vida de la ciudad tenía un grado de entusiasmo y energía que era totalmente distinto al de la tranquila existencia de la vida rural. La vida real está en la ciudad, piensa la gente. En el Antiguo Testamento, eso era más cierto de lo que podemos imaginar. La presencia divinadel pacto, que el salmo anterior había anticipado, había de encontrarse en Jerusalén de un modo particular. ¡El templo estaba ahí! Para el creyente del Antiguo Testamento, Jerusalén era el lugar donde residía Dios. Ningún otro lugar de la tierra podía atribuirse esta distinción: “El lugar donde el Señor su Dios decida habitar” (Dt 12:11; comparar 26:2). Jerusalén (anteriormente la ciudad cananea de Jebús) fue capturada por David (2S 5:6-10), y después de que Salomón construyó el templo en su sitio más prominente, la ciudad cobró una significación espiritual única: “Por la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bienestar” (Sal 122:9). Esto explica por qué los creyentes anhelaban estar ahí. Dios había “escogido a Sión” (Sal 132:13). “Escogió… el monte Sión, al cual amó. Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre” (Sal 78:68-69). Cuando David trajo el arca del pacto desde Silo hasta Jerusalén (2S 6), se aseguró de que Jerusalén se convirtiera en la Ciudad de Dios. El arca contenía las Tablas de la Ley (Dt 10:5; 31:9), y su posición dentro del templo en Jerusalén era un vívido recordatorio del pacto hecho con Israel en Sinaí (Éx 25:22). ¡En el corazón mismo de la ciudad de Jerusalén había un recordatorio de que Dios había hablado ! La significación de Jerusalén no desapareció con la división de Israel en tiempos de Jeroboam. A pesar de sus esfuerzos por convertir Dan y Betel en centros de adoración para el reino del norte, los fieles seguían yendo en masa a Jerusalén, adonde “suben las tribus, las tribus del Señor, para alabar su nombre conforme a la ordenanza que recibió Israel” (Sal 122:4). Como sugiere este salmo, Jerusalén era el centro de la vida de Israel; aquí era donde se realizaban los juicios y se impartía justicia (v. 5); aquí era donde se celebraba la mayoría de las fiestas sagradas; era aquí donde Dios había hecho su casa. Una oración que habría podido pronunciar un israelita era: “Una sola cosa le pido al Señor…: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo” (Sal 27:4). Durante los cuatro siglos desde David a Nabucodonosor, Jerusalén conoció tiempos de prosperidad, aunque ninguno llegó a igualar las glorias de los días de Salomón. Hubo un acontecimiento que sobresalió, un suceso que en algunos generó la creencia de que la ciudad sería defendida a cualquier precio. Cuando Senaquerib sitió la ciudad, el ejército asirio recibió un golpe severo y fatal que lo envió de vuelta a casa (2R 19:35-37). Algunos llegaron a la conclusión de que Jerusalén era invencible y se jactaron de ello (Jer 7:7). La arrogancia —pues no era otra cosa— se derrumbó rápidamente. Poco después, Jerusalén quedó sometida primero a Asiria y luego a Babilonia, la que finalmente asoló la ciudad y envió a sus habitantes al exilio (2R 25; Jer 52). Jerusalén y su templo se habían convertido en materia de superstición. En lugar de confiar en el Señor, la gente había entregado su corazón a los ladrillos y la argamasa, las piedras y la madera. Esto era una desviación que Dios sin duda iba a enderezar. Y cuando llegó la destrucción, la reacción del pueblo de Dios fue sentirse desolado. Se oyó a Asaf clamar: “Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas a Jerusalén” (Sal 79:1; cf. 74:5-8). Tales lamentos se convirtieron en oración: “Te levantarás y tendrás piedad de Sión, pues ya es tiempo de que la compadezcas. ¡Ha llegado el momento señalado! Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros” (Sal 102:13-14); y nuevamente: “Ah, Jerusalén, Jerusalén, si llegara yo a olvidarte, ¡que la mano derecha se me seque! Si de ti no me acordara, ni te pusiera por encima de mi propia alegría, ¡que la lengua se me pegue al paladar!” (Sal 137:5-6). Pero, ¿cómo deberíamos ver todo esto nosotros ? ¿Cuál es la relevancia de Jerusalén para nosotros ? Jerusalén adquiere un significado aún más profundo en el Nuevo Testamento. Nosotros también estamos fascinados
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