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VIVE AL MAXIMO A PESAR DE TODO_ - Javi Martinez

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Segundas oportunidades
A PESAR
DE TODO
Toma la oportunidad, vuelve a empezar y
vence los obstáculos que te alejan de tu propósito y de
Dios
JAVI MARTÍNEZ
 
 
 
 
 
 
LIBRO 1:
A PESAR DE LO QUE LOS DEMÁS
PIENSEN
UNAS PALABRAS
AL COMIENZO
CAPÍTULO
ÚNICO
RESUMEN
LIBRO 2:
A PESAR
DE TI MISMO
RESUMEN
LIBRO 3:
A PESAR
DE LO PLANEADO
CAPÍTULO ÚNICO:
A PESAR DE LO PLANEADO
LA VIDA NO SALE COMO LA PLANEAMOS
CUANDO LAS INSTRUCCIONES NO COINCIDEN CON EL
ROMPECABEZAS
BATALLAR CON LOS PENSAMIENTOS CUANDO EL
OTRO TIENE LA CULPA
CUANDO LA VOLUNTAD DE DIOS NO LUCE COMO LA
IMAGINAMOS
ALGUNOS PLANES ALTERNATIVOS PARA SERVIR A
DIOS, SIN DIOS
MÁS IMPORTANTE QUE LO QUE HACEMOS ES CON
QUIÉN LO HACEMOS
DOS ASPECTOS SOBRE ESTAR ABIERTOS A LA
VOLUNTAD DE DIOS
LAS OPORTUNIDADES QUE SE CIERRAN DEJAN EL
ESPACIO A OTRAS
LA LUZ DE LA ESPERANZA VENDRÁ SOBRE TU
VIDA
RESUMEN
ACERCA
DEL AUTOR
OTROS LIBROS
DEL AUTOR
VÍAS DE COMUNICACIÓN
NOTAS
 
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No permitas que la vida, los otros ni tú mismo te detengan parar
vivir lo que Dios pensó para ti. Nada detuvo al Creador para venir a
buscarte y nada lo detendrá para llevarte de nuevo a casa. Él te
acompañará durante todo el recorrido y te ayudará a superar los
obstáculos que se interpongan delante de ti.
 
En este libro, quiero alentarte a enfrentar a algunos de los
obstáculos más frecuentes que te impiden alcanzar tu propósito y
que entorpecen tu relación con Dios: el fracaso con los otros,
contigo mismo o con tus planes. Muchos se han topado con estos y
han quedo varados fuera del camino, pero otros se han sobrepuesto
a los mismos. Tú debes convertirte en parte de estos últimos. No
debes quedarte en el suelo. Dios te levantará, su infinito amor te
abrazará, te consolará y te brindará nuevas posibilidades para vivir a
tu máximo esplendor.
 
Muchos enfrentaron el obstáculo de los otros. Aceptaron el
desafío de vivir a pesar de lo que pensaban y no se dejaron vencer
por sus ideas paralizantes o descalificadoras. Superaron aquellas
que recuerdan los errores del pasado o que buscan atemorizar para
mantener en el «status quo». De la misma manera, tú puedes hacer
frente a este gran obstáculo porque Dios te capacita. En el pasado,
Jesús caminó, vio a un recaudador de impuesto en un árbol y no
dudo en compartir una cena con él. Aunque la mayoría pensaba mal
sobre este hombre, no iba a dejar que el prejuicio o los
pensamientos de alguien interrumpieran la posibilidad de que Dios
se acerque a este hombre. La opinión popular no detiene la gracia
incontenible de Dios, no lo hizo antes y no lo hace ahora. En este
libro encontrarás que Dios obrará en ti: «a pesar de lo que los
demás piensen».
 
Hay otro enemigo que muchos han tenido que hacer frente y está
mucho más cerca: el fracaso ante su propia naturaleza humana.
Han sido engañados por impulsos que los alejaron de su propósito y
de su relación con Dios. El doloroso trecho fuera de la voluntad de
Dios suele dejar como saldo muchas heridas en uno y en otros. Sin
embargo, Dios no se detiene. El Creador no se da por vencido en
volver a convencerte de que tu mejor lugar es caminando es a su
lado. Si las voces internas te han desanimado de vivir cerca de Dios,
te han convencido de que no puedes retomar el rumbo y si te has
convertido en tu mayor obstáculo, aprenderás a vivir: «a pesar de ti
mismo».
 
Finalmente, un último obstáculo ha sido el que han enfrentado
personas que no tenían conflictos con otros ni consigo mismos, pero
enfrentaron el enemigo de sus propias circunstancias. Algunos
habían hecho planes sobre su vida, hicieron cálculos, proyecciones
y se prepararon para concretar sus proyectos. Incluso, tenía apoyo,
recursos y eran las personas adecuadas, pero nada salido como
ellos pensaban. Sin embargo, ellos pudieron sobreponerse y
nosotros también podremos hacerlo. Para eso, necesitamos
desarrollar la capacidad de seguir adelante cuando los planes no
pueden concretarse, porque Dios mostrará un mejor rumbo trazado.
Si este es tu caso y no sabes cómo seguir, en este texto
aprenderemos a vivir: «a pesar de lo planeado».
 
Así que en esta obra de inspiración deseo motivarte a que nada
te detenga: a que nadie se interponga en tu deseo de vivir para
Dios, que nada de lo que hayas hecho te impida lograr lo que Dios
pensó para ti y que ni los pequeños ni los grandes imprevistos te
detengan.
 
Tiene la oportunidad delante de ti. Vive a tu máximo… ¡A PESAR
DE TODO!
LIBRO 1:
A PESAR DE LO QUE LOS DEMÁS
PIENSEN
Superar los pensamientos limitantes,
luchar contra la opinión de los demás,
cómo superar el ser juzgados
y ser libres para vivir en la gracia de Dios.
 
 
 
 
 
 
UNAS PALABRAS
AL COMIENZO
 
 
 
 
 
Todos somos sensibles a las historias de segundas
oportunidades, porque la nuestra lo es. Es una de redención.
 
No hay nadie perfecto, solo existen los que se equivocan. Este
libro está dedicado a ellos, a los imperfectos, a los que cometen
errores, a los que ofenden, y a quienes al escuchar «el que no tiene
pecado que arroje la primera piedra», solo pueden arrojarla al suelo,
para irse.
 
Me vienen a la mente otras piedras, las del camino. Por eso, al
escribir pienso en los caídos que ya conocen hasta sus nombres,
porque suelen tropezar con las mismas. A ellos, Dios quiere
alentarlos a levantarse y estar firmes de nuevo. Él desea mostrarse
como el que concede segundas oportunidades, y luego de eso,
terceras, cuartas o quintas.
 
Si caíste, este es tu momento de ponerte en pie de nuevo y
abrazar la segunda oportunidad. Si tropezaste, no te encariñes con
la piedra. Si tu vida se convirtió en un chiquero, no te comas las
sobras de los cerdos. Si la historia de tu vida llegó hasta un punto,
ese no es el punto final, tu historia continúa y con Dios será mejor.
Él no te desecha, no te deja, no te desampara. A pesar de todo, te
ama. En Su corazón están las «Segundas Oportunidades». Él es
conocido por dar otra chance.
 
La Biblia dice: «no importa cuántas veces caiga, [el hombre
honrado], siempre se levantará» (Proverbios 24:15-16,TLA). Me
sorprendió cuando noté que no solo las personas malas caen, sino
también las honradas y las íntegras. Al decir «siete veces» significa
que no solo es una caída sino muchas. El íntegro se enfrenta con
las mismas debilidades que aparecen una y otra vez. Entonces,
¿qué diferencia hay con el hombre malo? La diferencia es que el
hombre justo vuelve a levantarse y Dios se encarga de que eso
ocurra cada vez.
 
Aún los mejores de los mejores necesitan una segunda
oportunidad. Necesitan la posibilidad de caminar con Dios una vez
más. Dios otorga oportunidades sin llevar el registro contable, Él nos
deja saber esto, mostrando su corazón en Jeremías 15:19, NTV: «Si
regresas a mí te restauraré para que puedas continuar
sirviéndome». Para Dios ningún ser humano es material
desechable, Él se compromete a no dejarnos ni desampararnos
(Hebreos 13:5).
 
Hagamos un poco de «arqueología» de palabras para descubrir
dos ideas acerca del término: «Oportunidad». Este significa que
«estamos frente al puerto».
 
La primera idea es que «puerto» al principio significaba cualquier
abertura que permita el transporte. Por lo que debemos imaginarnos
un camino en un lugar montañoso. Allí, era necesario encontrar una
rendija que permita el paso. Se solían referir a estar frente a ese
pasaje como «oportunidad».[1]
 
La segunda idea es más nueva. En esta hay un barco que llegaba
al puerto y para evitar encallar debe esperar a que suba la marea.
Cuando era el momento indicado, el vigía gritaba desde lo alto:
«oportunidad» y toda la tripulación se preparaba para ingresar al
puerto.
 
¡Este es tu momento!Hay una abertura de salida que está
delante de ti, una salida del lugar en el que te encuentras o de la
situación que estás atravesando. La marea de la gracia está a
pleamar. El puerto de las nuevas «oportunidades» esta frente a
nosotros.
 
Como vigía, permíteme gritar «¡oportunidad!». Dios está delante
de ti.
 
¡Tu segunda oportunidad está en camino!
 
Antes de continuar:
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reseña.
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CAPÍTULO
ÚNICO
 
 
 
 
 
 
 
Es otro día normal en su vida. El despertador suena con una
serena música y sonidos del mar. Abre sus ojos de forma tranquila.
Con dos palmadas ordena sus cortinas que se abran, la luz que
entra por los grandes ventanales que iluminan la habitación, algo
parecida a una suite real. En el antebaño, frente al gran espejo se
arregla el pelo y su barba luciendo como los que salen en las
revistas. Es un hombre con estilo. Lo habitación que sigue es su
guardarropa, está lleno prendas de clase. El plano secuencia lo
sigue a su patio parquizado, esquiva su piscina y cuando él llega a
su auto y se va, nos deja con su colección de autos de exposición.
Está claro. Él tiene mucho dinero.
 
Ingresa en el trabajo, todos voltean a verlo. Pero al saludarlo se
inclinan levemente. No se trata de una reverencia — que con todo
gusto harían —, sino que todos lo sobrepasan en estatura. Esto no
le resta autoridad, le rinden pleitesía diciendo: «Buen día, jefe». No
todos en la ciudad lo tratan tan bien, la mayoría desaprueba los
métodos con los que amasó su fortuna.
 
Se dirige a la sala de juntas. Mientras camina su secretaria le
dice:
— Las exportaciones están yendo según lo planeado. Este mes
las tarifas impositivas están favoreciéndonos.
 
Su negocio tiene estas frases que deben entenderse entre líneas,
el resto sonaría así: «Esto es contando los números declarados,
pero hay otro tanto más». El jefe de pequeña estatura, hace tiempo
que está disfrutando de los sobrantes «no declarados» que
misteriosamente y con su asentimiento no han dejado de llegar a
sus bolsillos.
 
La reunión da inicio como todas las mañanas. Alguien comienza a
hablar acerca de la exportación de bálsamo. Y…
 
—¿Jefe me está escuchando?
...
— ¡Si, Claro que sí!, ¡continúen por favor!
 
Su atención le ha jugado una mala pasada. Sus ojos estaban
distraídos, mejor dicho atraídos a la pantalla del televisor. Están
anunciando que ha llegado a la ciudad el nuevo maestro espiritual.
Los medios, las redes sociales y el tema de conversación hace
meses que ronda sobre su recorrido. La trasmisión en directo cubre
la noticia que registra el recibimiento que parte de la comunidad
realiza al esperado maestro.
— Y entonces, ¿qué hacemos Jefe?
 
El silencio acusa su atención nula y que el interés por los temas
del trabajo se ha ido. Lo que está a punto de pasar es «a pesar de lo
que los demás piensen».
 
— ¿Me disculpan un momento?
 
Sus ojos no se despegaron de la pantalla, quiere estar dentro del
televisor. El jefe de la institución que recauda impuestos sale al
encuentro del maestro espiritual. Toma un taxi, pero el tumulto no
permite que avance. Paga. Sale del taxi. Comienza a correr entre
las personas. Tiene que interceptarlo. Hablar con el maestro. Todos
son muy altos. Altos. Tan altos como los que estaban en la escuela y
le decían: «enano», «eres muy pequeño». No puede pasar, no
puede. Impotente. No llega a la medida.
 
¡Se sacude las voces! Y pone la ensayada actitud de «¡No podrán
conmigo!». Pide permiso enérgicamente. Su energía es poca. Se
mueve entre las personas con ¿autoridad? Otra voz le dice: «Eres
una de las personas más ricas de toda la ciudad pero... ¡No puedes
acercarte!». 
 
La lucha por abrirse paso se libra afuera, pero también adentro.
Son voces imaginarias, pero son reales. Ecos de los fantasmas del
pasado. El ayer que vocifera a su hoy para latigar quién es.
 
Ve al maestro. Está entre las cabezas. Cerca. Lejos.
 
La adrenalina amplifica las voces que dan cientos, miles de
razones.... Miles de defectos por las que no puede acercarse y no
es apto para ver al maestro. Tapado por sin número de cabezas
escucha o imagina sus pensamientos de cada nuca hablarle
repitiendo las frases que ha escuchado antes: «Eres un estafador»
«Eres un corrupto», «Hace tiempo que te estás quedando con parte
del dinero de la gente», «Nunca hubieras llegado a la posición en la
que estás si no hubieras comprado ese puesto al opresor», «¡Eres
un traidor!», «¡Eres un vende patria!». 
 
Alguien interrumpe el ahogamiento de palabras gritando: «¡Ahí
viene el maestro!», «Ahí viene Jesús».
 
El momento del encuentro se registra en la Biblia, en Lucas 19.
Ensayemos esta sinopsis:
 
Un pequeño funcionario, jefe de los recaudadores de
impuestos en Jericó, hace lo que sea necesario para
encontrarse con Jesús. Tan solo desea ver al maestro
pasar. Se sube a un árbol — se eleva por encima de las
opiniones de la gente — y en ese momento su mirada se
cruza con la mirada de Jesús.
 
La última oración esconde mucho más de lo que se ve a simple
vista. Congelemos la imagen para descubrir lo acontecido.
 
Jesús entra a Jericó, levanta la vista y ver a alguien en un árbol.
Entre las hojas de una higuera, un hombre judío de pequeña
estatura con ropa cara. No se dio cuenta de lo que hizo, ninguno de
los otros judíos se habría subido al árbol.
 
¿Por qué? El árbol es un sicomoro, una higuera, que produce
higos que no se utilizan para el consumo humano sino para cerdos.
Estos animales son considerados en la cultura judía impuros por lo
que este árbol comenzó a considerarse de la misma manera por lo
que no debía ser tocado.
 
Alguien sube la foto a las redes sociales y los comentarios
enardecidos comienza a llegar: «Zaqueo, está bien que quieras ver
a Jesús, pero ¿subirte a ese árbol?», «Los niños fueron crueles,
compensaste el maltrato con tu imagen de poderoso, ¿y ahora te
rebajas?», «Para alcanzar al maestro judío haces algo mal visto por
los judíos», «Claro, es un estafador, ¿qué otra cosa se puede
esperar?», «Indecente?».
 
«Jesús lo está mirando, ¡seguro que en este momento lo va a
reprender!».
 
No fue necesariamente así porque no había internet pero los
pensamientos iban en contra del pequeño recaudador subido a un
árbol «impuro». Si en este momento la gente hubiera gritado esas
palabras, ¿se las habrían dicho al árbol o a la persona?
 
El relato continúa, «a pesar de lo que los demás piensen». Jesús
lo mira y le dice:
—Zaqueo bájate del árbol, esta noche cenaré en tu casa.
 
Todo un mundo en esa sola frase. Redactemos en cámara lenta
para no perdernos ningún cuadro.
 
Al escuchar las palabras de Jesús la gente se sorprende y nadie
puede desatender la escena. Quienes habían pensado mal de
Zaqueo, mudan sus pensamientos en interrogantes sobre la actitud
de Jesús: «¿Por qué no lo reprende?», «El Imperio financia su
conquista gracias a gente como él», «Él cobra de más y nos está
robando, ¿no ve al estafador?», «Jesús, debes alejarte, ¡no de ir a
cenar con él!». Pero Jesús irá a comer a la casa del «pecador
público».
 
Algo más ocurre en esta frase. Jesús lo llamó, «Zaqueo». Pocas
personas fueron llamadas por su nombre por Dios. Siempre se trató
una relación de uno a uno, acerca de ¿qué piensa Dios de mí? Eso
se contesta con algo más de atención de Dios, porque «Zaqueo»
significa «Puro» o «Justo».
 
El enviado de Dios se encuentra al «inmoral, impuro y sucio»,
pero lo nombra «puro» y «justo». Como la luz no se ensucia al
iluminar el barro, así el Puro no se ensucia al encontrarse con el
impuro sino que lo purifica. El Santo no se profana con el contacto
con lo no-santos, sino que lo santifica. El encuentro convierte al
impuro en puro, al sucio en limpio, al injusto en justo. La gracia llega
para convertir a la persona no-grato en grato delante de Dios. Jesúscenó con los marginados y los hizo ciudadanos ilustres en su reino.
 
Los espectadores tuvieron juicio, pero los pensamientos de Dios
los superan a través de la gracia.
 
Todos hemos estado sobre la higuera donde no se distingue si el
entorno es quien nos contamina o somos nosotros quienes
contaminamos nuestro alrededor. La voz de la gracia de escucha
entre la multitud de voces y nos cuesta estar en la frecuencia
correcta para sintonizarla con nitidez.
 
Hace algún tiempo recibí un correo de una joven de Nicaragua:
 
Mi novio acaba de dejarme. Antes de convertirme a Jesús,
yo tenía otro novio con el cual tuve relaciones sexuales.
Luego de conocer a Cristo las cosas siguieron así por un
tiempo. Pero entendí que Jesús quería que viva una vida
santa y decidí terminar esa relación. Le conté esto a quien
era mi novio actual y me dijo: «Si fueras una verdadera hija
de Dios, hubieras cambiado inmediatamente. El hecho de
que seguiste por un tiempo como venías demuestra que no
eres cristiana. Ya no quiero ser tu novio».
 
Dios dice nuestro nombre, pide cenar con nosotros, ofrece su
gracia. Muestra que los pensamientos de las personas son
diferentes a los de Él.
 
Hace unas semanas un amigo me decía:
 
Hace poco tuve una nueva junta psiquiátrica, en la cual me
dieron un nuevo diagnóstico. Es curioso cómo la gente
necesita [me decía él] ponerte la etiqueta de «enfermo
mental» para poder relacionarse con vos.
 
De inmediato supe a qué se refería, porque lo que le pasa a él
nos pasa a todos. La gente necesita una etiqueta, categorizarnos,
ponernos en un grupo para saber cómo tienen que tratarnos.
 
Un ministro de otra provincia me contaba, «la gente nunca pudo
olvidar la fama de truhán que tiempo atrás me había ganado». 
 
Pecador. Enfermo. Truhán. Estafador. El hombre que tenía todas
las etiquetas posibles ve sus etiquetas borradas por Jesús.
 
¿Por qué la gente «rechaza» a aquellos que Dios «acepta» en su
hijo amado? ¿Por qué la gente no puede perdonar aquello que Dios
ya perdonó? ¿Por qué la gente recurre a recordar los pecados que
Dios ha borrado y olvidado? ¿Por qué hago yo estas cosas? ¿Por
qué me duele tanto cuando me lo hacen a mí?
 
Cuando vemos una película nos interesa el final pero cuando
vemos la vida de otro o nuestra vida nos estancamos en la parte del
relato que nos desagrada.
 
Me gusta el final del banquete. Zaqueo se levanta de la mesa y
dice: «Voy a donar parte de mis bienes a los pobres», «Devolveré el
dinero que robé aún en parte mayores de lo que la ley de Moisés
pide».
 
La pureza que auguró en el impuro comienza a verse.
Contemplando lo ocurrió Jesús dice, «La salvación ha llegado hoy a
esta casa». Parecía que el maestro estaba ensuciando su imagen al
visitar a funcionario, pero estaba limpiando la imagen y el corazón
de Zaqueo. El que tenía solo el nombre de «puro», ha sido
purificado.
 
Tal vez, la gente te hayan puesto etiquetas, recuerde tu
curriculum o tenga una lista de opiniones por las que no deberías
acercarte a Jesús — muchos que se han acercado a Cristo han
recibido este tipo de críticas. Pero Jesús nos muestra el corazón de
Dios dispuesto a actuar «a pesar de lo que los demás piensen».
 
Mientras otros ven una persona «no recuperable», Dios ve justos
y puros. Si otros en lugar de ver personas ven errores que caminan
y de quienes distanciarse, Dios ve a personas aceptadas por su hijo
amado. Cuando los demás ven a «indeseables», Dios reetiqueta
con la etiqueta mayor: ser llamados «hijos de Dios» (Juan 1:12).
 
Todo esto es posible porque:
 
Dios perdona nuestros pecados gracias a la muerte de Jesús
(Efesios 1:7).
 
Tomó nuestras faltas y las echa en el fondo del mar y las olvida
(Miqueas 7:18-19).
 
Tomó nuestras rebeliones y las apartó de nosotros así como
están apartados el este del oeste (Salmos 103:12).
 
¿Qué es lo que dice este último pasaje? Podemos medir la
distancia entre polo norte y sur, pero, ¿dónde se apoya la cinta
métrica para medir el este y el oeste? No existe, por lo tanto la
distancia es infinita. Esa el la distancia entre nosotros y nuestros
pecados perdonados. En la cruz, Jesús creó esa distancia.
 
Esta realidad baja la jerarquía «de lo que los demás piensen», y
las limitaciones que esos pensamientos pueden generar en nuestra
vida.
 
El apologista Josh McDowell relata una vivencia que nos ayuda a
entender cómo nos afecta esta realidad con respecto a nuestra
relación con los demás.
 
Él estaba en una cena en un restaurante y le contestó bastante
mal a otra persona en la mesa. Luego de volver a su hotel y se sintió
bastante incómodo por lo ocurrido y decide pedirle perdón a Dios.
Acto seguido intenta reparar el exabrupto y vuelve se encuentra con
la persona afectada y le dice: «Me siento muy mal por cómo te trate.
Ya le pedí perdón a Dios y ahora quiero pedirte perdón a vos.
Espero que puedas perdonarme». A esto el afectado respondió,
«No, yo no te perdono», «Una persona en tu posición jamás debería
haber actuado como lo hiciste», «No te perdono». Así que vuelve a
su cuarto sintiendo una gran culpa y allí descubrió algo. Dios lo
había perdonado a pesar de que la otra persona no lo hubiera
hecho. Había hecho lo que Dios le pide para estar a cuentas con Él
y lo posible para reparar la situación. ¿Debería seguir sintiéndose
culpable? ¿Ya no debería orar esa noche? ¿No debería leer la
Biblia como castigo? ¿Debería renunciar a algún favor de Dios en
un intento de compensar lo ocurrido?
 
Las cosas no salieron como el predicador hubiera querido pero
aprendió que su relación con Dios no dependía de lo que los demás
piensen.
 
Cuando estaba en uno de mis primeros trabajos acepte un
desafío lanzado en la iglesia que consistía en contar a las personas
que veíamos a diario que éramos un seguidor de Jesús. Al hacerlo,
un de mis compañeros comenzó a enumerar a personas que según
él no debían estar siguiendo a Jesús por su pasado.
 
Me pregunto, si ellos conocieran lo que mi compañero pesaba,
¿deberían tomarlo en serio? ¿Deberían dejar de seguir a Jesús? Y
si él hubiera enumerado mis errores, ¿tendría que haber renunciado
a mi fe? Esa tarde aprendí la lección de McDowell, que nuestra
relación con Dios es «a pesar de los que los demás piensen», y la
intento recordar a menudo. Quiero gustarle a la gente, quiero que
piense bien de mí, pero no puedo agradar a todos, no puedo
complacer a todos y ciertamente Dios tiene más gracia que la
cualquiera de las personas que cruzamos a diario.
 
Si ahora mismo estás en el Sicómoro. Si te sentís no apto,
«impuro», la oferta de Jesús para con Zaqueo es la misma que para
vos. Al finalizar la cena con Él podrás sentirte «puro y justo. Esta
noche es la cena con el Hijo de Dios, «a pesar de lo que los demás
piensen».
 
RESUMEN
 
 
 
 
 
 
En el antiguo Jericó hay un personaje muy peculiar que quería ver
a Jesús. Era tan pequeño que no podía hacerlo entre tanta multitud.
Por eso, decide subirse al sicómoro, un árbol considerado en la
cultura judía como impuro.
 
En contra del pronóstico de la multitud, Jesús llama a nuestro
personaje por su nombre para cenar en su casa.
 
Jesús llamó por su nombre: «Zaqueo» que significa «puro». Otros
pueden ver a alguien «impuro» por la gracia de Dios puede
convertirse en «puro». La resolución de la historia se encuentra
escondida las primeras palabras de Jesús. Una nueva oportunidad.
 
Esa es la oportunidad también está disponible para nosotros, a
pesar de la opinión de los otros.
 
Toda la humanidad puede pensar lo peor de nosotros, mezclando
verdades con mentiras y haciéndote ver mal, pero todo esto está en
una jerarquía menor a los pensamientos de Dios.
 
Está en nosotros aceptar la nueva oportunidad de parte de Dios,
«a pesar de lo que los demás piensen».
 
Si otros piensan: «¡Está es el punto final! ¡Está acabado!», «No
hay más remedio», «Se cavó un pozo demasiado profundo». Jesús
tiene bajo la manga el milagro de la nueva vida y su plenitud.
 
Creer en Él es ser llamado «Hijos de Dios».
 
Si otros te han dicho ____________(Rellena con la etiqueta que
más te cause problemas), Dios te dice «Mi hijo». 
 
Dios no se da por vencido con sus hijos. Sus pensamientos son
superiores «lo que los demás piensen».
 
 
 
 
LIBRO 2:
A PESAR
DE TI MISMO
Superar la culpa y la vergüenza, levantarse del fracaso. Ser
restaurado del pecado y vivir el gozo de la comunión con
Dios.
CAPÍTULO ÚNICO:
A PESAR DE TI MISMO
 
 
Veinte psicólogos escuchan a un evangelista, cada cual para su revista
especializada. Todos coinciden en que aceptar el perdón de Dios es sano
desde el punto de vista psicológico.
 
Dios desea que nos convirtamos de nuestro mal camino, quiere crear un
espíritu recto dentro de nosotros y que aceptemos su perdón.
 
 
 
 
 
Hace algún tiempo un grupo de veinte psicólogos de distintas publicaciones
fueron enviados a cubrir un evento de un evangelista. Ellos debían escribir
una reseña, cada cual para su revista especializada. Todos los artículos
coincidieron en un punto: el predicador pidió que la gente se arrepienta y
reciba el perdón de Dios, esa petición era sana desde el punto de vista
psicológico. El recibir perdón nos «pone de cara» con nuestro ayer, buscando
resolverlo.
 
Algunos de mis lectores han sido alcanzados por su pasado y tienen un
futuro poco claro. Estas palabras se dirigen a aquellos cuya historia personal
se transformó en una gran valija, una carga que deben arrastrar y que
desgasta sus pensamientos, su tiempo y su energía. Escribo para los que su
ayer es un gran hoyo negro que no los deja salir que los oprime en la
oscuridad.
 
Superar el remordimiento y el mortificarse es necesario para comenzar de
nuevo. El dedo acusatorio de tu pasado y la culpa pueden ser derribados por
Dios y su nueva oportunidad puede llegar, «a pesar de ti mismo». Tu pasado
debe terminar de pasar, para que llegue tu futuro.
 
En el capítulo 11 de 2 Samuel nos encontramos con una sucesión de
hechos profundamente sombríos.
 
La historia comienza en la primavera, una de hace tres mil años. Es la
época propicia para la guerra. Porque el clima es bueno, las lluvias no son
frecuentes, y las cosechas fueron levantadas.
 
Israel está librando una batalla contra sus enemigos, los Amonitas, siendo
comandados por Joab. El suceso extraño es que falta alguien importante en la
guerra.
 
¿Una pista? El ausente es un hombre que es mencionado unas
ochocientos setenta veces en la Biblia, pero aquí no está presente.
 
Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la
guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo
Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se
quedó en Jerusalén.
(2 Samuel 11:1)
 
Joab está en la guerra, pero ¿dónde está David? Mientras Joab está
acechando al enemigo, Rabá, otro enemigo acecha a David. Un enemigo que
libra una guerra personal contra el rey sin que lo sepa y que pronto
prevalecerá contra él.
 
En Jerusalén a la hora del crepúsculo el rey se levanta. Sale a la azotea
vestido con su ropaje real y comienza a pasearse. Su alma está intranquila.
Su campo de visión contempla el horizonte sobre las murallas de Jerusalén,
pero cambia su enfoque. Se recorta sobre una terraza sobre «algo» que llama
su atención, mejor dicho «alguien».
 
Su corazón se acelera y sus ojos se agudizan sobre una mujer que se
baña. No esquiva la mirada, no sale de la azotea, sus ojos no se resisten a
quedar cautivos de su cuerpo. El respeto por la desnudez del otro y el pudor
son derrotados por la codicia. Sus bajas pasiones e instintos toman el timón
de sus pensamientos. Un vestigio animal convierte a «alguien» en un «algo».
Ella deja de ser una persona para ser una silueta que alimenta los deseos
ocultos de su alma.
 
Su interior está inquieto y su palacio lleno de centenares de mujeres que ha
tomado para sí a lo largo de los años. ¿Podría calmar la inquietud con una
mujer más? Para alma intranquila, la respuesta es: ¿más lujuria? ¿Una mujer
más para su harén personal?
Los pensamientos alimentados por sus ojos conducen sus acciones.
«¿Cómo se llama esa mujer?», «Es Betsabé hija de Eliam, esposa de Urías»,
«Eliam... Eliam, me suena ese nombre. Ahitofel era uno de mis más preciados
consejeros personales y tenía un hijo llamado Eliam»
 
«¿Es esposa de Urías? ¡Oh sí Urías!, Uno de mis valientes, uno de los
héroes de mi ejército».
 
«¿Honrar el servicio honrando a los descendientes? Sí ya lo hice con
Mefisfoset, el hijo de Saúl», «¿Honrar el servicio y la fidelidad honrando a la
cónyuge? Suena bien». Pero, no esta vez...
 
Hace veinte años que el matrimonio no significa nada para David. Ha
tomado esposa, tras esposa, tras esposa. No le ha importado su propio
matrimonio, ¿por qué habría de importarle el matrimonio de alguien más —por
más cercano que fuera—?
 
— ¡Traigan a esa mujer!
 
Su tentación se ha materializado y se hace presente ante sus ojos. Desea
que lo que imaginó mientras estaba en la azotea real, se vuelva realidad.
 
Aquel hombre que a los trece años defendía a sus ovejas cuando eran
acechadas por los lobos, se convierte en un lobo. Aquel de quien cantaban
«¡Saúl mató a sus miles, pero David mató a sus diez miles!», hoy está al otro
lado de la espada y no lo sabe. Aquel hombre que nunca llamó «gigante» a
Goliat, está perdiendo la batalla contra su gigante personal. El que era
«conforme» al corazón de Dios, actuará conforme su propio deseo.
 
Sabemos lo que el rey quiere, pero: ¿qué quiere la mujer? ¿El caso de
Betsabé es un caso de infidelidad? ¿Se trata de una violación? ¿Es un caso
de abuso sexual?
 
Asociamos el término «violación» con violencia, la imposición de la fuerza
de una persona sobre otra. Pero, hay un término que puede no incluir la
violencia o la fuerza: «abuso». Según Josh McDowell este término se puede
asociar a posiciones o jerarquías que intimiden al otro. Él lo explica con el
siguiente ejemplo: un novio lleva a su pareja en su auto fuera de la ciudad y le
dice: «Si no quieres acceder, puedes bajarte del auto y volver caminando».
Alguien tiene el poder y el otro es vulnerable o «vulnerabilizado». Alguien
quiere y puede avasallar sobre el otro, el otro no quiere y no puede resistirse.
No quiso entrar en la situación de peligro y no tiene posibilidad de salir de ahí.
 
¿Cómo reacciona una mujer ante la petición de un rey que por un lado
colecciona mujeres, y por el otro controla el ejército que ha matado a cientos
de personas ese mismo día? ¿Cuál es el costo de decir «no» al rey?
 
***
 
El amanecer roza el interior de la habitación. Una noche con el rey da como
resultado el embarazo de ella. El rey David se había ganado el favor del
pueblo gracias a su integridad. Ya que ahora no la tiene, entonces la fingirá.
 
Primero piensa en ocultar el embarazo por lo que manda a llamar a Urías
de la guerra para que pase tiempo con su mujer y cuando descubra que está
embarazada piense que el hijo es suyo.
 
Inesperadamente para David, Urías es más íntegro que él porque piensa:
«¿Cómo puedo ir a mi casa con mi mujer cuando mis compatriotas están
peleando en la guerra?».
 
El primer plan acaba de fallar.
 
En la ley judía la pena por el adulterio era la muerte, por lo que la situación
es apremiante. David pensaría: «¡Quisiera que las cirugías avancen lo
suficiente para asesinar al hijo en el vientre de la mujer! ¡Alguien tiene que
morir y no seré yo! Alguien tiene que pagar, pero tiene que ser una muerte
«limpia». Si Urías muere, puedo tomar a Betsabé como mi mujer y el asunto
del bebé será cosa del pasado». Un homicidio de guante blanco.
 
—Servidor real —dice David— deseo enviar una nota a Joab.
 
David ya puso en una situación difícil a Betsabé, y ahora, podrá en una
situación difícil a Joab. En la nota se lea algo como esto:
 
Joab,
 
Debes colocarlo en el peor lugar de la batalla a quien te entregue
esta nota y cuando el enemigo arrecie, todos los hombres deben
abandonarlo para que sea herido de muerte.
 
La mano que ha tocado a una mujer de forma indebida ha redactado una
sentencia de muerte.El que fue puesto por Dios para velar por el pueblo, vela
solo por sí mismo.
 
Urías ha luchado a favor de David. Pero, David mata a Urías.
 
El plan funciona.
 
El horror ha acontecido en el exterior, pero continuará ocurriendo en el
interior. Las escenas de adulterio y homicidio continúan dentro de nuestro
protagonista.
 
El remordimiento es tan fuerte que busca negarlo, silenciarlo… y el tiempo
pasa.
 
Las flores eclosionan de su capullo, se escuchan los cantos de los pájaros
porque la primavera llega a medio oriente. Pero, no es la misma primavera de
los sucesos narrados, ha pasado ¿un año?
 
Por fuera hubo silencio, pero que dentro el ruido del remordimiento lo
satura. La primavera ha llegado pero el invierno se ha instalado dentro del
corazón de David. Su conciencia está atrofiada, no le es posible reconocer ni
confesar su pecado.
 
Seguramente, David ha recurrido sa «arreglos semánticos» — esos juegos
de palabras que ayudan a aliviar la conciencia — . ¿Qué se habría dicho?: «no
fue adulterio sino, una aventura», «no fue lujuria sino, un amor prohibido»,
«no fue una pasión fuera de lugar sino, una escapada romántica».
 
¡David, hay algo raro cuando tu romanticismo amenaza con convertirse en
tu «ruina»! ¿Le contarías la historia a tus nietos diciendo: «¡el destino nos
unió!»?
 
Lo que funciona no siempre nos hace felices. El pasado trajo sudor y
sangre, ¿qué traerá el futuro?
 
El rey se pasea por el pueblo y ve a una mujer a la que le arrojan piedras al
grito de: «¡adúltera! ¡Adúltera!». Su corazón congelado parece querer latir.
 
El silencio que muestra contrasta con el gemir que escucha dentro de sí.
 
En el pasado utilizaba la vara y el cayado con sus ovejas, y Dios los
utilizaba con él infundiendo aliento y tranquilidad. Pero, ahora la mano de Dios
se está agravando sobre él, es el peso de la culpa. ¡David, el bien y la
misericordia debían seguirte todos los días de tu vida, pero tu pecado te ha
alcanzado!
 
Un año fue tiempo suficiente para que se sepa lo acontecido. Tanto David
como Betsabé tienen sirvientes, los sirvientes hablan con otros sirvientes, y
estos con sus amos. Los rumores invaden Jerusalén.
 
La puerta suena. Un profeta llamado Natán aparece. Se presenta a hablar
con el rey sobre bueyes perdidos —una extraña conversación—, en realidad
es un caso que le presenta para que oficie como juez:
 
En la ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre. El rico
tenía muchas ovejas y bueyes, pero el pobre, una sola oveja. Él la
había comprado de pequeña, la había criado.
 
La oveja había crecido junto a él y a sus hijos. Comía de su pan,
bebía de su misma copa y dormía en su falda, la amaba. Un día el
hombre rico recibió una visita, y no queriendo matar ninguno de sus
animales, para atender al recién llegado, robó la oveja del pobre y se
la preparó.
 
David escucha el caso y reacciona de forma visceral: «¡Ese hombre debe
morir!». No se da cuenta de lo que está diciendo, hasta que Natán responde:
 
Tú eres ese hombre, no es un caso de robo, es un caso de adulterio.
No es una oveja y dos hombres anónimos, se trata de una mujer:
Betsabé, y los hombres son: tú y Urías.
 
David despierta de su sueño y su conciencia sale del coma y no hay
anestesia emocional. ¿Sé arrepentirá? Sí.
 
***
 
Huye la soledad y toma su lira. Entre las palabras que dejó entender el
llanto se escucharon:
 
No me eches delante de ti Dios, no me quites tu santo espíritu.
Lávame a fondo de mi maldad, límpiame de mi pecado, crea en mí
¡Oh Dios! un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de
mí. Devuélveme el gozo de la salvación.
(Salmo 51:11-12).
 
Clamar por piedad a Dios es descubrir que Él no tiene una piedra en su
mano esperando para lapidar. La mano de Dios se extiende hacia nosotros
para levantarnos, para guiarnos y para darnos una nueva oportunidad.
 
David no necesitaba un milagro en su exterior, sino un cambio en su
interior. Sus buenos actos del pasado no alcanzaban para comprar una nueva
oportunidad en el presente, Dios debía actuar a pesar de David. Su oración no
puede ser otra cosa que: «Dios sálvame de mí mismo».
 
Dios lo escucha, devolviéndole el gozo de ser salvo. David ha pasado del
remordimiento al arrepentimiento, una experiencia compartida por quienes se
han acercado a Dios.
 
Una señora me contaba hace algún tiempo sobre este caso:
 
Acudió a nosotros una chica que había tenido relaciones con su
novio. Junto a mi marido oramos por ella y la acompañamos en el
proceso de restauración. Hoy en día esa chica está casada, tiene
hijos y sirve al Señor.
 
Un hombre cuenta que cuando era joven era adicto a la pornografía, esto
socavó las bases de su matrimonio, y finalmente su esposa decidió
marcharse. Él dice:
 
Dios me ha dado una segunda oportunidad. No he recuperado mi
matrimonio, pero Él me ha liberado de esta adicción. Ahora, me
preocupo por el bienestar de los demás. Mi pasión ya no son las
bajas pasiones, sino poder ayudar a otros que continúan cautivos de
ese pecado.
 
Hablé con otro joven que me decía:
 
La vida no valía nada para mí. Solía salir los sábados a la noche,
enredarme en peleas pensando que lo peor que me podía pasar era
perder la vida, como si no fuera algo importante.
 
Hoy lee su Biblia a diario y la comparte con otros. Ha formado una familia y
busca al Señor.
 
Hace unos meses conversé con un joven que me contaba:
 
Antes de conocer a Dios, yo era capaz de cosas impensadas de las
que me arrepiento. Entre ellas, casi maté a un hombre a golpes. Hoy
en día vivo la vida que Dios me ha dado, una segunda oportunidad.
 
No creo en las fotos del antes y después de los comerciales, pero cuando
se trata de Cristo y el cambio de vidas me convierto en todo un creyente.
 
Quienes menciono no solo han experimentado al Dios que está más allá de
lo que parece el «final del camino», sino que se han convertido en medios
para que otros conozcan las «segundas oportunidades» que Dios otorga.
 
Otro joven me contaba:
 
Mi vida consistía básicamente en dos cosas: la droga y entrar a las
casas a desvalijarlas para comprar más drogas.
 
Luego de salir del centro de adicciones, consiguió trabajo, conoció a una
agradable mujer con quien se casó y tienen a su hija.
 
En estos días un hombre me decía: «cuando salí de la cárcel descubrí en
Dios una vida distinta». La cárcel es algo que te marca. Pero, Dios deja una
marca más profunda, una nueva oportunidad donde parece no haberla.
 
También, entrevisté para mi programa de radio a un muchacho llamado
Rodrigo que contaba su historia:
 
Yo estaba enredado en el mundo de las drogas viviendo de la forma
que lo hacían las personas que conocía. Un día fui a una proyección
— no sabía que se trataba de una película cristiana. Lo único que
hice fue aceptar una invitación.
 
Actualmente junto a su esposa desean convertirse en misioneros. No solo
recibieron la oportunidad de hacer las cosas diferente, sino que están
dispuestos a llevar eso mismo más allá de su entorno más próximo.
 
Otra «segunda oportunidad» es la de un muchacho que había caminado
junto al Señor por un tiempo. Pero, su pareja se fue de su casa y lo echan del
trabajo, un duro acontecimiento que no puede procesar. Su manera de
enfrentar la situación es volver a su antigua vida de alcohol y promiscuidad
buscando algún tipo de refugio o alivio. Dos años después se da cuenta de
que esto no le funcionó ni antes ni ahora, por lo que ya tuvo «suficiente» de
esa vida. Asiste a un evento en la iglesia en el que los actores interpretan
junto al coro un musical referido al hijo pródigo. En el momento en el que el
hijo está volviendo al hogar y es abrazado por su padre comprende que Dios
quiere abrazarlo, recibirlo nuevamente y devolverle el gozo de la salvación.
Hoy, sirve al Señor contado su historia y el consuelo que Dios le trajo.
 
En el abrazo de retorno está este muchacho, están las demás personas,
está David y también estás tú. El Dios que abraza, no desea echarte de
delante de Él, sino que desea crear en ti uncorazón limpio y renovar un
espíritu recto dentro de ti (Salmo 51:10). 
 
El mismo día que David confesó su pecado, fue el día en el que fue
perdonado.
(2 Samuel 12:13)
 
El segundo capítulo en la historia de nuestra vida está cerca. Dios desea
regresarnos el gozo de estar con Él, para que vivamos las palabras que
David: 
 
¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la
desobediencia, a quienes se les cubre su pecado!
Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró la culpa
de su cuenta, los que llevan una vida de total transparencia!
Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y
gemía todo el día.
Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se
evaporó como agua al calor del verano.
Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi
culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor», y tú me
perdonaste! Toda mi culpa desapareció.
(Salmo 32, NTV)
 
Que al leer esto puedas recibir el perdón de Dios y caminar junto a Él una
vez más, «a pesar de ti mismo».
 
RESUMEN
 
 
 
En un pasaje oscuro de la historia de David hacen su aparición en primer
plano el adulterio y el homicidio —él es al menos el actor intelectual de este
último. Que sea rey es una agravante, porque estos no deben usar su poder
para beneficio propio, sino para el bien común.
 
David mantiene su pecado en el secreto durante todo un año. Este año de
silencio convierte su interior que era como una pradera verde en una
sequedad como la que hay en el verano. 
 
Al cumplirse el año, David es confrontado hábilmente por el profeta Natán y
se arrepiente. El mismo día que él confiesa su pecado, fue perdonado. Tuvo
una nueva oportunidad.
 
Conocemos casos de gente que ha dado rienda suelta a sus pasiones
lujuriosas o a su ira en forma de violencia, pero también sabemos del perdón
de Dios y como Él devuelve el gozo de la salvación, tal como hizo con David.
Dios llama feliz, dichoso, lleno de alegría a quien su transgresión ha sido
perdonada. David ha sido perdonado y restaurado, al igual que muchos. De la
misma manera, será contigo.
 
Que al leer esto, puedas redescubrir a Dios y caminar junto a Él una vez
más, «a pesar de ti mismo».
 
 
LIBRO 3:
A PESAR
DE LO PLANEADO
 
Cuando la expectativa no es la realidad
ni la vida cómo pensamos:
nuestros planes deben fracasar
para que triunfen los de Dios.
 
CAPÍTULO ÚNICO:
A PESAR DE LO PLANEADO
 
 
 
 
 
LA VIDA NO SALE COMO LA PLANEAMOS
 
Con mucha frecuencia los planes pueden volverse inviables. Hay
vacaciones que quedaron en el papel, casas que no se
construyeron, carreras académicas que no se terminaron o novias
con vestidos de casamiento sin usar. La distancia entre la
expectativa y la realidad, nos recuerda que necesitamos desarrollar
nuestra capacidad de vivir «a pesar de lo planeado».
 
Si no aumentamos esta capacidad, nos convertiremos en alguien
que convive con sus frustraciones y con domicilio en la región de
«pudo haber sido». En cambio, si nos abrimos a la posibilidad de
dejar a un lado nuestros planes y adoptamos los que Dios ha
pensado, viviremos nuestra mejor realidad.
 
Escuché acerca de una persona que tenía su plan de vida escrito
tan al detalle que sabía dónde iba a envejecer y morir. Tal vez, no
estés a ese nivel, pero con seguridad tienes cierta idea de hacia
dónde quieres que se conduzca tu vida y cómo puedes llegar ahí.
Para tomar decisiones nos representamos cómo será el futuro y
buscamos las oportunidades que puedan hacerlo realidad. Algunos
manejan un cuaderno organizado de metas y otros tienen ciertas
expectativas que comparten de vez en cuando en una conversación.
Pero, tarde o temprano descubrimos que la vida nos sorprende más
de lo que esperábamos. Los planes salieron volando por la ventana,
las expectativas se fugaron. Tuvimos que reajustar o rehacer los
planos y reprogramar nuestra vida. Lo que pensábamos, no ocurrió
y lo que esperábamos que pasaría, jamás llegó.
 
Solemos escuchar las palabras de motivación que nos dicen:
«Cuando fracases lo volverás a intentar», «Parece que es el final,
pero no lo es», «¡Cuando llegues a tu límite descubrirás un nuevo
horizonte!». Pero, en este libro leerás cosas como: «Cuando veas
que las cosas no ocurren... tal vez, nunca lleguen a pasar». Sé que
no es popular decir cosas como: «¡Olvídalo, jamás pasará!».
También sé que este libro está catalogado como «inspiración» y que
estas palabras de aliento se parecen a las peores que hayas
recibido. Pero, déjame decirte que no ocurra lo que esperabas
puede ser lo mejor que puede pasar.
 
Es cierto que necesitamos intentar las mismas cosas —como
quien entrena o como quien quiere hacer un túnel a través de una
montaña—, pero en ocasiones debemos dejar de insistir en lo que
estábamos haciendo. Para tomar un nuevo rumbo se requiere
desistir del camino que transitamos. Conocer esta diferencia nos
ahorra tiempo, dolor y el largo recorrido que lleva a un callejón sin
salida.
 
Algunos han dedicado toda su vida con un enfoque para alcanzar
ciertos objetivos, han puesto todos sus esfuerzos, recibido la mejor
educación y capacitación, contaron con el apoyo familiar y social,
tuvieron los medios para cumplir con su meta, pero todo esto no
alcanzó. Este párrafo describe la biografía de un joven.
CUANDO LAS INSTRUCCIONES NO COINCIDEN CON EL
ROMPECABEZAS
 
Él está a la orilla de un río, lejos del lugar donde nació. Nació
libre, pero ahora es esclavo. Hace tiempo el invasor llegó a su tierra
y llevó a su gente cautiva. El enemigo mató a muchos, pero el joven
tuvo «suerte» porque se destacaba lo suficiente para ser llevado
cautivo junto a un grupo selecto. Hace cinco años que está en
cautiverio a orillas del río Quebar, su nombre es Ezequiel y acaba de
cumplir treinta años. ¿Cuál es su historia? Él la relata en su libro.
 
Se presenta a sí mismo como un sacerdote. En su pueblo, estos
provenían de una sola familia, elegida justamente para ejercer el
oficio. No existía un test vocacional para elegir la vida sacerdotal, se
necesitaba pertenecer a la tribu encomendada a esta tarea. Él
formaba parte de ella, por lo que había sido formado desde su niñez
para cumplir ese propósito.
 
Durante veinticinco años leyó los libros de Moisés, para conocer
la historia de su pueblo, las costumbres y los ritos religiosos, y se
preparó para el momento de su iniciación. Esta ocurría a los
veinticinco años, a esa edad realizaría el primer sacrificio e iniciaría
su carrera sacerdotal. Su destino estaba determinado, no había
dudas, otras opciones ni «plan B». Tenía la formación, el apoyo
familiar y social. Su ruta estaba trazada. Pero, algo le impide realizar
el destino para el que se formó.
 
Él conoció mejor que nosotros esa sensación cuando todo parece
estar alineado, a un paso de que ocurra lo que esperamos, pero no
sucede. Estamos a una jugada de anotar y el tiempo se acaba, a
centímetros de la meta y la carrera se suspende. Lo sintió un
hombre que sostiene su telegrama de despido de un trabajo que
amaba y dice: «sentí que tenía mucho más para dar», un joven es
sacado de su banda de música y siente que tenía mucha más
música adentro. Piensan: «No se supone que tenía que terminar
así», «Este no puede ser el final».
 
La sensación del momento definitivo. A un momento de que
comience el capítulo central de su vida, todo termina antes de
comenzar. El final se precipita, ese día en el que se encontraba a
punto de ejercer ese primer sacrificio el invasor llegó a arrasar con
la ciudad. El mundo se pone de cabeza, algunos de sus conocidos
mueren, el templo donde iba a oficiar es destruido. Las paredes del
templo se convierten en ruinas, a la vez que los cimientos de su vida
son socavados. La frustración y la impotencia se combinan en un
cóctel que debe tomar. Toda su devoción, su piedad, su esfuerzo, su
preparación se va por la borda. Su plan cae a pedazos como ocurrió
con el templo.
 
Los fracasos tienen mal sabor, pero los peores son en los que no
tuvimos siquiera un intento. Sonesos en los que el resultado estaba
antes que pusiéramos un pie en la cancha, los que no tuvimos
oportunidad. Se cuenta que Martín Lutero no pudo terminar su
primer servicio religioso, pero Ezequiel no lo pudo iniciar. Escribo
esto y siento impotencia porque conozco lo que es prepararse,
capacitarse y planificar en vano, y hago fuerza mientras cuento la
historia a favor de Ezequiel porque quiero que triunfe. Quiero que
esta historia sea una de esas en las que el personaje lucha con todo
lo que tiene y lo logra. Pero no hay una batalla, no fue rival.
 
La recompensa que tiene el aspirante a sacerdote son cadenas,
días sin bañarse, una larga fila de nuevos esclavos y una aplastante
rutina de servidumbre en el reino enemigo. También tiene algo más,
el silencio del Cielo que duró cinco años. ¿Qué más podría pasarle?
 
El Cielo parece congelarse por esos años al «borde del risco».
Ezequiel pasa cinco años colgado. Sus dos batallas son: la primera
es enfrentar la pérdida de su carrera, vocación y cultura, y la
segunda, enfrentar la nueva cultura que se le impone. Sabemos por
otros casos que este invasor solía socavar la identidad cultural de
sus cautivos. En algunos casos les cambiaba el nombre, les hacía
aprender su lengua, en resumidas cuentas, los obligaba a adoptar
su cultura. Solo le daban espacio a los esclavos para cosas como su
música, pero en forma de entretenimiento para el conquistador.
 
Él experimenta un bombardeo a su «quién soy». En extrema
tensión, Ezequiel debe soltar el pasado, pero sin soltar sus raíces.
Debe soportar la conversión a la cultura enemiga con el capital
personal de veinticinco años de nada. Su única herramienta, la
esencia, ese «por qué», la motivación por la que se preparó en
primer lugar para ser sacerdote: su confianza en Dios. Cumplir con
las expectativas de los demás no basta para no caer al borde del
acantilado. Nuestra sensación de cumplir con el deber no basta
cuando nuestros fracasos aparecen. Solo cuenta con su confianza
en Dios.
 
En el silencio del cielo nuestra mente habla ¿No te ha pasado que
recuerdas alguna oportunidad que perdiste o no tomaste y piensas
que tu vida hubiera sido mejor con ella? ¿Si hubiera estudiado esa
carrera, hubiera tenido esa pareja? ¿Si esa persona no hubiera
arruinado? ¿Cómo nos relacionamos con el ayer? ¿Dónde ponemos
aquellas cosas que no entendemos del pasado?
 
Ezequiel podría pensar «Casi lo logro. Casi puedo ejercer el oficio
para el cual me formé para servir a Dios. Casi logro servir al pueblo
ofreciendo sacrificios». Lo imagino soñando despierto un momento
con el ayer que nunca fue pero al siguiente volvería a la realidad,
experimentando el duro el contraste de lo que pudo ser y lo que es
en realidad. Descubre que la nostalgia es más dura cuando se
anhela lo que nunca ocurrió.
 
BATALLAR CON LOS PENSAMIENTOS CUANDO EL
OTRO TIENE LA CULPA
 
El plan casi pudo haberse concretado pero no fue así.
 
Ezequiel no se paraliza al culpar al otro. El responsable de su
«casi» tiene nombre. Tomen un pasado que no fue, un culpable con
nombre y apellido, y cinco años para darle vueltas al asunto en un
lugar de gran estrés, y obtendrán la situación en la que comienza la
historia de Ezequiel.
 
Todos queremos ser el héroe de la película, del tipo que nunca se
equivoca y toma las decisiones correctas, siempre. Pensamos: «si
hay algo mal en mi vida es porque alguien más lo provocó». No
puedo pensar en alguien más que Ezequiel para relatarnos una
historia sobre cómo lo demás arruinaron su vida y son los culpables
de su infelicidad. La culpa es por completo de alguien más. Ezequiel
puso todo de su parte para que se cumpla su plan, no se cumplió
debido al enemigo que destruyó su ciudad, el templo y lo llevó
cautivo. El plan es ser sacerdote y el objetivo es servir a Dios, si el
invasor le impidió ser sacerdote, ¿ya no puede servir a Dios?
 
Admiro a Ezequiel por cómo lidia con sus «casis» y con la
tentación de rumiar los pensamientos echando la culpa a los demás.
Admiro su capacidad de no enraizarse en el rencor y remordimiento,
cuando el culpable entre él y su «éxito» tiene nombre —y está en la
situación perfecta, mucho tiempo y mucha presión, para librar
interminables batallas mentales con su enemigo y ensayar todas las
opciones que pudieron ser y no fueron—. Admiro su capacidad de
adaptarse a la voluntad de Dios.
 
Yo soy del tipo de personas esperan una explicación por parte del
Cielo, y si no, al menos una explicación. Cuando alguien me hace
algo que me lastimó quiero que escuchen mi versión de la historia,
quiero se den cuenta de que tengo razón. Pero, pude comprobar
repetidas veces —más de las que quiero confesar— que esperar
explicaciones, compensaciones y que «te den la razón», no funciona
del todo para reparar lo ocurrido. Te dejan atascados en el pasado y
te sumergen en la auto conmiseración. Quiero pensar que nuestro
protagonista fue más inteligente que yo. Intuyo que fue más sabio a
la hora de echar las culpas, y rumiar sobre su plan que nunca se
cumplió.
CUANDO LA VOLUNTAD DE DIOS NO LUCE COMO LA
IMAGINAMOS
 
Algo más que se destaca y es su capacidad se rearmase. No
espera correspondencia del Cielo, pero aparece y la acepta.
 
Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco
días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto
al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.
En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los
cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote
Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río
Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová.
(Ezequiel 1:1-3)
 
En su libro se presenta como un cautivo de treinta años que hace
cinco que está en la esclavitud y que es «sacerdote». A pesar de
que no pudo servir a Dios de esa forma todavía piensa en el servicio
y se ve sí mismo de esta manera. Es lo último que escuchó del
Cielo.
 
Sin embargo, estos versos son un puente por el que hará su gran
transición. Porque capturan el momento preciso en el que convive lo
que fue y lo que será. Su futuro de sacerdocio nunca será, pero
tendrá lugar otro mejor. La Biblia dice que vio visiones de Dios». Los
días de incomunicación con el Cielo, son interrumpidos giro en el
timón de Dios. Los planes de servir como sacerdote están
oficialmente revocados, ahora tendrá una nueva labor. La gente que
veía visiones de parte de Dios eran llamados «videntes», otro
nombre para esto es «profeta».
 
No tiene muchas opciones, pero aún así tiene que estar abierto a
Dios y ser flexible. Debe abrazar las palabras de otro profeta que
dijo: «Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos
—dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que
pudieran imaginarse» (Isaías 55:8, NTV).
 
Ezequiel vive lo que todos intuimos, que necesitamos tener
planes: cierta idea de hacia donde se conduce nuestra vida. Pero,
Dios no piensa como nosotros, sus planes y sus pensamientos no
se asemejan a los nuestros. Los suyos están por encima de lo que
podemos imaginarnos.
 
El joven cautivo tiene una puerta cerrada, no será sacerdote, pero
en su lugar encuentra un Cielo abierto. En su primera oportunidad 
quiso cumplir el oficio sacerdotal, pero el mundo se puso en su
contra y perdió la batalla. Ahora, tiene una segunda oportunidad,
pero para aprovecharla necesita ajustar sus pensamientos, tener la
posibilidad de escribir un nuevo plan. Necesita decir: «lo que yo
pensé no se cumplirá, mi plan no se concretará». Solo entonces
dará lugar a que se cumpla el propósito de Dios para él.
 
El inicio de esta nueva etapa se resume de esta manera. Un
joven tuvo que aprender a vivir «a pesar de lo planeado». Fue criado
para ser sacerdote, pero la puerta se le cerró delante de sí, esos
veinticinco años son derribados como el templo donde iría a ofrecer
sacrificios. Destruyeron la sociedad en que se había criado, y es
reducido a un esclavo. Cinco años sin saber de Dios y en ese
tiempo solo cuenta con el pasado. Pero, la visión comienza a
remover su etiquetade sacerdote porque ve una visión de Dios.
 
Nuestra vida se parece a la de Ezequiel en este aspecto: se
desarrolla de una forma distinta a lo que él había pensado. Tenemos
que enfrentar el hoy porque nuestro plan no se cumplió. Hay mucho
que no podemos hacer, pero hay muchas otras que sí
 
● ¿Estás en el momento en que tus planes se quemaron?
● ¿Estás en el momento de silencio de parte del Cielo?
● ¿Estás luchando con adaptarte a tu nueva tarea?
 
Sé que todos estos momentos son difíciles, yo mismo los he
vivido más veces de las que hubiera querido. Pero, cada vez que mi
vida cambia su rutina hasta que es irreconocible soy tratado para
confiar un algo más en Dios. Lo conozco un poco más y puedo
contarles a otros cómo es.
 
Las ruinas traen una restauración, pero el proceso de
reconstrucción nos cambia.
 
ALGUNOS PLANES ALTERNATIVOS PARA SERVIR A
DIOS, SIN DIOS
 
Analicemos un poco más el proceso de transición de Ezequiel
para poder aprender algo más. ¿Cuáles son las opciones de
Ezequiel a para su «ahora»?
 
Mencionamos que una de ellas es aferrarse al pasado.
Imaginemos cómo sería. Pensemos, en un Ezequiel obstinado que 
dice: «No, yo soy sacerdote y voy a seguir siendo sacerdote
siempre». Puedo idear varias versiones, desde un terco
insoportable, hasta un motivador con aire victorioso al estilo de: «el
enemigo no podrá conmigo», —pero sabemos por la historia que
sería en realidad: «Dios no podrá conmigo». Sin embargo—
juguemos un poco con esta idea teniendo presenta cómo nosotros
solemos idear planes alternativos a los de Dios.
 
● Ezequiel construye su futuro sin Dios. En esta realidad
improvisa un templo con lo que tiene y ofrece sacrificios ahí.
¿Fin de la historia? No. Hay algo que falta: presencia de
Dios.
 
¿Vale la pena sacrificar nuestra relación con Dios para
lograr nuestra idea de éxito?
 
● Ezequiel se guía por sus intereses y quién lo ayude a
concretarlos. Bajo el lema: «Yo soy sacerdote, fui formado
para ser sacerdote» se dirige a un templo pagano, y ejerce
el oficio de sacerdocio. Logra cumplir con lo que planeó,
¡pero no sirve a su Dios! Porque en el templo pagano se
ofrecen sacrificios a dioses extraños, contrarios al Dios de
Ezequiel.
En esta versión: se vende al mejor postor, «doy lo que sea
por lo que quiero». Eso es idolatría: hay algo que quiero y
obedezco más que a Dios.
 
Amar más nuestros planes que la voluntad de Dios siempre
nos conducirá a una especia de idolatría. Sin embargo, las
ofertas que recibimos suelen ser más sutiles. Veamos el
siguiente ejemplo.
 
● Una versión más piadosa que la opción anterior podría ser
esta. En el templo pagano logra cambiar los nombres de los
dioses a su propio Dios. — ¿Una versión muy rebuscada? —
Son los mismos dioses, pero les llama de una manera más
cómoda.
 
En lugar de quitar la idolatría de nuestra vida le cambiamos
el nombre. Es muy difícil darse cuenta si nosotros estamos
en esta opción. Pregúntate: ¿Sirves al servicio? ¿Tu estudio
de la Biblia te acerca más a Dios? ¿Te sentirás a gusto
contigo mismo cuando tengas una posición o
reconocimiento? ¿Podrías decir que tan humilde como dejar
de lado tus ideas y adoptar las de Dios?
 
Quienes han pasado mucho tiempo en la «iglesia» conocen
el juego y, a menudo, por un tiempo pueden hacer que sus
planes sobrevivan haciéndoles un arreglo cosmético.
Confía, si Dios te pide que sueltes algo, no lo «camufles»
como piadoso para llevar todavía contigo.
 
Cuando Dios no nos da lo que queremos es una oportunidad para
tomar un camino alternativo, alejarse de Él. En el mejor de los casos
cumpliríamos nuestro plan, pero no su propósito para nosotros. La
historia de Ezequiel nos habla de una tarea mayor, un camino más
alto que el nuestro, pensamientos que no tendríamos por nosotros
mismos porque son los de Dios. Nos da confianza en que hay un
plan mayor y a pesar de nuestros planes fracasen, esto puede ser
bueno.
 
Esto es muy doloroso. Sé lo que es renunciar a algo que quisiste
durante mucho tiempo y sé lo que es que parezca que todo se dé y
final no. Pero, vislumbro cada tanto que lo que me pasa tiene una
lógica desde la perspectiva de Dios. Quiero tener el final de la
historia, quiero un «spoiler» de los últimos días de mi vida, pero a su
vez no lo quiero porque sé lo que perdería. Quiero vivir la emoción
de descubrir la vida, quiero tener la experiencia de caminar por fe…
así que lo que quiero es saber que al final llegaré a destino y que en
el trayecto Dios me acompañará a descubrir los detalles del camino
uno a uno.
 
Hay algunas preguntas sin respuestas certeras. Esto es válido
para la vida de Ezequiel: todo su esfuerzo, su frustración o los años
sin respuestas. Pero, al ver la vida completa de Ezequiel es claro
que esto sirvió para transformar su carácter. Todo fue necesario
porque como profeta tendría que dar mensajes que serían mal
recibidos por el pueblo, algunos lo considerarían «loco» o
«extravagante». Ser utilizados por Dios exige que seamos
preparados. Para él, los treinta años de espera sirvieron como algo
más que una formación para un oficio, era también la escuela del
carácter que necesitaba para llevar a cabo la voluntad de Dios.
MÁS IMPORTANTE QUE LO QUE HACEMOS ES CON
QUIÉN LO HACEMOS
 
Quiero hacer una aclaración. A veces, el problema no es el plan,
sino nuestro corazón. Ezequiel tuvo que negarse a sí mismo[2]. Para
nosotros es dejar de pensar lo que pensamos, negarnos a ser tan
listos como queremos parecer y dejar de dar la impresión de que
tenemos todas las respuestas.
 
Negarse a uno mismo es soltar. Debemos abrir el puño que
guarda nuestros deseos y abrir la mano para recibir lo que Dios
quiere darnos. En el proceso debemos confiar que lo que tiene para
nosotros es mejor.
 
Tomé algunas clases con un misionero que fue a Colombia. Él
contaba que al comienzo de su ministerio quería ir a ese país, pero
las circunstancias de le oponían. No tenía posibilidades ni manera
de llevar a cabo el viaje. Oraba a diario e insistía. Un día cambió su
forma de orar. Él dijo en un momento «yo estaba orando con el puño
cerrado, estaba más interesado en que se cumpla mi plan que el de
Dios», «y hasta que abrí el puño y dije: “estoy dispuesto a soltar mi
propio plan”, que Dios obró y pude ir a ese país».
 
La voluntad de Dios era que él fuera a Colombia y todo se dio
para que pueda ir como misionero a ese lugar. Sin embargo, tuvo
que admitir que hubiera ido a cualquier otra parte e incluso se
hubiera quedado en su ciudad si Dios así se lo pedía. En todo caso,
«dejar ir» nuestros planes nos permitirá tomar lo que Dios quiere
darnos, aún si en apariencia se trata de lo mismo. El plan del
misionero era él mismo ir a Colombia, el que ocurrió fue que Dios lo
llevó a ese país. La diferencia fue quien ejecutaba la acción.
 
Ezequiel tuvo este tipo de apertura a la voluntad de Dios y
nosotros también debemos desarrollarla. La voluntad de Dios no se
parece a algo que podamos escribir en un papel, no es tanto una
cosa, sino que se parece más a una relación con Él.
 
● Cualquiera podría viajar a Colombia sin Dios, pero lo que
sirve es ir con Él.
● Cualquiera podría sacrificar a un animal, pero solo fue útil
cuando Dios lo mando.
● Cualquiera puede hablar acerca de Dios, pero pocos
pueden hablar de parte de Dios.
● Todos pueden tener un plan, pero si Dios no es quien lo
conduce no tiene valor.
 
Para conocer lo que Dios quiere para nuestra vida necesitamos
una relación estrecha con Él. Solo así nos comunicará sus
pensamientos, sus propósitos para nosotros y juntamente con
hacernos saber lo que hay en su mente, también pondrá su mano
para que se cumpla.
 
Nuestro propósito se cumple cuando nosotros estamos cerca de
Dios. 
 
DOS ASPECTOS SOBRE ESTAR ABIERTOS A LA
VOLUNTAD DE DIOS
LAS OPORTUNIDADES QUE SE CIERRAN DEJAN EL ESPACIO A OTRAS
 
La relación con Dios tiene dos caras, hemos desarrollado gran
parte de la primera: aprender a vivir «a pesar de lo planeado», que
esdejar de lado nuestros planes y sueños con la confianza de que
viene mejores en camino.
 
Ezequiel la petición secreta de su corazón de ser sacerdote,
recibe como respuesta un: «No». No es un: «No por ahora» o
«Espera, tal vez, después», su apertura está en aceptar el «nunca
jamás».
 
Esto es porque Jeremías, profeta contemporáneo a Ezequiel
profetiza que el cautiverio durará setenta años (Jeremías 25:11-12,
Jeremías 29:10). Saquemos las cuentas junto con Ezequiel. Ya
pasaron cinco años del cautiverio, significa que faltan sesenta y
cinco años. Si tiene treinta años y le sumamos sesenta y cinco,
significa que volvería a su tierra para ser sacerdote tendría noventa
y cinco años. Estando allí tiene que esperar que se reconstruya el
templo para poder oficiar como sacerdote. Incluso si llegara a vivir
cien años —venciendo ampliamente las estadísticas de la
esperanza de vida en esos tiempos e ignorando la necesidad de
templo— tan solo podría oficiar como sacerdote en el mejor de los
casos menos de cinco años. Pero, hay una cuestión más la Biblia
dice que los levitas podían servir hasta los cincuenta años[3], y
Ezequiel sabe esto de memoria. No necesito más argumentos, hay
una sola conclusión: «esto no ocurrirá jamás».
 
Este puede ser tu caso. Soy consciente que escribo un libro sobre
cómo superar la frustración y que repetir cosas como: «renuncia a
tus sueños», «jamás se cumplirán», pero debemos dejar de hacer
las cosas que no serán para dar lugar a las que sí se harán realidad.
 
Sabes que debemos experimentar ese «santo desánimo», para
abrazar lo que Dios nos traerá. Quiero acompañarte en eso.
Necesitas dejar lo que no fue y dar lugar a lo que será.
 
Esto no es nuevo para ti. Conoces que hay momentos en los que
tenemos que ser realistas en Dios. Tenemos que aprender a decir
«no» a nuestras magníficas ideas que desechó, debemos aprender
a soltar el pasado que queremos arrastrar, es nuestra obligación
despojarnos del futuro que no fue para abrirnos al «Sí» de Dios, lo
que Él quiere.
 
Tengo que insistir en esto porque estamos tan atravesados por
las ideas del mundo que nosotros mismo hacemos del proceso de
transición a los nuevos planes más difícil de lo que ya es.
 
Algunas de nuestras ideas resultan ridículas. Estoy seguro de que
en la actualidad llevaríamos a Ezequiel a un taller en la iglesia y nos
aseguraríamos de que escucha frases como «Ezequiel tienes que
perseverar, porque si perseveras se cumplirá lo que piensas»,
«nunca es tarde», «no dejes tu sueño» o «no permitas que nadie te
diga que es imposible». Todo suena tan lindo que parece que no
puede estar errado, pero el trato de Dios para Ezequiel es «jamás
ocurrirá». Debemos recuperar la bendición que es el «No» de Dios.
Fue «desgarrador» porque Ezequiel que se llevaran sus
expectativas sobre el sacerdocio, lo es para nosotros cuando lo que
planeamos no se da. Nos hicimos uno con nuestro plan, pero se fue.
Pero, algo mejor vendrá. Puedes estar seguro de que Dios ha
pensado cosas maravillosas para ti. Él no ha acabado contigo.
Cumplirá su propósito en ti.
 
La apertura a Dios requiere animarse a dejar aquellos planes que
tuvimos. Aquellos que parecían ser lo más «lógicos», los que las
expectativas familiares y sociales pedían. Estar abierto a Dios, no es
una oda al conformismo, ni desistir. El plan de Dios, parecía una
verdadera locura para Ezequiel, tanto que sus oyentes pensaron
que estaba algo «desencajado». Nuestros planes tienen mucho más
de las ideas de otros para nosotros de que nos damos cuenta. Uno
de los puntos más difíciles de la transición a abrirse a los planes de
Dios es dejar no solo lo que esperamos, sino salir de lo que otros
esperan de nosotros.
 
La apertura a Dios requiere que aceptemos nuestro diseñado. En
Ezequiel no vio un sacerdote sino un profeta. —De hecho, no lo
recordamos como sacerdote, sino como profeta—.
 
No es fácil decir «no» a nuestro plan. Ezequiel lo tuvo veinticinco
años y mientras más tenemos un pensamiento en la cabeza más
nos encariñamos con la idea. Pero, su apego no solo fue el tiempo
sino la comunión con Dios, la búsqueda de su voluntad, la oración,
el estudio bíblico y el servicio a Dios. Cumplir con todas estas cosas
no garantiza que el plan se cumpla. Ezequiel oraba mientras creía
que iba a ser sacerdote, todos los días durante tres veces en tres
horarios —lo que hacían los judíos a diario en el templo— y también
ofrecía un sacrificio a la hora novena. Pero pese a su piedad y a su
devoción el plan no se cumplió porque no era el de Dios.
 
Debemos tener en cuenta esto porque es posibles que a nosotros
nos ocurra algo similar y nos confundamos diciendo: «Yo pensé todo
esto mientras buscando a Dios, oraba, leía la Biblia y lo servía».
Podemos llegar a pensar que por nuestra devoción y piedad
tenemos el plan correcto y nos aferremos a Él plan. Sin embargo, la
apertura a Dios requiere abandonar el plan que Él descartó por más
piadosas sean las condiciones de su formulación.
 
Cuando olvidemos las ideas que tenemos sobre nuestro futuro,
podremos el abrazar plan de Dios y nuestro mejor mañana llegará.
 
LA LUZ DE LA ESPERANZA VENDRÁ SOBRE TU VIDA
 
Ezequiel tiene que reformularse su trato con su mañana, porque
toca a su puerta y es mejor. Siendo sacerdote, cuanto mucho podía
escalar en su carrera religiosa para ser el sacerdote que una vez al
año entraba en el lugar del templo donde estaba la presencia de
Dios. Lo más que podía imaginar era que en el pasado la gloria que
llenado ese lugar santísimo en los días de Salomón. Pero, siendo
profeta ve algo inédito, la visión de un río. Esta visión comienza en
el templo. Una gotera que comienza a aparecer y se transforma en
un torrente que se torna un río que recorre todo el desierto, dando
vida por doquier hasta llegar al Mar Muerto y también lo llena vida.
 
La visión es inédita porque remite a dos momentos. El primero se
relaciona con la gloria de Dios que en un tiempo cercano saldría del
templo y recorrería todo lugar. El apóstol Juan en su primer capítulo
dice: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia
y de verdad». Esto se refiere a que el apóstol vio al Hijo de Dios,
Jesús, que habitó entre los suyos que vieron su gloria. La palabra
habitar que utiliza significa literalmente: «como tabernáculo» o
«tabernaculizó». ¿Qué implica esto? En el tabernáculo que fue
anterior al templo, estaba la gloria de Dios. Cuando este se movía la
gloria se movía con él. De la misma manera, en Jesús la gloria de
Dios salió del templo y fue llevada a todo lugar. Jesús fue un
tabernáculo, un templo movedizo al que todo aquel que se acercaba
podía experimentar la presencia del Cielo cercana y recibía la vida
de Dios.
 
El segundo aspecto inédito de la visión de Ezequiel es que el río
que ve es el mismo que el apóstol verá en Apocalipsis. Al final de
los tiempos se espera la restauración de todas las cosas. La
restauración de la tierra la convertirá en un templo donde la
presencia de Dios estará siempre presente. En ella habrá un trono
desde el cual Dios reinará, y de ese trono saldrá un río, el que vio
Ezequiel y que da vida a todos.
 
El desvío de su plan al plan de Dios lo encamina a ver algo para
lo que no había precedentes. Su labor como sacerdote era limitada,
pero como profeta pudo ver y comunicar algo con una claridad que
nadie más había tenido hasta el momento. Pudo hablarle a su
generación y sus palabras llegan a nosotros, Dios llevaría su gloria
por todo rincón, la gente ya no tendría que acercarse al templo para
estar cerca de Él, sino que este se les acercaría. Se cumple en
parte cuando Jesús vino por primera vez, pero también, en forma
creciente hasta volverse permanente cuando vuelva —como en la
visión del apóstol Juan acerca de la restauración de todas las cosas
—. 
 
Pienso en Ezequiel un muchacho bien acomodado al que se le
desacomodó el mundo. Pienso en sus cinco años de silencio del
cielo, en lo desgarrador que fue re-encauzartoda su preparación
como sacerdote para convertirse en un profeta de Dios. Pienso en el
dejar atrás las viejas etiquetas que nos definían. También pienso
que al pasar por todo esto pudo servir a Dios de una forma
inesperada.
 
Todo el desorden del pasado cobraría sentido en su futuro. Toda
su preparación, se re-encauzaría en su llamamiento como profeta.
 
Nuestros planes pueden ser frustrados, eso le ocurrió a Ezequiel,
pero los propósitos de Dios se concretarán y eso también le ocurrió
a Ezequiel. Tuvo que abrirse a la voluntad de Dios, nosotros
también tenemos que hacerlo.
 
Debemos aprender a vivir «a plan de Dios a pesar de lo
planeado» porque mejores planes vienen en camino.
 
RESUMEN
 
 
 
 
 
Todos tenemos cierta idea de hacia dónde queremos conducir
nuestra vida. Algunos tienen el plan armado, otros tienen ciertas
expectativas de hacia dónde quieren ir, pero lo cierto es que es muy
probable que la vida no salga como la hemos planeado. Por eso, es
necesario reforzar nuestra capacidad de vivir a pesar de lo
planeado.
 
Por eso, recorrimos una de las mayores frustraciones de la
historia, la vida de Ezequiel. Él es un muchacho acomodado de
veinticinco años que fue arrebatado de su sociedad para ser llevado
cautivo a la potencia invasora de Babilonia. El invasor destruyó toda
su ciudad, su modo de vida, pero también destruyó el templo, y esto
es muy importante en la vida de Ezequiel porque se menciona a sí
mismo como sacerdote (Ezequiel 1:3). Desde niño había sido
formado en la ley para ser sacerdote, había aprendido los rituales,
había crecido con la expectativa familiar y la etiqueta de sacerdote
—lo cual era un oficio vitalicio—, pero es muy probable que no haya
podido dedicarse siquiera un día a serlo. Esto es porque el primer
sacrificio se hacía a los veinticinco años, edad en la que fue llevado
cautivo.
 
Luego de esto, experimentó cinco años del silencio de Dios y en
el silencio de Dios su mente habla. ¿Qué pensamientos tendría? Él
habría tenido que superar ese enamoramiento al «casi ocurre lo que
yo pensaba», «casi tuve éxito», «casi pude concretar mi plan», «casi
pude tener ese trabajo que yo anhelaba». También, los
pensamientos que de injusticia porque podía decir: «tengo a quien
echarle la culpa». El enemigo era culpable por completo porque
destruyó su sociedad y con ella, toda posibilidad de que se cumpla
su plan.
 
Tuvo que abandonar el plan porque Dios había dado una
profecía: el cautiverio duraría setenta años. Si volvía del cautiverio lo
haría en su vejez. Jamás podría ofrecer un sacrificio. Nunca sería
sacerdote
 
Por eso tiene que abrirse a Dios y sus planes. Los cielos se
abrieron y Ezequiel vio visiones. Aquel que ve visiones es un
«vidente» y otra palabra para esto es: «profeta». Dios quería que
Ezequiel sea un profeta, y tenía que cambiar su mente,
reprogramarse, quitar el plan que tenía, quitar su frustración, dejar el
pasado para poder abrirse al futuro que Dios preparó.
 
Como profeta pudo hacer más de lo que hubiera hecho como
sacerdote. Dejar de lado el pasado, dejar de lado aquello que pudo
haber sido fue un requisito para que pudiera cumplir su labor.
También es un requisito para nosotros porque Dios tiene mejores
pensamientos y están más allá de lo que podemos imaginar. Es
necesario que ejercitemos nuestra apertura a Dios porque es
posible que nuestros planes no se cumplan, pero sus propósitos sí
lo harán. Así como se cumplieron en la vida de Ezequiel lo harán en
tu vida. El plan de Dios para nosotros es mayor, es mejor que
cualquier otro. 
 
Debemos aprender a vivir a pesar de lo planeado para aprender a
vivir en el plan de Dios.
 
 
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Acerca
del autor
 
 
 
Javi Martínez es un joven escritor emergente, un instrumento que
el Padre está levantando para animar y ser de bendición a esta
generación.
 
Es una persona polifacética, es profesor de lengua y literatura; ha
servido al Señor en su faceta de escritor; ha sido conductor de radio
y televisión, compartido el mensaje de Dios a nivel nacional; ha
servido activamente en la Sociedad Bíblica Argentina
desempeñando la tarea de llevar la Palabra a distintas provincias su
país. Actualmente, está a cargo de la editorial Oración Publicaciones
en la que ayuda a otros escritores a hacer llegar las enseñanzas de
la Biblia a un público hambriento por Cristo.
 
Está casado con su mejor amiga Flor, con quién está iniciando un
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