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Segundas oportunidades A PESAR DE TODO Toma la oportunidad, vuelve a empezar y vence los obstáculos que te alejan de tu propósito y de Dios JAVI MARTÍNEZ LIBRO 1: A PESAR DE LO QUE LOS DEMÁS PIENSEN UNAS PALABRAS AL COMIENZO CAPÍTULO ÚNICO RESUMEN LIBRO 2: A PESAR DE TI MISMO RESUMEN LIBRO 3: A PESAR DE LO PLANEADO CAPÍTULO ÚNICO: A PESAR DE LO PLANEADO LA VIDA NO SALE COMO LA PLANEAMOS CUANDO LAS INSTRUCCIONES NO COINCIDEN CON EL ROMPECABEZAS BATALLAR CON LOS PENSAMIENTOS CUANDO EL OTRO TIENE LA CULPA CUANDO LA VOLUNTAD DE DIOS NO LUCE COMO LA IMAGINAMOS ALGUNOS PLANES ALTERNATIVOS PARA SERVIR A DIOS, SIN DIOS MÁS IMPORTANTE QUE LO QUE HACEMOS ES CON QUIÉN LO HACEMOS DOS ASPECTOS SOBRE ESTAR ABIERTOS A LA VOLUNTAD DE DIOS LAS OPORTUNIDADES QUE SE CIERRAN DEJAN EL ESPACIO A OTRAS LA LUZ DE LA ESPERANZA VENDRÁ SOBRE TU VIDA RESUMEN ACERCA DEL AUTOR OTROS LIBROS DEL AUTOR VÍAS DE COMUNICACIÓN NOTAS file:///C:/Users/WINDOWS%2010/AppData/Local/Temp/calibre_6s8fuquf/ey34pnig_pdf_out/text/XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX file:///C:/Users/WINDOWS%2010/AppData/Local/Temp/calibre_6s8fuquf/ey34pnig_pdf_out/text/XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX file:///C:/Users/WINDOWS%2010/AppData/Local/Temp/calibre_6s8fuquf/ey34pnig_pdf_out/text/XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX No permitas que la vida, los otros ni tú mismo te detengan parar vivir lo que Dios pensó para ti. Nada detuvo al Creador para venir a buscarte y nada lo detendrá para llevarte de nuevo a casa. Él te acompañará durante todo el recorrido y te ayudará a superar los obstáculos que se interpongan delante de ti. En este libro, quiero alentarte a enfrentar a algunos de los obstáculos más frecuentes que te impiden alcanzar tu propósito y que entorpecen tu relación con Dios: el fracaso con los otros, contigo mismo o con tus planes. Muchos se han topado con estos y han quedo varados fuera del camino, pero otros se han sobrepuesto a los mismos. Tú debes convertirte en parte de estos últimos. No debes quedarte en el suelo. Dios te levantará, su infinito amor te abrazará, te consolará y te brindará nuevas posibilidades para vivir a tu máximo esplendor. Muchos enfrentaron el obstáculo de los otros. Aceptaron el desafío de vivir a pesar de lo que pensaban y no se dejaron vencer por sus ideas paralizantes o descalificadoras. Superaron aquellas que recuerdan los errores del pasado o que buscan atemorizar para mantener en el «status quo». De la misma manera, tú puedes hacer frente a este gran obstáculo porque Dios te capacita. En el pasado, Jesús caminó, vio a un recaudador de impuesto en un árbol y no dudo en compartir una cena con él. Aunque la mayoría pensaba mal sobre este hombre, no iba a dejar que el prejuicio o los pensamientos de alguien interrumpieran la posibilidad de que Dios se acerque a este hombre. La opinión popular no detiene la gracia incontenible de Dios, no lo hizo antes y no lo hace ahora. En este libro encontrarás que Dios obrará en ti: «a pesar de lo que los demás piensen». Hay otro enemigo que muchos han tenido que hacer frente y está mucho más cerca: el fracaso ante su propia naturaleza humana. Han sido engañados por impulsos que los alejaron de su propósito y de su relación con Dios. El doloroso trecho fuera de la voluntad de Dios suele dejar como saldo muchas heridas en uno y en otros. Sin embargo, Dios no se detiene. El Creador no se da por vencido en volver a convencerte de que tu mejor lugar es caminando es a su lado. Si las voces internas te han desanimado de vivir cerca de Dios, te han convencido de que no puedes retomar el rumbo y si te has convertido en tu mayor obstáculo, aprenderás a vivir: «a pesar de ti mismo». Finalmente, un último obstáculo ha sido el que han enfrentado personas que no tenían conflictos con otros ni consigo mismos, pero enfrentaron el enemigo de sus propias circunstancias. Algunos habían hecho planes sobre su vida, hicieron cálculos, proyecciones y se prepararon para concretar sus proyectos. Incluso, tenía apoyo, recursos y eran las personas adecuadas, pero nada salido como ellos pensaban. Sin embargo, ellos pudieron sobreponerse y nosotros también podremos hacerlo. Para eso, necesitamos desarrollar la capacidad de seguir adelante cuando los planes no pueden concretarse, porque Dios mostrará un mejor rumbo trazado. Si este es tu caso y no sabes cómo seguir, en este texto aprenderemos a vivir: «a pesar de lo planeado». Así que en esta obra de inspiración deseo motivarte a que nada te detenga: a que nadie se interponga en tu deseo de vivir para Dios, que nada de lo que hayas hecho te impida lograr lo que Dios pensó para ti y que ni los pequeños ni los grandes imprevistos te detengan. Tiene la oportunidad delante de ti. Vive a tu máximo… ¡A PESAR DE TODO! LIBRO 1: A PESAR DE LO QUE LOS DEMÁS PIENSEN Superar los pensamientos limitantes, luchar contra la opinión de los demás, cómo superar el ser juzgados y ser libres para vivir en la gracia de Dios. UNAS PALABRAS AL COMIENZO Todos somos sensibles a las historias de segundas oportunidades, porque la nuestra lo es. Es una de redención. No hay nadie perfecto, solo existen los que se equivocan. Este libro está dedicado a ellos, a los imperfectos, a los que cometen errores, a los que ofenden, y a quienes al escuchar «el que no tiene pecado que arroje la primera piedra», solo pueden arrojarla al suelo, para irse. Me vienen a la mente otras piedras, las del camino. Por eso, al escribir pienso en los caídos que ya conocen hasta sus nombres, porque suelen tropezar con las mismas. A ellos, Dios quiere alentarlos a levantarse y estar firmes de nuevo. Él desea mostrarse como el que concede segundas oportunidades, y luego de eso, terceras, cuartas o quintas. Si caíste, este es tu momento de ponerte en pie de nuevo y abrazar la segunda oportunidad. Si tropezaste, no te encariñes con la piedra. Si tu vida se convirtió en un chiquero, no te comas las sobras de los cerdos. Si la historia de tu vida llegó hasta un punto, ese no es el punto final, tu historia continúa y con Dios será mejor. Él no te desecha, no te deja, no te desampara. A pesar de todo, te ama. En Su corazón están las «Segundas Oportunidades». Él es conocido por dar otra chance. La Biblia dice: «no importa cuántas veces caiga, [el hombre honrado], siempre se levantará» (Proverbios 24:15-16,TLA). Me sorprendió cuando noté que no solo las personas malas caen, sino también las honradas y las íntegras. Al decir «siete veces» significa que no solo es una caída sino muchas. El íntegro se enfrenta con las mismas debilidades que aparecen una y otra vez. Entonces, ¿qué diferencia hay con el hombre malo? La diferencia es que el hombre justo vuelve a levantarse y Dios se encarga de que eso ocurra cada vez. Aún los mejores de los mejores necesitan una segunda oportunidad. Necesitan la posibilidad de caminar con Dios una vez más. Dios otorga oportunidades sin llevar el registro contable, Él nos deja saber esto, mostrando su corazón en Jeremías 15:19, NTV: «Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome». Para Dios ningún ser humano es material desechable, Él se compromete a no dejarnos ni desampararnos (Hebreos 13:5). Hagamos un poco de «arqueología» de palabras para descubrir dos ideas acerca del término: «Oportunidad». Este significa que «estamos frente al puerto». La primera idea es que «puerto» al principio significaba cualquier abertura que permita el transporte. Por lo que debemos imaginarnos un camino en un lugar montañoso. Allí, era necesario encontrar una rendija que permita el paso. Se solían referir a estar frente a ese pasaje como «oportunidad».[1] La segunda idea es más nueva. En esta hay un barco que llegaba al puerto y para evitar encallar debe esperar a que suba la marea. Cuando era el momento indicado, el vigía gritaba desde lo alto: «oportunidad» y toda la tripulación se preparaba para ingresar al puerto. ¡Este es tu momento!Hay una abertura de salida que está delante de ti, una salida del lugar en el que te encuentras o de la situación que estás atravesando. La marea de la gracia está a pleamar. El puerto de las nuevas «oportunidades» esta frente a nosotros. Como vigía, permíteme gritar «¡oportunidad!». Dios está delante de ti. ¡Tu segunda oportunidad está en camino! Antes de continuar: SUSCRÍBETE A MEDITACIONES BÍBLICAS Y RECIBE UN EBOOK DE REGALO Si este libro te es de bendición agradecería que puedas dejar una reseña. file:///C:/Users/WINDOWS%2010/AppData/Local/Temp/calibre_6s8fuquf/ey34pnig_pdf_out/text/XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX CAPÍTULO ÚNICO Es otro día normal en su vida. El despertador suena con una serena música y sonidos del mar. Abre sus ojos de forma tranquila. Con dos palmadas ordena sus cortinas que se abran, la luz que entra por los grandes ventanales que iluminan la habitación, algo parecida a una suite real. En el antebaño, frente al gran espejo se arregla el pelo y su barba luciendo como los que salen en las revistas. Es un hombre con estilo. Lo habitación que sigue es su guardarropa, está lleno prendas de clase. El plano secuencia lo sigue a su patio parquizado, esquiva su piscina y cuando él llega a su auto y se va, nos deja con su colección de autos de exposición. Está claro. Él tiene mucho dinero. Ingresa en el trabajo, todos voltean a verlo. Pero al saludarlo se inclinan levemente. No se trata de una reverencia — que con todo gusto harían —, sino que todos lo sobrepasan en estatura. Esto no le resta autoridad, le rinden pleitesía diciendo: «Buen día, jefe». No todos en la ciudad lo tratan tan bien, la mayoría desaprueba los métodos con los que amasó su fortuna. Se dirige a la sala de juntas. Mientras camina su secretaria le dice: — Las exportaciones están yendo según lo planeado. Este mes las tarifas impositivas están favoreciéndonos. Su negocio tiene estas frases que deben entenderse entre líneas, el resto sonaría así: «Esto es contando los números declarados, pero hay otro tanto más». El jefe de pequeña estatura, hace tiempo que está disfrutando de los sobrantes «no declarados» que misteriosamente y con su asentimiento no han dejado de llegar a sus bolsillos. La reunión da inicio como todas las mañanas. Alguien comienza a hablar acerca de la exportación de bálsamo. Y… —¿Jefe me está escuchando? ... — ¡Si, Claro que sí!, ¡continúen por favor! Su atención le ha jugado una mala pasada. Sus ojos estaban distraídos, mejor dicho atraídos a la pantalla del televisor. Están anunciando que ha llegado a la ciudad el nuevo maestro espiritual. Los medios, las redes sociales y el tema de conversación hace meses que ronda sobre su recorrido. La trasmisión en directo cubre la noticia que registra el recibimiento que parte de la comunidad realiza al esperado maestro. — Y entonces, ¿qué hacemos Jefe? El silencio acusa su atención nula y que el interés por los temas del trabajo se ha ido. Lo que está a punto de pasar es «a pesar de lo que los demás piensen». — ¿Me disculpan un momento? Sus ojos no se despegaron de la pantalla, quiere estar dentro del televisor. El jefe de la institución que recauda impuestos sale al encuentro del maestro espiritual. Toma un taxi, pero el tumulto no permite que avance. Paga. Sale del taxi. Comienza a correr entre las personas. Tiene que interceptarlo. Hablar con el maestro. Todos son muy altos. Altos. Tan altos como los que estaban en la escuela y le decían: «enano», «eres muy pequeño». No puede pasar, no puede. Impotente. No llega a la medida. ¡Se sacude las voces! Y pone la ensayada actitud de «¡No podrán conmigo!». Pide permiso enérgicamente. Su energía es poca. Se mueve entre las personas con ¿autoridad? Otra voz le dice: «Eres una de las personas más ricas de toda la ciudad pero... ¡No puedes acercarte!». La lucha por abrirse paso se libra afuera, pero también adentro. Son voces imaginarias, pero son reales. Ecos de los fantasmas del pasado. El ayer que vocifera a su hoy para latigar quién es. Ve al maestro. Está entre las cabezas. Cerca. Lejos. La adrenalina amplifica las voces que dan cientos, miles de razones.... Miles de defectos por las que no puede acercarse y no es apto para ver al maestro. Tapado por sin número de cabezas escucha o imagina sus pensamientos de cada nuca hablarle repitiendo las frases que ha escuchado antes: «Eres un estafador» «Eres un corrupto», «Hace tiempo que te estás quedando con parte del dinero de la gente», «Nunca hubieras llegado a la posición en la que estás si no hubieras comprado ese puesto al opresor», «¡Eres un traidor!», «¡Eres un vende patria!». Alguien interrumpe el ahogamiento de palabras gritando: «¡Ahí viene el maestro!», «Ahí viene Jesús». El momento del encuentro se registra en la Biblia, en Lucas 19. Ensayemos esta sinopsis: Un pequeño funcionario, jefe de los recaudadores de impuestos en Jericó, hace lo que sea necesario para encontrarse con Jesús. Tan solo desea ver al maestro pasar. Se sube a un árbol — se eleva por encima de las opiniones de la gente — y en ese momento su mirada se cruza con la mirada de Jesús. La última oración esconde mucho más de lo que se ve a simple vista. Congelemos la imagen para descubrir lo acontecido. Jesús entra a Jericó, levanta la vista y ver a alguien en un árbol. Entre las hojas de una higuera, un hombre judío de pequeña estatura con ropa cara. No se dio cuenta de lo que hizo, ninguno de los otros judíos se habría subido al árbol. ¿Por qué? El árbol es un sicomoro, una higuera, que produce higos que no se utilizan para el consumo humano sino para cerdos. Estos animales son considerados en la cultura judía impuros por lo que este árbol comenzó a considerarse de la misma manera por lo que no debía ser tocado. Alguien sube la foto a las redes sociales y los comentarios enardecidos comienza a llegar: «Zaqueo, está bien que quieras ver a Jesús, pero ¿subirte a ese árbol?», «Los niños fueron crueles, compensaste el maltrato con tu imagen de poderoso, ¿y ahora te rebajas?», «Para alcanzar al maestro judío haces algo mal visto por los judíos», «Claro, es un estafador, ¿qué otra cosa se puede esperar?», «Indecente?». «Jesús lo está mirando, ¡seguro que en este momento lo va a reprender!». No fue necesariamente así porque no había internet pero los pensamientos iban en contra del pequeño recaudador subido a un árbol «impuro». Si en este momento la gente hubiera gritado esas palabras, ¿se las habrían dicho al árbol o a la persona? El relato continúa, «a pesar de lo que los demás piensen». Jesús lo mira y le dice: —Zaqueo bájate del árbol, esta noche cenaré en tu casa. Todo un mundo en esa sola frase. Redactemos en cámara lenta para no perdernos ningún cuadro. Al escuchar las palabras de Jesús la gente se sorprende y nadie puede desatender la escena. Quienes habían pensado mal de Zaqueo, mudan sus pensamientos en interrogantes sobre la actitud de Jesús: «¿Por qué no lo reprende?», «El Imperio financia su conquista gracias a gente como él», «Él cobra de más y nos está robando, ¿no ve al estafador?», «Jesús, debes alejarte, ¡no de ir a cenar con él!». Pero Jesús irá a comer a la casa del «pecador público». Algo más ocurre en esta frase. Jesús lo llamó, «Zaqueo». Pocas personas fueron llamadas por su nombre por Dios. Siempre se trató una relación de uno a uno, acerca de ¿qué piensa Dios de mí? Eso se contesta con algo más de atención de Dios, porque «Zaqueo» significa «Puro» o «Justo». El enviado de Dios se encuentra al «inmoral, impuro y sucio», pero lo nombra «puro» y «justo». Como la luz no se ensucia al iluminar el barro, así el Puro no se ensucia al encontrarse con el impuro sino que lo purifica. El Santo no se profana con el contacto con lo no-santos, sino que lo santifica. El encuentro convierte al impuro en puro, al sucio en limpio, al injusto en justo. La gracia llega para convertir a la persona no-grato en grato delante de Dios. Jesúscenó con los marginados y los hizo ciudadanos ilustres en su reino. Los espectadores tuvieron juicio, pero los pensamientos de Dios los superan a través de la gracia. Todos hemos estado sobre la higuera donde no se distingue si el entorno es quien nos contamina o somos nosotros quienes contaminamos nuestro alrededor. La voz de la gracia de escucha entre la multitud de voces y nos cuesta estar en la frecuencia correcta para sintonizarla con nitidez. Hace algún tiempo recibí un correo de una joven de Nicaragua: Mi novio acaba de dejarme. Antes de convertirme a Jesús, yo tenía otro novio con el cual tuve relaciones sexuales. Luego de conocer a Cristo las cosas siguieron así por un tiempo. Pero entendí que Jesús quería que viva una vida santa y decidí terminar esa relación. Le conté esto a quien era mi novio actual y me dijo: «Si fueras una verdadera hija de Dios, hubieras cambiado inmediatamente. El hecho de que seguiste por un tiempo como venías demuestra que no eres cristiana. Ya no quiero ser tu novio». Dios dice nuestro nombre, pide cenar con nosotros, ofrece su gracia. Muestra que los pensamientos de las personas son diferentes a los de Él. Hace unas semanas un amigo me decía: Hace poco tuve una nueva junta psiquiátrica, en la cual me dieron un nuevo diagnóstico. Es curioso cómo la gente necesita [me decía él] ponerte la etiqueta de «enfermo mental» para poder relacionarse con vos. De inmediato supe a qué se refería, porque lo que le pasa a él nos pasa a todos. La gente necesita una etiqueta, categorizarnos, ponernos en un grupo para saber cómo tienen que tratarnos. Un ministro de otra provincia me contaba, «la gente nunca pudo olvidar la fama de truhán que tiempo atrás me había ganado». Pecador. Enfermo. Truhán. Estafador. El hombre que tenía todas las etiquetas posibles ve sus etiquetas borradas por Jesús. ¿Por qué la gente «rechaza» a aquellos que Dios «acepta» en su hijo amado? ¿Por qué la gente no puede perdonar aquello que Dios ya perdonó? ¿Por qué la gente recurre a recordar los pecados que Dios ha borrado y olvidado? ¿Por qué hago yo estas cosas? ¿Por qué me duele tanto cuando me lo hacen a mí? Cuando vemos una película nos interesa el final pero cuando vemos la vida de otro o nuestra vida nos estancamos en la parte del relato que nos desagrada. Me gusta el final del banquete. Zaqueo se levanta de la mesa y dice: «Voy a donar parte de mis bienes a los pobres», «Devolveré el dinero que robé aún en parte mayores de lo que la ley de Moisés pide». La pureza que auguró en el impuro comienza a verse. Contemplando lo ocurrió Jesús dice, «La salvación ha llegado hoy a esta casa». Parecía que el maestro estaba ensuciando su imagen al visitar a funcionario, pero estaba limpiando la imagen y el corazón de Zaqueo. El que tenía solo el nombre de «puro», ha sido purificado. Tal vez, la gente te hayan puesto etiquetas, recuerde tu curriculum o tenga una lista de opiniones por las que no deberías acercarte a Jesús — muchos que se han acercado a Cristo han recibido este tipo de críticas. Pero Jesús nos muestra el corazón de Dios dispuesto a actuar «a pesar de lo que los demás piensen». Mientras otros ven una persona «no recuperable», Dios ve justos y puros. Si otros en lugar de ver personas ven errores que caminan y de quienes distanciarse, Dios ve a personas aceptadas por su hijo amado. Cuando los demás ven a «indeseables», Dios reetiqueta con la etiqueta mayor: ser llamados «hijos de Dios» (Juan 1:12). Todo esto es posible porque: Dios perdona nuestros pecados gracias a la muerte de Jesús (Efesios 1:7). Tomó nuestras faltas y las echa en el fondo del mar y las olvida (Miqueas 7:18-19). Tomó nuestras rebeliones y las apartó de nosotros así como están apartados el este del oeste (Salmos 103:12). ¿Qué es lo que dice este último pasaje? Podemos medir la distancia entre polo norte y sur, pero, ¿dónde se apoya la cinta métrica para medir el este y el oeste? No existe, por lo tanto la distancia es infinita. Esa el la distancia entre nosotros y nuestros pecados perdonados. En la cruz, Jesús creó esa distancia. Esta realidad baja la jerarquía «de lo que los demás piensen», y las limitaciones que esos pensamientos pueden generar en nuestra vida. El apologista Josh McDowell relata una vivencia que nos ayuda a entender cómo nos afecta esta realidad con respecto a nuestra relación con los demás. Él estaba en una cena en un restaurante y le contestó bastante mal a otra persona en la mesa. Luego de volver a su hotel y se sintió bastante incómodo por lo ocurrido y decide pedirle perdón a Dios. Acto seguido intenta reparar el exabrupto y vuelve se encuentra con la persona afectada y le dice: «Me siento muy mal por cómo te trate. Ya le pedí perdón a Dios y ahora quiero pedirte perdón a vos. Espero que puedas perdonarme». A esto el afectado respondió, «No, yo no te perdono», «Una persona en tu posición jamás debería haber actuado como lo hiciste», «No te perdono». Así que vuelve a su cuarto sintiendo una gran culpa y allí descubrió algo. Dios lo había perdonado a pesar de que la otra persona no lo hubiera hecho. Había hecho lo que Dios le pide para estar a cuentas con Él y lo posible para reparar la situación. ¿Debería seguir sintiéndose culpable? ¿Ya no debería orar esa noche? ¿No debería leer la Biblia como castigo? ¿Debería renunciar a algún favor de Dios en un intento de compensar lo ocurrido? Las cosas no salieron como el predicador hubiera querido pero aprendió que su relación con Dios no dependía de lo que los demás piensen. Cuando estaba en uno de mis primeros trabajos acepte un desafío lanzado en la iglesia que consistía en contar a las personas que veíamos a diario que éramos un seguidor de Jesús. Al hacerlo, un de mis compañeros comenzó a enumerar a personas que según él no debían estar siguiendo a Jesús por su pasado. Me pregunto, si ellos conocieran lo que mi compañero pesaba, ¿deberían tomarlo en serio? ¿Deberían dejar de seguir a Jesús? Y si él hubiera enumerado mis errores, ¿tendría que haber renunciado a mi fe? Esa tarde aprendí la lección de McDowell, que nuestra relación con Dios es «a pesar de los que los demás piensen», y la intento recordar a menudo. Quiero gustarle a la gente, quiero que piense bien de mí, pero no puedo agradar a todos, no puedo complacer a todos y ciertamente Dios tiene más gracia que la cualquiera de las personas que cruzamos a diario. Si ahora mismo estás en el Sicómoro. Si te sentís no apto, «impuro», la oferta de Jesús para con Zaqueo es la misma que para vos. Al finalizar la cena con Él podrás sentirte «puro y justo. Esta noche es la cena con el Hijo de Dios, «a pesar de lo que los demás piensen». RESUMEN En el antiguo Jericó hay un personaje muy peculiar que quería ver a Jesús. Era tan pequeño que no podía hacerlo entre tanta multitud. Por eso, decide subirse al sicómoro, un árbol considerado en la cultura judía como impuro. En contra del pronóstico de la multitud, Jesús llama a nuestro personaje por su nombre para cenar en su casa. Jesús llamó por su nombre: «Zaqueo» que significa «puro». Otros pueden ver a alguien «impuro» por la gracia de Dios puede convertirse en «puro». La resolución de la historia se encuentra escondida las primeras palabras de Jesús. Una nueva oportunidad. Esa es la oportunidad también está disponible para nosotros, a pesar de la opinión de los otros. Toda la humanidad puede pensar lo peor de nosotros, mezclando verdades con mentiras y haciéndote ver mal, pero todo esto está en una jerarquía menor a los pensamientos de Dios. Está en nosotros aceptar la nueva oportunidad de parte de Dios, «a pesar de lo que los demás piensen». Si otros piensan: «¡Está es el punto final! ¡Está acabado!», «No hay más remedio», «Se cavó un pozo demasiado profundo». Jesús tiene bajo la manga el milagro de la nueva vida y su plenitud. Creer en Él es ser llamado «Hijos de Dios». Si otros te han dicho ____________(Rellena con la etiqueta que más te cause problemas), Dios te dice «Mi hijo». Dios no se da por vencido con sus hijos. Sus pensamientos son superiores «lo que los demás piensen». LIBRO 2: A PESAR DE TI MISMO Superar la culpa y la vergüenza, levantarse del fracaso. Ser restaurado del pecado y vivir el gozo de la comunión con Dios. CAPÍTULO ÚNICO: A PESAR DE TI MISMO Veinte psicólogos escuchan a un evangelista, cada cual para su revista especializada. Todos coinciden en que aceptar el perdón de Dios es sano desde el punto de vista psicológico. Dios desea que nos convirtamos de nuestro mal camino, quiere crear un espíritu recto dentro de nosotros y que aceptemos su perdón. Hace algún tiempo un grupo de veinte psicólogos de distintas publicaciones fueron enviados a cubrir un evento de un evangelista. Ellos debían escribir una reseña, cada cual para su revista especializada. Todos los artículos coincidieron en un punto: el predicador pidió que la gente se arrepienta y reciba el perdón de Dios, esa petición era sana desde el punto de vista psicológico. El recibir perdón nos «pone de cara» con nuestro ayer, buscando resolverlo. Algunos de mis lectores han sido alcanzados por su pasado y tienen un futuro poco claro. Estas palabras se dirigen a aquellos cuya historia personal se transformó en una gran valija, una carga que deben arrastrar y que desgasta sus pensamientos, su tiempo y su energía. Escribo para los que su ayer es un gran hoyo negro que no los deja salir que los oprime en la oscuridad. Superar el remordimiento y el mortificarse es necesario para comenzar de nuevo. El dedo acusatorio de tu pasado y la culpa pueden ser derribados por Dios y su nueva oportunidad puede llegar, «a pesar de ti mismo». Tu pasado debe terminar de pasar, para que llegue tu futuro. En el capítulo 11 de 2 Samuel nos encontramos con una sucesión de hechos profundamente sombríos. La historia comienza en la primavera, una de hace tres mil años. Es la época propicia para la guerra. Porque el clima es bueno, las lluvias no son frecuentes, y las cosechas fueron levantadas. Israel está librando una batalla contra sus enemigos, los Amonitas, siendo comandados por Joab. El suceso extraño es que falta alguien importante en la guerra. ¿Una pista? El ausente es un hombre que es mencionado unas ochocientos setenta veces en la Biblia, pero aquí no está presente. Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. (2 Samuel 11:1) Joab está en la guerra, pero ¿dónde está David? Mientras Joab está acechando al enemigo, Rabá, otro enemigo acecha a David. Un enemigo que libra una guerra personal contra el rey sin que lo sepa y que pronto prevalecerá contra él. En Jerusalén a la hora del crepúsculo el rey se levanta. Sale a la azotea vestido con su ropaje real y comienza a pasearse. Su alma está intranquila. Su campo de visión contempla el horizonte sobre las murallas de Jerusalén, pero cambia su enfoque. Se recorta sobre una terraza sobre «algo» que llama su atención, mejor dicho «alguien». Su corazón se acelera y sus ojos se agudizan sobre una mujer que se baña. No esquiva la mirada, no sale de la azotea, sus ojos no se resisten a quedar cautivos de su cuerpo. El respeto por la desnudez del otro y el pudor son derrotados por la codicia. Sus bajas pasiones e instintos toman el timón de sus pensamientos. Un vestigio animal convierte a «alguien» en un «algo». Ella deja de ser una persona para ser una silueta que alimenta los deseos ocultos de su alma. Su interior está inquieto y su palacio lleno de centenares de mujeres que ha tomado para sí a lo largo de los años. ¿Podría calmar la inquietud con una mujer más? Para alma intranquila, la respuesta es: ¿más lujuria? ¿Una mujer más para su harén personal? Los pensamientos alimentados por sus ojos conducen sus acciones. «¿Cómo se llama esa mujer?», «Es Betsabé hija de Eliam, esposa de Urías», «Eliam... Eliam, me suena ese nombre. Ahitofel era uno de mis más preciados consejeros personales y tenía un hijo llamado Eliam» «¿Es esposa de Urías? ¡Oh sí Urías!, Uno de mis valientes, uno de los héroes de mi ejército». «¿Honrar el servicio honrando a los descendientes? Sí ya lo hice con Mefisfoset, el hijo de Saúl», «¿Honrar el servicio y la fidelidad honrando a la cónyuge? Suena bien». Pero, no esta vez... Hace veinte años que el matrimonio no significa nada para David. Ha tomado esposa, tras esposa, tras esposa. No le ha importado su propio matrimonio, ¿por qué habría de importarle el matrimonio de alguien más —por más cercano que fuera—? — ¡Traigan a esa mujer! Su tentación se ha materializado y se hace presente ante sus ojos. Desea que lo que imaginó mientras estaba en la azotea real, se vuelva realidad. Aquel hombre que a los trece años defendía a sus ovejas cuando eran acechadas por los lobos, se convierte en un lobo. Aquel de quien cantaban «¡Saúl mató a sus miles, pero David mató a sus diez miles!», hoy está al otro lado de la espada y no lo sabe. Aquel hombre que nunca llamó «gigante» a Goliat, está perdiendo la batalla contra su gigante personal. El que era «conforme» al corazón de Dios, actuará conforme su propio deseo. Sabemos lo que el rey quiere, pero: ¿qué quiere la mujer? ¿El caso de Betsabé es un caso de infidelidad? ¿Se trata de una violación? ¿Es un caso de abuso sexual? Asociamos el término «violación» con violencia, la imposición de la fuerza de una persona sobre otra. Pero, hay un término que puede no incluir la violencia o la fuerza: «abuso». Según Josh McDowell este término se puede asociar a posiciones o jerarquías que intimiden al otro. Él lo explica con el siguiente ejemplo: un novio lleva a su pareja en su auto fuera de la ciudad y le dice: «Si no quieres acceder, puedes bajarte del auto y volver caminando». Alguien tiene el poder y el otro es vulnerable o «vulnerabilizado». Alguien quiere y puede avasallar sobre el otro, el otro no quiere y no puede resistirse. No quiso entrar en la situación de peligro y no tiene posibilidad de salir de ahí. ¿Cómo reacciona una mujer ante la petición de un rey que por un lado colecciona mujeres, y por el otro controla el ejército que ha matado a cientos de personas ese mismo día? ¿Cuál es el costo de decir «no» al rey? *** El amanecer roza el interior de la habitación. Una noche con el rey da como resultado el embarazo de ella. El rey David se había ganado el favor del pueblo gracias a su integridad. Ya que ahora no la tiene, entonces la fingirá. Primero piensa en ocultar el embarazo por lo que manda a llamar a Urías de la guerra para que pase tiempo con su mujer y cuando descubra que está embarazada piense que el hijo es suyo. Inesperadamente para David, Urías es más íntegro que él porque piensa: «¿Cómo puedo ir a mi casa con mi mujer cuando mis compatriotas están peleando en la guerra?». El primer plan acaba de fallar. En la ley judía la pena por el adulterio era la muerte, por lo que la situación es apremiante. David pensaría: «¡Quisiera que las cirugías avancen lo suficiente para asesinar al hijo en el vientre de la mujer! ¡Alguien tiene que morir y no seré yo! Alguien tiene que pagar, pero tiene que ser una muerte «limpia». Si Urías muere, puedo tomar a Betsabé como mi mujer y el asunto del bebé será cosa del pasado». Un homicidio de guante blanco. —Servidor real —dice David— deseo enviar una nota a Joab. David ya puso en una situación difícil a Betsabé, y ahora, podrá en una situación difícil a Joab. En la nota se lea algo como esto: Joab, Debes colocarlo en el peor lugar de la batalla a quien te entregue esta nota y cuando el enemigo arrecie, todos los hombres deben abandonarlo para que sea herido de muerte. La mano que ha tocado a una mujer de forma indebida ha redactado una sentencia de muerte.El que fue puesto por Dios para velar por el pueblo, vela solo por sí mismo. Urías ha luchado a favor de David. Pero, David mata a Urías. El plan funciona. El horror ha acontecido en el exterior, pero continuará ocurriendo en el interior. Las escenas de adulterio y homicidio continúan dentro de nuestro protagonista. El remordimiento es tan fuerte que busca negarlo, silenciarlo… y el tiempo pasa. Las flores eclosionan de su capullo, se escuchan los cantos de los pájaros porque la primavera llega a medio oriente. Pero, no es la misma primavera de los sucesos narrados, ha pasado ¿un año? Por fuera hubo silencio, pero que dentro el ruido del remordimiento lo satura. La primavera ha llegado pero el invierno se ha instalado dentro del corazón de David. Su conciencia está atrofiada, no le es posible reconocer ni confesar su pecado. Seguramente, David ha recurrido sa «arreglos semánticos» — esos juegos de palabras que ayudan a aliviar la conciencia — . ¿Qué se habría dicho?: «no fue adulterio sino, una aventura», «no fue lujuria sino, un amor prohibido», «no fue una pasión fuera de lugar sino, una escapada romántica». ¡David, hay algo raro cuando tu romanticismo amenaza con convertirse en tu «ruina»! ¿Le contarías la historia a tus nietos diciendo: «¡el destino nos unió!»? Lo que funciona no siempre nos hace felices. El pasado trajo sudor y sangre, ¿qué traerá el futuro? El rey se pasea por el pueblo y ve a una mujer a la que le arrojan piedras al grito de: «¡adúltera! ¡Adúltera!». Su corazón congelado parece querer latir. El silencio que muestra contrasta con el gemir que escucha dentro de sí. En el pasado utilizaba la vara y el cayado con sus ovejas, y Dios los utilizaba con él infundiendo aliento y tranquilidad. Pero, ahora la mano de Dios se está agravando sobre él, es el peso de la culpa. ¡David, el bien y la misericordia debían seguirte todos los días de tu vida, pero tu pecado te ha alcanzado! Un año fue tiempo suficiente para que se sepa lo acontecido. Tanto David como Betsabé tienen sirvientes, los sirvientes hablan con otros sirvientes, y estos con sus amos. Los rumores invaden Jerusalén. La puerta suena. Un profeta llamado Natán aparece. Se presenta a hablar con el rey sobre bueyes perdidos —una extraña conversación—, en realidad es un caso que le presenta para que oficie como juez: En la ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre. El rico tenía muchas ovejas y bueyes, pero el pobre, una sola oveja. Él la había comprado de pequeña, la había criado. La oveja había crecido junto a él y a sus hijos. Comía de su pan, bebía de su misma copa y dormía en su falda, la amaba. Un día el hombre rico recibió una visita, y no queriendo matar ninguno de sus animales, para atender al recién llegado, robó la oveja del pobre y se la preparó. David escucha el caso y reacciona de forma visceral: «¡Ese hombre debe morir!». No se da cuenta de lo que está diciendo, hasta que Natán responde: Tú eres ese hombre, no es un caso de robo, es un caso de adulterio. No es una oveja y dos hombres anónimos, se trata de una mujer: Betsabé, y los hombres son: tú y Urías. David despierta de su sueño y su conciencia sale del coma y no hay anestesia emocional. ¿Sé arrepentirá? Sí. *** Huye la soledad y toma su lira. Entre las palabras que dejó entender el llanto se escucharon: No me eches delante de ti Dios, no me quites tu santo espíritu. Lávame a fondo de mi maldad, límpiame de mi pecado, crea en mí ¡Oh Dios! un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Devuélveme el gozo de la salvación. (Salmo 51:11-12). Clamar por piedad a Dios es descubrir que Él no tiene una piedra en su mano esperando para lapidar. La mano de Dios se extiende hacia nosotros para levantarnos, para guiarnos y para darnos una nueva oportunidad. David no necesitaba un milagro en su exterior, sino un cambio en su interior. Sus buenos actos del pasado no alcanzaban para comprar una nueva oportunidad en el presente, Dios debía actuar a pesar de David. Su oración no puede ser otra cosa que: «Dios sálvame de mí mismo». Dios lo escucha, devolviéndole el gozo de ser salvo. David ha pasado del remordimiento al arrepentimiento, una experiencia compartida por quienes se han acercado a Dios. Una señora me contaba hace algún tiempo sobre este caso: Acudió a nosotros una chica que había tenido relaciones con su novio. Junto a mi marido oramos por ella y la acompañamos en el proceso de restauración. Hoy en día esa chica está casada, tiene hijos y sirve al Señor. Un hombre cuenta que cuando era joven era adicto a la pornografía, esto socavó las bases de su matrimonio, y finalmente su esposa decidió marcharse. Él dice: Dios me ha dado una segunda oportunidad. No he recuperado mi matrimonio, pero Él me ha liberado de esta adicción. Ahora, me preocupo por el bienestar de los demás. Mi pasión ya no son las bajas pasiones, sino poder ayudar a otros que continúan cautivos de ese pecado. Hablé con otro joven que me decía: La vida no valía nada para mí. Solía salir los sábados a la noche, enredarme en peleas pensando que lo peor que me podía pasar era perder la vida, como si no fuera algo importante. Hoy lee su Biblia a diario y la comparte con otros. Ha formado una familia y busca al Señor. Hace unos meses conversé con un joven que me contaba: Antes de conocer a Dios, yo era capaz de cosas impensadas de las que me arrepiento. Entre ellas, casi maté a un hombre a golpes. Hoy en día vivo la vida que Dios me ha dado, una segunda oportunidad. No creo en las fotos del antes y después de los comerciales, pero cuando se trata de Cristo y el cambio de vidas me convierto en todo un creyente. Quienes menciono no solo han experimentado al Dios que está más allá de lo que parece el «final del camino», sino que se han convertido en medios para que otros conozcan las «segundas oportunidades» que Dios otorga. Otro joven me contaba: Mi vida consistía básicamente en dos cosas: la droga y entrar a las casas a desvalijarlas para comprar más drogas. Luego de salir del centro de adicciones, consiguió trabajo, conoció a una agradable mujer con quien se casó y tienen a su hija. En estos días un hombre me decía: «cuando salí de la cárcel descubrí en Dios una vida distinta». La cárcel es algo que te marca. Pero, Dios deja una marca más profunda, una nueva oportunidad donde parece no haberla. También, entrevisté para mi programa de radio a un muchacho llamado Rodrigo que contaba su historia: Yo estaba enredado en el mundo de las drogas viviendo de la forma que lo hacían las personas que conocía. Un día fui a una proyección — no sabía que se trataba de una película cristiana. Lo único que hice fue aceptar una invitación. Actualmente junto a su esposa desean convertirse en misioneros. No solo recibieron la oportunidad de hacer las cosas diferente, sino que están dispuestos a llevar eso mismo más allá de su entorno más próximo. Otra «segunda oportunidad» es la de un muchacho que había caminado junto al Señor por un tiempo. Pero, su pareja se fue de su casa y lo echan del trabajo, un duro acontecimiento que no puede procesar. Su manera de enfrentar la situación es volver a su antigua vida de alcohol y promiscuidad buscando algún tipo de refugio o alivio. Dos años después se da cuenta de que esto no le funcionó ni antes ni ahora, por lo que ya tuvo «suficiente» de esa vida. Asiste a un evento en la iglesia en el que los actores interpretan junto al coro un musical referido al hijo pródigo. En el momento en el que el hijo está volviendo al hogar y es abrazado por su padre comprende que Dios quiere abrazarlo, recibirlo nuevamente y devolverle el gozo de la salvación. Hoy, sirve al Señor contado su historia y el consuelo que Dios le trajo. En el abrazo de retorno está este muchacho, están las demás personas, está David y también estás tú. El Dios que abraza, no desea echarte de delante de Él, sino que desea crear en ti uncorazón limpio y renovar un espíritu recto dentro de ti (Salmo 51:10). El mismo día que David confesó su pecado, fue el día en el que fue perdonado. (2 Samuel 12:13) El segundo capítulo en la historia de nuestra vida está cerca. Dios desea regresarnos el gozo de estar con Él, para que vivamos las palabras que David: ¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubre su pecado! Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró la culpa de su cuenta, los que llevan una vida de total transparencia! Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor», y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció. (Salmo 32, NTV) Que al leer esto puedas recibir el perdón de Dios y caminar junto a Él una vez más, «a pesar de ti mismo». RESUMEN En un pasaje oscuro de la historia de David hacen su aparición en primer plano el adulterio y el homicidio —él es al menos el actor intelectual de este último. Que sea rey es una agravante, porque estos no deben usar su poder para beneficio propio, sino para el bien común. David mantiene su pecado en el secreto durante todo un año. Este año de silencio convierte su interior que era como una pradera verde en una sequedad como la que hay en el verano. Al cumplirse el año, David es confrontado hábilmente por el profeta Natán y se arrepiente. El mismo día que él confiesa su pecado, fue perdonado. Tuvo una nueva oportunidad. Conocemos casos de gente que ha dado rienda suelta a sus pasiones lujuriosas o a su ira en forma de violencia, pero también sabemos del perdón de Dios y como Él devuelve el gozo de la salvación, tal como hizo con David. Dios llama feliz, dichoso, lleno de alegría a quien su transgresión ha sido perdonada. David ha sido perdonado y restaurado, al igual que muchos. De la misma manera, será contigo. Que al leer esto, puedas redescubrir a Dios y caminar junto a Él una vez más, «a pesar de ti mismo». LIBRO 3: A PESAR DE LO PLANEADO Cuando la expectativa no es la realidad ni la vida cómo pensamos: nuestros planes deben fracasar para que triunfen los de Dios. CAPÍTULO ÚNICO: A PESAR DE LO PLANEADO LA VIDA NO SALE COMO LA PLANEAMOS Con mucha frecuencia los planes pueden volverse inviables. Hay vacaciones que quedaron en el papel, casas que no se construyeron, carreras académicas que no se terminaron o novias con vestidos de casamiento sin usar. La distancia entre la expectativa y la realidad, nos recuerda que necesitamos desarrollar nuestra capacidad de vivir «a pesar de lo planeado». Si no aumentamos esta capacidad, nos convertiremos en alguien que convive con sus frustraciones y con domicilio en la región de «pudo haber sido». En cambio, si nos abrimos a la posibilidad de dejar a un lado nuestros planes y adoptamos los que Dios ha pensado, viviremos nuestra mejor realidad. Escuché acerca de una persona que tenía su plan de vida escrito tan al detalle que sabía dónde iba a envejecer y morir. Tal vez, no estés a ese nivel, pero con seguridad tienes cierta idea de hacia dónde quieres que se conduzca tu vida y cómo puedes llegar ahí. Para tomar decisiones nos representamos cómo será el futuro y buscamos las oportunidades que puedan hacerlo realidad. Algunos manejan un cuaderno organizado de metas y otros tienen ciertas expectativas que comparten de vez en cuando en una conversación. Pero, tarde o temprano descubrimos que la vida nos sorprende más de lo que esperábamos. Los planes salieron volando por la ventana, las expectativas se fugaron. Tuvimos que reajustar o rehacer los planos y reprogramar nuestra vida. Lo que pensábamos, no ocurrió y lo que esperábamos que pasaría, jamás llegó. Solemos escuchar las palabras de motivación que nos dicen: «Cuando fracases lo volverás a intentar», «Parece que es el final, pero no lo es», «¡Cuando llegues a tu límite descubrirás un nuevo horizonte!». Pero, en este libro leerás cosas como: «Cuando veas que las cosas no ocurren... tal vez, nunca lleguen a pasar». Sé que no es popular decir cosas como: «¡Olvídalo, jamás pasará!». También sé que este libro está catalogado como «inspiración» y que estas palabras de aliento se parecen a las peores que hayas recibido. Pero, déjame decirte que no ocurra lo que esperabas puede ser lo mejor que puede pasar. Es cierto que necesitamos intentar las mismas cosas —como quien entrena o como quien quiere hacer un túnel a través de una montaña—, pero en ocasiones debemos dejar de insistir en lo que estábamos haciendo. Para tomar un nuevo rumbo se requiere desistir del camino que transitamos. Conocer esta diferencia nos ahorra tiempo, dolor y el largo recorrido que lleva a un callejón sin salida. Algunos han dedicado toda su vida con un enfoque para alcanzar ciertos objetivos, han puesto todos sus esfuerzos, recibido la mejor educación y capacitación, contaron con el apoyo familiar y social, tuvieron los medios para cumplir con su meta, pero todo esto no alcanzó. Este párrafo describe la biografía de un joven. CUANDO LAS INSTRUCCIONES NO COINCIDEN CON EL ROMPECABEZAS Él está a la orilla de un río, lejos del lugar donde nació. Nació libre, pero ahora es esclavo. Hace tiempo el invasor llegó a su tierra y llevó a su gente cautiva. El enemigo mató a muchos, pero el joven tuvo «suerte» porque se destacaba lo suficiente para ser llevado cautivo junto a un grupo selecto. Hace cinco años que está en cautiverio a orillas del río Quebar, su nombre es Ezequiel y acaba de cumplir treinta años. ¿Cuál es su historia? Él la relata en su libro. Se presenta a sí mismo como un sacerdote. En su pueblo, estos provenían de una sola familia, elegida justamente para ejercer el oficio. No existía un test vocacional para elegir la vida sacerdotal, se necesitaba pertenecer a la tribu encomendada a esta tarea. Él formaba parte de ella, por lo que había sido formado desde su niñez para cumplir ese propósito. Durante veinticinco años leyó los libros de Moisés, para conocer la historia de su pueblo, las costumbres y los ritos religiosos, y se preparó para el momento de su iniciación. Esta ocurría a los veinticinco años, a esa edad realizaría el primer sacrificio e iniciaría su carrera sacerdotal. Su destino estaba determinado, no había dudas, otras opciones ni «plan B». Tenía la formación, el apoyo familiar y social. Su ruta estaba trazada. Pero, algo le impide realizar el destino para el que se formó. Él conoció mejor que nosotros esa sensación cuando todo parece estar alineado, a un paso de que ocurra lo que esperamos, pero no sucede. Estamos a una jugada de anotar y el tiempo se acaba, a centímetros de la meta y la carrera se suspende. Lo sintió un hombre que sostiene su telegrama de despido de un trabajo que amaba y dice: «sentí que tenía mucho más para dar», un joven es sacado de su banda de música y siente que tenía mucha más música adentro. Piensan: «No se supone que tenía que terminar así», «Este no puede ser el final». La sensación del momento definitivo. A un momento de que comience el capítulo central de su vida, todo termina antes de comenzar. El final se precipita, ese día en el que se encontraba a punto de ejercer ese primer sacrificio el invasor llegó a arrasar con la ciudad. El mundo se pone de cabeza, algunos de sus conocidos mueren, el templo donde iba a oficiar es destruido. Las paredes del templo se convierten en ruinas, a la vez que los cimientos de su vida son socavados. La frustración y la impotencia se combinan en un cóctel que debe tomar. Toda su devoción, su piedad, su esfuerzo, su preparación se va por la borda. Su plan cae a pedazos como ocurrió con el templo. Los fracasos tienen mal sabor, pero los peores son en los que no tuvimos siquiera un intento. Sonesos en los que el resultado estaba antes que pusiéramos un pie en la cancha, los que no tuvimos oportunidad. Se cuenta que Martín Lutero no pudo terminar su primer servicio religioso, pero Ezequiel no lo pudo iniciar. Escribo esto y siento impotencia porque conozco lo que es prepararse, capacitarse y planificar en vano, y hago fuerza mientras cuento la historia a favor de Ezequiel porque quiero que triunfe. Quiero que esta historia sea una de esas en las que el personaje lucha con todo lo que tiene y lo logra. Pero no hay una batalla, no fue rival. La recompensa que tiene el aspirante a sacerdote son cadenas, días sin bañarse, una larga fila de nuevos esclavos y una aplastante rutina de servidumbre en el reino enemigo. También tiene algo más, el silencio del Cielo que duró cinco años. ¿Qué más podría pasarle? El Cielo parece congelarse por esos años al «borde del risco». Ezequiel pasa cinco años colgado. Sus dos batallas son: la primera es enfrentar la pérdida de su carrera, vocación y cultura, y la segunda, enfrentar la nueva cultura que se le impone. Sabemos por otros casos que este invasor solía socavar la identidad cultural de sus cautivos. En algunos casos les cambiaba el nombre, les hacía aprender su lengua, en resumidas cuentas, los obligaba a adoptar su cultura. Solo le daban espacio a los esclavos para cosas como su música, pero en forma de entretenimiento para el conquistador. Él experimenta un bombardeo a su «quién soy». En extrema tensión, Ezequiel debe soltar el pasado, pero sin soltar sus raíces. Debe soportar la conversión a la cultura enemiga con el capital personal de veinticinco años de nada. Su única herramienta, la esencia, ese «por qué», la motivación por la que se preparó en primer lugar para ser sacerdote: su confianza en Dios. Cumplir con las expectativas de los demás no basta para no caer al borde del acantilado. Nuestra sensación de cumplir con el deber no basta cuando nuestros fracasos aparecen. Solo cuenta con su confianza en Dios. En el silencio del cielo nuestra mente habla ¿No te ha pasado que recuerdas alguna oportunidad que perdiste o no tomaste y piensas que tu vida hubiera sido mejor con ella? ¿Si hubiera estudiado esa carrera, hubiera tenido esa pareja? ¿Si esa persona no hubiera arruinado? ¿Cómo nos relacionamos con el ayer? ¿Dónde ponemos aquellas cosas que no entendemos del pasado? Ezequiel podría pensar «Casi lo logro. Casi puedo ejercer el oficio para el cual me formé para servir a Dios. Casi logro servir al pueblo ofreciendo sacrificios». Lo imagino soñando despierto un momento con el ayer que nunca fue pero al siguiente volvería a la realidad, experimentando el duro el contraste de lo que pudo ser y lo que es en realidad. Descubre que la nostalgia es más dura cuando se anhela lo que nunca ocurrió. BATALLAR CON LOS PENSAMIENTOS CUANDO EL OTRO TIENE LA CULPA El plan casi pudo haberse concretado pero no fue así. Ezequiel no se paraliza al culpar al otro. El responsable de su «casi» tiene nombre. Tomen un pasado que no fue, un culpable con nombre y apellido, y cinco años para darle vueltas al asunto en un lugar de gran estrés, y obtendrán la situación en la que comienza la historia de Ezequiel. Todos queremos ser el héroe de la película, del tipo que nunca se equivoca y toma las decisiones correctas, siempre. Pensamos: «si hay algo mal en mi vida es porque alguien más lo provocó». No puedo pensar en alguien más que Ezequiel para relatarnos una historia sobre cómo lo demás arruinaron su vida y son los culpables de su infelicidad. La culpa es por completo de alguien más. Ezequiel puso todo de su parte para que se cumpla su plan, no se cumplió debido al enemigo que destruyó su ciudad, el templo y lo llevó cautivo. El plan es ser sacerdote y el objetivo es servir a Dios, si el invasor le impidió ser sacerdote, ¿ya no puede servir a Dios? Admiro a Ezequiel por cómo lidia con sus «casis» y con la tentación de rumiar los pensamientos echando la culpa a los demás. Admiro su capacidad de no enraizarse en el rencor y remordimiento, cuando el culpable entre él y su «éxito» tiene nombre —y está en la situación perfecta, mucho tiempo y mucha presión, para librar interminables batallas mentales con su enemigo y ensayar todas las opciones que pudieron ser y no fueron—. Admiro su capacidad de adaptarse a la voluntad de Dios. Yo soy del tipo de personas esperan una explicación por parte del Cielo, y si no, al menos una explicación. Cuando alguien me hace algo que me lastimó quiero que escuchen mi versión de la historia, quiero se den cuenta de que tengo razón. Pero, pude comprobar repetidas veces —más de las que quiero confesar— que esperar explicaciones, compensaciones y que «te den la razón», no funciona del todo para reparar lo ocurrido. Te dejan atascados en el pasado y te sumergen en la auto conmiseración. Quiero pensar que nuestro protagonista fue más inteligente que yo. Intuyo que fue más sabio a la hora de echar las culpas, y rumiar sobre su plan que nunca se cumplió. CUANDO LA VOLUNTAD DE DIOS NO LUCE COMO LA IMAGINAMOS Algo más que se destaca y es su capacidad se rearmase. No espera correspondencia del Cielo, pero aparece y la acepta. Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová. (Ezequiel 1:1-3) En su libro se presenta como un cautivo de treinta años que hace cinco que está en la esclavitud y que es «sacerdote». A pesar de que no pudo servir a Dios de esa forma todavía piensa en el servicio y se ve sí mismo de esta manera. Es lo último que escuchó del Cielo. Sin embargo, estos versos son un puente por el que hará su gran transición. Porque capturan el momento preciso en el que convive lo que fue y lo que será. Su futuro de sacerdocio nunca será, pero tendrá lugar otro mejor. La Biblia dice que vio visiones de Dios». Los días de incomunicación con el Cielo, son interrumpidos giro en el timón de Dios. Los planes de servir como sacerdote están oficialmente revocados, ahora tendrá una nueva labor. La gente que veía visiones de parte de Dios eran llamados «videntes», otro nombre para esto es «profeta». No tiene muchas opciones, pero aún así tiene que estar abierto a Dios y ser flexible. Debe abrazar las palabras de otro profeta que dijo: «Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse» (Isaías 55:8, NTV). Ezequiel vive lo que todos intuimos, que necesitamos tener planes: cierta idea de hacia donde se conduce nuestra vida. Pero, Dios no piensa como nosotros, sus planes y sus pensamientos no se asemejan a los nuestros. Los suyos están por encima de lo que podemos imaginarnos. El joven cautivo tiene una puerta cerrada, no será sacerdote, pero en su lugar encuentra un Cielo abierto. En su primera oportunidad quiso cumplir el oficio sacerdotal, pero el mundo se puso en su contra y perdió la batalla. Ahora, tiene una segunda oportunidad, pero para aprovecharla necesita ajustar sus pensamientos, tener la posibilidad de escribir un nuevo plan. Necesita decir: «lo que yo pensé no se cumplirá, mi plan no se concretará». Solo entonces dará lugar a que se cumpla el propósito de Dios para él. El inicio de esta nueva etapa se resume de esta manera. Un joven tuvo que aprender a vivir «a pesar de lo planeado». Fue criado para ser sacerdote, pero la puerta se le cerró delante de sí, esos veinticinco años son derribados como el templo donde iría a ofrecer sacrificios. Destruyeron la sociedad en que se había criado, y es reducido a un esclavo. Cinco años sin saber de Dios y en ese tiempo solo cuenta con el pasado. Pero, la visión comienza a remover su etiquetade sacerdote porque ve una visión de Dios. Nuestra vida se parece a la de Ezequiel en este aspecto: se desarrolla de una forma distinta a lo que él había pensado. Tenemos que enfrentar el hoy porque nuestro plan no se cumplió. Hay mucho que no podemos hacer, pero hay muchas otras que sí ● ¿Estás en el momento en que tus planes se quemaron? ● ¿Estás en el momento de silencio de parte del Cielo? ● ¿Estás luchando con adaptarte a tu nueva tarea? Sé que todos estos momentos son difíciles, yo mismo los he vivido más veces de las que hubiera querido. Pero, cada vez que mi vida cambia su rutina hasta que es irreconocible soy tratado para confiar un algo más en Dios. Lo conozco un poco más y puedo contarles a otros cómo es. Las ruinas traen una restauración, pero el proceso de reconstrucción nos cambia. ALGUNOS PLANES ALTERNATIVOS PARA SERVIR A DIOS, SIN DIOS Analicemos un poco más el proceso de transición de Ezequiel para poder aprender algo más. ¿Cuáles son las opciones de Ezequiel a para su «ahora»? Mencionamos que una de ellas es aferrarse al pasado. Imaginemos cómo sería. Pensemos, en un Ezequiel obstinado que dice: «No, yo soy sacerdote y voy a seguir siendo sacerdote siempre». Puedo idear varias versiones, desde un terco insoportable, hasta un motivador con aire victorioso al estilo de: «el enemigo no podrá conmigo», —pero sabemos por la historia que sería en realidad: «Dios no podrá conmigo». Sin embargo— juguemos un poco con esta idea teniendo presenta cómo nosotros solemos idear planes alternativos a los de Dios. ● Ezequiel construye su futuro sin Dios. En esta realidad improvisa un templo con lo que tiene y ofrece sacrificios ahí. ¿Fin de la historia? No. Hay algo que falta: presencia de Dios. ¿Vale la pena sacrificar nuestra relación con Dios para lograr nuestra idea de éxito? ● Ezequiel se guía por sus intereses y quién lo ayude a concretarlos. Bajo el lema: «Yo soy sacerdote, fui formado para ser sacerdote» se dirige a un templo pagano, y ejerce el oficio de sacerdocio. Logra cumplir con lo que planeó, ¡pero no sirve a su Dios! Porque en el templo pagano se ofrecen sacrificios a dioses extraños, contrarios al Dios de Ezequiel. En esta versión: se vende al mejor postor, «doy lo que sea por lo que quiero». Eso es idolatría: hay algo que quiero y obedezco más que a Dios. Amar más nuestros planes que la voluntad de Dios siempre nos conducirá a una especia de idolatría. Sin embargo, las ofertas que recibimos suelen ser más sutiles. Veamos el siguiente ejemplo. ● Una versión más piadosa que la opción anterior podría ser esta. En el templo pagano logra cambiar los nombres de los dioses a su propio Dios. — ¿Una versión muy rebuscada? — Son los mismos dioses, pero les llama de una manera más cómoda. En lugar de quitar la idolatría de nuestra vida le cambiamos el nombre. Es muy difícil darse cuenta si nosotros estamos en esta opción. Pregúntate: ¿Sirves al servicio? ¿Tu estudio de la Biblia te acerca más a Dios? ¿Te sentirás a gusto contigo mismo cuando tengas una posición o reconocimiento? ¿Podrías decir que tan humilde como dejar de lado tus ideas y adoptar las de Dios? Quienes han pasado mucho tiempo en la «iglesia» conocen el juego y, a menudo, por un tiempo pueden hacer que sus planes sobrevivan haciéndoles un arreglo cosmético. Confía, si Dios te pide que sueltes algo, no lo «camufles» como piadoso para llevar todavía contigo. Cuando Dios no nos da lo que queremos es una oportunidad para tomar un camino alternativo, alejarse de Él. En el mejor de los casos cumpliríamos nuestro plan, pero no su propósito para nosotros. La historia de Ezequiel nos habla de una tarea mayor, un camino más alto que el nuestro, pensamientos que no tendríamos por nosotros mismos porque son los de Dios. Nos da confianza en que hay un plan mayor y a pesar de nuestros planes fracasen, esto puede ser bueno. Esto es muy doloroso. Sé lo que es renunciar a algo que quisiste durante mucho tiempo y sé lo que es que parezca que todo se dé y final no. Pero, vislumbro cada tanto que lo que me pasa tiene una lógica desde la perspectiva de Dios. Quiero tener el final de la historia, quiero un «spoiler» de los últimos días de mi vida, pero a su vez no lo quiero porque sé lo que perdería. Quiero vivir la emoción de descubrir la vida, quiero tener la experiencia de caminar por fe… así que lo que quiero es saber que al final llegaré a destino y que en el trayecto Dios me acompañará a descubrir los detalles del camino uno a uno. Hay algunas preguntas sin respuestas certeras. Esto es válido para la vida de Ezequiel: todo su esfuerzo, su frustración o los años sin respuestas. Pero, al ver la vida completa de Ezequiel es claro que esto sirvió para transformar su carácter. Todo fue necesario porque como profeta tendría que dar mensajes que serían mal recibidos por el pueblo, algunos lo considerarían «loco» o «extravagante». Ser utilizados por Dios exige que seamos preparados. Para él, los treinta años de espera sirvieron como algo más que una formación para un oficio, era también la escuela del carácter que necesitaba para llevar a cabo la voluntad de Dios. MÁS IMPORTANTE QUE LO QUE HACEMOS ES CON QUIÉN LO HACEMOS Quiero hacer una aclaración. A veces, el problema no es el plan, sino nuestro corazón. Ezequiel tuvo que negarse a sí mismo[2]. Para nosotros es dejar de pensar lo que pensamos, negarnos a ser tan listos como queremos parecer y dejar de dar la impresión de que tenemos todas las respuestas. Negarse a uno mismo es soltar. Debemos abrir el puño que guarda nuestros deseos y abrir la mano para recibir lo que Dios quiere darnos. En el proceso debemos confiar que lo que tiene para nosotros es mejor. Tomé algunas clases con un misionero que fue a Colombia. Él contaba que al comienzo de su ministerio quería ir a ese país, pero las circunstancias de le oponían. No tenía posibilidades ni manera de llevar a cabo el viaje. Oraba a diario e insistía. Un día cambió su forma de orar. Él dijo en un momento «yo estaba orando con el puño cerrado, estaba más interesado en que se cumpla mi plan que el de Dios», «y hasta que abrí el puño y dije: “estoy dispuesto a soltar mi propio plan”, que Dios obró y pude ir a ese país». La voluntad de Dios era que él fuera a Colombia y todo se dio para que pueda ir como misionero a ese lugar. Sin embargo, tuvo que admitir que hubiera ido a cualquier otra parte e incluso se hubiera quedado en su ciudad si Dios así se lo pedía. En todo caso, «dejar ir» nuestros planes nos permitirá tomar lo que Dios quiere darnos, aún si en apariencia se trata de lo mismo. El plan del misionero era él mismo ir a Colombia, el que ocurrió fue que Dios lo llevó a ese país. La diferencia fue quien ejecutaba la acción. Ezequiel tuvo este tipo de apertura a la voluntad de Dios y nosotros también debemos desarrollarla. La voluntad de Dios no se parece a algo que podamos escribir en un papel, no es tanto una cosa, sino que se parece más a una relación con Él. ● Cualquiera podría viajar a Colombia sin Dios, pero lo que sirve es ir con Él. ● Cualquiera podría sacrificar a un animal, pero solo fue útil cuando Dios lo mando. ● Cualquiera puede hablar acerca de Dios, pero pocos pueden hablar de parte de Dios. ● Todos pueden tener un plan, pero si Dios no es quien lo conduce no tiene valor. Para conocer lo que Dios quiere para nuestra vida necesitamos una relación estrecha con Él. Solo así nos comunicará sus pensamientos, sus propósitos para nosotros y juntamente con hacernos saber lo que hay en su mente, también pondrá su mano para que se cumpla. Nuestro propósito se cumple cuando nosotros estamos cerca de Dios. DOS ASPECTOS SOBRE ESTAR ABIERTOS A LA VOLUNTAD DE DIOS LAS OPORTUNIDADES QUE SE CIERRAN DEJAN EL ESPACIO A OTRAS La relación con Dios tiene dos caras, hemos desarrollado gran parte de la primera: aprender a vivir «a pesar de lo planeado», que esdejar de lado nuestros planes y sueños con la confianza de que viene mejores en camino. Ezequiel la petición secreta de su corazón de ser sacerdote, recibe como respuesta un: «No». No es un: «No por ahora» o «Espera, tal vez, después», su apertura está en aceptar el «nunca jamás». Esto es porque Jeremías, profeta contemporáneo a Ezequiel profetiza que el cautiverio durará setenta años (Jeremías 25:11-12, Jeremías 29:10). Saquemos las cuentas junto con Ezequiel. Ya pasaron cinco años del cautiverio, significa que faltan sesenta y cinco años. Si tiene treinta años y le sumamos sesenta y cinco, significa que volvería a su tierra para ser sacerdote tendría noventa y cinco años. Estando allí tiene que esperar que se reconstruya el templo para poder oficiar como sacerdote. Incluso si llegara a vivir cien años —venciendo ampliamente las estadísticas de la esperanza de vida en esos tiempos e ignorando la necesidad de templo— tan solo podría oficiar como sacerdote en el mejor de los casos menos de cinco años. Pero, hay una cuestión más la Biblia dice que los levitas podían servir hasta los cincuenta años[3], y Ezequiel sabe esto de memoria. No necesito más argumentos, hay una sola conclusión: «esto no ocurrirá jamás». Este puede ser tu caso. Soy consciente que escribo un libro sobre cómo superar la frustración y que repetir cosas como: «renuncia a tus sueños», «jamás se cumplirán», pero debemos dejar de hacer las cosas que no serán para dar lugar a las que sí se harán realidad. Sabes que debemos experimentar ese «santo desánimo», para abrazar lo que Dios nos traerá. Quiero acompañarte en eso. Necesitas dejar lo que no fue y dar lugar a lo que será. Esto no es nuevo para ti. Conoces que hay momentos en los que tenemos que ser realistas en Dios. Tenemos que aprender a decir «no» a nuestras magníficas ideas que desechó, debemos aprender a soltar el pasado que queremos arrastrar, es nuestra obligación despojarnos del futuro que no fue para abrirnos al «Sí» de Dios, lo que Él quiere. Tengo que insistir en esto porque estamos tan atravesados por las ideas del mundo que nosotros mismo hacemos del proceso de transición a los nuevos planes más difícil de lo que ya es. Algunas de nuestras ideas resultan ridículas. Estoy seguro de que en la actualidad llevaríamos a Ezequiel a un taller en la iglesia y nos aseguraríamos de que escucha frases como «Ezequiel tienes que perseverar, porque si perseveras se cumplirá lo que piensas», «nunca es tarde», «no dejes tu sueño» o «no permitas que nadie te diga que es imposible». Todo suena tan lindo que parece que no puede estar errado, pero el trato de Dios para Ezequiel es «jamás ocurrirá». Debemos recuperar la bendición que es el «No» de Dios. Fue «desgarrador» porque Ezequiel que se llevaran sus expectativas sobre el sacerdocio, lo es para nosotros cuando lo que planeamos no se da. Nos hicimos uno con nuestro plan, pero se fue. Pero, algo mejor vendrá. Puedes estar seguro de que Dios ha pensado cosas maravillosas para ti. Él no ha acabado contigo. Cumplirá su propósito en ti. La apertura a Dios requiere animarse a dejar aquellos planes que tuvimos. Aquellos que parecían ser lo más «lógicos», los que las expectativas familiares y sociales pedían. Estar abierto a Dios, no es una oda al conformismo, ni desistir. El plan de Dios, parecía una verdadera locura para Ezequiel, tanto que sus oyentes pensaron que estaba algo «desencajado». Nuestros planes tienen mucho más de las ideas de otros para nosotros de que nos damos cuenta. Uno de los puntos más difíciles de la transición a abrirse a los planes de Dios es dejar no solo lo que esperamos, sino salir de lo que otros esperan de nosotros. La apertura a Dios requiere que aceptemos nuestro diseñado. En Ezequiel no vio un sacerdote sino un profeta. —De hecho, no lo recordamos como sacerdote, sino como profeta—. No es fácil decir «no» a nuestro plan. Ezequiel lo tuvo veinticinco años y mientras más tenemos un pensamiento en la cabeza más nos encariñamos con la idea. Pero, su apego no solo fue el tiempo sino la comunión con Dios, la búsqueda de su voluntad, la oración, el estudio bíblico y el servicio a Dios. Cumplir con todas estas cosas no garantiza que el plan se cumpla. Ezequiel oraba mientras creía que iba a ser sacerdote, todos los días durante tres veces en tres horarios —lo que hacían los judíos a diario en el templo— y también ofrecía un sacrificio a la hora novena. Pero pese a su piedad y a su devoción el plan no se cumplió porque no era el de Dios. Debemos tener en cuenta esto porque es posibles que a nosotros nos ocurra algo similar y nos confundamos diciendo: «Yo pensé todo esto mientras buscando a Dios, oraba, leía la Biblia y lo servía». Podemos llegar a pensar que por nuestra devoción y piedad tenemos el plan correcto y nos aferremos a Él plan. Sin embargo, la apertura a Dios requiere abandonar el plan que Él descartó por más piadosas sean las condiciones de su formulación. Cuando olvidemos las ideas que tenemos sobre nuestro futuro, podremos el abrazar plan de Dios y nuestro mejor mañana llegará. LA LUZ DE LA ESPERANZA VENDRÁ SOBRE TU VIDA Ezequiel tiene que reformularse su trato con su mañana, porque toca a su puerta y es mejor. Siendo sacerdote, cuanto mucho podía escalar en su carrera religiosa para ser el sacerdote que una vez al año entraba en el lugar del templo donde estaba la presencia de Dios. Lo más que podía imaginar era que en el pasado la gloria que llenado ese lugar santísimo en los días de Salomón. Pero, siendo profeta ve algo inédito, la visión de un río. Esta visión comienza en el templo. Una gotera que comienza a aparecer y se transforma en un torrente que se torna un río que recorre todo el desierto, dando vida por doquier hasta llegar al Mar Muerto y también lo llena vida. La visión es inédita porque remite a dos momentos. El primero se relaciona con la gloria de Dios que en un tiempo cercano saldría del templo y recorrería todo lugar. El apóstol Juan en su primer capítulo dice: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad». Esto se refiere a que el apóstol vio al Hijo de Dios, Jesús, que habitó entre los suyos que vieron su gloria. La palabra habitar que utiliza significa literalmente: «como tabernáculo» o «tabernaculizó». ¿Qué implica esto? En el tabernáculo que fue anterior al templo, estaba la gloria de Dios. Cuando este se movía la gloria se movía con él. De la misma manera, en Jesús la gloria de Dios salió del templo y fue llevada a todo lugar. Jesús fue un tabernáculo, un templo movedizo al que todo aquel que se acercaba podía experimentar la presencia del Cielo cercana y recibía la vida de Dios. El segundo aspecto inédito de la visión de Ezequiel es que el río que ve es el mismo que el apóstol verá en Apocalipsis. Al final de los tiempos se espera la restauración de todas las cosas. La restauración de la tierra la convertirá en un templo donde la presencia de Dios estará siempre presente. En ella habrá un trono desde el cual Dios reinará, y de ese trono saldrá un río, el que vio Ezequiel y que da vida a todos. El desvío de su plan al plan de Dios lo encamina a ver algo para lo que no había precedentes. Su labor como sacerdote era limitada, pero como profeta pudo ver y comunicar algo con una claridad que nadie más había tenido hasta el momento. Pudo hablarle a su generación y sus palabras llegan a nosotros, Dios llevaría su gloria por todo rincón, la gente ya no tendría que acercarse al templo para estar cerca de Él, sino que este se les acercaría. Se cumple en parte cuando Jesús vino por primera vez, pero también, en forma creciente hasta volverse permanente cuando vuelva —como en la visión del apóstol Juan acerca de la restauración de todas las cosas —. Pienso en Ezequiel un muchacho bien acomodado al que se le desacomodó el mundo. Pienso en sus cinco años de silencio del cielo, en lo desgarrador que fue re-encauzartoda su preparación como sacerdote para convertirse en un profeta de Dios. Pienso en el dejar atrás las viejas etiquetas que nos definían. También pienso que al pasar por todo esto pudo servir a Dios de una forma inesperada. Todo el desorden del pasado cobraría sentido en su futuro. Toda su preparación, se re-encauzaría en su llamamiento como profeta. Nuestros planes pueden ser frustrados, eso le ocurrió a Ezequiel, pero los propósitos de Dios se concretarán y eso también le ocurrió a Ezequiel. Tuvo que abrirse a la voluntad de Dios, nosotros también tenemos que hacerlo. Debemos aprender a vivir «a plan de Dios a pesar de lo planeado» porque mejores planes vienen en camino. RESUMEN Todos tenemos cierta idea de hacia dónde queremos conducir nuestra vida. Algunos tienen el plan armado, otros tienen ciertas expectativas de hacia dónde quieren ir, pero lo cierto es que es muy probable que la vida no salga como la hemos planeado. Por eso, es necesario reforzar nuestra capacidad de vivir a pesar de lo planeado. Por eso, recorrimos una de las mayores frustraciones de la historia, la vida de Ezequiel. Él es un muchacho acomodado de veinticinco años que fue arrebatado de su sociedad para ser llevado cautivo a la potencia invasora de Babilonia. El invasor destruyó toda su ciudad, su modo de vida, pero también destruyó el templo, y esto es muy importante en la vida de Ezequiel porque se menciona a sí mismo como sacerdote (Ezequiel 1:3). Desde niño había sido formado en la ley para ser sacerdote, había aprendido los rituales, había crecido con la expectativa familiar y la etiqueta de sacerdote —lo cual era un oficio vitalicio—, pero es muy probable que no haya podido dedicarse siquiera un día a serlo. Esto es porque el primer sacrificio se hacía a los veinticinco años, edad en la que fue llevado cautivo. Luego de esto, experimentó cinco años del silencio de Dios y en el silencio de Dios su mente habla. ¿Qué pensamientos tendría? Él habría tenido que superar ese enamoramiento al «casi ocurre lo que yo pensaba», «casi tuve éxito», «casi pude concretar mi plan», «casi pude tener ese trabajo que yo anhelaba». También, los pensamientos que de injusticia porque podía decir: «tengo a quien echarle la culpa». El enemigo era culpable por completo porque destruyó su sociedad y con ella, toda posibilidad de que se cumpla su plan. Tuvo que abandonar el plan porque Dios había dado una profecía: el cautiverio duraría setenta años. Si volvía del cautiverio lo haría en su vejez. Jamás podría ofrecer un sacrificio. Nunca sería sacerdote Por eso tiene que abrirse a Dios y sus planes. Los cielos se abrieron y Ezequiel vio visiones. Aquel que ve visiones es un «vidente» y otra palabra para esto es: «profeta». Dios quería que Ezequiel sea un profeta, y tenía que cambiar su mente, reprogramarse, quitar el plan que tenía, quitar su frustración, dejar el pasado para poder abrirse al futuro que Dios preparó. Como profeta pudo hacer más de lo que hubiera hecho como sacerdote. Dejar de lado el pasado, dejar de lado aquello que pudo haber sido fue un requisito para que pudiera cumplir su labor. También es un requisito para nosotros porque Dios tiene mejores pensamientos y están más allá de lo que podemos imaginar. Es necesario que ejercitemos nuestra apertura a Dios porque es posible que nuestros planes no se cumplan, pero sus propósitos sí lo harán. Así como se cumplieron en la vida de Ezequiel lo harán en tu vida. El plan de Dios para nosotros es mayor, es mejor que cualquier otro. Debemos aprender a vivir a pesar de lo planeado para aprender a vivir en el plan de Dios. SUSCRÍBETE A MEDITACIONES BÍBLICAS Y RECIBE ESTE EBOOK DE REGALO Salmo 23: El pastor nos llevará a casa subscribepage.com/m3v3q7 https://www.subscribepage.com/m3v3q7 Acerca del autor Javi Martínez es un joven escritor emergente, un instrumento que el Padre está levantando para animar y ser de bendición a esta generación. Es una persona polifacética, es profesor de lengua y literatura; ha servido al Señor en su faceta de escritor; ha sido conductor de radio y televisión, compartido el mensaje de Dios a nivel nacional; ha servido activamente en la Sociedad Bíblica Argentina desempeñando la tarea de llevar la Palabra a distintas provincias su país. Actualmente, está a cargo de la editorial Oración Publicaciones en la que ayuda a otros escritores a hacer llegar las enseñanzas de la Biblia a un público hambriento por Cristo. Está casado con su mejor amiga Flor, con quién está iniciando un nuevo hogar en las manos del Señor. Su material será de bendición para tu vida, y en muchos marcará un antes y después. Desatará una mayor fe y será un sostén en medio del proceso. Otros libros del autor Controla tu ansiedad: Liberase de la preocupación y dejar de tener miedo, para encontrar la paz interior y disfrutar de una vida feliz https://amzn.to/2VWcXhY El poder del perdón: Claves para perdonar y restaurar relaciones rotas, dejar ir la amargura y el resentimiento. Liberarse de las cadenas del pasado y ser libre para vivir en plenitud https://amzn.to/3iEMpeV Conquista tus temores: Cómo enfrentar las mentiras del temor y experimentar el amor liberador de Dios. 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