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Searle, John - Intencionalidad - Un ensayo de filosofía de la mente

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Intencionalidad
Un ensayo en la filosofía de la mente
John R. Searle
temos
COLECCION FILOSOFIA Y ENSAYO 
Dirigida por Manuel Garrido
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Bechtel, W.: Filosofía de la mente. Una panorámica para la ciencia cognitiva.
Boden, M. A.: Inteligencia artificial y hombre natural.
Bottomore, T.; Harris, L.; Kieman, V. G.; Miliband, R.; con la colaboración de Kolakows- 
ki, L.: Diccionario del pensamiento marxista.
Brown, H. I.: La nueva filosofía de la ciencia (2.a ed.).
Bunge, M.: El problema mente-cerebro (2.a ed.).
Cruz, M.: Individuo, modernidad, historia.
Chisholm, R. M.: Teoría del conocimiento.
Dampier, W. C.: Historia de la ciencia y sus relaciones con la filosofía y la religión (2.a ed.). 
Díaz, E.: Revisión de Unamuno. Análisis crítico de su pensamiento político.
Eccles, J. C.: La psique humana.
Edelman, B.: La práctica ideológica del Derecho.
Fann, K. T.: El concepto de füosofía en Wittgenstein (2.a ed.).
Ferrater Mora, J., y otros: Filosofía y ciencia en el pensamiento español contemporáneo 
(1960-1970).
Feyerabend, P.: Tratado contra el método (2.a ed.).
García Suárez, A.: La lógica de la experiencia.
Garrido, M.: Lógica simbólica (2.a ed.).
Gómez García, P.: La antropología estructural de Claude Lévi-Strauss.
Habermas, J.: La lógica de las ciencias sociales (2.a ed.).
Habermas, J.: Teoría y praxis (2.a ed.).
Hierro, J. S.-P.: Problemas del análisis del lenguaje moral.
Hintikka, J.: Lógica, juegos de lenguaje e información.
Lakatos, I., y otros: Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales (2.a ed.).
Lindsay, P. H., y Norman, D. A.: Introducción a la psicología cognitiva (2.a ed.).
Lorenzo, J. de: El método axiomático y sus creencias.
Lorenzo, J. de: Introducción al estilo matemático.
Mates, B.: Lógica matemática elemental.
McCarthy, Th.: Ideales e ilusiones. Reconstrucción y deconstrucción en la teoría crítica con­
temporánea.
McCarthy, Th.: La teoría crítica de Jürgen Habermas (2.a ed.).
McCorduck, P.: Máquinas que piensan. Una incursión personal en la historia y las 
vas de la inteligencia artificial.
Popper, K. R.: Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual.
Popper, K. R.: Realismo y el objetivo de la ciencia. Post Scriptum a La lógica de la 
ción científica, vol. I.
Popper, K. R.: El universo abierto. Post Scriptum a La lógica de la investigación 
vol. II.
Popper, K. R.: Teoría cuántica y el cisma en física. Post Scriptum a La lógica de la 
ción científica, vol. III (2.a ed.).
Putnam, H.: Razón, verdad e historia.
Quine, W. V.: La relatividad ontológica y otros ensayos.
Rescher, N.: La primacía en la práctica.
Rivadulla, S.: Filosofía actual de la ciencia.
Robinet, A.: Mitología, filosofía y cibernética. El autómata y el pensamiento.
Rodríguez Paniagua, J. M.: ¿Derecho natural o axiología jurídica?
Sahakian, W. S.: Historia y sistemas de la psicología.
Searle, J. R.: Intencionalidad. Un ensayo en la filosofía de la mente.
Smart, J. J. C.: Nuestro lugar en el universo. Un enfoque metafísico.
Strawson, P. F.: Ensayos lógico-lingüísticos.
Suzuki, D., y Knudtson, P.: GenEtica. Conflicto entre la ingeniería genética y los valores hu­
manos.
Valdés Villanueva, L. M. (ed.): La búsqueda del significado. Lecturas de filosofía del lenguaje. 
Vargas Machuca, R.: El poder moral de la razón. La filosofía de Gramsci.
Veldman, D. J.: Programación de computadoras en ciencias de la conducta.
Villacañas, J. L.: Racionalidad crítica. Introducción a la filosofía de Kant.
Wellman, C.: Morales y éticas.
perspecti-
investiga-
científica,
investiga-
INTENCIONALIDAD
JOHN R. SEARLE
INTENCIONALIDAD
UN ENSAYO EN LA FILOSOFÍA DE LA MENTE
Traducción de
ENRIQUE UJALDÓN BENÍTEZ 
revisada por
LUIS ML. VALDÉS VILLANUEVA
tecnosK,
Título original: 
Intentionality.
An Essay in the Philosophy ofM ind
Diseño de cubierta: 
Rafael Celda y Joaquín Gallego
Impresión de cubierta: 
Gráficas Molina
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y siguientes, del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y priva­
ción de libertad quienes sin la preceptiva autorización reprodujeren o plagiaren, en todo o en 
parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte.
© The Syndicate of the Press of the University of Cambridge, England, 1983 
© EDITORIAL TECNOS, S.A., 1992 
Telémaco, 43 - 28027, Madrid 
ISBN: 84-309-2252-0 
Depósito Legal: M-39860-1992
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A Dagmar
[7]
INDICE
Agradecimientos..................................................................................................... Pág. 11
Introducción........................................... 13
1. La naturaleza de los estados Intencionales................................................. 17
2. La Intencionalidad de la percepción................................................................. 51
3. Intención y acción..................................................................................................... 91
4. Causación Intencional........................................................................................... 123
5. E l T r a s f o n d o .............................................................................................................. 150
6. Significado................................................................................................................... 168
7. Informes intensionales de estados Intencionales y actos de habla..... 187
8. ¿Están los significados en la cabeza? ............................................................. 203
9. N o m b r e s p r o p i o s e I n t e n c i o n a l i d a d .................................................................. 236
10. Epílogo: Intencionalidad y el cerebro ............................................................ 266
Í n d i c e t e m á t i c o .................................................................................................................... 277
Í n d i c e d e a u t o r e s ..................................................................................................... 281
[9]
AGRADECIMIENTOS
Estoy en deuda con un gran número de personas e instituciones 
por su ayuda para la confección de este libro. Quiero en primer lugar 
agradecer a la John Simón Guggenheim Memorial Foundation, al Hu- 
manities Institute de la Universidad de California, a la Est Founda­
tion, al Research Committe of University of California Academic Se­
ñóte y a la A. P. Sloan Foundation por la ayuda financiera en diversos 
momentos de la preparación de este y otros trabajos relacionadoscon 
él. Todo este material ha sido presentado en conferencias y cursos uni­
versitarios en Berkeley y otras universidades y estoy agradecido a mis 
estudiantes de Berkeley, Boulder y Campiñas por sus reacciones. 
Debo especial agradecimiento a Ami Kronfeld, David Reier, Jim 
Stone, Vanessa Whang, Steven White y Steve Yablo. Varios colegas y 
amigos leyeron partes del manuscrito e hicieron útiles comentarios: 
especialmente estoy agradecido a Ned Block, Sylvain Bromberger, 
Tayler Burge, Alan Code, Donald Davidson, Dagfinn Fpllesdall, Da­
vid Kaplan, Benjamín Libet, George Myro, Thomas Nagel, William 
Reinhardt y Hans Sluga. En lo que atañe a los comentarios que afec­
tan al contenido del texto, mis mayores deudas son con Hubert Drey- 
fus y especialmente con Christine Skarda. Por encima de todo, mi 
agradecimiento a mi mujer, Dagmar Searle, por su constante ayuda y 
consejo.
[i i ]
INTRODUCCIÓN
El principal propósito de este libro es desarrollar una teoría de la 
Intencionalidad. Dudo en llamarla una teoría general porque un gran 
número de temas, por ejemplo, las emociones, se dejan sin discutir, 
pero sí creo que la aproximación aquí presentada será útil para expli­
car los fenómenos Intencionales en general.
Este libro es el tercero de una serie de estudios interrelacionados 
sobre la mente y el lenguaje. Uno de sus objetivos es proporcionar una 
base para mis dos libros anteriores, Speech Acts (Cambridge Univer- 
sity Press, 1969) y Expression and Meaning (Cambridge University 
Press, 1979), así como para futuras investigaciones sobre estos temas. 
Un supuesto básico que subyace a mi enfoque de los problemas del 
lenguaje es que la filosofía del lenguaje es una rama de la filosofía de 
la mente. La capacidad de los actos de habla para representar objetos 
y estados de cosas del mundo es una extensión de las capacidades bio­
lógicamente más fundamentales de la mente (o cerebro) para relacio­
nar el organismo con el mundo por medio de estados mentales tales 
como la creencia o el deseo, y especialmente a través de la acción y de 
la percepción. Dado que los actos de habla son un tipo de acción hu­
mana y dado que la capacidad del habla para representar objetos y es­
tados de cosas es parte de una capacidad más general de la mente para 
relacionar el organismo con el mundo, cualquier estudio completo del 
habla y el lenguaje requiere dar cuenta de cómo la mente/cerebro rela­
ciona el organismo con la realidad.
Dado que las oraciones —los sonidos que surgen de la boca o las 
marcas que se hacen sobre el papel— son consideradas, en un sentido, 
objetos del mundo lo mismo que otros objetos cualesquiera, su capaci­
dad para representar no es intrínseca, sino que se deriva de la Inten­
cionalidad de la mente. Por otro lado, la Intencionalidad de los estados 
mentales no se deriva de algunas formas previas de Intencionalidad, 
sino que es intrínseca a los estados mismos. Un agente usa una ora­
ción para hacer un enunciado o una pregunta, pero no usa de ese 
modo sus creencias y deseos, sencillamente los tiene. Una oración es 
un objeto sintáctico sobre el que se imponen capacidades representa- 
cionales: las creencias y los deseos y otros estados Intencionales no 
son, como tales, objetos sintácticos (aunque pueden ser y normal­
mente son expresados en oraciones), y sus capacidades representacio-
[13]
14 INTENCIONALIDAD
nales no son impuestas, sino que son intrínsecas. Todo esto es consis­
tente con el hecho de que el lenguaje es esencialmente un fenómeno 
social y de que las formas de Intencionalidad subyacentes al lenguaje 
son formas sociales.
Este estudio comenzó como una investigación de esa parte del 
problema del significado que tiene que ver con cómo la gente impone 
Intencionalidad sobre entidades que no son intrínsecamente Intencio­
nales, con cómo se consigue que meros objetos sean capaces de repre­
sentar. Originariamente planeé incluir un capítulo sobre esta cuestión 
en Expression and Meaning, pero, mientras lo hacía, se convirtió en 
un libro por sí mismo. Al intentar analizar la Intencionalidad de los 
estados mentales (Capítulo 1) me di cuenta de que tenía que investigar 
la Intencionalidad de la percepción (Capítulo 2) y de la acción (Capí­
tulo 3). Pero no hay comprensión de la percepción ni de la acción sin 
una comprensión de la causación Intencional (Capítulo 4), y varias in­
vestigaciones me llevaron a la conclusión de que la Intencionalidad en 
todas sus formas funciona sólo respecto de un trasfondo de capacida­
des mentales no representacionales (Capítulo 5). Sólo conseguí mi 
propósito original de explicar las relaciones entre la Intencionalidad 
de lo mental y la Intencionalidad de lo lingüístico en el Capítulo 6. 
Pero eso aún me dejó con muchos problemas: El Capítulo 7 trata de 
las relaciones entre la Intencionalidad-con-c y la Intensionalidad-con-s; 
los Capítulos 8 y 9 se sirven de la teoría desarrollada en capítulos an­
teriores para criticar varias ideas sobre la referencia y el significado 
bastante influyentes en la actualidad y presentar una explicación In­
tencional de las expresiones indéxicas, términos para géneros natura­
les, la distinción de rede dicto y los nombres propios. Finalmente el 
Capítulo 10 presenta una solución (más exactamente, una disolución) 
del llamado problema «mente-cuerpo» o «mente-cerebro».
Al insistir en que la gente tiene estados mentales que son intrínse­
camente Intencionales, me distancio de muchas, quizás de la mayoría, 
de las ideas actualmente influyentes en la filosofía de la mente. Creo 
que la gente tiene realmente estados mentales, algunos de ellos cons­
cientes y algunos inconscientes, y que, al menos en lo que se refiere a 
los conscientes, tienen en buena medida las propiedades mentales que 
parecen tener. Rechazo cualquier forma de conductismo o funciona­
lismo, incluyendo el funcionalismo de máquina de Turing que acaba 
por negar las propiedades específicamente mentales de los fenómenos 
mentales. No critico estas ideas en este libro porque las he discutido 
ampliamente en otros lugares'. Creo que las diversas formas de con-
1 «Minds, brains and programs», Behavioral and Brain Sciences, vol. 3 (1980), 
pp. 417-424; «Intrinsic Intentionality», Behavioral and Brains Sciences, en el mismo
INTRODUCCIÓN 15
ductismo y funcionalismo no fueron nunca motivadas por una investi­
gación independiente de los hechos, sino por el temor de que, a menos 
que se encontrara algún modo de eliminar los fenómenos mentales in­
genuamente entendidos, nos quedaríamos con el dualismo y con un 
problema mente-cuerpo aparentemente insoluble. En mi opinión, los 
fenómenos mentales tienen una base biológica: están causados por las 
operaciones del cerebro al mismo tiempo que realizados en su estruc­
tura. Según esto, la consciencia y la Intencionalidad son tan parte de 
la biología humana como la digestión o la circulación de la sangre. Es 
un hecho objetivo sobre el mundo que éste contiene ciertos sistemas, a 
saber, cerebros, con estados mentales subjetivos, y es un hecho físico 
sobre tales sistemas que estos tienen rasgos mentales. La solución co­
rrecta al «problema mente-cuerpo» reside no en negar la realidad de 
los fenómenos mentales, sino en apreciar adecuadamente su natura­
leza biológica. Diré más sobre esto en el Capítulo 10.
Parte de lo divertido que resulta escribir sobre actos de habla se 
debe a que no hay una fuerte tradición filosófica que condicione la in­
vestigación. Excepto unos pocos casos que gozan de cierto favor, como 
las promesas y los enunciados, la mayoría de los tipos de actos de habla 
fueron ignorados por los grandes filósofos del pasado; y se puede in­
vestigar, por ejemplo, el dar las gracias, el disculparse y el rogar sin mi­
rar por encima de uno mismo para ver lo que Aristóteles, Kant o Mili 
tenían que decir sobre el particular. Pero en cuanto llegamos a la Inten­
cionalidad la situación es bastante diferente. Movimientos filosóficos 
enteros se han construido alrededor de teorías de la Intencionalidad.¿Qué se puede hacer frente a todo este distinguido pasado? Mi postura 
ha sido simplemente ignorarlo, en parte por ignorancia de la mayoría de 
los escritos tradicionales sobre la Intencionalidad, y en parte por la con­
vicción de que mi única esperanza de resolver los problemas que me 
condujeron a este estudio reside sobre todo en seguir empedernida­
mente mis propias investigaciones. Merece la pena llamar la atención 
sobre esto porque varias personas que leyeron el manuscrito manifesta­
ron que encontraban interesantes acuerdos y desacuerdos con sus auto­
res favoritos. Quizás están en lo cierto en su comprensión de la relación 
entre este libro y la tradición Intencionalista, pero, con la excepción de 
mis respuestas explícitas y mis deudas obvias a Frege y Wittgenstein, 
no ha sido mi propósito en este libro responder a esa tradición.
En lo que se refiere a cuestiones de estilo y exposición, intento se­
guir una máxima simple: Si no puedes decirlo con claridad, ni tú
volumen, pp. 450-456; «Analytic philosophy and mental phenomena», Midwest Stu- 
dies in Philosophy, vol 5 (1980), pp. 405-423; «The myth of Computer», New York Re- 
view ofBooks (1982), vol. XXIX, n." 7, pp. 3-6.
16 INTENCIONALIDAD
mismo lo entiendes. Pero cualquiera que intente escribir con claridad 
corre el riesgo de ser ‘comprendido’ demasiado rápidamente, y la 
forma más rápida de tal comprensión es encasillar al autor con mu­
chos otros autores con los que el lector está ya familiarizado.
Algunas de las ideas de este libro han aparecido en versiones pre­
liminares de artículos míos. Dado que varios críticos de Speech Acts 
se quejaron de que algunas de las ideas habían ya aparecido en artícu­
los, creo necesaria unas palabras de explicación en este sentido. En­
cuentro muy útil el usar ideas, a modo de ensayo, de forma preliminar 
tanto por mor de su formulación como para provocar comentarios y 
críticas. Tales artículos son como los bocetos preliminares de un ar­
tista para un lienzo más amplio. Pueden valer por sí mismos, pero 
también funcionan como estudios para el cuadro mayor. Lo difícil 
surge no sólo al intentar lograr que cada parte sea correcta, sino tam­
bién al hacer que todas las partes sean coherentes con la concepción 
general.
Persiste un fastidioso problema del que el libro no se ocupa direc­
tamente, pero que era una de mis principales razones para querer es­
cribirlo. La conducta humana ordinaria se ha manifestado particular­
mente recalcitrante a la explicación por medio de los métodos de las 
ciencias naturales. ¿Por qué? ¿Por qué los métodos de las ciencias na­
turales no dan resultado comparables a los de la física y la química 
cuando se aplican al estudio de la conducta humana individual y co­
lectiva? Existen muchos intentos de responder a esta cuestión en la fi­
losofía contemporánea; ninguno de ellos es, a mi parecer, completa­
mente satisfactorio. Creo que la dirección hacia la respuesta correcta 
se encuentra en comprender el papel de la Intencionalidad en la es­
tructura de la acción; no sólo en la descripción de la acción, sino tam­
bién en la estructura misma de la conducta humana. Espero discutir la 
explicación de la conducta humana con mayor amplitud en un estudio 
posterior. Este libro sólo da algunas de las herramientas para tal dis­
cusión.
1. LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS 
INTENCIONALES
I. INTENCIONALIDAD COMO DIRECCION ALID AD
Como formulación preliminar podríamos decir: la Intencionalidad 
es aquella propiedad de muchos estados y eventos mentales en virtud 
de la cual éstos se dirigen a, o son sobre o de, objetos y estados de co­
sas del mundo. Si, por ejemplo, tengo una creencia, debe ser una 
creencia de que tal y tal es el caso; si tengo un temor debe ser de algo 
o de que algo ocurrirá; si tengo un deseo, debe ser un deseo de hacer 
algo, o de que algo suceda o sea el caso; si tengo una intención, debe 
ser una intención de hacer algo. Y así con muchos otros casos. Sigo 
una larga tradición filosófica al llamar a este rasgo de direccionalidad 
o de ser sobre «Intencionalidad», pero en muchos aspectos el término 
es engañoso y la tradición un poco confusa, por tanto desde el mismo 
principio quiero aclarar cómo intento usar el término y distanciarme 
así de ciertos rasgos de la tradición.
Primero, de acuerdo con mi concepción considero que sólo algu­
nos estados y eventos mentales, no todos, tienen Intencionalidad. Las 
creencias, temores, esperanzas y deseos son Intencionales; pero hay 
formas de nerviosismo, de dicha y ansiedad no dirigida que no son In­
tencionales. Una clave de esta distinción la proporciona las constric­
ciones sobre cómo se informa de estos estados. Si te digo que tengo 
una creencia o un deseo, siempre tendrá sentido que preguntes «¿Qué 
es exactamente lo que crees?» o «¿Qué es lo que deseas?» y no valdrá 
el que yo diga «Oh, sólo tengo una creencia o un deseo sin creer o de­
sear nada». Mis creencias y deseos deben ser siempre sobre algo. Pero 
mi nerviosismo y mi ansiedad no dirigida no tienen, en ese sentido, 
por qué ser sobre nada. Tales estados están característicamente acom­
pañados por creencias y deseos, pero los estados no dirigidos no son 
lo mismo que las creencias y deseos.
A mi juicio, si un estado E es Intencional, entonces debe haber 
una respuesta a preguntas como ¿Sobre qué es El, ¿De qué es El, ¿De 
qué es E eso? Algunos tipos de estados mentales tienen instancias que 
son Intencionales y otras que no lo son. Por ejemplo, así como hay 
formas de felicidad, depresión y ansiedad donde uno simplemente está 
feliz, deprimido o ansioso sin estar dichoso, deprimido o ansioso so­
[17]
18 INTENCIONALIDAD
bre nada, del mismo modo hay formas de estos estados donde uno está 
feliz porque tal y tal cosa ha ocurrido, o deprimido y ansioso ante la 
perspectiva de que tal y tal cosa ocurra. La ansiedad, la depresión y la 
felicidad no dirigidas no son Intencionales, los casos dirigidos son In­
tencionales.
Segundo, la Intencionalidad no es lo mismo que la consciencia. 
Muchos estados conscientes no son Intencionales, por ejemplo, un re­
pentino sentimiento de felicidad, y muchos estados Intencionales no 
son conscientes, por ejemplo, tengo muchas creencias sobre las que 
no estoy pensando en este momento y sobre las que puede que no 
haya pensado nunca. Por ejemplo, creo que mi abuelo paterno pasó 
toda su vida en la parte continental de los Estados Unidos pero hasta 
este momento nunca he formulado o considerado conscientemente 
esta creencia. Tales creencias inconscientes no tienen por qué ser, por 
cierto, instancias de ningún tipo de represión, freudiana o de otra 
clase; sólo son creencias que uno tiene y sobre las que no piensa nor­
malmente. En defensa de la idea de que hay una identidad entre cons­
ciencia e Intencionalidad se dice a veces que toda consciencia es 
consciencia de, que siempre que uno es consciente, siempre hay algo de lo 
que uno es consciente. Pero esta consideración de la consciencia borra 
una distinción crucial: cuando tengo una experiencia consciente de an­
siedad hay ciertamente algo de lo que mi experiencia es experiencia, a 
saber, de la ansiedad, pero este sentido de «de» es bastante diferente 
del «de» de Intencionalidad que aparece, por ejemplo, en el enunciado 
de que tengo un miedo consciente de las serpientes; en efecto, en el 
caso de la ansiedad, la experiencia de ansiedad y la ansiedad son lo 
mismo; pero el miedo respecto de las serpientes no es lo mismo que 
las serpientes. Es característico de los estados Intencionales, como yo 
uso la noción, el que haya una distinción entre el estado y aquello a lo 
que se dirige o sobre lo que es el estado (aunque esto no excluye la 
posibilidad de formas autorreferenciales de Intencionalidad, como ve­
remos en los Capítulos 2 y 3). Considero que el «de» en la expresión 
«la experiencia de ansiedad» no puede ser el «de» de Intencionalidad 
porque la experiencia y la ansiedad son idénticas. Diré más cosas so­
bre la formas conscientes de Intencionalidadmás adelante; mi propó­
sito ahora es aclarar que, como yo uso el término, la clase de los esta­
dos conscientes y la clase de los estados mentales Intencionales se 
solapan pero no son la misma, ni una está incluida en la otra.
Tercero, tener intención de y las intenciones son sólo una forma de 
Intencionalidad entre otras, no tienen un status especial. Hay un cierto 
equívoco bastante obvio respecto de la «Intencionalidad» e «inten­
ción» que sugiere que las intenciones, en el sentido ordinario, tienen 
algún papel especial en la teoría de la Intencionalidad; pero de 
acuerdo con mi explicación, la intención de hacer algo es sólo una
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 19
forma de Intencionalidad junto con la creencia, la esperanza, el temor, 
el deseo y muchas otras; no intento sugerir, por ejemplo, que porque 
las creencias sean Intencionales, contengan de algún modo la noción 
de intención o intentar algo, o que alguien que tenga una creencia 
deba por eso tener la intención de hacer algo en relación a ella.A fin 
de mantener esta distinción completamente clara escribiré con mayús­
cula el sentido técnico de «Intencional» e «Intencionalidad». La Inten­
cionalidad es direccionalidad; tener la intención de hacer algo es sólo 
una clase de Intencionalidad entre otras.
Relacionado con el equívoco existente entre «intencional» e «In­
tencional» hay otras confusiones muy comunes. Algunos autores des­
criben las creencias, los temores, las esperanzas y los deseos como 
«actos mentales», pero esto es, en el mejor de los casos, falso y en el 
peor desesperadamente confuso. Beber cerveza y escribir libros pue­
den describirse como actos o acciones o incluso actividades, y sumar 
mentalmente o formarse imágenes mentales del Golden Gate son actos 
mentales; pero creer, esperar, temer y desear no son ni actos ni ac­
tos mentales en absoluto. Los actos son cosas que uno hace, pero no 
hay ninguna respuesta a la pregunta «¿Qué estás haciendo ahora?» 
que rece «Estoy creyendo que va a llover» o «Formándome la espe­
ranza de que los impuestos bajarán» o «Temiendo una caída en los ti­
pos de interés» o «Deseando ir al cine». Consideraremos que los esta­
dos y eventos Intencionales son precisamente eso: estados y eventos; 
no son actos mentales, aunque en el Capítulo 3 diré algo sobre los que 
se llaman propiamente actos mentales.
Es igualmente confuso pensar en, por ejemplo, las creencias y los 
deseos como si de alguna manera tuviesen la intención de algo. Las 
creencias y los deseos son estados Intencionales, pero no tienen la in­
tención de nada. De acuerdo con mi explicación «Intencionalidad» e 
«Intencional» aparecerán tanto en la forma nominal como en la adje­
tiva, y hablaré de ciertos estados y eventos mentales como algo que 
tiene Intencionalidad o que es Intencional, pero no hay sentido alguno 
que esté ligado a algún verbo que les corresponda.
He aquí un puñado de ejemplos de estados que pueden ser estados 
Intencionales: creencia, temor, esperanza, deseo, amor, odio, aversión, 
gusto, disgusto, duda, preguntarse si, alegría, felicidad, depresión, an­
siedad, orgullo, remordimiento, pesar, pena, culpa, regocijo, irritación, 
confusión, aceptación, perdón, hostilidad, afecto, expectación, enfado, 
admiración, desprecio, respeto, indignación, intención, anhelar, que­
rer, imaginar, fantasía, vergüenza, codicia, asco, animosidad, terror, 
placer, aborrecimiento, aspiración, diversión y frustración.
Es característico de los miembros de este grupo que o están esen­
cialmente dirigidos como en el caso del amor, odio, creencia y deseo, 
o al menos puedan estar dirigidos como en el caso de la depresión y la
20 INTENCIONALIDAD
felicidad. Este conjunto plantea un gran número de cuestiones. Por 
ejemplo, cómo podemos clasificar sus miembros y cuáles son las rela­
ciones entre ellos. Pero la cuestión sobre la que quiero concentrarme 
ahora es ésta: ¿cuál es exactamente la relación entre los estados Inten­
cionales y los objetos y estados de cosas sobre los que de algún modo 
son o hacia los que están dirigidos? ¿A qué clase de relación se llama, 
en definitiva, Intencionalidad? ¿Y cómo podemos explicar la Intencio­
nalidad sin usar metáforas como «dirigida»?
Obsérvese que la Intencionalidad no puede ser una relación ordi­
naria como sentarse encima de algo o golpearlo con el puño, porque 
para un gran número de estados Intencionales yo puedo estar en el es­
tado Intencional sin que existan ni siquiera el objeto o estados de co­
sas hacia «el que está dirigido» el estado Intencional. Puedo desear 
que esté lloviendo incluso si no está lloviendo y puedo creer que el 
rey de Francia es calvo incluso si no existe el rey de Francia.
II. LA INTENCIONALIDAD COMO REPRESENTACIÓN:
EL MODELO DEL ACTO DE HABLA
En esta sección quiero explorar algunas de las conexiones entre 
los estados Intencionales y los actos de habla a fin de responder a la 
pregunta «¿Cuál es la relación entre el estado Intencional y el objeto o 
estado de cosas hacia el que, en algún sentido, está dirigido?». Antici­
pando un poco, la respuesta que voy a proponer a esa pregunta es 
bastante simple: los estados Intencionales representan objetos y esta­
dos de cosas en el mismo sentido de «representar» en el que los actos 
de habla representan objetos y estados de cosas (aun cuando, como 
veremos en el Capítulo 6, los actos de habla tienen una forma deri­
vada de Intencionalidad y así representan de una manera distinta de la 
de los estados Intencionales, los cuales tienen una forma intrínseca de 
Intencionalidad). Tenemos ya intuiciones bastante claras sobre cómo 
los enunciados representan sus condiciones de verdad, sobre cómo las 
promesas representan sus condiciones de cumplimiento, sobre cómo 
las órdenes representan las condiciones de su obediencia, y sobre 
cómo en la emisión de una expresión referencial el hablante se refiere 
a un objeto; ciertamente, tenemos una teoría bastante buena sobre es­
tos diversos tipos de actos de habla; y yo voy a explotar este conoci­
miento previo para intentar explicar cómo y en qué sentido los esta­
dos Intencionales son también representaciones.
Hay un posible malentendido que necesito bloquear al principio 
de la investigación. Al explicar la Intencionalidad en términos de len­
guaje no quiero decir que la Intencionalidad sea esencial y necesaria­
mente lingüística. Por el contrario, me parece obvio que los niños y
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 21
muchos animales que no tienen en un sentido ordinario un lenguaje o 
no realizan actos de habla tienen, sin embargo, estados Intencionales. 
Sólo alguien aferrado a una teoría filosófica negaría que se pueda de­
cir literalmente de los bebés que quieren leche y de los perros que 
quieren que los saquen o que creen que su amo está en la puerta. Hay, 
dicho sea de paso, dos razones por las que encontramos que es irresis­
tible atribuir Intencionalidad a los animales aun cuando no tengan un 
lenguaje. Primero, podemos ver que la base causal de la Intencionali­
dad del animal es muy parecida a la nuestra, por ejemplo, éstos son 
los ojos del perro, ésta es su piel, ésas sus orejas, etc. Segundo, no po­
demos entender su conducta de otro modo. En mi esfuerzo para expli­
car la Intencionalidad en términos de lenguaje estoy usando nuestro 
conocimiento previo del lenguaje como un recurso heurístico con pro­
pósitos explicativos. Una vez que haya intentado aclarar la naturaleza 
de la Intencionalidad argumentaré (Capítulo 6) que la relación de de­
pendencia lógica es precisamente la inversa. El lenguaje se deriva de 
la Intencionalidad y no al contrario. La dirección de la pedagogía es 
explicar la Intencionalidad en términos de lenguaje; la dirección del 
análisis lógico es explicar el lenguaje en términos de Intencionalidad.
Existen, al menos, los siguientes cuatro puntos de similitud y co­
nexión entre los estados Intencionales y los actos de habla.
1. La distinción entre contenido proposicional y fuerza ilocucio - 
naria, unadistinción ya conocida en la teoría de los actos de habla, 
afecta a los estados Intencionales. Así como puedo ordenarte que 
abandones la habitación, predecir que abandonarás la habitación y su­
gerir que abandones la habitación, del mismo modo puedo creer que 
abandonarás la habitación, temer que abandones la habitación, querer 
que abandones la habitación y esperar que abandonarás la habitación. 
En la primera clase de casos, los casos de actos de habla, hay una dis­
tinción obvia entre el contenido proposicional que tú abandonarás la 
habitación y la fuerza ilocucionaria con la que el contenido proposi­
cional se presenta en el acto de habla. Pero igualmente, en la segunda 
clase de casos, los estados Intencionales, hay una distinción entre el 
contenido representativo que abandonarás la habitación, y el modo 
psicológico, ya sea creencia, temor, esperanza o cualquier otro, en el 
que se tiene ese contenido representativo. Es habitual en la teoría de 
los actos de habla presentar esta distinción de la forma «F (p)», donde 
la «F» marca la fuerza ilocucionaria y «p» el contenido proposicional. 
En la teoría de los estados Intencionales necesitaremos, de igual 
modo, distinguir entre el contenido representativo y la manera o modo 
psicológico en que se tiene ese contenido representativo. Simbolizare­
mos esto como «E (r)», donde la «E» marca el modo psicológico y 
«r» el contenido representativo.
22 INTENCIONALIDAD
Quizás sería mejor limitar el término «contenido preposicional» a 
aquellos estados que se realizan lingüísticamente, y usar los términos 
«contenido representativo» o «contenido Intencional» como térmi­
nos más generales para incluir tanto los estados Intencionales realizados 
lingüísticamente como aquellos que no se realizan en el lenguaje. Pero 
como también necesitamos distinguir entre aquellos estados como la 
creencia cuyo contenido debe ser siempre expresable como una propo­
sición completa y aquellos como el amor y el odio cuyo contenido no 
tiene porqué ser una proposición completa, continuaré usando también 
la noción de contenido preposicional para los estados Intencionales a 
fin de señalar aquellos estados que toman proposiciones completas 
como contenidos, tanto si el estado se realiza lingüísticamente como si 
no. Usaré las notaciones de la teoría de los actos de habla representando 
entre paréntesis el contenido de un estado Intencional, y la forma o 
modo en la que el agente tiene ese contenido, fuera del mismo. Así, por 
ejemplo, si un hombre ama a Sally y cree que está lloviendo, sus dos es­
tados Intencionales son representables como
Amar (Sally),
Creer (está lloviendo).
La mayoría de los análisis de este libro serán sobre estados que 
tienen un contenido preposicional completo, las llamadas actitudes 
preposicionales. Pero es importante hacer hincapié en que no todos 
los estados Intencionales tienen una proposición completa como con­
tenido Intencional, aunque por definición todos los estados Intencio­
nales tienen, al menos, algún contenido representativo, sea o no una 
proposición completa; de hecho, esta condición es más fuerte para los 
estados Intencionales que para los actos de habla, dado que algunos 
(muy pocos) actos de habla expresivos no tienen contenido alguno, 
por ejemplo, «¡Ay!», «Hola», «Adiós».
2. La distinción entre diferentes direcciones de ajuste, también 
familiar a partir de la teoría de los actos de habla ', afectará también a 
los estados Intencionales. Los miembros de la clase aseverativa de los 
actos de habla —enunciados, descripciones, aseveraciones, etc.— se 
supone que deben, de algún modo, encajar con un mundo que existe
' Para una discusión más extensa de la noción de «dirección de ajuste», ver J. R. 
Searle, «A taxonomy of illocucionary acts», en Expression and Meaning, Cambridge 
University Press, Cambridge, 1979, pp. 1-27. [Hay traducción española de Luis MI. 
Valdés Villanueva, «Una taxonomía de los actos ilocucionarios», en Luis MI. Valdés 
(ed.), La búsqueda del significado, Tecnos/Universidad de Murcia, Madrid, 1991, pp. 
449-476. (N. del T.)]
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 23
independientemente; y en la medida en que lo hacen o no decimos que 
son verdaderos o falsos. Pero los miembros de la clase directiva de los 
actos de habla —órdenes, mandatos, ruegos, etc.— y los miembros de 
la clase conmisiva —promesas, juramentos, compromisos, etc.— no 
se supone que deban encajar con una realidad que existe independien­
temente, sino que más bien se supone que deben producir cambios en 
el mundo de manera que el mundo encaje con el contenido proposi- 
cional del acto de habla; y, en la medida en que lo hacen o no, no deci­
mos que son verdaderos o falsos sino cosas tales como que son obede­
cidos o desobedecidos, satisfechos, cumplidos, mantenidos o rotos. 
Señalo esta distinción diciendo que la clase aseverativa tiene la direc­
ción de ajuste palabra-a-mundo y las clases conmisiva y directiva tie­
nen la dirección de ajuste mundo-a-palabra. Si el enunciado no es ver­
dadero, es el enunciado el que falla, no el mundo; si la orden es 
desobedecida o la promesa rota no es la orden o la promesa lo que fa­
lla, sino el mundo en la persona del que desobedece la orden o rompe 
la promesa. Intuitivamente podríamos decir que la idea de dirección 
de ajuste es la de responsabilidad de ajustar. Si el enunciado es falso, 
la culpa es del enunciado (dirección de ajuste palabra-a-mundo). Si la 
promesa se rompe, la culpa es del que promete (dirección de ajuste 
mundo-a-palabra). Hay también casos nulos en los que no hay direc­
ción de ajuste. Si yo me disculpo por insultarte o te felicito por ganar 
el premio, entonces aunque yo realmente presupongo la verdad de la 
proposición expresada —que te insulté, que ganaste el premio—, el 
objeto del acto de habla no es aseverar estas proposiciones, ni ordenar 
que los actos que nombran se lleven a cabo; más bien, el objeto es ex­
presar mi pena o mi alegría sobre el estado de cosas especificado en el 
contenido proposicional cuya verdad presupongo2. Muchas distincio­
nes como éstas afectan a los estados Intencionales. Si mis creencias se 
vuelven incorrectas, son mis creencias y no el mundo lo que falla, 
como lo muestra el hecho de que yo puedo corregir la situación sim­
plemente cambiando mis creencias. Es responsabilidad de la creencia, 
por así decirlo, encajar con el mundo, y donde el encaje falla rectifico 
la situación cambiando la creencia. Pero si no logro llevar a cabo mis 
intenciones o si mis deseos son insatisfechos yo no puedo en este caso
2 Dado que el ajuste es una relación simétrica, puede parecer un problema el que 
haya diferentes direcciones de ajuste si a se ajusta a b, b se ajusta a a. Quizás pueda 
aliviar este problema el considerar un caso no lingüístico y que no plantea controver­
sias: Si Cenicienta entra en una zapatería a comprar un par de zapatos nuevos, ella 
considera la talla de su pie como dada y busca zapatos que se ajusten a ella (dirección 
de ajuste zapato-a-pie) pero cuando el príncipe busca a la propietaria del zapato él 
toma el zapato como dado y busca un pie que se ajuste al zapato (dirección de ajuste 
pie-a-zapato).
24 INTENCIONALIDAD
corregir la situación simplemente cambiando la intención o el deseo. 
En estos casos es, por así decirlo, fallo del mundo si éste falla en enca­
jar con la intención o el deseo y yo no puedo arreglar las cosas di­
ciendo que fue una intención o un deseo equivocado del modo en que 
puedo arreglar las cosas diciendo que fue una creencia equivocada. 
Las creencias, como los enunciados, pueden ser verdaderas o falsas, y 
podríamos decir que tienen una dirección de ajuste «mente-a-mundo». 
Los deseos y las intenciones, por otro lado, no pueden ser verdaderos 
o falsos, sino que pueden ser cumplidos, satisfechos o llevados a cabo, 
y podríamos decir que tienen la dirección de ajuste «mundo-a-mente». 
Además hay también estados Intencionales que tienen la dirección de 
ajuste nula. Si yo siento haberteinsultado o me alegro de que ganaras 
el premio, entonces, aunque mi pesar contiene una creencia de que te 
insulté y un deseo de no haberte insultado y mi alegría tiene una cre­
encia de que tú ganaste el premio y un deseo de que ganaras el pre­
mio, mi pesar y mi alegría no pueden ser verdaderos o falsos del 
modo en que pueden serlo mis creencias, ni ser satisfechos del modo 
en que pueden serlo mis deseos. Mi pesar y mi alegría pueden ser 
apropiados o inapropiados dependiendo de si está o no realmente sa­
tisfecha la dirección de ajuste mente-a-mundo de la creencia, pero mi 
pesar y mi alegría no tienen en ese caso ninguna dirección de ajuste. 
Diré más cosas sobre estos estados Intencionales complejos más ade­
lante. 3
3. Una tercera conexión entre los estados Intencionales y los ac­
tos de habla es que en la realización de cada acto ilocucionario con un 
contenido proposicional expresamos un cierto estado Intencional con 
ese contenido proposicional, y ese estado Intencional es la condición 
de sinceridad de ese tipo de acto de habla. Así, por ejemplo, si yo 
hago el enunciado de que p, expreso una creencia de que p. Si pro­
meto hacer A, expreso la intención de hacer A. Si te doy una orden de 
hacer A, expreso el anhelo o deseo de que hagas A. Si me disculpo por 
hacer algo, expreso pesar por hacer tal cosa. Si te felicito por algo, ex­
preso alegría o satisfacción sobre ese algo. Todas estas conexiones en­
tre los actos ilocucionarios y las condiciones de sinceridad Intencional 
expresadas de los actos de habla son intemas; esto es, el estado Inten­
cional expresado no es sólo un acompañamiento de la realización del 
acto de habla. La realización del acto de habla es necesariamente una 
expresión del correspondiente estado Intencional, como se muestra 
por medio de una generalización de la paradoja de Moore. No se 
puede decir «Está nevando pero no creo que está nevando», «Te or­
deno que dejes de fumar pero no quiero que dejes de fumar», «Me 
disculpo por insultarte, pero no siento haberte insultado», «Felicida­
des por ganar el premio, pero no me alegro de que lo ganaras», etc.
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 25
Todo esto suena extraño por la misma razón. La realización del acto 
de habla es eo ipso una expresión del correspondiente estado Intencio­
nal; y, por consiguiente, es lógicamente extraño aunque no autocontra- 
dictorio realizar el acto de habla y negar la presencia del correspon­
diente estado Intencional3.
Ahora bien, decir que el estado Intencional que establece la condi­
ción de sinceridad se expresa en la realización del acto de habla no es 
decir que se tenga que tener siempre el estado Intencional que se ex­
presa. Siempre es posible mentir o en cualquier caso realizar un acto 
de habla insincero. Pero una mentira u otro acto de habla insincero 
consiste en realizar un acto de habla y con ello expresar un estado In­
tencional donde no se tiene el estado Intencional que se expresa. Ob­
sérvese que el paralelismo entre los actos ilocucionarios y sus condi­
ciones de sinceridad Intencional expresadas es notablemente cercano: 
en general, la dirección de ajuste del acto ilocucionario y la de la con­
dición de sinceridad es la misma, y en aquellos casos donde el acto 
ilocucionario no tiene dirección de ajuste la verdad del contenido pre­
posicional se presupone y el correspondiente estado Intencional con­
tiene una creencia. Por ejemplo, si me disculpo por pisar a tu gato, ex­
preso un cierto remordimiento por haberlo pisado. Ni la disculpa ni el 
remordimiento tienen una dirección de ajuste, pero la disculpa presu­
pone la verdad de la proposición de que pisé a tu gato, y el remordi­
miento contiene una creencia de que pisé a tu gato.
4. La noción de condiciones de satisfacción se aplica general­
mente tanto a los actos de habla como a los estados Intencionales en 
los casos donde hay una dirección de ajuste. Decimos, por ejemplo, 
que un enunciado es verdadero o falso, que una orden es obedecida o 
desobedecida, que una promesa se mantiene o se rompe. En cada uno 
de estos casos, hablamos del éxito o fracaso del acto ilocucionario 
para encajar con la realidad en la dirección de ajuste particular dada 
por el objeto ilocucionario. Para tener una expresión, podríamos lla­
mar a todas estas condiciones «condiciones de satisfacción» o «condi­
ciones de éxito». Así, diremos que un enunciado es satisfecho si y 
sólo si es verdadero, una orden es satisfecha si y sólo si es obedecida, 
una promesa es satisfecha si y sólo si se mantiene, etc. Ahora bien, 
esta noción de satisfacción se aplica claramente también a los estados 3
3 Las excepciones que se pueden aducir a este principio son casos donde alguien 
se disocia de su mismo acto de habla, como en, por ejemplo, «Es mi deber informarte 
que p, pero realmente no creo que p» o «Te ordeno atacar estas fortificaciones, pero re­
almente no quiero que lo hagas». En tales casos es como si se estuviese formulando un 
acto de habla en nombre de algún otro. El hablante emite la oración pero se disocia de 
los compromisos que conlleva la emisión.
26 INTENCIONALIDAD
Intencionales. Mi creencia se satisfará si y sólo si las cosas son como 
yo creo que son, mis deseos se satisfarán si y sólo si se cumplen, mis 
intenciones se satisfarán si y sólo si se llevan a cabo. Esto es, la no­
ción de satisfacción parece ser intuitivamente natural tanto respecto de 
los actos de habla como respecto de los estados Intencionales y se 
aplica de manera completamente general, dondequiera que haya una 
dirección de ajuste4.
Lo que es de crucial importancia ver aquí es que para cada acto 
que tiene una dirección de ajuste el acto de habla se satisfará si y sólo 
si el estado psicológico expresado se satisface, y las condiciones de 
satisfacción del acto de habla y el estado psicológico expresado son 
idénticas. De este modo, por ejemplo, mi enunciado será verdadero 
si y sólo si la creencia expresada es correcta, mi orden se satisfará si 
y sólo si el anhelo o deseo expresado se satisface, y mi promesa se 
cumplirá si y sólo si mi intención expresada se lleva a cabo. Además, 
obsérvese que así como las condiciones de satisfacción son intemas al 
acto de habla, las condiciones de satisfacción del estado Intencional 
también son intemas al estado intencional. Parte de lo que hace que 
mi enunciado de que la nieve es blanca sea el enunciado que es, es 
que tiene esas condiciones de verdad y no otras. De manera similar, 
parte de lo que hace que mi deseo de que estuviera lloviendo sea el 
deseo que es, es que ciertas cosas lo satisfarán y otras ciertas cosas no.
Estas cuatro conexiones entre los estados Intencionales y los actos 
de habla sugieren de modo natural una cierta visión de la Intencionali­
dad: cada estado Intencional consta de un contenido representativo, en 
un cierto modo psicológico. Los estados Intencionales representan ob­
jetos y estados de cosas en el mismo sentido en que los actos de habla 
representan objetos y estados de cosas (aunque, insisto, lo hacen en 
sentidos distintos y de una manera diferente). Así, como mi enunciado 
de que está lloviendo es una representación de un cierto estado de co­
sas, mi creencia de que está lloviendo es también una representación 
del mismo estado de cosas. Así como mi orden a Sam para que aban­
done la habitación es sobre Sam y representa una cierta acción de su 
parte, así también mi deseo de que Sam abandone la habitación es so­
bre Sam y representa una cierta acción por su parte. La noción de re­
presentación es convenientemente vaga. Aplicada al lenguaje pode­
mos usarla generalmente para cubrir no sólo la referencia sino la 
predicación y, generalmente, las condiciones de verdad y las condicio­
nes de satisfacción. Explotando esta vaguedad podemos decir que los 
estados Intencionales con un contenido proposicional y una dirección
4 Hay algunos problemas interesantes como dudar que p o preguntarse si p. ¿Dire­
mos que mi duda que p es satisfecha si p l ¿O si no p l ¿O qué?LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 27
de ajuste, representan sus diversas condiciones de satisfacción en el 
mismo sentido en que los actos de habla con un contenido preposicio­
nal y una dirección de ajuste representan las suyas.
Si nos vamos a permitir usar nociones como «representación» y 
«condiciones de satisfacción», éstas van a requerir alguna aclaración 
adicional. No hay probablemente un término del que más se abuse en 
la historia de la filosofía que el de «representación», y mi uso de este 
término difiere tanto de su uso en la filosofía tradicional como de su 
uso en la psicología cognitiva contemporánea y en la inteligencia arti­
ficial. Cuando digo, por ejemplo, que una creencia es una representa­
ción, definitivamente no estoy diciendo que una creencia sea un gé­
nero de figura, ni estoy respaldando la explicación del significado del 
Tractatus, ni estoy diciendo que una creencia re-presenta algo que ha 
sido presentado antes, ni estoy diciendo que una creencia tenga un 
significado, ni estoy diciendo que es un género de cosa cuyas condi­
ciones de satisfacción se extraen al examinarla. El sentido de «repre­
sentación» en cuestión pretende ser enteramente agotado por la analo­
gía con los actos de habla: el sentido de «representar» en el que una 
creencia representa sus condiciones de satisfacción es el mismo sen­
tido en el que un enunciado representa sus condiciones de satisfac­
ción. Decir que una creencia es una representación es simplemente de­
cir que tiene un contenido proposicional y un modo psicológico, que 
su contenido proposicional determina un conjunto de condiciones de 
satisfacción bajo ciertos aspectos, que su modo psicológico determina 
una dirección de ajuste de su contenido proposicional, en el sentido en 
que todas estas nociones —contenido proposicional, dirección de 
ajuste, etc.— son explicadas por la teoría de los actos de habla. De he­
cho, por lo que se refiere a todo lo dicho hasta ahora, podríamos en 
principio prescindir completamente de los términos «representación» 
y «representar», en favor de estas otras nociones, dado que no hay 
nada ontológico en mi uso de «representación». Es sólo una abrevia­
tura para esta constelación de nociones lógicas tomada en préstamo de 
la teoría de los actos de habla. (Más adelante examinaré algunas dife­
rencias entre los estados Intencionales y los actos de habla.)
Además de esto, mi uso de la noción de representación difiere de su 
uso en la inteligencia artificial contemporánea y en la psicología cogni­
tiva. Para mí una representación es definida por su contenido y su 
modo, no por su estructura formal. De hecho, nunca he visto ningún 
sentido claro al punto de vista de que cada representación mental debe 
tener una estructura formal en el sentido, por ejemplo, en el que las ora­
ciones tienen una estructura formal sintáctica. Dejando de lado algunas 
complicaciones (concernientes a la Red y al Trasfondo) que surgirán 
más tarde, en esta fase preliminar de la investigación las relaciones for­
males entre esas diversas nociones pueden ser establecidas como sigue:
28 INTENCIONALIDAD
Cada estado intencional consta de un contenido Intencional en un modo 
psicológico. Cuando ese contenido es una proposición completa y hay 
una dirección de ajuste, el contenido Intencional determina las condi­
ciones de satisfacción. Las condiciones de satisfacción son aquellas 
condiciones que, en tanto que determinadas por el contenido Intencio­
nal, deben darse si el estado se satisface. Por esa razón la especificación 
del contenido es ya una especificación de las condiciones de satisfac­
ción. De este modo, si tengo una creencia de que está lloviendo, el con­
tenido de mi creencia es que está lloviendo. Y las condiciones de satis­
facción son que esté lloviendo —y no, por ejemplo, que el suelo esté 
mojado o que el agua esté cayendo del cielo—. Dado que toda represen­
tación —sea hecha por la mente, por el lenguaje, por imágenes o cual­
quier otra cosa— está siempre bajo ciertos aspectos y no otros, las con­
diciones de satisfacción están representadas bajo ciertos aspectos.
La expresión «condiciones de satisfacción» tiene la usual ambi­
güedad proceso-producto como ocurre entre el requisito y la cosa re­
querida. Así, por ejemplo, si creo que está lloviendo entonces las con­
diciones de satisfacción de mi creencia son que sea el caso de que está 
lloviendo (requisito). Eso es lo que mi creencia requiere para que sea 
una creencia verdadera. Y si mi creencia es realmente una creencia 
verdadera, entonces habrá una cierta condición en el mundo, a saber, la 
condición de que está lloviendo (cosa requerida), que es la condición 
de satisfacción de mi creencia, esto es: la condición del mundo que 
realmente satisface mi creencia. Creo que esta ambigüedad es bastante 
inofensiva; de hecho es útil en el supuesto de que sea consciente de 
ella desde el comienzo. Sin embargo, en algunos de los comentarios a 
mis anteriores trabajos sobre la Intencionalidad ha conducido a malen­
tendidos5; así que en contextos donde los dos sentidos podrían condu­
cir a malentendidos, señalaré los dos sentidos explícitamente.
Dejando a un lado las diversas matizaciones podríamos resumir 
esta breve explicación preliminar de la Intencionalidad diciendo que 
la clave para entender la representación son las condiciones de satis­
facción. Todo estado Intencional con una dirección de ajuste es una 
representación de sus condiciones de satisfacción.
III. ALGUNAS APLICACIONES
Y EXTENSIONES DE LA TEORÍA
Tan pronto como se enuncian estas ideas se agolpan un gran nú­
mero de cuestiones: ¿Qué diremos sobre aquellos estados Intenciona­
5 En, por ejemplo, J. M. Mohanty, «Intentionality and noema», Journal of Philo- 
sophy, vol. 78, n.° 11 (noviembre 1981), p. 714.
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 29
les que no tienen una dirección de ajuste? ¿Son también representacio­
nes? Y, si es así, ¿cuáles son sus condiciones de satisfacción? ¿Y qué 
diremos de la fantasía y la imaginación? ¿Qué representan? ¿Y qué di­
remos del status ontológico de todo este material?; si estos estados In­
tencionales son misteriosas entidades mentales, ¿no hemos entonces 
llenado el mundo de «estados de cosas» a fin de satisfacer estas enti­
dades mentales? ¿Y qué diremos de la Intensionalidad-con-s? ¿Cómo 
encaja aquí? ¿Y sobre la noción tradicional de un «objeto Intencional» 
con su, se alega, «inexistencia intencional» (Brentano)? Además, hay 
algunas otras objeciones escépticas. Ciertamente, se podría objetar 
que cada representación requiere algún acto Intencional por parte de 
un agente que hace la representación. Representar requiere un repre­
sentador y un acto Intencional de representación y por lo tanto la re­
presentación requiere Intencionalidad y no puede ser usada para expli­
carla. Y mucho más preocupante, ¿no han mostrado los diversos 
argumentos sobre la teoría causal de la referencia que estas entidades 
mentales «en la cabeza» son insuficientes para mostrar cómo el len­
guaje y la mente se refieren a las cosas del mundo?
Bien, no se pueden responder todas estas cuestiones de una vez, y 
en esta sección me limitaré a responder unas cuentas de tal modo que 
extienda y aplique el enunciado preliminar de la teoría. Mi propósito 
es doble. Quiero mostrar cómo esta aproximación a la Intencionalidad 
responde a ciertas dificultades filosóficas tradicionales y al hacerlo 
quiero extender y desarrollar la teoría.
1. Una ventaja de esta aproximación, y no, por cierto, pequeña, 
es que nos capacita para distinguir entre las propiedades lógicas de los 
estados Intencionales y sus status ontológicos: de hecho, de acuerdo 
con esta explicación, la cuestión respecto de la naturaleza lógica de la 
Intencionalidad no es, en absoluto, un problema ontológico. ¿Qué es 
realmente, por ejemplo, una creencia? Las respuestas tradicionales a 
esto suponen que la cuestión pregunta sobre la categoría ontológica 
dentro de la cual encaja la creencia, pero lo importantepor lo que se 
refiere a la Intencionalidad de la creencia no es su categoría ontoló­
gica, sino sus propiedades lógicas. Algunas de las respuestas tradicio­
nales preferidas son que una creencia es una modificación de un ego 
cartesiano, ideas humeanas que flotan en la mente, disposiciones cau­
sales a comportarse de cierta manera o un estado funcional de un sis­
tema. Se me ocurre pensar que todas estas respuestas son falsas, pero 
para los propósitos presentes lo importante es observar que son res­
puestas a diferentes preguntas. Si la cuestión «¿qué es una creencia 
realmente?» se entiende como: ¿Qué es una creencia qua creencia?, 
entonces la respuesta tiene que darse, al menos en parte, en términos 
de las propiedades lógicas de la creencia: Una creencia es un conte-
30 INTENCIONALIDAD
nido proposicional en un cierto modo psicológico, su modo determina 
una dirección de ajuste mente-a-mundo, y su contenido proposicional 
determina un conjunto de condiciones de satisfacción. Los estados In­
tencionales tienen que ser caracterizados en términos Intencionales si 
no queremos perder de vista su Intencionalidad intrínseca. Pero si la 
cuestión es «¿cuál es el modo de existencia de la creencia y otros es­
tados Intencionales?» entonces, dado todo lo que sabemos normal­
mente sobre cómo funciona el mundo, la respuesta es: Los estados In­
tencionales son tanto causados por, como realizados en, la estructura 
del cerebro. Y lo más importante al contestar a esta segunda cuestión 
es ver tanto el hecho de que los estados Intencionales están en relacio­
nes causales con los neurofisiológicos (así como, por su puesto, en re­
laciones causales con otros estados Intencionales) como el hecho de 
que los estados Intencionales están realizados en la neurofisiología del 
cerebro. Los dualistas, que perciben correctamente el papel causal de 
lo mental, piensan que por esa misma razón deben postular una cate­
goría ontológica aparte. Muchos fisicalistas, que perciben correcta­
mente que todo lo que tenemos en la parte superior de nuestra cala­
vera es un cerebro, piensan que por esa razón deben negar la eficacia 
causal de los aspectos mentales del cerebro o incluso la existencia de 
tales aspectos irreductibles. Creo que ambas ideas son erróneas. Am­
bas intentan resolver el problema mente cuerpo, cuando la aproxima­
ción correcta es ver que no hay tal problema. El «problema mente- 
cuerpo» no es más real que el «problema estómago-digestión». (Más 
sobre esto en el Capítulo 10.)
En este nivel la cuestión de cómo los estados Intencionales se rea­
lizan en la ontología del mundo no es, para nosotros, una cuestión más 
relevante que la de responder a cuestiones análogas sobre cómo se 
realiza un cierto acto lingüístico. Un acto lingüístico puede realizarse 
al hablar o al escribir, en francés o en alemán, en un teletipo o en un 
altavoz, en la pantalla de un cine o en un periódico. Pero tales formas 
de realización no afectan a sus propiedades lógicas. Pensaríamos, jus­
tificadamente, de alguien que estuviera obsesionado con la cuestión 
de si los actos de habla son idénticos a los fenómenos físicos tales 
como ondas sonoras que había perdido la clave de la cuestión. Las 
formas de realización de un estado Intencional son tan irrelevantes 
para sus propiedades lógicas como las formas en que se realiza un 
acto de habla lo son para sus propiedades lógicas. Las propiedades ló­
gicas de los estados Intencionales surgen del hecho de que son repre­
sentaciones, y la cuestión es que pueden, como las entidades lingüísti­
cas, tener propiedades lógicas de un modo en el que las piedras y 
árboles no pueden tenerlas (aunque los enunciados sobre las piedras 
y árboles pueden tener propiedades lógicas) porque los estados Intencio­
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 31
nales, como las entidades lingüísticas y a diferencia de los árboles y 
piedras, son representaciones.
El famoso problema de Wittgenstein sobre la intención —cuando 
levanto mi brazo, ¿qué es lo que queda si substraigo el hecho de que 
mi brazo se levanta? 6— se resiste a ser resuelto sólo si insistimos en 
una respuesta ontológica. Dada la aproximación no ontológica a la In­
tencionalidad que se sugiere aquí, la respuesta es bastante simple. Lo 
que queda es un contenido Intencional —que mi brazo se levanta 
como resultado de esta intención en la acción (ver Capítulo 3)— en un 
cierto modo psicológico —el modo Intencional—. En la medida en 
que nos encontramos insatisfechos con esta respuesta creo que nuestra 
insatisfacción revela que tenemos un modelo erróneo de la Intenciona­
lidad; estamos todavía buscando una cosa que corresponda a la pala­
bra «intención». Pero la única cosa que podría corresponderle es una 
intención, y para saber lo que es una intención o lo qué es cualquier 
otro estado Intencional con una dirección de ajuste, no necesitamos 
saber cuál es su categoría ontológica última, sino más bien necesita­
mos saber: Primero, cuáles son sus condiciones de satisfacción; se­
gundo, bajo qué aspecto(s) están esas condiciones representadas por el 
contenido Intencional; y tercero, cuál es el modo psicológico —creen­
cia, deseo, intención, etc.— del estado en cuestión. Saber lo segundo 
es ya saber lo primero, dado que las condiciones de satisfacción están 
siempre representadas bajo ciertos aspectos; y el conocimiento de lo 
tercero es suficiente para damos el conocimiento de la dirección de 
ajuste entre el contenido representativo y las condiciones de satis­
facción.
2. Una segunda ventaja de este enfoque es que nos da una res­
puesta muy simple a los problemas ontológicos tradicionales sobre el 
status de los objetos Intencionales: un objeto Intencional es sólo un 
objeto como cualquier otro; no tiene en absoluto un status ontológico 
especial. Llamar a algo un objeto Intencional es sólo decir que es 
aquello sobre lo que es algún estado Intencional. Así, por ejemplo, si 
Bill admira al presidente Cárter, entonces el objeto Intencional de su 
admiración es el presidente Cárter, el hombre real y no alguna entidad 
fantasmal intermedia entre Bill y el hombre. Tanto en el caso de los 
actos de habla como en el caso de los estados Intencionales, si no hay 
ningún objeto que satisfaga el contenido proposicional o representa­
tivo, entonces, el acto de habla y el estado Intencional no pueden sa­
6 Philosophical Investigations, Basil Blackwell, Oxford, 1953, parte I, para. 621 
[Hay traducción española de Carlos Ulises Moulines y Alfonso García Suárez, Investi­
gaciones filosóficas, Grijalbo, Barcelona, 1988. (TV. del T.)\
32 INTENCIONALIDAD
tisfacerse. En tales casos, así como no hay «objeto al que se hace refe­
rencia» del acto de habla, tampoco hay «objeto Intencional» del 
estado Intencional: si nada satisface la porción referencial del conte­
nido representativo, entonces, el estado Intencional no tiene un objeto 
Intencional. De este modo, por ejemplo, el enunciado de que el 
rey de Francia es calvo no puede ser verdadero porque no hay nin­
gún rey de Francia, y de manera similar la creencia de que el rey 
de Francia es calvo no puede ser verdadera porque no hay ningún 
rey de Francia. La orden al rey de Francia de que sea calvo y el deseo 
de que el rey de Francia sea calvo fallan necesariamente en los dos ca­
sos, por lo que respecta a la satisfacción, y ambos por la misma razón: 
no hay ningún rey de Francia. En tales casos no hay ningún «objeto 
Intencional» del estado Intencional y ningún «objeto al que se hace re­
ferencia» del enunciado. El hecho de que nuestros enunciados puedan 
no ser verdaderos a causa de la falta de la referencia ya no nos inclina 
a suponer que debamos establecer una entidad meinongiana para que 
tales enunciados sean sobre ella. Nos damos cuenta de que tienen un 
contenido proposicional no satisfecho por nada y en ese sentido no 
son «sobre» nada. Pero exactamente en el mismo sentido estoy sugi­
riendo que el hecho de que nuestros estados Intencionales puedan no 
ser satisfechos porque no hayaningún objeto al que se hace referen­
cia por medio de su contenido no debería confundimos hasta el punto 
de sentimos inclinados a establecer una entidad meinongiana interme­
dia o un objeto Intencional para que sean sobre ellos. Un estado Inten­
cional tiene un contenido representativo, pero no es sobre ni está diri­
gido a su contenido representativo. Parte de la dificultad se deriva de 
«sobre», el cual tiene una lectura tanto extensional como Intensional- 
con-s. En un sentido (el Intensional-con-s) el enunciado o creencia de 
que el rey de Francia es calvo es sobre el rey de Francia pero no se si­
gue, en ese sentido, que haya algún objeto sobre el cual sean. En otro 
sentido (el extensional) no hay ningún objeto sobre el cual sean por­
que no hay ningún rey de Francia. En mi investigación es crucial dis­
tinguir entre el contenido de una creencia (esto es: una proposición) y 
los objetos de una creencia (esto es: los objetos ordinarios).
Desde luego, algunos de nuestros estados Intencionales son ejerci­
cios de nuestra fantasía e imaginación, pero análogamente algunos de 
nuestros actos de habla son ficticios. Y así como la posibilidad de un 
discurso de ficción, producto él mismo de la fantasía y de la imagina­
ción, no nos fuerza a establecer una clase de objetos «a los que se 
hace referencia» o «se describen» diferente de los objetos ordinarios, 
sino que se supone que nos basta con los objetos de todo discurso, del 
mismo modo estoy sugiriendo que la posibilidad de formas imaginati­
vas y fantásticas de Intencionalidad no nos fuerza a creer en la exis­
tencia de una clase de «objetos Intencionales», diferentes de los obje­
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 33
tos ordinarios, sino que se supone que no basta con los objetos de to­
dos nuestros estados Intencionales. No estoy diciendo que no existan 
problemas acerca de la fantasía y de la imaginación; lo que estoy ar­
gumentando es, más bien, que los problemas forman un todo con los 
problemas del análisis del discurso de ficción.
En el discurso de ficción tenemos una serie de actos de habla fin­
gidos (por así decirlo, simulados), normalmente aseveraciones fingi­
das, y el hecho de que el acto de habla sea sólo fingido rompe los 
compromisos palabra-a-mundo de la aseveración normal. El hablante 
no está comprometido con la verdad de sus aseveraciones de ficción, 
en el sentido en que lo está con la verdad de sus aseveraciones norma­
les. Del mismo modo en la imaginación el agente tiene una serie de 
representaciones, pero la dirección de ajuste mente-a-mundo se rompe 
por el hecho de que los contenidos representativos no son contenidos 
de creencia, sino que simplemente se contemplan. Las fantasías y las 
imaginaciones tienen contenidos y, así, parece como si tuvieran condi­
ciones de satisfacción en el mismo sentido en que una aseveración fin­
gida (esto es: de ficción) tiene un contenido y por lo tanto parece 
como si tuviese condiciones de verdad, pero en ambos casos los com­
promisos con las condiciones de satisfacción se suspenden delibera­
damente. No es un fallo de una aseveración de ficción el que no sea 
verdadera y no es fallo de un estado de la imaginación el que no le 
corresponda nada en el mundo7.
3. Si estoy en lo cierto al pensar que los estados Intencionales 
consisten en contenidos representativos en los diversos modos psico­
lógicos entonces, es al menos engañoso, si no es pura y simplemente 
un error, decir que una creencia, por ejemplo, es una relación diádica 
entre el que cree y una proposición. Un error análogo sería decir que 
un enunciado es una relación de dos términos entre un hablante y una 
proposición. Se debería más bien decir que una proposición no es el 
objeto de un enunciado o creencia, sino más bien su contenido. El 
contenido del enunciado o creencia de que De Gaulle era francés es la 
proposición de que De Gaulle era francés. Pero esa proposición no es 
sobre lo que es o hacia lo que está dirigido el enunciado o creencia. 
No, el enunciado o la creencia es sobre De Gaulle y lo representa 
como siendo francés, y es sobre De Gaulle y lo representa como fran­
cés porque tiene un contenido proposicional y el modo de representa­
ción —ilocucionario o psicológico— que tiene. Así como «John gol­
pea a Bill» describe una relación entre John y Bill tal que el golpear
7 Para una discusión más extensa del problema de la ficción, ver «The logical sta­
tus of fictional discourse», en Searle, Expression and Meaning, pp. 58-75.
34 INTENCIONALIDAD
de John se dirige hacia Bill, «John cree que p» no describe una rela­
ción entre John y p tal que el creer que John se dirige hacia p. Sería 
más preciso decir, en el caso de los enunciados, que el enunciado es 
idéntico a la proposición, si se entiende como enunciada; en el caso de 
la creencia, la creencia es idéntica a la proposición si se entiende 
como creída. Se adscribe ciertamente una relación cuando se adscribe 
un estado Intencional a una persona pero no es una relación entre una 
persona y una proposición, sino más bien una relación de representa­
ción entre el estado Intencional y la cosa representada por él; sólo hay 
que recordar, como sucede con las representaciones en general, que 
es posible que se dé el estado Intencional sin que se dé en realidad 
nada que lo satisfaga. La confusa idea de que los enunciados de actitu­
des preposicionales describen una relación entre un agente y una pro­
posición no es una manera inofensiva de hablar; es más bien el pri­
mer paso hacia una serie de confusiones que llevan a la idea de que 
hay una distinción básica entre los estados Intencionales de re y de 
dicto. Discutiré esta idea en el Capítulo 8 8.
4. Un estado Intencional sólo determina sus condiciones de sa­
tisfacción —y solamente así es el estado que es— dada su posición en 
una Red de otros estados Intencionales y respecto de un Trasfondo de 
prácticas y supuestos preintencionales que ni son ellos mismos estados 
Intencionales ni son parte de las condiciones de satisfacción de los es­
tados Intencionales. Para ver esto consideremos el siguiente ejemplo. 
Supongamos que hubo un momento particular en el que Jimmy Cárter, 
primero, se formó el deseo de presentarse como candidato a la presi­
dencia de los Estados Unidos, y supongamos, además, que este estado 
Intencional se realizó de acuerdo con las teorías de la ontología de lo 
mental preferidas por todo el mundo: él se dijo: «Quiero ser candidato 
a la presidencia de los Estados Unidos»; tuvo cierta configuración 
neuronal en una cierta parte de su cerebro que produjo su deseo, lo 
pensó sin palabras e, impávido, tomó la resolución siguiente: «Quiero 
hacerlo», etc. Ahora supongamos además que exactamente esas reali­
zaciones de ese mismo estado mental, idénticas a las del caso anterior 
por lo que respecta a su tipo, ocurren en la mente y el cerebro de un 
hombre del Pleistoceno que vive en una sociedad de cazadores-reco­
lectores de hace miles de años. Este hombre tuvo una configuración 
neuronal idéntica a la que corresponde al deseo de Cárter, se encontró 
emitiendo la secuencia fonética: «Quiero ser candidato a la presiden-
8 De hecho, la terminología russelliana de «actitudes preposicionales» es una 
fuente de confusiones puesto que implica que, por ejemplo, una creencia es una actitud 
hacia o sobre una proposición.
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 35
cia de los Estados Unidos», etc. Todo igual; sin embargo, por muy 
idénticas que sean respecto a su tipo las dos realizaciones, el estado 
mental del hombre del Pleistoceno no podría haber sido el deseo de 
ser candidato a la presidencia de los Estados Unidos. ¿Por qué no? 
Bien, para entendemos, las circunstancias no eran apropiadas. ¿Y qué 
significa eso? Para responder a esta pregunta, examinemos breve­
mente qué tiene que ser el caso a fin de que el estado de Cárter pu­
diera haber tenido las condiciones de satisfacción que tuvo. Para tener 
el deseo de ser candidato a la presidencia, ese deseo tiene que estarinmerso en una completa Red de otros estados Intencionales. Es tenta­
dor pero erróneo pensar que éstos pueden describirse exhaustivamente 
como consecuencias lógicas del primer deseo —proposiciones que 
tienen que satisfacerse para que sea satisfecha la original—. Algunos 
de los estados Intencionales de la Red están lógicamente relacionados 
de ese modo, pero no todos ellos. Para que su deseo sea un deseo de 
ser candidato a la presidencia, debe tener una serie de creencias como 
la siguiente: la creencia de que Estados Unidos es una República, que 
tiene un sistema de gobierno presidencial, que tiene elecciones perió­
dicas, que éstas incluyen principalmente una disputa de los candidatos 
de los dos partidos principales, los republicanos y los demócratas, que 
estos candidatos son propuestos como tales en convenciones, y así in­
definidamente (pero no infinitamente). Además estos estados Inten­
cionales sólo tienen sus condiciones de satisfacción, y el conjunto de 
la Red Intencional sólo funciona respecto de un Trasfondo de lo que 
llamaré, en ausencia de un término mejor, capacidades mentales 
no-representacionales. Cualquier forma semejante de Intencionalidad 
presupone ciertas formas funcionales de hacer cosas y ciertas clases 
de saber-cómo funcionan las cosas.
Realmente estoy haciendo aquí dos afirmaciones que necesitan ser 
distinguidas. Estoy afirmando, primero, que los estados Intencionales 
son en general parte de una Red de estados Intencionales y sólo tienen 
sus condiciones de satisfacción en relación a su posición en la Red. 
Distintas versiones de esta idea, generalmente llamada «holismo», son 
bastante comunes en la filosofía contemporánea; de hecho, un cierto 
grado de holismo es una ortodoxia filosófica bastante corriente. Pero 
también estoy haciendo una segunda afirmación mucho más contro­
vertida: Además de la Red de representaciones, hay también un Tras­
fondo de capacidades mentales no-representacionales; y, en general, 
las representaciones sólo funcionan, sólo tienen las condiciones de 
satisfacción que tienen, respecto de este Trasfondo no representacio- 
nal. Las implicaciones de esta segunda afirmación están lejos de al­
canzarse, pero tanto la discusión sobre ello como el examen de sus 
consecuencias debe esperar hasta el Capítulo 5. Una inmediata conse­
cuencia de ambas tesis es que los estados Intencionales no se indivi­
36 INTENCIONALIDAD
dualizan de un modo completamente definido. ¿Cuántas creencias 
tengo yo exactamente? No hay respuesta definida a esa cuestión. Otra 
consecuencia es que las condiciones de satisfacción de los estados In­
tencionales no se determinan independientemente, sino que dependen 
de otros estados de la Red y sobre el Trasfondo.
5. Este análisis nos capacita para proponer una solución a un 
problema tradicional en la filosofía de la mente; el problema se puede 
poner en la forma de una objeción a mi análisis: «No podemos expli­
car la Intencionalidad en términos de representación porque para que 
haya una representación debe haber algún agente que use alguna enti­
dad —una figura o una oración o algún otro objeto— como una repre­
sentación. De este modo, si una creencia es una representación debe 
ser porque algún agente usa la creencia como una representación. 
Pero esto no nos ofrece, en absoluto, ninguna explicación de la creen­
cia porque no se nos dice lo que el agente hace para usar su creencia 
como una representación, y lo que es más, la teoría requiere un miste­
rioso homúnculo con su propia Intencionalidad para que pueda usar 
las creencias como representaciones; y si seguimos con esto hacia de­
lante, se requerirá una regresión al infinito de homúnculos, donde 
cada homúnculo tiene que tener estados Intencionales adicionales a 
fin de usar los estados Intencionales originales como representaciones 
o, incluso, para hacer cualquier cosa.» Dennett, que piensa que esto es 
un problema genuino, lo llama «el problema de Hume» y cree que la 
solución es ¡postular ejércitos de homúnculos progresivamente más 
estúpidos!9. Yo no creo que esto sea un problema genuino y la explica­
ción que he presentado hasta ahora nos capacita para ver el camino 
hacia su disolución. En mi explicación, el contenido Intencional, que 
determina las condiciones de satisfacción, es intemo al estado Inten­
cional: no hay manera de que el agente pueda tener una creencia o un 
deseo sin que éstos tengan sus condiciones de satisfacción. Por ejem­
plo, parte de lo que es tener la creencia consciente de que está llo­
viendo, es ser consciente de que la creencia es satisfecha si está llo­
viendo e insatisfecha si no lo está. Pero que la creencia tenga esas 
condiciones de satisfacción no es algo impuesto sobre la creencia por 
ser usada en un sentido más que en otro, porque la creencia no es en 
absoluto usada en ese sentido. Una creencia es intrínsecamente una 
representación en este sentido: consiste simplemente en un contenido 
Intencional y un modo psicológico. El contenido determina sus condi­
ciones de satisfacción y el modo determina que esas condiciones de
9 D. Dennett, Brainstorms, Bradford Books, M ontgomery, Vermont, 1978, 
pp. 122-125.
LA NATURALEZA DE LOS ESTADOS INTENCIONALES 37
satisfacción se representan con una cierta dirección de ajuste. No se 
requiere una Intencionalidad exterior a fin de convertirse en una repre­
sentación. Así como tampoco se requiere alguna entidad no Intencio­
nal, algún objeto formal o sintáctico asociado con la creencia que el 
agente use para producir la creencia. En pocas palabras, la premisa 
falsa del argumento es la que dice que para que haya una representa­
ción debe haber algún agente que use alguna entidad como una repre­
sentación. Esto es cierto en el caso de figuras y oraciones, esto es: en 
los casos de intencionalidad derivada, pero no en el caso de los esta­
dos Intencionales. Podíamos querer restringir el término «representa­
ción» a casos tales como figuras y oraciones donde podemos hacer 
una distinción entre la entidad y su contenido representativo; pero ésta 
no es una distinción que podamos hacer para creencias y deseos, qua 
creencias y deseos, porque el contenido representativo de la creencia o 
el deseo no es, en ese sentido, separable de la creencia o el deseo. De­
cir que el agente es consciente de las condiciones de satisfacción de 
sus deseos y creencias conscientes, no es decir que tiene que tener es­
tados Intencionales de segundo orden sobre sus estados de creencia y 
deseo de primer orden. Si así fuera, tendríamos una regresión al infi­
nito. Más bien, la consciencia de las condiciones de satisfacción es 
parte de la creencia o deseo consciente porque el contenido Intencio­
nal es interno a los estados en cuestión.
6. Esta explicación de la Intencionalidad sugiere una muy sim­
ple explicación de la relación entre la Intencionalidad-con-c y la In- 
tensionalidad-con-s. La Intensionalidad-con-s es una propiedad de una 
cierta clase de oraciones, enunciados y otras entidades lingüísticas. Se 
dice que una oración es Intensional-con-s si no satisface ciertas prue­
bas de extensionalidad, pruebas tales como sustituibilidad de los idén­
ticos y la generalización existencial. De una oración tal como «John 
cree que el rey Arturo mató a Sir Lancelot» se dice usualmente que es 
Intensional-con-s porque tienen al menos una interpretación que 
puede ser usada para hacer un enunciado que no permite generaliza­
ción existencial sobre las expresiones referenciales que siguen a 
«cree», y no permite sustituibilidad de expresiones con la misma refe­
rencia, salva veritate. Tradicionalmente los embrollos que causan ta­
les oraciones tienen que ver con cómo puede ser el caso de que su uso 
para hacer un enunciado no permita las operaciones lógicas estándar 
si, como parece ser el caso, las palabras contenidas en las oraciones 
tienen los significados que normalmente tienen y si las propiedades 
lógicas de una oración son función de su significado, y su significado 
es a su vez función del significado

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