Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Obesidad infantil ¿Qué hacer desde la familia? 2 3 Consulte nuestra página web: www.sintesis.com En ella encontrará el catálogo completo y comentado 4 http://www.sintesis.com 5 Obesidad infantil ¿Qué hacer desde la familia? José Ignacio Baile 6 7 Ilustraciones: Pedro Otero © José Ignacio Baile © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid Tel.: 91 593 20 98 http://www.sintesis.com Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. ISBN: 978-84-995802-5-8 8 http://www.sintesis.com Índice Prólogo Introducción 1. Las historias de César, Daniel, Marta y Dana ¿Qué podemos aprender de estas historias personales? ¿Realmente hay muchos niños obesos? 2. ¿Cómo sé si mi hijo tiene sobrepeso u obesidad? Definamos la obesidad El IMC, un método para medir la obesidad Obesidad infantil medida con el IMC Test de tendencia a la obesidad Tipos de obesidad Androide (tipo masculino) Ginoide (tipo femenino) Secundaria 3. ¿Realmente es malo que mi hijo sea obeso? ¿Por qué hay que evitar y tratar la obesidad? Efectos inmediatos Efectos a largo plazo 4. ¿Por qué mi hijo es obeso? 9 Perspectiva actual Causas de la obesidad La obesidad como resultado de hábitos inadecuados La obesidad se refuerza a sí misma Modelos multifactoriales en la explicación de la obesidad infantil 5. Prevención de la obesidad infantil Adquisición de buenos hábitos alimentarios Pautas de alimentación según la etapa infantil ¿Cuánto debe comer el niño? Educar el apetito y el gusto Actividad física en la infancia 6. ¿Cómo puedo reducir la obesidad de mi hijo? ¿Asumir la obesidad como un problema de salud importante ¿Un problema de la familia o sólo del niño? Estrategias para reducir el sobrepeso o la obesidad de mi hijo Establecimiento de un plan Primero evaluar: ¿Qué está ocurriendo para que mi hijo tenga sobrepeso o sea obeso? Diseñar un plan de intervención Cambios en el tipo de alimentos Cambios en los hábitos de alimentación Cambios en las pautas de actividad física Problemas con el plan de intervención 7. ¿Cómo puedo afrontar los problemas psicológicos asociados a la obesidad de mi hijo? Problemas de autoestima ¿Cómo podemos mejorar la autoestima? Problemas emocionales Cómo detectar la depresión y cómo intervenir Problemas de relación con los demás ¿Qué hacer? Prevención de la anorexia y la bulimia Anorexia y bulimia: ¿qué son y cómo se diferencian? ¿Qué puede hacer la familia para prevenir estos problemas? 10 8. Tratamientos especializados para la obesidad Psicológicos Farmacológicos Quirúrgicos 9. Para ampliar información Textos para la reflexión Texto 1: La obesidad a principios del siglo XXI: datos para la preocupación Texto 2: ¿Por qué hay personas obesas? Texto 3: El atractivo de la delgadez Texto 4: Necesidades nutricionales en la infancia Texto 5: Naos: estrategia del Ministerio de Sanidad para la nutrición, actividad física y prevención de la obesidad Lecturas recomendadas Generales Especializadas Recursos institucionales Bibliografía 11 Prólogo La obesidad se ha definido como la epidemia de los países desarrollados. El comienzo del siglo XXI viene marcado por el aumento incesante de peso en Occidente. La obesidad es un problema de salud pues está bien establecida su relación con una serie de alteraciones importantes para el correcto desarrollo y bienestar del individuo. Se ha estudiado que la obesidad incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes, hipertensión, apoplejía, enfermedades de la vesícula biliar, respiratorias, músculo-esqueléticas y otras muchas que aumentan el riesgo de mortalidad. La obesidad causa algunos problemas socioeconómicos. Las mujeres obesas no tienen un nivel de estudios tan alto como las que no lo son, se casan menos o con personas de un nivel económico inferior y tienen unos salarios más bajos. Las personas con gran sobrepeso sufren mayores prejuicios y discriminaciones cuando pretenden ser admitidas en centros de estudio, trabajo o vivienda (Puhl y Brownell, 2001; citado en Henderson y Brownell). La obesidad se ha considerado un problema personal de autocontrol individual. Es una creencia muy popular que si una persona no quiere ser obesa puede dejar de serlo, controlándolo sin dificultad. Por ello, fácilmente pueden ser considerados perezosos o descuidados y sentirse culpables de la propia obesidad. La obesidad constituye un problema estético. Cuanto más rica es una sociedad y más disfruta de abundancia de comida, más delgado suele ser el ideal estético al que aspira a parecerse. Da la impresión de que la cultura va en contra de la biología. En presencia de comida abundante la gente tiende a engordar, sin embargo, las personas de este ambiente quieren ser más delgadas. La obesidad o simplemente el sobrepeso es causa de estigmatización. Las personas obesas (actualmente, que no en otras épocas de precariedad) no resultan agradables, les es difícil encontrar ropa de moda que les favorezca y suelen sentirse humilladas cuando preguntan por una talla que es superior a la que la sociedad ha decidido atribuir a edades jóvenes. La sociedad en la que vivimos aparece por una parte como intoxicada por la superabundancia de comida y por otra parte muy preocupada por el constante aumento de peso. No es hasta hace poco tiempo que los políticos han decidido tomar cartas en el asunto y considerarlo un problema de salud pública que debe ser abordado desde los 12 diferentes ámbitos que la impulsan. En 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la obesidad epidemia global. La prevalencia de obesidad en los niños y jóvenes alcanza aún un aumento superior que en los adultos. Se estima que en el mundo hay 22 millones de niños obesos de edad inferior a los 5 años. Los niños obesos tienen muchas más probabilidades de permanecer como tales en la edad adulta, además de sentirse excluidos de muchos ambientes, tendrán mayores dificultades para hacer ejercicio físico, se verán peor estéticamente y estarán mucho más alejados del modelo corporal al uso. Sin embargo, es más fácil corregir este problema en edades jóvenes que en otros momentos. A pesar de la conciencia del problema de la obesidad, poco se ha hecho hasta la fecha para prevenirlo. A lo sumo, se ha dado información sobre las consecuencias físicas del problema y se han mostrado nociones de nutrición y ejercicio físico. En este libro, José Ignacio Baile, que es un estudioso de la imagen corporal, los trastornos del comportamiento alimentario y que conoce a fondo la problemática que la obesidad puede causar en la infancia y la adolescencia, aborda seriamente pero también comprensiblemente el problema de la obesidad infantil. Su formación como psicólogo va unida a una gran experiencia en la docencia que le permite abordar éste y otros problemas. En este libro se describe qué es la obesidad, cómo prevenirla, evitarla y tratarla. De manera didáctica enseña a medir el sobrepeso y la obesidad y a discriminarlo de lo que podría convertirse en un problema sin causa (preocupación exagerada por el peso si se está en un rango normal). Aborda las posibles causas de obesidad e informa de los conceptos nutricionales básicos en la infancia. El aspecto más crucial es el de qué puede hacerse en la familia cuando hay un niño obeso. A mi entender es un libro que permite enfrentarse al problema que va a tener que resolver la sociedad de manera importante en un futuro próximo y que permitirá vivir con una mayor libertad las imposiciones exageradas de un sociedad consumista que por un lado incita a la ingesta exagerada de alimentos no necesariamente nutritivos y por ende, engordantes y por otra parte proponeunos modelos estéticos exageradamente delgados y frustrantes. Rosa M. ª Raich Escursell Profesora titular de Psicología Universidad Autónoma de Barcelona 13 Introducción Este libro quiere ayudar a las familias de niños que tienen sobrepeso, o incluso obesidad, a superar este problema. Hace unas pocas décadas un niño “gordito” era bien visto, pues hasta hace poco se relacionaba el estar rellenito con salud y con felicidad, pero desde hace unos años hemos descubierto que el sobrepeso tiene importantes consecuencias negativas. Muchas enfermedades se asocian al exceso de grasa corporal, enfermedades muy debilitantes y peligrosas. Por ejemplo, las personas adultas con obesidad tienen menor esperanza de vida que las personas no obesas. Pero no sólo las enfermedades físicas están asociadas a la obesidad, dado que nuestra sociedad rechaza la gordura y propone la delgadez como el ideal a perseguir, las personas con sobrepeso terminan también por tener problemas de autoimagen y autoestima. Un aspecto muy importante de la obesidad infantil, que hace que dirijamos especialmente la mirada hacia ella, es que además de tener consecuencias para la etapa en que se sufre, tiene consecuencias para el futuro. Ser obeso en la infancia aumenta el riesgo de ser obeso en la juventud y en la adultez. Por todo ello conviene prevenir la obesidad infantil, y en ello están empeñadas en los últimos años diferentes autoridades sanitarias, como el Ministerio de Sanidad español, que durante el año 2005 puso en marcha una campaña específica de prevención de la obesidad en esta etapa de la vida. Dichas autoridades proponen intervenir por dos importantes razones: el incremento preocupante en cuanto al número de niños obesos en nuestra población, y el fuerte impacto que dicha obesidad tiene en la salud de cada infante. Este libro trabaja la prevención, aunque de forma secundaria. Aporta fundamentalmente pautas y estrategias para saber si un niño tiene excesivo sobrepeso, y qué podría hacer una familia al respecto para intentar disminuirlo y mejorar la salud integral del niño. A continuación se señala una guía rápida de consulta del libro: – ¿Tiene dudas sobre si su hijo es obeso o no? Vaya al capítulo 2, donde podrá comprobar a través de un sencillo cálculo y unas tablas de referencia, el estado de salud de su hijo respecto al sobrepeso u obesidad. 14 – ¿Desea conocer cuáles son los efectos perjudiciales de la obesidad en un niño? Diríjase al capítulo 3, donde podrá observar algunos de los trastornos de salud asociados a este problema. – ¿Tiene un hijo que no es obeso y le gustaría saber cómo prevenir que lo sea? Entonces le recomendamos que lea el capítulo 5, y el texto 4 del capítulo 9, en ambos apartados encontrará recomendaciones sobre hábitos familiares referentes a la alimentación, así como información nutricional básica en la infancia. – ¿Desearía hacer algo para reducir la obesidad de su hijo? El capítulo 6 se dedica a realizar un análisis de por qué su hijo puede ser obeso y elaborar un plan de intervención familiar. – ¿Le gustaría saber cómo afrontar algunos problemas de su hijo asociados con la obesidad? Lea el capítulo 7, donde puede encontrar interesantes ideas para ayudar a su hijo o para que la familia actúe bien en este tema. – Si desea seguir conociendo más sobre el tema de la obesidad infantil, el capítulo 9, con anexos documentales, le proporciona interesante información adicional así como referencias a otros libros donde puede ampliar su documentación. Este libro es sencillo, directo y claro, para que pueda ser seguido con facilidad por cualquier padre preocupado por la salud de su hijo con sobrepeso. Por ello y para no hacerlo excesivamente técnico se ha optado por algunas estrategias lingüísticas, que sin ser del todo oportunas, sí que nos van a ayudar en este objetivo de claridad. Por ejemplo, cuando hablamos de niño o niños, nos referimos evidentemente a niños y niñas, y si decimos padres, incluye al padre y a la madre. De igual forma, aunque existe una diferencia significativa entre sobrepeso y obesidad, a veces se utilizarán indistintamente estos términos. 15 1 Las historias de César, Daniel, Marta y Dana César César tiene ahora 10 años y es el hijo pequeño de un matrimonio joven, tiene una hermana tres años mayor que él. Su padre y su madre están últimamente preocupados con él debido a su peso, en la actualidad mide 1,42 m y pesa 50 kg. Desde que tenía 2 o 3 años, César siempre presentó una “tendencia” a engordar, y ellos sabían que tenía sobrepeso. Nunca le habían dado especial importancia, pero ahora ha surgido un problema importante. Hace un mes que César no quiere ir al colegio, desde que una tarde volvió de la escuela llorando por algo que le ocurrió en el patio. Al parecer los compañeros de clase habían decidido jugar un partido de fútbol, y dos de ellos habían ido eligiendo a los compañeros para formar parte del equipo. Ninguno de ellos lo eligió a él. Mientras, oía comentarios como “el gordo para tu equipo” o “al gordo lo usamos de balón…”, y él se sintió muy mal y se fue a casa. Ese día su familia descubrió que era habitual que a César le insultaran e hicieran bromas por su aspecto físico, que él callaba, hasta hoy, que ya no ha podido aguantarlo más. Ahora plantean llevarle al médico para ver que se puede hacer para reducir su sobrepeso y evitar estos problemas que están surgiendo, y recuerdan los comentarios de algunos familiares que les decían que debían haber actuado antes con el tema del sobrepeso de César, pero como se le veía tan feliz y tan “sanote”, nunca creyeron que fuera necesario; pensaban que conforme se hiciera mayor ya se “estiraría”. Daniel El padre de Daniel siempre tuvo sobrepeso, provenía de una familia en la que claramente 16 todos tenían sobrepeso, pero tanto él como su mujer no creen que la obesidad de Daniel sea por “herencia”. Para la madre de Daniel, los problemas surgieron cuando dejó de tomar la leche materna y empezó a tomar biberones y papillas. Daniel era muy especial y le costaba mucho comer la comida preparada, lo que desesperaba a su madre. Empezó a poner miel o azúcar para conseguir que se endulzara el sabor y le gustara más, así conseguía que comiera lo que le había preparado. Cuando empezaron con los alimentos sólidos y a comer “de plato”, Daniel siguió siendo muy “raro para comer”, no quería hortalizas, ni verduras, y de frutas ni hablar, pero sí que comía con ganas guisos muy condimentados, postres lácteos y dulces. Su madre y su padre, con tal de “no oírle berrear” y porque comiera algo, le daban al final lo que le gustaba. Además, por sus horarios de trabajo, no tenían mucho tiempo como para estar “perdiendo el tiempo” a la hora de comer. Ambos veían que Daniel estaba más gordito que sus compañeros del colegio, pero pensaban que no era preocupante, y que cuando llegara a la adolescencia adelgazaría. Daniel engordó mucho entre los 2 y los 10 años, y a ello contribuyó su rechazo por la actividad física, y por hacer actividades que requirieran esfuerzo. Ahora, cuando los padres piensan en ello, sospechan que realmente no es que él tuviera rechazo a esas actividades, sino que el mismo sobrepeso hacía que para él fueran muy desagradables. Daniel a los 10 años pesaba 48 kg, y su diversión más habitual era salir del colegio por la tarde, comprarse una bolsa enorme de golosinas, y sentarse en el patio a ver cómo sus compañeros jugaban al fútbol u otros juegos. Aunque varios médicos habían advertido a la madre y al padre de que el nivel de obesidad era peligroso, cualquier intento de “dieta” o potenciación del ejercicio físico terminaba en fracaso. Ahora estaban enormemente preocupados, la señal de alarma había venido del colegio. Les llamó la profesora de educación física. Daniel, en una actividad de clase donde había que correr un poco se había sofocado mucho, puesto muy rojo, y con sudores fríos. Les recomendó que lo llevaran de nuevo al médico y que actuaran de forma contundente con respecto a la obesidad del niño, puesya empezaba a ser alarmante. Marta Marta nació ya grande, pesó 3,750 kg y medía 51 cm cuando vino al mundo. Sus padres recuerdan que de bebé fue una niña muy guerrera, lloraba mucho, inquieta, dormía mal, pero tenía una “gran ventaja” con respecto a otros bebés: que nació con una gran voracidad; tanto con la alimentación natural como cuando comenzó con la comida preparada, Marta se comía todo desde pequeña. Ese buen apetito siguió durante toda la infancia; le gustaban todos los alimentos. No 17 es que fuera especial para comer, y sólo comiera cosas muy sabrosas, esa buena disposición a la comida se dirigía hacia legumbres, verduras, guisos, carne, pescado. Sus padres sí señalan que no tenía especial predilección por dulces o golosinas. Para ellos resultaba bastante complicado limitarle la comida, pues “comía tan bien” y todo lo que se le ponía, que “cómo controlarle y dejarle con hambre”. Marta tuvo algunos problemas en el colegio con la educación física, pues era más lenta y torpe que el resto de sus compañeros, y en algún momento recibió alguna burla por su aspecto. Pero su carácter afable hizo que sobrellevara estos inconvenientes sin mayor trascendencia. FIGURA 1.1. Algunos niños padecen de sobrepeso en la edad infantil. Todo ello hizo que durante toda esa etapa tuviera un sobrepeso importante, por ejemplo, a los 4 años medía 1,2 m y pesaba 45 kg, y a los 13 años medía 1,65 m y pesaba 74 kg. Cuando llegó la adolescencia, y la imagen corporal adquirió una importancia 18 especial, ella fue quien decidió empezar a controlar su alimentación y reducir ciertos alimentos y su cantidad, todo ello bajo supervisión de su familia, que no dejaba que se convirtiera en un problema. Esta reducción de ingesta calórica, y el estirón que dio, le han permitido llegar a sus 19 años actuales con una figura bastante esbelta, pues mide 1,72 m y pesa 59 kg. Si se le pregunta a su padre y a su madre cuáles son las razones por las que Marta durante su etapa infantil tuvo ese sobrepeso, ellos ven claramente dos. Por una parte su constitución física grande y tendiente al sobrepeso, que también se observa en sus abuelos y tíos por ambas familias, y por otra parte ese apetito natural. Dana Dana fue una niña gordita desde que nació y hasta los 10 años, según cuenta su madre, Laura. El problema, al parecer, estaba en que Dana se crió durante mucho tiempo con su abuela, pues Laura la tuvo soltera y tenía que pasar gran parte del tiempo trabajando. Según Laura, la abuela la sobrealimentó y la acostumbró a muchos caprichos, que tuvieron diversas consecuencias; entre ellas la obesidad. Aunque Dana era una niña feliz, y no tenía especiales problemas por su obesidad, Laura decidió actuar. En una revisión con el pediatra, éste le informó de los riesgos de salud que estaba sufriendo su hija, y le propuso que debía intervenir antes de que tuviera algún problema importante. El plan de intervención requirió algunos cambios en la vida de Laura, pues decidió que a partir de ese momento cambiaba su horario laboral para comer en casa todos los días y controlar la alimentación de su hija, así como intentar instaurar algunos hábitos sanos. De igual forma, tomó la decisión de que los fines de semana iban a hacer excursiones por la ciudad caminando, visitando parques, museos, tiendas, etc. Tuvo también que controlar las suculentas meriendas que le seguía dando la abuela cuando ella no estaba. El plan de Laura no era muy sofisticado, y en principio no dio resultados fantásticos, pero poco a poco Dana fue perdiendo peso, que junto al crecimiento natural, le sirvió para estirar su figura, dejando de ser una niña gordita para tener un peso normal. Dana tiene ahora 14 años y la obesidad no es un problema para ella. ¿Qué podemos aprender de estas historias personales? Como se ha visto y como se verá a lo largo de este libro, no se puede tener una visión simplista de la obesidad infantil, y afirmar sencillamente que se debe a que “el niño come demasiado”. La influencia de la herencia y de los hábitos de toda la familia se pueden intuir como responsables en los diferentes casos del exceso de peso. 19 Analizar historias personales nos permite abandonar explicaciones simplistas de por qué un niño es obeso. Igualmente, debe ayudarnos para entender cómo evoluciona este problema de salud: – Hay niños obesos en la infancia, que sin realizar una intervención (en especial por las familias) corrigen su problema de forma natural a partir de la adolescencia. – Hay otros niños que prolongan su obesidad desde la infancia a la juventud y posteriormente a la vida adulta. La cuestión en estos casos es buscar el porqué y plantear qué podemos hacer para evitar y reducir ese problema. – En otros casos, familiares que reconocen que el sobrepeso y la obesidad infantil es un problema grave, asumen la responsabilidad de actuar para reducirla. En ese intento, y en la mayoría de los casos, descubren que no es un cambio en la alimentación o estilo de vida del niño afectado, sino que implica un cambio en los hábitos familiares, y que sólo desde ese enfoque se consigue ser eficaz. A estos familiares “responsables” va dirigida prioritariamente la información de este libro. ¿Realmente hay muchos niños obesos? Si el tema de la obesidad se ha convertido en un gran problema de salud por su gravedad y extensión en la población adulta, con respecto a la población infantil los datos son especialmente preocupantes, pues se observa un incremento generalizado del sobrepeso y la obesidad, que además va en aumento. Esto nos predice una población adulta futura que padecerá obesidad. En la figura 1.2 se han resumido algunos de los datos españoles referentes a población infantil. 20 FIGURA 1.2. Encuesta Nacional de Salud 2003. Datos de peso en porcentajes de la población infantil. De los datos de la figura 1.2, más otros aportados por la Encuesta Nacional de Salud de 2003, podemos obtener reflexiones como las siguientes: – Si nos limitamos a la infancia, de 2 a 10 años, los datos señalan que el 18,47% de los infantes tienen sobrepeso, y el 14,88% obesidad. – Entre los 2 y los 4 años casi el 17% de los niños tienen obesidad. – Entre los 2 y los 10 años, 1 de cada 3 niños tiene sobrepeso u obesidad. Los datos son realmente crudos, tenemos una población infantil con evidentes problemas de sobrepeso e incluso obesidad, nada menos que 1 de cada 3 de nuestros infantes. La propia encuesta de salud avanza posibles causas constatando importantes déficit en ciertos hábitos de vida, como son el tipo de alimentación y el sedentarismo, pero esto lo veremos más despacio cuando hablemos de las causas de la obesidad. IDEA PARA RECORDAR Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2003, uno de cada tres infantes en España padece sobrepeso u obesidad. Uno de los datos más preocupantes es la evolución de los índices de obesidad en la infancia. Según el Ministerio de Sanidad la obesidad, en el tramo de edad 6 a 12 años, se ha triplicado en 20 años, lo que representa en la actualidad el 16% de los infantes obesos cuando hace dos décadas apenas representaba el 5%. Actualmente, tenemos una de las prevalencias de obesidad más altas de toda Europa. 21 2 ¿Cómo sé si mi hijo tiene sobrepeso u obesidad? Definamos la obesidad Cuando se ve a una persona, infante o adulto, con una gran masa corporal casi nadie tiene dudas en considerar que esa persona es obesa. La acumulación de grasa cuando es extrema no genera dudas para ser llamada obesidad, o cuando la falta de masa corporal es acusada también se puede hablar sin dudas de delgadez extrema y enfermedad. Pero si no nos referimos a los extremos, el problema para definir cuándo alguien tiene sobrepeso o cuándo tiene obesidad es más difícil. La tendencia general es confundir obesidad y peso, cuestiones que no son equivalentes. Podemos encontrarnos con una persona que tenga mucho peso y no sea obesa, porque dicho peso es masa muscular debido a que realiza mucha actividad física; por ejemplo, algunos deportistas pesan muchoporque desarrollan mucho sus músculos, pero no porque tengan exceso de grasa. E igualmente, una persona que no tenga un peso muy excesivo, podríamos llegar a considerarla obesa si su cantidad de grasa acumulada con respecto al resto del cuerpo es elevada. Aunque evidentemente existe una importante relación entre la obesidad y el peso, no siempre pueden hacerse equivalencias de forma automática. A este respecto también conviene recordar que la grasa corporal tiene poca densidad en comparación con otros tipos de tejidos corporales, como el muscular o el óseo. Eso quiere decir que la grasa “ocupa mucho” pero pesa poco, en comparación, por ejemplo, con los músculos. El peso, junto a otros valores que ya veremos, puede ser un indicador más de la obesidad, pero no el único. En la actualidad existe un consenso en la comunidad científica para definir la idea básica de qué es la obesidad. Menos consenso hay para establecer los límites que para decir que una persona ha pasado de estar delgada a tener un peso normal o que ha pasado de normal a ser obesa. En el cuadro 2.1 se han recogido varias definiciones de obesidad. 22 CUADRO 2.1 Distintas definiciones de obesidad 1. Diccionario de Medicina 1: Obesidad: aumento anormal de la proporción de células grasas, especialmente en las vísceras y en el tejido subcutáneo del cuerpo. La obesidad hiperplástica está causada por el aumento del número de adipocitos en un tejido adiposo abundante. La obesidad hipertrófica se produce por un aumento del tamaño de los adipocitos en un tejido adiposo abundante. Obeso: individuo corpulento cuyo peso es desproporcionadamente elevado. Desde el punto de vista médico, se dice que una persona es obesa si su peso corporal supera en un 20% el peso ideal para su edad, sexo, talla y hábito físico. Considerando que el cuerpo humano “normal” contiene un 25% de grasa, este porcentaje se dobla para un paciente considerado obeso desde el punto de vista médico (Diccionario Mosby de Medicina). 2. Diccionario de Medicina 2: Obesidad: Condición clínica que se define como un excesivo peso corporal a expensas del acúmulo de tejido adiposo blanco. Desde el punto de vista antropométrico, se considera la existencia de obesidad cuando el índice de masa corporal (peso en kilogramos/talla en metros al cuadrado) supera los 30 kg/m2 (Diccionario Espasa de Medicina). 3. Definiciones de algunos autores/investigadores: La obesidad es un exceso de grasa corporal (Moreno, 2005). La obesidad se define como un exceso de masa grasa en nuestro organismo (Russolillo, Astiasarán y Martínez, 2003). La obesidad es una condición en la que la masa grasa del cuerpo es elevada (Björntorp, 2002). La obesidad se define como un aumento de composición de grasa corporal. Este aumento se traduce en un incremento del peso y aunque no todo incremento del peso corporal es debido a un aumento de tejido adiposo, en la práctica médica el concepto de obesidad está relacionado con el peso corporal (Moreno, Monereo y Hernández, 2000). Leyendo las diferentes definiciones del cuadro 2.1, podemos obtener una idea elemental sobre la obesidad, y observar que no se reduce a “pesar mucho”. Por tanto, propongamos una definición básica que nos sirva en este libro: ✓ Obesidad: Estado físico de una persona que se caracteriza por tener una excesiva cantidad de grasa corporal en relación al resto de su cuerpo, exceso que se asocia a problemas de salud física, psicológica y social. En nuestra definición hemos incluido la expresión “excesiva”; en próximos apartados de este libro veremos qué podemos entender como excesiva en el caso de adultos o niños. También hemos querido señalar que la obesidad no es simplemente una situación física como otra cualquiera, sino que tiene una importante característica y es que el 23 exceso de grasa genera de forma inmediata, y a largo plazo, problemas de salud, en cualquiera de sus facetas, ya sea la física (disfunciones cardiovasculares por ejemplo), la psicológica (baja autoestima entre otros problemas) y social (por ejemplo, rechazo de los demás por el aspecto). El IMC, un método para medir la obesidad La cuestión es qué proporción de grasa en el cuerpo de una persona se puede considerar que no es normal. Este tema nos genera dos problemas básicos: 1. Cómo valorar la cantidad de grasa que tiene un individuo. 2. Una vez estimada, en qué cantidad o porcentaje ponemos el límite para considerarla normal o no. Con respecto al primer problema diremos que existen técnicas y ciertos aparatos, que son utilizadas por profesionales, que permiten medir con exactitud la cantidad de grasa que tiene una persona, pero son técnicas que superan las posibilidades de una familia normal, que es a quien va dirigido este libro. Por ello no las vamos a explicar aquí. Por tanto, aunque asumamos que la obesidad es un exceso de grasa, a efectos prácticos vamos a relacionarla con otro indicador mucho más fácil de obtener, que es el peso. Que un niño pese 45 kg, ¿significa que es delgado, normal, obeso? Pues, evidentemente, sólo con ese dato no se puede saber. Va a depender, por lo menos, de otras cuatro características: – Edad. – Altura. – Sexo. – Tipo de constitución física. Por tanto, el peso en sí mismo y analizado solo, tampoco puede servir para determinar la obesidad de alguien. Por ello se ha recurrido a mejores índices o indicadores, que más adelante explicaremos, y que son de fácil cálculo y análisis. Con respecto al segundo problema, dónde poner los límites de lo que es normal o no, el método más usual es comparar un caso con su población de referencia. Se ha asumido por los profesionales de la salud este criterio estadístico. Es decir, si alguien es como la mayoría de la gente de su sexo y edad, se suele concluir que es normal, en cuanto a su grasa acumulada. Se dirá que es obesa si supera a la mayoría de las personas de su sexo y edad, por ejemplo si supera al 90%. El sistema más extendido para evaluar el sobrepeso y la obesidad es relacionar en cada edad el peso con la altura. Para ello se realiza una sencilla operación matemática. 24 Es lo que se ha denominado Índice de Masa Corporal (IMC) o índice de Quetelet. Este índice es un valor que relaciona el estado de salud en función del peso. ¿Cómo se calcula? Para ello existe una fórmula muy sencilla: Por ejemplo, para una chica que mida 1,70 m y pese 60 kg, se calcularía su IMC así: Y este dato de 20,76 ¿qué significa?, ¿cómo se valora? Para personas jóvenes (mayores de 17-18 años) y adultas, podemos buscar en el cuadro 2.2 donde comprobaremos si el IMC es adecuado o no. Los criterios de dicha tabla son los considerados por la Organización Mundial de la Salud. CUADRO 2.2 Valoración de IMC para adultos Mayor de 50 Obesidad extrema, con muy alto riesgo para la salud. (tipo IV). De 40 a 50 Obesidad grave, con alto riesgo para la salud (tipo III). De 35 a 40 Obesidad elevada, con importante riesgo para la salud. (tipo II). De 30 a 35 Obesidad, con riesgo para la salud (tipo I). De 27,5 a 30 Sobrepeso, grado II. De 25 a 27,5 Sobrepeso, grado I. De 20 a 25 Peso normal. De 16 a 20 Bajo peso. Menos de 16 Delgadez peligrosa, con alto riesgo para la salud. En nuestro ejemplo la chica con 20,76 se sitúa dentro del rango de peso normal. Recordemos que el cálculo del IMC y la valoración con el cuadro anterior se puede 25 aplicar para personas adultas (mayores de 17-18 años). Obesidad infantil medida con el IMC Para niños, ¿podemos utilizar el IMC? En principio sí. Este índice también es el más utilizado para determinar de una forma “objetiva” si un niño tiene sobrepeso u obesidad, pero los valores para comparar son diferentes a los de un adulto y no se podría utilizar el cuadro 2.2. ¿Cómo procedemos en el caso de niños o niñas? Primero se calcularía el IMC igual que hemos puesto en el caso anterior. Pongamos un ejemplo. Tenemos a Juan de 10 años que mide 1,42 m y pesa 55 kg, su IMC será: Este valor de IMC de 24,75, en caso de un adulto, informaría de que la relación entre su peso y altura esnormal (véase cuadro 2.2). Sin embargo, para Juan de 10 años no, pues estaríamos hablando de obesidad grave. ¿Dónde comparamos los datos de IMC de los niños para saber si hay obesidad? Con niños el procedimiento cambia un poco. Se dice que un niño tiene sobrepeso si su IMC es superior al que tienen el 75% de los niños de su edad (es decir si supera, lo que se llama en estadística el percentil 75). Diremos que tiene obesidad si su IMC supera al que tienen el 85% de los niños de su edad (es decir si supera el percentil 85) y hablaremos de obesidad grave si su IMC supera al que tienen el 95% de los niños de su edad (IMC en el percentil 95 o más). En este caso es lo mismo decir que sólo el 5% de los niños de su edad tienen un IMC superior. Esta clasificación se recoge, expresado en percentiles, en el cuadro 2.3. CUADRO 2.3 Índice de masa corporal y determinación de la obesidad IMC menor al percentil 10: delgadez peligrosa IMC entre el percentil 10 y 25: delgadez IMC entre el percentil 25 y 75: peso normal IMC entre el percentil 75 y 85: sobrepeso IMC entre el percentil 85 y 95: obesidad IMC superior al percentil 95: obesidad grave 26 La pregunta ahora es ¿cómo sabemos en qué percentil de IMC se encuentra un niño, o en nuestro ejemplo, en qué percentil se encuentra Juan con su IMC de 24,75? Debemos recurrir de nuevo a unas tablas donde se han recogido los valores de IMC de una población infantil y donde consideramos que podemos comparar nuestros datos y saber qué percentil corresponde para cada valor de IMC. Disponemos de unas tablas específicas para niños (cuadro 2.4) y para niñas (cuadro 2.5). Dichas tablas han sido elaboradas a partir de gráficas poblacionales publicadas por el Ministerio de Sanidad y Consumo español (Cabranes et al., 2000). En el ejemplo que ponemos de Juan, su IMC era de 24,75. Con este dato se iría al cuadro de niños, se buscaría su edad en la primera columna, y luego en la fila de su edad se observaría si su IMC es igual o superior al indicado en la columna que corresponde al percentil 95 (que es 20,75). Que supere el percentil 95 quiere decir que tiene un IMC superior al 95% de los niños de su edad. Si tuviera un IMC cercano al percentil 50 significaría que su IMC es similar al de la mitad de los niños de su edad. Tener un percentil de 95 o superior se traduce en obesidad grave según la clasificación expuesta más arriba (cuadro 2.3). Por tanto diremos que Juan es un niño extremadamente obeso. Para dejar más claro cómo se determina la presencia de obesidad en infantes, realicemos otro ejemplo. Supongamos que Ana de 9 años mide 1,35 m y pesa 34 kg, su IMC será: CUADRO 2.4 Percentiles de IMC para niños (adaptado de Cabranes et al., 2000) 27 28 CUADRO 2.5 Percentiles de IMC para niñas (adaptado de Cabranes et al., 2000) 29 30 Con este dato de IMC de 18,68 una persona adulta tendría un peso bajo, según el cuadro 2.2, pero en el caso de Ana al ser una niña, primero deberíamos saber en qué percentil se encuentra en comparación con las niñas de su edad. Nos dirigimos al cuadro 2.5 de IMC para niñas, y buscamos la línea de su edad, 9 años. Ahí observamos que su IMC de 18,68 se encuentra entre los percentiles 75 y el 85, lo que según hemos indicado más arriba (cuadro 2.3) significaría que Ana tiene sobrepeso, sin llegar a ser obesidad. En el cuadro 2.6 se puede ver un resumen de este proceso para determinar la posible obesidad de un niño. CUADRO 2.6 ¿Cómo determinar la posible obesidad de un niño? 1.º Medir al infante, obtener el dato en metros (por ejemplo, 1,40 m). 2.º Pesarle, a ser posible por la mañana antes de desayunar, obtener el dato en kilogramos (por ejemplo, 38 kg). 3.º Calcular el IMC con la fórmula: 4.º En nuestro ejemplo obtendríamos un IMC de 19,39. 5.º Determinar a qué percentil corresponde ese IMC en el cuadro 2.4 si es niño o en el cuadro 2.5 si es niña. Buscar en la columna primera la edad, y en esa fila observar a qué percentil corresponde el IMC calculado. Si nuestro ejemplo es una niña de 8 años observamos que su IMC es ligeramente superior al percentil 75, lo que significa que supera al 75 % de las niñas de su edad en cuanto al percentil. 6.º Con este percentil determinamos, según lo señalado en el cuadro 2.3, si estamos dentro de un peso normal, sobrepeso, obesidad… En nuestro caso la niña tendría sobrepeso. Test de tendencia a la obesidad En el anterior apartado hemos visto cómo se puede hacer una valoración objetiva de si un niño tiene obesidad o no. En este apartado vamos a proporcionar un test que sirva de orientación para conocer si el niño tiene tendencia a la obesidad, en virtud de unos indicadores que conocemos al respecto por diferentes investigaciones. De esta forma tendremos dos datos para responder a la pregunta que inicia este capítulo, ¿cómo saber si mi hijo es obeso? Con la información del apartado anterior 31 podemos saber si lo es ahora, y con la información de este test sabremos si tiene tendencia a serlo aunque no lo sea ahora, dándonos una información muy útil para la prevención. No es un test que sirva para hacer un diagnóstico, sino que nos proporciona una información orientativa y preparatoria para intervenir en las áreas que más adelante se explicarán. Este test se puede aplicar también a un niño que sea obeso y del que deseemos saber si tiene tendencia estable a serlo. Deberán rellenar este test los progenitores o educadores que conozcan bien la dinámica de vida del niño. CUADRO 2.7 Test de tendencia a la obesidad infantil Leer cada pregunta y elegir una opción de respuesta. 1. El niño nació: a) Con peso normal. b) Con ligero sobrepeso. c) Con bastante sobrepeso. 2. La alimentación durante los primeros meses: a) Fue siempre leche materna. b) Leche materna menos de 4-5 meses. c) Fue siempre leche artificial. 3. Los progenitores y/ o familiares cercanos: a) Son personas, en general, con peso normal. b) Son personas, en general, con sobrepeso. c) Son personas con clara obesidad. 4. El niño: a) Come todos los días verduras, hortalizas y frutas. b) Come algunos días de la semana verduras, hortalizas y frutas. c) Es muy raro que coma verduras, hortalizas y frutas. 5. El niño: a) Come, raramente, bollería industrial y refrescos. b) Come de vez en cuando bollería industrial y refrescos. c) Come casi todos los días bollería industrial y refrescos. 32 6. El niño: a) Tiene diariamente actividades de ocio que requieren actividad física, como por ejemplo juegos en la calle. b) El niño tiende a ser sedentario, pero hace esporádicamente alguna actividad. c) El niño es muy sedentario, sus actividades de ocio son todas pasivas: televisión, videojuegos, ordenador, etc. 7. El niño: a) Practica varios días a la semana una actividad deportiva. b) Practica algo de deporte, una vez a la semana o menos. c) Nunca practica deporte. 8. El niño: a) Duerme regularmente todos los días más de 9-10 horas. b) Duerme regularmente, pero menos de 9 horas. c) Duerme mal y a veces pocas horas. ¿Cómo corregir el test? Se cuentan el número de respuestas A, el número de respuestas B y el número de respuestas C, e interpretamos así: – Si el n.º de A es mayoritario, respondiendo algunas B y pocas o ninguna C, podemos decir que el niño tiene poca o ninguna tendencia hacia a la obesidad. Lo que no significa que no esté obeso o no pueda serlo, dado que el test no mide todos los factores implicados. – Si el n.º de B es mayoritario, con alguna A y alguna B, podemos decir que el niño tiene una tendencia media hacia la obesidad. Esto significa que algunos de los factores implicados en la obesidad están presentes en la vida de este infante, favoreciendo el sobrepeso, y que convendría analizar y tomar medidas preventivas. – Si el n.º de C es mayoritario, con algunas B y A, diremos que el niño tiene una fuerte tendencia a la obesidad. Probablemente el niño sea ya obeso, aunque como señalamos puede que no, porque el test no mide todos los factores implicados. Con mayoría de C, convendría plantearse intervenir en prevencióno tratamiento si es el caso. Tipos de obesidad Hasta ahora hemos podido comprobar si un determinado niño es obeso o no, según los 33 valores de la población, o si tiene tendencia a la obesidad. Pero si alguien es obeso, dentro de esa obesidad ¿se pueden diferenciar tipos? En principio la obesidad es sencillamente el exceso de grasa, pero si relacionamos ese exceso de grasa con enfermedades asociadas sí se puede realizar una clasificación de la obesidad en diferentes tipos, y fundamentalmente según como esté distribuida esa grasa por el cuerpo. Aunque el exceso de grasa puede distribuirse de forma homogénea por todo el organismo, se observa que existe tendencia a acumular la grasa en dos zonas principalmente. Y de esta manera se diferencia entre: Androide (tipo masculino) Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la grasa en el abdomen, generando lo que popularmente se denomina “michelines” (“lonjitas” en países sudamericanos). Esta tendencia es más común en los hombres, por eso se denomina androide, y genera una forma corporal que se asemeja a una manzana. Ginoide (tipo femenino) Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la grasa en las piernas, fundamentalmente en la parte superior, muslos y glúteos. Esta tendencia es más común en las mujeres, por eso se denomina ginoide, y genera una forma corporal que se asemeja a una pera. Se estima que tener tendencia a la obesidad androide o ginoide es una cuestión que se hereda. En la figura 2.1 puede verse una interpretación gráfica de estos dos tipos de obesidad. 34 FIGURA 2.1. Diferentes tipos de obesidad según dónde tienda a acumularse la grasa corporal. Aunque a simple vista puede intuirse si alguien tiene obesidad ginoide o androide, puede hacerse una valoración más precisa. Para ello podrían hacerse dos mediciones con una cinta métrica: la circunferencia de la cintura, más o menos a la altura del ombligo, y la circunferencia de los glúteos, más o menos a mitad del trasero. Si la medición de la cintura es mayor que la de los glúteos hablaremos de androide y si es menor será ginoide. Diferenciar entre obesidad ginoide o androide, no sólo es una cuestión de estética, es importante esta diferencia porque ambas obesidades tienen diferentes niveles de riesgo para la salud. La obesidad androide (tendencia al exceso de grasa alrededor del estómago), está asociada a más enfermedades y más graves que la obesidad ginoide. Por ejemplo, los riesgos de enfermedad cardiovascular, complicaciones diabéticas o apnea del sueño, son mayores en obesidad androide. La obesidad ginoide, como es lógico sospechar, está más asociada a problemas de riego sanguíneo en las extremidades inferiores, provocando riesgo de tromboflebitis. Secundaria 35 En salud, se dice que un trastorno es secundario si es consecuencia de otro. El sobrepeso y la obesidad pueden ser consecuencia de otras enfermedades o problemas de salud, siendo, por tanto, consideradas como un signo más de dicha enfermedad. En este caso la obesidad no es el principal problema, sino la otra enfermedad, y el tratamiento debe dirigirse principalmente a tratar la enfermedad primaria. En este libro no vamos a dedicarnos a esta obesidad secundaria, ya que se estima que muy pocos casos de obesidad infantil se deben a este origen, pero es conveniente que conozcamos su existencia para no confundir cuáles deben ser los objetivos de intervención. A continuación exponemos algunas alteraciones de la salud y/o enfermedades que pueden causar obesidad: – Daños cerebrales, como tumores o hidrocefalia. Especialmente afecciones del hipotálamo. – Alteraciones hormonales, como déficit de hormona GH o hipotiroidismo. – Síndromes, como el Prader-Willi o Cushing. – Efectos secundarios de fármacos, como esteroides o antidepresivos. – Efectos de la inmovilidad asociada a ciertos problemas de salud, como la distrofia muscular o espina bífida. – Ciertos trastornos mentales pueden provocar hiperfagia y aumento de peso, como algunos trastornos psicóticos o ciertas depresiones. IDEA PARA RECORDAR Es importante descartar que la obesidad de un niño no se debe a otra enfermedad, es decir, que no se trata de una obesidad secundaria. En caso de sospecha, debe ser puesto en conocimiento de un médico para que realice el posible diagnóstico y tratamiento de la enfermedad principal, y se considere si se requiere alguna intervención específica para el sobrepeso o no. Es necesario, por tanto, que una familia que esté preocupada por la obesidad de uno de sus hijos descarte que se deba a otro tipo de enfermedad. Para ello se pueden tener en cuenta algunos indicadores que pueden estar avisando de otras enfermedades, como el origen de la obesidad. Algunos de éstos son: – Comportamientos extraños, hipersomnia, cambios bruscos del humor, incapacidad de concentración, depresión, etc. – Una obesidad muy resistente, que aun controlando oportunamente la alimentación y ejercicio físico del niño, no disminuye. Ante alguno de estos indicadores, o cualquier sospecha, es mejor descartar la presencia de alguna enfermedad primaria acudiendo al médico para que valore la situación, y establezca posibles técnicas diagnósticas y posibles tratamientos. 36 PREGUNTAS Y RESPUESTAS ¿Cuál es el peso adecuado al nacer? No existe un peso exacto que se puede considerar como “el adecuado” para un recién nacido. Se ha venido en considerar que un recién nacido tiene bajo peso si su peso es inferior a 2.600 g, y si supera los 4 kg se le considera “macrosoma” en cuanto a que es “grandote”. Por tanto, el rango de pesos más comunes está entre 2,6 y 4 kg. Hoy día prematuros de 1 kg o incluso menos, pueden ser bebés que pueden salir adelante gracias a las nuevas tecnologías. Evidentemente este dato del peso debe ser valorado con la talla del recién nacido, que suele estar entre 46 y 54 cm. Los niños suelen pesar más que las niñas. Es normal que durante la primera semana los bebés pierdan algo de peso, y que comiencen a ganarlo a partir de la segunda. ¿Sobrepeso y obesidad son lo mismo? No. Aunque muchas veces las utilizamos como sinónimos, se refieren a realidades diferentes. Un niño tiene sobrepeso si supera con su IMC al 75% de los niños de su edad, y tiene obesidad si supera al 85%. Los problemas de salud están, lógicamente, más asociados la obesidad que al sobrepeso. ¿Existen otras formas de medir la obesidad que no sea con el índice de masa corporal? Realmente, el índice de masa corporal (IMC) no es el mejor método para medir la obesidad en adultos o en niños, pero es un sistema sencillo, rápido de calcular y bastante aproximado. Los mejores métodos son aquellos que miden directamente cuál es el porcentaje de grasa en el cuerpo, y nos permiten determinar de forma objetiva si es excesiva o no. Existen diversas técnicas como son las medidas de varios pliegues de piel o las técnicas bioelectrónicas que miden la densidad corporal, que son más precisas que el IMC, pero que deben ser aplicadas por profesionales de la salud con los medios técnicos apropiados. Para los objetivos de mejora de la calidad de vida a nivel familiar, el IMC es un método adecuado para el análisis, siempre y cuando tengamos en cuenta que en niños debemos comparar los datos en tablas específicas para ellos. 37 ¿Qué es el “peso ideal”? El concepto de “peso ideal” se creó por ciertas compañías de seguros americanas en la segunda mitad del siglo XX, y se corresponde con un 10 o 15% inferior al que se consideraba normal para una determinada edad, sexo y altura. La idea de estas compañías es que las personas que son más delgadas que lo esperable, son menos proclives a sufrir enfermedades. Si bien es cierto que la obesidad está asociada a ciertos problemas de salud, la búsqueda de la delgadez muy por debajo de un peso normal también pone en riesgo la salud. El método más sencillo que tenemos para determinar cuál es el peso adecuado de una persona adulta o infante es calcular su Índice de Masa Corporal, comose ha he explicado en este capítulo, y compararlo en las tablas indicadas con el resto de la población. 38 3 ¿Realmente es malo que mi hijo sea obeso? Por qué hay que evitar y tratar la obesidad Hasta hace unas décadas el exceso de peso se consideraba como una “complicación” de salud, algo que podía empeorar el estado físico de una persona o agudizar una enfermedad. Hoy día el sobrepeso o la obesidad son considerados para muchos profesionales como una enfermedad en sí misma, incluso ha sido clasificada como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS no sólo ha dicho que la obesidad es una enfermedad sino también que, dado el número de los afectados, es una de las enfermedades principales de las sociedades desarrolladas. ¿Pero cuáles son los aspectos negativos de tener sobrepeso u obesidad? Principalmente se podrían clasificar en dos grandes grupos: los efectos en la salud inmediatos y los efectos a largo plazo. En la figura 3.1 se hace una interpretación gráfica de este planteamiento. FIGURA 3.1. Efectos de la obesidad en la salud. Efectos inmediatos 39 Los efectos de la obesidad en la salud de un niño, de forma inmediata, están asociados a: – Grado de obesidad. Cuanto mayor sea el sobrepeso/ obesidad más afectada se ve la salud. – Duración. Cuanto mayor tiempo esté el niño con su exceso de peso, mayores riegos existen para la salud. – Edad. Se ha observado que la obesidad en la última etapa de la infancia y primera pubertad puede implicar mayores riesgos que una obesidad de duración puntual durante la primera infancia. A continuación se exponen algunas de las enfermedades y problemas de salud física a las que se ha asociado la obesidad. La mayoría de estos estudios se refieren a personas adultas, por tanto, no podemos concluir automáticamente que son de igual aplicación a infantes, pero se exponen porque nos sirven para alertar de los peligros de mantener un sobrepeso excesivo. – Diabetes. – Hipertensión arterial. Se estima que en la actualidad ya el 3% de los niños y adolescentes tienen hipertensión arterial, y ello debido al incremento de la obesidad infantil. – Resistencia insulínica. – Inicio de enfermedades coronarias. – Aumento del colesterol LDL, comúnmente llamado colesterol “malo”. – Arterioesclerosis. – Insuficiencia pulmonar. – Las niñas obesas suelen tener menarquia (regla) adelantada. – Problemas para respirar. – Dificultades para dormir. A los anteriores problemas en el ámbito de la salud física hay que añadir los problemas de salud desde la perspectiva psicológica y social. Señalemos algunos de ellos. – Problemas de autoimagen. Durante la primera infancia un niño obeso no va a “sufrir” porque su imagen sea obesa, es más, puede incluso que reciba mensajes afectuosos y cariñosos por esa imagen “rechoncha”. Pero aproximadamente a partir de los 9-10 años los niños ya son capaces de realizar comentarios sobre la imagen corporal a otros compañeros, y los que los reciben ya son capaces de entenderlos y saber lo que significan. En estos momentos los comentarios despectivos del tipo “la gordita no juega” o “Pablo es un hipopótamo”, sí que hacen mella en la propia autoimagen, generando dolor y haciendo que se sientan rechazados. Existen numerosas investigaciones que avalan la importancia que tienen las burlas de los 40 compañeros, y sobre todo las que realizan los familiares, en la formación de la propia autoimagen. Muchos de los trastornos de la conducta alimentaria que se dan en la adolescencia se relacionan con experiencias de burlas en la infancia y primera adolescencia, es decir, que la obesidad va generando un malestar psicológico, que se traduce en la aceptación de tener una mala autoimagen y por extensión una menor autoestima. – Comportamientos sociales poco saludables. Las reacciones que suelen tener los niños con obesidad que son sometidos a burlas por tener esa imagen corporal son variadas; muchos lo sobrellevan sin más, pero otros reaccionan de forma poco saludable. Entre estas reacciones destacamos dos. Aquellos que buscan compensar el rechazo de los demás por su obesidad, recurriendo a hacerse “los graciosos”, los “chistosos”, a aceptar atender los caprichos de los demás, etc., buscando en estas conductas la aceptación y la integración social. Evidentemente, estas reacciones no son sanas, pues “pervierten” el tipo de relación que se establece con los demás. También están aquellos que reaccionan de forma contraria, ya que al sentirse criticados y rechazados, lo que hacen es aislarse, no querer ir al colegio, no querer salir a jugar con los compañeros, etc. De igual forma, debemos decir que este tipo de comportamiento no es saludable, pues el aislamiento social no tiene ningún efecto positivo, sino todo lo contrario. IDEA PARA RECORDAR Algunos niños obesos son especialmente graciosos, simpáticos, y condescendientes con los deseos de los demás. Esto, muchas veces, realmente esconde un intento de ser aceptados por los demás, buscando compensar el rechazo que han sufrido por su imagen obesa. Algunos niños obesos, en este afán de agradar, se convierten en pequeños bufones o ponen en riesgo su propia salud. – Problemas sociales asociados a la obesidad. Además del rechazo del que hemos hablado, cuando la obesidad es muy elevada, el niño puede encontrarse con problemas como los siguientes: a) Dificultades para encontrar ropa de su talla, o tener que llevar ropas que no son “la moda”, lo cual también puede ser origen de burlas y descalificaciones. b) Problemas en los transportes públicos para acceder o para ocupar un lugar. c) Cuando se acerca la adolescencia los varones pueden sufrir por el efecto estético que genera su exceso de grasa, como por ejemplo la pseudoginecomastia (que parezca que tienen mamas, cuando lo que realmente tienen son cúmulos de grasa) o debido al exceso de tejido graso, observar que se tiene un tamaño de pene aparentemente más pequeño. d) El adelanto de la regla con respecto a sus compañeras, que ya hemos 41 indicado, también puede ser origen de confusión psicológica y posible fuente de rechazo. Por todos los problemas anteriormente señalados, que confluyen en posibles rechazos sociales, podemos intuir que los casos de ansiedad, tristeza, e incluso depresión son más comunes en niños/adolescentes obesos que en los que no lo son. En algunos casos estos problemas psicológicos se intentan resolver con reacciones poco saludables que empeoran la situación. Por ejemplo, buscar consuelo en la comida. El niño que se siente triste y deprimido, porque se siente rechazado, puede buscar en los dulces y golosinas una fuente de placer para calmar sus sentimientos negativos. Una reacción común de muchos infantes con obesidad es buscar en su familia esa aceptación y cariño que no encuentran en sus compañeros. A veces la familia reacciona con un afán proteccionista que no ayuda, y que puede incluso justificar al niño que no es necesario hacer nada para mejorar su obesidad sino que siendo así todo está bien. Véase, en el capítulo de causas de la obesidad, la figura 4.3 al respecto. Hemos resaltado problemas psicológicos asociados a la obesidad infantil, pero como bien se puede comprobar, no puede decirse que estén causados por el exceso de grasa, sino porque la obesidad es una condición social fuertemente rechazada por la sociedad. Es decir, que la obesidad no causa problemas psicológicos, los problemas psicológicos provienen de las reacciones sociales que tienen los demás ante una determinada imagen corporal. En esta línea lo expresan muy bien algunos investigadores de la obesidad: Aunque la obesidad está asociada a problemas psicológicos, los obesos, en conjunto, no tienen más alteraciones psíquicas graves que la población general. Sin embargo, en la sociedad actual, muy preocupada por la estética, la obesidad añade un fuerte factor de ansiedad y sentido de inferioridad que condiciona importantes modificaciones en las relaciones laborales, sociales y afectivas (Moreno et al., 2000). Finalizamos este apartado con la figura3.2, donde se expone un resumen de cómo afecta la obesidad a la salud de forma inmediata. 42 FIGURA 3.2. Algunos problemas de salud asociados a la obesidad infantil. Efectos a largo plazo Hay que evitar ser obeso en la infancia por los problemas de salud que genera de forma inmediata, tal y como se ha expuesto anteriormente, pero también conviene evitar la obesidad infantil, o intervenir para reducirla, por los problemas que generan a largo plazo. No debe engañarse ningún padre ni ninguna madre si observa que su hijo “gordito” o hija 43 “gordita” aparente ser feliz, y no tener ninguna enfermedad que se pueda asociar al sobrepeso, si este exceso de peso, aparentemente, no le está causando problemas en la actualidad. Lo que sí está es aumentado de forma peligrosa el riesgo de que más adelante los sufra, aunque sea un adulto delgado. Comentemos algunos de los efectos a largo plazo de ser obeso en la infancia. Aumento del riesgo de ser obeso en la etapa adulta El primero que podemos señalar es que se observa una relación entre ser obeso en la infancia y la probabilidad de ser obeso en etapas posteriores de la vida: la juventud y la adultez. Se ha estudiado esta relación y actualmente se acepta el riesgo que se indica en el cuadro 3.1. CUADRO 3.1 Riesgo de sufrir obesidad cuando se es adulto si se ha padecido en la infancia y/o adolescencia Presencia de obesidad a ciertas edades Riesgo de ser obeso en la edad adulta 6 meses 14% 7 años 41% 10-13 años 70% Adolescencia 80% Según se expone en el cuadro anterior, existe un alto riesgo de continuar siendo obeso si se ha sido en la infancia y adolescencia. Este riesgo es mayor cuanto más tiempo se es obeso en la infancia, y si la obesidad se ha sufrido en etapas cercanas a la adolescencia o infancia tardía. Quien es obeso en la adolescencia será obeso con un 80% de probabilidad cuando sea adulto. La obesidad en la etapa adulta está asociada a importantes riesgos de salud, como veremos ahora, por tanto una de las razones más importantes para evitar o tratar la obesidad infantil es prevenir que se extienda a toda la vida. ¿Por qué si un niño es obeso, existe mayor riesgo de que sea también obeso cuando sea adulto? Esto se debe a dos razones muy importantes. – La adquisición de hábitos alimentarios. Una de las razones por las cuales un niño es obeso son sus “malos” hábitos alimentarios, y debemos saber que estos hábitos se pueden quedar fijados para etapas posteriores. Pongamos algún ejemplo. Si un niño durante toda su infancia no come verduras o frutas, porque no le gusta el sabor, y su familia no le educa oportunamente para que las disfrute, es muy probable que esta aversión hacia las verduras y las frutas 44 se mantenga para etapas posteriores. Otro ejemplo sería que el niño se acostumbre a comer bollería habitualmente, este hábito también quedará para su adolescencia y etapa adulta, provocando sobrepeso. Por ello, es muy importante adquirir buenos hábitos alimentarios en la infancia, porque pueden quedar fijados para toda la vida. Exactamente lo mismo se puede decir de la adquisición de hábitos cotidianos para realizar actividad física. IDEA PARA RECORDAR Se ha comprobado que la obesidad en la infancia y adolescencia incrementa la probabilidad de que esa persona cuando sea adulta también padezca de obesidad. Cuanto más tiempo se sea obeso en la infancia, más riesgo existe de serlo en el futuro. – Otra razón que explica por qué los niños obesos corren el riesgo de convertirse en adultos obesos se refiere a un aspecto biológico. El aumento de la grasa corporal puede ser debido a dos razones: hiperplasia o hiperplastia. Diremos que alguien está acumulando grasa por hiperplasia porque están aumentando el número de células que guardan la grasa (adipocitos); y diremos que alguien está acumulando grasa por hiperplastia, porque las células adipocitarias que tiene esa persona están aumentando en capacidad, “se están hinchando”, reservando más grasa, no porque estén aumentando en número. Esto nos sirve para señalar que en diferentes momentos de la infancia el infante es proclive a la hiperplasia, a crear nuevas células que acumulen grasa, células que quedarán para toda la vida. Si en esas etapas sensibles (por ejemplo cerca de la pubertad) a través de la alimentación y del escaso ejercicio, se estimula a que se desarrollen muchas células “almacén”, además de tener un niño obeso, lo que estaremos haciendo es que esa persona en el futuro tenga más facilidad para acumular grasa que otra persona que durante la infancia no creó tantas células “almacén”. Esto explicaría el aumento del riesgo de obesidad en adultos, que en la infancia fueron obesos. Aumento de la probabilidad de sufrir diabetes de tipo 2 en la juventud y etapa adulta Cuando hemos hablado de los problemas de salud que en la infancia están asociados a la obesidad, ya hemos comentado la diabetes, ahora comentemos cómo no sólo el riesgo es para la etapa infantil, sino que se extiende más allá. Tradicionalmente la diabetes de tipo 2, véase cuadro 3.2 para más información, se consideraba una enfermedad que afectaba principalmente a adultos, sin embargo, en los últimos años se observa una reducción de la edad de las personas que la padecen. Esta reducción se asocia a personas que han mantenido un sobrepeso u obesidad en la 45 infancia o que han continuando así a lo largo de la adolescencia y primera juventud. CUADRO 3.2 ¿Qué es la diabetes de tipo 2? La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por tener unos niveles muy elevados de glucosa en sangre, que produce daños al organismo (renales, neurológicos, oftalmológicos, etc.), y que pueden llegar a ser muy graves. El nivel excesivamente alto de glucosa en sangre se debe a que ésta no está accediendo correctamente a las células del organismo, donde la glucosa se utiliza como fuente de energía. La glucosa “entra” en las células por medio de la insulina, sustancia producida por el páncreas, y que en las personas con diabetes no se produce o se produce en cantidad insuficiente. La falta de insulina puede ser total, y requerir la administración externa de forma periódica; estaríamos ante una diabetes insulino-dependiente o de tipo 1. En la diabetes de tipo 2, el páncreas sí que produce insulina, pero ésta no es lo suficientemente efectiva para mantener los niveles de glucosa normales. La diabetes de tipo 2 se ha asociado tradicionalmente a personas mayores de cuarenta años y con sobrepeso, y que siguiendo unas pautas alimentarias, de actividad física y de control, pueden corregirla reduciendo los riesgos para su salud. Las personas con diabetes de tipo 2 no requieren de administración de insulina externa, salvo casos graves. En los últimos años se observa una reducción de la edad de aparición de este tipo de diabetes, incluso en personas muy jóvenes, debido a la extensión de la obesidad infantil. Los expertos están alertando de la aparición de complicaciones de salud, asociadas a la diabetes de tipo 2, en personas jóvenes menores de 30 años debido a la existencia de unas tasas tan altas de obesidad infantil. Disminución de la esperanza de vida en la edad adulta si la obesidad se prolonga En varios de los libros que se recomiendan en el capítulo 9 se pueden encontrar detalladas las enfermedades a las que se asocia la obesidad en la edad adulta, dado que este libro se dirige a la obesidad infantil, no vamos a detenernos especialmente en ello, sólo vamos a mencionar tres cuestiones, que pueden servir de ejemplo de cuán necesario es que desde la infancia debamos prevenir la obesidad. – Se estima que las personas que mantienen una obesidad prolongada, por ejemplo entre los 25 y 35 años, su riesgo de muerte por las enfermedades asociadas es 12 veces mayor que en personas no obesas (Moreno y Beltrán, 2005). 46 – Las personas obesas tienen alto riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, enfermedades que están a la cabeza de las causas de muerte en el mundo occidental. Entre estas enfermedades podemos destacar la hipertensiónarterial, la insuficiencia cardiaca, los infartos de miocardio o la angina de pecho. – Las personas obesas, en contra de una creencia popular, no son más felices que las personas no obesas. Entre ellas se dan comúnmente trastornos psicológicos como la ansiedad y la depresión, y la tasa de suicidios es mayor que en las personas de peso normal. Peor autoestima en la edad adulta Un adulto que fue obeso, aunque ya no lo sea, puede guardar en su interior los efectos psicológicos de ser un niño obeso en una sociedad que estigmatiza la obesidad. Por ejemplo, se ha comprobado que gran parte de las chicas que en la adolescencia o juventud sufren de anorexia nerviosa o bulimia nerviosa, recuerdan haber tenido experiencias pasadas de sobrepeso y haber recibido burlas de sus compañeros y familiares por ello. Es decir, que la autoestima, asociada a la imagen corporal, puede quedar dañada para la vida adulta aunque ya no se tenga sobrepeso, si durante la infancia se tuvo y acarreó malas experiencias personales. Recordemos finalmente el Informe sobre la Salud del Mundo de la Organización Mundial de la Salud en el 2002, que resaltaba que la obesidad estaba asociada al 60% de la muertes debidas a enfermedades no contagiosas (cardiovasculares, cáncer, diabetes, etc.) y si no se toman medidas importantes se llegará al 73% en el año 2020. En la actualidad se estima que en el mundo mueren 57 millones de personas por problemas asociados al exceso de peso. PREGUNTAS Y RESPUESTAS “A mi hija Paula le ha venido muy pronto la primera menstruación, ¿puede estar relacionado con su obesidad?” Sí. Se ha comprobado cómo las niñas con obesidad tienen una maduración acelerada, que se puede observar con un desarrollo corporal más evidente, un crecimiento precoz de las mamas y la aparición de la menstruación antes que a las niñas de su edad con peso normalizado. Dado que estas consecuencias de la obesidad son incontrolables, conviene que los padres 47 estén preparados para ello y puedan informar a su hija y prepararla psicológicamente para que no tenga un impacto negativo en la niña, haciéndole ver que dichos cambios son normales y consustanciales al crecimiento. No conviene que se cree un clima negativo ante estos cambios, ni que por supuesto se le critique por ello asociándolo al peso. “¿Creía que la diabetes era un problema que nada tenía que ver con el peso?” Existe un tipo de diabetes, la 2, que sí está claramente asociada a los hábitos saludables y al peso. En este tipo de diabetes el páncreas no deja de producir insulina, pero la que genera no es suficiente para realizar la función de introducir la glucosa en las células. Este tipo de diabetes se sufría en la edad adulta tras muchos años de sobrepeso, sin embargo, en la actualidad está apareciendo en personas cada vez más jóvenes, por la generalización de la obesidad en infantes y jóvenes. “A nuestra hija Diana, de 11 años, que tiene notable sobrepeso, se la ve muy feliz y tiene muchas amigas, ¿por qué se dice que el sobrepeso infantil está asociado a menos relaciones con los demás?” Casi todas las afirmaciones que se hacen en estos temas de salud deben tomarse como generalizaciones y relacionadas con la mayoría de los casos. Es perfectamente compatible una situación de sobrepeso con un buen estado psicológico. Sin embargo, en este tema conviene que los padres no confundan la falta de conciencia de problema de salud que tiene un niño de su situación con la realidad. Existen algunos estudios que han comprobado cómo muchos niños obesos no se perciben a sí mismos como tales, ni viven su obesidad como un problema de salud. Aunque la niña se sienta feliz con su aspecto, no significa que el sobrepeso no esté dañando sus articulaciones o le esté configurando una adultez obesa. De igual forma los padres deben estar atentos a ciertas relaciones que se dan en niños obesos, que para contrarrestar situaciones de rechazo, son condescendientes con sus amigos en muchas cosas, les dejan sus juguetes, les prestan sus cuadernos, etc., aparentando buenas amistades, cuando lo que hay es un aprovechamiento injusto. “Mi hijo Raúl tiene problemas de respiración, ¿puede ser debido a su exceso de peso?” 48 Los problemas de respiración, así como los problemas para conciliar el sueño o despertarse por la noche son más comunes en niños obesos que en los que tienen un peso normalizado, por tanto es probable que ambos temas estén asociados. No obstante, si dicha dificultad es permanente o muy acusada convendría consultar al pediatra o médico de familia. Si el problema proviene del sobrepeso se corregirá al reducir éste. Mientras tanto conviene que el niño no esté expuesto a sobreesfuerzos que pudieran provocarle algún tipo de insuficiencia respiratoria. “Nuestra hija María de 11 años tiene evidente sobrepeso, pero cuando lo hablamos con ella, lo niega. ¿Por qué tiene esta actitud?” Que un niño niegue su sobrepeso u obesidad no se debe exclusivamente a negar un problema que tiene, puede deberse a una verdadera falta de conciencia de que lo que tiene puede ser algo problemático. Normalmente si el sobrepeso no es muy excesivo no tiene por qué tener consecuencias inmediatas y evidentes sobre la salud, que se representen como problemas para él. A veces la conciencia de problema con el sobrepeso la adquieren los niños a partir de los 8-9 años, si son criticados por su imagen o marginados en juegos. Los padres deben hablar con el hijo –poco consciente de la realidad de su situación–, evitando dramatizar y acomplejar al niño, pero intentando que sea consciente de la realidad para poder mejorar. Si llegada la adolescencia sigue teniendo evidentes problemas para reconocer su verdadera imagen corporal, podría estar iniciándose un trastorno que debería ser valorado por el psicólogo. 49 4 ¿Por qué mi hijo es obeso? Perspectiva actual En nuestra cultura, hasta hace unas pocas décadas, se tenía muy clara la respuesta a la pregunta ¿por qué existe la obesidad?: hay personas obesas porque esas personas comen mucho. Esta respuesta tan sencilla engloba dos ideas muy importantes que casi todo el mundo asumía: que la obesidad era una cuestión de decisión, voluntad o control personal, y que la obesidad se asociaba fundamentalmente a la ingesta excesiva. Durante mucho tiempo, debido a estas ideas, se ha culpabilizado a las personas obesas de serlo “porque quieren” o “porque no son capaces de controlarse lo suficiente”. Hoy día la visión de la obesidad no es tan simple y se atiende a otras consideraciones para explicarla. Al menos, debemos tener en cuenta las siguientes cuestiones: – Existen factores propios de la persona que son importantes en la determinación de su peso y posible obesidad, por ejemplo, las tendencias heredadas de los progenitores, o el entorno próximo en el que viva (hábitos familiares, por ejemplo). – Existen factores externos a la persona que son también importantes en la determinación del peso y la posible obesidad, como son las tendencias sociales y costumbres sobre alimentación, ocio y estilos de vida. – Por ello debemos descartar el considerar que la obesidad tiene una causa única, y menos todavía que se deba simplemente a una falta de control por las personas que la sufren. Al parecer, la obesidad nace de una interacción de factores sociales, personales, familiares, genéticos, etc. más allá de una simple falta de capacidad para controlarse. Conviene acercarse a la explicación de la obesidad con una “mentalidad abierta”, es decir, no intentando buscar una causa única, sino asumir que la obesidad está multi- 50 determinada, y que según la persona de la que estemos hablando, unos factores tendrán más importancia que otros. Desde esta perspectiva se aborda el siguiente apartado. Causas de la obesidad En este capítulo nos vamos a centrar en las posibles causas psicológicas de la obesidad, fundamentalmente en su relación con los hábitos cotidianos. En el capítulo 9 de ampliación de información se incluye un texto sobre la “la explicación de la obesidad” (texto 2)que incluye información desde el punto de vista general y genético. La obesidad como resultado de hábitos inadecuados La explicación de la epidemia de obesidad que se extiende por los países occidentales se encuentra en la universalización de ciertos hábitos alimentarios y en el sedentarismo. Si entráramos a valorar cada caso concreto deberíamos entonces sopesar la influencia hereditaria. El gran interés de explorar qué hábitos están detrás de la obesidad es que los hábitos se pueden modificar si se considera que no son adecuados, algo que por el momento no podemos hacer con los genes heredados. Igualmente, es importante reflexionar sobre el hecho de que los hábitos de alimentación y de práctica de actividad física se aprenden bien o mal durante la infancia, en el entorno familiar, bajo la responsabilidad del padre y/o la madre. Por tanto, deben tener especial interés los progenitores en conocer qué hábitos de vida están detrás del sobrepeso, los cuales están en sus manos cambiar para prevenirlo o reducirlo. En un extenso estudio en población infantil española (EnKid, 2001), se observó que los factores más relacionados con la obesidad infantil y asociados a hábitos eran: – Ausencia de lactancia materna. – Ingesta elevada de grasa. – Consumo elevado de bollería, embutidos y refrescos. – Bajo consumo de frutas y verduras. – Sedentarismo. – Ausencia de práctica de deportes. Detengámonos un poco en estos factores, agrupándolos en dos grandes cateregorías: nuevos hábitos alimentarios y vida sedentaria. 51 Nuevos hábitos alimentarios Qué se come, cómo se come y en qué cantidad, sirven de buen guión para entender los nuevos hábitos de alimentación. A continuación se ponen algunos ejemplos. – ¿Qué se come? En muchos países, España es un buen ejemplo, se han ido perdiendo buenas prácticas gastronómicas, como son las derivadas de la dieta mediterránea (verduras, legumbres, frutas, pescado, aceite de oliva…) que se han sustituido por el consumo de alimentos muy ricos en azúcares y grasas (bollería industrial, patatas fritas, embutidos…). Costumbres poco latinas como añadir mantequilla al pan, o condimentar todo con salsas mayonesa o ketchup, han venido también a contribuir a este exceso de calorías. Igualmente, se han ido popularizando como bebida habitual los refrescos, los cuales aportan gran cantidad de calorías y pocos elementos nutrientes. Estos cambios se han generalizado para detrimento de nuestra salud; los alimentos que se están universalizando favorecen el sobrepeso, y a veces, una alimentación desequilibrada en cuanto a nutrientes. – ¿Cómo se come? La forma de comer también ha ido cambiando, y lamentablemente para peor. Desde el punto de vista que nos ocupa, nuevos hábitos se están extendiendo que favorecen el sobrepeso: renunciar a hacer un buen desayuno por falta de tiempo (luego se comen bollos o golosinas para compensar el hambre…), comer a gran velocidad, comer comidas precocinadas, comer en restaurantes de comida rápida, cocinar cada vez menos y encargar cada vez más comidas para casa, las cuales suelen ser muy ricas en calorías (pizzas, comida china…), etc. IDEA PARA RECORDAR Según el Ministerio de Sanidad, el 8% de los niños españoles acude al colegio sin haber desayunado. – ¿Cuánto se come? Si bien la cantidad de alimentos saludables que se comen ha ido disminuyendo, la cantidad de alimentos ricos en grasas, azúcares, es decir, en calorías vacías ha aumentado, y ya no sólo a nivel nacional, sino en cuanto a lo que es una ración normal. Los refrescos se toman ya en botellas de medio litro o de 750 cc, las hamburguesas con sus salsas han ido aumentando de tamaño en los últimos años, si hace unos años en el cine sólo se comía palomitas, hoy día se extiende la costumbre americana de ver la película comiendo perritos calientes o nachos con queso, con grandes refrescos. Hace también pocas décadas las chucherías y la bollería industrial eran caprichos que se comían de vez en cuando o en cumpleaños. Actualmente, en muchos niños, son alimentos comunes todos los días, y así podríamos ver un sinfín de ejemplos de cómo cada vez se come más cantidad, pero de alimentos poco 52 saludables y favorecedores de la obesidad. En cuanto a los hábitos alimentarios deberemos decir que muchos progenitores han abandonado una buena práctica, que es la educación en los mismos. Muchos niños no comen verduras o frutas porque se les ha permitido que terminen por aborrecer su sabor, y para contentarles se les ha consentido acostumbrarse a comer otras cosas. Los hábitos alimentarios se educan, y el ritmo de vida actual, junto a la disponibilidad económica para adquirir otros alimentos sustitutos más “ricos de sabor”, están haciendo que los padres olviden esta tarea educativa, facilitando así la aparición de la obesidad. Vida sedentaria El otro gran estilo de vida o hábito asociado al sobrepeso es el que se refiere a la realización de actividad física, ya sea en la vida cotidiana, o como actividad deportiva regular. En España los datos son abrumadores, según la Encuesta Nacional de Salud hechos públicos en 2005: – La mitad de la población española encuestada (niños y adultos) reconocen que no realizan ninguna actividad física en su tiempo libre. – El 89% de los niños ven la televisión a diario. – Un 45% de los niños pasan frente al televisor entre 1 y 2 horas diarias. Un 21% entre 2 y 3 horas diarias, y un 9,3% más de 3 horas diarias. A este respecto diremos que dos son las tendencias actuales en cuanto a los estilos de vida relacionados con la actividad física. Una es la reducción de las actividades cotidianas que requieren movimiento, como son: no bajar escaleras, no caminar para ir de un sitio a otro, automatizar muchas tareas (como lavar el coche…), realizar actividades de ocio que no requieren movimiento (ver televisión, jugar con videojuegos, utilizar el ordenador…); y otra la falta de una práctica deportiva de forma cotidiana. Este estilo de vida sedentario favorece el sobrepeso de forma contundente. 53 FIGURA 4.1. Los hábitos sedentarios, como ver excesivamente la televisión, favorecen el sobrepeso. A modo de ejemplo, se reproduce el cuadro 4.1, donde puede observarse la relación entre horas que se dedican a ver la televisión y la prevalencia de sobrepeso en una investigación estadounidense. Entre los niños que más ven la televisión la prevalencia del sobrepeso es mayor. Más de 1 o 2 horas de televisión al día tiene malos efectos sobre la salud del niño, además de contribuir a su sobrepeso, reduce la realización de otras actividades más educativas, creativas y socializantes. CUADRO 4.1 Relación entre tiempo dedicado a ver televisión y prevalencia de sobrepeso en niños estadounidenses (citado en Estudio EnKid, 2001) Horas diarias viendo TV Prevalencia de sobrepeso De 0 a 2 horas 11,6% Entre 2 y 3 horas 22,6% Entre 3 y 4 horas 27,7% Entre 4 y 5 horas 29,5% Más de 5 horas 32,8% El hábito de ver la televisión de forma excesiva se ha asociado al aumento de la obesidad infantil a través de diferentes mecanismos (Chueca, Azcona y Oyarzábal, 54 2002): – Por el gran número de alimentos calóricos que se anuncian. – Porque muchos personajes de televisión tienen unos hábitos alimentarios poco sanos. – Porque mientras se ve la televisión, se incrementa la probabilidad de tomar aperitivos. – Porque se sustituyen actividades de ocio más activas a cambio de la pasividad de ver la televisión. En los últimos años también se han asociado los malos hábitos de sueño con el sobrepeso y la obesidad. Los niños que duermen menos y de peor forma tienen más riesgo de ser obesos; los investigadores lo explican por la interacción de ambas manifestaciones a través de las hormonas. Resumiendo todo lo anterior, para explicar la obesidad debemos atender a: – Tendencias heredadas. – Hábitos alimentarios (qué, cómo, cuánto). – Realización de actividad física cotidianamente junto a actividad deportiva de vez en cuando. – Hábitos saludables de sueño. La explicación de la alta prevalencia de obesidad
Compartir