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Obesidad infantil_ que hacer desde la familia - José Ignacio Baile

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Obesidad infantil
¿Qué hacer desde la familia?
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Obesidad infantil
¿Qué hacer desde la familia?
José Ignacio Baile
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Ilustraciones: Pedro Otero
© José Ignacio Baile
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid
Tel.: 91 593 20 98
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Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las
leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de
recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por
cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A.
ISBN: 978-84-995802-5-8
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Índice
Prólogo
Introducción
1. Las historias de César, Daniel, Marta y Dana
¿Qué podemos aprender de estas historias personales?
¿Realmente hay muchos niños obesos?
2. ¿Cómo sé si mi hijo tiene sobrepeso u obesidad?
Definamos la obesidad
El IMC, un método para medir la obesidad
Obesidad infantil medida con el IMC
Test de tendencia a la obesidad
Tipos de obesidad
Androide (tipo masculino)
Ginoide (tipo femenino)
Secundaria
3. ¿Realmente es malo que mi hijo sea obeso?
¿Por qué hay que evitar y tratar la obesidad?
Efectos inmediatos
Efectos a largo plazo
4. ¿Por qué mi hijo es obeso?
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Perspectiva actual
Causas de la obesidad
La obesidad como resultado de hábitos inadecuados
La obesidad se refuerza a sí misma
Modelos multifactoriales en la explicación de la obesidad infantil
5. Prevención de la obesidad infantil
Adquisición de buenos hábitos alimentarios
Pautas de alimentación según la etapa infantil
¿Cuánto debe comer el niño?
Educar el apetito y el gusto
Actividad física en la infancia
6. ¿Cómo puedo reducir la obesidad de mi hijo?
¿Asumir la obesidad como un problema de salud importante
¿Un problema de la familia o sólo del niño?
Estrategias para reducir el sobrepeso o la obesidad de mi hijo
Establecimiento de un plan
Primero evaluar: ¿Qué está ocurriendo para que mi hijo tenga sobrepeso o
sea obeso?
Diseñar un plan de intervención
Cambios en el tipo de alimentos
Cambios en los hábitos de alimentación
Cambios en las pautas de actividad física
Problemas con el plan de intervención
7. ¿Cómo puedo afrontar los problemas psicológicos asociados a la obesidad
de mi hijo?
Problemas de autoestima
¿Cómo podemos mejorar la autoestima?
Problemas emocionales
Cómo detectar la depresión y cómo intervenir
Problemas de relación con los demás
¿Qué hacer?
Prevención de la anorexia y la bulimia
Anorexia y bulimia: ¿qué son y cómo se diferencian?
¿Qué puede hacer la familia para prevenir estos problemas?
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8. Tratamientos especializados para la obesidad
Psicológicos
Farmacológicos
Quirúrgicos
9. Para ampliar información
Textos para la reflexión
Texto 1: La obesidad a principios del siglo XXI: datos para la preocupación
Texto 2: ¿Por qué hay personas obesas?
Texto 3: El atractivo de la delgadez
Texto 4: Necesidades nutricionales en la infancia
Texto 5: Naos: estrategia del Ministerio de Sanidad para la nutrición,
actividad física y prevención de la obesidad
Lecturas recomendadas
Generales
Especializadas
Recursos institucionales
Bibliografía
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Prólogo
La obesidad se ha definido como la epidemia de los países desarrollados. El comienzo del
siglo XXI viene marcado por el aumento incesante de peso en Occidente.
La obesidad es un problema de salud pues está bien establecida su relación con una
serie de alteraciones importantes para el correcto desarrollo y bienestar del individuo. Se
ha estudiado que la obesidad incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular,
diabetes, hipertensión, apoplejía, enfermedades de la vesícula biliar, respiratorias,
músculo-esqueléticas y otras muchas que aumentan el riesgo de mortalidad.
La obesidad causa algunos problemas socioeconómicos. Las mujeres obesas no
tienen un nivel de estudios tan alto como las que no lo son, se casan menos o con
personas de un nivel económico inferior y tienen unos salarios más bajos. Las personas
con gran sobrepeso sufren mayores prejuicios y discriminaciones cuando pretenden ser
admitidas en centros de estudio, trabajo o vivienda (Puhl y Brownell, 2001; citado en
Henderson y Brownell).
La obesidad se ha considerado un problema personal de autocontrol individual. Es
una creencia muy popular que si una persona no quiere ser obesa puede dejar de serlo,
controlándolo sin dificultad. Por ello, fácilmente pueden ser considerados perezosos o
descuidados y sentirse culpables de la propia obesidad.
La obesidad constituye un problema estético. Cuanto más rica es una sociedad y
más disfruta de abundancia de comida, más delgado suele ser el ideal estético al que
aspira a parecerse. Da la impresión de que la cultura va en contra de la biología. En
presencia de comida abundante la gente tiende a engordar, sin embargo, las personas de
este ambiente quieren ser más delgadas. La obesidad o simplemente el sobrepeso es
causa de estigmatización. Las personas obesas (actualmente, que no en otras épocas de
precariedad) no resultan agradables, les es difícil encontrar ropa de moda que les
favorezca y suelen sentirse humilladas cuando preguntan por una talla que es superior a
la que la sociedad ha decidido atribuir a edades jóvenes.
La sociedad en la que vivimos aparece por una parte como intoxicada por la
superabundancia de comida y por otra parte muy preocupada por el constante aumento
de peso.
No es hasta hace poco tiempo que los políticos han decidido tomar cartas en el
asunto y considerarlo un problema de salud pública que debe ser abordado desde los
12
diferentes ámbitos que la impulsan. En 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
declaró la obesidad epidemia global.
La prevalencia de obesidad en los niños y jóvenes alcanza aún un aumento superior
que en los adultos. Se estima que en el mundo hay 22 millones de niños obesos de edad
inferior a los 5 años.
Los niños obesos tienen muchas más probabilidades de permanecer como tales en la
edad adulta, además de sentirse excluidos de muchos ambientes, tendrán mayores
dificultades para hacer ejercicio físico, se verán peor estéticamente y estarán mucho más
alejados del modelo corporal al uso. Sin embargo, es más fácil corregir este problema en
edades jóvenes que en otros momentos.
A pesar de la conciencia del problema de la obesidad, poco se ha hecho hasta la
fecha para prevenirlo. A lo sumo, se ha dado información sobre las consecuencias físicas
del problema y se han mostrado nociones de nutrición y ejercicio físico.
En este libro, José Ignacio Baile, que es un estudioso de la imagen corporal, los
trastornos del comportamiento alimentario y que conoce a fondo la problemática que la
obesidad puede causar en la infancia y la adolescencia, aborda seriamente pero también
comprensiblemente el problema de la obesidad infantil. Su formación como psicólogo va
unida a una gran experiencia en la docencia que le permite abordar éste y otros
problemas.
En este libro se describe qué es la obesidad, cómo prevenirla, evitarla y tratarla. De
manera didáctica enseña a medir el sobrepeso y la obesidad y a discriminarlo de lo que
podría convertirse en un problema sin causa (preocupación exagerada por el peso si se
está en un rango normal). Aborda las posibles causas de obesidad e informa de los
conceptos nutricionales básicos en la infancia. El aspecto más crucial es el de qué puede
hacerse en la familia cuando hay un niño obeso.
A mi entender es un libro que permite enfrentarse al problema que va a tener que
resolver la sociedad de manera importante en un futuro próximo y que permitirá vivir con
una mayor libertad las imposiciones exageradas de un sociedad consumista que por un
lado incita a la ingesta exagerada de alimentos no necesariamente nutritivos y por ende,
engordantes y por otra parte proponeunos modelos estéticos exageradamente delgados y
frustrantes.
Rosa M. ª Raich Escursell
Profesora titular de Psicología
Universidad Autónoma de Barcelona
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Introducción
Este libro quiere ayudar a las familias de niños que tienen sobrepeso, o incluso obesidad,
a superar este problema.
Hace unas pocas décadas un niño “gordito” era bien visto, pues hasta hace poco se
relacionaba el estar rellenito con salud y con felicidad, pero desde hace unos años hemos
descubierto que el sobrepeso tiene importantes consecuencias negativas. Muchas
enfermedades se asocian al exceso de grasa corporal, enfermedades muy debilitantes y
peligrosas. Por ejemplo, las personas adultas con obesidad tienen menor esperanza de
vida que las personas no obesas.
Pero no sólo las enfermedades físicas están asociadas a la obesidad, dado que
nuestra sociedad rechaza la gordura y propone la delgadez como el ideal a perseguir, las
personas con sobrepeso terminan también por tener problemas de autoimagen y
autoestima. Un aspecto muy importante de la obesidad infantil, que hace que dirijamos
especialmente la mirada hacia ella, es que además de tener consecuencias para la etapa
en que se sufre, tiene consecuencias para el futuro. Ser obeso en la infancia aumenta el
riesgo de ser obeso en la juventud y en la adultez.
Por todo ello conviene prevenir la obesidad infantil, y en ello están empeñadas en los
últimos años diferentes autoridades sanitarias, como el Ministerio de Sanidad español,
que durante el año 2005 puso en marcha una campaña específica de prevención de la
obesidad en esta etapa de la vida. Dichas autoridades proponen intervenir por dos
importantes razones: el incremento preocupante en cuanto al número de niños obesos en
nuestra población, y el fuerte impacto que dicha obesidad tiene en la salud de cada
infante.
Este libro trabaja la prevención, aunque de forma secundaria. Aporta
fundamentalmente pautas y estrategias para saber si un niño tiene excesivo sobrepeso, y
qué podría hacer una familia al respecto para intentar disminuirlo y mejorar la salud
integral del niño.
A continuación se señala una guía rápida de consulta del libro:
– ¿Tiene dudas sobre si su hijo es obeso o no? Vaya al capítulo 2, donde podrá
comprobar a través de un sencillo cálculo y unas tablas de referencia, el
estado de salud de su hijo respecto al sobrepeso u obesidad.
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– ¿Desea conocer cuáles son los efectos perjudiciales de la obesidad en un
niño? Diríjase al capítulo 3, donde podrá observar algunos de los trastornos
de salud asociados a este problema.
– ¿Tiene un hijo que no es obeso y le gustaría saber cómo prevenir que lo sea?
Entonces le recomendamos que lea el capítulo 5, y el texto 4 del capítulo 9, en
ambos apartados encontrará recomendaciones sobre hábitos familiares
referentes a la alimentación, así como información nutricional básica en la
infancia.
– ¿Desearía hacer algo para reducir la obesidad de su hijo? El capítulo 6 se
dedica a realizar un análisis de por qué su hijo puede ser obeso y elaborar un
plan de intervención familiar.
– ¿Le gustaría saber cómo afrontar algunos problemas de su hijo asociados
con la obesidad? Lea el capítulo 7, donde puede encontrar interesantes ideas
para ayudar a su hijo o para que la familia actúe bien en este tema.
– Si desea seguir conociendo más sobre el tema de la obesidad infantil, el
capítulo 9, con anexos documentales, le proporciona interesante información
adicional así como referencias a otros libros donde puede ampliar su
documentación.
Este libro es sencillo, directo y claro, para que pueda ser seguido con facilidad por
cualquier padre preocupado por la salud de su hijo con sobrepeso. Por ello y para no
hacerlo excesivamente técnico se ha optado por algunas estrategias lingüísticas, que sin
ser del todo oportunas, sí que nos van a ayudar en este objetivo de claridad. Por
ejemplo, cuando hablamos de niño o niños, nos referimos evidentemente a niños y niñas,
y si decimos padres, incluye al padre y a la madre. De igual forma, aunque existe una
diferencia significativa entre sobrepeso y obesidad, a veces se utilizarán indistintamente
estos términos.
15
1
Las historias de César, Daniel, Marta y
Dana
César
César tiene ahora 10 años y es el hijo pequeño de un matrimonio joven, tiene una
hermana tres años mayor que él. Su padre y su madre están últimamente preocupados
con él debido a su peso, en la actualidad mide 1,42 m y pesa 50 kg.
Desde que tenía 2 o 3 años, César siempre presentó una “tendencia” a engordar, y
ellos sabían que tenía sobrepeso. Nunca le habían dado especial importancia, pero ahora
ha surgido un problema importante. Hace un mes que César no quiere ir al colegio, desde
que una tarde volvió de la escuela llorando por algo que le ocurrió en el patio. Al parecer
los compañeros de clase habían decidido jugar un partido de fútbol, y dos de ellos habían
ido eligiendo a los compañeros para formar parte del equipo. Ninguno de ellos lo eligió a
él. Mientras, oía comentarios como “el gordo para tu equipo” o “al gordo lo usamos de
balón…”, y él se sintió muy mal y se fue a casa.
Ese día su familia descubrió que era habitual que a César le insultaran e hicieran
bromas por su aspecto físico, que él callaba, hasta hoy, que ya no ha podido aguantarlo
más.
Ahora plantean llevarle al médico para ver que se puede hacer para reducir su
sobrepeso y evitar estos problemas que están surgiendo, y recuerdan los comentarios de
algunos familiares que les decían que debían haber actuado antes con el tema del
sobrepeso de César, pero como se le veía tan feliz y tan “sanote”, nunca creyeron que
fuera necesario; pensaban que conforme se hiciera mayor ya se “estiraría”.
Daniel
El padre de Daniel siempre tuvo sobrepeso, provenía de una familia en la que claramente
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todos tenían sobrepeso, pero tanto él como su mujer no creen que la obesidad de Daniel
sea por “herencia”.
Para la madre de Daniel, los problemas surgieron cuando dejó de tomar la leche
materna y empezó a tomar biberones y papillas. Daniel era muy especial y le costaba
mucho comer la comida preparada, lo que desesperaba a su madre. Empezó a poner miel
o azúcar para conseguir que se endulzara el sabor y le gustara más, así conseguía que
comiera lo que le había preparado.
Cuando empezaron con los alimentos sólidos y a comer “de plato”, Daniel siguió
siendo muy “raro para comer”, no quería hortalizas, ni verduras, y de frutas ni hablar,
pero sí que comía con ganas guisos muy condimentados, postres lácteos y dulces. Su
madre y su padre, con tal de “no oírle berrear” y porque comiera algo, le daban al final lo
que le gustaba. Además, por sus horarios de trabajo, no tenían mucho tiempo como para
estar “perdiendo el tiempo” a la hora de comer. Ambos veían que Daniel estaba más
gordito que sus compañeros del colegio, pero pensaban que no era preocupante, y que
cuando llegara a la adolescencia adelgazaría.
Daniel engordó mucho entre los 2 y los 10 años, y a ello contribuyó su rechazo por
la actividad física, y por hacer actividades que requirieran esfuerzo. Ahora, cuando los
padres piensan en ello, sospechan que realmente no es que él tuviera rechazo a esas
actividades, sino que el mismo sobrepeso hacía que para él fueran muy desagradables.
Daniel a los 10 años pesaba 48 kg, y su diversión más habitual era salir del colegio
por la tarde, comprarse una bolsa enorme de golosinas, y sentarse en el patio a ver cómo
sus compañeros jugaban al fútbol u otros juegos.
Aunque varios médicos habían advertido a la madre y al padre de que el nivel de
obesidad era peligroso, cualquier intento de “dieta” o potenciación del ejercicio físico
terminaba en fracaso.
Ahora estaban enormemente preocupados, la señal de alarma había venido del
colegio. Les llamó la profesora de educación física. Daniel, en una actividad de clase
donde había que correr un poco se había sofocado mucho, puesto muy rojo, y con
sudores fríos. Les recomendó que lo llevaran de nuevo al médico y que actuaran de
forma contundente con respecto a la obesidad del niño, puesya empezaba a ser
alarmante.
Marta
Marta nació ya grande, pesó 3,750 kg y medía 51 cm cuando vino al mundo. Sus padres
recuerdan que de bebé fue una niña muy guerrera, lloraba mucho, inquieta, dormía mal,
pero tenía una “gran ventaja” con respecto a otros bebés: que nació con una gran
voracidad; tanto con la alimentación natural como cuando comenzó con la comida
preparada, Marta se comía todo desde pequeña.
Ese buen apetito siguió durante toda la infancia; le gustaban todos los alimentos. No
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es que fuera especial para comer, y sólo comiera cosas muy sabrosas, esa buena
disposición a la comida se dirigía hacia legumbres, verduras, guisos, carne, pescado. Sus
padres sí señalan que no tenía especial predilección por dulces o golosinas. Para ellos
resultaba bastante complicado limitarle la comida, pues “comía tan bien” y todo lo que
se le ponía, que “cómo controlarle y dejarle con hambre”.
Marta tuvo algunos problemas en el colegio con la educación física, pues era más
lenta y torpe que el resto de sus compañeros, y en algún momento recibió alguna burla
por su aspecto. Pero su carácter afable hizo que sobrellevara estos inconvenientes sin
mayor trascendencia.
FIGURA 1.1. Algunos niños padecen de sobrepeso en la edad infantil.
Todo ello hizo que durante toda esa etapa tuviera un sobrepeso importante, por
ejemplo, a los 4 años medía 1,2 m y pesaba 45 kg, y a los 13 años medía 1,65 m y
pesaba 74 kg.
Cuando llegó la adolescencia, y la imagen corporal adquirió una importancia
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especial, ella fue quien decidió empezar a controlar su alimentación y reducir ciertos
alimentos y su cantidad, todo ello bajo supervisión de su familia, que no dejaba que se
convirtiera en un problema. Esta reducción de ingesta calórica, y el estirón que dio, le
han permitido llegar a sus 19 años actuales con una figura bastante esbelta, pues mide
1,72 m y pesa 59 kg.
Si se le pregunta a su padre y a su madre cuáles son las razones por las que Marta
durante su etapa infantil tuvo ese sobrepeso, ellos ven claramente dos. Por una parte su
constitución física grande y tendiente al sobrepeso, que también se observa en sus
abuelos y tíos por ambas familias, y por otra parte ese apetito natural.
Dana
Dana fue una niña gordita desde que nació y hasta los 10 años, según cuenta su madre,
Laura. El problema, al parecer, estaba en que Dana se crió durante mucho tiempo con su
abuela, pues Laura la tuvo soltera y tenía que pasar gran parte del tiempo trabajando.
Según Laura, la abuela la sobrealimentó y la acostumbró a muchos caprichos, que
tuvieron diversas consecuencias; entre ellas la obesidad.
Aunque Dana era una niña feliz, y no tenía especiales problemas por su obesidad,
Laura decidió actuar. En una revisión con el pediatra, éste le informó de los riesgos de
salud que estaba sufriendo su hija, y le propuso que debía intervenir antes de que tuviera
algún problema importante.
El plan de intervención requirió algunos cambios en la vida de Laura, pues decidió
que a partir de ese momento cambiaba su horario laboral para comer en casa todos los
días y controlar la alimentación de su hija, así como intentar instaurar algunos hábitos
sanos. De igual forma, tomó la decisión de que los fines de semana iban a hacer
excursiones por la ciudad caminando, visitando parques, museos, tiendas, etc. Tuvo
también que controlar las suculentas meriendas que le seguía dando la abuela cuando ella
no estaba.
El plan de Laura no era muy sofisticado, y en principio no dio resultados fantásticos,
pero poco a poco Dana fue perdiendo peso, que junto al crecimiento natural, le sirvió
para estirar su figura, dejando de ser una niña gordita para tener un peso normal.
Dana tiene ahora 14 años y la obesidad no es un problema para ella.
¿Qué podemos aprender de estas historias personales?
Como se ha visto y como se verá a lo largo de este libro, no se puede tener una visión
simplista de la obesidad infantil, y afirmar sencillamente que se debe a que “el niño come
demasiado”. La influencia de la herencia y de los hábitos de toda la familia se pueden
intuir como responsables en los diferentes casos del exceso de peso.
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Analizar historias personales nos permite abandonar explicaciones simplistas de por
qué un niño es obeso. Igualmente, debe ayudarnos para entender cómo evoluciona este
problema de salud:
– Hay niños obesos en la infancia, que sin realizar una intervención (en especial
por las familias) corrigen su problema de forma natural a partir de la
adolescencia.
– Hay otros niños que prolongan su obesidad desde la infancia a la juventud y
posteriormente a la vida adulta. La cuestión en estos casos es buscar el porqué
y plantear qué podemos hacer para evitar y reducir ese problema.
– En otros casos, familiares que reconocen que el sobrepeso y la obesidad infantil
es un problema grave, asumen la responsabilidad de actuar para reducirla. En
ese intento, y en la mayoría de los casos, descubren que no es un cambio en
la alimentación o estilo de vida del niño afectado, sino que implica un cambio
en los hábitos familiares, y que sólo desde ese enfoque se consigue ser eficaz.
A estos familiares “responsables” va dirigida prioritariamente la información de
este libro.
¿Realmente hay muchos niños obesos?
Si el tema de la obesidad se ha convertido en un gran problema de salud por su gravedad
y extensión en la población adulta, con respecto a la población infantil los datos son
especialmente preocupantes, pues se observa un incremento generalizado del sobrepeso y
la obesidad, que además va en aumento. Esto nos predice una población adulta futura
que padecerá obesidad.
En la figura 1.2 se han resumido algunos de los datos españoles referentes a
población infantil.
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FIGURA 1.2. Encuesta Nacional de Salud 2003. Datos de peso en porcentajes de la población infantil.
De los datos de la figura 1.2, más otros aportados por la Encuesta Nacional de Salud
de 2003, podemos obtener reflexiones como las siguientes:
– Si nos limitamos a la infancia, de 2 a 10 años, los datos señalan que el 18,47%
de los infantes tienen sobrepeso, y el 14,88% obesidad.
– Entre los 2 y los 4 años casi el 17% de los niños tienen obesidad.
– Entre los 2 y los 10 años, 1 de cada 3 niños tiene sobrepeso u obesidad.
Los datos son realmente crudos, tenemos una población infantil con evidentes
problemas de sobrepeso e incluso obesidad, nada menos que 1 de cada 3 de nuestros
infantes. La propia encuesta de salud avanza posibles causas constatando importantes
déficit en ciertos hábitos de vida, como son el tipo de alimentación y el sedentarismo,
pero esto lo veremos más despacio cuando hablemos de las causas de la obesidad.
IDEA PARA RECORDAR
Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2003, uno de cada tres infantes en España padece sobrepeso
u obesidad.
Uno de los datos más preocupantes es la evolución de los índices de obesidad en la
infancia. Según el Ministerio de Sanidad la obesidad, en el tramo de edad 6 a 12 años, se
ha triplicado en 20 años, lo que representa en la actualidad el 16% de los infantes obesos
cuando hace dos décadas apenas representaba el 5%. Actualmente, tenemos una de las
prevalencias de obesidad más altas de toda Europa.
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2
¿Cómo sé si mi hijo tiene sobrepeso u
obesidad?
Definamos la obesidad
Cuando se ve a una persona, infante o adulto, con una gran masa corporal casi nadie
tiene dudas en considerar que esa persona es obesa. La acumulación de grasa cuando es
extrema no genera dudas para ser llamada obesidad, o cuando la falta de masa corporal
es acusada también se puede hablar sin dudas de delgadez extrema y enfermedad. Pero si
no nos referimos a los extremos, el problema para definir cuándo alguien tiene sobrepeso
o cuándo tiene obesidad es más difícil.
La tendencia general es confundir obesidad y peso, cuestiones que no son
equivalentes. Podemos encontrarnos con una persona que tenga mucho peso y no sea
obesa, porque dicho peso es masa muscular debido a que realiza mucha actividad física;
por ejemplo, algunos deportistas pesan muchoporque desarrollan mucho sus músculos,
pero no porque tengan exceso de grasa. E igualmente, una persona que no tenga un peso
muy excesivo, podríamos llegar a considerarla obesa si su cantidad de grasa acumulada
con respecto al resto del cuerpo es elevada. Aunque evidentemente existe una importante
relación entre la obesidad y el peso, no siempre pueden hacerse equivalencias de forma
automática. A este respecto también conviene recordar que la grasa corporal tiene poca
densidad en comparación con otros tipos de tejidos corporales, como el muscular o el
óseo. Eso quiere decir que la grasa “ocupa mucho” pero pesa poco, en comparación, por
ejemplo, con los músculos. El peso, junto a otros valores que ya veremos, puede ser un
indicador más de la obesidad, pero no el único.
En la actualidad existe un consenso en la comunidad científica para definir la idea
básica de qué es la obesidad. Menos consenso hay para establecer los límites que para
decir que una persona ha pasado de estar delgada a tener un peso normal o que ha
pasado de normal a ser obesa. En el cuadro 2.1 se han recogido varias definiciones de
obesidad.
22
CUADRO 2.1
Distintas definiciones de obesidad
1. Diccionario de Medicina 1:
Obesidad: aumento anormal de la proporción de células grasas, especialmente en las vísceras y en el tejido
subcutáneo del cuerpo. La obesidad hiperplástica está causada por el aumento del número de adipocitos en
un tejido adiposo abundante. La obesidad hipertrófica se produce por un aumento del tamaño de los
adipocitos en un tejido adiposo abundante.
Obeso: individuo corpulento cuyo peso es desproporcionadamente elevado. Desde el punto de vista médico,
se dice que una persona es obesa si su peso corporal supera en un 20% el peso ideal para su edad, sexo, talla
y hábito físico. Considerando que el cuerpo humano “normal” contiene un 25% de grasa, este porcentaje se
dobla para un paciente considerado obeso desde el punto de vista médico (Diccionario Mosby de Medicina).
2. Diccionario de Medicina 2:
Obesidad: Condición clínica que se define como un excesivo peso corporal a expensas del acúmulo de tejido
adiposo blanco. Desde el punto de vista antropométrico, se considera la existencia de obesidad cuando el
índice de masa corporal (peso en kilogramos/talla en metros al cuadrado) supera los 30 kg/m2 (Diccionario
Espasa de Medicina).
3. Definiciones de algunos autores/investigadores:
La obesidad es un exceso de grasa corporal (Moreno, 2005).
La obesidad se define como un exceso de masa grasa en nuestro organismo (Russolillo, Astiasarán y
Martínez, 2003).
La obesidad es una condición en la que la masa grasa del cuerpo es elevada (Björntorp, 2002).
La obesidad se define como un aumento de composición de grasa corporal. Este aumento se traduce en un
incremento del peso y aunque no todo incremento del peso corporal es debido a un aumento de tejido
adiposo, en la práctica médica el concepto de obesidad está relacionado con el peso corporal (Moreno,
Monereo y Hernández, 2000).
Leyendo las diferentes definiciones del cuadro 2.1, podemos obtener una idea
elemental sobre la obesidad, y observar que no se reduce a “pesar mucho”.
Por tanto, propongamos una definición básica que nos sirva en este libro:
✓ Obesidad: Estado físico de una persona que se caracteriza por tener una
excesiva cantidad de grasa corporal en relación al resto de su cuerpo, exceso
que se asocia a problemas de salud física, psicológica y social.
En nuestra definición hemos incluido la expresión “excesiva”; en próximos apartados
de este libro veremos qué podemos entender como excesiva en el caso de adultos o
niños. También hemos querido señalar que la obesidad no es simplemente una situación
física como otra cualquiera, sino que tiene una importante característica y es que el
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exceso de grasa genera de forma inmediata, y a largo plazo, problemas de salud, en
cualquiera de sus facetas, ya sea la física (disfunciones cardiovasculares por ejemplo), la
psicológica (baja autoestima entre otros problemas) y social (por ejemplo, rechazo de los
demás por el aspecto).
El IMC, un método para medir la obesidad
La cuestión es qué proporción de grasa en el cuerpo de una persona se puede considerar
que no es normal. Este tema nos genera dos problemas básicos:
1. Cómo valorar la cantidad de grasa que tiene un individuo.
2. Una vez estimada, en qué cantidad o porcentaje ponemos el límite para
considerarla normal o no.
Con respecto al primer problema diremos que existen técnicas y ciertos aparatos,
que son utilizadas por profesionales, que permiten medir con exactitud la cantidad de
grasa que tiene una persona, pero son técnicas que superan las posibilidades de una
familia normal, que es a quien va dirigido este libro. Por ello no las vamos a explicar
aquí. Por tanto, aunque asumamos que la obesidad es un exceso de grasa, a efectos
prácticos vamos a relacionarla con otro indicador mucho más fácil de obtener, que es el
peso.
Que un niño pese 45 kg, ¿significa que es delgado, normal, obeso? Pues,
evidentemente, sólo con ese dato no se puede saber. Va a depender, por lo menos, de
otras cuatro características:
– Edad.
– Altura.
– Sexo.
– Tipo de constitución física.
Por tanto, el peso en sí mismo y analizado solo, tampoco puede servir para
determinar la obesidad de alguien. Por ello se ha recurrido a mejores índices o
indicadores, que más adelante explicaremos, y que son de fácil cálculo y análisis.
Con respecto al segundo problema, dónde poner los límites de lo que es normal o
no, el método más usual es comparar un caso con su población de referencia. Se ha
asumido por los profesionales de la salud este criterio estadístico. Es decir, si alguien es
como la mayoría de la gente de su sexo y edad, se suele concluir que es normal, en
cuanto a su grasa acumulada. Se dirá que es obesa si supera a la mayoría de las personas
de su sexo y edad, por ejemplo si supera al 90%.
El sistema más extendido para evaluar el sobrepeso y la obesidad es relacionar en
cada edad el peso con la altura. Para ello se realiza una sencilla operación matemática.
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Es lo que se ha denominado Índice de Masa Corporal (IMC) o índice de Quetelet.
Este índice es un valor que relaciona el estado de salud en función del peso. ¿Cómo se
calcula? Para ello existe una fórmula muy sencilla:
Por ejemplo, para una chica que mida 1,70 m y pese 60 kg, se calcularía su IMC
así:
Y este dato de 20,76 ¿qué significa?, ¿cómo se valora? Para personas jóvenes
(mayores de 17-18 años) y adultas, podemos buscar en el cuadro 2.2 donde
comprobaremos si el IMC es adecuado o no. Los criterios de dicha tabla son los
considerados por la Organización Mundial de la Salud.
CUADRO 2.2
Valoración de IMC para adultos
Mayor de 50 Obesidad extrema, con muy alto riesgo
para la salud. (tipo IV).
De 40 a 50 Obesidad grave, con alto riesgo para la
salud (tipo III).
De 35 a 40 Obesidad elevada, con importante riesgo
para la salud. (tipo II).
De 30 a 35 Obesidad, con riesgo para la salud (tipo
I).
De 27,5 a 30 Sobrepeso, grado II.
De 25 a 27,5 Sobrepeso, grado I.
De 20 a 25 Peso normal.
De 16 a 20 Bajo peso.
Menos de 16 Delgadez peligrosa, con alto riesgo para
la salud.
En nuestro ejemplo la chica con 20,76 se sitúa dentro del rango de peso normal.
Recordemos que el cálculo del IMC y la valoración con el cuadro anterior se puede
25
aplicar para personas adultas (mayores de 17-18 años).
Obesidad infantil medida con el IMC
Para niños, ¿podemos utilizar el IMC? En principio sí. Este índice también es el más
utilizado para determinar de una forma “objetiva” si un niño tiene sobrepeso u obesidad,
pero los valores para comparar son diferentes a los de un adulto y no se podría utilizar el
cuadro 2.2.
¿Cómo procedemos en el caso de niños o niñas? Primero se calcularía el IMC igual
que hemos puesto en el caso anterior. Pongamos un ejemplo. Tenemos a Juan de 10
años que mide 1,42 m y pesa 55 kg, su IMC será:
Este valor de IMC de 24,75, en caso de un adulto, informaría de que la relación
entre su peso y altura esnormal (véase cuadro 2.2). Sin embargo, para Juan de 10 años
no, pues estaríamos hablando de obesidad grave. ¿Dónde comparamos los datos de IMC
de los niños para saber si hay obesidad?
Con niños el procedimiento cambia un poco. Se dice que un niño tiene sobrepeso si
su IMC es superior al que tienen el 75% de los niños de su edad (es decir si supera, lo
que se llama en estadística el percentil 75). Diremos que tiene obesidad si su IMC supera
al que tienen el 85% de los niños de su edad (es decir si supera el percentil 85) y
hablaremos de obesidad grave si su IMC supera al que tienen el 95% de los niños de su
edad (IMC en el percentil 95 o más). En este caso es lo mismo decir que sólo el 5% de
los niños de su edad tienen un IMC superior. Esta clasificación se recoge, expresado en
percentiles, en el cuadro 2.3.
CUADRO 2.3
Índice de masa corporal y determinación de la obesidad
IMC menor al percentil 10: delgadez peligrosa
IMC entre el percentil 10 y 25: delgadez
IMC entre el percentil 25 y 75: peso normal
IMC entre el percentil 75 y 85: sobrepeso
IMC entre el percentil 85 y 95: obesidad
IMC superior al percentil 95: obesidad grave
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La pregunta ahora es ¿cómo sabemos en qué percentil de IMC se encuentra un niño,
o en nuestro ejemplo, en qué percentil se encuentra Juan con su IMC de 24,75?
Debemos recurrir de nuevo a unas tablas donde se han recogido los valores de IMC de
una población infantil y donde consideramos que podemos comparar nuestros datos y
saber qué percentil corresponde para cada valor de IMC. Disponemos de unas tablas
específicas para niños (cuadro 2.4) y para niñas (cuadro 2.5). Dichas tablas han sido
elaboradas a partir de gráficas poblacionales publicadas por el Ministerio de Sanidad y
Consumo español (Cabranes et al., 2000).
En el ejemplo que ponemos de Juan, su IMC era de 24,75. Con este dato se iría al
cuadro de niños, se buscaría su edad en la primera columna, y luego en la fila de su edad
se observaría si su IMC es igual o superior al indicado en la columna que corresponde al
percentil 95 (que es 20,75). Que supere el percentil 95 quiere decir que tiene un IMC
superior al 95% de los niños de su edad. Si tuviera un IMC cercano al percentil 50
significaría que su IMC es similar al de la mitad de los niños de su edad. Tener un
percentil de 95 o superior se traduce en obesidad grave según la clasificación expuesta
más arriba (cuadro 2.3). Por tanto diremos que Juan es un niño extremadamente obeso.
Para dejar más claro cómo se determina la presencia de obesidad en infantes,
realicemos otro ejemplo. Supongamos que Ana de 9 años mide 1,35 m y pesa 34 kg, su
IMC será:
CUADRO 2.4
Percentiles de IMC para niños (adaptado de Cabranes et al., 2000)
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CUADRO 2.5
Percentiles de IMC para niñas (adaptado de Cabranes et al., 2000)
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Con este dato de IMC de 18,68 una persona adulta tendría un peso bajo, según el
cuadro 2.2, pero en el caso de Ana al ser una niña, primero deberíamos saber en qué
percentil se encuentra en comparación con las niñas de su edad. Nos dirigimos al cuadro
2.5 de IMC para niñas, y buscamos la línea de su edad, 9 años. Ahí observamos que su
IMC de 18,68 se encuentra entre los percentiles 75 y el 85, lo que según hemos indicado
más arriba (cuadro 2.3) significaría que Ana tiene sobrepeso, sin llegar a ser obesidad.
En el cuadro 2.6 se puede ver un resumen de este proceso para determinar la posible
obesidad de un niño.
CUADRO 2.6
¿Cómo determinar la posible obesidad de un niño?
1.º Medir al infante, obtener el dato en metros (por ejemplo, 1,40 m).
2.º Pesarle, a ser posible por la mañana antes de desayunar, obtener el dato en kilogramos (por ejemplo, 38
kg).
3.º Calcular el IMC con la fórmula:
4.º En nuestro ejemplo obtendríamos un IMC de 19,39.
5.º Determinar a qué percentil corresponde ese IMC en el cuadro 2.4 si es niño o en el cuadro 2.5 si es
niña. Buscar en la columna primera la edad, y en esa fila observar a qué percentil corresponde el
IMC calculado. Si nuestro ejemplo es una niña de 8 años observamos que su IMC es ligeramente
superior al percentil 75, lo que significa que supera al 75 % de las niñas de su edad en cuanto al
percentil.
6.º Con este percentil determinamos, según lo señalado en el cuadro 2.3, si estamos dentro de un peso
normal, sobrepeso, obesidad… En nuestro caso la niña tendría sobrepeso.
Test de tendencia a la obesidad
En el anterior apartado hemos visto cómo se puede hacer una valoración objetiva de si
un niño tiene obesidad o no. En este apartado vamos a proporcionar un test que sirva de
orientación para conocer si el niño tiene tendencia a la obesidad, en virtud de unos
indicadores que conocemos al respecto por diferentes investigaciones.
De esta forma tendremos dos datos para responder a la pregunta que inicia este
capítulo, ¿cómo saber si mi hijo es obeso? Con la información del apartado anterior
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podemos saber si lo es ahora, y con la información de este test sabremos si tiene
tendencia a serlo aunque no lo sea ahora, dándonos una información muy útil para la
prevención.
No es un test que sirva para hacer un diagnóstico, sino que nos proporciona una
información orientativa y preparatoria para intervenir en las áreas que más adelante se
explicarán. Este test se puede aplicar también a un niño que sea obeso y del que
deseemos saber si tiene tendencia estable a serlo.
Deberán rellenar este test los progenitores o educadores que conozcan bien la
dinámica de vida del niño.
CUADRO 2.7
Test de tendencia a la obesidad infantil
Leer cada pregunta y elegir una opción de respuesta.
1. El niño nació:
a) Con peso normal.
b) Con ligero sobrepeso.
c) Con bastante sobrepeso.
2. La alimentación durante los primeros meses:
a) Fue siempre leche materna.
b) Leche materna menos de 4-5 meses.
c) Fue siempre leche artificial.
3. Los progenitores y/ o familiares cercanos:
a) Son personas, en general, con peso normal.
b) Son personas, en general, con sobrepeso.
c) Son personas con clara obesidad.
4. El niño:
a) Come todos los días verduras, hortalizas y frutas.
b) Come algunos días de la semana verduras, hortalizas y frutas.
c) Es muy raro que coma verduras, hortalizas y frutas.
5. El niño:
a) Come, raramente, bollería industrial y refrescos.
b) Come de vez en cuando bollería industrial y refrescos.
c) Come casi todos los días bollería industrial y refrescos.
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6. El niño:
a) Tiene diariamente actividades de ocio que requieren actividad física, como por ejemplo juegos en
la calle.
b) El niño tiende a ser sedentario, pero hace esporádicamente alguna actividad.
c) El niño es muy sedentario, sus actividades de ocio son todas pasivas: televisión, videojuegos,
ordenador, etc.
7. El niño:
a) Practica varios días a la semana una actividad deportiva.
b) Practica algo de deporte, una vez a la semana o menos.
c) Nunca practica deporte.
8. El niño:
a) Duerme regularmente todos los días más de 9-10 horas.
b) Duerme regularmente, pero menos de 9 horas.
c) Duerme mal y a veces pocas horas.
¿Cómo corregir el test? Se cuentan el número de respuestas A, el número de
respuestas B y el número de respuestas C, e interpretamos así:
– Si el n.º de A es mayoritario, respondiendo algunas B y pocas o ninguna C,
podemos decir que el niño tiene poca o ninguna tendencia hacia a la
obesidad. Lo que no significa que no esté obeso o no pueda serlo, dado que el
test no mide todos los factores implicados.
– Si el n.º de B es mayoritario, con alguna A y alguna B, podemos decir que el
niño tiene una tendencia media hacia la obesidad. Esto significa que algunos
de los factores implicados en la obesidad están presentes en la vida de este
infante, favoreciendo el sobrepeso, y que convendría analizar y tomar
medidas preventivas.
– Si el n.º de C es mayoritario, con algunas B y A, diremos que el niño tiene una
fuerte tendencia a la obesidad. Probablemente el niño sea ya obeso, aunque
como señalamos puede que no, porque el test no mide todos los factores
implicados. Con mayoría de C, convendría plantearse intervenir en prevencióno tratamiento si es el caso.
Tipos de obesidad
Hasta ahora hemos podido comprobar si un determinado niño es obeso o no, según los
33
valores de la población, o si tiene tendencia a la obesidad. Pero si alguien es obeso,
dentro de esa obesidad ¿se pueden diferenciar tipos?
En principio la obesidad es sencillamente el exceso de grasa, pero si relacionamos
ese exceso de grasa con enfermedades asociadas sí se puede realizar una clasificación de
la obesidad en diferentes tipos, y fundamentalmente según como esté distribuida esa
grasa por el cuerpo. Aunque el exceso de grasa puede distribuirse de forma homogénea
por todo el organismo, se observa que existe tendencia a acumular la grasa en dos zonas
principalmente. Y de esta manera se diferencia entre:
Androide (tipo masculino)
Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la
grasa en el abdomen, generando lo que popularmente se denomina “michelines”
(“lonjitas” en países sudamericanos). Esta tendencia es más común en los hombres, por
eso se denomina androide, y genera una forma corporal que se asemeja a una manzana.
Ginoide (tipo femenino)
Se denomina así a la obesidad que tienen las personas cuando tienden a acumular la
grasa en las piernas, fundamentalmente en la parte superior, muslos y glúteos. Esta
tendencia es más común en las mujeres, por eso se denomina ginoide, y genera una
forma corporal que se asemeja a una pera.
Se estima que tener tendencia a la obesidad androide o ginoide es una cuestión que
se hereda. En la figura 2.1 puede verse una interpretación gráfica de estos dos tipos de
obesidad.
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FIGURA 2.1. Diferentes tipos de obesidad según dónde tienda a acumularse la grasa corporal.
Aunque a simple vista puede intuirse si alguien tiene obesidad ginoide o androide,
puede hacerse una valoración más precisa. Para ello podrían hacerse dos mediciones con
una cinta métrica: la circunferencia de la cintura, más o menos a la altura del ombligo, y
la circunferencia de los glúteos, más o menos a mitad del trasero. Si la medición de la
cintura es mayor que la de los glúteos hablaremos de androide y si es menor será ginoide.
Diferenciar entre obesidad ginoide o androide, no sólo es una cuestión de estética, es
importante esta diferencia porque ambas obesidades tienen diferentes niveles de riesgo
para la salud. La obesidad androide (tendencia al exceso de grasa alrededor del
estómago), está asociada a más enfermedades y más graves que la obesidad ginoide. Por
ejemplo, los riesgos de enfermedad cardiovascular, complicaciones diabéticas o apnea del
sueño, son mayores en obesidad androide. La obesidad ginoide, como es lógico
sospechar, está más asociada a problemas de riego sanguíneo en las extremidades
inferiores, provocando riesgo de tromboflebitis.
Secundaria
35
En salud, se dice que un trastorno es secundario si es consecuencia de otro. El sobrepeso
y la obesidad pueden ser consecuencia de otras enfermedades o problemas de salud,
siendo, por tanto, consideradas como un signo más de dicha enfermedad. En este caso la
obesidad no es el principal problema, sino la otra enfermedad, y el tratamiento debe
dirigirse principalmente a tratar la enfermedad primaria. En este libro no vamos a
dedicarnos a esta obesidad secundaria, ya que se estima que muy pocos casos de
obesidad infantil se deben a este origen, pero es conveniente que conozcamos su
existencia para no confundir cuáles deben ser los objetivos de intervención.
A continuación exponemos algunas alteraciones de la salud y/o enfermedades que
pueden causar obesidad:
– Daños cerebrales, como tumores o hidrocefalia. Especialmente afecciones del
hipotálamo.
– Alteraciones hormonales, como déficit de hormona GH o hipotiroidismo.
– Síndromes, como el Prader-Willi o Cushing.
– Efectos secundarios de fármacos, como esteroides o antidepresivos.
– Efectos de la inmovilidad asociada a ciertos problemas de salud, como la
distrofia muscular o espina bífida.
– Ciertos trastornos mentales pueden provocar hiperfagia y aumento de peso,
como algunos trastornos psicóticos o ciertas depresiones.
IDEA PARA RECORDAR
Es importante descartar que la obesidad de un niño no se debe a otra enfermedad, es decir, que no se trata
de una obesidad secundaria. En caso de sospecha, debe ser puesto en conocimiento de un médico para que
realice el posible diagnóstico y tratamiento de la enfermedad principal, y se considere si se requiere alguna
intervención específica para el sobrepeso o no.
Es necesario, por tanto, que una familia que esté preocupada por la obesidad de uno
de sus hijos descarte que se deba a otro tipo de enfermedad. Para ello se pueden tener en
cuenta algunos indicadores que pueden estar avisando de otras enfermedades, como el
origen de la obesidad. Algunos de éstos son:
– Comportamientos extraños, hipersomnia, cambios bruscos del humor,
incapacidad de concentración, depresión, etc.
– Una obesidad muy resistente, que aun controlando oportunamente la
alimentación y ejercicio físico del niño, no disminuye.
Ante alguno de estos indicadores, o cualquier sospecha, es mejor descartar la
presencia de alguna enfermedad primaria acudiendo al médico para que valore la
situación, y establezca posibles técnicas diagnósticas y posibles tratamientos.
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PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿Cuál es el peso adecuado al nacer?
No existe un peso exacto que se puede considerar como “el adecuado” para
un recién nacido. Se ha venido en considerar que un recién nacido tiene bajo
peso si su peso es inferior a 2.600 g, y si supera los 4 kg se le considera
“macrosoma” en cuanto a que es “grandote”. Por tanto, el rango de pesos
más comunes está entre 2,6 y 4 kg. Hoy día prematuros de 1 kg o incluso
menos, pueden ser bebés que pueden salir adelante gracias a las nuevas
tecnologías. Evidentemente este dato del peso debe ser valorado con la talla
del recién nacido, que suele estar entre 46 y 54 cm. Los niños suelen pesar
más que las niñas. Es normal que durante la primera semana los bebés
pierdan algo de peso, y que comiencen a ganarlo a partir de la segunda.
¿Sobrepeso y obesidad son lo mismo?
No. Aunque muchas veces las utilizamos como sinónimos, se refieren a
realidades diferentes. Un niño tiene sobrepeso si supera con su IMC al 75%
de los niños de su edad, y tiene obesidad si supera al 85%. Los problemas de
salud están, lógicamente, más asociados la obesidad que al sobrepeso.
¿Existen otras formas de medir la obesidad que no sea con el índice de
masa corporal?
Realmente, el índice de masa corporal (IMC) no es el mejor método para
medir la obesidad en adultos o en niños, pero es un sistema sencillo, rápido
de calcular y bastante aproximado. Los mejores métodos son aquellos que
miden directamente cuál es el porcentaje de grasa en el cuerpo, y nos
permiten determinar de forma objetiva si es excesiva o no. Existen diversas
técnicas como son las medidas de varios pliegues de piel o las técnicas
bioelectrónicas que miden la densidad corporal, que son más precisas que el
IMC, pero que deben ser aplicadas por profesionales de la salud con los
medios técnicos apropiados. Para los objetivos de mejora de la calidad de
vida a nivel familiar, el IMC es un método adecuado para el análisis, siempre
y cuando tengamos en cuenta que en niños debemos comparar los datos en
tablas específicas para ellos.
37
¿Qué es el “peso ideal”?
El concepto de “peso ideal” se creó por ciertas compañías de seguros
americanas en la segunda mitad del siglo XX, y se corresponde con un 10 o
15% inferior al que se consideraba normal para una determinada edad, sexo
y altura. La idea de estas compañías es que las personas que son más
delgadas que lo esperable, son menos proclives a sufrir enfermedades. Si
bien es cierto que la obesidad está asociada a ciertos problemas de salud, la
búsqueda de la delgadez muy por debajo de un peso normal también pone en
riesgo la salud. El método más sencillo que tenemos para determinar cuál es
el peso adecuado de una persona adulta o infante es calcular su Índice de
Masa Corporal, comose ha he explicado en este capítulo, y compararlo en
las tablas indicadas con el resto de la población.
38
3
¿Realmente es malo que mi hijo sea obeso?
Por qué hay que evitar y tratar la obesidad
Hasta hace unas décadas el exceso de peso se consideraba como una “complicación” de
salud, algo que podía empeorar el estado físico de una persona o agudizar una
enfermedad. Hoy día el sobrepeso o la obesidad son considerados para muchos
profesionales como una enfermedad en sí misma, incluso ha sido clasificada como tal por
la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS no sólo ha dicho que la obesidad
es una enfermedad sino también que, dado el número de los afectados, es una de las
enfermedades principales de las sociedades desarrolladas.
¿Pero cuáles son los aspectos negativos de tener sobrepeso u obesidad?
Principalmente se podrían clasificar en dos grandes grupos: los efectos en la salud
inmediatos y los efectos a largo plazo. En la figura 3.1 se hace una interpretación gráfica
de este planteamiento.
FIGURA 3.1. Efectos de la obesidad en la salud.
Efectos inmediatos
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Los efectos de la obesidad en la salud de un niño, de forma inmediata, están asociados a:
– Grado de obesidad. Cuanto mayor sea el sobrepeso/ obesidad más afectada se
ve la salud.
– Duración. Cuanto mayor tiempo esté el niño con su exceso de peso, mayores
riegos existen para la salud.
– Edad. Se ha observado que la obesidad en la última etapa de la infancia y
primera pubertad puede implicar mayores riesgos que una obesidad de
duración puntual durante la primera infancia.
A continuación se exponen algunas de las enfermedades y problemas de salud física
a las que se ha asociado la obesidad. La mayoría de estos estudios se refieren a personas
adultas, por tanto, no podemos concluir automáticamente que son de igual aplicación a
infantes, pero se exponen porque nos sirven para alertar de los peligros de mantener un
sobrepeso excesivo.
– Diabetes.
– Hipertensión arterial. Se estima que en la actualidad ya el 3% de los niños y
adolescentes tienen hipertensión arterial, y ello debido al incremento de la
obesidad infantil.
– Resistencia insulínica.
– Inicio de enfermedades coronarias.
– Aumento del colesterol LDL, comúnmente llamado colesterol “malo”.
– Arterioesclerosis.
– Insuficiencia pulmonar.
– Las niñas obesas suelen tener menarquia (regla) adelantada.
– Problemas para respirar.
– Dificultades para dormir.
A los anteriores problemas en el ámbito de la salud física hay que añadir los
problemas de salud desde la perspectiva psicológica y social. Señalemos algunos de
ellos.
– Problemas de autoimagen. Durante la primera infancia un niño obeso no va a
“sufrir” porque su imagen sea obesa, es más, puede incluso que reciba
mensajes afectuosos y cariñosos por esa imagen “rechoncha”. Pero
aproximadamente a partir de los 9-10 años los niños ya son capaces de
realizar comentarios sobre la imagen corporal a otros compañeros, y los que
los reciben ya son capaces de entenderlos y saber lo que significan. En estos
momentos los comentarios despectivos del tipo “la gordita no juega” o
“Pablo es un hipopótamo”, sí que hacen mella en la propia autoimagen,
generando dolor y haciendo que se sientan rechazados. Existen numerosas
investigaciones que avalan la importancia que tienen las burlas de los
40
compañeros, y sobre todo las que realizan los familiares, en la formación de la
propia autoimagen. Muchos de los trastornos de la conducta alimentaria que
se dan en la adolescencia se relacionan con experiencias de burlas en la
infancia y primera adolescencia, es decir, que la obesidad va generando un
malestar psicológico, que se traduce en la aceptación de tener una mala
autoimagen y por extensión una menor autoestima.
– Comportamientos sociales poco saludables. Las reacciones que suelen tener
los niños con obesidad que son sometidos a burlas por tener esa imagen
corporal son variadas; muchos lo sobrellevan sin más, pero otros reaccionan
de forma poco saludable. Entre estas reacciones destacamos dos. Aquellos
que buscan compensar el rechazo de los demás por su obesidad, recurriendo a
hacerse “los graciosos”, los “chistosos”, a aceptar atender los caprichos de los
demás, etc., buscando en estas conductas la aceptación y la integración social.
Evidentemente, estas reacciones no son sanas, pues “pervierten” el tipo de
relación que se establece con los demás. También están aquellos que
reaccionan de forma contraria, ya que al sentirse criticados y rechazados, lo
que hacen es aislarse, no querer ir al colegio, no querer salir a jugar con los
compañeros, etc. De igual forma, debemos decir que este tipo de
comportamiento no es saludable, pues el aislamiento social no tiene ningún
efecto positivo, sino todo lo contrario.
IDEA PARA RECORDAR
Algunos niños obesos son especialmente graciosos, simpáticos, y condescendientes con los deseos de los
demás. Esto, muchas veces, realmente esconde un intento de ser aceptados por los demás, buscando
compensar el rechazo que han sufrido por su imagen obesa. Algunos niños obesos, en este afán de agradar,
se convierten en pequeños bufones o ponen en riesgo su propia salud.
– Problemas sociales asociados a la obesidad. Además del rechazo del que
hemos hablado, cuando la obesidad es muy elevada, el niño puede encontrarse
con problemas como los siguientes:
a) Dificultades para encontrar ropa de su talla, o tener que llevar ropas que
no son “la moda”, lo cual también puede ser origen de burlas y
descalificaciones.
b) Problemas en los transportes públicos para acceder o para ocupar un lugar.
c) Cuando se acerca la adolescencia los varones pueden sufrir por el efecto
estético que genera su exceso de grasa, como por ejemplo la
pseudoginecomastia (que parezca que tienen mamas, cuando lo que
realmente tienen son cúmulos de grasa) o debido al exceso de tejido
graso, observar que se tiene un tamaño de pene aparentemente más
pequeño.
d) El adelanto de la regla con respecto a sus compañeras, que ya hemos
41
indicado, también puede ser origen de confusión psicológica y posible
fuente de rechazo.
Por todos los problemas anteriormente señalados, que confluyen en posibles
rechazos sociales, podemos intuir que los casos de ansiedad, tristeza, e incluso
depresión son más comunes en niños/adolescentes obesos que en los que no lo son. En
algunos casos estos problemas psicológicos se intentan resolver con reacciones poco
saludables que empeoran la situación. Por ejemplo, buscar consuelo en la comida. El
niño que se siente triste y deprimido, porque se siente rechazado, puede buscar en los
dulces y golosinas una fuente de placer para calmar sus sentimientos negativos.
Una reacción común de muchos infantes con obesidad es buscar en su familia esa
aceptación y cariño que no encuentran en sus compañeros. A veces la familia reacciona
con un afán proteccionista que no ayuda, y que puede incluso justificar al niño que no es
necesario hacer nada para mejorar su obesidad sino que siendo así todo está bien. Véase,
en el capítulo de causas de la obesidad, la figura 4.3 al respecto.
Hemos resaltado problemas psicológicos asociados a la obesidad infantil, pero como
bien se puede comprobar, no puede decirse que estén causados por el exceso de grasa,
sino porque la obesidad es una condición social fuertemente rechazada por la sociedad.
Es decir, que la obesidad no causa problemas psicológicos, los problemas psicológicos
provienen de las reacciones sociales que tienen los demás ante una determinada imagen
corporal. En esta línea lo expresan muy bien algunos investigadores de la obesidad:
Aunque la obesidad está asociada a problemas psicológicos, los obesos, en conjunto, no tienen más
alteraciones psíquicas graves que la población general. Sin embargo, en la sociedad actual, muy preocupada
por la estética, la obesidad añade un fuerte factor de ansiedad y sentido de inferioridad que condiciona
importantes modificaciones en las relaciones laborales, sociales y afectivas (Moreno et al., 2000).
Finalizamos este apartado con la figura3.2, donde se expone un resumen de cómo
afecta la obesidad a la salud de forma inmediata.
42
FIGURA 3.2. Algunos problemas de salud asociados a la obesidad infantil.
Efectos a largo plazo
Hay que evitar ser obeso en la infancia por los problemas de salud que genera de forma
inmediata, tal y como se ha expuesto anteriormente, pero también conviene evitar la
obesidad infantil, o intervenir para reducirla, por los problemas que generan a largo plazo.
No debe engañarse ningún padre ni ninguna madre si observa que su hijo “gordito” o hija
43
“gordita” aparente ser feliz, y no tener ninguna enfermedad que se pueda asociar al
sobrepeso, si este exceso de peso, aparentemente, no le está causando problemas en la
actualidad. Lo que sí está es aumentado de forma peligrosa el riesgo de que más adelante
los sufra, aunque sea un adulto delgado.
Comentemos algunos de los efectos a largo plazo de ser obeso en la infancia.
Aumento del riesgo de ser obeso en la etapa adulta
El primero que podemos señalar es que se observa una relación entre ser obeso en la
infancia y la probabilidad de ser obeso en etapas posteriores de la vida: la juventud y la
adultez. Se ha estudiado esta relación y actualmente se acepta el riesgo que se indica en
el cuadro 3.1.
CUADRO 3.1
Riesgo de sufrir obesidad cuando se es adulto si se ha padecido en la infancia y/o adolescencia
Presencia de obesidad a ciertas edades Riesgo de ser obeso en la edad adulta
6 meses 14%
7 años 41%
10-13 años 70%
Adolescencia 80%
Según se expone en el cuadro anterior, existe un alto riesgo de continuar siendo
obeso si se ha sido en la infancia y adolescencia. Este riesgo es mayor cuanto más tiempo
se es obeso en la infancia, y si la obesidad se ha sufrido en etapas cercanas a la
adolescencia o infancia tardía. Quien es obeso en la adolescencia será obeso con un 80%
de probabilidad cuando sea adulto. La obesidad en la etapa adulta está asociada a
importantes riesgos de salud, como veremos ahora, por tanto una de las razones más
importantes para evitar o tratar la obesidad infantil es prevenir que se extienda a toda la
vida.
¿Por qué si un niño es obeso, existe mayor riesgo de que sea también obeso cuando
sea adulto? Esto se debe a dos razones muy importantes.
– La adquisición de hábitos alimentarios. Una de las razones por las cuales un
niño es obeso son sus “malos” hábitos alimentarios, y debemos saber que
estos hábitos se pueden quedar fijados para etapas posteriores. Pongamos
algún ejemplo. Si un niño durante toda su infancia no come verduras o frutas,
porque no le gusta el sabor, y su familia no le educa oportunamente para que
las disfrute, es muy probable que esta aversión hacia las verduras y las frutas
44
se mantenga para etapas posteriores. Otro ejemplo sería que el niño se
acostumbre a comer bollería habitualmente, este hábito también quedará para
su adolescencia y etapa adulta, provocando sobrepeso. Por ello, es muy
importante adquirir buenos hábitos alimentarios en la infancia, porque pueden
quedar fijados para toda la vida. Exactamente lo mismo se puede decir de la
adquisición de hábitos cotidianos para realizar actividad física.
IDEA PARA RECORDAR
Se ha comprobado que la obesidad en la infancia y adolescencia incrementa la probabilidad de que esa
persona cuando sea adulta también padezca de obesidad. Cuanto más tiempo se sea obeso en la infancia,
más riesgo existe de serlo en el futuro.
– Otra razón que explica por qué los niños obesos corren el riesgo de convertirse
en adultos obesos se refiere a un aspecto biológico. El aumento de la grasa
corporal puede ser debido a dos razones: hiperplasia o hiperplastia. Diremos
que alguien está acumulando grasa por hiperplasia porque están aumentando el
número de células que guardan la grasa (adipocitos); y diremos que alguien
está acumulando grasa por hiperplastia, porque las células adipocitarias que
tiene esa persona están aumentando en capacidad, “se están hinchando”,
reservando más grasa, no porque estén aumentando en número. Esto nos
sirve para señalar que en diferentes momentos de la infancia el infante es
proclive a la hiperplasia, a crear nuevas células que acumulen grasa, células
que quedarán para toda la vida. Si en esas etapas sensibles (por ejemplo cerca
de la pubertad) a través de la alimentación y del escaso ejercicio, se estimula a
que se desarrollen muchas células “almacén”, además de tener un niño obeso,
lo que estaremos haciendo es que esa persona en el futuro tenga más facilidad
para acumular grasa que otra persona que durante la infancia no creó tantas
células “almacén”. Esto explicaría el aumento del riesgo de obesidad en
adultos, que en la infancia fueron obesos.
Aumento de la probabilidad de sufrir diabetes de tipo 2 en la juventud y etapa
adulta
Cuando hemos hablado de los problemas de salud que en la infancia están asociados a la
obesidad, ya hemos comentado la diabetes, ahora comentemos cómo no sólo el riesgo es
para la etapa infantil, sino que se extiende más allá.
Tradicionalmente la diabetes de tipo 2, véase cuadro 3.2 para más información, se
consideraba una enfermedad que afectaba principalmente a adultos, sin embargo, en los
últimos años se observa una reducción de la edad de las personas que la padecen. Esta
reducción se asocia a personas que han mantenido un sobrepeso u obesidad en la
45
infancia o que han continuando así a lo largo de la adolescencia y primera juventud.
CUADRO 3.2
¿Qué es la diabetes de tipo 2?
La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por tener unos niveles muy elevados de
glucosa en sangre, que produce daños al organismo (renales, neurológicos, oftalmológicos, etc.),
y que pueden llegar a ser muy graves.
El nivel excesivamente alto de glucosa en sangre se debe a que ésta no está accediendo
correctamente a las células del organismo, donde la glucosa se utiliza como fuente de energía. La
glucosa “entra” en las células por medio de la insulina, sustancia producida por el páncreas, y
que en las personas con diabetes no se produce o se produce en cantidad insuficiente. La falta de
insulina puede ser total, y requerir la administración externa de forma periódica; estaríamos ante
una diabetes insulino-dependiente o de tipo 1.
En la diabetes de tipo 2, el páncreas sí que produce insulina, pero ésta no es lo
suficientemente efectiva para mantener los niveles de glucosa normales.
La diabetes de tipo 2 se ha asociado tradicionalmente a personas mayores de cuarenta años
y con sobrepeso, y que siguiendo unas pautas alimentarias, de actividad física y de control,
pueden corregirla reduciendo los riesgos para su salud. Las personas con diabetes de tipo 2 no
requieren de administración de insulina externa, salvo casos graves.
En los últimos años se observa una reducción de la edad de aparición de este tipo de
diabetes, incluso en personas muy jóvenes, debido a la extensión de la obesidad infantil.
Los expertos están alertando de la aparición de complicaciones de salud, asociadas a la
diabetes de tipo 2, en personas jóvenes menores de 30 años debido a la existencia de
unas tasas tan altas de obesidad infantil.
Disminución de la esperanza de vida en la edad adulta si la obesidad se
prolonga
En varios de los libros que se recomiendan en el capítulo 9 se pueden encontrar
detalladas las enfermedades a las que se asocia la obesidad en la edad adulta, dado que
este libro se dirige a la obesidad infantil, no vamos a detenernos especialmente en ello,
sólo vamos a mencionar tres cuestiones, que pueden servir de ejemplo de cuán necesario
es que desde la infancia debamos prevenir la obesidad.
– Se estima que las personas que mantienen una obesidad prolongada, por
ejemplo entre los 25 y 35 años, su riesgo de muerte por las enfermedades
asociadas es 12 veces mayor que en personas no obesas (Moreno y Beltrán,
2005).
46
– Las personas obesas tienen alto riesgo de sufrir enfermedades
cardiovasculares, enfermedades que están a la cabeza de las causas de muerte
en el mundo occidental. Entre estas enfermedades podemos destacar la
hipertensiónarterial, la insuficiencia cardiaca, los infartos de miocardio o la
angina de pecho.
– Las personas obesas, en contra de una creencia popular, no son más felices que
las personas no obesas. Entre ellas se dan comúnmente trastornos psicológicos
como la ansiedad y la depresión, y la tasa de suicidios es mayor que en las
personas de peso normal.
Peor autoestima en la edad adulta
Un adulto que fue obeso, aunque ya no lo sea, puede guardar en su interior los efectos
psicológicos de ser un niño obeso en una sociedad que estigmatiza la obesidad.
Por ejemplo, se ha comprobado que gran parte de las chicas que en la adolescencia
o juventud sufren de anorexia nerviosa o bulimia nerviosa, recuerdan haber tenido
experiencias pasadas de sobrepeso y haber recibido burlas de sus compañeros y
familiares por ello.
Es decir, que la autoestima, asociada a la imagen corporal, puede quedar dañada
para la vida adulta aunque ya no se tenga sobrepeso, si durante la infancia se tuvo y
acarreó malas experiencias personales.
Recordemos finalmente el Informe sobre la Salud del Mundo de la Organización
Mundial de la Salud en el 2002, que resaltaba que la obesidad estaba asociada al 60% de
la muertes debidas a enfermedades no contagiosas (cardiovasculares, cáncer, diabetes,
etc.) y si no se toman medidas importantes se llegará al 73% en el año 2020. En la
actualidad se estima que en el mundo mueren 57 millones de personas por problemas
asociados al exceso de peso.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
“A mi hija Paula le ha venido muy pronto la primera menstruación,
¿puede estar relacionado con su obesidad?”
Sí. Se ha comprobado cómo las niñas con obesidad tienen una maduración
acelerada, que se puede observar con un desarrollo corporal más evidente,
un crecimiento precoz de las mamas y la aparición de la menstruación antes
que a las niñas de su edad con peso normalizado. Dado que estas
consecuencias de la obesidad son incontrolables, conviene que los padres
47
estén preparados para ello y puedan informar a su hija y prepararla
psicológicamente para que no tenga un impacto negativo en la niña,
haciéndole ver que dichos cambios son normales y consustanciales al
crecimiento. No conviene que se cree un clima negativo ante estos cambios,
ni que por supuesto se le critique por ello asociándolo al peso.
“¿Creía que la diabetes era un problema que nada tenía que ver con el
peso?”
Existe un tipo de diabetes, la 2, que sí está claramente asociada a los hábitos
saludables y al peso. En este tipo de diabetes el páncreas no deja de producir
insulina, pero la que genera no es suficiente para realizar la función de
introducir la glucosa en las células. Este tipo de diabetes se sufría en la edad
adulta tras muchos años de sobrepeso, sin embargo, en la actualidad está
apareciendo en personas cada vez más jóvenes, por la generalización de la
obesidad en infantes y jóvenes.
“A nuestra hija Diana, de 11 años, que tiene notable sobrepeso, se la ve
muy feliz y tiene muchas amigas, ¿por qué se dice que el sobrepeso infantil
está asociado a menos relaciones con los demás?”
Casi todas las afirmaciones que se hacen en estos temas de salud deben
tomarse como generalizaciones y relacionadas con la mayoría de los casos.
Es perfectamente compatible una situación de sobrepeso con un buen estado
psicológico. Sin embargo, en este tema conviene que los padres no
confundan la falta de conciencia de problema de salud que tiene un niño de
su situación con la realidad. Existen algunos estudios que han comprobado
cómo muchos niños obesos no se perciben a sí mismos como tales, ni viven
su obesidad como un problema de salud. Aunque la niña se sienta feliz con
su aspecto, no significa que el sobrepeso no esté dañando sus articulaciones
o le esté configurando una adultez obesa. De igual forma los padres deben
estar atentos a ciertas relaciones que se dan en niños obesos, que para
contrarrestar situaciones de rechazo, son condescendientes con sus amigos
en muchas cosas, les dejan sus juguetes, les prestan sus cuadernos, etc.,
aparentando buenas amistades, cuando lo que hay es un aprovechamiento
injusto.
“Mi hijo Raúl tiene problemas de respiración, ¿puede ser debido a su
exceso de peso?”
48
Los problemas de respiración, así como los problemas para conciliar el sueño
o despertarse por la noche son más comunes en niños obesos que en los que
tienen un peso normalizado, por tanto es probable que ambos temas estén
asociados. No obstante, si dicha dificultad es permanente o muy acusada
convendría consultar al pediatra o médico de familia. Si el problema proviene
del sobrepeso se corregirá al reducir éste. Mientras tanto conviene que el
niño no esté expuesto a sobreesfuerzos que pudieran provocarle algún tipo
de insuficiencia respiratoria.
“Nuestra hija María de 11 años tiene evidente sobrepeso, pero cuando lo
hablamos con ella, lo niega. ¿Por qué tiene esta actitud?”
Que un niño niegue su sobrepeso u obesidad no se debe exclusivamente a
negar un problema que tiene, puede deberse a una verdadera falta de
conciencia de que lo que tiene puede ser algo problemático. Normalmente si
el sobrepeso no es muy excesivo no tiene por qué tener consecuencias
inmediatas y evidentes sobre la salud, que se representen como problemas
para él. A veces la conciencia de problema con el sobrepeso la adquieren los
niños a partir de los 8-9 años, si son criticados por su imagen o marginados
en juegos. Los padres deben hablar con el hijo –poco consciente de la
realidad de su situación–, evitando dramatizar y acomplejar al niño, pero
intentando que sea consciente de la realidad para poder mejorar. Si llegada la
adolescencia sigue teniendo evidentes problemas para reconocer su
verdadera imagen corporal, podría estar iniciándose un trastorno que debería
ser valorado por el psicólogo.
49
4
¿Por qué mi hijo es obeso?
Perspectiva actual
En nuestra cultura, hasta hace unas pocas décadas, se tenía muy clara la respuesta a la
pregunta ¿por qué existe la obesidad?: hay personas obesas porque esas personas comen
mucho.
Esta respuesta tan sencilla engloba dos ideas muy importantes que casi todo el
mundo asumía: que la obesidad era una cuestión de decisión, voluntad o control
personal, y que la obesidad se asociaba fundamentalmente a la ingesta excesiva. Durante
mucho tiempo, debido a estas ideas, se ha culpabilizado a las personas obesas de serlo
“porque quieren” o “porque no son capaces de controlarse lo suficiente”. Hoy día la
visión de la obesidad no es tan simple y se atiende a otras consideraciones para
explicarla.
Al menos, debemos tener en cuenta las siguientes cuestiones:
– Existen factores propios de la persona que son importantes en la determinación
de su peso y posible obesidad, por ejemplo, las tendencias heredadas de los
progenitores, o el entorno próximo en el que viva (hábitos familiares, por
ejemplo).
– Existen factores externos a la persona que son también importantes en la
determinación del peso y la posible obesidad, como son las tendencias sociales
y costumbres sobre alimentación, ocio y estilos de vida.
– Por ello debemos descartar el considerar que la obesidad tiene una causa única,
y menos todavía que se deba simplemente a una falta de control por las
personas que la sufren. Al parecer, la obesidad nace de una interacción de
factores sociales, personales, familiares, genéticos, etc. más allá de una simple
falta de capacidad para controlarse.
Conviene acercarse a la explicación de la obesidad con una “mentalidad abierta”, es
decir, no intentando buscar una causa única, sino asumir que la obesidad está multi-
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determinada, y que según la persona de la que estemos hablando, unos factores tendrán
más importancia que otros. Desde esta perspectiva se aborda el siguiente apartado.
Causas de la obesidad
En este capítulo nos vamos a centrar en las posibles causas psicológicas de la obesidad,
fundamentalmente en su relación con los hábitos cotidianos. En el capítulo 9 de
ampliación de información se incluye un texto sobre la “la explicación de la obesidad”
(texto 2)que incluye información desde el punto de vista general y genético.
La obesidad como resultado de hábitos inadecuados
La explicación de la epidemia de obesidad que se extiende por los países occidentales se
encuentra en la universalización de ciertos hábitos alimentarios y en el sedentarismo. Si
entráramos a valorar cada caso concreto deberíamos entonces sopesar la influencia
hereditaria.
El gran interés de explorar qué hábitos están detrás de la obesidad es que los hábitos
se pueden modificar si se considera que no son adecuados, algo que por el momento no
podemos hacer con los genes heredados. Igualmente, es importante reflexionar sobre el
hecho de que los hábitos de alimentación y de práctica de actividad física se aprenden
bien o mal durante la infancia, en el entorno familiar, bajo la responsabilidad del padre
y/o la madre. Por tanto, deben tener especial interés los progenitores en conocer qué
hábitos de vida están detrás del sobrepeso, los cuales están en sus manos cambiar para
prevenirlo o reducirlo.
En un extenso estudio en población infantil española (EnKid, 2001), se observó que
los factores más relacionados con la obesidad infantil y asociados a hábitos eran:
– Ausencia de lactancia materna.
– Ingesta elevada de grasa.
– Consumo elevado de bollería, embutidos y refrescos.
– Bajo consumo de frutas y verduras.
– Sedentarismo.
– Ausencia de práctica de deportes.
Detengámonos un poco en estos factores, agrupándolos en dos grandes cateregorías:
nuevos hábitos alimentarios y vida sedentaria.
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Nuevos hábitos alimentarios
Qué se come, cómo se come y en qué cantidad, sirven de buen guión para entender los
nuevos hábitos de alimentación. A continuación se ponen algunos ejemplos.
– ¿Qué se come? En muchos países, España es un buen ejemplo, se han ido
perdiendo buenas prácticas gastronómicas, como son las derivadas de la dieta
mediterránea (verduras, legumbres, frutas, pescado, aceite de oliva…) que se
han sustituido por el consumo de alimentos muy ricos en azúcares y grasas
(bollería industrial, patatas fritas, embutidos…). Costumbres poco latinas
como añadir mantequilla al pan, o condimentar todo con salsas mayonesa o
ketchup, han venido también a contribuir a este exceso de calorías.
Igualmente, se han ido popularizando como bebida habitual los refrescos, los
cuales aportan gran cantidad de calorías y pocos elementos nutrientes. Estos
cambios se han generalizado para detrimento de nuestra salud; los alimentos
que se están universalizando favorecen el sobrepeso, y a veces, una
alimentación desequilibrada en cuanto a nutrientes.
– ¿Cómo se come? La forma de comer también ha ido cambiando, y
lamentablemente para peor. Desde el punto de vista que nos ocupa, nuevos
hábitos se están extendiendo que favorecen el sobrepeso: renunciar a hacer un
buen desayuno por falta de tiempo (luego se comen bollos o golosinas para
compensar el hambre…), comer a gran velocidad, comer comidas
precocinadas, comer en restaurantes de comida rápida, cocinar cada vez
menos y encargar cada vez más comidas para casa, las cuales suelen ser muy
ricas en calorías (pizzas, comida china…), etc.
IDEA PARA RECORDAR
Según el Ministerio de Sanidad, el 8% de los niños españoles acude al colegio sin haber desayunado.
– ¿Cuánto se come? Si bien la cantidad de alimentos saludables que se comen ha
ido disminuyendo, la cantidad de alimentos ricos en grasas, azúcares, es decir,
en calorías vacías ha aumentado, y ya no sólo a nivel nacional, sino en cuanto
a lo que es una ración normal. Los refrescos se toman ya en botellas de medio
litro o de 750 cc, las hamburguesas con sus salsas han ido aumentando de
tamaño en los últimos años, si hace unos años en el cine sólo se comía
palomitas, hoy día se extiende la costumbre americana de ver la película
comiendo perritos calientes o nachos con queso, con grandes refrescos. Hace
también pocas décadas las chucherías y la bollería industrial eran caprichos
que se comían de vez en cuando o en cumpleaños. Actualmente, en muchos
niños, son alimentos comunes todos los días, y así podríamos ver un sinfín de
ejemplos de cómo cada vez se come más cantidad, pero de alimentos poco
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saludables y favorecedores de la obesidad.
En cuanto a los hábitos alimentarios deberemos decir que muchos progenitores han
abandonado una buena práctica, que es la educación en los mismos. Muchos niños no
comen verduras o frutas porque se les ha permitido que terminen por aborrecer su sabor,
y para contentarles se les ha consentido acostumbrarse a comer otras cosas. Los hábitos
alimentarios se educan, y el ritmo de vida actual, junto a la disponibilidad económica para
adquirir otros alimentos sustitutos más “ricos de sabor”, están haciendo que los padres
olviden esta tarea educativa, facilitando así la aparición de la obesidad.
Vida sedentaria
El otro gran estilo de vida o hábito asociado al sobrepeso es el que se refiere a la
realización de actividad física, ya sea en la vida cotidiana, o como actividad deportiva
regular.
En España los datos son abrumadores, según la Encuesta Nacional de Salud hechos
públicos en 2005:
– La mitad de la población española encuestada (niños y adultos) reconocen que
no realizan ninguna actividad física en su tiempo libre.
– El 89% de los niños ven la televisión a diario.
– Un 45% de los niños pasan frente al televisor entre 1 y 2 horas diarias. Un 21%
entre 2 y 3 horas diarias, y un 9,3% más de 3 horas diarias.
A este respecto diremos que dos son las tendencias actuales en cuanto a los estilos
de vida relacionados con la actividad física. Una es la reducción de las actividades
cotidianas que requieren movimiento, como son: no bajar escaleras, no caminar para ir
de un sitio a otro, automatizar muchas tareas (como lavar el coche…), realizar
actividades de ocio que no requieren movimiento (ver televisión, jugar con videojuegos,
utilizar el ordenador…); y otra la falta de una práctica deportiva de forma cotidiana.
Este estilo de vida sedentario favorece el sobrepeso de forma contundente.
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FIGURA 4.1. Los hábitos sedentarios, como ver excesivamente la televisión, favorecen el sobrepeso.
A modo de ejemplo, se reproduce el cuadro 4.1, donde puede observarse la relación
entre horas que se dedican a ver la televisión y la prevalencia de sobrepeso en una
investigación estadounidense. Entre los niños que más ven la televisión la prevalencia del
sobrepeso es mayor. Más de 1 o 2 horas de televisión al día tiene malos efectos sobre la
salud del niño, además de contribuir a su sobrepeso, reduce la realización de otras
actividades más educativas, creativas y socializantes.
CUADRO 4.1
Relación entre tiempo dedicado a ver televisión y prevalencia de sobrepeso en niños estadounidenses (citado en
Estudio EnKid, 2001)
Horas diarias viendo TV Prevalencia de sobrepeso
De 0 a 2 horas 11,6%
Entre 2 y 3 horas 22,6%
Entre 3 y 4 horas 27,7%
Entre 4 y 5 horas 29,5%
Más de 5 horas 32,8%
El hábito de ver la televisión de forma excesiva se ha asociado al aumento de la
obesidad infantil a través de diferentes mecanismos (Chueca, Azcona y Oyarzábal,
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2002):
– Por el gran número de alimentos calóricos que se anuncian.
– Porque muchos personajes de televisión tienen unos hábitos alimentarios poco
sanos.
– Porque mientras se ve la televisión, se incrementa la probabilidad de tomar
aperitivos.
– Porque se sustituyen actividades de ocio más activas a cambio de la pasividad
de ver la televisión.
En los últimos años también se han asociado los malos hábitos de sueño con el
sobrepeso y la obesidad. Los niños que duermen menos y de peor forma tienen más
riesgo de ser obesos; los investigadores lo explican por la interacción de ambas
manifestaciones a través de las hormonas.
Resumiendo todo lo anterior, para explicar la obesidad debemos atender a:
– Tendencias heredadas.
– Hábitos alimentarios (qué, cómo, cuánto).
– Realización de actividad física cotidianamente junto a actividad deportiva de
vez en cuando.
– Hábitos saludables de sueño.
La explicación de la alta prevalencia de obesidad

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