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Niños con autismo y TGD_ Cómo puedo ayudarles - Paloma Cuadrado Gamarra

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Pautas para padres y profesionales
 
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Pautas para padres y profesionales
Paloma Cuadrado Sara Valiente
 
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PROLOGO
INTRODUCCIÓN
1 Aspectos a señalar sobre el autismo
¿Qué se entiende por autismo?
¿Cuáles son los rasgos más comunes de las personas con TGD?
El uso de los sentidos
La imitación
Otras capacidades
Aspectos neurológicos
¿Cómo reaccionan al dolor?
La mirada
Las emociones
¿Cuáles son las causas más comunes de los TGD?
¿Se hereda el autismo?
¿Con qué frecuencia aparece?
¿Cómo se detecta?
¿Qué se pretende con la evaluación? ¿Debe realizarse por un especialista?
¿Cuál es la evalución de estos niños?
Si el autismo no se cura, ¿para qué sirven los distintos tratamientos?
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Soluciones mágicas
¿Qué principios y pautas educativas son fundamentales para su aprendizaje?
2 El niño de 0 a 18 meses
Introducción
Área social y afectiva
La socialización
El apego
Área de la comunicación
Área de conductas y actitudes
El sueño
El juego
La imitación
Mitos
Preguntas y respuestas
3 El niño de 18 a 36 meses
Introducción
¿Qué importancia tiene la familia?
Área social y afectiva
La socialización
La afectividad
Área de la comunicación
La intención de comunicar
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La expresión oral
Área de conductas y actitudes
Los problemas de conducta
El juego
El control de esfínteres
Mitos
Preguntas y respuestas
4 El niño de 3 a 6 años
Introducción --....----_-
Área social y afectiva ..... .......................................................................
La socialización
La afectividad
Área de la comunicación
Comunicación y lenguaje
Sistemas Alternativos de Comunicación (SAC)
Área de conductas y actitudes
Control de esfínteres
Hábitos alimenticios
Juego
Mitos
Preguntas y respuestas
5 El niño de 6 a 12 años
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Introducción --------- -- ----------------------------------------------------------------------- ---
Área social y afectiva
Los avances sociales
Las emociones
Área de la comunicación --- - -- ----------------------------------------------------------------
- -
El niño con lenguaje oral
El niño que no ha desarrollado el lenguaje oral
Área de conductas y actitudes
El control de la conducta
La autonomía personal
Mitos
Preguntas y respuestas
6 De la adolescencia a la edad adulta
Introducción
Área social y afectiva
Área de la comunicación
Área de conductas y actitudes
Mitos
Preguntas y respuestas
7 Reflexiones finales
Bibliografía recomendada
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Asociaciones de autismo y trastornos generalizados del desarrollo
 
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Aceptamos gustosos la tarea de prologar este libro, ya que consideramos muy interesante
la idea de divulgar un tema de gran interés científico y humano como es el autismo. Las
autoras nos acercan de un modo didáctico y asequible al conocimiento de las diferentes
patologías que se engloban dentro del concepto de autismo.
Los estudios epidemiológicos sobre el espectro autista son escasos y no siempre
rigurosos. Los criterios iniciales utilizados por Leo Kanner para el diagnóstico del autismo
eran demasiado restrictivos, como han demostrado las investigaciones más recientes
modificando la visión que inicialmente se tenía sobre esta patología.
El diagnóstico inicial del autismo estaba inspirado en los aspectos semiológicos del
comportamiento alterado, más que en las causas que lo provocan; es decir, el diagnóstico
del autismo se basaba en la descripción del comportamiento, obviando frecuentemente
las causas que producían dicha patología, bien es cierto que por desconocimiento, más
que por sesgo metodológico.
En la actualidad los criterios que se utilizan para realizar un diagnóstico y tratamiento
correctos de los síndromes autistas son más amplios. Las variables que se tienen en
cuenta van desde las causas biológicas (neurológicas, somáticas o neuroquímicas), hasta
las de tipo ambiental (aislamiento social o alteraciones en el vínculo madrehijo). Las
investigaciones más recientes inciden en la interacción que existe entre las variables
neurobiológicas y las de tipo sociofamiliar. Por esta razón, la incidencia del síndrome
autista ha aumentado en los últimos años, ya que los criterios de evaluación son
diferentes y más precisos; de ahí que ya no sólo se habla de autismo como síndrome
único, sino que actualmente nos referimos al "espectro autista", que engloba un número
más amplio de trastornos del desarrollo.
Existe la sensación de que está aumentando el número de personas diagnosticadas de
un trastorno incluido dentro del llamado espectro autista. Este hecho está directamente
relacionado con el conocimiento más profundo que se tiene de las bases
neurobiopsicosociales del problema. Por este motivo se ha ampliado el abanico de
cuadros con sintomatología autista, con especial referencia a alteraciones en la
interacción social, trastornos de la comunicación o alteraciones en el desarrollo del
pensamiento abstracto.
Tanto el autismo como el espectro autista son trastornos complejos y en numerosos
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casos difíciles de clasificar, pero resulta de gran importancia el avance experimentado por
la neuropsicología del desarrollo en los últimos años, lo que nos ha permitido profundizar
en el conocimiento del cerebro, evitando así el sentimiento de culpa de muchos padres a
quienes se atribuía el origen del problema autista.
Afortunadamente las suposiciones iniciales de que los hábitos y normas educativas de
los padres eran los causantes del autismo y de otros trastornos del neurodesarrollo están
siendo abandonadas. Esto no significa que los padres no tengan responsabilidades en la
educación de sus hijos, ni tampoco que no se deban tener en cuenta el tipo de relaciones
que se establecen entre padres e hijos. Es necesario señalar la importancia que tiene el
establecimiento de unos vínculos parentofiliales estables como elemento esencial para
lograr un desarrollo psicoafectivo lo más saludable posible.
El aislamiento social y la sobrecarga de actividades extraescolares a los que se somete
a los niños actualmente pueden producir un aumento en los trastornos de la
comunicación y un deterioro en la interacción social, así como un retraso en ciertos
procesos del desarrollo madurativo.
Con frecuencia a veces excesiva el niño se comunica a través de sistemas
audiovisuales (videojuegos, televisión, ordenador o teléfono móvil), lo que limita la
relación emocional con otras personas.
El proceso madurativo del niño es progresivo, por lo que una adecuada estimulación
facilita su desarrollo, pero en caso contrario, el sistema nervioso no se activa de un modo
espontáneo, sino que necesita de programas de estimulación específicos para facilitar la
plasticidad cerebral.
La supervivencia infantil ha aumentado, pero también lo ha hecho el número de niños
con alteraciones neuropsicológicas que afectan a los procesos cognitivos y a la conducta
emocional. En las últimas décadas, gracias a los avances médicos, ha disminuido
significativamente la mortalidad infantil, pero no así las secuelas derivadas del daño o la
disfunción cerebral. Dicho en otros términos: asistimos a un aumento de las alteraciones
neuropsicológicas del aprendizaje y del comportamiento como consecuencia de las
mayores tasas de supervivencia en la infancia.
Es muy importante tener en cuenta la plasticidad cerebral, como mecanismo que
permite compensar los déficit. En el caso de los niños con sintomatología autista es
imprescindible no sólo un diagnóstico precoz, sino un tratamiento adaptado a las
necesidades específicas de cada niño. Muchas veces el diagnóstico tardío de las
alteraciones del desarrollo se debe al desconocimiento de la neuropsicología infantil más
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que a la ausencia de trastornos o signos de riesgo.
En la actualidad las alteraciones neurofuncionales - incluyendo el espectro autista -
afectan a amplias capas de la población, ya que no se trata de un problema psicosocial,
sino de tipo neurobiológico. Todavía sigue siendo frecuente el infradiagnóstico de muchas
alteraciones del sistema nervioso infantil, incluidoel espectro autista, como consecuencia
del desconocimiento de este tipo de problemas tanto por parte de los profesionales
(médicos, educadores, psicólogos, logopedas, entre otros), como de la sociedad en
general.
Las investigaciones relacionadas con los trastornos del neurodesarrollo resaltan la
importancia que tienen los programas de atención temprana. La plasticidad cerebral -
entendida como la capacidad de recuperación y reorganización que experimenta el
sistema nervioso tras haber sufrido alguna lesión - es mayor en la infancia. Por esta
razón, es necesario el diagnóstico y la intervención del espectro autista lo más
precozmente posible, para facilitar el establecimiento de las conexiones neuronales como
base del desarrollo del niño.
La ausencia de programas y chequeos preventivos tiende a aumentar y cronificar la
intensidad de los síntomas en todas las alteraciones neurofuncionales, generando a largo
plazo dificultades cognitivas y/o comportamentales que muchas veces podrían atenuarse
o evitarse.
Es necesario que seamos capaces de manifestar suficiente empatía con los problemas
de los niños autistas, poniéndonos en su lugar, para así comprender su problemática y
permitir la detección y el tratamiento adecuado de sus dificultades.
Resulta encomiable la labor de divulgación que han llevado a cabo las autoras, ya que
en los albores del siglo xxi, el problema del autismo sigue presentando numerosas
incógnitas. Este libro sin duda va a contribuir al mejor conocimiento del autismo, así
como a mejorar la sensibilidad social en torno al problema.
Rocío Mateos Mateos José Antonio Portellano Pérez
 
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¿Qué le pasa a mi hijo?..., ¿Por qué se comporta de esa manera?....
Parece que está en su mundo, casi nada le interesa.... Me han dicho que mi
hijo tiene TGD, ¿qué es eso?.... ¿Llegará a hablar?..., ¿El autismo tiene
cura?..., ¿Lo estamos haciendo bien?"...
¿Qué se pretende con este libro?
Este libro no pretende ser una receta mágica para tratar a los niños con autismo, pero sí
un apoyo para sus padres, profesionales e interesados en estos trastornos.
A pesar de existir una gran cantidad de información acerca de lo que es el autismo, en
ocasiones puede resultar ambigua, contradictoria entre sí o demasiado compleja.
Intentando dar una respuesta a la necesidad de información fiable de los padres se
realiza este libro, con la intención de explicar de una forma clara y sencilla lo que se
entiende por autismo, espectro autista, Asperger, trastorno generalizado del desarrollo,
etc., cómo se manifiesta en las distintas etapas evolutivas del niño y cuáles son las
alteraciones más frecuentes que pueden aparecer en cada edad. Asimismo se aportan
estrategias o pautas útiles de actuación que pueden ayudar al desarrollo de estos niños en
los diversos contextos en los que se desenvuelven, a sus familias y a todos aquellos
profesionales implicados en su desarrollo.
A pesar de que la edad media en la que se diagnostica este trastorno se sitúa en torno
a los 3 años de edad, se hace referencia al desarrollo infantil desde el nacimiento para
aportar una visión evolutiva más detallada. Puede leerse cada capítulo del libro de forma
aislada, aunque la visión general del desarrollo biológico, social y comportamental en su
conjunto es lo que permitirá apreciar las alteraciones en estas personas y los objetivos
que se deben establecer para mejorar su adaptación, para organizar su mundo.
Este libro no cura el autismo, tan sólo pretende ser un apoyo útil para todas aquellas
personas interesadas, puesto que informa, orienta y aconseja acerca de cómo convivir
y mejorar la calidad de vida de los niños con autismo y de sus familias.
¿A quién va dirigido?
El presente libro va dirigido a todos aquellos padres y profesionales que conviven día a
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día con niños con autismo, aquellos que no se cansan de aprender, de descubrir y de
poner en práctica herramientas que, de alguna manera, puedan mejorar y facilitar la
calidad de vida de estos niños y sus familias. Pretende ser un instrumento que dote de
recursos, técnicas e información eminentemente práctica, que permita contribuir al
desarrollo del niño tanto en el hogar como en aquellas situaciones en las que puedan
requerir una ayuda extra, clarificando la visión del autismo y los Trastornos
Generalizados del Desarrollo por parte de las familias y los profesionales que les prestan
apoyo.
¿Cómo interpretar este libro?
La Psicología evolutiva, encargada de desvelar los fenómenos que ocurren en el
desarrollo infantil, ha aportado grandes avances a la hora de contemplar las alteraciones
en el desarrollo madurativo. Refleja las diversas capacidades sociales, cognitivas,
conductuales y emocionales que se desarrollan según avanza el niño. La estructura de
este libro recoge las principales etapas evolutivas por las que pasan los niños, centrándose
sobre todo en las alteraciones que pueden presentar los niños con autismo. No hay que
olvidar en ningún momento que cada niño es en sí mismo una persona diferente, con
cualidades que le distinguen de los demás y le hacen único.
A lo largo de todo el manual se aportan casos prácticos, mitos y preguntas que suelen
plantearse tanto familiares como educadores. Se han plasmado las inquietudes de los
padres en el epígrafe "Voz de los padres", y los posibles sentimientos, deseos y
pensamientos de los niños en el de "Voz de los niños". Finalmente, se proporcionan
pautas de actuación para resolver situaciones difíciles y desarrollar, de la forma más
adecuada y natural posible, las capacidades de estos niños.
¿Qué papel tienen los especialistas?
La relativamente baja incidencia del autismo, unida a la falta de información, la
inexistencia de rasgos físicos que apunten a un diagnóstico específico, junto con las
diferentes manifestaciones de cada niño, hacen que su detección se vea demorada en
muchas ocasiones, dificultándose así la evaluación, la orientación a la familia y el
posterior tratamiento. Por otro lado, aunque los especialistas afirman que los principales
síntomas aparecen antes de los tres años de vida, en muchas ocasiones detectarlos
durante ese período resulta difícil.
Al igual que con cualquier niño que requiera necesidades especiales, una
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identificación lo más precoz posible de los trastornos del espectro autista es esencial para
poder realizar una adecuada intervención, que aportará a las familias orientación y apoyo
para ir adaptándose a las necesidades de su hijo. Si se interviene de forma temprana con
un niño que presenta signos de autismo es posible lograr un mayor desarrollo de sus
capacidades.
Hay que tener en cuenta que, aunque no se haya llegado a un diagnóstico preciso, es
fundamental comenzar a trabajar en el momento de su detección en base al
comportamiento que presente el niño. De la misma manera, la evaluación continua es
imprescindible para examinar su evolución y proporcionarle las atenciones que precise en
cada momento.
¿Qué papel juegan la familia y las instituciones?
Desde que Leo Kanner en 1943 describiera la sintomatología del Trastorno Autista, el
papel desempeñado por los padres en la vida de sus hijos ha tenido diferentes
consideraciones. Actualmente su papel se considera imprescindible, tanto en la
evaluación como en la propia intervención.
Quién mejor que ellos para saber cómo es el propio niño, qué necesidades tiene,
cómo se comporta en el hogar o qué estrategias han ido desarrollando para mejorar su
convivencia. Su figura es necesaria en la vida del niño, ya que son su referente más
cercano y quienes más pueden aportar al trabajo de intervención.
La implicación de los miembros de la familia en los programas de tratamiento, la
coordinación entre lo que se hace en el centro de apoyo, en el hogar y en el ámbito
educativo es fundamental para intercambiar información, tomar en común unos mismos
criterios de actuación y conseguir un clima de cooperación y confianza entre todos, lo
que favorece notablemente el éxito del tratamiento.
Por su parte, las asociaciones cumplen un importantepapel tanto de acogida e
información en un primer momento, como de soporte emocional y asesoramiento
posterior, orientando a la familia en cada etapa del desarrollo de su hijo. Un aspecto clave
será comentar los progresos del niño con los padres, ponerlos en común, así como
facilitarles información, orientarles y ofrecerles propuestas de actuación.
Importancia de la Atención Temprana
Aproximadamente, los primeros seis años de vida son de inestimable importancia para el
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desarrollo de las personas. En esta etapa existen varios períodos críticos en los que el
cerebro tiene una mayor capacidad para reorganizarse y facilitar los procesos mentales
superiores, gracias a la plasticidad cerebral. Estos períodos han de tenerse en cuenta a la
hora de intervenir y conseguir unos resultados más eficaces para potenciar y desarrollar
sus capacidades, tal y como considera la Atención Temprana.
¿En qué consiste la Atención Temprana?
La Atención Temprana engloba el conjunto de intervenciones dirigidas al niño, la familia
y su entorno, con el objetivo de mejorar su desarrollo y prevenir posibles alteraciones.
Para ello, es preciso conocer en qué condiciones personales o familiares se desenvuelve
el niño, cómo se le estimula y favorece su crecimiento, con qué medios cuenta y sus
principales motivaciones.
Del mismo modo que conviene realizar de forma temprana un programa de
intervención con el pequeño, es sumamente importante que la familia cuente con apoyos,
orientación y recursos para disfrutar de cada progreso en el niño.
Como ya se ha comentado, la familia resulta fundamental en el tratamiento, ya que
en el seno de la familia es donde el niño va a aprender a desarrollar muchas habilidades
útiles para su vida diaria. Por ello, es importante que los padres establezcan contacto con
un centro de atención temprana que realice un tratamiento individualizado y
multiprofesional. La mayoría de estos centros pertenecen a asociaciones de padres y
cuentan con un equipo de profesionales que trabajan en común, como psicólogos,
psicomotricistas, trabajadores sociales, fisioterapeutas, logopedas, estimuladores o
médicos.
Las áreas de intervención desde la Atención Temprana y los objetivos a cumplir son
los siguientes:
•Orientación familiar: fomentar un clima de colaboración, expresión de necesidades,
de afecto y proporcionar pautas útiles para el hogar.
•Área social y afectiva: lograr que el niño avance en su relación con los demás, que se
interese y disfrute de las relaciones sociales. Dar sentido a las relaciones humanas.
Disminuir las emociones de miedo o ansiedad. Fomentar su autonomía personal.
•Comunicación y lenguaje: proporcionar al niño un canal para poder expresarse y
hacerse entender, que organice su comportamiento, sus emociones y su relación
con los otros.
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•Habilidades cognitivas y de disposición hacia el aprendizaje: motivarle y desarrollar
en él capacidades que le permitan seguir aprendiendo a lo largo de su vida,
potenciando los procesos atencionales, de memoria, de razonamiento...
•Control de la propia conducta: desarrollar la autorregulación de sus acciones, que
aprenda formas adecuadas para desenvolverse en distintas situaciones y disminuir
posibles conductas inapropiadas.
Importancia de la Neuropsicología infantil
La Neuropsicología infantil es la ciencia que estudia las consecuencias de las alteraciones
cerebrales en la conducta de las personas, desde el nacimiento hasta la adolescencia,
centrándose en los procesos de plasticidad cerebral o capacidad de reorganización
cerebral, tan importantes en la infancia.
Puesto que las estructuras anatómicas del cerebro de los niños englobados dentro del
Espectro Autista no presentan diferencias notables en comparación con otros niños, un
estudio neuropsicológico es fundamental ya que aporta información referente a su
funcionamiento cerebral, necesaria para poder comprender mejor su comportamiento y
actuar en consecuencia.
Dentro de la evaluación neuropsicológica se tienen en cuenta los procesos de
memoria, atención, concentración, psicomotricidad o el lenguaje, entre otros.
 
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Para poder ayudar a un niño con autismo lo primero que se hace necesario es conocer
qué se entiende por autismo en su totalidad y qué otros conceptos engloba. Esto será
posible gracias a la detección temprana de sus manifestaciones en los tres primeros años
de vida, que permitirán un diagnóstico diferencial, preciso, del tipo de trastorno que
presenta el niño. Posteriormente, se podrá diseñar una intervención y proporcionar la
estimulación adecuada, teniendo siempre en cuenta las necesidades concretas de cada
pequeño y las de su familia.
¿Qué se entiende por autismo?
El concepto de autismo hace referencia al llamado espectro autista, denominado así por
la gran variabilidad de manifestaciones que incluye. Este término engloba a su vez a los
llamados trastornos generalizados del desarrollo (TGD). Actualmente, existe un consenso
internacional entre profesionales de distintos ámbitos en cuanto a la consideración de los
trastornos generalizados del desarrollo (TGD), como recogen la Clasificación
Internacional de las Enfermedades (CIE-10) o el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM-IV-TR). Incluidos en los TGD se encuentran el trastorno
autista, el trastorno de Asperger, el trastorno de Rett, el trastorno desintegrativo y el
trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
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Figura 1.1. Espectro Autista
La conceptualización más moderna del autismo lo considera como un continuo con
diferentes dimensiones. Permite reconocer a la vez los aspectos que tienen en común
y los rasgos que diferencian a cada uno. El denominador común "autismo" engloba
una amplia variabilidad de manifestaciones, con necesidades muy diferentes en
cuanto a su tratamiento dependiendo de las características de cada individuo. Puede
decirse que no existe un autismo puro, sino un amplio espectro de manifestaciones.
Los trastornos generalizados del desarrollo (TGD) comparten una alteración
generalizada en varias áreas del desarrollo. En concreto, presentan alteración en:
1)La interacción social.
2)La comunicación.
3)La capacidad simbólica.
Junto a estos tres factores determinantes, cada uno de los trastornos señalados
anteriormente presenta de forma diferenciada las siguientes manifestaciones:
•Trastorno autista: muestran una alteración del desarrollo que aparece en los primeros
años de vida y se acompaña de conductas simples, repetitivas, extrañas en
ocasiones, mostrando aparentemente poco interés hacia las personas. Tienen
dificultades tanto en la adquisición del lenguaje oral como en la comprensión y en
las capacidades simbólicas. Estas alteraciones persisten a lo largo de la vida,
aunque los síntomas pueden evolucionar favorablemente gracias a una intervención
temprana adecuada. Este trastorno es el autismo puro o autismo de Kaner, que se
sitúa en el extremo del continuo autista debido a la mayor afectación que implica.
•Trastorno de Asperger: se aprecia un deterioro clínicamente significativo de la
actividad social, aunque su identificación suele ser tardía por ser el trastorno más
recuperable de todos ellos, que cuenta con un pronóstico más favorable. No
presenta una alteración tan llamativa del lenguaje, ya que tienen una buena
capacidad en el lenguaje oral, a diferencia del Trastorno Autista y el de Rett,
pudiendo conseguir un comportamiento más adaptado que el resto de los
trastornos. La entonación de su lenguaje hablado suele ser monótona, y muestran
torpeza en la comunicación no verbal. En muchas ocasiones no entienden las
normas de los juegos, algunos códigos en las relaciones sociales o los dobles
sentidos, sus intereses suelen ser muy restringidos, aunque se conocen, por
ejemplo, todas las constelaciones de la galaxia. En cuanto a su desarrollo motriz
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suelen mostrar torpeza de movimientos, apreciable en los juegos motores o en la
destreza manual. Tienen preservadas sus capacidades intelectuales y, a medida que
crecen, son capacesde utilizar frases complejas y habilidades sociales básicas tras
un programa de entrenamiento.
•Trastorno de Rett: es una alteración de inicio temprano y sólo descrito en niñas,
aunque actualmente algunos profesionales lo han descrito en algunos niños. Se
manifiesta con un desarrollo en los primeros meses de vida aparentemente normal.
Progresivamente aparece una degeneración neurológica, con una disminución del
perímetro craneal que causa microcefalia, así como movimientos descoordinados o
atáxicos. Pierden la expresión facial y habilidades de contacto interpersonal que ya
habían desarrollado. Muestran movimientos estereotipados como, por ejemplo,
lavarse las manos o chupárselas a menudo y la pérdida de la función propia de
éstas. Este trastorno es similar al trastorno autista durante un período de tiempo de
la primera infancia. Se asocia con retraso mental.
•Trastorno desintegrativo: es un trastorno menos frecuente. Se caracteriza asimismo
por mostrar un desarrollo aparentemente normal en los tres primeros años de vida,
aunque posteriormente mostrarán pérdidas significativas en habilidades ya
adquiridas en al menos dos de las siguientes áreas: cognitiva, lingüística, motriz,
control de esfínteres y juego.
•Trastorno Generalizado del Desarrollo no Especificado: es el diagnóstico que engloba
a aquellas personas que no cumplen claramente los criterios de los anteriores
diagnósticos, con una causa no evidente.
Una vez definido el concepto de Espectro Autista este libro se centrará, sobre todo,
en los TGD por abarcar los distintos trastornos específicos del autismo, que confieren
el continuo autista.
¿Cuáles son los rasgos más comunes de las personas con TGD?
Existen muchos niveles dentro del continuo autista en función del grado de alteración y si
se combina o no con otros trastornos asociados. Un alto porcentaje presenta a la vez
retraso mental, variando el nivel de retraso de una persona a otra.
Una característica común que comparten todos los TGD hace referencia a la
alteración más o menos significativa en las tres siguientes dimensiones, íntimamente
relacionadas entre sí, lo que algunos autores han denominado "tríada autista":
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•Alteración social: muestran dificultad para establecer relaciones sociales. Esto se
manifiesta en problemas para interactuar con otros niños, dificultad para expresar
emociones y para responder a las de los demás y una valoración inadecuada y uso
escaso de los signos sociales. No suelen mirar a los ojos ni responder a las
personas, lo que suele generar sospechas de sordera. A pesar de esto, muchos
niños muestran una gran estabilidad afectiva hacia sus familiares.
•Alteraciones en el lenguaje y la comunicación: aparece un retraso en la aparición y
desarrollo del habla, teniendo en cuenta que existe una amplia variedad en la
adquisición y uso del lenguaje oral. Aproximadamente, la mitad no desarrolla el
lenguaje oral de forma espontánea. Los que adquieren el lenguaje oral suelen
presentar un habla monótona, sin entonación y repetitiva, abundando las ecolalias
(repetición literal de lo que oyen), confusión entre los pronombres yo y tú, y
dificultades en las conductas que expresan empatía (capacidad para ponerse en el
lugar del otro). Su nivel de comprensión también se ve afectado y muestran
grandes dificultades para entender términos abstractos.
•Alteraciones en sus intereses o actividades: suelen mostrar cierta rigidez en las
actividades que realizan como, por ejemplo, colocar los objetos de una cierta
manera y comportarse de forma repetitiva. Manifiestan una gran ansiedad frente a
los cambios, se adhieren a rutinas diarias inflexibles y su interés en juegos y temas
es limitado. Muestran, en general, un apego a objetos extraños y un trato inusual de
los mismos. Presentan un déficit en los procesos simbólicos, necesario para las
actividades imaginativas. Algunos investigadores han otorgado mucha importancia a
una alteración en la Teoría de la Mente, es decir, en la dificultad para atribuir
mente a los demás y comprender lo que piensan otros, utilizando su punto de vista.
El uso de los sentidos
Algunos niños con TGD pueden emplear, en ocasiones, sus sentidos de forma especial
presentando conductas atípicas como, por ejemplo, oler objetos, reaccionar con aversión
ante determinados sonidos o situaciones y utilizar su mirada de forma peculiar, mirando
fijamente o evitando el contacto ocular. Estas conductas pueden interferir en las
relaciones sociales con los demás.
La imitación
La imitación en los niños permite aprender a hablar, a comportarse en diversas
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situaciones o a utilizar determinados objetos. La mayoría de estos niños tiene esta
capacidad muy poco desarrollada, por lo que su manera de aprender se produce tras un
intenso entrenamiento. Por ello, padres y profesionales que trabajen con el niño deben
actuar en equipo para poder identificar sus intereses y actuar al unísono, utilizando los
mismos refuerzos y las mismas estrategias de aprendizaje.
Otras capacidades
En ocasiones pueden estar preservadas ciertas capacidades; es lo que algunos autores han
llamado islotes de competencia, es decir, áreas donde el niño tiene una habilidad normal o
incluso extraordinaria. Algunos ejemplos de estas habilidades pueden ser una gran
capacidad para dibujar con infinidad de detalles, una gran habilidad musical con
entonación perfecta o una mayor capacidad aritmética y procesos de memoria muy
desarrollados.
Aspectos neurológicos
El cerebro se divide en dos hemisferios: izquierdo y derecho. El izquierdo suele estar más
implicado en el llamado procesamiento secuencial, en las tareas que se realizan paso a
paso, más analítico, donde intervienen las áreas directamente relacionadas con el
lenguaje. El hemisferio derecho suele, por el contrario, asociarse a tareas más sintéticas,
a un pensamiento de tipo visual más que lingüístico. Investigaciones recientes apuntan
que el hemisferio izquierdo está más implicado en el autismo que el derecho. Puesto que
las bases cerebrales del lenguaje se localizan en el hemisferio izquierdo mayoritariamente,
es frecuente observar alteraciones del lenguaje en estos niños. Por otro lado, se ha
encontrado una relación significativa entre autismo y epilepsia, localizándose casi siempre
los focos de actividad epiléptica en el hemisferio izquierdo. Alrededor del 40% muestra
algún tipo de epilepsia, mientras que otro porcentaje similar de casos no llega a ser
diagnosticado porque la presentan con crisis denominadas subclínicas (pequeñas
manifestaciones como apretar fuertemente los párpados, apretar las manos contra los
oídos o ausencias), pasando desapercibidas.
¿Cómo reaccionan al dolor?
Las personas con autismo en ocasiones pueden mostrarse estoicos ante niveles de dolor
que para la mayoría de las personas serían muy elevados. Los padres y educadores
deben estar atentos a esta falta de reacción al dolor, vigilar lo que hacen y animarles para
manifestar cualquier pequeña incomodidad. Para ello es necesario trabajar las
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sensaciones, para que puedan ser conscientes de ellas, identificarlas y poder expresarlas.
La mirada
En contra de la creencia que muchas personas tienen sobre la evitación de la mirada y la
imposibilidad de realizar conductas de tipo social por parte de estos niños, en ocasiones
son capaces de establecer un contacto ocular con las personas que les rodean para
conseguir algo o para pedir ayuda a otro. Cuando participan en las relaciones sociales son
capaces de reír y disfrutar, pero siempre necesitando de una ayuda extra que organice la
situación.
Las emociones
Se suele creer que estos niños no sienten igual. Esto no es cierto, ya que tienen
sentimientos y experimentan emociones, pero no saben cómo expresarlas de manera tal
que puedan ser interpretadas por los que les rodean. Algunos de ellos han sido capaces
de expresar sus experiencias llegando incluso a plasmarlas en libros que se han publicado,
como es el caso de Temple Grandin o el de Birger Sellin.
¿Cuáles son las causas más comunes de los TGD?
A lolargo de los años la concepción sobre los TGD ha variado notablemente. En un
primer momento se consideraba un trastorno emocional causado por una relación
inadecuada entre los padres y el hijo. Posteriormente, esta teoría errónea y
culpabilizadora de los padres dejó paso a la consideración de la existencia de ciertos
trastornos neurológicos asociados. A partir de los años ochenta se acepta el compo nente
biológico o base genética del autismo, que genera una alteración en el Sistema Nervioso
Central (SNC). Los últimos estudios al respecto muestran que el autismo es un trastorno
del desarrollo donde están involucrados factores genéticos, lo que ha facilitado la
consideración de estos niños, su cuidado, educación y tratamientos.
Hoy día existen diversos grupos de investigación que pretenden llegar a conclusiones
más precisas, aunque ninguno de ellos descarta el componente biológico del autismo.
Algunas de estas investigaciones se encaminan a identificar los genes implicados. Se cree
que son más de 20, entre ellos los que regulan la acción de ciertos neurotransmisores o
sustancias bioquímicas cerebrales fundamentales en el desarrollo cerebral, el aprendizaje,
la memoria, los comportamientos obsesivo-compulsivos, la ansiedad y depresión, los
niveles de colesterol y la función del sistema inmunitario. Por ello, algunas personas con
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autismo pueden mostrar hipersensibilidad acústica, algunas alergias alimentarias,
problemas gastrointestinales, depresión, epilepsia o hiperactividad.
No se conocen todavía las causas exactas de estos trastornos, sobre todo teniendo en
cuenta la gran variabilidad que existe en las personas diagnosticadas. Por ello, las
investigaciones actuales apuntan a múltiples variables en cuanto a su etiología
(genéticas, metabólicas, infecciosas o neuroquímicas). Lo más acertado sería
considerar que son, en la mayor parte de las ocasiones, un conjunto de causas las que
participan en su aparición.
¿Se hereda el autismo?
Una vez se ha tenido un hijo con TGD existen más posibilidades de tener un segundo
hijo con algún trastorno del espectro autista, alrededor de un 50%. Se ha comprobado
que algunos de los componentes de este trastorno pueden aparecer en distintos miembros
de la familia. Por ejemplo, un niño con TGD puede tener una hermana muy tímida o con
dificultades en el lenguaje. Un alto porcentaje de los hermanos de niños con TGD
pueden desarrollarlo también. Sin embargo, no por el hecho de haber tenido un hijo con
autismo el resto de sus hermanos va a tener el mismo trastorno, aunque dependerá de la
etiología de su alteración.
¿Con qué frecuencia aparece?
Este trastorno tiene una incidencia relativamente baja, ya que afecta aproximadamente a
4 o 5 niños por cada 10.000 nacidos, aunque esta cifra está creciendo debido a que cada
vez se conocen mejor los criterios para diagnosticarlo. Es una alteración más frecuente
en niños que en niñas, en una proporción aproximada de cuatro varones por cada mujer,
aunque la incidencia ocurre por igual en todo tipo de naciones, grupos étnicos y clases
sociales.
¿Cómo se detecta?
Algunos rasgos propios del autismo aparecen a edades muy tempranas, aunque existe
cierta dificultad para detectarlos durante el primer año de vida. Este trastorno suele
diagnosticarse aproximadamente a los 3 años de edad, o incluso con posterioridad, ante
las preocupaciones de los padres por la falta de comunicación oral por parte del niño o la
sospecha de una posible deficiencia auditiva. El diagnóstico en el Trastorno de Asperger
puede demorarse hasta después de la primera infancia.
32
Los factores que más se ajustan a la sospecha de algún tipo de TGD son la pobreza
en el contacto ocular, la ausencia del juego de ficción o simbólico (por ejemplo, hacer
como si un trozo de madera fuese un coche o imaginar que hay comida en un platito),
junto con la falta de conductas de atención conjunta con otras personas como, por
ejemplo, mirar a un objeto a la vez que a otro para compartir su atención, enseñar cosas
que han hecho para obtener una gratificación social o pedir cosas por el placer de
compartir.
En ocasiones los profesionales no cuentan con instrumentos de diagnóstico adecuados
para detectarlo o no saben dónde derivar al niño por falta de recursos o presupuesto para
estos tratamientos tempranos. Con la finalidad de facilitar una detección más temprana,
se han elaborado una serie de cuestionarios específicos para ser aplicados en las primeras
edades. Entre ellos destaca el diseñado por Barón-Cohen y colaboradores: el CHAT
(Checklist for Austim in Toddlers). No es un instrumento diagnóstico, sino una prueba de
cribado, que alerta sobre la conveniencia de seguir profundizando en la evaluación del
niño. Cuenta con una serie de preguntas dirigidas a los padres sobre comportamientos del
niño, junto con algunos ítems que permiten ob servar al profesional aspectos clave sobre
su desarrollo. Actualmente se utiliza el M-CHAT, una visión revisada y más precisa de
esta prueba.
¿Qué se pretende con la evaluación? ¿Debe realizarse por un especialista?
El objetivo fundamental por el que se realiza la evaluación es facilitar una intervención
adecuada, ajustada a las características específicas de cada niño. Es fundamental contar
con información de los padres, médicos, profesores, psicólogo, pedagogo, así como otros
familiares y profesionales. Esta información, unida a la observación directa en situaciones
naturales (en la escuela, en el hogar, vídeos familiares) permitirá conocer de forma más
detallada su comportamiento. A partir de dicha evaluación, e incluso aunque todavía no
se haya llegado a un diagnóstico exacto, se iniciará un programa en el que se planteen
objetivos a alcanzar por el pequeño.
¿Cuál es la evolución de estos niños?
Existen notables diferencias entre las manifestaciones y la evolución que se observan en
las personas con TGD, por lo que no puede darse una respuesta generalizada que
englobe a todos los casos. Esta amplia variabilidad se produce debido fundamentalmente
a la asociación del autismo con otros síndromes, el grado de afectación y el nivel
intelectual y comunicativo que presente cada persona.
33
Muchos de estos niños, sobre todo los que mantienen conservadas sus capacidades
intelectuales, pueden adaptarse al mundo y desarrollar estrategias para compensar sus
limitaciones, por lo que es esencial proporcionarles un seguimiento a lo largo del tiempo
que les ofrezca los apoyos necesarios para cada etapa de su ciclo vital.
Si el autismo no se cura, ¿para qué sirven los distintos tratamientos?
Es cierto que el autismo hoy en día no tiene curación, pero también lo es el hecho de que
los tratamientos actuales pueden lograr benefi- cios significativos a medio-largo plazo en
la calidad de vida de muchos niños y sus familiares.
Cuadro 1.1. Áreas de evaluación en el autismo infantil
34
Con una detección precoz y una intervención eficaz se pueden reducir de forma
notable las conductas inadaptadas, mejorar la comunicación, la inflexibilidad y, en
algunos casos, desarrollar un lenguaje funcional.
No hay que olvidar que un mismo tratamiento puede aportar buenos resultados en
algunos casos, mientras que en otros no se produce mejora. Es muy importante
considerar a cada persona en particular y plantear un tratamiento acorde a sus
posibilidades.
A través de una intervención temprana y multidisciplinar, donde se engloban terapias
del habla y del lenguaje, terapia física, ocupacional y tratamientos psicológicos, sobre
todo de tipo cognitivo-con ductual, es posible mejorar de forma notable su calidad de
vida. En el ámbito psicoeducativo, este enfoque es el único que cuenta con un amplio
número de investigaciones que muestran su efectividad sobre otro tipo de tratamientos.
Se basa en la modificación de comportamientos variando las circunstancias que los
mantienen. En cuanto a la medicación, no siempre resultará necesaria y sólo en algunas
ocasiones requieren, bajo prescripción médica, un tratamiento farmacológico en base a
los síntomas que presenten.Aunque no sean muchos los programas específicos dirigidos a los niños con autismo,
por su gran relevancia y su difusión, puede destacarse el método Teachh. Este método
surgió en Estados Unidos y pretende ser una herramienta útil a utilizar tanto en el hogar,
como en la escuela y en la vida en sociedad con estos niños. Es un programa que intenta
ser individualizado para cada persona y desarrollar, de forma planificada, todas sus
habilidades. Intenta adaptar el ambiente al niño, y no al revés. Supone una filosofía, un
método global para desarrollar todas aquellas áreas en las que muestran dificultades. Sus
resultados han sido muy positivos para algunas personas con TGD.
Hay que tener en cuenta que el tratamiento siempre se hará en base a los síntomas
que presente cada persona y no por el diagnóstico en sí mismo. Aunque se utilicen
como referencia algunos principios generales comunes, siempre será individualizado.
Cada niño es diferente, no existen recetas comunes. Lo más adecuado será fijarse
siempre en su propio desarrollo en comparación consigo mismo.
Soluciones mágicas
En los tratamientos aplicables a los TGD, igual que ocurre en otros trastornos de difícil
curación, existen terapias de dudosa fiabilidad, poco eficaces, que son vendidas como
milagrosas. Un ejemplo son los tratamientos que suponen una invasión del niño, las
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técnicas donde se emplean pequeños cristales o pasar la energía errónea del niño a un
vaso de agua para bebérsela después. Todas ellas suelen ser carísimas y frecuentemente
tienen pocos beneficios. En muchas ocasiones se está perdiendo un tiempo muy valioso
para poder comenzar cuanto antes a trabajar adecuadamente con el niño. Pero muchos
padres piensan: "¿Por qué no?, ¿qué podemos perder?".
Por otro lado existen las terapias complementarias a través de la música o los
animales, como nadar con delfines, relacionarse con caballos u otros animales. Estas
terapias tampoco curan, pero sí cuentan con ciertas evidencias a la hora de producir
mejorías en los niños con autismo, pues constituyen un gran estímulo para ellos y
desarrollan su afectividad. Convivir con animales puede provocar una respuesta
emocional en estos niños, tan beneficiosa o más que para cualquier otro. Por otro lado, la
música supone un gran estímulo para muchas personas con TGD y puede llegar a
constituir una gran ayuda como complemento en su tratamiento.
El tratamiento a través de la dieta sin caseína y gluten ha ofrecido resultados positivos
para algunos casos, mientras que en otros no ha producido ningún cambio. Merece la
pena, por lo tanto, seguir investigando para aclarar estas discrepancias y ver su eficacia
real.
Algunas técnicas pueden ayudar a mejorar su calidad de vida, como las relacionadas
con la música, los animales o las dietas. Sin embargo, hoy por hoy ninguna es capaz
de "curar" este trastorno. Supondrán siempre un complemento al programa individual
que se realice con el niño.
¿Qué principios y pautas educativas son fundamentales para su aprendizaje?
A la hora de abordar el proceso de enseñanza-aprendizaje específico en los niños con
TGD, conviene tener en cuenta una serie de pautas generales que pueden resultar útiles y
constituyan un apoyo a la hora de abordar con éxito este proceso educativo:
•Respetar el propio ritmo de cada niño, sin forzarle excesivamente ni invadirle cuando
no quiere hacer algo. El trabajo debe ser individualizado, estableciendo objetivos
sólo para él.
•Aunque por sí mismos no adquieran determinados aprendizajes como, por ejemplo,
señalar para pedir, se les pueden enseñar de forma explícita e intencionada esas
mismas capacidades.
•Hay que analizar qué condiciones favorecen su aprendizaje y cuáles lo entorpecen,
36
para adaptar su medio y ayudarle en su desarrollo.
•Siempre es mejor ofrecerle un aprendizaje sin errores desde el principio, no por
ensayo-error. Conviene enseñarle la forma correcta de hacer las cosas desde el
inicio; de esta forma se sentirá más motivado.
•Si la tarea es muy compleja se podrá dividir en pasos más pequeños, así se verá más
capacitado para realizarla y cada vez requerirá menos ayudas externas.
•El medio en el que se le enseñe debe ser lo más natural posible, lo más cotidiano,
para que pueda generalizar los aprendizajes con más facilidad. Por ejemplo, en la
calle para que vea personas jugando, comprando en tiendas, hablando, en un
contexto natural.
•Lo que se le enseña tiene que servirle para algo, tiene que encontrar una utilidad para
ponerlo en práctica. Se tendrá en cuenta el nivel de desarrollo del niño para
plantearle objetivos que pueda comprender y sean realmente adecuados a sus
capacidades.
•Siempre conviene basarse en el carácter positivo en los aprendizajes y reforzarle
para darle confianza en lo que hace bien. Mediante la adquisición de conductas
apropiadas el niño podrá disminuir aquellas conductas que se pretenden corregir.
•El ambiente en el que el niño se desenvuelve tiene que estar estructurado y ser
predecible para él, de esta forma podrá comprender mejor lo que ocurre en cada
momento.
•Siempre conviene partir de sus propios intereses y motivaciones, de lo que le gusta y
sabe hacer.
•Favorecer que perciba las consecuencias de sus actuaciones; para ello el ambiente
debe ser coherente con lo que se le pide. Es necesario que todas las figuras
implicadas en el aprendizaje del niño compartan las mismas estrategias y se
encaminen a objetivos comunes.
•Hay que convencerse de que la motivación del niño es uno de los factores más
importantes, por lo que resulta interesante ofrecerle actividades atractivas y premiar
sus intentos comunicativos.
Teniendo en cuenta estos principios, el objetivo será el desarrollo de formas de
conducta más adaptadas y la eliminación de aquellas más problemáticas o difíciles para
37
él, que le hacen sentirse incómodo y le impiden en muchas ocasiones una mayor relación
con sus iguales.
 
38
39
Introducción
Desde el embarazo y después del nacimiento, el cerebro humano sigue evolucionando
para permitir la correcta adaptación al mundo en el que vive el pequeño, gracias a
procesos como la maduración, la diferenciación y la especialización de las regiones
cerebrales. Estos procesos permiten la recepción de los estímulos y su procesamiento
para ser comprendidos e interiorizados, el desarrollo de procesos de memoria y
anticipación, los comportamientos sociales, así como la imitación, la generalización de
conductas y la articulación de sonidos cada vez más complejos. Gracias a estos procesos
el pequeño comienza a identificar los conceptos de sí mismo y su diferencia de los
demás, aspecto básico para establecer las bases de la comunicación con sus semejantes y
compartir sus experiencias.
Algunos hitos evolutivos comprendidos entre el nacimiento y los 18 meses de vida
son los siguientes:
Alrededor de los 3 meses:
-Controla la cabeza.
-Fija la mirada.
-Realiza seguimientos visuales.
-Aparece la sonrisa social.
-Duerme plácidamente.
-Se interesa por el entorno.
-Responde a sonidos, como a la voz de sus padres.
De 3 a 6 meses:
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-Se ríe a carcajadas.
-Balbucea con intención de llamar la atención y de dar una respuesta cuando le
hablan.
-Se orienta hacia los sonidos.
-Tiende a coger los objetos.
-Juega con sus pies y manos.
-Reconoce claramente a sus padres y familiares cercanos.
De 6 a 9 meses:
-Extraña y llora cuando se van sus padres.
-Estira los brazos cuando le van a coger; se anticipa.
-Se esfuerza por alcanzar objetos lejanos.
-Se sienta y se desplaza reptando.
-Intenta ponerse de pie.
-Da palmas.
-Explora los juguetes, los manipula y tira para ver lo que hacen y cómo suenan.
-Repite sílabas sueltas.
De 9 a 12 meses:
-Explora cada vez más los objetos desconocidos y se los mete en la boca.
-Si le escondes un juguete, sabe que sigue existiendo y lo busca.
-Gatea para explorar su entorno.
-Se pone de pie con ayuda y realiza desplazamientos laterales.
-Dice "papá" y "mamá"; les busca.
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-Entiende órdenes sencillas y prohibiciones.
-Provocala comunicación.
-Tiende a imitar sonidos y gestos.
De 12 a 18 meses:
-Se interesa por los demás niños.
-Señala y nombra objetos.
-Conoce las partes de su cuerpo.
-Se identifica en un espejo.
-Se interesa por los cuentos.
-Aumenta el lenguaje y repite palabras que oye.
-Camina solo.
Durante esta primera etapa del desarrollo, seguramente la mayoría de los padres de
niños con TGD no observan grandes diferencias evolutivas que determinen que el niño
presenta un trastorno, aunque sí aparecen señales más sutiles. Gatearán, reptarán, se
pondrán de pie y andarán igual que un niño que no presente síntomas de autismo,
siempre y cuando no existan otras deficiencias asociadas.
El desarrollo de las competencias comunicativas, sociales y del comportamiento se
inicia durante el primer año de vida gracias a habilidades previas como, por ejemplo, la
sonrisa social, que aparece alrededor del tercer mes de vida y permite expresar al
pequeño su alegría al ver rostros conocidos o sus juguetes preferidos. Entre estas
conductas iniciales sí se pueden apreciar diferencias con respecto a los demás niños, que
pondrán en alerta tanto a los familiares como a los profesionales.
Cuanto antes se realice un estudio del niño que contemple las capacidades que posee
y el uso que hace de ellas, antes se comenzará a trabajar sobre las áreas que
necesiten apoyo. La importancia radica en que las posibilidades de mejora son
inversamente proporcionales a la edad de la persona.
Alrededor del primer año de vida aparece el lenguaje, comienza la bipedestación y los
procesos de imitación de comportamientos. En algunos niños con TGD se podrán haber
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detectado signos de alarma desde una temprana edad, mientras que en otras ocasiones
estos indicadores serán más sutiles de apreciar.
En el niño con rasgos autistas aparecen escasas conductas de interés por el entorno,
unidas a un retraso en la emisión de sonidos y palabras, alteraciones en el juego, en la
imitación y, sobre todo, en los comportamientos sociales de relación con los demás. Esto
se observa en conductas tales como, por ejemplo, no compartir con la mirada, no sonreír
a los tres meses de edad ante los intercambios sociales o no estirar los brazos para que
les cojan.
En cuanto a la aparición del lenguaje, resulta característico en todos los niños dentro
del espectro autista una alteración significativa en este área, aunque el nivel de gravedad
variará significativamente de uno a otro.
Área social y afectiva
Desde que un niño nace, gracias al desarrollo que ha ido adquiriendo durante los meses
de gestación, posee distintas conductas mediante las cuales puede iniciar una relación con
el mundo que le rodea, en especial con sus padres. Desde los primeros días de vida el
niño comienza a relacionarse con el mundo y, en consecuencia, aprende de él. El
pequeño contempla a las personas que le cuidan y éstos le responden atendiendo a sus
necesidades, lo que le permite ir adquiriendo una conciencia de su propia existencia y de
la de los demás. Se da cuenta de que puede transmitir emociones y ser respondido. En
esta etapa es crucial el intercambio de afecto entre el niño y las personas cercanas, a
través de sonrisas, caricias, juegos de relación o frases con entonación agradable para
poder establecer con él una relación de pleno entendimiento y comprensión.
La socialización
José Ignacio es un niño de 14 meses muy inquieto. A sus padres les llama la atención
que casi no mira a los ojos cuando le están hablando. No es que no les oiga, sino que
parece que le interesan más otras cosas. Cuando sus padres intentan jugar con él
parece como que no le interesa, a pesar de los grandes esfuerzos que hacen para que
le atraigan las actividades. La mayor parte de las veces prefiere jugar solo apilando
objetos, introduciéndolos en cajas u observando durante largos períodos de tiempo
algunas piezas. Este desinterés se observa de manera repetida y, en los momentos en
los que se encuentra más receptivo, muestra una gran dificultad para anticipar el
juego.
43
Voz de los padres
En general, en el primer año de vida, la preocupación de los padres se centra en aquellos
hitos del desarrollo social que sus hijos todavía no han adquirido. Por un lado, debido a
la aparente normalidad de los niños con TGD en este primer momento, pueden pensar
que no le ocurre nada o que simplemente lo aprenderá más tarde. En muchas ocasiones
supone un período de no saber cómo actuar, dejar que pase el tiempo y ver qué pasa.
Voz de los niños
El bebé cuando nace pasa a un mundo muy distinto al que se encontraba antes de nacer,
más ruidoso, menos cálido y lleno de cambios. Con respecto a su socialización no
controla todas las variables que las hacen ser tan complicadas y, en ocasiones, no sabe
cómo responder a ellas. Ante tantos estímulos en su entorno no sabe en cuál fijarse, pero
intenta relacionarse aunque a veces las estrategias que utiliza no son las más adecuadas o
no siempre son bien entendidas por sus padres.
Pautas de actuación
¿Cómo se socializa el bebé en esta etapa?
Hasta el mes y medio de vida dependerá absolutamente de sus padres. Es tan grande
esta dependencia que incluso no es capaz de identificarse como ser independiente de su
madre o su figura de referencia. La sensibilidad y la actitud que los cuidadores adopten a
la hora de tratar con el niño serán de gran importancia, lo que supone prestar atención a
los cambios en su maduración y adaptarse a ellos con el fin de proporcionarle las
necesidades físicas y emocionales que requiera. Todos los avances socioemocionales que
va adquiriendo el bebé dependen tanto de su propio ritmo de desarrollo como de toda la
información y apoyo que reciba de su entorno. Este último aspec to es el que se
aprovechará para estimular en el niño todas las áreas en las que presente una mayor
necesidad de trabajar, para llegar a alcanzar los objetivos deseados.
Cuadro 2.1. Desarrollo social
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¿Qué respuestas se pueden apreciar en un niño con TGD en este primer período de vida
respecto a su socialización?
Si bien es cierto que existen varios grados de afectación en la interacción social del
niño con TGD, ésta es una característica que tiene que estar presente en él, junto con
otras, para poder ser diagnosticado de dicho trastorno.
Pueden considerarse algunos signos o señales de alerta que hagan sospechar de la
presencia de rasgos del espectro autista. Estas señales de alerta no quieren decir que vaya
a desarrollar algún TGD, pero sí pueden orientar tanto a la familia como a los
profesionales para prestar una atención adecuada y determinar por qué ocurre. Algunas
señales significativas son las siguientes:
•Siendo bebé, cuando es cogido en brazos por sus familiares, éstos manifiestan que
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no se acopla bien al cuerpo del adulto y que no suele anticiparse estirando los
brazos para que le cojan.
Figura 2.1. No estira los brazos.
•Se retrasa la sonrisa social como respuesta a algo que le resulta agradable. Esta
conducta suele aparecer alrededor de los 3 meses de edad, aunque en bebés
susceptibles de presentar un TGD se retrasa su momento de aparición. Así, por
ejemplo, puede no manifestar alegría cuando juegan con él ni suele mostrar una
conducta clara de afecto por sus padres y familiares cuando se le acercan,
pareciendo indiferente ante la presencia o ausencia del adulto.
•Tampoco tiende a establecer contacto visual con las personas que se le acercan,
mostrándoles poca atención y poco interés.
Figura 2.2. No comparte con la mirada.
•Tiene dificultades en las conductas en las que hay que compartir experiencias por
46
medio de la mirada, donde el bebé primero mira al adulto y posteriormente al
objeto (lo que se conoce como atención conjunta). No suelen compartir su interés
por las cosas utilizando la mirada para hacérselo ver a los demás.
¿Cómo pueden fomentarse su curiosidad y bienestar?
Desde que el niño comienza a explorar su entorno resulta necesario irle brindando la
posibilidad de poder investigar, descubrir el mundo que le rodea, haciéndole verque el
adulto le respeta y le apoya en ese proceso de toma de conciencia de la realidad.
Conviene tener siempre presente la importancia de la afectividad en el desarrollo de
cualquier persona. El hecho de cogerle en brazos de forma que se sienta a gusto, los
abrazos, las miradas, el contacto corporal con él, por ejemplo, son acciones que
permitirán al niño tener seguridad en sus figuras de referencia.
Si un niño necesita ayuda para hacer algo que todavía no puede conseguir por sí
mismo es importante estar ahí, aunque siempre teniendo en cuenta que hay que
conseguir que cada vez adquiera más destrezas y capacidades de forma autónoma. El
hecho de solucionarle lo que sabe hacer por sí mismo no contribuirá a su desarrollo.
Los juegos de relación con el adulto, como el cucu-tras, los cinco lobitos, el escondite
tras una servilleta o las canciones sencillas con pausas repetitivas, van a posibilitar al niño
tomar conciencia de la existencia de otras personas con las que puede disfrutar en su
interacción. En el niño con TGD estos juegos serán asimismo importantes para
desarrollar en él el placer de la convivencia con otros y un mayor acercamiento a las
relaciones sociales.
En el Trastorno Generalizado del Desarrollo no se produce una alteración específica
del vínculo. Pueden querer a sus padres, familiares y otras personas cercanas, aunque
su forma de expresarlo no resulte fácilmente perceptible.
No conviene olvidar que siempre hay que ser sensibles a las distintas necesidades del
niño, no obviarlas ni criticarlas: si llora, tran quilizarle, si está asustado, transmitirle
seguridad, si está contento, hacer que comparta esa alegría con los demás.
Las rutinas diarias también van a contribuir a otorgarle seguridad. Un entorno
predecible, en el que el niño sepa lo que va a ocurrir, le brindará una mayor confianza en
lo que sabe acerca del mundo y en sus propias posibilidades para controlarlo y
desenvolverse en él. Conviene ser constantes, reiterativos y predecibles tanto en los
horarios como en las rutinas que se realicen en la vida del niño. Al caer la tarde, por
ejemplo, después de jugar, se le baña, se le pone el pijama, se le da el biberón y se le
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acuesta.
El apego
Elena tiene 16 meses y, aunque no ha desarrollado lenguaje oral, todos dicen de ella
que es muy independiente. Prefiere realizar cualquier tarea por sí misma. Cuando la
llevan a jugar al parque no comparte juegos con otros niños. Sus padres han
observado que está más tranquila cuando la situación le es familiar y las personas que
están a su alrededor son conocidas. Se han dado cuenta de que, aunque les quiera,
muchas veces prefiere estar sola y tiene dificultades para mostrarles lo que necesita
en cada momento.
Voz de los padres
En este momento algunos padres empiezan a ver comportamientos que les preocupan y,
en ocasiones, se preguntan qué está pasando y si están haciendo las cosas bien. Ellos
esperan poder tranquilizar al niño cuando lo necesita, sin embargo no siempre lo
consiguen. "¿Por qué no nos reclama?, ¿sabrá lo mucho que le queremos?"
Voz de los niños
El niño con TGD siente muchas emociones, prueba de ello son las respuestas que
manifiesta cuando la situación le resulta complicada o poco familiar. Estas emociones no
las sabe diferenciar adecuadamente y le cuesta mucho expresarlas. Sus familiares son
quienes más le conocen y, aunque muchas veces prefiera hacer actividades rutinarias él
solo, les necesita, como una parte importante hacia su maduración y su desarrollo social.
Pautas de actuación
¿Qué es el apego?
Alrededor del 6° mes de embarazo se puede decir que están constituidas todas las
células cerebrales o neuronas, lo que permite que al nacer el bebé tenga capacidades
sensoriales como ver, oír, distinguir sonidos y sabores o ser sensibles a movimientos
táctiles. Estas capacidades tienen la función de permitir en el momento del nacimiento el
apego, es decir, el contacto con otro individuo adulto que permitirá al recién nacido su
supervivencia.
Para que el bebé madure es necesario que haya tenido contacto con unas figuras que,
48
además de proporcionarle un bienestar físico, también le brinden un apoyo emocional,
fundamental a la hora de adquirir un desarrollo equilibrado. Este vínculo se desarrolla de
forma gradual en el primer año de vida y desempeña una importante función biológica y
psicológica en el niño.
Hay que decir que las relaciones sociales se inician a través del vínculo afectivo que
el bebé establece desde su nacimiento con una o varias figuras de gran importancia para
él, actuando de referentes con respecto a lo que acontece en el mundo. Al principio al
bebé le cuesta mucho distinguir a unas personas de otras, aunque posteriormente esta
distinción se logrará en base a las características físicas externas, como el color del pelo o
cualquier contraste significativo del rostro. A pesar de ello, el bebé interacciona con
balbuceos, sonrisas o contactos oculares de forma indiferenciada en esta primera etapa.
Alrededor de los 3 meses será capaz de reconocer rostros con más perfección. Es a
partir de esta edad cuando las conductas de relación van dirigidas a personas concretas,
significativas, pues ya reconoce a las figuras que hasta el momento le han ido brindando
cuidados físicos y afectivos. Con 7-8 meses de edad la importancia del apego aumenta al
comenzar los primeros desplazamientos a través del gateo, la posterior marcha autónoma
y el descubrimiento de que puede "ex plorar" su entorno de forma tranquila y segura,
siempre y cuando los adultos que están con él le proporcionan espacios para desarrollarse
como ser diferenciado.
¿En qué formas se desarrolla el apego?
A través de las conductas de interacción, empleadas en la relación con el bebé, es
posible diferenciar tres tipos de apego (véase el cuadro 2.2).
Cuadro 2.2. Tipos de apego
Gracias al vínculo saludable que la madre o cuidador principal establece con el niño,
se fortalece poco a poco en él una base sólida para sus futuras relaciones interpersonales.
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Contrariamente a lo que se pensó durante mucho tiempo acerca del vínculo que podían
establecer los niños con TGD con sus padres, se puede afirmar que la gran mayoría crea
un vínculo afectivo estable con ellos. En los TGD existe dicho vínculo emocional basado
en la proximidad, seguridad y confianza hacia los progenitores o cuidadores principales y
se convierten en un pilar básico en el mundo de las relaciones. Se aprecia en las
diferencias en el tipo de relación que mantienen con las personas a las que no conocen y
con sus familiares.
¿Qué puede hacerse para establecer un apego seguro?
No existe una fórmula única para contestar a esta cuestión. Dentro de las relaciones
humanas cada persona responde a múltiples cir cunstancias, lo que la hace única y
diferente a los demás. Sin embargo, existen ciertas pautas generales para fomentar una
adecuada relación con el bebé.
Ya antes del nacimiento el niño existe en cierta manera en los deseos, fantasías y
creencias de los padres. Se tienen muchas ilusiones en torno al hijo, al niño imaginado, y
éstas forman parte del inicio del vínculo que se creará con él. Es a partir del nacimiento
cuando estas fantasías se deben ir ajustando a las características del niño real. Esta
adecuación constituye un proceso que es necesario para el adecuado desarrollo del recién
nacido como persona. En el caso de un niño que manifiesta conductas propias del
espectro autista pueden aparecer sentimientos de incertidumbre o desesperanza ante el
diagnóstico, porque no se corresponde la imagen del niño imaginado con el niño real. La
familia tendrá que ajustarse a la nueva situación, lo que requiere tiempo y ayuda, ya sea
de profesionales, asociaciones, familiares o instituciones.
El proceso de adaptación a la nueva situación requiere, en ocasiones, la adquisición
de nuevas habilidades, necesarias para hacer frente a las nuevas demandas que surgen en
el día a día. A lo largo de este proceso tendrá una gran importancia el hecho de que las
familias estén informadasen todo momento sobre lo que son los TGD, contando con
datos fiables, ayuda profesional y apoyo emocional, para poder así disfrutar de todos y
cada uno de los aspectos positivos que tiene su hijo.
Hay que dejar atrás las expectativas creadas sobre el niño antes de nacer y fijarse en
las que posee realmente su pequeño. Desde el momento en el que se olvide al hijo
imaginado, los padres serán capaces de crear un vínculo afectivo estable con el niño e
involucrarse en los programas encaminados a mejorar sus capacidades y calidad de
vida.
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Área de la comunicación
Belén tiene 14 meses y parece que está "en su mundo". No sonríe al ver a su madre,
no reclama ser cogida y los ruidos le molestan mucho. A menudo empieza a llorar sin
motivo y cuesta consolarla. No muestra interés por lo que ocurre a su alrededor ni
realiza emisiones vocálicas propias de su edad, sólo algunos ruidos muy repetitivos
que muestra de manera constante. Los padres están preocupados y no saben qué
hacer.
Voz de los padres
A esta edad, los padres están deseosos de que sus hijos comiencen a decir palabras como
"papá" o "mamá". Si esto no ocurre, aparecen las dudas por consultar a un especialista o
se desesperan y cada vez exigen más al niño. En otras ocasiones, no acuden a un
profesional porque no piensan que su niño pueda tener algún problema y creen que ya
hablará.
Voz de los niños
Durante el primer año de vida los bebés experimentan muchos cambios corporales, a la
vez que tienen que integrar toda la información procedente de su entorno, lo cual
requiere un gran esfuerzo para muchos pequeños. Necesitan calma y una relación
adecuada con sus padres, que sean capaces de respetar sus necesidades más básicas, lo
cual les ayudará a madurar.
Pautas de actuación
¿Cómo surge la comunicación?
Desde el nacimiento las personas vienen dotadas con mecanismos que les permiten
adaptarse al entorno y relacionarse con los demás para poder sobrevivir. Un ejemplo de
ello es el llanto del bebé, que permite manifestar a los que le rodean su malestar, ya sea
porque siente frío, tiene hambre o le duele algo. En ocasiones, el nivel de comunicación
que se alcanza llega a ser tan sofisticado que los padres pueden distinguir diferentes tipos
de llanto e identificar las necesidades concretas de su pequeño cada vez que llora.
Alrededor de los 9 meses aparece un tipo de comunicación intencionada, que suele
estar bien establecida hacia los 18 meses. Este tipo de comunicación se produce con un
propósito: cuando hay intención de cambiar el mundo físico que le rodea. De esta forma
aparecen los denominados protoimperativos, que sirven para pedir, por ejemplo
51
señalando o haciendo vocalizaciones para conseguir algo que quieren. Cuando se
pretende compartir emociones o actitudes con los demás como, por ejemplo, mostrar una
flor para compartir su agrado, se habla de conductas pro todeclarativas. Una alteración
en estas formas de comunicación intencionada es considerada como un signo de alarma y
constituye, por lo tanto, un aspecto clave a contemplar en los programas de estimulación
que se diseñen.
¿Qué signos de alarma referentes a la comunicación se pueden observar en las personas
con TGD?
Una de las características definitorias del espectro autista es la alteración en la
comunicación. El desfase en los procesos comunicativos no se manifiesta sólo en un
menor número de emisiones o intenciones, sino más bien en una alteración en su uso del
lenguaje como instrumento de comunicación y de interacción con el medio.
Los bebés nacen con capacidades innatas que facilitan las relaciones con sus padres.
Así, por ejemplo, con tan sólo 5 meses son capaces de distinguir la voz de su madre de
entre varias, establecen contacto ocular como medio de comunicación, sonríen con
intención de transmitir alegría y son capaces de imitar expresiones faciales e incluso sacar
la lengua. Alrededor del 6° mes de vida esta comunicación se perfecciona y el niño toma
conciencia de que las personas de su alrededor tienen comportamientos similares a los
suyos.
La capacidad de tener noción de que la otra persona tiene mente se desarrolla
normalmente hacia los nueve o diez meses en un niño sin ninguna alteración, quedando
establecida alrededor de los 18 meses. En los TGD, este proceso muestra diferencias
significativas.
Hoy por hoy no existen criterios concluyentes sobre los procesos comunicativos en
los TGD a edades tan tempranas, aunque se evidencian diferencias en algunas conductas
previas al lenguaje como las siguientes:
•Pueden aparecer llantos inesperados, exagerados o injustificados que resulten
difíciles de interpretar, que pueden deberse a la falta de control y predictibilidad de
su entorno.
52
Figura 2.3. Llora desconsoladamente.
•El pequeño puede no tener conciencia de su propio "yo", por lo que tampoco
entiende que exista otro, un "tú", con el que comunicarse verbal o gestualmente. Se
aprecia una menor intención de compartir su mundo con los demás.
Figura 2.4. Le cuesta compartir su mundo con los demás.
•No suele mostrar conductas comunicativas como señalar con el dedo índice una cosa
que le interesa, ni pedirla por medio de gestos, ni alarga el brazo para que otra
persona le acerque lo que pide.
53
Figura 2.5. No señala con el dedo.
•La aparición del gorjeo se puede ver retrasada y suelen ser escasas las ocasiones en
las que emite sonidos adaptados al contexto. En el balbuceo, que aparece alrededor
del 8° mes de vida, también se aprecian diferencias. Esto es debido
fundamentalmente a la dificultad que presenta en la imitación de conductas,
sonidos o gestos.
•Tiende a no responder al oír su nombre.
Figura 2.6. No responde a su nombre.
¿Cómo afectan estos signos de alarma al desarrollo de la comunicación?
Gracias a estas habilidades el niño es capaz de interactuar con los demás, de abrirse al
mundo exterior y compartirlo. En muchos casos, el desarrollo evolutivo del niño hasta los
2 años ha correspondido al de un pequeño sin sospechas de alteración. Posteriormente,
pueden tener un estancamiento madurativo e incluso un retorno a etapas anteriores. Así,
pequeños que se desarrollaron con aparente normalidad, tanto a nivel motor como en la
adquisición del prelenguaje e incluso, establecido ya el lenguaje, sufren un bloqueo en su
maduración y dejan de hablar, de relacionarse, se vuelven cada vez más pasivos y
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podrían ser diagnosticados alrededor de los 3 años con un posible TGD.
En algunos estudios se aprecia que estos niños responden de manera similar a la de
otros niños a la presencia o ausencia de la madre, la distinguen bien entre extraños, tienen
intención de comunicar, por lo que no se puede afirmar que presenten unas conductas de
apego muy diferentes a la de otros niños. De nuevo aparece el concepto de continuo
autista, donde se engloban diferentes grados de afectaciones, lo que hace imprescindible
tener siempre en cuenta las diferencias individuales.
¿Cómo favorecer la comunicación con el niño?
Desde que los niños pequeños tienen intención de comunicarse, antes de que posean
lenguaje, recurren a señalar aquello que desean, ya sea con la mirada cuando tienen
pocos meses de vida o con el dedo cuando son un poco mayores. Posteriormente, son
capaces de rea lizar esta conducta y emitir un sonido a la vez, hasta que aparece el
lenguaje y pueden expresar con palabras lo que quieren.
En los niños con TGD, la intención de comunicar o relacionarse con los demás y el
lenguaje, son dos factores que siempre estarán alterados en mayor o menor medida.
Conviene mostrarles que las cosas tienen un nombre y premiar aquellos comportamientos
que tiendan a imitar palabras, su sonido, su función, su forma...
En las actividades diarias cualquier emisión sonora relacionada con un objeto o
actividad debe ser estimulada dándole el objeto y diciéndole cómo se llama. Lo
importante será ir enseñándole palabras fáciles de utilizar y que sean de objetos que estén
en su medio, en vez de términos abstractos y difíciles de comprender.
En otros casos, no suelen aparecerconductas comunicativas básicas como, por
ejemplo, señalar para pedir. Cualquier intento de comunicación por parte del niño, para
pedir o relacionarse, deberá ser reforzado para que pueda entender que tiene su
comportamiento una consecuencia positiva para él. No tienen por qué ser verbales: basta
un signo, una mirada hacia el objeto o un movimiento del brazo en una dirección.
Hay que ser constante y actuar siempre de la misma manera desde que se toma la
decisión de enseñar esas conductas al pequeño. No será útil si unas veces se le nombra el
objeto, otras se le pide que diga "dame" y otras veces se le da sin más. Puesto que a los
niños con TGD les cuesta participar en actividades no estructuradas, debe existir un
acuerdo en todos los contextos en que se desenvuelve, lo que facilitará el proceso
comunicativo y, en algunos casos, el posterior desarrollo del lenguaje oral.
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Los adultos juegan un papel muy importante, pues constituyen un modelo para el
niño y son quienes ponen nombre a sus conductas y comportamientos, adecuados o no.
Hay que tratar de enseñarle que para conseguir algo deberá expresarlo de alguna manera,
bien por gestos o con alguna vocalización.
No conviene olvidar que los niños pueden tardar en dar una respuesta, por lo que no
se les debe insistir rápidamente con la misma pregunta una y otra vez. Algunos requieren
un tiempo extra para responder, por lo que hay que tener calma, esperar un tiempo y
observar su forma de responder, ya sea con el cuerpo, la mirada o la palabra. Asimismo
se recomienda:
-Hablarle de manera tranquila, despacio.
-Cantarle canciones. La música suele ser de gran agrado para muchos niños con
TGD.
-Reírse con él para que pueda identificar que es capaz de provocar respuestas de
alegría en los demás.
-Nombrar a las personas que conozca cuando se acerquen a él, así como reproducir
las onomatopeyas de los objetos de su entorno para que pueda ir reconociéndolos.
-Fomentar la interacción entre dos personas por medio de juegos de turnos o muecas
que pueda imitar, como sacar la lengua.
-Hablarle con un lenguaje habitual, con frases gramaticalmente correctas y palabras
sencillas.
-Evitar la jerga del bebé, sus palabras o sonidos.
-Contarle historias pudiendo utilizar libros con dibujos, haciendo que se fije en los
personajes y su forma.
Área de conductas y actitudes
Durante esta etapa, el bebé puede que no manifieste ninguna conducta llamativa que
alarme considerablemente a los padres sobre la posibilidad de un trastorno del desarrollo.
Algunos signos de alarma en su conducta en esta edad son, por ejemplo:
•En líneas generales, el pequeño presenta una normalidad aparente aunque algunos
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padres manifiestan que es algo más pasivo que los demás. Casi no reclama nada y
puede permanecer despierto durante mucho tiempo sin demandar la atención del
adulto.
•La inflexibilidad resulta un síntoma peculiar y notorio en los TGD; desean vivir en
un mundo sin cambios, estático, que les proporcione seguridad. Este deseo de
invarianza se ha atribuido fundamentalmente a su dificultad a la hora de anticipar.
•No suele orientar la cabeza hacia una fuente de sonido ni hacia la voz de una
persona; parece indiferente al mundo sonoro, como si fuera sordo.
Figura 2.7. Indiferencia hacia algunos sonidos.
•Puede presentar alteraciones del sueño, tanto en la duración como en la frecuencia,
lo que repercute en su descanso y desarrollo. Gracias al sueño profundo el cerebro
es capaz de "desconectarse" del mundo exterior y seguir madurando.
El sueño
Nuria es una niña de 9 meses. Le cuesta mucho dormirse y, cuando por fin se queda
rendida en su cuna, tiende a despertarse con mucha facilidad. Sus padres la cogen, le
dan paseos por el pasillo de la casa o la mecen, pero parece que estas estrategias no
funcionan y cada vez están todos más cansados. Durante el día acude a una escuela
infantil y parece que es allí donde mejor concilia el sueño, a pesar de todo el alboroto
que hay a su alrededor.
Voz de los padres
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Cuando un niño no duerme es frecuente que los padres hayan probado multitud de
estrategias para fomentar su descanso. Pueden llegar a estar muy alterados debido a que
este hecho les cambia todas las rutinas que se tengan programadas en el cuidado del niño:
la hora de la comida, el baño, el paseo o la cena. En muchas ocasiones cambian de una
estrategia a otra y ninguna es eficaz con su hijo. Por ejemplo, le tumban en el sofá, le
ponen música de fondo o le pasean en el coche para que duerma. Este hecho puede
acarrear una gran carga de estrés dentro de la familia, ya que el descanso es necesario
tanto para los padres como para el niño. Mejorar los hábitos de sueño supondrá una
mayor organización de todas las actividades del hogar.
Voz de los niños
El bebé no nace sabiendo de antemano cuándo es el momento de dormir y cuándo el de
comer o jugar; sus padres se encargarán de enseñarle con paciencia y perseverancia
dicha necesidad fisiológica que, de no ser aprendida correctamente, puede acarrear serios
problemas de comportamiento y emocionales al niño.
Pautas de actuación
¿Qué tipo de sueño tienen estos niños?
Si los trastornos del sueño suelen ser muy habituales en los bebés, en aquellos con
TGD en muchas ocasiones se acentúan. El insomnio infantil es un problema muy común
en esta franja de edad, incluso en niños mayores, pero es en los primeros meses cuando
el bebé debe aprender unos hábitos de sueño saludables.
Los trastornos del sueño pueden tener consecuencias importantes en el estado físico
y psíquico del niño, sobre todo si dicho trastorno es permanente y llega a cronificarse. De
ahí que sea de suma importancia saber cuáles son los pilares básicos donde se sustentan
unos adecuados hábitos de descanso.
Cuadro 2.3. Horas de sueño
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¿Cómo puede un niño de esta edad conseguir unos adecuados hábitos de sueño?
La capacidad de descanso es algo que se aprende, no viene ya adquirida cuando el
niño nace. El reloj biológico interno que el bebé lleva dentro debe regularse, gracias a
señales o elementos externos que le ayuden. El recién nacido duerme muchísimas horas
al día, solamente se despierta para cubrir sus necesidades básicas de alimento y afecto,
no tiene conocimiento alguno de la existencia de horas diurnas y nocturnas.
Durante el día, cuando duerma, los acontecimientos cotidianos no deben verse
interrumpidos, es decir, la familia no tiene que evitar ruidos cotidianos en el hogar
(limpieza, platos que suenan o pasos por el pasillo). Si los padres tienen que pasar por
delante de él, no hay inconveniente en hacerlo, aunque siempre respetando su sueño,
intentando no molestarle.
Al llegar la noche, todo es distinto. Normalmente el nivel de ruido habrá disminuido
de forma significativa, no habrá luz y el ambiente será mucho más relajado y tranquilo, lo
cual le permitirá ir asociando el sueño a la noche y al silencio.
La planificación rutinaria de las actividades cotidianas es vital; le ayudará a
estructurar, predecir y en cierto modo controlar su mundo. Rutina es sinónimo de
seguridad, tranquilidad, sosiego y control de lo que sucede a su alrededor.
¿Cómo se crea esta rutina diaria?
Se tienen que realizar una serie de rituales que precedan a la hora del sueño, para que
pueda asociarlos con el hecho de ir a la cama. Si no se establecen rutinas y cada noche es
distinta, el niño no sabrá a qué atenerse y no adquirirá patrones saludables de sueño.
Igualmente importante es el hecho de que llegue a dormirse solo en su cuna, con
algún juguete apreciado por él, su chupete, el osito de trapo o su manta preferida. No
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debe dormirse en brazos de la madre, ni en el cochecito dando vueltas por toda la casa,
ni en la cama de los padres. El niño, si en algún momento de la noche se despierta,
demandará que la situación sea la misma a la que se encontraba al iniciarse el sueño,
tiene que reconocer los estímulos que le rodean.
¿Cómo actuar ante los problemas del sueño en los niños?
•Conviene establecer rutinas de sueño.
•Transmitirle calma y comprensión.
•Transmitirle

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